Dias Oscuros

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DÍAS OSCUROS

Esta obra se compone de tres historias: “Una familia feliz”, “La estrella” y “Pina y

Rosario”.
DÍAS OSCUROS CLARA M. GUERRERO

UNA FAMILIA FELIZ

PERSONAJES

El Padre

La Madre

El Hijo

El Fiscal

ESCENA 1

Comedor de una casa. Mesa para cuatro. El PADRE está sentado, leyendo el periódico.

La MADRE entra y sale de escena; sirve la mesa. Hay un muñeco sentado en otra de las

sillas; representa un niño de unos 10 años.

PADRE: Esto es el colmo. El gobierno le despeja medio país a la guerrilla... Ahora

vamos a ver todas las armas que meten y la droga que van a sacar por ahí...

MADRE: Dieguito no ha llegado de la universidad y ya falta un cuarto para la una...

(Al muñeco) Ya voy Javier, ya me siento contigo.

PADRE: ¿Qué tal esto? Un Ford Festiva vale 35 millones de pesos. Con eso, mejor

me compro un Hyunday, que tiene más presencia...

MADRE: ¿Sería que le pasó algo? (Al muñeco) Que te esperes, te digo. ¿No ves que

todavía no termino de servir?

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PADRE: Nos jodimos ahora sí con este ministro. ¿Impuesto del 4 por mil? Se

mandan huevo... (Pequeña pausa. El PADRE baja violentamente el

periódico, molesto) ¡Cállate de una vez, Javier! ¡Al menos en mi casa tengo

derecho a un poco de tranquilidad!

Suena el timbre de la puerta. La MADRE sale a abrir. Entra acompañada del FISCAL.

ESCENA 2

MADRE: Amor... Este señor quiere hablar con nosotros.

PADRE: (Sin despegar los ojos del periódico) ¿Quién es? ¿No puede volver más

tarde? Estamos en la hora del almuerzo, carajo.

FISCAL: Soy Hugo Pico Maldonado, Fiscal de la República.

PADRE: ¿Hay algún problema?

FISCAL: ¿Son ustedes los padres de Diego Manuel Celis Galindo?

MADRE: Sí, sí señor.

FISCAL: Lamento informarles que tengo una orden de arresto para su hijo. ¿Se

encuentra aquí?

PADRE: Usted debe estar equivocado. Diego no tiene ningún asunto pendiente con

la justicia.

MADRE: Mi esposo tiene razón. Dieguito es un muchacho muy bien educado,

inteligente y... (Pausa. La MADRE se calla)

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FISCAL: Actualmente hay un proceso penal en su contra por violación y agresión

física violenta en la persona de María Camila Landínez Mora. No sé si les

interesará saber pero la señorita Landínez se encuentra en cuidados

intensivos de la Clínica Bucaramanga y su pronóstico es reservado.

PADRE: Ese no fue Diego. Yo he criado muy bien a mis hijos, señor. Nadie puede

quejarse del buen comportamiento de ellos; sobre todo de Diego, porque

con él he sido especial. Buen ejemplo y mano fuerte forjan el carácter.

FISCAL: Disculpe, señor Celis. Su hijo ha sido arrestado por escándalo en la vía

pública, conducir en estado de embriaguez, posesión de drogas, robo

menor y agresión física violenta. Y no sólo una, sino varias veces por cada

delito.

PADRE: ¿Diego Manuel? Es imposible. Nunca he tenido que ir a ninguna comisaría

o inspección a firmar nada.

FISCAL: Las denuncias y demás procesos fueron del conocimiento de Gloria Galindo

de Celis... Si no estoy mal, es su esposa.

MADRE: No quería preocuparte, amor. Además eran locuras de muchacho, nada

serio, todos los jóvenes son rebeldes...

FISCAL: Perdóneme, doña Gloria, pero su hijo no es ningún adolescente, ya tiene 20

años; además, no todos los muchachos son delincuentes, porque eso es lo

que cualquier persona concluiría de la conducta de su hijo.

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PADRE: Un momento, señor. Usted no es nadie para juzgar a mis hijos. Sépalo que

nosotros somos personas muy cultas y Diego es instructor en el Programa

Nacional de Superación Juvenil. Todo lo que usted dice de él debe ser un

malentendido.

FISCAL: Puede ser... Mi deseo no es enfrentarme con ustedes. Hemos venido por su

hijo, ¿se encuentra él aquí?

MADRE: No. No ha llegado aún de la Universidad.

FISCAL: En ese caso esperaremos hasta que regrese.

PADRE: Si quiere esperar hágalo afuera. No acepto patanes en mi casa.

FISCAL: Con su permiso. (Sale)

ESCENA 3

MADRE: Amor, yo no quise...

PADRE: (Vuelve a su periódico) No quiero hablar de eso; ya Diego nos explicará

todo cuando llegue. ¿Pagaste la inscripción para el taller familiar de

Senderos?

MADRE: Pero, Manuel, se trata de...

PADRE: ¡¿Pagaste o no, carajo?! ¿Es que ni siquiera voy a poder leer el periódico en

paz?

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MADRE: Sí. Pagué esta mañana, me dieron permiso en la oficina. Tenemos que ir el

sábado próximo.

PADRE: No sé por qué insistes en esos talleres. Soy una persona honesta, mantengo

esta familia, pago la educación de mis hijos... En esos ridículos encuentros

todo el mundo no hace sino llorar y arrepentirse de lo que han hecho o

dejado de hacer.

MADRE: ¡Algo podrías aprender! Ya llevas seis talleres y sigues siendo el mismo.

PADRE: No tengo nada de qué lamentarme; además soy una persona centrada. Sé lo

que quiero de la vida y cuál es mi papel. Cosa de la que tú no tienes ni idea.

MADRE: Mira cuán bien has cumplido tu papel... Nuestro hijo es un criminal en

potencia...

PADRE: No creerás la basura del fiscalucho ese, ¿no? Estoy seguro que todo es un

malentendido... ¿Diego qué estará pensando de la vida? ¿Que voy a

esperarlo hasta que se le dé la gana venir a almorzar? Levanta los platos de

él, a ver si aprende algo. (La MADRE levanta los platos y sale. Empiezan a

almorzar)

Oscuridad.

ESCENA 4

El PADRE y la MADRE terminan de almorzar. El PADRE vuelve a tomar el periódico.

PADRE: Limpia la mesa. Que Javier se vaya a bañar los dientes y hacer sus tareas.

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MADRE: Pero el niño no ha terminado de almorzar.

PADRE: Que aprenda a comer con juicio. Tú, como siempre, alcahueteándoles todo

a ellos.

MADRE: A ver, Javier, cómete la carne.

PADRE: ¿Por qué siempre me llevas la contraria? ¿Qué clase de autoridad tengo yo,

si digo una cosa y tú haces otra?

MADRE: Vamos Javier, ya oíste a tu papá. (Levanta al muñeco y sale con él) (Al

PADRE) Voy a alistarme para la oficina. (El PADRE sigue en su periódico)

ESCENA 5

Por el otro lado de la escena entra DIEGO. Con sigilo se dirige hacia el lado por donde

entró el FISCAL. Observa, como a través de una ventana.

PADRE: Llegaste tarde para el almuerzo. Ya sabes que aquí come toda la familia al

mismo tiempo.

DIEGO: No será la primera vez que me quede sin comer. Cuando tenía 12 años, sí

me dolía... Ahora, me importa cinco. Por cierto, buenas tardes... señor, yo

estoy muy bien.

PADRE: Supongo que ya arreglaste el asunto del fiscal, no quiero más policías frente

a mi casa.

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DIEGO: Por supuesto que no; somos la familia perfecta... Pero es raro... No

recuerdo haberte llamado... papá o padre. Siempre me acuerdo de ti como

el señor, el señor con cara de periódico...

PADRE: Deja las maricadas para los talleres de tu mamá. ¿Arreglaste lo del fiscal?

DIEGO: En un momento... señor. (Saca un arma de entre la ropa) Primero tengo

que arreglar algo. Siempre quise verte la cara mientras te hablaba.

PADRE: Las personas inteligentes pueden ver una cosa y escuchar otra al mismo

tiempo.

DIEGO: Yo no soy otra cosa... Yo soy tu hijo.

Al mismo tiempo que se apaga la luz se escucha un disparo y se ve un fogonazo en la

oscuridad.

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LA ESTRELLA

PERSONAJES

La Actriz

El Actor

El Técnico

ESCENA 1

Escenario vacío. Se trata de un teatro donde pronto se realizará una presentación. Se

ven elementos de escenografía y de utilería regados por la escena. El TÉCNICO baja y

sube varas de la tramoya. Prueba algunos contrapesos. Entra la ACTRIZ.

ACTRIZ: ¡Hola! ¿Hay alguien por aquí?

TÉCNICO: Buenas tardes, señorita.

ACTRIZ: Buenas. Usted es...

TÉCNICO: Mateo Ortiz, el tramoyista del teatro.

ACTRIZ: Mateo... Mateo... ¿No nos hemos visto antes?

TÉCNICO: No lo sé, señorita.

ACTRIZ: Mateo Ortiz... ¡Matiz! ¿No eres Matiz?

TÉCNICO: Era Matiz, ahora soy Mateo Ortiz.

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ACTRIZ: ¡Matiz! ¿No me recuerdas? Paula Gimena, yo estuve contigo en el Teatro

Mascarada.

TÉCNICO: ¡La Candonga! Cómo has cambiado.

ACTRIZ: Sigo siendo la misma. Menos cansona, claro está.

TÉCNICO: No sabía que vinieras con la compañía.

ACTRIZ: Soy la doble de la actriz principal. Ya sabes cómo es. Pero tú... ¿qué haces

aquí de técnico? Te juro que no he vuelto a tener un director como tú.

TÉCNICO: Me cansé Gimenita... Me cansé de ser juzgado por imbéciles que no tienen

idea de lo que es el teatro... De luchar contra la corriente burocrática, de la

falta de apoyo. Pero sobre todo, me cansé de la traición de la gente, de la

misma gente que formé.

ACTRIZ: ¿Por qué no abriste una escuela?

TÉCNICO: ¿Acaso crees que no lo intenté? Mi vida es el teatro, Gimena. Y aquí no

incomodo a nadie, así que nadie me incomoda a mí. Pero no pongas esa

cara. Te juro que soy feliz.

ACTRIZ: ¿De veras?

TÉCNICO: ¡Claro! Discuto de teatro con directores y actores y hay algunos técnicos

que podrían dar lecciones a la Royal Shakespeare Company. Algo que ya no

se podía hacer con los teatreros que conocimos.

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ACTRIZ: Definitivamente el mundo es un pañuelo. ¿Quién iba a imaginar que me iba

a encontrar contigo en este teatro? Es una belleza, ¿no cierto?

TÉCNICO: Así es. Hace 10 años que llegué aquí. Siempre quise trabajar en un teatro

como este. Ya ves, de una u otra forma, se me cumplió ese sueño.

ACTRIZ: Voy a cambiarme para el ensayo. Por qué no lo miras y me das algunas

direcciones. Estoy segura que aún tienes tu ojo teatral.

TÉCNICO: Será un gusto, Candonga.

ACTRIZ: No te atrevas a llamarme así enfrente de los demás, ¿oíste?

ACTOR: (Off) ¿Dónde diablos está mi camerino?

ACTRIZ: Hablando del rey de Roma... ¿Si sabes quién es la “vedette”?

TÉCNICO: Por supuesto que lo sé, Gimenita. Lo estaba esperando.

ACTRIZ: No te preocupes. La estrellita no se acuerda de nadie.

TÉCNICO: En cambio yo todavía me acuerdo de él. En seis meses, acabó con el trabajo

de 20 años con el Teatro Mascarada. Y yo lo creía mi amigo.

ACTRIZ: Fue una cagada lo que te hizo Matiz, echarte la gente así encima. Luego

todos supieron que él fue quien se gastó la plata del montaje, pero tú ya te

habías ido. A mí todavía no me perdona que me hubiera quedado a tu lado.

TÉCNICO: ¿Cómo así?

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ACTRIZ: ¡Ay! Me hace la vida imposible. El director más de una vez ha querido

ponerme a actuar pero él se atraviesa. “Yo no actúo con principiantes”,

dice. Lo que pasa es que me tiene rabia porque sé quién es y de dónde

viene.

TÉCNICO: ¿Pero no eres la doble?

ACTRIZ: La actriz principal es su noviecita. Y cancanea cuando actúa... Sólo le falta

música y parece una zarzuela. (Ambos ríen)

TÉCNICO: No pierdas la esperanza, las cosas pueden cambiar.

ACTRIZ: Eso espero. Ahora sí me voy a vestir. No se te olvide mirar el ensayo. ¿Por

dónde quedan los camerinos?

TÉCNICO: Ven, yo te llevo, hay que llegar con brújula. (Salen)

ESCENA 2

Entra el ACTOR. El TÉCNICO vuelve a entrar y sigue en su trabajo.

ACTOR: ¡Qué bonito! No han armado la hijueputa escenografía. (Al TÉCNICO) Oiga,

usted. Deje de jugar con las cuerditas y póngase a armar estos bastidores.

TÉCNICO: Soy el tramoyista de este teatro. Los técnicos de su compañía no han

llegado. Si gusta, ármelos usted mismo.

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ACTOR: No me confunda, idiota. Soy actor. Los actores sólo se dedican a actuar

porque son la razón de ser del teatro. Pero eso es algo que un ignorante

como usted no entendería.

TECNICO: Tiene razón, señor. No entiendo cómo usted puede ser la razón de ser del

teatro.

ACTOR: ¿Dónde queda mi camerino?

TECNICO: Bajando por esa escalera a mano izquierda.

ACTOR: Espero que esté limpio y con todas las cosas que pedí. (Sale. Pausa. Vuelve

a entrar) ¡Imbécil! Allí no había ningún camerino. Es el depósito de

materiales.

TÉCNICO: Qué pena. Es que soy nuevo y a duras penas sé llegar al escenario. Tal vez

debería llamar al administrador.

ACTOR: Eso es lo que voy a hacer. Y le voy a hablar de lo bueno para nada que es

usted.

TÉCNICO: Los actores vienen y van. Los técnicos quedan.

ACTOR: ¿Cómo dice?

TÉCNICO: ¿Yo? Yo no he dicho nada, señor.

ACTOR: Hágase el idiota. Dónde hay un teléfono.

TÉCNICO: No hay teléfono en el escenario, señor.

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ACTOR: Un citófono, cualquier cosa para comunicarse así sea un vaso plástico y un

alambre.

TÉCNICO: Había uno, pero se dañó. Toca subir las escaleras para hablar con el

administrador. Es por aquí.

ACTOR: Esto me pasa por trabajar con incompetentes. (Sale por donde le indica el

técnico) (Vuelve a entrar) ¡Estas son las escaleras para la tramoya! No hay

ninguna salida.

TÉCNICO: Qué raro, el administrador siempre sale por esta puerta. (Suena un

teléfono)

ACTOR: ¿No dizque no había teléfono?

TÉCNICO: No hay teléfono. Había uno, pero se dañó.

ACTOR: Y lo que está sonando, ¿qué es?

TÉCNICO: Yo no escucho nada, señor.

ACTOR: Además de bruto, sordo. (Empieza a buscar el teléfono) Debe estar por

aquí, se oye cerca...

ESCENA 3

ACTRIZ: (Entrando. Viene ataviada con el vestuario de la obra) ¿Listos para el

ensayo?

ACTOR: Dime, ¿escuchaste o no un teléfono?

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ACTRIZ: No escuché nada.

ACTOR: Hace un momento, estaba sonando un teléfono. ¿No lo oíste?

ACTRIZ: No, no oí nada. Estaba haciendo ejercicios de voz.

ACTOR: Se me olvidaba... ¿No te cansas de tanto entusiasmo?

ACTRIZ: No me canso de ser actriz de teatro. No sé lo que serás tú.

ACTOR: Pues yo soy quien dice que no va a haber ensayo. No voy a desperdiciar mi

tiempo con alguien que nunca va a actuar en la obra.

ACTRIZ: Pero el director dijo...

ACTOR: El director dice muchas cosas, pero no está aquí. Y mientras yo esté en este

montaje tú no verás el escenario.

ACTRIZ: No escupas tan alto, querido, porque te puede caer en la cara. (Sale)

ACTOR: ¡Uy, qué miedo! ¡Nostradamus! (Ríe)

ESCENA 4

ACTOR: Oiga, tramoyista.

TÉCNICO: A la orden, señor.

ACTOR: ¿Usted ayuda también a cuadrar las luces?, o se sale de sus capacidades.

TÉCNICO: No, no se sale de mis capacidades.

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ACTOR: Bueno, mire. (Busca un lugar en el escenario) Aquí, en la escena final del

último acto, yo hago mi monólogo cumbre. Quiero una luz cenital, con

filtro azul, sólo sobre mí, ¿me entiende?

TÉCNICO: Luz cenital, filtro azul, sólo sobre usted.

ACTOR: ¿Será muy difícil recordarlo?

TÉCNICO: De ninguna manera, señor. Lo recordaré muy bien. Ahora que... ¿Está

usted seguro de que va a estar en este sitio preciso en la escena final del

último acto?

ACTOR: Por supuesto que sí, soy el protagonista; yo me paro donde quiera. Los

técnicos acomodarán la escenografía.

TÉCNICO: En todo caso, déjeme marcar el sitio con cinta de enmascarar, para mayor

seguridad.

ACTOR: ¡Qué asombro! También piensa.

TÉCNICO: Algunas veces, sí, señor. (Hace un círculo con la cinta alrededor del

ACTOR) Listo. No olvide pararse aquí, para su monólogo cumbre.

ACTOR: No soy ciego, idiota. A usted más le vale colocarme esa luz si no quiere ser

despedido del teatro.

TÉCNICO: Tendrá su luz, señor. Su monólogo será el mejor de todos, se lo aseguro.

ACTOR: Voy a descansar al camerino. Que nadie me moleste. (Sale)

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ESCENA 5

TÉCNICO: (Se dirige hacia las cuerdas de la tramoya y hace algunos movimientos)

Tendrás tu luz cenital, estrellita... Con filtro azul... Sólo sobre ti... Y tal vez

algo más... Al fin y al cabo... Un accidente le ocurre a cualquiera.

Suelta una cuerda y un contrapeso cae justo en el círculo marcado con la cinta de

enmascarar en el piso.

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PINA Y ROSARIO

PERSONAJES

Pina

Rosario

Alonso

ESCENA 1

Habitación de doña PINA. Se ilumina el área utilizada por ella. Un armario. Doña PINA

envuelve distintos enseres personales y los guarda dentro del armario. También saca

algunos paquetes, que abre cuidadosamente, vigilando que nadie la vea, los revisa y

luego los vuelve a guardar. Cierra las puertas del armario y les echa llave. Se guarda

la llave dentro de una bolsita, en el seno.

Se ilumina otra área donde hay una jaula de pájaros, con aves artificiales. A su lado,

una mesa de comedor.

PINA: (Limpiando la jaula y acicalando los pájaros) Buenos días mis hijos, hoy

están más hermosos que nunca. Esta mañana me desvelaron con todo el

barullo que armaron, pero no se preocupen, aquí está la abuela para

cuidarlos.

Se oye el ruido de unas llaves en OFF. Ruido de la puerta que se abre. Entra ROSARIO,

cargando un canasto de mercado y algunas bolsas.

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ROSARIO: Quiubo, madrina. ¿Ya desayunó? (Se sienta con varios papeles, coge un

lápiz y comienza a hacer cuentas)

PINA: Nadie me dio de comer. Me levanté íngrima y sola. Si no es por el ruido de

los gatos en el techo habría creído que estaba muerta. Los gatos son

animales del demonio, no estarían conmigo en el cielo si me muriera.

ROSARIO: Ahí estaban las ollas en la estufa... Y pan encima de la nevera... Qué le

costaba servirse.

PINA: Se me acabó el jabón. No pude ni bañarme. Seré un poco vieja pero me

gusta estar limpia y bien presentada.

ROSARIO: Madrina... Le di una barra grande, de jabón juno, hace dos días no más...

PINA: Me lo robaron... Nadie me respeta en mi casa... Vi a los muchachos jugando

en mi pieza ayer... Les hace falta el taita, están muy malcriados... Si fueran

mis hijos, ¡ah! otro gallo les cantaría.

ROSARIO: (Conteniendo la ira) Nadie roba nada aquí, mucho menos mis hijos.

¿Seguro no guardó el jabón y ahora no se acuerda dónde?

PINA: Hoy me volvió a dar la picada en la cabeza, debió ser por estar en ayunas...

ROSARIO: (Deja violentamente lo que está haciendo) Hay caldo de papa en la cocina.

Caliéntelo y sírvase. Recuerde que aquí se venden almuerzos, son las nueve

de la mañana y no he puesto a hacer nada.

PINA: Unos estrenan en esta casa mientras que a mí se me pierden las cosas...

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ROSARIO: ¿Cómo así?

PINA: Aunque los traigan en bolsa del Ley esos brasieres son míos...

ROSARIO: No son suyos, los compré, con mi plata, pues llevo usando el mismo por

dos años. Además ¡no sé cómo le va a quedar a usted la talla 34...!

PINA: Cuando Alonsito venga le voy a contar todo. Él si va a poner cada cosa en

su lugar.

ROSARIO: Si “Alonsito” viene, bien podría pedirle para su jabón que tanto se le acaba,

y para la crema de dientes que se le llena de cucarachas cada semana y para

el papel higiénico que se comen los ratones. Pero sobre todo podría decirle

que me pague los seis meses de alimentación que me debe.

PINA: No sea desconsiderada, Rosario. Mi pobre hijito no tiene para esos lujos.

ROSARIO: ¿Su pobre hijito? Doña Pina, su pobre hijito me vendió esta casa y

despilfarró la plata. Y no se le olvide, y maldita la hora en que acepté, que

fue con la condición que usted siguiera viviendo en esa pieza. Pero nunca

me dijo que yo también iba a tener que mantenerla.

PINA: Esta es mi casa.

ROSARIO: ¡No, no es su casa! Y yo no soy su sirvienta. ¿Cuándo va a reconocerlo?

PINA: Nadie me ha dado de comer hoy, me quieren matar de hambre.

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ROSARIO: (Derrotada ante la terquedad de la vieja) ¡Señor, Dios mío! Dame

paciencia. Ya le traigo su desayuno; de todas maneras necesito las ollas

para los almuerzos... (Sale a la cocina)

PINA: Ya empiezo a oler mal. Pero bañarse con sola agua no es baño cristiano. Así

se bañan los gatos...

ROSARIO: (Se devuelve trayendo una barra de jabón) Aquí tiene y no hay más. Así

que mejor le dura todo el mes.

PINA: Si es que no me lo roban... (ROSARIO sale ya sin responderle nada) Porque

aquí todo me roban. Las joyas que me regaló mi marido, se perdieron ayer,

quién sabe dónde andarán... (Sale remilgando hacia el baño)

ESCENA 2

Transición. Se repite la misma escena anterior, 10 años después.

Doña PINA revisa paquetes y guarda otros paquetes. Cierra el armario con llave. Se

ilumina el área de la jaula. Se ven los mismos pájaros artificiales.

PINA: Buenos días mis hijos. ¿Vinieron otra vez los gatos anoche? Tranquilitos...

Aquí está la abuela Pina. Para eso les pongo esta cubierta de lana, está

bendita. Esos bandidos no les podrán hacer nada.

Entra ROSARIO, con canastos y bolsas – menos que en la escena pasada –.

ROSARIO. Buenos días, madrina. Ya le traigo su desayuno.

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PINA: Se me perdieron los cincuenta mil pesos que me mandó Alonsito el mes

pasado. Y eso que los guardé bien. Pero con esos muchachos, ya

volantones, una ya no está segura en ninguna parte. A lo mejor andan en

los malos vicios. (ROSARIO le sirve y continúa su tarea de sacar cuentas)

ROSARIO: Su comadre Eduvigis anda enferma, la tienen que operar.

PINA: ¿Eduvigis? Con razón no había vuelto, pero mejor así. Siempre se mete en

lo que no le importa.

ROSARIO: Es la única que se preocupa de veras por usted.

PINA: Pero sólo por el interés. Ella conoció a mi marido y sabe de todas las joyas

que me regaló. A Dios gracias las tengo a buen resguardo.

ROSARIO: ¿Las que se le perdieron hace diez años? ¿Ya las encontró?

PINA: Esas son otras. Mi marido me regalaba joyas todos lo meses. Por eso todos

andan esperando que me muera para caer como chulos sobre mis tesoros.

ROSARIO: La plata cada día alcanza menos. Y también bajó el pedido de los

almuerzos. A este paso no sé a dónde vamos a parar. Y eso que decían que

los conservadores sí iban a arreglar el país.

PINA: ¡Eso les pasa por apoyar a los godos! Ahora se arrepentirán de no haber

votado por el liberal. Los liberales sí somos buenos. Por eso nos perseguían

en la violencia, por buenos.

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ROSARIO: Todos esos politiqueros son lo mismo. El pingo es uno que les sigue

creyendo.

PINA: Se me acabó el jabón... y la crema de dientes... me amaneció cagada de

cucarachas. Es un maleficio que me hicieron, por la envidia.

ROSARIO: Sí, madrina; seguro que en el barrio todos la envidian...

PINA: ¡Malditos moscos! Una deja de bañarse un día y llegan a joder...

ROSARIO: (Se levanta, sale y entra con una barra de jabón) Tome, madrina. Ahora si

va en serio, se le pierde este... y quién sabe cuándo vuelva a tener para

traerle más.

PINA: (Saliendo) Lo que tiene que aguantar una en su casa. Le demoran la

comida, le escamotean el jabón... La envidia, eso es la envidia...

ESCENA 3

Se oye el ruido de un carro que llega. Suena el pito. ROSARIO se dirige a la puerta.

ROSARIO: ¿Carro nuevo, Alonso?

ALONSO: (Entrando) Rosarito, ¿qué saludo es ese? ¿Así me recibes después de 5

años en Venezuela, chama?

ROSARIO: ¿Venezuela?

ALONSO: ¡Claro! ¿No recibieron las cartas que le mandé a mi mamá?

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ROSARIO: ¿Las de su grado de ingeniero, y su trabajo con la petrolera venezolana? Sí,

doña Pina las recibió. Pero yo tuve la oportunidad de verlo, a usted, en

“Venezuela”.

ALONSO: ¿En dónde? ¿San Cristóbal, Caracas, Maracaibo...?

ROSARIO: No... Abajo... En la 45... En la Cárcel Modelo... Las vueltas que da la vida...

El hijo de la comadre Eduvigis resultó encanado y cuando ella se enfermó

me pidió el favor de ir a visitarlo. Allá estaba usted, demasiado ocupado

jugando cartas, en “Venezuela”, para notar mi presencia.

ALONSO: Fue pura mala suerte Rosarito. Me metieron por orinarme en un parque,

palabra que sí. Pero mi mamá no puede saberlo, eso la mataría.

ROSARIO: Y todos descansaríamos.

ALONSO: ¡Rosario!

ROSARIO: No se me ponga alzadito, Alonso, que usted no es el que la ha tenido que

aguantar diez años aquí. Tratándome de ladrona, a mí y a mis hijos, todos

los días. Echándome en cara la comida, cuando se la doy es por caridad

porque no hay quien me la pague. Me desfonda los bolsillos porque parece

que se traga los jabones y el papel higiénico... O si no, es la droga cuando le

da por enfermarse. Ese trato suyo me resultó muy caro.

ALONSO: Pero lo que usted hace, Rosarito, son las bienaventuranzas. Lea la biblia y

verá que usted ya tiene ganado el cielo.

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ROSARIO: Me conformaría con tener ganado lo del colegio para los pelados, y lo de

comprarles una muda de ropa de vez en cuando.

ALONSO: Por eso no se preocupe. Ahora que estoy en la calle otra vez, le voy a traer

cumplidito lo de mi mamá. Le va a sobrar hasta para ir a la Costa de

vacaciones.

ROSARIO: No, Alonso. Usted mejor se la lleva. Ni siquiera le voy a cobrar los diez años

de alimentación que me debe, ni los demás gastos que he tenido con ella.

Pero llévesela. A duras penas consigo hacer lo mío y lo de los chinos. Ya no

creo que aguante para mantener a nadie más.

ALONSO: Pero, Rosarito... Yo orita no puedo... Acabo de salir y apenas me estoy

volviendo a acostumbrar a la libertad. Téngamela unos dos meses más,

mientras consigo a dónde llevarme a mi mamá...

ROSARIO: ¿Cómo? ¿Tiene para carro, pero no para pagarse un lugar decente para

vivir?

ALONSO: Eso es otra cosa. No podía volver al barrio a pie, después de decir que

estaba a cuerpo de rey en Venezuela. Pude hacer unos negocitos adentro y

me alcanzó para el cacharro... Pero la verdad es que estoy sin un peso.

ROSARIO: No aprendió nada por allá, ¿no cierto? Lo que debería hacer es vender eso y

buscarse así sea una pieza en una casa de familia.

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ALONSO: Tiene razón, Rosarito, pero ahora no, de verdad, créame. Ni siquiera tengo

trabajo, aunque ya me han hablado de varias ofertas. Apenas me parche

con dos meses de sueldo, vengo por la vieja. Mire, para que vea que hablo

en serio, tenga veinte mil pesos, para el mes.

ROSARIO: ¿Veinte mil? Esto no es la cárcel, aquí los precios son de verdad. Eso no

alcanza ni para quince días; más con lo que come mi madrina.

ALONSO: Usted cómo se ha vuelto, ¿no? No se albirisque. Dentro de quince días

vuelvo y le doy el doble.

ROSARIO: Ojalá fuera verdad tanta belleza

ALONSO: No se me ponga desconfiada. ¿No volví aquí, hoy, a verlas? Lo más fácil

habría sido perderme y que ustedes no supieran más de mí. Por cierto, ¿mi

mamá sabe... lo de “Venezuela”?

ROSARIO: No, todavía no. Aunque más de una vez he estado a punto de echárselo en

cara... Sólo Dios sabe cuántas humillaciones me he tenido que tragar...

ALONSO: Y él, se lo recompensará Rosarito; la Biblia lo dice. ¿Está en la pieza?

ROSARIO: Se está bañando. No demora en salir.

ALONSO: Mientras tanto, vamos a la cocina y me regala un tinto. (Salen)

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DÍAS OSCUROS CLARA M. GUERRERO

ESCENA 4

Seis meses después. Doña PINA revisa y guarda paquetes. Se ilumina la misma jaula de

pájaros.

PINA: Buenos días, mis amores. (Hay un pájaro caído) ¿Cómo te caítes, hijo?

¡Condenados gatos! Lo que no se pueden tragar lo dañan. Vení y te coloco

en la ramita. Para eso está aquí la abuela Pina... Así está mejor.

Entra ROSARIO con una bolsa pequeña de mercado. Se sienta a la mesa y cuenta

monedas.

ROSARIO: Buenos días, madrina.

PINA: Me robaron la plancha. No me pude vestir porque cuando fui a planchar el

vestido, no encontré la plancha. Me la robaron. Como ahora aquí también

se plancha seguro les hizo falta mi planchita.

ROSARIO: Alonso se llevó la plancha hace seis meses, cuando vino a verla.

PINA: ¡Mentirosa! ¿Para qué iba a necesitar Alonsito una plancha, si allá en

Venezuela la compañía le da de todo, hasta sirvienta que le arregle la ropa?

ROSARIO: Si está tan bien, ha debido llevársela a usted a Venezuela.

PINA: ¡Pobre mi chinito! Qué voy a ir por allá a hacerle estorbo. Usted preocúpese

mejor por sus hijos. Mire cómo me tienen de abandonada la casa, ya no

limpian, ni colaboran en nada.

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ROSARIO: Ahora que ya no vendemos almuerzos, tuve que mandarlos a trabajar. Pero

es una miseria lo que les pagan... No sé qué voy a hacer.

PINA: Eso les pasa por no ser estudiados, como mi Alonsito. Él sólo, sin la ayuda

de nadie, sacó su título de profesional, y ya ven dónde está.

ROSARIO: Eso quisiera yo saber: en dónde está. Prometió y juró sobre la Biblia que

iba a volver a los quince días, y aquí estoy sentada esperándolo.

PINA: Es que él sí tiene un trabajo serio que lo mantiene ocupado. No es un

obrero como los que viven aquí.

ROSARIO: En eso tiene razón, no se parece en nada a los muchachos que viven aquí.

PINA: Me cogieron el jabón, tampoco he podido bañarme. No demoran en venir

los mosquitos. Y ahora el desaliento en las piernas, como no me han dado

desayuno...

ROSARIO: (Sale y vuelve con un jabón pequeño) Tenga, madrina. Gástelo todo lo que

quiera, a fin de cuentas es el último que nos queda. Cuando salga del baño

le tengo su desayuno. Hoy le voy a hacer algo especial, ya verá...

PINA: Una comida decente, eso sería lo especial en esta casa... (Sale remilgando

como siempre)

ROSARIO queda sola. De su bolso saca una bolsita de papel pequeña y de ella un frasco

pequeño. Lo mira y medita un momento.

VOZ: (En off) ¿Un perro viejo, dice, Rosarito?

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ROSARIO: (En off) Sí, don Israel. Es un mastín de la finca de mi papá, en El Playón. El

pobre no tiene corazón para pegarle un tiro.

VOZ: (En off) Aquí tiene. Con esto es suficiente para un toro. Así que con la

mitad tiene. El resto guárdelo para otra ocasión.

ROSARIO: (En off) Y cuánto demorará...

VOZ: (En off) Una hora cuando más. Ni sufrirá siquiera. Parecerá muerte

natural, del corazón...

ROSARIO trae de la cocina un plato de caldo. Destapa el frasco y rocía el plato.

Revuelve, con la mirada perdida.

FIN

Bucaramanga, Octubre 4 de 1998.

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