Libro El Significrado Del Matrimonio Por Keller
Libro El Significrado Del Matrimonio Por Keller
Libro El Significrado Del Matrimonio Por Keller
El tema que se plantea entonces es si en verdad podemos ser llenos del Espíritu.
Así, ¿có mo crecer en un sano temor al Señ or, de manera que no nos dejemos dominar
por temores humanos? Pero lo cierto es que, aun poniéndonos ahora mismo a escribir
montones de libros sobre el tema, no pasaríamos de esbozar el inicio de la respuesta.
Pero hay una ilustració n que creo que puede encaminarnos en la direcció n adecuada.
Hace unos añ os, un hombre que acostumbraba a asistir de forma regular a mis
predicaciones, hizo una observació n muy aguda. Sus palabras exactas fueron: «Cuando
está bien preparado para su sermó n, cita una gran cantidad de fuentes, pero cuando
no está tan bien preparado, solo cita a C. S. Lewis». Y tenía toda la razó n. Pero eso es
debido a que, a lo largo de los añ os, he leído prá cticamente todo lo disponible escrito
por C. S. Lewis. Al convertirme a la fe cristiana, sus escritos daban respuesta a mis
preocupaciones y mis preguntas como ningú n otro autor.
Por eso persistí en su lectura, y repetí los pasajes hasta sabérmelos de memoria. Y
también he leído biografías y ensayos sobre su vida y obra, así como muchas de sus
cartas personales.
Cuando uno se adentra en la vida y obra de otra persona, ocurre algo muy interesante:
no solo se llega a conocer bien su obra, sino que se entiende có mo funciona su mente.
Así, uno puede imaginarse có mo reaccionaría y pensaría ante determinado caso y
cuestió n, o có mo habría actuado en determinadas circunstancias. La razó n que puedo
aducir es que, si me veo en la necesidad de improvisar, C. S. Lewis es el que acude a mi
mente porque ya forma parte de mí mismo.
Por eso no puedo menos que preguntarme qué ocurriría si dedicá ramos todas
nuestras energías y nuestra capacidad mental a conocer y examinar la vida y obra de
Cristo. Qué pasaría si estuviéramos inmersos en Sus promesas y llamadas, en Sus
consejos y en Sus exhortaciones;
Así, ¿cómo serían nuestras vidas si, de forma instintiva, casi inconsciente,
conociéramos en todo momento la mente de Cristo y Su sentir respecto a las
dificultades que vayan surgiendo en el camino? Cuando fuéramos objeto de crítica,
ya no nos sentiríamos frustrados o anulados, porque el amor de Jesú s y Su aceptació n
estarían ahí, presentes y activos. En nuestras críticas, seríamos amables, pacientes y
justos, por estar llenos del amor y la paciencia de Cristo.
Eso no significa que cada vez que seamos objeto de crítica vamos a tener que
reaccionar preguntá ndonos: «¿Qué diría y haría Jesú s en un caso así?». No es en
absoluto necesario hacerlo, porque Jesú s y Su Palabra estará n tan dentro de nosotros
que nos sostendrá n y fortalecerá n en la medida de nuestra necesidad. Formará n parte
integral de nuestro ser. Nos veremos con Sus ojos y contemplaremos el mundo con Su
mirada. Nuestra mente estará acoplada por completo a Su vida y enseñ anzas.
Eso no va a suceder de la noche a la mañ ana, claro está . A muchos, nos llevará añ os de
constante reflexió n y dedicació n, de disciplina y de intenso estudio de la Palabra, de
incontables conversaciones con maestros y amigos, y de activa adoració n y de
compromiso con la congregació n. Y, a diferencia de aprender y crecer con base en
otros pensadores o autores, el Espíritu de Jesú s se hace presente para vivir en nuestro
interior, iluminá ndonos de tal forma que el evangelio se hace gloriosa realidad en
nuestras vidas. «Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza», nos
recuerda Colosenses 3:16, y así es como tenemos fuerza para servir, para dar y recibir
críticas con buena disposició n, y para no esperar de nuestra pareja y de nuestro
matrimonio que satisfaga todas nuestras necesidades y que cure todas nuestras
heridas.
Es muy posible sentir que uno está «locamente enamorado», cuando en realidad no
deja de ser mera atracció n por alguien que satisface nuestras necesidades, nos ofrece
refugio en las inseguridades y da respuesta a nuestras interrogantes. En esa clase de
relació n, se exige y controla, má s que se da y se recibe. La ú nica manera de evitar el
sacrificio del gozo y la libertad de nuestra pareja es volvernos a Aquel que
verdaderamente ama nuestra alma. Aquel que se sacrificó voluntariamente por
nosotros en la cruz, asumiendo la culpa que pesaba sobre nosotros por nuestros
pecados y transgresiones contra Dios y contra el pró jimo. En la cruz, Jesú s sufrió
abandono y experimentó la tortura del infierno. Y todo por amor a nosotros. Ahora,
por la gracia y perdó n del sacrificio del Hijo, podemos conocer el cielo del amor del
Padre por la acció n del Espíritu. Jesú s en verdad «creó un cielo en medio de la
desesperanza del infierno». Fortalecidos por ese amor de Dios, nosotros ahora
podemos entregarnos verdaderamente en amoroso servicio a nuestra pareja dentro
del matrimonio.
«Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn. 4:19).