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I 3. Pero el c mo británico per cáfila fue mucho más alto que el de los otros países
[imparables. Kra, .'jemplo, unas tres veces y media el consumo francés de 1720-1740.
14. Produce t en miles de toneladas):
Año Carbón
15. Los d< oió como "organizados en gremios" un visitante alemán, quien se mara-
villó de encontr; 11! un fenómeno continental familiar. Capítulo 4
16. ,S. G. eckland, Tbe R.ise of Industrial Sociely in England (1964), estudia esta
uiestión; ver ta en R, C. O. Matthews, A Study in Trade Cyde Hislory (1954).
17. Sin er rgo, algunos economistas no se mostraron satisfechos con esta teoría por LOS RESULTADOS HUMANOS DE LA
lo menos desde 130.
18. Es in sible decir en qué grado se desarrollaron como parte de la renta nacional REVOLUCIÓN INDUSTRIAL, 1750-1850 1
en este período. :ro hay indicios cíe una caída del sector de los salarios en la renta nacional
entre 1811 y 1 (2, y esto en una época en que la población asalariada crecía muy rápida-
mente con resp :o al conjunto de la población. Sin embargo, la cuestión es difícil y el mate- La aritmética fue la herramienta fundamental de la Revolución in-
rial solire el qi basar una respuesta completamente inadecuado.
19. Sin i ibargo, en Escocia sí se dio probablemente una ausencia de capital semejan- dustrial. Los que llevaron a cabo esta revolución la concibieron como
te, a causa de . .e el sistema bancario escocés desarrolló una organización y participación ac- una serie de adiciones y sustracciones: la diferencia de coste entre
cionaria en la i dustria muy por delante de los ingleses, ya que un país pobre necesita un me- comprar en el mercado más barato y vender en el más caro, entre cos-
canismo para c mcentrar los numerosos picos de dinero procedentes de ahorros en una reserva
accesible para i inversión productiva en gran escala, mientras que un país rico puede recurrir to de producción y precio de venta, entre inversión y beneficio. Para
para conseguí] lo a las numerosas fuentes de financiación locales. Jeremy Bentham y sus seguidores, los campeones más consistentes de
20. Porque los salarios tienden a ir a remolque de los precios y en cualquier caso el ni- este tipo de racionalidad, incluso la moral y la política se manejaban
vel de precios cuando se vendían los productos, tendía a ser más alto de lo que había sido an-
teriormente, cuando fueron producidos.
con estos sencillos cálculos. El objeto de la política era la felicidad.
21. T. Ellison, The Cotton Tradt of Great Britain (1886), p. 61. Cualquier placer del hombre podía expresarse cuantitativamente (por
22. Para ser más precisos, esta balanza fue ligeramente negativa en 1826-1830, positi- lo menos en teoría) y también sus pesares. Deduciendo éstos de aquél
va en 1831-1835 y de nuevo negativa en todos los quinquenios que van desde 1836 a
1855.
se obtenía, como resultado neto, su felicidad. Sumadas las felicidades
de todos los hombres y deducidos los infortunios, el gobierno que con-
siguiera la mayor felicidad para el mayor número de personas era el
mejor. La contabilidad del género humano tendría sus saldos deudo-
res o acreedores, como la mercantil.2
El análisis de los resultados humanos de k Revolución industrial
no se ha liberado totalmente de este primitivo enfoque. Aún tenemos
tendencia a preguntarnos: ¿mejoró o empeoró las condiciones de la
gente? y, si fue así ¿en qué medida? Para ser más precisos: nos pre-
guntamos qué poder adquisitivo, o bienes, servicios, etc., que pueden
comprarse con dinero, proporcionó la Revolución industrial y a qué
número de individuos, admitiendo que la mujer que posee una lavado-
ra vivirá mejor que k que no la posee (lo que es razonable), pero tam-
bién : a) que la felicidad privada consiste en una acumulación de cosas
tales como bienes de consumo y ¿) la felicidad pública consiste en la
mayor acumulación de éstas para el mayor número de individuos (lo
78 INDUSTRIA E IMPERIO RESULTADOS HUMANOS DE LA REVOLUCIÓN 79
que no lo es). Estas cuestiones son importantes, pero también engaño- no dispusiera de una renta anual equivalente a 100 libras esterlinas,
sas. Es natural que todo historiador se sienta interesado por conocer si esperaban la batida. Sus casas de campo seudoclásicas o neoclásicas se
la Revolución industrial obtuvo para la mayoría de la gente en térmi- multiplicaban como no lo habían hecho nunca desde la época isabelína
nos absolutos o relativos más y mejor alimento, vestido y vivienda. ni volverían a hacerlo. Como que las actividades económicas de la
Pero no logrará su objetivo si olvida que esta revolución no fue un aristocracia, a diferencia de su estilo social, ya se habían adaptado a
simple proceso de adición y sustracción, sino un cambio social funda- ios métodos comerciales de la clase media, la época del vapor y de las
mental que transformó las vidas de los hombres de modo irreconoci- oficinas contables no les supuso grandes problemas de adaptación es-
ble. O, para ser más exactos, en sus fases inicales destruyó sus viejos piritual, excepto quizás para los que pertenecían a los últimos aledaños
modos de vida y les dejó en libertad para que descubrieran o se cons- de la jerarquía hidalga, o para aquellos cuyas rentas procedían de la
truyeran otros nuevos si podían y sabían cómo hacerlo. No obstante, cruel caricatura de economía rural que era Irlanda. Los nobles no tu-
rara vez les enseñó a conseguirlo. vieron que dejar de ser feudales, porque hacía ya mucho tiempo que
Queda claro que hay una relación entre la Revolución industrial habían dejado de serlo. Como mucho, algún rudo e ignorante baronet
como suministradora de comodidades y como transformadora social. del interior tendría que encararse con la nueva necesidad de enviar a
Las clases cuyas vidas experimentaron menos transformaciones fue- sus hijos a un colegio adecuado (las nuevas "escuelas públicas" se
ron, normalmente, las que más se beneficiaron en términos materiales construyeron a partir de 1840 para educar a éstos y a los vastagos de
(y al revés), en tanto que su inhibición ante los cambios que estaban los florecientes hombres de negocios) o disfrutar más asiduamente de
afectando a los demás obedecía no sólo al conformismo material, sino los encantos de la vida londinense.
también al moral. Nadie es más complaciente que un hombre acomo- Plácida y próspera por igual era la vida de los numerosos parási-
dado y triunfante, satisfecho de un mundo que parece haber sido cons- tos de la sociedad aristocrática rural, alta y baja: aquel mundo rural y
truido precisamente por personas de su misma mentalidad. provinciano de funcionarios y servidores de la nobleza alta y baja, y
Así, pues, la industrialización británica afectó escasamente —salvo las profesiones tradicionales, somnolientas, corrompidas y, a medida
en las mejoras— a la aristocracia y pequeña nobleza. Sus rentas engro- que progresaba la Revolución industrial, cada vez más reaccionarias.
saron con la demanda de productos del campo, la expansión de las La iglesia y las universidades inglesas se dormían en los laureles de sus
ciudades (cuyo suelo poseían) y de las minas, forjas y ferrocarriles privilegios y abusos, bien amparados por sus rentas y sus relaciones
(que estaban situados en sus posesiones). Aun en los peores tiempos con los pares. Su corrupción recibía más ataques teóricos que prácti-
para la agricultura (como sucedió entre 1815 y k década de los 30), cos. Los abogados, y lo que pasaba por ser un cuerpo de funcionarios
difícilmente podían verse reducidos a la penuria. Su predominio social de la administración, seguían sin conocer la reforma. Una vez más el
permaneció intacto, su poder político en el campo completo, e incluso antiguo régimen alcanzó un punto culminante en la década posterior a
su poder a escala nacional no sufrió alteraciones sensibles, aunque a las guerras napoleónicas, a partir del cual comenzaron a aparecer algu-
partir de 1830 hubieran de tener miramientos con las susceptibilida- nas olas en los tranquilos remansos del capítulo catedralicio, colegios
des de una clase media provinciana, poderosa y combativa. Es proba- universitarios, colegios de abogados, etc., que produjeron, a partir de
ble que a partir de 1830 apuntaran las primeras nubes en el limpio ho- la década de 1830, algunos tímidos cambios (los furibundos y desde-
rizonte de la vida señorial, nubes que debieron parecer oscuros nuba- ñosos ataques procedentes de! exterior, ejemplificados por las novelas
rrones para el inglés terrateniente y con título nobiliario que había co- de Dickens, no fueron muy efectivos). Sin embargo, el respetable clero
nocido una era dorada en los primeros cincuenta años de industrializa- Victoriano de las novelas de Trollope, aunque muy alejado de los ho-
ción. Si el siglo xvm fue una edad gozosa para la aristocracia, la época garthianos clérigos-magistrados cazadores de la Regencia, era el pro-
de Jorge IV (como regente y como rey) debió ser el paraíso. Sus jau- ducto de una adaptación cuidadosa y moderada, no de la ruptura. Las
rías cruzaban los condados (el moderno uniforme para la caza del zo- susceptibilidades de tejedores y jornaleros agrícolas no hallaron las
rro refleja aún sus orígenes la época de la Regencia). Sus faisanes, pro- mismas atenciones que las de los clérigos y preceptores, cuando hubo
tegidos por los pistolones de los guardabosques contra todo aquel que que introducirlos en un mundo nuevo.
80 INDUSTRIA E IMPERIO RESULTADOS HUMANOS DE LA REVOLUCIÓN 81
Una consecuencia importante de esta continuidad —en parte refle- ta" del Parlamento, en el segundo tercio del siglo xix, representaba
jo del poder establecido de la vieja clase alta, en parte negativa delibe- cabalmente este grupo de familias negociantes asimiladas a la oligar-
rada a exacerbar las tensiones políticas entre las gentes acaudaladas o quía terrateniente, aunque estuvieran a matar con ella cuando choca-
influyentes— fue que las nacientes clases comerciales hallaron un firme ban los intereses económicos de la tierra y los negocios.
patrón de vida aguardándoles. El éxito social no iba a significar Sin embargo, la inserción en la oligarquía aristocrática es, por de-
ninguna incógnita, ya que, a través de él, cualquiera podía elevarse a finición, sólo asequible a una minoría (en este caso para una minoría
las filas de la clase superior. Podía convertirse en "caballero" (gentle- de excepcionalmente ricos o de los negociantes respetables por su tra-
man) con su correspondiente casa de campo, quizá con el tiempo in- dición). La gran masa de gentes que se elevan desde inicios modes-
gresaría en las filas de la nobleza, tendría un escaño en el Parlamento tos —aunque rara vez de la estricta pobreza— a la opulencia comercial,
para él o para su hijo educado en Oxford o Cambridge y un papel so- y la mayor masa de los que, por debajo de ellos, pugnaban por entrar
cial firme y establecido. Su esposa se convertiría en una "dama", en las filas de la clase media y escapar de las humildes, eran demasia-
(lady) instruida en sus deberes por cientos de manuales sobre reglas de do numerosas para poder ser absorbidas, cosa que, además, en las pri-
la etiqueta que se publicaron ininterrumpidamente desde 1840. Las meras etapas de su progreso, no les preocupaba (tal vez sus mujeres
dinastías más antiguas de negociantes se beneficiaron ampliamente de eran menos neutrales). Este grupo fue adquiriendo cada vez mayor
este proceso de asimilación, sobre todo los comerciantes y financieros y conciencia como "dase media" y no ya como una "capa media" de la
de forma específica el comerciante ocupado en el comercio colonial, sociedad, conciencia que se fue generalizando a partir de 1830. Como
que llegó a ser el tipo de empresario más respetado e importante des- tal clase, exigía derechos y poder. Además —y sobre todo cuando sus
pués de que los molinos, fábricas y funciones hubieran llenado los cie- componentes procedían de estirpes no anglicanas y de regiones caren-
los del norte de humo y neblina. La Revolución industrial no supuso tes de una sólida estructura aristocrática tradicional— no estaba vin-
tampoco para él transformaciones esenciales excepto quizá las que pu- culada emocionalmente con el antiguo régimen. Tales fueron los pila-
dieran experimentar los artículos que compraba y vendía. Como ya res de la liga contra la ley de cereales, enraizada en el nuevo mundo
hemos visto, se insertó en la poderosa, extensa y próspera estructura comercial de Manchester: Henry Ashworth, John Bright de Rochda-
comercial que fue la base del poderío británico en el siglo XVIH. Eco- le (ambos cuáqueros), Potter, del Manchester Guardian, los Gregs,
nómica y socialmente sus actividades y nivel social eran familiares, Brotherton, el cristiano bíblico ex industrial del algodón; George
cualquiera que fuese el peldaño alcanzado en la escala del éxito. Du- Wilson fabricante de colas y almidones, y el mismo Cobden, quien
rante la Revolución industrial los descendientes de Abel Smith, ban- pronto cambió su no muy brillante carrera en el comercio de indianas
quero de Nottingham, disfrutaban ya de cargos oficiales, se sentaban por la de ideólogo fulltime.
en el Parlamento y habían realizado matrimonios con la pequeña no- Sin embargo, aunque la Revolución industrial cambió fundamental-
bleza (aunque todavía no con la realeza, como harían más tarde). Los mente sus vidas —o las vidas de sus padres— asentándoles en nuevas ciu-
Glyns habían pasado de regentar negocios de salazones en Hatton dades, planteándoles a ellos y al país nuevos problemas— no les desor-
Garden a un posición similar a la descrita; los Barings, propietarios ganizó. Las sencillas máximas del utilitarismo y de la economía libe-
de una fábrica de tejidos en el West Country, estaban a punto de con- ral, aún más desmenuzadas en los latiguillos de sus periodistas y pro-
vertirse en gran potencia del comercio y las finanzas internacionales, y pagandistas, les dotó de la guía que necesitaban, y si esto no era sufi-
su escenso social había corrido parejas con el económico. Tenían ya, o ciente, la ética tradicional —protestante o la que fuera— del empresa-
estaban a punto de conseguir, la dignidad de pares del reino. Nada rio ambicioso y emprendedor (sobriedad, trabajo duro, puritanismo
más natural que otros tipos de negociantes, como Robert Peel, indus- moral) hizo el resto. Las fortalezas del privilegio aristocrático, la su-
trial del algodón, iniciaran la misma andadura de riquezas y honores perstición y la corrupción, que aún debían derribarse para permitir a la
públicos a cuyo fin se hallaba el gobierno e incluso (como sucedió con libre empresa introducir su milenio, les protegían también de las incer-
el hijo de Peel y también con el de Gladstone, comerciante de Liver- tidumbres y problemas que acechaban al otro lado de sus muros. Hasta
pool) el cargo de primer ministro. En efecto, el llamado grupo "peeli- la década de 1830, apenas si habían tenido que enfrentarse con el
82 INDUSTRIA E IMPERIO RESULTADOS HUMANOS DE LA REVOLUCIÓN 83
problema de qué hacer con el dinero sobrante después de vivir con có- cepto claro está en el servicio doméstico (principalmente mujeres),
modo dispendio y de reinvertir para la expansión del negocio. El ideal cuyo número multiplicó para beneficio de la creciente clase media, que
de una sociedad individualista, una unidad familiar privada que sub- encontró en él el mejor modo de distinguirse de los obreros.'
venía a todas sus necesidades materiales y morales sobre la base de un En segundo lugar, el trabajo industrial —y especialmente el traba-
negocio privado, les convenía porque eran gentes que ya no necesita- jo mecanizado en las fábricas— impone una regularidad, rutina y mo-
ban de la tradición. Sus esfuerzos les habían sacado del atolladero. En notonía completamente distintas de los ritmos de trabajo preindustria-
un cierto sentido su propia recompensa era el gusto por la vida, y si les, trabajo que dependía de la variación de las estaciones o del tiem-
esto no les bastaba, siempre podían recurrir al dinero, la casa conforta- po, de la multiplicidad de tareas en ocupaciones no afectadas por la
ble alejada de la fábrica y de la oficina, la esposa modesta y devota, el división racional del trabajo, los azares de otros seres humanos o ani-
círculo familiar, el encanto de los viajes, el arte, la ciencia, la literatu- males, o incluso el mismo deseo de holgar en vez de trabajar. Esto era
ra. Habían triunfado y se les respetaba. "Atacad cuanto queráis a las así incluso en el trabajo asalariado preindustrial de trabajadores espe-
clases medias —decía el agitador de la liga contra la ley de cereales a cializados, como por ejemplo el de los jornaleros artesanales, cuya to-
un auditorio carlista hostil— pero no hay un hombre entre vosotros zudez por no empezar la semana de trabajo hasta el martes (el lunes
con medio penique a la semana que no esté ansioso por figurar en era "santo") era la desesperación de sus patronos. La industria trajo
ellas." 4 Sólo la pesadilla de la bancarrota o de las deudas se cernía, de consigo la tiranía del reloj, la máquina que señalaba el ritmo de traba-
vez en cuando, sobre sus vidas, pesadilla atestiguada por las novelas jo y la compleja y cronometrada interacción de los procesos: la medi-
de la época: la confianza traicionada por un socio infiel; la crisis co- ción de la vida no ya en estaciones ("por san Miguel" o "por la Cua-
mercial; la pérdida del confort de clase media; las mujeres reducidas a resma") o en semanas y días, sino en minutos, y por encima de todo
la miseria; quizás incluso la emigración a aquel último reducto de in- una regularidad mecanizada de trabajo que entraba en conflicto no só-
deseables y fracasados: las colonias. lo con la tradición, sino con todas las inclinaciones de una humanidad
La clase media triunfante y aquellos que aspiraban a emularla es- aún no condicionada por ella. Y si las gentes no querían tomar espon-
taban satisfechos. No así el trabajador pobre —la mayoría, dada la na- táneamente los nuevos caminos, se les forzaba a ello por medio de la
turaleza de las cosas— cuyo mundo y formas de vida tradicionales des- disciplina laboral y las sanciones, con leyes para patronos y empleados
truyó la Revolución industrial, sin ofrecerle nada a cambio. Esta rup- como la de 1823 que amenazaba a estos últimos con encerrarlos en la
tura es lo esencial al plantearnos cuáles fueron los efectos sociales de la cárcel si quebrantaban su contrato (a sus patronos sólo con sanciones),
industrialización. y con salarios\tan bajos que sólo el trabajo ininterrumpido y constante
El trabajo en una sociedad industrial es, en muchos aspectos, podía proporcionarles el suficiente dinero para seguir vivos, de modo
completamente distinto del trabajo preindustrial. En primer lugar está que no les quedaba más tiempo libre que el de comer, dormir y, puesto
constituido, sobre todo, por la labor de los "proletarios", que no tie- que se trataba de un país cristiano, rezar en domingo.
nen otra fuente de ingresos digna de mención más que el salario en En tercer lugar, el trabajo en la época industrial se realizaba cada
metálico que perciben por su trabajo. Por otra parte, el trabajo prein- vez con mayor frecuencia en los alrededores de la gran ciudad; y ello
dustrial lo desempeñan fundamentalmente familias con sus propias tie- pese a que la más antigua de las revoluciones industriales desarrolló
rras de labor, obradores artesanales, etc., cuyos ingresos salariales com- buena parte de sus actividades en pueblos industrializados de mineros,
plementan su acceso directo a los medios de producción o bien éste tejedores, productores de clavos y cadenas y otros obreros especialis-
complementa a aquéllos. Además el proletario, cuyo único vínculo con tas. En 1750 sólo dos ciudades de Gran Bretaña tenían más de
su patrono es un "nexo dinerario", debe ser distinguido del "servi- 50.000 habitantes: Londres y Edimburgo; en 1801 ya había ocho;
dor" o dependiente preindustrial, que tenía una relación social y hu- en 1851, veintinueve, y, de ellas, nueve tenían más de 100.000. Ha-
mana mucho más compleja con su "dueño", que implicaba obligacio- cia esta época los ingleses vivían más en la ciudad que en el campo, y
nes por ambas partes, si bien muy desiguales. La Revolución industrial de ellos, por lo menos un tercio en ciudades con más de 50.000 habi-
sustituyó al servidor y al hombre por el "operario" y el "brazo" ex- tantes. ¡Y qué ciudades! Ya no era sólo que el humo flotara continua-
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mente sobre sus cabezas y que la mugre les impregnara, que los servi- ciudad era más que un testigo presencial de su exclusión de la sociedad
cios públicos elementales —suministro de agua, sanitarios, limpieza de humana: era un desierto pedregoso, que a costa de sus propios esfuer-
las calles, espacios abiertos, etc.— no estuvieran a la altura de la emi- zos tenían que hacer habitable.
gración masiva a la ciudad, produciendo así, sobre todo después de En cuarto lugar, la experiencia, tradición, sabiduría y moralidad
1830, epidemias de cólera, fiebres tifoideas y un aterrador y constan- preindustriales no proporcionaban una guía adecuada para el tipo de
te tributo a los dos grandes grupos de aniquiladores urbanos del siglo comportamiento idóneo en una economía capitalista. El trabajador
xix: la polución atmosférica y la del agua, es decir, enfermedades res- preindustrial respondía a incentivos materiales, en tanto que deseaba
piratorias e intestinales. No era sólo que las nuevas poblaciones urba- ganar lo suficiente para disfrutar de lo que le correspondía en el nivel
nas, a veces totalmente desconocedoras de la vida no agraria, como social que Dios había querido otorgarle, pero incluso sus ideas sobre la
los irlandeses, se apretujaran en barriadas obreras frías y saturadas, comodidad estaban determinadas por el pasado y limitadas por lo que
cuya sola contemplación era penosa. "La civilización tiene sus mila- era "idóneo" para uno de su condición social, o como mucho de la in-
gros —escribió sobre Manchester el gran liberal francés Tocqueville— mediata superior. Si ganaba más de lo que consideraba suficiente, po-
y ha vuelto a convertir al hombre civilizado en un salvaje." 6 Tampo- día —como el inmigrante irlandés, desespero de la racionalidad
co se trataba solamente de la concentración de edificios inflexible e im- burguesa— gastarlo en ocios, juergas y alcohol. Su misma ignorancia
provisada, realizada por quienes los construían pensando tan sólo en material acerca de cuál era el mejor modo de vivir en una ciudad, o de
los beneficios que Dickens supo reflejar en su famosa descripción de comer alimentos industriales (tan distintos del alimento rural), podía
"Coketown" y que construyeron inacabables hileras de casas y alma- hacerle más pobre de "lo necesario" (es decir, su propia idiosincrasia
cenes, empedraron calles y abrieron canales, pero no fuentes ni plazas le hacía "más pobre" de lo que le hubiera correspondido). Este con-
públicas, paseos o árboles, a veces ni siquiera iglesias. (La sociedad flicto entre la "economía moral" del pasado y la racionalidad econó-
que construyó la nueva ciudad ferroviaria de Crewe, concedió gracio- mica del presente capitalista era evidente en el ámbito de la seguridad
samente permiso a sus habitantes para que usaran de vez en cuando social. La opinión tradicional, que aún sobrevivía distorsionada en to-
una rotonda para los servicios religiosos.) A partir de 1848 las ciuda- das las clases de la sociedad rural y en las relaciones internas de los
des comenzaron a dotarse de tales servicios públicos, pero en las pri- grupos pertenecientes a la clase obrera, era que un hombre tenía dere-
meras generaciones de la industrialización fueron muy escasos en las cho a ganarse la vida, y si estaba impedido de hacerlo, el derecho a
ciudades británicas, a no ser que por casualidad hubieran heredado la que su comunidad le mantuviera. La opinión de los economistas libe-
tradición de construir graciosos edificios públicos o consentir los espa- rales de la clase media era que las gentes debían ocupar los empleos
cios abiertos del pasado. La vida del pobre, fuera del trabajo, transcu- que ofreciera el mercado, en cualquier parte y bajo cualesquiera condi-
rría entre las hileras de casuchas, en las tabernas baratas e improvisa- ciones, y que el individuo razonable crearía una reserva dineraria para
das y en las capillas también baratas e improvisadas donde se le solía accidentes, enfermedad o vejez, mediante el ahorro y el seguro indivi-
recordar que no sólo de pan vive el hombre. dual o colectivo voluntario. Naturalmente no se podía dejar que los
Era mucho más que todo esto: la ciudad destruyó la sociedad. pobres de solemnidad se murieran de hambre, pero no debían percibir
"No hay ninguna otra ciudad en el mundo donde la distancia entre el más que el mínimo absoluto —una cifra por supuesto inferior al salario
rico y el pobre sea tan grande o la barrera que los separa tan difícil de mínimo ofrecido en el mercado— y en las condiciones más desalenta-
franquear", escribió un clérigo refiriéndose a Manchester. "Hay mu- doras. El objetivo de la ley de pobres no era tanto ayudar a los desa-
cha menos comunicación personal entre el dueño de una hilandería y fortunados, como estigmatizar los vivientes fracasos de la sociedad.
sus obreros, entre el estampador de indianas y sus oficiales eternamen- La clase media opinaba que las "sociedades fraternas" eran formas de
te manchados de azul, entre el sastre y sus aprendices, que entre el du- seguridad racionales. Esta opinión era contrapuesta a la de la dase
que de Wellington y el más humilde jornalero de sus tierras." 7 La obrera, que tomó estas sociedades literalmente como comunidades de
ciudad era un volcán cuyo retumbar oían con alarma los ricos y pode- amigos en un desierto de individuos, y que, como era natural, también
rosos, y cuya erupción les aterrorizaba. Para sus habitantes pobres la gastaban su dinero en reuniones sociales, festejos e "inútiles" atavíos y
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rituales a que eran tan adictos los Oddfellows, Foresters y las demás veces vinculados estrechamente a escala nacional mediante la práctica
"órdenes" que surgieron por todo el norte en el período inmediata- de ayudar a los asociados en paro a buscar trabajo y conseguir expe-
mente posterior a 1815. De modo parecido, los funerales y velatorios riencia laboral.
irracionalmente costosos que los trabajadores defendían como tradi- En un sentido muy real el grueso de los trabajadores británicos se
cional tributo a la muerte y a la reafirmación comunal en la vida, eran había adaptado a una sociedad cambiante, que se industrializaba, aun-
incomprensibles para los miembros de la clase media, que advertían que aún no estuviera revolucionada. Para determinados tipos de tra-
que los trabajadores que abogaban por aquellos ritos, a menudo no bajo, cuyas condiciones aún no habían cambiado fundamentalmente
podían pagarlos. Sin embargo la primera compensación que pagaba —de nuevos mineros y marineros vienen a la memoria—, las viejas tra-
una asociación obrera o una "sociedad fraterna" era casi invariable- diciones podían ser suficientes: los marineros multiplicaron sus cancio-
mente un servicio funerario. nes sobre las nuevas experiencias del siglo xix, tales como las de la
Mientras la seguridad social dependió de los propios esfuerzos de caza de la ballena en Groenlandia, pero seguían siendo canciones po-
los trabajadores, solió ser económicamente ineficaz comparada con la pulares tradicionales. Un grupo importante había aceptado e incluso,
situación de la clase media, cuando dependió de sus gobernantes, quie- es verdad, recibido con alborozo a la industria, la ciencia y el progreso
nes determinaban el grado de asistencia pública, fue motor de degra- (aunque no al capitalismo). Eran éstos los "artesanos" o "mecánicos",
dación y opresión más que medio de ayuda material. Ha habido po- los hombres de talento y experiencia, independientes e instruidos, que
cos estatutos más inhumanos que la ley de pobres de 1834, que hizo no veían gran diferencia entre ellos mismos y los de un nivel social si-
"menos elegible" cualquier beneficencia que el salario más mísero; milar que trataban de convertirse en empresarios, o seguir siendo agri-
confinó esta beneficencia a las casas de trabajo semicarcelario, sepa- cultores yeomen o pequeños tenderos: las gentes que señalaban los lími-
rando a la fuerza a los hombres de sus mujeres y de sus hijos para cas- tes entre la clase obrera y la clase media.9 Los "artesanos" eran los lí-
tigarles por su indigencia y disuadirles de la peligrosa tentación de en- deres naturales, en ideología y organización, de los trabajadores po-
gendrar más pobres. Esta ley de pobres no se llegó a aplicar nunca en bres, los pioneros del radicalimo (y más tarde de las primeras versio-
todo su tenor, ya que dono: el pobre era fuerte huyó de su extremosi- nes —owenitas— del socialismo), de la discusión y de la educación su-
dad y con el tiempo se hizo algo menos punitiva. Sin embargo, siguió perior popular —a través de los Mechanics' Institutes, Halls of Scien-
siendo la base de la beneficencia inglesa hasta vísperas de la primera ce, y una variedad de clubs, sociedades e impresores y editores
guerra mundial, y las experiencias infantiles de Charlie Chaplin de- librepensadores—, el núcleo de los sindicatos, de los jacobinos, los car-
muestran que seguía siendo lo que había sido cuando el Oliver Twist tistas o cualesquiera otros movimientos progresistas. A los disturbios
de Dickens expresaba el horror popular por ella en la década de de los jornaleros agrícolas se sumaron peones camineros y albañiles ru-
1830.8 Hacia esta fecha —en realidad hasta los años 50— un mínimo rales; en las ciudades pequeños grupos de tejedores a mano, impreso-
del 10 por ciento de la población inglesa estaba en la indigencia. res, sastres, y quizá un puñado de negociantes y tenderos, proporcio-
Hasta cierto punto la experiencia del pasado no era tan nimia naron un liderazgo político a la izquierda hasta el declive del carlismo,
como podía haberlo sido en un país que hiciera el tránsito de una épo- si no más allá. Hostiles al capitalismo, eran únicos en elaborar ideolo-
ca no industrial a otra industrial moderna de modo más radical y di- gías que no buscaran el solo retorno a una tradición idealizada, sino
recto, como sucedió en Irlanda y las Highlands escocesas. La Gran que contemplaran una sociedad justa que podía ser también técnica-
Bretaña semiindustrial de los siglos XVH y XVHI preparó y anticipó en mente progresiva. Por encima de todo, representaban el ideal de liber-
cierto modo la era industrial del xix. Por ejemplo, la institución fun- tad e independencia en una época en que todo el mundo conspiraba
damental para la defensa de la clase obrera, la trade unión, existía ya in para degradar al trabajo.
nuce en el siglo XVHI, parte en la forma asistemática pero no ineficaz de Sin embargo, aun estas no eran más que soluciones de transición
la "negociación colectiva por el disturbio" de carácter periódico y para el problema obrero. La industrialización multiplicó el número de
practicada por marineros, mineros, tejedores y calceteros, y parte en la tejedores a mano y calceteros hasta el final de las guerras napoleóni-
forma mucho más estable de gremios para artesanos especializados, a cas. Después les destruyó por estrangulación lenta: comunidades com-
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bativas y previsoras como los obreros del lino de Dunfermline acaba- trialización implica una relativa diversión de la renta nacional del con-
ron desmoralizándose y en la pobreza y tuvieron que emigrar en la dé- sumo a la inversión, una sustitución de bistecs por fundiciones. En una
cada de 18 30. Hubo artesanos especializados que se vieron converti- economía capitalista esta operación adquiere la forma, principalmente,
dos en obreros sudorosos, como ocurrió en el comercio de enseres lon- de una transferencia de ingresos de las clases no inversoras —como
dinense, y aun cuando sobrevivieron a los cataclismos económicos de campesinos y obreros— a las potencialmente inversoras —propietarios
los años 30 y 40, ya no podía esperarse que desempeñaran un papel de tierras o de empresas comerciales—, es decir, del pobre al rico. En
social importante en una economía donde la fábrica no era ya una ex- Gran Bretaña no existió nunca la más mínima escasez de capital, dada
cepción regional, sino la regk. Las tradiciones preindustriales no po- la riqueza del país y el bajo costo de los primeros procesos industria-
dían mantener sus cabezas por encima del nivel, cada vez más alto, de les, pero una gran parte de los que se beneficiaron de esta transferen-
la sociedad industrial. En el Lancashire podemos observar cómo las cia de las rentas —y en particular, los más ricos de ellos— invirtieron el
viejas formas de celebrar las fiestas —los juegos de fuerza, combates de dinero fuera del desarrollo industrial directo o lo dilapidaron sin más,
lucha, riña de gallos y acoso de toros— languidecían a partir de 1840; obligando así al resto de los empresarios (más pequeños) a presionar
y los años cuarenta señalan también el fin de la época en que la can- aún con mayor dureza sobre el trabajo. Además, la economía no basa-
ción popular era el principal idioma musical de los obreros industria- ba su desarrollo en la capacidad adquisitiva de su población obrera:
les. Los grandes movimientos sociales de este período —del ludismo al los economistas tienden a suponer que sus salarios no debían estar
carlismo— también fueron decayendo: habían sido movimientos que muy por encima del nivel de subsistencia. Hasta mediados de siglo no
no sólo obtenían su vigor de las extremas dificultades de la época, sino surgieron las teorías que abogaban por salarios más elevados como
también de la fuerza de aquellos otros métodos más viejos de acción económicamente ventajosos, y las industrias que abastecían al merca-
de los pobres. Habían de pasar otros cuarenta años antes de que la do interior de consumo —es decir, vestidos y enseres domésticos— no
clase obrera británica desarrollara nuevas formas de lucha y de vida. fueron revolucionadas hasta su segunda mitad. El inglés que quería un
Esas eran las tensiones cualitativas que oprimían a los trabajado- par de pantalones podía elegir entre la hechura a medida en un
res pobres de las primeras generaciones industriales. A ellas debemos sastre, comprar los usados por sus superiores sociales, confiar en la ca-
añadir las cuantitativas: su pobreza material. Si ésta aumentó o no, es ridad, llevar andrajos o hacérselos él mismo. Finalmente, determina-
tema de encendida polémica entre los historiadores, pero el hecho mis- dos requisitos esenciales de la vida — alimentos y tal vez casa, pero
mo de que la pregunta sea pertinente ya facilita una sombría respues- también comodidades urbanas— no marchaban al paso de la expan-
ta : nadie sostiene en serio un deterioro de las condiciones en períodos sión de las ciudades, o de la población total, y algunas veces no Llega-
en que evidentemente no se deterioraron, como en la década de ban a alcanzarlas. Así, por ejemplo, es muy probable que el suministro
1950.10 de carne a Londres fuese al remolque de su población desde 1800
Por supuesto que no hay duda en el hecho de que en términos re- hasta la década de 1840.
lativos el pobre se hizo más pobre, simplemente porque el país, y sus No hay duda, tampoco, de que las condiciones de vida de deter-
clases rica y media, se iba haciendo cada vez más rico. En el mismo minadas clases de población, se deterioraron. Estas clases estaban
momento en que el pobre se había apretado al máximo el cinturón —a compuestas básicamente por los jornaleros agrícolas en general (alre-
principios y mediados de la década de 1840— la clase media disfruta- dedor de un millón en 1851), o, en cualquier caso, por los del sur y
ba de un exceso de capital para invertir en los ferrocarriles o gastarlo este de Inglaterra, y los pequeños propietarios y granjeros de la franja
en los rutilantes y opulentos ajuares domésticos presentados en la céltica de Escocia y Gales. (Los ocho millones y medio de irlandeses,
Gran Exposición de 18 51, y en las suntuosas construcciones munici- principalmente campesinos, fueron reducidos a la más increíble mise-
pales que iban a levantarse en las humeantes ciudades del norte. ria. Cerca de un millón de ellos murieron de inanición de las hambres
Tampoco se discute —o no debería discutirse— la anormal presión de 1846-1847, la mayor catástrofe humana del siglo xix a escala
realizada sobre el consumo de la clase obrera en la época de la primera mundial.)11 También hay que contar las empleadas en industrias y
industrialización que se reflejó en su pauperización relativa. La indus- ocupaciones en decadencia, desplazadas por el progreso técnico, de las
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que el medio millón de tejedores a mano son el ejemplo mejor conoci- 1843-1844, en 1846-1848. En las zonas agrícolas las algaradas fue-
do, pero no por ello el único. Estos tejedores se fueron empobreciendo ron ciegas, espontáneas y cuando tenían objetivos definidos obedecían
progresivamente en un vano intento de competir con las nuevas má- casi enteramente a motivaciones económicas. Un revoltoso de los
quinas a costa de trabajar más barato. Su número se había duplicado Fens decía en 1816: "Aquí estoy entre el cielo y la tierra y Dios es mi
entre 1788 y 1 8 1 4 y s u salario había aumentado notablemente hasta ayuda. Antes perdería la vida que marcharme. Quiero pan y tendré
mediadas las guerras; pero entre 1805 y 1833 pasó de 23 chelines se- pan".12 Los incendios de graneros y la destrucción de máquinas trilla-
manales a 6 chelines y 3 peniques. Hay que mencionar también las doras se sucedieron en 1816 por todos los condados del este; en
ocupaciones no industrializadas que dieron abasto a la creciente de- 1822 en East Anglia; en 1830 entre Kent y Dorset, Somerset y Lin-
manda de sus artículos no por medio de la revolución técnica, sino por coln; en 1843-1844 de nuevo en las Midlands orientales y en los
la subdivisión y el "sudor": las innumerables costureras que trabaja- condados del este: la gente quería un mínimo para vivir. A partir de
ban en los sótanos o buhardillas. 1815 la intranquilidad económica y social se combinó generalmente
Así, pues, no nos será posible resolver la cuestión de si, una vez en las zonas industriales y urbanas con una ideología política y un pro-
sumados todos los sectores oprimidos de trabajadores pobres y com- grama específicos: radical-democrático, o incluso "cooperativo" (o,
parados con los que, de algún modo, conseguían aumentar sus ingre- como diríamos ahora, socialista), aunque los primeros grandes movi-
sos, hallaríamos promedio neto de ganancias o pérdidas, sencillamente mientos de desazón de 1811-1813, el de los ludistas de las Midlands
porque no sabemos lo bastante sobre salarios, desempleo, precios de orientales y del Yorkshire, destrozaron las máquinas sin ningún pro-
venta al detalle y otros datos necesarios para responder rotundamente grama específico de reforma política o revolución. Las fases que abo-
a la cuestión. Lo que sí es completamente cierto es que no existió una gaban por la agitación política o asociacionista tendieron a alternarse,
mejora general significativa. Puede haber habido —o no— deterioro y normalmente las primeras fueron las que contaron con mayores mo-
entre 1795 y 1845. A partir de entonces hubo una mejoría induda- vimientos de masa: la política predominó en 1815-1819, 1829-
ble, y el contraste entre este período (por modesto que fuera) y el ini- 1832, y sobre todo en la época cañista (1838-1848), y la organiza-
cial nos dice realmente todo lo que necesitamos saber. A partir de ción industrial a principios de la década de 1820 y en 1833-1838.
1840, el consumo creció de forma significativa (hasta entonces no ha- Sin embargo, a partir de 1830 todos estos movimientos se hicieron
bía experimentado grandes cambios). Tras esta década —conocida co- más conscientes y característicamente proletarios. Las agitaciones de
rrectamente como los "hambrientos años cuarenta", aunque en Ingla- 1829-1835 vieron surgir la idea del "sindicato general" (general tra-
terra (pero no en Irlanda) las cosas mejoraron durante la mayor parte des unión) y su arma definitiva, que podía utilizarse para objetivos po-
de estos años— es indudable que el paro disminuyó de forma conside- líticos, la "huelga general"; el carlismo se apoyaba firmemente en la
rable. Por ejemplo, ninguna depresión cíclica ulterior fue tan catastró- consciencia de la clase obrera, y para conseguir sus fines acariciaba la
fica y desalentadora como la crisis de 1841-1842. Y por encima de esperanza de la huelga general, o, como se la llamaba entonces, del
todo, el palpito de una inminente explosión social que había flotado "mes santo". Pero fundamentalmente, lo que mantenía unidos a todos
en Gran Bretaña casi constantemente desde el fin de las guerras napo- los movimientos, o los galvanizaba después de sus periódicas derrotas
leónicas (excepto durante la década de 1820), desapareció. Los ingle- y desintegraciones, era el descontento general de gentes que se sentían
ses dejaron de ser revolucionarios. hambrientas en una sociedad opulenta y esclavizadas en un país que
Este penetrante desasosiego social y político no refleja tan sólo la blasonaba de libertad, iban en busca de pan y esperanza y recibían a
pobreza material, sino la pauperización social: la destrucción de las cambio piedras y decepciones:
viejas formas de vida sin ofrecer a cambio un sustitutivo que el traba- ¿Acaso su descontento no estaba justificado? Un funcionario pru-
jador pobre pudiera contemplar como equivalente satisfactorio. Par- siano que viajó a Manchester en 1814 nos ha dejado una opinión mo-
tiendo de distintas motivaciones, el país se vio inundado, de vez en deradamente halagüeña:
cuando, por poderosas mareas de desesperación social: en 1811-1813,
en 1815-1817,01 1819,en 1826, en 1829-1835, en 1838-1842, en
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La nube de vapor de carbón se columbra en la distancia. Las casas es- 10. Es cierto que en tales períodos las grandes zonas de pobreza tendían a ser olvida-
das y debían ser redescubiertas periódicamente (al menos por los que no eran pobres), como
tán ennegrecidas por ella. El río que atraviesa Manchester va tan lleno sucedió en la década de 1880, una vez que las primeras prospecciones sociales lo revelaron a
de harapos de colores que más semeja la tina de un tintorero. Todo el una sorprendida clase media. Un redescubrimiento parejo tuvo lugar a principios y mediados
paisaje es melancólico. Sin embargo, deambulan por doquier gentes de los pasados años 60.
atareadas, felices y bien nutridas, y eso levanta los ánimos de quien lo 11. Es decir, con respecto al tamaño de la población afectada.
12. Wüliam Dawson, citado en A. J. Peacock, Bread or BlooJ (1965).
contempla.''
13. Fabriken-líommissarius, mayo de 1814 (ver nota 4 del capítulo 3).
14. Citado en A. Briggs, op. cit., p. 12.
Ninguno de los que visitaron Manchester en los años 30 y 40 —y
fueron muchos— reparó en sus gentes felices y bien nutridas. "Natura-
leza humana desventurada, defraudada, oprimida, aplastada, arrojada
en fragmentos sangrientos al rostro de la sociedad", escribió sobre
Manchester el americano Colman en 1845. "Todos los días de mi
vida doy gracias al cielo por no ser un pobre con familia en Inglate-
rra." H ¿Nos sorprenderemos de que la primera generación de traba-
jadores pobres en la Gran Bretaña industrial considerara mezquinos
los resultados del capitalismo?
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