Fausto-Sterling Los 5 Sexos

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Los cinco sexos: por qué no basta con masculino y femenino

De Anne Fausto-Sterling

The Sciences marzo/abril 1993, p. 20-24


Anne Fausto-Sterling es profesora de biología y estudios de la mujer en el Departamento de Biología y
Bioquímica Molecular y Celular en la Universidad de Brown. Su nuevo libro, titulado Sexing the
Body:Gender Politics and the Construction of Sexuality [Sexualizando el cuerpo: la política de género y
la construcción de la sexualidad], apareció en febrero del año 2000.

En 1843, Levi Suydam, un residente de 23 años de Salisbury, Connecticut, le


pidió a la junta de concejales de la ciudad que validara su derecho a voto
como Whig [antiguo nombre del Partido Liberal británico] en una elección
local muy reñida. La solicitud levantó una avalancha de objeciones en el
partido opositor, por razones que deben resultar extrañas en los anales de la
democracia estadounidense: se dijo que Suydam era más mujer que hombre y
que, por eso (unos ochenta años antes de que el sufragio se extendiera a las
mujeres), no podía emitir un voto. Para terminar con la disputa, se trajo a un
médico, un tal William James Barry, para que examinara a Suydam. Entonces,
presumiblemente después de haber encontrado un falo, el buen doctor declaró
que el eventual votante era hombre. Con Suydam a su favor, los Whigs
ganaron la elección por una mayoría de uno.

El diagnóstico de Barry, sin embargo, terminó siendo algo prematuro.


Después de unos pocos días, descubrió que, a pesar del falo, Suydam
menstruaba regularmente y tenía una abertura vaginal. Sus predisposiciones
físicas y mentales eran más complejas de lo que se sospechó al principio.
Tenía hombros estrechos y caderas anchas y a veces sentía deseos sexuales
por mujeres. “Las propensiones femeninas de Suydam, como el gusto por los
colores alegres y la ropa de algodón estampado, que comparaba poniéndola
una al lado de la otra, y una aversión por el trabajo físico y la incapacidad de
llevarlo a cabo, eran observadas por muchas personas”, escribió Barry más
tarde. No está claro si Suydam perdió o retuvo su voto, ni si el resultado de las
elecciones se revirtió.

La cultura occidental está profundamente convencida de que sólo existen dos


sexos. Incluso el lenguaje rechaza otras posibilidades; de manera que, para
escribir acerca de Levi Suydam en inglés, he tenido que inventar
convenciones –s/he y his/her– para denotar a alguien que claramente no es ni
hombre ni mujer o que quizás tenga los dos sexos al mismo tiempo. Además,
legalmente, todos los adultos son hombres o mujeres, y la diferencia, por
supuesto, no es insignificante. Para Suydam, significó el derecho a voto; hoy
en día significa poder hacer, o evitar, el servicio militar, así como estar sujeto,
de varias maneras, a un número de leyes que gobiernan el matrimonio, la
familia y la intimidad humana.En muchos lugares de Estados Unidos, por
ejemplo, dos personas que están registradas legalmente como hombres no
pueden tener relaciones sexuales sin infringir estatutos contra la sodomía.

Pero si el estado y el sistema jurídico quieren mantener un sistema sexual de


dos partes, están desafiando a la naturaleza. Porque, en términos biológicos,
existen muchos grados entre la mujer y el hombre; y dependiendo de quién
tenga la última palabra, se puede discutir que en el espectro hay al menos
cinco sexos… y quizás incluso más.

Por algún tiempo, algunos investigadores médicos han reconocido el concepto


de cuerpo intesexual. Pero la literatura médica estándar utiliza el término
intersexo como un comodín para los tres subgrupos más importantes que
tienen una mezcla de características masculinas y femeninas: los llamados
hermafroditas verdaderos, a quienes yo llamo herms, quienes poseen un
testículo y un ovario (los recipientes productores de espermios y óvulos, o
gónadas); los pseudohermafroditas masculinos (los merms), quienes tienen
testículos y algunos aspectos de los genitales femeninos, pero sin ovarios; y
los hermafroditas femeninos (los ferms), quienes tienen ovarios y algunos
aspectos de los genitales masculinos, pero sin testículos. Cada una de esas
categorías es compleja en sí misma; el porcentaje de características
masculinas y femeninas, por ejemplo, puede variar enormemente entre los
miembros del mismo subgrupo. Además, las vidas interiores de las personas
de cada subgrupo –sus necesidades especiales y sus problemas, sus
atracciones y sus repulsiones– no han sido exploradas por la ciencia. Pero
sobre la base de lo que se sabe de ellos, sugiero que cada uno de los tres
intersexos, herm, merm y ferm, tiene derecho a ser considerado como un sexo
más. De hecho, puedo ir más allá y decir que el sexo es un continuo vasto e
infinitamente maleable que incluso desafía los límites de estas cinco
categorías.

No sorprende que resulte extremadamente difícil estimar la frecuencia de la


intersexualidad, mucho menos la frecuencia de cada uno de los tres sexos
adicionales: no es la clase de información que uno entrega voluntariamente en
una solicitud de trabajo. El sicólogo John Money de la Universidad Johns
Hopkins, especialista en el estudio de defectos congénitos de los órganos
sexuales, sugiere que los intersexuales pueden constituir hasta el 4% de los
nacimientos. Como les señalo a mis alumnos de la Universidad de Brown, en
un cuerpo estudiantil de cerca de 6.000 alumnos, esa fracción, si es correcta,
implica que puede haber hasta 240.Sin embargo, en el mundo real, pocos de
esos alumnos llegarían a la Universidad de Brown en su diversidad sexual.

Gracias a los avances recientes en fisiología y tecnología quirúrgica ahora los


doctores pueden detectar a la mayoría de los intersexuales al momento de
nacer. Casi de inmediato, dichos infantes ingresan en un programa de
administración hormonal y quirúrgica para que puedan integrarse
tranquilamente en la sociedad como heterosexuales masculinos o femeninos
“normales”. Pongo énfasis en que el motivo no es de conspiración bajo
ninguna circunstancia. Los objetivos de esta política son puramente
humanitarios, lo que refleja el deseo de que las personas “encajen” tanto física
como sicológicamente. En la comunidad médica, sin embargo, las
suposiciones detrás de ese deseo –que haya sólo dos sexos, que sólo la
heterosexualidad es normal, que hay un modelo verdadero de salud
sicológica– casi no se han examinado.

La palabra hermafrodita viene de los nombres griegos Hermes, que se ha


conocido como el mensajero de los dioses, el patrón de la música, el
controlador de los sueños o el protector del ganado; y Afrodita, la diosa del
amor sexual y la belleza. Según la mitología griega, los dos dioses tuvieron a
Hermafrodito, quien, a los 15 años, se volvió mitad hombre, mitad mujer,
cuando las partes de su cuerpo se fusionaron con el cuerpo de una ninfa de la
cual se enamoró. En algunos hermafroditas verdaderos, el testículo y el ovario
crecen separadamente, pero de forma bilateral; en otros, crecen juntos dentro
del mismo órgano, formando un ovotestículo. No es poco frecuente que al
menos una de las gónadas funcione bastante bien, produciendo
espermatozoides u óvulos, así como también niveles funcionales de hormonas
sexuales: andrógenos o estrógenos. Aunque en teoría podría ser posible que un
hermafrodita verdadero se transformara en padre y madre de un niño, en la
práctica los ductos y trompas apropiados no están configurados para que el
óvulo y el espermatozoide se junten.

En contraste con los hermafroditas verdaderos, los pseudohermafroditas


poseen dos gónadas de la misma clase junto con la constitución cromosómica
masculina (XY) o femenina (XX) usual. Pero sus genitales externos y las
características sexuales secundarias no coinciden con sus cromosomas. De
esta manera, los merms tienen testículos y cromosomas XY, pero también
tienen vagina y clítoris, y en la pubertad con frecuencia desarrollan pechos.
Sin embargo, no menstrúan. Los ferms tienen ovarios, dos cromosomas X y a
veces también tienen útero, pero además tienen genitales externos al menos
parcialmente masculinos. Sin intervención médica, pueden desarrollar barba,
voces graves y penes del tamaño del de los adultos.

No existe una clasificación que haga otra cosa más que sugerir la variedad de
la anatomía sexual que se encuentra en la práctica clínica. En 1969, por
ejemplo, dos investigadores franceses, Paul Guinet de la Clínica Endocrina de
Lyons y Jacques Decourt de la Clínica Endocrina de París, describieron
noventa y ocho casos de hermafroditismo real –lo que quiere decir que se trata
de personas con tejido tanto ovárico como testicular– sólo tomando en cuenta
la apariencia de los genitales externos y los ductos que los acompañaban. En
algunos casos, las personas mostraron un desarrollo fuertemente femenino.
Tenían aberturas separadas para la vagina y la uretra, una vulva hendida
definida por los labios superiores e inferiores, o labios vaginales, y en la
pubertad desarrollaron pechos y muchas veces comenzaron a menstruar. El
tamaño exagerado y la alerta sexual del clítoris, que a veces amenazaba con
convertirse en pene durante la pubertad, fue lo que los obligaba a buscar
atención médica. Los miembros de otro grupo también tenían pechos y una
constitución femenina, y menstruaban. Pero sus labios estaban al menos
parcialmente fundidos, formando un escroto incompleto. El falo (entendido
aquí como un término embriológico para una estructura que durante el
desarrollo usual se convierte en un clítoris o en un pene) medía entre 4 y 7 cm;
sin embargo, orinaban a través de la uretra que se abría en la vagina o cerca de
ella.

Lejos la forma más frecuente de hermafrodita verdadero que encontraron


Guinet y Decourt, el 55%, tenía un físico más masculino. En este tipo de
personas, la uretra atraviesa o está cerca del falo, que se parece más a un pene
que a un clítoris. La sangre menstrual aparece periódicamente durante la
micción. Pero, a pesar de la apariencia relativamente masculina de los
genitales, durante la pubertad aparecen pechos. Es posible que una muestra
mayor a noventa y ocho hermafroditas verdaderos arrojaría aún más contrastes
y sutilezas. Conformémonos con decir que las variedades son tan diversas que
es posible saber qué partes están presenten y qué partes acompañan a cuales
después de una cirugía exploratoria.

Los orígenes embriológicos de los hermafroditas humanos se ajustan


claramente a los que se conoce del desarrollo sexual masculino y femenino.
La gónada embrionaria por lo general elige tempranamente seguir un curso
sexual masculino o femenino; sin embargo, para el ovotestículo, esa elección
es esquiva. Similarmente, el falo embrionario con mayor frecuencia termina
siendo un clítoris o un pene, pero la existencia de estados intermedios no
sorprende al embriólogo. También hay protuberancias urogenitales en el
embrión que usualmente permanecen abiertas y se convierten en los labios
vaginales o se funden y se convierten en el escroto. En algunos hermafroditas,
no obstante, la elección de abertura o cierre es ambivalente. Finalmente, todos
los embriones mamíferos tienen estructuras que pueden transformarse en el
útero y las trompas de Falopio, así como estructuras que pueden convertirse
en parte del sistema de transporte de espermatozoides masculino. Con
frecuencia, el conjunto de órganos genitales primordiales masculino o
femenino degenera y las estructuras restantes alcanzan su futuro apropiado en
términos sexuales. En los hermafroditas, ambos conjuntos de órganos se
desarrollan en distintos grados.

La intersexualidad no es ninguna novedad. Los hermafroditas, por ejemplo,


aparecen muchas veces en historias sobre los orígenes humanos. Los primeros
estudiosos de la Biblia creían que Adán comenzó su vida como hermafrodita y
que luego se dividió en dos personas, un hombre y una mujer, después de
perder la gracia divina. Según Platón, alguna vez hubo tres sexos –masculino,
femenino y hermafrodita–, pero el tercer sexo se perdió con el tiempo.

Tanto el Talmud como la Tosefta, los libros de la ley judía, enumeran varias
normativas para las personas de sexo mixto. La Tosefta prohíbe expresamente
que los hermafroditas hereden las propiedades de sus padres (igual que las
hijas), se encierren con mujeres (igual que los hijos) o se afeiten (igual que los
hombres).Cuando los hermafroditas menstrúan, deben aislarse de los hombres
(igual que las mujeres); no pueden servir de testigos o sacerdotes (igual que
las mujeres), pero la ley de la pederastia también se les aplica.

En Europa, hacia el final de la Edad Media surgió un patrón que, en cierto


sentido, ha durado hasta hoy:a los hermafroditas se les obligaba a elegir un rol
genérico establecido y respetarlo en el tiempo. La transgresión a menudo se
penaba con la muerte. De esta manera, en el siglo XVI un hermafrodita que
vivía como mujer era enterrado vivo si embarazaba a la hija de su señor.

Para determinar cuestiones como la herencia, legitimidad, paternidad,


sucesión a título y elegibilidad para ciertas profesiones, los sistemas jurídicos
anglosajones modernos requieren que los recién nacidos se inscriban como
hombres o mujeres. En los Estados Unidos, hoy en día la determinación del
sexo la gobiernan leyes estatales. En Illinois se permite que los adultos
cambien el sexo registrado en sus certificados de nacimiento si un médico
certifica haber realizado la cirugía apropiada. La Academia de Medicina de
Nueva York, por otra parte, ha tomado una posición contraria. A pesar de las
alteraciones quirúrgicas de los genitales externos, la academia señaló en 1966,
que el sexo cromosómico sigue siendo el mismo. Según esa medición, el
deseo de una persona de esconder su sexo original no puede ser mayor que el
interés público de protección contra fraudes.

Durante este siglo, la comunidad médica ha completado lo que comenzó el


mundo jurídico: la total eliminación de cualquier forma de sexo encarnado
que no se ajuste al patrón heterosexual hombre-mujer. Irónicamente, un
conocimiento más sofisticado de la complejidad de los sistemas sexuales ha
conducido a la represión de ese embrollo.

En 1937, el urólogo Hugh H. Young de la Universidad John Hopkins publicó


un volumen titulado Genital Abnormalities, Hermaphrodites and Related
Adrenal Diseases [Anormalidades genitales, hermafroditas y enfermedades
suprarrenales relacionadas]. Este libro es extraordinario por su erudición,
entendimiento científico y apertura de mente. En éste, Young reunió un
cúmulo de historias de caso cuidadosamente documentadas para demostrar y
estudiar el tratamiento médico de tales “accidentes de nacimiento”. Young no
juzgó a las personas que estudió ni trató de compeler a los intersexuales a
someterse a tratamiento; éstos rechazaron la opción. Además, mostró una
imparcialidad inusual al referirse a aquellas personas que habían tenido
experiencias sexuales en función de hombres y de mujeres como
“hermafroditas practicantes”.

Uno de los casos más interesantes de Young fue un hermafrodita llamado


Emma que había crecido como mujer. Emma tenía un clítoris del tamaño de
un pene y una vagina, lo que le posibilitaba tener una vida heterosexual
“normal” tanto con hombres como con mujeres. Durante su adolescencia,
Emma había tenido sexo con un número de chicas a las que se sentía
profundamente atraída; pero a los 19 años, se casó con un hombre.
Desafortunadamente, él había dado a Emma poco placer sexual (aunque él no
se había quejado) y, entonces, en ese matrimonio y en los subsecuentes,
Emma mantuvo novias al mismo tiempo.Con alguna frecuencia, Emma tenía
experiencias sexuales placenteras con ellas. Young describe al sujeto como
“bastante satisfecho e incluso feliz”. En conversaciones, Emma
ocasionalmente le reveló su deseo de ser hombre, una circunstancia que
Young dijo que sería relativamente fácil de solucionar.Pero la respuesta de
Emma asesta un golpe heroico de interés propio:

¿Tendría que remover esa vagina? No estoy segura de eso, porque eso
es lo que me da de comer. Si lo hiciera, tendría que renunciar a mi
marido y comenzar a trabajar, así que creo que me quedaré con ella y
seguiré como estoy. Mi esposo me da una buena vida y, aunque no
tengo ninguna satisfacción sexual con él, sí la tengo con mis parejas
femeninas.

Sin embargo, aunque Young estaba iluminando la intersexualidad con la luz


de la razón científica, también estaba comenzando su represión, ya que su
libro es también un extenso tratado sobre los métodos quirúrgicos y
hormonales más modernos para el cambio de los intersexuales a hombres o
mujeres. Young puede haber diferido con sus sucesores en el hecho de que fue
menos sentencioso y controlador de los pacientes y sus familias, pero, no
obstante, entregó las bases sobre las cuales se construyeron las actuales
prácticas de intervención.

Hacia 1969, cuando los médicos ingleses Cristopher J. Dewhurst y Ronald R.


Gordon escribieron The Intersexual Disorders [Los problemas intersexuales],
los enfoques médicos y quirúrgicos para la intersexualidad habían alcanzado
un estado de uniformidad rígida.No sorprende que esa radicalización de la
opinión tuviera lugar en la era del aura femenina, del vuelo posterior a la
Segunda Guerra Mundial hacia los suburbios y de la estricta división de los
roles familiares según el sexo.Que el consenso médico no fuera muy universal
(o quizás que pareciera listo para escindirse otra vez) se puede extraer del tono
casi histérico del libro de Dewhurst y Gordon, que contrasta marcadamente
con la razón calma del libro fundacional de Young.Considere la descripción
introductoria de un recién nacido intersexual:

Uno sólo puede intentar imaginar la angustia de los padres.Que un


recién nacido tenga una deformidad…[que afecte] un aspecto tan
fundamental como es el mismísimo sexo del bebé… es un
acontecimiento trágico que conjura inmediatamente visiones de un
desadaptado social y sicológico sin esperanzas condenado a vivir
siempre como un fenómeno sexual en la soledad y la frustración.

Dewhurst y Gordon advertían que un bebé tendría ese miserable destino si el


caso no se manejaba apropiadamente; “pero afortunadamente”, escribieron,
“con el correcto manejo, la perspectiva es infinitamente mejor que la que los
pobres padres –emocionalmente choqueados por el acontecimiento– o
cualquier persona sin un conocimiento especial podrían llegar a imaginarse”.

El dogma científico rápidamente se ha aferrado al supuesto de que sin


atención médica, los hermafroditas están condenados a una vida de miseria.No
obstante, existen pocos estudios empíricos que respalden ese supuesto y
algunas de esas investigaciones reunidas para construir un caso para
tratamiento médico lo contradicen.Francies Benton, otro de los hermafroditas
practicantes de Young, “no se había preocupado de su condición, no deseaba
ser cambiado y estaba disfrutando la vida”.Lo mismo podría decirse de
Emma, la dueña de casa oportunista.Incluso Dewhurst y Gordon, categóricos
en la importancia sicológica de tratar a los intersexuales en la etapa de la
infancia, reconocieron un gran éxito en el “cambio de sexo” de pacientes
mayores.Informaron sobre veinte casos de niños reclasificados en un sexo
diferente después de la edad supuestamente crítica de dieciocho
meses.Aseveraron que todas las reclasificaciones eran “exitosas” y luego se
preguntaron si un nuevo registro podría ser “recomendado más fácilmente de
lo que se habría sugerido hasta entonces”.

El tratamiento de la intersexualidad en este siglo entrega un valioso ejemplo


de lo que el historiador francés Michel Foucault ha llamado biopoder.El
conocimiento desarrollado en la bioquímica, la embriología, la
endocrinología, la sicología y la cirugía ha permitido a los médicos controlar
hasta el sexo del cuerpo humano.Las múltiples contradicciones existentes en
esa clase de poder exigen un escrutinio.Por una parte, el “manejo” médico de
la intersexualidad ciertamente desarrollado como parte de un intento de liberar
a las personas de un supuesto dolor sicológico (aunque no estaba claro si el
dolor era del paciente, de los padres o del médico).Y si uno acepta la
suposición de que en una cultura dividida por el sexo la gente desarrolla su
máximo potencial para la felicidad y la productividad sólo si están seguros de
pertenecer a uno de únicamente dos sexos reconocidos, la medicina moderna
ha sido extremadamente exitosa.
Por otra parte, los mismos logros médicos se pueden leer no como progreso,
sino como una forma de disciplina.Los hermafroditas tienen cuerpos
indisciplinados.No caen fácilmente en una clasificación binaria; sólo un
calzador quirúrgico puede ponerlos ahí.Pero ¿por qué debería importarnos si
una “mujer”, definida como alguien que tiene pechos, vagina, útero y ovarios
y que menstrúa, también tiene un clítoris lo suficientemente grande para
penetrar la vagina de otra mujer?¿Por qué debería importarnos si hay personas
cuyo equipo biológico les permite tener sexo “naturalmente” tanto con
hombres como con mujeres?Las respuestas parecen yacer en una necesidad
cultural de mantener claras las distinciones entre los sexos.La sociedad exige
el control de los cuerpos intersexuales porque éstos desdibujan y tienden un
puente entre los dos límites.Puesto que los hermafroditas literalmente
personifican ambos sexos, desafían las creencias tradicionales sobre la
diferencia sexual:poseen la irritante capacidad de vivir a veces como un sexo
y otras veces como el otro, y aumentan el espectro de la homosexualidad.

¿Pero cómo sería si las cosas fueran totalmente diferentes?Imaginemos un


mundo en el que el mismo conocimiento que le ha permitido a la medicina
intervenir en el manejo de los pacientes intersexuales se ponga al servicio de
múltiples sexualidades.Imaginemos que los sexos se han multiplicado más
allá de los límites actualmente imaginables.Tendría que ser un mundo de
poderes compartidos.Médico y paciente, padres e hijos, hombre y mujer,
heterosexual y homosexual, todas esas oposiciones y otras tendrían que
desaparecer como fuentes de división.Surgiría una nueva ética de tratamiento
médico, una que permitiría la ambigüedad en una cultura que habría superado
la división sexual.La misión principal del tratamiento médico sería preservar
la vida.Así, los hermafroditas se preocuparían más que nada no por si pueden
formar parte de la sociedad, sino que por si pueden desarrollar afecciones que
pudieran amenazar su vida –como hernias, tumores gonadales, desequilibrio
salino causado por disfunción suprarrenal–, que a veces acompañan el
desarrollo de los hermafroditas.En mi mundo ideal, la intervención médica
para los intersexuales tendría lugar muy pocas veces antes de que las personas
pudieran decidir por sí mismas; el tratamiento subsiguiente sería una incursión
cooperativa entre el médico, el paciente y otros orientadores capacitados en
temas de multiplicidad de género.

No espero que la transición hacia mi utopía sea fácil.El sexo, incluso el


supuestamente “normal”, de la clase heterosexual, sigue causando una
ansiedad incalculable en la sociedad occidental.Y, ciertamente, una sociedad
que aún no ha comprendido –en términos religiosos y, en algunos estados de
Estados Unidos, en términos legales– la antigua realidad relativamente poco
compleja del amor homosexual no aceptará la intersexualidad con rapidez.Sin
duda alguna, el área más problemática sería la crianza de los hijos.Los padres,
al menos desde la época victoriana, se han preocupado, a veces hasta el punto
de la negación categórica, del hecho de que sus hijos son seres sexuales.
Todo eso y más explican ampliamente la razón por la cual los niños
intersexuales generalmente son reducidos a una de las categorías sexuales
imperantes.Pero, ¿cuáles serían las consecuencias sicológicas de tomar el
camino alternativo, de criar hijos como intersexuales con total desenfado?En
la superficie, ese enfoque parece estar lleno de riesgos.Por ejemplo, ¿qué le
sucedería al niño intersexual entre la crueldad implacable del patio del
colegio?Cuando llegara el momento de ducharse en la clase de educación
física, ¿qué horrores y humillaciones esperarían al intersexual cuando
mostrara su anatomía en toda su gloria no tradicional?¿En qué clase de
educación física podría inscribirse, para empezar?¿A qué baño podría ir?Y,
¿cómo diantres podrían guiarlo mamá y papá a través del campo minado de la
pubertad?

En los últimos treinta años, esas preguntas han sido ignoradas, ya que la
comunidad científica, en unanimidad impresionante, ha evitado contemplar la
ruta alternativa de la intersexualidad sin obstáculos. Sin embargo, los
investigadores modernos tienden a ignorar una cantidad sustancial de casos, la
mayoría compilados entre 1930 y 1960, antes de que la intervención
quirúrgica proliferara.Casi sin excepción, esos informes describen a niños que
crecieron sabiendo que eran intersexuales (aunque no lo publicaron) y que se
adaptaron a su inusual estado.Algunos de estos estudios tienen muchos
detalles –descritos al punto de incluir las duchas en la clase de educación
física (que la mayoría de los intersexuales evitaron sin problema); en ningún
caso hay un psicótico o un suicida entre ellos.

De cualquier modo, las molestias de la socialización entre los intersexuales


exigen un análisis más sofisticado.Claramente, antes de que mi visión de la
multiplicidad sexual pueda llevarse a cabo, los niños que sean intersexuales
abiertamente y sus padres tendrán que ser bravos pioneros que tendrán que
soportar las cada vez mayores penas aplicadas por la sociedad.Sin embargo, a
largo plazo –aunque podría tomar muchas generaciones– el premio podría ser
una sociedad en la que la sexualidad sea algo que celebrar por sus sutilezas y
no algo a lo que hay que temer o poner en ridículo.

Extraído el 22 de mayo de 2010

http://frank.mtsu.edu/~phollowa/5sexes.html

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