La Indigencia Material y Pobreza Psíquica
La Indigencia Material y Pobreza Psíquica
La Indigencia Material y Pobreza Psíquica
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1Episodios iónicos de co ntracción m uscular que guardaban relación estrech a con situaciones
emotivas que duraban segundos. Los hijos acudían a “ extenderle los dedos* \ com o parte de un
ritual familiar.
■ constantemente entre las difíciles circunstancias del inicio de su vida, las
actuales restricciones de existencia derivadas de la misma e incrementadas
po r las condiciones sociales, y el despliegue posible de potenciales de
{. desarrollo. "* • ■ ; v_:^;*i:-
La entrevista inicial ! •
La relación terapéutica
Ambivalencia -
Indicios de abandono
En una sesión Irmaluce el pelo recién cortado (unos días después de que ¡a
terapeuta había hecho lo mismo). Comenta sonriente que ayer fue su cum
pleaños y que la señora donde trabaja en Lince la invitó a almorzar. Luego la
trajo en carro hasta su casa. Dice que la señora le ha pedido que cuide a sus
hijos, mientras ella se va de viaje. La señora empleadora tiene una cocinera,
pero prefiere que sea Irma, una mujer madura, la que controle a sus hijos. El
otro día que estuvo allí, ellos querían salir con su guardadito (enamorado),
pero Irma les dijo que no debían estar hasta muy tarde en casa ajena. Pos
teriormente cuenta que a su padre (tío) le robaron toda su plata en el micro,
pero él no se dio cuenta. Lo único que sintió f u e 4‘algo como una punzada’ ’,
pero pensó que era el alambrito del asiento que estaba roto. La plata la tenía
en la “ secreta” de su pantalón.
Cuando la terapeuta interpreta las angustias infantiles reactualizadas en la
relación transferencial, siendo ella menor que la señora y quizás por esta
razón no suficientemente confiable para recibir secretos, Irma rememora un
evento de su biografía que ella te n ía 4‘guardadito” : relata que en casa de su
tío había un baúl que permanecía siempre cerrado, que había pertenecido a su
madre, pero no se atrevíaa tocarlo. De ella no guarda ni .una fotografía, pues
parece que no le gustaba retratarse. Dicen que era muy alegre y juguetona.
Añade: “ un día abrí el baúl y encontré vestidos lindos, tules, tiras bordadas,
enaguas, perfumes, toda ropa muy fina. Mi tío me había dicho que mi padre le
compraba muchas cosas a mi madre. Pero ésa vez que me encontró abriendo
el baúl me gritó y me castigó; me dijo que solamente cuando fuese grande me
contaría muchas cosas sobre ella. Tiempo después me relató que mi padre
-había maltratado mucho a mi madre, que la jalaba de las trenzas y que la
quería ahorcar. Pobre mi madre,.murió tan joven, cuando tenía sólo 15 años” .
Irma parece querer acercarse a la terapeuta, desea no sentirse tan distinta a
ésta. Intenta mostrar que ella también tiene la posibilidad de “ alternar” en un
«SpíÉr Intentandouna relaciónterapéutica O 53
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Antes del último encuentro, la señora Irma había viajado dos semanas a
Huacho, no pudiendo haberse llevado a cabo dos sesiones. Dijo que no se
quedaría m ás, pues no podía desatender a sus hijos por más tiempo. Tenía que
asistir a una misa de difuntos de una tía. Cuando la terapeuta va a buscarla,
luego del tiempo convenido, no la encuentra en Casa. Su hija va a llam arla
donde una vecina. La señora aparece con una cara sonriente, luciendo con
tenta y pregunta a la terapeuta: “ Doctora, ¿cómo está usted?” , a lo que la te
rapeuta responde: “ bien señora, aquí, trabajando” . A continuación la señora
se excusa por no haber estado esperándola en casa, porque tenía que con
feccionar un vestido de encaje para una niñita de un año que está enferma. La
quieren bautizar pues temen que muera.
La escena inicial de la sesión parece condensarla situación de huida de la
terapia: la señora no está en casa; cuando llega se excusa, argumentando
razones que suenan *‘familiares” a la terapeuta. Irma parece nuevamente es
tar interesada en “ colocar encajes” en lugar de intentar la elaboración de sus
vivencias traumáticas infantiles (ha ido a una misa de difuntos, está haciendo
un vestido para una niña que piensan va a morir).
La señora inició el tratamiento agobiada por sentimientos de culpa por la
muerte de su hijita, gue movilizó “ recuerdos” de la muerte de su madre en la
temprana infancia. Irma buscaba “ descargarse” , se mostraba preocupada por
las descargas incontenibles de los hijos (no paran de llorar, de orinarse). El
proceso terapéutico le fue señalando un camino distinto, al enfrentarse a las
situaciones de dolor ‘ ‘descargando” sus angustias en la terapeuta y al m isso
tiempo propiciando que la señoraje “ haga cargo” de su vida. Sin embaído,
parece sentir que ya tiene suficientes problemas y sufrimientos (concretóse
inmediatos) como para aumentar “ su cuota” con la terapia. La negación está
presente a lo largo de la sesión (la señora parece contenta).
Los comentarios que se realizan en el diálogo parecen corroborar un ániso
“ com o si nada estuviese sucediendo” . Contratransferencialmente, la tesa-
pe uta siente haberse igualado a la señora, se disculpa, dándole a entenderlas
ella tampoco “ se pasa la gran vida” (ha trabajado durante su viaje). Al fa
cerlo se libera, en alguna medida, de hacerse cargo de ella, negándolas
dificultades, el fin inminente de la terapia.
A continuación Irma cuenta lo que ya había decidido en esos días: que va
a empezar a trabajar con una señora que vive cerca, cuidando a una riña de
seis meses (lo cual significa que no podría asistir a las sesiones). Las ventajas
de tal decisión serían económicas (dice que no puede pedirle más a su marido)
y además se trataría de un trabajo fácil, tranquilo y que puede durar vanos
años. La niña que cuidará está bien educada, ñola han acostumbrado a “ estar
en brazos” . Dice que la chica que la cuidaba anteriormente tenía 15 años, que
como mujer joven tenía otros intereses y por lo tanto no era confiable. Si bien
desde una perspectiva ex tem a el argumento de la señora es irrefutable (decide
ir a trabajar por necesidad económica), el contexto en que se plantea nos
perm ite entender cómo la señora recurre a esa “ supuesta realidad incues
tionable” para abandonar la terapia. El desarrollo comprensivo del proceso
muestra la estirpe defensiva de su conducta, que aparece perfectamente ade
cuada a sus necesidades materiales.
La autoestima devaluada de Irma parece alcanzar a las personas con las que
tiene contacto: siente que al marido no le puede pedir más, a la terapeuta
tampoco, dado que ésta sería demasiado joven. En relación con los cuidados/
no cuidados de la madre, y ahora de la terapeuta, Irma siente estar siempre en
manos inexpertas, de personas que noestán en capacidad de hacerse cargode
ella a cabalidad, de contenerla (de sostenerla en brazos). Más aún, parece
sentir que siendo joven la terapeuta y teniendo por ende intereses, no estaría
siempre con ella (sólo la ve una vez por semana). Haciendo alusión también
al tiempo, la señora opta por un trabajo cuya durabilidad estaría garantizada.
Pese a que la terapeuta convino inicialmente con Irma un tratamiento a largo
plazo, ella temería ser abandonada al acercarse el año (como lo hizo la madre).
L a inestabilidad de sus relacionesobjctales (signada por los sucesivos cortes
y muertes) la ha predispuesto a expectar la discontinuidad de las relaciones
que empiezan a ser significativas, aunque mencione que supuestamente busca
continuidad en el trabajo coa la señora.
Recordemos que cuando la señor;: Irma tenía sólo seis meses de nacida, la
madre salió embarazada de un hombre qué no era su marido. Esto ocasionó un
sinnúmero de problemás que la hicieron rolar de casa en casa. La madre no la
quería y nadie quería recibirla. Irma estaría reviviendo en la terapia antiguos
sentimientos de venganza: ante la eventualidad (imaginada) de ser abando
nada nuevamente, decide dejar a la terapeuta. Al contarle lo contentaque está
por haber encontrado a otra señora buena con quien trabajar, intenta “ talió-
nicam ente’ ’ hacer sentir a la terapeuta como pudo haberse sentido ella de
pequeña: como una persona permutable.
Para la paciente habría dos tipos de trabajo: uno fácil, donde se pueden
descargar responsabilidades, que puede ser utilizado come pretexto para huir
de !o conflictivo; un trabajo cuyas “ ventajas’ ’ estarían también relacionadas
con ahorro de energía (ganancias), en tanto no implican cambios (para lo cual
se requieren esfuerzos) puesto que se siente adiestrada para ello. De otro lado
estaría un tipo de trabajo difícil, como el de la terapia, que ella deja. El trabajo
terapéutico le ha supuesto enfrentarse a las vivencias traumáticas con lo pre
cario de su vida actual (más visible en él contraste con la “ vida que irradia”
la terapeuta). La fragilidad yoica de la señora se pone de m anifiesto en la
dificultad para asumir sus responsabilidades (hijos, terapia), utilizando los
“ m ejores'’ argumentos (lo que larealidad inmediata le ofrece). Como siente
que ha sufrido mucho, opta por el trabajo que imagina más fácil, sin im pre
vistos, aunque ello suponga insistir en la *‘falsa’’ existencia, en la niña adies
trada, en seguir vi viendo sin lograr acceder a una dimensión de bienestar más
integral, que la comprometa más creativamente con su propia historia.
. Al finalizar la sesión Irma invita a la terapeuta una ‘ ‘m azam orra” (pre
parado de leche y maicena), organiza un lonche de despedida, como si se tra
tase de dos buenas amigas que intentan conversar, olvidándose de todo lo con
flictivo que pueda haberse suscitado entre ellas. El deseo de armonizar intenta
borrar todo, hasta convencerse de que *‘en realidad no pasó nada” : lo que se
intentó hacer, experimentar como algo nuevo, vuelve a su cauce natural, el
que conoce desde el inicio de la vida.
Un grupo de niños
Franco cuenta que en su casavi ven muchos niños, que no sabe bien quiénes
son. Dice que antes decía “ mamá’ ’ a la Fanny (mujer morena que vive frente
al consultorio y que aparentemente se dedica a la prostitución), pero que ahora
. ella le ha prohibido que lo haga. Ahora él llama “ mamá” a la abuela. Mien
tras el niño dice esto se esconde avergonzado debajo de una banca. Cuenta
que antes vivían dos hermanitas en su casa, las cuales murieron trágicamente
(fueron aplastadas por el aguatero). Las recuerda como *‘las papitas’ ’ (acep
ción vulgar para denominar a las mujeres). Mientras Franco habla, los otros
niños lo escuchan: no cuentan nada sobre sus casas, solamente que sus padres
no están nunca en ellas.
A continuación los niños dibujan. Chicho hace un muñeco con “ cola” ,
dice que tiene que ser bien larga. La empiezan a recortar, comentando que es
un “ chavo” con su banano. Habla “ del ombligo largo de su bebita (herma-
nita) que se lo habían cortado” . Después que la terapeuta relaciona sus angus
tias respecto al origen de sus vidas con las del inicio del grupo, Franco dice
.sentirse muy confundido. Les pregunta directamente ¿quién es mi mamá? Los
demás niños le responden que es la Fanny. En las secuencias siguientes los
niños dibujan, insistiendo en “ firmar” sus nombres completos. Hacen Figuras
con la plastilina, forman animales y luego los pisan, descubriendo que queda
una marca en el zapato. Comparan las diferencias que existen entre unay otra
huella. Al final Franco no quiere irse a su casa, desea quedarse en el
consultorio “ para siempre” .
Una primera reflexión que surge del material se refiere al modo como la
terapeuta da inicio a este grupo. Ella se comporta de manera distinta a como
suele hacerlo usualmente en su trabajo terapéutico. No planifica la apertura
del grupo; éste se inicia casi como producto casual de un encuentro con un
niño de cinco años. Los integrantes son elegidos en forma casi arbitraria (ini
cialmente sólo se considera el factor edad). La terapeuta se sorprende a sí
misma (análisis de la contratransferencia) trabajando de modo tan “ infor
m al’ ’ como parece ser que lo hacen los padres de los niños, cuando “ plani-
- fican” la familia. Los contenidos de la sesión confirman la idea generalizada
de que son circunstancias fortuitas laá que definen el origen, así como el
' devenir de la vida. Los niños albergan el sentimiento de que así como nacen,
- pueden morir, por “ accidente” (como sucedió con las “ papitas” ). De ahí la
acentuada necesidad de firm ar sus nombres, entendiéndose como una de-
L m anda de reconocimiento y afirmación. Desearían sentirse confirmados,
- desde el inicioj. como personas únicas, incanjeables, para obtener la seguridad
de que el grupo (la vida) continuará. Las circunstancias del comienzo de su
existencia signado por el azar y el no reconocimiento genera el sentimiento de
que la vida puede ser “ cortada” , interrumpida en cualquier momento. El
corte del cordón umbilical (comienzo de la vida) estaría asociativamente
vinculado a su fin súbito. <
Los sentimientos de inestabilidad y anomia de los vínculos primarios se
. hacen visibles en los inicios de la relación terapéutica. El interés particular que
la terapeuta m uestra por lo¿ niños parece estimular en ellos deseos pos
tergados de individuación y diferenciación. El afán de distinguirse de los
demás, de ser protagonistas de esta nueva experiencia resalta sobre un tras-
fondo de circunstancias anonimizantes. El análisis de la “ actuación” de la
terapeuta frente a los niños echa luz sobre esta problemática. Si bien ella tuvef
una feliz iniciativa al dar inicio a este grupo, no dejaba de ser significativo el
hecho de que no se hubiesen tomado los habituales recaudos metodológicos.
Las preguntas que el niño formula a la terapeuta sobre el con fuso origen de su
vida, parecen trasponerse a los apenas esclarecidos motivos quedan inicio al
grupo. En sesiones posteriores, la terapeuta vive el desconcierto de tener
pocos datos biográficos sobre los niños. No puede orientarse por un motivo de
consulta o por el conocimiento de los problemas que los niños enfrentan
cotidianamente.
Por otro lado, el material permite establecer otra conexión asociativa entre
los pasajes del inicio de la sesión/grupo/vida y el juego de “ pisar” la plas-
tiüna (destruir las figuras para luego reconocer huellas). La posibilidad de
perennizar (ser recordado) está vinculada al acto de *‘pisar’ ’ (verbo que en su
acepción popular significa relación sexual, derivada del apareamiento entre
los anim ales: el macho pisa a la hembra). Los padres dejan su huella al
“ procrear-pisando” (sexualidad destructiva); simultáneamente,sc recuerda,
de este modo, a aquellos que fueron destruidos violentamente (todos recuer
dan a ‘‘las papitas’ ’ pisadas por el aguatero).
La destructividad de los niños, el lenguaje procazque utilizan, aunadoa la
referencia a miembros de sus familias con prontuario policial, constituyen el
contexto donde se gestan estrategias de supervivencia (conductas esen
cialmente defensivas para hacer frente a un entorno obstaculizados) tratando,
al mismo ¡iempo, de alcanzar con ello una suerte de protagonismo delincuen
cia!. AHÍ donde el ambiente no facilita la afirmación de la individualidad, la
violencia garantizaría, de algún modo, la posibilidad de dejar algunos rastros
de distintividad.
En una sesión realizada algunos meses más tarde, constata la terapeuta que
el “ hueco” del consultorio está más grande. Los mismos niños que lo han
hecho, lo han ampliado durante su ausencia, pues el material del consultorio
no es "noble” : es de esteras y triplay. Los hermanos y amigos que se quedan
fuera hacen la sesión prácticam ente imposible: miran por el hueco, piden
entrar. A su vez, losiííños que están dentro abren constantemente la puerta,
sacan los juguetes, los enseñan o dan a los de afuera. Los niños dibujan una
casa, luego la convierten en un átaúd, colocando dentro una manzana (alusión
directa al cuento de Blancanieves, sobre el cual habían hablado en sesiones
anteriores! La terapeuta había sido señalada com o la bruja). Al sentir la
terapeuta grandes dificultades de concentración, que hacen prácticamente
imposible el trabajo, decide formular un señalamiento que apunta a la res
titución de un mínimo de orden en el caos reinante. Simultáneamente cierra
3a puerta del consultorio.
El consultorio con huecos parece expresar cómo se perciben los niños:
como un contenedor con agujeros y fallas, reflejando aspectos de su mundo
interno y serias dificultades en la consolidación de las fronteras yoicas. La
propuesta analítica que supone *‘cerrar puertas’\ intentando delimitar, com-
partimentar espacios internos para comprender mejor, es asociada en tal con-
lex to con la muerte. El consultorio cerrado es imaginado como una caja, como
un afaúd al que es necesario hacerle huecos para mantener contacto con el
afuera y de ese modo salvarse. Esta interpretación adquiere sentido en relación
con la costumbre que los padres tienen de dejar encerrados a los niños dentro
de sus casas cuando tienen que salir. Se trataría de supuestas medidas de pro
tección, sin embargo implican también castigo (lo hacen con los niños espe
cialmente traviesos o para evitar que se “ ensucien” con la tierra). El “ cerrar
las puertas’ ’ está teñido de angustias de muerte, configurando una situación
que es vivida como apremiante. En este contexto 1¿ terapeuta es fantaseada
como una bruja seductora, que viene a tentarlos con su presencia y con los
juguetes que trac. En muchas oportunidades los niños reprochaban a la
terapeuta haberse enfermado. Adjudicaban su mal al agua que ella les solía
traer en una botella para jugar.
La propuesta terapéutica apunta al intento de transmitirles pacientemente
a los niños la posibilidad de imaginarse espacios cerrados, donde fuese po
sible profundizaren la comprensión de los eventos traumáticos, sin tener que
senlir pánico frente a las angustias primitivas.
El material de esta sesión permite apreciar la forma cómo el conocimiento
de las condiciones de vida de los pobladores estudiados, hace posible la pro-
fundización del proceso comprensivo. De esta manera se evitan planteamien
tos psicologistas. Es necesario saber que los padres suelen dejar encerrados a
los niños—también a los más pequeños—cuando abandonan sus casas. A partir
de este conocimiento el terapeuta puede registrar cmpáticamemc las angustias
de abandono y muerte del niño en el consultorio. Sin embargo, el trabajo de
elaboración en la sesión no abandona el plano simbólico. Es decir, la terapeuta
no abre la puerta ni la cierra: no actúa. La puerta permanece cerrada como
parte del “ encuadre” que es expresión de la necesidad ;le privacidad para
lograr consolidación de la estructura yoica. La terapeuta, que es una figura
extraña para los niños, es fantaseada como una imagen amenazante, ;u¡áU>ga
a los padres ausentes. En la medida en que se avanza en la comprensión de la
psicodinámica, va despojándose la imagen de la terapeuta de sus rasgos mons
truosos y los niños pueden “ encerrar” dentro dé ellos una imagen protectora.
D ificultades de elaboración •
■ • I f- ■ ‘ ¡ • '
■;En otra sesión realizada por la misma época de la anterior, Franco expresa
tener m ucha hambre, quiere irse a su casa para comer su “ segundo” , luego
decide esperar que el grupo termine. Propone a la terapeuta jugar, pero ésta le
dice que sólo lo acompañará en el juego. Más tarde la madre del niño aparece
en la sesión, anunciándole su salida de la casa. Ante unapceguntadel niño
sobre su *‘segundo” , ésta le contesta que solamente le ha dejado sopa. En una
escena posterior, el niño decide comerse los juguetes. Se mete a la boca los
“ bebitos” de la caja de juego.
Parece que la negativa de la terapeuta a jugar es sentida por los niños como
muy cxigenie. La renuncia es “ demasiado” , después de haber intentado el
niño la postergación de la satisfacción de una necesidad básica, impidiendo
así que su presencia y sus intervenciones puedan ser “ digeridas” . Las inter
pretaciones no son entendidas. Las dificultades de elaboración se acentúan.
Como las demandas tanto primi ti vas como concretas no parecen ser suficien
temente tomadas en cucntapor la terapeuta, el juego regresiona hacia niveles
de m ayor indiferenciación. :
De otro lado se establece una cadena asociativa: comerse el segundo plato/
comerse el segundo bebé, es decir, comerse al hermanito que viene después
de él. Pareciera que cuando el plato básico no está asegurado (o la estructura
psíquica no está consolidada), lo que emerge es una tendencia hacia el cani
balismo. Recurriendo a la teoría psicoanalítica extendemos la interpretación
al “ segundo” o segunda persona (aludiendo aquí a la madre o sustituto en
cargado del cuidado). La ausencia del “ segundo” (de la madre) desata im
pulsos primitivos, los cuales son actuados en la sesión: “ comerse los unos a
los otros” .
En esta sesión se puede estudiarla forma cómo el hambre, que demanda su
inm ediata satisfacción, se vincula con aspectos centrales de las relaciones
objctales. El puente asociativo entre estas dos dimensiones es el segundo pla
to de comida: el hermano que viene detrás y la madre que no sólo provee de
comida, sino que a través de su presencia y atención posibilita la formación
del núcleo, la sustancia de la personalidad. Asistimos a través del material de
la sesión a la reedición, en la relación bon la terapeuta, de la forma cómo el
sustrato material (demanda de comida) se convierte en el sustento inicial de la
- relación objetal. En la medida en qué ésta es m ás fiable se hace posible la
• postergación de la satisfacción de los im pulsos instintivos. A la falta de
. “ segundo* ’ (comida) corresponde la ausenciade la madre como objeto fiable
t y el odio.desenfreuado frente al rival, que no sólo le disputa al sujeto la aten-
- ción de la madre, sino también el plato de comida. Los niños intentan imponer
| .ala terapeuta una conducta apropiada a las carencias (ocompensatoria de...),
¡ leéxigén actuar como si fuera uno de ellos, renunciando con ello a la reflexión
(quieren que juegue con cl!os)t Parecería que no hay otra opción que acceder
a las exigencias regresivas o propiciar la destrucción desenfrenada.
Se intenta, en otras sesiones, a través de la interpretación, buscar una vía
■diferente, recogiendo em páticam cnte los sentimientos de profuridá frustra-'
ción, evitando la actuación. . ..