Las Relaciones Entre Chipicuaro
Las Relaciones Entre Chipicuaro
Las Relaciones Entre Chipicuaro
92-1 et 2 | 2006
tome 92, n° 1 et 2
Edición electrónica
URL: https://journals.openedition.org/jsa/3105
DOI: 10.4000/jsa.3105
ISSN: 1957-7842
Editor
Société des américanistes
Edición impresa
Fecha de publicación: 1 junio 2006
Paginación: 69-110
ISSN: 0037-9174
Referencia electrónica
Véronique Darras, «Las relaciones entre Chupícuaro y el Centro de México durante el Preclásico
reciente. Una crítica de las interpretaciones arqueológicas», Journal de la Société des américanistes
[En línea], 92-1 et 2 | 2006, Publicado el 15 enero 2012, consultado el 03 septiembre 2022. URL: http://
journals.openedition.org/jsa/3105 ; DOI: https://doi.org/10.4000/jsa.3105
Véronique DARRAS *
Las analogias estilisticasque han sido observadas entre las culturas de C hupicuaro y del
centro de México, y la idea de un papel influente de Chupicuaro, se han impuesto, desde
hacc mas de cincuenta aiios, como el paradigma que est ructura la mayoria de los
modelas propuestos para reconstituir los procesos culturales del Preclasico rcciente en
ambas regiones. Para explicar las semejanzas, estos modelas evocan generalmente
movimientos de poblaci6n, influencias de divcrsa indole, o/y contactas de tipo comer-
cial. Una revisi6n met6clica de las referencias sobre el tema revela que en va rios casos cl
registro arqucol6gico no siempre sostenta las perspectivas adoptadas. Después de un
breve recuento de la historia arqueo16gica de C hupicuaro, restituiremos las condiciones
en las cuales se han construido y modificado las principales interpretaciones. Esta
aproximaci6n permite matizar el discurso dominante que se articula en torno al
concepto de inftuencia , y rcsalta toda la complejidad y la amplitud de las escalas de
contactas y de interacciones. (Palabras claves: Mesoa mérica, Preclàsico, Chupicuaro,
Alti piano Central, movimientos de poblaci6n, contactas comerciales, influencias.)
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The relationships betll"een Cl111pic11aro and the Central Ilighlmul.'i of Mexico d11ri11g Late
Fomwtfre Period. A reappraisal of the arclweological i11terpretatio11s. Since more than
fifty years, the stylistic analogies observed between the Chupicuaro a nd Central
Highlands cultures, a nd the supposed influent role of Chupicuaro, appeared as the
paradigm which has structured most of the 111odels which reconstitute the Late Forma-
t ive c ultural processes in both regions. To ex plain thesi milarities, thesc models generally
refer to popula tion movcments, influences of varicd nature, and/or comercial rela-
tionships. A methodic reappraisal of the scientific background rcvca ls that in several
cases, the nature of the archaeological record is not able Io support rigorously the
proposed perspectives. After rcvisiting briefly the archaeological history of C hupi-
cuaro, this art icle will reconstruct the conditions under which the diverses interpreta-
tions have been elaborated and how they evolutionated. This reappraisal permits Io
moderate the dominant position which is articulated around the idea of influence, and
reveals ail the complexity and width sca les of relationships a nd interactions. [Key
words: Mcsoa111erica, Formative period, Chupicuaro, Central Highlands, population
movements, commercial contacts, influences.]
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Dar ras CHUPJcUARO Y EL CENTRO DE MÉXICO
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Darras C HUPIC UARO Y EL CENTRO DE MÉXICO
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Darras CHUPiCUARO Y EL CENTRO DE MÉXICO
cos (Crespo y Castar1eda 1979). Sin embargo, las descripciones de ciertas de las
colecciones ccrâmicas obtcnidas en los sitios del Estado de Guanajuato, no
pernùten detcrminar si realmente se trataba de sitios afiliados al mismo conjunto
cultural que el del valle de Acâmbaro, o si se trataba de complejos distintos, pcro
que en sus principales lineamentos compartian la misma tradicion alfarera. En
cambio, las similitudes ent re Cuitzeo, Ucareo y la rcgion de Chupicuaro, que
otros autores (Porter 1956) habian subrayado anteriormente, se confirmaron y
contribuyeron a delimitar a grandes rasgos un espacio geografico ocupado por
poblaciones con una misma filiaciou cultural y que, muy probablemente, confor-
mabau una unidad politico-territorial durante el Preclâsico reciente (veàse el
trabajo de Crespo 1991). Ademâs de estos reconocimientos de superficie, otros
proyectos, con excavacioncs o sondeos estratigrâficos, han mejorado el conoci-
miento del complcjo Chupicuaro. Los trabajos en el sitio del Barrio y Cerro de la
Cruz (Estado de Querétaro), asi como en Santa Maria del Rcfugio (Estado de
Guanajuato), refuerzan las hipotesis de una extension ciel territorio « Chupi-
cuaro » hacia el actual Estado de Querétaro y el centra de Guanajuato (Crespo
1991 , 1992; Castar1eda, Crespo y Flores 1996; Saint Charles 1996, 1998; Saint
Charles y Argüelles Gamboa 1991). El proyecto dirigido por Dan Hea lan en la
region de Ucarco sobre la problem{1tica de la obsidiana, pennitio asimismo
evidenciar una ocupacion preclâsica (en Araro y Bartolilla, Estado de
Michoacân), cuyas caracteristicas materiales se inscriben directamente clentro de
la tradicion cultural dcfinicla en el valle de Acâmbaro (Healan y Hernândcz 1999;
Hernfodez 2001 ).
Estos distintos hallazgos corresponclerian pues a manifcstaciones arqueolo-
gicas del Preclâsico recientc. Sin embargo, la historia de Chupicuaro no parcce
limitarse a estos sitios. Otros asentamientos, un poco mas lejanos, que datan por
Io geueral del final del Preclâsico y de priucipios del Clasico, también proporcio-
naron complejos ccrâmicos apareutemente ligados a Chupicuaro. Tal es el caso
ciel sitio de Morales (Guanajuato), estucliaclo en 1965 por Beatriz Braniff (1998),
y de Loma Alta en Michoacâ n (Arnauld, Fauvet-Berthelot y Carol 1993; Carol
1992, 1993, 2001 ). Para el sitio de Morales, nos referimos a los materiales de la
fase Morales, fechada entre 300 y 100 a.C., aunque el parentesco estilistico solo se
logra establecer para la fase Mixtlan, la mas tardia de Chupicuaro 4 e identificada
en todo el valle de Acâmbaro (Snarkis 1985; Florance 1989; Darras y Faugère
s.d .c). Segùu Carot (2001, p. 64), el complejo Loma Alta, cscncialmente durante
sus dos primerasetapas (Loma Alta 1yHa, 100 a.C. - 250 d.C.), aparececomo un
heredero de la tradiciou Chupicuaro. Asimismo, la expansion hacia el norte se
dcsprenderia de ciertos hallazgos cerâmicos en los Estados de Jalisco (Cerro
Encantado) y de Zacatecas (Juchipila, Tunal Grande), que recuerdan el material
de la fase Morales (Bell 1974; Jiménez 1995).
En conclusion, si bien esta resena apunta hacia la falta de programas a rqueo-
logicos de envergadura en el valle considerado como el foco de la cultura
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con Ctwplcuoro 2. Cuicuilco 16. Ecatepec
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Q PobbdOn foronoo rotoclonodll con ChuplCW>ro. 3. Tetelpan 17-1 7'.Tezoyuca -<
Pro-.~ do mo1ono100 eotllmlcoo llTIPo<\OdOO. 4. Cerro del Tepalcate 18. El Tepalcate m
() Motoriolœ eotlltn<c:oo omlo<loo S. San Miguel Amantla 19. Tlapacoya r
a ~ trodidon Chuplcu:aro. Cï
Pl'O"'Anel:I dO m:Jlon.:Jto:: co~ )mport.ocfo= ! 6. Zacatenco 20. Tepoztlan
7. Ticoman 21. P-119
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~ do produel0$ co~ml 1mpo<t0do:: z
8. Tenayuca 22. P-211
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0 M:>toriOlœ co~m l cœ :i fil~œ g. CuauhtiUan 23. Gualupita de las Dalias '""
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a la troc1lci0n Chuplcu::iro. 10. Tepeji del Rio 24. T-288
F·::.": Aro::i tomtorbl oprox1mnda do t:l:i pobl:w:lono1 11. Regi6n de Tula 25. San Fransisco Acatepec 0
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do euttur:t Chupleu:1ro? 12. Atitalaquia 26. T-24
13. Tulancingo 27. T-263 ""&j.
14. Teotihuacan 2 8. San Angel ~
-.l 29. Cuernavaca (5
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FIG. 2 - Mapa con los sitios q ue presentan materiales relacionados con Chupicuaro (cuenca de México y âreas circundantes) .
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Origenes ffuctuantes
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Darras CHUPICUARO Y EL CENTRO DE MÉXICO
Beatriz Braniff (1965, p. 15), quien considero que la ausencia de vestigios mas
antiguos en el Estado de Guanajuato sugeria una entrada tardia desde las
regiones del centra. Posteriormente, esta misma autora (Braniff 1972, p. 40)
propuso que el poblamiento de las regiones en las cuales se manifiestan vestigios
ceramicos relacionados con la tradicion de Chupicuaro, habria ocurriclo mas
bien en el transcurso del Preclasico media y seria un derivado de la eultura
Tlatilco. Finalmente procedio a una revision completa de su posicion inicial al
observar las corresponclencias estilisticas entre El Opeüo, Capacha y Chupicuaro
(pero también Tlatilco). En esta ùltima version, los inicios de la tradicion cultural
Chupicuaro datarian, segùn ella, de 800 a.C. aproximadamente, y Chupicuaro
seria « 1111 heredero directo de aquel complejo de Occide11te » (Braniff 1996, p. 60;
1998, p. 77).
En su tesis doctoral, en los afios 1980, Charles Florance (1989, pp. 623-626;
2000, p. 24) analizo las clistintas hipotesis existentes en torno a los origenes del
poblamiento de la region de Chupicuaro, y seüalo las contradicciones que éstas
contenian. A este investigador debemos un tratanùento metoclico ciel problema, a
partir de comparaciones sistematicas entre sus colecciones de superficie, cl corpus
de Porter, los materiales recolectados en la cuenca de México y los materiales
procedentes ciel Occidente, en particular del Estado de Jalisco. Este enfoque
estuvo motivado, en parte, por cl a fan de corroborar o invaliclar los cliscursos en
boga en la euenca de México (Florance 1989, p. 683), fomentados entre otros por
Bennyhoff. Desafortunadamcnte, los distintos cambios ocurridos, entre 1985 y
2000, en su vision ciel problema se dieron a partir del mismo c01p11s arqueologico.
En un primer momento, Florance (1985, p. 45) adopto las primeras sugerencias
de Porter y estimo que Chupicuaro debia considerarse como parte de un sistema
estatal en plena expansion, cuyo corazon se habria situado en Cuicuilco y que
habria tenido una dimension militar. Sin embargo, las posiciones que este mismo
autor (Florance 1989, pp. 663, 682) aclopto en su tesis ya estaban mas matizadas:
de hecho, tomaba en cuenta otros modelas, en particular el de un posible
desarrollo autoctono ode una expansion descle el Occidente, especialmente desde
Jalisco, en el transcurso del Preclasico medio (durante Ja fase San Felipe, ibid.,
p. 673). Fue en sus publicaciones posteriores cuando Florance (1993; 2000)
propuso un punto de vista mas categorico. Su refiexion se articulo entonces a
partir de una revision del inagotable co11ms de Porter y de nuevas comparaciones.
Con base en este trabajo, estima que, durante la fase Chupicuaro temprano, se
hab ria prod ucido un poblanùento del va lie a partir del Occidente (Florance 2000,
p. 29).
Las ftuctuaciones que se observan en estos distintos discursos, traducen por
supuesto las incertidumbres de sus autores e ilustran los limites del co1p11s
arqueologico sobre el cual se fundamentan. Cabe observar en particular que la
propuesta de Porter, en 1956, y luego en 1969, a saber, una colonizacion a Io largo
del Lerma desde la cuenca de México, durante la fase Ticoman III, se contrapone
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Darras CHUPlcUARO Y EL CIJNTRO DIJ !\IÉXJCO
0 3cm
Fm. 3 - Figurilla de lipo H4 proccdentes de las excavaciones del sitio JR 24 - La Trouera (proyecto
Chupicuaro CEMCA).
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Darrns CHUPJCUARO Y 13L CENTRO DE MÉX ICO
dos con Chupicuaro, durante la fase C uicuilco III, es decir, a partir de 400 a.C.
No obstante, en una publicacion posterior McBride (1977, p. 389) precisa que el
fluj o migratorio habria procedido de la region de Tula, donde se hab rian encon-
trado figurilla s H4d 10 . Por su parte, Sanders, Parson y Santley (1979, p. 104),
interpretaron inicialmente el matcrial ceramico de los 13 sitios Tezoyuca como la
posible expresion de uua intrusion étnica que, de acuerdo con las sugerencias de
West, podia proceder de Chupicuaro. Posteriormente, la complejidad de los
contextos en que aparecia la ceramica de la fase Tezoyuca (fechada tentativa-
mente de 300-1 OO a .C.), los llevo en considerar que el problema Tezoyuca no
podia contentarse de esta (mica explicacion. A su vez, los trabajos de Pifia Chan
y Parcyon (Pareyon 1961) en el Cerro del Tepalcate les hicieron evocar, entre
otras hipotesis, la posibilidad de una presencia chupicuarcfia en el luga r. F inal-
mente, las investigaciones realizadas en los aù.os 1970 en la region de Tlaxcala y
Puebla, permitieron identificar varias similitudes con la tradicion Chupicuaro
(Figura 5). Estos nexos, que suelcn explicarse en términos de influencia o de
interrelaciones, se habrian acentuado también durante la fase Tezoquipan (300-
100 a.C.; Garcia Cook 1974, p. 13) . Sin embargo, en dos casos se plantea la
hipotesis de una verdadera presencia en la region de grupos foraneos afiliados a la
tradiciou Chupicuaro, en particular para los sitios de Gualupita de las Dalias y
T288 (Ga rcia Cook y Rodriguez 1975, pp. 6-7).
Coma se advierte, estos puntos de vista, elaborados desde el alti piano central
se articulan en torno a la idea de una intrusion fisica de grupos de filiacion
Chupicuaro, probablemente originarios del valle medio del Lerma: tal intrusion
podria haber ocurrido a distintas escalas - desde un fiuj o migratorio de gra n
envergadura, hasta desplazamientos de menor im portancia - y de acuerdo con
distintas modalidades temporales. Aunque Bennyhoff sugiere que a la primera
colonizaci6n, entre 600 y 500 a.C., no le sucedieron apories demograficos impor-
tantes, si hemos de creer a McBride y Ga rcia Cook, a iras irrupciones habria n
ocurrido después de 400 a .C., es decir durante la fase Cuicuilco III. Ademas, si
bien Bennyhoff no Io expresa claramente, la presi6n extrema procedente del
norte y del noroeste, que ocurre dura nie la fase C uicuilco IV, es decir, a partir de
200 a.C., también podria vincula rse con o tro movimiento de poblaci6n desde esta
ùltima region. Como quiera que sea , la hipotesis de un movimiento poblacional
desdc el Bajio durante la fase T icoma n I, no es incompatible, a priori, con la de
F lorance y Braniff quienes, como Io vimos mas a rriba, terminaron at ribuyendo a
las poblacioncs preclasicas del valle med io del Lerma, un origen occidental. Estos
distintos planteamientos describiria n, por Io tanto, un avance desde el Occidente
hasta el Bajio, entre los siglos vrn y v1 a.C. y, postcriormente, hacia la cuenca de
M éxico, a partir del siglo VI a.C.
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FIG. 5 - Figurillas <le tipo 114 procedentes de lasexcavaciones de Gualupita de las Da lias (segim Garcia
Cook y Rodrigucz 1975, figuras 27, 28, 29).
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Dar ras CIIUPÎCUARO Y EL CENTRO DE MÉXICO
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Darras CHUPicUARO Y EL CENTRO DE MÙXICO
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O
- 3cm
rIG. 6 - Figurillas del tipo 1 Chimalhuacan, recogidas en recolecciones de superficie en el sitio JR 9 por
rlorance (segùn Florance 2000, figura 2.8, p. 30).
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Darras CHUPÎCUARO Y EL CENTRO DE MÉXICO
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FIG. 7 - Tiesto proccdentc de Ticoman y considerado como el produeto de una transaccion comercial
con el àrea de Chupicuaro (redibujado de Vaillant 1931, plate LXXVI, figurai, p. 386).
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Darras CH UPicUARO Y EL C ENTRO DE MÉXICO
17m. 8 - Rccipientes procedentcs de las excavaciones de Tlapacoya que pr.:sentan forma s de cstilo
Chupicuaro (scglin Piiia Cha n 1956, figura 15).
Cuicuilco III, que podrian resultar de una transaccion comercial (ibid., pp. 318-
319): Figura 9. E n Tepeji del Rio, Cook de Leonard (1956-1957) sefiala ta mbién
la presencia de dos recipientes hallados en un contexto funerario, que pod rian
proccder de la region de Chupicuaro. En cambio, la ausencia de datos context ua-
lcs acerca de los clos recipientcs hallados aparentcmente en Teotihuacan y men-
cionaclos por Linné (Figura 10), no permite establecer inferencias al respccto
(citado en McBride 1969). En fechas mas recientes, se habrian descubierto en las
excavaciones de San Miguel Amantla vestigios cerâmicos susceptibles de haberse
adquirido mediante interca mbio (Castillo Mangas, Cordoba Barradas y Ga rcia
Châvez 1993). Finalmente, el sitio de Cerro El Tcpalcate merece particular
atencion. Situado al oestc de la cuenca, este lugar fue excavado por Piila C ha n y
Pareyon en 1949, y arrojo elevadas cantidades de tiestos de estilo Chupicuaro
(Pa reyon 1961). De acuerdo con Porter (1956; 1969), estos tiestos no pueden
distinguirse de los que se encucntran en Chupicuaro, Io que nosotros pudimos
confirmar después de haber tenido la oportunidad, en 2003, de examinar algunos
ejemplares. Pcsc a un estudio pctrogrâfico de las pastas (Howel 1956, p. 57 1), no
fue posible determinar su origen, aun cua ndo la hipotcsis de Porter, perfccta-
mente plausible, es la de una distribucion desdc Chupicuaro. Como quiera que
sea, este sitio es probablemente en donde las colecciones ceramicas prescntan
mayores similitudes con C hupicuaro: si éstas no resultan de intercambios comer-
ciales, puede plantcarse la posibilidad de una presencia chupicuareifa en cl sitio.
Finalmcnte, para concluir sobre este punto, cabe setlalar que ciertos autores
prudentemente precisan que su mucstra ceramica portadora de un estilo C hupi-
cuaro cvoca una indudable influencia, interrclaciones, o una presencia fisica in
situ, sin que ello implique relacion comercial a lguna. Tal es el caso, en particular,
para distintos con textos de las regiones de Tlaxcala y Puebla (Guevara Ruisefior
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3cm
FIG. 9 - Tiestos procedentes de San José Cuauhtitlan fechados de las fases IV y V que podrian ser
productos importados dcsdc Chupicuaro (rcdibujados de Mcllridc 1974, plate 29, p. 289).
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Darras CHUPicUARO Y EL CENTRO DE MÉX ICO
1975; Garcia Cook y Rodriguez 1975). E n estas regio nes, parece ser que el grupo
de figurillas H se arraiga durante la fase Texoloc (800-300 a.C.) y que la presencia
del tipo H4 se afirm a durante la fase sig uiente (fase Tczoquipan, 300-100 a.C),
aunque su estilo es considerado coma puro y sem ejante a los especimenes del
va lie de Acâmbaro (Figura 5).
Las informacio nes disponibles hasta 1998 14 en el valle de Acambaro que
podrian sustentar intercambios comerciales son escasas. Ya en 1956, Muriel
Porter subrayaba esta carencia de datas relevantes. Sin embargo, si cxaminamos
los m ateria les procedentes de las excavaciones de 1946, esta autora seiiala la
presencia de algunas figurillas que podrian ser intrusivas y resultar de transac-
ciones. C uatro de ellas se asemejan al tipo H5 de Vai llant cuya presencia discreta
se m anificsta en los niveles correspondicntes al final del pcriodo Ticoman,
procediendo dos de ellas de Azcapotzalco. Par otra parte, Muriel Porter (1956,
p. 559) les atribuye también a lguna semejanza con ciertas figurillas de jadeita
halladas en Teotihuacan.
Con otra perspectiva, si seguimos las hip6 tesis de F lorancc, la preeminencia
de Cuicuilco en este mismo va lle habria pennitido a las élites locales tener acccso
a productos de prestigio. De acuerdo con las propucstas de este a utor (Florance
1993; 2000), el sector de Puruagüita en particular habria ocupado una posici6n
privilegiada debido a su ubicaci6n geografica. Esta zona habria fungido coma
interfaz entre el resta del va lle y la cuenca de México. Coma Io hemos visto,
Florance elabo ra su modela a partir de las semejanzas de dos fragmentas de
figurillas con el tipo TChimalhuacan 15 y, a partir de la forma de algunos bordes
de tiestos de allas domésticas, cuya mo rfologia se asemeja a ciertas manifes-
taciones de la cuenca de México (para las fases Tezoyuca/Chimalhuacan).
Sin emba rgo, est os indicad o res materiales merecen ser discutid os.
D e hccho, la correspondencia estilistica que el autor establece con los tiestos
y las figurillas de la cuenca de México, no descansa en un estudio de las pastas o
de los acabados, y en consecuencia el autor no esta en posibilidades de demostrar
que se trata de productos importados o, por el contrario, fabricados localmente.
Es por o tra parte necesario cuestionarsc para saber si la naturaleza misma de
estas marcadores (tiestos de a llas burdas no decoradas y d os fragmentas de
figurillas) es suficiente para sustentar su idea de que las elites consumian bienes de
prestigio y manipulaban simbo los impo rtados para asentar mas eficientemente
su poder.
E n resumen, la escasez de los elementos de comparaci6n demuestra de cuan
poca informaci6n disponemos para habla r de circulaci6n de recipientes cerami-
cos o figurillas de la regi6n de Chupicua ro al Centra de México y viceversa. Coma
se vi6, los sitios donde pudo haberse producido este tipo de contacta no son
uumerosos y las cantidades de tiestos involucrados, cou excepci6n de aquellos del
Cerro del Tepalcate, son reducidas. Por Io tan to, cabe preguntarse si estas datas
a rqueol6gicos reflcjan alguna realidad, a sa b e 1 ~ que la circulaci6n de productos
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manufacturados fue poco significativa, o bien si, por motivos de distinta indole,
ellos no reflejan la verdadera magnitud de los contactos comerciales. En este
sentido, es preciso interrogarse acerca de la pertinencia del criterio de densidad
cmno instrumento de medici6n del grado de las interacciones econ6micas e
interesarse mas en la naturaleza de los objetos. De hecho, aùn resta ria demostrar
que todos estos objetos son efectivamente productos de importaci6n, y no
articulos de fabricaci6n local, Io que implicaria vinculos de otra indole.
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Darras CHUPlcUARO Y EL CENTRO DE MÉXICO
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relacion probable con los desarrollos cultu ra les contempora neos del Centro de
México.
CoNCLUSIONES
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Darras CHUPICUARO Y EL CENTRO DE MÉXICO
NOTAS
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4. Los ultimos trabajos rea lizados µor el CEMCA permiten a hora ubicar los inicios de esta fa sc a
principios de la cra y su fin hacia 250 d.C. (Darras y Faugère s.d.c).
5. Actualmente, cxislen nuevos proyectos en Tlaxcala y Puebla q ue reafirman las observaciones
hechas en los arlos 1970 acerca de similitudes cstilisticas con cl cent ro-Occidente. Ver por ejemplo los
trabajos rea lizados actua lmente en cl marco del proyecto (UCLA) « lnvestigaciones del Formativo en
la regi6n de Apizaco, Tlaxcala » di rigido µor Richard Lesure.
6. N6tese que los 13 sitios « Tczoyuca »se agrupan aqui en una sola unidad.
7. Por cjcmplo, Jonathan G uevara Ruisenor (1975, p. 146) public6 un mapa de la rcgién Puebla-
Tlaxca la, el cual comprende 62 sitios arqueolégicos que estarian relacionados con las culturas del
Occidenlc, d urante las fa ses Texoloc, Tczoquipa n y Tena nyccac, es dccir, en tre 800 a.C. y 650 d.C.. Sin
embargo, este a utor no aporta precisién a lguna en cuanto a la temporalidad, la naturaleza de los
vinculos y la regién prccisa con la cua l se habrian cstablecido tales vinculos.
8. C ha rles Flora nec es uno de los muy pocos a u tores que discutieron la pertinencia de los modelos
propuestos, ponicndo en tela de juicio sus primeras hipétesis de trabajo. Dcsafortunadamcnte, sus
revisioncs conccptualcs sicmpre se apoyaron en el mismo corpus a rqucolégico.
9. Esta intrusion seria perceptible a través de una cerâmica incisa sin soporte roja sobre amarillo,
y de las figurillas de tipo E (He izer y Bennyhoff 1972, p. 99).
10. Los arqueélogos que trabajan actualmente en la regié n de Tula, Osvaldo Stcrpone y Juan
Carlos Equihua, dicen no haber logrado identificar este tipo de cvidencia.
11 . En rcalidad, el arliculo publicado en 2000 fu c rcdactado en 1992 y pre.senta idcas q ue Florancc
retom6, precisfmdolas, en su trabajo de 1993. Por consiguicnte, para scguir la evolucié n del pensa-
miento de Florancc es necesario rcspetar la cronolog[a de sus cscritos, y no las fechas de sus
publicacioncs.
12. Estos nucvos elementos cerâmicos sedan, entre otros: los soportcs mamifo rmes, las bases
anulares, las bases en fo rma de pedc.stal, los recipicntcs c ilindricos y los recipicntcs compuestos as[
como, por supucsto, la categoria de figurilla 1-14.
13. Sin embargo, Müller (1990, p. 256) scriala la presencia de figurillas de gran tamarlo del
tipo H4.
14. Fecha en q ue iniciaron los trabajos de campo del proyccto Chupicuaro (CEMCNCN RS).
15. En realidad, una de estas « figurillas » parece ser un fragmento de soporle a ntropomorfo
hueco.
16. Un articulo sobre el tema de los ncxos de Chupicuaro con sus vccinos, con un cnfoque
particular hacia las aportaciones recicntes de nuestros trabajos arqucol6gicos, esta actualmentc e n
prcnsa (Da rras y Faugère s.d.b).
17. Los trabajos arqueolégicos y numerosos fec hamienlos radiocronométricos han pcrmitido
precisar el marco cronolé gico y proponcr las divisioncs siguientes: fasc Chupicuaro tcmprano (600-
400 a.C.), fase C hupicuaro rccicnte (400- 100 a.C.), fase de transicién (100 a.C.-0), fa sc M ixtlan
(0-250 d.C.). De acuerdo con nuevos hallazgos, la fa sc Chupicuaro rcciente pudo scr subdivida en dos
subfases (400-200 a.C. y 200- 100 a.C.) (Darras y Faugère 2005b; s.d.b y c).
18. La obsidiana verde provicne del Cerro de las Navajas, Pachuca. El origen de la variedad
gris/negro aùn no ha sido determinado.
19. Si estas poblacio nes hubiesen transitado por el va lie de Toluca, seria de suponersc q ue habrian
dejado huellas de su paso. Sin embargo, Gonzalcz de la Vera observa en este va lie una baja demogrâfica
signifkativa d urante la fase Ticom;\n. En cambio, dicho trânsito pod ria haberse realizado 111;\s a l nor tc,
en la regi6n de Tcpeji del Rio y Tula.
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una ccr:1mic:i. fino monocrom:i.
Café policromn : Ncgr:1 policroma ><
SoPoncs en forma de.: pics de ar.uia » . tri
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Tcotihuaean. Estndo de Dos recipientes de cstilo Chupicuaro. Contexte Si Linné 1942
México dcsconocido McBride 1969 >
Tcpeji del Rio. Hidalgo Ticstos policromos de tr:idici6n Cbupicu:uo E....;cavacioncs lntlucncia. - Cook de Leonard 1956 ""
a.
Tccomatc poljcromo efigic :;o
Comcrcio. McBridc 1969
Tecomate trloodc rojo/crema. ()
Ticom:ln. Esmdo de Rccipientes tripodes con « pics de ar:ifi:t ,. Ticom!in Excavo.cioncs McBridc: cér:imica que sugierc una SC V:tillnnt 1931 >
México Cajctcs con soportes m:unfformes Ill inOuencin de Chupfcuoro. McBride 1969
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Figurillas H4. Vaillant: ncxos cstilfsticos indud:iblcs;
opinn que cl complcjo cultural de Ticom:ln ~
provienc del cxtcrior. Pucbb? Morelos?
Queré1'lro?
Vaillont: recipicntc clé policromo
impor1'ldo de ChupCcunro.
Porter: mis tarde. ooina Io mlsmo.
Zac:itcnco. Esmdo de V:i...-;ij.:is que susiercn nexos con Chuprcuaro. Tico~n E.xc:iv:icioncs McBridc : influencio de Chupfcuaro para cl sr V'1illont 1930
México Ill inicio de J:i fa....-;c Ticom!in. McBridc 1969
Gu:ilupita. Morelos Fnsc Gualupita ll: Ticom~ Exc.a.v:icioncs Similitudes culrur:lles con Chup îcuo.ro. sr V:tillant 1934
Soportcs mamiformcs muy similarcs n los de m Rcl:icioncs. McBride 1969
Chuplcuaro. un ticsto rojo sobre café
procedcntc de un recipiente tripode. figurillas
H4a y H4d. dos de los cunlcs son idénticas a
las de Chuofcuaro. ~
Tufa. H idalgo Figurillns H4d. RccoJcccioncs Comcrcio McBridc 1969
de superficie
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Tulnncingo. Hidalgo Vasijas policromas. Prcclisico lnflucncia de Chup(cuaro Müller 1956 !l
supcrior McBridc 1969 J'.J
Tcpotztllin. Morelos Ocho tigurillns H4c. - Colecci6n Ploncartc y Nav:irrctc 1911 N
privnda 8
Cucrn:-a~ Morelos Unn tii;urilla H4a. Colccci6n Plancartc y Navnrrctc 1911
Privndn
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