Elsp:: Sinodalidad Y Comunión

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ELSP:

SINODALIDAD Y
COMUNIÓN
Retiro de formación 108

50
aniversario
• Presentamos el siguiente 50 ANIVERSARIO DE
tema de retiro con la NUESTRA OBRA
doble intención de: APOSTÓLICA
1) Mantener la línea de
conocer más a la
Iglesia desde su interior.

2) Mostrar a la Iglesia de
América Latina y el
Caribe como parte de la
Iglesia Universal.
"COMUNIÓN" y
"PARTICIPACIÓN",
fueron las categorías-
clave para la
comprensión y puesta
en práctica de la III
Conferencia General
del Episcopado
Latinoamericano,
realizada en Puebla en
el año 1979.
• Hace falta que
seamos más
conscientes de
nuestros límites
para así poder
madurar y dar
frutos
evangélicos en
este camino.
• Debemos ser conscientes
de nuestra pequeñez y
descubrimos la necesidad
de una mayor conversión
personal y pastoral.
• Implica reaprender a
caminar juntos al
momento de enfrentar
los desafíos o los
problemas pastorales y
sociales propios del
cambio de época.
• Cuando uno cree
saberlo todo, el
don no puede ser
recibido. Cuando
uno cree saberlo
todo, el don no nos
educa porque no
puede entrar en el
corazón.
• Dicho de otro
modo, nada hay
más peligroso para
la sinodalidad que
pensar que ya lo
entendemos todo,
que ya lo
comprendemos
todo, que ya lo
controlamos todo.
• El don es el Espíritu
Santo, que no se
impone por la fuerza,
sino que convoca
suavemente nuestro
afecto.
• Ocupar espacios es
la tentación, abrir
procesos es la actitud
que permite la
acción del Espíritu
Santo.
• El Espíritu Santo es
don, no actúa
quitando sino dando,
moviendo, innovando.
El Espíritu Santo no es
una fuerza del pasado
sino que Pentecostés
sigue aconteciendo en
nuestro tiempo. ¡El
“Gran Desconocido”.
• La sinodalidad es parte
de una eclesiología
pneumatológica, es decir,
espiritual. Así mismo,
también lo es de una
teología eucarística.
• Sólo hay sinodalidad
cuando celebramos la
Eucaristía y
entronizamos el
Evangelio para que,
entonces, nuestra
participación no sea un
mero parlamentarismo.
• De este modo, la
palabra
“sinodalidad” no
designa un método
más o menos
democrático y
mucho menos
“populista” de ser
Iglesia. Estos son
desviaciones.
• La sinodalidad no es
una moda
organizacional o un
proyecto de
reinvención humana
del pueblo de Dios.
Sinodalidad es la
dimensión dinámica,
la dimensión
histórica de la
comunión eclesial
fundada por la
comunión trinitaria.
• Comunión sin
sinodalidad
fácilmente puede
prestarse a cierto
fijismo y centralismo
indeseable.
Sinodalidad sin
comunión puede
llegar a ser
populismo
eclesiástico. No, las
dos cosas juntas.
• Tengamos cuidado del
protagonismo unipersonal
y apostemos por sembrar y
animar procesos que
permitan que el pueblo de
Dios, que camina en la
historia, pueda participar
más y mejor en la común
responsabilidad que todos
tenemos de ser Iglesia.
Todos somos pueblo de Dios
• ¿Qué podemos decir
entonces para superar
los lugares comunes que
impiden avanzar a la
misión de la Iglesia?
• Esta vida de comunión
da a la Iglesia el rostro de
la sinodalidad; es decir,
una Iglesia de la escucha
recíproca.
• La unidad del pueblo
de Dios participa de
la unidad del Padre,
del Hijo y del Espíritu
Santo. Así se articula
en la Iglesia la Gracia
de la comunión
trinitaria, que es la
base de la dinámica
sinodal.
• El Espíritu Santo
derrama sus dones
con abundancia
entre todos los
bautizados para el
servicio del bien
común y la
edificación del
Cuerpo de Cristo.
• La práctica sinodal del
pueblo de Dios, como
estilo de participación en la
comunión trinitariaeclesial,
no puede reducirse a
acciones humanas, sino
que tiene que dejar
prevalecer a los Actores
divinos comprometidos en
la historia y dejarse
plasmar por la marca
personal del Espíritu del
Padre y del Hijo.
• Desde ahora en adelante,
los dicasterios no sólo
están autorizados a
integrar a laicos,
hombres y mujeres, entre
sus miembros y su
personal, sino que
también a éstos se les
puede confiar la
dirección misma de
ciertos dicasterios.
• La explicación canónica
señala entonces que
todo ejercicio de la
autoridad en la Curia
romana se basa en la
delegación de potestad
que otorga el Santo
Padre y no en el hecho
de ser obispo,
sacerdote, religioso o
laico.
• La autoridad que él
delega es la suya y
marca la diferencia, pero
no se basa en nada en el
sujeto designado, se
confiere a una
personalidad
carismática capaz de
ejercer bien la misión
canónica que le ha
encomendado el Sumo
Pontífice
El reto que plantea esta cuestión,
encomendar el gobierno eclesial
a personalidades que no poseen
la potestad del Orden, es
reconocer los carismas en la
Iglesia. Aún falta mucho para
lograr un cambio de nuestra
mentalidad clerical, que permita
reconocer que un carisma
concedido por el Espíritu Santo,
debidamente reconocido por la
autoridad eclesial, pueda ser
fuente de autoridad y de
auténtico gobierno

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