Antropología
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Antropología
Grado en Criminología
El pensamiento creacionista toma como idea básica para explicar los fenómenos
biológicos la evidencia de la existencia de Dios como causa de todo lo que existe, ha
existido y existirá en la Tierra. Desde este dogma de fe se irán proponiendo diversas
teorías sobre el origen, la evolución y la diversidad de las especies vivas. En el recorrido
que esbozamos a continuación podemos observar un progresivo deterioro o decaimiento
de los postulados dogmáticos (teológicos) como fundamento para la explicación
científica de los fenómenos biológicos. Dicho en otros términos, se traza una línea
desde la religión a la ciencia; desde Dios a Darwin.
a. Fijismo. En el origen de los tiempos (Génesis), Dios creó (durante siete días) todas
las especies vegetales y animales, incluido el ser humano. Las creó tal y como las
vemos a día de hoy, de modo que las especies vivas han permanecido (y permanecerán)
fijas e invariantes a lo largo del tiempo.
Más que ante una teoría evolutiva, estamos ante una teoría que niega la evolución: Dios
ha dispuesto a todos los jugadores en el tablero de la vida, de una vez y para siempre.
Desde entonces, nada ha cambiado y nada cambiará.
Que esta teoría, anti intuitiva y contraria a los hallazgos arqueológicos y biológicos que
ya comenzaban a registrarse desde el siglo XVII, se haya mantenido viva durante tantos
siglos, es debido a la autoridad divina que la respalda y explica: es por la gracia de Dios
que las especies llegaron así a la Tierra, como bien se refleja en el relato bíblico del
diluvio universal. De no ser por este argumento teológico y dogmático, el fijismo habría
sido desacreditado hace mucho tiempo por la variabilidad y las diferencias acumulativas
que a lo largo de las generaciones se pueden observar fácilmente.
Sin embargo, Linneo todavía estaba sujeto al corsé creacionista, y aunque reconoció que
existía una evolución, la concibió como proceso interno a cada especie. Es decir, no
consideró ni la interacción con otras especies ni la interacción con el medio como
mecanismos condicionantes de los procesos evolutivos.
Tanto Linneo como Cuvier representan el punto de inflexión que el fijismo padeció en
el siglo XVIII, con la proliferación de nuevos hallazgos arqueológicos. Adelantan una
nueva propuesta teórica a la que todavía le quedan algunos años de maduración, pero
sus postulados fijistas les impiden dar el paso que sí darán autores como los siguientes.
Sin embargo, Buffon no fue capaz de explicar cómo ni por qué se produce la
transformación de unas especies en otras.
e. Teoría del Gran Relojero. Esta teoría fue planteada por Erasmus Darwin (1731-1802),
el abuelo de Charles Darwin. A su juicio, la evolución (que no niega, contra el fijismo)
es un proceso dirigido hacia la perfección, y en el que reconocemos algunas obras
perfectas (como el ojo humano). Para que este proceso concluya hacia la perfección de
las especies ha debido ser programado por un Ser Perfecto que, como un gran relojero,
proyecte los cursos futuros de evolución desde el momento cero de la creación.
Ese Ser Perfecto es Dios, quien durante los siete primeros días de la creación diseñó los
cursos de evolución de todas las especies, de modo que ya no tiene necesidad de
intervenir de nuevo en la historia biológica del mundo. Esta teoría ha sido recuperada
actualmente por los defensores del «diseño inteligente», una suerte de síntesis entre
evidencias científicas y postulados religiosos que todavía tiene mucha vigencia en
Estados Unidos.
El abuelo de Darwin estuvo, como Linneo y Cuvier, entre las dos aguas del fijismo y
del evolucionismo, aunque su planteamiento estaba más cerca del creacionismo
cristiano.
f. Jean Batiste Pierre Antoine de Monet, caballero de Lamarck (1744-1829). A Lamarck
debemos la primera teoría de la evolución de las especies estrictamente científica y
purgada de fijismo. En Filosofía zoológica (1809) desarrolla un esquema evolutivo que
va de los organismos más simples, cuya aparición es debida a la generación espontánea,
a los más complejos.
En la misma época en la que Cuvier interpretaba las diferencias entre los fósiles de
distintos estratos geológicos, Lamarck enfatizó las semejanzas, poniendo de manifiesto
que existe una continuidad, es decir, una gradación en la semejanza entre las especies
actuales y las de los fósiles recién encontrados. La falta de eslabones que completen la
gradación inter-especies no es un argumento a favor del fijismo, explica, sino lo que
debe investigarse y explicarse científicamente.
1. En el hábitat o medio ecológico donde vive una especie o una población se producen
cambios. Estos cambios modifican las necesidades biológicas de los individuos, o crean
necesidades nuevas.
Primera ley: La función crea el órgano. El uso frecuente de un órgano lo fortifica poco a
poco mientras el desuso lo hace desaparecer:
«En todo animal que no ha traspasado el término de sus desarrollos, el uso frecuente y
sostenido de un órgano cualquiera lo fortifica poco a poco, dándole una potencia
proporcionada a la duración de este uso, mientras que el desuso constante de tal órgano
le debilita y hasta lo hace desaparecer».
«Todo lo que la Naturaleza hizo adquirir o perder a los individuos por la influencia de
las circunstancias en que su raza se ha encontrado colocada durante largo tiempo, y
consecuentemente por la influencia del empleo predominante de tal órgano, o por la de
su desuso, la Naturaleza lo conserva por la generación en los nuevos individuos, con tal
de que los cambios adquiridos sean comunes a los dos sexos, o a los que han producido
estos nuevos individuos».
Uno de los ejemplos más conocidos y empleados para explicar la evolución de acuerdo
con la teoría de Lamarck es el del cuello de las jirafas.
Una población de jirafas de cuello y patas de longitud normal, acuciada por la falta de
forraje por culpa de la sequía, intentó cambiar su dieta por hojas de acacia, que
abundaban en las copas de los árboles. Los esfuerzos de estos animales se dirigieron a
alargar sus cuellos y sus patas para poder alcanzar las hojas verdes de las acacias. A
medida que pasaba el tiempo las hojas accesibles se agotaban y solo quedaban las que
estaban a mayor altura. Los cuellos y las patas pudieron crecer algún centímetro en esos
animales por el principio de adaptación al medio. Como sus descendientes en la
siguiente generación ya nacían con el cuello y las patas un poco más largos, según el
principio de herencia de los caracteres adquiridos, estarían mejor adaptados y podrían
seguir esforzándose en estirar sus miembros. A medida que pasaba el tiempo y se
sucedían las generaciones, estos animales se iban pareciendo más a las jirafas actuales.
El propio Darwin reconoció ante sus detractores que no podía ofrecer pruebas directas
para justificar su teoría, porque la evolución es un proceso muy lento del que solamente
pueden darse pruebas indirectas, como el registro fósil.
En el año 1798 el economista Thomas Robert Malthus (1766- 1834) propuso, en Ensayo
sobre el principio de la población, la tesis que servirá a Darwin para el planteamiento
del primero de los postulados de su teoría. A juicio de Malthus, en un sistema ecológico
determinado, la escasez de recursos es el criterio que explica los aumentos o descensos
en la población de una determinada especie.
«Todas las especies producen más descendencia de la que puede sobrevivir; dado que
los recursos alimenticios son limitados, se genera una competencia por ellos; así, solo
unos cuantos sobreviven y estos son los que se reproducen. De esta manera, al regularse
el tamaño de las poblaciones, se evita la sobrepoblación».
Aunque Darwin no habla de los más fuertes, sino de los más aptos o más adecuados
(fitness), la tesis de la competencia suscitada por la escasez de recursos como
mecanismo de regulación de las poblaciones o especies está tomada directamente de
Malthus:
«Dado que se producen más individuos que los que pueden sobrevivir, tiene que haber
en cada caso una lucha por la existencia, ya sea de un individuo con otro de su misma
especie o con individuos de especies distintas, ya sea con las condiciones físicas de la
vida. Viendo que indudablemente se han presentado variaciones útiles al hombre,
¿puede acaso dudarse de que de la misma manera aparezcan otras que sean útiles a los
organismos mismos en su grande y compleja batalla por la vida, en el transcurso de las
generaciones? Si esto ocurre,
¿podemos dudar recordando que nacen muchos más individuos de los que acaso pueden
sobrevivir y que los individuos que tienen ventaja, por ligera que sea, sobre otros,
tendrán más probabilidades de sobrevivir y reproducir su especie? Y al contrario,
podemos estar seguros de que toda variación perjudicial por poco que lo sea, será
rigurosamente eliminada. Esta conservación de las diferencias y variaciones favorables
de los individuos y la destrucción de las que son perjudiciales es lo que yo he llamado
selección natural».
El principio de la selección natural parte, pues, del mismo supuesto que la teoría de
Malthus: las poblaciones de organismos animales y vegetales conviven en una situación
de competencia mutua por la obtención de recursos en un contexto de limitación o
escasez (biocenosis).
Los organismos que logren sobrevivir y reproducirse serán los que consigan transmitir
sus variaciones a sus descendientes, mientras que aquellos organismos cuyas
variaciones no han sido favorables perecerán y no se reproducirán. Al cabo de un
tiempo, la población habrá generalizado la presencia de esas variaciones. Si este cambio
se mantiene durante un largo periodo de tiempo, las variaciones habrán garantizado la
adaptación de la especie al entorno y el surgimiento de una nueva variedad, de una
nueva especie, de un número género o de una nueva población.
Los cambios van de dentro hacia fuera, y no de fuera hacia dentro. Lo que explica las
variaciones inter-poblaciones o inter-especies no son los cambios ecológicos, que sin
duda afectan, sino la necesidad de adaptarse a una situación de competencia por los
recursos. La competencia es la clave para explicar la selección natural, que no ha de
entenderse más que como resultado de esa lucha por la vida.
De hecho, la teoría darwiniana de la evolución es una teoría de muerte, más que de vida.
A lo largo de la historia evolutiva de las distintas especies humanas ha habido más
muertes que vidas, más pérdida que ganancia global. Pensemos en una gran camada de
perros, o en una gran familia medieval. De los cinco o seis vástagos que una perra puede
dar a luz o que una familia campesina puede engendrar, solamente uno o dos lograrán
sobrevivir.
La selección sexual explica dos fenómenos. En primer lugar, que los machos más
fuertes tienen una ventaja competitiva que les convierte en más aptos para reproducirse.
En segundo lugar, que hay ciertos rasgos no adaptativos que sin embargo se transmiten
de generación en generación, porque aunque no sirvan para la lucha por la vida sí que
sirven para lograr el objetivo evolutivo de la reproducción, porque son rasgos de
atracción sexual.
Igual que no pudo explicar por qué se producen las variaciones orgánicas previas a la
situación ecológica de competencia, tampoco pudo o supo explicar cómo se transmiten
las variaciones adaptativas de una generación a otra por la vía de la reproducción
sexual. La respuesta a estos dos problemas fue posible con la teoría sintética de la
evolución o neodarwinismo, que consiste en la fusión de la teoría de la selección natural
con la teoría de la herencia genética del naturalista Gregor Mendel (1822-1884). Esta
combinación fue obra de Theodosius Dbzhansky (1900-1975) La Genética y el Origen
de las especies de 1937.
Mendel realizó sus famosos experimentos con guisantes entre los años 1865 y 1866,
pero no sería hasta el año 1900, cuando sus leyes sean redescubiertas y reinterpretadas
por Hugo de Vries (1848-1935), Carl Correns (1864-1933) y Erich von Tscherman
(1871-1962), cuando adquiera la importancia que se le concede hoy en día.
Antes de Mendel, se creía que los rasgos hereditarios de las especies vegetales o
animales se obtenían por la mezcla de los rasgos presentes en los dos progenitores, de
manera que el hijo de ambos es una especie de híbrido entre ambos. El propio Darwin
pensaba de esta manera.
Primera ley o principio de uniformidad: si dos individuos de raza pura se cruzan (AA y
aa), los híbridos resultantes de la primera generación filial serán todos iguales tanto
fenotípica como genotípicamente (Aa): amarillos.
Segunda ley o principio de segregación: en la segunda generación filial, que resulta del
cruce de individuos de la primera generación (Aa), uno de cada cuatro descendientes
recuperarán el fenotipo y genotipo recesivos de la generación parental (aa).
Formalizándolo, hay ciertos individuos que pueden transmitir un carácter, aunque en
ellos no se manifieste.
De este modo, Mendel había propuesto las leyes que explican la transmisión
intergeneracional por reproducción sexual de las variaciones adquiridas. Queda explicar
la otra incógnita, a saber, cómo se producen esas variaciones aleatorias.
Si el gen mutado resulta ser el gen dominante del nuevo organismo engendrado, se
expresará en el fenotipo. Por ejemplo, si tu madre tiene los ojos azules, tu padre los ojos
marrones y tú tienes los ojos azules, el gen dominante ha sido el de tu madre. El gen o la
parte del cromosoma heredado de tu padre se mantiene, está en tu ADN, pero en estado
recesivo (puede que en tus hijos aparezca como gen dominante).
La genética contribuyo al perfeccionamiento de la teoría sintética con el descubrimiento
del genoma, y, fundamentalmente, con el descubrimiento de la estructura de ADN
realizado en el año 1953 por James Watson (1928- ) y Francis Crick (1916-2004).
En el genoma humano hay 3.000 millones de bases, entre las cuales se localizan los
genes en una proporción del 10%. También hay proteínas que contribuyen al
funcionamiento del ADN. Y también hay un «genoma basura», un conjunto de bases
cuya función nos es aún desconocida1.
1
El genoma basura es ADN no codificable, que no contiene información o que no codifica las bases
proteínicas. El 75% del genoma humano es ADN no codificable; cuando las mutaciones genéticas se
producen en el ADN codificable tienen efectos fenotípicos sobre las generaciones futuras, pero cuando se
producen en el no codificable, que es la mayoría, no hay efecto alguno.
Cambios en el organismo Ventajas o perjuicios Selección natural
(dirige la evolución)
Azar
Los fósiles de otras especies animales son las pruebas indirectas con las que contamos
para explicar la evolución. La introducción de la teoría genética ha abierto nuevas
posibilidades de corroboración de dicha evolución, puesto que a través del estudio del
ADN de los restos fósiles podemos comprobar de manera más eficaz y segura en qué
momento exacto (siempre relativo) se ha producido un cambio evolutivo,
fundamentalmente por mutación.
Una cuestión muy interesante y discutida todavía a día de hoy, es decir, abierta, dice
relación con la unidad de evolución: ¿qué es lo que evoluciona históricamente? Se han
planteado tres posibles soluciones: evolucionan los genes, evolucionan los organismos
individuales, o evolucionan los grupos.
Esta tesis explicaría la evolución celular que marcó el inicio de la vida en el planeta
Tierra y que salvaría el periodo de tiempo (millones de años) que va desde la formación
del planeta hasta la aparición de los primeros organismos complejos. El tránsito de las
células procariotas a las células eucariotas se explicaría como «voluntad de
supervivencia» de las células, que a través de los procesos autocatalíticos se dividen
creando copias exactas de sí mismas.
No hay grandes diferencias entre ese instinto de supervivencia celular de los primeros
organismos simples y el modo como las células de nuestro cuerpo o de cualquier
organismo animal y vegetal realizan sus funciones metabólicas. Nuestro organismo
alberga una amplísima diversidad de tipos de células, cada una de las cuales se
especializa en una función concreta. La colaboración de todos los sistemas celulares
garantiza la existencia del organismo, y por consiguiente la vida del individuo.
En el año 1976 el biólogo evolutivo Richard Dawkins (1941- ) publicó El gen egoísta,
donde en la que postula que nuestro ADN hace uso de nosotros, creando un mundo de
salvaje competencia, tiranía, explotación ilegal y trampas biológicas con la única
finalidad de prevalecer. Los organismos son los contenedores de los que las células o
los genes hacen uso para sobrevivir y reproducirse. La evolución es el resultado del
egoísmo genético.
Finalmente, desde una perspectiva mucho más amplia que las dos anteriores podemos
convenir en que la unidad básica de la evolución es el grupo o la población. Esta tesis ha
sido propuesta desde la etología y la zoología, ciencias aplicadas al mundo animal que
han constatado cómo en diferentes especies animales existe un tipo de vida social que
para decirlo en términos políticos es profundamente comunista: los individuos más
débiles o ancianos, como sucede en el caso de los elefantes, se sacrifican antes de
perjudicar al grupo. Al viejo elefante no le preocupa que no haya podido reproducirse y
perpetuar sus genes, porque es preferible que el grupo como unidad orgánica sobreviva
y prevalezca.
Por otro lado, la evolución no tiene un final o un sentido predeterminados, como si Dios
o algún tipo de entelequia natural predispusiera la historia de manera que condujese, de
nuevo, al final de la especie humana, o a lo que fuera. No sabemos hacia dónde van las
especies (incluida la humana) en sus respectivos procesos evolutivos.
Cada especie evoluciona a su propio ritmo, según sus necesidades adaptativas y los
cambios ecológicos de su hábitat. De hecho, las especies animales siguen
evolucionando a día de hoy, igual que la especie humana, sólo que los cambios
genéticos y morfológicos son indetectables a la escala de una vida humana.
(iv) Darwin no dice que provengamos del mono, sino que somos monos evolucionados.
Las autoridades eclesiásticas del momento lanzaron una campaña de propaganda contra
Darwin caricaturizándolo con aspecto simiesco, como si quisieran decirle: «aquí el
único mono eres tú».
(v) La teoría de la evolución de Darwin no dice que la función hace el órgano, sino que
el órgano hace la función. La selección natural es un proceso que consiste en
seleccionar aquellos rasgos, caracteres o atributos que tienen utilidad para la
supervivencia del organismo en la lucha de la vida.