Dialnet LaCaballeriaAquemenidaDelSigloVAC 4609820
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Recibido: 30/03/2013
Aceptado: 04/11/2013
RESUMEN: La infantería pesada griega, en los dos acontecimientos bélicos que abrieron y cerraron
el siglo V a.C., demostró su aplastante superioridad contra la formidable máquina bélica de los reyes
aqueménidas. La caballería persa, a pesar del resultado final de los enfrentamientos, constituía
probablemente el cuerpo más entrenado, especializado y valioso de toda su hueste. En este trabajo
analizaremos sus aspectos fundamentales examinando las pocas fuentes literarias que existen a nuestra
disposición.
PALABRAS CLAVE: caballería, arqueménidas, Heródoto, Jenofonte, siglo V a.C.
1
ABSTRACT : The two conflicts which opened and closed the 5th century BC proved the
overwhelming superiority of the Greek heavy infantry against the formidable war machine of the
Achaemenid dynasty. Regardless of the final outcome of these conflicts, probably the best trained, most
highly specialised and fearless force of the whole Persian army was the cavalry. Drawing mainly on the
limited literary resources available, we analyze the key characteristics of this force.
KEYWORDS: cavalry, Achaemenids, Herodotus, Xenophon, 5th century BC.
1. INTRODUCCIÓN
El siglo V a.C. es el primero de la historia europea que podemos reconstruir de
manera suficientemente fiable, a través de lo que solemos definir como «fuentes
literarias», por lo menos en lo que concierne algunas de sus décadas y en un marco
geográfico limitado al mundo de la cuenca del Mediterráneo oriental.
Habría que dividir esas fuentes, según criterio cronológico, entre:
1. Las del s. V a.C., que pueden ser obras de «historiadores», como Heródoto
de Halicarnaso y Tucídides; de autores teatrales de tragedias, como Esquilo,
1
Doy las gracias a la profesora Sharon Powell por la traducción.
2
Jenofonte es particularmente útil para las reconstrucciones de corte militar por sus obras
historiográficas (Anábasis, Helénicas, Ciropedia, Agesilao), políticas (Constitución de Esparta,
Constitución de Atenas), filosóficas (Recuerdos de Sócrates) y técnicas (Hierón, Los Ingresos
públicos, El Jefe de la caballería, De La Equitación, De La Caza).
3
Por suerte, tras seis siglos de filología humanística, las obras de los principales autores griegos
han sido traducidas a las actuales lenguas europeas, aunque no faltan dudas e imprecisiones de las
cuales un historiador militar puede percatarse.
nos ofrecieron algunos datos que obtuvieron de aquellos autores de época, cuyas
crónicas se han perdido.
Todo lo que omitieron nuestras fuentes, y que la arqueología tampoco nos
proporciona, lo reconstruimos por deducción lógica. Nuestro análisis de los hechos
militares del s. V a.C. es, por tanto, consecuencia de los escasos datos que los
autores nos ofrecen y que hemos ido acumulando para intentar establecer unas
pautas, más o menos fijas, sobre el arte de la guerra, tanto de los griegos como de
sus enemigos.
Se considera que en el s. V a.C. el imperio persa era la entidad político-militar
más grande que se había conocido hasta entonces en la historia de la humanidad y
que su soberano era el hombre más rico del orbe. Sometía a los reinos más o menos
cercanos tanto con la actividad de su ejército, y de sus formidables arqueros, como
con el oro del opulento tesoro imperial. Aquel imperio se había iniciado con Ciro el
Grande, rey de Anshan, que sometería al reino de los medos y se convertiría en
Gran Rey de Persia. Su hijo Cambises, así como Darío I y Jerjes seguirían
ampliando las fronteras.
El imperio llegó a abarcar unos tres millones de km² con una extensión
longitudinal de 5.000 km., que se extendía por tres continentes. Durante esa
expansión, en el s. VI a.C. entró en colisión con el mundo griego, en su franja
anatólica5. Era una sombra que se cernía sobre la libertad de las poleis, llegando a
someter a los griegos del Asia Menor, invadiendo la península helénica, en las dos
primeras Guerras Médicas de los años 490 y 481-479 a.C., e interviniendo en la
última parte de la Guerra del Peloponeso (fase Deceleica de 413-404 a.C.) al lado
4
M. BETTALLI, A. L. D’AGATA, A. MAGNETTO (2006) Storia greca. Roma: Carocci, p. 134
5
BETTALLI, op. cit., p. 133
6
Literalmente «portadores del hoplos», el conocido y pesado escudo redondo con capa exterior
de bronce.
7
En este trabajo los términos «persa» y «medo» son usados como sinónimos, aunque se trataba
de dos pueblos distintos si bien cercanos: mutatis mutandis es como si llamáramos «español a un
portugués debido a la necesidad de encontrar un sinónimo.
8
Hdt. VI, 112.
9
X., An. III, 2:18; de todos modos leemos en la vida de Temístocles, escrita por Plutarco, que uno
de sus hijos, Neocles, murió como consecuencia del mordisco de un caballo (Plu., Them. XXXI, 2).
10
A., Pers. v. 26.
11
Hdt. VII, 40, 41; encontramos otra parada militar en X., Cyr. VIII, 3:13-18.
12
Hdt. VII, 87, 184; si fuera fiable sería un número desproporcionado, si consideramos que en
Platea los griegos alinearon 115.000 infantes, véase Hdt. IX, 30.
13
El Gran Rey Jerjes, tras la derrota de Salamina, volvió a Persia y dejó en Tesalia a las tropas de
tierra encabezadas por Mardonio, que las acaudilló en Platea. Se trataba de un dignatario imperial de
alto rango, yerno y sobrino de Darío y primo de Jerjes.
14
Refiriéndonos a una distinción semántica medieval podemos definir «jinete» al miembro del
cuerpo de caballería ligera.
algunas de las batallas más importantes del siglo, en lo que seguiremos un orden
cronológico.
3. EXPLORACIÓN Y TRASLADO DE MENSAJES
Los ejércitos helénicos del s. V a.C., tanto de Anatolia como de la península
griega y de Sicilia, aprovechaban la superior velocidad y movilidad del caballo
para enviar relevos montados e intercambiar mensajes como para explorar el
territorio y reconocer los desplazamientos de las tropas enemigas; dos tareas
imprescindibles en el contexto bélico. La velocidad y la resistencia física del
animal permitían al explorador montado recorrer una distancia mayor y en menos
tiempo que un infante, sin agotarse. El caballo también mantenía el equilibrio en
superficies escarpadas, accidentadas y con un buzamiento prohibitivo para un ser
humano, mientras que la longitud de las patas le permitía cruzar obstáculos
naturales y artificiales, tanto ríos y superficies nevadas como vallas o hileras. La
alzada del animal, además, ponía al jinete en algo comparable con un pedestal, que
acrecentaba su campo visual relativo, para avistar por adelantado a los enemigos.
El corazón de Oriente Medio, donde residía la sede del poder del imperio persa,
donde los aqueménidas desarrollaron y evolucionaron las maniobras y las tácticas
de su hueste, estaba caracterizado, en algunas de sus regiones más importantes, por
un terreno plano como el mar15, con un clima particularmente inadecuado para la
vida humana y enormes distancias, sin vías de comunicación y la monotonía de no
existir obstáculos naturales16. Hemos descrito con Jenofonte un contexto en el cual
el uso del caballo era imprescindible para la comunicación en el ejército. Siendo un
terreno plano y sin obstáculos, además, resultaba ser particularmente adecuado
tanto para usar este animal como para las maniobras de caballería ligera.
El caballo, como cualquier instrumento bélico de la historia, necesitaba un
terreno adecuado para que su empleo fuera perfectamente funcional. Así, Heródoto
al describir la derrota de Creso de Lidia por Ciro el Grande (546 a.C.) en una
batalla de la caballería, nos dice que se enfrentaron en el llano que hay delante de
la ciudad de Sardes, llamado Llano Sardieno, vasto y sin vegetación17. La mayoría
de Grecia Meridional, en cambio, era un lugar particularmente inadecuado para el
uso de aquel arma, como nos manifiestan tanto Heródoto como Tucídides. El
primero, al referirse a Mardonio, nos dice que la caballería le era inútil18, el
15
X., An. I, 5:1.
16
X., An. I, 5:9.
17
Hdt. I, 80.
18
Hdt. IX, 13.
segundo que los caballos [...] dañaban los cascos contra el terreno rocoso19. Los
exploradores a caballo, en cambio, como actuaban individualmente y sin tener que
desplegar maniobras, podían desplazarse en terrenos más abruptos y conservar su
ventaja en velocidad y agilidad con respecto a la infantería. Por eso se dispersaron
en el territorio de Asia Menor, en ocasión de la invasión de Jonia, y en Grecia
durante las dos campañas del primer cuarto del s. V a.C.. Tras el desastre de
Salamina el Gran Rey Jerjes envió en Persia un mensajero para comunicar el
resultado del enfrentamiento naval, lo que aprovechó Heródoto para describirnos el
sistema de postas creado y/o perfeccionado, que determinaba una extraordinaria
velocidad en la transmisión de los mensajes, ya que ni la nieve ni la lluvia, ni el
calor ni las tinieblas impiden, al jinete al que le toque, hacer el recorrido que le
corresponda de la manera más rápida posible20.
En la Anábasis los jinetes persas eran utilizados con análoga función,
desplazándose con celeridad en suelo abrupto y pudiendo penetrar en la tierra de
nadie, que dividía a los dos ejércitos, con relativa tranquilidad y sin poder ser
alcanzados o atacados. Desde la fracasada agresión de Creso de Lidia, en el 547
a.C., esta fue la primera vez que los griegos, como mercenarios de Ciro el Joven,
atacaron directamente el corazón del imperio persa. En este contexto, los
exploradores de a caballo se ocuparon de aplicar la estrategia de la tierra
quemada21.
4. ARRASAMIENTO DE LA COMARCA, ATAQUE Y ACRIBILLAMIENTO
DE LAS TROPAS ADVERSARIAS
Analizando las fuentes relativas a las dos invasiones de Grecia, efectuadas por
el ejército persa en el curso de las Guerras Médicas, encontramos la descripción de
una estrecha cooperación entre ejército y fuerza naval. El transporte marítimo era
mucho más rápido y comportaba un menor consumo de abastecimientos, aunque
exponía a la flota a las fuerzas de la naturaleza. Las tropas de tierra, desplazándose
a lo largo de la costa, pudieron ser abastecidas desde el mar, o bien embarcadas
para evitar un terreno particularmente abrupto o para desplegar una determinada
maniobra estratégica. Según Heródoto, antes del enfrentamiento de Cabo
Artemisio, Aquémenes había dicho a su hermano Jerjes, tu flota integra ayudará a
19
Th. VII, 27.
20
Hdt. VIII, 98; véase también Est XV, 8:10; XVI, 8:14.
21
X., An. I, 6:1.
22
Hdt. VII, 236.
23
Hdt. VI, 101.
24
Hdt. IX, 14.
25
X., An. VII, 8:18.
26
Hdt. IX, 17, 18.
27
Hdt. IX, 32.
28
Hdt. IX, 39.
29
Hdt. IX; 49.
30
X., Eq. Mag. IV, 14.
31
Hdt. IX, 63.
32
Hdt. IX, 71; D.S. XI, 31:2.
33
Oficial del ejército de Ciro el Joven que se pasó al bando de Artajerjes II tras la muerte del
príncipe rebelde, en Cunaxa.
34
X., An. III, 3:6-4:5.
35
X., An. III, 5:2.
36
X., Eq. Mag. IV, 18.
37
X., An. II, 5:32.
38
Sátrapa de Frigia Menor y Bitinia.
6. ARQUEROS A CABALLO
Hemos visto, en el curso de nuestro análisis de los ataques de la caballería, que
los jinetes persas solían disparar el arco a caballo, lo que no se producía en los
ejércitos europeos, salvo que contasen con mercenarios asiáticos, norteafricanos o
de Europa Oriental. El arco les hacía particularmente peligrosos, porque podían
atacar de lejos para luego replegarse sin que el enemigo pudiese contraatacar con
sus armas blancas, o las arrojadizas, que en la mayoría de los casos eran de menor
alcance. Solo los honderos, y en algunos casos los arqueros, conseguían
rechazarles, teniendo también en cuenta que se trataba de un blanco en rápido
movimiento y por eso particularmente difícil. Jenofonte nos relata que nuestros
adversarios nos acribillan a flechas y pedradas desde una distancia a la que ni los
cretenses ni los lanzadores de jabalina pueden dar réplica40, aunque luego aclara
que el alcance de los proyectiles disparados por los honderos rodios era incluso
superior al de los arcos de los persas41. Los arqueros a caballo repetían entonces las
mismas maniobras del resto de los jinetes, solo que sus arcos tenían un alcance y
una cadencia de tiro mayor que las jabalinas, lo que iba asociando las
extraordinarias cualidades de sus caballos. Decía Heródoto, al relatarnos la batalla
de Platea, que la caballería se lanzó al asalto y, disparando flechas y venablos,
causó bajas en todo el ejército griego: eran arqueros montados y era difícil
aproximarse a ellos42.
El arco compuesto, de origen asiático, estaba constituido por tres capas
distintas. La de hueso constituía la capa interior, por ser más resistente y menos
elástico; la de tendón era la exterior, en virtud de su superior elasticidad; siendo la
intermedia de madera. Tanto Heródoto como Jenofonte mencionan en sus crónicas
un arco más grande que lo de los tiradores griegos, lo que nos lleva a suponer que
los persas tenían diferente tipos para la caballería y la infantería, pues un arco largo
habría sido imposible de utilizar por un jinete, si antes no desmontaba. Las flechas
eran de caña y más largas que las utilizadas por los griegos, con una punta hueca y
39
X., An. VI, 3:7.
40
X., An. III, 3:15; 4:16; los arqueros de Creta, en particular, eran los más diestros del mundo
griego.
41
X., An. III, 3:17-20.
42
Hdt. IX, 49.
43
Véase E. F. SCHMIDT (1939), The Treasury of Persepolis, and other discoveries in the
homeland of the Achaemenians. Chicago: University of Chicago press, pp. 46, 47. Simónides
mencionó una flecha de triple punta, pero no sabemos si se refiriera a un arma griega o persa (Simon.,
PMG 636).
44
Hdt. VIII, 128; Polyaen., Exc. VII, 33:1; Véase también Poliorc. XXXI, 25-27.
45
X., An. IV, 1:18.
46
X., An. IV, 2:28.
47
X., An. I, 8:19.
48
D.S. XIV, 23:1.
flechas, vueltos hacia atrás, desde sus caballos49. Esto lo confirmó Platón en
Laques: combaten no menos huyendo que persiguiendo50.
El uso del arco en batalla, que en Oriente era una demostración de fuerza y de
habilidad, en el mundo griego era prueba de cobardía, como recuerda Diomedes a
Paris cuando este le disparó un flechazo en la pierna desde la muralla de Troya, en
el libro XI de la Ilíada:
«Arquero, fanfarrón, presuntuoso
por tus trenzas, corruptor de doncellas,
¡ojalá de verdad tú, cuerpo a cuerpo,
conmigo con tus armas te midieras!;
no habrían de valerte
ni el arco ni las flechas abundantes;
ahora, empero, la planta
del pie me has arañado
y aun así te jactas;
no lo tomo en cuenta,
como si una mujer hubiera sido
quien me hubiese alcanzado
o un niño sin uso de razón;
mocha es la flecha de un varón sin fuerza
y que no vale nada»51.
7. ¿CABALLERÍA PESADA?
La caballería pesada tenía unas características propias:
49
X., An. III, 3:10.
50
Pl., La. 191ª.
51
Hom., Il. XI; 385-391.
52
E., H F vv. 157-164.
53
Hdt. VI, 29.
54
X., An. III, 2:18.
lanzas55. Debido a este detalle podríamos suponer que la caballería pesada, con
«grandes lanzas», cargó frontalmente contra la infantería griega para romper su
formación en Malene, pero solo es una suposición y, desde luego, no tenemos
testimonios de la presencia de este cuerpo en las Guerras Médicas.
El relato de la batalla contra Creso, ofrecido por Jenofonte en Ciropedia,
describe las armaduras de los jinetes y sus lanzas de cornejo56, pero no nos
proporciona la prueba del uso de la caballería para cargar frontalmente contra el
adversario57. En un momento particular del choque vemos al caballo de Ciro
pisotear a la infantería egipcia y caer por un golpe de daga en el vientre. Es un
episodio confuso, tanto en la batalla como en el relato de Jenofonte, pues se sabe
que entró en contacto con la infantería enemiga pero no son aclaradas las
modalidades, por eso tampoco en este caso encontramos una prueba convincente58.
Nuestro cronista, además, nos ofrece un relato que es el resultado de su
experiencia, que corresponde al final del siglo V a.C., para reconstruir
acontecimientos anteriores, de ahí la poca fiabilidad de sus descripciones cuando
toca el pasado, aunque creíble a partir del reinado de Artajerjes II, que coincide con
lo que el conoció. Así menciona los parapleuridia, que veremos más adelante, que
se utilizaban en su época pero no en la de Ciro el Grande.
En las primeras fases de la batalla de Platea la caballería de Masistio atacó
infligiendo bajas a los griegos megarenses, sin que estos pudiesen contraatacar,
hasta que consiguieron el apoyo de un contingente de tiradores atenienses.
Plutarco, en particular, destaca que los 3.000 helenos estaban situados cerca del
llano y que por eso fueron atacados por todas partes59, pues era un lugar muy apto
para que maniobrase la caballería enemiga. Heródoto nos describe entonces un
ataque continuado por escuadrones60, de manera muy parecida a la maniobra
utilizada en el s. XVI d.C., conocida como «caracoleo»61. Consistía en formar la
caballería en líneas paralelas frente al enemigo, exactamente como una formación
de hoplitas. La primera línea se lanzaba entonces a la carga y disparaba sus armas
arrojadizas, luego giraba hacia un lado y se replegaba hasta el fondo de la
55
Hdt. I, 79.
56
El cornejo (cornus) es un arbusto muy ramoso, de la familia de las Cornáceas, de tres a cuatro
metros de altura.
57
X., Cyr. VII, 1:26.
58
X., Cyr. VII, 1:38.
59
Plu., Arist. XIV, 2.
60
Hdt. IX, 20.
61
Véase también X., Eq. VII, 17, 18.
formación, mientras que las demás líneas repetían la misma maniobra. Cuando la
última línea cargaba, la primera ya había vuelto a su posición, con las armas listas
para atacar por segunda vez al enemigo.
Ilustración 1
62
Hdt. IX, 20-23.
63
Infantes de origen tracio, no eran tropas propiamente pesadas, por no tener lanzas; ni ligeras,
por la posibilidad que tenían de reunirse en formaciones cerradas, como los hoplitas.
64
X., An. I, 10:7; II, 3:19.
esperanza de sobrevivir ante una nueva carga. Sin embargo los peltastas fueron
dirigidos por un hombre que se condujo de forma inteligente y por eso acribillaron
a los atacantes con las jabalinas y pudieron reaccionar a la carga sin romper la
formación. Tisafernes había elegido con lucidez su blanco, bordeando a los
hoplitas para atacar a la infantería ligera que, probablemente, formaba en su
retaguardia; sin embargo, el adversario pudo reaccionar y contraatacar, hasta
rechazar a los jinetes persas. El sátrapa de Lidia había sido astuto, pero su
contrincante lo había sido aún más.
Creemos que en el mencionado relato de la batalla de Cunaxa encontramos por
primera vez una referencia literaria plausible y convincente del empleo de la
caballería pesada. Como ya hemos dicho, esto no es debido tanto a la armadura de
caballo y caballero, sino, sobre todo, a la manera de atacar. Ciro el Joven, con el
cuerpo de caballería de los llamados «Compañeros de Mesa», cargó frontalmente
contra Artajerjes y su guardia, posiblemente apuntando las lanzas contra el blanco.
Tras la derrota del ala izquierda de Artajerjes por los «Diez Mil» (flanco derecho
de Ciro), este (centro de su formación) se lanzó contra el centro adversario,
mientras la derecha de Artajerjes estaba a punto de terminar su maniobra
envolvente contra la infantería del flanco izquierdo de Ciro.
Esquema 2.
Ejército de Artajerjes II
Derecha (maniobra envolvente) Centro (Artajerjes) Izquierda (infantería, huye)
Izquierda (infantería) Centro (Ciro, carga) Derecha (Diez Mil, persiguen)
Ejército de Ciro
65
X., An. I, 8:21-29.
carga frontal, con las filas cerradas, para romper el frente adversario. Podemos
también suponer que no usaban dagas a la hora de atacar, sino lanzas pesadas; por
eso, Artapates, uno de los «Compañeros de Mesa», tuvo que desenvainar su daga a
la hora de degollarse sobre el cadáver de Ciro66. Plutarco, citando Ctesias de
Cnido67, así como también Diodoro nos refieren el lanzamiento de jabalinas entre
los dos hermanos, algo que nos permitiría rechazar la hipótesis de una carga frontal
de la caballería pesada, armada con lanza. Esto en caso de que ambos testimonios
fueran más fiables que el de Jenofonte68.
8. PANOPLIAS Y ARMAS
Relataba Heródoto que: los persas [estaban] armados igual que los de
infantería, solo que algunos de ellos llevaban en su cabeza yelmos hechos de
hierro o bronce69. Describir el equipamiento de los jinetes persas es quizá aún más
complicado que reconstruir sus maniobras, debido una vez más al silencio casi total
de nuestras fuentes. En la crónica de las Guerras Médicas, sin embargo, no
encontramos otras descripciones de panoplias de la caballería persa, con la
excepción de la de Masistio, que Pausanias encontró en el templo de Atenea
Políade, en la Acrópolis de Atenas, más de medio milenio después de la batalla de
Platea70. Este altísimo dignitario persa, por debajo de la túnica de purpura, llevaba
una armadura de oro, de láminas o de escamas71, es decir, una coraza que
posiblemente podríamos paragonar a una armadura laminar típica de los pueblos
orientales. Esta coraza, en particular, la formaban una serie de láminas de metal,
superpuestas entre ellas en los bordes y fijadas a una túnica de tejido o cuero por
unos remaches metálicos o por tiras. Volviendo al ejemplo de Masistio, cuando una
flecha se clavó en el costado de su caballo, probablemente porque el animal no
tenía armadura o protecciones, al menos en los flancos, este se encabritó y le tiró al
suelo, pero los griegos no consiguieron atravesar su coraza de oro y tuvieron que
asestarle un golpe en el ojo72. Esta podría ser otro dato que Heródoto nos deja para
reconstruir su panoplia que, quizá, podía tener protecciones para el resto de la cara,
66
X., An. I, 8:29.
67
Una fuente de la cual han sobrevivido solo algunos fragmentos.
68
Plu., Art. XI, 2, 3; D.S. XIV, 22:6.
69
Hdt. VII, 84; véase también X., Cyr. VI; 4:2.
70
Paus. I, 7:1.
71
Véase SCHMIDT, op. cit., p. 46.
72
Hdt. IX, 22.
73
W. SHEPHERD (2012), Plataea 479 BC, The Most glorious victory ever seen. Oxford: Osprey,
pp. 52, 53.
74
Plu., Arist. XIV, 6.
75
M. GUARDUCCI (1969), Epigrafia greca, Vol. II. Roma: Istituto poligrafico dello stato, p. 128.
76
Hdt. VII, 40.
77
Hdt. V, 111, 112.
78
Hdt. VII, 61.
79
Hdt. VI, 114; X., An. IV, 4:16.
80
Plu., Art. XI, 9.
81
X., An. I, 8:6.
82
Plu., Art. XI, 4.
este último autor leemos que su coraza había resistido a una jabalina, aunque se
tambaleó por el impacto83. También Artajerjes llevaba armadura, perforada por
Ciro, así como sus jinetes84 y los 300 caballeros de la guardia de Mitrádates85. Los
propios caballeros del séquito de Ciro el Grande, en Ciropedia, así como su
caudillo, llevaban coraza e yelmo86. También conocemos que los caballos del
ejército de Ciro el Joven se protegían con testeras y pecheras87, mientras en
Ciropedia hay una referencia a los quijotes y a las armaduras para los costados de
los caballos de los carros falcados88. Por lo que concierne a las armas, solo
sabemos que tenían dagas griegas y que Ciro disponía de jabalinas89. Nada nos dice
Jenofonte sobre las lanzas, tampoco cuando nos describe la habilidad del joven en
el uso del arco y del venablo en los ejercicios militares90, aunque Plutarco destaca
que el príncipe rebelde fue abatido por el hermano con una lanza91, que podría ser
la palta que veremos a continuación.
Gracias a las pinturas vasculares sabemos que los jinetes persas usaban corazas
muy parecidas a las de su propia infantería y que podían ser:
1. De cuero. Este modelo tiene las mismas características de la brigantina
medieval, estando formado por placas de metal u otros materiales, insertadas
entre dos capas de cuero, con costuras romboidales y con remaches en el
centro de cada rombo. Podía llevar una falda de más capas superpuestas de
tiras de cuero o tejido (pteruges) en el borde inferior, alrededor de la parte
más alta de los muslos del guerrero, para proteger la ingle y las arterias
femorales, que quedaban fuera de la armadura.
2. De escamas metálicas, remachadas a una túnica y con hombreras
triangulares. Este modelo podría corresponder a la descripción de Heródoto
83
Plu., Art. IX, 3.
84
X., An. I, 8:9, 26.
85
X., An. II, 5:35.
86
X., Cyr. VII, 1:2.
87
X., An. I, 8:7.
88
X., Cyr. VI, 4:1; VII, 1:2.
89
Plu., Art. IX, 3; XI, 2; X., An. I, 8:6, 7.
90
X., An. I, 8:3-7; 9:5.
91
Plu., Art. X, 2.
Ilustración 2
92
Hdt. VII, 61; en las excavaciones del palacio de Persépolis han sido halladas escamas de hierro
(las más usuales), bronce y oro, que constituían partes de armaduras. Véase SCHMIDT, op. cit., pp. 44-
46.
93
X., Cyr. VI; 4:2.
94
X., Cyr. VII, 1:2.
95
D. HEAD (1992), The Achaemenid Persian Army. Stockport: Montvert, lamina n. 7.
pero no está claro lo que corresponde a cada cual. Pierre Briant nos ofrece una
traducción en francés, nada clara, y aún lo es menos la traducción en inglés.
Ilustración 3
Esquema 3
Traducción en francés, por Nuestra traducción en
Nuestra interpretación
Briant, P.96 español
Dicha correa servía para atar la
Sangle et bride Correa y riendas
silla al vientre del animal
Une couverture Una manta ¿Para el caballo?
Une cuirasse Una coraza ¿Para el jinete?
Un casque accompagnant la Un yelmo que se asocia a la
¿O testera para el caballo?
cuirasse coraza
Una protección de tejido
Un couvre-nuque de tissu ¿Para el caballo?
para la nuca
La palabra «bouclier» es
generalmente usada como sinónimo
Un escudo «para la parte de escudo, pero podría ser tanto
Un bouclier pour le haut
alta» embrazado por el jinete como una
ulterior protección aplicada a la
parte frontal de su coraza.
96
P. BRIANT (1996), Histoire de l’Empire Perse, De Cyrus à Alexandre, Paris: Fayard, p. 615.
97
P. BRIANT (2002), From Cyrus to Alexander, A History of the Persian Empire, edición de
DANIELS, P. T. Winona Lake: Eisenbrauns, p. 598.
98
HEAD, op. cit., pp. 35, 38.
99
N. V. SEKUNDA (1992), The Persian Army 560-330 BC. Oxford: Osprey, p. 21.
El carro falcado era lo que, sin duda, desempeñaba el papel de caballería pesada
en el ejército persa a finales del s. V a.C., en la batalla de Cunaxa, cuando se utilizó
como arma para romper la formación cerrada de la infantería enemiga; antes de esa
fecha, en las fuentes nos aparece simplemente como un medio de transporte100. Con
su uso, la caballería pesada pasaría a tener una importancia secundaria.
Entre las armas de la caballería persa debemos mencionar:
Ilustración 4
100
Véase X., Cyr. VIII, 8:25.
101
Hdt. IX, 49.
102
X., An. I, 8:7.
103
Hdt. I, 79; X., Cyr. IV, 3:9.
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