La Indigencia Material y Pobreza Psíquica

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V ' La formación de tina personalidad autónoma e integrada, está íntimamente


/ligada, según los postulados psicóanalíticos, a las condiciones de existencia
de los primeros años de vida. Winnicott (1979) remarca la importancia del
cuidado materno y la disponibilidad emocional de la madre para poder satis­
facer las necesidades del niño, cuando éste es totalmente dependiente. Las
i experiencias tempranas de interrelación, las vicisitudes y circunstancias par-
[ ticulares, dan cuenta en el futuro, en una especie de continuidad histórica, de
la constitución somática y psíquica del individuo. A la maduración gradual del
yo, se aúna la socialización como proceso igualmente estructurante. El indi­
viduo aprende en sus relaciones primarias, mediante la identificación con los
objetos proveedores, una capacidad personal para satisfacer sus propias nece­
sidades, sin poner en peligro las de los otros. Las condiciones favorablesde la
socialización primaria, en la cuaUio solamente la madre cumple un papel im­
portante, determinarán igualmente la mayor o menor disponibilidad de recur­
s o s personales para vivir una existencia creativa.
Cuando hablamos de un “ entorno facilitador u obstaculizados’ del dcsa-
/ rrollo infantil, consideramos no solamente las condiciones particulares de la
interacción temprana con lospadres, sino que entendemos que están inscritas
en el campo de las tensiones sociales. Lorenzcr (1973) nos alerta sobre el valor
social del cuidado materno, aspecto descuidado por muchos autores psico-
analíücos. El modo com o la madre inieraelth con su hijo está diseñadode
acuerdo con el procesamiento de su propia biografía. La socialización pri­
maria y secundaria de la madre demarcan su comportamiento, como una for­
ma de relación específica de una determinada cultura. La madre se encuentra
dentro de una trama social y, por ende, su praxis es expresión de la sociedad
(de su clase social, de pautas culturales, etc.). Cuanto más dispuestos estemos
a icner presentes las consideraciones de estratificación y las contradicciones
sociales, más nos alejamos de los “ teoremas” psicoanalíticos, que nos condu­
cirían “ naturalmente” a generalizaciones superficiales.
La literatura científica sobre las condiciones de vida de extrema pobreza
(donde está puesta en cuestión la satisfacción de las necesidades básicas) es
en alguna medida reiterativa: el monto de las carencias suele afectar la forma­
lidad de la personalidad. La indigencia material se transmuta en pobreza psí­
quica, en lacra social, forjando personalidades con estructuras voicas débiles,
poco diferenciales, con restricciones en el código lingüístico y en la capa-
cidad de simbolización.
D esde nuestra perspectiva de trabajo se plantea la necesidad de revisar
tales postulados dentro del marco referencia] de una perspectiva crítica de la
sociedad. El empobrecimiento psíquico, que supone la prácticp de las estra­
tegias de supervivencia en un medio de carencias materiales, no puede res­
tringirse a la elucidación del diagnóstico clínico. Las consideraciones sobre la
estructura psíquica de los pobladores remiten necesariamente a su constitu-
r—ción evolutiva, biográfica. E llo supone rastrear la génesis de la situación
actual en los eventos traumáticos de la infancia, su procesamiento en las his-
I tonas de vida, en relación directa con las contradicciones sociales a las que
I son expuestos. Se trataría de aprehender también las posibilidades contenidas
en Ja socialización para un ulterior desarrollo.
/ Los datos biográficos de los pobladores adultos dan cuenta de numerosos
( eventos considerados como traumáticos por la teoría psicoanalítica. Los suce­
sivos nacimientos y muertes prematuras de hermanos, el frecuente abandono
de los padres, configuran situaciones de desestructuración familiar que afec­
tan el proceso de crecimiento y maduración progresiva de los niños. Estos
sufren rupturas sistemáticas, incidiendo sobre los procesos de formación de la
personalidad.
/"•""Separar en el análisi£.dfi.las Dautas.dgXlian2Xl¿MiCi.omlnoj.Dcnaitxó^aJa
par que reconocer líneas de desarrollo específicas de i a población.migrante,
x reflexionar sobre los principios que rigen su funcionalidad social. Las “ bon­
dades” del sistem a de reciprocidad andina (por ejem plo la modalidad del
regalo de los niños), contempladas desde una perspectiva antropológica, fue­
ron cotejadas a la luz de nuestras experiencias con los sujetos particulares.
Estas “ pautas de intercambio” , en la vertiente del individuo, generan una
serie de experiencias sensibilizadoras (procesos traumáticos) que afectan al
yo temprano. La discusión con los científicos sociales permitió asim ism o
articular estas modalidades de la socialización primaria al sistem a de d o­
minación. Las pretendidas metas “ distributivas” de las mismas funcionan al
servicio de una sociedad marcadamente estratificada en clases sociales.
En el caso del trabajo cón los niños (nacidos en Lima y cuya crianza es re-
' gida también por pautas de adaptación urbana) constatamos que éstos son tra-
. tados con frecuencia como si fuesen pequeños adultos. Encontramos que la
conciencia de las necesidades y problemática infantil es reducida. Los niños
están para la realización de los proyectos paternos, mientras que éstos no se
I plantean el problema de las necesidades específicas de aquéllos. Más allá de
lo que la tradición cultural otorgue como marco de referencia explicativo,
resulta evidente la existencia de factores perturbadores en la persona del
adulto, que limitan significativamente su disponibilidad emocional para satis-
\ f a c e r adecuadamente las demandas instintivas y de protección del niño.
La relación adulto-niño poco cmpática acentúa la asimetría contribuyendo
a producir en los niños un sentimiento de infravalorización y permutabilidad.
\ .

j donde cada niño es equivalente a otro, donde lo específicamente suyo no es


reconocido y donde para hacerlo necesita someterse a las exigencias que los
adultos le imponen. Es importante señalar que en este contexto de dificulta*
í des el niño puede mostrar formas de conducta que podrían parecer expresión ;
de una alta capacidad creativa. Así, por ejemplo, hallamos niños que parecen
dotados de un gran talento para desempeñarse como vendedores ambulantes;;
un examen detallado de sus procesos de socialización muestra la inexistencia
de un espacio propio donde pudieran desarrollarsusaptitudesmásauténticas’,
a través de una gama de estímulos adecuados a las fases de desarrollo en que
se encuentran.
r" En. suma se constata un menoscabo de las posibilidades de contención
(hnldino) de los padres. In que propicia desarrollos precoces que no nromue-
/ ven un adecuado desarrollo de las funciones autónomas d^l vg Con frecuen-
— cia reconocemos en nuestro objeto de estudio, perfiles psicológicos amplia-
mente descritos por reconocidos autores. Se trata de la frecuente configura-
s J ción del “ yo precoz* * (Winnicott) o ‘ ‘ruptura precoz del cascarón’ ’ (Mahler)
I o de la acepción popular del “ niño adulto” . La diferenciación precoz de la
/ estructura yoica ocurre cuando el niño -debido a la dificultad de la madre o de
I las personas encargadas del cuidado de facilitar un tránsito adaptativo gra­
dual- tiene que hacerse careo de la acomodación a la realidad MR-ma,
Profundizando en el proceso traumático, característico de la socialización
de los sujetos de estudio, se encuentra que si bien los perfiles diagnósticos
descritos por el psicoanálisis sirven ccmo.xferencia general, nuestra búsque­
da insiste en el establecimiento de conexiones entre el lugar social donde el
► ° .
-1 poblador-sujeto del estudio se desarrolla y Jas peculandades psicológicas con-
I—-secuentes. En este sentido, pareciera que las condiciones de vida simadas por
la pobreza y sucesivos traumas son el caldo de cultivo en que germinan per­
sonalidades oue recurren tempranamente al desarrollo de estrategias de super­
vivencia^ los cuales parecen configurar una suerte de carácter de! poblador
r peruano de los sectores populares actuales de manera tal que la generalización
cada vez mayor de estos rasgos de personalidad dificulta el reconocimiento de
-p sus orígenes defensivos. Sobrevivir en tales condiciones de pobreza signi fica
I no poder asumir la sobrecarga de tensión psíquica que ello implica. Los in-
/ tcntos de elaboración de los factores perturbadores procedentes del mundo in-
/ tem o y externo fracasan, limitando las posibilidades de creatividad, auto-
nomía e iniciativa personal. v
Si bien en el inicio de nuestro trabajo el análisis de los casos enfatiza las
características de la socialización primaria, el ámbito de la socialización
secundaria (la cual puede ser entendida hasta el presente) fue adquiriendo
relieve con el tiempo. En este sentido resultó muy útil el aporte de los docto­
res Mario Erdheim y Hclmut Dahmer, con quienes pudimos discutir parte de
nuestro material de investigación. La consideración de los factores sociales
.. actuales como generadores de la estructura psíquica, enriqueció la interpre-
■ tación dialéctica de los datos clínicos. A las situaciones traum áticas de la
! .temprana infancia se suma la influencia de las instituciones sociales (colegio, i
l partidos políticos, medios de comunicación, etc.), las cuales suelen reflejar \
los planos formales de la realidad, eludiendo sus marcadas contradicciones;
fomentarían, en términos de Mario Erdheim (1982), procesos regresivos,?de
“ inconscientización” . Las relaciones sociales, tal como se dan en sectores de
la población pauperizados, ejercen una presión tal, que propician en los in­
dividuos trastornos de índole narcisista. Mediante el recurso a mecanismos de
defensa regresivos se intentam antener un sentimiento de sí mismo suficiente
para la preservación del yo (para impedir procesos de desestmcturación yoica j
mayor).
"Considerando los aspectos de la estructura psíquica de los pobladores
(predominio de rasgos de desconfianza, pasividad y dependencia, perturba­
ciones en el proceso de separación-individuación, etc.), se com prende en
"parte que resulte difícil la continuidad de las terapias. El material obtenido de
los procesos terapéuticos, así como de los casos que no pudieron continuarse,
desde esta p erspectiva, resulta especialmente valioso para el análisis.
El proceso muchas veces traumático de la socialización prim aria de los
pobladores parecía “ revivirse” en la relación terapéutica, am enazando su
continuidad. Con frecuencia, luego de llevarse a cabo el prim er o segundo
encuentro, el paciente dejaba de asistir. Tratábase a menudo de señoras que
presentaban a sus niños como motivo de consulta. Problemas de relación con
los hijos servían como pretexto para la cita terapéutica. La acentuada difi­
cultad de las madres para anunciar el sufrimiento como algo personal, hizo
que los terapeutas se volviesen más acuciosos en la comprensión de tales de­
mandas poco diferenciadas. La demanda difusa (proyectiva) planteada en la
entrevista inicial evidencia alteraciones en los procesos primarios de desa­
rrollo de la individualidad. Los terapeutas insistían por tanto en ce n trarla
demanda terapéutica vinculada con la particular situación en lá cual la madre
se encontraba, sugiriendo posibles nexos entre los problemas de sus niños con
aquellos otros problemas “ olvidados” de su propia niñez y dé su vida actual.
Si bien el desenvolvimiento de la entrevista permitía generalmente acceder a
datos y recuerdos de la paciente, los problemas de separación-individuación
(mostrados en la proyección y delegación masiva de la responsabilidad en los
otros) hacían inviable la continuación dejun trabajo destinado a la búsqueda
de un nivel mayor de autonomía.
Las “ escenas terapéuticas” revelan gráficamente cómo las dem andas de
ayuda se encontraban inm ersas en situaciones muy concretas de urgencia
cotidiana, de falta de recursos básicos para hacer frente a la supervivencia.
Mientras el terapeuta escucha, por ejemplo, la queja de una madre sobre su
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nano fam iliar muestra ¿ti niño máspfequcño, desnutrido, que llora en su cisfc
afectado por la fiebre. Nuestra convicción respecto de la urgente necesidaáftí*
estas señoras no solamente de pan, sino igualmente de tener conciencia dáfe:^-
situación en la que se encuentran, se veía constantemente puesta a prueba?^ '
A continuación se presentará material clíni co que ilustra aspectos c e n tra d ;
de la estructura psíquica de los pobladores estudiados. Se pensó que los d^S
sobre la estructura psíquica extraídos de las terapias, podrían ser mejor a{®\
hendidos si se intentaba reconstruir cada proceso. El análisis detallado de
interacción terapéutica, que nos remite, junto con los datos biográficos, a te
características de la socialización primaria, otorga una mayor consistencia
validez a nuestras reflexiones.
Los tres casos elegidos intentan asu vez orientar al lector respecto aun tift
de paciente, sujeto de nuestro estudio. Cada uno pretende asimismo d escrié
en forma pormenorizada cómo viven los pobladores, específicamente aq®-
lios que evidencian tener particulares dificultades en el proceso de form ad ^
del yo, y cómo se desarrolla el diálogo con los terapeutas. Tratándose de cas®
ejemplares muestran características psicológicas extendibles a muchos ou@
pobladores, que corresponden a determinadas condiciones de vida, sin peráx
por ello conexión con las personas reales y específicas.
El prim er caso lo constituye una entrevista inicial. La señora Carmen pife
ser tratada y pese a encontrarse en una situación desesperada, de total des­
valimiento, luego de la segunda sesión desiste de la terapia. 1.nsfixppct;niv& ^
de ayuda inmediata y de búsqueda de gratificaciones narcisistas compensa­
torias. hicieron inviablc la continuación de los enrn^ntrns ron H trrnpp.nta.
El segundo caso es el de la señora Irma. Se trata de un'proceso terapéutica
llevado a cabo durante siete meses por una de las colegas del equipo. Si bies
la eventual finalización del proceso fue contemplada en la supervisión dá
m aterial de las sesiones, un día la señora sorprendió a la terapeuta, comu­
nicándole que no asistiría más a los encuentros con ella. La fundamentacióa
* ‘m aterial” (había conseguido un trabajopara ayudar económicamente en Si
casa) parecía constituir una buena justificación para su retiro. No parecí*
encontrar un sentido verdaderamente productivo a la terapia. No descubrien­
do una "u tilid ad ’’ inmediata a la misma, nptn ñor la búsqueda de “ solucio­
nes*’ pragm áticas. El análisis de la relación terapéutica permitió avizorar
estos obstáctílos para el establecimiento de una comunicación suficiente­
m ente distanciada (escisión terapéutica del yo), en p arte vinculados coi*
dificultades en el proceso de estructuración psíquica de la paciente.
El tercer caso es el de un grupo de niños de entre cinco y siete años de edad-
Se reunieron con una de las terapeutas del equipo durante tres años para jugar
ju n tó se intentar comprender “ algunas historias que los asustaban” . La m a L
nitud d e los impulsos agresivos v sexual-destructivos de los niños puso a nruc-
ba, día a día, la paciencia y la capacidad de trabajo de la terapeuta. Los mieni-
bros que conformaron el grupo pertenecían a un sector de la población carac­
terizado por un alto índice de desestructuración familiar. Se trataba de niños
qus pasaban la mayor parte del día abandonados por los padres. Algunos de los
familiares tenían prontuario delincuencia!: uno de ellos era hijo de una pros­
tituta. Si bien la masividad de las demandas y actuaciones sexuales y agre­
sivas volvían por momentos inviable el proyecto de trabajo psicoanalítico con
ellos, la intensidad del material terapéutico ofrecía un caudal invalorable de
datos para los fines de nuestrainvcstigactón. Muestran del modo más vivido.
los procesos de desestructuración psíquica en un contexto de extrema carencia
material, donde el cuidado cotidiano de los niños es prácticamente inexisten­
te. El cuidadoso trabajo realizado por la terapeuta, apoyada por el equipo

sesiones del último año muestran el desenvolvimiento de un juego más estruc­


turado y con mayores recursos simbólicos. Asimismo se evidencia en los niños
la intemalización de aspectos clave de la propuesta terapéutica, requisito
indispensable para alcanzar cambios estructurales.

Caso de la señora C arm en:


condensación de un desencuentro

Mujer de 26 años, nacida en cerro de Pasco (sierra central), con estudios


hasta 3' de secundaria.
Cuando pide la cita aduce no poder asistir a la Posta (lugar donde los tera­
peutas atendían inicialmente) y concreta con el terapeuta una cita en su choza.
El terapeuta llega a la reunión luego de vencer varios obstáculos. Como el
lugar donde habita la señora es poco asequible, tiene que preguntar varias ve­
ces por la dirección. Finalmente llega a la choza, después de escalar un cerro
empinado y recorrer caminos malolientes.
Cuando el terapeuta llega la señora Carinen se encontraba descansando
junto a su hija de siete años.E s una mujer de mediana contextura, de regular
tamaño y con inconfundible acento serrano. Pidió consulta porque su hijo de
nueve años es muy “ reb elde” , le pega a sus hermanos. En el colegio, en
cambio, es muy tranquilo y buen alumno. El niño de cinco años también es
pendenciero, el último tiene tres años. La señora cuenta que su esposo trabaja
desde hace dos años en Huancayo y que los cinco crecen casi sin padre, pues
él viene sólo cada quince días/un mes. Luego ante una pregunta directa del
terapeuta, Carmen cuenta que vive separada del marido, que éste la ha aban­
donado y que tiene otra m ujer y un hijo en Huancayo (todo esto lo dice con
lágrimas en los ojos). Hasta hace álgún tiempo eran felices.
Carmen parece sentir vergüenza de presentarse como m ujer sin pareja,
transmite inconscientemente al terapeuta imagen de soledad, de sentirse
verdaderamente abandonada. La pregunta directa del terapeuta parece ali-
viarla. Carmen procede a relatar una señe de detalles de su vida, que la hacen
aparecer como víctima. Ha viajadóaHuancayoyha vistoa “ laolra” . El ma­
rido se ha negado a volver con ella. Ha decidido esperarlo un año. No entiende
qué le ha visto a la mujer, ella no le encuentra nada especial. v S U i r , >
E1 terapeuta señala que parece que le resulta sumamente difícil ver, des­
cubrir cosas en sí misma que le permitan entender mejor su situación. De
repente consiguen entre los dos ver mejor.
La intervención del terapeuta intenta lograr que la señora se reconozca en
su tendencia a entender su situación en función de otros, en este caso en
relación con la otra mujer y no en relación con ella misma. Carmen no se sien­
te responsable de nada. La interpretación apunta tanto al empantanamiento en
la vida de la señora como también a eshozar alguna posibilidad de salida.
Después continúa informando sobre lo difícil que ha sido sú. vida. Ella es la
menor de siete hermanos (tres hombres y tres mujeres). A los seis/siete años,
cuando murió el padre, llegó a Lima con una tía. La madre se quedó en Cerro
de Pasco, se volvió a casar, y Carmen no tuvo una relación cercana con ella,
su tía tampoco era cariñosa. Más bien sus primos se preocupan por ella, sobre
todo desde que saben que su esposo la ha abandonado.
Una semana después de la entrevista inicial, el terapeuta llega a la segunda
sesión con algo de atraso. Le llama la atención que Carmen se haya arreglado;
está m aquillada y con ropa fresca. Tuvo un sueño con el marido y todavía
piensa en él. Sus hermanos le han prometido ayudarla a sentar una denuncia
judicial por alimentos, pues ahora no 1¡/manda nada para sus hijos. Antes él
era trabajador, responsable. Le han contado sus amigos que ahora toma y vi­
sita caminas con ellos. El terapeuta interpreta que ella debe sentirse diferente,
ya que no tiene que acudir a ningún lugar, tampoco va a buscarlo al consulto­
rio y es él quien la visita.
El terapeuta intenta que la señera se percate del hecho de que la queja plan­
teada sobre el marido, quien “ va de cantina en cantina” , expresa un aspecto
de su propia persona. Parece producirle envidia la aciitud constante de bús­
queda en él, por errática que ésta parezca, mientras ella permanece inmutable,
digna, arreglada en su casa, esperando que la visiten. La idea de ir al consul­
torio, que el terapeuta había propuesto, supondría asumir su realidad desvalida
y con ello la necesidad de ir abuscar a alguien que la ayude. Este aspecto es
crucial en la problemática de Carmen; revela el empantanamiento existencia!
en que se encuentra, impidiéndole avanzar. Ella nobusca, espera. Los herma­
nos a su vez la fortalecen en sus demandas pasivas de ser alimentada (juicio de
alimentos).
A continuación la señora relata detalles de su viaje a Huancayo, hace más
de tres semanas. Cuenta de la otra mujer que le dijo no saber nada de ella, ni
sobre sus hijos. El marido ni siquiera se dignó guiarla a un restaurante donde
pudiese almorzar. Fue algo muy doloroso para ella. Todos sus parientes le
dicen que tiene que cambiar de actitud, que no puede esperar eternamente al
hombre que la ha abandonado. E lla piensa sobre todo en los hijos y vive como
una “ m onja” . ^ . 1 • '■ : • • .. • ;• •
Se interpreta aqiif que a juzgar por sii apariencia pareciera que ya se h u ­
biese decidido a em p ezara cambiar. U ':— :v : ~ • ......
L a señora baja los ojos sonrojada. Cuenta que hace poco su cuñado la llevó
a una fiesta y la pasó bastante bien; la sacaron ab ailar toda la noche; luego les
contó a sus am igos que había sido abandonada p o r su esposo. Más tarde la
llevaron a su casa, la dejaron allí y se fueron.
Se señala que quizás siente que al contar de su situación em puja a los
hombres a abandonarla. Se queda pensativa. El terapeuta agrega que podría
ser que las quejas - p o r muy cercanas a la verdad que se a n - impiden que la
gente se acerque a ella. Esta intervención tomó en cuenta los sentim ientos
contratransferenciales: el terapeuta sintió sueño m ientras la señora hablaba.
El encuentro terapéutico permite que la señora Carmen pueda expresar sin
encubrim iento (recurriendo a una preocupación desplazada hacia el hijo) el
dolor que siente al haber sido abandonada por el marido. Sin embargo, lo que
permanece lejos de su conciencia es la relación de este dolor con aquel que
sufrió anteriormente con la muerte de su padre y luego el abandono de la m a­
dre. Estos hechos sucedieron justam ente cuando ella tenía la misma edad de
su hijo *‘rebelde’ ’ cuando fue abandonado por su padre. La rebeldía del hijo,
m otivo de la consulta, parece ser .expresión de impulsos destructivos desen­
cadenados por las situaciones de abandono que se repiten. Más aún, el aban­
dono actual reaviva una figura traum ática del pasado: el marido, com o la
madre, la *‘despachan’ ’ para establecer un nuevo vínculo.
Si bien las intervenciones terapéuticas facilitan la emergencia de recuerdos
relevantes de la vidade la paciente, éstos distan mucho de poder in teg rase en
la secuencia asociativa que el terapeuta sostiene durante las entrevistas. La
tendencia rotunda a negar las situaciones de dolor parece nutrirse de imágenes
de supuesta felicidad retrospectiva. - ”
Para la señora Carmen parece Que existió un tiempo en su m atrim onio,
teñido de fantasías idealizadas, que terminó con la ruptura de la pareja. Mu­
cho antes, el m undo idílico de su niñez había muerto del mismo modo, con la
;ruptura de la relación de pareja de los padres.
' Las fantasías de la señora se aúnan a las de sü entornó familiar, conso­
lidando las proyecciones. El desvalido, el “ perdido” es el marido: “ va de
cantina en cantina*’. Sobre su encierro también opinan los familiares. El vivir
como ‘‘m onja’ “ encerrada” , ya no tiene sentido, puesto que sabe que el ma­
rido ya no regresara. L alig u ra puede por tanto convertirse en lo contrario.
Ella puede también sentirse una ‘ ‘estrella’ ’ volviéndose el centro de atención
de los primos y el cuñado! La ayudan, la llevan afi estas, por estar abandonada.
La aparición del terapeuta es insertada en esté contexto, sería otra persona que
viene a lie varia a la ‘ ‘fiesta’’ (Ij paciente se ha maquillado para la segunda
sesión).'
L a señora Carmen inteipretala posibilidad de tratamiento como un intento -.
de invertirla situación: “ soy la mujer que vienen a buscar” . -•
El la está *‘arriba’ ’ en su pedestal (es muy difícil acceder a su casa). Utiliza,
el tratamiento para obtener gratificaciones de claro signo defensivo. La rela-
ción terapéutica parece ofrecerle la posibilidad de obtener satisfacciones que
pudieran atenuar las tempranas heridas narcisistas.
La situación alternativa, transmitida por el terapeuta mediante sus inter-
vencioncs, que le permitirían ir reconociendo su realidad, parecen depararle
un nuevo enredo existencia!. Tomar conciencia de su vida, hablar de ella,
propicia nuevas situaciones de abandono (los hombres después, luego de la
fiesta donde cuenta su vida, la dejaron so!a en su cara). La paciente siente que
lo que siempre logra es ahuyentar. Por ello la propuesta terapéutica no puede
resultar: terminaría alejando al terapeuta (dice que tuvo temor por la tardanza
del terapeuta a la segunda sesión: creyó que ya no vendría).
Carmen decide volverá Iluancayo, localidad cercana a Cerro de Pasco,
intentando ‘‘regresar” a lo suyo, tanto en sentido infantil, como adulto: Huan-
cayo e-s el mundo de los padres y de! marido. Yendo a la sierra se cerciora de
todo lo que ha perdido. El mundo de su infancia es ahora definitivamente de
ios muertos, de las relaciones acabadas. El recurso definitivo frente a situa­
ción tan dolorosa es la negación de todo ello. La paciente siente ahora como
la niña que fue antes de la migración, antes de Jos rompimientos, como de siete
años, la edad en que su hijo fue abandonado por el padre.
De este modo, se entiende que el motivo de consulta sobre el niño traduce
un deseo de la madre deacercarseal terapeuta como si fuese niña también. La
paciente desea que la conduzcan a un restaúrame, que la alimenten, que la
lleven (como niña) a las fiestas: intenta obtener beneficios.
El camino del “ olvido” (alcohol) recorrido por el marido de cantina en
cantina, es el que la paciente estaría dispuesta a hacer, para borrar aquel do­
loroso quiebre en su historia. Aquel que significó no solamente un cambio
espacial radical (migración), el enfrentamiento de dos mundos distintos tuvo
que ser vivido aunado a pérdidas objétales primarias (madre y padre). Los
datos de la biografía, los recuerdos surgidos de sesión en sesión, diseñan un
trayecto de signo opuesto, demasiado alejado de lo que la paciente expecta.
‘ ‘Quedarse encerrada” parece significar la esperanza de la vuelta del marido
(y con ello de lodo lo antiguo, anterior a las rupturas).
La rebeldía posible de la paciente frente a lo vivido es “ actuada” por el
niño. El hijo ‘ ‘actúa’ ’ la hostilidad de la madre, es agresivo en la choza, contra
la choza (en el colegio es tranquilo). Si el hijo es el que vive la rebeldía de la
madre, ésta no tiene que enfrentarse a los motivos ni las consecuencias de la
misma. Ella se puede quedar conforme, puede sentirse una “ santa” (monja).
4
Luego de haber desarrollado las secuencias asociativas que guían la
interpretación de las dos sesiones, podemos volver a la escena inicial. En ella
aparece la señora, abrumada, desesperada, demandando ayuda. También está
el terapeuta “ esforzado” , deseoso de poder brindar algún auxilio. El en­
cuentro terapéutico escenifica una asim etría difícil de ser salvada por la
pericia, la voluntad o el deseo del terapeuta. Rasgos, estructurales de su per­
sonalidad vuelven inconsistente el pedido de ayuda. Los rasgos de depen­
dencia y pasividad de la señora, a tal punto acentuados, vuelven inviable el
necesariamente esforzado recorrido de búsqueda del recuerdo. Se podría resu­
mir lo hasta aquí desarrollado en los siguientes puntos:
1. La señora supedítala realización de la entrevista a la voluntad del tera-
peuia. Este tiene que irla a buscar hasta un lugar particularmente alejado,
realizando un esfuerzo desusado en estos encuentros.
2. A través de su actitud “ obliga” al terapeuta a intervenir para obtener
datos centrales de su vida (intenta negar la evidencia de haber sido abandonada
por el marido, para aceptarlo luego de una intervención del terapeuta).
3. Es tan marcada la dependencia en la señora que no puede aceptar ni
siquiera la dependencia funcional referida a la realización de una terapia.
.Carmen invierte la situación: no es ella que viene a consulta, sino el terapeuta
que viene a buscarla.
4. La demanda expresada, a través de su actitud, pero también mediante los
contenidos expresados en la sesión, es la de *‘seralimentada” porel terapeuta
(juicio de alimentos).
La ayuda que la señora estaría dispuesta a recibir sería aquella que no
suponga la formulación de posibles cambios. Su estructura yoica socavada
por la negación, la proyección masiva y la idealización deLcasado noresis-
tiria. Por otro lado, los cambios de su vida han estado siempre vinculados a la
muerte (la muerte del padre y cambio de pareja de la madre acarrea la m i­
gración obligada, así como-la adaptación precaria actual a la ciudad se en­
cuentra nuevamente amenazada por la “ muerte” del marido en su vida).
La fantasía idealizadora (que podría adquirir la forma de ‘ ‘estabilidad’’) se
sitúa en un tiempo y lugar muy lejanos, no afectados por el desarrollo de la
vida. En la fantasía de la paciente, la terapia podría otorgarle gratificaciones
regresivas inmediatas, las que resguardarían su ilusión, y de ese modo la pre­
servarían de nuevos cambios. ••
La señora no estuvo en su choza para las siguientes sesiones acordadas.
\

.. . * Caso de la señora Irm a:


........ un proceso terapéutico inconcluso

En este caso el proceso terapéutico es de corta duración (siete meses). Se


trata de la señora Irma, natural de Huacho, de 39 años, que busca atención
psicoterapéutica a través de su marido (miembro de la directiva de la po­
blación). Es éste el que toma la cita argumentando que su esposa se siente
afectada por la muerte de su hija menor (un año), asimismo dice que suele
tener *‘ataques’ ’1que asustan a los hij os y vecinos. Quedó huérfana desde el
año de nacida; la madre murió en el posparto del hermano (“ no paraban las
hemorragias’ ’), mientras vivió tenía graves problemas con el padre de Inna
casi desde el inicio de la relación. Cuenta que su mamá, mientras vivía con su
padre, se enamoró de otro señor y la familia se oponía. A consecuencia de esta
situación, Irma comienza a rotar de casa en casa, sin que nadie quisiera ha­
cerse cargo de ella; la madre no quería nada con ella. Cuando murió, el padre
se volvió a casar y la dejó definitivamente en casa de su hermana; esta señora
y su esposo la criaron como hija (ella pensaba que eran sus verdaderos padres)
hasta que un día la prima, muy envidiosa, le dijo que en realidad ellos no eran
' sus padres. A los quince años fue expulsada de la casa por el tío, por no “ haber
lavado bien los platos” . Tuvo un primer compromiso, nació una hija, a quien
el padre no reconoce. Decide migrar a Lima con su segundo compromiso a la
edad de 18 años. Tiene cuatro hijos con su actual esposo (de 9 ,8 ,6 y 4 años)
y una niña que murió de diarrea cuando tenía un año.
Las sesiones se realizaron en la choza de la señora. Si bien ésta era com­
parativamente más amplia y mejor dispuesta que las demás casas del sector,
a la terapeuta le llamó la atención que Irma la mantuviese siempre muy ce-
irada (no abría ninguna pucria o ventana, incluso durante el verano).
La terapia es realizada por una de las terapeutas del equipo, más joven que
la paciente. La supervisión del material clínico, sesión a sesión, permitió ver
de qué modo la señora se sentía involucrada en la relación, augurando un pro­
ceso largo. Irma, sin embargo, abandonó ia terapia aduciendo razones de
trabajo.
•• Se desarrollarán solamente aspectos de la relación terapéutica que con­
ciernan y muestren características específicas de la estructura psíquica de la
señora, que se van poniendo en evidencia en el curso del proceso terapéutico.
Al relatar algunas de las vicisitudes del encuentro, reparando detalladamente
en los datos biográficos, intentaremos iluminar, por la vía de la'rccons-
trucción, las condiciones de la formación yoica temprana. Transitaremos

1Episodios iónicos de co ntracción m uscular que guardaban relación estrech a con situaciones
emotivas que duraban segundos. Los hijos acudían a “ extenderle los dedos* \ com o parte de un
ritual familiar.
■ constantemente entre las difíciles circunstancias del inicio de su vida, las
actuales restricciones de existencia derivadas de la misma e incrementadas
po r las condiciones sociales, y el despliegue posible de potenciales de
{. desarrollo. "* • ■ ; v_:^;*i:-

La entrevista inicial ! •

En la entrevista inicial se esbozan algunas líneas interpretativas a seguirse


después en las siguientes sesiones. R esaltad carácterdifuso de la demanda de
ayuda, como los recurrentes problem as en relación con el control de los
impulsos (libidinales y agresivos). Atenderemos, por tanto especialmente, las
dificultades en el proceso de formación del yo (defusión instintiva, “ falso
s e l f \ etc.).
La terapeuta describe a Irma como una señora bajita, de contextura llena.
Le impresionaron sus ojos “ acuosos” , “ sin lograr encontrar su pupila” .
H abla bastante bien y en tono siempre igual, suave y bajito; relata cuánto
sufren sus hijos por la muerte de su hennanita. Ella les explica que es el ángel
que se la ha llevado al cielo. En otro m om ento dice tener problemas eco­
nómicos, pero siempre trata de disimular. La terapeuta interviene: “ A lo
m ejor conmigo también prefiere disim ular-hablar muy bajito-. De repente
piensa que si se muestra tal como es, no solamente su marido la dejaría de
querer, sino que yo dejaría de venir a verla” . La señora se pone a llorar.
La intervención terapéutica intenta abordar una faceta crucial de la
psicodinámica de la señora, la necesidad de disimular, a la que ella misma
alude. Pareciera querer sólo mostrar su “ ser ángel” (tono bajito, suave),
intentando ocultar su “ ser diablo” (fuertes sentimientos de odio). Los rasgos
de carácter (que la hacen paíecerpoco amable) intentarían descubrir el odio
sentido como .“ asesino” . En su fantasía la madre y la hija mueren, a conse­
cuencia de sus impulsos destructivos (descuidos). Laactitud “ pseudo” de la
. señora daría cuenta de los esfuerzos adaptativos en condiciones precarias de
vida. No habiendo podido elaborar el odio primitivo -p o r abandonos tem­
pranos- necesita ocultarlo^
- . . Frente a la intensidad del odio surge también, en el encuentro terapéutico,
el temor de ser descubierta. Contratrarisferencialmente la terapeuta intuye, al
jnicio de la sesión, úna dimensión de “ malignidad” en la señora (rio puede
encontrar su pupila). En este contexto, la terapeuta aparecería como juez:
Irma temería ser descubierta como culpable de las muertes (dice que desde
que murió su hija siente mucha vergüenza).
De otro lado, Frente a la existencia de fuerzas malignas en ella, sentiría
inconscientemente que la terapia podría redimirla, podría sacarle todos sus
odios internos (dice que en pna oportunidad estuvo mal, le sacaron “ sangre
m alograda” de la oreja y se curó). La posibilidad de conversar sobre su vida
sería valorada por ella como una ocasión propicia. Desearía ser ‘ 'iavs¡£\
curadapor la terapeuta y no como lo hizo el padre sustituto (lío) que la expfcó
de la casa “ por no haber lavado bien los platos” .
L a demanda de ayuda de la señora es difusa. Utiliza al marido y a losaos
para expresar (proyectivamente) lo que siente. En la entrevista inicial^e-
senta a sus hijos: hace que todos saluden a la terapeuta, quiere cónsul tars&rc
ellos. Dice: “ A raíz de la muerte de mi hijita, por diarrea, llevé a mis hfssa
la posta médica porque lloraban mucho. Ellos no comprenden todavía.
otra hija la mandé con mi lío a Huacho, porque se orinaba. Allí, porssr-
güenza, seguro que en casa extraña no lo haría. Yo trato que no les f á l t e l a
a mis hijos. Claro, siempre hay chicos en el vecindario que tienen más j^ * .
y yo no quiero que ellos se sientan menos".
Lo que sale a la luz en el primer encuentro es que 1a paciente pucdesíS-
cilmcntc diferenciarse del problema de sus hijos. La consultó sobre ellos-no
paran de llorar, ni comprenden la muerte-, parece permitirle a la señ o ría -
presar dolorosos y antiguos interrogantes respecto a su propia infancia,la
incomprensible muerte temprana de la madre cuando ella apenas co n tab ais
.un año de edad (señala que como son pequeños sus hijos, no comprendas).
Irma expresa el Jeseo de un destino diferente para sus hijos (quiero quino
sientan vergüenza, ni se sientan “ ráenos” ), sin embargo, orienta sus vMas
igualando a todos. Los distintos tiempos y circunstancias de las muertes p a j­
een fundirse en una situación actual-fainiiiar de sentimientos confundidosde
odio y culpa. Todo esto siente que debe ser “ disimulado” (los hijos nop*íc-
tíen llorar, orinarse; la paciente no puede expresarse a cabalidad). Para alean-'
zar estos objetivos concibe, igualmente, soluciones parecidas (casi como ia
paciente fue enviada a casa de! tío, después de la muerte de la madre, latója
es enviada a casa del mismo, luego de la muerte de la hennanita; *‘para<jue
deje de orinarse’ ’). La vergüenza sentida en casaajenaparece ser recurso para
la contención. Lo que se quiere evitar son las descargas. Et: la sesión, la señora
intenta “ disimular” , contenerse. La intervención terapéutica propicia que la
señora “ suelte” el llanto.
E vitar las descargas, las cuales suelen aludir a pérdida de líquido (he­
morragias, llantos, orines, diarrea) parecen hilvanar una misma fantasía de la
paciente, detener el “ flujo de la muerte” (la niña que murió de diarrea, la
madre de hemorragias en el posparto), aunque el precio que tengan que pagar
todos al final sea el mismo: encontrarse siempre en un contexto de opresión,
de falta de libertad, es decir de falta de vida.
L a señora Irma parece sentirse prisionera de su disimulo. Pide, en forma
inconsciente a la terapeuta que le ayude a “ descargarse” . Sin embargo, el
posible placer de la descarga no acentuaría el temor que la señora siente en
relación con lo que podría salir de ella en forma incontrolada: orina, heces,
sangre. Los eventos biognlficos de Irma parecen haber alado conexiones de
sentido inexorables: descargas asociadas a pérdidas de líquido/peligrosidad/
muerte.
Los traumas tempranos vividos antes de alcanzar el nivel de constancia
objelal (muerte de la madre, abandono del padre) parecen haber hecho mella
en el proceso de separación-individualización. La señora tiene serias difi­
cultades para formular una demanda de ayuda personal (asumirse como indi­
viduo).
La precariedad de las relaciones objetales tempranas, parece continuarse
posteriormente. La convivencia con la prima, en casa de los tíos/padres adop­
tivos, parece haberle deparado a la señora un sinfín de dificultades: “ la hacían
sentir menos’’. Las escenas de la entrevista inicial son reveladoras: la señora
cuenta que tiene problemas económicos (se Iqjdice a la terapeuta, de quien se
imagina no tiene esos problemas). Entendemos con ello dificultades en rela­
ción con el aspecto material, pero también alteraciones en la economía
psíquica (control/descontrol de los impulsos expresados a través de sus sín­
tomas y los de sus hijos: ataques, llanto, orines).
La relación terapéutica parece reactivar en la señora situaciones difíciles
de su infancia. Utiliza a sus hijos (los presenta a todos) para m ostrar sus
diversos aspectos infantiles. Al confrontarse con la terapeuta compara las
grandes dificultades entre los chicos que tienen más y los que tienen menos.
Se movilizan en ella sentimientos de envidia primitivos; éstos le son cono­
cidos de toda la vida, en tanto ha crecido en un contexto inmediato de desi­
gualdad, donde probablemente envidiaba la situación distinta de la prima.
Pese a todo, la señora parece conectarse parcialmente con un aspecto cen­
tral de la propuesta terapéutica: la importancia que ella otorga a la compren­
sión (dice que los niños pequeños todavía no comprenden, ella comprende las
dificultades por las que pasa el marido). Sin embargo, para comprender, la
paciente necesi ta ser debidamente “ contenida” (experiencia que le fue ajena
en su niñez, cuando su madre joven murió tan temprano). Ella podría recién
así sentirse “ reconocida” , legitimada (le preocupa la hija m ayor que no ha
sido reconocida; Irma creció en una casa no sentida como suya; en la actua­
lidad tiene casa propia pero parece no sentirla así, no.teniendo título de
propiedad; dice que nadie la visita). La regularidad de las “ visitas terapéu­
ticas” , donde se da importancia a lo suyo, la ayudaría a sentirse verdade­
ramente “ en casa” .

La relación terapéutica

En una sesión posterior, cuando la terapeuta llega se sorprende al encontrar


la puerta de la casa abierta (suele mantener la casa muy cerrada). Durante la
sesión está el marido presente; pese a su actitud aparentem ente amable, la
terapeuta percibe una carga de hostilidad en él. El marido insiste, sin embargo,
en la necesidad de ayudara su mujer, dice que la ve muy consternada; cuenta
asimismo los problemas económicos familiares. La terapeuta señala lo difícil
que debe ser para ellos entender una propuesta de ayuda que no es material y
que no parece ofrecer beneficios inmediatos. El csposórespóndc remarcando
las diferencias entre las personas que “ aportan” , como la terapeuta que ha
estudiado y los que “ no aportan” , como los vecinos que llevan una vida cen­
surable. En la misma secuencia asociativa cuenta de un perro muerto, que lo
han enterrado con la cabeza hacia la puerta, para que proteja la casa; dice que
le gusta vivir con animales. La ventaja de vivir en la invasión sería que allí sí
están permitidos, a diferencia de otros lugares. El marido retoma el tema de lo
económico y la señora sufre en ese instante uno de sus “ ataques” : tiembla,
abre y cierra las manos. Los hijos se acercan y se las abren... La terapeuta se
desconcierta, no sabe quó hacer.
La línea interpretativa de la entrevista inicial parece proseguirse. Lo
económico aparece como problema familiar de una doble acepción: material
y psíquica. Los problemas de dinero y de manejo de los impulsos parecen
ponerse de manifiesto en relación con la presencia de la terapeuta. Se dra­
matizaría un contraste mayor entre aquellos que tienen problemas econó­
micos y otro que no los tendrían.
El clima general de la sesión es de fuertes ataques y defensas. Se dramatiza
la necesidad de la familia (esta vez a través del marido presente) de protegerse,
de defenderse de los que vienen de fuera, vislumbrados como peligrosos,
amenazantes, engañadores potenciales. Que la terapeuta tenga estudios au­
mentaría su peligrosidad. Irma albergaríala sospecha de ser engañada: teme­
ría que después de las promesas de ayudarla, se le haga “ perro muerto” (di­
cho popular que expresa estafar, engañar). Como defensa, el discurso familiar
pareciera ser el siguiente: si bien usted es de fuera y tiene estudios, yo tengo
la posibilidad, con la ayuda de mis animales (impulsos instintivos), de ani­
quilarla. El “ aparatoso” ataque durante la sesión, condensaría el recurso a la
expresión de los impulsos agresivo-destructivos (los médicos habían diag­
nosticado los ataques de la señora como una dolencia de índole afectiva).
A otro nivel de lectura, se asocia vivir en el mundo de abajo (los pobres, la
invasión) con la posibilidad de vivir más abiertamente los impulsos ins­
tintivos. Irma quisiera acceder al mundo de arriba (lugar de la terapeuta,
liderazgo del marido) sin embargo, surge la fantasía de que cambiar de lugar,
de pertenencia -acceder al m undo de los líderes- implicaría renuncias, como
por ejemplo, no poder vivir con animales. La resistencia se expresa en las
manifestaciones racionalizantes formuladas por el marido. La supuesta ven­
taja de vivir en la invasión sería el no tener que dejar de lado los beneficios de
lo “ bajo” (lo instintivo-animal).
La terapeuta entiende que la señora le abre la puerta de la choza para re­
cibir el aporte terapéutico (deja la puerta abierta). Luego, mediante el
“ ataque” , expresa dramáticamente de qué mcxjo actúan en ella fuerzas con-
■trarias. El síntoma m uestra gráficam ente su carácter contradictorio en el
‘‘abrir-cerrar' ’ de las manos, querer/no querer abrirse-exponerse a la relación
terapéutica (la que la podría ayudar a integrarse). La señora teme relacionar
sus diferentes partes: no puede integrar las más desarrolladas (importancia
que da a la comprensión), con sus partes mas *‘bajas” (odio y envidia primi-
. Uvas). El carácter pseudo-integrativo del síntoma parece explicarse en re­
lación con el marido: a fuerza de querer retenerlo (disimulando) puede con­
seguir con el síntoma, que lo perturba notoriamente, echarlo de la casa (Irma
dice temer que el marido se canse de ella). Contratransferencialmcnte, la
terapeuta siente que contrastando con la sensación de haberse conectado con
la señora en otras sesiones, esta vez ha logrado “ asustarla’’ (como sucede con
los hijos y vecinos) provocando en ella el deseo de salir corriendo de la casa.
El seguimiento del proceso de la señora Irma nos permite profundizar en
algunos aspectos de su s e lf resaltados en el plano de la relación. Muestra un
involucramiento afectivo con la terapeuta, que la conduce a intensificar
medidas defensivas; Irma no quisiera ser descubierta en sus sentimientos.

Ambivalencia -

En una sesión, al llegar la terapeuta a la choza de la señora, le llam a la


atención encontrarla arreglada, maquillada. Le comenta, a propósito de una
secuencia de la sesión, el cambio de su apariencia física. La señora se sonroja.
Dice haber estado haciendo vestidos de papel a sus hijos, para la presentación
del día de la madre. Tapó las ojotas (sandalias) con papel platina, para disi­
mular. No tenía plata para comprarles zapatos y sentía vergüenza de pedirá las
vecinas. Posteriormente dice tener problemas en la vista: en la noche no pue­
de distinguir los carros, le ciegan las luces. Antes iba donde un doctor par­
ticular, que le cobraba mucho. Le vendó los ojos, no la ayudó. Luego dice que
festejó el día de la madre con mucha alegría, bailó toda la noche. Al final su
marido se emborrachó y eso le da m iedo. A la m añana siguiente se levantó
muy temprano, fue'al mercado y se encontró con un cadáver. Piensa que los
asesinos fueron hombres que habían bebido. Cuando la terapeuta le señala
sobre la atención particular que está recibiendo, sintiendo a lo mejor ver­
güenza porque las sesiones son gratuitas, la señora dice haber estado pensando
en eso y que como no tiene plata, tendría que dejar el tratamiento.
La secuencia asociativa m aquillaje/platina/plata nos permite abordar, de
otro modo, el conflicto de la señora entre la necesidad de expresary disimular
sus sentimientos. El factor desencadenante es el cambio en su apariencia física
(maquillaje). Cuando la terapeuta lo señala, la señora siente haber sido “ des­
cubierta” . Los contenidos que emergen a continuación (loszapatos forrados
con platina, así como el argumento de la plata) servirían para encubrir los
sentimientos amorosos que la terapeuta le habría despertado. Todo ello es
representado en la sesión. En la escena inicial Irma se habría sentido “ des­
nudada” p or la terapeuta, al revelarle, a través de su apariencia, sus sentí-'
míen tos. Luego habría intentado *‘vestirse’ tapar con papel platina lo que le
da tanta vergüenza: sentir. Después de la sorpresa inicial, la señora asume el
papel que le permita.presentarse, según su criterio, en forma adecuada. Dibuja
el día de la madre como algo alegre, aunque luego cuenta de las borracheras
y el asesinato (día que connotaría la muerte temprana de la madre). Es decir,
pese a los intentos encubridores, la relación transferencia! parece generar te­
mores intensos de enamoramiento y de muerte, que difícilmente pueden ser
ocultados. La sexualidad vinculada a la destructividad y muerte la volverían
muy peligrosa (recordemos que la madre murió durante el posparto).
Siguiendo con la línea asociativa plata/platina intentamos insertarla en un
contexto de sentido que incluye el plano socioeconómico. Irma se maquilla,
disimula, *Torra’’ sus parte sentidas como pobres y destructivas. Muestra el
lado que imagina más luminoso (platina), queriendo acercarse, ser aceptada
por la terapeuta. De otro lado, utiliza el argumento de “ no tenor plata" para
solventar un doctor particular, para fundamentar la fuga de la terapia. No
tener dinero serviría como pretexto para alejarse de la exposición a senti­
mientos percibidos peligrosos.
Desde otro enfoque examinamos otras vertientes del conflicto. La señora
relaciona a la terapeuta, tíc diferente extracción social, con el mundo de la
plata, de todo lo que brilla. Para ella habría dos realidades: la de dentro, la
invasión, que ella cree conocer bien (mundo de los animales, borracheras,
crímenes, muertes) y la de fuera (el supuesto mundo de la terapeuta), una rea­
lidad que deslumbra. Irma intentaría eludir el conflicto que supone el en­
frentamiento de mundos antagónicos. Utilizaría la “ platina” (derivado de la
plata) para encubrir su procedencia, queriendo acceder a otro lugar social.
Teme ser cegada por la luz (problemas de la vista) que “ irradia” la terapeuta
que tiene plata, que viene en cairo a la invasión (en la noche la ciega la luz de
los carros).
El concepto de “ falso s e lf ' permitiría subsumir ambas dimensiones de la
interpretación. La pérdida temprana de la madre habría incapacitado a la
señora para hacer frente a los riesgos que supone el despliegue de los sen­
timientos (ser ella misma fuente de luz, color, energía). La señora habría
preferido ocultarse en una existencia gris y aleatoria. Las relaciones objetales
habrían sido construidas a base de la identificación con “ falsas” figuras
parentales (platina, maquillaje), con personas que si bien dominaban la es­
cena, no pertenecían a su familia de procedencia. De otro latió, el bienestar
económico (plata) de los padres sustitutos le fue probablemente tan percep­
tible como ajeno.
Encontramos en el material elementos a partir de ios cuales intentamos
construir conjuntamente con la señora la propuesta terapéutica. Le interprc-
tamos que existe también en ella la necesidad de ver m ejor su realidad (desea
que no se le ponga una venda en los ojos), siente que sólo así se le podría
ayudar (a diferencia del tratamiento anterior con otro doctor “ particular’ ’).
Sin embargo, siente que cuando despliega su curiosidad, cuando quiere ver,
descubre cadáveres (fue temprano al mercado y vio un hombre muerto; ave­
riguar sobre sus orígenes le ha deparado la constatación de muertes). *‘Ver’ ’
estaría siempre vinculado al reconocimiento de eventos traumáticos y por ello
quiere/no quiere ver.
Parecería que la señora se siente “ en tierra de nadie” , ni arriba, ni abajo,
que a su vez son imaginados por ella como totalmente desconectados entre sí.
Entre la forma como se percibe a sí misma, desconectada, *‘lo de arriba” por
un lado y ‘ ‘lo de abajo’’ (lo instintivo) porotro, está el divorcio que realmente
existe, en el plano social, entre los de arriba y los de abajo.
La profundización del proceso terapéutico propicia la em ergencia de
aspectos contrapuestos. En la secuencia siguiente se muestran franjas pro­
gresivas que van a ser luego desplazadas por los impulsos menos logrados de
la señora. En una sesión, luego de una intervención particularmente empática
de la terapeuta, 3a señora cuenta sueños y asociaciones que tenía “ guar­
dados” . Dice que el día que tuvo el ataque en sesión fue por celos al marido
(la terapeuta no le había prestado atención a ella). Añade que en la actualidad
se siente m ás tranquila, que cada vez que va a tener el ataque piensa en la
terapeuta y “ se le pasa’ ’. “ La soñó’ ’ con un vestido largo, rosado, escotado,
con guantes blancos largos. En otro sueño la vio sentada en la mesa com ien­
do con ella y sus hijos.
El contenido del sueño y las asociaciones de Irma muestran que se siente
menos obligada a esconder aspectos suyos que percibe como importantes, y
que la terapeuta comienza a ser unapersona relevante en su vida cotidiana. La
relación terapéutica parece construir un espacio propiciador para la em er­
gencia del se lf oculto (verdadero).
En una sesión posterior la terapeuta encuentra a la señora lavando unas
sábanas matrimoniales que le habían encargado. Sonríe coqueta. Continúa
con su actividad mientras habla, durante parte de la sesión. Dice que la señora
a la que le lava la ropa vive en Miraflores y es muy buena. Luego de unos m i­
nutos deja el lavado. La silla de la terape- *a se tambalea. La señora comenta:
“ cuidado doctora, no se vaya a caer” . A continuación cuenta que sus hijos re­
cogieron un perro, luego de cuidarlo decidieron dormir con él pero amaneció
muerto, lo aplastaron. En un m omento de la sesión, la paciente pregunta
“ ¿son las 4, no?” , mirando fijamente a un gato que estaba parado en la ven­
tana. Dice que ella puede ver lahora en los ojos de los gatos, se lleva bien con
ellos, pero en una ocasión estranguló a uno con sus propias manos.
Durante el comienzo de la sesión la señora dramatiza sus deseos de cer-
i cania con la terapeuta (habla con ella to<*ando las sábanas matrimoniales que
; aluden a contenidos sexuales, de apareamiento y sonríecoqueta). Se produce;;
| un giro notorio cuando la silla de la doctorase tambalea y la señora señala que V
puede caerse (alude proyectivamente a la pérdida de control, ante la emer- ;;
gencia de contenidos sexuales). Recurre entonces'défensivamente a impulsos;
i agresivos y convierte a la terapeuta en un perro al que aplasta o en el gato que .
estrangula. _ .
Parece sentirse condenada, abrumada por el miedo que tiene a sus propios
impulsos libidinoso-destructivos. La contención que le ofrece la terapia pa­
rece ser insuficiente para atenuar sus angustias. Por el contrario, los senti­
mientos que le suscita la terapeuta incrementan la descstructuración. Irma
desiste de seguir “ viendo” en ella. Concentra su atención en los ojos del gato,
dirige su mirada al entorno. Este aparece como reflejo de su propio sel/ y de
las pulsiones que produce. Logra “ crear” un cierto clima “ maléfico” en la
sesión. A pesar de que la terapeuta entiende esto como expresión del estado de
desintegración interna de la señora, no puede sustraerse totalmente a su
actuación.
Después de esta sesión, la terapeuta enferma y falta &dos sesiones. Es tal
la dimensión de “ malignidad” (impulsos destructivos) que la paciente logra
transmitir, que la terapeuta desarrolla la fantasía de que ha caído víctima de
los influjos de aquélla. Se trata de una fantasía contratransferencial (expresa
quizás el deterioro de la función yoiea de la prueba de realidad) que refleja el
nivel primitivo de la estructura psíquica (le la señora.
La ausencia de la terapeuta durante dos semanas moviliza en Irma reno­
vados sentimientos de odio. En la sesión siguiente cuenta inicialmentc haber
soñado con la terapeuta “ todiíitos los días” , para luego proseguir con una
serie de quejas. Las dificultades por las que ha pasado estos días han afectado
su salud, le han quitado el apetito, le han dado dolores de cabeza, incluso llegó
un día a caerse en la calle y a amoratarse un brazo. No pudo por tanto ir a tra­
bajar, perjudicando 1a alimentación de los hijos. Al presentarse como víctima,
la señora intentaría hacer sentir culpable" a la terapeuta por haberla abando­
nado (como fue abandonada per su madre cuando era pequeña).
Irma parece revivir en la relación terapéutica experiencias traumáticas de
su temprana infancia, particularmente la pérdida de la madre. Este evento
dramático se produce durante la fase oral de! desarrollo psicosexual.cn el que
predominan angustias de aniquilamiento. Teme no ser capaz de seguir vivien­
do si la terapeuta/madre desaparece (cuenta que no podía hacer nada durante
su ausencia, que se caía).
Contenidos de envidia primitiva se ponen de manifiesto en relación con las
diferencias sociales entre Irma y la terapeuta. Los mismos percances vitales
(por ejemplo, enfermedades) serían vividos, según ella, de manera distinta, de
acuerdo con laclase social a la que se pertenece. Cuando relata los infortunios
de su estado de salud com enta que: “ esas cosas no les suceden a los m i­
llonarios” . 'V ' ■:••• :'• . .. .. . .
Si bien la enfermedad de la terapeuta parece permitirle a la señora un grado
de identificación con ella (soñó que ambas tenían mucha sed y que bebían del
mismo cilindro), al expresar sus quejas remarca las diferencias entre ambas.
Pareciera decir: yo no me puedo dar el lujo de enfermarme como usted. Hay
ur«a gran diferencia entre no comer por enfermedad (ha notado que la téra-
peutaha bajado de pese) y no hacerlo por no tener qué comer (los hijos no han
podido comer por fal ta del di ñero que ella hubiese traído, de haber podido
trabajar). Al resal tar la terapeu ta los con trastes entre falta de apetito y fal ta de
alimento, entre enfermedad tranquila (como la señora imagina los días de
ausencia de la terapeuta) y enfermedad que pone en peligro a los hijos, inten­
taría agudizar la percepción de Irma respecto de aspectos de la propia realidad.
De esta manera se fortalecería el proceso de integración'
Las sesiones que siguen muestran como la señora parece sentirse más
aceptada y reconocida por la terapeuta (comenta lo bien que se siente cuando
pasan los doctores del equipo y la saludan. Ella ahora sale a esperarla a la
puerta de su choza, quizás para que el encuentro con ella sea registrado por las
vecinas). Dice que las cosas salen mejor. Cuando la terapeuta interpreta estos
sentimientos como algo nuevo en su vida, Irma recuerda que ha vivido siem­
pre avergonzada, temiendo no ser aceptada. Esto parece permitirle a su vez
reconocer y discriminar m ejor (cuenta que distingue bien el sexo de los pollos;
en la noche escuchó un ruido raro, el marido que nunca le creía, descubrí ó que
hab/a sido un ladrón). Sintiéndose más reconocida en lo suyo, parece empezar
a rescatar la sensibilidad que ella habría desarrollado a través de sus
experiencias de supervivencia, permitiéndole desarrollar una percepción más
fiable de su entorno.
Sin embargo, pese a los avances, el valor de la terapia es sentido por la
señora como algo relativo. El com entario que hace: “ en realidad me está
yendo mucho m ejo ren to do” , no estaría suficientemente sustentado. La
señora dice que su m arido y ella tienen perspectivas de mejorar su choza.
Añade: “ por lo pronto parte de ella tiene falso piso” (piso aligerado de cemen­
to, generalmente puesto provisionalmente). Entendemos que pese a las me­
joras, una dimensión de “ falsedad” parece siempre amenazar la relación
terapéutica.
En una ocasión, la ausencia de la terapeuta en día feriado (que tocaba
sesión) suscita en la señora el recuerdo de una situación desagradable en.su
vida. El tío, que hacía las veces de padre, la levantaba a la fuerza a las cuatro
de la mañana para lavar (la citase realiza a las cuatro de la tarde). La terapeuta
señala que debe sentirse muy afectada por su ausencia el día feriado. Pareciera
que este hecho pone en evidencia que larelación entre ellas es de trabajo y no
familiar (los padres no tienen porqué dejar de vera sus hijos en días feriados)'.
Asimismo, las dificultades que la terapeuta refiere como obstaculizadoras
del progreso de la terapia aluden a la poca disponibilidad reflexiva de la
señora. La intensidad de las vivencias traumáticas infantiles, reactualizadas
en el contexto terapéutico, así como los escasos recursos compensatorios
desarrollados en un medio adverso, dificultan la “ escisión terapéutica del
yo” , menoscabando las posibilidades de elaboración. Es decir, la señora vive
como naturales, situaciones “ falsas’ ’ (alusión al carácter de situación “ expe­
rimental” de la terapia).' ...
En este mismo contexto se ubica el hecho de que la señora albergó durante
los primeros años de su vida la creencia de que vivía con sus padres. Súbi­
tamente (a los 13 años) se enteró de que sus verdaderos padres no existían, que
las personas que la habían adoptado eran sus tíos. El abrupto descubrimiento
de hechos significativos para la señora fue realizado en un contexto de odio y
celos. La prima, que según la señora era envidiosa, peleando un día con ella,
le “ tiró la verdad en la cara” . Posteriormenie ésta fue corroborada por los
tíos. La revelación de verdades esenciales, mucho tiempo ocultas, se da sin
ninguna consideración empálioa.

Indicios de abandono

En una sesión, luego de cuatro meses de iniciada la terapia, la señora Irma


dice sentirse abrumada “ porque sus hijitos están todos enfermos. Uno está
con fiebre alta, otro está con tifoidea, el otro está operado de fimosis y está
muy delgado” . Añade llorando que lo peores que no alcanza el dinero para
las medicinas, ni para comer. Dice que felizmente su hijita, “ h> finada” ,
murió, si no sería aún peor. También dice que su hija ha conseguido un trabajo
en Túpac Amaru (lugar aledaño) y de esa forma ayudará económicamente a la
casa. Al final de la sesión comenta que se le va a hacer muy larga la semana
hasta el próximo encuentro, “ ...¡todo lo que sucederá!...".
Podríamos interpretar esta secuencia de la sesión en el sentido de que la
terapia no le alcanza, que lo que la terapeuta le da (una sesión por semana) es
muy poco. Asimismo, a Irma le duele que la terapeuta no esté presente mien­
tras ella pasa por tantas situaciones difíciles. En este contexto, aparece la fan­
tasía en la sesión anteriormente analizada, de que ese mismo odio que dio
muerte a la hijita (porque no alcanzaba para todos), podría recaer sobre la
terapeuta, sacrificándola también a ella (porque la terapia no alcanza).
La señora expresa en términos económicos sus carencias de todo tipo. Las
sesiones de semana en semana parecen ser vividas por ella como interrup­
ciones, o estarían asociadas a las separaciones que vivió en su infancia. Ella
se queja de que contactos tan esporádicos no alcanzan para sentirse bien.
En la perspectiva de la continuidad de? proceso terapéutico, el análisis del
material de esta sesión permitió avizorar el eventual retiro de la señora de la
terapia. Aparece como fantasía la necesidad de sacrificara la terapeuta, como
siente que fue necesario el sacrificio (muerte) de su hijita. Los desesperados
intentos de manejar los sentimientos de odió, se enlazarían con la búsqueda de
' soluciones extremas y pragmáticas. La señora podría encontrar a otra señora
-com o la h ija - que la ayude a hacer frente a la apremiante situación eccf-
" nómica por la que atraviesa (buscaría un trabajo como empleada doméstica).
Ello significa dejar de asistir a la terapia, sacrificar a la terapeuta, como
im agina lo hizo con la hija, para poder darles a los otros (para que alcance). La
versión sacrificante parece haber signado sü vida desde sus inicios: la madre
’sacrifica su vida al nacer un nuevo hijo. En estas últimas sesiones se pone de
manifiesto la compulsión repetitiva destructiva (se alegra de que su hija haya
muerto).

Nexos entre la abundancia y la pobreza

En una sesión Irmaluce el pelo recién cortado (unos días después de que ¡a
terapeuta había hecho lo mismo). Comenta sonriente que ayer fue su cum ­
pleaños y que la señora donde trabaja en Lince la invitó a almorzar. Luego la
trajo en carro hasta su casa. Dice que la señora le ha pedido que cuide a sus
hijos, mientras ella se va de viaje. La señora empleadora tiene una cocinera,
pero prefiere que sea Irma, una mujer madura, la que controle a sus hijos. El
otro día que estuvo allí, ellos querían salir con su guardadito (enamorado),
pero Irma les dijo que no debían estar hasta muy tarde en casa ajena. Pos­
teriormente cuenta que a su padre (tío) le robaron toda su plata en el micro,
pero él no se dio cuenta. Lo único que sintió f u e 4‘algo como una punzada’ ’,
pero pensó que era el alambrito del asiento que estaba roto. La plata la tenía
en la “ secreta” de su pantalón.
Cuando la terapeuta interpreta las angustias infantiles reactualizadas en la
relación transferencial, siendo ella menor que la señora y quizás por esta
razón no suficientemente confiable para recibir secretos, Irma rememora un
evento de su biografía que ella te n ía 4‘guardadito” : relata que en casa de su
tío había un baúl que permanecía siempre cerrado, que había pertenecido a su
madre, pero no se atrevíaa tocarlo. De ella no guarda ni .una fotografía, pues
parece que no le gustaba retratarse. Dicen que era muy alegre y juguetona.
Añade: “ un día abrí el baúl y encontré vestidos lindos, tules, tiras bordadas,
enaguas, perfumes, toda ropa muy fina. Mi tío me había dicho que mi padre le
compraba muchas cosas a mi madre. Pero ésa vez que me encontró abriendo
el baúl me gritó y me castigó; me dijo que solamente cuando fuese grande me
contaría muchas cosas sobre ella. Tiempo después me relató que mi padre
-había maltratado mucho a mi madre, que la jalaba de las trenzas y que la
quería ahorcar. Pobre mi madre,.murió tan joven, cuando tenía sólo 15 años” .
Irma parece querer acercarse a la terapeuta, desea no sentirse tan distinta a
ésta. Intenta mostrar que ella también tiene la posibilidad de “ alternar” en un
«SpíÉr Intentandouna relaciónterapéutica O 53
■ ?• .-•• •• " ■■--.....“ 5 •■.•—..... -■!■“•■” — •

mundo no tan lejano al de la terapeuta (Almuerza con la señora de Lince, va a


la peluquería, tiene algunos vestidos lindos guardados). L a identificación con
la terapeuta aunaida al hecho de sentirse reconocida (la señora donde trabaja
¡1. la valora) refuerza sus fantasías de autosuficiencia.: ! :r v i'
^ La “ abundancia” parece ser hilo asociativo que enhebra lugares aparen­
temente dispares. La señora vincula inconscientemente la casá de Lince,
¡ donde probablemente hay muchas cosas, con el baúl de los trajes finos de la
j madre. Los contenidos que hacen alusión a un mundo de riqueza, permiten a
lá terapeuta integrar la escena del encuentro. Pese a que Irma intenta acercarse
(parecerse) a la terapeuta, las diferencias entre ellas serían innegables.
Prevalece en la señora la fantasía de que la terapeuta, pese a visitarla c intentar
aproximarse a su mundo de pobreza, viviendo en un medio de abundancia no
logra hacerlo a cabalidad. Siendo así, las posibilidades de cercanía entre
ambas serían en un punto determinado inaccesibles. Para formular esta
interpretación, consideramos el significado que Irma da a ia abundancia, en
función de sus carencias (infantiles) y de la profunda envidia, proporcional a
ellas.
En un momento de la sesión la terapeuta interviene relacionando alguno de
los contenidos del dicurso de la señora con la situación transferencial: "Tai
vez piense usted que yo vengo vestida de una manera distinta a como puedo
hacerlo en otra parte” . La interpretación recoge sentimientos contratrans-
fercnciaies. La terapeuta descubrió en sí misma la tendencia a vestirse con
ropa usada (la menos buena) para ir a la invasión. Ello condensa actitudes de
ocultamicnto (por ejemplo de las diferencias en el vestir), que habrían pro­
piciado en Irma la negación de la desigualdad. Luego de la intervención, la
señora sobrecogida solamente sonríe y comenta: “ ¡Cómo será pues doctora!
¡Yo no sé nada sobre su vida!” .
La señora parece imaginar la abstinencia terapéutica (que la terapeuta no
le cuenta nada personal) como un trato infantil hacia ella. La promesa del lío
“ cuando seas mayor te contaré” reaparece de otro modo en la relación con la
terapeuta, intentando diluir su curiosidad plagada de ilusiones sexuales (pin­
chazos, “ secreta” del padre, baúl de la madre, etc.) confirmando su inma­
durez psíquica.
Irma sentiría que cuando decide desentrañar aspectos importantes de su
vida se topa con prohibiciones: en el pasado el tío la gritó por hurgaren el baúl
de la mamá, en la actualidad, la abstinencia terapéutica. Subí en la terapeuta
propicia con sus intervenciones la búsqueda de sentido (mediante recons­
trucciones de vida), según la paciente estaría insistiendo en el ocultamicnto de
las diferencias sexuales/sociales; la proyección de su necesidad de encu­
brimiento, avala los temores de la paciente sobre la inmadurez de la tera­
peuta. Esta sería demasiado joven para conocer y asumir tales diferencias.
Asimismo, la recurrencia asociativa de los contenidos de robo y secretos
confluye en una fantasía sobre la relación. La terapeuta sería aquella que le
roba sus secretos sin que ella se dé cuenta. Cada sesión sería como “ pin­
charle” inadvertidam ente la mente, robarle los pocos recuerdos que ella
guarda celosamente en su “ secreta” . :;
El desarrollo de la sesión muestra condensadamente una serie de aspectos
qlaves de la psicodinámica de la paciente. La inexistencia de un retrato de la
m adre (ausencia de imágenes internas de ella) parece haber desdibujado
(confundido) su propio rostro. Los resquicios de la estructura yoica muestran
vacíos reveladores de la ausencia temprana de la madre. La elaboración pos­
terior de estos “ vacíos’ ’ habría configurado versiones míticas contrapuestas,
compensatorias sobre su pasado. La idealización y denigración hacen oscilar
los recuerdos. Los padres habrían vivido en un inundo de fábula, con tesoros,
pero a la vez el padre habría estrangulado a la madre como en un mundo de
piratas (cofre).
En relación con el proceso, reaparecen los indicios sobre el abandono de la
terapia. L a paciente dice que prefiere quedarse en ese mundo de fantasía, a
tener que confrontárse con una verdad que no quiere conocer.

Sesiones fin a les

Antes del último encuentro, la señora Irma había viajado dos semanas a
Huacho, no pudiendo haberse llevado a cabo dos sesiones. Dijo que no se
quedaría m ás, pues no podía desatender a sus hijos por más tiempo. Tenía que
asistir a una misa de difuntos de una tía. Cuando la terapeuta va a buscarla,
luego del tiempo convenido, no la encuentra en Casa. Su hija va a llam arla
donde una vecina. La señora aparece con una cara sonriente, luciendo con­
tenta y pregunta a la terapeuta: “ Doctora, ¿cómo está usted?” , a lo que la te­
rapeuta responde: “ bien señora, aquí, trabajando” . A continuación la señora
se excusa por no haber estado esperándola en casa, porque tenía que con­
feccionar un vestido de encaje para una niñita de un año que está enferma. La
quieren bautizar pues temen que muera.
La escena inicial de la sesión parece condensarla situación de huida de la
terapia: la señora no está en casa; cuando llega se excusa, argumentando
razones que suenan *‘familiares” a la terapeuta. Irma parece nuevamente es­
tar interesada en “ colocar encajes” en lugar de intentar la elaboración de sus
vivencias traumáticas infantiles (ha ido a una misa de difuntos, está haciendo
un vestido para una niña que piensan va a morir).
La señora inició el tratamiento agobiada por sentimientos de culpa por la
muerte de su hijita, gue movilizó “ recuerdos” de la muerte de su madre en la
temprana infancia. Irma buscaba “ descargarse” , se mostraba preocupada por
las descargas incontenibles de los hijos (no paran de llorar, de orinarse). El
proceso terapéutico le fue señalando un camino distinto, al enfrentarse a las
situaciones de dolor ‘ ‘descargando” sus angustias en la terapeuta y al m isso
tiempo propiciando que la señoraje “ haga cargo” de su vida. Sin embaído,
parece sentir que ya tiene suficientes problemas y sufrimientos (concretóse
inmediatos) como para aumentar “ su cuota” con la terapia. La negación está
presente a lo largo de la sesión (la señora parece contenta).
Los comentarios que se realizan en el diálogo parecen corroborar un ániso
“ com o si nada estuviese sucediendo” . Contratransferencialmente, la tesa-
pe uta siente haberse igualado a la señora, se disculpa, dándole a entenderlas
ella tampoco “ se pasa la gran vida” (ha trabajado durante su viaje). Al fa­
cerlo se libera, en alguna medida, de hacerse cargo de ella, negándolas
dificultades, el fin inminente de la terapia.
A continuación Irma cuenta lo que ya había decidido en esos días: que va
a empezar a trabajar con una señora que vive cerca, cuidando a una riña de
seis meses (lo cual significa que no podría asistir a las sesiones). Las ventajas
de tal decisión serían económicas (dice que no puede pedirle más a su marido)
y además se trataría de un trabajo fácil, tranquilo y que puede durar vanos
años. La niña que cuidará está bien educada, ñola han acostumbrado a “ estar
en brazos” . Dice que la chica que la cuidaba anteriormente tenía 15 años, que
como mujer joven tenía otros intereses y por lo tanto no era confiable. Si bien
desde una perspectiva ex tem a el argumento de la señora es irrefutable (decide
ir a trabajar por necesidad económica), el contexto en que se plantea nos
perm ite entender cómo la señora recurre a esa “ supuesta realidad incues­
tionable” para abandonar la terapia. El desarrollo comprensivo del proceso
muestra la estirpe defensiva de su conducta, que aparece perfectamente ade­
cuada a sus necesidades materiales.
La autoestima devaluada de Irma parece alcanzar a las personas con las que
tiene contacto: siente que al marido no le puede pedir más, a la terapeuta
tampoco, dado que ésta sería demasiado joven. En relación con los cuidados/
no cuidados de la madre, y ahora de la terapeuta, Irma siente estar siempre en
manos inexpertas, de personas que noestán en capacidad de hacerse cargode
ella a cabalidad, de contenerla (de sostenerla en brazos). Más aún, parece
sentir que siendo joven la terapeuta y teniendo por ende intereses, no estaría
siempre con ella (sólo la ve una vez por semana). Haciendo alusión también
al tiempo, la señora opta por un trabajo cuya durabilidad estaría garantizada.
Pese a que la terapeuta convino inicialmente con Irma un tratamiento a largo
plazo, ella temería ser abandonada al acercarse el año (como lo hizo la madre).
L a inestabilidad de sus relacionesobjctales (signada por los sucesivos cortes
y muertes) la ha predispuesto a expectar la discontinuidad de las relaciones
que empiezan a ser significativas, aunque mencione que supuestamente busca
continuidad en el trabajo coa la señora.
Recordemos que cuando la señor;: Irma tenía sólo seis meses de nacida, la
madre salió embarazada de un hombre qué no era su marido. Esto ocasionó un
sinnúmero de problemás que la hicieron rolar de casa en casa. La madre no la
quería y nadie quería recibirla. Irma estaría reviviendo en la terapia antiguos
sentimientos de venganza: ante la eventualidad (imaginada) de ser abando­
nada nuevamente, decide dejar a la terapeuta. Al contarle lo contentaque está
por haber encontrado a otra señora buena con quien trabajar, intenta “ talió-
nicam ente’ ’ hacer sentir a la terapeuta como pudo haberse sentido ella de
pequeña: como una persona permutable.
Para la paciente habría dos tipos de trabajo: uno fácil, donde se pueden
descargar responsabilidades, que puede ser utilizado come pretexto para huir
de !o conflictivo; un trabajo cuyas “ ventajas’ ’ estarían también relacionadas
con ahorro de energía (ganancias), en tanto no implican cambios (para lo cual
se requieren esfuerzos) puesto que se siente adiestrada para ello. De otro lado
estaría un tipo de trabajo difícil, como el de la terapia, que ella deja. El trabajo
terapéutico le ha supuesto enfrentarse a las vivencias traumáticas con lo pre­
cario de su vida actual (más visible en él contraste con la “ vida que irradia”
la terapeuta). La fragilidad yoica de la señora se pone de m anifiesto en la
dificultad para asumir sus responsabilidades (hijos, terapia), utilizando los
“ m ejores'’ argumentos (lo que larealidad inmediata le ofrece). Como siente
que ha sufrido mucho, opta por el trabajo que imagina más fácil, sin im pre­
vistos, aunque ello suponga insistir en la *‘falsa’’ existencia, en la niña adies­
trada, en seguir vi viendo sin lograr acceder a una dimensión de bienestar más
integral, que la comprometa más creativamente con su propia historia.
. Al finalizar la sesión Irma invita a la terapeuta una ‘ ‘m azam orra” (pre­
parado de leche y maicena), organiza un lonche de despedida, como si se tra­
tase de dos buenas amigas que intentan conversar, olvidándose de todo lo con­
flictivo que pueda haberse suscitado entre ellas. El deseo de armonizar intenta
borrar todo, hasta convencerse de que *‘en realidad no pasó nada” : lo que se
intentó hacer, experimentar como algo nuevo, vuelve a su cauce natural, el
que conoce desde el inicio de la vida.

Un grupo de niños

Respondiendo á una demanda recurrente de los pobladores, se decidió


atender a los niños, aunque inicialmente no había sido programado. Se for­
maron ocho grupos con niños entre cinco y once años de edad. Seis de ellos
fueron constituidos de acuerdo con la modalidad clínica habitual en el trabajo
psicoterapéutico infantil. Los otros dos fueron gestados inicialmcnte de m a­
nera bastante informal: una de las terapeutas del equipo propuso a algunos
niños, que solían merodear por el consultorio, la iniciación de dos grupos de
juego. Posteriormente estos grupos trabajaron regularmente de acuerdo con
los principios de la psicoterapia psicoanalítica. El caso que desarrollaremos
F ‘ - Intentando una relación terapéutica Q 57 '
-■ —I-----------------------------------------------:---------:-----:-------- :--------------------
fi ' •
h"' •■,■■■■ . ’ v . v ;
corresponde a un grupo de niños entrelineo y siete años, cuya duración fue de
aproximadamente tres años (entre 1983 y 1986). Eran niños especialmente
!; descuidados por sus padres; éstos salían a trabajar durante todo el día, El trato
■■ para la terapia se realizó directamente con los niños. La terapeuta logró hablar
con algunos de los padres, después de muchos meses de trabajo con los niños.
Un día, mientras la terapeuta descansaba, luego de atender a pacientes
adultos, uno de estos niños, Franco (5), se acercó a conversar con ella. Le hizo
j varias preguntas sobre su trabajo y luego le contó de algunas ‘ ‘historias que lo
asustaban” . La terapeuta decidió ofrecer al niño y a tres de sus amiguitos un
lugar y un tiempo constante donde pudiesen hablar de las cosas que los
confundían. El niño aceptó gustoso. Asistió el día convenido con Chicho (5)
y Dany (5).
Adicionalmente al trabajo, en esencia reconstructivo en la terapia de adul­
tos, el tratamiento de los niños implicó la posibilidad de acceder a la ob­
servación de aspectos de la socialización primaria. El establecimiento de
nexos entre las situaciones traumáticas actuales y las secuelas derivadas de
ellas adquiría particular transparencia.
-« ■Tratándose de niños que viven en condiciones de abandono y descuido,
resulta plausible el entusiasmo que muestran frente a la perspectiva de jugar
regularmente en el consultorio. Sin embargo, la terapeuta suscita en ellos, si­
multáneamente, sentimientos profundos de desconfianza y de marcada hos­
tilidad. La propuesta terapéutica planteada en tal contexto, adquiere, como
veremos, múltiples significados.
Si bien el trabajo con. este grupo de niños supuso.grandes dificultades, fue
particularmente valioso para el estudio de la estructura yoica. Pese a que los
niños asistían regularmente a la hora pactada con la terapeuta, el despliegue
de actitudes hostiles y el “ desborde” instintivo hacía pensar que el trabajo
con ellos-cra inviable. Los niños solían agredirse físicamente entre sí, ata­
caban a la terapeuta y el propio consultorio. Se tuvo que ‘ ‘reparar’’ en varias
ocasiones las paredes, puertas y techo del mismo. Con frecuencia los niños
sentían hambre durante las sesiones, haciendo alusión constante a la comida.
La dimensión “ como si” , propia del trabajo terapéutico, parecía, en tales
condiciones, verdaderamente inaccesible. La fantasía se veía constantemente
amenazada por el incremento de las necesidades alimenticias insatisfechas.
El análisis de las sesiones permitió, de una manera casi directa, desarrollar
' ¡ algunas reflexiones sobre el proceso de formación de lapersonalidad infantil.
Las escenas terapéuticas muestran, de forma privilegiada, el tránsito desde las
condiciones “ materiales y sociales” hacia su transposición psíquica (devi­
niendo estructural).
- Inestabilidad de l i s vínculos prim arios
- . '■% ' -• :f ^ ' " * ................ * ..... ............'

Franco cuenta que en su casavi ven muchos niños, que no sabe bien quiénes
son. Dice que antes decía “ mamá’ ’ a la Fanny (mujer morena que vive frente
al consultorio y que aparentemente se dedica a la prostitución), pero que ahora
. ella le ha prohibido que lo haga. Ahora él llama “ mamá” a la abuela. Mien­
tras el niño dice esto se esconde avergonzado debajo de una banca. Cuenta
que antes vivían dos hermanitas en su casa, las cuales murieron trágicamente
(fueron aplastadas por el aguatero). Las recuerda como *‘las papitas’ ’ (acep­
ción vulgar para denominar a las mujeres). Mientras Franco habla, los otros
niños lo escuchan: no cuentan nada sobre sus casas, solamente que sus padres
no están nunca en ellas.
A continuación los niños dibujan. Chicho hace un muñeco con “ cola” ,
dice que tiene que ser bien larga. La empiezan a recortar, comentando que es
un “ chavo” con su banano. Habla “ del ombligo largo de su bebita (herma-
nita) que se lo habían cortado” . Después que la terapeuta relaciona sus angus­
tias respecto al origen de sus vidas con las del inicio del grupo, Franco dice
.sentirse muy confundido. Les pregunta directamente ¿quién es mi mamá? Los
demás niños le responden que es la Fanny. En las secuencias siguientes los
niños dibujan, insistiendo en “ firmar” sus nombres completos. Hacen Figuras
con la plastilina, forman animales y luego los pisan, descubriendo que queda
una marca en el zapato. Comparan las diferencias que existen entre unay otra
huella. Al final Franco no quiere irse a su casa, desea quedarse en el
consultorio “ para siempre” .
Una primera reflexión que surge del material se refiere al modo como la
terapeuta da inicio a este grupo. Ella se comporta de manera distinta a como
suele hacerlo usualmente en su trabajo terapéutico. No planifica la apertura
del grupo; éste se inicia casi como producto casual de un encuentro con un
niño de cinco años. Los integrantes son elegidos en forma casi arbitraria (ini­
cialmente sólo se considera el factor edad). La terapeuta se sorprende a sí
misma (análisis de la contratransferencia) trabajando de modo tan “ infor­
m al’ ’ como parece ser que lo hacen los padres de los niños, cuando “ plani-
- fican” la familia. Los contenidos de la sesión confirman la idea generalizada
de que son circunstancias fortuitas laá que definen el origen, así como el
' devenir de la vida. Los niños albergan el sentimiento de que así como nacen,
- pueden morir, por “ accidente” (como sucedió con las “ papitas” ). De ahí la
acentuada necesidad de firm ar sus nombres, entendiéndose como una de-
L m anda de reconocimiento y afirmación. Desearían sentirse confirmados,
- desde el inicioj. como personas únicas, incanjeables, para obtener la seguridad
de que el grupo (la vida) continuará. Las circunstancias del comienzo de su
existencia signado por el azar y el no reconocimiento genera el sentimiento de
que la vida puede ser “ cortada” , interrumpida en cualquier momento. El
corte del cordón umbilical (comienzo de la vida) estaría asociativamente
vinculado a su fin súbito. <
Los sentimientos de inestabilidad y anomia de los vínculos primarios se
. hacen visibles en los inicios de la relación terapéutica. El interés particular que
la terapeuta m uestra por lo¿ niños parece estimular en ellos deseos pos­
tergados de individuación y diferenciación. El afán de distinguirse de los
demás, de ser protagonistas de esta nueva experiencia resalta sobre un tras-
fondo de circunstancias anonimizantes. El análisis de la “ actuación” de la
terapeuta frente a los niños echa luz sobre esta problemática. Si bien ella tuvef
una feliz iniciativa al dar inicio a este grupo, no dejaba de ser significativo el
hecho de que no se hubiesen tomado los habituales recaudos metodológicos.
Las preguntas que el niño formula a la terapeuta sobre el con fuso origen de su
vida, parecen trasponerse a los apenas esclarecidos motivos quedan inicio al
grupo. En sesiones posteriores, la terapeuta vive el desconcierto de tener
pocos datos biográficos sobre los niños. No puede orientarse por un motivo de
consulta o por el conocimiento de los problemas que los niños enfrentan
cotidianamente.
Por otro lado, el material permite establecer otra conexión asociativa entre
los pasajes del inicio de la sesión/grupo/vida y el juego de “ pisar” la plas-
tiüna (destruir las figuras para luego reconocer huellas). La posibilidad de
perennizar (ser recordado) está vinculada al acto de *‘pisar’ ’ (verbo que en su
acepción popular significa relación sexual, derivada del apareamiento entre
los anim ales: el macho pisa a la hembra). Los padres dejan su huella al
“ procrear-pisando” (sexualidad destructiva); simultáneamente,sc recuerda,
de este modo, a aquellos que fueron destruidos violentamente (todos recuer­
dan a ‘‘las papitas’ ’ pisadas por el aguatero).
La destructividad de los niños, el lenguaje procazque utilizan, aunadoa la
referencia a miembros de sus familias con prontuario policial, constituyen el
contexto donde se gestan estrategias de supervivencia (conductas esen­
cialmente defensivas para hacer frente a un entorno obstaculizados) tratando,
al mismo ¡iempo, de alcanzar con ello una suerte de protagonismo delincuen­
cia!. AHÍ donde el ambiente no facilita la afirmación de la individualidad, la
violencia garantizaría, de algún modo, la posibilidad de dejar algunos rastros
de distintividad.

Intentos de elaboración psíquica

En una sesión posterior, después de una semana de iniciado el grupo, los


niños logran concentrarse durante varios minutos en un juego que suscita el
entusiasmo de todos. Uno de los niños ha traído un papel platina y otro ha
escogido unas conchitas de la caja del juego. Deciden hacer huequitos en el
papel y colocar una conchita en cada uno de ellos. La terapeuta se sorprende
al verlos trabajar con tanto cuidado y paciencia. Súbitamente llega al con-
sultorio una de las hermanas de Chicho, diciéndole que lo llama so mamá
porque tiene que ir a comprar kerosene. El juego queda trunco. Los demás
. niños comentan que tienen que trabajar mucho en casa, que sus papás les
pegan. Al final de la sesión los niños trituran las conchitas, intentando romper
los dibujos que están pegados en la pared (que pertenecen a ellos y a otros
niños de otros grupos). -
El intento de establecer un cierto orden (juego organizado de las conchitas)
para encontrar un sentido a los numerosos traumas de su existencia, em ­
pezando con su nacimiento (concha, igual vagina en castellano vulgar) se ve
interrumpido por nuevas presiones externas (requerimiento de la compra del
kerosene), imponiéndose una vez más la violencia indiscriminada: triturar,
romper, pegar. Los niños destruyen aquello que recién estaba adquiriendo
forma. La sobreexigencia de los adultos, la desvalorización total del juego
infantil, propicia la violencia en ellos. La defusión instintiva causada por in­
numerables traumas trunca en su inicio los intentos de elaboración psíquica.
A través deí análisis del material de los grupos de niños accedemos a con­
tenidos referidos al proceso aún no consolidado de formación de la estructura
psíquica. De m anera análoga a los sueños infantiles, la distancia entre el
conflicto intrapsíquico y la conducta actual es pequeña. En el proceso tera­
péutico los niños actúan de m anera inmediata sus conflictos y ponen de
manifiesto la fragilidad yoica. Durante la sesión somos testigos de la forma
brutal como el mundo extemo interviene, truncando los intentos de organiza­
ción interna. El odio y la destrucción están directamente relacionados con la
imposibilidad de disponer de un espacio interno y externo para su desarrollo.
Los padres y el mundo, el entorno en general, constituyen imágenes am e­
nazantes o “ trituradoras” que pasan a formar parte del mundo interno del
niño. La sexualidad no parece ser fuente de vida, sino que se asocian la con­
fusión, a la destructividad y autodestrucción, formando parte de la cotidia­
nidad.

Imaginando espacios cerrados -

En una sesión realizada algunos meses más tarde, constata la terapeuta que
el “ hueco” del consultorio está más grande. Los mismos niños que lo han
hecho, lo han ampliado durante su ausencia, pues el material del consultorio
no es "noble” : es de esteras y triplay. Los hermanos y amigos que se quedan
fuera hacen la sesión prácticam ente imposible: miran por el hueco, piden
entrar. A su vez, losiííños que están dentro abren constantemente la puerta,
sacan los juguetes, los enseñan o dan a los de afuera. Los niños dibujan una
casa, luego la convierten en un átaúd, colocando dentro una manzana (alusión
directa al cuento de Blancanieves, sobre el cual habían hablado en sesiones
anteriores! La terapeuta había sido señalada com o la bruja). Al sentir la
terapeuta grandes dificultades de concentración, que hacen prácticamente
imposible el trabajo, decide formular un señalamiento que apunta a la res­
titución de un mínimo de orden en el caos reinante. Simultáneamente cierra
3a puerta del consultorio.
El consultorio con huecos parece expresar cómo se perciben los niños:
como un contenedor con agujeros y fallas, reflejando aspectos de su mundo
interno y serias dificultades en la consolidación de las fronteras yoicas. La
propuesta analítica que supone *‘cerrar puertas’\ intentando delimitar, com-
partimentar espacios internos para comprender mejor, es asociada en tal con-
lex to con la muerte. El consultorio cerrado es imaginado como una caja, como
un afaúd al que es necesario hacerle huecos para mantener contacto con el
afuera y de ese modo salvarse. Esta interpretación adquiere sentido en relación
con la costumbre que los padres tienen de dejar encerrados a los niños dentro
de sus casas cuando tienen que salir. Se trataría de supuestas medidas de pro­
tección, sin embargo implican también castigo (lo hacen con los niños espe­
cialmente traviesos o para evitar que se “ ensucien” con la tierra). El “ cerrar
las puertas’ ’ está teñido de angustias de muerte, configurando una situación
que es vivida como apremiante. En este contexto 1¿ terapeuta es fantaseada
como una bruja seductora, que viene a tentarlos con su presencia y con los
juguetes que trac. En muchas oportunidades los niños reprochaban a la
terapeuta haberse enfermado. Adjudicaban su mal al agua que ella les solía
traer en una botella para jugar.
La propuesta terapéutica apunta al intento de transmitirles pacientemente
a los niños la posibilidad de imaginarse espacios cerrados, donde fuese po­
sible profundizaren la comprensión de los eventos traumáticos, sin tener que
senlir pánico frente a las angustias primitivas.
El material de esta sesión permite apreciar la forma cómo el conocimiento
de las condiciones de vida de los pobladores estudiados, hace posible la pro-
fundización del proceso comprensivo. De esta manera se evitan planteamien­
tos psicologistas. Es necesario saber que los padres suelen dejar encerrados a
los niños—también a los más pequeños—cuando abandonan sus casas. A partir
de este conocimiento el terapeuta puede registrar cmpáticamemc las angustias
de abandono y muerte del niño en el consultorio. Sin embargo, el trabajo de
elaboración en la sesión no abandona el plano simbólico. Es decir, la terapeuta
no abre la puerta ni la cierra: no actúa. La puerta permanece cerrada como
parte del “ encuadre” que es expresión de la necesidad ;le privacidad para
lograr consolidación de la estructura yoica. La terapeuta, que es una figura
extraña para los niños, es fantaseada como una imagen amenazante, ;u¡áU>ga
a los padres ausentes. En la medida en que se avanza en la comprensión de la
psicodinámica, va despojándose la imagen de la terapeuta de sus rasgos mons­
truosos y los niños pueden “ encerrar” dentro dé ellos una imagen protectora.
D ificultades de elaboración •
■ • I f- ■ ‘ ¡ • '

■;En otra sesión realizada por la misma época de la anterior, Franco expresa
tener m ucha hambre, quiere irse a su casa para comer su “ segundo” , luego
decide esperar que el grupo termine. Propone a la terapeuta jugar, pero ésta le
dice que sólo lo acompañará en el juego. Más tarde la madre del niño aparece
en la sesión, anunciándole su salida de la casa. Ante unapceguntadel niño
sobre su *‘segundo” , ésta le contesta que solamente le ha dejado sopa. En una
escena posterior, el niño decide comerse los juguetes. Se mete a la boca los
“ bebitos” de la caja de juego.
Parece que la negativa de la terapeuta a jugar es sentida por los niños como
muy cxigenie. La renuncia es “ demasiado” , después de haber intentado el
niño la postergación de la satisfacción de una necesidad básica, impidiendo
así que su presencia y sus intervenciones puedan ser “ digeridas” . Las inter­
pretaciones no son entendidas. Las dificultades de elaboración se acentúan.
Como las demandas tanto primi ti vas como concretas no parecen ser suficien­
temente tomadas en cucntapor la terapeuta, el juego regresiona hacia niveles
de m ayor indiferenciación. :
De otro lado se establece una cadena asociativa: comerse el segundo plato/
comerse el segundo bebé, es decir, comerse al hermanito que viene después
de él. Pareciera que cuando el plato básico no está asegurado (o la estructura
psíquica no está consolidada), lo que emerge es una tendencia hacia el cani­
balismo. Recurriendo a la teoría psicoanalítica extendemos la interpretación
al “ segundo” o segunda persona (aludiendo aquí a la madre o sustituto en­
cargado del cuidado). La ausencia del “ segundo” (de la madre) desata im­
pulsos primitivos, los cuales son actuados en la sesión: “ comerse los unos a
los otros” .
En esta sesión se puede estudiarla forma cómo el hambre, que demanda su
inm ediata satisfacción, se vincula con aspectos centrales de las relaciones
objctales. El puente asociativo entre estas dos dimensiones es el segundo pla­
to de comida: el hermano que viene detrás y la madre que no sólo provee de
comida, sino que a través de su presencia y atención posibilita la formación
del núcleo, la sustancia de la personalidad. Asistimos a través del material de
la sesión a la reedición, en la relación bon la terapeuta, de la forma cómo el
sustrato material (demanda de comida) se convierte en el sustento inicial de la
- relación objetal. En la medida en qué ésta es m ás fiable se hace posible la
• postergación de la satisfacción de los im pulsos instintivos. A la falta de
. “ segundo* ’ (comida) corresponde la ausenciade la madre como objeto fiable
t y el odio.desenfreuado frente al rival, que no sólo le disputa al sujeto la aten-
- ción de la madre, sino también el plato de comida. Los niños intentan imponer
| .ala terapeuta una conducta apropiada a las carencias (ocompensatoria de...),
¡ leéxigén actuar como si fuera uno de ellos, renunciando con ello a la reflexión
(quieren que juegue con cl!os)t Parecería que no hay otra opción que acceder
a las exigencias regresivas o propiciar la destrucción desenfrenada.
Se intenta, en otras sesiones, a través de la interpretación, buscar una vía
■diferente, recogiendo em páticam cnte los sentimientos de profuridá frustra-'
ción, evitando la actuación. . ..

Fantasía/juego y p rin c ip ió d e realidad

En una sesión que tiene la particularidad de realizarse después de las fiestas


de Navidad, están presentes los tres niños. Luis, que ha ingresado hace unos
m eses al grupo, propone hacer una “ parrillada” , dice que hay que matar un
caballo. Sacan la figura de plástico de ia caja de juego . Parecen entusias­
m ados, ordenan los juguetes, los tickets para la venta, etc. De pronto Dany (el
niño de personalidad más integrada del grupo), dice: ‘“ ¡cómo vamos a comer
el caballo , si éste sirve para m ontar!” . Los otros dos niños recapacitan y
deciden cocinar un chancho. A continuación Luis pregunta a la terapeuta si
habló con su mamá (había concertado una cita con ella). Franco comenta que
la terapeuta ya conversó con su mamá). E! juego parece olvidado. Luis busca
otro juguete en la caja y descubre que ésta está com pletam ente desfondada,
dice que está rota. Seguidamente comienza a hacerse el borracho, realizando
una actuación casi fidedigna de las escenas de borracheras propias de los
adultos. Cam ina tambaleándose, patea la caja y dice: ‘ ‘esta huevada no sirve
para nada, no hay ni michi, no tengo para comprarle a mi hijr/ni un juguetito,
cha su m adre; ¡carajo?” . Franco lo imita, simulando caerse, dando traspiés...
Los tres niños se sientan a “ chupar” , dicen: “ chupa, chupa, todo es una hue­
vada; ¡carajo!” . Franco patea y destroza todo. Dany dice: “ si rompen lacajá
ya no se van a poder guardar los juguetes” . No le hacen caso. Franco le res­
ponde: “ calla, enano, cotorra, cara de pollo aplastado” .
Lo que podría interpretarse como un intento diferenciador de un miembro
del grupo (la argum entación óbjetivízadora de Dany) im plica tam bién un
acercam iento a la realidad experimentada como “ peligrosa” , como si las re­
ferencias a la cotidianidad mostrasen súbidamene la “ irrealidad" del juego.
La ilusión de que éste sea realidad contrasta con sus experiencias diarias (no
suelen com er carne), volviendo “ inverosím il” el juego. La referencia a la
m adre y el eventual encuentro con ella fuera del settin g parece introducir,
com o una irrupción, las carencias cotidianas en el ám bito lúdico. Las se ­
cuencias de las borracheras son escenificadas de m odo “ despiadadam ente
real” .
L a presión ejercida por la frustración oral sería tan intensa, que ios niños no
parecen querer arriesgarse a d:tr rienda suelta a su im aginación, dado que ésta
podría acercarlos peligrosamente a demandas reales (inalcanzables). Tem e­
rían, mediante el juego, perder contacto con la realidad. •-
De lo que se trataría es de la necesidad de tener que calcularlo todo, de d e ­
sarrollar una acen tu ad a capacidad de anticipación, evidenciándose un d e ­
sarrollo precoz del yo, instituido como defensa. Sin embargo, cuando los re ­
cursos defensivos fracasan, se suelen desencadenarlas “ actuaciones” , gene­
ralm ente de índole destructiva. Las fiestas navideñas definen el contexto, el
cuai r.upone en los niños un incremento de los sentim ientos carenciales: falta
de com ida, de jugue tes, de entretenimientos!, etc. A ello se susnaría e lh ech o de
que la terapeuta estu vo ausente-en esos días. A dem ás de descuidarlos, ella,
como rep resentante im aginario del mundo de los ricos, habría p a sad o unos
días en la abundancia, evidenciando un mayor contraste con la situación de
indigencia total de los niños. Lo que aparece como compensación es la urgen-
c ia p o r “ actuar” la realidad. La borrachera, “ tal cu al” la de los adultos, inte­
rrum piendo el ju e g o p o r ende, trabando el procesam iento del conflicto. E l
piano fáetico, en conexión con la frustración oral, irrum pe desm oronando el
plano sim bólico.
Al final d é la m ism a sesión, Dany intenta nuevamente retom ar el inicio del
juego: hace una parrillada. Sin em bargólos dem ás niños no le hacen caso. Se
han precipitado en un frenesí de “ actuaciones” . L uis se acerca a la terapeuta
y la quiera besar, dicéndole: “ quiero cachar, quiero cachar” (alusión a la
copulación). Dany, contagiado por los demás, tom a un muñeco pelirrojo de la
caja, a! que llam an “ la gringa” y decide comérselo “ porque no tiene chan­
cho” .
El increm ento de la presión instintiva parece desencadenar una confusión *
m asiva entre las “ necesidades” y los “ m edios” para satisfacerlas: comer,
cachar, montar, chancho, terapeuta, caballo. Todo parece ser perm utable para
ellos. C o m er/cach ar a la terapeuta im pediría que ésta pudiera aten d erlo s.
Pareciera que esta secuencia ilustra respecto de una tendencia genera! izada en
c! estrato social que nos ocupa: la destrucción de los m edios que podrían p er­
m itirles avanzar.
- R esu lta e v id e n te que las m odalidades del ju e g o de los niños expresan
form as actuales de la organización de su personalidad. M uestran un nivel
acen tuado de d esestru ctu ració n . Los esfuerzos p o r d e sa rro lla r un ju e g o
“ organizado” , suelen fracasar por aumento d epresión y defusión instintiva.
Si bien m uchos de lo s pasajes del juego pretenden la elaboración psíquica de
experiencias traum áticas, la secuencia arriba descrita no parece com prom eter
suficientem ente lo s aspectos internos (la im itación de los m ayores es re a ­
lizada con “ realism o sobrecogedor’ ’).Los niños llegarían a integrar las expe­
riencias de la realidad, invistiéndolas de sentido, recurriendo para ello a la
fantasía, a la im aginación, etc. El juego, sin em bargo, sería ‘ ‘precario’ ’, en la
m edida que lo o b je tiv o prim a sobre lo su b jetiv o . Un nivel de an sie d ad
dem asiado alto, m enoscaba las posibilidades creativas del juego. L a crudeza
dc 'lá rea lid ad lo g ra socavar la"capacidad p o ten cial de o rg a n iz a r c o h e ­
rentem ente las experiencias fragmentarias de la realidad extem a.
; . . . ^ ,

L as particularidades de los nií\os de este grupo hacían difícil el trabajo


volviéndolo pormomentos insoportable. La terapeuta refería constantemente
sus dificultades durante las supervisiones. En muchas ocasiones estuvo a
punto de desistir. Antes del inicio de una sesión la terapeuta repara en sus
sentimientos contratransfercnciales. Se pregunta cómo podría ayudar a estos
niños, cómo podría superar la barrera de incomunicación que percibe en rela­
ción con ellos. Las actuaciones agresivo-destructivas de los niños se suceden
de tal manera que resulta casi imposible formular una interpretación verbal,
cuyo sentido logre atenuarlas. Se pregunta si el lenguaje que utiliza es dema­
siado elevado, sofisticado, para ser verdaderamente entendido. Asimismo,
pese a l a interrelación continua (familiaridad) que mantiene con los niños, la
terapeuta tiene la impresión de ser percibida por ellos como un ser extraño,
demasiado distinto a sus padres.
Una sesión se inicia con la llegada de dos de los niños mayores de! grupo.
De los juguetes de la caja eligen un espejo y una medalla, los cuales se han
convertido desde hace un tiempo en los objetos favoritos. El juego consiste en
buscar un ángulo del consultorio desde e! cual puedan reflejar el sol. Al cabo
de un rato, conforme la tarde avanza, los rayos del so! se vuelven inaccesibles
para proseguir ei juego. Sugieren subirse sobre una'banca, luego colocan sobre
ésta las dos sillas. La terapeuta los ayuda a subirse, acondicionando las sillas.
Cuando logran volverá alcanzar los reflejos, se imaginan un “ casamiento”
entre ellos. Disfrutan repitiendo la unión de las luces reflejadas. Uno de ellos
enfoca la luz en los ojos de la terapeuta. La miran durante un buen rato, son­
ríen, finalm ente se ríen estrepitosamente... Comentan que “ parece una m on­
ja ” , aludiendo a la aureola (reflejo de luz) que habría recaído sobre la cabeza
de ella. Al final de la hora lleg a el niño más pequeño del grupo. Pretende
encaram arse también en la banca, pero sólo consigue desbalancearla, oca­
sionando la aparatosa caída de los tres niños al suelo. La terapeuta queda
sobrecogida.
Los deseos de encuentro con la terapeuta se expresan com o reflejo. E l
juego del casamiento, que se repetiría a lo largo de varias sesiones, podemos
referirlo a la m etáfora de W innicolt respecto de la relación m adre/hijo
figurada como un *‘matrim onio’ ’ en el cual van confluyendo las experiencias
de descubrimiento entre lo que el niño por sí mismo es capaz de descubrir y lo
que la m adre refleja al ser ella misma.
L a iden tificació n con la terapeuta/m adre tendría que fa c ilita r p au la ­
tinamente la integración de los sentimientos do omnipotencia de los niños con
aspectos de la reaiidad. Este complejo proceso, propio de la formación del yo,
revivido en la terapia muestra serias dificultades. Desde la contratransfei encia
la terapeuta se cuestionaa sí m ism a los sentimientos que estaría suscitando en
los niños. Estos buscan una luz (para poder jugar, para iluminarse) qucúcntcn
inaccesible. L a identificación con la terapeuta implica un esfuerzo denodado
(tienen que ‘ ‘treparse’ ’ a*una banca) sintiéndose ¡Erente a ella demasiado bajos.
... E l desfase entre la realidad de los niños y la de la terapeuta es dem asiado
acentuado. L a asimetría de las posiciones hace difícil el encuentro, el reflejo.
Frente a ello la terapeuta intenta superar la asimetría literalmente: coloca a los
niños en una posición m á s elevada. A l final constata que sus in ten to s se
vuelven vanos cuando aparece otra parte del grupo (el m ás pequeño), el cual
h a sido escindido. Cuando ello sucede, todos se vienen “ abajo’ ’.
L a escena de la m irada que sostienen los niños con la terapeuta parece
rem itim os tam bién a una fase tem prana del desarrollo descrita por Spitz: allí
donde los ojos de la m adre constituyen laprim era gestalt organizadora de la
realidad.
En la secuencia siguiente vemos cóm o los niños se ríen a carcajadas. Ven
a la terapeuta como una m onja, con una aureola, un brillo sentido com o ajeno
a ellos. La propuesta terapéutica sería sentida como dem asiado “ elevada” ,
abstracta. P or m ás que ellos intentan encaram arse en lugares altos, no lo­
grarían alcanzar el nivel en que im aginan está la terapeuta.
M ás allá de las-dificultades técn icas y herm enéuticas asu m id as re ite ­
radam ente p o r el equipo, nos im aginam os que la relación terap éu tica está
reflejando, en algunos casos, los problem as de com unicación padres/hijos
propios de esta población. El discurso de los padres suele exigir m etas dem a­
siado altas, sin contem plar las posibilidades de realización. Los intentos de
acercam iento a los niños tienen, por lo general, un acento superyoico y con
ello se acentúan las distancias.
Una sesión se lleva a cabo sólo con la presencia de F ranco. Se re aliz a
después de dos años de iniciado el grupo. E l desenvolvimiento de las secuen­
cias lúdicas e interpretativas m uestra una m ayor em patia en la relació n te­
rapéutica. Los contenidos del ju e g o pueden ser referidos constantem ente al
plano de la interacción. Cuando llega Franco comunica a la terapeuta haber
aprendido a hacer bailar el trompo en la mano. Luego de m ostrarle su nueva
habilidad le pregunta si le trajo la gom a que le había prom etido. L a terapeuta
asien te y se la da. El n iñ o aplaude contento: le saca la tapa al gom ero vol­
teándolo hacia abajo para que la gom a salga, justo cuando va a caer, la sos­
tiene *‘rapidito” . Repite lo mismo varias veces. Luego hace dibujos, los pega.
Posteriorm ente comenta: *‘hay gom a com o cancha” . M ientras trabaja escupe
de tanto en tanto. Dice que lo hace porque huele feo, que “ alguien se tiró un
pedo” . Cuando la terapeuta le pregunta quién, él dice: “ tú pues” ... Saca de
sus b o lsillo s unas crayolas y dice: “ m ira, la vez pasada m e la s lle v é para
p in ta r en mi casa, pero ahora las he traído para pintar aquí c o n tig o ...” . A
continuación comienza a toser. C uenta que la señora Florinda le sirvió café al
señor X, éste se quejó de que el café estaba muy'espeso. Le había servido una
ra ta , el señor se la m etió a la boca, pero felizmente no se la pasó: era una rata
cochina. Vuelve a toser. Coge el trom po, levanta la caja de ju g u etes y se mete
den tro , se acurruca y obviamente.se rompen las paredes de la caja. Luegade
m ira r asu stad o lo que h a sucedido decide arreglarla. Dice: “ tenem osque
c u ra rla ” . ' " ' / . T " " . .1 ' " ' - ...... 7 ” " " -

E n la sesión parecen conjugarse dos experiencias sentidas com o placen­


teras p o r e l niño: laq ue constatalaabundanciade la gom ay laquem uestrasu
n u e v a h a b ilid a d (cap acid ad de aprendizaje). Ambas se presentan c a n o
experiencias novedosas, desconocidas por él anteriormente. La capacidad de
contención, tan im portante para un niño que suele “ desbordarse” , aparee*en
un c o n te x to donde se dispone de suficiente material. Recién allí siente qué
p u ede aguantarse. Puede contenerla goma, porque siente que no estaríaju-
gando “ con la últim a g ota” . Esto propicia una mayor disposición para ela­
borar sus experiencias corporales. L a alusión a la descarga (pedo) es expe­
rim entada en el m arco de la relación, que siente “ lo contiene” . Puede expre­
sar frente a la terapeuta sus aspectos internos percibidos como ‘ ‘cochinadas’’
m ostrándose m is empático.
S in em bargo, pese a estar m ás dispuesto a com partir sus partes experi­
m entadas como sucias, parece que existieran dentro de él otros aspectos per­
cibidos com o inmundos frente a los cuales recurre a mecanismos de defensa
p rim ario s. El niño escupe y tose varias veces durante la sesión, queriendo
e x p u lsa r (la rata que el señ or “ no p£sa’\ y el hecho que a él lo acusan de
ratero). Los impulsos de querer robar, apoderarse vorazmente de las cosas que
siente le han sido negadas, parecen atormentarlo. Las actitudes de reparación
(d ev o lu ció n de las crayolas, deseo de arreglar la caja) no parecen tranqui­
lizarlo. Recurre a mecanismos proycctivos: se imagina que la terapeuta piensa
que él sigue siendo ratero (una ‘ ‘rata’ ’). El niñoparece tener la fantasía de que
después de expulsar sus cochinadas, éstas volverían nuevamente a su interior,
por tan to tendría que volver a arrojarlas: tosiendo, escupiendo, etc.
P arecem os asistir, en la terapia, a la revivencia de los procesos primarios
de form ación de la personalidad (utilización de mecanismos de defensa pro-
y e c tiv o s e introyectivos). Si bien el ju eg o se desarrolla más constructiva­
m ente, evidenciando un m enor grado de estructuración yoica, el aprendizaje
(vía introyección de aspectos de la terapeuta/terapia), se da en un contexto de
an g u stia paranoide. P royectivam ente el niño imagina, por m om entos, a la
te rap e u ta com o dañina. L a destrucción de la caja-continente, después de
haberse *‘acurrucado” dentro de ella, resulta expresión de los sentimientos de
odio c o n tra la terapeuta/madre (primitiva).

In dicios d e fortalecim iento d e la estructura yoica

En ur-'í : ’-.ión realizada al cabo de dos años y medio de iniciado el grupo,


aos de lo , ; =ños presentes dan muestras de evidentes cambios. La terapeuta
siente quo ; ^ede confiar m ás en ellos, no tiene que intervenir con tanta fre-

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