Concepto Teoria General Del Proceso
Concepto Teoria General Del Proceso
Concepto Teoria General Del Proceso
Sabemos que no puede concebirse la existencia de una sociedad humana sin conflictos de intereses y de derechos,
porque las normas jurídicas que la reglamentan son susceptibles de ser violadas.
Ante tales hechos, únicamente caben dos soluciones: o permitir que cada uno persiga su defensa y busque aplicar lo
que entienda ser su justicia, personal y directamente; o atribuir al Estado la facultad de dirimir tales controversias.
De ahí la existencia del Derecho Procesal, que en cuanto a su origen o causa primaria, responde a una necesidad que
es la de encauzar la acción de los asociados en el deseo de proteger sus intereses contra terceros y contra el mismo
grupo, bien sea en presencia de una amenaza o de un hecho perturbatorio consumado.
Precisamente, una de las características esenciales de toda sociedad organizada es la reglamentación de la facultad
de desatar los conflictos entre las personas o de reparar lesiones y sancionar los ilícitos, con base en dos principios:
la restricción de tal facultad al Estado y la determinación de normas para su ejercicio.
Esa facultad es, por parte del Estado, una emanación de su soberanía para la tutela del orden jurídico, lo que trae
dos consecuencias: la de rechazar su uso por los particulares, y la de que cada Estado oponga a los otros su ejercicio
en forma exclusiva respecto de sus asociados y dentro de su territorio, con las limitaciones y extensiones que
veremos al tratar de los límites de la jurisdicción.
Pero no quiere decir esto que la única función del Derecho Procesal sea la de desatar conflictos o prevenirlos, pues al
desarrollarse y perfeccionarse en las sociedades modernas, ha extendido sus normas a actos muy numerosos, en los
cuales la idea de un choque de intereses no existe.
La función de hacer cumplir y garantizar el Derecho, cuando no es observado voluntariamente, está atribuida al
Estado por intermedio de sus órganos jurisdiccionales. El Estado dicta el Derecho e impone su cumplimiento. La
legislación y la jurisdicción son los dos momentos de su actividad jurídica. En virtud de la primera conferida
específicamente al Poder Legislativo, el Estado dicta normas generales que establecen el orden jurídico, y mediante
la segunda actividad atribuida específicamente al Poder Judicial, las aplica a los casos concretos.
CONTENIDO:
Las tres nociones fundamentales del Derecho Procesal son: la jurisdicción, la acción y el proceso.
1. La Jurisdicción: es la potestad conferida a los órganos del Estado para administrar justicia en los casos litigiosos.
2. La Acción: es el poder jurídico de acudir ante los órganos jurisdiccionales del Estado, a fin de obtener la solución
de un conflicto de intereses o el castigo de los hechos punibles. Consiste en un derecho subjetivo público frente al
Estado que tienen los habitantes de la República.
3. El Proceso: la jurisdicción y la acción se unen en el proceso. Éste designa el conjunto de los actos de
procedimiento realizados por el juez y las partes, cualquiera que sea la causa que los origine. La jurisdicción es una
función; el proceso un fenómeno material constituido por la serie de actos que realizan el juez y las partes para
llegar a la creación de la norma individual denominada sentencia. Ésta constituye la terminación normal del proceso y
la finalidad de éste.
DEFINICIÓN.
La actuación del derecho positivo puede ocurrir en la solución de un conflicto, en la investigación y sanción de un
hecho ilícito, en su prevención, en la defensa contra su posible repetición, en el cumplimiento de una formalidad o
declaración y en la satisfacción coactiva de un derecho.
También es llamado Derecho Sustantivo o de fondo. A cada una de las ramas del derecho corresponde un tipo
especial de procedimiento; se habla así de Derecho Procesal Civil, del Penal, del Laboral, etc.
Podemos decir que en un principio los pueblos se interesan más de las normas que definen sus derechos, que de las
encargadas de regular la manera de hacerlos efectivos, y lo cierto es que cuando el estudio de la ciencia jurídica en
aquella parte alcanza grados de elevada proporción, poca es todavía la atención que se le presta a esta última.
Por este motivo, los que llamamos clásicos del derecho consideraban esa rama de la ciencia jurídica como secundaria
y el derecho procesal como accesorio y adjetivo, en oposición al derecho civil y penal, que era para ellos el principal
y sustantivo. Este criterio lo encontramos inclusive en juristas de este siglo.
Debemos rechazar por absurdas tales clasificaciones o distinciones. El derecho procesal constituye hoy, gracias al
esfuerzo de los procesalistas modernos, una rama propia e independiente del derecho, no un acápite del civil o
penal, dotada de sus propios principios fundamentales, con un rico contenido doctrinario. De sus normas se deducen
verdaderos derechos y obligaciones de naturaleza especial.
Más aceptable es la clasificación de derecho material o sustancial y derecho procesal, fundándose en que éste
reglamenta las exigencias sociales, principalmente por el aspecto de la forma, o porque sirve de instrumento para
aplicar la ley, pero sin que signifique esto que su importancia sea secundaria. Además, hay normas procesales de
carácter sustancial, pues el derecho procesal desarrolla los principios de origen constitucional que regulan la
administración de justicia, la tutela del orden jurídico y la tutela de la libertad y la dignidad del hombre y de sus
derechos fundamentales.
Las normas procesales son normas medios, porque sirven de medio para la aplicación o realización de las normas
objetivas materiales; y son normas instrumentales, porque sirven de instrumento para la realización del derecho
objetivo en los casos concretos.
Es indispensable tener en cuenta que no es la ubicación de la norma en determinado código lo que determina su
naturaleza; porque dentro de los códigos procesales se encuentran normas materiales o sustanciales, como también
normas procesales en el Código Civil y en el de Comercio e inclusive en la Constitución Nacional, como las que
regulan el funcionamiento del órgano judicial.
El derecho procesal, por hecho de referirse a una de las funciones esenciales del Estado, es un derecho público, con
todas las consecuencias que esto acarrea; es decir, sus normas son de orden público; no pueden derogarse por
acuerdo entre las partes interesadas, son generalmente de imperativo cumplimiento y prevalecen en cada país sobre
las leyes extranjeras.
Sin embargo, existen excepciones, pues algunas normas procesales, expresamente consagradas en los códigos de
procedimiento, tales como las que determinan a quien le corresponde pagar las costas o los derechos de
remuneración de secuestres, peritos o testigos, son claramente de derecho privado y de interés particular; por eso
las partes pueden renunciar a las costas y los peritos a sus honorarios; otras normas son dispositivas y las partes
pueden renunciar a su aplicación, como las que ordenan ciertos traslados. Pero éstas son excepciones y por regla
general son de imperativo cumplimiento, salvo autorización expresa de la ley.
En conclusión, el derecho procesal es un derecho público, formal, instrumental y de medio, autónomo, de principal
importancia, y de imperativo cumplimiento, salvo las mencionadas excepciones.
LA CONSTITUCIÓN NACIONAL vigente contiene normas relativas a las garantías procesales. Como más importantes
se destacan las siguientes:
Artículo 17 - DE LOS DERECHOS PROCESALES.
Artículo 16 - DE LA DEFENSA EN JUICIO
Artículo 256 – DE LA FORMA DE LOS JUICIOS.
Artículo 15 - DE LA PROHIBICIÓN DE HACERSE JUSTICIA POR SI MISMO
Artículo 19 - DE LA PRISIÓN PREVENTIVA
Artículo 22 - DE LA PUBLICACIÓN SOBRE PROCESOS
Artículo 23 - DE LA PRUEBA DE LA VERDAD
La importancia del derecho procesal es extraordinaria, puesto que por una parte regula el ejercicio de la soberanía
del Estado aplicada a la función jurisdiccional, es decir, administrar justicia a los particulares, a las personas jurídicas
de derecho privado y a las entidades públicas en sus relaciones con aquéllas y entre ellas mismas (incluyendo el
mismo Estado); y por otra parte establece el conjunto de principios que debe encauzar, garantizar y hacer efectiva la
acción de los asociados para la protección de su vida, su dignidad, su libertad, su patrimonio y sus derechos de toda
clase, frente a los terceros, al Estado mismo y a las entidades públicas que de éste emanan, bien sea cuando surge
una simple amenaza o en presencia de un hecho consumado.
Sin organización jurisdiccional no puede haber orden social ni Estado de derecho, y aquella no se concibe sin el
derecho procesal, así sea incipiente o rudimentario. A medida que se desarrolla este, se perfecciona aquella.
Gracias al derecho procesal se elimina la justicia privada, que es barbarie, y el Estado puede obtener y garantizar la
armonía y la paz sociales. Sin aquel serian imposibles éstas, porque las normas jurídicas que conforman el derecho
positivo son por esencia violables y por tanto también los derechos y las obligaciones que de ellas emanan de
manera que es indispensable el derecho procesal para regular los efectos de esas violaciones y la manera de
restablecer los derechos y las situaciones jurídicas vulneradas. Por esta razón, el derecho sustancial seria innocuo sin
el procedimiento legal para su tutela y restablecimiento, y no se concibe un derecho subjetivo sin la acción para
originar el proceso mediante el cual se pueda conseguir su amparo y su satisfacción (si que esto signifique que sólo
tena acción quien es titular del derecho).
Aparece así claramente que el derecho procesal es el instrumento jurídico para la defensa de la vida, la libertad, la
dignidad y los derechos subjetivos individuales y sociales, como también de los derechos del Estado y de las
entidades en que éste se divide frente a los particulares y a las personas jurídicas de derecho privado. Es casi lo
mismo no tener derechos sustanciales que no poder obtener su tutela y su satisfacción, mediante el proceso, puesto
que aquéllos son por esencia violables.
Las fuentes reales del derecho procesal no difieren, como es obvio, de las del derecho en general, y su evolución es
debida a factores de orden político, económico y social, pero la fuerza que modela con mayor rigor sus orientaciones
es la económica y dentro de ésta las relaciones de clase principalmente; por eso, cuando una nueva clase llega al
poder, cambian las instituciones jurídicas.
En cuanto a las fuentes formales, si bien la ley, la costumbre y la jurisprudencia pueden en principio considerarse
aplicables, la verdad es que por razón del carácter público del derecho procesal es la ley la reguladora principal de la
actividad judicial.
Gran influencia tiene en el sistema procesal consagrado en las leyes para la organización de la justicia, la ideología
política vigente en cada parís, principalmente con respecto a la justicia social y a la consiguiente protección de los
débiles y pobres en busca de una real y práctica igualdad de oportunidades para la tutela de sus derechos, su
libertad, su vida donde exista la pena de muerte y su dignidad.
Sin embargo, no debe desecharse el valor de la jurisprudencia en derecho procesal, pues es ella la encargada de
resolver la incoherencia y la oscuridad de los textos legales, de armonizarlos, de llenar sus vacíos, y, lo que es más
importante, de desarrollar la doctrina que se contenga en los principios que consagra y de ir haciendo penetrar a
través de ellos las nuevas concepciones. Se identifican en realidad la jurisprudencia y la costumbre judicial, pues
aquélla crea a ésta.
En verdad son muchos los problemas que surgen en el curso de los procesos y que no encuentran solución directa
en la ley, pero que la jurisprudencia debe resolver.
La naturaleza de derecho público que corresponde al derecho procesal no es incompatible con su carácter de fuente
de derechos subjetivos, porque al lado de los derechos individuales privados existen los derechos individuales
públicos.
También la relación jurídica procesal impone a las partes o sujetos verdaderas obligaciones que deben tener
cumplimiento en el desarrollo del proceso, como las de pagar costas a la otra parte y honorarios a los peritos o
secuestres y de cancelar ciertos arbitrios fiscales.
Igualmente, las partes están sujetas a ejecutar ciertos actos en el proceso, cuya falta trae consecuencias más o
menos graves, como la pérdida de una oportunidad procesal o de un derecho procesal como el de designar un perito
o un secuestre, o bien la ejecutoria de una sentencia o de otra providencia adversa, e inclusive la pérdida del
proceso, sin que exista un verdadero deber o una obligación; durante la marcha del proceso son innumerables las
ocasiones en que corresponde a la parte ejercitar determinado acto, cuya omisión le traerá la pérdida de una
oportunidad procesal: “es lo que se denomina cargas procesales”.
Y existen algunos deberes, como el de testimoniar los terceros, los de lealtad y buena fe, de respetar a los jueces y
obedecer sus órdenes, cuyo incumplimiento conlleva multas, condena a indemnizar perjuicios e inclusive arrestos.
De lo anterior se deduce que al lado de las nociones de derechos, deberes y obligaciones procesales subjetivas, o
sea, de aquellos que corresponden o vinculan a las partes dentro del proceso, como consecuencia de la relación
jurídica procesal existen cargas procesales nacidas y originadas en el proceso, cuya realidad es indiscutible.
DIVISIÓN.
UNIDAD DEL DERECHO PROCESAL Y SUS DIVERSAS RAMAS.
El derecho procesal es uno solo, puesto que regula en general la función jurisdiccional del Estado, y sus principios
fundamentales son comunes a todas sus ramas. Sin embargo, de acuerdo con la naturaleza de las normas en
conflicto o cuya aplicación se solicita, puede dividirse en derecho procesal civil, penal, contencioso-administrativo, del
trabajo, coactivo o fiscal.
La evolución del derecho en general conduce lógicamente hacia su especialización y diversificación, a medida que se
complican y se transforman los fenómenos sociales de todo orden que debe regular. Esto opera con mayor razón en
el derecho procesal. Pero su unidad exige que se estudien en conjunto y con un criterio común sus principios
generales, y ésta es la razón del curso de la teoría general del proceso.
Sabemos que no puede concebirse la existencia de una sociedad humana sin conflictos de intereses y de derechos,
porque las normas jurídicas que la reglamentan son susceptibles de ser violadas.
Ante tales hechos, únicamente caben dos soluciones: o permitir que cada uno persiga su defensa y busque aplicar lo
que entienda ser su justicia, personal y directamente; o atribuir al Estado la facultad de dirimir tales controversias.
De ahí la existencia del Derecho Procesal, que en cuanto a su origen o causa primaria, responde a una necesidad que
es la de encauzar la acción de los asociados en el deseo de proteger sus intereses contra terceros y contra el mismo
grupo, bien sea en presencia de una amenaza o de un hecho perturbatorio consumado.
Precisamente, una de las características esenciales de toda sociedad organizada es la reglamentación de la facultad
de desatar los conflictos entre las personas o de reparar lesiones y sancionar los ilícitos, con base en dos principios:
la restricción de tal facultad al Estado y la determinación de normas para su ejercicio.
El nacimiento se origina cuando aparece el principio de que es ilícito hacerse justicia por propia mano y que los
particulares deben someter sus conflictos al jefe del grupo social; noción que comienza a desarrollarse cuando se
acepta que la autoridad debe someterse a normas previas para administrar justicia.
En un principio se atendió a la necesidad de resolver los conflictos de carácter penal y los que se originaban entre
particulares a causa de oposición de interés; pero poco a poco se fue extendiendo su aplicación a la solución de
muchos problemas que no conllevan conflicto entre partes opuestas y que responden por lo general a la idea de
proteger a los débiles e incapaces (como los casos de interdicción, nombramiento de curadores, licencias para
enajenar bienes inmuebles de menores) o la regulación de ciertos efectos jurídicos (como la tradición por causa de
muerte mediante el proceso de sucesión). De esta manera se regula la declaración, constitución, ejecución,
reglamentación o tutela de los derechos, y de la libertad y la dignidad del hombre, y la realización de formalidades
necesarias para ciertos actos jurídicos, no solamente en las relaciones de los ciudadanos entre sí, sino también de
éstos con el Estado e inclusive entre las diversas entidades en que se divide.
Examinaremos ahora la evolución del derecho procesal propiamente dicho, como rama de la ciencia jurídica.
a) Periodo exegético o de los procedimentalistas:
Con excepción de unos pocos trabajos parciales de finales del siglo XX, puede decirse que hasta comienzos del Siglo
XX en Europa y hasta hace pocos años en Iberoamérica, se enseño solamente procedimientos, o sea, la simple
mecánica de los tramites, mediante una explicación exegética del contenido de los Códigos. Por tanto, es la etapa del
nacimiento del derecho procesal en las diversas ramas. Son ejemplo Mattirolo en Italia, Manresa y Navarro en
España, y casi todos los franceses.
b) Periodo del verdadero derecho procesal y de la escuela científica
Es ese periodo se elaboran los principios, fundamentos e instituciones del derecho procesal, especialmente desde el
punto de vista de la rama civil, que es la de mayor florecimiento y que todavía se conserva a la cabeza del
movimiento científico; sin embargo, en los últimos treinta años ha habido un notable desarrollo del derecho procesal
penal. El derecho procesal adquiere categoría de verdadera ciencia especializada y se convierte en una de las ramas
más importantes de la ciencia jurídica.
I. La escuela alemana.
Nace en 1856 y 1857 con la polémica Windschei y Muther sobre la acción en el derecho romano desde el punto de
vista del derecho actual, que produjo tres trabajos reunidos luego en un volumen. Representan el nacimiento del
derecho procesal moderno. Viene luego la obra de Von Bulow sobre “las excepciones y los presupuestos procesales”,
en 1868, que da bases más firmes a esta nueva rama del derecho. Más tarde aparece, ya en este siglo, la gran obra
de James Goldschmidt, el más grande de todos los procesalistas alemanes hasta el momento; primero su libro “El
proceso como situación jurídica: Critica del pensamiento procesal”, publicado en 1915 en Berlín; luego su Derecho
Procesal Civil, apareció en 1919, y posteriormente su Teoría General del Proceso. Y como seguidores de aquél
sobresalen Leo Rosenberg, Kisch, Lent y otros.
III. España
De Italia y Alemania pasó a España el movimiento científico procesal, y allí sobresalen Jaime Guasp, L. Prieto castro,
Victor Fairen Guillen, Manuel de la Piaza, Pedro Aragoneses Alonso, Carlos de Miguel, Emilio Gómez Orbanela,
Vicente Herce Quemada, Manuel Serra Dominguez Miguel Fenech y, aun cuando se radicaron en México y en la
Argentina desde hace muchos años, Niceto Alcalá-Zamora y Castillo, y Santiago Sentís Melendo.
IV. Iberoamerica
No puede decirse que exista en Iberoamerica una escuela autónoma de derecho procesal, como tampoco en España.
Pero los estudios de esta materia comenzaron a florecer en al Argentina con Hugo Alsina, J. Ramiro Podetti, Ricardo
Reimundín, Eduardo B. Carlos, entre otros.
Uruguay: Eduardo J. Couture, Enrique Vessovi, Adolfo Gelsi Vidart, Dante Barrios De Angehs.
Brasil: Pontes de Miranda, Guimarães, Amaral Santos, Federico Marquéz, entre otros.
Venezuela: Luis Loreto y José Rodríguez.
EL LITIGIO. CONCEPTO.
CONCEPTO DE LITIGIO:
CONCEPTO DE LITIGIO:
El litigio es un conflicto de intereses, donde existe la pretensión por una parte y la resistencia por otra. Para que un
conflicto sea verdaderamente un litigio, es necesario que una de las partes exija que la otra sacrifique sus intereses
al de ella, y la segunda oponga resistencia a la pretensión del primero. En el litigio existen dos partes y un bien
jurídicamente determinado respecto al cual se da el conflicto de intereses.
Pretensión
Para Carnelutti la pretensión es "la exigencia de la subordinación del interés ajeno al interés propio". Este concepto
suele confundirse con el de derecho subjetivo, sin embargo el derecho subjetivo es algo que se tiene o no se tiene.
En cambio, la pretensión es algo que se hace o no se hace; es decir, la pretensión es actividad, es conducta. De la
existencia de un derecho subjetivo se puede derivar una pretensión, pero ésta no siempre presupone la existencia de
un derecho. Así, puede existir el derecho sin que exista la pretensión, como puede haber pretensión sin que exista el
derecho.
De la existencia de la pretensión se puede llegar a la acción, como una de las formas de hacer valer la pretensión. La
acción es un medio para llevar la pretensión hacia el proceso, es decir, para introducir la pretensión en el campo de
lo procesal. La acción siempre va precedida de la pretensión, porque quien acciona lo hace en función de una
pretensión; por ello, la acción es la llave que abre el proceso a la pretensión.
Existen varios medios para hacer valer la pretensión, los legales como los ruegos y presiones; también pueden ser
ilegales como las amenazas y la fuerza.
Resistencia
La resistencia es el segundo elemento del litigio, el cual es indispensable para la vida del conflicto; si una pretensión
nunca es resistida nunca nace el litigio.
El resistente también tiene el derecho a la reconvención o contra demanda, esta demanda se hace en contra del
actor en el mismo proceso.
Existen semejanzas y diferencias entre el litigio y el arbitraje. Ambos, tanto el proceso como el arbitraje, pueden
resolver un litigio, como conflicto de intereses. La diferencia radica en el continente, es decir, en el cauce para
solucionar el litigio. La materia del litigio es la misma, lo que cambia es el continente. Metafóricamente, las aguas
serían el litigio: mientras éstas se encuentran en el cauce del río, estaríamos en el campo del proceso. Pero si las
aguas se desvían de su cauce normal en otro, como un canal, la metáfora se completa, porque ese segundo cauce,
el del canal, sería el arbitraje, un cauce distinto de solución del litgio.
El arbitraje sí es un genuino equivalente jurisdiccional que, además, constituye un verdadero proceso llevado ante
jueces privados no profesionales ni estatales. Sin embargo, queda todavía en pie el problema relativo a desentrañar
si lo que hacen los jueces privados es o no jurisdicción. Si es jurisdicción, no hay equivalente jurisdiccional; si no es
jurisdicción lo que estos jueces privados realicen, entonces puede hablarse de un equivalente jurisdiccional.
A. AUTO TUTELA:
La autotutela es la primera de las tres formas que hay para resolver la conflictiva social. Es una forma egoísta y
primitiva de solución. Él más fuerte o el más hábil impone la solución al contrario por medio de su inteligencia, su
destreza o su habilidad; por tanto, el LITIGIO no se resuelve en razón de a quién le asiste el derecho. Es una forma
animal de superar la conflictiva, pues en las sociedades de animales, sus conflictos parecen resolverse básica y
predominantemente mediante la autotutela.
Hay varias especies: dos unilaterales o derivadas de un acto simple (la renuncia o desistimiento y el reconocimiento o
allanamiento) y una bilateral, derivada de un acto complejo (la transacción).
Tanto la renuncia como el reconocimiento, ya sea de derecho o pretensiones, constituyen formas autocompositivas
de los conflictos de intereses, pero no necesariamente se dan en el campo de lo procesal, sino que pueden aparecer
antes, después o independientemente del proceso, por lo que sus especies procésales son el desistimiento y el
allanamiento.
El desistimiento es una renuncia procesal de derechos o de pretensiones. Hay tres tipos de desistimiento:
a) De la demanda, que es una actitud del actor por cuyo medio retira el escrito de demanda antes de que ésta haya
sido notificada al demandado. En este caso aún no ha surgido la relación procesal.
b) De la instancia, que implica que el demandado ya ha sido llamado a juicio; entonces, se requerirá su
consentimiento expreso para que surta efectos el desistimiento del actor.
c) De la acción, que en realidad es una renuncia del derecho o de la pretensión. En este caso, el desistimiento
prospera aun sin el consentimiento del demandado.
El allanamiento es una conducta o acto procesal que implica el sometimiento por parte del demandado o de quien
resiste en el proceso a las pretensiones de quien acciona. Es una conducta característica del demandado o resistente
respecto de las pretensiones del actor del proceso. Etimológicamente, proviene de llano, de plano, por lo que
allanarse es ponerse plano, no ofrecer resistencia, someterse a las pretensiones del contrario.
La confesión, en cambio, es el reconocimiento de los hechos propios del que declara, o sea, tanto del actor como del
demandado o de aquel que resiste la pretensión.
La confesión y el allanamiento son dos figuras distintas e inclusive, en algunos casos, opuestas. Así, puede haber
allanamiento sin confesión y puede darse la confesión sin que exista el allanamiento. Se da el caso de que un
demandado, aun negando los hechos que le atribuye el actor, para evitar el litigio y sus consecuencias se allane a las
pretensiones del contrario.
La transacción es un negocio jurídico a través del cual las partes, mediante el pacto, mediante el acuerdo de
voluntades, encuentran la solución de la controversia o del litigio. Es la figura característica de la autocomposición
bilateral.
El Código Civil Paraguayo en su art. 1495 prescribe: “por el contrato de transacción las partes, mediante concesiones
recíprocas, pone fin a un litigio o lo previenen. Por medio de él se pueden crear, modificar o extinguir, además,
relaciones jurídicas diversas de las que fueron objeto de litigio o motivo de la controversia”.
C. HETEROCOMPOSICIÓN:
La heterocomposición es una forma evolucionada e institucional de solución de la conflictiva social e implica la
intervención de un tercero ajeno e imparcial al conflicto.
Las dos formas heterocompositivas son el arbitraje y el proceso jurisdiccional.
El arbitraje es la solución del litigio mediante un procedimiento seguido ante un juez no profesional ni estatal, sino
ante un juez de carácter privado que es el árbitro. El árbitro estudia el asunto y da su opinión, ofrece la solución del
conflicto, que recibe la denominación de laudo. Las partes en conflicto pactan por anticipado que se sujetarán a la
opinión que dicho tercero emita.
El proceso jurisdiccional es el conjunto de actos desenvueltos por el órgano estatal jurisdiccional, por las partes
interesadas y por los terceros ajenos a la relación sustancia, actos que están proyectados y que convergen en el acto
final de aplicación estatal de una ley general al caso concreto controvertido, para dirimido o para solucionado, es
decir, el acto por el cual se sentencia. El proceso jurisdiccional es un instrumento de aplicación del derecho.
a) De estricto derecho. Se llevan a cabo conforme a la ley, es decir, el árbitro se sujeta a la misma. Hay un
sometimiento a las reglas impuestas por el régimen jurídico.
b) De equidad. Dan lugar al libre arbitrio del juzgador, quien resuelve el caso concreto conforme a justicia.
En nuestro país está vigente la Ley Nº 1879/2002 “De Arbitraje y Mediación”.
PRINCIPIOS PROCESALES.
CONCEPTO
Los principios procesales son aquellas premisas máximas o ideas fundamentales que sirven como columnas
vertebrales de todas las instituciones del derecho procesal.
Constituyen el origen y la naturaleza jurídica de todo sistema procesal, a la vez que actúan como directrices que
orientan a las normas jurídicas para que logren la finalidad que medió su creación.
Estos principios podemos encontrarlos en la Constitución, en la legislación ordinaria y en la jurisprudencia. Su valor
como fuente del Derecho es vital a la hora de interpretar las normas escritas.
Es por esto que los principios procesales, tienen la función de suplir algunas lagunas o ambigüedades que pueden
darse en el Derecho Procesal, y se consideran norma jurídicas semejantes a las normas que integran el
ordenamiento, llegando a constituir el vértice o columna vertebral de una estructura procesal.
En dos categorías dividimos los principios fundamentales de la ciencia procesal: los que sientan las bases generales
del derecho (principios del debido proceso) y los que miran a la organización del proceso (principios fundamentales
del procedimiento).
Y en términos generales, el Debido Proceso puede ser definido como el conjunto de "condiciones que deben
cumplirse para asegurar la adecuada defensa de aquéllos cuyos derechos u obligaciones están bajo consideración
judicial".
Los fallos establecidos por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la aplicación de las garantías del Debido
Proceso no sólo son exigibles a nivel de las diferentes instancias que integran el Poder Judicial sino que deben ser
respetadas por todo órgano que ejerza funciones de carácter materialmente jurisdiccional.
Vemos también dentro de la Convención que toda persona tiene la facultad de recurrir ante los órganos
jurisdiccionales del Estado, para obtener la protección de sus derechos o para hacer valer cualquier otra pretensión.
De esta manera se asegura la tranquilidad social, EN TANTO LAS PERSONAS NO REALIZAN JUSTICIA POR SUS
PROPIAS MANOS YA QUE CUENTAN CON UNA INSTANCIA Y UN PROCESO, previamente determinados por la ley, por
medio del cual pueden resolver sus controversias.
En otras palabras, todas las personas tienen el derecho de acceder al sistema judicial, para que los órganos llamados
a resolver su pretensión la estudien y emitan una resolución motivada conforme a derecho. Impedir este acceso es la
forma más extrema de denegar justicia.
Este derecho se encuentra previsto en el artículo 8.1 de la Convención Americana, cuando se hace referencia al
derecho de toda persona a ser oída para la resolución de sus controversias, con las garantías debidas y por un
tribunal competente, independiente e imparcial.
Aquí viene algo interesante: el artículo 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos establece que toda
persona tiene derecho a ser oída, en cualquier proceso, por un "TRIBUNAL COMPETENTE, INDEPENDIENTE E
IMPARCIAL". El cumplimiento de estos tres requisitos permite garantizar la correcta determinación de los derechos y
obligaciones de las personas. Tales características, además, deben estar presentes en todos los órganos del Estado
que ejercen función jurisdiccional, según lo ha establecido la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Tribunal competente: Se considera a aquel que de acuerdo a determinadas reglas previamente establecidas
(territorio, materia, etc.), es el llamado para conocer y resolver una controversia. La competencia de los jueces y
tribunales se encuentre previamente establecida por la ley.
Tribunal independiente: La independencia de los tribunales alude al grado de relación que existe entre los
magistrados de las diversas instancias del Poder Judicial, respecto a los demás órganos del Estado, en especial los de
carácter político, como lo son el Ejecutivo o el Legislativo. En este sentido, los jueces se encuentran obligados a DAR
RESPUESTA A LAS PRETENSIONES QUE SE LES PRESENTAN, ÚNICAMENTE CON ARREGLO A DERECHO, SIN QUE
EXISTAN OTROS CONDICIONAMIENTOS PARA TAL EFECTO.
Tribunal imparcial: La imparcialidad de los tribunales implica que las instancias que conozcan cualquier clase de
proceso no deben tener opiniones anticipadas sobre la forma en que los conducirán, el resultado de los mismos,
compromisos con alguna de las partes, etc. Asimismo, ESTA GARANTÍA OBLIGA AL MAGISTRADO A NO DEJARSE
INFLUENCIAR POR EL CONTENIDO DE LAS NOTICIAS O LAS REACCIONES DEL PÚBLICO SOBRE SUS ACTUACIONES,
POR INFORMACIÓN DIFERENTE A LA QUE APARECE EN EL PROCESO, NI POR INFLUENCIAS, ALICIENTES,
PRESIONES, AMENAZAS O INTROMISIONES INDEBIDAS DE CUALQUIER SECTOR.
El artículo 8.2.h de la Convención Americana sobre Derechos Humanos establece que toda persona tiene derecho "de
recurrir del fallo ante juez o tribunal superior". Esta garantía implica la posibilidad de cuestionar una resolución
dentro de la misma estructura jurisdiccional que la emitió. La voluntad subyacente a la instauración de varios grados
de jurisdicción significa reforzar la protección de los justiciables. Esto obedece a que toda resolución es fruto del acto
humano, y que por lo tanto, puede contener errores o generar distintas interpretaciones, ya sea en la determinación
de los hechos o en la aplicación del derecho. La revisión judicial permite, además, un control de los tribunales
superiores sobre los de inferior jerarquía, estimulando la elaboración de resoluciones suficientemente
fundamentadas, a fin de que no sean susceptibles de ser revocadas.
1. PRINCIPIO DISPOSITIVO: INICIATIVA E IMPULSO PROCESAL POR LAS PARTES Y POR EL ÓRGANO
JUDICIAL:
El principio dispositivo tiene dos aspectos:
a. Por el primero significa que corresponde a las partes iniciar el proceso formulando la demanda y en ella sus
peticiones y desistir de ella;
b. Por el segundo, que corresponde a las partes solicitar las pruebas, sin que el juez pueda ordenarlas de oficio.
Tomado en ambos aspectos significa que corresponde a las partes la iniciativa en general, y que el juez debe
atenerse exclusivamente a la actividad de éstas, sin que le sea permitido tomar iniciativas encaminadas a iniciar el
proceso ni a establecer la verdad para saber cuál de ellas tiene razón en la afirmación de los hechos.
El principio inquisitivo, por el contrario, por un aspecto le da al juez la función de investigar la verdad por todos los
medios legales a su alcance, sin que la inactividad de las partes lo obligue ni lo limite a decidir únicamente sobre los
medios que ellas le lleven o le pidan, y por otro aspecto lo faculta para inicia de oficio el proceso y para dirigirlo con
iniciativas personales. Estos tres aspectos hasta hace poco tuvieron aplicación en los procesos penales; en los civiles;
laborales y contencioso-administrativos se aplican únicamente el primero y el último, salvo raras excepciones.
En realidad, ninguno de estos dos sistemas o procedimientos se aplican con carácter exclusivo, de suerte que cuando
se dice, por ejemplo, que un procedimiento es dispositivo, con ello no se quiere significar que es este principio el
único que deba gobernar el proceso. En todos los sistemas legislativos se han otorgado al juez ciertos poderes
(mayores o menores, según haya sido el influjo del principio inquisitivo), y al mismo tiempo ciertas iniciativas
exclusivamente a las partes, de manera que el juez no pueda tomarlas en su lugar (según influjo del principio
dispositivo).
En materias civiles el principio dispositivo conserva las siguientes aplicaciones, en los códigos modernos:
a. El proceso no puede ser iniciado mientras no se haya formulado por la parte interesada la respectiva demanda o
petición; en este aspecto creemos que debe mantenerse su vigencia, con la salvedad de que deben otorgarse al
Ministerio Público facultades para demandar a nombre y para la defensa protección contra éstos. Sin embargo, en los
países socialistas se autoriza al juez para iniciar de oficio procesos civiles, cuando el asunto interesa a la colectividad.
b. Se prohíbe al juez resolver sobre cuestiones no planteadas en la demanda y, en algunos países, también
considerar excepciones de merito que no hayan sido propuestas por el demandado.
c. Se permite a las partes ponerle fin al proceso por desistimiento y transacción o conciliación.
d. Las partes pueden, por lo general, renunciar a los derechos procesales, y tal renuncia se entiende existir, en
muchos casos, por el solo hecho de no usar de ellos en la debida oportunidad, aun cuando esto se deba a olvido o
descuido, y generalmente sufren entonces consecuencias adversas (cuando no cumplen los actos que las diversas
cargas procesales los imponen.
Existen también tres procesos civiles que pueden ser iniciados de oficio (es decir, sin demanda) por el juez: el de
privación de la patria potestad, el de remoción del guardador y el de interdicción del demente furioso o que cause
notable incomodidad a los habitantes del lugar.
El principio dispositivo se sustenta sobre el criterio de que el órgano judicial solo puede intervenir y actuar a iniciativa
de parte interesada, así como que el impulso del procedimiento es de responsabilidad de las partes y no del juez o
tribunal. Este principio rige en nuestro sistema procesal, atenuado notablemente por disposiciones del nuevo código
procesal civil que, siguiendo el criterio moderno, otorga el órgano jurisdiccional mayores poderes de los que contaba
en el anterior código.
El principio de iniciativa privada se encuentra patente en el artículo. 98 del código procesal civil que
dispone:”PRINCIPIO DE INICIATIVA EN EL PROCESO: La iniciativa del proceso incumbe a las partes. El juez solo lo
iniciará cuando la ley lo establezca”. Concuerda con ello la disposición del articulo 15 inciso c), que establece como
deber de los jueces y tribunales: “pronunciarse necesaria y únicamente sobre lo que sea objeto de petición, salvo
disposiciones especiales”.
En cuanto al impuso procesal, también es de responsabilidad de las partes, so riesgo de que si no se instare el
procedimiento en el plazo fijado por la ley (seis meses) se produce la caducidad de la instancia (articulo 172 y
siguientes C.P.C.) Sin embargo, esa responsabilidad de las partes no impide, como decíamos que el juez o tribunal
este facultado a disponer diligencias de oficio, con mucha mayor amplitud de lo que le permitían las normas del
anterior código procesal. Esas facultades se encuentran legisladas en el artículo 18 del código de procedimientos
civiles.
Sin embargo, tales facultades son excepcionales, manteniéndose firme el principio de que en nuestro proceso civil
rige el principio de iniciativa y de impulso procesal por las partes.
Se distingue este sistema procesal de aquel en que el impulso procesal radica en el juez o tribunal (de modo
exclusivo o compartido con las partes), tal como ocurre en materia procesal penal, sobre todo en el estado sumario
en el que rige el sistema inquisitivo -contrario del dispositivo- que otorga a los jueces y tribunales potestades para
ordenar diligencias e investigar, de oficio, los hechos.
6. INMEDIACIÓN Y MEDIACIÓN
Como del significado literal se infiere, significa que debe haber una inmediata comunicación entre el juez y las
personas que obran en el proceso, los hechos que en él deban hacerse constar y los medios de prueba que se
utilicen. De ahí que la inmediación puede ser subjetiva, objetiva y de actividad.
Se entiende por inmediación subjetiva la proximidad o contacto entre el juez y determinados elementos personales o
subjetivos, bien sean los sujetos mismos del proceso, o personas distintas de tales sujetos, es decir, terceros. La
manifestación principal del requisito de inmediación subjetiva es la que impone que el acto de prueba se practique en
presencia de su destinatario, es decir que la prueba se practique ante el juez que debe apreciar su mérito.
La inmediación objetiva se refiere a la comunicación del juez con las cosas y los hechos que interesan al proceso.
En ocasiones se establece igualmente un necesario contacto o proximidad entre el acto de la prueba y una
determinada circunstancia objetiva, como cuando se permite u ordena la inmediación física del autor del hecho con
determinada cosa mueble o inmueble, así ocurre cuando se autoriza que la parte o el testigo consulten notas o
apuntes, cuentas, libros o papeles o se les oye en el lugar de los hecho. Y también puede considerarse como
requisito de inmediación objetiva, en su manifestación negativa, la prohibición para estos mismos sujetos de valerse
d cualquier borrador de respuesta en sus declaraciones. Un buen ejemplo de inmediación se tiene en la diligencia de
reconstrucción de los hechos, en el lugar donde ocurrieron, que debe practicarse siempre en el proceso penal y debe
autorizarse en el Código Civil y en los procesos laborales y contencioso-administrativos.
Rige el principio de mediación en los sistemas procesales en los que se autoriza que la instrucción de la causa (es
decir la recepción de las peticiones de las partes, de las pruebas, de los alegatos y otros actos procesales) está a
cargo de un funcionario o magistrado distinto del que juzga la causa.
7. PUBLICIDAD Y SECRETO
Son principios que tienen relación con la posibilidad de que se puedan publicitar o no las actuaciones procesales. En
principio, la constitución nacional (Articulo. 22) establece el principio de la publicidad de las actuaciones procésales,
en el ejercicio de la cual, existen limitaciones, a saber: a) las publicaciones sobre procesos debe realizarse sin
prejuzgamiento (articulo 22 constitución nacional.) b) los jueces y funcionarios judiciales tiene prohibido dar
cualquier clase de información a la prensa o a terceros sobre los juicios criminales, salvo las sentencias: en lo demás
juicios no podrán darla cuando ellas puedan afectar el honor o la reputación de las persona. c) el artículo 266 de la
ley numero 903(código del menor, DEROGADO) dispone: queda prohibida toda publicidad en los procedimientos
relativos a menores.
Principio de publicidad: Este principio consiste en la entrada del público a los debates judiciales o en la facultad de
las partes y sus defensores y de “todo el que tuviese interés legítimo en su exhibición”, de consultar el expediente.
a) en el primer caso, se evita en lo posible las componendas y los acuerdos fraudulentos entre alguna de las partes y
el juez.
b) El segundo caso se da, desde luego, en el procedimiento escrito, aunque en la práctica su aplicación disminuye
En los procesos civiles, donde los intereses controvertidos son más bien de carácter privado, es menos necesaria la
publicidad.
Este principio se rompe cuando la moral y el interés público así lo exigen.
8. CONCENTRACIÓN Y FRACCIONAMIENTO
Complementa al principio de economía procesal. Y tiende a que el proceso se realice en el menor tiempo posible y
con la mejor unidad. Para esto se debe procurar que el proceso se desenvuelva sin solución de continuidad y
evitando que las cuestiones accidentales o incidentales entorpezcan el estudio de lo fundamental; lo cual sólo se
obtiene restringiendo el derecho de interponer recursos e incidentes de previa definición.
Igualmente, tiende este principio a dejar todas las cuestiones planteadas, los incidentes, excepciones y peticiones,
para ser resueltas simultáneamente en la sentencia, concentrando así el debate judicial.
De lo dicho se concluye que sólo en los procedimientos orales tiene aplicación adecuada este principio, ya que en las
audiencias se presentan todas las excepciones y se plantean todos los incidentes, además de allegarse las pruebas y
formularse los alegatos, y por regla general en la sentencia se resuelven todos estos problemas, sin que pueda
suspenderse el curso del proceso para darle previa solución a uno de ellos. El proceso escrito es necesariamente
desconcentrado, pero puede disminuirse este defecto con buenas medidas.
La justicia pronta que restaure rápidamente el derecho conculcado ha sido siempre el fin perseguido por todo
sistema procesal. Lamentablemente, la celeridad conlleva el sacrificio de otros valores. Así, por ejemplo, el
fraccionamiento de las diligencias permite un mayor análisis aunque con pérdida de tiempo. El principio de
concentración persigue la celeridad del proceso mediante la acumulación de diligencias que pueden hacerse por
separado, en un solo acto. Un ejemplo es el caso de la acumulación eventual que exige que las partes concentren en
un solo acto procesa todos sus medios de defensa y ataque. EL Artículo 252 del código dispone respecto de este
principio lo siguiente: “FIJACIÓN Y CONCENTRACIÓN DE AUDIENCIAS: las audiencias deberán señalarse dentro del
periodo de prueba y, en lo posible, simultáneamente en ambos cuadernos, se concentraran en la misma fechas o en
días sucesivos teniendo en cuenta la naturaleza las pruebas”. El principio de concentración es más propio de los
procedimientos orales. Es, sin embargo un principio que deben observar en lo posible todo magistrado o tribunal por
imperio de lo que dispone el artículo 15 inciso l Numeral l del código procesal civil que impone como deber de los
mismos el de: “concentrar, en lo posible, en un mismo acto o audiencia, todas las diligencias que sean menester
realizar”.
10. PRINCIPIO DE LA VALORACIÓN DE LA PRUEBA POR EL JUEZ, DE ACUERDO CON LAS REGLAS DE LA
SANA CRITICA
Hugo Alsina dice que "Las reglas de la sana crítica, no son otras que las que prescribe la lógica y derivan de la
experiencia, las primeras con carácter permanente y las segundas, variables en el tiempo y en el espacio”.
Por su parte Couture define las reglas de la sana crítica como "las reglas del correcto entendimiento humano;
contingentes y variables con relación a la experiencia del tiempo y del lugar; pero estables y permanentes en cuanto
a los principios lógicos en que debe apoyarse la sentencia”.
Explayándose en el tema nos enseña que las reglas de la sana crítica configuran una categoría intermedia entre la
prueba legal y la libre convicción. Sin la excesiva rigidez de la primera y sin la excesiva incertidumbre de la última,
configura una feliz fórmula de regular la actividad intelectual del juez frente a la prueba. Las reglas de la sana crítica
son, para él ante todo, "las reglas del correcto entendimiento humano. En ellas interfieren las reglas de la lógica, con
las reglas de la experiencia del juez. Unas y otras contribuyen de igual manera a que el magistrado pueda analizar la
prueba con arreglo a la sana razón y a un conocimiento experimental de los casos. El juez que debe decidir con
arreglo a la sana crítica, no es libre de razonar a voluntad, discrecionalmente, arbitrariamente. Esta manera de actuar
no sería sana crítica, sino libre convicción. La sana crítica es la unión de la lógica y la experiencia sin excesivas
abstracciones de orden intelectual, pero también sin olvidar esos preceptos que los filósofos llaman de higiene
mental, tendientes a asegurar el más certero y eficaz razonamiento".
Couture destaca la diferencia entre la sana crítica y la libre convicción pues este último es "aquel modo de razonar
que no se apoya necesariamente en la prueba que el proceso exhibe al juez, ni en medios de información que
pueden ser fiscalizado por las partes. Dentro de este método el magistrado adquiere el convencimiento de la verdad
con la prueba de autos, fuera de la prueba de autos y aun contra la prueba de autos". El juez -continúa- no está
obligado a apoyarse en hechos probados, sino también en circunstancias que le consten aun por su saber privado; y
"no es menester, tampoco, que la construcción lógica sea perfecta y susceptible de ser controlada a posteriori; basta
en esos casos con que el magistrado afirme que tiene la convicción moral de que los hechos han ocurrido de tal
manera, sin que se vea en la necesidad de desarrollar lógicamente las razones que le conducen a la conclusión
establecida”.
Respecto de la relación entre la sana crítica y la lógica, Couture hace ver que las reglas de la sana crítica consisten
en su sentido formal en una operación lógica. Existen algunos principios de lógica que no podrán ser nunca desoídos
por el juez. Así, dice, nadie dudaría del error lógico de una sentencia en la cual se razonara de la siguiente manera:
los testigos declaran que presenciaron un préstamo en monedas de oro; como las monedas de oro son iguales a las
monedas de plata, condeno a devolver monedas de plata. Evidentemente, está infringido el principio lógico de
identidad, según el cual una cosa solo es igual a sí misma. Las monedas de oro solo son iguales a las monedas de
oro, y no a las monedas de plata. De la misma manera, habría error lógico en la sentencia que quebrantara el
principio del tercero excluido, de falta de razón suficiente o el de contradicción. Pero -agrega- es evidente que la
corrección lógica no basta para convalidar la sentencia. La elaboración del juez puede ser correcta en su sentido
lógico formal y la sentencia ser errónea. Por ejemplo, un fallo razona de la siguiente manera: todos los testigos de
este pueblo son mentirosos; este testigo es de este pueblo; en consecuencia, ha dicho la verdad. El error lógico es
manifiesto, pero desde el punto de vista jurídico la solución puede ser justa si el testigo realmente ha dicho la
verdad. Pero puede ocurrir otra suposición inversa. Dice el juez: todos los testigos de este pueblo son mentirosos;
este testigo es de este pueblo; en consecuencia es mentiroso. En este último supuesto los principios lógicos han sido
respetados ya que el desenvolvimiento del silogismo ha sido correcto. Pero la sentencia sería injusta si hubiera
fallado una de las premisas: si todos los hombres del pueblo no fueran mentirosos, o si el testigo no fuera hombre de
ese pueblo.
Igual importancia asigna a los principios de la lógica y a las reglas de la experiencia en la tarea de valoración de la
prueba ya que el juez no es una máquina de razonar, sino, esencialmente, un hombre que toma conocimiento del
mundo que le rodea y le conoce a través de sus procesos sensibles e intelectuales. La sana crítica es, además de
lógica, la correcta apreciación de ciertas proposiciones de experiencia de que todo hombre se sirve en la vida. Esas
conclusiones no tienen la estrictez de los principios lógicos tradicionales, sino que son contingentes y variables con
relación al tiempo y al lugar. El progreso de la ciencia está hecho de una serie de máximas de experiencia derogadas
por otras más exactas; y aun frente a los principios de la lógica tradicional, la lógica moderna muestra cómo el
pensamiento humano se halla en constante progreso en la manera de razonar. Lo anterior lo lleva a concluir que es
necesario considerar en la valoración de la prueba el carácter forzosamente variable de la experiencia humana, tanto
como la necesidad de mantener con el rigor posible los principios de lógica en que el derecho se apoya7. Las
llamadas máximas de experiencia Couture las define como "normas de valor general, independientes del caso
específico, pero como se extraen de la observación de lo que generalmente ocurre en numerosos casos, son
susceptibles de aplicación en todos los otros casos de la misma especie”.
Para Friedrich STEIN, a quien se debe la introducción en el derecho procesal del concepto máximas de experiencia,
estas "son definiciones o juicios hipotéticos de contenido general, desligados de los hechos concretos que se juzgan
en el proceso, procedentes de la experiencia, pero independientes de los casos particulares de cuya observación se
han inducido y que, por encima de esos casos, pretenden tener validez para otros nuevos”.
CALAMANDREI, por su parte, las define como aquellas "...extraídas de su patrimonio intelectual (del juez) y de la
conciencia pública..." y destaca su utilidad pues"las máximas de experiencia poseídas por él, por lo general, le
servirán de premisa mayor para sus silogismos (por ejemplo, la máxima de que la edad avanzada produce en general
un debilitamiento de la memoria, le hará considerar en concreto la deposición de un testigo viejo menos digna de
crédito que la de un testigo todavía joven)...”.
Empero, cualquiera que sea el concepto que se dé sobre las máximas de la experiencia, es posible encontrar ciertos
elementos que les son comunes y tales son, según un autor los siguientes: 1° Son juicios, esto es, valoraciones que
no están referidas a los hechos que son materia del proceso, sino que poseen un contenido general. Tienen un valor
propio e independiente, lo que permite darle a la valoración un carácter lógico; 2° Estos juicios tienen vida propia, se
generan de hechos particulares y reiterativos, se nutren de la vida en sociedad, aflorando por el proceso inductivo
del juez que los aplica; 3° No nacen ni fenecen con los hechos, sino que se prolongan más allá de los mismos, y van
a tener validez para otros nuevos; 4° Son razones inductivas acreditadas en la regularidad o normalidad de la vida, y,
por lo mismo, implican una regla, susceptible de ser utilizada por el juez para un hecho similar; 5° Las máximas
carecen de universalidad. Están restringidas al medio físico en que actúa el juez, puesto que ellas nacen de las
relaciones de la vida y comprenden todo lo que el juez tenga como experiencia propia.
Digamos, que por sus propias características a las máximas de experiencia no les rige la prohibición común de no
admitir otros hechos que los probados en el juicio. La máxima quod non est in actis non est in mundo no es aplicable
totalmente a ellas ya que implicaría rechazar juicios o razones que por su generalidad, notoriedad, reiteración y
permanencia en el tiempo se tienen generalmente por aceptados por la sociedad.
Para administrar justicia, en cualquiera de sus ramas, es necesaria la apreciación de los medios o elementos
probatorios que se lleven al proceso. No se trata de saber si el juez puede perseguir la prueba de los hechos con
iniciativa propia, o si debe ser un espectador del debate probatorio, sino de determinar cuáles son los principios que
debe tener en cuenta para apreciar esas pruebas aportadas al proceso de una u otra manera, y cuáles son los
efectos que puede sacar de cada uno de los medios de prueba.
Referencias Bibliográficas
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Antonio Pettit. Marben editora y grafica S.A. 2008. Asunción, Paraguay.-
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2002.-
3. Anotaciones varias de clases dadas por el Prof. YONNY HERNÁN FLICK HAMMAN. ABOG.
4. Código Procesal Civil de la República del Paraguay, Ley Nº 1337/88.
5. Ley Nº 1879/2002, “De Arbitraje y Mediación”.
6. Código Civil Paraguayo, Ley Nº 1183/85. Y sus leyes modificatorias.
7. Constitución Nacional de la República del Paraguay del año 1992.
8. Código Penal Paraguayo, Ley Nº 1160/97.
9. Código Procesal Penal Paraguayo, ley nº 1286/98.
10. Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales, Manuel Ossorio, 35ª Edición actualizada, corregida y
aumentada por Guillermo Cabanellas de las Cuevas, edit. Heliasta.
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