APUNTES VIII B
APUNTES VIII B
APUNTES VIII B
Como dijimos el término deontología fue acuñado por primera vez por Jeremy Bentham, que la
define como la rama del arte y de la ciencia cuyo objeto consiste en hacer en cada ocasión lo que
es recto y apropiado.
Cuando esta teoría se aplica al estricto campo profesional hablamos de deontología profesional y
es ella, en consecuencia, la que determina los deberes que son mínimamente exigibles a los
profesionales en el desempeño de su actividad.
Estos deberes, es habitual que se plasmen en códigos, códigos de ética que rigen la actuación de
los representantes de la profesión (colegiados) con el fin de que a través del buen hacer se
obtengan resultados deseables.
Cuando se habla de deontología profesional se entiende por tal los criterios compartidos por el
colectivo profesional convertidos en un texto normativo, un código deontológico o código de
conducta.
La deontología profesional es por tanto una ética aplicada, aprobada y aceptada por el colectivo profesional,
lo que entraña un código de conducta, una tipificación de infracciones, un sistema de recepción y análisis de
consultas, propuestas o quejas, un procedimiento de enjuiciamiento, y finalmente, si procede aplicarlo, un
sistema de sanciones.
Los códigos de ética profesional en nuestro país, son elaborados por los colegios profesionales son
corporaciones de derecho público, amparadas por la ley y reconocidas por el Estado, con personalidad
jurídica propia y plena capacidad para el cumplimiento de sus fines, entre los que se encuentra la ordenación
del ejercicio de las profesiones.
Para la correcta satisfacción de la función de ordenar la actividad profesional de sus colegiados, el colegio
profesional necesita estar dotado de los instrumentos adecuados: la potestad normativa y la potestad
sancionadora.
A través de la potestad normativa, positiviza, es decir plasma en normas jurídicas los deberes profesionales
observables por los colegiados, dando lugar a las normas deontológicas. Merced a la potestad sancionadora,
corrige las desviaciones de los colegiados que se apartan de la deontología profesional, previamente
normativizada.
En la ordenación del ejercicio profesional los colegios han venido cumpliendo una triple función:
a) Fijar una serie de criterios, de carácter científico-funcional, para el ejercicio de la profesión de que
se trate al objeto de dar operatividad y eficacia a las actividades ejercidas en el ámbito cubierto por las
normas establecidas. Esta función es hoy muy poco relevante ya que la han asumido otro tipo de
instituciones, asociaciones u organismos.
Un código de ética profesional puede ser concebido como un reconocimiento colectivo de la responsabilidad
de los profesionales individuales. Cuando se especifica en una forma clara y concisa, un código puede ser un
factor decisivo en la creación de un ambiente en el cual la conducta ética sea la norma.
"Un código deontológico debe ser una declaración concisa de reglas generales para la conducta profesional,
preferentemente de naturaleza positiva".
En cualquier caso no se debe perder de vista que la exigencia ética que fundamenta los códigos deontológicos
y demás instrumentos autorregulativos es la responsabilidad.
La principal función de un código es servir de guía o advertencia para la conducta en situaciones específicas.
Un código debe ser diseñado fundamentalmente para inspirar, dar coraje y apoyar a los profesionales éticos,
pero también para servir de base para proceder contra los que actúan mal. En contraposición con los códigos
legales, los deontológicos no deben sólo prohibir conductas, sino que deben tener un énfasis positivo,
apostando por modelos deseables de conducta profesional.
En este sentido, podemos distinguir en todos los códigos dos tipos fundamentales de normas: normas de
prohibición y normas de orientación.
Ambas deben conjugarse para formar un documento, que a la vez que marque claramente la línea de lo
permitido y no permitido en el ejercicio de la profesión, señale a las más altas de las cimas de la excelencia
profesional
NATURALEZA DE LOS CÓDIGOS DEONTOLÓGICOS
Las normas de deontología profesional aprobadas por los colegios profesionales o sus respectivos Consejos
Superiores u órganos equivalentes no constituyen simples tratados de deberes morales sin consecuencias en
el orden disciplinario. Muy al contrario, tales normas determinan obligaciones de necesario cumplimiento por
los colegiados y responden a las potestades públicas que la Ley delega en favor de los colegios para, como ya
hemos señalado, "ordenar... la actividad profesional de los colegiados, velando por la ética y dignidad
profesional y por el respeto debido a los derechos de los particulares
Es generalmente sabido, por lo demás, y, por tanto, genera una más que razonable certeza en cuanto a los
efectos sancionadores, que las transgresiones de las normas de deontología profesional, constituyen, desde
tiempo inmemorial y de manera regular, el presupuesto del ejercicio de las facultades disciplinarias más
características de los colegios profesionales Con independencia de su conexión con la potestad disciplinaria
de los colegios profesionales, la finalidad esencial de las normas contenidas en los códigos deontológicos no
es punitiva, de castigo de las conductas divergentes con su contenido, sino preventiva, en el sentido de
mostrar directrices de conducta que acerquen al profesional al concepto de excelencia que el colegio tutela, y
de ejercicio de la función social que las profesiones tienen encomendada.
Se constituyen así como el medio más eficaz para evitar comportamientos contrarios a la excelencia
profesional, cumpliendo por tanto una importante función didáctica.
Este principio –que consiste en la no imposición a un mismo sujeto de una dualidad de sanciones, penal una y
administrativa y disciplinaria otra, cuando entre ambas concurra identidad de sujeto, objeto y fundamento-
encuentra salvedad en los supuestos de supremacía especial, como es la que une al colegiado con su colegio,
en los que resulta factible la imposición de una sanción ulterior a la penal, siempre que tenga su fundamento
en la lesión de los bienes jurídicos que subyacen a dicha relación y al ejercicio de la profesión.
En efecto, dejando claro que no toda comisión de un delito por parte de un profesional supone el incurrir en
infracción de tipo disciplinario, cuando se trata de alegar la potestad sancionadora disciplinaria de hechos
objeto de una condena en un proceso penal que resulta procedente en virtud del vínculo y sujeción especial
entre el colegiado y su colegio, es evidente que la responsabilidad disciplinaria se origina, en su caso, a partir
de la firmeza de las sentencias condenatorias, y nunca en base a los hechos objeto de condena generadores de
responsabilidad penal, sino respecto de la exigibilidad que concierne a los colegiados por hechos tipificados
en los Estatutos.
Estaríamos, por tanto, ante dos infracciones distintas: la derivada, por un lado, de actos merecedores de una
sanción penal por incumplimiento del mandato negativo del precepto de esa naturaleza; y por otro, la referida
a los deberes propios del colegiado ejerciente de una profesión liberal corporativa, por lo que esta última
sanción no supondría vulneración alguna del principio non bis in idem,
JUSTIFICACIÓN
Autorregulación
La exigencia de la autorregulación tiene que ver con el principio de autonomía colegial que choca después,
inevitablemente, con el principio de legalidad.
Los profesionales son creadores, sujetos y objetos de las normas deontológicas de su profesión
correspondiente.
Legalidad
Tipicidad
Exigencia de difusión.
La adecuada publicación de las distintas normas adoptadas por el colegio, en término que garantice su
conocimiento, su autenticidad y su constancia, y que además permita la impugnación en un proceso
declarativo acerca de su validez, deviene en un requisito imprescindible para hacer posible que su
cumplimiento resulte sometido a sanciones
- Un análisis del entorno jurídico, político y social de la profesión. Aquí se trataría de analizar el
marco legal y de organización política, así como los rasgos culturales esenciales del entorno social de la
organización. Estos rasgos culturales nos deben dar una idea del nivel de la conciencia moral de la sociedad
en la que la organización está inserta.
En la segunda fase se debe redactar una primera propuesta para discutirla con profesionales de prestigio y los
órganos de gobierno del colectivo profesional. Esta propuesta debe presentar de manera estructurada y lo más
completa posible la información recogida en la primera fase. Es importante que en esta fase participen
personas de diversos ámbitos profesionales para que la redacción final recoja el sentir no sólo de las personas
implicadas en el gobierno de la profesión,
sino de las personas que están en las tareas de ejecución diarias. No perdamos de vista que el código debe
ser un “instrumento” útil para todos los profesionales. Aquí la participación del mayor número de personas
responde a la demanda ética y de eficacia.
En la tercera fase se trata de elaborar la redacción definitiva del código. Esta redacción debe ser elaborada por
miembros del colectivo profesional y contando con una participación activa de los órganos de gobierno y con
ayuda de expertos en ética. En esta redacción se deben sintetizar los rasgos esenciales del carácter de la
profesión y sus compromisos futuros.
Junto a estas tres fases creemos que se debe desarrollar una fase transversal de sensibilización y formación,
pues hay una necesidad obvia de tener un código ético comprensivo que pueda establecer expectativas de
conducta y servir como criterio de evaluación de la toma de decisión; pero también se debe entrenar en cómo
pensar éticamente.
- Los colegios profesionales deben ir a una codificación, una ordenación de normas, y evitar la dispersión.
- Hay que modernizar las normas deontológicas y modificar estatutos y reglamentos que el tiempo ha
sobrepasado.
- Hay que establecer buenos principios generales, pero también introducir casuística, reflejando la realidad
profesional, la praxis profesional.
- Hay que proceder a revisiones continuas, para adecuar las normas a la realidad.
ELEMENTOS
Los elementos que se han identificado en los códigos deontológicos nacionales son los siguientes
1. Independencia e imparcialidad
2. Honestidad e integridad
3. Secreto profesional
4. Publicidad
5. Incompatibilidades
16. Seguridad
17. Protección social
→ Los colegios profesionales tienen encomendada por ley la función de ordenar la actividad profesional
de los colegidos, velando por la ética y dignidad profesional y por el respeto debido a los derechos de los
particulares
→ Para ejercer esta función, los colegios están dotados de la potestad normativa y de la potestad
sancionadora:
Con independencia de su conexión con la potestad disciplinaria de los colegios profesionales, la finalidad
esencial de las normas contenidas en los códigos deontológicos no es punitiva, de castigo de las conductas
divergentes con su contenido, sino preventiva, en el sentido de mostrar directrices de conducta que acerquen
al profesional al concepto de excelencia que el colegio tutela, y de ejercicio de la función social que las
profesiones tienen encomendada.