Acerca de La Práctica Autoras: Lic. Marita Manzotti Lic. María Teresa Reyes

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ACERCA DE LA PRÁCTICA

Autoras:

Lic. Marita Manzotti

Lic. María Teresa Reyes

INTRODUCCIÓN

Es un hecho cotidiano que en nuestro mundo actual el psicólogo se inserta en


diferentes ámbitos y situaciones que requieren su intervención. La Psicología ha
alcanzado un grado de difusión tal, que se extendieron y ampliaron las demandas al
psicólogo, de quien se esperan soluciones y respuestas para los problemas que
afectan la vida humana.

No es nuestro propósito aquí, ocuparnos de las posibilidades y fundamentos


científicos de la Psicología, sino de los problemas y peculiaridades ligados a su
práctica. ¿En qué consiste la práctica del psicólogo?, ¿De qué problemas se ocupa?,
¿Qué recursos utiliza?, ¿En qué se fundamenta?, ¿Cuáles son sus dificultades y sus
límites?, ¿A qué llamamos práctica?

Partiremos de la idea de que una práctica implica una transformación, una


operación sobre algo real. Toda práctica produce efectos, o espera producirlos, en
aquello sobre lo cual trabaja y que constituye su materia prima, sea cual sea la
práctica en cuestión. Es de suponer que la práctica del psicólogo producirá efectos en
el sujeto humano y en su acción.

La preocupación por los problemas humanos no comienza con la Psicología.


La filosofía desde siempre se ocupó de ellos. El intento de constituir una disciplina
científica así como el interés en conocer el funcionamiento de lo psíquico (qué lo
motiva, qué causa sus conductas, cómo piensa, etc.) llevó a desarrollos e
investigaciones sobre diversos aspectos de la vida humana así como a comparaciones
con la vida animal y dio lugar a la formulación de teorías sobre diferentes problemas:
la percepción, el aprendizaje, las emociones, la motivación, la voluntad, entre otros
que, como temas clásicos de la Psicología dieron lugar a escuelas y a desarrollos
teóricos diversos. La Psicología surge diferenciándose de la filosofía y tratando de
sostener un estudio científico de los hechos humanos ante la ausencia de una
disciplina que construya un saber sobre los mismos.
Por otra parte, la práctica del psicólogo en la actualidad se sitúa en un
interjuego entre ofertas y demandas desarrolladas durante el último siglo.

Nos parece conveniente sin embargo diferenciar el surgimiento de la Psicología


como disciplina científica de su aplicación y profesionalización. La Psicología como
ciencia, y los usos y práctica de la Psicología en diferentes campos ligados a
demandas sociales, implican tiempos lógicos diferentes en la constitución del campo
psicológico, aunque ligados de diversas maneras.

Las preguntas de la Psicología implican una interrogación sobre la acción


humana y sus determinaciones: ¿Por qué los hombres piensan, sienten, actúan de
determinada manera?, ¿Por qué hay conflictos? ¿Es posible eliminarlos?

Puede constatarse que la vida humana está marcada por el conflicto. Las
relaciones del hombre consigo mismo y con el mundo en el cual se inserta no son
armónicas. Surgen dificultades de diverso orden, puntos de fractura, de quiebre. En
diferentes situaciones de la vida social, el llamado “factor humano” cuando no fue
tenido en cuenta, reapareció introduciendo problemas que daban cuenta del retorno de
lo excluido.

Se trata entonces del progresivo paso de una disciplina académica a una


disciplina teórica-práctica, cosa que se hace más evidente en el siglo XX. Es entonces
cuando el saber psicológico comienza a formar parte de las representaciones
colectivas y se instituyen demandas a especialistas reconocidos en el campo de la
Psicología.

Durante veinte siglos no se entendió que fueran necesarios éstos para


ocuparse de los problemas de la dimensión subjetiva, pero es creciente la aplicación
de estos saberes a ámbitos sociales, institucionales, criminológicos, etc. Se trata del
surgimiento de las prácticas y de la constitución de sus ámbitos de aplicación.

Debemos agregar aquí una tercera dimensión que es la instancia de


profesionalización, pues es a partir de fines del siglo pasado que se va instituyendo
esta profesión, se crean sociedades científico-profesionales y se van definiendo
campos de especialización constituyéndose así una cierta identidad con
agrupamientos y conflictos propios de la construcción de las especialidades.

Vezzetti plantea que: «La primera regla de constitución de una especialidad es


establecer un cierto monopolio. Ideas que hoy podemos caracterizar como
psicológicas se encuentran en la historia del pensamiento occidental desde hace 20
siglos, pero al mismo tiempo estas ideas pueden estar en boca de médicos,
antropólogos, ensayistas, literatos, filósofos. La construcción de un ámbito de
profesionalización de una disciplina específica, implica que hay un grupo de personas
que intentan afirmar con mayor o menor éxito, que cierto objeto, cierto saber y reglas
de intervención les pertenecen y que son ellos los que legítimamente están en
condiciones de ser portadores de una disciplina y de desarrollarla o perfeccionarla”.

Para que una disciplina aplicada se difunda tiene que haber un público que la
acepte y la demande. No basta que la comunidad científica reconozca el valor de esa
disciplina, puede haber disciplinas puramente teóricas que alcanzan solo ese nivel de
legitimidad, pero, continúa diciendo Vezzetti: "Una disciplina aplicada y de servicios
tiene que encontrar un reconocimiento en un público más vasto. Tiene que haber
quienes piensen que recurrir al psicólogo es un recurso legítimo y que les puede
ayudar a solucionar sus problemas”.

Si bien la historia de las ciencias supera las fronteras nacionales apuntando a


lo universal, la historia de los usos sociales, de las prácticas y de la profesionalización,
se refiere a caracteres culturales y sociales particulares.

En nuestro país las primeras prácticas constituidas para los psicólogos fueron
la toma de tests. Eran auxiliares reconocidos como testistas. Fue progresivamente que
se amplió el campo posible de su práctica a distintas intervenciones tanto en el campo
clínico como en el institucional, laboral y forense. El pasaje del lugar de auxiliar al de
profesional responsable fue el resultado de una progresiva adquisición en nuestro
medio, en dónde el reconocimiento legal llegó la mayoría de las veces con retardo
respecto de la realidad de las prácticas ya realizadas, legitimadas primero por el uso y
el reconocimiento social.

LA DEMANDA Y LOS CAMPOS DE LA PRÁCTICA

Puede afirmarse que los hoy llamados campos de la Psicología (educacional


clínico, forense, laboral, institucional, psicosocial, etc.) se constituyen a partir de su
articulación con las demandas que desde diversos ámbitos sociales se le formulan al
psicólogo.

Si bien cada campo pondrá en juego requerimientos e intervenciones


específicas que varían según los problemas que requieren solución, podemos afirmar
que, de un modo general, al psicólogo se le dirige una demanda de saber.
En ese marco los psicólogos, cuya disciplina comenzaba a ser ya un saber
constituido y un terreno de investigación, fueron llamados a atender eso que no
marchaba constituyéndose así un campo de demandas provenientes de diferentes
sectores e instituciones sociales. Así, por ejemplo, la guerra puso en evidencia la
necesidad de tener en cuenta los problemas subjetivos y grupales que incidían en las
acciones planeadas. Las empresas cuyos objetivos no podían cumplirse ante
dificultades ligadas a problemas personales y grupales, llamaron a los psicólogos y
dieron lugar a investigaciones en el campo de la Psicología Social. Los problemas
surgidos en la educación y el aprendizaje llevaron a interrogarse sobre las
peculiaridades del sujeto que aprende, así como sobre las condiciones del
aprendizaje. Los psicólogos comenzaron a ser requeridos desde diferentes ámbitos de
la vida social.

Paralelamente los límites de la Medicina para dar tratamiento a ciertas


enfermedades dieron lugar a que, en el terreno de la clínica, surgiera el Psicoanálisis
incluyendo aquello que del sujeto no era escuchado por las prácticas médicas
habituales. El Psicoanálisis tuvo gran influencia en la Psicología y sus articulaciones y
diferencias requieren el seguimiento detenido de los caminos, los cruces, y las
bifurcaciones entre ambos.

Estos desarrollos teóricos, así como la diversidad de problemas empíricos que


requerían respuestas dieron lugar a un complejo juego de ofertas y demandas que
constituyen el hoy heterogéneo campo de la Psicología.

Pensamos que, a pesar de los intentos por constituir una Psicología unificada,
no hay LA Psicología, sino diferentes orientaciones que recortaron los problemas y el
campo de acción de modos diversos, marcando la imposibilidad de pensar un objeto
único de la Psicología y llevando a la construcción de métodos diferentes para su
abordaje. La realidad de la práctica del psicólogo está necesariamente marcada por tal
heterogeneidad y nos enfrenta al difícil problema de las relaciones entre la teoría y la
práctica.

La práctica del psicólogo no puede pensarse por fuera de sus fundamentos


teóricos y de la concepción del sujeto que implícita o explícitamente se sostenga. No
es lo mismo suponer que la conducta del hombre depende del condicionamiento y de
las relaciones entre estímulos y respuestas, que suponer que entre los estímulos y las
respuestas hay un sujeto. Pero ¿Cómo concebir ese sujeto?, ¿Cómo una unidad que
se reconoce a sí mismo en el marco de la conciencia? ¿O dividido entre lo que conoce
y lo que desconoce de sí mismo y de aquello que lo determina?
De estas consideraciones, así como de otras que en su momento
desarrollaremos (objetivos, actores y posiciones, reglas, técnicas, condiciones)
dependerán los fundamentos de su práctica y por ende el modo en que se articula la
oferta del psicólogo y su respuesta a las demandas.

A fin de contar con algunos ordenadores que guíen nuestras preguntas


acerca de la práctica del psicólogo en diferentes campos de demanda, tendremos
en cuenta a lo largo del curso: a) los fundamentos de la práctica, b) el modo y el
tipo de recursos que se emplean, c) los objetivos o dirección que toma la
intervención, d) el modo en que se ubica el psicólogo en ella y e) la delimitación del
marco posible de su acción.

DISCIPLINA CIENTÍFICA, PRACTICA Y PROFESIONALIZACIÓN.

Siguiendo lo que plantea Hugo Vezzetti en "Psicología y Modernidad", puede


decirse que, hacia fines del siglo XIX, puede reconocerse ya una disciplina teórica
aplicada relativamente constituida, aunque de modo problemático. En torno a esta
disciplina hay cátedras que enseñan Psicología, hay textos que se refieren a teorías,
objetos y enfoques de la Psicología, hay sociedades científicas que se definen a partir
de esta disciplina y hay Congresos Internacionales. El primer Congreso Internacional
de Psicología se realiza en 1889 en París y su presidente es Charcot. La disciplina
tiene un lugar académico, presente en el mundo universitario, y da lugar a una
profesionalización creciente de quienes se ocupan de ella.

El ser humano desde siempre ha intentado encontrar respuesta a los


interrogantes que ponen en cuestión el saber cotidiano de su vinculación consigo
mismo y con el mundo. La vida humana está marcada por el conflicto y por diversas
razones que provocan el malestar, tal como nos enseña Freud en "El malestar de la
cultura”. Ante el no saber, el hombre busca respuestas y las dirige a un Otro a quien
supone poseedor del mismo: la religión, la astrología, el ocultismo, la ciencia son
algunas de las formas socioculturales que surgen como modos posibles de articular
esas respuestas. Pero cada una de estas formas implica modos diferentes de buscar y
ofrecer respuestas posibles al malestar, al conflicto y al padecimiento humano y darán
cuenta de posicionamientos diferentes ante ellas, por ejemplo, no será lo mismo
intentar buscar respuestas por medio de la ciencia que orientarse a respuestas
mágicas o religiosas. También dentro del terreno científico encontraremos diferentes
formulaciones teóricas que darán lugar a modos diversos de encarar dichas
demandas.

¿A QUIÉN SE DIRIGE?

Que la demanda se dirija a un psicólogo no puede pensarse por fuera del


campo social de ofertas y demandas. Desde la oferta, es necesario que existan en la
sociedad psicólogos con una formación profesional teórico-técnica que los prepare y
habilite en el empleo de métodos y técnicas con los cuales poder abordar la conducta
humana y sus determinaciones. Desde la demanda es necesario que haya una
población que reconozca y delimite sus problemas como pertenecientes al campo de
incumbencias del psicólogo. Entonces, cuando hay algo que no marcha y que se
reconoce como relativo al “factor humano”, la especificidad del saber psicológico es
requerida. Este reconocimiento no está siempre dado desde un principio. Muchas
veces la demanda se orienta hacia otros profesionales o personas a las cuales se
considera capaces de ofrecer alguna respuesta. ¿A quién consultar si hay un
problema de pareja?: ¿A un amigo?, ¿A un cura?, ¿A un abogado?, ¿Al médico de
cabecera?, ¿A un psiquiatra?, ¿A un psicólogo? Si hay problemas en una institución
¿A quién llamar?: ¿A un economista?, ¿A un sociólogo?, ¿A un administrador de
empresas? ¿A un psicólogo institucional? Para un peritaje en un juicio por la tenencia
de un niño, ¿A quién llamar?: ¿A un psiquiatra?, ¿A un asistente social?, ¿A un
psicólogo? Ante una depresión, a quien consultar: ¿A un psiquiatra? ¿A un médico
clínico? ¿A un psicólogo? Si en una escuela un niño tiene trastornos de aprendizaje o
de conducta ¿A quién consultar?: ¿A un psicopedagogo?, ¿A un psicólogo? Si un
político tiene que armar una campaña, o una empresa desea sacar al mercado un
nuevo producto: ¿Se llama a un tarotista?, ¿A un astrólogo?, ¿A un economista?, ¿A
un sociólogo?, ¿A un publicista?, ¿A un psicólogo? ¿O, en cada uno de estos casos
se recurre a varios de ellos? Es preciso entonces clarificar la especificidad de la
demanda al psicólogo teniendo en cuenta la oferta del saber que éste posee por su
capacitación profesional, lo que también le permitirá realizar las derivaciones
pertinentes a otros campos de incumbencias. Las condiciones para tomar tales
decisiones no son siempre claras y dependerán no sólo de las incumbencias
profesionales sino fundamentalmente de su reconocimiento por parte de la comunidad.
Puede constatarse al respecto que algunas demandas (por ej. las del ámbito forense)
son relativamente más recientes que otras cuya validación práctica se viene realizando
desde hace ya muchos años especialmente en el campo clínico y educacional.
CLARIFICAR LA DEMANDA: QUIÉN, QUÉ, CUÁNDO, DÓNDE. CÓMO.

Intentaremos ahora circunscribir algo más del problema de la demanda. Se


hace difícil profundizar dentro de un planteamiento general, ya que la variabilidad y
especificidad de las demandas dará lugar a matices y diferenciaciones que habrá que
tener en cuenta en cada caso. Sin embargo, en todos los casos será necesario
clarificar la demanda, teniendo en cuenta cuándo y porqué se la formula, qué se
demanda, quién lo hace, dónde se inscribe. Esto permitirá, a partir de un diagnóstico,
decidir si se la acepta o se la rechaza, si es necesario reformularla o hacer una
derivación y qué pasos seguir para darle curso.

El modo de tratamiento de la demanda va estar directamente ligado entonces a


la especificidad del problema que la motive, a las condiciones y el contexto en los
cuales la misma se formule. Pero cada uno de estos aspectos será considerado a la
luz de perspectivas teóricas que incidirán en el modo con el cual el psicólogo recorte y
enmarque su práctica.

¿CUÁNDO?

El momento en el cual alguien se decide a hacer una consulta no es


cualquiera y es necesario tenerlo en cuenta como elemento importante para un
diagnóstico de la situación. Suele ser un momento en el cual las respuestas
habituales fallan y los sujetos carecen de recursos para encontrar nuevas
respuestas. A veces se busca eliminar el sufrimiento producido por un síntoma, una
inhibición o por la angustia cuyo origen y motivos se desconoce; otras veces los
conocimientos con los que se cuenta para realizar una tarea no alcanzan para
tomar decisiones, modificar situaciones, u operar sobre la realidad de que se trata.
En uno u otro caso, la demanda a un Otro se produce ante un quiebre en el saber y
si se supone que eso que falla es relativo a problemas de índole subjetiva, puede
producirse un llamado a un psicólogo al que se le atribuye la capacidad de
escuchar e intervenir desde otro lugar.

¿QUIÉN? ¿EN QUÉ CONTEXTO?

También es importante al recibir una demanda discriminar quién es el que


demanda y con qué sujeto hay que trabajar. El modo en que está incluido el
demandante en el problema marca condiciones y límites para su abordaje. Hay en
esto variaciones y es preciso esclarecer quién es verdaderamente el demandante.
Muchas veces una madre consulta por su hijo y las entrevistas iniciales van poniendo
de relieve que la que está angustiada y demanda es ella y no el niño. O bien un
médico dirige una demanda al psicólogo para una interconsulta pidiendo atención
psicológica para un paciente a punto de operarse o luego de un parto, o en estado
terminal y el psicólogo escucha que el verdadero demandante no es el paciente sino el
médico que requiere la intervención en un punto que a él se le marca como límite.
Habrá que decidir en ese caso a quién o quienes se escucha y cuál es la intervención
a realizar. Por otra parte, es diferente cuando un sujeto angustiado o con síntomas
consulta a un psicólogo pidiendo ayuda para aliviar su sufrimiento, que si el pedido lo
realiza un juez buscando asesoramiento para tomar una decisión en un caso o
haciendo intervenir a un perito psicólogo para contar con elementos antes de dictar
sentencia. El modo en que el demandante está implicado subjetivamente en la
demanda en estos dos casos es radicalmente diferente. En ambos hay una demanda
de saber al psicólogo. Pero en el primer caso es el mismo sujeto el que, reconociendo
un sufrimiento se dirige a un Otro. En cambio, cuando el demandante es el juez, no es
él como sujeto el que está implicado, sino que el pedido es en relación a un tercero
cuya subjetividad será indagada pero que no demanda nada. Esto marca sin duda
condiciones diferentes para la intervención. No se excluye que en algunos casos el
juez pueda verse afectado subjetivamente y que esto pueda llevarlo a realizar alguna
consulta personal, pero esto implicará seguramente otro ámbito de consulta. También
en consultas dentro de un gabinete escolar se pone en juego esta necesidad de
clarificar la demanda para decidir la intervención adecuada. Un maestro puede
consultar al psicólogo del gabinete debido a los problemas de conducta de un chico
pidiendo quizás que se le indique tratamiento. Pero será necesario determinar si los
problemas se deben a trastornos psicológicos del niño o si es necesario trabajar con el
maestro para detectar algún obstáculo en su modo de encarar la relación con ese
niño. Es decir que también ahí el psicólogo trabaja sobre la demanda misma para
determinar quién es el sujeto con el cual deberá trabajar. Tal vez se decida que el
gabinete es insuficiente para encarar el problema y sea necesaria una derivación.
Asimismo, si quien formula una demanda es un empresario que quiere lanzar un
producto y necesita saber cómo dirigirse a la población, buscará un psicólogo para
conocer las características, actitudes y motivaciones de la misma. La unidad de
análisis en este caso será la población y no el empresario, que es sin embargo el que
demanda la investigación. El modo en que el demandante está implicado
subjetivamente en la demanda marca entonces diferencias: no es lo mismo que quien
demande esté directamente comprometido en una pregunta por sí mismo que si
encarga al psicólogo un estudio de terceros. Vemos que la peculiaridad de la demanda
y el recorte de la misma circunscriben un tipo de intervención al definir el objetivo de la
misma y sus límites. Pero es cierto que, en algunos casos, la escucha del psicólogo
puede transformar la demanda orientándola a otro tipo de intervención. Así por
ejemplo ocurriría si se transforma la demanda del maestro, o del médico en una
interrogación sobre su propia práctica. Si esto ocurriera podría generarse la
formulación de una nueva demanda, que recortaría el problema y el campo de otro
modo y esto daría lugar a una intervención diferente.

¿DÓNDE?

Lo anterior se liga directamente a la particularidad del ámbito social desde el


cual se realiza la demanda, así como a la inserción institucional del psicólogo. Esto
dará particularidades y límites a las intervenciones posibles. Así, por ejemplo, un
pedido de tratamiento realizado a un psicólogo con quien alguien ha tenido una
entrevista de selección de personal, implicará una modificación del marco y de los
objetivos que generaron dicha entrevista. Del mismo modo el psicólogo que trabaja
en un Juzgado o en un gabinete escolar, verá delimitada su práctica por dicha
inserción y su intervención puede requerir una derivación al ámbito pertinente.
También la posición del psicólogo en relación al demandante debe ser tenida en
cuenta ya que tiene consecuencias. No resultaría sencillo a un psicólogo empleado
de una empresa que está en relación de dependencia, realizar un trabajo de
asesoramiento institucional que requiere cierta exterioridad, es decir, un lugar de
tercero que le permita no quedar implicado como parte. Estar en relación de
dependencia y estar como consultor definen coordenadas diferentes para encarar
un trabajo y hacerlo posible.

¿QUÉ?

Es esta sin duda una cuestión esencial: tener en cuenta en qué consiste la
demanda. Pero es importante no confundir lo que se formula como pedido al
psicólogo, con aquello que sin estar formulado explícitamente puede ser a veces el
verdadero motivo de esa demanda a ser escuchado por el psicólogo. A partir del
descubrimiento del inconsciente freudiano, no puede desconocerse que el sujeto dice
más que lo que cree decir y que la conciencia no es absolutamente hegemónica para
el sujeto. Así, por ejemplo, como planteamos anteriormente, una madre puede
consultar por su hijo como un modo no explícito de consultar por ella misma. Esto
implica que, en algunos casos, la recepción de una demanda lleve a una reformulación
o una transformación de la misma y a una puesta al trabajo de aquello que se ha
pedido.
LA RESPUESTA A LA DEMANDA

Entramos ahora en el problema de la oferta de intervención que realiza el


psicólogo. Puede afirmarse que la misma dependerá no sólo de las peculiaridades del
problema y de la demanda sino también de la posición desde la cual ésta se reciba y
se escuche. Esto implica tener en cuenta el marco teórico de referencia, el recorte del
objeto, el objetivo de la intervención, el método de abordaje, y una ética.

Las articulaciones entre problema, objeto, teoría y método, se vuelven así


cruciales para el ordenamiento de la práctica.

De un modo general quien formula una demanda espera una ayuda o una
respuesta que dé solución al problema por el cual consulta. Sin embargo, que el
psicólogo dé un consejo, indique cómo proceder o ponga a trabajar el problema en
cuestión para su elaboración por parte del sujeto, dependerá de cómo se posicione
ante el pedido y de cómo conciba las determinaciones psíquicas de la conducta
humana y las posibles soluciones del conflicto. No es lo mismo pensar que el conflicto
puede ser eliminado para lograr una armonía absoluta, que aceptar el conflicto como
parte de la vida humana. El modo en que se escuche una demanda estará entonces
orientado por referentes teóricos y éticos, por la coyuntura en que se produce y podrá
dar lugar a diferentes formas de intervención. Con esto sólo hemos introducido el
problema de la oferta del psicólogo que requerirá una mayor profundización.

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