Proyecto Docente Sociología. M. Martinez-20-39
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a sociología se define convencionalmente como “ciencia de la socie-
dad”. Esta simple definición puede servir como entrada terminoló-
gica de un diccionario, pero para nosotros significa sólo una aper-
tura a toda una problemática intelectual cuyo primer estadio lo puede mar-
car, precisamente, la propia polisemia que encierran las ideas de ‘ciencia’ y
de ‘sociedad’.
En principio, la pregunta «¿qué es ciencia?» nos reconduce a los
problemas epistemológicos que acechan a toda ciencia: ¿qué se puede cono-
cer? ¿qué conclusiones y validez podemos obtener? ¿qué utilidad social
tiene ese conocimiento? etc. A su vez, la pregunta «¿qué es la sociedad?»
nos obliga a interrogarnos acerca de la teoría particular que adoptamos
para individualizar los componentes inteligibles de la sociedad, sus proce-
sos relevantes, su lugar en la naturaleza, etc. Algo semejante ocurre, pues,
en las disputas de otras ciencias preguntándose sobre la entidad de su pro-
pio objeto de estudio, sobre los lindes de la parcela de realidad estudiada y
sobre el método de conocimiento más adecuado.
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lado, a consolidar todos los poderes actuales en manos de sus poseedores, cuales-
quiera que sean y, por otro, a imponerles obligaciones morales cada vez más con-
formes a las verdaderas necesidades de los pueblos.” [COMTE, 1844: 73-75, 101]
“El verdadero espíritu positivo consiste, ante todo, en ver para prever, en estudiar
lo que es, a fin de concluir de ello lo que será, según el dogma general de la inva-
riabilidad de las leyes naturales. (...) La reorganización total que, únicamente, pue-
de terminar la gran crisis moderna consiste, en efecto, en el aspecto mental, que
debe primero prevalecer, en constituir una teoría sociológica apta para explicar
convenientemente la totalidad del pasado humano. (...) El espíritu positivo es di-
rectamente social. (...) El hombre propiamente dicho no existe, no puede existir
más que la Humanidad, puesto que todo nuestro desarrollo se debe a la socie-
dad.” [COMTE, 1844: 32, 79, 94]
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Auguste Comte
“«Al público sólo le corresponde señalar el fin, porque si él no sabe siempre lo que necesita,
sí conoce perfectamente lo que quiere, y nadie puede pretender querer por él. Pero en lo que
respecta a los medios, corresponde exclusivamente a los sabios en política ocuparse de
ellos.» (Comte, Separación general entre las opiniones y los deseos) Comte propone una
comunidad sin poder y unos gestores políticos sin objetivos propios. (...) Si existe
un problema de ajuste entre las aspiraciones sociales y la práctica política, resulta
evidente que la sociedad necesita instituciones que medien. (...) La mediación so-
ciológica consiste en recomponer la acción social disociada; la función del sociólo-
go será de cara a la sociedad, racionalizar la sumisión; y de cara al poder, eliminar
la arbitrariedad de la acción social.” [MARTÍN SERRANO, 1976: 24-25]
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“En una Europa convulsionada por los cambios introducidos tras la Revolución
Francesa, la idea de que los fenómenos sociales están sometidos a regularidades,
que se pueden descubrir y que, además, se ajustan a fórmulas numéricas, era muy
importante porque permitía albergar la esperanza de encontrar leyes científicas
que legitimasen un orden subyacente al aparente caos de la vida social. Si Quetelet
tenía razón en su forma de pensar, ello quería decir que los fenómenos sociales no
son impredecibles (no todo vale), sino que obedecen a leyes que, una vez conocidas
por los científicos, pueden permitir a los gobernantes hacerse con el control de la
situación. Para ello se habrían de establecer otro tipo de leyes, de naturaleza polí-
tica, que quedarían legitimadas en la medida que estuvieran (supuestamente) basa-
das en los descubrimientos de una ciencia que ya entonces tenía connotaciones de
neutra y productora de verdad.” [SÁNCHEZ CARRIÓN, 2000: 66]
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danía entre las distintas clases sociales. Ese hecho social es el que habría
permitido a Quetelet tratar de forma equivalente opiniones y comporta-
mientos individuales, agregarlos y componer perfiles medios como mode-
los sociales ocultos al simple escrutinio o a la reflexión política.
Adolphe Quetelet
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“El escaso nivel cultural de los trabajadores en esta primera fase de la industriali-
zación, su humillación moral por la necesidad, para conservar la propia vida, de
vender a precios cada vez menores no sólo su propia energía laboral, sino también
la de sus mujeres e hijos y el verse obligados a enviar a éstos a la fábrica en lugar
de la escuela, perpetuando así la propia falta de cultura, hacen comprensible la
violenta reacción en el primer estadio de la industrialización. (...) Las teorías de
Robert Owen y William King contribuyeron a dar estabilidad al movimiento, que,
socialmente, pudo apoyarse en los obreros cualificados y, por consiguiente, mejor
pagados e instruidos, necesarios en la nueva época de la industrialización. Al am-
paro de estas luchas entre la burguesía y los grandes propietarios en torno a la
reforma electoral, los movimientos gremial y sindical pudieron desenvolverse en
común. (...) En la obra Report to the Country of Lanark (1820), había desarrollado
Owen sus sistemas de mercancías al precio de las horas de trabajo, destinadas a
posibilitar el intercambio de mercancías al precio de las horas de trabajo realiza-
das en las cooperativas de producción. Owen quería establecer esta nueva sociedad
económica junto al orden económico capitalista existente e imponerla contra éste
paulatinamente.” [ABENDROTH, 1965: 16, 21]
“El decreto de 21 de junio de 1848, que excluía a los obreros solteros de los talle-
res nacionales, fue la señal para un levantamiento espontáneo de los obreros de
París. Los cinco días de lucha fueron decisivos para la revolución no sólo francesa,
sino también europea: la burguesía liberal de todos los países europeos buscó la
paz con la reacción feudal y celebró la matanza de más de tres mil obreros prisio-
neros por obra del general Cavignac. Karl Marx describió en 1850 en Las Luchas
de clases en Francia el desarrollo de este primer impulso del movimiento obrero
francés. En El 18 Brumario de Luis Napoleón Bonaparte (1852) analizó las conse-
cuencias de esta derrota y la renuncia al poder político de la burguesía liberal,
aparentemente victoriosa, a favor del epigonal Napoleón y su banda decembri-
na.” [ABENDROTH, 1965: 29]
“En La situación de la clase obrera en Inglaterra he hecho una descripción del Man-
chester de 1843 y 1844. Posteriormente, las líneas de ferrocarril que pasan a tra-
vés de la ciudad, la construcción de nuevas calles y la erección de grandes edificios
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públicos y privados han hecho que algunos de los peores barrios que mencionaba
hayan sido cruzados, aireados y mejorados; otros fueron enteramente derribados;
pero todavía hay muchos que se encuentran en el mismo estado de decrepitud, si
no peor, que antes, a pesar de la vigilancia de la inspección sanitaria, que se ha
hecho más estricta. (...) Todos estos focos de epidemia, esos agujeros y sótanos
inmundos, en los cuales el modo de producción capitalista encierra a nuestros
obreros noche tras noche, no son liquidados, sino solamente... desplazados. La
misma necesidad económica que los había hecho nacer en un lugar los reproduce
más allá; y mientras exista el modo de producción capitalista, será absurdo querer
resolver aisladamente la cuestión de la vivienda o cualquier otra cuestión que afec-
te a la suerte del obrero. La solución reside únicamente en la abolición del modo
de producción capitalista, en la apropiación por la clase obrera misma de todos los
medios de subsistencia y de trabajo.” [ENGELS, 1872: 639, 641]