Mímesis
Mímesis
Mímesis
Auerbach explica que, en la mayoría de los periodos, las literaturas románicas son
más representativas de Europa que, por ejemplo, la alemana. Así, en los siglos 12 y
13 Francia obtuvo, sin duda, el papel principal; en los siglos 14 y 15 Italia tomó el
control; para el siglo XVII Francia retomó la delantera y así se mantuvo durante la
mayor parte del siglo XVIII y aún en el siglo XIX, precisamente por el origen y
desarrollo del realismo moderno.
En el famoso primer capítulo del libro Auerbach dice que el estilo de Homero es
paratáctico (yuxtaposición sin subordinación) es decir, aborda la realidad con una
línea de figuras totalmente plasmadas, uniformemente iluminadas, definidas en
tiempo y lugar, juntas una con otras en un primer plano y sin huecos entre ellas.
Para el autor de Mímesis, el gran poema de Dante es un ejemplo del enfoque Figural;
el pasado hecho efectivo en el presente; el presente como vehículo de presagios y
haciendo las veces de redención eterna, y todo el cuadro frente a los ojos de Dante el
peregrino, cuyo genio artístico comprime el Drama humano en un aspecto de lo
divino. Pero a pesar de lo eterno e inmutable, dice que el mayor éxito de la DC yace
en la representación de la realidad como básicamente humana.
En la literatura moderna todo personaje y todo episodio pueden ser tratados por el
arte imitativo mientras que en la Antigüedad eso resulta imposible porque rige la
regla de la separación de estilos: lo que corresponde a la realidad vulgar, a lo
cotidiano, solo se lo presenta mediante la comedia.
Dante no desdeña en absoluto los giros populares del lenguaje y aunque han sido
los poetas de la Antiguedad los que le han servido de modelo, su concepto de lo
sublime difiere mucho del de sus modelos antiguos, tanto en el contenido como en
la forma verbal. Los asuntos que Divina comedia presenta son, según la escala de
valores antigua, una mezcolanza monstruosa de sublimidad y bajeza, con
personajes de la historia apenas transcurrida e incluso contemporánea e incluso tan
vulgares como desconocidos. En nadie se hizo tan visible este antagonismo de
ambas tradiciones (la antigua con su separación estilística y la cristiana con su
mezcla) como en él.
Y aunque Dante toma su material del habla popular más espontánea y, a veces, de
la más baja, imprime a cada giro la gravedad de su tono.
Dante escribió La Divina Comedia en dialecto toscano, el cual se usó entre los siglos
XI y XII, siendo el origen del italiano actual, por lo que se le conoce además como el
padre de la lengua italiana.
Argumentos trágicos en los que ocurren sucesos capitales o alta política u otros
acontecimientos trágicos alternan con escenas cómicas rufianescas y populares, con
un poco más de libertad ligadas a la acción principal.
Entrada en escenas trágicas, junto a los héroes, de bufones y otros tipos cómicos
que acompañan sus acciones, pasiones y parlamentos.
Cervantes
En la idea fija de Don Quijote, las intenciones nobles, puras y redentoras aparecen
mezcladas con la insensatez. Para que la lucha por lo ideal y deseable pueda ser
trágica hace falta que intervenga de un modo sensato en la realidad de las cosas,
para que la acción razonable del idealista tropiece con una resistencia igualmente
razonable. La voluntad idealista tiene que hallarse en consonancia con la realidad
existente al menos para que ambas choquen provocando un conflicto real. El
idealismo de DQ, por el contrario, no se basa en una visión real de las
circunstancias del mundo: no es que él no vea la realidad, la pierde de vista tan
pronto como se apodera de él el idealismo de la idea fija. Es decir, no hay
complicaciones trágicas ni consecuencias graves. Las aventuras de DQ tampoco
ponen en evidencia ningún problema radical de la sociedad de aquel tiempo. DQ
solo es loco cuando se deja llevar por su idea fija, su locura no absorbe la naturaleza
entera de la persona, es víctima de una idea fija que se apodera de él.
Moliere
Tanto en esta como en muchas otras de sus obras vemos que Molière concibe la
realidad en forma mucho menos típica y más individualizada que la mayoría de los
moralistas de su siglo. La intención de Molière es dar forma grotesca al lado ridículo
de todos sin limitarse a los tipos cómicos de baja condición. La tragedia clásica de
los franceses presenta el límite extremo de la separación estilística del
desprendimiento de lo trágico de lo cotidiano-real a que ha llegado la literatura
europea.
La separación clásica francesa de los estilos significa mucho más que la mera
imitación de la antigüedad, en el sentido de los humanistas del siglo XVI el modelo
antiguo he sobrepasado y se produce una ruptura tajante con la milenaria tradición
popular cristiana de la mezcla de estilos. El ensalzamiento del personaje trágico y el
culto de las pasiones llevado al máximo son precisamente anti-cristianos.
En el gran clasicismo francés del siglo XVII, el amor había alcanzado el más alto
rango entre los temas trágicos sustraídos a la realidad de todos los días.
El movimiento espiritual alemán de la segunda mitad del siglo XVIII creó los
fundamentos estéticos del realismo moderno, me refiero al que recientemente se ha
denominado historicismo y cuya cristalización tuvo lugar en Alemania durante la
época de Goethe.
Le rouge et le noir de Stendhal
La regla estilística clasicista que excluyó todo realismo material de las obras trágicas
empezó a relajarse ya durante el siglo XVIII.
La tesis de la unidad de estilo, del milieu, que abarca también las personas, no se
emplea racionalmente, sino que se presenta como un hecho derecho, sensiblemente
perceptible, de un modo puramente sugestivo, y no demostrativo. Se trata, por
consiguiente, de la unidad de un cierto espacio vital, sentida como una visión total
demoníaco-orgánica, representada con medios sugeridores y plásticos.
La diferencia es que tanto en Stendhal como en Balzac podemos oír a cada momento
como piensa el autor sobre sus personajes y sobre lo que ocurre; especialmente en
Balzac, que acompaña siempre sus relatos con comentarios y motivos, irónicos,
morales, históricos o económicos. También oímos a menudo lo que los personajes
piensan y sienten, cuando el autor se identifica, puesto en una situación semejante,
con el personaje.
Ambas cosas faltan casi por completo en Flaubert que no expresa su opinión sobre
episodios y personajes, y cuando estos hablan, sucede de modo que se nota que el
autor no se identifica con sus opiniones, y que tampoco abriga el propósito de que
identifique con ellas el lector. El papel del narrador se limita a seleccionar los
episodios y a verterlos en palabras, y realiza esta función con el convencimiento de
que cada episodio en que se logra una expresión pura y completa se interpreta a la
perfección tanto a sí mismo como a los personajes que intervienen en él, mucho
mejor y más exhaustivamente de lo que pudiera hacerlo cualquier opinión o juicio
que se añadieran. En este convencimiento, es decir, en una profunda confianza en
la veracidad del lenguaje, empleado con plena responsabilidad, honrada y
cuidadosamente, descansa el arte de Flaubert. Los objetos son vistos tal como Dios
los ve, en su realidad peculiar. Es por eso mismo que no existen temas altos y bajos,
la Creación es una obra de arte realizada sin partidismo, y el artista realista debe
imitar los procedimientos de la Creación. Cada objeto contiene ante los ojos de Dios,
en su peculiaridad, lo mismo seriedad que comicidad, dignidad que bajeza, y si está
reproducido con justeza y rigor, el nivel del estilo congruente gozará de la misma
justicia y rigor; no hay necesidad de teorías generales de los niveles en los cuales
deben ser dispuestos los objetos según su dignidad.
La novela ha conocido por el cine más claramente que nunca sus límites, los límites
de su libertad en el espacio y en el tiempo, que le son impuestos por su instrumento
mismo: el lenguaje.
Hay un complicado proceso de disgregación que condujo a la descomposición de la
acción externa, al reflejo en la conciencia y a la estratificación del tiempo.
Dante representa para Auerbach un punto cúlmine y principio del fin del “realismo
figural”.