Hechos 5-6

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Hechos 5:24-6:15

Continuamos hoy estudiando el capítulo 5 de los Hechos. Y en nuestro programa


anterior, vimos cómo los Apóstoles habían sido arrestados por segunda vez y puestos
en la cárcel, pero que un ángel del Señor los había sacado de la cárcel y les había
dicho que fueran al templo y anunciaran al pueblo todo lo referente a esta vida nueva,
lo cual ellos, obedientes, hicieron. Y al día siguiente, cuando el sumo sacerdote y los
que estaban con él, se reunieron en concilio y enviaron a los alguaciles a que trajeran
a los Apóstoles de la cárcel: y fueron, pero no les encontraron en la cárcel. Y entonces
volvieron y dieron aviso diciendo que habían encontrado la cárcel cerrada con toda
seguridad y los guardas fuera de pie ante las puertas, pero que cuando abrieron, no
habían encontrado a nadie adentro. Y dijimos que eso mismo había ocurrido en la
resurrección de Jesucristo. La piedra no fue corrida para que el Señor Jesús saliera.
Él ya había salido cuando se corrió la piedra que tapaba la entrada de la tumba. La
piedra se corrió para dejar entrar a aquellos que estaban afuera, como ocurrió aquí
en esta ocasión con los apóstoles. Continuemos hoy leyendo los versículos 24 hasta el
28 de este capítulo 5 de los Hechos:

"Cuando oyeron estas palabras el Sumo sacerdote y el jefe de la guardia del Templo y
los principales sacerdotes, dudaban en qué vendría a parar aquello. Pero viniendo
uno, les dio esta noticia: Los hombres que pusisteis en la cárcel están en el Templo y
enseñan al pueblo. Entonces fue el jefe de la guardia con los guardias y los trajo sin
violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo. Cuando los trajeron, los
presentaron en el Concilio, y el Sumo sacerdote les preguntó, diciendo: ¿No os
mandamos estrictamente que no enseñarais en ese nombre? Pero ahora habéis llenado
Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese
hombre."

La gente estaba escuchando a los apóstoles, quienes fueron buenos testigos en


Jerusalén. Jesús les había dicho que el Evangelio debía ser proclamado, comenzando
por Jerusalén, y había sido predicado allí. Vemos que aquí dice que habían llenado
toda Jerusalén con sus enseñanzas. Continuemos con el versículo 29:

"Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que
a los hombres."

Los apóstoles estaban obedeciendo lo que su Señor y Maestro les había pedido hacer.
A los creyentes se les pide que se sometan a las autoridades civiles, siempre que éstas
no entren en conflicto con un mandamiento de Dios. Ahora, el versículo 30 de este
capítulo 5 de Hechos dice:

"El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo en
un madero."

El Señor Jesús, había sido colgado en un madero; un simple madero clavado en la


tierra. Ahora el versículo 31 dice:
"A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel
arrepentimiento y perdón de pecados."

Y continuó Pedro diciéndoles cómo ellos habían sido testigos de estas cosas y también
el Espíritu Santo el cual Dios daba a los que le obedecían. Y esas autoridades entonces,
oyendo esta exposición de Pedro, se enfurecieron y quisieron matarlos. Y observe
usted lo que ocurrió aquí en el versículo 34 de Hechos capítulo 5:

"Entonces levantándose en el Concilio un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la Ley,


venerado de todo el pueblo, mandó que sacaran fuera por un momento a los
apóstoles"

Gamaliel hizo salir a los apóstoles para que él pudiese hablar al Sanedrín. Gamaliel, a
propósito, fue el maestro del apóstol Pablo. Era un hombre sobresaliente y muy
respetado. Y les dijo aquí en los versículos 35 al 37:

"y luego dijo: Israelitas, mirad por vosotros lo que vais a hacer respecto a estos
hombres, porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien. A
este se unió un número como de cuatrocientos hombres, pero él murió, y todos los que
lo obedecían fueron dispersados y reducidos a nada. Después de este se levantó Judas,
el galileo, en los días del censo, y llevó en pos de sí a mucho pueblo. Pereció también él,
y todos los que lo obedecían fueron dispersados."

Observemos que Gamaliel citó algunos ejemplos de los que habían encabezado
insurrecciones y que habían tenido seguidores. Y les hizo notar que en cada uno de los
casos, una vez que el líder había muerto, sus seguidores se habían dispersado. De
modo que les aconsejó que no persiguieran a estos hombres, pues en este caso podría
suceder lo mismo y les dijo aquí, en los versículos 38 y 39.

"Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres y dejadlos, porque si este consejo o esta
obra es de los hombres, se desvanecerá; pero si es de Dios, no la podréis destruir; no
seáis tal vez hallados luchando contra Dios."

Gamaliel concluyó con un consejo excelente. Les dijo: ". . . si esta obra es de los
hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la podréis destruir". ¡Qué interesante!
¿No le parece? El tiempo ha confirmado que esta obra era de Dios. Ahora, veamos lo
que hicieron ellos aquí en el versículo 40:

"Estuvieron de acuerdo con él. Entonces llamaron a los apóstoles y, después de


azotarlos, les ordenaron que no hablaran en el nombre de Jesús; y los pusieron en
libertad."

Ahora, aquí hay algo que no estaba bien. Si estos hombres eran inocentes, debían
quedar en libertad. Y si eran culpables, debían detenerles y castigarles. Castigarles y
después dejarles en libertad fue un lamentable subterfugio. Debieron haber escuchado
con más cuidado el consejo de Gamaliel. Leamos ahora los versículos 41 y 42 de este
capítulo 5 de los Hechos.

"Ellos salieron de la presencia del Concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos
de padecer afrenta por causa del Nombre de Jesús. Y todos los días, en el Templo y
por las casas, incesantemente, enseñaban y predicaban a Jesucristo."

¡Mire usted a estos apóstoles! ¿No le parecen admirables? Se alegraron de que habían
podido sufrir injurias por causa del Señor Jesús.

¿Sabe usted estimado oyente, qué es el evangelio? El evangelio es una persona. ¡Es el
Señor Jesucristo! ¿Le conoce usted como su Salvador personal? No hay una posición
intermedia. O bien, confía en Él. O bien, no confía en Él. O Él es su Salvador
personal; o de otra manera, ¡usted no tiene Salvador alguno! Ese fue el mensaje
central, y los apóstoles no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.

Y así concluimos el capítulo 5 de los Hechos. Pasamos ahora, a

Hechos 6:1-15

En este capítulo 6 tenemos el relato del nombramiento de los 7 diáconos y el


testimonio del diácono Esteban. Vemos ahora otro resultado de la separación que se
produjo en la Iglesia. Primero lo vimos en el caso de Ananías y Safira. Eran creyentes
salvos, pero no podían quedarse en la Iglesia primitiva por haber albergado aquella
mentira en sus vidas.

La defección que observamos en este capítulo, una verdadera crisis, condujo a la


necesidad de elegir diáconos o servidores. El capítulo continúa después con el relato
de Esteban, uno de esos diáconos, y cuenta cómo fue arrestado y juzgado por medio de
falso testimonio. Leamos el primer versículo de este capítulo 6 de Hechos, en el
párrafo que relata

La elección de los diáconos

"En aquellos días, como crecía el número de los discípulos, hubo murmuración de los
griegos contra los hebreos, que las viudas de aquellos eran desatendidas en la
distribución diaria."

Necesitamos reconocer que esto tuvo lugar al principio de la historia de la Iglesia.


Habían estado procurando vivir de una manera comunitaria, y realmente tuvieron
buen éxito, pero sólo por un tiempo breve. Luego las pasiones humanas entraron en la
Iglesia. Vimos cómo Ananías y Safira tergiversaron su situación financiera y
mintieron. Ahora, encontramos que hubo críticas de los griegos contra los hebreos.

Ahora, debemos tener en cuenta que no se trató de un conflicto racial. Esta no fue una
demostración de antisemitismo. La palabra "griegos" aquí, significa helenistas, es
decir, los judíos de habla griega, formados en la cultura griega. Por otra parte, los
hebreos eran los que todavía seguían detalladamente la ley mosaica, leyendo la Biblia
en hebreo en las sinagogas. Pues bien, ocurrió que se formó una disensión entre estos
dos grupos.

Se ha calculado que el número de miembros de la iglesia en aquel entonces pudo


haber llegado a los veinticinco mil. Y tenemos que destacar aquí, que aquella Iglesia
primitiva no era perfecta. Oímos decir a muchos a veces, que "necesitamos volver a la
Iglesia primitiva" y que la Iglesia primitiva era consciente del poder de Dios que
actuaba en ellos, y que hoy nosotros solo estamos conscientes de los problemas. Pero
eso es solamente una parte de la verdad. La Iglesia primitiva sí tenía poder, como ya
hemos dicho, pero también tenía sus problemas.

El alto nivel al cual el Espíritu había elevado a la Iglesia, fue interrumpido por la
intrusión de una división y confusión satánica. El reparto equitativo de los bienes
materiales que primero caracterizó a la Iglesia, cedió ante el egoísmo de la vieja
naturaleza humana. Y los griegos, evidentemente un grupo minoritario, se sentían
desatendidos y pidieron que sus viudas recibieran igual consideración que las hebreas.
Esta forma comunitaria de vivir no resultaba tan bien como les hubiera gustado. Y así
por último sus quejas llegaron hasta los oídos de los mismos apóstoles. Ahora el
versículo 2 de este capítulo 6 de los Hechos dice:

"Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo


que nosotros dejemos la palabra de Dios para servir a las mesas."

Los apóstoles creían que no debían desistir de impartir la enseñanza de la Palabra de


Dios. Creían que era muy importante continuar en esa labor. Sabían que si la
descuidaban para servir a las mesas, eso sería su ruina espiritual. Ellos debían pasar
tiempo en la oración y en el estudio de la Palabra de Dios. Y es importante que toda
Iglesia reconozca esta necesidad de la enseñanza Bíblica en la actualidad y la
necesidad de contar con personas que se dediquen plenamente a esta tarea. De otra
manera, los creyentes resultarán afectados por esta carencia espiritual. Ahora, leamos
los versículos 3 y 4 de este capítulo 6 de los Hechos:

"Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete hombres de buen testimonio, llenos
del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Nosotros
persistiremos en la oración y en el ministerio de la Palabra."

Los siete hombres tuvieron que ser nombrados debido a la crisis que se había
presentado. Los apóstoles creyeron que era importante que ellos no tuvieran que
llevar la responsabilidad de estos detalles, para poder así dedicarse más a la oración y
al ministerio de la Palabra de Dios.

Ahora, observemos los requisitos espirituales de estos siete hombres que, como
veremos, iban a asumir el cargo de la distribución diaria de los recursos materiales.
Constituyen un útil recordatorio para el ejercicio de labores similares en la iglesia de
nuestro tiempo.
Debemos decir que el cargo de diácono requiere espiritualidad, sabiduría y oración.
Estos hombres tenían que ser hombres de reconocido prestigio. Su conducta tenía que
ser intachable. El segundo requisito fue que estos hombres debían ser llenos del
Espíritu Santo. Debían estar controlados por el Espíritu Santo, como dijo el apóstol
Pablo en su carta a los Efesios, capítulo 5, versículo 18. Además, debían ser hombres
llenos de sabiduría. Debían ser espirituales y capaces de realizar una aplicación de la
verdad espiritual a la vida práctica. Eso era de suma importancia. Es que el hecho de
que asumieran el cargo de la distribución diaria, podía inclinarles a tener una visión
desproporcionada de las cosas. Por tanto, era de la mayor importancia que los
diáconos fueran hombres que viesen estos asuntos desde un punto de vista espiritual.

Veremos que uno de esos diáconos ? Esteban, cumplía los requisitos exigidos. El
versículo 10 nos dice que a sus oyentes no les fue posible resistir la sabiduría y el
espíritu con que hablaba. Tenía una verdadera convicción, era un hombre lleno de fe.
No solo tenía la fe salvadora, sino que también poseía la fe necesaria para cumplir su
misión, una fe que testificaba. Lo importante no era la cantidad de su fe, sino el objeto
de su fe. Nos enteramos según el versículo 8, que Esteban estaba lleno del poder de
Dios. Esta fue, pues, la clase de personas elegidas como diáconos. Leamos nuevamente
el versículo 4 de este capítulo 6 de los Hechos:

"Nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la Palabra."

Ese sería el deber de los apóstoles. En cuanto a lo demás, dice el versículo 5.

"Agradó la propuesta a toda la multitud y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y


del Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito
de Antioquía."

No podemos decir más en cuanto a los últimos cinco hombres que se mencionan aquí,
ya que no serán citados más en la Biblia. En cambio, veremos que los primeros dos,
Esteban y Felipe, serán mencionados nuevamente al seguir nuestro estudio del libro
de los Hechos. Todos estos fueron hombres sobresalientes en la Iglesia primitiva.
Aunque fueron hombres elegidos para distribuir los alimentos y servir las mesas,
según los requisitos que ya vimos para tal oficio, evidentemente eran hombres
espirituales y así fueron reconocidos. Dice el versículo 6:

"A estos presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos."

A veces parece que se le da un aspecto muy ceremonial y misterioso, y aun casi mágico
a la imposición de manos.

Hablamos de este asunto cuando estudiamos el libro de Levítico y los sacrificios. El


pecador ponía su mano sobre la cabeza del animal que iba a ser sacrificado, y
confesaba sus pecados. Eso quería decir que el animal que iba a ser ofrecido ocupaba
el lugar del pecador. La ofrenda era identificada con el pecador.
Cuando los apóstoles pusieron sus manos sobre las cabezas de los diáconos, eso quería
decir que ahora, los diáconos iban a ser sus compañeros. Estarían juntos en este
servicio a los demás y se identificarían con ellos totalmente en este trabajo en la
iglesia. Este acto designaba a estos hombres como apartados para este oficio y
denotaba su compañerismo en las cosas de Cristo, y su posición como representantes
para el cuerpo colectivo de creyentes.

Observemos también que esto era un servicio social que estos hombres realizaban. La
Iglesia se hacía cargo de los suyos, y creemos que eso aun debe realizarse hoy. La
Iglesia primitiva tenía un programa para los pobres, pero aparentemente incluía sólo
a los miembros de la Iglesia. La Iglesia actual también debiera cuidar de los suyos.
Ahora, el versículo 7 de este capítulo 6 de los Hechos dice:

"La palabra del Señor crecía y el número de los discípulos se multiplicaba


grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe."

Todavía en el día de hoy es importante que la Palabra de Dios crezca. Ese es el


propósito de este programa de radio, porque es nuestro deseo sincero que la Palabra
de Dios se difunda cada vez más.

Ahora, no pasemos por alto la última parte de este versículo que dice: "también
muchos de los sacerdotes obedecían a la fe". Es decir, muchos de los sacerdotes judíos
se convirtieron al Señor. Es seguro que algunos de ellos estaban sirviendo en el
templo, cuando el velo o cortina que separaba el lugar santo del lugar santísimo se
rasgó en dos, en el momento que el Señor Jesucristo murió en la cruz. Muchos de ellos
deben haberse convertido a Cristo después de esa experiencia. Consideremos ahora

El testimonio público de el diácono Esteban

Esteban fue uno de los grandes hombres en la iglesia primitiva. Leamos el versículo 8
de este capítulo 6 de los Hechos:

"Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el


pueblo."

Al parecer, estos diáconos eran como los apóstoles, en cuanto al ejercer los dones que
constituían señales milagrosas; o sea que llegaron a ocupar una posición singular.
Esteban fue un elocuente y poderoso testigo del evangelio, lo cual despertó el odio de
los saduceos hacia su persona. Entonces, testigos falsos fueron llevados ante el concilio
para acusar a Esteban. Leamos los versículos 9 hasta el 15 de este capítulo 6 de los
Hechos:

"Entonces algunos de la sinagoga llamada «de los libertos», y los de Cirene, de


Alejandría, de Cilicia y de Asia, se levantaron para discutir con Esteban. Pero no
podían resistir la sabiduría y el Espíritu con que hablaba. Entonces sobornaron a
unos para que dijeran que lo habían oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y
contra Dios. Y alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas; y arremetiendo,
lo arrebataron y lo trajeron al Concilio. Pusieron testigos falsos que decían: Este
hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la Ley,
pues le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar y cambiará las
costumbres que nos transmitió Moisés. Entonces todos los que estaban sentados en el
Concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel."

Ahora veamos esta escena. Esteban fue llevado ante el Sanedrín y también fueron
traídos testigos falsos. Los testigos falsos dijeron la verdad, pero sólo en parte. El
Señor Jesús sí dijo que destruirían el templo y que Él lo levantaría nuevamente. Pero,
Él estaba hablando de Su propio cuerpo. En el juicio del Señor Jesucristo, los testigos
falsos entendieron mal esa declaración y la tergiversaron. Por tanto aquí también
entendieron mal a Esteban cuando él dijo que el templo en Jerusalén sería dejado
desolado. En realidad, el templo sin Cristo, ya había quedado desolado de todos
modos. Y ellos entendieron mal lo que Esteban les dijo, en cuanto a las costumbres
que les había dado Moisés. Por supuesto que los seres humanos nunca han sido
salvados por la ley, sino por la gracia. Pero la salvación en los días de Moisés era por
la gracia de Dios, del mismo modo que en la actualidad. La acusación de ellos se basó
sólo en una verdad parcial. Ahora, según dice el versículo 15, vieron algo maravilloso
en el rostro de Esteban. Y creemos que este hombre se aproximó más a ser un ángel,
que cualquier hombre que jamás haya vivido. ¡Qué hermosa escena esta que
contemplamos aquí con Esteban frente al concilio ? frente al Sanedrín! En nuestro
próximo programa iniciaremos el estudio del capítulo 7, donde veremos la defensa y el
martirio de Esteban. Sólo nos queda tiempo para hacer una reflexión. Por la obra de
Jesucristo en la cruz, Dios puede transformar a los seres humanos, a simples
pecadores, en nuevas personas. Al perdonar a quienes acuden a Él por la fe, Dios les
conduce a una nueva etapa, en la cual el Espíritu Santo trabaja en sus vidas, de
manera que se van pareciendo cada vez más a Jesucristo. Estimado oyente, desde
aquel principio de la iglesia cristiana, Dios transformó al mártir Esteban y a
muchísimas personas. ¿No quisiera usted ser una de ellas?

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