OOPP Catequesis
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Documento de Trabajo
Comisión Nacional de Catequesis
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ABREVIATURAS DE LOS DOCUMENTOS CITADOS
AG: Ad Gentes, Decreto sobre la acción misionera de la Iglesia, Concilio Vaticano II, 1965.
ChD: Christus Dominus, Decreto sobre el Ministerio pastoral de los Obispos, Vaticano II, 1965
ChL: Christifideles Laici, Exhortación Apostólica sobre el papel del laico, Juan Pablo II, 1988.
CT: Catechesi Tradendae, Exhortación Apostólica sobre la Catequesis, Juan Pablo II, 1979.
DA: Documento de Aparecida. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, CELAM, 2007.
DD: Dies Domini, Carta Apostólica sobre la santificación del domingo, Juan Pablo II, 1998.
DP: Documento de Puebla. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, CELAM, 1979.
DPP: Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia. Principios y Orientaciones, Congregación para el Culto
Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
DV: Dei Verbum, Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación, Concilio Vaticano II, 1965
EiA: Ecclesia in America, Exhortación Apostólica post-sinodal sobre el encuentro con Jesucristo vivo, camino
para la conversión, la comunión y la solidaridad en América, Juan Pablo II, 1999.
GS: Gaudium et Spes, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Concilio Vaticano II, 1965
LGCh: Líneas Generales para la Catequesis en Chile, Oficina Nacional de Catequesis (ONAC), 1974.
NMI: Novo Millennio Ineunte, Carta Apostólica al concluir el Gran Jubileo del 2000, Juan Pablo II,
2001.
OO.PP.: Discípulos Misioneros de Jesucristo para que en Él nuestro pueblo tenga vida,
Orientaciones Pastorales 2008-2012. Conferencia Episcopal de Chile, 2008.
RH: Redemptor Hominis, Carta Encíclica sobre Jesucristo, Redentor del Hombre, Juan Pablo II,
1979.
RMi: Redemptoris Missio, Carta Encíclica sobre la permanente validez del mandato misionero, Juan Pablo II,
1990.
SD: Documento de Santo Domingo. IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, CELAM, 1992.
Presentación a la Segunda Edición
Seis años han pasado desde la primera edición de las “Orientaciones para la Catequesis en Chile”,
publicadas en 2003. Durante este tiempo, hemos visto con alegría cómo este documento, tal
como lo deseó Mons. Miguel Caviedes M., entonces Presidente del Área Eclesial de la CECh, ha
ayudado estupendamente a “revitalizar y renovar la educación de la fe en Chile” (p. 6).
Los variados cambios que todos conocemos hacen que sea necesario actualizar constantemente
las pistas para una tarea de tamaña magnitud. Y en ese sentido, dos hechos han sido
particularmente relevantes: por una parte, la amplia acogida a este documento por medio de la
venta directa y los cursos de capacitación a catequistas de base, lo cual llevó a que rápidamente
se agotaran 12.000 ejemplares en cuatro reimpresiones. Por esta razón damos gracias al Señor.
Segundo, y más importante, el enriquecimiento que han supuesto para la vida eclesial dos
acontecimientos claves: la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano realizada en Aparecida
(Brasil) en 2007, y las nuevas Orientaciones Pastorales 2008-2012 de la Conferencia Episcopal
“Discípulos Misioneros de Jesucristo, para que en Él nuestro Pueblo tenga Vida”.
Es tal la fuerza que tiene hoy en nuestras comunidades de Chile y de todo el continente el
llamado a “recomenzar desde Cristo” (OO.PP. n° 6), a implementar itinerarios de iniciación
cristiana, para transformarnos en discípulos misioneros del Señor Jesús, que estas
“Orientaciones” debían actualizarse recogiendo tales énfasis y prioridades pastorales.
Sin embargo, puede afirmarse que esta tarea de reactualizar las “Orientaciones” no requirió de
una intervención radical en el documento primero. La reflexión original, basada en el “Directorio
General para la Catequesis” (Santa Sede, 1997), que se suscitó ampliamente en nuestro país
hace diez años, intuía ya la dirección correcta para nuestra pastoral en general y para la
catequesis en particular: la vida cristiana se inicia en el encuentro con Cristo vivo y, como dicen
los Obispos latinoamericanos, “se ha de cultivar la amistad con Cristo en la oración, el aprecio por
la celebración litúrgica, la vivencia comunitaria, el compromiso apostólico mediante un
permanente servicio a los demás” (DA 299). Estas renovadas “Orientaciones para la Catequesis
en Chile” nos orientan y estimulan en esa misma dirección.
Mayo de 2009
PRESENTACIÓN a la Primera Edición
Este documento de trabajo, elaborado por la Comisión Nacional de Catequesis, quiere ser la
aplicación a nuestra diócesis de Chile del “Directorio General para la Catequesis” de la
Congregación para el Clero de la Santa Sede. Por ello conserva la misma estructura.
Este documento es el fruto de varios años de consulta a los obispos del país, a los responsables
de las Comisiones e Institutos Diocesanos de Catequesis, a organismos técnicos como OSORE, el
Centro Bellarmino, ISPAJ, Catecheticum y otros.
Los miembros de la Comisión Nacional de Catequesis, con todos estos antecedentes, elaboraron el
texto y lo discutieron en los encuentros regionales y nacionales de estos últimos años. Las
provincias eclesiásticas hicieron valiosos aportes que fueron incorporados. Este documento, es
pues, fruto de un largo, generoso y participativo trabajo, conducido con gran sabiduría y
dedicación por el P. Mario Borello, sdb, quien ha sido pilar fundamental en la renovación de la
Catequesis en Chile. Al concluir su período como Director de la Comisión Nacional de Catequesis,
por mi intermedio la Conferencia Episcopal de Chile expresa al P. Borello la profunda gratitud por
su entrega generosa, su inteligencia puesta al servicio de la educación a la fe, su testimonio
creyente y de evangelizador.
Confiamos que este documento de trabajo sea una preciosa ayuda para hacer madurar la
conversión inicial de los creyentes hasta hacer de ella “una viva, explícita y operativa conversión
de fe. La catequesis tiene su origen en la confesión de fe y conduce a la confesión de fe” (DGC, N°
82).
Junio de 2003
6
INTRODUCCIÓN
7
El anuncio esperanzador de Jesús resucitado
1. ¡Jesús ha resucitado!
Un nuevo siglo se inicia y somos testigos de profundas transformaciones. “Se abre paso un nuevo período
de la historia con desafíos y exigencias, caracterizado por el desconcierto generalizado que se propaga por
nuevas turbulencias sociales y políticas, por la difusión de una cultura lejana y hostil a la tradición cristiana,
por la emergencia de variadas ofertas religiosas que tratan de responder, a su manera, a la sed de Dios que
manifiestan nuestros pueblos”1.
La desconfianza, la apatía y la evasión ensombrecen a veces el rostro de nuestro país, mientras que el
anhelo de mayor equidad, transparencia y honestidad resaltan como interesantes signos esperanzadores. A
pesar de los múltiples cambios que se perciben en la mentalidad y en la vida de nuestro pueblo, persiste una
profunda necesidad y búsqueda de Dios, expresada especialmente a través de las diversas manifestaciones
de religiosidad y piedad popular. Creemos, por lo tanto, que el presente y el futuro se presentan como una
hora preciosa para lanzar a los cuatro vientos un renovado grito de alegría: ¡Jesús ha resucitado!
3. ¡Jesús ha resucitado!
La Iglesia, portadora de este hermoso regalo, tiene el atractivo desafío de testimoniarlo y anunciarlo a
jóvenes y niños, ancianos y adultos; tiene la alegre tarea de celebrarlo con discapacitados e intelectuales,
con profesionales y estudiantes; la Iglesia en Chile está llamada a anunciarlo desde la gélida Antártida,
pasando por la Patagonia y los fértiles valles centrales, hasta el último rincón pedregoso del altiplano nortino;
desde las nevadas cumbres de Los Andes al sinuoso litoral costero, hasta la mítica Isla de Pascua.
Para la realización progresiva de esta desafiante misión, la catequesis y los educadores de la fe juegan un
papel de especialísima importancia.
1
CELAM, Documento de Aparecida. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano,
CELAM, 2007, 10 (DA).
2
DA 14.
8
Parte I
El Caminar de la Catequesis Postconciliar
9
5. El mayor de los acontecimientos eclesiales del siglo XX fue, sin duda, el Concilio Vaticano II, el
“nuevo Pentecostés” de nuestros tiempos. El Espíritu Santo provocó un cambio total de mentalidad referente
a cómo entender, valorar y vivir el momento presente a la luz de la fe. Lo fue también para la renovación de
la catequesis.
En realidad el Concilio no habló expresamente de la catequesis. Solamente tuvo algunas breves
exhortaciones a los padres de familia, a los sacerdotes y a los obispos. Sin embargo, el influjo de los grandes
principios del Concilio fue decisivo para la renovación catequística de nuestras comunidades. La importancia
de la Biblia (Dei Verbum), de la liturgia (Sacrosanctum Concilium), la preocupación por el hombre (Gaudium
et Spes) y sobre todo el cristocentrismo de la Iglesia (Lumen Gentium) son los elementos fundamentales
que orientan y vitalizan el desarrollo de la catequesis para estos nuevos tiempos.
Desde entonces, la Iglesia ha realizado importantes actos en favor de la catequesis. Los nombraremos
brevemente.
6. En el año 1971 la Congregación para el Clero, en nombre del Papa Pablo VI, entregó a la Iglesia un
documento interesante, novedoso y creativo para los catequistas: el Directorio Catequístico General. Fue
redactado a petición del Concilio Vaticano II (Cf. ChD 44). El documento presenta los principios
fundamentales teológicos y pastorales que han guiado, a nivel universal, la reflexión y la práctica de la
pastoral catequística.
7. En 1972, la Santa Sede publicó el Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos, documento que
reestableció oficialmente en la Iglesia Universal el catecumenado como un proceso válido para crear
itinerarios, intuición que con el correr de las décadas ha resultado providencial.
9. Un momento culminante para la catequesis fue el Sínodo Episcopal convocado por el Papa Pablo VI
el año 1977 precisamente para reflexionar sobre ese tema. Fruto de él es el “Mensaje del Sínodo de los
Obispos al Pueblo de Dios”. Se puede destacar especialmente la nueva descripción de catequesis que
significó un vuelco en su concepción: la catequesis “consiste en la educación ordenada y progresiva de la fe y
está ligada estrechamente al permanente proceso de maduración de la misma fe” (nº 1).
10. Dos años después, en 1979, el Papa Juan Pablo II regaló a la Iglesia la Exhortación Apostólica
Catechesi Tradendae, que ciertamente constituye el documento base para todo educador de la fe.
En él, el Papa recuerda que “el fin definitivo de la catequesis es poner a uno, no solamente en contacto, sino
en comunión, en intimidad con Jesucristo” (nº 5). Hace una breve historia de la catequesis desde los
apóstoles a nuestros días, ubicándola en el corazón mismo de la pastoral de la Iglesia. Destaca, además, la
importancia de la Biblia, como fuente primera de la catequesis; la necesidad de un proceso de inculturación;
la acción del Espíritu Santo como Maestro interior (n° 72), y señala a María como “un catecismo viviente,
Madre y modelo de los catequistas” (n° 73).
11. El Sínodo de Obispos de 1985, analizando la cultura actual, propensa al subjetivismo y al relativismo
religiosos, vio la necesidad de elaborar un referente universal que recalcara la objetividad de la fe que los
católicos profesan, celebran y viven. Así, tras largos años de consultas y diferentes redacciones, en 1992 se
promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, el cual tuvo su versión definitiva en 1997.
10
12. Finalmente en el año 1997 la Iglesia recibió con gozo el nuevo Directorio General para la
Catequesis, promulgado por la Congregación para el Clero. Su redacción tiene como base el primer
Directorio Catequístico General, pero perfeccionado y enriquecido por las reflexiones de la Iglesia durante los
últimos años. Estas “Orientaciones para la Catequesis en Chile” quieren ser precisamente la
contextualización y la aplicación práctica de este valioso e importante documento para nuestras diócesis
peregrinas en Chile.
13. También a nivel latinoamericano han acontecido hechos catequísticos de importancia. En 1968 el
Papa Pablo VI inauguró la 2ª Conferencia General del Episcopado latinoamericano en Medellín. El
Documento de Medellín ofrece una profunda y renovada reflexión sobre la catequesis latinoamericana.
Invita a superar dicotomías y dualismos en la vida cristiana. Valora la importancia de considerar el contexto
histórico del momento y al hombre en su específica situación existencial. En fin, invita a revalorar la
catequesis de tipo catecumenal dirigida especialmente a los adultos necesitados de evangelización.
16. Es importante mencionar aquí la Asamblea Especial de Obispos para América que se realizó a fines
de 1997, cuyo tema fue “Encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la
solidaridad en América”. Fruto de este encuentro, a inicios de 1999 el Papa Juan Pablo II promulgó Ecclesia
in America, exhortación apostólica postsinodal que, entre otros tópicos, acentúa la importancia de que toda
evangelización y catequesis lleven al hombre y a las comunidades a un auténtico encuentro con Cristo,
encuentro fundamental y fundante de la vida cristiana, encuentro que provoca conversión, lleva a la
comunión y a la solidaridad. Sin este encuentro inicial con Cristo vivo, no es posible ningún proceso de
crecimiento en la fe. El Papa afirma: “La catequesis es un proceso de formación en la fe, la esperanza y la
caridad que informa la mente, toca el corazón, llevando a la persona a abrazar a Cristo de modo pleno y
completo. Introduce más plenamente al creyente en la experiencia de la vida cristiana que incluye la
celebración litúrgica del misterio de la redención y el servicio cristiano a los otros” (EiA nº 69).
17. En vista de tanta reflexión de la Iglesia sobre la catequesis y, al mismo tiempo, acompañada de ricas
experiencias hechas en las comunidades eclesiales, el CELAM pidió a su Departamento de Catequesis
11
(DECAT) “que elabore un documento que contenga elementos para acompañar el proceso catequístico en
América Latina”. Fue así como nacieron en 1985 las Líneas Comunes de Orientación para la
Catequesis en América Latina; este valioso documento fue actualizado en 1999 bajo el título La
Catequesis en América Latina.
19. La actividad y la creatividad catequística de este tiempo postconciliar ha sido múltiple y valiosa en
nuestro país. Se han realizado innumerables cursos para preparar y formar catequistas parroquiales y
profesores de Religión a lo largo de todo Chile. También se han realizado numerosas reuniones en las
Provincias Eclesiásticas, y a nivel nacional Encuentros de Encargados Diocesanos de Catequesis y de
Profesores de Religión. Además, ha sido abundante la publicación de textos, libros, revistas y audiovisuales,
realizados por distintas instituciones que sirven a la catequesis de las diócesis.
20. Los momentos más significativos para la evangelización de nuestras diócesis han sido los siguientes:
En 1960 el Episcopado creó la Oficina Nacional de Catequesis (ONAC) y en 1963 ella rehízo los
Programas de Religión anteriores, en la línea de la renovación kerigmática de la catequesis.
En el inmediato post-Concilio, se inició la Catequesis Familiar, que tantos frutos sigue dando en
nuestras diócesis, cumpliendo más de 40 años de vida pastoral.
En 1974 se redactaron las Líneas Generales para la Catequesis en Chile, como fruto del
Directorio Catequístico General.
Nuevos Programas de Religión para la escuela fueron aprobados por la Asamblea Plenaria del
Episcopado en abril de 1974. En la década posterior, con las reformas realizadas por el Ministerio de
Educación, estos programas se renovaron. Así, en 1983 fueron aprobados por la CECh los nuevos programas
para la Enseñanza Media y para la Educación Parvularia, y en 1986 los de la Educación Básica.
En 1984, la entonces Comisión Episcopal de Catequesis publicó las “Líneas y Orientaciones para la
Catequesis en Chile”.
21. Gran importancia catequística tuvo la Asamblea Plenaria de abril de 1989. Después de analizar
logros y desafíos, aprobaron 30 proposiciones orientadoras. Algunos frutos de esta Asamblea fueron los
siguientes:
El documento Nuestro Caminar al Servicio de la Catequesis (junio de 1989);
12
La institución del Día Nacional del Catequista en la vigilia de la Ascensión del Señor;
La institución de la Semana de la Biblia (hoy, “Mes de la Biblia”);
La fundación del Instituto Superior de Pastoral Catequética de Chile, Catecheticum.
La elaboración de los “Programas de Formación de Catequistas”, promulgados en 1995.
23. En 1997, los obispos de Chile aprobaron los Objetivos Fundamentales y Contenidos Mínimos
Obligatorios del subsector Religión para la Educación Básica, y en 1998 hicieron lo mismo con los de
Educación Media. Fue un importante paso que dio la Iglesia en Chile para estar en sintonía con las
orientaciones de la Reforma Educativa.
24. Como último hito del siglo pasado en el caminar de la educación de la fe en nuestro país, los obispos
se reunieron en mayo de 1999, en Asamblea Plenaria, a reflexionar casi exclusivamente acerca de la
catequesis. El diálogo franco y fraterno con los miembros de la Comisión Nacional de Catequesis respecto a
ciertos temas que percibían como importantes y la oración en conjunto, no podían sino dar a luz valiosas
proposiciones, las que han sido asumidas en su totalidad en el presente documento.
25. En lo que lleva este siglo, se destacan tres hechos. En 2005 el Área de Educación de la CECh elaboró
el nuevo Programa de Religión, aprobado por el MINEDUC. La propuesta de objetivos fundamentales y
contenidos mínimos obligatorios para cada nivel tuvo esta vez la originalidad de estar respaldada en una
fuerte fundamentación teológico-pastoral, donde se destacaron las “dimensiones” en que debe educarse la
religiosidad de los estudiantes: las dimensiones testimonial, celebrativa, comunitaria y servicial.
26. Por otra parte, en 2005 se publicó el breve documento Criterios para la Elaboración y
Evaluación de Textos destinados a la Educación de la Fe, texto que orienta tanto a los responsables de
la pastoral catequística y pastoral educativa como a los censores eclesiásticos en el discernimiento pastoral
respecto a cómo es un buen texto que pretenda educar la fe.
28. Esto es parte de nuestro caminar catequístico desde el Vaticano II. Es un pasado que enriquece el
presente y condiciona el desarrollo futuro de la pastoral catequística de nuestra Iglesia en Chile, despertando
nuevas esperanzas.
Nos anima y orienta en esta tarea el recordado siervo de Dios Juan Pablo II, a través de su Carta Apostólica
Novo Millennio Ineunte. El Papa nos señaló que la perspectiva en que debe situarse el camino pastoral y, por
lo tanto, también el catequístico es el de la santidad. Esta verdad básica es el fundamento de la
programación pastoral. Hay que asegurar en todo y siempre la absoluta “primacía de la gracia”. Sin Cristo
“no podemos hacer nada” (Jn 15,5), sin Él no podemos pescar nada (Cf. Lc 5, 5). Con Él y en Él, asumimos
el desafío del “Duc in altum” (“¡Navega mar adentro!”), y nos comprometemos con entusiasmo y generosa
entrega en las tareas de la Nueva Evangelización.
13
Parte II
Nuestro Mundo
14
I. Introducción
29. Desde el Vaticano II el Magisterio ha dejado claro que ya no se puede concebir la Iglesia y el
mundo como dos entidades frente a frente y menos en desconfianza recíproca. Inserta en el mundo con el
fin de convocar a todos a ser Familia de Dios por la acción salvadora del Señor, la Iglesia redescubre su
vocación de servicio y de diálogo con el mundo. Se interesa por las necesidades de todos los hombres y, a
imagen de su Maestro y Señor, se inclina para limpiarle los pies y secarle las lágrimas a todo varón y mujer,
de cualquier condición social, religiosa, política.
30. Las alegrías y preocupaciones del hombre son las alegrías y preocupaciones de la Iglesia, afirmó el
Concilio Vaticano II. El camino de la Iglesia pasa por el hombre, dijo el Papa Juan Pablo II. Y es que si la
Iglesia es para el mundo, es porque el mundo es para Dios. Por eso es importante conocer, siquiera
someramente, el Chile de hoy, sus luces y sus sombras y, en especial, su aspecto religioso. No es posible
animar un proceso de crecimiento catequístico si no se conoce o no se toma en cuenta la realidad actual.
31. Otro paso necesario es reconocer nuestra corresponsabilidad en tantas situaciones que, desde
antaño hasta hoy, han desfigurado el rostro misericordioso del Señor Jesús en su Iglesia chilena. La humilde
y sincera petición de perdón que hagamos los catequistas, siguiendo el magnífico ejemplo del Papa Juan
Pablo II y de nuestros propios padres obispos a propósito del Jubileo 2000, debe ser seguida
inmediatamente por una total apertura y confianza en el amor del Señor, a quien le rogamos nos dé las
fuerzas necesarias para empeñarnos decididamente en no traicionar nuestra vocación con un antitestimonio
evangélico.
32. Las últimas encuestas señalan valiosos datos que vale la pena considerar:
Los católicos son el grupo mayoritario de la población con casi un 70%, seguidos por los evangélicos
y protestantes con un 15%, otras religiones con un 3%, los no creyentes que alcanzan el 8%, aparte de
otros que no responden.
Los estudios indican que la proporción de católicos es relativamente constante en la población según
el nivel socioeconómico, sexo y edad, pero se observan descensos en el estrato bajo, donde los evangélicos
han alcanzado una presencia del 20%, y entre los jóvenes entre 18 y 24 años, quienes en un 25% (según
algunas mediciones) se declaran no creyentes.
La Iglesia Católica sigue siendo una institución que da mucha confianza entre los chilenos. En este
contexto, los sacerdotes son bien considerados dentro de las profesiones que generan mayor confianza. Su
evaluación es positiva desde el punto de vista de su preparación, espíritu de servicio, influencia en la
sociedad y cercanía con las personas.
El hábito de asistir a Misa es mayor entre las mujeres que entre los varones; mayor en el sector
socioeconómico alto que en el nivel bajo, y mayor entre las personas de mayor edad que entre los jóvenes.
La tasa de inactividad religiosa indica que uno de cuatro católicos nunca o casi nunca van a su iglesia.
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Entre los hábitos religiosos que vale la pena destacar están los sacramentos del Bautismo y el
Matrimonio, que son los más generalizados entre los católicos, cualquiera sea su nivel de participación en la
Iglesia.
También la devoción mariana es significativa en todos los niveles de nuestra Iglesia, incluso entre
quienes nunca asisten a Misa.
Del mismo modo, está muy arraigado el hábito de la oración, principalmente a través del rezo del
Padrenuestro y el Ave María.
También, pero con índices menores, los católicos manifiestan un especial afecto a los santos y sus
santuarios, especialmente Santa Teresa de Los Andes y San Alberto Hurtado, afecto expresado
especialmente en mandas y procesiones.
Entre los católicos se detecta una vida de fe más de corte individual, que comunitario.
Hay católicos que aceptan a Jesucristo, pero no a la Iglesia como institución. En general la consideran
como una organización que ofrece “servicios religiosos”.
Es bajo el número de jóvenes católicos que participan en alguna actividad pastoral, ya sea en
parroquias, capillas, colegios o movimientos. De éstos, menos de la mitad participa en grupos de catequesis
para la Confirmación.
Se han creado nuevos textos catequísticos que incorporan las orientaciones del magisterio.
Está creciendo en varias diócesis la preocupación por la catequesis especializada: adultos, castrense,
discapacitados, carcelarias, etc.
Hay mayor sensibilidad por la evangelización de las expresiones de la piedad popular, como la
pastoral de santuarios, los bailes religiosos, los cuasimodistas, etc.
La gran necesidad de mayor formación catequística para todos los niveles y agentes, como los
catequistas de base, los coordinadores, seminaristas, religiosos/as, párrocos y sacerdotes en general.
Especialmente hay una necesidad imperiosa de formar expertos en catequética. A este respecto no se toma
suficientemente en cuenta el Programa de Formación de Catequistas aprobado por la Conferencia Episcopal
en 1995.
La necesidad de una mayor coordinación de los diferentes sistemas catequísticos, para orientar,
dar sentido integrador al proceso y lograr una más amplia formación de los catequistas. De esta manera se
puede superar la habitual desconexión y dispersión de las diversas catequesis.
La inserción de la catequesis en la pastoral orgánica de la diócesis, con el fin de que las personas
que han terminado un proceso catequístico, encuentren instancias de acogida que cultiven su fe y los anime
a la perseverancia en la vida eclesial.
La creación de nuevos itinerarios catequísticos que respondan a las necesidades de las personas
y grupos humanos. Atender especialmente a los adultos no creyentes y a los bautizados no practicantes por
medio de procesos de iniciación cristiana de adultos con fuerte sentido misionero y de inspiración
catecumenal.
El escaso respeto a los diferentes niveles de pertenencia de las personas, por medio de variadas
propuestas catequísticas, que atiendan a quienes necesitan instancias de iniciación cristiana y a quienes
requieren profundizar en el Mensaje cristiano.
Revisar la terminología que está en uso. Por ejemplo, en lugar de hablar de “catequesis de primera
comunión”, decir “catequesis de iniciación a la vida eucarística”; en vez de catequesis “pre-bautismal, pre-
matrimonial”, decir catequesis “bautismal, matrimonial”; en vez de hablar de “charlas de catequesis”, hablar
de “encuentros catequísticos”, etc.
Revisar la gran disparidad de criterios en vista de las exigencias y las edades frente a la admisión
para las catequesis y la celebración de los sacramentos. También se pide cuidar un estilo de acogida más
atento y misericordioso.
La escasa asunción de los valores culturales y los esfuerzos de inculturación de la fe. Lo mismo se
dice de la formación de la conciencia social y la solidaridad de los cristianos y el deber de contribuir a la
Iglesia con el 1% de sus ingresos.
El escaso y a veces deficiente uso, como material didáctico, de los audiovisuales, de los medios de
comunicación y de la informática en la catequesis. Frecuentemente su elaboración se guía por criterios
técnicos más que pastorales.
La excesiva dependencia del texto que tienen los catequistas, descuidando a veces las
celebraciones litúrgicas y la vida de las comunidades cristianas.
La débil presencia y cercanía de los párrocos entre sus catequistas, con el fin de conocerlos en sus
necesidades y acompañarlos más de cerca.
Parte III
Hacia una Catequesis Renovada en Chile
19
Sección Primera
La Catequesis en la Misión Evangelizadora de la Iglesia
Capítulo I
El Origen de la Catequesis: La Revelación de Dios
37. Quien contemple atentamente el mar o la cordillera, quien se deje impactar por la maravilla del
desierto, de la pampa o de los glaciares, no puede dejar de preguntarse por la existencia de un Ser
superior, origen de todo ello. La vida, con su equilibrio, su armonía y sus innumerables manifestaciones, el
mismo ser humano, con toda la complejidad y el misterio que lo constituye, no pueden ser el resultado del
ciego azar o la casualidad. Cualquier persona sensible a la trascendencia, abierta al asombro y reflexionando
adecuadamente, puede reconocer que tal Ser existe.
38. La historia de la humanidad nos ofrece una gran variedad de lugares, ambientes y protagonistas de esta
experiencia e intuición de lo sagrado. A este respecto, viene a la memoria la búsqueda y el patrimonio
cultural de tantos pueblos en torno al bien, la verdad y la belleza; piénsese especialmente en aquellos
pueblos indígenas de nuestro territorio con sus ritos y creencias ancestrales ligados a la madre tierra, el paso
de las estaciones, los astros, la memoria de los antepasados, la vida o la muerte, etc.: ¡cuántos seres
humanos han manifestado su conciencia y su intento de ligarse y relacionarse con el mundo de Dios!
39. Algunas religiones han afirmado que la Fuente de todo es como energía pura o un “algo”. Para otros, tal
Fuente, es un “Alguien” personal, aunque lejano a la historia humana. En cambio, en la fe del pueblo judío y
especialmente de los cristianos, se expresa la experiencia de Dios que conversa personalmente con sus
hijos y se manifiesta a ellos como amigo y como Padre que los quiere y los llama a compartir su vida divina.
“Quiso Dios, en su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad…, para
invitar a los hombres a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía”3.
40. A esta comunicación personal que Dios realiza a favor de la humanidad, se le llama Revelación. Dios
se manifestó progresivamente a lo largo de la historia a través de acontecimientos y palabras humanas
inspiradas, profundamente unidos: “Las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y
confirman la doctrina y las realidades que las palabras significan. A su vez, las palabras proclaman las obras
y esclarecen el misterio contenido en ellas”4.
41. De innumerables y misteriosas maneras, Dios se ha hecho presente en la vida de todas las personas y
pueblos a través de los milenios; los aspectos valiosos y nobles de tantas religiones y culturas son un signo
de ello. Sin embargo, Él quiso que la historia del pueblo de Israel se convirtiera en modelo básico para
esta relación. El encuentro con el Dios Vivo que toma la iniciativa para iniciar un diálogo con los hombres fue
una experiencia particularmente fuerte en los patriarcas, profetas, reyes y sabios de Israel, experiencia que
llegó a su plenitud en la Nueva Alianza (Hb 1,1-2).
42. En Jesús de Nazaret, la Revelación de Dios tuvo su expresión plena y definitiva. En Él Dios se ha
hecho uno de nosotros y vino a vivir junto a nosotros. La revelación del Dios vivo, que es amor, llega hasta
lo que para muchos es escándalo y locura, la cruz de Cristo (1 Cor 1, 23). Es lo que experimenta el pueblo
3
CONCILIO VATICANO II, Constitución sobre la Divina Revelación Dei Verbum, 2 (DV).
4
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio General para la Catequesis, 38 (DGC).
20
cristiano en su fe y convierte a este pueblo en testigo del Señor. “Jesucristo, con su presencia y
manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa
resurrección, y con el envío del Espíritu de la verdad, lleva a la plenitud toda la revelación”5.
43. Según la Sagrada Escritura, la Revelación cristiana contiene innumerables riquezas. Sin embargo, una
parece ser central: Jesús ha confirmado la gozosa noticia de que Dios ama al hombre. Dios ama a toda
persona sin requisitos ni condiciones. Sólo el que voluntariamente se cierra y rechaza este regalo no lo
recibe. El regalo es Cristo mismo, su persona, su palabra, su propuesta de salvación.
“Tanto amó Dios al mundo, que le dio a su único Hijo, para que todo aquel que crea en Él no muera, sino
que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).
44. Cristo resucitado y glorificado por el Padre, envió su Espíritu a sus discípulos para que continuaran la
tarea de proclamar esta Buena Noticia. La comunidad de los discípulos de Jesús asumió como su misión
fundamental la alegre transmisión de la Revelación divina, es decir, la llegada del Reinado de Dios. Es lo que
llamamos evangelización.
5
DV 4.
21
Líneas Operativas
o Recurriendo principalmente a la Biblia y a la experiencia de las personas que han acogido y respondido a la
Revelación.
2. Profundizar cómo Dios habla a través de hechos y palabras interrelacionados entre sí.
o Promoviendo una lectura de la Biblia que ilumine y ayude a descubrir la presencia salvadora de Dios en los
hechos concretos de la vida personal y social, según las indicaciones magisteriales.
o Propiciando un conocimiento más amplio del Primer Testamento, con el fin de captar la variada riqueza que se
esconde en textos desconocidos para la mayoría de los cristianos (por ejemplo, Salmos, Profetas menores, libros
sapienciales, etc.).
4. Destacar el alegre mensaje ¡Dios ama a toda persona! en toda acción eclesial, individual o
comunitaria.
o Animando una catequesis alegre, acogedora y propositiva, y como propuesta para una vida plena.
o Cuidando actitudes de acogida y comprensión hacia las personas que se acercan y viven situaciones personales
y familiares necesitadas de sanación.
5. Respetar y valorar las tradiciones religiosas de los pueblos indígenas y de las diversas
religiones, pues contienen muchas creencias y actitudes que se deben comprender e interpretar
correctamente como parte de las Semillas del Verbo.
o Promoviendo y dando a conocer aquellas experiencias diocesanas que hayan avanzado exitosamente en el
respeto y diálogo con las diversas etnias indígenas presentes en nuestro país.
o Favoreciendo encuentros de oración, diálogo respetuoso y servicios solidarios conjuntos con miembros de
otras religiones, según las directrices del pastor del lugar.
o Analizando y purificando a la luz de la revelación cristiana, las desviaciones o vacíos presentes en las religiones
no cristianas.
22
Capítulo II
El Lugar Específico de la Catequesis en el Proceso Evangelizador
45. “Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio a todos los pueblos” (Mc 16, 15). La Iglesia ha
llevado adelante este proceso evangelizador a lo largo de dos milenios. Sin desconocer los errores, las
lentitudes, las omisiones, el pecado percibido entre sus integrantes y estructuras, la comunidad cristiana ha
visto surgir también la figura de grandes santos, maestros, místicos, pastores, instituciones de caridad,
congregaciones religiosas, profetas de la verdad y de la justicia; innumerables son los pueblos y personas
que han conocido al Señor Jesús por medio de ella. Sin embargo, al iniciar este nuevo milenio, hemos
llegado a un momento histórico en que hay que pensar creativamente en una renovación global de la
evangelización para que sea, según la invitación del recordado Papa Juan Pablo II, nueva en su ardor, en
sus métodos y expresiones.
46. En 1997 la Congregación para el Clero promulgó el Directorio General para la Catequesis. Este
documento es el resultado de una lectura y estudio detenidos de diversos textos del Magisterio conciliar y
postconciliar, como el Decreto Ad Gentes6, Evangelii Nuntiandi7, Catechesi Tradendae, la Encíclica
Redemptoris Missio8 y Christifideles Laici. Una de las conclusiones más evidentes de estas reflexiones, es que
se percibe un llamado a renovar el proceso evangelizador, en vista de las situaciones inéditas que vive
hoy la Iglesia y la humanidad.
47. En nuestro país esta transformación se nota cada vez con mayor fuerza. Es evidente para cualquiera
que la configuración política, social y económica de Chile ha sufrido fuertes cambios. Es fruto tanto de
procesos internos como externos a nuestras fronteras y ya no somos los mismos de hace treinta años atrás.
En el contexto cultural de nuestro país los esquemas religiosos de antaño sufren una desconexión con las
actuales vivencias y opciones. El decrecimiento del número de católicos, el nuevo protagonismo de la mujer,
la confusa identidad de la familia, la creciente soledad en medio de una explosión informática, la pregunta
por lo ecológico, la poderosa presión de ciertos sectores a través de los Medios de Comunicación Social por el
consumismo, el secularismo, el pluralismo, etc., son algunos trazos del nuevo estado de cosas. Y esto es
verdad ya sea en el ámbito rural, en el de las pequeñas ciudades o en las capitales regionales de nuestro
país.
48. Precisamente, en los documentos citados9, se habla de tres situaciones fundamentales que antes
estaban presentes en espacios específicos, y hoy tienden a coexistir en todos los contextos sociogeográficos:
49. Esta realidad que configura el inicio del siglo XXI hace inaceptable un catolicismo cómodo, pasivo,
rutinario, ignorante, el denominado “a mi manera”. “No resistiría a los embates del tiempo una fe católica
reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a
6
VATICANO II, Decreto sobre la Acción Misionera de la Iglesia Ad Gentes 15-22, (AG).
7
PABLO VI, Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi 22-24 (EN).
8
JUAN PABLO II, Carta Encíclica sobre la permanente Validez del Mandato Misionero Redemptoris
Missio 33 (RMi).
9
Ibid. Cf. DGC 58.
23
adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos
sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la
vida de los bautizados. Nuestra mayor amenaza „es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en
el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y
degenerando en mezquindad‟ “10.
50. Estas situaciones interpelan también a la Iglesia para que, en primer lugar, se reestructure desde una
perspectiva misionera11, a imagen de la comunidad cristiana naciente en Pentecostés, que salió al mundo
a narrar las maravillas de Dios. La comunidad creyente y cada creyente ha de saber entrar en la historia, en
las realidades de los hombres, viviéndolas desde la fe.
El Papa Juan Pablo II dijo: “El programa de una nueva evangelización… no puede limitarse a revitalizar la fe
de los creyentes rutinarios, sino que ha de buscar también anunciar a Cristo en los ambientes donde es
desconocido”12. Esto se hace más urgente cuando se produce un cambio de época. Más que nunca es
necesario mantener un recto sentido crítico para hacer en todo momento el discernimiento evangélico y vivir
los cambios con la mirada puesta en lo definitivo.
51. En segundo lugar, estas situaciones nos invitan a tomar conciencia de que ya no se puede hacer un solo
esquema pastoral, igual para todos; dados los variados destinatarios y contextos, se necesitan modelos
diferenciados. Esto, porque no es lo mismo realizar la catequesis con niños en el altiplano, que con
ancianos de la isla de Chiloé, y son distintas la catequesis con jóvenes universitarios de Viña del Mar y
aquella con pescadores de Puerto Natales.
52. En tercer lugar, estos documentos eclesiales nos invitan claramente a otra opción pastoral: la de crear
procesos evangelizadores; es decir, itinerarios que estén constituidos por diferentes etapas, al estilo
catecumenal, coherentes entre sí y que busquen llevar a sus destinatarios a una conversión permanente y a
una asimilación progresiva del Evangelio.
53. Para que la Iglesia cumpla su Misión, la pastoral debe hacerse algunas preguntas importantes como:
Hoy, ¿cuáles son los centros o temas de interés de las personas?, ¿qué los convoca? Así como Jesús fue a
enseñar en las plazas, caletas y sinagogas, centros neurálgicos de la vida de su pueblo, hoy, como agentes
evangelizadores, también debemos ir a esos centros, a las “plazas” y “caletas” actuales, identificando y
valorando los temas que interesan a la gente, y desde ahí crear itinerarios de iniciación cristiana que
desemboquen en la comunidad eclesial.
54. Tal como dicen nuestros pastores, la pregunta de Jesús “¿Qué buscan?” (Jn 1, 38), sigue siendo actual
en nuestra patria: “Porque la conciencia de las carencias que comprobamos, manifiesta la decepción por
búsquedas no satisfechas. Por otra parte, los logros que consignamos nos hablan de búsquedas que
encuentran lo que ofrece el Señor. Y aun las realidades que nos parecen extraviadas y causas de nuevos
males, muchas veces expresan búsquedas de valores humanos, que se exponen de manera confusa y se
buscan donde no se encuentran. Por eso mismo, la pregunta acerca de las búsquedas más sentidas, más
profundas, más dinamizadoras, cobra una importancia decisiva”13
55. Por todo lo visto, ya no basta entender la evangelización como una acción específica o una serie de
acciones inconexas. “Ninguna definición parcial y fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica
10
DA 12.
11
Cf. AG 11-18; DGC 47-49.
12
EiA 74.
13
CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE, “Discípulos Misioneros de Jesucristo para que en Él
Nuestro Pueblo Tenga Vida”. Orientaciones Pastorales 2008-2012, 41 (OO. PP).
24
que comporta la evangelización”14. La evangelización, más bien, debe entenderse como un proceso, en
el cual podemos distinguir una serie de etapas progresivas y reiteradas, que van suscitando y exigiendo una
adhesión a Jesús y a su mensaje cada vez más profunda y comprometedora.
56. La estructura sugerida en los documentos postconciliares para el proceso evangelizador es de clara
estructura catecumenal, inspirada en los Padres de la Iglesia. El actual movimiento catequístico nos invita a
recuperarla e implementarla en nuestro contexto.
Esta etapa tiene por objetivo vivir crecientemente y en lo cotidiano según el Evangelio. Estas
actitudes caritativas, alegres, coherentes, a veces heroicas, no pueden sino despertar en los demás
profundas preguntas vitales, admiración y un interés por conocer la fuente de esa “vida nueva”.
Los sujetos destinatarios llamados a ser protagonistas de esta primera etapa son las personas no
creyentes, las personas alejadas, las personas no practicantes.
Los agentes pastorales que deben suscitar este tipo de procesos son no sólo los misioneros, sino
especialmente los laicos en sus barrios, lugares de trabajo o estudio, las comunidades cristianas con su
testimonio y solidaridad, las familias que son “santuario de la vida” e “iglesias domésticas”; las pastorales
especializadas: familiar, juvenil, educativa, obrera, de la salud, multitudes, santuarios, religiosidad popular,
etc.; y los movimientos de la Iglesia.
Este proceso, por los profundos procesos de maduración que suscita, requiere que los medios
privilegiados sepan “dar testimonio de la nueva manera de ser y de vivir de los cristianos”15, con una
preclara caridad y solidaridad16 “que impregnan y transforman todo el orden temporal, asumiendo y
renovando las culturas”17. Entre las estrategias pastorales ya conocidas, se pueden acentuar18: la visita
domiciliaria habitual; la bendición de los hogares y la preparación de los padres al bautismo de los hijos; las
misiones populares; el Mes de María; los tiempos litúrgicos de preparación a las grandes fiestas,
especialmente Adviento y Cuaresma; las exequias cristianas. Se pueden agregar ciertas instancias
pastorales como Encuentros Matrimoniales, Encuentros en el Espíritu (EPE, EME, EJE, ESCOGE, etc.),
Cursillos de Cristiandad, etc., que son una invitación a entrar en un proceso de evangelización y despiertan el
interés por la fe. Juan Pablo II nos dice que este esfuerzo requiere largo tiempo y es gradual19.
Esta etapa, llamada tradicionalmente kerigma y que se puede llamar también “primer encuentro con
Jesucristo vivo”, consiste en anunciar clara y sintéticamente lo esencial de la fe de la Iglesia: a Jesucristo,
muerto y resucitado por nuestra salvación. Este anuncio se hace a quienes, con una actitud de apertura y
diálogo, quieren conocer la raíz del atractivo modo de vivir del o los cristianos.
14
EN 17.
15
DGC 48; EN 21; AG 11.
16
Cf. AG 12.
17
DGC 48.
18
CONFERENCIA EPISCOPAL DE CHILE, Orientaciones Pastorales 1996-2000, 94-97.
19
RMi 52-54. Cf. EN 18-21; DGC 48; AG 22.
25
Este anuncio puede tener diversas formas, en tanto se respete lo dicho antes. Por ejemplo, los
obispos latinoamericanos lo proclaman así: “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier
persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con
nuestra palabra y obras es nuestro gozo”20.
Sus objetivos son promover una comunicación personal con Dios en Cristo; aceptar por la fe la
persona de Jesús, por medio de una adhesión global; suscitar la conversión inicial, un cambio progresivo de
sentimientos y costumbres; dar las razones básicas para creer21.
Los sujetos destinatarios (o interlocutores) llamados a ser protagonistas en esta segunda etapa,
son niños, jóvenes y adultos no catequizados; bautizados que viven al margen de la vida de la Iglesia;
personas creyentes sin los fundamentos en su fe - tales como muchos novios que piden matrimonio
sacramental, jóvenes que piden la Confirmación o padres que solicitan el bautismo de sus hijos y nunca han
conocido los motivos, ni las implicaciones de la conversión.
En esta etapa la comunidad cristiana forma a quienes se sintieron llamados por medio del kerigma
de la Iglesia, y desean iniciar un proceso de adhesión plena a la fe cristiana. Con tal fin, la persona es iniciada
progresivamente al Credo, a la celebración y a la vida cristiana, teniendo por meta la profesión de fe
bautismal y la entrega del Padrenuestro. El catequizando (o catecúmeno) recibe la fe de manos de la Iglesia
que la entrega (“traditio”), la hace personalmente suya y la devuelve (“redditio”), enriquecida con los valores
de su tradición cultural23. Es aquí donde se reconoce el papel único e insustituible de la catequesis de la
iniciación cristiana, como momento preciso dentro del proceso evangelizador.
Los objetivos de esta etapa son tomar contacto con el Señor Jesús, hasta llegar progresivamente a
la comunión y a la intimidad con él24. Esto implica una iniciación doctrinal, litúrgica y moral. A través de una
catequesis sistemática y programada, aunque básica y esencial, el catequizando crece en todas las
dimensiones de la vida cristiana: personal, familiar, social y eclesial, hasta llegar “al conocimiento del Hijo de
Dios y a formar el hombre perfecto, maduro, que realice la plenitud de Cristo” (Ef 4,13), que le permita al
cristiano “dar razón de su esperanza” (1 Pe 3,15).
Los sujetos destinatarios (o interlocutores) llamados a ser protagonistas de esta etapa son quienes
ya aceptaron a Cristo, se convirtieron a Él y quieren seguir el proceso de crecimiento en su fe inicial25.
20
DA 29.
21
Cf. AG 13; EN 22-23; JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Catechesi Tradendae 18-19.21.25;
RMi 44.46; DGC 48. 56-57.
22
DA 278a.
23
AG 14; EN 22-23; CT 18.21.25; RMi 47; Catecismo de la Iglesia Católica 1212.1229-1233
(CATIC); Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos (RICA); DGC 88-89.
24
CT 5.
25
Cf. AG 14.
26
En esta etapa, la comunidad cristiana concreta acoge, con una participación plena, al cristiano que
culminó su iniciación anterior y desea incorporarse a la vida comunitaria. A partir de entonces, se madurará
en el sentido de pertenencia corresponsable, la participación activa en las celebraciones dominicales26, la
comunión fraterna y el servicio a los hermanos, por medio de una formación que durará toda la vida. En esta
etapa eminentemente comunitaria y litúrgica, las homilías adquieren un rol protagónico.
Los últimos documentos eclesiales invitan a desarrollar comunidades cuya fisonomía revele su
encuentro real y su vínculo permanente con Cristo vivo. “La Iglesia es comunión en el amor. Ésta es su
esencia y el signo por la cual está llamada a ser reconocida como seguidora de Cristo y servidora de la
humanidad. El nuevo mandamiento es lo que une a los discípulos entre sí reconociéndose como hermanos y
hermanas, obedientes al mismo Maestro, miembros unidos a la misma Cabeza y, por ello, llamados a
cuidarse los unos a los otros”27.
Los objetivos fundamentales de esta etapa son incorporar a la comunidad o reconducir a ella.
Madurado el proceso de crecimiento, el catequizado experimentará a su comunidad de pertenencia como
una casa y escuela de comunión y participación. En ella desarrollará una verdadera “espiritualidad de
comunión” y crecerá en santidad de vida.
Los agentes pastorales son quienes sirven en las diferentes acciones pastorales especializadas:
familiar, juvenil, educativa, obrera, etc.; los catequistas preparados para realizar la catequesis permanente;
las comunidades de base, constitutivas de una parroquia-comunión28y los diferentes movimientos eclesiales.
Los destinatarios llamados a ser protagonistas son todas aquellas personas que han avanzado en
los procesos anteriores.
En esta etapa, la comunidad cristiana envía progresivamente a cada cristiano a vivir con
fidelidad creciente su fe en medio de las realidades cotidianas. Es la meta final a la cual tiende
todo proceso catequístico. En Evangelii Nuntiandi el Papa Pablo VI señalaba: “Finalmente el que
ha sido evangelizado evangeliza a su vez. He ahí la prueba de la verdad, la piedra de toque de la
evangelización”29. El apostolado es señal de haber llegado a cierto grado de madurez en la fe, ya
que la comunidad es para la misión.
26
Cf. DD 34.
27
DA 161.
28
Cf. RMi 51.
29
EN 24; AG 20; RMi 40-50;; ChL 32.
27
Esto es así ya que, como dijera el Papa Benedicto XVI, “el discípulo, fundamentado así
en la roca de la Palabra de Dios, se siente impulsado a llevar la Buena Nueva de la salvación a sus
hermanos. Discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla: cuando el
discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva”30.
Los objetivos de la etapa son ser presencia de Dios en el mundo 31; vivir el Evangelio en la
familia, la profesión, la cultura, el trabajo, la política, la acción por la paz, etc. 32; promover el
ecumenismo33; vivir todo el dinamismo misionero en el anuncio del Reino34.
Son agentes pastorales las comunidades eclesiales que viven la comunión y la misión35.
Los sujetos destinatarios llamados a ser protagonistas de esta etapa son todos los miembros de la
comunidad cristiana, aunque de un modo diverso, con un compromiso proporcional a su madurez en la fe.
62. En una mirada global al proceso, hay que tener presente algunas especificaciones:
En la realidad pastoral estas etapas no se encuentran cronológicamente definidas ni claramente
separadas. No es conveniente ni prudente encasillar con criterios muy estrictos a los diferentes
destinatarios. Por eso, junto con la idea de etapas, el catequista debe manejar debidamente la idea
de las dimensiones de la catequesis, que se tratará en el próximo capítulo, a la luz de una pastoral
orgánica.
A lo largo de todo el arco de este proceso, es importante considerar algunos criterios generales de
la formación, tal como fue sugerido en Aparecida36:
o Ésta debe ser kerigmática y permanente (es decir, con el incansable anuncio de Cristo vivo,
de acuerdo al desarrollo de las personas).
o Debe ser integral (es decir, atendiendo a las diversas dimensiones de la persona: su
dimensión humana, comunitaria, espiritual, intelectual, etc.).
o Debe respetar los procesos (es decir, considerar los ritmos personales y comunitarios de los
sujetos destinatarios).
o Debe cuidar el acompañamiento de cada persona en vistas a promover su vocación
específica.
o Debe desarrollar gradualmente la espiritualidad de la acción misionera, para aprender a dar
testimonio cristiano en lo cotidiano.
Es fundamental la distinción entre una “educación básica de la fe” (catequesis inicial o fundante) y
una “educación continua de la fe” (catequesis permanente). Se trata de dos funciones o tareas
necesarias y complementarias del ministerio de la Palabra. Ellas son cualitativamente diferentes,
aunque muchas veces en la realidad pastoral se den de una manera simultánea y complementaria.
30
DA 146.
31
Cf. RMi 49; AG 20.
32
Cf. VATICANO II, Constitución Conciliar sobre la Iglesia en el Mundo Actual Gaudium et Spes
(GS) documento entero.
33
RMi 50.
34
CT 24, al final.
35
ChL 32.
36
Ver DA 279-285.
28
Líneas Operativas
o Insistiendo en el valor del testimonio cristiano personal y comunitario como medio privilegiado
para preparar el primer anuncio.
o Teniendo presente la situación socio-religiosa cultural, así como los intereses y necesidades de
los destinatarios.
o Implementar en las catequesis sacramentales la etapa final, la mistagógica, para introducir más
plenamente a los fieles en los misterios celebrados.
63. Para comprender mejor en qué consiste la catequesis propiamente tal, es decir, su identidad dentro
del proceso amplio de evangelización, es conveniente conocer y reflexionar la realidad catequística de los
últimos tiempos.
En general se puede afirmar que, en el desarrollo de la acción catequística, se han dado dos polos o puntos
de referencia significativos. Uno de estos polos es la Revelación de Dios que se manifiesta a sí mismo en
Jesucristo. El otro polo es el mismo hombre y su respuesta de fe37. Durante muchos años la iniciación
cristiana consideró especialmente el primer polo y, como consecuencia, acentuó la preocupación por
transmitir los contenidos de la revelación. No valoró suficientemente la situación real del destinatario y su
nivel de fe. La preocupación era comunicar con exactitud y fidelidad las grandes verdades de la fe cristiana.
Hoy se está dando una reorientación de la catequesis en vistas a valorar más la situación de la persona y sus
niveles de fe, con el fin de iniciar desde su misma realidad el camino ya explicado. Así, se ha ido acentuando
la comprensión de la fe no tanto como una transmisión de contenidos que creer, sino como una actitud vital
del creyente.38 Esto porque, tal como dijera el Papa Benedicto XVI, “No se comienza a ser cristiano por una
decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un
nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”39. Por esta razón, hoy, más que el
“conocimiento de la fe”, se desea privilegiar la “confesión de la fe” y su educación para que sea viva, explícita
y operativa40. Se trata, obviamente, de asegurar un armonioso y fecundo equilibrio entre los dos polos.
64. En este sentido el Papa Juan Pablo II afirmó: el fin de la catequesis es que el creyente entre no
sólo en contacto, sino en comunión e intimidad con el Señor Jesús41. Como se sabe, la experiencia del
encuentro personal, muy sentida y valorada por nuestro pueblo chileno, implica ir más allá de un
conocimiento puramente intelectual, pues en el encuentro se involucran conocimiento, afectividad y
conducta42. En realidad, se trata de que el creyente aprenda a entregarse integralmente al Señor al cual se
ha convertido: que conozca su mensaje, que se adhiera a su persona, que haga su voluntad.
“La comunión con Jesucristo, por su propia dinámica, impulsa al discípulo a unirse con todo aquello con lo
que el propio Jesucristo estaba profundamente unido: con Dios, su Padre, que le había enviado al mundo y
con el Espíritu Santo, que le impulsaba a la misión; con la Iglesia, su Cuerpo, por la cual se entregó; con los
hombres, sus hermanos, cuya suerte quiso compartir”43.
Tareas de la Catequesis
65. Las tareas que la catequesis se propone van en estrecha relación con la finalidad que se ha
expresado más arriba y la concretan. Un criterio de actualización de estas tareas se encuentra en el modo en
que Jesús formaba a sus discípulos: les dio a conocer las diferentes dimensiones del Reino de Dios, les
37
Esta última postura puede verse en la opción que hacía la catequesis chilena hace casi treinta
años en las Líneas Generales para la Catequesis en Chile cuando, asumiendo la definición dada en
Medellín (1968), concebía la catequesis como "educación eficaz de la fe" (COMISIÓN NACIONAL
DE CATEQUESIS, Líneas Generales para la Catequesis en Chile 11, (LGCh)).
38
Cf. LGCh, 11 CT, 19
39
DA 243.
40
Cf. DGC, 82
41
Cf. CT 5
42
Baste aludir aquí al subtítulo de la exhortación apostólica post-sinodal de Juan Pablo II Ecclesia
in América (1999): Encuentro con Jesucristo Vivo, Camino para la Conversión, la Comunión y la
Solidaridad en América Latina.
43
DGC 81.
30
enseñó a orar, les inculcó las actitudes evangélicas, los inició en la misión44. De aquí se desprenden las
diferentes dimensiones en las que el cristiano puede hacer crecer su fe: conociéndola, celebrándola,
viviéndola y expresándola en el servicio. Y de cada una de estas dimensiones derivan las tareas
fundamentales de la catequesis.
66. Una tarea prioritaria de la catequesis es desarrollar la fe. La comunión con el Señor Jesús se fortalece
en el conocimiento de su mensaje, expresado en la Biblia y en la Tradición a la luz de las indicaciones del
magisterio. Esto implica una sólida formación bíblico-teológica.
67. Otra tarea importante de la catequesis es la educación litúrgica. La experiencia del regalo de la
salvación invita al discípulo a la acción de gracias, a la alabanza comunitaria, a celebrar la presencia del
Señor en la vida diaria, particularmente en los sacramentos, y en especial en la Eucaristía, y a dialogar
íntima y confiadamente con Él mediante la oración. Esta educación litúrgica implica también una iniciación a
los signos y símbolos y a la vivencia festiva del Año Litúrgico.
68. Otra tarea que debe ser acentuada en estos tiempos es la de educar para la vida comunitaria.
Siguiendo el mandato del amor fraterno “Ámense unos a otros como yo los he amado” (Jn 13, 34), los
discípulos del Señor aprenderán a vivir en comunión, desarrollando el sentido de pertenencia,
corresponsabilidad y participación activa en la Iglesia, promoviendo el diálogo, el respeto, la comunicación, el
perdón mutuo. La comunidad, decía el Papa Juan Pablo II en Novo Millennio Ineunte es “casa y escuela de
comunión”. En ella se aprende a vivir como discípulo de Jesús (formación moral) y a dialogar con los
hermanos separados (formación ecuménica).
69. Finalmente, otra tarea que no debe ser descuidada es la iniciación al servicio. En este ámbito se educa
en las diversas formas de testimonio cristiano en el mundo, aplicando los principios de la Doctrina Social de
la Iglesia (moral social) a la vida concreta. Gracias a que la catequesis ha formado a lo cristianos en esta
dimensión fundamental de su fe, a pesar de las deficiencias y ambigüedades de algunos de sus miembros, la
Iglesia “ha dado testimonio de Cristo, anunciado su Evangelio y brindado su servicio de caridad
particularmente a los más pobres, en el esfuerzo por promover su dignidad, y también en el empeño de
promoción humana en los campos de la salud, economía solidaria, educación, trabajo, acceso a la tierra,
cultura, vivienda y asistencia, entre otros. Con su voz, unida a la de otras instituciones nacionales y
mundiales, ha ayudado a dar orientaciones prudentes y a promover la justicia, los derechos humanos y la
reconciliación de los pueblos”45.
Dimensiones de la Catequesis
70. Como se ha visto, la catequesis es un momento privilegiado del proceso evangelizador, el cual, a su vez,
es la transmisión vital que la Iglesia, en la historia, hace de la Revelación. Por ello, las características o
dimensiones de la Revelación son también las características o dimensiones de la catequesis.
44
Ibid., 84.
45
DA 98.
31
dicho encuentro. De esta manera se puede superar la preocupación obsesiva por la integridad doctrinal
(malentendida como la necesidad de querer decirlo todo) y cualquier fixismo terminológico (entendido como
la necesidad de mantener inmutables ciertas fórmulas catequísticas). La fidelidad a una persona, en este
caso a Jesús, es algo más dinámico, más existencial, más concreto y más libre que un apego a un esquema
doctrinal.
La catequesis es, ante todo, anuncio de Cristo. Al ser plenitud de la Revelación, surge sola la
conclusión de considerarlo el centro de toda educación de la fe; es el llamado cristocentrismo de la
catequesis. A Él hay que hacer referencia como clave central en todo contenido presentado: en los diversos
elementos bíblicos, eclesiales, humanos y cósmicos que surjan en cualquier encuentro catequístico. Un
verdadero cristocentrismo lleva al corazón del misterio trinitario y a contemplar la infinita riqueza que brota
de él. No existe un Cristo independiente del Padre y del Espíritu Santo. A él también debe hacer referencia la
dimensión mariana de la vida cristiana. Por medio de María el Verbo se hizo carne; entró a formar parte de
un pueblo; constituyó el centro de la historia. Algo parecido se puede afirmar cuando se habla de los santos,
frutos de la obra de Cristo, el Señor.
La dimensión cristológica invita también a la comunicación personal y a resaltar esta óptica en los
contenidos, privilegiando los aspectos relacionales de las realidades cristianas, de modo que éstas no
aparezcan como “cosas” o “hechos” aislados e impersonales. Por ejemplo, la moral cristiana es vida en
seguimiento de Jesús, más que obediencia a ciertas normas. El Paraíso es una Fiesta Eterna, junto a todos
los hermanos, en la casa del Padre, en compañía de Jesús, más que una visión beatífica. Así también los
sacramentos son encuentros personales con el Señor que libera y salva, más que ritos externos. Los mismo
puede decirse de la gracia, los sacramentos, el pecado, etc.46
La Revelación no fue un discurso que Dios se hizo a sí mismo, sino que fue una amorosa
automanifestación para el hombre, dadora de sentido para su vida y su historia. Fue una comunicación
vital marcada por la libre iniciativa de Dios, al servicio de la dignidad y la vocación del hombre. Una
Revelación que manifestó la voluntad de Dios de liberar a los hombres de la muerte y el pecado para
reunirlos a todos en una gran Familia.
Como consecuencia, la catequesis debe estar en función de la realización plena del hombre y de todo
hombre. No puede quedarse en el plano meramente religioso, si se entiende éste solamente como el de los
conceptos, devociones y ritos religiosos. Tiene que invitar al hombre a abrir los ojos a su existencia, en toda
su anchura y profundidad, ayudándole a percibir su dimensión trascendente en cada aspecto de ella,
destacando que sólo en Jesús, el Señor, existe la posibilidad de encontrar una vida llena de sentido, la
plenitud de la propia realización y de la felicidad.
La dimensión antropológica permite que la acción catequística sea una actividad que ilumine e
interprete, con la Palabra de Dios, la vida personal y la historia humana, para descubrir en ellas la presencia
o ausencia de Dios. Por lo tanto, en la catequesis, la realidad humana (su psicología, su vida socio-cultural,
etc.) no debe considerarse como algo añadido o secundario frente al dato teológico, sino como algo central,
porque la fe cristiana no es algo externo e independiente de la vida humana.
46
"Esta fue la perspectiva de Pablo. Para él: Dios es 'el Padre de Jesucristo'; el Espíritu Santo es
'el Espíritu de Jesús'; la Iglesia es 'el Cuerpo de Cristo'; el fin del mundo es 'la vuelta del Señor';
fallar en la caridad es 'dividir a Cristo'; fallar en la castidad es 'profanar un miembro de Cristo'"
(LGCh 14).
32
73. Dimensión comunitaria-social
Aunque la respuesta creyente es personal, ésta se relaciona con la de los demás y se vive
plenamente cuando se expresa junto a otros. No hay que olvidar que la Revelación se hizo a una comunidad
(Israel y la Iglesia naciente) abierta a la comunidad universal. De ahí que los cristianos busquen fortalecer su
unidad y corresponsabilidad alrededor de sus pastores y, como Pueblo peregrino, caminen hacia la casa del
Padre junto a toda la humanidad, conscientes de estar profundamente vinculados con todo hombre
puesto que han descubierto que “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de
la verdad” (1 Tim 2,4). La sociedad humana, entonces, se convierte en escenario de la actividad apostólica
de los cristianos, quienes buscan ser dóciles al Espíritu para transformar el mundo y sus instituciones, como
signo del Reinado de Dios, que se acerca.
Dada esta dimensión en la Revelación, la catequesis debe llevar a la formación en la vida fraterna y
comunitaria. Vivir en comunidad exige el desarrollo de diversas actitudes, cuyo modelo siempre ha de ser
Cristo (cf. Fil 2, 5). Implica, como ya se dijo, promover la comunión y la participación de todos, el
ejercicio de una sana corrección fraterna y la motivación mutua entre los miembros de la comunidad eclesial,
la corresponsabilidad y la colaboración con los pastores y la valoración honesta de la experiencia religiosa de
los hermanos cristianos no católicos.
Además, si la catequesis es fiel a esta dimensión de la Revelación, debe formar en una mirada
apreciadora de todo lo verdadero, noble y bello que exista en el mundo (cf. Fil 4,8). Pero al mismo tiempo
debe ser una mirada crítica y profética, capaz de denunciar lo que es expresión de egoísmo y pecado. En
efecto, se debe insistir en una actitud prudentemente insatisfecha en tanto la Iglesia tenga el Reino de Dios
como modelo y criterio de juicio para las diversas iniciativas que surjan en las culturas particulares. Sin duda,
el protagonismo de los fieles laicos es imprescindible en esta dimensión diaconal de la Iglesia. El acento en
esta actitud hará que los catequizandos se conviertan en agentes transformadores de la sociedad,
interlocutores pertinentes en el diálogo Iglesia-mundo, constructores de formas de convivencias más acordes
a la dignidad de los hijos de Dios.
En toda la Revelación de Dios, el Espíritu Santo estuvo presente. Él participó en la creación del
mundo; Él inspiró las Escrituras y fue Él quien habló a través de los profetas. El Espíritu obró la encarnación
del Verbo; Él lo condujo en su vida pública; Él es quien se derramó desde la cruz a toda la humanidad; fue Él
quien se manifestó con fuerza al constituirse la Iglesia en Pentecostés, y es Él quien llena con sus carismas y
dones los corazones de los creyentes, llevándolos hacia el Padre a través de Jesús.
La catequesis en el Espíritu lleva a una propuesta dicha con autoridad, libre, valiente, creativa. El
catequista, sobre todo, debe tener conciencia de que habla con la autoridad del mismo Espíritu de Dios, lo
cual debe motivarlo a proclamar el Mensaje con seguridad, orgullo y hasta con audacia, sin temor a los
cánones y opiniones del mundo. La gozosa conciencia de que la catequesis es obra del Espíritu ayudará a
superar actitudes rutinarias, exagerados temores y peligrosos protagonismos.
Ya sea en la época del Primer Testamento como en los del Nuevo, los testigos de las maravillas de
Dios, ya sea en el Horeb o el Tabor, con frecuencia no podían sino saltar en cantos de alabanza, en silenciosa
adoración, o en gemidos de súplica; esto porque cuando Dios se reveló, no dejó a nadie indiferente. Por ello,
individuos y pueblos diversos se han reunido en asamblea para contar y celebrar el paso que Dios
Salvador ha hecho en sus vidas, guardado la memoria y la conciencia de la misteriosa presencia de Dios en
medio de su pueblo mediante ritos institucionalizados (como la Pascua).
Dada esta dimensión de la Revelación, la catequesis tiene que llevar al catequizando a iniciarse a la
celebración litúrgica de los sacramentos y especialmente de la Eucaristía. Por un lado, la liturgia es una
verdadera vivencia de la fe y, por tanto, una nueva vivencia de la catequesis. La liturgia hace celebrar y
experimentar los acontecimientos fundamentales de la historia salvadora anunciados por la catequesis. A
través del Año litúrgico el cristiano revive las hazañas de Dios con los hombres. Con los sacramentos cada
uno de nosotros vive para sí lo que Dios Padre nos ofrece por medio de su Hijo Jesús y la acción del Espíritu
Santo47. La Eucaristía en particular es el memorial, compendio de toda la historia del “Dios-con-nosotros”.
Por otro lado, la catequesis ha de educar a los discípulos de Jesús para el sentido comunitario, la
corresponsabilidad, la captación del significado de los signos y símbolos, ya que todo ello es necesario para
que exista una verdadera vida litúrgica. “La Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los cristianos a
aquella participación plena, consciente y activa que exige la liturgia y la dignidad del sacerdocio bautismal”48.
En esta dimensión, la Revelación alcanzó su cumplimiento y perfección y tuvo su cierre con la muerte
del último apóstol; sin embargo, la realización de su Mensaje de amor espera su manifestación plena sólo al
fin de los tiempos, pues incluye también el carácter de lo prometido, de lo aún no poseído. La gran
esperanza de los cristianos, fundamentada en la resurrección del Señor y ya gloriosamente celebrada por
la Virgen Asunta a los cielos debe ser una constante, transversalmente presente durante todo el proceso
catequístico. La realidad de la muerte y los interrogantes sobre el “más allá” suscitan cuestionamientos y
búsqueda de respuestas.
Dada esta dimensión de la Revelación, la catequesis aparece como una actividad eclesial que infunde
esperanza y transmite certezas. Sin embargo, no pretende alienar al hombre para que se desentienda de los
desafíos de este mundo y de estos tiempos. Por ello, la Iglesia no excluye la duda, la incertidumbre, la
búsqueda, la oscuridad. Los cristianos no son los cómodos poseedores de todas las respuestas que los
47
Para orientaciones pastorales actualizadas, relativas a cada uno de los sacramentos, remitirse al
texto Orientaciones para la Pastoral Sacramental de la CECh (2009).
48
DGC 85.
34
liberan de las angustias de la vida, sino que, junto a la humanidad, participan de la búsqueda continua de
respuestas y soluciones, anclados sí en la fe en el Resucitado. La Iglesia busca una mejor comprensión de la
verdad revelada, en un esfuerzo, junto al resto de la humanidad, de esclarecer y darle sentido a muchas
interrogantes propias de la existencia humana. Será un aliciente para buscar en el Evangelio nuevas síntesis
y nuevas respuestas para nuevas preguntas.
Como parte de esta actitud de búsqueda honesta de la verdad, esbozo y signo de la Verdad plena
revelada en Cristo, la catequesis se presenta como ambiente propicio para la educación al diálogo. La
conciencia de las “semillas del Verbo” esparcidas en las diversas culturas y el horizonte de la oferta divina de
salvación para todos los hombres, refuerzan esta perspectiva escatológica en la catequesis; invitan a que la
educación de la fe implique el ejercicio de actitudes tales como la tolerancia, la escucha, la comprensión, la
respetuosa confrontación de perspectivas, la superación de prejuicios, la capacidad de pedir perdón, etc.,
mientras vivimos en dichosa tensión, en la espera de la realización definitiva del Reino de Dios.
35
Líneas Operativas
o Capacitando a los catequistas para que favorezcan encuentros personales y comunitarios con
el Señor.
o Fomentando la vida de oración, la lectura orante de la Palabra (Lectio Divina y Liturgia de las
Horas), y la celebración dominical del Misterio Pascual.
o Fomentando entre los catequistas una espiritualidad de comunión, que lleva a trabajar en
equipo y en comunidad, y a dialogar con los cristianos no católicos.
o Promoviendo experiencias donde se viva la comunión con la Iglesia local y universal, y las
buenas relaciones con los pastores.
o Formando a los catequistas en los principios básicos del acompañamiento espiritual, con
ejercicios prácticos y directamente relacionados con su servicio eclesial.
o Mediante talleres y encuentros que capacite a los catequistas para el conocimiento crítico de la
realidad actual.
Sección Segunda
El Mensaje Evangélico
Capítulo I
Inculturar la Fe: una Tarea Permanente
77. La Biblia, al narrar el origen de la pareja humana y el sentido de su vida, nos cuenta que Dios, al
crearla, la hizo a imagen y semejanza suya. Así, a imagen del Creador, el hombre, varón y mujer, ha sido
investido con poder y autoridad para crecer y multiplicarse, para llenar la tierra y someterla. “Te doy gracias
por tantas maravillas. Soy un prodigio y un prodigio son tus obras”49.
Creado sabio e ingeniero de tantas maravillas, el hombre, sin embargo, fue puesto por Dios inacabado en
sus pequeñas manos, a fin de que, libremente, opte por buscar una existencia plenamente humana
siguiendo ciertos principios inscritos en su naturaleza. Y esto lo hace principalmente, cultivando cuatro tipos
de relaciones: consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con Dios.
78. A este entramado de relaciones que brota de cada persona se le ha llamado cultura. La cultura
abarca, entonces, “toda la actividad del hombre, su inteligencia y su afectividad, su búsqueda de sentido, sus
costumbres y sus recursos éticos”50. Es precisamente la cultura lo que distingue al ser humano del resto de
los seres creados, pues es el único ser que necesita „cultivar‟ sus cualidades espirituales y corporales para
poder sobrevivir y desarrollarse; de ahí que se pueda decir que todo hombre sólo existe cultivándose,
creando cultura51. O, al revés, es imposible que una persona viva ajena a una cultura; del momento que
existe, construye cierto tipo de relaciones en las cuatro dimensiones ya señaladas.
79. Sin embargo, el mal que ha atacado a la humanidad desde el primer día y que se convirtió en
pecado a partir del consentimiento de la primera pareja humana, ha dañado nuestra capacidad para
alcanzar una existencia plenamente humana. Como silencioso cáncer, ha debilitado y dañado la construcción
de relaciones armónicas con uno mismo, con los demás, con la creación y con Dios. Los peores males que se
caracterizan por el rechazo a Dios, la destrucción ambiental, las injusticias sociales, etc., encuentran aquí su
raíz. Nos damos cuenta que las culturas humanas necesitan de purificación y salvación.
80. Ante tamaño desastre, Dios no ha dejado solo al hombre. Por medio de su Espíritu no ha dejado de
acompañar a todos los pueblos en su peregrinar, susurrándole en la conciencia a cada persona sus designios
de modo tal que, según los códigos de su cultura específica, cada uno le pudiese entender y responder en
libertad. Así, no ha existido ni existe persona o pueblo que no haya sido abrazado y amado por Dios. Ésta es
otra razón más para respetar y valorar sinceramente la diversidad cultural de Chile, particularmente de
sus pueblos indígenas. Con ellos y de un modo sólo por Dios conocido, todos estamos asociados al plan
divino de salvación que se hace realidad mediante la actuación silenciosa aunque poderosa del Espíritu,
Aquél que hace nuevas todas las cosas.
49
Salmo 139 (138) 14.
50
Cf. PONTIFICIO CONSEJO PARA LA CULTURA, Para una Pastoral de la Cultura, 1999,2. Con esta
definición se supera aquella típica noción de „cultura‟ como el gran conocimiento de algunas
personas privilegiadas, principalmente en torno a las ciencias y las llamadas „bellas artes‟.
51
Como decía el Concilio: “Es propio de la persona humana el no llegar a un nivel verdadera y
plenamente humano si no es mediante la cultura, es decir, cultivando los bienes y valores
naturales” (GS 53).
37
81. Manifestando su amor hasta el extremo, Dios se hizo uno de nosotros en Jesús. En la plenitud de
los tiempos Jesús habitó entre nosotros, como un hermano más, hijo legítimo de la cultura israelita. Al tomar
la condición humana, al encarnarse, Jesús se ha convertido en el modelo referencial para toda la
evangelización de la Iglesia: modelo del modo en que se debe entrar en diálogo con una cultura,
encarnándose en ella, purificándola de sus lacras y haciéndola crecer en los valores del Reino. Por lo tanto,
Jesús nos enseña el camino para sanar y perfeccionar nuestro modo de relacionarnos con nosotros mismos,
con los otros, con la naturaleza y con Dios.
82. Impulsada por el Espíritu de Jesús Resucitado, la Iglesia avanza a través de los siglos y de los
diversos caminos de este mundo proclamando alegremente, aun entre dolores de parto, el Evangelio a todos
los hombres. Sin embargo, en este peregrinar, sus agentes pastorales deben reconocer que cualquier
persona que es evangelizada e invitada a adherirse integralmente al Señor, es una persona concreta,
original, contextualizada, con su propio modo de pensar y de actuar. Es decir, tiene su propia cultura. El
agente pastoral no puede desconocer esta realidad y debe tenerla en cuenta para que el Evangelio no resulte
algo extraño, incomprensible o impuesto desde fuera.
83. En Aparecida los obispos afirmaron que “el anuncio del Evangelio no puede prescindir de la cultura
actual. Esta debe ser conocida, evaluada y en cierto sentido asumida por la Iglesia, con un lenguaje
comprendido por nuestros contemporáneos. Solamente así la fe cristiana podrá aparecer como realidad
pertinente y significativa de salvación. Pero esta misma fe deberá engendrar modelos culturales alternativos
para la sociedad actual”52.
84. De la creciente toma de conciencia de esta relación entre fe y cultura ha emergido la exigencia de la
inculturación. Se ha tomado conciencia de que del misterio del Verbo que se hizo carne, brota la necesidad
de inculturar el Evangelio; es decir, de encarnarlo en la manera de vivir original de una comunidad o de
un sector social. Además, ha surgido la necesidad de evangelizar la cultura, es decir, de cuestionar y
ayudar a superar todo lo que en la manera de vivir de esa comunidad o sector no concuerde con el Evangelio
o con el modo en que Jesús ha vivido los cuatro tipos de relaciones anteriormente indicadas.
85. Es importante subrayar que cuando se habla de 'inculturación' no se trata de una mera adaptación
externa del Mensaje cristiano a los destinatarios. En realidad, es un proceso mucho más lento y complejo.
La inculturación es, más bien, el esfuerzo eclesial por situar poco a poco el Evangelio en el corazón de las
diversas comunidades humanas, de modo que influya y transforme los principios de vida, los criterios de
juicio y las normas de acción de sus miembros53. Podríamos decir que una persona o una comunidad ha sido
bien evangelizada cuando piensa, siente y actúa como Jesús.
86. El lento y complejo proceso de inculturación comporta algunos criterios, tareas y consecuencias que
es necesario asumir. Tomando en cuenta lo dicho, se pueden señalar algunos de estos principios:
No existen culturas 'huérfanas' de Dios. La Iglesia debe reconocer que Dios siempre nos ha
precedido en el proceso evangelizador. Por ello, la evangelización nunca comienza de cero, sino desde la
apertura a lo que el Espíritu ya ha estado obrando. Por lo tanto, la tarea de los evangelizadores consiste en
reconocer la presencia de Dios en todo lo bueno y positivo que existe en todas las culturas y llevarlo
progresivamente a la plenitud, a la luz del Evangelio.
No existe evangelización fuera de una cultura. Dios, al revelarse, asumió y respetó todos los
elementos sanos de la cultura israelita y denunció sus pecados. Jesús hizo lo mismo y la Biblia es un claro
testimonio de ello. Los catequistas, fieles a esta pedagogía, deben saber que en sus encuentros entran en
52
DA 480.
53
Cf. EN 29.
38
diálogo mentalidades, sensibilidades ó universos culturales, diferentes. Por ello, reconocen lo positivo que
hay en el otro, y proponen y nunca imponen la novedad del Mensaje cristiano.
Promover nuevas expresiones del Evangelio. La Iglesia, y por lo tanto los catequistas, debe
sentir el llamado de imaginar y ensayar nuevas expresiones del Evangelio en cada cultura, para que penetre
su corazón y la transforme, de modo que en cada una de ellas, en su modo específico de pensar, sentir y
obrar, se reconozca a Jesús como su Señor. Si ocurre así, es signo y evidencia de la fecundidad del proceso
de inculturación. Porque, en palabras del Papa Juan Pablo II, “… una fe que no se hace cultura, es una fe no
plenamente acogida, no enteramente pensada, no fielmente vivida”54.
54
ChL 59.
55
Ibid.
56
Ibid.
39
Líneas Operativas
o Revisando actitudes, procesos, métodos y textos, para ver su conformidad con los
principios de una catequesis inculturada.
o Asegurando en los procesos formativos de los catequistas una reflexión seria sobre la
temática de la inculturación y sus desafíos.
o Creando instancias diocesanas de formación permanente para catequistas que les ayude a
comprender y discernir los nuevos tiempos a la luz de la fe y descubrir las presencias y las
ausencias de Dios en las culturas y las personas donde evangelizan.
87. En diversas ocasiones se ha dicho que Jesús es el centro de la Revelación. Él es la manifestación del
mismo Padre Dios, porque quien ve al Hijo, ve al Padre. Por eso, en Él está el origen y la expresión máxima
de aquello que la Iglesia quiere realizar en su catequesis: el encuentro con el Dios vivo. Ésta es la razón por
la cual se afirma que Jesús es la Fuente Principal de la catequesis.
88. Aunque estrictamente hablando no existan otras fuentes de la catequesis, sin embargo se puede
señalar que existen diferentes afluentes que conducen a la única gran Fuente que es Cristo. A estos
afluentes se les puede llamar “fuentes”, algunos de ellos “fuentes primarias” y otros “fuentes
secundarias”, de acuerdo a la mayor o menor cercanía con Cristo.
89. Entre las fuentes primarias, aquellas que nos ponen en contacto más inmediato con la persona de
Jesús y su Mensaje, se destaca la Tradición. Ésta se entiende como la reflexión, la contemplación y la
asimilación progresiva que la Iglesia hace del Misterio de Jesús. Esta Tradición, que abarca desde los
orígenes del Pueblo de Israel hasta hoy, acumula un bello tesoro en el que se entrecruzan las herencias de
santos y sabios, mártires y profetas, teólogos y pastores.
90. El fruto más destacado de esta Tradición es la Biblia. Éste es el principal documento que la Iglesia
tiene para educar la fe de los cristianos. “La catequesis extraerá siempre su contenido de la fuente viva de la
Palabra de Dios... Toda la formación cristiana reciba de la palabra de la Escritura alimento saludable y por
ello dé frutos de santidad”57.
La Biblia, por su inspiración divina, ocupa un lugar destacado. Ella manifiesta una profunda unidad entre los
diferentes textos, pues tiene el Misterio de Cristo como tema central, prometido en el Antiguo o Primer
Testamento, y cumplido en el Nuevo Testamento. Sin embargo, no basta utilizar la Biblia de cualquier modo
para que la catequesis sea propiamente bíblica. “Es preciso hacer percibir la fuerza profética de la Palabra de
Dios allí presente. Los auditores han de comprender la Palabra, reconocer su actualidad e interiorizarla en su
vida”58.
91. Por su inmenso valor, Tradición y Biblia necesitan de un gran cuidado y de una interpretación
genuina y constante para prevenir o corregir posibles desviaciones y falsas interpretaciones. Por tal razón, el
Magisterio, ejercido por los pastores de la Iglesia, recibe del Espíritu Santo una especial asistencia para
proteger la Palabra de Dios de toda manipulación. “El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios,
sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del
Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo guarda celosamente, lo explica fielmente”59.
92. Fuertemente vinculada a la anterior, también la teología es una valiosa fuente para encontrar al
Señor. Los teólogos tienen la delicada misión de estudiar y profundizar la fe en forma rigurosa y racional, de
explicitar sus verdades, de ponerla en relación con nuevos asuntos, pero viviendo en el entramado de la vida
de la Iglesia, en unidad de fe, de santidad y oración con sus hermanos, nunca fuera.
93. Otro camino, particularmente rico y valioso, para el encuentro con el Señor Jesús es la Liturgia, ya
que ella es una instancia privilegiada para que, en comunidad, especialmente en la celebración de los
sacramentos, cada fiel se encuentre con Cristo y su Misterio de Salvación.
57
CT 27
58
LGCh 26.
59
DV 10.
41
94. Otro camino válido de encuentro con el Señor, no suficientemente considerado, son los innumerables
testigos de la vida cristiana quienes, con sus ejemplos de vida, reflejan al Señor Jesús y nos acercan a Él.
Entre estos fieles, en primer lugar están los santos, y entre ellos, la Virgen María ocupa un lugar privilegiado.
“Hoy, cuando en nuestro continente latinoamericano y caribeño se quiere enfatizar el discipulado y la misión,
es ella quien brilla ante nuestros ojos como imagen acabada y fidelísima del seguimiento de Cristo”60. Ella y
todos los santos nos estimulan a seguir al Señor con más generosidad y fidelidad. Chile, afortunadamente,
cuenta con muchos y variados modelos de santidad. También el sentir y el pensar del conjunto de todos los
fieles que componen hoy el Pueblo de Dios, animados y guiados por el Espíritu Santo, son un punto de
referencia para descubrir al Señor. Este sentir de los fieles cristianos es llamado “sensus fidelium”.
95. Entre las fuentes secundarias está la Creación. Cada elemento, cada criatura, cada fenómeno de la
naturaleza, por pequeño o gigantesco que sea, es una nota particular en esta bella canción que es la obra de
Dios. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, la obra de sus manos anuncia el firmamento; el día al día
comunica el mensaje, y la noche a la noche transmite la noticia” (Salmo 19, 2-3). Contemplando con
atención las diversas manifestaciones de la Creación, toda persona puede descubrir cómo el mundo y el
Universo llevan la huella de Dios y nos hablan de su Autor. El cristiano, unido a todas las criaturas, en su
calidad de señor y sacerdote, puede elevar una alabanza consciente y dialogar con el Señor Jesús, “por
quien todo fue hecho” (Col 1, 16).
Por eso, junto a los obispos latinoamericanos, y “con los pueblos originarios de América, alabamos al Señor
que creó el universo como espacio para la vida y la convivencia de todos sus hijos e hijas y nos los dejó
como signo de su bondad y de su belleza”61.
96. Los acontecimientos y cambios culturales que ocurren en la historia de la humanidad son otro
camino donde se puede descubrir la presencia o ausencia del Señor; son los llamados Signos de los
tiempos. El mismo Señor ha invitado a sus discípulos a poner atención a lo que ocurre a su alrededor, para
descubrir el valor y significado que éstos puedan tener dentro del plan salvador del Padre: “Al atardecer
ustedes dicen: Habrá buen tiempo porque el cielo está rojo y encendido. Y por la mañana: Hoy tendremos
mal tiempo porque el cielo está rojizo hacia el Este. Saben, pues, interpretar los aspectos del cielo, ¿y no
saben interpretar las señales de los tiempos?” (Mt 16, 2-3).
97. Los contenidos fundamentales de nuestra fe y sus dimensiones están presentes en el Credo
bautismal, cuya proclamación se amplía progresivamente. El Símbolo o Credo deberá ser el núcleo
fundamental de toda catequesis. Éste, entre otras cosas, nos ayuda a tener presente que entre las verdades
de la fe hay una jerarquía que se debe respetar, pues no todas estas verdades tienen la misma importancia.
98. La catequesis, fiel a este mensaje central, debe preocuparse también de una formación doctrinal
cada vez más completa. A lo largo del proceso formativo debe presentar “aquellas certezas, sencillas, pero
sólidas”62 que ayuden al cristiano a tener clara su identidad católica. Para esto, el Magisterio ha ofrecido el
Catecismo de la Iglesia Católica, como un valioso y seguro referente doctrinal en donde se encuentra la fe
común del pueblo de Dios. Es también un instrumento autorizado para la comunión eclesial.
Este documento, como compendio de las verdades de la fe, es importante para toda la Iglesia. Sin embargo,
no pretende ofrecer “una respuesta adaptada, tanto en el contenido como en el método, a las exigencias que
dimanan de las diferentes culturas, de las edades, de la vida espiritual y de situaciones sociales y eclesiales
60
DA 270.
61
DA 125.
62
CT 60 Y 61.
42
de aquellos a quienes se dirige la catequesis”63. Para ello, hay que orientarse por las disposiciones de la
Santa Sede en el Directorio General para la Catequesis y por aquellas indicaciones dadas por los Obispos a
través de documentos catequísticos nacionales o diocesanos, u otros instrumentos específicos.
99. La catequesis, entendida como la compleja tarea de educar la fe, debe preocuparse no sólo de la
entrega de contenidos, sino también de hacerlo “catequísticamente”, y esto a la luz de las dimensiones de la
Revelación que ya se han explicado anteriormente. No es suficiente, por lo tanto, programar una sucesión de
temas aislados e independientes. Hay que asegurar una lógica interna y variadas acentuaciones y
perspectivas que de alguna manera parten y llevan siempre a Cristo, contenido central. Esta entrega
pedagógica de los contenidos implica respetar los siguientes enfoques transversales, sea a nivel de proceso
como de cada encuentro:
Cristocéntrico, porque el Señor Jesús es el centro de la Revelación, nos conduce al Padre y nos da
su Espíritu;
Antropológico, porque el Señor Jesús llama y dialoga con las personas desde su situación concreta;
Comunitario-Social, porque el Señor Jesús nos reúne en comunidad, nos hace sus discípulos y
servidores del mundo;
Espiritual, porque el Señor Jesús nos ofrece una vida nueva, animada por el Espíritu y abierta a la
plenitud de la santidad;
Celebrativo, porque el Señor Jesús invita a cada persona y comunidad a un encuentro vital con Él a
través de la celebración de los sacramentos;
Escatológico, porque el Señor Jesús invita al cristiano a ser colaborador de su Reino y acompaña a
todos en su peregrinación hacia el encuentro definitivo con el Padre.
Líneas Operativas
o Programando una formación bíblica a través de talleres y elaboración de material didáctico que
capaciten a los catequistas para interpretar, celebrar, vivir y transmitir la Palabra de Dios en
comunidad.
o Creando pautas que ayuden a los catequistas a analizar la realidad para que puedan discernir la
presencia o ausencia de Dios.
o Considerando las orientaciones del texto “Criterios para la Elaboración y Evaluación de Textos
destinados a la Educación de la Fe” (CECh, 2005).
63
CATIC 24.
43
Sección Tercera
La Pedagogía de la Catequesis
Capítulo I
Aspectos Básicos de la Pedagogía Divina
Pedagogía de Dios
100. Tal como lo vimos en el primer capítulo, Dios se reveló a la humanidad con el fin de darse a conocer
e invitarnos a aceptar el regalo de la Salvación. Esta comunicación Dios la realizó según un estilo que ha sido
llamado “Pedagogía Divina”. Con esta expresión se hace referencia al modo particular en que Dios se
reveló a la humanidad. Históricamente se comunicó a través de un pueblo al cual le reveló su Mensaje de
amor como a un hijo que va madurando de a poco y por etapas. Aún más, analizando la Historia de la
Salvación, se descubre cómo la condescendencia amorosa del Padre educa tanto a través de la motivación,
la compañía y el aliento, como a través de la advertencia, la prueba y la corrección.
101. Es evidente que el amor es la actitud clave que Dios manifestó hacia su Pueblo en el Primer
Testamento: “Yo enseñé a Efraín a caminar, tomándole de los brazos… Con lazos humanos los atraía, con
lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le
daba de comer” (Os 11, 3-4).
102. Como el mejor educador, Dios comprende, escucha y se acerca a cada persona y cultura humana en
su realidad única y particular. Habla y actúa para liberar, corregir, levantar y atraer libremente a sí a las
personas y los pueblos. Inicia con ellos un diálogo de amor, hecho de signos (palabras y acontecimientos)
que les permite a los creyentes entender quién es Dios, cómo es Él, qué ofrece y espera.
103. Esto es posible gracias a la comprensión que Dios tiene acerca de los procesos internos de cada
persona y de cada cultura, así como a su gran paciencia ante las diversas debilidades, recaídas y
contramarchas de cada uno.
“El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres;
desde su morada observa a todos los habitantes de la tierra;
Él modeló cada corazón y comprende todas sus acciones” (Sal. 32,13-15).
Porque conoce el corazón humano, siempre renueva el llamado y nunca deja de motivar con la
esperanza de una vida más plena y sin ocultar los graves peligros que implica la indiferencia o la
desobediencia.
104. Iluminado y motivado por la pedagogía de Dios, el educador de la fe, deseoso de facilitar el
encuentro del catequizando con el Señor, se dejará enseñar y guiar por esas mismas actitudes.
Pedagogía de Jesús
105. Jesús, como nadie, encarnó en su persona y en su actividad esta pedagogía del Padre. Así lo
comprendieron los discípulos y lo dejaron consignado en los escritos del Nuevo Testamento, especialmente
en los evangelios.
106. Una lectura atenta de los evangelios nos permite identificar y contemplar la grandeza de la
personalidad de Jesús y valorar sus actitudes pedagógicas que deben inspirar y orientar la acción de
todos los catequistas. Jesús causaba una gran impresión en todos y no dejaba a nadie indiferente. De Él
44
emanaba una gran fuerza interior y, a la vez, era muy perceptivo. Intuitivo y objetivo, sereno y activo,
exigente y comprensivo, alegre y profundo, un líder que convocaba multitudes en Galilea o Judea, pero, a la
vez, “manso y humilde de corazón” (Mt. 11, 29). Este equilibrio y riqueza personal radicaba en su profunda
unidad interior, cimentada en el amor al Padre Dios “por sobre todas las cosas” y a los hermanos “hasta el
extremo”.
107. Jesús, con su forma de ser y de actuar, le muestra a todo varón y mujer de cualquier época qué
significa ser hombre en plenitud “y le descubre la sublimidad de su vocación”64. Aún más, enseña cuál es
el camino para llegar a esta meta: “El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo…, debe,
con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su muerte,
acercarse a Cristo”65.
108. Además de su persona, impresionaba su estilo educativo, hecho de palabras y gestos, de actitudes
y silencios. Jesús, cuando formaba a sus apóstoles, los estimulaba con preguntas, recurría a metáforas y
signos. Utilizaba diversos canales de comunicación para hacer más comprensible su Mensaje. Acogía a las
personas, en especial si eran despreciadas. Conocía y tomaba en cuenta la situación de sus diversos
destinatarios. Usaba un lenguaje directo y sencillo. Tanto a nivel de las relaciones individuales como con las
multitudes, Jesús fue „el‟ Maestro. “La gente quedó asombrada y todos alabaron a Dios, pues decían:
„Nunca hemos visto nada parecido‟” (Mc 2, 12). El encuentro de Jesús con la samaritana (Jn 4) o con los
discípulos de Emaús (Lc 24, 13), son maravillosos ejemplos de cómo el educador de la fe debe acercarse al
destinatario, sea quien sea, e iniciar con él un camino de transformación.
Pedagogía de la Iglesia
109. La Iglesia, vivificada por el Espíritu de Jesús Resucitado, vive su misión en continuidad con la
pedagogía del Padre y del Hijo. Cuando anuncia y celebra su fe, cuando por ella vive y sirve, la comunidad
eclesial se convierte en el espacio primario e indispensable de educación de la fe de los cristianos. Ella
intenta encarnar la pedagogía de Dios y las actitudes de su Maestro en cada época y lugar; ésta es una
condición indispensable para entrar en diálogo salvador con la humanidad.
La catequesis, inspirada en esta pedagogía, debe revisar y orientar su estilo pedagógico de modo de ser fiel
a la dinámica de salvación.
64
GS 22.
65
RH 10.
45
Líneas Operativas
1. Reconocer que Dios está presente en cada persona aún antes de toda intervención
catequística. Esta presencia, como semilla de salvación, es una importante mediación que el
catequista debe tomar en cuenta.
o Valorando y cultivando todo lo que hay de bueno y positivo en cada persona, como fruto de la
presencia salvadora de Dios.
o Desarrollando la dimensión religiosa presente en toda persona para posibilitar el encuentro con Dios
y las diferentes expresiones de religiosidad.
o Fomentando en cada encuentro catequístico el intercambio de experiencias vividas por los miembros
del grupo y realizando dinámicas que favorezcan el diálogo y el conocimiento mutuo.
3. Promover la adhesión a Cristo y a su Iglesia por medio de una educación integral que
considere la inteligencia, la afectividad, y la voluntad de los catequizandos.
4. Buscar los lenguajes adecuados para comunicar y profundizar la Buena Nueva según las
distintas condiciones de los destinatarios.
o Asegurando que en los procesos catequísticos se utilice un lenguaje apropiado a los destinatarios, se
asuma su realidad y se utilicen símbolos, signos y gestos adecuados a cada circunstancia.
46
Capítulo II
Elementos de Metodología Catequística
Métodos y Metodología
110. Ciertamente la experiencia del encuentro personal con Jesús, renovada y profundizada
permanentemente, es fundamental. Pero junto con ello es importante descubrir el cómo, es decir, el camino
o método para alcanzar y profundizar tal encuentro. Es el delicado tema de la metodología.
111. Seguir un método determinado no es una decisión neutra y libre de consecuencias. La elección de
un método revela conciente o inconscientemente una determinada concepción del ser humano y de la
problemática educativa en general. La antropología y la pedagogía tienen mucho que ver con la educación
de la fe.
Un buen método en catequesis no sólo debe trasmitir con eficacia una doctrina, sino que también debe, y
sobre todo, llevar a un verdadero encuentro personal y vital con el Señor.
112. Los mejores métodos catequísticos son aquellos que consideran simultáneamente las tres
dimensiones constitutivas de la persona: la inteligencia (el saber), su afectividad (el amar) y su voluntad
(el actuar). Por lo tanto, a Jesús se le conoce y se le acoge como salvador amigo con el “Sí” de la
inteligencia, con el “Sí” de la afectividad y con el “Sí” de la voluntad.
113. De aquí la necesidad de valorar la metodología catequística, entendida como la ciencia que
describe y analiza los métodos más pertinentes para que se logre lo más satisfactoriamente posible los
objetivos de la educación de la fe.
114. Los catequistas deben recibir una formación metodológica apropiada y actualizada con el fin de
discernir, a la luz de la Pedagogía divina, los mejores caminos que llevan a este encuentro. Sólo en un
segundo momento serán iniciados también al conocimiento y al uso adecuado de las denominadas “técnicas”
o procedimientos didácticos, como serían el uso de audiovisuales, dinámicas, estrategias de aprendizaje,
utilización de recursos varios. No se debe confundir lo fundamental (el encuentro con el Señor) con lo
instrumental (métodos y subsidios).
115. Para lograr una acción más eficiente, la Iglesia ha estado continuamente atenta a los aportes que
llegan desde el campo de las ciencias sicopedagógicas y de la comunicación. Esto no implica dejar de
considerar que la comunicación divina es pura gracia, pero ya que por la Encarnación lo divino se unió e
integró con las realidades humanas, tampoco se pueden ignorar los aportes que ofrecen estas ciencias, fruto
de la inteligencia que Dios ha dado a quienes son expertos en esas áreas.
116. Entre los métodos históricamente utilizados en la Iglesia, existen dos grandes grupos: los métodos
deductivos y los métodos inductivos. En los métodos deductivos se parte de la proclamación de las
verdades y realidades de fe, para luego descubrir su incidencia en la vida del cristiano. En los métodos
inductivos, en cambio, se parte de hechos o situaciones humanas para luego, iluminados por la Palabra de
Dios, descubrir su significado salvador en las propias vidas.
Ambos tipos de métodos, aunque distintos, son complementarios y convergentes. Normalmente los dos
están presentes, aunque con diferentes intensidades, a lo largo de todo proceso formativo. “En efecto, la vía
deductiva adquiere pleno valor siempre y cuando haya sido precedida por el proceso inductivo para poder así
47
acercarla a la vida. Y el método inductivo no excluye sino que requiere la vía deductiva para facilitar el
acercamiento a las fuentes de nuestra fe”66.
Contenido-Método
Por eso, es necesario que los métodos que se quieran ocupar sean confrontados con los principios de la
pedagogía de la fe, que tienen como fuente la misma pedagogía de Dios. Sólo entonces, gracias al método
empleado, los destinatarios serán interpelados por la Palabra de Dios y se cumplirá la indicación del
Directorio General para la Catequesis: “Un buen método de catequesis es garantía de fidelidad al contenido”.
Por estas razones, contraponer contenido y método ciertamente es un error que hay que evitar dadas las
directrices que brotan de la pedagogía divina.
Proceso Enseñanza-Aprendizaje
119. Desde el punto de vista específicamente pedagógico, una de las principales tareas del catequista es
hacer significativo el mensaje salvador a sus destinatarios. Para ello, los contenidos propuestos deben
estar en consonancia con las experiencias previas que tienen los catequizandos. Siguiendo la pedagogía del
Resucitado con los peregrinos de Emaús, el catequista escucha las esperanzas y temores, los sueños y
dudas de sus catequizandos para responder a sus inquietudes vitales con el Mensaje del Señor. Busca que el
Evangelio no sea reducido a conceptos o palabras bonitas. Evita cierta verticalidad que fomenta la distancia
entre el que supuestamente sabe y el que, también supuestamente, no sabe. Por el contrario, en vista a una
formación más integral y orgánica, toma en consideración lo que el destinatario ya sabe y vive, hasta hacerle
descubrir lo cercano que ya está Dios en su vida. “Se trata, en efecto, de educar en el conocimiento y en la
66
CELAM-DECAT, La Catequesis en América Latina, 165 (LCAL).
67
LGCh 30.
48
vida de fe, de forma que el hombre entero, en sus experiencias más profundas, se vea fecundado por la
Palabra de Dios”68.
120. Un educador de la fe interesado en que sus catequizandos “prueben y gusten cuán bueno es el
Señor”, se esforzará por utilizar todos los canales de comunicación que posea; será ejemplo de creatividad,
ingenio y variedad. Le parecerá insuficiente conformarse sólo con hablarles a sus destinatarios, escribir en el
pizarrón y plantearles preguntas para que contesten en su cuaderno; aunque son estrategias didácticas
válidas, no son las únicas. Por el contrario, también invitará al trabajo reflexivo individual, mostrará videos,
pondrá música suave de fondo para crear el ambiente adecuado o para sugerir sensaciones ante cierto
tema, propondrá trabajos cooperativos, técnicas que impliquen la expresión corporal, etc.
Medios Didácticos
122. Los diferentes medios y materiales didácticos deben estar al servicio del objetivo final de todo
proceso catequístico y, por lo tanto, estarán en sintonía con los principios propios de la educación de la fe.
Para tal efecto, favorecerán la participación activa y la creatividad del grupo y de cada uno de los que
participan en un encuentro catequístico. Al respecto hay que señalar que el mensaje no puede reducirse a
una transmisión de contenidos doctrinales, sino que involucra como aspecto indispensable y sustancial la
comunicación de experiencias religiosas y el intercambio de vivencias de fe.
123. A lo largo de la historia de la Iglesia la práctica catequística ha hecho uso de diferentes medios,
desde las narraciones, la poesía, el canto, la danza, el teatro, la pintura y la escultura, hasta medios más
modernos como los videos, los CDRoms y la navegación dirigida en Internet, pasando por la pequeña
plástica, la música, textos, variadas dinámicas grupales, etc. No está demás insistir que todos estos recursos
están al servicio del encuentro con el Señor.
124. En el uso de los medios didácticos, uno de los principales cuidados que se debe tener es no
sobrevalorarlos. En realidad, el testimonio y el papel del catequista es mucho más importante que el de
cualquier instrumento de trabajo, por más sofisticado y tecnológicamente avanzado que éste sea.
125. Otros cuidados tienen que ver con elegir un medio didáctico en sintonía con la etapa psicoevolutiva
y el medio cultural de los destinatarios. Si el medio permite hablar con los destinatarios en sus propios
códigos, poco importa si es un medio barato o caro. Incluso, en iguales condiciones, es preferible elegir el
medio didáctico más sencillo, para evitar una atención o admiración excesiva al instrumento, y no al
mensaje. Esto no se contradice con una opción por crear material didáctico de la mejor calidad posible. La
educación de la fe debe ser una actividad buena y estéticamente bella.
126. Al respecto nuestros obispos han hecho esta indicación: “Capacitar y estimular a los catequistas para
emplear recursos didácticos en sus catequesis, especialmente los audiovisuales”69. Particularmente es
importante que, en la medida de lo posible, los catequistas tengan una participación activa en la
elaboración de los materiales que usan en sus propios encuentros, para cuidar que en ellos realmente se
concreten los principios pedagógicos que permitirán luego convertirse en una eficaz ayuda para el proceso
enseñanza-aprendizaje, sin olvidar los criterios técnicos pertinentes.
68
DGC 67. Cf. 29b, 30a y 68.
69
Proposiciones Finales de la Asamblea Plenaria de Obispos (Mayo 1999), 4 (PF).
49
Memorización
127. Para muchos, continuar en el siglo XXI con la estrategia de la memorización, entendida como el
simple almacenamiento de información en el cerebro, sería obsoleto, visto cómo aceleradamente aumenta y
se renuevan cada día la cantidad de datos en cualquier área. Aunque parezca acertada, tal afirmación revela
un error: la fe comprende ciertas verdades que deben ser destacadas, por su importancia perenne, y que
merecen ser tenidas cercanas y vivas en la memoria, repetidas y transmitidas a las nuevas generaciones.
128. En catequesis, lo realmente esencial no cambia, de modo que no está afecto a tal
transformación. Las personas de la Trinidad siguen siendo tres, el símbolo apostólico no ha cambiado, como
tampoco lo ha hecho el Padrenuestro, el Ave María, las Bienaventuranzas, la Palabra bíblica, ciertas
oraciones clásicas y expresiones litúrgicas, los mandamientos, algunos principios sociales de la Iglesia,
algunas síntesis dogmáticas, etc. Cualquiera sea el método empleado, estas expresiones siempre serán
utilísimas para sintetizar contenidos y experiencias, sirviendo, además, en excelentes puentes de
comunicación entre las diferentes culturas70.
129. Más aún, la memoria cristiana no es sólo un almacén de nociones perennes, de gran valor, pero que
no serían más que información y nada más. Al contrario, por medio de tales expresiones, el cristiano
perpetúa la admiración ante las maravillas de Dios, realizadas en la Historia de la Salvación; se acerca y
profundiza en el misterio divino que ha sido revelado en Cristo, misterio inagotable para la mente humana.
Ésta es la razón por la cual, por ejemplo, se degustan los Salmos o el Rosario. El hecho de repetir de
memoria puede sumergir al cristiano a mayores profundidades en las riquezas inescrutables que se le
ofrecen en el amor de Cristo (Cf. Ef 3,8).
Encuentro Catequístico
130. Un encuentro catequístico es, esencialmente, un encuentro con el Señor Jesús y un encuentro con
los hermanos, logrando así una experiencia de comunidad eclesial. Por eso es inadecuado hablar de “charla”,
“clase” o “reunión”, porque todos estos conceptos son reductivos. Si analizamos la vida de Cristo nos damos
cuenta que Él ha sido un experto de los “encuentros”. En el desarrollo de una experiencia catequística
cualquiera, veremos que ésta posee, al menos, tres fases.
70
Cf. DGC 154 y LCAL 179.
50
El momento del anuncio: A los discípulos de Emaús, Jesús “les interpretó en todas las Escrituras lo
que se refería a él”. La Palabra de Dios, proclamada, ilumina la experiencia humana, revelando la presencia o
ausencia de Dios en ella. Es el momento del JUZGAR, en que se descubren los contenidos de la fe. Es
importante elegir bien las actividades para que la Palabra de Dios sea realmente significativa. Comprende la
dimensión bíblica y doctrinal de la catequesis. Es el momento de la Proclamación de la Palabra.
El momento de la respuesta o aclamación a la Palabra de Dios: Los discípulos de Emaús “contaron
cómo lo habían reconocido al partir el pan”. A Dios se le responde con la fe, la cual se expresa mediante la
oración, el canto, con signos y gestos litúrgicos. Es el momento del CELEBRAR, donde se manifiesta gratitud,
alabanza, arrepentimiento. Es la dimensión celebrativa y litúrgica de la catequesis.
El momento del compromiso: Al reconocer al Señor, los discípulos de Emaús “se pusieron en camino
y regresaron a Jerusalén” para anunciar al Resucitado. La catequesis debe ser significativa más allá del
encuentro mismo. Para ello, es oportuno memorizar alguna frase bíblica o alguna oración que acompañe
durante la semana. Es el momento del ACTUAR, donde cada uno formulará su compromiso en forma
personal o, si es el caso, grupalmente, poniéndose de acuerdo en alguna actividad de servicio, de ayuda o
de oración, etc. Se trata aquí de la dimensión testimonial y operativa de la catequesis.
Itinerarios
134. Uno de los desafíos más importantes dentro de la pedagogía de la fe, es la creación de itinerarios
que permitan a los catequizandos crecer y participar progresivamente en la vida eclesial de un modo cada
vez más maduro. Tal como dicen nuestros pastores: “Aún nos falta crecer en métodos e itinerarios
sistemáticos de formación para personalizar la fe y hacer más significativa la evangelización. Esto significa
que no hemos preparado debidamente a los agentes de pastoral en la vida espiritual y en pedagogías
adecuadas para la formación en la fe y en el acompañamiento personal y comunitario”71.
Esto implica la necesidad que los catequistas se reúnan a planificar y coordinar “procesos educativos”,
constituidos por etapas que respondan a un objetivo general y que se concreten en encuentros a lo largo de
un período determinado. Entre los diversos elementos que deben conjugarse, no pueden estar ausentes la
formación bíblica, diversas celebraciones, experiencias de vida fraterna y actividades solidarias. Estos
procesos deben ser pensados a la luz de las necesidades de los catequizandos. Iluminados por el ejemplo de
Jesús, se puede reconocer en un proceso los siguientes pasos: el encuentro con Cristo y la fe en su persona,
la conversión o cambio de vida, la experiencia de la vida fraterna en comunidad, la celebración sacramental
de la fe, la misión de servir y anunciar al Señor a los hermanos.
Medios de Comunicación
135. Es evidente que los medios de comunicación han transformado nuestro mundo en el último medio
siglo. En el ámbito de la tecnología se han dado saltos impresionantes donde parece que el límite es la
71
OO. PP. nº 53.11.
51
imaginación humana. La fibra óptica, la televisión digital e interactiva, Internet inalámbrica, los DVD de
alta capacidad, los sofisticados celulares actuales, los pendrives, etc., son algunos ejemplos.
A su manera, implican un desafío para la Iglesia, en el sentido que ella debe comprender su naturaleza para
evaluar sus reales aportes a la vida social y utilizarlos en forma correcta en la catequesis. En efecto,
siendo asombrosos en su compleja elaboración, los medios de comunicación llevan inherente una
ambigüedad en su uso. En efecto, pueden ayudar a la comunión humana y a su desintegración; se pueden
utilizar para obstruir o favorecer la intercomunicación entre las personas. Pueden estar al servicio del
verdadero bien común o sólo para intereses personales. De allí la necesidad de formar personas
especializadas en su elaboración y uso, y educar a los catequizandos en una actitud crítica.
136. Parece que entre nosotros aún no existe la suficiente conciencia del formidable desafío que
implica la nueva cultura de la información que influye crecientemente en la mentalidad y conducta de las
nuevas generaciones. Esto no es por un simple afán de estar a la moda. Es un desafío que brota del deseo y
la urgencia de inculturar el Evangelio usando los lenguajes que son comunes, cercanos y comprensibles para
el hombre de hoy.
Líneas Operativas
1. Conocer y valorar los aportes de las ciencias pedagógicas a los diferentes métodos
catequísticos y a los diversos medios didácticos, respetando siempre los principios
específicos de la pedagogía de la fe y la centralidad de la acción del Espíritu Santo.
o Formando a los catequistas en las diversas ciencias pedagógicas y de la comunicación, con el fin de
capacitarlos en el arte de animar grupos, conducir procesos y utilizar medios didácticos apropiados.
137. La catequesis es para quienes desean profundizar y perfeccionar la propia fe, consolidar su adhesión
al Señor Jesús y su compromiso con la comunidad eclesial y el mundo actual. Para esto, los Obispos llaman
a implementar procesos catequísticos que tengan en cuenta, por un lado, las distintas etapas de la vida:
párvulos, niños, preadolescentes, adolescentes, jóvenes, adultos y adultos mayores. Y, por otro lado, la
variedad de situaciones o ambientes especiales de los sujetos72 y culturas que puedan darse, con el fin de
favorecer la comunión con la Palabra de Dios73 y asegurar un crecimiento en la fe que sea progresivo,
orgánico y adaptado a cada circunstancia.
138. La Iglesia, fiel al misterio de la encarnación, adapta su labor catequística a las diversas situaciones
de los destinatarios. Por el papel activo que les corresponde, los destinatarios no son meros receptores
pasivos, sino verdaderos protagonistas. Por eso a veces se preferirá hablar de “los sujetos” de la catequesis.
139. Desde este punto de vista, la catequesis con adultos resulta el modelo para todas las demás
catequesis, porque está dirigida a aquellos que tienen mayor responsabilidad y capacidad de vivir el mensaje
cristiano con plenitud. Son los adultos quienes principalmente conducen el destino del mundo, y también son
ellos quienes pueden conocer mejor la riqueza de la fe y, por tanto, pueden capacitarse para un compromiso
maduro con el Señor Jesús. Ellos son, además, los educadores y los evangelizadores de las nuevas
generaciones cristianas. Una catequesis adulta les ayudará a madurar su vida espiritual, a dar respuesta a
diversos problemas éticos de nuestros días, a fundamentar de un modo racional lo que creen; y les ayudará
a asumir responsablemente su papel activo en la sociedad y en la misión de la Iglesia.
140. Los niños, por su situación infantil y por ser potencialmente los futuros creyentes adultos,
son destinatarios privilegiados de la acción catequística de la Iglesia. Ellos viven un momento
crucial para su primera formación, tanto de hábitos como de socialización. La niñez es una etapa
donde comúnmente comienza la iniciación cristiana con la preparación a los sacramentos de la
Reconciliación y la Eucaristía. Familia, escuela, parroquia y movimientos infantiles sin duda han
sido lugares tradicionalmente importantes para la formación. Todos ellos deben educar la fe de
una manera orgánica, interconectada, complementaria y convergente. Así se evitan
desconexiones y se favorece una formación humana más integral.
A este propósito, los obispos nos dicen: “Iniciar en lo posible la educación de la fe a temprana
edad (alrededor de los cinco años), preocupándose por generar iniciativas de continuidad. Se
sugiere promover Escuelas dominicales o sabatinas que comprendan catequesis, celebraciones,
actividades recreativas y solidarias, empleo de símbolos de identificación, etc. No deberá ser
sustitutiva de la Catequesis familiar, que está relacionada con la incorporación del niño/a a la
comunidad eucarística”74.
72
Referente a la adaptación de la catequesis a los diversos contextos socio-culturales, puede
revisarse el primer capítulo de la Segunda Sección, " Inculturar la Fe: Una Tarea Permanente".
73
Cf. DGC 169
74
PF, 25.
53
de la celebración de los sacramentos de la Eucaristía y de la Confirmación. Estos destinatarios,
por su gran vitalidad y necesidad de dar sentido y objetivos a la existencia, necesitan de
catequistas particularmente disponibles y adecuadamente preparados.
142. Los ancianos, también, como miembros vivos del Pueblo de Dios, tienen derecho y
necesidad de una catequesis apropiada a su edad. Ellos, con su sabiduría existencial, pueden
enriquecer enormemente la misma comunidad eclesial. Los procesos catequísticos
específicamente diseñados para ellos, tendrán presente la interacción entre los familiares, los
catequistas de adultos y otras instancias formativas. Tal como afirma el Directorio General para la
Catequesis, la educación de la fe para los ancianos girará preferentemente en torno a la
esperanza, a la entrega a Dios, a la acción de gracias por todo lo regalado, a la entrega al
prójimo, a la ofrenda de la sabiduría acumulada a través de los años, y a la confianza en la divina
Providencia75.
143. Una de las constantes que más reiteradamente aparece en la reflexión eclesial es la
necesidad de crear itinerarios catequísticos permanentes. Por ejemplo, recientemente se dijo en
Aparecida: “Compete a cada Iglesia particular, con la ayuda de las Conferencias Episcopales,
establecer un proceso catequético orgánico y progresivo que se extienda por todo el arco de la
vida, desde la infancia hasta la ancianidad, teniendo en cuenta que el Directorio General para la
Catequesis considera la catequesis de adultos como la forma fundamental de la educación en la
fe”76. Este itinerario, visto desde una perspectiva global, puede ser graficada de la siguiente
manera:
Catequesis Especiales
144. Entre las situaciones especiales que hay que enfrentar al momento de educar la fe, la
catequesis con discapacitados, más conocida como “catequesis especial”, es una de las
experiencias eclesiales más hermosas y reconfortantes. Todo cristiano sabe que el Señor se
identificó con los más pequeños. Aquellos que se esfuerzan por educar la fe de quienes sufren
cualquier tipo de limitación mental o física, deben saber que ejercen una acción particularmente
valiosa a los ojos del Maestro. Nuestro país ha visto florecer diversas iniciativas, donde se puede
palpar la abnegación de tantos catequistas y la transparencia del amor que entregan aquellos que,
muchas veces en nuestra sociedad, no son valorados. Sin embargo, aún queda mucho por hacer y
a muchos por convencer. Esta difícil tarea exige una participación activa de la familia de estos
hermanos, una particular habilitación pedagógica de sus catequistas, así como una conciencia
eclesial más amplia. En efecto, esta catequesis debe quedar incorporada en la formación integral
de la persona; debe ser considerada parte importante de la acción evangelizadora de la respectiva
75
DGC 187-188.
76
DA 298.
54
comunidad y estos catequizandos deben ser sujetos de especial acogida e integración por parte
de todos los hermanos en la fe.
145. Una realidad cada vez más presente en nuestro país, especialmente en las grandes
ciudades, es la de los marginados. Bajo este término se incluyen tanto a drogadictos, enfermos
crónicos, encarcelados, como aquellos que viven abandonados y en la miseria. Estas difíciles
situaciones exigen una actitud similar a la del samaritano evangélico. El Señor Jesús, Buen
Samaritano, nos llama y envía a ejercer la caridad también con aquellos que viven situaciones
consideradas límites en nuestras sociedades. Hay que mostrarles el rostro de un Jesús
misericordioso que se conmueve ante la miseria humana plural. “Signos permanentes de la
vitalidad de la catequesis son la capacidad para distinguir la diversidad de las situaciones; captar
las necesidades y demandas de cada persona; valorar los encuentros personales, dedicándoles
una atención generosa y paciente; proceder con confianza y realismo, recurriendo a menudo a
formas de catequesis indirectas y ocasionales”77. Como en el caso de la catequesis especial, es
importante que toda la comunidad eclesial reconozca y apoye a los catequistas que realizan esta
delicada misión.
146. Las diferentes estructuras y ambientes propios de la sociedad actual, van fomentando la
existencia de múltiples ambientes o grupos humanos que viven realidades muy especiales y que
tienen, por lo tanto, necesidad de una catequesis apropiada a sus problemáticas, mentalidades y
cosmovisiones. Entre estos se puede nombrar al mundo obrero, el de los jóvenes universitarios, el
de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas y de Orden, el de los gendarmes, el de los medios
de comunicación, el de los deportistas, el de los políticos, el de los artistas, etc. También estos
hermanos necesitan oír el Evangelio en la vida y en los labios de catequistas especialmente
preparados, capaces de llevar el Mensaje sin falsos acomodos ni mutilaciones, pero en su idioma,
bajo sus códigos de comprensión y de acuerdo a sus reales necesidades.
147. Las personas viven diversas percepciones existenciales y estilos de vida, porque nacen y se
desarrollan en diversos contextos geográficos y culturales. Cada ambiente humano tiene sus
propias características y sensibilidades para acoger el mensaje del Señor y vivirlo normalmente en
la vida cotidiana. No es lo mismo vivir en el campo que en la ciudad; en el altiplano que en la
costa; en el corazón de una metrópolis que en una isla. Estos diferentes ambientes inciden en el
modo de ser, de pensar y de actuar. Cada uno de ellos tiene riquezas o deficiencias específicas
que pueden facilitar o dificultar el encuentro con el Señor. Todo esto debe ser debidamente
tomado en cuenta en las diócesis del país cuando se preparan y realizan procesos, programas y
textos catequísticos.
148. Nuestra sociedad es cada vez más pluralista. En ella conviven y se expresan muchas
tendencias. Esto sucede también en el ámbito religioso. En todo el país se entrecruzan variados
mensajes y ofertas de salvación. Esta realidad provoca mucha desorientación, inseguridad e
inestabilidad. Además, hace especialmente delicada la tarea de la evangelización. En este
contexto, descrito en forma clara y cuantitativa en el último Censo, la catequesis chilena debe
hacer frente a tres realidades: el ecumenismo, el diálogo interreligioso y el desafío de las sectas.
77
Ibid., 190.
55
de reconstituir la única familia del Señor en torno a la misma mesa y reunida en la confesión de
una misma fe. En este sentido el Papa Benedicto XVI fue muy claro: “No bastan las
manifestaciones de buenos sentimientos. Hacen falta gestos concretos que penetren en los
espíritus y sacudan las conciencias, impulsando a cada uno a la conversión interior, que es el
fundamento de todo progreso en el camino del ecumenismo”78.
150. El diálogo interreligioso. Aunque el número de adherentes a otras religiones que no sea
la cristiana es muy bajo en Chile, en algunos medios existe cierta concentración de indígenas, los
primeros que habitaron esta tierra; de judíos, nuestros hermanos mayores en la fe; y de
musulmanes, creyentes como nosotros en un Dios único. Este pluralismo religioso hace
aconsejable una catequesis clara y segura que favorezca la identidad del cristiano católico y que
revele con sinceridad y respeto aquellos aspectos que causan conflictos. Al mismo tiempo que
ayude a consolidar la propia fe, la catequesis debe abrir espacios para valorar cuanto de bueno,
bello y verdadero existan en esas religiones. En esta misma perspectiva, debe acentuarse la
invitación al testimonio de vida, al diálogo, a la colaboración mutua en torno a los derechos de la
persona, al bien común y, donde sea posible, al anuncio explícito del Evangelio.
151. Las sectas. Finalmente, es necesario reconocer que en nuestra realidad nacional existen
diversas sectas y cultos que, vinculados a experiencias orientales, a formas esotéricas, a
movimientos seudo-cristianos y a derivados de religiones afroamericanas, resultan un creciente
desafío para la Iglesia y también para la sociedad; más aún cuando por medio de tácticas
proselitistas, la mayoría de estos movimientos alejan a las personas de su medio familiar y de su
compromiso social; las manipulan y las alienan de la realidad; las degradan en su dignidad,
pervirtiendo cuanto hay de noble en su humanidad y conciencia. Las comunidades eclesiales
tienen que ofrecer acogida y una buena formación a sus miembros (por ejemplo, en el tema de la
reencarnación), de modo que la soledad y las falsas promesas no engañen a los fieles. “Se trata…
de superar el grave peligro de la ignorancia y del prejuicio, de ayudar a los fieles a encontrarse de
modo correcto con la Escritura, suscitando en ellos la experiencia viva de la oración,
defendiéndolos de los sembradores de errores; educándolos en la responsabilidad de la fe
recibida, saliendo al paso, con las armas del amor evangélico, de las dolorosas situaciones de
soledad, pobreza, sufrimiento”79.
78
DA 234.
79
Ibid., 201.
56
Líneas Operativas
1. Ofrecer la Palabra de Dios como alimento necesario para todas las edades del
cristiano.
o Capacitando a catequistas para que se especialicen según los destinatarios que atiendan.
o Revisando el lenguaje y los juicios referentes a los no católicos y los no cristianos en las
publicaciones catequísticas, haciendo luego las modificaciones pertinentes.
57
Sección Cuarta
La Catequesis en la Iglesia Particular
Capítulo I
Los Agentes de la Catequesis
152. “La finalidad cristocéntrica de la catequesis, que busca propiciar la comunión con Jesucristo en el
convertido, impregna toda la formación de los catequistas. Lo que ésta persigue, en efecto, no es otra cosa
que lograr que el catequista pueda animar eficazmente un itinerario catequístico en el que, mediante las
necesarias etapas: anuncie a Jesucristo; dé a conocer su vida, enmarcándola en el conjunto de la Historia de
la salvación; explique su misterio de Hijo de Dios, hecho hombre por nosotros; y ayude, finalmente, al
catecúmeno o al catequizando a identificarse con Jesucristo en los sacramentos de iniciación. En la
catequesis permanente, el catequista no hace sino ahondar en estos aspectos básicos”80. Esta misión,
hermosa y exigente, supone catequistas bien formados y muy parecidos a Jesús, el Buen Pastor.
153. El texto citado señala tres grandes dimensiones de la formación de los catequistas: “la más profunda
hace referencia al ser del catequista, a su dimensión humana y cristiana... Después está lo que el catequista
debe saber” en su doble fidelidad al mensaje y a la persona humana. “Finalmente está la dimensión del
saber hacer, ya que la catequesis es un acto de comunicación”81. A partir de estos fundamentos se puede
describir un perfil ideal de Catequista.
Perfil de Catequista
154. Ciertamente nadie puede pretender que el catequista sea una persona que ha logrado la perfección.
Él también está en camino hacia la santidad, junto con los demás hermanos del grupo o comunidad a la que
pertenece y a la que anima. Aquí se señalan los rasgos más sobresalientes que el catequista irá adquiriendo
siempre más, a lo largo del proceso de su formación inicial y permanente, proceso que debe ser
implementado y animado por la respectiva Comisión Diocesana de Catequesis.
80
DGC 235.
81
Ibid., 238.
58
Como persona de fe, guiado por la Palabra de Dios, va creciendo en el espíritu de oración, en diálogo
e intimidad con el Señor, y en constante vida sacramental. Pertenece a una comunidad concreta en la que
participa regularmente.
Es un testigo del Señor que va descubriendo la necesidad cristiana de discernir la vida personal, la de
los demás y los acontecimientos en actitud permanente de apertura al Espíritu del Señor y a su llamado a la
santidad.
Crece en el amor a la Iglesia: se siente parte viva y reconoce en ella la presencia y la acción de Dios.
Vive la adhesión a los pastores con madurez y fidelidad, para construir la comunión: opina con crítica
constructiva y aporta con autenticidad82. Es capaz de trabajar en equipo en forma creativa y responsable,
abierto al diálogo y sabe escuchar.
Es conocedor de los dones y de las debilidades de los varones y mujeres, especialmente de las
personas con quienes se relaciona en su comunidad. Para ello se empeña en informarse de los elementos
fundamentales de psicología y sociología de la religiosidad84. Con el fin de conocer cómo va el mundo,
procura vivir informado y hace uso de las ciencias humanas.
Todo catequista está siempre dispuesto a formarse y prepararse para servir a los grupos y a las
comunidades, con sus características propias. Con el fin de ser siempre más eficiente, se prepara
constantemente en la ciencia de la educación y en las ciencias de la comunicación. Sabe programar la acción
educativa, elabora planes realistas, los realiza con creatividad y los evalúa críticamente. Conoce lo
fundamental de las técnicas de animación grupal85 y de la creación y uso de material didáctico. Como
mediador entre Dios y las personas, se preocupa de conocer y asumir todo lo que le puede ayudar a ser un
eficiente comunicador del mensaje salvador.
Niveles de Catequistas
158. Los catequistas se ubican en diferentes niveles según su vocación de servicio en las
comunidades eclesiales, en comunión con el Obispo, primer catequista y responsable en la
Iglesia particular y con sus primeros colaboradores, los sacerdotes.
82
Cf. DGC 239.
83
Cf. Ibid., 240, 241.
84
Cf. Ibid., 242.
85
Cf. Ibid., 242-245.
59
159. El primer nivel es propio de los catequistas de base, que realizan una pastoral
inmediata con las personas de los grupos y comunidades que se les confía en las parroquias,
CEBs, o en los movimientos, etc.
160. Según la praxis eclesial, hay un segundo nivel que implica una mayor formación y
dedicación. Es el nivel de los coordinadores de catequesis, como es el caso del Coordinador de
Catequesis Parroquial, servicio instituido de modo oficial por la Conferencia Episcopal. Ellos,
debidamente acompañados, asesoran a los catequistas y animan y coordinan las diferentes
catequesis que se desarrollan a nivel de comunidades parroquiales, decanales escolares o
diocesanas.
En sentido análogo pertenecen también a este nivel los profesores de religión o educadores de
la fe en contexto escolar. Ellos, para cumplir con su misión, necesitan una apropiada preparación
académica, pues han de armonizar debidamente la formación humana y la educación religiosa, de
acuerdo a los objetivos propios de la Educación Religiosa Escolar Católica.
161. Existe finalmente un tercer grupo o nivel de educadores de la fe. Son los expertos en la
ciencia teórico-práctica de la catequética, que es un área específica de la teología pastoral. Ellos,
formados por diferentes instituciones especializadas y con programas especialmente elaborados
para este nivel, imparten la formación a los catequistas de base, a los coordinadores, a los
profesores de religión y a los diversos agentes pastorales, religiosos o sacerdotes; son los
catequetas, formadores de formadores. Su ámbito de servicio está en los departamentos o
comisiones de catequesis de las diócesis y de las Congregaciones religiosas, en los Institutos y en
las Universidades que preparan Profesores de religión, así como en los seminarios. “Es muy
conveniente, en el campo diocesano o interdiocesano, tomar conciencia de la necesidad de formar
personas en este nivel superior, como se procura hacer para otras actividades eclesiales o para la
enseñanza de otras disciplinas”86.
86
DGC 237. En LCAL se señala: "… la formación de los catequistas laicos no puede ignorar el
carácter propio de ellos en la Iglesia y no debe ser concebida como mera síntesis de la formación
propia de los sacerdotes o religiosos" (n° 199).
60
Líneas Operativas
o Asegurando una prudente selección de las personas según su madurez, equilibrio humano y aptitudes
pedagógicas, y precisando criterios de evaluación permanente.
o Programando a nivel diocesano y nacional experiencias de investigación y de evaluación, con el fin de optimizar
la formación doctrinal y pedagógica de los catequistas.
o Procurando que algunas personas idóneas se preparen en instituciones de educación superior que ofrecen
formación avanzada y grados académicos, para responder a las necesidades catequísticas y pastorales de las diócesis, de
las escuelas, de las congregaciones y los movimientos.
o Revisando y actualizando permanentemente los proyectos formativos locales según la siguiente indicación de
los obispos: “Que los Departamentos diocesanos de Catequesis promuevan una formación y acompañamiento
integrales de los catequistas, abarcando todo el ámbito de su acción: su vida espiritual, su preparación bíblica,
doctrinal, litúrgica, su capacidad de iluminar la vida y los acontecimientos con el conocimiento de la moral y la
Doctrina Social de la Iglesia; tomarán en cuenta también otras ciencias auxiliares de la catequesis” 82.
61
62
Capítulo II
Lugares de la Catequesis
162. También hoy como ayer el Señor Jesús elige a sus misioneros y les confía una misión: “Mientras
vayan caminando, proclamen que el Reino de Dios se ha acercado...” (Mt 10,7). Anunciar el Evangelio a
todos los pueblos de la tierra es el gran desafío que ha dejado el Señor Jesús antes de partir al Padre (Mt 28,
18-20). Ha entregado a sus discípulos la misión de hacer presente el Evangelio de modo que llegue al
corazón de las personas donde se hallan. Y las personas se hallan en diversos lugares. A todos ellos la Iglesia
debe ofrecer su catequesis. Algunos de estos lugares más importantes son:
La comunidad cristiana
163. La comunión es la meta a la que incesantemente nos conduce el Señor Jesús mediante su Espíritu.
Ella expresa el núcleo profundo de la Iglesia Universal y de cada Iglesia particular o diócesis. En esta última
participan todos los bautizados como miembros vivientes. La Iglesia se hace cercana y visible en la rica
variedad de comunidades cristianas inmediatas, en las que los bautizados viven la fe y son educados
cristianamente. Las comunidades más cercanas son: la familia, la parroquia, la escuela católica y otros
contextos educativos escolares, las comunidades eclesiales de base, las asociaciones o movimientos de
fieles, la religiosidad popular, las pastorales especializadas (penitenciaria, salud, Fuerzas Armadas, adultos
mayores), etc. Es importante que cada cual descubra su propia misión dentro de la tarea de la educación de
la de fe sus hermanos.
164. La comunidad cristiana es el origen, lugar y meta de la catequesis87. Es en ella donde nace el
anuncio del Evangelio, la invitación a convertirse y a seguir a Jesucristo vivo; aquí se da la acogida a los que
desean conocer al Señor, encontrarse con él y hacer un camino propio de fe. La comunidad cristiana
acompaña en el proceso de madurez de su fe a cada catequizando, lo incorpora a su seno y lo envía a
misionar.
La Familia
165. Es en una familia donde se recibe el don de la vida. En ella la persona crece y, normalmente, acoge
el don de la fe bautismal a través de los padres y familiares, que son los primeros educadores. Ellos han
recibido de Dios y de la Iglesia la misión de estar muy presentes, especialmente en las primeras etapas, de
la formación religiosa de sus hijos.
“En el seno de una familia la persona descubre los motivos y el camino para pertenecer a la familia de Dios.
De ella recibimos la vida, la primera experiencia del amor y de la fe. El gran tesoro de la educación de los
hijos en la fe consiste en la experiencia de una vida familiar que recibe la fe, la conserva, la celebra, la
transmite y testimonia. Los padres deben tomar nueva conciencia de su gozosa e irrenunciable
responsabilidad en la formación integral de sus hijos”88.
166. La vocación de la familia cristiana es llegar a ser una “Iglesia doméstica”89. Por lo tanto, en cada
hogar cristiano, deben reflejarse los diversos aspectos o funciones de la Iglesia entera: comunión,
testimonio, catequesis, oración, misión90.
87
Ibid., 254.
88
DA 118.
89
LG 11.
90
DGC 225.
63
167. La familia, como “lugar” de catequesis, tiene un carácter único y prioritario: transmite el Evangelio
enraizándolo en el contexto de profundos valores humanos. Sobre esta base humana, se construye más
fácilmente la iniciación en la vida cristiana: el despertar del sentido de Dios, los primeros pasos en la
oración, la educación de la conciencia moral y la formación en el sentido cristiano del amor humano. En este
contexto la educación cristiana es más testimonial que de instrucción, más ocasional que sistemática, más
permanente y cotidiana que estructurada en etapas y procesos.
La parroquia
169. La parroquia es, sin duda, el lugar más significativo en que se forma y manifiesta hoy la comunidad
cristiana. Está llamada a ser casa y escuela de comunión, donde los cristianos se hacen conscientes de
ser Pueblo de Dios peregrino. Es el lugar más apropiado para acoger a los que buscan, llaman y desean
conocer el mensaje evangélico. Es también el lugar desde donde se sale a buscar al hermano perdido por
medio de un fuerte impulso misionero.
170. La parroquia debe seguir siendo hoy, en medio del fenómeno de la urbanización, la animadora de
la catequesis y “su lugar privilegiado”91, sin dejar de complementarse con otras instancias. Es
especialmente en la comunidad cristiana local donde la persona tiene su primer encuentro con Cristo, punto
de partida para la conversión y para el crecimiento de una “fe convencida, viva y operante”92 junto a otros
hermanos.
171. Para que las parroquias alcancen toda la eficacia de la misión evangelizadora que le es propia, se
requieren algunas condiciones:
Todos los miembros de la parroquia, especialmente aquellos que tienen alguna responsabilidad
explícita, deben esforzarse por crear un clima de acogida y fraternidad. “Nuestros fieles buscan comunidades
cristianas, en donde sean acogidos fraternalmente y se sientan valorados, visibles y eclesialmente incluidos.
Es necesario que nuestros fieles se sientan realmente miembros de una comunidad eclesial y
corresponsables en su desarrollo”93.
Es necesario que las parroquias reformulen su gestión y su estructura, a fin de que se conviertan, tal
como lo dijeron los obispos en Aparecida, en “una red de comunidades y grupos, capaces de articularse
logrando que sus miembros se sientan y sean realmente discípulos y misioneros de Jesucristo en
comunión”94.
La catequesis con adultos debe asumir siempre una importancia prioritaria. De allí la necesidad de
impulsar un itinerario formativo postbautismal, a modo de catecumenado. Es lo que ha pretendido ser, en
las últimas décadas, la Catequesis Familiar.
91
DGC 257.
92
EiA, 12.
93
DA 226. Cf. OPS 17.
94
DA 172.
64
La Parroquia debe plantearse, con valentía y creatividad, el anuncio a los alejados y a los que
viven en la indiferencia religiosa. Los encuentros de formación sacramental (pastoral del Matrimonio, del
Bautismo, a la Iniciación a la vida Eucarística de los hijos...) pueden resultar para muchos de ellos momentos
misioneros fundamentales, y el inicio de un proceso de formación permanente.
Es necesario destacar la influencia que tiene la liturgia dominical y, en especial, la homilía con
respecto a la catequesis. Aunque ambas pertenecen al ministerio de la Palabra, no se confunden. Sin
embargo, en la medida en que, mediante el diálogo, el ministro devela y profundiza el misterio contenido en
la Palabra proclamada y en el pan compartido, la celebración eucarística y la homilía pueden ser un factor
primordial que apoye la educación de la fe de todos los fieles.
Las variadas formas de catequesis deben estar coordinadas y en diálogo con las diversas iniciativas
pastorales que se dan en su interior. Así, los aportes de las catequesis a la pastoral orgánica serán
enriquecedores y fecundos.
172. Aunque la Catequesis Familiar es muy valorada, es necesario ponerla más a tono con las
necesidades de nuestra época. Para ello, es indispensable ampliar las propuestas, especialmente para
aquellos destinatarios que no pueden responder a los requisitos que les plantea el método tradicional. Hay
que insistir más en la presencia de matrimonios guías, repensar el papel de los ACN, buscar soluciones a los
papás que no van a los encuentros y pensar adecuaciones para el creciente número de familias incompletas
e irregulares. Así también se deben crear adaptaciones para los procesos catequísticos sacramentales que se
viven en los colegios96.
173. Entre las tareas de la parroquia en el ámbito de la educación de la fe, es importante tomar en
cuenta, cada vez más, los procesos de Catecumenado Bautismal de Adultos. Hoy, en nuestra Iglesia, se
ha revalorizado esta práctica como lugar típico de catequesis. En él se preparan principalmente adultos
(aunque también lo hacen niños y jóvenes), para participar en los sacramentos de la iniciación cristiana.
174. La catequesis de adultos y toda la catequesis de la comunidad puede hallar una nueva inspiración
renovadora en la propuesta del catecumenado bautismal, como lo describe muy bien el Ritual de Iniciación
Cristiana de Adultos97 (RICA).
La escuela
175. Entre los lugares de la educación de la fe, la escuela ocupa un puesto de especial relevancia. Ella
constituye una ayuda primordial para los padres en el cumplimiento de su deber de ser los primeros y
fundamentales educadores de la fe de sus hijos. Es un lugar de evangelización que debe ser reconocido y
95
DA 309.
96
Cf. PF 24.
97
Que la Comisión Nacional pida a las personas y organismos competentes que estudien la
situación y la necesaria aplicación del Catecumenado de Adultos, según lo establecido en el RICA
y en el CIC (legislación complementaria) C.788 (3); con este fin, que se favorezca la creación de
subsidios o textos guías adecuados" (PF 23).
65
valorado especialmente en estos tiempos. La Iglesia considera la escuela como una efectiva instancia de
asimilación crítica, sistemática e integradora del saber y de la cultura en general.
176. Los centros educativos en los cuales se imparte la educación católica deben velar para que la
comunidad educativa sea una instancia pastoral que cuide la consistencia de la educación de la fe de todos
sus integrantes, sea a nivel doctrinal como sacramental, litúrgico y caritativo. Todo esto supone la existencia
de una comunidad educativo-pastoral animada por los valores y las propuestas del Evangelio.
“La Iglesia ha reafirmado su convicción de que la Educación puede ser un camino privilegiado para promover
la inculturación del Evangelio”98. Además, en la Exhortación Apostólica Ecclesia in America, el Papa reconoce
el papel de la educación en la formación de los rasgos característicos cristianos de nuestro pueblo y, al
mismo tiempo, señala a la educación como lugar privilegiado para el proyecto global de la Nueva
Evangelización99.
177. La fe cristiana no es algo ajeno a la cultura y a la identidad del pueblo chileno. Por el contrario, es
algo esencial y fundamental que da sentido y esperanza a sus integrantes. Como ha sido en el pasado,
también hoy la escuela está llamada a buscar la educación integral del alumno. Para ello, entre otros
objetivos, también deberá ofrecer la educación religiosa, para posibilitar el pleno enriquecimiento de las
personas.
178. La educación religiosa escolar es un derecho de la persona que debe ser reconocido por la
sociedad y el Estado. Como parte de una educación integral, inspirada en los valores evangélicos y de la
tradición cristiana, quiere acompañar al alumno, iluminando con los contenidos explícitos de la fe católica,
tanto su proceso evolutivo como la asimilación de las culturas, que influyen en su formación: la cultura
humanista, la cultura científico-técnica, la cultura tradicional o popular, la cultura audiovisual, y otras.
179. La Iglesia ofrece y promueve la educación religiosa a todos los alumnos a partir de su etapa
preescolar. En algunos establecimientos, especialmente municipalizados, participan alumnos que pertenecen
a otras denominaciones religiosas o que se declaran indiferentes o no creyentes. Debido a esta realidad, la
educación religiosa escolar debe cuidar la capacidad de un diálogo sereno y respetuoso con todos, sin
claudicar.
180. Como elemento esencial de su identidad, la educación religiosa católica exige una presentación
explícita de los contenidos doctrinales, referidos a la persona de Jesús, tal como lo presenta el magisterio, en
relación con la vida de los alumnos y en diálogo con la cultura y las culturas que reciben a través de las
asignaturas. Todo esto con el fin de ayudar a los niños y jóvenes a desarrollar su dimensión religiosa y a
consolidar progresivamente una integración vital entre fe, cultura y vida.
181. Hay que considerar, además, que los contenidos evangélicos propuestos son el centro de una
formación religiosa integral. Como lo indican los principios de la pedagogía de la fe, éstos no pueden
apelar sólo a las capacidades intelectuales de los alumnos, sino que deben requerir también la activación de
sus aspectos afectivos y operativos.
182. Debido a las características de nuestra época, las situaciones y disposiciones de los alumnos frente a
la propuesta religiosa escolar, son diversas. En cada colegio e incluso en cada curso se pueden encontrar
distintas opciones religiosas y diferentes niveles de participación y vivencia. Le corresponde al profesor
de religión saber discernir la realidad y adecuarse a ella según las circunstancias. Así, en ciertas ocasiones el
ambiente en que se mueve el profesor de religión será propicio sólo para un llamado kerigmático y una
primera invitación a la conversión. En un contexto más favorable, podrá invitar a usar la Biblia y a hacer
98
OO.PP. Si Conocieras el Don de Dios, nº 235.
99
Cf. Ecclesia in America nº 71.
66
breves celebraciones litúrgicas. En otros casos, si el nivel religioso de sus destinatarios es más profundo y
el ambiente escolar es propicio, el profesor podrá invitar a crear una conciencia comunitaria eclesial,
pudiendo llegar a situaciones de compromiso apostólico.
183. Es deber del profesor de religión proponer a todos sus alumnos la fe cristiana católica de una manera
clara e íntegra, y con un serio nivel académico. Al mismo tiempo que respeta otras posturas religiosas o
filosóficas, evita tres posibles tentaciones:
o Presentar de una manera neutra el fenómeno religioso;
o Reducir su enseñanza a una simple presentación de “cultura católica”;
o Identificar la clase de religión con catequesis parroquial.
Sea cual sea la situación religiosa de sus alumnos, el profesor de Religión, fiel a Dios y a la Iglesia, debe
mantener fuerte y firme su intencionalidad evangelizadora y lenguaje kerigmático, evitando los
extremismos del intelectualismo sin vida, de las experiencias afectivas sin contenidos doctrinales y los
sincretismos religiosos sin compromiso.
184. Para una educación integral de la fe en la escuela, hay que considerar tres referentes. En primer
lugar, la oferta concreta del Programa de Religión Católica, con sus Objetivos Fundamentales y Contenidos
Mínimos Obligatorios, aprobados por la Conferencia Episcopal de Chile para todo el país. En segundo lugar,
las necesidades subjetivas y ocasionales de los alumnos. En tercer lugar, otras instancias de participación y
educación de la fe, que se dan en la animación pastoral de cada centro educativo (jornadas, liturgias,
acciones sociales, etc.).
185. Es necesario que los centros formadores de profesores de religión cuiden simultáneamente, tres
aspectos de su perfil: la formación humana, para la coherencia de vida y el autocuidado; la formación
filosófica-teológica, para el diálogo con las ciencias y cosmovisiones actuales; y la formación espiritual y
apostólica, para el testimonio y la comunión y participación con la Iglesia local.
186. Dadas sus posibilidades, la escuela podrá ofrecer diversas instancias evangelizadoras a los alumnos,
padres y educadores, que en ella conviven como parte de una eventual pastoral escolar, que en profunda
comunión con el aspecto más pedagógico, puede llegar a constituir un coherente y armónico Currículum
Evangelizador. Así, sin perder su identidad académica, es posible que la escuela viva la experiencia de la
comunidad cristiana, dentro de una pastoral orgánica, en contacto con su parroquia y especialmente
integrada en la diócesis, a través de sus organismos.
La Piedad Popular
187. La religiosidad popular constituye un tesoro cultural en nuestro continente. Aun cuando todos
participamos de ella de algún modo, es particularmente en los ambientes populares donde se vive una
tradición cristiana, que impregna la existencia de las personas y su contexto socio-cultural. Al respecto dice
la Santa Sede: “La religiosidad popular, que se expresa de formas diversas y diferenciadas, tiene como
fuente, cuando es genuina, la fe y debe ser, por lo tanto, apreciada y favorecida. En sus manifestaciones
más auténticas, no se contrapone a la Sagrada liturgia, sino que, favoreciendo la fe del pueblo, que la
considera como propia y natural expresión religiosa, predispone a la celebración de los Sagrados
misterios”100.
188. La religiosidad popular ha mantenido la fe de nuestro pueblo chileno y se manifiesta, entre otras
expresiones, en actitudes, objetos, signos, peregrinaciones, santuarios, fiestas patronales, bailes y
100
CONGREGACION PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS. Directorio
sobre la Piedad Popular y la Liturgia. Principios y Orientaciones, (DPP) nº 4.
67
devociones101. “En distintos momentos de la lucha cotidiana, muchos recurren a algún pequeño signo del
amor de Dios: un crucifijo, un rosario, una vela que se enciende para acompañar a un hijo en su
enfermedad, un Padrenuestro musitado entre lágrimas, una mirada entrañable a una imagen querida de
María, una sonrisa dirigida al Cielo en medio de una sencilla alegría”102.
Es una realidad rica, aunque, como cualquier otra vivencia religiosa, también expuesta a
deformaciones, donde la fe de sus protagonistas necesita purificación constante y crecimiento.
189. Los educadores de la fe deben reconocer, valorar y promover la inmensa riqueza religiosa de
nuestro pueblo chileno, dejándose cuestionar por sus valores innegables (perseverancia en las dificultades,
su alegría, su solidaridad, su pensamiento sencillo y concreto, su amor a María) y ayudándole a superar los
eventuales riesgos que pudieran darse (fanatismo, superstición, sincretismo, ignorancia religiosa). Pablo VI
decía: “Bien orientada, la religiosidad popular puede ser cada vez más, para nuestras masas populares, un
verdadero encuentro con Dios en Jesucristo”103.
190. Creemos que la religiosidad popular tiene una íntima relación con el ser y con el alma cultural de
nuestros pueblos. En ella se dan expresiones particulares de búsqueda de Dios. Ello significa que allí hay un
espacio privilegiado, donde la Palabra de Dios tiene un mensaje que entregar a través del ministerio de la
catequesis104. Con mucha razón nuestros obispos dicen: “Es deber nuestro cultivar generosamente aquella
siembra del Evangelio que está en el alma de nuestro pueblo y que se expresa a través de diversas
manifestaciones de religiosidad popular”105. La espiritualidad popular mariana sigue siendo en nuestro país
un lugar rico de posibilidades evangelizadoras.
Movimientos eclesiales
191. Entre los varios lugares de la catequesis conviene nombrar también los Movimientos Eclesiales. Ellos
están presentes en todas las diócesis de Chile y, fieles a sus orígenes carismáticos, posibilitan la vivencia del
misterio cristiano con algunas características especiales. En armonía y diálogo con las orientaciones
pastorales nacionales y diocesanas, fortalecen y enriquecen los procesos catequísticos, creando espacios
para que los fieles se formen “cristianamente, crecer y comprometerse apostólicamente, hasta ser
verdaderos discípulos misioneros”106.
101
DGC 195-196.
102
DA 261.
103
EN 48.
104
LCAL 115.
105
OO.PP., Si Conocieras el Don de Dios, 96.
106
DA 311.
68
Líneas Operativas
o Asegurando que todos los catequistas sean integrantes de una comunidad y se consideren
enviados por ella.
o Estableciendo el rol del coordinador de los profesores de religión en cada escuela o parroquia,
o decanato o zona.
192. Después de las orientaciones que se han señalado, es conveniente detenerse en la organización y
concreción de la misma acción catequística. Interesa ahora el tema de la organización como instrumento
para llevar a la práctica toda forma de catequesis. Una buena organización es fiel a las orientaciones
actuales de la pastoral catequística y a las necesidades concretas de las Iglesias locales en Chile. Ella
coordina y canaliza el ejercicio orgánico de las corresponsabilidades de todos aquellos que ejercen los
diferentes servicios catequísticos; acompaña y guía los diversos proyectos programados al servicio de la
situación plural de los destinatarios y, finalmente, precisa y define algunas tareas propias del servicio
catequístico.
Pero una buena organización no se da sola, hay que trabajar por ella. Recordemos lo que dicen nuestros
obispos: “Nos falta una evangelización más profunda y perseverar en un trabajo pastoral más organizado y
sistemático. Tenemos mucho que impulsar en la conversión pastoral para crear estructuras eclesiales que
realmente estén al servicio de la evangelización”107.
193. Respecto a los diversos responsables de la animación y coordinación catequística, hay que considerar
en primer lugar el servicio de la Comisión Diocesana de Catequesis (CDC). Ella está al servicio del Obispo
como un instrumento dinámico y creativo para que se realice en la comunidad diocesana el mandato de
evangelizar a todos. Para que esta Comisión pueda desempeñar fielmente esta misión, debe estar
constituida por un grupo de personas (sacerdotes, religiosos y laicos) suficientemente preparadas para
asumir con competencia las diversas tareas que el Pastor les ha confiado. “La amplitud y variedad de las
cuestiones a tratar, postulan la distribución de responsabilidades entre varias personas verdaderamente
especialistas”108.
194. Por ser el primer catequista de la comunidad diocesana, el Obispo es el principal animador de la
CDC. Para esto, promoverá reuniones periódicas y fomentará el diálogo y la comunión109. Le corresponde al
párroco y a sus vicarios hacer lo mismo en sus propias comunidades. Es unánime el deseo que el párroco o
su vicario acompañen a los diferentes educadores de la fe en su labor, aportando su animación y su
específico don del ministerio ordenado110. No siempre los sacerdotes reciben una específica y adecuada
formación catequética, sea en sus años de formación en el seminario, como en el proceso de su formación
permanente. De aquí surge una tarea para el primer responsable de la catequesis en una diócesis: “Que el
Obispo vele para que se entregue a los seminaristas preparación catequística, a través de las materias
teológicas y, en particular, de la catequética”111.
195. En varias partes del país existen situaciones geográficas y culturales que aconsejan la creación de
equipos y servicios de colaboración interdiocesana. Algunos pueden funcionar al servicio de
determinadas provincias eclesiásticas, y otros, debido a ciertas problemáticas y necesidades comunes, al
servicio de catequesis especializadas, como, por ejemplo, catequesis en el mundo rural, catequesis con
grupos étnicos, catequesis con adultos, catequesis en ambientes poblacionales, etc.
107
OO. PP. nº 53.10.
108
DGC 267.
109
Así lo han indicado los obispos chilenos. Cf. PF 26.
110
Ibid., 29: "Insistir en la irrenunciable responsabilidad de acompañamiento y orientación que los
párrocos tienen respecto a los catequistas".
111
Ibid., n° 27.
70
196. Con el fin de ejercitar la comunión y la participación en el ministerio catequístico a nivel nacional,
la Conferencia Episcopal cuenta con la Comisión Nacional de Catequesis (CNC). Creada y asesorada por
los obispos, ella sirve a las necesidades catequísticas de toda la comunidad eclesial nacional. Promueve el
intercambio de información e iniciativas, coordina acciones comunes y ofrece ayudas concretas a las
diócesis; estudia y promueve lo que favorece el desarrollo cualitativo y cuantitativo de la educación de la fe
en Chile, etc.
197. Con el fin de favorecer un movimiento catequístico orgánico entre los países latinoamericanos y del
Caribe, el CELAM tiene una sección “Catequesis” dentro de su Departamento “Misión y Espiritualidad”. Entre
sus roles está favorecer el diálogo, el intercambio de experiencias, la investigación, la formación de personas
y la redacción de documentos.
198. Para promover y orientar la catequesis a nivel de Iglesia Universal, el Papa cuenta con la
Congregación para el Clero. Esta es la máxima estructura eclesiástica mediante la cual la Santa Sede
promueve y coordina la acción catequística, sea a nivel local como internacional.
La coordinación de la catequesis
199. La coordinación de la catequesis es una tarea muy importante en las Iglesias particulares. La
razón no es simplemente estratégica en orden a una mayor eficiencia, sino que tiene una dimensión
teológica y eclesial de fondo, que es asegurar la comunión y la participación en el contexto de una Pastoral
Orgánica. Hoy en Chile, es especialmente urgente que se coordinen los diversos procesos catequísticos entre
sí (bautismal, familiar, matrimonial, de confirmación, escolar, especial, etc.) y en diálogo con las diversas
pastorales que se dan al interior de una diócesis (familiar, rural, juvenil, bíblica, de santuarios, etc.).
Por ejemplo, en el caso de la Catequesis Bautismal, de Confirmación o de Iniciación a la Vida Eucarística, es
clave esta indicación de los pastores: “Los sacramentos de la iniciación cristiana han de estar profundamente
vinculados a toda la Pastoral de la Iniciación Cristiana. Esta a su vez ha de situarse dentro de los
planteamientos de la pastoral en general (Pastoral Orgánica), para que no actúe aisladamente en cada
sacramento”112.
200. La coordinación hace posible la superación progresiva de algunas situaciones negativas muy
conocidas y compartidas por todas las diócesis del país. En general, los procesos catequísticos que
actualmente funcionan en las comunidades apuntan hacia la celebración de un determinado sacramento.
Normalmente están desvinculados de las demás propuestas pastorales. Se percibe cómo muchos de los
catequizandos, una vez celebrado el sacramento, se alejan de las comunidades y no perseveran en su vida
cristiana normal. Una buena coordinación de toda la pastoral catequística puede facilitar la continuidad en la
profundización del misterio de Cristo y una inserción más perseverante en la comunidad cristiana. Los
procesos catequísticos de iniciación cristiana, por lo tanto, no son terminales. Ellos deben llevar a los
catequizandos a un proceso permanente de educación de la fe que los conduzca a la maduración cristiana.
Para superar esta situación, los obispos en Chile ofrecen una orientación iluminadora: “Avanzar de manera
progresiva de una catequesis que habitualmente termina con el sacramento como meta final, a una
catequesis que sea un camino de auténtico encuentro con Jesucristo, pasando a su seguimiento, en la
comunidad eclesial, y constituir Iglesia diocesana, parroquial y CEB. En este proceso, los sacramentos deben
celebrarse como momentos 'cumbre y fuente' de vida cristiana”113.
201. En orden a la coordinación interna de todas las catequesis, es muy conveniente que las diócesis
elaboren su propio Proyecto diocesano de catequesis. Según el DGC, este proyecto constituye “la oferta
catequética global de una Iglesia particular que integra, de manera articulada, coherente y coordinada, los
112
OPS 49.
113
PF, 6.
71
diferentes procesos catequéticos ofrecidos por la diócesis a los destinatarios de las diferentes edades de la
vida”114. Entre los diversos procesos catequísticos tienen prioridad los que se refieren a una primera y
fundamental iniciación cristiana. La realidad nacional nos sugiere la estructuración de, por lo menos, dos
grandes servicios al interior de un único plan catequístico: “un proceso de iniciación cristiana, unitario y
coherente, para niños, adolescentes y jóvenes” y “un proceso de catequesis para adultos”. Ambos procesos
no funcionan de una manera autónoma o paralela, sino complementaria. Para una mayor incidencia
formativa, estos dos grandes procesos se adaptarán según las circunstancias y los contextos socioculturales.
202. Para asegurar un buen proceso formativo, lógico y permanente, los agentes pastorales deben
comprender que la acción catequística ha de estar en coordinación con la acción misionera que la precede, y
con la acción pastoral que la continuará a través de las comunidades pastorales especializadas115. En este
sentido conviene recordar que la catequesis es un momento especial dentro del proceso global y
continuado de la evangelización; momento importante, pero no único. De ahí que sea inapropiado, entre
otras cosas, exigirle a ella y a sus agentes, que se hagan cargo de todas las tareas pastorales.
203. En este sentido, los coordinadores y catequistas de las diferentes catequesis sacramentales deberán
tomar conciencia de que sus catequesis forman parte del Proceso de la Pastoral de los sacramentos.
Por tanto, será necesario que estudien detenidamente cuanto dicen al respecto las “Orientaciones para la
Pastoral Sacramental” de la CECh. En particular, tomen en cuenta los números 16 al 31 de dicho texto, y en
los capítulos que tratan de cada sacramento, vean lo que se refiere al momento catequístico.
205. La coordinación de la catequesis con los diferentes “lugares” donde se realiza la educación en la fe, es
muy importante. Esta coordinación educativa se plantea, fundamentalmente, en relación con los niños,
adolescentes y jóvenes. Para ello, es conveniente que la Iglesia particular integre en un único proyecto de
pastoral educativa de la fe los diversos cauces y medios que sirven a la educación cristiana de la
juventud.
206. Entre las diversas tareas propias del servicio catequístico en las Iglesias particulares está, en primer
lugar, el análisis de la realidad pastoral y de la situación religiosa, así como de las condiciones
sociológicas, culturales y económicas y su influencia en el proceso de evangelización; todo ello, en relación a
la catequesis y sus necesidades. A partir de este análisis, es muy importante, “que los operarios del
Evangelio aprendan a descubrir las posibilidades abiertas a su acción en una situación nueva y diversa…
Siempre es posible un proceso de transformación que permita abrir un camino a la fe”117.
114
DGC 274.
115
Cf. PF 5.
116
DGC 277.
117
Ibid., 280.
72
conjunto; para ello, ha de ser realista, sencillo, conciso y claro. Junto a las acciones más operativas, son
muy importantes los instrumentos de carácter más reflexivo y orientador, como son las Orientaciones
Pastorales de la CECh, este mismo documento y las “Orientaciones para la Pastoral Sacramental” cuando se
trate de las catequesis sacramentales..
208. Junto a los instrumentos de orientación y planificación del conjunto, están los instrumentos de uso
inmediato: textos didácticos, guías, medios audiovisuales, etc. Estos instrumentos han de ser tales “que
conecten con la vida concreta de la generación a la que se dirigen, teniendo bien presentes sus inquietudes y
sus interrogantes, sus luchas y sus esperanzas; que encuentren el lenguaje comprensible a esta generación;
que tiendan realmente a producir en sus usuarios un conocimiento mayor de los misterios de Cristo, en
orden a una verdadera conversión y a una vida más conforme con el querer de Dios”118. Dentro del conjunto
de instrumentos sobresalen los Catecismos locales que, elaborados con la participación de los agentes de la
catequesis, son responsabilidad última de los obispos.
118
DGC 283.
Líneas Operativas
o Elaborando textos que asuman las indicaciones dadas en el documento “Criterios para la
Elaboración y Evaluación de Textos Destinados a la Educación de la Fe” (2005), de la CECh.
o Tomando en cuenta no sólo la ortodoxia, sino también las metodologías educativas más
apropiadas a la educación de la fe.
74
CONCLUSIÓN
75
Este documento que traza las principales coordenadas para la actualización de la catequesis
chilena de inicio de siglo es un referente orientador y válido para toda la Iglesia en Chile. Pero la
educación de la fe no será renovada con nuevos documentos y libros. Los protagonistas de esta
renovación son los mismos educadores de la fe, quienes tienen que cambiar de mentalidad y
visión catequética y, en un segundo momento, llevar a sus encuentros educativos estas
propuestas de desarrollo y crecimiento catequístico.
Fiel a la mística del Concilio Vaticano II y al abundante magisterio postconciliar referente a la
catequesis, la Iglesia que peregrina en esta “tierra de los zorzales y de los rojos copihues” sigue
animada y guiada por el Señor Resucitado. Pese a sus debilidades y omisiones, el Espíritu del
Padre y el Hijo sigue obrando en ella maravillas. Gracias a Él, nuevas generaciones de chilenos y
chilenas podrán orar y cantar: “Señor, ¿a dónde iremos? Sólo tú tienes palabras de Vida eterna”
(Jn 6, 68).
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ÍNDICE
ABREVIATURAS
INTRODUCCIÓN
Parte I
El Caminar de la Catequesis Post-Conciliar
Parte II
Nuestro Mundo
- Introducción
- La religiosidad de los chilenos
- Algunos aspectos predominantes en la fe de los católicos
- Nuestra Catequesis Hoy: Logros y Desafíos
Parte III
Hacia una Catequesis Renovada en Chile
CONCLUSIÓN