El Poder Constituyente
El Poder Constituyente
El Poder Constituyente
Introducción.
Una constitución supone un pacto, guarda en su corazón la idea del pacto fundamental
que adopta una comunidad política que organiza el poder y sienta las bases de la
convivencia en una sociedad, apuntando a limitar el poder y asegurar la libertad. Es un
pacto de largo plazo que aspira a la estabilidad.
¿Cuál es el contenido del pacto que está en la constitución?: teniendo en cuenta los 1
objetivos del constitucionalismo, ella busca contener, limitar el poder y exaltar la
libertad. Para ello acude a dos herramientas: la división de poderes y la declaración de
derechos que implica su reconocimiento.
A partir de allí, los dogmas aportados por el liberalismo que nutrió al movimiento
constitucionalista, son los siguientes:
1. La soberanía reside en la comunidad política desde que ella misma ha resultado del
pacto celebrado por los hombres de manera libre y voluntaria. La soberanía, como
fuente del poder, reside en la Nación (según Siéyes) o en el pueblo (en el lenguaje de
Rousseau). Soberano ya no es el gobernante (el rey) sino la propia comunidad.
2. Los derechos retenidos: los hombre poseen un conjunto de derechos que son
naturales, anteriores a la existencia del Estado y no pueden ser privados de ellos. El
Estado debe asegurar su protección. Son los derechos individuales, los derechos
humanos inherentes a la condición humana.
Las técnicas a las que se acude para concretar los mencionados postulados son los
siguientes:
La doctrina del poder constituyente, fue elaborada por Emmanuel Siéyes buscando dar
viene a dar respuesta a un interrogante: ¿a quién corresponde dictar la Constitución? y a
partir de allí, se impone determinar qué relación tiene con los demás poderes y cuál es
su ubicación dentro del sistema.
Recuerda el Dr. Germán Bidart Campos que poder implica energía, aptitud,
capacidad para hacer algo y si hablamos del poder como constituyente
estamos refiriéndonos de la aptitud, la energía para constituir al Estado, esto es 3
el poder para darle una constitución, una organización, estructura o modo de
existencia política. El poder constituyente establece entonces el orden político y
jurídico de cada Estado.
Bidart Campos, definió alguna vez que la decisión a través de la cual se elige
e impone una particular organización a cada Estado, es el poder constituyente.
A modo de síntesis, podemos decir que el poder constituyente está dado por
la facultad, la potencia, la energía o la capacidad inherente a un pueblo de
darse su ordenamiento jurídico-político fundamental por primera vez o de
reformarlo- total o parcialmente- cuando sea necesario.
Tiene una larga aplicación en Suiza donde debe someterse al voto del pueblo y de los
cantones las revisiones de la Constitución así como las iniciativas populares para la
reforma total de la Constitución (art. 140 de la Constitución Federal); en este sentido
cabe aclarar que se admite- en Suiza- la iniciativa popular en materia de reforma total de
la Constitución.
Asimismo, se entiende que por encima del plano jurídico positivo, opera sobre
la comunidad y su ejercicio del poder constituyente originario el límite que está
dado por el respeto a ciertos valores (libertad, justicia, dignidad humana, etc.).
El constitucionalismo cobró formas a fines del siglo XVIII teniendo en la mira
precisamente el reconocimiento de esos valores y de esos principios.
Consecuentemente, sería absurdo que pudieran socavarse o lesionarse por vía
del ejercicio del poder constituyente esos valores, esos principios y derechos
aun cuando tales actos lesivos para esos derechos y valores fueren
respaldados por el pueblo por ej. vía plebiscito y bajo el argumento de que su
sacrificio (de dichos valores, principios, etc.) se hace en bien del Estado, como
si fuera un “gran bien público”. Esto se aclaraba en la comisión examinadora de
la Constitución de 1853, reunida en 1860 a instancias del Pacto de San José
de Flores.
Por una lado, si bien la Constitución fue sancionada con ánimo de estabilidad,
de duración en el tiempo, los convencionales constituyentes admiten que ella
pudiera ser modificada en el futuro de allí que regulan un procedimiento a tal
fin.
Por otro lado, surge claramente que desde el punto de vista del procedimiento
para su modificación, la Constitución es rígida por cuanto ella no puede ser
reformada por el órgano legislativo ordinario (es decir el Congreso) y mediando
una ley ordinaria sino que debe aplicarse un procedimiento especial, más
complejo que el que se sigue para el dictado de las leyes. En ese
procedimiento interviene el Congreso que es el encargado a quien corresponde
declarar la necesidad de la reforma a la Constitución Nacional debiendo
además adoptar esa decisión con una mayoría especial “de 2/3 al menos de
sus miembros” (sobre lo que ya vamos a hablar) con lo cual se acentúa la
dificultad de una eventual reforma constitucional. Pero, las modificaciones, la
reforma las efectúa (o no) un órgano distinto del Congreso: la Convención que 8
se convoca a tal fin; es decir una convención reformadora. Entonces: el
Congreso no hace la reforma, no pide la reforma, sino que -en todo caso y si
así lo considera- declara necesaria la reforma pero los cambios los hace una
convención reformadora.
El juez de primera instancia rechazó la acción “in límine” por entender que
los reclamantes carecían de legitimación. La decisión fue confirmada en
Cámara y Polino entonces dedujo recurso extraordinario ante la CSJN que en
fallo dividido rechazó la acción: la mayoría rechazó la acción fundándose en la
falta de legitimación del reclamante sosteniendo que la condición de ciudadano
no es apta en el orden federal para autorizar la intervención de los jueces dado
que dicho carácter (de ciudadano) es muy general que no permite demostrar
que hay un interés concreto y por ende no hay causa, caso o controversia. El
voto concurrente del Dr. Nazareno –además de coincidir con la mayoría en
orden a la falta de legitimación y la inexistencia de causa- agrega que no se
trata de una cuestión no justiciable y admite que si hubiera caso concreto, la
CSJN podría resolver sobre el fondo de la cuestión y “obiter dictum” agrega
que la norma que regula la reforma constitucional es el art. 30 y allí no se
establece –a tal fin- la obligatoriedad de seguir el procedimiento para la sanción
de leyes; hay diferencias entre un acto legislativo que debe efectivamente
seguir el procedimiento legislativo y un acto político de simple declaración y
aquí el Congreso cuenta con una amplia libertad para elegir el modo de
realizarlo. Entiende que el Congreso actuó de conformidad con el art. 30 y
entiende –en definitiva- que ley y declaración no es lo mismo. Por su parte, en
su voto concurrente, el juez Moliné O’Connor, coincidiendo con Nazareno,
también considera que el Congreso no está sujeto al procedimiento para
formación y sanción de leyes y que entonces no se justifica la intervención
judicial. En disidencia votaron los Dres. Fayt y Boggiano.
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Sin embargo, en ocasión de disponer la Convención Constituyente de 1994, la
publicación del texto ordenado de la Constitución, refiere a la Constitución de 1853 con
sus reformas de 1860, 1866, 1898, 1957 y 1994. Es decir que asume que los cambios
efectuados por el particular procedimiento seguido en 1860- al margen de la previsión
del art. 30 y del art. 51 configuraron una reforma constitucional y no el cierre del poder
constituyente originario.
Volviendo al interrogante, si atendemos a su texto, no las habría. El art. 30
indica que la Constitución “puede reformarse en el todo.....”. Es decir que no
habría normas constitucionales a salvo de una eventual reforma a menos que
se interprete que el art. 30 consagra una regla general que admite la
modificación total y en otros artículos estén determinadas excepciones
concretas a esa regla general. Por ej.: el art. 18 indica que queda abolida para
siempre la pena de muerta por causas políticas; el art. 17 fija que queda
borrada para siempre del Código Penal Argentino la confiscación de bienes; la
expresión “para siempre” justamente vendría a impedir una eventual
modificación de esas normas o al menos la voluntad del constituyente originario
de que en el futuro no se modifiquen esas normas. Instalar cláusulas pétreas
en una Constitución importan un intento de la generación que sanciona por 18
primera vez la Constitución de condicionar a las generaciones futuras. Otra
visión nos habla de diferenciar entre reforma cuantitativa y reforma
cualitativa y así, si bien, todas las cláusulas constitucionales son pasibles de
reforma, algunas –que tendrían un contenido pétreo- no podrían ver afectada
su esencia. En este sentido, el Dr. Germán Bidart Campos reconoce
contenidos pétreos por ej. en la forma federal del Estado y en el art. 2,
respecto del sostenimiento del culto católico por el gobierno federal.