A Vow of Lust & Fury
A Vow of Lust & Fury
A Vow of Lust & Fury
Parte I
Índice
Nota ........................3 EMILIA.................... 59 GIO ........................ 136
Staff ............................4 7 ............................... 69 16 ........................... 144
Aclaración del staff: ....5 GIO .......................... 69 EMILIA ................. 144
Sinopsis ......................6 8 ............................... 77 17 .......................... 155
Índice ..........................7 EMILIA.................... 77 GIO ........................ 155
A Vow Of Love & 9 ............................... 87 18 .......................... 176
Vengence ....................8 EMILIA.................... 87 EMILIA ................. 176
1 ...............................10 10 ............................. 95 19 .......................... 190
GIO ..........................10 GIO .......................... 95 GIO ........................ 190
2 ...............................17 11 ........................... 105 20 .......................... 199
EMILIA ....................17 EMILIA.................. 105 EMILIA ................. 199
3 ...............................27 12 ........................... 114 21 .......................... 207
EMILIA ....................27 GIO ........................ 114
GIO ........................ 207
4 ...............................39 13 ........................... 121
22 .......................... 214
EMILIA ....................39 EMILIA.................. 121
EMILIA ................. 214
5 ...............................48 14 ........................... 127
23 .......................... 221
GIO ..........................48 EMILIA.................. 127
GIO ........................ 221
6 ...............................59 15 ........................... 136
A Vow Of Love & Vengence
Un Voto De Lujuria Y Furia
LP LOVELL
"Ella era un ángel que buscaba el caos. Él era un demonio que
buscaba la paz".
1
GIO
Con un ominoso crujido de bisagras, abro la puerta del sótano y
entro en una escena de tortura. Literalmente.
—Mátalo.
Voy hacer algo más que joderles, pero me lo guardo para mí. Solo
tienen que centrarse en los próximos pasos, no en los próximos
veinte. Mis planes a largo plazo son a menudo susceptibles de
cambiar en función del éxito de los de corto plazo.
Tommy resopla.
—Imbécil.
—Tan desconfiado.
El traje gris carbón que lleva es casi del mismo color que su pelo
pulcramente peinado, pegado a un cuerpo vigoroso. Sergio Donato
casi podría pasar por un hombre de negocios si no fuera por el hielo
de sus ojos, una especie de frío que se clava en tu alma y te desgarra
por dentro. El tío Sergio siempre me ha dado miedo. Cuando era
más joven, pensaba que él era la cicatriz de mi padre, el Mufasa. No
sabía que Disney se había equivocado, y que el malo siempre llevaba
la corona, no que mi padre era un santo real.
—No.
—Tu padre cree que eres capaz de cumplir con tu deber con El
Outfit, Emilia. —escupe mi nombre como si le ofendiera—. Este
matrimonio es importante y será más beneficioso con una novia
Donato. —De las cuales solo queda una, gracias a él y a mi padre—
. Por supuesto, Matteo Romano aún cree que también se le debe
una novia Donato.
Mi corazón se desploma.
Ninguna de las dos cosas. Yo solo soy una chica que quiere
liberarse de esta vida. Pero esto... Matteo... esto es un castigo, una
palanca para obligarme a casarme con Giovanni Guerra, y es
realmente cruel de una manera que solo mi tío puede ser.
Me suelta la barbilla.
Hay mil cosas que quiero decir, pero todo se ha dicho antes, todo
ha caído en saco roto. Porque su lealtad es hacia su hermano, no
hacia su hija.
—Ambos sabemos que eso es una mentira. No soy más que una
puta para ti y para tu jefe. —Oigo su respiración aguda cuando abro
la puerta de un tirón.
—Ya lo has hecho —digo, mientras doy otro paso atrás y otro
más, hasta caer en la cama que me resulta tan familiar como la de
lujo del piso de arriba. Esa tímida esperanza se hace añicos dentro
de mi pecho cuando recuerdo que estoy realmente sola.
—Ren...
—Va a venir por mí. Debí haberme reunido con él, fingir un dolor
de cabeza o algo así. Para darnos más tiempo.
—No. Tienes razón, va a venir por ti. Haré todo lo posible para
mantenerte alejada de él, pero créeme, es mejor que piense que has
huido a ciegas del matrimonio a que no quieras casarte con él. Será
una mancha menos en su honor.
Está noche, tras casi dos días sin dormir, Renzo apenas puede
mantener los ojos abiertos. Mi padre nunca me había dejado
aprender a conducir, si no, me habría hecho cargo con gusto.
Supongo que no quería darme más posibilidades de huir. Después
de rogarle que se detenga, Renzo finalmente se detiene en una
estación de servicio, aparcando en un rincón lejano al fondo del
terreno.
Me entrega su pistola.
—Eres asqueroso.
Renzo resopla y cierra los ojos. Mientras se duerme, me fijo en
las líneas de tensión que se aferran a sus rasgos, normalmente
juveniles, incluso en reposo. Este sentimiento de culpa, ya
conocido, se extiende por mi piel como un sarpullido. Mi mirada se
desvía por la ventanilla hacia un camión de dieciocho ruedas que
ha entrado en la estación de servicio, cuyo conductor, con las tripas
cargadas, está repostando él mismo a su vehículo. Podría salir del
auto y acompañarle a algún sitio. Renzo podría irse a casa. ¿Lo
castigará papá? Sin duda. Pero sé que no lo matará. Renzo es
demasiado importante para La Organización, un ejecutor, el
sobrino del jefe.
—Yo... solo necesito orinar —miento, sin querer admitir nada que
me haga parecer desagradecida.
Renzo resopla.
—¿Renzo?
—Pero si lo hacen....
—¡Renzo!
Ese pensamiento hace que sea un poco más fácil, cuando Stefano
me obliga a volver a arrodillarme frente a él. Le miro fijamente en la
oscuridad y me doy cuenta que este momento parece inevitable. Mi
familia está decidida a doblegarme hasta que me rompa, pero yo me
negué a hacerlo. Prefiero estar de rodillas, aquí y ahora, que estar
sobre ellas el resto de mi vida por un hombre como Matteo Romano.
Unos ojos zafiros se cruzan con los míos, sin que haya rastro de
calidez en ellos, mientras me recorren con la evaluación de un
depredador que sopesa su próxima comida. Probablemente lo
siguiente que hará será matarme, pero Dios, es hermoso. El hombre
más bello que he visto nunca, con unos pómulos que pueden cortar
el cristal y el pelo oscuro cayendo sobre su frente en ondas
desordenadas. Tal vez yo ya estoy muerta y él es realmente un ángel
que viene a recoger mi alma. No cabe duda que lo parece. El dolor
de cabeza se intensifica, y sus labios carnosos se aprietan mientras
yo me balanceo ligeramente hacia un lado.
—Por favor.
—Estás bien —digo, con la voz quebrada por las palabras que
realmente no creo—. Estarás bien.
—Renzo...
—Si muere..
—No hagas nada estúpido. Odiaría tener que poner otra cicatriz
en tu cuerpo.
—Por supuesto. —Lo fulmino con la mirada, tratando
infructuosamente de apartarme—. No puedes tener una esposa
trofeo con cicatrices. —El ácido gotea de mi tono, y espero que él
sienta mi odio. Si no podía encontrar una forma de escapar, tal vez
tuviera que casarme con ese hombre, pero él jamás se imaginaría
lo mucho que me repugnaba.
—Ven.
Espera. ¿Qué?
Sin otra opción, lo sigo por aquel pasillo, cargando un gran peso
sobre mis hombros. Mientras caminamos, no puedo evitar fijarme
en lo alto que es, en la amplitud de sus hombros... en lo fácil que
puede y ha sido dominarme. Pasamos un par de puertas antes que
abra una al final del pasillo y entre. Es un dormitorio grande y sin
ventanas, y los biombos que proyectan una vista artificial de las
montañas no contribuyen a aliviar la inmediata sensación de
claustrofobia. Mi mirada se fija ominosamente en la cama, pero
antes que pueda dar un paso atrás, la puerta se cierra con un clic
detrás de mí. Detrás de nosotros.
—Pensé...
Esta dispuesto a casarse con alguien a quien ve, como nada más
que una niña. Por una alianza. Por el nombre Donato. Mientras
tanto, tiene "muchas mujeres dispuestas". No es que esperara otra
cosa, pero la sombría realidad de mi futuro si no logro escapar de
nuevo se extiende ante mí: fría, solitaria y atrapada. Si van a obligar
a casarme, definitivamente es mejor no tener su atención, sin
embargo...
Cada vez que cierro los ojos, la veo de rodillas con una pistola en
la cabeza, y mi temperamento se dispara. El Outfit había intentado
matarla. Las circunstancias no importan, solo que el trato ya está
hecho. Emilia es mía. Mía para cazar, para castigar, para tomar, y
ellos intentaron acabar con ella. Peor, sin embargo, fue la
aceptación que vi cuando ella tuvo la pistola en la cabeza. Había
aceptado la muerte, y eso me preocupa, especialmente ahora que
sé cuánta lucha tiene. Levanto la mano y paso el dedo por una de
las líneas furiosas y elevadas, que sus uñas han esculpido en mi
garganta. No hay muchos hombres duros que se atrevieron a
intentar hacerme daño, pero la gatita furiosa sí lo ha hecho.
—¿Te has llevado a Emilia a Nueva York? —Su voz suena en los
altavoces del auto, y puedo imaginarme el ceño fruncido de su
rostro envejecido.
Se burla:
—Ella sigue siendo una Donato. Tengo a otro que pidió su mano
antes que llegáramos a un acuerdo. Si no la quieres...
Luego la venderá como si fuera una yegua rota, para ser usada y
criada. La idea me hace querer quemar todo El Outfit hasta los
cimientos.
No la devolveré. Nunca.
—Hecho.
—Si tienes algo que decir, Andrea, por supuesto, sal y dilo.
Me aclaro la garganta.
Seguro que tiene mucho que decir sobre el tema, pero eso me
hace pensar que no es él. No, nuestra rata será una de las
silenciosas que no puede mirarme.
Baja el café.
—Sí. ¿Vas a mantenerlo así? Él como que se robó a tu chica.
Me mira fijamente.
—Estoy herido.
A pesar de estar en esta habitación, sin otra cosa que hacer que
dormir o mirar a la pared, estoy agotada. Cada vez que cierro los
ojos, me asaltan pesadillas, figuras sombrías que intentan matarme
y mi hermano desangrándose, muriendo. Mi única distracción de
las cuatro paredes que me presionan, es un bolígrafo y un cuaderno
que encontré en la mesita de noche. Me siento con las piernas
cruzadas en la cama, sombreando un corazón ensangrentado
apretado en un puño. Dibujar es algo que siempre tuve en el sótano.
Eso y leer, porque cuadernos, libros y lápices era todo lo que mi
padre me permitía tener allí abajo. Sin embargo, había encontrado
un cierto consuelo en ello, una forma de expresarme en un mundo
donde las emociones no son bienvenidas.
Hace que un traje se vea bien, pero esto... sí, esto es mejor. No,
peor. De todos los problemas que pensé que podría experimentar
cuando me prometieron a este hombre, sentirme atraída por él no
era uno de ellos. En este momento, me aborrezco a mí misma por
sentir siquiera un atisbo de lujuria hacia él. Si necesito la
confirmación que este hombre es un monstruo, la tengo porque solo
el diablo puede ser tan hermoso.
—No.
—¿Dónde está?
—No.
—Eso no es cocinar.
—Oh, mira eso. Junto con mis derechos humanos. —Le ofrezco
una sonrisa sacarina y abro la nevera, cogiendo la botella de vino
por puro principio. Luego me dirijo a mi habitación/celda. Doy tres
pasos, antes que una gran mano me rodee la nuca y me quede
paralizada como una presa en las fauces de un león. Me tira hacia
atrás hasta que cada centímetro de su duro cuerpo se aprieta
contra mí. Mi cerebro se detiene, y el pulso, presa del pánico,
martillea mis oídos.
—¿Mejor?
—Ah, Hector, sabes tan bien como yo que estoy aquí para hacer
un punto.
Me deleito en su incomodidad.
—No puedo...
—Puedes, y lo harás.
Jackson se ríe.
Puede que tenga una rata en mis filas, pero comprar una en las
suyas no ha resultado demasiado difícil. He ofrecido una cantidad
exorbitante de dinero. Suficiente para arriesgar la muerte,
aparentemente.
1
El Servicio de Impuestos Internos (Internal Revenue Service) es el servicio de ingresos
del gobierno federal de los Estados Unidos, responsable de la recaudación de impuestos
y de la administración del Código de Impuestos Internos (Internal Revenue Code), el
cuerpo principal de la legislación federal.
reunión. Lo último que necesitamos es una guerra en nuestro
propio territorio porque no podemos abastecer.
—¿De verdad vas a obligar a una chica que huyó de ti, a casarse
contigo, solo para apaciguar a Sergio Donato?
—No.
Resopla:
Me siento y giro las piernas hacia un lado, hasta que mis pies
tocan el suelo y mis rodillas desnudas rozan el suave material de
sus pantalones de traje.
—Forcé la cerradura.
—Tienes razón. —Su voz es una caricia sensual que arrastra las
terminaciones nerviosas sin piedad—. Te queda.
Mi temperamento se dispara.
—Por ahora.
—¿De verdad?
—Sí.
Frunce el ceño.
—Yo no miento.
—No.
Frunzo el ceño.
—No.
—Mierda...
Sacudo la cabeza.
—Bien, eso es... eso es bueno. —Intento, sin éxito, parpadear las
lágrimas, y Renzo frunce el ceño.
—No llores, Emi. Nos sacaré de esto. —Por supuesto, él diría eso,
pero su situación es peor que la mía. Casi había muerto, y Giovanni
Guerra no lo quiere en su territorio.
—¿Cuándo es la boda?
—Lo que les hace el tío Sergio, a Chiara, está jodidamente mal,
Emi. —Sacude la cabeza y su expresión se arruga—. Y un día, te
prometo, lo mataré.
—Pero, ¿y tú?
—Gracias —digo con voz ronca—. Por dejarme hablar con él.
—Emilia.
—¿Te gustaría? —El filo del cuchillo pasa por encima de mis
bragas, y aspiro un fuerte suspiro justo antes que él se apriete más
contra mí, atrapando el filo plano del cuchillo entre nosotros. Joder,
¿por qué está tan caliente?
—Giovanni...
La sonrisa que se dibuja en sus labios dice que él sabe algo que
yo no sé.
Le dirijo una mirada, dejando que todo rastro del asco que siento,
se refleje en mi expresión.
—Estás enfermo.
—¿Sí?
—Leonardo Pérez.
—Cincuenta kilos.
Resopla:
—Exactamente.
—¿Sí?
—No vayas a ser degollado por la chica de tu cama.
—Maldito Tommy.
—¿Qué?
—Está dentro.
—Explícate.
—Puedes irte.
Maldita sea. Ese fuego me hace querer azotar su culo hasta que
aprenda exactamente cuándo morderse la maldita lengua.
—Porque no voy a aceptar ser tu cautiva y obedecerte como una
mascota.
—Y ese es tu error.
11
EMILIA
Giovanni Guerra es como una pintura al óleo de valor
incalculable, hecha de trazos perfectos, pero si se rasca esa primera
capa de pintura, debajo aparece otra imagen: una de sangre y
sombras. Eso es lo que veo ahora, lo que vi la noche en que me
encontró. Esta faceta suya es tan aterradora como intrigante. Este
es el hombre que mi familia teme, una bestia de la que quiero huir
y a la vez domar. Y cada centímetro de él se aprieta contra mí, sus
dedos me cortan el aire, su aliento caliente baña mis labios como
un dulce veneno, rogándome que lo pruebe.
¿Cuánto tiempo tengo hasta que tenga que tomar una decisión?
¿Cuánto tiempo para intentar escapar de nuevo? La libertad nunca
se ha sentido tan lejana, y me voy a ver obligada a elegir entre el
diablo y el mar azul. Siento como si tuviera una soga alrededor del
cuello, y los dedos de mis pies apenas se aferran al borde del
taburete en el que estoy.
—Me gusta lo que has hecho con el lugar, por cierto. El olor a
hoguera realmente aporta ese ambiente rústico. —Una sonrisa de
satisfacción se dibuja en sus labios—. No estoy seguro que Gio esté
encantado.
—¿Qué ha pasado?
—Creo que puedes ser buena para él. —Me encuentro con su
mirada una vez más—. Y creo que tu familia es despreciable por
intentar matarte.
Se encoge de hombros.
—Pero diré que Gio no hace daño a nadie a no ser que sirva a un
propósito, y no veo qué propósito tendrá esto.
—Okay....
—Tal vez.
—Vamos entonces.
Lo sigo por las escaleras, esperando que pida algo en algún sitio.
Cuando se dirige a la puerta principal, me detengo.
—Ya está. Estás muy bien. —Me guiña un ojo—. Estaremos diez
minutos. Ni siquiera se enterará.
Se encoge de hombros.
Miro a Emilia, sin poder evitar que mi mirada vague por ella,
buscando alguna herida. La única que encuentro es el pequeño
moretón morado en su labio inferior, producto del beso de anoche.
Si es que puedo llamarlo así. Es más bien un maldito ataque. Sin
embargo, mi atención se desvía rápidamente hacia sus piernas
expuestas, la camisa que apenas le llega al culo, un cinturón que
ciñe su pequeña cintura. La sacó afuera vestida así. Voy a matarlo.
Lentamente. Dolorosamente.
—¡Tommy!
—¿La vas a llevar a una gala? Acabas de decir que hay riesgo de
fuga.
El ligero rubor que tiñe sus mejillas dice que no tiene nada que
ver con el miedo. Mi mirada se dirige a sus piernas desnudas,
rozando el vendaje que cubre su muslo. La gente de ahí fuera ha
visto toda esa piel dorada, y una oleada de ira irracional me recorre
al pensarlo.
—La próxima vez que me ates a una cama y me dejes allí, haré
algo peor que entrar en tu habitación.
—Promesas, promesas, princesa. —La imagino atándome a una
cama, arrastrándose sobre mí y poniendo sus labios sobre mi
cuerpo. La sumisión no es lo mío, pero para ella, podría serlo—.
Pero que sepas que la próxima vez no me iré y no te dejaré ir tan
fácilmente. Eso fue una introducción.
Sus ojos se abren de par en par al ver el enorme rubí que hay
dentro.
—No, pero lo harás. —Paso mis dedos por su pelo y presiono mis
labios en la masa de rizos desordenados—. Sin embargo, para
guardar las apariencias, eres mía. Estamos comprometidos, y así
es como se te presentará.
Se sume en el silencio, y espero que tal vez, solo tal vez, esté
comprendiendo por fin. Ella será mía, y tratar de huir de eso no
tiene sentido.
13
EMILIA
Giovanni se detiene frente al teatro de la ópera, donde una
multitud se reúne a ambos lados de una corta alfombra roja.
Cuando dijo gala, no me imaginé un espectáculo semejante, y se
me aprieta el estómago de los nervios.
—Sé que vas a intentar huir. Sin duda fracasarás, pero en el caso
que lo consigas, quiero que Sergio Donato no tenga ninguna duda
de a quién perteneces y quién irá por él, si te ocurre algún daño.
Sin embargo, eso no impide que más de una mujer lo mire como
si fuera su próxima comida, justo antes que sus miradas se posen
en mí. Giovanni es hermoso y poderoso; por supuesto, lo desean.
Odio todo lo que representa, pero a un nivel puramente lujurioso,
lo deseo. ¿Y eso no me hace peor que todas ellas? Conozco a la
criatura que se esconde bajo ese bonito rostro. Se ha llevado a mi
hermano, me tiene cautiva, sigue intentando manipularme para
que me case por voluntad propia y, sin embargo, no puedo negar
que me gusta su tacto, que ansío su atención. Siempre pensé que
la corrupción que gobierna el mundo de mi padre me había dejado
relativamente indemne, pero tengo que preguntarme si eso es
cierto, porque algo tiene que estar fundamentalmente mal en mí.
—Tres.
—Compórtate, piccola.
Se encoge de hombros.
Frunzo el ceño.
—No, no puedes.
Este beso reaviva todo lo que intento frenar a fuego lento hasta
que jadeo contra sus labios. Giovanni también parece haber llegado
a su límite porque me pone de pie y me conduce por la gala, antes
que sepa lo que esta pasando. La cabeza me da vueltas a causa del
alcohol, de él y de la lujuria que corroe por mis venas como un
maldito tren de mercancías.
—No.
—O tal vez solo estás un poco ebria por el alcohol que te advertí
que no bebieras.
—Es hora de tu castigo. —¿Me hará daño? ¿Me follará? ¿Las dos
cosas a la vez? —Te advierto, Emilia.
—Giovanni...
—Giovanni.
—Gio.
—¿Yo... no huir?
Su respiración se entrecorta.
Le beso la frente.
—Buena chica.
Luego me voy.
—No exactamente.
—No dijo nada. Pero resulta que era Shane O'Hara. —Levanta
una ceja—. El sobrino de Paddy.
Tommy asiente.
—¿Cómo crees que me enteré que era él? O'Hara ha ofrecido una
recompensa por quien se lo haya llevado.
—Rafe no...
—Emilia, para.
—Lárgate a la mierda.
—Emilia...
No me libera.
—Ducha. Ahora.
—¿Qué estás...?
—Gio, no soy...
—Quítate el maldito vestido antes que lo haga por ti.
—Vete a la mierda.
—Uno.
Lo hago, pasando por debajo del calor del agua. Solo cuando se
cierra la puerta de cristal se mueve, como si necesitara un escudo
entre nosotros. Me siento como una presa, atrapada en una jaula
con un monstruo merodeando fuera de los barrotes, esperando
para comerme.
—Buena chica.
—Gio...
—Estás sangrando.
—Estoy bien.
—¿Qué estás...?
—Se ve bien.
—Una.
La esposa de Nero se pone delante de mí, con un bebé apoyado
en su cadera mientras enfunda el arma en su muslo. Vestida de
negro, parece que está a punto de entrar en el equipo especial.
Probablemente lo esté. Si Nero da miedo, Una es aterradora, incluso
con Tatyana en la cadera. Individualmente, sus reputaciones son
sangrientas. Juntos, Nero y Una son el material de las pesadillas.
Nunca me atreví a confiar en la asesina rusa, por mucho tiempo
que haya estado con mi mejor amigo.
Él me ignora.
—Todavía puedo patear tu culo. ¿Quieres una demostración? —
Sonrío—. No puedo. Estoy sosteniendo a la bebé.
—Eres un idiota.
—Tommy dice que casi sería buena para ti. Te vendría bien. —
Es casi... agradable para Nero. Aunque si ese pequeño bien
realmente me quisiera.
—¿Encontraste la rata?
—No.
—Paddy se va a enojar.
Tommy resopla:
—No.
—Sergio.
Me rio.
Me detengo frente a una simple puerta negra con una sola luz
encima, todas las ventanas del edificio tapiadas.
—Emilia...
—Por favor, no dejes que me lleven, Gio. —El terror brilla en esos
ojos verdes y turbios, y paso mi pulgar por su pómulo.
Estrecho la mano del otro hombre antes que Sergio tire de Emilia
hacia delante y le bese ambas mejillas. Ella no hace ningún intento
de tocarlo, todo su cuerpo está rígido en su abrazo. Intentó matarla.
Respiro hondo para calmarme y tiro de Emilia hacia mi lado.
Cuando Romano se acerca a ella, se aprieta contra mí,
retrocediendo contra mi cuerpo. El hombre sonríe ligeramente,
disfrutando de su reacción. Me hace falta toda mi fuerza de
voluntad para no estamparle la cara contra la mesa en este mismo
momento. Pero en el club no se tolera la violencia y yo quiero que
el encuentro termine de una vez.
—Has perdido dos. He perdido ocho solo hoy, y quién sabe si eso
es el final. Mataste a su maldito sobrino.
Una camarera trae una botella de vino y sirve cuatro copas antes
de retirarse.
—Ya, ya. Como sabes, iba a dar a Emilia a otro. Puedes perdonar
a un hombre por mirar lo que podría haber tenido.
Una cosa es segura, hay mucho que hablar, porque la chica que
acaba de sentarse en silencio durante esa reunión no es la persona
con la que he pasado la última semana.
—Bébete eso.
—Siéntate.
—Creo que sí. —Sus palabras son un susurro roto. Necesita que
seamos enemigos porque en el momento en que me deje entrar,
ambos sabemos que la consumiré por completo.
Suelta una carcajada que parece más bien un sollozo. Caen más
lágrimas y la veo romperse. Aquellos muros contra los que me he
golpeado una y otra vez se resquebrajan como si no fueran más que
arena.
Por supuesto. Sergio sabe que ella necesita ser presionada para
ser cómplice.
—Le dije que no podía obligarme a hacer votos con ese hombre.
—Aprieta un puñado de mi camisa—. Me dieron a elegir: Actuar
como una verdadera princesa de el Outfit y casarme contigo, o él
me entregaría a Matteo. Como su puta.
—Creí que lo eras —dice, en voz tan baja que apenas la oigo.
Han pasado dos días y todavía estoy luchando por reforzar mis
defensas, pero es difícil. Estoy cansada. Cansada de librar una
batalla que parece que nunca voy a ganar. Cansada de montar en
la montaña rusa emocional del miedo y la determinación. Ver a mi
tío y a Matteo solo lo ha exacerbado, recordándome que siempre
estarán ahí, acechando cada uno de mis movimientos, incluso si
logro escapar. Si él no puede tenerte, nadie puede. Nunca seré
verdaderamente libre. Y en mi momento de debilidad, Gio me ofrece
silenciosamente un respiro, un lugar para descansar, aunque sea
en los brazos de un hombre que debería ser mi enemigo. Pero en
algún momento, dejé de verlo como tal, y en esos brazos, encuentro
lo más cercano a la paz que había sentido en lo que parece una vida
de guerra.
—¿Oh?
—¿Qué exhibición?
—No es...
—Sí, lo es. —Me toma la cara con las dos manos, obligándome a
mirarlo, pero no quiero hacerlo.
Joder. Necesito recordar por qué esto es una mala idea. Mañana.
—Nunca.
—No puede verte, pero puede oírlo todo. Voy a recordarle que me
perteneces a mí, y que nunca te tendrá.
Sé que no lo haría.
—¡Gio! —Joder.
Joder.
—No.
—Dime...
—Por favor.
—Dilo. Dime que eres mía, Emilia, y te lameré este dulce coño y
te haré gritar mi nombre como si fuera tu dios personal. —Joder,
es tan asqueroso.
—Soy...
—Otra vez.
Miro hacia donde está sentado Matteo, con el cuerpo tenso. Casi
había olvidado que está aquí.
—Aunque suenas tan dulce gimiendo mi nombre, no estoy
seguro de si debo dejarle vivir con ese recuerdo. —Mira fijamente a
la pobre excusa de un hombre—. Sergio probablemente se enfadará
si mato a su chico explorador.
—Sé que te hizo algo, Emilia. —Me quedo quieta, y Gio saca algo
de su bolsillo y me lo entrega. Un cuchillo—. Encuentro la sangre
bastante gratificante para una deuda. —Se hace a un lado y acerca
una mano a la forma atada de Matteo.
—Gio, no puedo...
—Ahora, ¿vas a decirme qué hizo para que lo odies tanto como
para matar?
—Mi hermana.
—Contesta.
Le pongo una mano en la cadera antes que pueda escapar y
contesto al teléfono.
—¿Qué?
—¿Qué?
—No. Quédate.
Sin embargo, lo es. Yo soy el jefe, y eso significa que cada una de
las decisiones que llevaron a este punto están en mí. Debí haber
sabido que ese chico era Shane O'Hara mucho antes que acabara
muerto. Dejé caer la pelota. Porque estuve distraído en un momento
en el que debí haber estado centrado al cien por cien.
Así que, tal vez, una parte jodida de mí quiere que ella vea esto y
que huya, porque me digo que esta vez podría dejarla ir. Que tengo
que hacerlo, porque mi obsesión por ella es mala para los dos. Pero
lo que debo hacer y lo que haré está -como siempre con ella- en
conflicto.
—Quédate aquí.
Sonrío.
Jackson saca un maletín del maletero del auto y saca una jeringa
de adrenalina. En el momento en que se la clava en el cuello de
David, este se sacude, agitándose como un pez en un sedal.
Jackson se ríe.
Sus manos son ahora muñones, la sangre corroe por sus brazos
y por su pecho como una fuente mórbida. Su cabeza cuelga sin
fuerzas y sus piernas se doblan. Le agarro la barbilla y le doy una
palmada en la mejilla, obligándolo a mirarme con los ojos
entrecerrados.
No hay miedo en sus ojos, solo aceptación. Tuvo que saber que
este sería su final en el momento en que apretó el gatillo, pero el
impulso de venganza sin importar las consecuencias... bueno, eso
es algo que comprendo en este momento.
—Entra en el auto.
20
EMILIA
No puedo dormir. Mi mente está llena de pesadillas que esperan
a asaltarme en el momento en que cierro los ojos. Tommy en esa
cama de hospital, aferrándose a la vida, como lo había hecho
Chiara, después... Es amable y bueno, igual que ella. ¿Por qué las
cosas horribles siempre parecen sucederles a las mejores personas?
Mientras tanto, hombres como Sergio y Matteo parecen
simplemente sobrevivir, a pesar de su profesión elegida. No es justo.
La tabla del suelo cruje bajo mi pie y él se vuelve hacia mí, con
una mirada aún más fría que de costumbre. La luz de la luna se
derrama a su alrededor, bañándolo en tonos plateados. Parece tan
intocable, un rey frío en un trono, señoreando su ciudad. Así, me
intimida, incluso me asusta, y tengo el impulso de darme la vuelta
y huir. Pero sé que eso es lo que quiere, asustarme, para poder
sufrir y revolcarse en su propia desesperación. Se culpa a sí mismo
por lo de Tommy, pero también he visto la expresión de su cara
después de cortar la garganta de ese hombre. Lo ocultó bien, pero
está avergonzado. Que lo hubiera hecho, o solo que lo hubiera visto,
no estoy segura.
—Lo siento, Gio. —Aprieto más fuerte—. Siento que tu amigo esté
herido.
Se queda quieto.
Sacudo la cabeza.
—Esto no es complicado. Así que dame esto. Por una noche. Sin
rogar, sin tratos....
—Joder.
—Primer golpe.
—¿Te gusta hacerme perder la cabeza por ti? —Me pasa la mano
por la garganta, por mis sensibles pechos y por la longitud de mi
estómago. Cuando llega a mis muslos, estoy dispuesta a frotarme
sobre él. Me mira fijamente mientras me pasa un dedo por encima,
burlándose de mí.
—Fóllame, Gio.
—Gio. —Puede que sea la única cosa de la que estoy segura, pero
me encanta que quiera que sea mi elección. Abro las piernas, y su
mirada se dirige a mi coño, los ojos parpadeando mientras su
mandíbula se estremece—. Te deseo.
—Lo siento. —La beso—. Me tomas tan bien. Una chica tan
buena. Solo respira, Emilia.
—Mía. —Me muevo sobre ella y sus jadeos son la música más
dulce para mis oídos.
Sonrío.
—¿De verdad?
—Buena chica.
—¿Quién?
—No es una rata para la mafia, Gio. Es una rata para Sergio
Donato.
Renzo no tiene motivos para mentir. Por lo que puedo ver, es leal
a su hermana y no tiene ningún amor por Sergio.
—Gio, no sabes...
—¿Qué? —ladro.
Ella ha estado trabajando con Sergio todo este tiempo. Jugó a ser
la damisela rota y luchadora con una hermana muerta...
—No es...
Frunce el ceño.
—Eso no es...
—¿No es cierto? Oh, pero lo es. —Esa hoja se hunde más con
cada segundo que pasa—. ¿Te importa siquiera si me hace daño o
me viola?
—Emilia, te amo.
—¿Emilia?
Continuará...
Espero que les gusten Gio y Emilia. Simplemente no podía
apresurar su historia en un solo libro, así que puedes preordenar A
VOW OF LOVE AND VENGEANCE (UN JURAMENTO DE AMOR Y
VENGANZA) aquí, o esperar a que se publique en la primavera. (¡Lo
siento! Prometo que la espera merecerá la pena.) Se avecina una
guerra, y también unos cuantos azotes importantes. 😈
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