01 - Melodia Inmortal
01 - Melodia Inmortal
01 - Melodia Inmortal
www.edicioneskiwi.com
Editado por Ediciones Kiwi S.L.
Primera edición: Abril 2012
© 2012 Olga Salar
© de la fotografía de cubierta:
Istockphoto
© 2012 Ediciones Kiwi S.L.
No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni
su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión
en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste
electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros
métodos sin el permiso previo y por escrito de los titulares
del copyright. La infracción de los derechos mencionados
puede ser constitutiva de delito contra la propiedad
intelectual (Arts. 270 y siguientes del Código Penal).
Prólogo
Por Victoria Rodríguez
autora de “Los Guardianes de la
Espada”
Bienvenidos a Melodía Inmortal.
En un par de páginas vais a comenzar
a leer una historia de amor con un toque
paranormal que no os dejará
indiferentes. Una historia que traspasa
las barreras del tiempo, subyugante,
llena de misterios y fuertes emociones…
Vais a conocer a Danielle, una chica
seductora, lista y popular que, por las
circunstancias especiales de su vida, se
convertirá en una tentación irresistible
para un ser muy peligroso que acecha en
la ciudad de Armony, donde transcurre
nuestra historia.
Y os encontrareis, cómo no, con
Oliver. Un chico rebelde, misterioso y
atractivo, cuyo amor por la música llegó
a convertirse tiempo atrás en una
obsesión que le llevó a tomar una
nefasta elección… Y aún está sufriendo
las consecuencias. Ahora, deberá
proteger a Danielle del influjo de ese
ser maligno que aún atormenta su vida y,
de paso, tratar de conseguir redimirse y
salvarse de sí mismo…
De la mano de Olga Salar (Olga
Lunera en Internet), os meteréis en la
piel de los protagonistas para vivir su
insólito romance. La narración en
primera persona te sumerge de lleno en
sus emociones y sus miedos, en sus
pasiones y sus esperanzas, consiguiendo
que la novela te atrape desde las
primeras páginas.
Con su prosa fluida, ágil y personal,
Olga nos regala una historia de amor que
va mucho más allá del momento que
están viviendo. Nos transporta al
pasado, a distintas épocas de otros
siglos y logra que los personajes sean
inolvidables, eternos e irresistibles.
¿Y la música? La música es un
personaje más de la novela. Las notas
flotan entre los párrafos, la melodía te
acompaña durante toda la lectura. Las
alusiones a los diferentes estilos de
música, de todas las épocas, salpican la
novela como corcheas en una partitura
en clave de sol, consiguiendo una
composición mágica y bien ejecutada.
No os entretengo más. Os dejo ya que
paséis la página y comencéis a leer esta
maravillosa historia que os conquistará
en cada capítulo. Preparaos para
disfrutar con la desbordante imaginación
de Olga y dejaos seducir por su Melodía
Inmortal…
Capítulo 2
Eran las ocho en punto cuando abrí la
puerta y me encontré a Samuel
sonriéndome y mirándome con
admiración.
—Estás impresionante —dijo en un
susurro ahogado. Al parecer no podía
evitar decir lo mismo cada vez que me
veía. Sonreí ante la idea de que me
encontrara guapa.
—Gracias, tú también —le respondí,
y era totalmente cierto, llevaba un jersey
de lana gris y unos vaqueros azules que
le quedaban como un guante, sus
enormes ojos del mismo color brillaban
y su sonrisa dejaba al descubierto su
perfecta y blanca dentadura, fruto del
arduo trabajo de su padre. Sonreí aún
más, al recordar a sus padres, a cual
más pintoresco, el simpático dentista y
la alocada psicóloga infantil. Nunca me
extrañó que Samuel fuera tan especial
siendo educado por semejantes
progenitores.
Cenamos en una pizzería del centro a
la que íbamos bastante, por lo que la
noche comenzó bastante normal.
Compartimos una pizza barbacoa y
hablamos sin parar de las clases y de los
amigos comunes, Samuel sonreía y
bromeaba sin descanso y durante un
momento me encontré fantaseando con la
idea de que me besara. Me resultó
absolutamente increíble que fuéramos
amigos prácticamente desde siempre y
que me hubiese costado tanto darme
cuenta de lo guapo y dulce que era. Noté
como me ruborizaba al mismo tiempo
que sentía un familiar pinchazo en el
corazón.
Samuel palideció al instante, estaba
demasiado pendiente de nuestra
conversación como para no darse cuenta
de mi gesto al llevarme la mano al pulso
que latiendo en mi muñeca.
—¿Estás bien, Danielle? —preguntó
preocupado.
—Perfectamente —había
perfeccionado tanto mi expresión que
era imposible que se diera cuenta que
estaba mintiendo. Necesitaba relajarme
para que me bajaran las pulsaciones
producidas por la taquicardia, por lo
que me concentré en la respiración
mientras Samuel balbuceaba nervioso
algo sobre volver a casa.
Cuando sentí que las cosas volvían a
ser normales, retomé la conversación
anterior y fingí que no había pasado
nada importante, al fin y al cabo eso se
me daba muy bien, llevaba toda mi vida
haciéndolo.
—Vamos a pagar o llegaremos tarde
—le dije con una sonrisa vacilante, no
estaba muy segura de que no me obligara
a regresar a casa.
—Yo invito —anunció sin darme
opción a negarme, respiré aliviada. No
lo había hecho tan mal.
—Vale, yo pago el cine y las
palomitas.
Estaba a punto de protestar, cuando se
lo pensó mejor; si pagaba también el
cine no habría ninguna duda de que
estábamos en una cita, y al parecer,
Samuel también dudaba las
consecuencias de calificarla como tal.
Yo por mi parte estaba empezando a
verlo de otro modo, menos amistoso y
más romántico, aunque, al igual que él,
tampoco sabía si estaba preparada para
asumir un cambio tan drástico en nuestra
relación.
El cine estaba a dos manzanas de la
pizzería. Llegábamos tarde, por lo que
me cogió de la mano y tiró de mí para
que me diera prisa, no sentí mariposas
en el estómago por el gesto ni nada
parecido, seguramente era una patraña
inventada por el cine.
No llegamos a correr porque Samuel
sabía que no debía hacerlo, estar con él
me hacía sentir normal, no era necesario
que dijera nada, ya sabía todo lo que
había que saber sobre mí. A veces sentía
que eso era bueno mientras que otras no
me lo parecía tanto. Siempre había
imaginado que conocería a esa persona
especial y que iríamos descubriéndonos
poco a poco y disfrutando de cada
revelación.
Llegamos al cine justo a tiempo, las
luces de la sala ya estaban apagadas,
pero en la pantalla aún se veían los
trailers de las películas proyectadas en
las otras salas. Sorprendentemente,
Samuel no había discutido conmigo
cuando elegí la comedia más romántica
de la cartelera, las otras opciones no
eran mucho más atractivas, una película
de zombis, otras dos de tiros y peleas, y
la que había visto la semana anterior con
Andrea…
Nos acomodamos en la parte de atrás
y nada más sentarnos se quitó el grueso
jersey de lana, debajo llevaba una
camiseta de manga corta negra en la que
rezaba el lema: «Me caes bien. Te
mataré el último» sonreí, no es que le
pegara mucho a su cara de bueno, pero
había que reconocer que le quedaba
ideal, se le ceñía a los músculos de los
brazos y el color negro resaltaba sus
ojos y su cabello claro. Su perfume me
golpeó cuando dejó su jersey en la
butaca vacía contigua a la mía. Me quité
la cazadora vaquera y el bolso, y los
dejé en el mismo lugar. Crucé las
piernas y tiré de la falda que Andrea me
había obligado a ponerme junto con unas
botas altas de tacón de aguja que me
estaban destrozando los pies. Por el
rabillo del ojo vi que Samuel no quitaba
los ojos de mis piernas, empezaron a
sudarme las manos por los nervios,
estaba a punto de girarme para mirar a
Samuel, que seguía observándome en
silencio, cuando escuché que alguien me
saludaba.
Miré al frente y me di cuenta de que
había sido él quién me había hablado.
Sorprendida de que me hablara dos
veces en la misma semana, le respondí
en un susurro, ya que no era capaz de
controlar ni modular mi voz.
—Hola.
Oliver me estaba mirando fijamente
como si quisiera adivinar qué estaba
pensando o como si pudiera conocer mis
pensamientos a través de mis ojos. Me
alegré interiormente de que estuviera
oscuro y no pudiera ver lo aturdida que
estaba. Normalmente su presencia me
ponía de mal humor, pero la dulzura de
su voz al pronunciar mi nombre, me
había pillado con la guardia baja.
Escuché a Samuel saludarlo, pero él
no apartó su mirada de mí, entonces oí
una voz femenina que hablaba con
Samuel. No fue necesario mirarla para
saber quién era la chica que
acompañaba a Oliver. Antes era una de
mis mejores amigas, Andrea, ella y yo
habíamos sido inseparables. Theresa me
lanzó una mirada de arriba abajo y a
juzgar por su gesto pareció sorprendida
de verme con Samuel, o quizás fuera la
falda lo que la sorprendió.
Entonces los anuncios se acabaron y
empezó la película, Oliver lanzó un nos
vemos y se giró hacía delante, mientras,
yo me quedé con la sensación que era
capaz de ver lo que hacíamos sin
necesidad de girar la cabeza para
mirarnos. Theresa no dijo nada y
también se dio la vuelta, parecía
resentida cuando por fin apartó su
mirada de la mía, aunque no pude
comprender el motivo de su gesto.
Samuel cogió mi cara entre sus manos
y me obligó a mirarle, me sonrió
tímidamente como pidiéndome perdón
por algo por lo que él no tenía la culpa,
nadie esperaría encontrarse con Oliver
en una película romántica, ya puestos,
nadie esperaría encontrarse a Oliver en
un cine. Su imagen iba más con un
concierto de rock o una concentración
de motoristas, un cine era un lugar
demasiado normal para él.
Me acerqué a Samuel un poco más,
Oliver me alteraba profundamente y
Samuel me tranquilizaba, olía a
suavizante y a la colonia que llevaba
años usando, Samuel era una isla que
siempre había estado ahí para evitar que
me ahogara. Él nunca me rompería el
corazón, sonreí ante el pensamiento, mi
corazón ya estaba lo suficientemente
roto por sí mismo como para necesitar
ayuda externa. Aunque hubo un tiempo
en que alguien había estado a punto de
quebrarlo definitivamente.