El Sentido de La Confesión en El Catolicismo

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El sentido de la confesión en el catolicismo

La confesión es un sacramento y la oportunidad de descargar mucho


del peso que llevamos encima en la vida dentro del catolicismo

Por JAVIER GONZÁLEZ

Cuando la mochila te pesa, y llega un momento que ni sientes la


espalda, puedes pararte a descansar... pero el peso va a seguir
siendo el mismo cuando comiences a caminar de nuevo. Pero un
hombre, que caminó por Jerusalén hace 2.000 años -y que vive
hoy- ha decidido cargar Él con ese peso. Y de hecho, estaba
dispuesto a morir, para que ese peso no terminara por
consumirte.
Para hablar sobre la 'confesión' en la Iglesia Católica, lo primero
que hay que decir es que es un sacramento. Y esto en nuestra fe,
ya sabemos que son palabras mayores. Quiere decir que involucra
directamente al de arriba. "Los sacramentos son el centro de la fe
cristiana, por los que Dios comunica su gracia, se hace presente y
actúa en nuestra vida", aseguraba el Papa Francisco durante una
Audiencia General en el año 2014.
La Comunión en la mano
31 mayo, 2010 Buena Voz 6
Comentarios cep, comunión, conferencia episcopal peruana, Peru

1.00 p m| LIMA 31 may. 10 (BV).- Como todos los domingos se


repartió en todas las parroquias el folleto “PALABRA DE DIOS en la
Iglesia Católica”, editado por la Comisión de Liturgia de la
Conferencia Episcopal Peruana (presidida por Mons. Carlos García
Gademer, Obispo de Lurín), que en su contraportada vuelve a tocar
el tema de “Recibir la Comunión en la mano”. En esta edición la
publicación toma la explicación del libro “Sugerencias litúrgicas y
catequéticas. Misa Dominical”. Aquí la transcripción:
“Los dos modos de recibir el Cuerpo del Señor tienen sentido, y los
dos pueden expresar igualmente nuestra comprensión y nuestro
respeto al misterio eucarístico. Son varios, sin embargo, los motivos
que han llevado a muchos a preferir la comunión recibida en la mano:
– Parece un modo más natural de realizar el rito; es más normal
depositar lo que se ofrece en la mano que en la boca.
– Es más delicado y más respetuoso con la persona que va a
comulgar, que así tiene una intervención más activa en la comunión:
la recibe del ministerio eclesial, pero a la vez es el fiel quien se
comulga a sí mismo; recibirla en la boca expresa bien
que recibimos la eucarístía por mediación de la Iglesia, pero hace
menos transparente nuestra intervención activa en el rito”
– Es más facíl el diálogo que acompaña el gesto: “Cuerpo de Cristo”,
“Amén”, no se dice mientras se tiene que abrir la boca, sino mientras
se recibe en la mano.
– Expresa más claramente la dignidad del cristiano laico: por el
Bautismo todos formamos parte del pueblo sacerdotal, todos somos
hijos y hermanos en la familia de la Iglesia.

Testimonio de comunión para que el mundo crea


Carta de Mons. D. Luis Javier Argüello Pérez
Arzobispo de Valladolid

Enero 2023
En el momento de la ascensión Jesús dice a los apóstoles, Iglesia
naciente: “Id” y haced discípulos, y enseñadles todo aquello que yo
os he mostrado; lo que os he manifestado con palabras y hechos.
Y, sentado a la derecha del Padre, intercede por nosotros con una
oración incesante: “Padre, que sean uno para que el mundo crea”.
Estos dos momentos que son ya eternos y recordamos en la
Eucaristía (cuando somos enviados, al final, y cuando oramos por la
unidad y la paz en la Iglesia, poco antes comulgar), nos vienen bien
en el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos que
celebraremos del 18 al 25 de enero.

Queremos evangelizar; la Iglesia está llamada a salir de sí misma y


a anunciar la buena noticia del Evangelio de Jesucristo, la buena
noticia de la palabra hecha carne que hemos adorado en Navidad;
carne ofrecida por nosotros en la cruz para vencer así al pecado y a
la muerte. Encontramos dificultades, resistencias, a la hora del
anuncio y es bueno caer en la cuenta de que el Señor nos propone
completarlo o, mejor, conseguir que nuestro anuncio tenga la
música de nuestro testimonio, de nuestra santidad, como dice
Francisco en ‘Gaudete et exultate’.

¿Cómo se manifiesta la santidad? Por una parte, dice el lema de la


edición de este año del Octavario –“Haz el bien; busca la justicia”
(cf. Is 1, 17)-, siendo testigos del bien y de la justicia y, por otra,
ofreciendo un milagro: el milagro de la comunión, el milagro de la
unidad: “Padre, que sean uno para que el mundo crea”. ¿No será
esta falta de unidad la dificultad mayor para que el mundo crea?.
Por otra parte, en un mundo individualista en el que cuesta tanto
mantener alianzas, realizar pactos, vivir en el diálogo, en la escucha
y en el acuerdo, el Señor nos reclama de manera incesante nuestro
testimonio. La afirmación como discípulos y misioneros de la
palabra, de que vivimos en comunión y en unidad, aunque para ello
tengamos, a veces, que mordernos los labios o que renunciar a
algún aspecto de lo que cada uno de nosotros subrayamos.

El camino sinodal, que vive en estas semanas, el final de la Fase


Continental, acentúa precisamente esta expresión: “La Iglesia es
un pueblo en camino”; caminamos juntos para ofrecer unidos la
alegría del Evangelio y el testimonio de la lucha por el bien y por la
justicia. Esta unidad a la que somos convocados no es la
uniformidad de una esfera, como tantas veces recuerda también el
papa Francisco, sino que tiene su fuente y su culminación en la
Trinidad, en la conformidad de diferentes, en la unión de tres
personas, cada una de las cuales nos ofrece un rasgo de la vida
divina; la vida divina plena, pero manifestada en las características
propias del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Acojamos este permanente envío del Señor, “id”, y unámonos a esa


oración de un creyente antiguo que hoy reproducimos en cada
Eucaristía: “Señor, no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la
fe de tu Iglesia, y conforme a tu palabra, concédele la unidad y la
paz”.
La obra fue revisada por dos teólogos, profesores de la Facultad de
Teología de la Universidad Javeriana, quienes, después de
detenido análisis del texto y charlas con el autor, garantizan que no
contiene errores en la fe y que todo lo que allí se dice es defendible
hoy día en la Iglesia Católica y puede ayudar a todo católico, abierto
al cambio, a crecer en el conocimiento y amor de Jesucristo, y a
continuar firme y estable en la Iglesia Católica.

El superior religioso le dio su aprobación.

Saldrá a la luz pública en la Feria del Libro, a finales de este mes de


abril.

Le adelanto algunas orientaciones para ayudarle a una lectura


inteligente y provechosa.

Ante todo, tenga presente el desarrollo de la doctrina. La fe debe


progresar o se estanca y muere. Las fórmulas deben cambiar.
Decía el célebre cardenal Newman: “ Vivir es cambiar y ser perfecto
es haber cambiado muchas veces” .

No lea este libro con lupa para buscar errores: no los encontraron
los revisores; pero estoy seguro de que no faltará quien los
encuentre. Una lectura prevenida hará mucho daño. Léalo con la
mejor intención de encontrarse con un Jesucristo renovado, vivo, el
que predicaron los apóstoles y sigue siendo el centro de la Historia.
Si no quiere actualizar su fe, le ruego no lo lea. Siga tranquilo con
su fe de carbonero.

El autor empleó los últimos 40 años de su vida en hacer la


transición de la fe de carbonero a la fe crítica, con la lectura de
buenos teólogos. Usted no puede pretender hacer la misma
transición en sólo 40 días que le puede llevar su lectura. Tenga
paciencia: vuelva a leerlo, consulte, ore, no se deje llevar de las
primeras reacciones. Los cambios que encontrará son sólo de
forma, no de fondo. Trata el autor de ayudarle al lector a
reencontrar la misma fe de los apóstoles y de los concilios
presentada en expresiones más actuales.

No haga caso a los titulares de prensa que suelen ser escandalosos


y amarillistas, que desfiguran la verdad. Dirán, por ejemplo: ‘ El
padre Llano niega la virginidad de María’ . El padre Llano no niega
la virginidad de María; sugiere, siguiendo a buenos teólogos
católicos, hablar de una virginidad espiritual o metafórica, como la
entendieron los evangelistas, ya que sólo así la virginidad resulta
compatible con la múltiple maternidad de María, narrada por los
mismos evangelistas. Más de 10 pasajes del Nuevo Testamento
nos hablan explícitamente de los hermanos y hermanas de Jesús.

Sólo que los comentaristas católicos, para salvar la supuesta


virginidad corpórea de María, ponían notas al margen diciendo que
se trataba de primos hermanos. El católico adulto ya no está para
semejantes engaños infantiles.

Otro titular amarillista que se puede dejar venir: El padre Llano


niega la resurrección de Jesucristo. No, señor periodista. No me
entendió.

Jesucristo sí resucitó, vive con la vida de Dios. Sugiero, siguiendo a


teólogos católicos actuales, expresar el mismo misterio con la
palabra exaltación de Jesucristo, ya que la palabra resurrección
hace alusión a una antropología y a un paradigma planetario ya
caducos. Jesús no salió del sepulcro ni subió físicamente a los
cielos. Ningún resucitado recupera la vida biológica que llevó en
vida mortal. Sencillamente muere y pasa al juicio misericordioso de
Dios. Resurrección y ascensión son dos metáforas o imágenes de
su exaltación y paso a Dios. Jesús no subió espacialmente al cielo
ni se encuentra físicamente en las alturas. Ya aclaró Juan Pablo II:
ni el cielo ni el infierno son lugares sino estados del alma. Jesús
resucitado está con Dios, es Dios, y se encuentra presente en
nosotros, ya glorificado

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