3.3. El Giro Subj Raz Mod

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Tema 7.

El giro subjetivo de la razón moderna


I.E.S. Miguel Sánchez López (Torredelcampo)
Curso 2022/2023
1º de Bachillerato, Filosofía

TEMA 7. EL GIRO SUBJETIVO DE LA RAZÓN MODERNA

Índice
1. Introducción
2. El giro subjetivo de la razón moderna
3. El racionalismo de Descartes
3.1. La búsqueda de un método de conocimiento. O cómo en épocas de crisis
buscamos certezas
3.2. Antropocentrismo en teoría del conocimiento
3.3. El racionalismo de Descartes. Y las matemáticas como referente
3.4. El buen uso de nuestra razón: Reglas para la dirección del espíritu y Discurso
del método
4. El empirismo de Hume
5. El idealismo trascendental de Kant
5.1. ¿Son posibles la física y la matemática como ciencias?
5.2. De Juan y de Pedro
5.3. La sensibilidad. O tener una linterna roja en una habitación oscura
5.4. El entendimiento, o un gran procesador de información. También vale como
una Thermomix
5.5. La razón, o aquello que nos hace humanos. La necesidad de la metafíscia
5.6. Conclusiones de la crítica del conocimiento de Kant

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Tema 7. El giro subjetivo de la razón moderna
I.E.S. Miguel Sánchez López (Torredelcampo)
Curso 2022/2023
1º de Bachillerato, Filosofía

1. Introducción
Este tema se complementa con los dos que hemos dedicado a la Edad Moderna. Y lo que
vamos a estudiar en él son algunas reflexiones sobre el problema del conocimiento que
se formularon entonces. Es decir, vamos a ver cómo en la Modernidad se lleva a cabo una
reflexión muy importante en torno a la epistemología, la teoría del conocimiento. Lo que
vamos a hacer es trazar un breve recorrido sobre algunas reflexiones que se llevaron a
cabo en torno a preguntas como: «¿De qué manera conoce el ser humano? ¿Cuánto es
capaz de conocer? ¿Cuáles son los límites del conocimiento? ¿Puede el ser humano,
acaso, alcanzar la verdad?». Volvemos entonces, fundamentalmente, a la segunda de
nuestras preguntas: ¿Cómo conocemos la realidad?
2. El giro subjetivo de la razón moderna
Hasta la Edad Moderna, la reflexión filosófica en torno al conocimiento y la verdad era
posterior a la reflexión sobre la realidad. La metafísica era lógicamente anterior a la
epistemología. Asumimos que la realidad y la verdad están ahí, objetivamente, y nosotros
debemos descubrirlas. Sin embargo, lo característico e inaugural de la Edad Moderna
consiste en haber dado la vuelta a la situación del problema. En el proceso de
conocimiento hay un protagonista, y ese protagonista es el ser humano. El problema del
conocimiento no es la realidad, sino quién conoce la realidad. Y antes de preguntarnos
por ella, debemos tener claro qué es capaz de conocer el que intenta conocer la realidad.
¿Puede conocerlo todo? ¿Cuáles son los límites del conocimiento? ¿Con qué capacidades
(en la Edad Moderna se van a denominar “facultades”) conoce el ser humano? ¿Puede
llegar acaso a conocer algo?
El problema radicará, entonces, no en el objeto de conocimiento, sino en el sujeto de
conocimiento. Y es a él a quien hay que examinar. Si nos fijamos bien, se trata del
antropocentrismo aplicado a la teoría del conocimiento. Y es por ello que denominamos
a este tema como “Giro subjetivo de la razón moderna”. Quien mejor y más
exhaustivamente llevará a cabo este examen será el filósofo más importante de nuestra
historia junto con Platón y Aristóteles, y no es otro que Immanuel Kant. Por cierto, Kant
denominará a este problema como “giro copernicano”, pues entendió que para resolver
los problemas del conocimiento debíamos hacer el mismo ejercicio que Copérnico, dos
siglos atrás, había hecho respecto a la Tierra y el movimiento de los planetas.
Este es un tema preparatorio para 2º de Bachillerato, un poco árido a nivel teórico, y que
puede llegar a ser complejo por lo abstracto. Pero el objetivo de este tema es triple: 1)
familiarizarnos con algunos autores y algunos de sus conceptos para 2º de Bachillerato;
2) que entendamos cuál es el problema al que se enfrentan y el modo en que le dieron
solución; 3) la trasposición de ese problema (no necesariamente de sus soluciones) a
nuestra época, con la cual llega a guardar algunos paralelismos.
Este giro subjetivo de la razón moderna lo vamos a ver muy rápido en tres filósofos
importantísimos:
 René Descartes (1596-1650), como exponente del racionalismo.

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 David Hume (1711-1776), como exponente del empirismo.


 Immanuel Kant (1724-1804), como exponente del idealismo trascendental.
Racionalismo, empirismo e idealismo trascendental son tres maneras de enfocar el
problema del conocimiento que se suceden una tras otra. El empirismo hace críticas al
racionalismo; y el idealismo trascendental intenta superar tanto a racionalistas como a
empiristas, y subsume a los dos.
Por cierto que es muy interesante que observemos las fechas y las situemos en paralelo a
los autores vistos en los temas anteriores. Estamos moviéndonos siempre desde
comienzos de la Edad Moderna (descubrimiento de América, etc.) hasta el siglo XVIII,
(Ilustración y Revolución Francesa). Todo lo que hemos estudiado en los temas
anteriores, y lo que sumemos en este, hay que entenderlo como fenómenos que están
ocurriendo en paralelo.
3. El racionalismo de Descartes
3.1. La búsqueda de un método de conocimiento. O cómo en épocas de crisis buscamos
certezas
Para entender a Descartes (1596-1650) tenemos que fijarnos en los años en que vive.
Descartes sufre la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), y participa en ella. Es una
guerra de religión, en la que los países católicos y protestantes están matándose entre sí,
con graves consecuencias para el centro de Europa.
Para lo que a nosotros nos interesa aquí, la filosofía, tenemos que decir que el
teocentrismo, el pensamiento de que Dios es el fundamento de todas nuestras ideas
morales y del mundo, está en crisis. ¿Cómo orientamos entonces nuestra vida? ¿Dónde
encontramos certezas?
Este es el problema al que intenta dar respuesta alguien como Descartes. Y no sólo va a
reflejar este problema filosófico, sino que también ha estudiado y leído los logros de
Galileo y otros científicos del momento. Ha creado también la geometría analítica (las
matemáticas en las que la aritmética y la geometría son, realmente, las dos caras de una
misma moneda). Y por todo ello, Descartes entiende que, a pesar de toda la incertidumbre
y las guerras de su alrededor, las matemáticas son una fuente fiable de conocimiento. Y,
más importante aún, las matemáticas nos enseñan algunas verdades universales: un
triángulo tendrá siempre tres lados, y la suma de sus ángulos será siempre 180º.
Es cierto, por tanto, que las matemáticas nos ofrecen certezas. Pero no sólo de
matemáticas vive el hombre: necesitamos certezas en otros ámbitos de nuestra vida. Y, si
somos filósofos, si nos preocupamos por conocer el mundo, el ser humano, el bien y el
mal, necesitamos encontrar una manera fiable de alcanzar un conocimiento verdadero y
universal. O, como dirá Descartes, «claro y distinto». Por ello, en Descartes va a cobrar
mucha importancia el método, los pasos que debemos seguir para encontrar la verdad.

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3.2. Antropocentrismo en teoría del conocimiento


¿Qué método debemos seguir? ¿Cómo obtener certezas? Toda la reflexión que lleva a
cabo Descartes en torno al problema del método no la vamos a ver en este tema: es algo
que se estudia en Historia de la Filosofía en 2º de Bachillerato. Lo que aquí nos interesa
ahora es ver cómo el antropocentrismo de la Edad Moderna se manifiesta en la Filosofía.
Pero el antropocentrismo es la conclusión, no el punto de partida. Veamos cómo.
Descartes se plantea encontrar una primera evidencia, una certeza clara y distinta desde
la que empezar a reconstruir el conocimiento, en crisis desde la caída del teocentrismo. Y
para ello, empieza a dudar. ¿Dónde obtenemos información que parezca ser cierta? Los
sentidos pueden parecer una buena opción. Pero cuántas veces los sentidos nos engañan,
cuántas veces creemos ver cosas que no son. Así, porque los sentidos no son del todo
fiables, Descartes decide que no le sirven para encontrar certezas. Descartes duda también
de nuestra propia capacidad para razonar: y es que no siempre pensamos bien. Cuántas
veces creíamos estar pensando algo verdadero, y terminamos dándonos cuenta de que
estábamos equivocados1.
Descartes termina llevando la duda hasta el extremo: ¿y si resultara que todo esto que veo
a mi alrededor, estos apuntes, la mesa, la habitación en la que estoy, no estuvieran? ¿Y si
todo fuera un sueño? ¿Y si todo fuera una gran farsa? ¿Y si en lugar de Dios hubiera un
genio maligno que estuviera manipulándome?2 Dice Descartes:
Arquímedes, para sacar el Globo terráqueo de su lugar y transportarlo a otro, no
pedía más que un punto que fuera fijo y seguro. También yo tendré derecho a
concebir grandes esperanzas si tengo la suerte de encontrar al menos una cosa que
sea cierta e indudable.
Supongo entonces que todas las cosas que veo son falsas; me persuado de que, de
todo lo que mi memoria repleta de mentiras me representa, nada ha sido jamás;
pienso que no tengo sentidos; creo que el cuerpo, la figura, la extensión, el
movimiento y el lugar no son más que ficciones de mi espíritu. ¿Qué será entonces
lo que podrá ser considerado verdadero? Tal vez en el mundo no hay nada cierto3.

Al final de todo este proceso de duda, Descartes concluye que hay algo de lo que no puede
dudar: precisamente, de que está dudando. Y porque duda, existe. De ahí su famosa frase:
«Pienso, luego existo». Y es una certeza tan grande y tan clara de que «soy una cosa que

1
Aquí podríamos recordar lo visto acerca de las distorsiones cognitivas y también el libro de Ramón
Nogueras, ¿Por qué creemos en mierdas? (2020)

2
Todo esto suena muy exagerado. Y a Descartes seguramente también se lo parecería. Pero hay que
entenderlo como un paso necesario en su reflexión: se trata de encontrar alguna certeza en mitad de tanta
duda. Y hay que llevar la reflexión hasta el final, hasta la raíz, ser radical (algo necesario en filosofía). Hay
que pensar también que toda esa imagen del sueño y la farsa es algo propio de la época y no sólo de
Descartes. Calderón de la Barca escribirá mientras tanto aquello de «Toda la vida es sueño, y los sueños,
sueños son». En la conciencia cultural del momento hay todo un clima de escepticismo, de pensar que la
vida es una farsa, y que el mundo es el teatro, el escenario en el que todos participamos.

3
Descartes, R., «Meditaciones metafísicas» en Descartes II (2014) Madrid: RBA Coleccionables, p. 18

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piensa», que no hay genio maligno que pueda hacer que piense algo diferente. Si cuando
estudiamos el mecanicismo al final del Tema 5 introducíamos la res extensa (cosa que
tiene extensión) para referirnos al mundo material, Descartes descubre la res cogitans
(cosa pensante), para referirse al ser humano como ser consciente, como ser mental.
Sin embargo, hay no sé qué engañador muy poderoso y muy astuto que emplea toda
su destreza en engañarme siempre. Pero entonces no hay duda de que soy, si me
engaña; y que me engañe cuanto quiera, él no podrá nunca hacer que yo no sea nada
mientras que yo piense ser algo. De manera que después de haberlo pensado bien, y
de haber examinado con cuidado todas las cosas, hay que llegar a concluir y a tener
como firme que esta proposición: yo soy, yo existo, es necesariamente verdadera cada
vez que la pronuncie4.

Ese «yo pienso» es la primera evidencia que encuentra Descartes. Su punto de partida
para luego desarrollar todo el problema sobre cómo obtener conocimientos verdaderos.
Es el antropocentrismo aplicado a la epistemología: el ser humano es el fundamento del
conocimiento.
3.3. El racionalismo de Descartes. Y las matemáticas como referente.
¿Qué nos enseña la reflexión de Descartes? Ha descubierto el «Yo» como punto de partida
de la reflexión, de la filosofía y del conocimiento. Y, aunque no lo haga con estas palabras,
nos está diciendo también que, aunque del “mundo exterior” (la res extensa), del mundo
que percibimos con nuestros sentidos, no tengamos certezas, sí que podemos examinar
las “ideas” que tiene el Yo del mundo exterior. Lo que tengo que hacer es examinar si las
ideas que tengo son adecuadas. Y, más aún, si el modo en que una idea se conecta con la
siguiente (la lógica), también lo es. En pocas palabras: si estoy pensando de un modo
correcto. Y eso sí es algo que puedo hacer, porque las ideas son contenidos mentales y yo
soy una res cogitans.
La verdad, entonces, no la vamos a encontrar en el mundo exterior, sino en las ideas que
tenemos. Alcanzamos la verdad cuando, a partir de unas pocas ideas claras y distintas,
tan evidentes como el «pienso, luego existo», hacemos deducciones a partir de ellas. Si
hemos hecho una correcta deducción, el conocimiento que obtengamos necesariamente
va a ser tan verdadero como las premisas de las que partíamos. Y para ello no nos hace
falta salir al mundo a comprobar si estas ideas son verdaderas o no.
Aquí, de nuevo, el ejemplo son las matemáticas: no necesitamos ir a ver cosas triangulares
para saber que el triángulo tiene tres lados. Ni tampoco que tiene tres ángulos. Ni siquiera
tienen que existir los triángulos físicos para saber esto. Es algo que puedo comprobar con
el buen uso de mi razón. Las matemáticas nos enseñan certezas sin hacer uso de los
sentidos.
En clase hicimos una metáfora: el racionalista es el que se encierra en una biblioteca para
conocer el mundo. Cuando vamos a una biblioteca a estudiar, lo que hacemos es pulir las
ideas que tenemos del mundo, y a partir de ahí, razonar, pensar. Del mismo modo que

4
Ibid., p. 19

5
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cuando hacemos matemáticas no necesitamos ir a comprobar que 2+2=4 en el mundo


material.
Y lo mismo nos vale cuando hacemos física: si queremos conocer el funcionamiento del
mundo físico, no salimos “fuera” a comprobarlo: hacemos matemáticas. Establecemos
una serie de leyes matemáticas, y operamos. No necesitamos salir a comprobar cómo es
la parábola que hace la piedra cuando la lanzamos desde una torre. Simplemente, tenemos
las ideas matemáticas de cómo funciona ese problema físico5. No subimos a la torre sino
que nos encerramos en la biblioteca. Y todas esas matemáticas son algo que hacemos con
nuestra razón, no con nuestros sentidos. Así es como conocemos el mundo: con el buen
uso de nuestra razón. Y por eso a Descartes se le considera el fundador del racionalismo:
una corriente filosófica que cree que la verdad se puede alcanzar a través del buen uso de
nuestra razón, y sólo a través de él6.
3.4. El buen uso de nuestra razón: Reglas para la dirección del espíritu y Discurso del
método
Como lo descrito en el apartado anterior es el objetivo, toda la preocupación de Descartes
consiste en establecer una serie de criterios y reglas para asegurarnos de que estamos
razonando del modo adecuado. Porque el objetivo es alcanzar un conocimiento seguro,
debemos ser conscientes del modo en que razonamos para asegurarnos de que no vamos
a cometer errores. Junto con Galileo (de hecho, Descartes y él fueron contemporáneos),
Descartes está inaugurando la inquietud por el método científico, es decir, la conciencia
de la necesidad de establecer una serie de pasos que nos conduzcan hacia determinadas
verdades.
Esta inquietud trasluce ya en los títulos de algunas de sus obras más importantes, como
las Reglas para la dirección del espíritu o el Discurso del método (sin duda su obra más
conocida), obra en la que explicita del modo más claro todo este problema.
4. El empirismo de David Hume
Si el racionalista es el que se encierra en la biblioteca para conocer el mundo, el empirista
es el que sale al campo. Si el racionalista es el que cree que el conocimiento verdadero se
alcanza por el uso adecuado de la razón, el empirista sostiene que el conocimiento procede
de la experiencia.

5
Si nos fijamos bien, es una conclusión del mecanicismo que ya estudiamos al final del Tema 5. El
mecanicismo había reducido, o “traducido”, el mundo físico a lenguaje matemático, a res extensa. Podemos
conocer todo el mundo físico porque lo expresamos matemáticamente.

6
A pesar de Descartes como fundador del racionalismo, tal vez la expresión más nítida del modo de
proceder racionalista sea Spinoza en su obra Etica demostrada según el orden geométrico. Recomiendo
buscar la obra en internet en pdf y echar un vistazo a las primeras páginas del libro I, únicamente para
entender este proceder deductivo de los racionalistas.

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Uno de los máximos representantes del empirismo en la Edad Moderna fue el escocés
David Hume. Ahora bien, se pregunta Hume, ¿podemos alcanzar verdades universales a
través de la experiencia?
Hume distingue entre verdades de razón y cuestiones de hecho. Las verdades de razón
son las propias de las matemáticas y la lógica. Son siempre verdaderas. Sin embargo, no
dicen nada del mundo. Que un triángulo tenga tres lados no nos dice nada del mundo, no
nos permite conocerlo ni explicarlo.
Por otro lado, están las cuestiones de hecho. Los hechos son los fenómenos que ocurren
en el mundo y que nosotros percibimos: las cosas que vemos, las cosas que tocamos.
Pero los hechos del mundo tienen un problema, y es que son contingentes7. ¿Puede haber
ciencia de hechos contingentes? Esta es la gran pregunta de Hume.
De este modo, si la física se explica por las relaciones causa-efecto, y resulta que los
hechos son contingentes, entonces, ante una causa, no tiene por qué suceder el efecto. Si
sucede A, es contingente que, como efecto, suceda B. B podría no ocurrir. Hume nos dirá
que el efecto no es necesario, sino sólo probable.
Por tanto, la ciencia no puede ir más allá de la probabilidad, y no puede establecer
conocimientos verdaderos. En resumen, el empirismo de Hume nos dice que a través de
la experiencia no podemos alcanzar conocimientos verdaderos y universales, sólo
probables.
Siendo así, ¿de dónde vienen las afirmaciones de la ciencia? Hume sostendrá que la
relación causa-efecto en la Naturaleza tiene, realmente, un origen psicológico. Es fruto
de la costumbre. Estamos acostumbrados a ver que después de A sucede B, pero eso no
significa que siempre vaya a suceder. No podemos establecer leyes científicas,
universales. Lo que consideramos como leyes universales de la ciencia son, realmente,
un ejercicio de inducción8: a partir de casos particulares, generalizamos. A partir de haber
visto muchos cuervos negros, universalizamos y decimos que todos los cuervos son
negros. A partir de haber visto durante muchos días que el sol sale por el este, diremos
que el sol saldrá mañana por el este. Eso es la inducción: generalizar, universalizar, a
partir de casos particulares. Y, por supuesto, es sólo probable que todos los cuervos sean
negros: quizás nos encontremos uno que no lo sea. Y quizás el sol no salga mañana.
5. El idealismo trascendental de Kant
5.1. ¿Son posibles la física y la matemática como ciencias?
Kant es contemporáneo a la Revolución Francesa, y se le considera uno de los mejores
exponentes de la Ilustración. Es, por tanto, posterior a Descartes y a Hume. Comienza

7
La contingencia es lo opuesto a la necesidad. Algo necesario es algo que no puede no ocurrir; contingente,
en cambio, es aquello que puede ocurrir, pero también puede no hacerlo.

8
Es justo el ejercicio opuesto al que hace el racionalista. Si el racionalista deduce, el empirista induce.

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siendo racionalista (no cartesiano, pero sí leibniziano, otro racionalista), por lo que cree
que la verdad se puede alcanzar con el buen uso de la razón.
En un segundo momento lee a Hume. El empirismo de Hume le hizo abandonar las ideas
racionalistas y entender que el conocimiento debía comenzar por la experiencia.
Sin embargo, Kant no está dispuesto a seguir las conclusiones del escocés: él no creía que
el conocimiento científico fuera sólo probable. Junto a Hume, estaba el logro de la física
de Newton, que establecía leyes universales. Algo que, desde el empirismo, no sería
posible afirmar.
Por tanto, Kant se plantea fundamentar el conocimiento científico (las matemáticas y la
física), demostrar y defender que el conocimiento científico es algo más que mera
probabilidad, y que ofrece conocimientos universales y verdaderos. Además, una vez
establecido esto, Kant se plantea si se puede hacer ciencia de los temas tradicionales de
la Filosofía: Dios, el alma, y el mundo. Así, la pregunta se puede resumir en: ¿la
Metafísica, es posible como ciencia? ¿Podemos decir algo científico de Dios, del alma o
del mundo? Para resolver todo esto escribe una obra llamada Crítica de la razón pura en
1782.
5.2. De Juan y de Pedro
Kant va a proponer una nueva postura filosófica, más allá del racionalismo y del
empirismo, que se llama idealismo trascendental. Y usará una metáfora para explicarlo:
al igual que Copérnico se preguntó por el lugar del observador (la Tierra) para cambiar la
manera de entender el universo, nosotros tenemos que hacer lo mismo para reflexionar
sobre el conocimiento: preguntarnos por quién conoce. Es lo que Kant llamó giro
copernicano.
Nosotros en clase hemos hecho otra metáfora9. No con Copérnico, sino con Juan y con
Pedro. Conocemos la frase: «Lo que dice Juan de Pedro, dice más de Juan que de Pedro».
Eso significa que, si escuchamos a Juan, no sólo tenemos que fijarnos en Pedro para
conocerlo, sino también en cómo es Juan para decir lo que dice de Pedro. Y es que Juan
está proyectando algunas cosas sobre su manera de pensar en Pedro. Pedro está tamizado,
filtrado, por el modo en que Juan tiene estructurada su manera de valorar y conocer. La
invitación de Kant estaría, precisamente, en investigar cómo es ese filtro de Juan y dejar
a Pedro un poco al margen. Eso es el ejercicio de la crítica: investigar las condiciones
desde las cuales Juan valora a Pedro.
Pero a Kant, por supuesto, ni le interesa Juan, ni le interesa Pedro, ni le interesan en este
momento las cuestiones morales. Todo lo que acabamos de plantear vamos a reescribirlo

9
Ojo, que la hacemos nosotros, no Kant. Kant era mucho más elegante escribiendo que nosotros hablando
de Juan y de Pedro. Usamos esta metáfora para entender mejor lo que Kant quería decirnos sobre el
conocimiento humano. Ni tampoco Kant escribe en ningún sitio: «lo que dice el ser humano de la realidad,
dice más del ser humano que de la realidad».

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ahora del siguiente modo: «Lo que dice el ser humano de la realidad, dice más del ser
humano que de la realidad».
Eso significa que, si escuchamos al ser humano, no sólo tenemos que fijarnos en la
realidad para conocerla, sino también en cómo es el ser humano para decir lo que dice de
la realidad. Y es que el ser humano está proyectando algunas cosas sobre su manera de
conocer la realidad. La realidad está filtrada, tamizada, por el modo en que el ser humano
tiene estructurada su manera de conocer.
Lo que llamaríamos “realidad”, entonces, no es más que un reflejo de la manera que tiene
el ser humano de conocerla. Y es en eso en lo que consiste el idealismo: en asumir que
los objetos que conocemos son un reflejo del sujeto de conocimiento.
Decir todo esto significa decir que el ser humano tiene una serie de estructuras, de lentes,
con las que conoce la realidad. Y estas lentes son previas a cualquier conocimiento del
mundo. Kant las llamará estructuras a priori del conocimiento. Y estas estructuras filtran
la realidad. No en vano, Kant nos dirá: «Todo conocimiento comienza con la experiencia,
pero no todo conocimiento procede de la experiencia». Ese “no todo procede de la
experiencia” significa que el ser humano aporta algo de sí en el proceso de conocimiento.
El ejercicio de la crítica (de ahí el nombre de la obra, Crítica de la razón pura) consiste,
precisamente, en examinar esas lentes, esas estructuras a priori del conocimiento con las
que el ser humano conoce la realidad.
Esas estructuras a priori se dividen en tres facultades:
 Sensibilidad
 Entendimiento
 Razón
5.3. La sensibilidad. O tener una linterna roja en una habitación oscura
Para conocer cómo es el mundo tenemos, en primer lugar, que entrar en contacto con él.
La facultad con la que entramos en contacto con él se llama, precisamente, sensibilidad.
¿Cómo es nuestra sensibilidad? Todos los objetos físicos que conocemos comparten dos
características: todos se nos aparecen en un tiempo y en un espacio determinados. Da
igual la forma, da igual el tamaño, da igual el material, cualquier objeto que conozcamos
aparece en un tiempo y en un espacio. Pero, esta es la clave, tiempo y espacio no
pertenecen al objeto en particular ni al mundo en general, sino a nosotros, al sujeto de
conocimiento. Tiempo y espacio son nuestra primera lente.
Imaginémonos en una habitación completamente oscura. No entra luz por ninguna
rendija. No distinguimos nada. Sin embargo, tenemos la suerte de tener a mano una
linterna cuya bombilla es, casualidad, roja. La encendemos, iluminamos a nuestro
alrededor, identificamos todo lo que nos rodea. Eureka. Y, sin embargo, todo estará teñido
de rojo.
Ahora imaginemos que el mundo es esa habitación oscura. Y que el ser humano sólo tiene
una linterna con una luz roja. ¿Cómo es el mundo de verdad? Podríamos imaginarnos las

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angustias y las frustraciones de ese ser humano preguntándose cómo son las cosas
realmente, sin estar teñidas por la luz que emite el aparato que tiene en sus manos. Podría
incluso estar tentado a quitar el filtro, apagar la luz. Pero entonces… todo vuelve a estar
oscuro.
Esa linterna de luz roja es lo que Kant llama “tiempo” y “espacio”. No sabemos cómo es
la realidad en sí misma, sólo sabemos que a nosotros se nos aparece ordenada
espaciotemporalmente. Y no sólo no sabemos, sino que no podemos saber cómo es en sí
misma10.
Como la realidad se nos aparece filtrada, y no como es en sí misma, Kant llama al objeto
que percibimos “fenómeno”. En cambio, al objeto en sí mismo, al objeto sin filtrar por la
sensibilidad, lo llama “noúmeno”, o “cosa en sí”. Y, repetimos, es, por definición,
incognoscible.
5.4. El entendimiento, un gran procesador de información. También vale como una
Thermomix
El entendimiento es la segunda facultad del conocimiento. Y es mucho más complejo que
la sensibilidad, pero no vamos a detenernos en la descripción que Kant hace de él.
Simplemente, nos basta con saber que el entendimiento recibe todos los fenómenos que
le llegan de la sensibilidad y los ordena de manera coherente.
Recordemos la habitación oscura y nuestra linterna de luz roja. Lo que nosotros vemos
son superficies rojas, pero no una mesa, un árbol o una pared. Lo que percibimos es,
simplemente, superficies rojas. O, si hablamos en términos de espacio y tiempo, lo que la
sensibilidad percibe son, ni más ni menos, que sensaciones.
Lo que el entendimiento hace es precisamente estructurar esas sensaciones de un modo
coherente para construir un objeto. Si la sensibilidad ofrece fenómenos como:
blanco+suave+blando…, el entendimiento ordena todos esos fenómenos y dice:
“peluche”. Y, de nuevo, la clave de todo esto está en el proceso mismo de ordenar y
estructurar los fenómenos. Es algo que hace el ser humano con la facultad del
entendimiento. Es como un gran procesador de información. O como una Thermomix,
que recibe los diferentes ingredientes (los fenómenos), y los cocina para ofrecer algo
comestible y rico. El entendimiento es el que crea el concepto, la etiqueta con la que
nombramos los fenómenos. Y no es algo que le pertenezca a la cosa en sí11.

10
La paradoja, si queremos decirlo así, es que el conocimiento “puro” de la realidad es imposible.
“Conocer” algo ya implica que el sujeto de conocimiento aporta algo en ese proceso. Incluso si existiera
otro modo de conocimiento que no tuviera las condiciones a priori del espacio y del tiempo, tendría una
facultad equivalente a nuestra sensibilidad, y filtraría también la realidad en sí misma. Dicho de otra manera,
con nuestro ejemplo de la linterna: incluso si fuera posible imaginarse una linterna que no tuviera una luz
roja, para que haya conocimiento necesitamos de una linterna. Y usar una linterna ya significa que nunca
vamos a poder saber cómo son los objetos de la habitación oscura en sí mismos.

11
Es, por cierto, la postura inversa al platonismo. Platón pensaba que las ideas, las esencias, eran reales,
existían de verdad, aunque no de un modo material. Kant está afirmando justo lo contrario.

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Quizás se entienda mejor si imaginamos el proceso contrario. Imaginemos que dejamos


a un ser humano sólo con la facultad de la sensibilidad. Lo único que recibe son
sensaciones, estímulos sensitivos, pero no sabe qué significan. El entendimiento hace que
el ser humano, precisamente, entienda. Ordena, estructura, compacta, todos los
fenómenos de la sensibilidad en un mismo objeto al que, además, da nombre12.
5.5. La razón, o aquello que nos hace humanos. La necesidad de la metafísica
Si el entendimiento ordena y organiza todos los fenómenos de la sensibilidad, la razón
ordena y organiza todos los conceptos del entendimiento. Y la razón quiere crear otros
conceptos a partir de los conceptos del entendimiento, que los abarque y los explique.
Exactamente igual que el entendimiento hace con los fenómenos de la sensibilidad. Pero
los conceptos de la razón serán muy especiales. Y para diferenciarlos de los del
entendimiento, Kant los llamará ideas.
Así, Kant nos dice que el ser humano, en su manera natural de pensar, se plantea: ¿por
qué no habría un concepto de todos los conceptos de la realidad exterior al sujeto? Y le
llama “mundo”. Por otro lado, estaría la idea de alma. Que viene a agrupar todos los
fenómenos que ocurren dentro del sujeto. Finalmente, tendríamos la idea de Dios, que
sería la suma de la idea de mundo y de alma.
Ahora bien, se pregunta Kant: Dios, alma y mundo: ¿podemos percibirlos? ¿Puede la
sensibilidad ofrecer una representación espaciotemporal de Dios? ¿Y del alma? ¿Y del
mundo? Lo cierto es que no, no se puede. Por tanto, el ser humano no puede tener un
conocimiento científico de esas ideas. El peluche sí es algo que se percibe
espaciotemporalmente; el alma no. Por tanto, del peluche sí se puede hacer ciencia, pero
no del alma.
5.6. Conclusiones de la crítica del conocimiento de Kant
Decir que de Dios, del alma y del mundo no se puede hacer ciencia significa que la
Metafísica, como disciplina de la filosofía, no puede ser científica. Los temas de Dios y
del alma quedan para el ámbito moral, personal y privado.
Pero hay otra cuestión importante. El bien y el mal tampoco se perciben
espaciotemporalmente. No existe un objeto como el “bien” o la justicia. De los temas
morales tampoco se va a poder hacer ciencia.
Y esto es algo muy novedoso. Hasta Kant, se pensaba que el conocimiento hacía mejores
a los seres humanos. A partir de Kant, se va a aceptar que no necesariamente: la ciencia
no nos enseña a ser mejores personas. Y esto es algo que va a ser una gran fuente de
preocupación en el siglo XX, pero es algo que veremos más adelante.

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Un ejemplo muy visual en el que se puede representar esa diferencia entre sensibilidad y entendimiento,
y cómo el segundo ordena lo que le ofrece la primera, está en Culturapopespana, “Carmen Sevilla en Gente
con Chispa 3/5” en Youtube (https://www.youtube.com/watch?v=g9oEXw72Mc0), consultado el 8 de
marzo de 2023

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