3 Zaffaroni, E. Poder Punitivo
3 Zaffaroni, E. Poder Punitivo
3 Zaffaroni, E. Poder Punitivo
§ 2. El poder punitivo
I. Criminalización primaria y secundaria
1. Todas las sociedades contemporáneas que institucionalizan o formalizan el poder
(estados) seleccionan a un reducido grupo de personas, a las que someten a su coacción
con el fin de imponerles una pena. Esta selección penalizante se llama criminalización
y no se lleva a cabo por azar sino como resultado de la gestión de un conjunto de
agencias que conforman el llamado sistema penaln. La referencia a los entes gestores
de la criminalización como agencias tiene por objeto evitar otros sustantivos más
valorativos y equívocos (tales como corporaciones, burocracias, instituciones, etc.).
Agencia (del latín agens, participio del verbo agere, hacer) se emplea aquí en el sentido
amplio - y neutral- de entes activos (que actúan). El proceso selectivo de criminalización
se desarrolla en dos etapas, denominadas respectivamente, primaria y secundaria 18.
Criminalización primaria es el acto y el efecto de sancionar una ley penal material,
que incrimina o permite la punición de ciertas personas. Se trata de un acto formal,
fundamentalmente programático, pues cuando se establece que una acción debe ser
penada, se enuncia un programa, que debe ser cumplido por agencias diferentes a las
que lo formulan. Por lo general, la criminalización primaria la ejercen agencias polí-
ticas (parlamentos y ejecutivos), en tanto que el programa que implican lo deben llevar
a cabo las agencias de criminalización secundaria (policías, jueces, agentes peniten-
ciarios). Mientras que la criminalización primaria (hacer leyes penales) es una decla-
ración que usualmente se refiere a conductas o actos, la criminalización secundaria es
la acción punitiva ejercida sobre personas concretas, que tiene lugar cuando las
agencias policiales detectan a una persona, a la que se atribuye la realización de cierto
acto criminalizado primariamente, la investiga, en algunos casos la priva de su libertad
ambulatoria, la somete a la agencia judicial, ésta legitima lo actuado, admite un proceso
(o sea, el avance de una serie de actos secretos o públicos para establecer si realmente
ha realizado esa acción), se discute públicamente si la ha realizado y, en caso afirma-
tivo, admite la imposición de una pena de cierta magnitud que, cuando es privativa de
la libertad ambulatoria de la persona, es ejecutada por una agencia penitenciaria
(prisionización).
17
Aniyar de Castro, El proceso de criminalización. p. 69 y ss.; Baratía, Criminología y dogmática
penal, p. 26 y ss.
18
v. Schneider, Kriminologie, p. 82 y ss.; Becker, Outsiders.
19
Respecto de este concepto, por todos, Arzt, en Roxin-Arzt-Tiedemann, Introducción, p. 123.
la selección criminalizante secundaría, sólo como realización de una parte ínfima del
programa primario.
25
Es el famoso "teorema de Thomas", sobre ello, Merton. op. cit., p. 419; De Leo-Patrizi, La
spiegazione del crimine, p. 27; sobre Thomas, cfr. Ritzer, Teoría sociológica contemporánea, p. 62 y
ss.
26
Cfr. Merton. op. cit., p. 202 y ss.
27
Lewisch, Veifassung und Strafrecht, p. 162.
28
v. Chapman, Lo siereolipo del criminóle. Un análisis de la estigmatizado]! social desde distintas
categorías de desigualdad, en Tilly, La desigualdad persistente, pp. 31-33.
29
Sobre el prejuicio. Allport, La naturaleza del prejuicio; Heintz, Los prejuicios sociales, p. 25 y ss.;
en términos generales, Maclver-Page, Sociología, pp. 426 a 435.
30
Cfr. Infra § 22. Es interesante observar los rostros del "Atlante" de Lombroso; las obras de Ferri,
/ delinquenti nell'arte: Niceforo, Criminali e degeneran; antes los fisiognomistas, Lavater, La
physiognomonie; y los mismos postglosadores: se debía aplicar tortura comenzando por el más contra-
hecho, Muyart de Vouglans, Inslruclion criminelle.
•" Lombroso y otros. Cfr. Infra § 22.
12
Cfr. Lemert, p. 87; cercanamente, Matza, £7 proceso de desviación; Picht, Teoría de la desviación
social.
10 § 2. El poder punitivo
del poder económico (llamados de cuello blanco)33; (b) también lo es, en forma más
dramática, frente a conflictos muy graves y no convencionales, como el uso de medios
letales masivos contra población indiscriminada, usualmente llamado terrorismo; y (c)
se desconcierta en los casos excepcionales en que selecciona a quien no encaja en ese
marco (las agencias políticas y de comunicación lo presionan, los abogados formulan
planteamientos que no sabe responder, en las prisiones debe asignarles alojamientos
diferenciados, etc.)- En casos extremos los propios clientes no convencionales contri-
buyen al sostenimiento de las agencias, particularmente de las penitenciarias, con lo
cual el sistema alcanza su contradicción más alta.
3. La comunicación social proyecta una imagen particular del resultado más notorio
de la criminalización secundaria -la prisionización-, dando lugar a que en el imagi-
nario público las prisiones se hallen pobladas por autores de hechos graves, como
homicidios, violaciones, etc. (los llamados delitos naturales), cuando en realidad la
gran mayoría de los prisionizados lo son por delitos groseros cometidos con fin lucra-
tivo (delitos burdos contra la propiedad y tráfico minorista de tóxicos, es decir, operas
toscas de la criminalidad) 34 .
4. La inevitable selectividad operativa de la criminalización secundaria y su prefe-
rente orientación burocrática (sobre personas sin poder y por hechos burdos y hasta
insignificantes), provoca una distribución selectiva en forma de epidemia, que alcanza
sólo a quienes tienen bajas defensas frente al poder punitivo y devienen más vulnera-
bles a la criminalización secundaria, porque (a) sus personales características encua-
dran en los estereotipos criminales; (b) su entrenamiento sólo les permite producir
obras ilícitas toscas y, por ende, de fácil detección; y (c) porque el etiquetamiento 35
produce la asunción del rol correspondiente al estereotipo, con lo que su comporta-
miento termina correspondiendo al mismo (la profecía que se autorreaüza)36. En
definitiva, las agencias acaban seleccionando a quienes transitan por los espacios
públicos con divisa de delincuentes, ofreciéndose a la criminalización -mediante sus
obras toscas— como inagotable material de ésta.
33
Sutherland, W/ute collar crime; sobre ello, Giddens, Sociología, p. 266 y ss.
34
El paralelo entre prisión y pobreza no es nuevo: lo señalaba en el siglo XVI Sandoval, Tractado,
p.9.
35
Sobre ello, Lilly-Cullen-Ball, Criminológica! theory; p. 1 lOy ss.; Vold-Bernard-Snípes, Theoretical
criminology, p. 219 y ss.; Larrauri, La herencia de la criminología crítica, p. 37 y ss.; Lamnek. Teorías,
p. 56 y ss.; Giddens, Sociología, p. 237.
36
A su respecto, Merton, op. cit.. capítulo 11; Horton-Hunt, p. 176.
37
v. Sutherland-Cressey. Criminology, pp. 219-223 (Sutherland, Principios, p. 13 y ss.).
38
Sobre realidad construida socialmente, Berger-Luckman, La construcción social de la realidad;
Schutz, El problema de la realidad social: Schutz-Luckmann, Las estructuras del mundo de la vida;
Gusfield. The culture ofpublic prohlems; Pitch, en "Int. Journal Sociology of Law'". 1985. p. 35 y ss.
III. Selectividad y vulnerabilidad 11
7. (a) El poder punitivo criminaliza seleccionando, por regla general, a las personas
que encuadran en los estereotipos criminales y que por ello son vulnerables, por ser sólo
capaces de obras ilícitas toscas y por asumirlas como roles demandados según los
valores negativos —o contravalores— asociados al estereotipo (criminalización confor-
me a estereotipo), (b) Con mucha menor frecuencia criminaliza a las personas que, sin
encuadrar en el estereotipo, hayan actuado con bruteza tan singular o patológica que
se han vuelto vulnerables (autores de homicidios intrafamiliares, de robos neuróticos,
etc.) (criminalización por comportamiento grotesco o trágico), (c) Muy excepcional-
mente, criminaliza a alguien que, hallándose en una posición que lo hace prácticamen-
te invulnerable al poder punitivo, lleva la peor parte en una pugna de poder hegemónico
y sufre por ello una caída en la vulnerabilidad (criminalización por retiro de cobertu-
ra).
•w Hegel, Lecciones sobre la historia de la filosofía. I, p. 149; Laercio, Vidas, opiniones y sentencias,
I, p. 42; sobre la obra de Solón, v. Jaegcr, Alabanza de la ley, p. 18 y ss.; adelantó algunos conceptos de
Sutherland, Ferriani, T. II, pp. 77 y 107.
40
Sobre ello, Foucaull, Microfísica.
41
Al respecto. Pilgram. Krinúnalitat.
12 § 2. El poder punitivo
personas. Cada una de ellas tiene un estado de vulnerabilidad42 al poder punitivo que
depende de su correspondencia con un estereotipo criminal: es alto o bajo en relación
directa con el grado de la misma. Pero nadie es alcanzado por el poder punitivo por ese
estado sino por la situación de vulnerabilidad, que es la concreta posición de riesgo
criminalizante en que la persona se coloca. Por lo general, dado que la selección
dominante responde a estereotipos, la persona que encuadra en alguno de ellos debe
realizar un esfuerzo muy pequeño para colocarse en una posición de riesgo criminalizante
(y a veces debe realizar el esfuerzo para evitarlo), porque se halla en un estado de
vulnerabilidad siempre alto. Por el contrario, quien no da en un estereotipo debe
realizar un considerable esfuerzo para colocarse en esa situación, porque parte de un
estado de vulnerabilidad relativamente bajo. De allí que, en estos casos poco frecuentes,
sea adecuado referirse a una criminalización por comportamiento grotesco o trágico.
Los rarísimos casos de retiro de cobertura sirven para alimentar la ilusión de irrestricta
movilidad social vertical (que ninguna sociedad garantiza), porque configuran la
contracara del mito de que cualquiera puede ascender hasta la cúspide social desde la
base misma de la pirámide (selfmade man).
42
La etimología de vulnerabilidad puede reconstruirse a partir de la voz indoeuropea weld-nes (weld
es herir, en latín de vulnus, herida). Revela la condición de herible.
43
Los aspectos referidos a ello, en Hassemer-Muñoz Conde, La responsabilidad, p. 53; también los
plurales trabajos pertenecientes a los integrantes de la denominada "Escuela de Frankfurt". compilados
en el volumen colectivo de la Universitat Pompeu Frabra, Romeo Casabona, C. (dir.). La insostenible
situación del derecho penal.
44
Cfr. Sgubbi, // reato come rischio sociale, p. 7.
45
Sobre si el capitalismo conduce al Holocausto o si el caso alemán respondió a una especial
disposición a los prejuicios racistas, existe un amplio debate: la primera tesis en Otten, Masses, Élites
and Diclatorship; Christie, La industria del control del delito; la segunda, Vansittart, Black Record; en
general sobre el debate Burleigh-Wippermann, Lo Slato razziale.
46
Dal Lago, Non persone.
IV. El poder de las agencias de criminalización secundaria 13
47
Cfr. Lautman, Die Polizei.
14 § 2. El poder punitivo
V. Selección victimizante
1. Así como la selección criminalizante resulta de la dinámica de poder de las
agencias, también la victimización es un proceso selectivo, que responde a la misma
fuente y reconoce una etapa primaria. En la sociedad siempre hay personas que ejercen
poder más o menos arbitrario sobre otras, sea brutal y violento o sutil y encubierto.
Mientras ese poder se percibe como normal, no hay victimización primaria (no hay
ningún acto formal de las agencias políticas que confieran el status de víctima a quien
lo padece). Cuando la percepción pública del mismo pasa a considerarlo como un poder
anormal (se desnormaliza la situación) se demanda el reconocimiento de los derechos
de quien lo sufre y se redefine la situación como conflictiva. Las agencias políticas
pueden resolver esos conflictos mediante la habilitación de una coacción estatal que
impida el ejercicio de ese poder arbitrario (coacción administrativa directa) o que
obligue a quien lo ejerza a reparar o restituir (coacción reparadora civil). Pero cuando
las agencias políticas -por cualquier razón- no pueden disponer medidas que resuelvan
el conflicto, echan mano de la renormalización de la situación conflictiva: no se
resuelve sino que se /-^normaliza, mediante la formalización de un acto programático,
declarativo de criminalización primaria del comportamiento de quien ejerce el poder
y, al mismo tiempo, de un acto de victimización primaria, que le reconoce el status de
víctima a quien lo sufre. De este modo se sosiega a las personas que reclaman el
reconocimiento de sus derechos lesionados en esas situaciones conflictivas, incitando
sus explicables impulsos vindicativos, estimulando a la opinión pública a que se iden-
48
Un completo estudio del desarrollo de la vigilancia policial en la era de la informalización en
Whitaker, El fin de la privacidad.
m
Cí'r. Foucault, Bisogna difendere la societá, p. 36.
V. Selección victimizanle 15
tifique con ellos, y procurando que todos los que soportan lesiones análogas se sientan
satisfechos con el reconocimiento de su nuevo status (víctimas). De esta manera, la
situación desnormalizada se renormaliza (sale del centro de la atención pública). La
urgencia por renormalizar es acelerada por la esencia competitiva de las agencias
políticas: él recurso a la victimización primaria es uno de los principales métodos para
obtener prestigio y clientela dentro de esas agencias, y se reitera con mayor frecuencia
cuanto más se reafirma el mito de que renormalizar es resolver.
2. La selección victimizante secundaria (o sea, las personas que realmente son
víctimas de hechos criminalizados primariamente) también se extiende como una epi-
demia, según que los candidatos a la victimización tengan bajas o altas probabilidades
de sufrirla, o sea que existe un paralelo reparto selectivo conforme a la vulnerabilidad
al delito. También son las clases subalternas las que resultan más vulnerables 50 . La
llamada privatización de la justicia (entendida aquí como privatización de servicios
de seguridad) permite aumentar estas distancias, pues las clases hegemónicas tienen
la posibilidad de pagar sus propios servicios y, por ende, de disminuir sus riesgos de
victimización. La propia seguridad pública, ante la mayor capacidad de reclamo
comunicacional de estos sectores, tiende a centrar la vigilancia en las zonas de más alta
rentabilidad de las ciudades donde, por otra parte, es más fácil detectar la presencia de
quienes cargan los estigmas del estereotipo. En todos los casos la regla parece ser que
el riesgo victimizante se reparte en relación inversa al poder social de cada persona:
las agencias brindan mayor seguridad a quienes gozan de mayor poder.
50
Cfr.. por todos. Bustos Ramírez, ^etimología, p. 51.
51
Sobre disposición de las capas populares a tendencias autoritarias, el trabajo pionero de Germani
en Germani-Lipset, "Ideologías", p. 347 y ss.
52
v. Girard, El chivo expiatorio: sobre la construcción de prejuicios contra judíos y negros,
Beltelheim-Janowitz. Cambio social.
16 § 2. El poder punitivo
las beneficia, pero el de la selección victimizante las perjudica, (b) Los jóvenes varones son los
preferidos para la criminalización, pero la viclimización violenta se reparte entre éstos, los adolescen-
tes, los niños y los ancianos. Los dos primeros, por su mayor exposición a situaciones de riesgo; los
dos últimos por su mayor indefensión física, (c) Los grupos migrantes latinoamericanos, en especial
los inmigrantes ilegales, a cuya condición suelen sumar la de precaristas (ocupantes precarios de
predios ajenos), cuya situación de ilegalidad les pri vade acceso a lajusticia, suelen ser particularmente
vulnerables a la criminalización pero también a la victimización, en especial por la incapacidad de
denunciar los delitos cometidos contra ellos y la necesidad de trabajar en forma de servidumbre, (d)
La marginalidad y la represión a que se somete a las prostitutas, a sus clientes, a las mi norias sexuales,
a los tóxicodependientes (incluyendo a los alcohólicos), a los enfermos mentales, a los niños de la
calle, alos ancianos de lacalle, y el general descuido de las agencias ejecutivas respecto de su seguridad
(fenómeno que se racionaliza como devaluación de la víctima), aumentan enormemente su riesgo
de victimización. (e) En los delitos no violentos contra la propiedad, el pequeño ahorrista es el que
lleva la peor parte en cuanto al riesgo victimizante, pues carece de los recursos técnicos y jurídicos
de que disponen los operadores de capitales de mayor entidad33.
51
Cfr. Cervini. en '"Revista de Ciencias Penales", Corrientes, n° 6, 2000, p. 24 y ss.
entretenimiento (series de ficción), al que la realidad no puede adecuarse ni sería
deseable que lo intentase, y el contraste con el comportamiento concreto provoca
frustración y rechazo que se asocia a los estigmas estereotípicos.
3. En definitiva, este sector se ve instigado a asumir actitudes antipáticas e incluso
a realizar conductas ilícitas, a padecer aislamiento y desprecio, a cargar con un este-
reotipo estigmatizante, a sufrir un orden militarizado e inhumano, a someterse a una
grave inestabilidad laboral, a privarse de los derechos laborales elementales, a correr
considerables riesgos de vida, a cargar con la parte más desacreditada y peligrosa del
ejercicio del poder punitivo, a ofrecerse a las primeras críticas, a privarse de criticar a
otras agencias (especialmente a las políticas) y, eventualmente, a correr mayores ries-
gos de criminalización que todos los restantes operadores del sistema. Aunque debe
descartarse una vez más cualquier eAplicación conspirativa, pocas dudas caben acerca
de que también la politización es un proceso de asimilación institucional, violatorio
de derechos humanos y tan selectivo como la criminalización y la victimización, que
recae preferentemente sobre varones jóvenes de los sectores carenciados de la pobla-
ción, vulnerables a esa selectividad en razón directa a los índices de desempleo 54 .
54
No abundan los estudios sociológicos de las fuerzas de seguridad. Puede consultarse en España,
López Garrido, El aparato policial en España; en latinoamérica. Gabaldón. El desempeño de la policía
y los tribunales dentro del sistema de justicia penal, pp. 147-168.
55
Batista, Política criminal com derramamento de sungue; Martínez, M , p. 26 y ss.; también Evans-
Berent. Drug Legalization; Ostendorf, en "Kriminalpolitik", Heft 2, 2001.
56
Cfr. IIDH, Muertes anunciadas, pp. 114 y 132.
57
Cfr. Chapman, op. cit., p. 255; estudios empíricos en Baratta, Criminología y dogmática penal,
pp. 34-35.
58
v. Comblin, Le pouvoir militaire; Equipo Seladoc, Iglesia y seguridad nacional.
59
Cfr. Mosse, L'immaginc dell'uomo, p. 205 y ss.
18 § 3. Los sistemas penales y el poder de los juristas
terroristas que no siempre permanecieron aliadas a sus entrenadores 60 . Con este argu-
mento se consideró guerra lo que era delincuencia con motivación política y, pese a ello,
tampoco se aplicaron los Convenios de Ginebra, sino que se montó el terrorismo de
estado que victimizó a todos los sectores progresistas de algunas sociedades, aunque
nada tuviesen que ver con actos de violencia. La transferencia de esta lógica perversa
a la guerra contra la criminalidad permite deducir que no sería necesario respetar las
garantías penales y procesales por razones semejantes. De este modo, así como la
subversión habilitaba el terrorismo de estado, el delito habilitaría el crimen de estado.
La subversión permitía que el estado fuese terrorista; y el delito, que el estado sea
criminal: en cualquier caso la imagen ética del estado sufre una formidable degrada-
ción y, por tanto, pierde toda legitimidad.
4. En definitiva, esta imagen bélica legitimante del ejercicio del poder punitivo, por
vía de la absolutización del valor seguridad, tiene el efecto de profundizar sin límite
alguno lo que el poder punitivo provoca inexorablemente, que es el debilitamiento de
los vínculos sociales horizontales (solidaridad, simpatía) y el reforzamiento de los
verticales (autoridad, disciplina). El modelo de organización social comunitaria pier-
de terreno frente al de organización corporativa 6I . Las personas se hallan más indefen-
sas frente al estado, en razón de la reducción de los vínculos sociales y de la desapa-
rición progresiva de otros loci de poder en la sociedad. La sociedad misma -entendida
como conjunto de interacciones- se reduce y resulta fácil presa de la única relación
fuerte, que es la vertical y autoritaria. La imagen que se proyecta verticalmente tiende
a ser única, porque la reducción de los vínculos horizontales impide su confrontación
con vivencias ajenas. El modelo de estado que corresponde a una organización social
corporativa es el del estado de policía.
60
Acerca de las contradicciones en la formación y entrenamiento de terroristas, que fueron antiguos
aliados, más o menos santos. Hagan, Polilical Crime.
61
Sobre la "comunidad", Tonnies, Principios de Sociología; también Comunidad y sociedad.
I. Sistema penal 19
4. De este modo la reiteración refuerza la falsa imagen del sistema penal y del poder
punitivo como medio pretendidamente eficaz para resolver los más complejos proble-
mas sociales, que la urgencia de respuestas efectistas impide analizar con seriedad. Esta
"- Acerca de las funciones manifiestas y latentes, Merton, op. cit.; Horton-Hunt, op. cit., p. 578.
"-' v. por lodos. Debray. El Estado seductor.
20 § 3. Los sistemas penales y el poder de los juristas
64
Sobre ellas, Zaffaroni, Estructuras judiciales; Guarnieri, Magistratura e política in Italia;
Guarnieri-Pederzoli, Los jueces y la política; Paciotti, Sui magistrati.
65
Cfr. Picardi, L'indipendenza del giudice.
** Acerca de ello, es clásico el trabajo de Weber, El político y el científico; v. también Horkheimer,
Teoría crítica, p. 19 y ss.; Bourdieu, Intelectuales, política y poder, p. 75 y ss.
II. El poder de ios juristas y el derecho penal 21
cúpulas perciben alguna amenaza para su poder, suelen echar mano de la proyección
bélica real, mediante ejecuciones sin proceso mostradas públicamente como signos de
eficacia preventiva 67 .
8. El discurso dominante se refuerza en las llamadas campañas de ley y orden (law
and order, Gesetz und Ordnung), que divulgan un doble mensaje: (a) reclaman mayor
represión; (b) para ello afirman que no se reprime. El discurso dominante está tan
introyectado entre los clientes de esas campañas como entre quienes cometen los
ilícitos, de modo que la propia campaña de ley y orden tiene efecto reproductor a guisa
de incitación pública al delito 68 .
9. Todo lo señalado no pasa de ser una simplificación ejemplificativa de la formi-
dable complejidad de las contradicciones de cualquier sistema penal y de las relaciones
que pretende ordenar. A esto deben agregarse otros elementos que son imponderables:
el marco político y económico concreto en cada uno de sus momentos; el cansancio
público provocado por el exceso de información no procesada; la propaganda desleal
(presentación de supuestos expertos); la reiteración de falsedades que adquieren status
dogmático; la manipulación de los miedos y la inducción del pánico, etcétera.
mucho que se refiera -como todo programa- al deber ser, debe incorporar ciertos datos
del ser, que son indispensables para su objetivo. Esta omisión de información indispen-
sable no sólo se produjo sino que se teorizó, hasta pretender construir un saber del deber
ser separado de todo dato del ser, y se consideró un mérito de éste su siempre creciente
pureza frente al riesgo de contaminación con el mundo real 7 0 . Semejante pretensión
no pasó nunca de ser una ilusión u objetivo inalcanzable, porque el deber ser (progra-
ma) siempre se refiere a algo (ser o ente) y no puede explicarse en términos racionales,
sin incorporar los datos acerca de ese algo que pretende modificar o regular. No le resta
otra alternativa que elegir entre reconocer el ente al que se refiere o inventarlo (crearlo).
El resultado fue que, cada vez que se invocaba un dato de la realidad para rechazar otro
inventado, se objetaba que esa apelación era espuria, con lo cual el saber jurídico-penal
se erigió en juez de la creación y en creador del mundo. Por supuesto que un saber
aplicado al poder sobre esta base, dirigido a operadores sin tener en cuenta la clase de
poder de los mismos ni sus límites y posibilidades, no podía ser muy práctico, al menos
en cuanto a reforzar el poder de su respectiva agencia. Dejando fuera de su ámbito
cualquier consideración acerca de la selectividad ineludible de toda criminalización
secundaria, asumió como presupuesto que el derecho penal debe elaborarse teórica-
mente, como si ésta se realizara invariable y naturalmente en la forma programada por
la criminalización primaria. A partir de este dato falso se construyó una elaboración
endeble, al servicio de la selección, en lugar de hacerlo en contra de ella, para disminuir
sus niveles. Un saber penal que pretende programar el poder de los jueces, sin incor-
porar los datos que le permitan disponer de un conocimiento cierto acerca de este poder
ni de una meta u objetivo político del mismo, tiende a derivar en un ente sin sentido
(nicht nützig).
3. Suele decirse que política es la ciencia o el arte del gobierno, y uno de los poderes
de todo gobierno republicano es el judicial. Nadie puede gobernar sin tener en cuenta
de qué poder dispone para programar su ejercicio en forma racional. Sería ridiculizado
el legislador que sancionase una ley prohibiendo toda tasa de interés superior a cierto
porcentaje o que se proclamase omnipotente frente a la naturaleza, pero el discurso
dominante no ridiculiza de igual modo al juez que impone un año más de pena porque
es necesario contener el avance de la criminalidad ni al legislador que limita la excar-
celación de ladrones para contener la criminalidad sexual, porque el derecho penal no
ha incorporado a su horizonte los límites fácticos y sociales del poder punitivo, como
tampoco sus modalidades estructurales de ejercicio selectivo.
70
Sobre esta metodología neokanúana, cfr. Infra § 23.
III. El derecho penal y los datos sociales 23
4. Por medio del descripto error metódico, se incorporan muchísimos datos falsos
acerca del comportamiento real de las personas, de las instituciones y del poder, entre
los cuales dos son los más importantes: (a) la supuesta natural realización de la
criminalización secundaria, y (b) partiendo de ella, la ilusión de su capacidad para
resolver los más complejos problemas y conflictos sociales. La primera oculta el
mecanismo selectivo de filtración y distorsiona todas las consecuencias que se pre-
75
Los pri ncipios formales de igualdad y certeza no son suficientes para advertir la naturaleza selectiva
y reproductora de desigualdad del sistema penal (Cfr. Pavarini. en Cadoppi y otros, Introduzione, I, p.
308).
76
Sobre ello, Moccia, La perenne emergenza.
IV. Sistemas penales paralelos y subterráneos 25
políticas ni sociales, donde es claro que cualquier agencia con poder discrecional
termina abusando del mismo. Este abuso configura el sistema penal subterráneo71 que
institucionaliza la pena de muerte (ejecuciones sin proceso), desapariciones, torturas,
secuestros, robos, botines, tráfico de tóxicos, armas y personas, explotación del juego,
de la prostitución, etc. La magnitud y modalidades del sistema penal subterráneo
depende de las características de cada sociedad y de cada sistema penal, de la fortaleza
de las agencias judiciales, del equilibrio de poder entre sus agencias, de los controles
efectivos entre los poderes, etc. Pero en ningún caso esto significa que se reduzca a los
países latinoamericanos o periféricos del poder mundial, sino que se reconoce su
existencia en todos los sistemas penales, aunque en medida a veces muy diferente. Los
campos de concentración, los grupos paraoficiales (Ku Klux Klan y parapoliciales), las
expulsiones fácticas de extranjeros, las extradiciones mediante secuestros, los grupos
especiales de inteligencia operando fuera de la ley (tristemente conocidos casos ingle-
ses, españoles e italianos), etc., muestran la universalidad y estructuralidad del fenó-
meno. En la medida en que el discurso jurídico legitima el poder punitivo discrecional
y, por ende, renuncia a realizar cualquier esfuerzo por limitarlo, está ampliando el
espacio para el ejercicio del poder punitivo por los sistemas penales subterráneos.
77
Cfr. Aniyar de Castro, Derechos humanos, modelo integral de ciencia penal y sistema penal
subterráneo, p. 301 y ss.
V. La construcción del discurso jurídico-penal y su poder 27
pues lo deja con un discurso reductor del poder jurídico, frente a agencias que tienen
alta vocación de poder y formidable entrenamiento para competir por éste.
3. Los discursos jurídico-penales dominantes racionalizan el poder de las restantes
agencias de criminalización, valiéndose de elementos de tres clases: (a) legitimantes;
(b) pautadores; y (c) negativos. Los elementos discursivos propiamente legitimantes,
o de racionalización de la criminalización, conocidos como teorías de la pena, porque
proceden a la generalización de alguna función positiva a partir de casos particulares
(la eficacia comprobada del poder punitivo en algún conflicto la extienden práctica-
mente a toda la conflictividad social, sin ninguna prueba empírica), condicionan el
resto del discurso. Por eso, de cada una de esas teorías puede deducirse una concepción
o teoría del delito y de la cuantificación (o individualización) de la pena. Estos elemen-
tos legitimantes condicionan servilmente los elementos pautadores (teoría del delito
y de la cuantificación punitiva), pero no agotan en ellos su función, porque existe una
tercera categoría de elementos discursivos, también condicionada por los primeros: son
los elementos negativos del discurso jurídico-penal. Los elementos negativos son los
que sirven para establecer lo que queda fuera del discurso jurídico-penal y, por ende,
del poder de las agencias jurídicas. Validos de la misma creación arbitraria del mundo,
estos componentes son los que explican que no es jurídicamente poder punitivo lo que
en la realidad es poder punitivo, que hay penas que no son penas y, como no lo son,
queda legitimada la exclusión de la mayor parte del poder punitivo del ejercicio de
poder de las agencias jurídicas.
4. El discurso del derecho penal se forma en los ámbitos que, dentro del sistema
penal, cumplen la función de reproducción ideológica (universidades) y se transfiere
-con cierto retraso- a las agencias judiciales, aunque a veces éstas toman la iniciativa
y luego las primeras les proporcionan mayor organicidad discursiva. La paradoja que
implica construir un discurso que legitima un enorme poder ajeno y reduce el propio,
se explica porque los segmentos jurídicos han privilegiado el ejercicio de su poder a
través del discurso, en detrimento del ejercicio directo del mismo. El poder del discurso
-en este caso del derecho penal- es mucho más importante de lo que usualmente se
reconocía: todo poder genera un discurso y también - l o que es fundamental- condicio-
na a las personas para que sólo conozcan a través de ese discurso, y siempre conforme
al mismo. De allí que el derecho penal haya creado su mundo, pretenda conocer la
operatividad criminalizante conforme a éste y quiera cerrar el discurso a todo dato
social, cuando no pueda introducirlo sin perjuicio de éste. Con ello, ejerce el poder que
le confiere proporcionar el discurso que legitima todo el poder directo de las restantes
agencias del sistema penal.
5. ¿Qué necesitan hoy los que suben al poder, aparte de una buena tropa, aguar-
diente y salchichón? Necesitan el texto. Esta afirmación de André Glucksmann es
exacta: sin discurso, el poder se desintegra. Y el discurso jurídico-penal ha sostenido
todo ese poder criminalizante proveyendo discurso legitimante al poder de las restantes
agencias. Pero para ello ha debido: (a) consentir y racionalizar la reducción del ejercicio
de poder directo de las propias agencias jurídicas; (b) crear datos sociales falsos e
ignorar algunos elementales, proporcionados por las ciencias sociales; y (c) entrar en
colisión con los principios del estado de derecho, tanto constitucionales como interna-
cionales.
6. Para la construcción de su discurso se valió de falsas generalizaciones, en dos
sentidos: (a) la criminalización primaria abarca conflictos que socialmente nada
tienen en común, salvo estar todos en leyes penales. La eficacia de la pena en algún
sentido y sólo respecto de alguno de ellos, la extiende a todos los restantes, dando por
probado -sin verificación alguna- que si es eficaz en un conflicto debe serlo en
28 § 3. Los sistemas penales y el poder de ios juristas
7!i
De allí la enorme disparidad de opiniones sobre la efectividad en el derecho penal. Sobre ello,
Paliero, en RIDPP, 1990, p. 431.
VI. Opciones constructivas básicas 29
que paute las decisiones de las agencias jurídicas, conforme a un fin arbitrariamente
asignado a la pena y a todo el poder del sistema penal, en base a una causalidad social
falsa o a la verdadera asumida como positiva; o (b) construirla para pautar sólo el poder
de las agencias jurídicas del sistema penal, conforme a las reglas de reducción y mínimo
de violencia y en base a datos sociales verdaderos.
5. Es ineludible la opción entre (a) legitimar discursivamente la criminalización y
el ejercicio del poder punitivo por parte de todas las agencias del sistema penal; o (b)
limitar la legitimación al poder de reducción de sus agencias jurídicas (legitimar el
acotamiento de la criminalización). Esta elección implica haber decidido si (a) en
homenaje a la criminalización, se legitima la reducción del poder de las agencias
jurídicas o si (b) en homenaje a la limitación de la criminalización, se legitima el
aumento del poder de éstas.
6. El discurso teórico debe ser estructurado de modo completamente diferente, de
conformidad con el objeto que se haya escogido para su contenido, según que se lo
construya (a) para ejercer el poder discursivo mismo, ofreciendo a las restantes agen-
cias de criminalización una legitimación de esa naturaleza (y coaccionándolas median-
te la amenaza implícita de retirársela) o (b) para ejercer el poder directo dentro del
sistema penal, tratando de aumentar el poder controlador y reductor de violencia de las
agencias jurídicas. La primera opción significará insistir en una forma tradicional de
poder que se está desgastando aceleradamente en competencia con el discurso político
y mediático, siempre más proselitista por su rusticidad y emotividad vindicativa efec-
tista. La segunda importa decidirse por un poder efectivo y directo, que será necesario
disputar sin ambages.
7. Son varias las razones que parecen imponerse para decidirse por las segundas
opciones en todos los niveles señalados, y son de naturaleza: a) ética (general y
particular): b) científica: c) política (jurídica y general); y d) de supervivencia o
pragmáticas. Pretender conservar un poder ejercido mediante un discurso falso, cuan-
do se sabe que éste legítima - y sostiene- un poder diferente y que ejercen otros, que
cuesta vidas humanas, que deteriora a gran número de personas (tanto a las que lo
sufren como a quienes lo ejercen) y que es una constante amenaza a los espacios sociales
de autorrealización, es a todas luces contrarío a la ética. La observación de que, pese
a estos efectos, su ejercicio es normalizador y productor de consenso, con lo cual lo
negativo se volvería positivo, en razón de su funcionalidad para el sistema, implica
colocar el interés en producir normalidad a costa de falsedades por encima del valor
de la persona, y aceptar la mediatización de ésta, con lo que se confiesa la falla o salto
ético. Cabe precisar que esto no significa que el derecho penal sea una construcción
elaborada por una serie histórica de teóricos inmorales. Esa conclusión sería contraria
a las premisas asentadas, pues olvidaría que el poder condiciona el saber mediante el
entrenamiento y que, por ende, no puede reprocharse a quienes no pudieron en tiempos
pasados tener disponible una articulación más clara de la estructura del poder. No es
reprochable quien fue entrenado como sujeto cognoscente antes que nuevas relaciones
discursivas (o posteriores desgarros de la realidad) permitieran acceder a una perspec-
tiva más compleja.
8. La consideración ética general que antecede, no exime de una reflexión ética particular,
referida a la responsabilidad del teórico dentro del marco de poder del sistema penal. Cuando los
operadores de las agencias ejecutivas y políticas procuran aumentar el poder de éstas, tanto por medios
lícitos como también a costa de violencia, demagogia, abuso de poder y corrupción, quizá no merez-
can un juicio ético tan severo, porque no hacen más que operar dentro de una lógica de acumulación
de poder, propia de la estructura de sus agencias, y que se desarrolla ante la carencia de una fuerza
acotante. En lugar, quien se aparta de la línea de su agencia, es el teórico que renuncia a programar
la función acotante y ofrece a las agencias jurídicas una programación que reduce su poder, que de
adoptarse como pauta dejaría abierto el camino al avance del resto y, por ende, a su desborde. Es esta
30 § 3. Los sistemas penales y el poder de los juristas
función acotante la única que puede dar base a una (re)etización del derecho penal, por cierto que
en un sentido muy diferente de las anteriormente ensayadas, especialmente de las totalitarias, que
-como en el caso del nacionalsocialismo- no era más que una apelación irracional a pretendidas
nuevas fuentes del derecho: la providencia, determinada porel liderazgo; la determinación racial del
pueblo; el programa del partido; el espíritu del nacionalsocialismo; y el gesunde Volksemfmden o sano
sentimiento del pueblo, con el objeto de burlar la legalidad79. Aquí se trata de etizar republicana y
jushumanistaniente el comportamiento de las propias agencias del sistema penal y, en modo
alguno, de ampliarsu poderextendiéndolo a la represión de violaciones acualquieréticaopseudoética.
9. Desde el punto de vista del saber o ciencia jurídica, es innegable que una disci-
plina que se nutre con datos falsos, con ficciones y, particularmente, con una causalidad
social no verdadera, demuestra estar padeciendo una grave crisis, que es mucho más
manifiesta cuando el ejercicio de poder que su discurso pretende legitimar entra en
contradicciones insalvables con el orden de coexistencia al que aspiran los discursos
político-jurídicos. Un saber en crisis y políticamente peligroso no tiene muchas pers-
pectivas. Desde la política específica del área jurídica, no existen razones para sus-
tentar un discurso que no es útil para el ejercicio directo del poder por parte de los
operadores jurídicos, y cuya estrategia de poder (a través del discurso mismo) se va
erosionando con celeridad, en razón de su artificiosidad (que alimenta el escepticismo
a su respecto) y de la competencia que le impone otro de muy bajo nivel elaborativo
(proselitista y mediático). En el plano político general, nada aconseja optar por un
discurso que legitima un poder basado en una falsa causalidad social, amplía el arbitrio
de las agencias ejecutivas, permite un ilimitado crecimiento del poder de vigilancia
sobre toda la población, fomenta y condiciona actividades ilícitas y, en situaciones de
crisis política, no permite el empleo racional de su potencial, debilitado por falta de
entrenamiento específico. Es bastante claro que esto, lejos de fortalecer el estado de
derecho, favorece la inclinación de los estados reales o históricos hacia el modelo de
los estados de policía.
79
Cfr. Riithers, Entartetes Recht, p. 83; también Ruiz Funes, Actualidad de la venganza, p. 28.
80
Liszt, Aufsatze, II, p. 80.
VI. Opciones constructivas básicas 31
poder punitivo no pasa por las agencias jurídicas, que su ejercicio directo es muy
reducido, importa una seria lesión al narcisismo del derecho penal, (d) No es sencillo
reconocer que se está trabajando con creaciones de datos sociales falsos, cuando se ha
sufrido un largo entrenamiento como sujeto cognoscente para interiorizarlos como
científicos, (e) Aunque las agencias jurídicas abandonen el discurso legitimante, inten-
tarán asumirlo las restantes y, sin duda, contarán con quienes, desde segundos o ter-
ceros planos de las agencias reproductoras, se elevan a expertos, porque el poder
siempre crea a sus propios sabios, (f) El discurso penal acotante será desprestigiado por
el discurso proselitista y mediático, porque neutraliza uno de los más importantes
modos de competencia para las agencias políticas y de comunicación, (g) Los propios
sectores críticos del poder social, progresistas y hasta revolucionarios, tienen
internalizada la eficacia del poder punitivo, de modo que contribuirán a desprestigiar
el discurso acotante, porque los priva de la satisfacción por la obtención del status de
víctima, (h) El discurso acotante es violatorio de la regla de prohibición de coalición 81 ,
impuesta por la selección conforme a estereotipos, por lo cual no es difícil manipular
la comunicación, para extender a sus sostenedores los estigmas de los portadores de
estereotipos, (i) Cualquier sociedad tiene sectores políticos retrógrados y antidemocrá-
ticos, que abiertamente operan en favor del estado de policía y que atemorizan a los
operadores políticos democráticos, carentes de firmeza compromisoria, especialmente
cuando se hallan considerablemente desapoderados por el fenómeno globalizador.
12. Frente a estas resistencias se alzarán las ventajas, (a) Se asiste a una crisis del
poder del discurso penal, o sea, al colapso de un paradigma, sin otro de recambio. La
reformulación acotante del derecho penal proporciona el recambio que permite evitar
el caos creciente, provocado por la erosión discursiva del simplismo proselitista y
mediático, (b) El derecho penal acotante también es un discurso y, como tal, importa
un ejercicio del poder: un discurso que niegue la legitimidad del poder punitivo y afirme
la de su contención ocupa un espacio de poder que hasta el presente se halla inexpli-
cablemente vacío, con serio peligro para el estado de derecho, (c) El estado de derecho
es un modelo abstracto pero también una innegable aspiración humana, pues, salvo
casos que bordean la patología, nadie postula hoy su preferencia por un modelo de
sometimiento a la voluntad arbitraria del que manda: pensar en el aniquilamiento del
discurso acotante penal, implica admitir (o postular) la posibilidad de desaparición
definitiva del estado de derecho. La historia demuestra que éste es producto de una
dinámica en la cual hubo avances y retrocesos y, por cierto, momentos de profunda
decadencia, pero siempre ha reaparecido y remontado su aparente ocaso, como expre-
sión de la universal aspiración a ordenar la convivencia sobre bases más o menos
racionales.