4 - Estrés

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Enfermería en la Atención del Adulto, Anciano y Familia

ESTRÉS

El estrés como entidad patológica no aparece de forma repentina sino que se


desarrolla siguiendo un patrón en el que se diferencian tres fases:

Alarma: se produce cuando una persona se enfrenta a una situación complicada o


nueva ante la que el organismo reacciona considerándola como una amenaza real y
se prepara para afrontarla con energía, poniendo en marcha el sistema endocrino para
que se incremente la producción de diferentes hormonas, entre las que cabe
mencionar a la adrenalina, la Noradrenalina y el cortisol.

Esto se traduce de forma casa inmediata en una reacción fisiológica que se


caracteriza por el incremento de la frecuencia cardiaca, la tensión arterial y el ritmo de
respiración y produciendo un estado de tensión generalizado en los músculos. Es una
situación de amenaza ante una situación concreta que se resuelve tras afrontarla o
huir de ella, volviéndose a normalizar tras consumir toda la energía previamente
liberada.

Resistencia: se produce cuando se mantiene en el tiempo el estado de alarma en el


que ha entrado el organismo o éste se reproduce de forma reiterada. Inicialmente el
cuerpo se adapta a esta situación, pero luego acaba por llegar el cansancio y con él a
aparecer los primeros síntomas como consecuencia del esfuerzo realizado. Éstos
pueden ser dolores de cabeza, sensación de fatiga, contracturas musculares
(especialmente en el cuello, la zona lumbar y la espalda), problemas de memoria,
alteraciones del sueño, irritabilidad y cambios de humor, sensación de fracaso, actitud
pesimista, tendencia a comer más, estado de ansiedad, etc.

Agotamiento: si se llega es en la que pueden surgir los verdaderos problemas,


especialmente si se agota la capacidad de resistencia a la que se ha sometido al
organismo, lo que genera una nueva situación de alarma que se suma a la anterior y
entrando en un encadenamiento que prolonga la situación de estrés más de lo
deseable y acaba por debilitar el organismo hasta el punto de afectar al sistema
inmune, reduciendo su capacidad para neutralizar la acción de los microorganismos; al
sistema circulatorio aumentando la frecuencia cardiaca y la tensión arterial hasta el
punto de favorecer la posibilidad de sufrir un accidente cardiaco o cerebrovascular; y
pudiéndose producir crisis de pánico o ansiedad, así como otras afecciones, como la
exacerbación de eccemas, la aparición de úlceras en la mucosa oral, diarrea, dolores
intestinales, etc.

El estrés quirúrgico se considera como una respuesta inconsciente al daño tisular


expresada por cambios autonómicos, metabólicos y hormonales que siguen a la injuria
o al trauma. La respuesta de estrés consiste en un importante aumento de la
activación fisiológica, cognitiva y conductual. El trauma quirúrgico produce una serie
de estímulos que determinan una reacción del organismo en el proceso de restaurar la
homeostasis o contrarrestar la amenaza y que se traducen en una serie de cambios de
conducta y cambios fisiológicos, los cuales también pueden ser específicos de
acuerdo al tipo de intervención. En los últimos años, se ha venido estudiando el efecto
de las diferentes técnicas anestésicas, así como de los medicamentos anestésicos
sobre el estrés quirúrgico y se ha llegado a la conclusión de que los mismos modifican

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la función inmunitaria al reducir la respuesta de estrés y ejercer un efecto directo sobre


las células inmunológicas. El trauma quirúrgico produce una respuesta metabólica,
endocrina, hemodinámica e inmunológica que puede durar días o semanas y tanto las
técnicas anestésicas (especialmente la anestesia peridural), como los medicamentos
utilizados durante la anestesia, pueden disminuir los efectos deletéreos del mismo.

Los conceptos teóricos sobre estrés y anestesia contribuyen a una más estrecha
vigilancia de los múltiples parámetros que debe controlar y corregir el anestesiólogo
durante el acto anestésico-quirúrgico. Todos los pacientes se benefician con esta
conducta, pero donde adquiere fundamental relevancia es en los pacientes críticos, en
quienes las reservas de los diversos sistemas orgánicos están agotadas.

Se pretende destacar las profundas diferencias entre el estrés en el paciente despierto


y el estrés anestésico-quirúrgico, y fundamentar una visión más amplia del concepto
de anestesia libre de estrés, denominación con que se designa a la supresión de las
respuestas de estrés por anestesia y analgesia.

Todo organismo viviente sobrevive porque es capaz de mantener un equilibrio


dinámico inmensamente complejo y armonioso que es constantemente desafiado por
factores estresores internos y externos. El estado de estabilidad u homeostasis
requiere respuestas de adaptación que consisten en un extraordinario repertorio de
reacciones físicas y mentales que intentan contener los efectos de los estresores para
restablecer la homeostasia. En este contexto, definiríamos estrés como el estado de
desarmonía u homeostasia amenazada.

Los dos componentes de la respuesta general de adaptación del SNC son el factor de
liberación de corticotrofina (CRF) y el locus cerúleo-norepinefrina-sistema nervioso
simpático (LC.NE/SNS). El CRF está ampliamente distribuido por todo el cerebro pero
es más característico en el núcleo para ventricular del hipotálamo, mientras que el
LC.NE/SNS está localizado en el tronco cerebral.

Hay muchos sitios potenciales de interacción entre ambos sistemas que participarían
en la retroalimentación positiva, de tal manera que la activación de un sistema tiende a
activar al otro.

El estrés no quirúrgico: El medio interno está sometido a estímulos que obligan a


una constante intervención de los mecanismos de regulación para mantener la
estabilidad fisiológica. Sin embargo, no podría decirse que estos estímulos constituyan
una situación de estrés para el organismo hasta que no alcanzan cierta calidad.

Es importante aclarar este concepto porque es muy común que se confunda estrés
con conductas adaptativas. El estrés es una condición dinámica compleja en la cual la
homeostasis normal es desequilibrada o amenazada. El rango de desequilibrio puede
ser inducido por incontables estresores físicos y psicológicos. Ambos, por encima de
un cierto umbral, activan un grupo coordinado de respuestas físicas, mentales y de
conductas adaptativas que tienden a contrarrestar algunos de los efectos de los
estresores. La edad, el sexo, el estado reproductivo y otros determinantes genéticos y
factores ambientales determinan la intensidad y calidad de la respuesta al efecto
estresor. 

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El componente mental y la conducta de la respuesta al estrés incluyen la activación de


las funciones del SNC que controlan el despertar, el alerta, el humor, la vigilia, la
atención focalizada y la percepción, así como la inhibición de sistemas controlados por
el sistema vegetativo, entre ellos el amamantamiento y la reproducción. Las
respuestas al estrés tienen un rol crítico en la redistribución de los nutrientes y de la
energía a utilizar en el SNC.

En estos conceptos de estrés y respuesta al estrés está implícita la idea de que tanto
el tipo como la intensidad de la respuesta deben ser apropiados a la amenaza,
estando claro que una excesiva o insuficiente respuesta al estrés puede, por sí misma,
favorecer una enfermedad. Cada elemento de la respuesta adaptativa del organismo
al estrés, incluyendo los mecanismos inmunológicos, debe responder adecuadamente
a los mecanismos de estimulación e inhibición, de lo contrario puede manifestarse una
dolencia. En el caso del sistema inmunitario, por ejemplo, un exceso de respuesta
podría generar una enfermedad autoinmune; por otro lado, los mecanismos
neuroendocrinos que conducen a una excesiva inhibición de los procesos inmune e
inflamatorio producen una anormal inmunosupresión que seguramente tendrá sus
consecuencias1. Podríamos definir al estrés como la respuesta del organismo a
estímulos de una intensidad tal que interfieren en la homeostasia interna y activan el
eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HPA) y el sistema simpáticoadrenal 2. Los
estresores son estímulos que interfieren en la homeostasis del organismo, pudiendo
ser físicos/metabólicos (frío, cirugía, inanición, etc.) o psicológicos (miedo, separación
materna, encierro, etc.).

El organismo reacciona frente a estímulos nocivos en forma local y general. En forma


local, con un proceso inflamatorio que es importante para la reparación de los tejidos y
como defensa ante la infección. En forma general, produciendo una respuesta del
sistema nervioso central, endocrino, metabólico e inmunológico que conduce a un
hiper-metabolismo con aceleración de las reacciones bioquímicas. Desde el punto de
vista teleológico, podríamos considerar que la respuesta al estrés ha evolucionado
para proporcionar la máxima posibilidad de sobrevivir mediante la conservación de
líquidos y el aporte correspondiente al aumento de demanda de substratos
generadores de energía. Ante la exposición a agentes nocivos se produciría una
respuesta refleja neurofisiológica estereotipada similar a la de otros estados de estrés,
tales como hemorragia, quemaduras, parto y ejercicios.

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