La Edad de Piedra en Taltal
La Edad de Piedra en Taltal
La Edad de Piedra en Taltal
MUSEO NACIONAL
DE
HISTORIA NATURAL
TOMO XVII
IMPRENTA NASCIMENTO
SANTIAGO CHILE
1939
M useo Nacional de Historia Natural
P E R S O N A L C IE N T IFIC O . 1939.
Bibliotecario y A rchivero........................... D. A L B E R T O F R A G A G.
Taxidermistas................................................... D. L U IS M O R E IR A M.
D. A L B E R T O M EN DEZ P.
D irecció n :
CULTURA NEOLÍTICA
(I) U na Estación Paleolítica en Taltal, por Ricardo E . Latcham . Rev. Chil. de H ist. y
Geog. Tomo XIV. N .° 18. Santiago, 1915.
U na estación paleolítica de Taltal, por el Dr. Aureliano Oyarzún. Pub. del Museo de E tn o
logía y Antropología. Vol. I. 1916.
U na Estación Paleolítica de Taltal, por M ax Uhle. Santiago, 1916.
N otas acerca de la arqueología de Taltal. I. por Augusto Capdeville. Bol. de la Acad N ac
de H ist. Vol. II N ." 3 y 4. Quito, 1921.
El problema paleolítico americano, por M ax Uhle. Bol. de la Acad. Nac. de H ist Vol V
N.°" 12-14. Quito, 1923.
Como descubrí la industria paleolítica americana de los sílices talladas en la zona de la costa
de Taltal, por Augusto Capdeville. Rev. Chil. de Historia N atural. Año X X X II. Santiago 1928
D ebem os llam ar la atención, sin em bargo, a u n error en que incurrió Cap-
deville, p o r fa lta de experiencia. P u d o recoger u n a enoim e c a n tid a d de m aterial
lítico de las c áp as inferiores del conchai, casi to d o de sílice negro, y que pesaba
alg u n as toneladas. T odo esto lo gu ard ó encajonado, clasificándolo a su m anera.
E stim ó que casi to d as las astillas de sílice fuesen útiles paleolíticos. C uando el
M useo N acional de C hile ad q u irió las colecciones de C apdeville y se procedió a
estu d iarlas m ás en detalle, se p u d o com probar que el conchai h ab ía sido asiento de
u n ta lle r y que u n a gran p a rte del m aterial recogido n o era o tra cosa que los des
echos de la fabricación o bien de instru m en to s m alogiados. S olam ente u n a pe
q u e ñ a porción se p u d o clasificar en conciencia com o verdaderos instrum entos y
au n algunos de éstos p ueden considerarse com o dudosos p o r falta de señales de uso.
N o o b stan te, q u ed a u n núm ero considerable de piezas respecto de las cuales no se
p uede form ular d u d a alguna.
Igual cosa p asó respecto de las o tra s fases de la edad de piedra, pues las suce
sivas cu ltu ras que se establecieron en el conchai, instalaron allí sus respectivos
talleres y adem ás de los num erosos artefacto s term inados, d ejaron una. enorm e
acum ulación de desechos y piezas m alogradas.
L a c u ltu ra paleolítica, cuyos restos se encontraron en las capas inferiores del
conchai, parece h a b er desaparecido de repente, sin que sepam os p o r qué causa.
D u ra n te el período de su duración, las diferentes capas del conchai hab ían aum en
ta d o h a s ta ten er u n espesor de u n m etro y medio.
D eb e h aber p asado u n largo lapso, posiblem ente m ás de mil años, an tes de
que el conchai fuese n u ev am e n te ocupado, p orque en to d as las capas centrales, en
m ás de u n m etro de espesor, no se hallan vestigios hum anos. D ichas capas se
com ponen de arenas finas, pro b ab lem en te llevadas p or los vientos y que, como
decim os, eran estériles.
P a sad o este tiem po, el conchai fué asiento de una n u ev a población, de cu ltu ra
algo m ás ad ela n tad a. In m ed iatam en te superpuestas a las capas estériles de que
hem os hablado, se en cu en tran o tras, de m ás de 50 centím etros de espesor, en las
cuales se vuelven a en co n trar artefactos de p iedra tallada. Los tipos francam ente
paleolíticos h a n desaparecido y los instrum entos que los reem plazan acusan los
principios de u n a in d u stria neolítica, aun q u e algunos objetos, especialm ente los
rasp ad o res altos recuerdan la técnica' an terio r y parecen ser sobrevivencias de
paleolítico superior. E l m aterial em pleado es tam b ién distin to a lo usado p a ra los
artefacto s de las capas inferiores. M ien tras que éstos se fabricaban casi en su to ta
lid ad de sílice negro, algunas veces jasp ead o con p u n tito s blancos, los nuevos
in stru m en to s e ra n en g ra n p a rte de sílice blanco o am arillento, con otros de cuarzo
cristalino, ialino o rosado. E ra n especialm ente num erosas las p u n ta s de lanzas,
de dardos y de flechas form adas de astillas sacadas de u n núcleo m ás grande, a
golpe seco, y en seguida lab rad as p a ra darlas u n a form a conveniente.
L as p u n ta s siem pre acusan u n a técnica que recuerda el paleolítico superior.
Si tu v iéram o s que referirlas a determ inados tipos europeos, diríam os que estos
o b jetos se asem ejan m ucho a los artefactos m agdalenianos. U n a c ara es siempre
p la n a o concoidea, siguiendo la fractu ra característica del silex, y la o tra presenta
u n a a rista longitudinal, dejad a p or los golpes efectuados al sacar astillas p a ra re
ducir el espesor, con retoques en los bordes p ara d ar la form a deseada. E l tra b a jo
es tosco, pero m uy superior al de la época anterior.
Las formas de estas p u n ta s no son m uy variadas. M uchas son triangulares
con ancha base recta, o tras rudam ente lanceoladas y algunas, especialm ente en tre
las pu n tas de flechas, tienen los rudim entos de un pedúnculo.
El pueblo que tra ía esta cu ltu ra esparció sus restos no solam ente en la p arte
superior del conchai del M orro Colorado, sino en las laderas vecinas, h a sta el pie
del M orro. Capdeville, al describir sus hallazgos en esta vecindad, h ab la de tres
cementerios, sin contar la capa superficial del co n ch ai; en los Linderos Bajos, en
la falda oriental del M orro, hasta el pie del m ism o; el del Caserón, en el declive sur
y el plan al pie, y un poco m ás al sur todavía, otro, al que dió el nom bre de P rim er
Palo del Telégrafo. Pero agrega: «Estos tres cementerios forman u n a sola cadena,
un solo gran grupo, pues se eslabonan estrecham ente» (1).
E ste pueblo, después de haber ocupado el lugar d u ran te u n período m ás o
menos largo, fué reem plazado por otro, de una cu ltu ra m ucho m ás adelantada,
que cubre y en p arte se mezcla con los artefactos que acabam os de describir.
L a nueva industria es m uy d istin ta y la técnica tam bién com pletam ente diver
sa. E s francam ente neolítica y las num erosas p u n tas de lanza, de dardos, de fle
chas y de harpones son hechas con todo esmero y labradas ín tegram ente en am bas
caras. M uchas de las pun tas constituyen verdaderas obras de arte, com o puede
verse por las fotografías que ilustran este artículo.
E n esta cultura aparece por prim era vez, adem ás de las p u n ta s citadas, u n a
serie de artefactos de o tra índole. Incluyen anzuelos de conchas y de piedra, pe
sas p ara lienzas de pescar, p u n tas y punzones de hueso, b arb as de harp ó n del mis
mo m aterial, pequeños discos de concha y de piedra p ara collares, tu b ito s labrados
de piedra p ara el mismo propósito, m orteros pequeños, pequeños platillos de pie
d ra y vasos tam bién de piedra, piedras pulidoras, lancetas con a sta de m adera,
pendeloques grabados de piedra, am uletos y m uchos otros objetos. N o h a y ves
tigios cíe agricultura ni de las industrias que la acom pañan, como la alfarería, el
tejido o la m etalurgia. T odas los objetos de esta cu ltu ra son de fa c tu ra esm erada y
ninguno dem uestra indicios de u n a cu ltu ra paleolítica com o los de las capas de
m ás abajo.
Las capas que forman este nuevo depósito tienen u n espesor m edio de 80
centím etros. C onsisten principalm ente de hojas m ás o m enos tritu rad a s, revueltas
con cenizas, capitas de conchas, huesos de anim ales y de aves, espinas de pes
cado y toda clase de desperdicios de cocina. E ntrem ezclado con to d o esto se en
cuentran esparcidos por el yacim iento, el d etrito correspondiente a los talleres y
u n sinnúm ero de los artefactos que hemos m encionado. L a superficie del depósito
está cubierta de una capa de arena de 20 a 30 cms. de espesor.
E l descubrim iento de estas dos culturas se debe al señor A ugusto C apdeville,
(1) N o tas acerca de la Arqueología de T altal. II. Civilización Dolménica. por Augusto Cap
deville. Boletín de la Academia Nacional de H istoria. Vol. II N .° 5. Quito, 1921.
(2) Como descubrí la industria paleolítica. Ob. cit.
(3) N o tas acerca d e la arqueología de Taltal. Ob. cit.
a 1 m etro de largo, por 0,20 a 0,40 m t. de grueso, d istan tes un as de o tras com o de
0,20 m t. m ás o menos.
«Siguiendo el declive del conchai del M orro Colorado, al sur, duerm e al pie,
el C em enterio del Caserón.
«Unos cuantos m etros al sur, se presenta el cem enterio dolm énico de los circu
ios de piedra, denom inado del Prim er Palo del Telégrafo.
«Al oriente del M orro, casi al pie, se descubre o tro cem enterio llam ado de los
Linderos Bajos.
«Son los cementerios que corresponden a la civilización dolm énica, de las
gentes de los círculos de piedra, de esqueletos tendidos; reposan principalm ente
en el fondo de los restos de cocina de la capa superficial del expresado M orro.
«El cem enterio del Caserón esté lim itado p or u n a especie de rectángulo, de
alineam ientos de piedras superficiales paradas, que te n d rá com o 30 m ts. en los
lados norte y oriente y como 20 m ts. en los lados sur y poniente, con su p u e rta t n el
lado sur.
«Es en la p arte sur del cem enterio del Caserón, donde a la profundidad de
0,50 m t. se encuentra el prim er círculo de piedras p arad as subterráneas, de dos
m etros de ancho por tres de largo, con la p u erta hacia el sur, de dos m etros de luz.
D entro del semicírculo anterior, se presenta o tro semicírculo m ás pequeño, en la
mism a dirección, cuyas piedras paradas ju n ta s principian a encontrarse com o a u n
m etro de profundidad. Tiene u n diám etro de u n m etro por u n largo igual, con la
p u erta m irando hacia el sur. E stas piedras p arad as ju n ta s tienen. 0,60m.
por 0,10 m t. de grueso, térm ino medio.
«D entro de este círculo, a la ho n d u ra de m ás o menos 1,50 m t., encontré u n
esqueleto tendido de estas gentes. L a cabeza reposaba algo lev an tad a en el fondo
de las piedras paradas del círculo. U na piedra grande horizontal, sostenida p o r dos
piedras verticales paradas en cad a extremo, defendía la cabeza y el a ju a r funera
rio del m uerto.
«Bajo la cabeza del esqueleto, escondida, ta p a d a por u n a débil cap a de p in
tu ra roja, hallé las brillantes reliquias, los bellos objetos de la in d u stria de las gen
tes de los círculos de piedra.
«P untas de flecha triangulares, de b arb as y pedúnculos en la base, de u n tr a
bajo adm irable, tan perfecto y delicado que parecen joyas. P u n ta s de lanza de
silex de diversos colores, del mismo tipo que las p u n ta s de flecha, de b arb as y pe
dúnculos y ademas, en forma de h oja de laurel, de u n a o dos pun tas, ovales im itan
do la alm endra, ta n grandes, largas unas, anchas otras, ta n acabadas y herm osas,
que son verdaderas obras de arte.
«Utiles de hueso, anzuelas con p arte de piedra y p u n ta s de hueso, collares
de concha y de hueso se presentan en b asta n te ab u n d an cia; to d o este a ju a r fúne
bre se encontraba siem pre bajo la cabeza del esqueleto, cubierto p or u n a delgada
capa de p in tu ra roja (1).
C uando Capdeville escribió lo anterior, n o conoció m ás restos de la civiliza
ción que el llam a dolm énica, que los encontrados en las inm ediaciones del conchai
del M orro Colorado y los que halló en la P u n tilla Sur. Así es que h ab la solam ente
- . _ ^
(1) Lo que Capdeville llama pintura roja es óxido férrico.
d e aquellos yacim ientos. M as ta rd e, sin em bargo, él y otros buscadores en co n tra
ro n la m ism a c u ltu ra en diferentes p u n to s de la costa, al n o rte y al su r de T altal,
e n u n a extensión de m ás de c in cu en ta kilóm etros y es posible que nuevas explora
ciones d em o stra rá n qu e se ex ten d ía m ucho más. E l mism o Capdeville encontró
o tro s yacim ientos de esta cu ltu ra , en los siguientes p u n to s: en la C aleta de las
T ó rto las, en inm ediaciones de la P u n ta de S an Pedro, u n poco al su r de T a lta l;
en la C aleta de A gua D ulce, a legua y m edia del p u erto de Cascabeles u Oliva,
a unos diez kilóm etros al n o rte de T a lta l; en la caleta n o rte de P u n ta Grande,’
q u e cierra por el n o rte la g ran b a h ía de N u e stra Señora, d ista n te m ás de v einti
cinco kilóm etros de T a lta l
A dem ás de los yacim ientos descubiertos por C apdeville, se h an encontrado
otros, con restos pertenecientes a la m ism a cu ltu ra, en los lugares que a co n tinu a
ción señ alam o s: Al su r de T a ltal, en el A gua de los Perros, en la Q uebrada del B ron
ce, y en la C aleta de las H u an eras. Al n o rte de T a lta l se h an encontrado yacim ien
to s a la salida del pu erto , cerca del establecim iento de A rturo P ra t, o tro en la ve
c in d ad d e los E sta n q u e s de P etró leo y o tro au n en el barrio de la C aleta. M ás al
n o rte se h a n en co n trad o en la P la y a del H ueso, u n poco m ás allá de la quebrada
del m ism o nom bre, en P u n ta M o rad a, dos kilóm etros m ás adelante, en la C aleta
d e P e ñ a B lanca, en la C ale ta B an d u rrias u n poco al n o rte del p u erto de Oliva
y o tro cuyo n o m b re no pudim os averiguar, a unos diez kilóm etros al su r de Paposo.
N osotros m ism os habíam os en co n trad o m uchos años antes, artefactos parecidos en
las m ism as p lay as de P aposo.
E n to d o s estos yacim ientos se encontró u n ab u n d a n te m aterial típico de esta
cu ltu ra. A fines de 1924, hicim os u n a recorrida de la zona p a ra verificar la exac
titu d de estos d ato s y hacer unos nuevos reconocim ientos en los principales yaci
m ientos, com o lo h a b ía hecho el D r. M ax U hle algunos años antes. C onstatam os
que los hechos citad o s por el señor Capdeville en su copiosa correspondencia con
n osotros d u ra n te diez años y corroborados en sus publicaciones, eran intachables,
com o lo eran en p a rte sus interpretaciones. N o o b stan te, en algunos puntos no
estam os de acuerdo con sus deducciones. Pudim os com probar que la cu ltu ra
n eolítica incipiente, hallada en la base de las capas superiores del conchai del M o
rro C olorado, n a d a ten ía q u e v er con la cu ltu ra que él denom inaba dolm énica,
com o n a d a ten ía q ue ver tam poco con la cu ltu ra paleolítica en contrada en las ca
p a s pro fu n d as del m ism o conchai.
L as condiciones especialm ente favorables de esta localidad hicieron que fuera
elegido com o p u n to de residencia por u n a sucesión de pueblos de distintos grados
de c u ltu ra y en diferentes épocas. N o se tr a ta ú nicam ente de los tres pueblos
m encionados h a s ta ahora. E n u n período b a sta n te posterior, se radicaron en la
m ism a vecindad, aunque sin ocupar el conchai, otros tres pueblos, de culturas m ás
a d ela n tad as, pero d istin to s e n tre sí, que e n terrab an sus m uertos en cuclillas en
cem enterios bien form ados. C apdeville encontró los restos de estas tres culturas
en las inm ediaciones del M o rro C olorado, com o tam b ién en m uchos otros puntos
d e la costa, donde g u ard ab an la m ism a relación con la cu ltu ra neolítica.
E sto s tre s pueblos era n agricultores, ten ían alfarería y tejidos y dos de ellos
te n ía n conocim ientos de la m etalurgia. Su m odo de sep u ltar los m uertos era ta m
bién diferente. L as tu m b a s ten ían form a de pozos y los cadáveres se enterrab an en
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cuclillas, sentados en el fondo de los pozos con el aju a r fúnebre en sus contornos.
Capdeville nom bró respectivam ente estos tres pueblos;; gentes de los Vasos N e
gros, Chincha-A tacam eños y gentes de los túm ulos de tierra.
H ablando de esta sucesión de culturas, escribe lo siguiente (1): «Invariable
m ente en cada punta, en toda la región de la costa de T altal, aparecen tres pueblos
con población num erosa bien definida; 1. E n prim er lugar los dolménicos, de tipo
subterráneo, de esqueletos tendidos, con la herm osa p u n ta de flecha de silex,
triangular alargada, de barbas rectas y pedúnculos en la base, con sus grandes y
bellas puntas de lanza ovales de una o dos p u n ta s; 2. Los chincha-atacam eños,
pueblo conquistador por excelencia, con su brillante in d u stria de alfarería p in tad a,
sus objetos de bronce, sus útiles de hueso labrado, sus p u n tita s de flecha de tra b ajo
esmerado, tipo pequeño, ti ¡angular, m uy dentadas, de silex, de tres piquitos en la
base, e tc .; 3. La gente de los túm ulos de tierra, celebres por sus sepulturas en pe
queños montículos, sus vasos grises con canal y dos protuberancias en el cuello,
por sus pipas de piedra y sus p u n tas de flecha de silex, de base redonda, bordes
cóncavos y p u n ta afilada.
Las gentes de los Vasos Negros y vasos figurados d an cem enterios escasos y
aislados.
«Sus puntas de flechas y de lanzas de silex, de base cóncava, p lanas por un
lado y convexa por el otro, sus pu n tas y partes de harpones de hueso, aplanadas
por un lado, sus hachas de silex de color le dan ciei ta asimilación a los dolménicos
del últim o tiempo. E n cambio, su m anera de sepultarse era distinta. S u posición
es casi vertical, sentado en cuclillas en otros casos. E n otros, se asem eja a la p o stu ra
en cuclillas inclinada.
«La autopsia de los distintos llanos de la costa, ta n to al n o rte como al su r de
T altal, dem uestra la existencia de poblaciones num erosas de cad a uno de los tres
pueblos nom brados.
«Siguiendo la línea de la costa de N o rte a Sur, vam os a exam inar la prehis
toria de las mejores caletas. Cercano al m ar estén los cem enterios dolm énicos; en
dirección al O riente le siguen los cem enterios chincha-atacam eños; m ás retirados,
siempre al oriente, se ven las tu m b as de los túm ulos de tierra.
C ita las caletas de P u n ta G rande, de Agua D ulce, de H ueso p arad o y de Las
Tórtolas, en las que se hallan las tres cu ltu ras yu x tap u estas y agrega:
«Como en estos lugares, en varios otros, se presenta la sucesión de esos tres
pueblos, de idéntica m anera. E n las mejores caletas, en las m ás abrigadas, surgen
los cementerios ricos».
D e todo esto resulta que la vecindad de T a lta l fué h ab itad a p or u n a sucesión
de pueblos de cu ltu ra diversa. N o eran todos contem poráneos y en algunos casos
parece haber pasado un largo lapso entre la desaparición de uno y la llegada de otro.
E sto se hace n o tar especialm ente en los pueblos que ocuparon los cónchales (2).
c u a n d o llegó el pueblo que C apdeville llam a dolm énico hab ían desaparecido
su cesivam ente el de la c u ltu ra p aleolítica y el de la cu ltu ra neolítica incipiente,
quienes d ejaro n sus restos ú n ica m e n te en el conchai o cónchales.
Los dolm énicos, si es c ierto que tam b ién ocuparon en p arte los cónchales, de
ja ro n adem ás, num erosos yacim ientos en p u n to s donde n o h ab ían vestigios de cón
chales p ro p iam en te dichos, p o r c u a n to en m uchos de ellos faltab an o escaseaban
las conchas. T am poco se p u ed en llam arlos cem enterios, pues, aunque en ellos se
h alla b a n en terrad o s los m uertos, siem pre en posicion tendida, dichos yacim ientos
e ra n m as bien depositos de desperdicios acum ulados d u ran te u n a larga ocupación
del lugar.
N o en todos los yacim ientos de esta época y cu ltu ra se encontraron hileras
o sem icírculos de piedras p a ra d a s, aun q u e en casi todos ellos se h allab an piedras
parad as, aisladas y dispersas. T am poco en todos eran continuos las sepulturas, como
en la vecindad del M o rro Colorado. E n algunas p artes eran m ás bien grupos de
entierros, d ista n te s unos de o tro s en algunos m etros. E n todo caso, los esqueletos
se h a lla b a n acostados tendid o s de espalda y el a ju a r funerario siempre dem ostraba
la m ism a técnica y los m ism os tipos de artefacto s de p ied ra y de hueso.
G eneralm ente los yacim ientos de esta época e stán separados de aquellos
d e los pueblos que llegaron con posterioridad. Solam ente en u n caso, el del Peñón
e n P u n tilla S u r, se en co n traro n sep u ltu ras chincha-atacam eñas encim a de u n ya
cim iento neolítico, que apareció a 1,50 m t. de profundidad.
L as an tig u as poblaciones que ocuparon sucesivam ente los contornos de T al
ta l, co n stitu y en , h a s ta ahora, u n problem a que d eja sin co n testar u n a serie de
p reg u n tas. ¿D e d ónde vinieron? ¿C uándo llegaron? ¿Por qué desaparecieron?
M u y poco se puede co n je tu ra r al respecto. E s casi seguro que llegaron sucesiva
m ente, por la costa, desde el n o rte, pero algunos de ellos han dejado m uy pocas
señales de su paso. Sus restos no se h a n en contrado en o tras p artes de la costa,
au n q u e eso se puede explicar quizá p or la falta de exploraciones sistem áticas.
E s m ás fácil establecer u n a cronología relativa, ya que la ú ltim a en llegar,
la chincha-atacam eña, h a sido b a sta n te estu d iad a en to d a la región entre Arica y
T a lta l. S egún las investigaciones de U hle y las n u estras propias, las influencias
ch inchas com enzaron a extenderse hacia el sur, am algam ándose con las atacam e-
ñas, m ás o m enos a principios del siglo X II. L a cu ltu ra de los T úm ulos de T ierra
es a to d as luces contem porán ea con la chincha-atacam eña, ya que en am bas apa
recen la alfarería y la m etalurgia de cobre y de bronce. L a cu ltu ra que Capdeville
llam ó «de los Vasos N egros y los Vasos Figurados» es an terio r a las últim as m en
cionadas. E l pueblo que la p racticó conocía la in d u stria de la alfarería y sabía fun
d ir el oro y lam inarlo, pero no parece haber conocido otros metales. E n varias de
sus sep u ltu ras se h an encon trad o placas, cin tas y planchas lam inadas de oro fino,
adelgazadas a m artillo h a sta ten er poco m ás que el espesor de u n a h oja de papel,
p ero n o se h a en co n trad o en sus tu m b as n ingún o b jeto de cobre o de bronce. E sto
sería ex tra ñ o si hu b iesen sido contem poráneos con la c u ltu ra de los chincha-ataca-
m eños o de los túm ulos de tierra, en las cuales eran ab u n d an te s dichos artefactos.
A unque C apdeville halló escasos cem enterios de e sta cultura, se han descu
b ierto varios otros en la vecindad de T altal, en tre los cuales podemos m encionar
el de la P u n ta de S an P edro, o tro en la C aleta de las H uaneias, ambos, al sur del
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puerto y un tercero un poco al n o rte del pueblo, cerca de los estanques de petróleo.
N os parece seguro que la cu ltu ra de los Vasos N egros y placas de oro llego a
la región con b astan te anterioridad a la civilización chincha-atacam eña y parece
haber desaparecido antes de la llegada de ésta. N o seria av en tu rad o entonces
suponer que su evolución tuvo lugar entre los siglos V III y X I, quizá h a sta los co
mienzos del siglo X II.
La cultura dolm énica o m ás bien neolítica era sin d u d a alguna, m ucho m ás
antigua. E n ella no hallamos alfarería ni indicios de m etal. El pueblo que d ejo los
artefactos de aquella cultu ra no tenía ningún conocim iento de la agricultura,
como los que llegaron después. Vivía sim plem ente de la caza, la pesca y de la reco
lección de los mariscos ta n abundantes en la costa. Su cu ltu ra era netam en te neo
lítica y sus principales industrias eran la fabricación de objetos de p ied ra y la ela
boración del hueso y de la concha. P or el núm ero de sus yacim ientos y la gran
abundancia de los útiles que se hallan en ellos, es evidente que esta cu ltu ra d u ro
por un período b astan te largo, probablem ente varios siglos y quizá m ás de mil
años.
Las culturas vecinas a esta región, la atacam eña por el n o rte y la d iag u ita por
el sur, tuvieron am bas una alfarería bien desarrollada y decorada y u n conoci
m iento del cobre y del oro, desde la época de la civilización de T iahuanaco, y qui
zá mucho antes, es decir desde el siglo VI de n u estra era. Si el pueblo neolítico
hubiera habitado la zona de T altal contem poráneam ente con estas dos culturas, es
difícil pensar que no hayan llegado a poseer ningún vaso de greda, n in g ú n in stru
m ento de m etal, ni n ingún objeto que dice relación con aquellas. P ero todos sus
yacim ientos y sepulturas carecen en absoluto de tales objetos y la única conclu
sión a que podemos arribar es que la cu ltu ra neolítica de T a lta l se desarrolló en
una época anterior a la llegada de los atacam eños o de los diaguitas a las regiones
que después ocuparon. E sto nos llevaría a los prim eros siglos de la era cristian a o
quizá a los siglos inm ediatam ente anteriores, es decir hace dos mil años.
N o sabemos cuanto tiem po duró en la localidad el pueblo que desarrolló la
cultura neolítica, pero a ju zg ar p o r la enorm e abundancia de sus restos debe haber
sido muchos siglos.
P or o tra serie de deducciones, estim am os que la cu ltu ra que encontram os
en las capas inm ediatam ente encim a de las capas estériles del conchai del M orro
Colorado, era bastan te m ás antigua que la del pueblo neolítico que acabam os de
citar. E ste últim o cubrió con sus restos las capas en que aparecen los artefactos
que estim amos pertenecer al período inicial del neolítico. N o sería av en tu rad o asig
nar a esta antigua cultura u n a fecha de mil años an tes de Cristo.
E n tre esta cultura y la paleolítica de las capas inferiores del m ism o conchai,
quedan acumulaciones de capas de arena, estériles, de m ás de u n m etro de espesor
y en las que no apareció ningún vestigio hum ano. E n la form ación de estas ca
pas esteriles deben haber pasado otros mil años. Ahora, si calculam os, p or el es
pesor de sus capas de desperdicios que el pueblo paleolítico h ay a m orado en el
conchai mil años, el m ínim um de tiem po que se necesitaría p a ra form ar ese inm enso
deposito, verem os que no pudieron haber llegado allí después del tercer milenio
antes de Cristo.
— 13 —
T odos estos cálculos son m u y conservadores y es posible que h ab ría que ex
tenderlos m ucho, pero p a ra los efectos de u n a cronología relativa, b asta con lo
expuesto. D e todo m odo no se tr a ta de o tra s edades geológicas, como pasa en
algunas p a rtes del antiguo m undo. L a fauna y la flora, cuyos restos se han encon
tra d o en los diversos yacim ientos mencionados, no difieren en n ad a de las que
existen en los m ism os lugares en la actualidad.
L as diferentes culturas m encionadas fueron todas descubiertas por Augusto
C apdeville, residente de T alta l, quien, d u ra n te m ás de diez años dedicó su tiem po
a hacer excavaciones y reunir m aterial. P ublicó unas breves descripciones de lo
que el consideraba lo m ás im p o rtan te de sus descubrim ientos, pero queda mucho
inédito y au n lo descrito necesita u n a seria revisión sobre u n a base m ás científica,
pues algunas de sus ideas son peregrinas, aunque los datos que proporciona son
rígidam ente exactos.
U n a vez que corrió la voz de estos hallazgos, m uchas o tras personas comen
zaron a hacer excavaciones y a ju n ta r m aterial, pero m uy pocos con alguna fina
lidad científica. L as colecciones reunidas por Capdeville eran enorm es y llevaban
la v e n ta ja sobre las dem ás, de estar perfectam ente an o tad as y clasificadas, con
fechas, localidades exactas, profundidades, condiciones de hallazgo, etc., era ta n
m eticuloso en estos detalles que ocupó centenares de cajitas de m adera y de car
tó n , c ad a u n a con los datos completos relativos al contenido.
L a D irección del M useo N acional de Chile, com prendiendo el g ran valor
científico de to d o este m aterial, adquirió las colecciones de Capdeville, como
igualm ente las m ás im portan tes de las o tras que se h abían formado, siempre que
tu v ie ra n u n a docum entación conveniente.
E s con la p a rte correspondiente a la civilización neolítica y los apuntes de
C apdeville, a la vista, y con los conocim ientos personales adquiridos en el terreno
m ism o, que em prendem os la ta re a de describir m ás en detalle e sta an tig u a cultura.
LA CULTURA NEOLÍTICA
C apdeville dió el nom bre de dolm énica a esta cultura, porque en los primeros
yacim ientos en que encontró sus restos, aparecieron a diferentes niveles, alinea
m ientos y sem icírculos de piedras p arad as y en tres o cu atro casos halló grandes
piedras p lan as colocadas horizontalm ente sobre otros verticales, protejiendo la
cabeza y el a ju a r de los m uertos sepultados allí. E n co n tró alguna sem ejanza con
las construcciones dolm énicas europeas y adopto esa denominación.
Querem os, en seguida, d a r u n a descripción m ás detallad a de estas formacio
nes que la qu e hizo Capdeville.
L a m ayoría de las piedras colocadas en hileras ten ían u n largo de 50 a 60 cm.
y u n espesor de unos 20 cm. N o eran talladas, sino lajas naturales de u n a roca es
quistosa o pizarreña. E n terrad as verticalm ente unos 40 cm. o más, algunas de ellas
sobresalían de la superficie en 20 o m ás cm. C erca de las prim eras hileras, es decir
de las que sobresalían de la superficie, y paralelas a ellas, se encontraron o tras hi
leras enterradas, colocadas en la m ism a forma, pero a u n nivel inferior. Son estas
las hileras que C apdeville llam a subterráneas.
— 14 —
prefirió co nsiderar e sta p a rte com o o tro cem enterio, al cual dió el nom bre de «Pri
m er P a lo de T elégrafo», n o p orque se tr a ta r a en v erdad del p rim er poste de la lí
n e a telegráfica q ue p a rte de T a lta l hacia el n o rte, sino p orque era el prim er poste
d e n tio del recin to del yacim iento. H a b la de esta p a rte com o si fuera u n cem enterio
a p a rte de los dem ás, p o rq u e en el, en vez de los alineam ientos o hileras de piedras,
com o las d escritas, encontró el p rim er sem icírculo de pied ras p arad as. E n verdad,
este su p u e sto cem enterio no es m ás que u n a prolongación del mism o yacim iento
de qu e estam o s hablando.
O tra extensión del m ism o yacim iento se desprende del conchai p a ra llenar el
declive o rien tal del M orro Colorado, llegando h a sta el p lan a su pie. C apdeville
ta m b ié n consideró esta com o o tro cem enterio poniéndole el nom bre de «Linderos
B ajos» S in em bargo, todos estos cem enterios form an p a rte del m ism o yacim iento
el cu al no se d etien e en los lím ites del conchai sino que lo desborda en forma irre
gular.
E n los L inderos B ajos hay o tro s sem icírculos de piedras p a ra d a s; e iguales se
e n c u e n tra n d en tro del recinto cercado del cem enterio del Caserón
Los tre s sem icírculos son parecidos y todos subterráneos, es decir que hoy se
e n c u e n tra n cubiertos con num erosas capas de arena, cenizas y desperdicios,
h a s ta u n a pro fu n d id ad de 50 cm. C ad a grupo co n sta en v erdad de dos semicírculos,
u n o d e n tro de otro, pero a diferentes niveles. El exterior te n d rá u n d iám etro de
u nos tres m etros y el interior de poco m ás de u n m etro. Los llam am os sem icírculos
p o rq u e p o r el lado su r qued an abiertos en u n a extensión de poco m enos que el diá
m etro. A unque en todos los casos las dos hileras están com pletam ente enterradas,
h a y b a s ta n te diferencia en tre u n a y o tra. L as p u n ta s de la hilera interior sólo p rin
c ip ian a asom arse a un m etro de profundidad, m ien tras que las de la corrida ex
te rio r se h allan a los 50 cm. y su base se en cu en tra a la a ltu ra en que term in a la
interior.
L as piedras que com ponen el sem icírculo de afuera son parecidas en tam añ o
a las de los alineam ientos, pero no así las del interior, las cuales tienen u n largo de
60 cm . y no p asan de 10 cm. de espesor. M ien tras que las prim eras están separadas
u n as de o tra s m ás o m enos 30 cm. las segundas e stán colocadas ju n ta s, con uno o
dos cen tím etro s de claro e n tre sí.
E ra en el ce n tro de estos dobles sem icírculos, a u n a pro fu n d id ad de 1,50 m t.
q u e se hallaro n las grandes lajas horizontales, sostenidas por o tra s verticales y que
serv ían p a ra resguardar la cabeza y el a ju a r del m u erto en terrad o allí, q uedando el
re sto del cuerpo en descubierto. N inguno de tales sem icírculos de piedra, con sus
se p u ltu ra s dolm énicas se halla den tro de los lím ites del an tig u o conchai y sólo en
las extensiones laterales del yacim iento que lo cubría.
S i es cierto que los semicírculos de piedras p ara d a s parecen señalar las tu m b as
d e jefes, sacerdotes u otras personajes de im portancia, n o podem os explicar el p a
p el q ue d esem peñaban los alineam ientos de piedras, a n o ser que ten ían algún
p ro p ó sito ritualístico.
E n algunos otro s yacim ientos de la época tam b ié n se hallaron piedras paradas,
p ero n o tenem os detalles exactos sobre su colocación y dem ás porm enores, así es
q u e n o podem os tom arlas en cuenta.
L a constitución del yacim iento del M o rro C olorado es de interés. Superficial
— 16 -
la s aves q ue cazaban. Sus habitaciones, con seguridad de las m ás prim itivas, las
c o n stru ía n encim a d e los cónchales y en sus inm ediaciones y los desperdicios de sus
com idas y de sus industrias, los d esp a rra m ab a n en los contornos de sus hogares,
h a s ta form ar cap as de b a sta n te espesor.
O BJETOS DE PIED R A
Llam amos lanceolados los tipos que term in an en p u n ta aguda con sus bor
des en su tercio superior menos curvos que en los otros tipos. E stos son quizá
los m ás numerosos.
Las lanzas ovaladas tienen la forma general de óvalo u h oja de laurel, con la
p u n ta un poco estirada en ojiva. E n proporción a su longitud son m ás anchas que
las otras puntas.
D enom inam os ojivales aquellas p u n tas que tienen uno o am bos extrem os en
forma de ojiva. Son parecidas a las lanceoladas, pero m ás anchas y con los bordes
m ás curvos.
Las p u n tas de lanza varían m ucho en tam año. Las h ay desde 100 m m . h a sta
260 mm. de longitud y de 35 h asta 80 m ilím etros de anchura. Su espesor fluctúa
entre 4 y 6 mm. sobre la línea m ediana, adelgazándose hacia los bordes. L a p u n ta
más grande que se ha encontrado en los yacim ientos de esta cu ltu ra, fué hallada
por Capdeville en P u n ta G rande, a unos 30 kilóm etros al n o rte de T alta l. M ide
260 m ilím etros de largo, 85 mm. de ancho en su m ayor diám etro y tiene u n espesor
m ediano de 6 mm. E s un poco asim étrica, com o puede verse en la Lám . I. Sola
m ente conocemos u na p u n ta de lanza de silex m ás larga que ésta. F u é en co n trad a
en uno de los túm ulos de tierra, de época posterior y tiene u n a longitud de 285
mm. Como no se ha encontrado n in g ú n ejem plar en astad o n o sabem os a p u n to
fijo de qué m anera aju stab an la p u n ta al asta, aun q u e creem os que pueden
haber empleado una m àstica y am arras de tendones com o en épocas posteriores.
PUNTAS DE DARDO
Proporcionalm ente son más angostas que las puntas de lanza y más puntia
gudas. N o obstante, algunos ejemplares salen de estas normas y tienen mayor
anchura, especialmente algunas de las ojivales de las cuales una que otra es casi
ovalada. Varias de ellas tienen un espesor mayor que las puntas de lanza y llegan
hasta 8 mm. aunque ésto no es lo corriente. Su largo fluctúa entre 75 mm. y 125
mm., siendo las más cortas y más anchas las ojivales. Lám. II.
N o sabemos con certitud si el pueblo que las fabricó haya conocido el uso de
la estólica, aunque es de suponerlo. D e todos modos, siendo de m adera dichos apa
ratos, no es de extrañarse que no hayan dejado vestigios. Hemos encontrado dos
pequeños ganchos de piedra que parecen haber sido de estólico, pero no lo po
demos asegurar.
PUNTAS DE FLECHA
C ada una de estas formas tienen sus variantes. Como las puntas de lanza
y las de dardo, éstas están enteram ente labradas en ambas caras. En general,
son más gruesas proporcionalmente que las descritas, especialmente en su m itad
inferior, adelgazándose en sus dos extremos. Sus proporciones son muy variables,
las hay pequeñitas, como tam bién hay otras que por su porte se asemejan a las
puntas de dardo. Fluctuan entre 25 y 85 mm. de largo y por regla general son
bastante puntiagudas. Láminas I l l a VI.
PUNTAS DE HARPÓN
E sta últim a clase de p u n ta es mucho más tosca y sencilla que las otras. Son
casi siempre de un sílice blanco, compacto y amorfo. Son de forma triangular, de
base recta o ligeramente redondeada y más anchas en su base que las puntas de
flecha. Son generalmente cortas, raras veces pasando de cuatro centímetros de
longitud. Son relativam ente poco numerosas, por cuanto la mayor parte de las
cabezas de harpón son de hueso. A veces son labradas con una técnica anterior, a
golpe seco, sin retocar, pero las hay labradas en ambas caras y retocadas en los
bordes.
1
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ANZUELOS DE PIEDRA
O tra clase de o b jeto b a sta n te a b u n d a n te en los yacim ientos, acusa la costum bre
de alisar y aun de pulir la p iedra en determ inadas ocasiones. Parecen ser pesas
p a ra redes, aunque no podem os ten er seguridad al respecto. Son piedras alargadas,
planas, con am bas caras perfectam ente alisadas aunque no pulidas. La anchura
de estas piedras es m ás o m enos la c u a rta p arte de su longitud y su espesor la
m itad de su anchura, G eneralm ente son u n poco m ás angostas en un extrem o que
en el otro. C erca de la p u n ta m ás angosta casi siem pre se encuentra una perfora
ción bicónica, d estin ad a p a ra suspenderlas. G eneralm ente este extrem o está re
dondeado aunq ue el o tro suele ser recto. Son de arenisca com pacta, de grano fino
y son ligeram ente ásperas al tacto.
A lgunas piedras de la m ism a forma, pero sin perforación llevan estriaciones en
un a o en am bas caras y con to d a p robabilidad han servido p ara alisar y pulir las
p u n ta s de hueso.
PIEDRAS PULIDORAS
PLATOS D E PIEDRA
TAZAS D E PIEDRA
O tro de los o bjetos hallados en el m ism o yacim iento era u n pequeño m ortero
de p ied ra sienítica, acom pañado de u n a m ano p a ra moler. E l m ortero h a sido fa
b ricad o de un rodado, ahuecado cuidadosam ente y dem uestra señales de haber
— 24 —
E n la m ism a lám ina se ven dos piedras alargadas de ex trañ a forma, que C ap-
deville creyó ser puñales, porque term in an en p u n ta m ás o m enos afilada. Son
de un a especie d u ra de pizarra de color azulado. Sospecham os que n o h a n sido la
b radas y que son naturales, gastadas quizá p or las aguas. P ueden haber servido
p ara algún objeto, aunque no sabem os cual. Quizá h ayan servido de arm as, com o
opinó Capdeville, o bien p a ra desprender los moluscos de las rocas. L a m ás larga
m ide 270 mm. y la o tra 243 mm.
ESPÁTULA D E PIEDRA
Además de los objetos que hemos descrito, se hallan en todos los yacim ientos
u na serie de herram ientas prim itivas que h a n sido retocadas m uy poco. Incluyen
raspadores, cuchillos, alizadores y punzones. N o son tipos d eterm inados y es raro
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OBJETOS DE HUESO
PU NTAS GRANDES
PUNTAS PULIDAS
Los objetos de hueso m ás abun d an tes son las b arb as que se fijab an en las p u n
tas cilindricas que acabam os de describir, p a ra form ar las cabezas de los harpones.
Si no fuera que, en varias ocasiones hemos encontrado dichas cabezas com pletas,
nos habría sido difícil adivinar su destino. Son casi siem pre curvas, con p u n ta
afilada en un extrem o y u n corte especial en el otro, p a ra aju starlas al cuerpo
cilindrico.
El tipo m ás sencillo tiene u n a forma recta y cilindrica. U n extrem o term in a
en p u n ta m ás o m enos afilada, y el o tro cortado en chaflán. E ste últim o se aju sta
al asta, al cual se su jeta por u n a hebra de nervio. E sto hace que la p u n ta se separa
del asta en ángulo m ás o menos agudo. (Véase Láms. II, II I y X III).
A veces, la b arb a no es recta sino arqueada en la m itad que se a ju s ta al a sta
y entonces el ángulo form ado p or las dos piezas es m ás abierto. O tro tip o es aquel
que llevando la forma general de los descritos, difiere de ellos en que lleva en la
p arte achaflanada, un a espiga saliente rectangular, generalm ente de pequeñas
dimensiones, destinada a en tra r en u n hueco correspondiente en el asta. Al su je ta r
se con el nervio, queda casi inam ovible y p resta m ucha m ayor firmeza.
N inguno de estos cuatro tipos lleva b a rb a auxiliar en la p u n ta, com o los que
pasarem os a describir. E stos, sean del tipo recto o curvo, tienen en el lado exterior
de la p u n ta y cerca de la p arte que se am arra al asta, u n saliente m ás ancho, en
cuya base se ha hecho u n a escotadura, convirtiéndolo en u n a b a rb a adicional.
Las p u n tas con barbas se encuentran de las cu a tro form as anteriores, de m an era
que podemos hablar de ocho tipos, ejem plares de todos los cuales se pued en v er
en las diversas láminas.
Las barbas de harpones v arían de dim ensiones según el ta m a ñ o del mism o
aparato. Las hay pequeñas, com o p ara pescar, pero las m ás g randes pueden h aber
servido como fisgas p ara la caza de lobos m arinos u otros anim ales, com o tam b ién
p ara peces m ás grandes, com o las toninas, albacoras o tiburones, b a sta n te a b u n
d antes en esta costa y cuyos restos se hallan en tre los desperdicios d e cocina.
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ANZUELOS D E HUESO
COLLAR DE H U ESO
TUBOS D E HUESO
Como en todas las culturas de T altal, encontram os en los yacim ientos de esta
época, tubitos formados de trozos de las tibias o los fém ures de anim ales grandes
Son cortados en ambos extremos y m iden de 8 cm. a 12 cm. de largo. E s probable,
que hayan form ado pequeños estuches p ara g u ard ar colores o p a ra otros usos, ce
rrados en am bos extremos p or tapones de m adera, porque en las cu ltu ras posterio
res hemos encontrado m uchos con sus tapones y algunos de ellos con las tierras de
color.
E n tre los restos encontrados en los yacim ientos de la cu ltu ra anterior, la del
pueblo neolítico incipiente, se encontraron cantidades de tierras de color, blanca,
negra, roja, am arilla y verdosa, am asadas en forma de pelotones, y au n cuan d o no
se han encontrado estas tierras en tre los restos que describim os, n o es de d u d ar
que hayan existido.
CRÁNEO D E HUANACO
CRÁNEOS HUMANOS
Son tres los cráneos hum anos en buen estado que se encontraron en los yaci
m ientos de esta época, a lo menos, éstos son los únicos que fueron recogidos y con
servados. Todos ellos existen actualm ente en las colecciones del museo.
E n la Lám. X V figura el que se halló en P u n ta G ran d e ju n to al crán eo del
huanaco. E stá en perfecto estado y tiene su d e n ta d u ra com pleta au n q u e b a sta n te
g astada por el uso, especialm ente los colmillos o caninos.
El cráneo es de hom bre jo v en ya que n o tiene m ás que cu atro m olares en cad a
lado, faltando las m uelas de juicio.
O tro cráneo de hom bre, en igual estado de conservación es el que encontró
Capdeville en u na sepultura dolm énica del yacim iento a que dió el nom bre de Ce
m enterio del P rim er Palo de Telégrafo, al pie del conchai del M o rro Colorado.
Los dos cráneos que son indudablem ente del pueblo neolítico, son ligeram ente
braquioides y presentan contornos suaves y redondeados. Los huesos de la cara son
fuertes, la distancia bizigom ática relativ am en te grande y u n débil proñatism o. L as
m andíbulas inferiores son fuertes, de m entón prom inente y sus ram as ascendentes
anchas.
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O tro cráneo, algo destro zad o en p arte, pero que se pudo restau rar íntegra
m ente, parece ser m ás bien de an tig u o chango. F u é descubierto en u n yacim iento
de la C aleta de A gua D ulce, a legua y m edia del p u ertecito de Cascabeles. E s
m ucho m ás tosco y prim itiv o q u e los otros dos, de formas m ás angulosas, ligeia-
m en te escafoide y sub-dolicocéfalo con índice cefálico de 78,5. Se halló a 1.20 m t
de profundidad, deb ajo de la c a p a conteniendo artefactos neolíticos y ju n to con
dos fisgas o p u n ta s de arpón, de hueso, del tip o que siem pre se había considerado
exclusivam ente fueguino.
OBJETOS DE CONCHA
ANZUELOS DE CONCHA
E sto s tienen la m ism a form a general que los de hueso ya descritos, pero son un
poco m ás anchos en u n sen tid o y m ás delgados en el o tro; es decir, que son más
aplanados y la p a rte sem icircular m ás cerrada. Son hechos de la p arte m ás firme
de conchas de choro (M ytilu s S p.) an acarad o s p o r u n lado y de color azulado obs
curo por el otro. E l m ism o tip o se usó en las épocas posteriores, sin modificación,
h a sta la introducción de anzuelos de cobre o de bronce d u ran te la época chincha-
atacam eña.
COLLARES DE CONCHA
PLAQUITAS DE CONCHA
Ü) Fundam entos Etnicos y Arqueología de Arica y Tacna, por M ax Uhle. Quito, 1922.
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lobos marinos. E s m ás que probable que el pueblo que nos ocupa empleaba el mis
mo tipo de construcción.
Las industrias que presentan esta cultura son en esencia neolíticas. Su instru
m ental y sus arm as son principalm ente de piedra, labrada y aun pulida en parte.
Los objetos de hueso son de tipos que acom pañan la cultura neolítica en todas
partes y no se encuentran vestigios de industrias comunes en épocas posteriores,
como la agricultura, la alfaiería y la metalurgia.
Los alineam ientos de piedras paradas y las formaciones dolménicas que cubrían
las cabezas de algunos de los m uertos, no se hallaban en todos los yacimientos y
parecen haberse confinado a las inmediaciones de la P u n ta del Hueso Parado.
Aunque tienen alguna lejana sem ejanza con las construcciones dolménicas de
E uropa, se alejan b astan te de ellas en otros sentidos y, a nuestro modo de ver,
no justifican el nom bre propuesto por Capdeville. Por estas razones hemos creído
conveniente hablar de la C u ltu ra N eolítica en vez de C ultura Dolménica.
A un cuando se puede asegurar que el pueblo neolítico no fabricaba alfarería,
n o hay la m ism a seguridad respecto de la cestería. Cierto es que no se han encon
trado vestigios de sem ejante industria, pero como los artefactos de tal n atu ra
leza no resisten a la hum edad, es m uy posible que hayan desaparecido durante
los m uchos siglos que han pasado. Las tribus pescadoras del norte, contem porá
neas con éstas, pero que vivían en un clima más seco, dejaron una hermosa ces
tería, la que se h a conservado intacta. El clima de T altal, hoy completamente
seco, debe haber sido antes mucho más húmedo, como se prueba por la agricul
tu ra practicada por los pueblos que se radicaron allí con posterioridad.
Lo que no se ha establecido h asta ahora es la relación que puede haber tenido
el pueblo neolítico con el de los Vasos Negros que apareció en estos contornos, si
glos después. ¿H abrían desaparecido completam ente los primeros o perduraron has
ta ponerse en contacto con los nuevos llegados? Hacemos esta pregunta, porque
entre los restos dejados por los últim os, encontramos puntas de lanza y de flecha
b astan te parecidas a las neolíticas, como lo son tam bién los collares de concha y
de piedra. L a gran diferencia en las p u n tas de piedra consiste en que las del últim o
pueblo siem pre tienen la base recta o ligeramente cóncava y en ningún caso con
p u n ta o con pedúnculo. P or lo demás, la técnica es igual como lo es la clase de m ate
rial em pleado en su fabricación y encontramos los mismos tipos que entre los
neolíticos. E sta industria, ¿la trajeron consigo o la adquirieron de sus posibles
vecinos neolíticos? Aunque esto cabe dentro de lo posible, no lo creemos, porque
en ese caso es difícil que no hubiese aparecido entre los restos neolíticos ningún
vestigio de tal contacto, como fragmentos de alfarería o algún objeto de oro.
E s tam bién difícil pensar que un pueblo que haya tenido una cultura en la
cual se conocían la alfarería y la m etalurgia del oro, careciese de material y técnica
p ara fabricar sus ai m as y demás instrum entos, teniendo que copiarlos de un pueblo
de cultura inferior.
E s preferible considerar que el pueblo de los Vasos Negros haya desarrollado
su cultura en o tra p arte y la llevó consigo a T altal. Los artefactos neolíticos son
parecidos donde quiera que se hallan y no es de extrañarse que hubiera semejanza
entre las pu n tas de piedra de las dos culturas, aun cuando su origen haya sido dis
tinto.
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Hermosa Punta de lanza, de sílex rosado (de 0,26 m. de largo)— la más grande que se ha sacado
en la región de Taltal— ; fin a s Flechas de ágata; cuatro P untas de arpones, de hueso y un Adorno
de piedra blanca, grabado; encontrados efi «Punta Grande», costa norte de Taltal, a un metro de
profundidad.
N . B.—De la misma se,:uliura en que se encontraron estos objetos, fueron sacados un cráneo de jndio y uno de
guanaco, encontrados completamente juntos.
L á m . II
S e is Ja b a lin a s, de cuarzo blanco, jaspeado con rosa, en fo rm a de hojas de laurel, m u y esm era
damente trabajadas; dos barbas de harpón y cinco artístic a s P u n ta s de Jlechas.— E ncontrado todo en
el «Barrio de la C a l e t a a l norte del E stablecim iento A . P rat, a ochenta centím etros de p ro fu n d id a d .
lám. III
Un artístico Collar de cuarzo verde; un Adorno, en form a de pescadito, de cuarzo blanco; dos
Pesas de piedra, fiara hundir anzuelos; cinco barbas de harpón de hueso.— A l pie del collar: una He
rramienta de piedra, de uso desconocido, y un Cuchillito de piedra, m uy cortante.— Las demás son
P untas de flechas, de variadas form as y m uy bonitos cuarzos.
Todo esto fu é encontrado a inmediaciones d e l«Muelle de Piedra», costa norte de Taltal,[a ochenta
centímetros de profundidad.
L ám. IV
P u n ta de lanza, Flechas, Collar tubular, de lindo cuarzo verde, con t i l artístico Colgante; va
rios punzones de hueso; una garra de P um a y una H erram ienta de piedra, en form a de clavija; en
contrados en «P u n ta M orada», costa norte de Taltal, a ochenta centímetros de profundidad.
Lám. V
Pesa de concha de perla, para hundir anzuelos. Collar de conchas. Collar de conchas, más
fin o que el anterior. Anzuelo de huesos. Punzón de hueso.
Las demás son P untas de Flechas, de variadas formas, de cuarzo cristalino.
Estos objetos fueron encontrados en la «Quebrada dql Bronce», al sur de Taltal, a setenta centí
metros de profundidad.
LÁM. VI
Dos bellísimas P u n ta s de lanzas— que llam an la atención, tanto por su m a n u fa ctu ra como bor
el m aterial empleado. Flechas de diversas fo rm a s y variados cuarzos $ P unzones de hueso, P u n ta
de arpón etc. ; encontrados al lado norte del E stablecim iento A rtu ro Prat», a ochento centím etros de
L ám. VII
Flechas, de obsidiana, cuarzos etc., Pesas, de piedra pizarra, para hundir lienzas de pescar; un
Anzuelo de hueso; un par Adornos para las orejas, de sílex negro y dos Huesitos en forma de cráneo;
encontrado todo en *Agua de los Perros», al sur de Taltal a ochenta centímetros de profundidad.
L ám . V i l i
Un lindo Collar de concha, de m ás de metro y medio de largo.— Dentro del Collar, en la parte
superior: u n B ruñidor y dos Herramientas, de piedra negra: un pequeño Hueso, en form a de cráneo
y una Flecha de cuarzo vetado.— E n la parte inferior: una P unta de lanza, de cuarzo blanco y dos
pequeños Huesos, en fo rm a de palomitas.— E n los costados: dos Pesas, de piedra pizarra, para
hundir anzuelos.— L a s demás son Flechas de cuarzo cristalino, con velas rosadas y amarillas.
Todo fu e encontrado en «Caleta B andurrias», costa norte de Taltal, a noventa centímetros de
profundidad.
L ám. IX
Hermosas P u n ta s de Lanzas, de fin ísim o s cuarzos, y Pesas para hundir anzuelos, encontradas
en la <P laya del Hueso*, costa norte de Taltal, a setenta centímetros de profundidad.
L ám. X
Flechas, P untas de lanzas, una Herramienta de piedra (en form a de clavija), una Pesa, de con
cha, para hundir anzuelos; un P unzón de hueso; P untas de arpón; encontrados en la «Quebrada
del Bronce», al sur de Taltal, a sesenta centímetros de profundidad.
L ám. XI
P untas de Arpones. Punzones de hueso. Barba de harpón. Hermosas P unías de Lanzas, fin a
mente talladas.
L as demás son P untas de Flechas, de variadas formas y colores.
Estos objetos fueron encontrados en «Peña B lanca>, costa norte de Taltal, ajóchenla centímetros
de profundidad.
Un Collar, de hueso, de metro y medio de largo.— E n el centro: una hermosa P unta de lanzo
de sílex blanco, con vetas rosadas y amarillas; cuatro Arpones de hueso, de tipos diferentes.— E n los
costados: dos Pesas de concha, para hundir anzuelos, y cuatro Flechas de fin o cuarzo, esco gidas
entre muchas de su clase.
Encontrado lodo en «Punta Morada*, costa norte de Taltal, a ochenta centímetros de profun
didad.
Cráneo encontrado en cementerio prehistórico de «Punta Grande», costa norte de Taltal, a un metro de p ro fu n d id a d
N. B. Al lado de la osam enta del indio fué en co n trad a una osam enta com pleta de g u a n a c o .