Mitos Sobre Agresión Sexual, Asertividad Sexual y Violencia Sexual en Adolescentes Relaciones Románticas

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Revista Internacional de

Investigación Ambiental
y Salud Pública

Artículo

Mitos sobre Agresión Sexual, Asertividad Sexual y


Violencia Sexual en Adolescentes
Relaciones románticas
Andrésmis a. helechoandez-Forts* , Noelia Fernandez-Rouco , Susan Lazaro-visa y
eva gomez-Pmirez

Departamento de Educación, Universidad de Cantabria, 39005 Santander, España; fernandezrn@unican.es (NF-R.);


lazaros@unican.com (SL-V.); eva.gomez@unican.es (EG-P.)
* Correspondencia: fernandeza@unican.com ; Teléfono: +34-942-202-031

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Recibido: 15 de octubre de 2020; Aceptado: 23 de noviembre de 2020; Publicado: 25 noviembre ---

Abstracto:La violencia sexual es un problema social y de salud mundial. Sin embargo, poco se sabe sobre la
violencia sexual que ocurre en el contexto de las relaciones amorosas. Este estudio analiza la existencia de violencia
sexual en las relaciones sentimentales de adolescentes, las posibles asociaciones entre dicha violencia (tanto
cometida como sufrida) y los mitos sobre la agresión sexual y la asertividad sexual, y las posibles distinciones de
género. Se encuestó una muestra de 329 estudiantes entre 15 y 19 años (M = 16,3; DT = 0,79); todos los participantes
estaban en una relación romántica cuando se recogieron los datos. Los resultados revelan que ambos géneros
reportan la existencia de violencia sexual en sus relaciones sentimentales; sin embargo, en las relaciones
heterosexuales, los hombres eran con mayor frecuencia los perpetradores de violencia sexual. Además, Se encontró
que los mitos sobre la agresión sexual y la asertividad sexual estaban significativamente asociados tanto con la
perpetración como con la victimización. En consecuencia, estos predictores deben ser puntos focales en los
programas de prevención de la violencia sexual adolescente. Los hallazgos de este estudio muestran la
despriorización de la educación sexual en el sistema educativo español, así como la necesidad de fortalecer la
competencia de los adolescentes en esta área.

Palabras clave:adolescencia; violencia sexual; asertividad; mitos; violencia en el noviazgo

1. Introducción

La sexualidad humana es rica y diversa porque no está biológicamente determinada; en consecuencia, es


posible decidir cuándo, cómo y con quién intimar, siempre que las personas involucradas den su consentimiento
voluntario y libre [1]. Sin embargo, los encuentros sexuales no siempre son consensuados: la coerción y la violencia
sexual pueden tener repercusiones significativas en la salud física y psicológica, e incluso pueden afectar la capacidad
a largo plazo para formar relaciones íntimas saludables [ 4 ].2, 1999 .3].
La violencia sexual puede definirse como “un acto sexual cometido o intentado por otra persona sin el consentimiento
libremente otorgado por la víctima o contra alguien que no puede consentir o rechazar” (p. 11) [ 11 ].4]. Hay una variedad de
formas en las que se puede violar la libertad sexual de una persona, desde el uso de la fuerza física o la amenaza de hacerlo,
hasta la manipulación emocional y la incapacitación por alcohol y/o drogas [].5]. Además, hay varias formas diferentes de
violencia sexual (por ejemplo, besos, caricias, masturbación, sexo oral, violencia sexual coital, etc.); aunque no es la forma más
común de violencia sexual, la mayoría de los estudios se han centrado en el análisis de la violencia sexual coital [6, 1999 .7].
Una revisión metaanalítica de las tasas de prevalencia de la violencia en el noviazgo entre adolescentes concluyó que
aproximadamente 1 de cada 10 adolescentes informó haber experimentado violencia sexual [4].8]; sin embargo, el sesgo
sistemático en los autoinformes de los participantes fue evidente, al igual que la alta variabilidad en las tasas de violencia en el
noviazgo entre los estudios. La mayoría de las investigaciones se han centrado en la violencia sexual en las relaciones entre
adolescentes y adultos jóvenes.

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llevado a cabo en los Estados Unidos9]. En España se han realizado pocos estudios, aunque generalmente con
muestras de estudiantes universitarios, a pesar de que las primeras relaciones sexuales y sentimentales suelen
establecerse antes de los 18 años [ 1 ].10]. En su investigación, el 33,2% de las estudiantes universitarias
encuestadas reportaron haber sido víctimas de uno o más actos de violencia sexual por parte de sus pares [11].
Más recientemente, Romero-Sanchez y megias encontró que aproximadamente el 36% de las estudiantes
universitarias habían sido víctimas de violencia sexual y que el 16% de los estudiantes universitarios varones
reconocieron haber incurrido en violencia sexual [ 16 ].12]. Otro estudio centrado en las relaciones de los
adolescentes encontró que aproximadamente el 57 % de las mujeres adolescentes y el 58 % de los hombres
adolescentes habían experimentado algún tipo de violencia sexual a manos de sus parejas (p. ej., besar, tocar,
desvestir, tener relaciones sexuales, etc. sin consentimiento) ; , cifras comparables al porcentaje de
adolescentes mujeres y hombres que admitieron haber perpetrado estas conductas: 44% y 61%,
respectivamente [ 19 ].6]. Estos estudios revelan que, si bien tanto hombres como mujeres jóvenes pueden
cometer y ser objeto de violencia sexual, los hombres jóvenes tienden a perpetrarla con mayor frecuencia y, en
consecuencia, las mujeres jóvenes son con mayor frecuencia víctimas de tales actos. Esta conclusión también
está respaldada por varios estudios internacionales [13, 1999 .14]: podría decirse que esta es la razón por la
que la mayoría de los estudios se han centrado en el análisis de la violencia sexual cometida por hombres y/o
sostenida por mujeres [ 4 ].9, 1999 .15, 1999 .dieciséis].
La violencia en las relaciones de noviazgo se asocia con una variedad de efectos adversos, que incluyen baja
autoestima, reducción de la autoestima, aumento de la culpa, ira, dolor y ansiedad. Además, la victimización por
violencia en el noviazgo adolescente aumenta el riesgo de lesiones físicas, comportamientos antisociales, ideación
suicida y violencia continua en las relaciones adultas [4].17, 1999 .18]. Los estudios también han documentado el
impacto a largo plazo de la violencia en el noviazgo en los sobrevivientes, que incluye un aislamiento prolongado, la
falta de apoyo emocional y una mayor probabilidad de experiencias continuas de abuso, como acoso y degradación
[ 1 ].19, 1999 .20].
Se han desarrollado una serie de intervenciones para abordar este problema, pero la mayoría se han creado
utilizando la teoría y las conclusiones extraídas de la literatura sobre la violencia de pareja adulta, en parte debido a la
escasez de estudios longitudinales rigurosos sobre jóvenes [ 4 ].21, 1999 .22]. A diferencia de una simple relación
bivariada, la violencia sexual es el resultado de una cadena de eventos, por lo que es necesario considerar no solo
diferentes variables predictoras sino también las diferentes relaciones que existen entre ellas (mediación, moderación,
etc.).8, 1999 .23, 1999 .24]. Varios enfoques teóricos tienen como objetivo comprender y explicar la perpetración y la
victimización de la violencia. Por ejemplo, el modelo de confluencia explica la agresión sexual sobre la base de
elementos de desarrollo, personalidad y comportamiento que se ha demostrado que están asociados con este
comportamiento (es decir, masculinidad hostil y sexo impersonal), particularmente entre los perpetradores
masculinos en la población general [1 ].25]. Alternativamente, la Teoría del Cambio de Comportamiento considera que
un mayor conocimiento y mejores habilidades interpersonales están vinculados a una disminución de la violencia en el
noviazgo [4].23]. No hay duda de que es importante comprender aquellos factores asociados con la violencia sexual.
Los mitos sobre el género, la violación y otras formas de violencia sexual se encuentran entre los factores más
analizados a nivel internacional [dieciséis, 1999 .26]. En este sentido, algunos estudios han observado que la tasa de
adherencia a este tipo de falsas creencias (p. ej., “las mujeres mienten sobre una violación”, “los hombres no pueden
controlar su comportamiento cuando están muy excitados”, etc.) suele ser mayor entre quienes cometen violencia
sexual, más comúnmente hombres jóvenes [13, 1999 .27, 1999 .28]. Sin embargo, el poder explicativo de estas falsas
creencias entre hombres y mujeres jóvenes ha sido escasamente estudiado, particularmente cuando se analiza la
violencia sexual cometida y sufrida por ambos géneros en las relaciones amorosas. La evidencia de los programas de
prevención de la violencia en el noviazgo sugiere que educar a los participantes disipando las creencias falsas y los
mitos románticos, y cambiando las actitudes de apoyo a la violencia en las relaciones románticas es beneficioso para
todos los jóvenes [ 20 ].18, 1999 .29–31], especialmente si tienen una duración suficiente (programas a largo plazo) y
se llevan a cabo en una variedad de contextos (por ejemplo, escuela, familia, comunidad, etc.) [18, 1999 .26, 1999 .32,
1999 .33].
La falta de comunicación positiva y habilidades de negociación de consentimiento también parece estar relacionada con la violencia en el

noviazgo [ 4 ].26, 1999 .29]. Como tal, un conjunto más desarrollado de habilidades interpersonales probablemente conduciría
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tanto a una reducción en el inicio de la violencia en el noviazgo, como a una disminución en la perpetración y
victimización de la misma. Por lo tanto, el cambio de comportamiento tiende a surgir no solo de los cambios de actitud
y una mayor conciencia, sino también como resultado del desarrollo de habilidades tangibles [1].18, 1999 .33, 1999 .34
]. Tharp et al. concluyen que, en las relaciones románticas, las habilidades de negociación deficientes se asocian con la
implementación de estrategias coercitivas cuando se intenta satisfacer la necesidad de intimidad [ 19 ].dieciséis];
además, según Malamuth, Feshbach y Jaffe, la violencia sexual contra las mujeres podría reducir la ansiedad del
agresor de ser rechazado al eliminar la capacidad de la víctima de ejercer su elección [ 4 ].35]. La asertividad sexual se
define como la capacidad de actuar de forma independiente con respecto a la propia sexualidad.36]. Walker,
Messman-Moore y Ward encontraron que la asertividad sexual puede actuar como un factor protector contra la
victimización sexual [19].37], conclusión también avalada por un estudio realizado en España [27]. Sin embargo, se ha
realizado poco análisis de las posibles relaciones entre la asertividad sexual y la perpetración de violencia sexual.
Además, cuando se ha explorado el vínculo entre la asertividad sexual y la violencia sexual, con frecuencia se ha
limitado a la violencia sexual sufrida por mujeres adultas jóvenes, sin considerar a las víctimas adolescentes o
masculinas.
Con respecto a la disminución de la violencia en el noviazgo entre los adolescentes, existe la esperanza de
que un mayor conocimiento de la violencia en el noviazgo y un mejor desarrollo de habilidades prevengan o
reduzcan efectivamente los incidentes de dicha violencia [ 1 ].18, 1999 .34]. Teniendo en cuenta la literatura
internacional anterior y dado que la mayoría de los estudios se han limitado en gran medida a explorar la
existencia de agresión entre pares, especialmente la cometida por hombres y/o experimentada por mujeres
[ 4 ].15, 1999 .38], el primer objetivo de este estudio es obtener datos sobre la violencia sexual cometida y
sostenida por adolescentes, tanto hombres como mujeres, en el contexto de relaciones amorosas. Debido a
que no se ha estudiado adecuadamente a nivel internacional ni en España, el segundo objetivo es explorar el
poder explicativo de dos constructos (es decir, los mitos sobre la agresión sexual y la asertividad sexual)
adolescentes en relaciones románticas.

2. Materiales y métodos

2.1. Participantes

La muestra inicial del estudio consistió en 930 participantes de Cantabria (España): los participantes
fueron solicitados a través de nueve escuelas secundarias seleccionadas al azar de 20 escuelas secundarias que
se habían inscrito previamente para participar en un programa de prevención de la violencia sexual. El
muestreo se realizó por conglomerados en aulas seleccionadas al azar en cada escuela secundaria. Antes de
firmar el consentimiento informado (tasa de informe del 99,5%), todos los participantes fueron informados de
los principales objetivos y características del programa y del estudio, así como de su carácter voluntario. Se
establecieron a posteriori los siguientes criterios de elegibilidad: en primer lugar, cuestionarios con omisiones
de respuesta inferiores al 20% (11 participantes excluidos); segundo, estar en el rango de edad de 15 a 19 años
(22 participantes excluidos); y finalmente, tener una relación sentimental establecida de un mes o más al
momento de la participación en el estudio (se excluyeron 551 participantes). Además, dado que el número de
participantes que se autoidentificaron como no heterosexuales y/o de género no binario era demasiado
pequeño para realizar comparaciones, estos participantes no se tuvieron en cuenta en este estudio (se
excluyeron 17 participantes).
La muestra final estuvo compuesta por 329 adolescentes, 190 varones y 139 mujeres. Su edad media era
16,31 (DE = 0,79): no se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre hombres (M = 16,21; DE =
0,68) y mujeres (M = 16,39; DE = 0,91) en esta variable. Sin embargo, se obtuvieron diferencias estadísticamente
significativas entre sexos en la edad media de su pareja actual (M = 16,23; DT = 1,17): los resultados del ANOVA
intergrupos de una vía (F(1.327) = 30,82);pag<0,001) indicó que las parejas de las mujeres (M = 16,63; SD = 1,18)
eran mayores que las parejas de los hombres (M = 15,93; SD = 1,07), aunque la diferencia real en las
puntuaciones medias entre los dos grupos no era grande (norte2= 0,08). Se realizó otro ANOVA de una vía
entre grupos para explorar las diferencias de género en cuanto a la duración de la relación romántica actual,
variable que se evaluó en meses (M = 5.14; SD = 6.81): fue
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encontró que las mujeres (M = 6.37; SD = 7.91) reportaron tener relaciones más largas que los hombres (M = 4.25; SD = 5.61);
sin embargo, a pesar de alcanzar diferencia estadística (F(1,327) = 7.92;pag<0.01), el tamaño del efecto fue pequeño (norte2=
0,02).

2.2. Procedimiento

La recogida de datos, realizada a lo largo de las diez semanas previas al inicio del citado programa de
prevención, se realizó en horario lectivo en una única sesión. En un esfuerzo por obtener respuestas veraces, se
pidió a los docentes que abandonaran el aula durante la aplicación del cuestionario. Para garantizar que el
cuestionario anónimo se entendiera claramente y que se mantuviera la privacidad, al menos un miembro del
grupo de investigación estuvo presente en cada sesión.
El trabajo se ha desarrollado de acuerdo con las recomendaciones éticas internacionales y nacionales,
inspirándose en el Código de Buenas Prácticas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas [39], y todos
los procedimientos fueron aprobados por el comité de ética de la Universidad. A lo largo de todas las fases de
la recopilación de datos, se enfatizó la naturaleza voluntaria y confidencial del estudio. Además, se informó a
los participantes que podían negarse a participar en cualquier momento y que la cumplimentación del
cuestionario no era obligatoria. Para reconfirmar el consentimiento informado, antes de iniciar la recolección
de datos, se recordó a los participantes las principales características del estudio. Se informó a los participantes
que al devolver el cuestionario completo a los investigadores, estaban reconfirmando el consentimiento
informado previamente otorgado. Además, la información más relevante sobre la investigación apareció en la
primera página del cuestionario. El orden de los instrumentos fue el siguiente: datos sociodemográficos, mitos
sobre agresión sexual, asertividad sexual y violencia sexual (tanto cometida como sufrida). Además, antes de
presentar las diferentes formas de violencia sexual que pueden haber tenido lugar, se preguntó a los
participantes si alguna vez habían estado involucrados como agentes o receptores en una situación sexual no
deseada con su pareja actual, lo que sirvió para enfatizar el carácter no deseado de la lista. de los
comportamientos que siguieron.

2.3. Medidas

Violencia sexual cometida: El Inventario de Conflicto en las Relaciones de Noviazgo Adolescente (CADRI)
evalúa la ocurrencia de cinco formas de violencia entre parejas adolescentes: abuso verbal o emocional (10
ítems; por ejemplo, “Usted lo insultó con humillaciones”), abuso físico abuso (4 ítems; p. ej., “Le pateaste, le
pegaste o le diste un puñetazo”), conducta amenazante (4 ítems; p. ej., “Trataste deliberadamente de asustarlo/
a”), agresión relacional (3 ítems; p. ej., “ Esparcí rumores sobre ella/él”) y abuso sexual (4 ítems; p. ej., “La besé
cuando no quería que lo hiciera”) [ 4 ].40]. Dado el objetivo de este estudio, solo se utilizó la subescala de abuso
sexual: en concreto, la subescala que forma parte de la versión española revisada del CADRI [ 19 ].41], que
incorpora dos delitos adicionales a los cuatro tipos de violencia sexual contemplados en el instrumento original
(es decir, “obligué a mi pareja a tocar mis senos, genitales y/o glúteos cuando ella no quería”, y “; Seguí
quitando la ropa de mi pareja a pesar de que sabía que no quería que lo hiciera”). Se pidió a los participantes
que completaran este instrumento solo en referencia a su relación de pareja actual. La modalidad de respuesta
consiste en una escala jerarquizada de cuatro opciones que van de 0 (“Nunca: esto nunca ha sucedido en su
relación”) a 3 (“Con frecuencia: esto ha sucedido 6 veces o más en su relación”). El alfa de Cronbach obtenido en
este estudio fue de 0,76 (6 ítems).
Violencia sexual sufrida: El CADRI está compuesto por ítems bidireccionales que miden la frecuencia con la que
los participantes se involucraron en conductas violentas, tanto en perpetración (p. ej., “la toqué sexualmente cuando
no quería”) como en victimización. (p. ej., “Ella/él me tocó sexualmente cuando yo no quería que lo hiciera”) [40]. En
este estudio se utilizó únicamente la subescala de abuso sexual que forma parte de la versión revisada en español del
CADRI. Se aplicó para detectar la violencia sexual sufrida en las relaciones sentimentales actuales de los participantes
[ 19 ].41]. La fiabilidad observada fue de 0,75 (6 ítems).
Mitos sobre la agresión sexual: La Escala de Aceptación de los Mitos Modernos sobre la Agresión Sexual
(AMMSA) es un autoinforme unidimensional de 30 ítems que analiza varios mitos sobre la agresión sexual (p.
ej., “Muchas mujeres tienden a exagerar el problema de la violencia masculina ”) [42]. La respuesta
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El formato es una escala tipo Likert de siete puntos, que va de 1 (“Totalmente en desacuerdo”) a 7 (“Totalmente de
acuerdo”). En este trabajo se obtuvo una consistencia interna de 0,87, de acuerdo con lo observado en un estudio
previo de estudiantes universitarios en España [ 4 ].43].
Asertividad sexual: Se utilizó la versión en español de la Escala de Asertividad Sexual (SAS) [44, 1999 .45].
Los 18 ítems se dividieron en tres categorías: Iniciación (p. ej., “Inicio sexo con mi pareja si quiero”; 6 ítems),
Negativa (p. ej., “Me niego a que mi pareja me toque los senos si no quiero a él/ella, aunque mi pareja insista”; 6
ítems) y Prevención del Embarazo y las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) (p. ej., “Me niego a tener
relaciones sexuales si mi pareja se niega a usar condón o barrera de látex”; 6 ítems ); . . . . La modalidad de
respuesta consta de una escala compuesta por cinco opciones: de 0 (“Nunca, el 0% de las veces”) a 4 (“Siempre,
el 100% de las veces”). La consistencia interna obtenida en las subescalas fue la siguiente: 0,72 para Iniciación,
0,74 para Negativa y 0,82 para Embarazo y Prevención de ITS.

2.4. Análisis de los datos

La codificación y el análisis de datos se realizaron para un nivel de significación de 0,05. En primer lugar, se
examinó la idoneidad de los datos y sólo se consideraron aquellos cuestionarios con omisiones de respuesta
inferiores al 20%. En segundo lugar, se realizaron análisis descriptivos de las variables objeto de estudio. En tercer
lugar, se utilizó un análisis de varianza entre grupos (ANOVA) unidireccional para detectar diferencias
estadísticamente significativas entre géneros en las principales variables sociodemográficas y eta al cuadrado (norte2)
para calcular el tamaño del efecto cuando sea necesario. En cuarto lugar, se realizó un análisis de varianza
multivariante (MANOVA) para comparar ambos géneros en cuanto a sus medias sobre las variables analizadas (es
decir, violencia sexual cometida, violencia sexual sufrida, mitos sobre la agresión sexual y asertividad sexual). En las
comparaciones realizadas, elFofrecido por Wilks' Lambda se utilizó para interpretar el significado del modelo
y parcial al cuadrado (norte2 pag) para identificar el tamaño del efecto [ .46]. Finalmente, correlación de Pearson y jerárquica.
Se realizaron análisis de regresión múltiple con el fin de explorar posibles relaciones entre
variables.

3. Resultados

3.1. La exploración de los mitos sobre la agresión sexual, la asertividad sexual y la violencia sexual

El estudio del conocimiento adolescente refleja que algunos mitos sobre la agresión sexual aún prevalecen en la
actualidad. Al respecto, más del cincuenta por ciento de hombres (60,61%) y mujeres (66,73%) afirmaron que es
común que las mujeres se quejen de agresiones sexuales sin más motivo que el de sentirse liberadas. Además, ambos
géneros afirmaron, en índices cercanos (71,52% de los hombres y 69,53% de las mujeres), que las mujeres optan por
actuar tímidamente con respecto a si quieren o no tener relaciones sexuales. Además, un número significativo de
adolescentes (63,33% de hombres y 65,02% de mujeres) respondieron que las víctimas de violencia sexual reciben
asistencia adecuada en forma de albergues para mujeres, oportunidades de consejería y grupos de apoyo.

En cuanto a la asertividad sexual, se encontró, por ejemplo, que el 27,73% de los hombres y el 16,32% de
las mujeres admitieron no iniciar relaciones sexuales con sus parejas cuando así lo desean. De igual forma, un
número relevante de participantes reportaron que no rechazan las caricias a pesar de no desearlas (31,34% de
los hombres y 19,02% de las mujeres), y que mantienen relaciones sexuales aunque no les apetezca (26,11% de
los hombres). ) y 22,61% de mujeres). Además, nunca indican cuándo les gustaría que les toquen (46,64% de
los hombres y 43,71% de las mujeres).
Con respecto a la violencia sexual cometida, el 43,61% de los hombres y el 17,42% de las
mujeres indicaron que se han encontrado en al menos una situación en la que han sentido ganas
de tener algún tipo de contacto sexual, etc.), pero su pareja manifiesta claramente que él o ella no
lo quería. Entre quienes se encontraron en esa situación, un número alarmante de participantes
(51,31% de hombres y 24,61% de mujeres) admitió haber insistido o presionado de alguna manera
a su pareja, al menos en una ocasión, para lograr tener relaciones sexuales. De todos los tipos de
conductas sexuales violentas analizadas, el beso fue la conducta señalada como realizada
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con mayor frecuencia por ambos sexos (realizado al menos una vez por el 41,62% de los hombres y el 19,32% de las
mujeres), seguido de las caricias genitales (realizado por el 34,53% de los hombres y el 11,11% de las mujeres). Cabe
señalar, sin embargo, que la frecuencia promedio de violencia sexual fue baja (Cuadro1), lo que significa que, en
general, los casos de violencia sexual parecen ser hechos aislados.

Tabla 1.Estadísticas descriptivas de las variables de estudio y diferencias de medias entre hombres (M) y mujeres
(F).

norte=329 RR Mínimo Máximo Significar Dakota del Sur F pag


FM FM METRO F METRO F
Mitos sobre la agresión sexual 1–7 2,23 1,60 5,67 5,13 4,02 3,66 0,49 0,72 16,53 0,00
Asertividad sexual: Iniciación 1–7 0 0,17 3,67 3,33 1,69 1,70 0,55 0,58 0,01 0,94
Asertividad sexual: rechazo 1–7 0,33 0,67 4,00 4,00 2,31 3,00 0,89 0,87 47,44 0,00
Asertividad sexual: PSTIP 1–7 0,83 0,17 4,00 4,00 3,21 3,48 0,90 0,85 6,78 0,01
Violencia sexual cometida 0-3 0 0 1,67 1,67 0,25 0,09 0,35 0,22 21,27 0,00
Violencia sexual sufrida 0-3 0 0 1,50 2,17 0,26 0,25 0,35 0,38 0,11 0,74
Nota. RR: rango de respuesta. PSTIP: prevención del embarazo e infecciones de transmisión sexual.

Con respecto a la violencia sexual sufrida, el 34,54% de los hombres y el 30,12% de las mujeres indicaron
haber estado en una situación en la que su pareja los insistió o los presionó para tener una conducta sexual a
pesar de que el participante manifestó claramente que lo hacía. no quieren. De estas personas, el 57,91% de los
hombres y el 56,54% de las mujeres admitieron que finalmente cedieron a la presión de sus parejas. Si bien la
frecuencia promedio de violencia sexual sufrida fue baja (Cuadro2), al tener en cuenta las diferentes categorías
de frecuencia colectivamente, hubo un número sustancial de participantes que informaron haber sido objeto
de agresión sexual en sus relaciones. Los besos no consentidos, en particular, que parecen ser la forma más
común de violencia sexual, fueron sostenidos al menos una vez por al menos el 40,13 % de los hombres y el
34,34 % de las mujeres. Después de los besos, la agresión sufrida con mayor frecuencia fue la caricia genital,
experimentada por el 23,12% de los hombres y el 35,13% de las mujeres en sus relaciones sentimentales
actuales.

Tabla 2.Correlaciones entre las variables de estudio para hombres y mujeres.

1 2 3 4 5 6
1.Mitos sobre la agresión sexual - − 0,31 ** − 0,14 − 0,28 ** 0.13 0,24 **

2. Asertividad sexual: Iniciación − 0,12 - − 0,16 0.05 0.05 − 0,19 *

3. Asertividad sexual: negativa − 0,31 ** − 0,11 - 0,50 ** − 0,21* − 0,12

4.Afirmación sexual: Embarazo y prevención de ITS − 0,12 − 0,18 * 0,24 ** - − 0,10 − 0,28 **

5.Cometió violencia sexual 0.17 0.12 − 0,29 ** − 0,29 ** - 0,39 **

6. Violencia sexual sufrida 0.08 0.07 − 0,18 * − 0,21 ** 0,79 ** -


Nota. Valores de los machos por debajo de la diagonal; valores de las hembras por encima de la diagonal. **pag<0.01 *pag<0.05.

Los resultados del MANOVA indicaron diferencias significativas entre géneros en determinadas variables.
Se encontraron diferencias en mitos sobre agresión sexual (F(1,306) = 16.53;pag=0,000;norte2 pag=0.051)
asertividad de rechazo (F(1,306) = 0 47.44;pag=0,000;norte2 pag=0,134),
embarazo y transmisión sexual
asertividad en prevención de infecciones (ITS) (F(1,306) = 6.78;pag<0,05;norte2 pag=0,022) y violencia sexual
comprometido (F(1,306) = 21.27;pag=0,000;norte2 pag=0,065). Estos resultados muestran que las hembras obtuvieron
puntajes más altos en dos de las subescalas de asertividad (es decir, negativa y prevención de embarazo e ITS);
mientras que los varones presentaron un mayor grado de creencia en mitos sobre agresiones sexuales, y reportaron
haber cometido un mayor número de agresiones sexuales (Tabla1).
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3.2. Asociaciones entre mitos sobre agresión sexual, asertividad sexual y violencia sexual
Para determinar las posibles relaciones entre las variables estudiadas, se realizó un análisis
correlacional bivariado. Este análisis reveló correlaciones significativas entre ciertas variables.
En ambos géneros se observaron correlaciones negativas entre los mitos sobre la agresión sexual y la asertividad
sexual (Tabla2); sin embargo, en el caso de las mujeres, solo se establecieron correlaciones significativas entre dichos mitos y
dos formas de asertividad (es decir, iniciación y embarazo y prevención de ITS), mientras que en los hombres solo se encontró
correlación significativa entre mitos y una forma de asertividad (es decir, , iniciación y embarazo y prevención de ITS), es decir,
negativa).
También se investigó la relación entre la violencia sexual (tanto la cometida como la sufrida) y los mitos
sobre la agresión sexual. Las correlaciones obtenidas fueron negativas; sin embargo, la única correlación
estadísticamente significativa observada fue la correlación positiva entre los mitos y la violencia sexual sufrida
en las mujeres participantes (Cuadro2).
Con respecto a las relaciones entre violencia sexual y asertividad sexual, se encontraron dos
correlaciones significativas negativas tanto para hombres como para mujeres: una correlación
entre la violencia sexual cometida y la asertividad de rechazo;2). Además, se encontraron algunas
correlaciones significativas específicas de género: para los hombres, se encontraron correlaciones
negativas entre la violencia sexual cometida y la asertividad en la prevención del embarazo y las
ITS, así como la violencia sexual sufrida y la asertividad en la negativa; para las mujeres, la violencia
sexual sufrida se correlacionó negativamente con la asertividad de iniciación (Tabla 1).2).
Para los participantes masculinos, la relación más pronunciada entre todas las variables estudiadas fue
entre la violencia sexual cometida y la violencia sexual sufrida en la relación sentimental; en el caso de las
mujeres, sin embargo, la relación más marcada fue la que existe entre la asertividad de rechazo y la asertividad
de embarazo y prevención de ITS (Cuadro2).
Con el fin de identificar qué variables podrían ayudar a predecir haber sufrido o cometido
violencia sexual, y al mismo tiempo probar el posible efecto moderador del género, se realizaron
análisis de regresión múltiple jerárquica. Variables que se correlacionaron significativamente (pag≤
0.05) con violencia sexual cometida y género se ingresaron en el primer bloque del análisis de
regresión (efectos principales), y las interacciones entre el género y aquellos predictores que se
correlacionaron significativamente solo para hombres o mujeres, se ingresaron en el segundo
bloque (interacciones). Esta estrategia de análisis también se utilizó con la violencia sexual sufrida
como variable criterio en un intento de generar modelos que pudieran aplicarse a todos los
participantes, independientemente del género. Por lo tanto, si las contribuciones de las
interacciones no eran lo suficientemente significativas estadísticamente para dar cuenta de la
variable criterio, se eligió solo un modelo de efectos principales; sin embargo, si el porcentaje de
varianza explicado por el segundo bloque de variables fuera estadísticamente significativo,
En relación a la violencia sexual cometida, en el primer bloque de la regresión se incluyeron el
género, los mitos sobre la agresión sexual, la asertividad de rechazo y la asertividad de prevención
del embarazo y las ITS. Con respecto a la violencia sexual sufrida, en el primer bloque de la
regresión se ingresó el género, los mitos sobre la agresión sexual, la asertividad de rechazo y la
asertividad de embarazo y prevención de ITS (ver Tabla2). Después del análisis, se observó que la
inclusión de estas interacciones provocó una variación significativa en el modelo de efectos
principales.2= 0,024; F(1,96) = 8,86,96. pag=0,003). El modelo con interacciones, por lo tanto, fue
elegido para dar cuenta de la violencia sexual cometida dentro de una pareja. Además, las variables
predictoras incluidas como efectos principales parecen tener suficiente independencia entre sí
(Tabla 1).3).
En t. J. Medio ambiente. Res. Salud pública2020, 1999 .17, 8744 8 de 13

Tabla 3.Análisis de regresión jerárquica para variables predictoras de violencia sexual cometida.

Modelo Vaticinador B β t pag LT


Género 0.581 − 0,734 − 3.548 0,000 0.063

Efectos principales Mitos sobre la agresión sexual − 0,036 0.089 1,604 0.110 0.877

Asertividad sexual: rechazo − 0,074 − 0,224 − 3.653 0,000 0.721

Asertividad sexual: PSTIP − 0,095 − 0,269 − 3.871 0,000 0.558

Interacciones Género x Asertividad sexual.: PSTIP 0.114 0.653 2,978 0.001 0.0056

R2= 0,425
F5303= 13,380
Nota. LT: nivel de tolerancia. PSTIP: prevención del embarazo e infecciones de transmisión sexual.

El modelo final resultante explicó el 37,5% de la varianza de la variable violencia sexual cometida
(F(3305) = 16.594.000).pag=0.000). El modelo estuvo conformado por dos dimensiones de la asertividad
(rechazo y prevención del embarazo y las ITS), además de la asertividad del embarazo y la prevención de las ITS
en interacción con el género (Fig. ura1).

B =−0.232
Asertividad sexual: PSTIP
Violencia sexual
B =−0.138
Asertividad sexual: rechazo comprometido

R2= 0,375
B =−0.108
Género x Afirmación sexual: PSTIP

Figura 1.Resumen del análisis de regresión para la violencia sexual cometida. (Nota. PSTIP: prevención del
embarazo e infecciones de transmisión sexual).

Los análisis de regresión para la violencia sexual sufrida indicaron que la inclusión de interacciones no
supuso un porcentaje significativo de varianza en el modelo de efectos principales (R2= 0,009; F(2.301) =
1.49.49. pag=0,227). Por esta razón, se seleccionó el modelo de efectos principales para explicar esta variable
criterio. Las variables predictoras que se incluyeron como efectos principales, una vez más, parecieron tener un
grado adecuado de independencia entre sí (Tabla 1).4).

Tabla 4.Análisis de regresión jerárquica para variables predictoras de violencia sexual sufrida.

Modelo Vaticinador B β t pag LT


Género 0.046 0.060 1,005 0.316 0.851

Efectos principales Mitos sobre la agresión sexual 0.051 0.105 1,782 0.076 0.880

Asertividad sexual: rechazo − 0,027 − 0,068 − 1.048 0.295 0.732

Asertividad sexual: PSTIP − 0,089 − 0,210 − 3.502 0.001 0,850

R2= 0,279
F4303= 6,395
Nota. LT: nivel de tolerancia. PSTIP: prevención del embarazo e infecciones de transmisión sexual.

Por lo tanto, el modelo final resultante constaba de una sola variable (es decir, asertividad en el
embarazo y prevención de ITS; Figura 1).2), que explicó el 24,9% de la varianza dentro de la variable
violencia sexual sufrida (F(1307) = 20.212.000).pag=0.000). Este porcentaje no difirió significativamente
del porcentaje de varianza explicado por la combinación de todas las variables incluidas como
predictoras (27,9%), lo que indica que el resto de variables predictoras no aportan un gran porcentaje de
varianza a la explicación de la violencia sexual sufrida.
En t. J. Medio ambiente. Res. Salud pública2020, 1999 .17, 8744 9 de 13

Violencia sexual
β=−0.249
Asertividad sexual: PSTIP sufrido
R2= 0,249

Figura 2.Resumen del análisis de regresión de la violencia sexual sufrida. (Nota. PSTIP: prevención del
embarazo e infecciones de transmisión sexual).

4. Discusión

Este estudio tuvo como objetivo abordar un vacío en la literatura al examinar la existencia de violencia sexual en
las relaciones de noviazgo entre adolescentes. Con ese fin, este estudio exploró las posibles asociaciones entre
cometer y sufrir violencia sexual y los mitos sobre la agresión sexual y la asertividad sexual para adolescentes
hombres y mujeres. Hay varios hallazgos importantes de este estudio. Primero, los resultados de este estudio
muestran que la violencia sexual parece tener una presencia significativa en las relaciones románticas de los
adolescentes, aunque la frecuencia promedio de violencia sexual reportada entre los participantes fue relativamente
baja. Además, los participantes masculinos informaron con mayor frecuencia haber cometido violencia sexual,
mientras que no hubo diferencias estadísticamente significativas basadas en el género con respecto a la violencia
sexual sufrida.
Hay varios otros hallazgos interesantes con respecto a las relaciones románticas de los adolescentes
que vale la pena mencionar: primero, ciertos mitos sobre la agresión sexual todavía se creen
comúnmente entre los adolescentes, especialmente entre los hombres; segundo, el bajo nivel de
asertividad sexual de los participantes indica que hay margen de mejora, especialmente entre los
hombres; y, en tercer lugar, la asertividad sexual es un constructo particularmente importante para
explicar la existencia de violencia sexual en las relaciones de pareja adolescentes, específicamente la
asertividad en la prevención del embarazo y de las infecciones de transmisión sexual (ITS), tanto en la
violencia cometida como en la sufrida.
Como se dijo anteriormente, el conocimiento sobre la violencia sexual entre adolescentes y jóvenes es limitado [9,
1999 .13, 1999 .15], especialmente en el contexto de una relación romántica [7, 1999 .18]. En las últimas décadas, el interés
por este problema ha ido en aumento, lo que se refleja en el creciente número de estudios científicos y medidas preventivas
en esta área [ 4 ].15, 1999 .26, 1999 .47]. Investigaciones anteriores han demostrado que un mayor conocimiento y mejores
habilidades interpersonales son factores importantes para prevenir o reducir la perpetración y victimización de violencia en el
noviazgo [ 4 ].26, 1999 .29, 1999 .34]. Sin embargo, este estudio muestra que ciertos mitos relacionados con la agresión sexual
aún prevalecen entre los adolescentes españoles en la actualidad, mientras que la asertividad sexual es escasa. Según varios
estudios internacionales sobre violencia sexual [13, 1999 .dieciséis, 1999 .27] y el marco anterior sobre violencia en el noviazgo
[23, 1999 .25], estos dos elementos están relacionados con la presencia de violencia sexual entre adolescentes y adultos
jóvenes. Los resultados de este estudio afirman además que estas asociaciones son relevantes al momento de dar cuenta de
la violencia sexual que ocurre también en las parejas adolescentes.

Es necesario señalar que, como se encontró en este estudio, los varones adolescentes tienden a reportar
con mayor frecuencia haber cometido violencia sexual contra sus parejas sexuales y románticas, lo que
subyace al problema de la violencia sexual en las relaciones de los adolescentes (p. ej., falsas creencias sobre el
género y la sexualidad). agresión) [13, 1999 .27]. Es preocupante que en la actualidad sigan existiendo mitos
sobre este tema, no sólo por la correlación con la perpetración de violencia sexual, sino también por el hecho
de que una mayor aceptación de este tipo de mitos parece estar asociada a una menor predisposición a
intentarlo. para ayudar en una situación en la que se observa una agresión sexual [13]. Mouilso y Calhoun
afirman que, en cierta medida, estas creencias podrían conducir a la justificación de estos actos oa una
relajación de las normas sociales por las que se sanciona tal comportamiento [ 4 ].48]. Asimismo, algunos
autores sostienen que la existencia de estas falsas creencias a nivel social genera un sufrimiento añadido a las
víctimas, lo que dificulta además su recuperación [ 4 ].49]. Acciones encaminadas a erradicar
En t. J. Medio ambiente. Res. Salud pública2020, 1999 .17, 8744 10 de

Estos y otros mitos que inciden en la experiencia de la sexualidad deberían ser, por tanto, una prioridad para el sistema
educativo [ .28, 1999 .50, 1999 .51].
De igual forma, a juzgar por los resultados de este estudio, la promoción de la asertividad sexual en ambos
géneros debe ser priorizada como área de intervención en la adolescencia. De hecho, dado que la asertividad sexual
parece tener mayor poder explicativo, debería priorizarse por encima de la deconstrucción de mitos basados en el
género. En este punto, en el trabajo de Shafer, Ortiz, Thompson y Hemmer con estudiantes universitarios varones, se
encontró que la asertividad es más relevante que la aceptación de los mitos de la violación en la predicción de
actitudes, intenciones e interpretación del consentimiento sexual [ 4 ].52]. Esto probablemente tenga que ver con la
mayor asociación entre este constructo y la violencia sexual, aunque se necesitarían estudios adicionales para
confirmar este punto de vista.
En cuanto a futuras líneas de trabajo, sería ventajoso el uso de diseños longitudinales basados en una
metodología mixta (es decir, cuantitativa y cualitativa). Además, al investigar los efectos de la mediación y la
moderación entre los predictores en estudio, se pudo determinar el efecto de cada una de las variables sobre
otros posibles factores de riesgo. Del mismo modo, sería igualmente valioso trabajar directamente con una
muestra de parejas, en lugar de utilizar participantes que autoinformen sobre su propio comportamiento y el
de su pareja. Tal enfoque contribuiría a comprender por qué existen diferencias significativas basadas en el
género con respecto a la frecuencia de la violencia cometida, pero no la frecuencia de la violencia sufrida.
Además, permitiría analizar en qué medida los miembros de la pareja están de acuerdo sobre lo ocurrido en la
relación,53]. Además, se deben explorar más a fondo otras posibles influencias en el origen y perpetuación de
este problema, como la familia y los pares. Además, es necesario estudiar cómo los adolescentes definen la
violencia en el noviazgo, ya que es posible que algunos participantes no relataran experiencias de violencia
sexual en su relación sentimental simplemente porque no se dieron cuenta de que la habían experimentado;
también podría suceder que otros piensen que el uso de alguna agresión o alguna presión sobre una pareja
romántica es aceptable [54, 1999 .55]. Finalmente, y de acuerdo con otros autores, sería de interés analizar qué
sucede en otras poblaciones, además del amplio grupo de adolescentes heterosexuales que asisten a la
escuela, como los adolescentes que no estudian más después de graduarse de la escuela y la comunidad
LGBT+ [ 4].dieciséis–18, 1999 .26].

Aunque hay muchas preguntas abiertas con respecto al objeto de este estudio, este trabajo destaca la importancia de
abordar la violencia en el noviazgo adolescente, dado el potencial de que tales comportamientos probablemente persistan en
las relaciones de noviazgo entre adultos, como se indica en estudios previos [ 1 ].56]. Un número limitado de estudios ha
medido cómo las creencias falsas y las habilidades interpersonales deficientes afectan la violencia sexual entre pares, tanto
cometida como sufrida; asimismo, pocos estudios analizan a hombres y mujeres como potenciales agresores y víctimas,
especialmente en parejas adolescentes. Este doble enfoque es relevante, al menos en el contexto español, ya que los
programas preventivos con adolescentes tienden a trabajar con grupos mixtos.
Los resultados de este estudio son, a nuestro juicio, un reflejo de la escasa implantación de la educación afectivo
sexual en el sistema educativo español. En la actualidad, esta materia no está incluida explícitamente en el currículo
escolar, sino que se limita a un enfoque transversal [ 4 ].57]. Según Lameiras, Carrera y RodriGuez, el hecho de que el
desarrollo de la transversalidad no haya demostrado ser más eficaz, al menos en este ámbito, se debe a la falta de
precisión legislativa, a las lagunas en la formación del profesorado, a la falta de interés o de recursos en los centros
educativos, y a una forma de entender la educación sexual afectiva que no es integral ni altamente prescriptiva, y que
se ha limitado, en su práctica, a la prevención de riesgos asociados a la sexualidad (p. ej., embarazos no deseados e
ITS) [ 4 ].58]. Se ha descubierto que fomentar un clima escolar positivo está asociado con la reducción de todo tipo de
agresión y las escuelas deben alentar a las víctimas y a sus compañeros a denunciar los incidentes de violencia en el
noviazgo para que los adultos puedan prevenir la escalada de tales comportamientos. Sin embargo, no hay duda de la
importancia de adoptar un enfoque comunitario para revertir la violencia en el noviazgo y, al hacerlo, involucrar no
solo a los propios adolescentes, sino también a otros agentes socializadores clave [ 1 ].dieciséis, 1999 .17, 1999 .24,
1999 .26].
En t. J. Medio ambiente. Res. Salud pública2020, 1999 .17, 8744 11 de

Contribuciones de autor:Conceptualización, AAF-F., NF-R., SL-V. y EG-P.; metodología, AAF-F. y NF-R.; software,
AAF-F. y NF-R.; validación, análisis formal e investigación, AAF-F., NF-R., SL-V. y EG-P.; recursos, AAF-F. y EG-P.;
curación de datos, AAF-F., NF-R., SL-V. y EG-P.; redacción—preparación del borrador original, AAF-F., NF-R., SL-V.
y EG-P.; redacción: revisión y edición, visualización, supervisión, administración de proyectos y adquisición de
fondos, AAF-F., NF-R. y SL-V. Todos los autores han leído y aceptado la versión publicada del manuscrito.

Fondos:Esta investigación fue financiada por el proyecto de investigación Juventud—Agresión sexual y victimización (Y-SAV).

Agradecimientos:Los autores desean agradecer al Center for Supporting Sexual Aggression Victims (CAVAS—
Cantabria, España) por su colaboración con esta investigación y a Nikki Hatza, JD (Facultad de Derecho de la
Universidad de Temple, EE. UU.) por sus sugerencias para mejorar el artículo.

Conflictos de interés:Los autores declaran no tener conflicto de intereses.

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