O Breve Tónica en El Alto Aragón
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Mapa 1. Las localidades registradas en el mapa son las que han aportado documentos medievales a la colección
de T. Navarro Tomás. En negrita se enumeran las que proporcionan casos de ua. Las líneas discontinuas delimitan
el área moderna de O > ua. Los números indican los puntos de encuesta del ALPI; los nombres de las correspon-
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dientes localidades van en paréntesis si no hay documentos medievales de esa procedencia.
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12. Ni es posible trazar isoglosas precisas. A. Kuhn escribe (Die romanische Sprachen, Berna,
1951, p. 395): «Los criterios fonéticos, al igual que los diferentes grados de palatalización de distinta
procedencia, se mezclan y se hallan extendidos en todo el territorio de muy diferente manera, afectando
en la misma área a parte del vocabulario en unas ocasiones y en otras no; lo mismo puede decirse sobre
los criterios morfológicos y sobre las muy esporádicas particularidades sintácticas. Si bien no pueden
trazarse fronteras, la relación entre el aragonés oriental y el occidental, aunque bastante debilitada, no
está completamente rota y, en algunos casos, resulta incluso sorprendentemente intensa, sobre todo
fosilizada en la toponimia y reconocible en su antiguo estado» [texto alemán en el original]. En el
estudio de 1935 el mismo A. Kuhn indicó que, incluso los que hablan en dialecto, «mezclan en su
expresión no sólo fragmentos de castellano puro, sino que en las palabras dialectales utilizan los hábitos
fonéticos locales en unos casos y en otros no» (p. 3); más aún: «No sólo dentro de una misma localidad,
sino también en el uso lingüístico de un mismo individuo, un rasgo fonético, incluso de los más resistentes,
puede ser realizado de diferentes maneras» (p. 4) [texto alemán en el original],
13. Salvo los de W. D. Elcock, De quelques affinités phonétiques, que se refieren, cada uno, a
una sola palabra y se basan en encuestas casi exhaustivas, pueblo por pueblo. Cf. sus consideraciones en
las pp. 33-35.
14. Empleo la cuarta edición, Madrid, 1956, § 23, pp. 113-121. En el comentario que sigue no
tengo en cuenta los casos de conservación de o, que requieren un examen aparte, pudiendo tratarse de
latinismos, gasconismos o provenzalismos e, incluso, de catalanismos (en Jaca se redactan documentos
en catalán hasta 1312). Para éste, como para otros problemas, serán ciertamente muy esclarecedores los
estudios anunciados por M. Molho (cf. El Fuero de Jaca, edición crítica por M. Molho, Zaragoza, 1964,
p. X).
15. Para los restos actuales de uá en el leonés, cf. Orígenes, p. 115; R. Menéndez Pidal, El
dialecto leonés, Oviedo, 1962, p. 41 y notas 44 y 45; D. Catalán y A. Galmés, «La diptongación en
leonés», Archivum, IV (1954), pp. 87-147, especialmente p. 124 y sigs.
16. Orígenes, p. 116.
17. Orígenes, pp. 118-121.
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18. El resultado e > iá en competencia con ie resulta bien atestiguado en León, desconocido en
Castilla, muy raro en Aragón (un ejemplo de Abiego): cf. Orígenes, § 26, pp. 144-152. Es difícil decir
cuál sería la situación del mozárabe, porque el alfabeto árabe no permite averiguar la existencia de ua,
ia: además de los párrafos citados de Orígenes, cf. M. Sanchis Guarner, ELH, Madrid, vol. I, 1960, pp.
306-309. Por más que en nuestros textos los casos de ia < e sean mucho menos numerosos que los de
ua, existe un interesante paralelismo en la distribución geográfica y cronológica de los dos fenómenos.
Los testimonios más abundantes provienen del partido de Huesca (capialla 12.39, cunpliando 9.18,
diatz 28.112, 114, 116, manifiasta 40.1, manteniando 12.38, njata 40.12, nouianbre 20.43, 37.22, ouiasse
32.10, sosteniando 12.39, más los topónimos Byano 86.5, Adempniala 28.104, Penialas 28.88, Quiçenjalla
40.9, Selbiala 28.112) y del de Barbastro (bian 46.28, 64.6, 8, diaç 46.13, fiasta 46.10, manifiasta
101.1, meylloramiantos 64.16, reçebiaron 67.49, setianbre 46.10, teniant 67.57, tianpo(s) 101.4, además
de Liana 46.19, Nabialla 46.24, Torrecialla 64.9; cf., por último, alianar 64.14); también el partido de
Jaca da alguna muestra (çiarta 99 .4, diaz 112.22, 23, fondamjantos 99.14, mylloramianç 99.13, pertinianç
99.13, piadras 99.13, así como Canbriallya 142.21, después corregido en ie, y también aquí un alionar
99.15); pocos ejemplos, en cambio, proporcionan los partidos de Sariñena (diploma de Matidero, núm.
62: faciando 21, sianpre 4, tianpos 6, 26, 30), de Boltaña (diploma núm. 39, de Alcubierre: bianes 16,
33, setianbre 37, tianpo 15) y de Benabarre (solamente Fontjallas 108. 6, de Perarrúa, y cf. siades
108.22). Excluidos los topónimos tenemos, pues, 4 casos en el decenio de 1261 a 1270, hasta 16 de
1271 a 1280, 5 para cada uno de los dos decenios siguientes, ninguno de 1301 a 1310, 5 de 1311 a
1320, únicamente 3 de 1321 a 1330, ninguno para el decenio de 1331 a 1340, apenas 2 de 1341 a 1350.
También 6 de los 10 casos testimoniados en topónimos pertenecen al decenio que va de 1271 a 1280,
sin duda cuando la forma goza de mayor fortuna.
19. En nuestras referencias, el primer número (a la izquierda del punto) indica el documento, el
segundo y los posibles números sucesivos (a la derecha del punto) la línea de la edición de T. Navarro
Tomás.
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20. Los nombres actuales de estas localidades son, respectivamente, Huesca, Banaguás, Sinués,
Araguás de Solano, Baraguás y Bernués.
21. Para esta palabra, muy poco común, cf. FEW, IX, 271, nota 55. Nuestro testimonio («III. es
puatos de oljo») confirma el catalán de 1149.
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encontramos más que ué; en Ena (núm. 106, de 1336) la única huella
de uá está en el topónimo Arbuas 10, hoy Arbués; en Sardas (núm.
112, de 1344), en el conocido quantra 42 y en el solitario deguallas
10, frente a 12 casos de ué.
Si pasamos del partido de Jaca al de Boltaña, ué no tiene com-
petidores en la cabeza de partido (núm. 146, de 1464), en Gistaín
(núm. 114, de 1350), en Santa Olaria (núm. 147, de 1476) ni en
Coscojuela de Sobrarbe (núm. 150, de 1495). En cambio, Matidero
(núm. 62, de 1289) nos proporciona varios 13 y Guarga 5 (éste es
todavía hoy el nombre del río que discurre por el Serrablo, donde se
encuentra Matidero), frente a dos casos de ué; Torruellola de la Plana,
en 1309, presenta un repetido afruanta y fuant (92.14, 16) frente a
dos casos de ué; el Valle del Serrablo, donde en 1306 (núm. 87) sólo
consta ué, incluso en Guerga 5, en 1342 ofrece Guarga (111.5, 21),
frente a dos casos de ué. Pasando del Serrablo a Sobrarbe, en Aínsa,
en 1292 (núm. 66) no se atestigua más que uá: afruanta (tres veces),
defuara, Arahuast, Puartholas; quince años después, en 1307 (núm.
90), hay equilibrio entre puarta (y Gruasa, topónimo) y luego; des-
pués, en 1310 (núm. 93) aparece juaues 1 (< i o v i s ) , y ningún caso
de ué, frente a un solo deguallas 25 en 1373 (núm. 123) y, en fin,
sólo ué (11 ejemplos) en 1373 (núm. 127). Idéntica es la situación en
el contiguo enclave de San Victorián: en 1305 (núm. 85) se registran
huauos 19 y fuara 44, así como Puartholas, frente a ninguna muestra
de ué; en 1311 (núm. 94) encontramos buanas 21 y mualas 33; pero
al final de la centuria, en la vecina localidad de Banastón, un poco
más al sudeste, un mismo notario escribe en 1380 (núm. 129) siete
veces ué, aunque también afruanta (dos veces) y buana, así como
Arahast al lado de Arahuest; no obstante, diez años más tarde (núm.
130, de 1390) conserva únicamente afruanta (tres veces) frente a
nueve casos de ué, entre los cuales se encuentra Arahuest, que ha
pasado de ser forma minoritaria a forma única. Finalmente, por los
mismos años (núm. 128, de 1374) Cortillas permite registrar un solo
afruanta 11 frente a media docena de casos de ué, entre los cuales
consta también Guerga.
Si nos alejamos ahora de los Pirineos, en Miranda (partido
de Sos) hallamos en 1266 (núm. 7) nuastros 7 y dana 4, 12, 16
(< d o m i n a ) 2 2 , así como Yuarduas y Aruasta, frente a nuestro,
22. Para na > a, cf. W. D. Elcock, De quelques affinités phonétiques, p. 46, nota.
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23. Buena parte de nuestros documentos se refiere a estos monasterios y a los de Santa Cruz de
la Serós y San Victorián, y proviene de sus colecciones diplomáticas.
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24. Cf. R. Menéndez Pidal, RFE, III (1916), pp. 83 y 78, y Orígenes, § 97.3, pp. 467-468; M.
Alvar, El dialecto aragonés, pp. 134-144.
25. Obsérvese, sin embargo, que de /e/ tenemos en el mismo texto quiero 19, tjenpos 21 y tjnpos
3, 5, así como el nombre de lugar Fontjallas, con el resultado más típico del altoaragonés.
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26. Muy frecuentemente abreviado como sol., forma que no nos dice nada. Lógicamente, no
hemos tenido en cuenta las formas abreviadas, que T. Navarro Tomás resuelve, en lo que concierne al
diptongo procedente de O, con una cierta falta de sistematicidad (ué también aparece en diplomas en
los que predomina uá, y viceversa).
27. Cf. degoillar 'cortar el cuello a una bestia o más de las que entran en los vedados y hacen
daño' (G. Tilander, Vidal Mayor, Lund, vol. III, 1957, p. 87).
28. Todos los testimonios medievales de esta acepción ('lindar, confinar') registrados en el
nuevo Diccionario Histórico de la Real Academia Española (vol. I, p. 936) son aragoneses, con la
excepción del primero (Vic, año 888) y de una cita de la General Estoria de Alfonso X.
29. Cf. la nota de D. Alonso en W. von Wartburg, Problemas y métodos de la Lingüística,
Madrid, 1951, p. 37, nota.
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30. No hay que olvidar que tanto uá como ué eran autóctonos, de manera que la connotación
popular del primero no es originaria, sino una consecuencia del triunfo de ué.
31. Represento así el signo tironiano.
32. Este fenómeno ya fue advertido por J. Corominas al reseñar el libro de T. Navarro Tomás
(en NRFH, XII (1958), pp. 65-75, en la p. 70). El estudioso, que afirma haber observado la misma
armonización en la toponimia del Valle del Isábena y en algunas localidades de la Alta Ribagorza,
considera que aparece uá en correspondencia con las formas latinas -A y -O, ué en correspondencia
con -U, -I, -E.
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33. De hecho, de las formas más antiguas reunidas por R. Menéndez Pidal, Orígenes, § 23.4, y
por M. Alvar, «Vocalismo romance en documentos aragoneses escritos en latín notarial (1035-1134)»,
Studi si cercetari lingvistice, XI (1960), pp. 317-335, únicamente diez proceden de formas que poseen
-A, -O (Abuaska, Albaruala, Arruasta, duanna, Duannos, Nimba, nuava, quamo, Quarnas, spuanna),
mientras que por lo menos dieciséis no respetan la armonización (Adelbuani, Alasquarre, Amarguane,
Anguasse, Araguasse, Arascuasse, Biasuassi, duanne, Eldebuane, Fuanti, Galluasse, Isuarre, Laguarres,
Morquarlo, Nauasquassi, Uanaguasse). En los ejemplos modernos proporcionados por A. Kuhn, Der
Hocharagonesische Dialekt, p. 65 y sigs., y por W. D. Elcock, De quelques affinités phonétiques, p.
133, más de la mitad (buano, encaramuallo, frande, fuago, fuande, nuaz, plave, puande) no respetan la
armonización. Si ahora examinamos el uso del notario Ramón Pimparel, del cual poseemos cuatro
diplomas (núms. 6, 9, 12 y 28, de 1264 a 1274; son, pues, textos bastante antiguos) en los cuales
abundan tanto ue como ua, encontraremos unos cuantos casos de armonización no respetada, no sólo
por la presencia de ue donde debería atestiguarse ua (buena, buenament, buenos, nuestros, puedan,
puesca, sueldos, uuertos), sino también de ua donde esperaríamos ue (puade). En tanto que no se
produzcan datos nuevos y más ricos, no nos parece, pues, posible afirmar que la armonización sea
originaria, y preferimos pensar que se trata de una tendencia, probablemente activa sólo durante los
siglos XIII-XIV; no resulta posible, por consiguiente, atenerse a los finales latinos (por lo demás es,
cuando menos, dudoso que en Aragón -O y -U fuesen aún diferentes en el momento en el que actúa la
diptongación de O breve tónica), aunque hablaremos de tendencia a preferir ua cuando la vocal final
romance es a.
34. «En la competencia entre tales variantes, los notarios daban preferencia a aquellas formas
que no sólo eran corrientes en el resto del territorio aragonés, sino que coincidían además con el uso
castellano» (T. Navarro Tomás, Documentos, p. IX).
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ll-, - l l - ~ -j-, para los cuales las soluciones dadas como originarias
no son propias únicamente del Alto Aragón, sino de toda la región.
Por más que sea cierto que la presión de la variedad castellana haya
podido hacer mella de manera no uniforme, de acuerdo con las espe-
cíficas condiciones de cada oposición 35 , no carece de significado
que la solución ch de CT no aparezca más que en 1476 (núm. 148) 3 6
y que los otros dos resultados castellanos sean completamente des-
conocidos en nuestros textos. Si es cierto que el éxito definitivo de
ué en los textos altoaragoneses puede datarse en los primeros decenios
del siglo XIV, ¿cómo es —si ello se debe a la influencia de la varie-
dad castellana— que hace falta esperar entre 150 y 200 años antes
de que se impongan -ch-, ll- y -j-?37. No creo que sea suficiente
responder que ué no era extraño ya en los orígenes del aragonés,
aunque este hecho haya facilitado ciertamente su predominio.
El área altoaragonesa se caracteriza hoy, además de por la re-
sistencia de uá, por otros rasgos fonéticos muy relevantes, sobre
todo la conservación de las oclusivas sordas en posición intervocálica
y la lenición de las mismas consonantes tras líquida y nasal, fenó-
menos que en la Romanía Occidental no encuentran paralelo 38. Vea-
mos, pues, qué dicen en este sentido nuestros diplomas.
35. Como expresamente ha advertido para el Fuero de Teruel Y. Malkiel (Language, XXI (1955),
pp. 274-275). Sobre la base de los inventarios aragoneses publicados por M. Serrano y Sanz, B. Pottier
ha intentado fechar el tránsito de la modalidad aragonesa a la modalidad castellana a través de varios
fenómenos fonéticos: cf. «L'évolution de la langue aragonaise à la fin du Moyen Âge», BHi, LIV
(1952), pp. 184-199.
36. En el núm. 148 encontramos dicha 6, dichas 28, dicho 19, 28, 33, drecho 32, fecha 34,
sobredicho 23, susosdichas 25, pero también cuytellero 4, dita 18, 20, 28, dito 21, 31, 32, muytas 17,
34, sobredito 30. Según los datos de B. Pottier, -ch- sustituye a -it- entre 1468 y 1480 (L'évolution de
la langue aragonaise, p. 189); para M. Alvar (El dialecto aragonés, § 93, p. 191) en Zaragoza ch
aparece esporádicamente desde 1452 y predomina desde 1480-1481; más tarde (Documentos de Jaca,
Zaragoza, 1960, § 28.2), M. Alvar ha documentado -ch- en Jaca, esporádicamente, desde 1435.
37. En realidad, ll- no aparece hasta 1497 (B. Pottier, L'évolution de la langue aragonaise, p.
190), -j- por -ll- algún año antes (ibíd., p. 191); según M. Alvar, -j- lucha con -ll- en Zaragoza desde
1475 y predomina desde 1518 (El dialecto aragonés, § 95, p. 192).
38. Ambos fenómenos fueron observados en 1913 por J. Saroïhandy («Vestiges de phonétique
ibérienne en territoire roman», Revue International des Études Basques, VII (1913), pp. 475-497,
traducido en AFA, VIII-IX (1956-1957), pp. 181-199) y estudiados posteriormente por G. Rohlfs (Le
gascon, § 22, pp. 72-76) y por A. Kuhn (Der Hocharagonesische Dialekt, § 21, pp. 70-72) y, finalmente,
por W.D. Elcock, De quelques affinités phonétiques. Cf. también, para la conservación de las oclusivas,
M. Alvar, El dialecto aragonés, pp. 172-176, y los mapas 22, 30, 55, 61, 65 y 67 del ALPI. Más rica es
la bibliografía sobre la lenición tras nasal o líquida, que R. Menéndez Pidal ha relacionado con una
colonización de origen osco (Orígenes, § 55, y ELH, I, pp. LXXIII-LXXIV). Además de los trabajos de
J. Saroíhandy, G. Rohlfs, A Kuhn, W. D. Elcock. cf. E. de Bustos Tovar, Estudios sobre asimilación y
disimilación en el iberorrománico, Madrid, 1960, pp. 100-102; D. Alonso, La fragmentación fonética
peninsular, Madrid, 1962, pp. 137-138. Sobre este tema, informa también F. H. Jungemann, La teoría
del sustrato y los dialectos hispano-romances y gascones, Madrid, 1955, pp. 227-272. El área del
fenómeno está delimitada en el mapa 4 de A. Kuhn, en el de Orígenes, pp. 464-465, pero sobre todo
en el rico conjunto cartográfico del libro de W. D. Elcock (cf. también M. Alvar, El dialecto aragonés,
pp. 174 y 186, y A. Zamora Vicente, Dialectología española, p. 179).
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39. Cf. A. Kuhn, Der Hocharagonesische Dialekt, pp. 30 y 191. Encuentro, sin embargo, fenata
'gran montón de heno, no seco del todo' (Aurillac) en L. Alibert, Dictionnaire occitan-français, Toulouse,
1966, p. 396, y fenado 'sembrado' en el ms. O del Libro de Alexandre, de 1253 aproximadamente
(edición de R. S. Wills jr., París, 1934, p. 251; en el manuscrito P, 1394c, se lee cuajado). Para el sufijo
- a t a en Aragón, cf. M. Alvar, El dialecto aragonés, pp. 264-265, y A. Kuhn, Der Hocharagonesische
Dialekt, § 54, pp. 173-176 (frecuentemente tiene valor colectivo).
40. Cf. W. D. Elcock, De quelques affinités phonétiques, p. 96 y mapa 16; A. Kuhn, Der Hocha-
ragonesische Dialekt, p. 197; G. Rohlfs, Le gascon, § 364; FEW, VII, 357b-358a; M. Alvar, El dialecto
aragonés, §§ 37, 87 y 207, pp. 63, 175 y 311, y mapa 18, así como AFA, VIII-IX (1956-1957), p. 12.
41. Se trata, por lo tanto, de un ejemplo de concordancia léxica entre el gascón y el aragonés, que
ha de añadirse a los estudiados por G. Rohlfs, Le gascon, p. 32 y sigs., y por A. Kuhn, «Der lateinische
Wortschatz zwischen Garonne und Ebro», ZRPh, LVII (1937), pp. 326-365.
42. Cf. W. D. Elcock, De quelques affinités phonétiques, pp. 37-38, también para la forma sarr-
(para la cual, cf. asimismo G. Haensch, «Las hablas de la Alta Ribagorza (II)», AFA, XII-XIII (1961-
1962), pp. 117-250, en la p. 219); G. Rohlfs, Le gascon, § 366; M. Alvar, El dialecto aragonés, p. 175
(ejemplos de la toponimia).
43. Cf. M. Morreale, AFA, XII-XIII (1961-1962), p. 15.
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104.71 44. Algunos de estos casos han de ser simples latinismos, como
es evidente en constituidos 145.5; dalmaticas 8.8; 45.22; 120.31,
38; decreto 19.53; loco 143.1; populata 3.13, 25; posterita 62.12,
15 45; procuratorio 114.4; spiritu 145.78; trebuto 3.19, 20, y treuuto
78.6, 21, 23; vnjuersjatat 80.6. Quedan todavía por citar el muy
frecuente mitat (20.24, 25; 29.8; 34.13, 16, 28, 47; 48.27; 56.5;
85.23, 24, 100.5), que es, sin embargo, un caso aislado (cf. Orí-
genes, pp. 265-270), alguna palabra de origen incierto, donde
probablemente la oclusiva sorda es sólo gráfica 46 y, en fin, algún
caso que hay que comentar aparte 47 . No faltan las ultracorrec-
ciones, como boco («a hun boco, siquiere piedra» 149.26 y, de nuevo,
en 149.27, 32; en el mismo texto aparece más veces buega(s),
nunca buego) 'mojón', que procede de un prerromano *boga, va-
riante de muga48, o estaplesco 97.4 y estaplimos 96.28, oblicamos
103.25, puplica(s) 23.9; 29.8, 10; 43.7, tal vez alcayte 65.16 y, al
contrario, caba 45.27 por capa íd., tal vez çabatero 97.23 49 , certefi-
gados 103.7, dido 33.58, de d i c t u , habidant(es) 124.14; 131.8, 12,
publigo, -a, muy frecuente (6.45; 20.45; 21.11, 43; 22.38; 23.26;
25.35; 28.211; 29.39; 30.35; 31.7, 8, 34, 36; 32.6, etc.; 97.2, etc.),
robas 139.9, 13, 32, 38 (pero cf. la nota 43) y, en fin, con las dos
soluciones, pupligo 76.97. Entre los topónimos podemos estar seguros
de hallarnos ante la conservación de la sorda en Donato 43.3, 5,
Forato 149.44 50 , Foratatuero 149.40 51 , Localbo 37.18, de l o c u
albu, Penna lata 20.6, de p i n n a l a t a , Tayllata 39.24, 26, Uala-
brica 4.11, 12, compuesto mediante el celta briga52 y, por consi-
guiente, ultracorrecto, y tal vez Samitier 59.24, si procede de s a n c t u
44. Roparia 'saqueo' (116.12) es, en fin, ejemplo del frecuente cruce entre robar y ropa (cf.
DCELC, IV, pp. 40-41).
45. Según el DCELC, III, p. 860, se atestiguaría únicamente desde principios del siglo XVII.
46. Es decir, encontramos c por ç: mocossos 102.44 y peljcaria 115.12 (se trata de un barrio de
Huesca: «las quales casas son setiadas en la peljcaria»; cf. en un documento de Zaragoza de 1143:
«una tenda qui est in illa Pellizaria» (en M. Alvar, Textos hispánicos dialectales, Madrid, 1960, núm.
CLXXXV, línea 3).
47. Así, la africada sorda en lugar de la sonora consta en monche(s) 119.4, 36, y pontache
113.41, 58 (pero pontage en 113.107, 110, etc.), y el fenómeno inverso en bagiler 127.4 y, en posición
inicial, en gico 113.61, 120; finalmente, cordos por gordos en 112.14.
48. Cf. G. Rohlfs, Le gascon, § 63, p. 28; para m > b, cf. A. Kuhn, Der Hocharagonesische
Dialekt, § 26, pp. 98-99.
49. Pero cf. catalán y provenzal sabata, francés savate e italiano ciabatta. La etimología se
desconoce. Cf. el DCELC, IV, pp. 832-835; O. Bloch-W. von Wartburg, Dictionnaire étymologique de
la langue française, París, 1964, p. 576.
50. Cf. A. Kuhn, Der Hocharagonesische Dialekt, p. 176; W. D. Elcock, De quelques affinités
phonétiques, pp. 42-43, y «Toponimia del Valle de Tena», AFA, XII-XIII (1961-1962), p. 311.
51. Cf. Foratata en M. Alvar, El dialecto aragonés, pp. 63 y 91; para el sufijo, cf. W. D.
Elcock, De quelques affinités phonétiques, pp. 45-48, y M. Alvar, ibíd., pp. 280-281.
52. R. Menéndez Pidal, Toponimia, p. 214, cita el topónimo francés Vallabrégues (Gard) <
Valabrica; en la Ribagorza hay un Ballabriga que podría corresponder a nuestra localidad.
262 AFA-XLVI-XLVII
LA DIPTONGACIÓN DE O BREVE TÓNICA EN EL ALTO ARAGÓN
53. Acaso el Sancti Emiterii del cual era señor en 1062 un Lope Garçez (M. Alvar, Textos
hispánicos dialectales, núm. CLXXI, línea 29). No estoy seguro de los étimos de Açanetha 38.56, 59;
Arriatiello 149.61, 71, 77 (cf. «in loco qui dicitur Ariatallo», en R. Menéndez Pidal, Crestomatía del
español medieval, Madrid, 1965, vol. I, p. 61: 13.II.2); Ezeto 149.5, 37, 45; Latras 77.17, 26; 100.9;
Lauata (hoy Labata) 4.7; 21.6, 37; 25.35; 26.36; 27.48; 49.46; 52.7; 91.23; Orlato 62.6, 7, etc.; Sebluco
54.3, etc.
54. D. Alonso (La fragmentación fonética peninsular, p. 137 y nota 395) duda de muchos de los
ejemplos recogidos en Orígenes, § 55.2-4.
55. En nuestros textos se atestigua asimismo spluga 92.17 (' * s p e l u c a ) , voz para la que puede
acudirse a W. D. Elcock, De quelques affinités phonétiques, p. 93. Tal vez spuca 92.17 sea una forma
con oclusiva conservada y con omisión fortuita de l.
56. Es el único ejemplo citado por J. Corominas en NRFH, XII (1958), p. 73; pero cf. K. Baldinger,
«Die hyperkorrekten Formen als Konsequenz der Scripta im Altgaskonischen», Romanica. Festschrift
für G. Rohlfs, Halle, 1958, pp. 57-75, en la p. 72.
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ALBERTO VÀRVARO
57. J. Corominas, ibíd., p. 72, considera estas formas ultracorrecciones, pero el caso es normal
incluso en el dialecto actual: cf. A. Kuhn, Der Hocharagonesische Dialekt, p. 26; M. Alvar, El habla
del Campo de Jaca, Salamanca, 1948, § 6; P. González Guzmán, El habla viva del Valle de Aragüés,
Zaragoza, 1953, p. 43. R. Menéndez Pidal, Orígenes, p. 140, señala que la yod debía impedir la
excesiva abertura (hasta a) del elemento tónico del triptongo; de hecho, nuestro fruayto es un caso
absolutamente aislado.
58. Para la reducción aragonesa uei > ui, cf. Orígenes, § 25.2, p. 140; A. Kuhn, Der Hocha-
ragonesische Dialekt, p. 14; B. Pottier, AFA, II (1947), p. 99; J. Corominas, NRFH, XII (1958), p. 72,
nota 55.
59. Como tales deben ser considerados no sólo los centros políticos y administrativos (Zaragoza,
Huesca, Jaca), sino también los grandes monasterios, de San Juan de la Peña a San Victorián.
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LA DIPTONGACIÓN DE O BREVE TÓNICA EN EL ALTO ARAGÓN
60. Piénsese en lo que ocurre hoy entre aragonés y vasco: «En tiempos recientes, la emigración
y la industrialización han apresurado el retroceso del vasco hacia la población de los valles; ello
conduce a la adopción de préstamos, a la adaptación del sistema fonético y del vocabulario, a formas
híbridas... Pero lo que es más importante: se considera como sustitución para el vasco que desaparece
la variedad más próxima de carácter popular y ésta es (por otro lado, fuertemente castellanizada ya) la
aragonesa, de manera que, en su núcleo originario, luchando por su supervivencia frente a la lengua
escrita, en la zona occidental no sólo rivaliza con ella, sino que, además de rivalizar con éxito, incluso
se expande hacia el área del vasco» (A. Kuhn, Die romanische Sprachen, p. 399) [texto alemán en el
original].
61. Cf. más arriba las notas 36 y 37.
* Alberto Varvaro publicó este trabajo, con el título de «Dallo scritto al parlato: il dittongamento
di O breve tonica nell'Alta Aragona» en Atti del Convegno di studi su lingua parlata e lingua scritta.
Bollettino del Centro di studi filologici e linguistici siciliani, XI (1970), pp. 480-497; después apareció
en La parola nel tempo. Lingua, società e storia (recopilación de artículos del autor), Bolonia, II
Mulino, 1984, pp. 187-204; de esta última publicación procede el original que se ha tenido en cuenta
para la traducción que ahora ve la luz en las páginas del Archivo de Filología Aragonesa, la cual ha
sido realizada por José M.ª Enguita Utrilla, quien expresa su agradecimiento por la ayuda recibida a
Luciana Collu y, para los textos en alemán, a Carlos Jordán.
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