La Sociología Del Café
La Sociología Del Café
La Sociología Del Café
Giddens, A., Sociología, Madrid, Alianza, 2000. – Adaptación Prof. Alan Dragani
Aprender a pensar sociológicamente -en otras palabras, usar un enfoque más amplio- significa cultivar la imaginación. Un
sociólogo es alguien capaz de liberarse de la inmediatez de las circunstancias personales para poner las cosas en un contexto
más amplio. El trabajo sociológico depende de lo que el autor americano Wright Mills, en una célebre expresión, denominó la
imaginación sociológica. La imaginación sociológica nos pide, sobre todo, que seamos capaces de pensar distanciándonos de las
rutinas familiares de nuestras vidas cotidianas, para poder verlas como si fueran algo nuevo.
Consideremos el simple acto de beber una taza de café. ¿Qué podríamos decir, desde un punto de vista sociológico, de
este hecho de comportamiento, que parece tener tan poco interés?: muchísimas cosas. En primer lugar, podríamos señalar que
el café no es sólo una bebida, ya que tiene un valor simbólico como parte de unos rituales sociales cotidianos. Con frecuencia,
el ritual al que va unido el beber café es mucho más importante que el acto en sí. Dos personas que quedan para tomarse un
café probablemente tienen más interés en encontrarse y charlar que en lo que van a beber. La bebida y la comida dan lugar en
todas las sociedades a oportunidades para la interacción social y la ejecución de rituales, y éstos constituyen un interesantísimo
objeto de estudio sociológico.
En segundo lugar, el café es una droga que contiene cafeína, la cual tiene un efecto estimulante en el cerebro. La
mayoría de las personas en la cultura occidental no considera que los adictos al café consuman droga. Como el alcohol, el café es
una droga aceptada socialmente, mientras que la marihuana, por ejemplo, no lo es. Sin embargo, hay culturas que toleran el
consumo de marihuana, e incluso el de cocaína, pero fruncen el ceño ante el café y el alcohol. A los sociólogos les interesa saber
por qué existen estos contrastes.
En tercer lugar, un individuo, al beber una taza de café, forma parte de una serie extremadamente complicada de
relaciones sociales y económicas que se extienden por todo el mundo. Los procesos de producción, transporte y distribución
de esta sustancia requieren transacciones continuadas entre personas que se encuentran a miles de kilómetros de quien lo
consume. El estudio de estas transacciones globales constituye una tarea importante para la sociología, puesto que muchos
aspectos de nuestras vidas actuales se ven afectados por comunicaciones e influencias sociales que tienen lugar a escala
mundial.
Finalmente, el acto de beber una taza de café supone que anteriormente se ha producido un proceso de desarrollo
social y económico. Junto con otros muchos componentes de la dieta occidental ahora habituales -como el té, los plátanos, las
patatas y el azúcar blanco- el consumo de café comenzó a extenderse a finales del siglo XIX y, aunque se originó en Oriente
Medio, la demanda masiva de este producto data del período de la expansión colonial occidental de hace un siglo y medio. En la
actualidad, casi todo el café que se bebe en los países occidentales proviene de áreas (Sudamérica y África) que fueron
colonizadas por los europeos, así que de ninguna manera es un componente "natural" de la dieta occidental.
La imaginación sociológica nos permite darnos cuenta de que muchos acontecimientos que parecen preocupar
únicamente al individuo en realidad tienen que ver con asuntos más generales. Aunque todos estamos influidos por nuestro
contexto social, nuestro comportamiento no está del todo condicionado por ellos. Tenemos nuestra propia individualidad y la
creamos. La labor de la sociología es investigar la conexión que existe entre lo que la sociedad hace de nosotros y lo que
hacemos de nosotros mismos. Nuestras actividades estructuran -dan forma- al mundo social que nos rodea y, al mismo tiempo,
son estructuradas por él.
El concepto de estructura social es importante para la sociología y se refiere al hecho de que los contextos sociales de
nuestra vida no sólo se componen de una colección aleatoria de acontecimientos y acciones, sino que, de diversas maneras,
están estructurados o siguen una pauta. Nuestra forma de comportarnos y las relaciones que mantenemos unos con otros
presentan regularidades. Sin embargo, la estructura social no tiene el carácter físico, por ejemplo, de un edificio que existe al
margen de las acciones humanas. Sus "componentes básicos" -seres humanos como vos y como yo- lo reconstruyen a cada
momento.