Libreto La Abeja Haragana
Libreto La Abeja Haragana
Libreto La Abeja Haragana
NARRADOR: -Había una vez en una colmena una abeja que no quería trabajar,
es decir, recorría los árboles uno por uno para tomar el jugo de las flores; pero en
vez de conservarlo para convertirlo en miel, se lo tomaba del todo.
Era, pues, una abeja haragana. Todas las mañanas apenas el sol calentaba
el aire, la abejita se asomaba a la puerta de la colmena, veía que hacía buen
tiempo, se peinaba con las patas, como hacen las moscas, y echaba entonces a
volar, muy contenta del lindo día. Zumbaba muerta de gusto de flor en flor, entraba
en la colmena, volvía a salir, y así se lo pasaba todo el día mientras las otras
abejas se mataban trabajando para llenar la colmena de miel, porque la miel es el
alimento de las abejas recién nacidas.
ABEJA HARAGANA: -¡Qué calor hace el día de hoy! Creo que voy a comer un
poco y después a dormir porque estoy muy cansada. (Se acerca a las flores a
comer).
ABEJA 2: — ¡No es cuestión de que te canses mucho, sino de que trabajes un
poco! ¡Es la primera advertencia que te hacemos!
ABEJA 1: — ¡No es cuestión de que lo hagas uno de estos días, sino mañana
mismo. Acuérdate de esto.
ABEJAS 1 Y 2: ¡Compañera!
NARRADOR: Pero llegó el siete de mayo y pasó en vano como todos los demás.
Con la diferencia de que al caer el sol el tiempo se descompuso y comenzó a
soplar un viento frío. (sonido de que sopla el viento)
ABEJA HARAGANA: (volando contra el viento) ¡Ay madre mía que frío y qué
viento tan fuerte! Tengo que llegar a la colmena pronto sino moriré.
ABEJA HARAGANA: (llorando) ¡Les prometo que mañana sin falta voy a
trabajar!
ABEJA 1: No hay mañana para las que no trabajan (empujan a la haragana).
NARRADOR: La abejita, sin saber qué hacer, voló un rato aún; pero ya la noche
caía y se veía apenas. Quiso cogerse de una hoja, y cayó al suelo. Tenía el
cuerpo entumecido por el aire frío, y no podía volar más.
ABEJA 2:—Imposible.
NARRADOR: Creyó que no iba a concluir nunca de bajar. Al fin llegó al fondo, y
se halló bruscamente, ¿con quién creen que se encontró? Con una víbora, una
culebra verde de lomo color ladrillo, que la miraba enroscada y presta a lanzarse
sobre ella.
SERPIENTE: psssssss.
ABEJA HARAGANA — ¡Adiós mi vida! Esta es la última hora que yo veo la luz.
SERPIENTE: — ¡Ah, ah! —. ¿Tú crees que los hombres que les quitan la miel a
ustedes son más justos, grandísima tonta?
ABEJA HARAGANA: — Usted hace eso porque es menos inteligente que yo.
SERPIENTE: — ¿Yo menos inteligente que tú, mocosa? (ríe).
ABEJA HARAGANA: Sí.
SERPIENTE: —Pues bien, vamos a verlo. Vamos a hacer dos pruebas. La que
haga la prueba más rara, ésa gana. Si gano yo, te como.
ABEJA HARAGANA: — ¿Y si gano yo?
SERPIENTE: —Si ganas tú, tienes el derecho de pasar la noche aquí, hasta que
sea de día. ¿Te conviene?
ABEJA HARAGANA: Si está bien.
NARRADOR: La culebra estaba muy contenta, porque se le había ocurrido una
cosa que jamás podría hacer una abeja. Y he aquí lo que hizo:
Los muchachos hacen bailar como trompos esas cápsulas, y les llaman
trompitos de eucalipto.
SERPIENTE: —Esto es lo que voy a hacer. ¡Fíjate bien, atención! (rueda el
trompito con su cola) (ría a carcajadas).
ABEJA HARAGANA: —Esa prueba es muy linda, y yo nunca podré hacer eso.
SERPIENTE: —Entonces, te como.
ABEJA HARAGANA: — ¡Un momento! Yo no puedo hacer eso: pero hago una
cosa que nadie hace.
ABEJA HARAGANA: —¿No me vas a hacer nada? —¿Puedo contar con tu
juramento?
SERPIENTE: —Sí Te lo juro. ¿Dónde estás?.
ABEJA HARAGANA—Aquí.
NARRADOR: Fue una noche larga, interminable, que las dos pasaron arrimadas
contra la pared más alta de la caverna, porque la tormenta se había
desencadenado, y el agua entraba como un río adentro.
Nunca, jamás, creyó la abejita que una noche podría ser tan fría, tan larga,
tan horrible. Recordaba su vida anterior, durmiendo noche tras noche en la
colmena, bien calentita, y lloraba entonces en silencio.
ABEJA HARAGANA: ¡Cómo pude ser tan tonta! Tenía todo y no lo valoré. Pero a
partir de hoy trabajaré mucho.
(La abeja trabaja)
ABEJA 1: Ya viste nuestra compañera está trabajando, su producción de miel es
muy alta. Qué bueno que pensó mejor las cosas.
ABEJA 2: Sin duda la noche le sirvió para reflexionar.
NARRADOR: En adelante, ninguna como ella recogió tanto polen ni fabricó tanta
miel. Y cuando el otoño llegó, y llegó también el término de sus días, tuvo aún
tiempo de dar una última lección antes de morir a las jóvenes abejas que la
rodeaban: