El Ego Herido

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El Ego Herido

Vas conduciendo por la circunvalación o por las calles de la ciudad y alguien te grita:
‘¡Gilipollas!’, inmediatamente abres la ventanilla y sientes una compulsión de gritar
algo más grande, sin darte cuenta estás respondiendo: ‘¡Hijo puta!’, o le sacas el dedo,
o algún otro gesto grosero. Preparas la fiesta de fin de curso de los niños, o una obra
de teatro para el final del curso, y en las palabras que pronuncia el director o directora,
no te menciona ni te agradece tu esfuerzo; llegas a casa con desilusión, con enfado,
con tristeza, se lo comentas a tu pareja, a tus amistades, sientes que te han
ninguneado, y durante un tiempo no te lo puedes quitar de la cabeza, te gustaría que
reconociera públicamente tu trabajo y tu esfuerzo y que pidiera disculpas por no
haberlo hecho antes. Saludas a un vecino al cruzarte con él o ella, ‘buenos días’, y no
te contesta ni te mira; probablemente es algo que le contarás a varias personas y que
se repetirá en tu mente varios días, ‘¡será posible, lo maleducado que es!’ Te enteras
que alguien, un conocido o conocida, un familiar, un colega, está diciendo cosas de ti
negativas a tus espaldas; otra vez se lo comentas a tus amigos, a tu pareja, a tus
hermanos o hermanas, a tu madre… y durante un tiempo tampoco logras quitártelo de
la cabeza, durante un tiempo insultas y ‘machacas’ a esa persona dentro de tu mente,
durante un tiempo crees que estarías mejor, que te quedarías en paz, si esa persona le
dice a todas esas personas que se ha equivocado juzgándote de esa manera. A tu pareja
se le olvidó que hoy era vuestro aniversario, o tu santo… el enfado y las
verbalizaciones y pensamientos sobre su egoísmo y que ‘va a lo suyo’ y que ‘sólo
piensa en sí’, se repiten durante muchos días; incluso lo recuerdas años después, y
todavía lo puedes echar en cara en alguna discusión, necesitas que repare el olvido
con algún detalle diez veces más grande, necesitas que se acuerde y te pida disculpas
por su olvido reflejo de su egoísmo. Alguien se dirige a ti de malos modos, con voces,
o con cólera, incluso te insulta; de nuevo, esas palabras, como un eco, se repiten sin
cesar en tu mente, de nuevo, se lo cuentas a aquellas personas con las que tienes
confianza, de nuevo insistes en que lograrás paz y calma en tu mente cuando esa
persona te pida disculpas y se retracte.

¿Necesitas repetir continuamente en tu cabeza un episodio desagradable para sentir tu


ego reforzado, para sentir que tienes razón? Y ¿qué es lo que realmente quieres, tener
razón o estar en paz?

Si lo que quieres es tener razón, no sigas leyendo. Pero si lo que quieres es estar en
paz, te invito a realizar un ejercicio. Cada vez que venga la película mental otra vez,
no intentes pararla, no intentes eliminarla, todo lo que frenes se mantendrá más
tiempo en la mente; pero tampoco la persigas, tampoco alimentes la emoción, el
pensamiento, dándole al ‘play’ de la película, pensándola, argumentando,
manteniéndola… Simplemente, observa. Observa qué pensamientos surgen. Observa
las emociones.

Observa dónde están las emociones en tu cuerpo. Búscalas. Encuéntralas. Míralas con
curiosidad, como un investigador observando alguna bacteria en su placa de Petri, lo
que ocurre es que, en este caso, el investigador es la Conciencia que tú eres, y la placa
de Petri que observas con atención es tu cuerpo y tu mente. Si puedes observar la
emoción y el pensamiento, es que no eres ni la emoción ni el pensamiento. Eres la
conciencia que observa. Eres el testigo silencioso. Nota como la parte de ti que
observa, el testigo, está en paz y en calma, perfectamente bien. Observa cómo las
emociones, por intensas que sean, no ocupan todo tu cuerpo. Hay muchas zonas de tu
cuerpo libres de la emoción.

Haz este trabajo cada vez que aparezca la película mental. Notarás como, poco a
poco, las emociones irán siendo menos intensas, más suaves. Notarás cómo la película
irá apareciendo menos en tu mente. Irás viendo cómo, de forma natural, se irá
desvaneciendo, como todas las demás cosas de la vida. Nada permanece. Todo
cambia, todo se transforma.

No eres tu rabia. Ni tu cólera. Ni tu herida. No eres víctima. No eres tus


pensamientos. Ni tus emociones. No eres nada de eso. Eres más grande, mucho más
grande. Descubrir lo que realmente eres será la aventura más maravillosa de toda tu
vida.¿Necesitas repetir continuamente en tu cabeza un episodio desagradable para
sentir tu ego reforzado, para sentir que tienes razón? Y ¿qué es lo que realmente
quieres, tener razón o estar en paz?

Si lo que quieres es tener razón, no sigas leyendo. Pero si lo que quieres es estar en
paz, te invito a realizar un ejercicio. Cada vez que venga la película mental otra vez,
no intentes pararla, no intentes eliminarla, todo lo que frenes se mantendrá más
tiempo en la mente; pero tampoco la persigas, tampoco alimentes la emoción, el
pensamiento, dándole al ‘play’ de la película, pensándola, argumentando,
manteniéndola… Simplemente, observa. Observa qué pensamientos surgen. Observa
las emociones.

Observa dónde están las emociones en tu cuerpo. Búscalas. Encuéntralas. Míralas con
curiosidad, como un investigador observando alguna bacteria en su placa de Petri, lo
que ocurre es que, en este caso, el investigador es la Conciencia que tú eres, y la placa
de Petri que observas con atención es tu cuerpo y tu mente. Si puedes observar la
emoción y el pensamiento, es que no eres ni la emoción ni el pensamiento. Eres la
conciencia que observa. Eres el testigo silencioso. Nota como la parte de ti que
observa, el testigo, está en paz y en calma, perfectamente bien. Observa cómo las
emociones, por intensas que sean, no ocupan todo tu cuerpo. Hay muchas zonas de tu
cuerpo libres de la emoción.

Haz este trabajo cada vez que aparezca la película mental. Notarás como, poco a
poco, las emociones irán siendo menos intensas, más suaves. Notarás cómo la película
irá apareciendo menos en tu mente. Irás viendo cómo, de forma natural, se irá
desvaneciendo, como todas las demás cosas de la vida. Nada permanece. Todo
cambia, todo se transforma.

No eres tu rabia. Ni tu cólera. Ni tu herida. No eres víctima. No eres tus


pensamientos. Ni tus emociones. No eres nada de eso. Eres más grande, mucho más
grande. Descubrir lo que realmente eres será la aventura más maravillosa de toda tu
vida.

Autor: Yolanda Calvo Gómez

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