Repensar El Museo

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Repensar el museo:

Espacio para el
objeto.

Samuel Alberto González Socas


Historia y Ciencias de la música y Tecnología Musical
Museología Musical
Curso 2021-2022
Tras unos meses interiorizando la museología y todo lo que forma la misma, me he
propuesto (por encargo del profesorado) repensar un aspecto de la misma para aplicarlo
a la museología musical. Un encargo bastante complejo, que conlleva una reflexión y
propuesta arriesgada. En mi caso, quiero abordar al propio objeto, cómo exponerlo de
una manera diferente, y si es posible prescindir de lo visual para únicamente contar con
música en una exposición musical.

Comencemos entonces hablando de los elementos que se suelen exhibir en una


exposición musical, ya que son los elementos generados por la música o instrumentos.
Lo más común que se puede encontrar en los museos que incorporan a la música como
temática es organología, es decir instrumentos musicales como tal. También partituras,
tratados u otros documentos de interés relacionados con los compositores o personas de
interés para el hecho musical. También encontramos pinturas y esculturas que hacen
referencia a un hecho histórico en concreto o simplemente dedicatorias, en su mayoría
con carácter de agradecimiento por todo lo que aporta la música a sus vidas. Sabiendo
todo esto me pregunto, ¿Dónde queda el sonido?

El principal escollo que nos encontramos en el camino es la inevitable temporalidad del


sonido, es decir, es algo fugaz, que aparentemente no podemos retener a diferencia de
un cuadro, como dijo Latcham “...Uno no puede coleccionar momentos que pasan”.
Todo este tema huele a prejuicio rancio (Con todo el respeto para Latcham que no
conoció la grabación del sonido tal y como la conocemos hoy). ¿No estamos ya en el
siglo XXI? ¿Acaso no llevamos más de siglo y medio de desarrollo de tecnologías en lo
que a grabación y reproducción respecta? Despertemos, la música sí que se puede
retener, podemos grabarla y al igual que un cuadro queda perenne sobre un lienzo, o
incluso, a día hoy, en un soporte extra como es la fotografía. Cualquier pieza musical o
sonido pueden ser captados y luego reproducidos en cualquier momento o lugar.

Precisamente, el segundo obstáculo (mucho más escabroso por cierto) a saltar sea ese, la
ventaja de tener la música cuando queramos a una asequible membresía de distancia en
nuestros teléfonos móviles. Cierto es, que a día de hoy podemos ver cualquier cuadro,
escultura u obra arquitectónica con una simple búsqueda en internet, pero es diferente.
La música tiene detrás un movimiento de masas que cualquier pintor desearía (o no).
Escuchamos música en casa, haciendo deporte, en el móvil, la tablet o el ordenador, en
películas, teatros y programas de radio, es tan habitual que creo que, por desgracia,
muchas veces olvidamos lo primordial, el arte. Sin embargo, por suerte o por desgracia,
depende de cómo se mire, el arte visual tiene una connotación de exquisitez,
exclusividad. Si uno quiere ver de verdad una pieza debe ir a ese templo contenedor de
piezas llamado museo a apreciarlas, porque en internet, a pesar de poder ver hasta el
último detalle no es lo mismo. Eso con la música únicamente pasa con la academicista,
se ve como algo exquisito ir a ver una ópera o a un concierto de Bach, Mozart o
cualquier otro. De resto creemos que la música sí que podemos disfrutarla en casa con la
de medios que tenemos. Y no nos falta razón, pero al igual que sucede con el cuadro
que buscamos en Google Imágenes, considero que nunca será lo mismo asistir a un
concierto, que escucharlo desde casa.

Otra cuestión a tener en cuenta es que aparentemente las piezas de arte visual nos
permiten un contacto directo con el autor de la obra. Es decir, la Gioconda la pintó Da
Vinci en el siglo XVI y cuatro siglos después gracias a la buena conservación que se le
ha dado podemos apreciar ese mismo cuadro. Además, con un lenguaje sencillo y
asequible para todos, la imagen (es cierto que para entender un cuadro hace falta
estudiar, pero todos podemos decir si es bonito o si nos gusta o no con una simple
pasada visual). Por el contrario, la música no nos transmite la misma sensación, ya que
requerimos de intérpretes para escucharla, y nunca será lo mismo escuchar a Beethoven
que a alguien tocar una pieza de Beethoven. El contacto más directo que podemos tener
con los autores es con las partituras y manuscritos, y a diferencia de la imagen,
comprender, sentir y disfrutar la música que porta una partitura es un ejercicio que
requiere de muchos años de estudio y voluntad (no podemos decir si una pieza de
música nos gusta viendo únicamente la partitura, y mucho menos sin entenderla), y
aunque la veamos expuesta tampoco será lo mismo verla e intentar imaginar como
suena que escucharla.

Todo esto es bastante curioso, dado que el sonido lo percibimos con más presteza que la
imagen, que escuchamos hasta dormidos y que nunca podemos dejar de escuchar,
mientras que si podemos dejar de ver. Pero según estudios científicos la vista es más
importante, casi el 50 por ciento de nuestro cerebro está dedicado únicamente al
procesamiento visual.1

Teniendo todo esto en cuenta se me ocurren varias ideas. En primer lugar, hacer una
exposición donde privemos a la vista de ejercer su función con la intención de centrar la
atención en el sonido. Creo que la forma más sensata de llevar esto a cabo sería
aplicando oscuridad a nuestra exposición, que las personas vean lo suficiente como para
avanzar y moverse autónomamente pero que sea como andar en mitad de lo noche,
agudizando el oído. Por otro lado, a nivel visual únicamente utilizaría juegos de luces y
colores en piezas puntuales, como si se tratase de fuegos artificiales o de auroras
boreales que ayuden a entrar en un estado de conciencia excitante, relajante, o de
cualquier otro tipo, pero que acompañe a la música.

En segundo lugar, optaría por música grabada y reproducida mediante un sistema de


altavoces envolventes tipo Dolby Atmos, con sonidos que puedan ubicarse y moverse
en la tridimensionalidad. Debo añadir que otra idea que me gusta mucho y que barajo
como posibilidad es ir andando y pararse a escuchar una interpretación en vivo,
continuar y encontrarse con otra. Que el museo musical sea algo vivo, que se interprete
una obra cada vez de una manera diferente, que el museo no sea un templo estático de
obras inertes, si no que sea un templo que coleccione performances.

En tercer lugar, incluiría todo tipo de catálogo musical, y además con la posibilidad de
ir cambiando de intérprete de una misma pieza, que haya una composición común hecha
por un compositor, pero que quede bien clara la importancia del intérprete en este arte.

En cuarto lugar, prescindiría de los auriculares, considero que en el caso del museo
musical la música debe ser experimentada de manera colectiva, disfrutando de la misma
conmigo y con los demás, y formando parte de ese momento único y de la misma obra,
generando una difusa línea entre espectador y objeto, como sucede en la exposición “A
escala humana” de La Ribot. En esta exposición el público forma parte de la

1
San Roque, L., Kendrick, K., Norcliffe, E., Brown, P., Defina, R., Dingemanse, M.,
Dirksmeyer, T., Enfield, N., Floyd, S., Hammond, J., et al. Vision verbs dominate in
conversation across cultures, but the ranking of non-visual verbs varies. Cognitive
Linguistics, 26(1), 31-60. 2015.
performance simplemente viendo la reacción que tiene el mismo ante la actuación que
sucede a su alrededor. La dificultad que hayamos en los altavoces si queremos
prescindir de los cascos es la contaminación acústica que se produce con otros sonidos,
en este caso otros altavoces y piezas, con lo cual los espacios deben estar bien
delimitados y acondicionados acústicamente. Además, sería una exposición para todos
los públicos, con música academicista o culta y música popular. Considero que la
música es para todos, no solo para unos pocos. Por otro lado, dejaría espacios para la
creación, que la gente pueda interactuar con los instrumentos, e incluso los intérpretes,
tocar, cantar, formar parte de ello, como hacen en el Museo interactivo de la música de
Málaga. Por último, sí que incluiría audio-guías o incluso presentaciones reproducidas
por los altavoces que pongan en contexto cada pieza, que no solo se disfrute de la
música, si no que se pueda aprender de ello, siguiendo ese concepto de museo de la
nueva museología en el que una de sus características es la de ser pedagógico

Estas son las ideas con las que yo replantearía la museología musical, de la mano de la
nueva museología que entiende el término “exposición” de la siguiente manera: “tanto
el resultado de la acción de exponer como el conjunto de lo expuesto y el lugar donde se
expone.”2 En nuestro caso exponemos sonido, música, en un lugar preparado para ello.
Aplicaría por tanto una definición precisa del objeto; Si hay un museo principalmente
conformado por instrumentos pues que se llame museo de organología, otro que trabaje
con tratados, museo de tratados musicales, o incluso de historia de la música si aunamos
todos los elementos o de algún compositor en concreto.

Como vemos, esta reflexión se ha centrado en el objeto como principal elemento de


cambio, pero es que cambiando eso, ya el resto del concepto museológico y luego
museográfico debe ser repensado también. Intentando ser lo más claro y respetuoso
posible me gustaría decir una locura: Que en la museología musical prime la música.

2
Desvallées, André, Mairesse, François. Conceptos claves de muselogía. 2010

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