Los Seis Ciegos y El Elefante, Cuento Popular
Los Seis Ciegos y El Elefante, Cuento Popular
Los Seis Ciegos y El Elefante, Cuento Popular
Puestos en fila, con las manos en los hombros de quien les precedía,
emprendieron la marcha enfilando la senda que se adentraba en la selva.
Pronto se dieron cuenta que estaban al lado de un gran elefante. Llenos
de alegría, los seis sabios ciegos se felicitaron por su suerte. Finalmente
podrían resolver el dilema.
El más decidido, se abalanzó sobre el elefante con gran ilusión por tocarlo.
Sin embargo, las prisas hicieron tropezar y caer de bruces contra el
costado del animal. “El elefante –exclamó– es como una pared de barro
secada al sol”.
El segundo avanzó con más precaución. Con las manos extendidas fue a
dar con los colmillos. “¡Sin duda la forma de este animal es como la de
una lanza!”.
Entonces avanzó el tercer ciego justo cuando el elefante se giró hacía él. El
ciego agarró la trompa y la resiguió de arriba a abajo, notando su forma y
movimiento. “Escuchad, este elefante es como una larga serpiente”.
Era el turno del cuarto sabio, que se acercó por detrás y recibió un suave
golpe con la cola del animal, que se movía para asustar a los insectos. El
sabio agarró la cola y la resiguió con las manos. No tuvo dudas, “Es igual a
una vieja cuerda” exclamó.
El sexto sabio que era el más viejo, se encaminó hacia el animal con
lentitud, encorvado, apoyándose en un bastón. De tan doblado que estaba
por la edad, pasó por debajo de la barriga del elefante y tropezó con una
de sus gruesas patas. “¡Escuchad! Lo estoy tocando ahora mismo y os
aseguro que el elefante tiene la misma forma que el tronco de una gran
palmera”.
Satisfecha así su curiosidad, volvieron a darse las manos y tomaron otra vez
la senda que les conducía a su casa. Sentados de nuevo bajo la palmera
que les ofrecía sombra retomaron la discusión sobre la verdadera forma del
elefante. Todos habían experimentado por ellos mismos cuál era la
forma verdadera y creían que los demás estaban equivocados.