La Industria Ecuatoriana de La Rosas

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LA INDUSTRIA ECUATORIANA DE LA ROSAS

Son las 6:20 de la mañana del 7 de febrero en el pueblo ecuatoriano de Cayambe. María
Pacheco acaba de bajarse del autobús de la compañía para empezar a trabajar. Se pone unos
gruesos guantes de plástico y se envuelve en un delantal que cubre su vestido tradicional,
blanco y bordado. Por último, toma sus tijeras y está lista para otra larga jornada. En cualquier
otra época del año, trabajaría hasta las dos de la tarde, pero es la semana anterior al Día de
San Valentín y María, con sus 84 compañeras de la rosaleda, estará ocupada hasta las cinco.
Para entonces, habrá cortado más de 1 000 tallos de rosas. Las rosas que cortó María se
refrigeran y envían por avión unos días después, para venderse a precios de lujo en tiendas
de Nueva York o Londres. Las rosas ecuatorianas se convirtieron con rapidez en el Rolls-
Royce de las rosas. Son enormes y de colores vibrantes, entre éstos diez rojos diferentes, del
púrpura del corazón sangrante al suave rubor de la amada. La mayoría de las
aproximadamente 460 granjas productoras de rosas de Ecuador se localiza en las regiones de
Cayambe y Cotopaxi, a más de 3 000 metros de altura en los Andes y a una hora por carretera
de la capital, Quito. Los rosales se plantan en enormes llanos al pie de volcanes nevados que
se elevan a más de 6 000 metros de altura. Están protegidos por doseles de láminas de plástico
que alcanzan seis metros de alto. La combinación de intensa luz solar, fértil suelo volcánico,
latitud ecuatorial y gran altura produce las condiciones de cultivo ideales, de modo que las
rosas florecen casi todo el año. En apariencia, Ecuador tiene una ventaja comparativa en la
producción de estas flores. El negocio de las rosas de Ecuador se inició hace unos 20 años y
se expande desde entonces. El país es ahora el cuarto productor mundial de rosas, el quinto
producto de exportación del país, con clientes en todo el mundo. Las granjas de rosas generan
ventas por 240 millones de dólares y significan decenas de miles de puestos de trabajo. En
10 años, la población de Cayambe creció de 10 000 a 70 000 habitantes, sobre todo a causa
de las rosas. Los ingresos e impuestos de los cultivadores sirvieron para pavimentar calles,
construir escuelas y tender elaborados sistemas de riego. María trabaja de lunes a sábado y
gana 210 dólares al mes, que según dice es un salario promedio en Ecuador, muy por encima
del salario mínimo del país, de 120 dólares mensuales. La granja también le ofrece servicios
médicos y una pensión. Al dar empleo a mujeres como María, el sector fomenta una
revolución social por la que madres y esposas tienen más control sobre el gasto de su familia,
que dedican en especial a la educación de sus hijos. Con todos los beneficios que las rosas
han traído a Ecuador, donde el ingreso nacional bruto per cápita es de apenas 1 080 dólares
anuales, el rubro se ha sometido a los ataques de los ambientalistas. Se acusa a los grandes
cultivadores de abusar de una mezcla tóxica de pesticidas, fungicidas y fumigantes para
cultivar y exportar rosas inmaculadas, sin parásitos.

En los informes se dice que los trabajadores fumigan las rosas en ropa de calle, sin equipo
protector. Algunos médicos y científicos aseveran que muchos de los 50 000 empleados del
sector tienen graves problemas de salud como resultado de la exposición a los tóxicos. En un
estudio publicado por la Organización Internacional del Trabajo se señala que las
trabajadoras sufren más abortos espontáneos que el promedio, y que alrededor de 60% de
todos los trabajadores sufre jaquecas, náuseas, visión borrosa y fatiga. Con todo, los críticos
dicen que para sus estudios se les impidió el acceso a las rosaledas y que no conocen la
verdadera situación. La Organización Internacional del Trabajo también señaló que algunos
cultivadores explotan el trabajo infantil, afirmación que rechazan tajantemente los
cultivadores y dependencias gubernamentales ecuatorianas. En Europa, algunos grupos de
consumidores exhortan a la Unión Europea para que exija mejoras en la protección
ambiental. En respuesta, algunos cultivadores ecuatorianos se han unido en un programa
voluntario para que los clientes identifiquen a los cultivadores responsables. La certificación
significa que el cultivador entrega equipo de protección, capacita a los trabajadores en el uso
de sustancias químicas y contrata médicos para que los visiten por lo menos una vez a la
semana. Otros grupos ambientalistas presionan para aplicar sanciones más fuertes, incluso
de carácter comercial, a los cultivadores de rosas de Ecuador que no obtengan un certificado
de responsabilidad ambiental, expedido por una dependencia confiable. Sin embargo, el 14
de febrero los consumidores olvidan estos problemas; lo único que quieren es mostrar su
afecto por su esposa o su novia con un ramo de rosas perfectas.

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