Libro-LA AUTOMATIZACIÓN Y EL FUTURO
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LA AUTOMATIZACIÓN Y EL FUTURO
DEL TRABAJO - 1
E
l mundo es un hervidero de conversaciones sobre la automatiza-
ción. Los rápidos avances de la inteligencia artificial, el aprendizaje
automático y la robótica parecen encaminados a transformar el
mundo del trabajo. En las fábricas más avanzadas, compañías
como Tesla están intentando conseguir un prototipo de producción que no
precise de iluminación en el que procesos de trabajo totalmente automa-
tizados, que ya no necesitan manos humanas, puedan desarrollarse en la
oscuridad. Mientras tanto, en los iluminados vestíbulos de las convenciones
sobre robótica se exhiben máquinas que pueden jugar al ping-pong, cocinar
alimentos, ofrecer sexo e incluso mantener una conversación. Los ordena-
dores no solo están desarrollando nuevas estrategias para jugar al Go, sino
que se dice que están escribiendo sinfonías que hacen llorar a las audien-
cias. Vestidos con batas blancas de laboratorio o utilizando trajes virtuales,
los ordenadores están aprendiendo a identificar cánceres y pronto estarán
desarrollando estrategias jurídicas. Los camiones ya están recorriendo las
carreteras estadounidenses sin conductores y perros robóticos llevan arma-
mento militar por desoladas llanuras. ¿Estamos viviendo los últimos días
del trabajo humano? ¿Está a punto de derogarse lo que Edward Bellamy
llamó una vez el «edicto del Edén» a medida que los hombres –o por lo
menos los más ricos de ellos– llegan a parecerse a los dioses?1.
Hay muchas razones para dudar de este revuelo. Para empezar, las máqui-
nas continúan siendo cómicamente incapaces de abrir las puertas o, por
1
Véase la utopía de Edward Bellamy, Looking Backward 2000-1887 [1888], Oxford,
2007, p. 68.
new left review 119 nov dic 2019 7
8 nlr 119
desgracia, de doblar la ropa de la lavadora. Guardias de seguridad robóti-
cos se caen a las fuentes de los centros comerciales. Los asistentes digitales
automatizados pueden responder preguntas y traducir documentos, pero
no lo suficientemente bien como para hacer la tarea sin intervención
humana; lo mismo sucede con los coches sin conductor2. En Estados
Unidos, en medio del movimiento «Fight for Fifteen», aparecieron carte-
les en San Francisco amenazando con sustituir a los trabajadores de los
establecimientos de comida rápida por pantallas táctiles si se aprobaba
una ley que elevara el salario mínimo. The Wall Street Journal denominó
el proyecto como la «ley de empleo robótico». Sin embargo, en Europa
muchos trabajadores de estos establecimientos ya trabajan junto a panta-
llas táctiles y a menudo tienen un salario mejor que en Estados Unidos3.
¿Se está exagerando al hablar sobre automatización?
i. el discurso de la automatización
2
Véanse, respectivamente, Daniela Hernandez, «How to Survive a Robot
Apocalypse: Just Close the Door», The Wall Street Journal, 10 de noviembre de 2017;
y David Autor, «Why Are There Still So Many Jobs? The History and Future of
Workplace Automation», Journal of Economic Perspectives, vol. 29, núm. 3, 2015,
pp. 25-26.
3
Andy Puzder, «The Minimum Wage Should Be Called the Robot Employment
Act», The Wall Street Journal, 3 de abril de 2017, Françoise Carré y Chris Tilly,
Where Bad Jobs Are Better, Nueva York, 2017.
benanav: Automatización 9
poder vivir, ese sueño puede convertirse en una pesadilla . Por ello, y 4
4
Esta es una posición diferente a la de tecno-optimistas como Ray Kurzweil, que
imaginan que el cambio tecnológico producirá por sí mismo un mundo utópico,
sin necesidad de una transformación social.
5
Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee, The Second Machine Age: Work, Progress, and
Prosperity in a Time of Brilliant Technologies, Londres, 2014, pp. 34, 128, 134 y ss., 172, 232.
6
Martin Ford, Rise of the Robots: Technology and the Threat of a Jobless Future, Nueva
York, 2015, pp. xvii, 219.
7
Ibid, pp. 257-261.
10 nlr 119
Enfundada en sus pantalones vaqueros, la elite de Silicon Valley ha adop-
tado con entusiasmo el discurso de la automatización. Bill Gates defiende
un impuesto sobre los robots. Mark Zuckerberg manifiesta a los estu-
diantes de Harvard que deberían «explorar ideas como la renta básica
universal», una política que Elon Musk también considera que con el
tiempo será cada vez más «necesaria» a medida que los robots desplacen
a los humanos en un creciente abanico de trabajos8. Musk ha estado bau-
tizando a su flota de drones de SpaceX con nombres de astronaves sacadas
de Culture Series, una serie de novelas de ciencia ficción ambiguamente
utópicas de Iain M. Banks, que describen un mundo más allá de la escasez
en el que los humanos viven gratificantes vidas junto a robots inteligentes,
llamados «mentes», sin necesidad de mercados o Estados9.
8
Andy Kessler, «Zuckerberg’s Opiate for the Masses», The Wall Street Jorunal, 18
de junio de 2017.
9
Véase, por ejemplo, la obra de Iain M. Banks, Look to Windward, Londres, 2000,
así como «Notes on the Culture», recogidas en I. Banks, State of the Art, San
Francisco, 2004.
benanav: Automatización 11
está Andy Stern, antiguo director del Service Employees International
Union, cuya obra Rising the Floor es otro ejemplo más de este discurso10.
Yang y Stern –como todos los demás autores nombrados hasta ahora–
hacen todo lo posible para asegurar a sus lectores que una determinada
variante de capitalismo ha llegado para quedarse, aunque deba desha-
cerse de sus mercados de trabajo; sin embargo, admiten la influencia
de figuras más a la izquierda que ofrecen una versión más radical del
discurso de la automatización. En Inventing the Future, Nich Srnicek y
Alex Williams sostienen que «la última ola de automatización está pre-
parada» para transformar «drásticamente» los mercados de trabajo, «ya
que engloba todos los aspectos de la economía»11. Afirman que sola-
mente un gobierno socialista podría ser capaz realmente de cumplir la
promesa de la plena automatización creando una sociedad poslaboral
o posescasez. En Four Futures, Peter Frase explora cuidadosamente los
resultados alternativos de semejante sociedad posescasez en función de
que todavía mantuviera la propiedad privada y de que todavía sufriera
una escasez de recursos que podría persistir incluso aunque la escasez
de trabajo quedara superada12. Como los proponentes liberales del dis-
curso de la automatización, estos autores de izquierda hacen hincapié
en que, aunque la llegada de la robótica avanzada sea inevitable, «no hay
necesariamente una progresión hacia un mundo postrabajo»13. Srnicek,
Williams y Frase son todos ellos defensores de la renta básica univer-
sal, pero con una variante de izquierda. Para ellos, esta renta básica
universal sirve de puente hacia un «comunismo de lujo totalmente
automatizado», un término acuñado originalmente en 2014 por Aaron
Bastani para nombrar un posible objetivo de la política socialista, y que
floreció durante cinco años como un meme en Internet antes de que se
10
Véanse respectivamente, Claire Cain Miller, «A Darker Theme in Obama’s
Farewell: Automation Can Divide Us», The New York Times, 12 de enero de 2017;
A. Kessler, «Zuckerberg’s Opiate For the Masses», cit.; Eduardo Porter, «Jobs
Threatened by Machines: A Once “Stupid” Concern Gains Respect», The New York
Times, 7 de junio de 2016; Kevin Roose, «His 2020 Campaign Message: The Robots
Are Coming», The New York Times, 12 de febrero de 2018; Andrew Yang, The War
on Normal People: The Truth About America’s Disappearing Jobs and Why Universal
Basic Income Is Our Future, Nueva York, 2018; Andy Stern, Raising the Floor: How
a Universal Basic Income Can Renew Our Economy and Rebuild the American Dream,
Nueva York, 2016.
11
Nick Srnicek y Alex Williams, Inventing the Future: Postcapitalism and a World
Without Work, Londres y Nueva York, 2015, p. 112.
12
Peter Frase, Four Futures: Life After Capitalism, Londres y Nueva York, 2016;
Manu Saadia, Trekonomics: The Economics of Star Trek, San Francisco, 2016.
13
N. Srnicek y A. Williams, Inventing the Future, cit., p. 127.
12 nlr 119
publicara finalmente su libro. Bastani esbozaba un futuro automatizado
en el que la inteligencia artificial, la energía solar, la edición genética, la
minería de asteroides y la carne producida en laboratorios, darían lugar
finalmente un mundo de ocio y autoinvención ilimitados14.
Miedos recurrentes
Estas visiones futuristas, procedentes de todos los puntos del espectro polí-
tico, dependen de una predicción común sobre la trayectoria del cambio
tecnológico. ¿Es correcta esa predicción? Para responder a esta pregunta
resulta útil disponer de algunas definiciones operativas. La automatización
puede caracterizarse como una forma específica de innovación técnica
que produce un ahorro de mano de obra: las tecnologías de la automa-
tización sustituyen por completo al trabajo humano, más que aumentar
simplemente las capacidades productivas humanas. Con las tecnologías
que aumentan la eficiencia de la mano de obra, una determinada categoría
laboral continuará existiendo, pero cada trabajador de la misma será más
productivo. Por ejemplo, añadir nuevas máquinas a una cadena de mon-
taje de automóviles puede hacer que los trabajadores de esa cadena sean
más productivos sin abolir el trabajo de cadena como tal. Sin embargo, se
necesitarán menos trabajadores para producir una cantidad determinada
de automóviles. Si ello reduce los puestos de trabajo, dependerá de cuánto
aumente la producción, es decir, el número total de coches.
Sin embargo, no está claro que incluso las estimaciones más radicales sugie-
ran que se haya producido una ruptura cualitativa con el pasado. Según
algunos cálculos, «el 57 por 100 de los trabajos que realizaban los trabajadores
en la década de 1960 ya no existen en la actualidad»16. De hecho, la automati-
zación resulta ser una característica constante de la historia del capitalismo. En
cambio, el discurso sobre la automatización, que extrapola desde ejemplos de
cambio tecnológico una teoría social más amplia, no es una constante; reapa-
rece periódicamente en la historia moderna. El entusiasmo ante una venidera
era de automatización puede rastrearse desde al menos mediados del siglo
xix. Charles Babbage publicó On the Economy of Machinery and Manufactures
en 1832; The Paradise Within the Reach of All Men, Without Labour, de John
Adolphus Etzler, apareció en 1833, y The Philosophy of Manufactures, de Andrew
Ure, en 1835. Estos libros presagiaban la eminente aparición de fábricas total-
mente automatizadas que funcionarían con un mínimo de trabajo humano
o con una simple supervisión. Estas concepciones tuvieron una importante
influencia en Marx, que en el primer volumen de El capital sostenía que un
complejo mundo de máquinas interactivas estaba en camino de desplazar a la
mano de obra del centro de la vida económica.
15
Carl Frey y Michael Osborne difundieron originalmente online su estudio como
un documento de trabajo de la Oxford Martin School en 2013; posteriormente
fue publicado como «The Future of Employment: How Susceptible Are Jobs to
Computerization?», Technological Forecasting and Social Change, vol. 114, enero de
2017; Ljubica Nedelkoska y Glenda Quintini, «Automation, Skills Use and Training»,
oecd Social, Employment and Migration Working Papers, núm. 202, 2018.
16
Citado en Jerry Kaplan, «Don’t Fear the Robots», The Wall Street Journal, 21
de julio de 2017. Véase también, Robert Atkinson y John Wu, «False Alarmism:
Technological Disruption and the us Labor Market, 1850-2015», Information
Technology and Innovation Foundation, 2017.
17
Amy Sue Bix, Inventing Ourselves Out of Jobs: America’s Debate Over Technological
Unemployment, 1929-1981, Baltimore (md), 2000, pp. 305-307. Véase también,
Jason Smith, «Nowhere to Go: Automation, Then and Now», Brooklyn Rail, mar-
zo-abril de 2017.
14 nlr 119
decir que las visiones sociales que lo acompañan deberían ser desesti-
madas. En este sentido, es preciso afirmar que los avances tecnológicos
presagiados por el discurso de la automatización podrían alcanzarse en
cualquier momento: el que simplemente estuvieran equivocados en el
pasado no significa necesariamente que seán equivocados en el futuro.
Además, estas visiones de la automatización han sido claramente gene-
rativas en términos sociales: apuntan a ciertas posibilidades utópicas
latentes dentro de las modernas sociedades capitalistas. El error de su
planteamiento está meramente en suponer que, a través de los actuales
cambios tecnológicos, estas posibilidades utópicas se revelarán inmi-
nentemente mediante una catástrofe de desempleo masivo.
18
Wassily Leontief, «Technological Advance, Economic Growth, and the Distribution
of Income», Population and Development Review, vol. 9, núm. 3, 1983, p. 404.
19
Keynes tuvo una reacción similar ante su propio descubrimiento de que nin-
gún mecanismo en las economías capitalistas genera automáticamente el pleno
empleo. Véase su «Economic Possibilities for Our Grandchildren (1930)», en
Essays in Persuasion, Nueva York, 1932. Véase también, William Beveridge, Full
Employment in a Free Society, Londres, 1944, especialmente pp. 21-23.
benanav: Automatización 15
para demasiada gente. Los defensores del discurso de la automatización
explican sistemáticamente el problema de una demanda baja de mano
de obra en términos de un galopante cambio tecnológico.
20
Véase Josh Bivens y Lawrence Mishel, «Understanding the Historic Divergence
Between Productivity and a Typical Worker’s Pay», epi Briefing Paper 406, septiem-
bre de 2015; Paolo Pasimeni, «The Relation Between Productivity and Compensation
in Europe», European Commission Discussion Paper 79, marzo de 2018.
21
Véase David Autor (ed.), «Paradox of Abundance: Automation Anxiety Returns»,
en Subramanian Rangan (ed.), Performance and Progress: Essays on Capitalism,
Business and Society, Oxford, 2015, p. 257; Robert Gordon, Rise and Fall of American
Growth, Princeton (nj), 2016, p. 604.
16 nlr 119
%
73
Japón Francia
Italia G7
USA Canada
68 Alemania GB
63
58
53
1980 1985 1990 1995 2000 2005 2010 2015
140
130
Productividad del trabajo
100
1995 1997 1999 2001 2003 2005 2007 2009 2011 2013
Nota: 1995=100. Fuente: ocde Economic Outlook, vol. 2018, núm. 2, Capítulo
2, Gráfico 2.2. Media ponderada del empleo de veinticuatro países incluyendo
a Finlandia, Alemania, Japón, Corea, Estados Unidos, Francia, Italia, Suecia,
Austria, Bélgica, gb, Australia, España, República Checa, Dinamarca, Hungría,
Polonia, Holanda, Noruega, Canadá, Nueva Zelanda, Irlanda, Israel y Eslovaquia.
Una información más detallada se encuentra en el ocde Economic Outlook.
benanav: Automatización 17
¿Es la automatización la causa de la baja demanda de mano de obra? Yo
me uno a los críticos del discurso de la automatización respondiendo
que no. Sin embargo, también criticaré además a los críticos tanto por
dar explicaciones de la baja demanda que solo se aplican a países de ren-
tas elevadas, como por no elaborar una visión radical del cambio social
que sea adecuada a la magnitud de los problemas a los que ahora nos
enfrentamos. Realmente, tendría que decir desde el principio que mis
simpatías están más con los teóricos de izquierda de la automatización
que con sus críticos.
22
Véase Fredric Jameson, Archaeologies of the Future: The Desire Called Utopia and
Other Science Fictions, Londres y Nueva York, 2005; ed. cast.: Arquelologías del
futuro, Madrid, 2009.
18 nlr 119
ese movimiento resulta derrotado, puede que lo mejor que logremos sea
una renta básica, pero ese no debería ser nuestro objetivo. Deberíamos
encaminarnos hacia un mundo que supere la escasez, un mundo en el
que las tecnologías avanzadas nos ayudarán a hacer realidad, incluso si
la plena automatización no es posible o incluso no deseable.
23
James Boggs, «Manifesto for a Black Revolutionary Party», en Stephen Ward
(ed.), Pages from a Black Radical’s Notebook: A James Boggs Reader, Detroit (MI),
2011, p. 219.
benanav: Automatización 19
En respuesta al discurso de la automatización, yo sostengo que el
descenso de la demanda de mano de obra no se debe a un salto sin
precedentes de la innovación tecnológica, sino a un cambio técnico pro-
ducido en un contexto de profundización del estancamiento económico.
En la segunda parte de esta contribución, que se publicará en la nlr 120,
sostengo que esta caída de la demanda de mano de obra se manifiesta
no como un desempleo de masas sino más bien como un subempleo
de masas, algo que no es necesariamente un problema para las elites.
Sobre esta base, elaboro una crítica de soluciones tecnocráticas, como la
renta básica. Ofrezco un ejercicio mental sobre cómo podemos imaginar
una sociedad que haya superado la escasez y que se centre en los seres
humanos, no en las máquinas, y proyecto un camino de cómo podemos
llegar ahí a través de la lucha social en vez de mediante la intervención
administrativa. Pero antes, en la Primera Parte, ofrezco un diagnóstico
de las causas subyacentes del declive de la demanda de mano de obra.
Ello supone tomar un desvío para considerar las vicisitudes del sector
manufacturero global y de las dinámicas competitivas que actúan en la
«desindustrialización» del trabajo.
24
World Bank, World Development Indicators. En la economía global, muchos de
estos trabajadores del sector servicios están informalmente empleados, obteniendo
sus ingresos de buscar en las basuras o vendiendo comida en carritos ambulantes,
la clase de empleos que ya podían haberse eliminado con las tecnologías del siglo
xx: supermercados, grandes superficies, camiones frigoríficos, etcétera.
20 nlr 119
en la inteligencia artificial25. Desde luego, estas afirmaciones son en su
mayoría predicciones sobre los efectos que en el futuro tendrán las tec-
nologías sobre las pautas de empleo. Semejantes predicciones pueden
resultar equivocadas, como sucedió por ejemplo con Eatsa, una compa-
ñía automatizada de comida rápida que no empleaba ni a personal de
caja ni a camareros y que se vio obligada a cerrar sus locales en 201726.
25
Nick Dyer-Witheford, Cyber-Proletariat: Global Labour in the Digital Vortex, Londres,
2015, p. 184. Aparentemente, las actividades intelectuales rutinarias, incluso las muy
cualificadas, están demostrando ser más fáciles de automatizar que el trabajo manual
no rutinario, que requiere más destreza de la que poseen actualmente las máquinas.
E. Brynjolfsson y A. McAfee, Second Machine Age, cit., pp. 28-29.
26
Tim Carman, «This Automated Restaurant Was Supposed to Be the Future of
Dining. Until Humanity Struck Back», The Washington Post, 24 de octubre de 2017.
27
Véase por ejemplo, E. Brynjolfsson y A. McAfee, Second Machine Age, cit., pp.
30-31; M. Ford, Rise of the Robots, cit., pp. 1-12.
28
D. Autor, «Why Are There Still So Many Jobs?», cit., p. 23.
29
Eileen Appelbaum y Ronald Schettkat, «Employment and Productivity in
Industrialized Economies», International Labour Review, vol. 134, núm. 4-5, 1995,
pp. 607-609.
30
A no ser que se indique de otro modo, las estadísticas de este capítulo proceden de
The Conference Board, «International Comparisons of Manufacturing Productivity
benanav: Automatización 21
países de rentas altas: en Estados Unidos el sector empleaba al 22 por 100
de todos los trabajadores en 1970; esa proporción bajó al 8 por 100 en 2017.
En el mismo periodo, la proporción de empleo en el sector manufacturero
en Francia pasó del 23 al 9 por 100 y en Gran Bretaña del 30 al 8 por 100.
Japón, Alemania e Italia han experimentado descensos similares aunque
más pequeños: en Japón pasó del 25 al 15 por 100, en Alemania del 29 al
17 por 100 y en Italia, del 25 al 15 por 100. En todos los casos, los descen-
sos estaban finalmente asociados con sustanciales caídas en el número total
de personas empleadas en el sector manufacturero. En Estados Unidos,
Alemania, Italia y Japón, el número total de empleos en el sector cayó apro-
ximadamente un tercio desde el punto álgido alcanzado durante el periodo
de posguerra; en Francia el 50 por 100 y en Gran Bretaña el 67 por 10031.
and Unit Labour Cost», actualizado por última vez en julio de 2018, y de «Total
Economy Database», actualizada en noviembre de 2018.
31
Obsérvese que el sector manufacturero forma parte del concepto más amplio de sec-
tor industrial, que típicamente incluye la minería, la construcción y los servicios de
carácter general (suministro de agua, gas y electricidad, así como las telecomunicacio-
nes), y que también ha debido el descenso de la proporción de empleo principalmente,
aunque no de manera exclusiva, a la pérdida de empleo en la actividad manufacturera.
32
Fionna Tregenna, «Characterizing Deindustrialization: An Analysis of Changes
in Manufacturing Employment and Output Internationally», Cambridge Journal of
Economics, vol. 33, núm. 3, 2009, p. 433.
22 nlr 119
Esto sirve de fundamento para que los comentaristas citen habitualmente
el rápido crecimiento de la productividad laboral, en vez del flujo de impor-
taciones de bajo coste, como la causa principal de la pérdida de empleos
industriales en las economías avanzadas33. En un examen más detallado,
sin embargo, esta explicación resulta ser inadecuada: en el sector manu-
facturero no se ha producido ningún salto hacia delante en los niveles de
productividad34. Por el contrario, la productividad en el sector manufactu-
rero ha crecido a un ritmo lento durante décadas, llevando a Robert Solow a
señalar con sarcasmo que «vemos la era de los ordenadores en todas partes,
excepto en las estadísticas de productividad»35. Los teóricos de la automa-
tización debaten esta «paradoja de la productividad» como un problema
para su análisis –explicándola en términos de una demanda débil de los
productos o de una persistente disponibilidad de trabajadores con salarios
bajos–, pero subestiman su verdadero significado. Ello se debe en parte a la
aparición de un constante aumento de la productividad laboral en el sector
manufacturero estadounidense, a una tasa media de alrededor del 3 por 100
anual desde 1950. Sobre esa base, Brynjolfsson y McAfee sugieren que la
automatización podría revelarse en los efectos combinados del crecimiento
exponencial en vez de en un repunte de la tasa de crecimiento36.
33
En la literatura académica, véase por ejemplo el frecuentemente citado trabajo
de Robert Rowthorn y Ramana Ramaswamy, «Deindustrialization: Causes and
Implications», imf Working Paper 97/42, 1997. En la prensa, véase Eduardo
Porter, «Is the Populist Revolt Over? Not if Robots Have Their Way», The New York
Review, 30 de enero de 2018.
34
La intuición a este respecto dice que si la automatización estuviera verificándose,
en el sector manufacturero paradójicamente se registrarían realmente niveles
crecientes de productividad laboral, aunque cada vez más trabajadores fueran
expulsados del proceso de producción: la producción por trabajador se dispararía,
haciendo parecer que la gente que todavía tuviera empleo estaba trabajando a un
ritmo increíblemente eficiente.
35
Citado en E. Brynjolfsson y A. McAfee, Second Machine Age, cit., p. 100.
36
Ibid., pp. 43-45.
37
Véase Martin Neil Baily y Barry P. Bosworth, «us Manufacturing: Understanding
Its Past and Its Potential Future», Journal of Economic Perspectives, vol. 28, núm.
1, 2014; Daron Acemoglu et al., «Return of the Solow Paradox? it, Productivity,
and Employment in us Manufacturing», American Economic Review, vol. 104, núm.
5, 2014; Susan Houseman, «Understanding the Decline of us Manufacturing
Employment», Upjohn Institute Working Paper 18-287, 2018.
benanav: Automatización 23
afirman que los niveles de productividad en el subsector de los ordena-
dores y la electrónica crecieron a una tasa media superior al 10 por 100
anual entre 1987 y 2011, aunque las tasas de crecimiento de la produc-
tividad fuera de ese subsector cayeran alrededor del 2 por 100 anual
durante el mismo periodo38. Desde 2011 las tendencias en el sector
manufacturero han empeorado: la producción real por hora del sector
en su conjunto era inferior en 2017 que en su punto máximo alcanzado
en 2010. Las tasas de crecimiento de la productividad en el sector manu-
facturero colapsaron precisamente cuando se suponía que iban a crecer
rápidamente debido a la automatización industrial.
38
N. Baily y B. Bosworth, «us Manufacturing: Understanding Its Past and Its
Potential Future», cit., p. 9. Los ordenadores y la electrónica representan entre el
10 y el 15 por 100 de la producción manufacturera estadounidense
39
Daniel Michaels, «Foreign Robots Invade American Factory Floors», The Wall
Street Journal, 26 de marzo de 2017.
40
En 2016, los países con niveles más altos de robots industriales instalados por
cada diez mil empleados en el sector manufacturero eran Corea del Sur (631),
Singapur (488), Alemania (309) y Japón (303), en comparación con Estados Unidos
(189) y China (68), de acuerdo con la International Federation of Robotics, «Robot
Density Rises Globally», ifr Press Releases, 7 de febrero de 2018.
24 nlr 119
esperan los teóricos de la automatización, pero no por las razones que
ellos aducen. Para analizar con más detalle las causas de la desindustria-
lización utilizo la siguiente ecuación: para una industria dada, la tasa de
crecimiento de la producción (ΔO) menos la tasa de crecimiento de la pro-
ductividad del trabajo (ΔP) es igual a la tasa de crecimiento del empleo
(ΔE). Así, ΔO – ΔP = ΔE41. De ese modo, por ejemplo, si la producción de
automóviles crece el 3 por 100 anual y la productividad de la industria del
automóvil lo hace el 2 por 100 anual, entonces el empleo en esa industria
debe necesariamente crecer en un 1 por 100 anual (3 – 2 = 1). Por el con-
trario, si la producción crece el 3 por 100 anual y la productividad lo hace
el 4 por 100 anual, el empleo se contraerá el 1 por 100 anual (3 – 4 = –1).
41
Esta ecuación excluye al llamado término menor, ΔPΔE, por insignificante.
Nótese que debido a que esta ecuación es cierta de acuerdo con la misma definición
de productividad laboral (O/E), no puede ser utilizada para establecer relaciones de
causalidad entre los tres términos, E, O, y P.
42
Merece la pena señalar que la pérdida de empleo ha sido algo más severa en
Francia en comparación con otros países europeos.
benanav: Automatización 25
descenso absoluto de los niveles de producción manufacturera, pero sí
ha habido un descenso de la tasa de crecimiento de la producción, con
el resultado de que esta está creciendo más lentamente que la producti-
vidad (cuadro 1). La simultaneidad del limitado dinamismo tecnológico
y del agravamiento del estancamiento económico se combina para gene-
rar un descenso progresivo de los niveles de empleo industrial.
%
6
Producción real
Productividad
Tasa media de crecimiento anual
4 Empleo
1.5
-1.5
-3
1950–1973 1974–2000 2001–2017
43
José Gabriel Palma, «Four Sources of “Deindustrialization” and a New Concept
of the “Dutch Disease”», en José Antonio Ocampo (ed.), Beyond Reforms: Structural
Dynamics and Macroeconomic Vulnerability, Nueva York, 2005, pp. 79-81. Véase, R.
Rowthorn y R. Ramaswamy, «Deindustrialization: Causes and Implications», cit.,
p. 6, así como Dani Rodrik, «Premature Deindustrialization», Journal of Economic
Growth, vol. 21, núm. 1, 2016, p. 7.
26 nlr 119
finales de la década de 1960 y comienzos de la siguiente, durante el tramo
final de un periodo en el que los niveles de ingresos per capita habían con-
vergido en Estados Unidos, Europa y Japón. En las décadas posteriores, se
propagó «prematuramente» a países de rentas medias y bajas, con mayores
variaciones en la renta per cápita (gráfico 4)44. A finales de la década de 1970,
la desindustrialización llegó al sur de Europa, gran parte de América Latina
y partes de Asia oriental y sudoriental, mientras el África austral siguió el
mimos curso durante las décadas de 1980 y 1990. Los niveles máximos de
industrialización en muchos países pobres han sido tan bajos que sería más
exacto decir que no han llegado a industrializarse en absoluto45.
44
Por ejemplo, la desindustrialización –medida por la caída de la proporción de
empleo en el sector manufacturero– empezó en Brasil en 1986, cuando el pib per
cápita del país era de 12.100 dólares (medido en dólares estadounidenses de 2017 a
paridad de poder adquisitivo), es decir, un poco más de la mitad del pib per cápita
de Francia cuando empezó a desindustrializarse en 1973. Sudáfrica, Indonesia y
Egipto tenían niveles de renta incluso más bajos en el momento en que sus eco-
nomías empezaron a desindustrializarse. Véase también, Sukti Dasgupta y Ajit
Singh, «Manufacturing, Services and Premature Deindustrialization in Developing
Countries: A Kaldorian Analysis», en George Mavrotas y Anthony Shorrocks (eds.),
Advancing Development: Studies in Development Economics and Policy, Londres,
2007; y F. Tregenna, «Characterizing Deindustrialization» cit.
45
Fiona Tregenna describe este proceso como «desindustrialización preindustria-
lizada» en «Deindustrialization, Structural Change and Sustainable Economic
Growth», documento informativo de unido/unu-merit 32, 2015.
benanav: Automatización 27
manufacturero creció en términos absolutos el 0,4 por 100 anual entre
1991 y 2016, pero su ritmo era mucho más lento que el crecimiento total
de la fuerza de trabajo global, con el resultado de que la proporción del
empleo en el mismo descendió 3 puntos porcentuales durante el mismo
periodo46. China es una excepción clave, pero solamente parcial (gráfico 5).
A mediados de la década de 1990, las empresas públicas chinas despidieron
a un gran número de trabajadores, haciendo que la proporción de empleo
manufacturero tomara una firme trayectoria descendente47. El país volvió a
industrializarse a principios de la década de 2000, pero después empezó a
desindustrializarse de nuevo a mediados de la década de 2010; desde enton-
ces la proporción del empleo manufacturero ha caído desde el 19,3 por 100
en 2013 al 17,5 por 100 en 2017 y probablemente siga en esa línea. Si la
desindustrialización no puede explicarse ni por la automatización ni por la
evolución interna de las economías avanzadas, ¿cuál puede ser su causa?
%
Proporción del empleo manufacturero en el empleo total
35
Reino Unido
31
Italia
Corea del Sur
27
23
19
Sudáfrica
15
Brasil
11
7
1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010
46
unido, Industrial Development Report 2018, Viena, 2017, p. 166. unido sugiere
que la proporción global del sector manufacturero cayó desde el 14,4 por 100 al
11,1 por 100 en los veinticinco años transcurridos entre 1991 y 2016. Sin embargo,
otras fuentes sitúan la actual proporción cercana al 17 por 100. Las cifras de unido
parecen ser más bajas que las de otras fuentes por la manera más estricta con que
consideran el empleo en el sector manufacturero chino.
47
Entre 1993 y 2004, el empleo en empresas públicas descendió el 40 por 100
debido a la reestructuración económica. Véase Barry Naughton, The Chinese
Economy: Transitions and Growth, Cambridge, 2007, p. 105.
28 nlr 119
27
Italia
23
México China
19
15
India
11
7
1980 1986 1992 1998 2004 2010 2016
48
omc, International Trade Statistics 2015.
49
El Banco Mundial ha señalado que, desde la crisis financiera global, «el comercio
ha estado creciendo más lentamente no solo porque el crecimiento económico se ha
vuelto menos intensivo en comercio, sino también porque el crecimiento global es
más lento». Véase Mary Hallward-Driemeier y Gaurav Nayyar, Trouble in the Making?
The Future of Manufacturing-Led Development, Washington dc, 2018, p. 81.
benanav: Automatización 29
manufacturera de China. De nuevo, el increíble grado de ralentización
o incluso de estancamiento del crecimiento de la producción manufac-
turera, visible a escala mundial, es lo que explica por qué el crecimiento
de la productividad en el sector manufacturero parece estar avanzando
a un ritmo rápido, incluso aunque realmente sea mucho más lento que
antes. Cada vez se produce más con menos trabajadores, como afirman
los teóricos de la automatización, pero no porque el cambio tecnológico
esté dando paso a elevadas tasas de crecimiento de la productividad.
Por el contrario, el crecimiento de la productividad en el sector manu-
facturero parece rápido en la actualidad solamente porque el listón del
crecimiento de la producción, que sirve para medirlo, está bajando.
8
Producción manufacturera
Producción agrícola
Tasa media de crecimiento anual
0
1950–1959 1960–1969 1970–1979 1980–1990 1991–2000 2001–2007 2008–2014
Visto desde esta perspectiva, puede decirse que la ola global de desindus-
trialización tiene sus orígenes no en el galopante cambio tecnológico,
sino en el agravamiento de la sobrecapacidad existente de los mercados
mundiales de productos manufactureros, un aumento que se produjo
gradualmente después de la Segunda Guerra Mundial. En el periodo
inmediato de la posguerra, Estados Unidos albergaba la economía
30 nlr 119
más dinámica del mundo dotada con las tecnologías más avanzadas50.
Con la amenaza de la expansión comunista en Europa y en el este y
sudeste de Asia, Estados Unidos se mostraba dispuesto a compartir
su esplendor tecnológico con sus anteriores competidores imperiales,
Alemania y Japón, así como con otros países en posiciones avanzadas,
para mantenerlos bajo el paraguas de la seguridad estadounidense51. En
las primeras décadas del periodo de posguerra estas transferencias de
tecnología constituyeron un importante impulso para el crecimiento
económico en Europa y Japón, abriendo oportunidades para una expan-
sión basada en las exportaciones. Esta estrategia también se respaldó
mediante la devaluación de las monedas europeas y japonesa frente al
dólar52. Sin embargo, como ha sostenido Robert Brenner, el crecimiento
de la capacidad manufacturera a escala planetaria generó rápidamente
una sobrecapacidad que facilitó una «larga desaceleración» de las tasas
de crecimiento de la producción del sector53.
50
En 1950, la producción por hora trabajada en el conjunto de la economía esta-
dounidense era, de media, el 127 por 100 más elevada que en los países europeos.
Véase Barry Eichengreen, The European Economy Since 1945, Oxford, 2007, p. 18.
51
Sobre la reorientación estadounidense en el contexto de la Guerra Fría, véase
Robert Brenner, The Economics of Global Turbulence, Londres y Nueva York,
2006, pp. 47-50 [ed. cast.: La economía de la turbulencia global, Madrid, 2009]; B.
Eichengreen, The European Economy, cit., pp. 54-58; Yutaka Kosai, The Era of High-
Speed Growth, Tokio, 1986, pp. 53-68, Herbert Giersch et al., The Fading Miracle:
Four Decades of Market Economy in Germany, Cambridge, 1992, pp. 17-26.
52
Véase R. Brenner, The Economics of Global Turbulence, cit., pp. 67-93. Eichengreen
también describe a «Europa después de la Segunda Guerra Mundial» como un
ejemplo clásico de crecimiento basado en las exportaciones. Véase B. Eichengreen,
The European Economy, cit., p. 38, así como sobre el papel de las transferencias de
tecnología en particular las pp. 24-26 y sobre el impacto de las devaluaciones de
1949 las pp. 77-79; y Y. Kosai, The Era of High-Speed Growth, cit., pp. 67-68.
53
Robert Brenner ha hecho este razonamiento en The Economics of Global Turbulence,
así como en trabajos más recientes. Aquí estoy ampliando su análisis para explicar
la desindustrialización del trabajo. Véase también la bibliografía relacionada con
«la falacia de la composición» en el comercio global, por ejemplo, Robert Blecker,
«The Diminishing Returns to Export-Led Growth», un documento del Project on
Development, Trade and International Finance, Nueva York, 2000.
benanav: Automatización 31
de 1960 descendieran las tasas de crecimiento de la producción indus-
trial en Estados Unidos, generando una desindustrialización en términos
de empleo. Cuando Estados Unidos respondió a la elevada penetración
de las importaciones en la década de 1970 rompiendo los acuerdos de
Bretton Woods y devaluando el dólar, estos mismos problemas se pro-
pagaron desde los países con rentas más elevadas de Norteamérica y el
norte de Europa a Japón y al resto de Europa54. A partir de ahí, a medida
que cada vez más países adquirían una capacidad manufacturera, adopta-
ban estrategias de crecimiento basadas en las exportaciones y entraban en
los mercados globales de productos manufacturados, la caída de las tasas
de crecimiento de la producción y la consecuente desindustrialización del
trabajo también se propagaron a América Latina, Oriente Próximo, Asia y
África, así como a la economía global considerada en su conjunto55.
54
R. Brenner, The Economics of Global Turbulence, cit., pp. 50-51, 122-142.
55
La desindustrialización se propagó al Sur global en las postrimerías de la crisis
de la deuda del Tercer Mundo en 1982 al hilo de la imposición de programas de
ajuste estructural por parte el fmi. A medida que la liberalización del comercio
abría las fronteras de los países más pobres a las importaciones, mientras la libe-
ralización financiera producía el consabido flujo de capital especulativo hacia los
«mercados emergentes», provocando la revalorización de sus monedas, la compe-
titividad en el sector manufacturero cayó precipitadamente. Véase unctad, Trade
and Development Report 2006, Ginebra, 2006, pp. 42-50; Kiminori Matsuyama,
«Structural Change in an Interdependent World: A Global View of Manufacturing
Decline», Journal of the European Economic Association, vol. 7, núm. 2-3, 2009, pp.
478-486.
56
Un práctico resumen de este argumento se encuentra en la entrevista de Jeong
Seong-jin a Robert Brenner «Overproduction Not Financial Collapse is the Heart
of the Crisis: The US, East Asia and the World», Asia-Pacific Journal, vol. 7, serie
6, núm. 5, 2009.
57
Véase R. Brenner, The Economics of Global Turbulence, cit., pp. 108-114. Una repre-
sentación gráfica se encuentra en unido, Industrial Development Report 2018, p.
172. Rodrik también señala que «los países en vías desarrollo “importaron” la desin-
dustrialización de los países avanzados» en la medida en que «quedaron expuestos
a las tendencias de los precios relativos originadas en las economías avanzadas».
Véase D. Rodrik, «Premature Deindustrialization», cit., p. 4. Es importante señalar
que las diferencias entre las tendencias de los precios de productos manufuctureros
y no manufuctureros también pueden explicarse en cierta medida por la enferme-
dad de los costes señalada por William Baumol.
32 nlr 119
condujo a la caída de los ratios de ingresos por unidad de capital, des-
pués a la caída de las tasas de beneficio, a tasas menores de inversión
y, de ahí, a tasas menores de crecimiento de la producción58. En este
entorno, las empresas han afrontado una elevada competencia por las
cuotas de mercado: a medida que las tasas de crecimiento global se fre-
nan, la única manera de crecer rápidamente es robar cuotas de mercado
a otras empresas. Cada empresa tiene que hacer todo lo posible para
mantenerse al nivel de sus competidores59. La sobrecapacidad explica
por qué, desde comienzos de la década de 1970, las tasas de crecimiento
de la productividad han caído menos drásticamente que las del creci-
miento de la producción: las empresas han continuado elevando sus
niveles de productividad de la mejor manera que han podido a pesar
de la caída de las tasas de crecimiento de la producción (o si no se han
hundido, desapareciendo de las medias estadísticas). Cuando las tasas
de crecimiento de la producción del sector manufacturero cayeron por
debajo de las tasas de crecimiento de la productividad en un país tras
otro, la desindustrialización se propagó a escala mundial.
Impulsando la globalización
58
Véase R. Brenner, The Economics of Global Turbulence, cit., pp. 37-40. A su vez,
el descenso de la demanda de bienes de inversión redujo la demanda global. El
resultado fue que lo que desde una perspectiva parecía un empeoramiento de la
sobreproducción, desde otra parecía un empeoramiento de la falta de inversión y
por ello falta de demanda, que provocaba tasas de crecimiento del mercado más
lentas y una competencia más intensa.
59
Todas las empresas, independientemente de que utilicen o no tecnologías avanza-
das, deben actualizar sistemáticamente sus capacidades. Véase Sanjaya Lall, «The
Technological Structure and Performance of Developing Country Manufactured
Exports, 1985-98», Oxford Development Studies, vol. 28, núm. 3, 2000, pp. 337-369.
60
Véase, Gary Gereffi, «The Organization of Buyer-Driven Global Commodity
Chains: How US Retailers Shape Overseas Production Networks», en Gary Gereffi
y Miguel Korzeniewics (eds.), Commodity Chains and Global Capitalism, Londres,
benanav: Automatización 33
en la década de 1960, cuando los productos de bajo coste japoneses y ale-
manes invadieron el mercado estadounidense, disparando el coeficiente
de penetración de las importaciones de productos industriales desde
menos del 7 por 100, a mediados de la década de 1960, hasta el 16 por
100 a principios de la siguiente61. A partir de ese momento, quedó claro
que los niveles elevados de productividad laboral ya no servían de escudo
contra la competencia de países con salarios más bajos. Las empresas
estadounidenses que mejor funcionaron en ese contexto fueron las que
reaccionaron globalizando la producción. Enfrentadas a la competencia de
los precios, las empresas multinacionales estadounidenses construyeron
cadenas de suministro internacionales, trasladando al exterior los com-
ponentes de su producción que eran más intensivos en mano de obra
y enfrentando a los suministradores entre sí para conseguir los mejores
precios62. A mediados de la década de 1960 se abrieron en Taiwán y Corea
del Sur las primeras zonas de procesamiento para la exportación. Incluso
Silicon Valley, que anteriormente producía localmente sus chips para los
ordenadores en el área de San José, trasladó su producción a zonas donde
se pagaban salarios más bajos y se utilizaba menos tecnología (beneficián-
dose también de unas legislaciones más laxas en cuanto a contaminación
y seguridad laboral)63. Las multinacionales de Alemania y Japón adoptaron
estrategias similares que en todas partes se vieron apoyadas por nuevas
infraestructuras de transporte y tecnologías de las comunicaciones.
64
Un análisis de las áreas productivas en declive chinas en un contexto comparativo
global se encuentra en Ching Kwan Lee, Against the Law: Labour Struggles in China’s
Rustbelt and Sunbelt, Berkeley (ca), 2007, especialmente las pp. 242-258.
65
Peter Goodman, «The Robots Are Coming and Sweden Is Fine», The New York
Times, 27 de diciembre de 2017; Yuri Kageyama, «Reverence for Robots: Japanese
Workers Treasure Automation», Associated Press News, 16 de agosto de 2017.
benanav: Automatización 35
en un contexto en el que las tasas medias de crecimiento son bajas, las
empresas solo pueden alcanzar tasas elevadas de crecimiento apoderán-
dose de cuotas de mercado de sus competidores. Está por ver si China
será capaz de mantener su posición competitiva a medida que aumenten
sus niveles salariales; las empresas chinas están ahora lanzándose a la
robotización para asegurarse de que podrán hacerlo
Esto es así porque que a medida que las tasas de crecimiento de la pro-
ducción manufacturera se estancaban a partir de la década de 1970 en
un país tras otro, no apareció en escena ningún otro sector que reempla-
zara a la industria como motor preeminente de crecimiento económico.
En vez de ello, la ralentización de las tasas de crecimiento de la produc-
ción manufacturera fue acompañada por la ralentización de las tasas
generales de crecimiento. Esta tendencia es visible en las estadísticas
económicas de los países de renta elevada. Francia es de nuevo un
llamativo ejemplo (gráfico 7). En este país, el valor agregado manufactu-
rero real creció el 5,9 por 100 anual entre 1950 y 1973, mientras que el
valor agregado real en el total de la economía (pib) creció el 5,1 por 100
anual66. Desde 1973, ambas medidas del crecimiento han descendido
66
A no ser que se indique otra cosa, las tasas de crecimiento del valor agregado
manufacturero y del pib se citan en términos reales ajustados a la inflación en vez
de en términos nominales. Las medidas del crecimiento del pib proceden de The
Conference Board, «Total Economy Database».
36 nlr 119
significativamente: en el periodo 2001-2017, el valor agregado manu-
facturero estaba creciendo solamente el 0,9 anual, mientras que el pib
lo hacía al ritmo más rápido pero todavía flojo del 1,2 por 100 anual.
Obsérvese que durante las décadas de 1950 y 1960, el crecimiento del
valor agregado manufacturero lideró al conjunto de la economía: el sec-
tor manufacturero actuaba como el principal motor del crecimiento total.
Desde 1973, las tasas de crecimiento del valor agregado manufacturero
han ido a remolque del crecimiento económico total. Modelos similares
se pueden observar en otros países de renta alta (cuadro 2). Sus motores
de crecimiento orientados hacia la exportación empezaron a renquear
volviéndose muy lentos y, según lo hacían, las tasas de crecimiento eco-
nómico total se ralentizaron considerablemente67.
%
6
Producción manufacturera
Tasa media de crecimiento anual
5 Producción total
0
1950 -1973 1974-2000 2001-2017
En Alemania, las tasas de crecimiento del valor agregado manufacturero y del pib
67
han caído desde 1973, pero el primero todavía está creciendo a un ritmo más rápido
que el segundo. Mientras tanto, en Italia la economía se ha estancado por completo.
benanav: Automatización 37
vam* pib
1950-1973 4,4% 4,0%
Estados Unidos
1974-2000 3,1% 3,2%
2001-2017 1,2% 1,9%
68
Véase, William Baumol, «Macroeconomics of Unbalanced Growth: The Anatomy
of Urban Crisis», en American Economic Review, vol. 57, núm. 3, junio de 1967,
pp. 415-426; R. Rowthorn y R. Ramaswamy, «Deindustrialization: Causes and
Implications», cit., pp. 9-11; D. Rodrik, «Premature Deindustrialization», cit., p. 16.
38 nlr 119
el descenso en todo el sistema de la demanda de mano de obra y también
los problemas que citan los teóricos de la automatización: estancamiento
de los salarios reales, caída de la participación del trabajo en la renta, etcé-
tera69. Este modelo de descenso de la demanda de mano de obra no es
el resultado del aumento de las tasas de crecimiento de la productividad
asociadas con la automatización en el sector servicios. Por el contrario,
la productividad está creciendo incluso más lentamente fuera del sector
manufacturero que dentro de él: en Francia, por ejemplo, mientras que
la productividad en el sector manufacturero estaba creciendo a una media
anual del 2,7 por 100 en el periodo 2001-2017, la productividad en el sec-
tor servicios lo hacía solo el 0,6 por 100 anual70. En otros países existen
diferencias similares. De nuevo, el error de los teóricos de la automatiza-
ción está en centrarse en el aumento del crecimiento de la productividad
en vez de en el descenso del crecimiento de la producción. El marco de un
crecimiento económico más lento explica por sí mismo la baja demanda
de mano de obra. Los trabajadores, y especialmente aquellos que no están
protegidos por sindicatos fuertes o leyes laborales, encuentran difícil pre-
sionar a los patronos para que suban los salarios cuando hay tan poca
demanda de mano de obra en el mercado de trabajo.
69
Algunos economistas han intentado teorizar el estancamiento económico ten-
dencial y su relación con el crecimiento de la desigualdad. Véase, por ejemplo,
Thomas Piketty, Capital in the Twenty-First Century, Cambridge, 2014 [ed. cast.:
El capital en el siglo xxi, México df, 2014]; R. Gordon, Rise and Fall of American
Growth, cit. y los ensayos reunidos alrededor de la hipótesis de Lawrence Summers
por Coen Teulings y Richard Baldwin (eds.), Secular Stagnation: Facts, Causes and
Cures, Londres, 2014.
70
Las estadísticas proceden de la base de datos de los principales indicadores publi-
cada por la ocde, edición de 2018. Obsérvese que, en aras de la consistencia, la
productividad está medida en términos de producción por persona empleada, en
vez de producción por hora.
benanav: Automatización 39
han estado creciendo al ritmo excepcionalmente lento del 1,6 por 100
anual. De nuevo, la implicación es que a medida que descendían las
tasas de crecimiento del sector manufacturero no hubo nada que reem-
plazara a la industria como motor del crecimiento. No todas las regiones
de la economía mundial están sufriendo esta desaceleración de la misma
manera o en el mismo grado, pero incluso países como China, que han
crecido rápidamente, tienen que enfrentarse con esta desaceleración glo-
bal y sus consecuencias. Desde la crisis de 2008, la tasa de crecimiento
de la economía china se ha ralentizado considerablemente; su economía
se está desindustrializando.
71
El análisis original de este fenómeno se encuentra en Nicholas Kaldor, Causes of
the Slow Rate of Economic Growth in the United Kingdom, Cambridge, 1966. Para
una discusión general véase también, M. Hallward-Driemeier y G. Nayyar, Trouble
in the Making?, cit., pp. 9-37.
72
Adam Szirmai, «Industrialization as an Engine of Growth in Developing Countries,
1950-2005», Structural Change and Economic Dynamics, vol. 23, núm. 4, 2012, pp.
406-420. Véase también, Adam Szirmai y Bart Verspagen, «Manufacturing and
Economic Growth in Developing Countries, 1950-2005», Structural Change and
Economic Dynamics, vol. 34, septiembre de 2015, pp. 46-59.
40 nlr 119
8
Sector manufacturero
pib
6
Rate of Growth
de crecimiento anual
4
Annual
Tasa media
Average
0
1950-1959 1960-1969 1970-1979 1980-1990 1990 -2000 2001- 2 0 07 2008-2014
73
Véase R. Brenner, «What’s Good for Goldman Sachs Is Good for America»,
prólogo a la traducción española de The Economics of Global Turbulence, cit. Un
relato alternativo se encuentra en Robert Skidelsky, Keynes: The Return of the Master,
Londres, 2010.
benanav: Automatización 41
A pesar del elevado grado de sobrecapacidad en el sector industrial, no
hay ningún sitio más rentable en la economía real para la inversión de
capital. Si lo hubiera habido, tendríamos la evidencia en tasas más eleva-
das de inversión y por ello en mayores tasas de crecimiento del pib. Esto
ayuda a explicar por qué las empresas han reaccionado a la sobreacu-
mulación tratando de hacer que su capacidad manufacturera fuera más
flexible y eficiente, en vez de ceder el territorio a empresas con menores
costes y mayor productividad de otros países74.
74
R. Brenner, The Economics of Global Turbulence, cit., pp. 153-157.
75
Ibid.
76
El sector manufacturero representa el 70 por 100 del comercio global; los produc-
tos primarios, incluyendo productos agrícolas, petróleo y minerales, representan el
25 por 100; los servicios suponen el 5 por 100. omc, World Trade Statistical Review,
2018, Ginebra, 2018, p. 11. Sobre la sobreproducción en la agricultura véase, un
Food and Agriculture, State of Food and Agriculture 2000, Roma, 2000.
77
Raphael Kaplinsky, «Export Processing Zones in the Dominican Republic:
Transforming Manufactures into Commodities», World Development, vol. 21, núm.
11, 1993, pp. 1851-1865. Véase también, William Milberg y Matthew Amengual,
«Economic Development and Working Conditions in Export Processing Zones: A
Survey of Trends», ilo Working Paper, Ginebra, 2008; W. Milberg y D. Winkler,
Outsourcing Economics, cit.
42 nlr 119
porque son más pobres, sino también porque esas desaceleraciones se
han producido en una era de rápida expansión de la fuerza de trabajo:
entre 1980 y la actualidad, la fuerza de trabajo asalariada ha crecido el 75
por 100 a escala mundial, añadiendo más de 1.500 millones de personas
a los mercados de trabajo mundiales78. Estos nuevos participantes en el
mercado de trabajo, que viven mayoritariamente en países pobres, tuvie-
ron la mala suerte de crecer y buscar trabajo en un momento en el que
la sobrecapacidad industrial global empezaba a dar forma a los modelos
de crecimiento económico de los países poscoloniales. Las tasas descen-
dentes de crecimiento de las exportaciones manufactureras en Estados
Unidos y Europa a finales de la década de 1970 y comienzos de la
siguiente desataron la crisis de la deuda de 1982, seguida por los ajustes
estructurales impuestos por el fmi que empujaron a esos países a pro-
fundizar sus imbricaciones en los mercados globales en un momento
de crecimiento global cada vez más lento y de creciente competencia de
China. A pesar de las perturbaciones para la demanda de trabajo genera-
das por la ralentización de las tasas de crecimiento globales y la creciente
turbulencia económica, un gran número de trabajadores se veía obli-
gado, sin embargo, a buscar empleo para poder vivir79.
Hay quien puede responder que las bajas tasas de crecimiento global
actuales no son de hecho nada extraordinario, basta con que traslademos
nuestro punto de referencia desde la excepcional «edad de oro», que
siguió a la Segunda Guerra Mundial, a periodos anteriores como la era
previa a la Primera Guerra Mundial. Pero una perspectiva global sobre
el descenso de la demanda de mano de obra proporciona una respuesta
a esa objeción. Es cierto que, durante la belle époque, las tasas medias de
crecimiento eran más comparables con las actuales80. Sin embargo, en
78
The Conference Board, «Total Economy Database». Véase también Richard
Freeman, «The Great Doubling: The Challenge of the New Global Labour Market»,
en J. Edwards et al. (eds.), Ending Poverty in America: How to Restore the American
Dream, Nueva York, 2007.
79
Mike Davis, Planet of Slums, Londres y Nueva York, 2006 [ed. cast.: Planeta de
ciudades miseria, Madrid, 2007]. Véase también Aaron Benanav, «Demography and
Dispossession: Explaining the Growth of the Global Informal Workforce, 1950-
2000», Social Science History, vol. 43, núm. 4, 2019.
80
Por ejemplo, entre 1870 y 1913, el pib creció a una media anual del 1,9 por 100
en el Reino Unido (en comparación con el 1,6 por 100 anual registrado entre
2001 y 2017), el 1,6 por 100 anual en Francia (comparado con el 1,2 por 100 anual
registrado entre 2001 y 2017) y el 2,9 por 100 en Alemania (comparado con el 1,4
por 100 anual registrado entre 2001 y 2017). Véase Stephen Broadberry y Kevin
O’Rourke, The Cambridge Economic History of Modern Europe, Volume 2: 1870 to the
Present, Cambridge, 2010, p. 36.
benanav: Automatización 43
ese periodo grandes sectores de la población todavía vivían en el campo
y producían gran parte de lo que necesitaban para vivir81. Los impe-
rios europeos todavía invadían el planeta, no solo limitando la difusión
de nuevas tecnologías manufactureras a unas cuantas regiones, sino
también desindustrializando activamente el resto de la economía mun-
dial82. Sin embargo, a pesar de la esfera mucho más limitada en la que
funcionaban los mercados de trabajo –y en la que se producía la indus-
trialización– la era anterior a la Primera Guerra Mundial, al igual que el
periodo de entreguerras, estuvo marcada por una demanda persistente-
mente baja de mano de obra, creando inseguridad en el empleo, creciente
desigualdad y tumultuosos movimientos sociales dirigidos a transformar
las relaciones económicas83. En este aspecto, el mundo actual sí se asemeja
al mundo de la belle époque 84. La diferencia está en que actualmente una
proporción mucho mayor de la población mundial depende de encontrar
empleo en los mercados de trabajo para poder vivir.
81
En 1913, el 47 por 100 de la población europea todavía trabajaba en la agricultura,
ibid., p. 61.
82
Véase, Paul Bairoch, «International Industrialization Levels from 1750 to 1980»,
Journal of European Economic History, vol. 11, núm. 2, otoño de 1982. Véase tam-
bién, Jeffrey Williamson, Trade and Poverty: When the Third World Fell Behind,
Londres, 2011.
83
Véase, por ejemplo, Alexander Keyssar, Out of Work: The First Century of
Unemployment in Massachussetts, Cambridge (ma), 1986; Christian Topalov,
Naissance du chômeur, 1880-1919, París, 1994.
84
Kristin Ross traza un evocador paralelismo entre las experiencias de los trabaja-
dores que intervinieron en Occupy Oakland por una parte y la Comuna de París
por otra. K. Ross, Communal Luxury: The Political Imaginary of the Paris Commune,
Londres y Nueva York, 2015, p. 3; ed. cast.: Lujo comunal, Madrid, 2016.
44 nlr 119
salto, pierden la verdadera historia de unos mercados sobresaturados y
una desaceleración económica, que explican realmente el descenso de la
demanda de mano de obra.