O Breve Tónica en El Alto Aragón

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De la escritura al habla: la diptongación de

O breve tónica en el Alto Aragón


POR ALBERTO VÀRVARO

El estudio de la compleja relación entre lengua hablada y lengua


escrita resulta, sin duda, más difícil cuando nos interesamos por las
etapas antiguas, cuya lengua hablada no se puede conocer más que a
través de la documentación que nos proporciona la lengua escrita.
Se comprenderá que este condicionamiento hace mucho más arduo
nuestro trabajo y que es necesario que evitemos considerar como
consecuencia directa o indirecta del habla lo que en realidad lo es de
modo muy reducido o no lo es en absoluto. Todos sabemos en qué
aguas inciertas nos aventuramos al estudiar, desde este punto de
vista, un texto literario; a veces se quiere comprobar la incidencia
del habla sobre dicho texto y se corre el riesgo de reconstruir una
imagen desdibujada del mismo, acaso muy refinada, siempre que se
advierta una desviación de la norma que puede, sin embargo, tener
las más variadas explicaciones; en otras ocasiones se aspira a resolver
con la ayuda de los recursos lingüísticos el problema de la localización
y de la datación de la obra y, ciertamente, surgen ante nosotros par-
celas lingüísticas complejas que parecen remitir a franjas fronterizas
entre varias áreas dialectales, franjas dotadas de tan extraordinaria
como improbable fecundidad literaria. En resumen, es harto difícil,
sin auxilios externos, separar analíticamente, con resultados satis-
factorios, la compleja unidad de una lengua literaria en la cual con-
fluyen tradiciones variadas y en la que se encuentra la elaboración
meditada de cada autor.
Resultados mejores promete el examen de los documentos no
literarios, en los cuales, por lo menos, tenemos que prestar atención
tan sólo a los textos (la intencionalidad lingüística del autor puede,
en general, desestimarse) y en los que la fuerza del habla vence más

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fácilmente las rémoras culturales de quien escribe (que son menos


profundas que en quien compone un texto literario); disponemos ade-
más, en fin, de indicaciones precisas sobre el lugar de procedencia
del texto y sobre su fecha. No hay que hacerse ilusiones de que el
trabajo, así, haya de resultar extremadamente fácil l , aunque es cierto
que los resultados son en conjunto más ricos y seguros 2 y, entre
otras cosas, nos permiten reemprender, con muy distintos medios,
incluso la reflexión sobre los textos literarios. Para el examen de
este tipo de fuentes es indispensable disponer de colecciones bastante
extensas y homogéneas; nuestras observaciones se basarán en los
Documentos lingüísticos del Alto Aragón, reunidos y publicados, des-
pués de muchos avatares, por Tomás Navarro Tomás 3 . Se trata de
150 documentos fechados entre 1255 y 1494 y procedentes de la
provincia de Huesca, excepto cuatro del partido judicial de Sos del
Rey Católico y uno del partido de Ejea de los Caballeros, ambos
pertenecientes en la actualidad a la provincia de Zaragoza. La región
es, lingüísticamente, de las más importantes de la Península Ibérica:
los altos valles de los afluentes situados en la margen izquierda del
río Ebro fueron romanizados muy tarde 4 y, además de presentar
fenómenos muy relevantes comunes con la vertiente galorrománica
de los Pirineos (gascón y provenzal) 5 , constituyen, en cierto modo,
una isla extraordinariamente conservadora, como se ha puesto de
manifiesto a través de los estudios de los últimos decenios 6 y como
1. Ya el recopilador de los materiales que vamos a estudiar, T. Navarro Tomás, advertía sobre la
problemática complejidad de ellos derivada; cf. Revue de Dialectologie Romane, I (1909), pp. 110-
121; también en AFA, X-XI (1958-1959), pp. 315-324, especialmente pp. 315-316.
2. Como demuestra ya una rica cosecha de estudios, casi todos del ámbito galonrománico, que
comienzan con Ch. T. Gossen, Die Pikardie als Sprachlandschaft des Mittelalters, auf Grund des
Urkunden, Biel-Viena, 1942, y con L. Remacle, Le problème de l'ancien wallon, París, 1948. Vid., por
lo menos, Les anciens textes romans non littéraires, París, 1963.
3. Syracuse (N. Y.), 1957. La colección había sido preparada casi cincuenta años antes y se
había concebido como continuación de R. Menéndez Pidal, Documentos lingüísticos de España, vol. I,
Madrid, 1926 (reimpresión de 1966). Sobre la citada obra conozco las reseñas de J. Corominas, NRFH,
XII (1958), pp. 65-75, de L. Cooper, Hispanic Review, XXVIII (1960), pp. 262-275, y de B. Pottier,
AFA, X-XI (1958-1959), pp. 404-406.
4. Según R. Menéndez Pidal, Orígenes del español, Madrid, 4.ª ed., 1956, § 96.2, p. 462, y
mapa entre las pp. 464 y 465, nuestra zona, menos las ciudades de Huesca y Barbastro, habría sido
romanizada hacia los siglos VI-VII (cf. también, del mismo autor, Toponimia prerrománica hispana,
Madrid, 1952, pp. 39-47). A resultados más pormenorizados llega J. Corominas, «La toponymie hispa-
nique préromane et la survivance du basque jusqu'au Bas Moyen Age», 6. Intern. Kongress für Na-
menforschung. Kongressberichte, Munich, 1960, vol. I, pp. 105-136 (sobre este trabajo, cf. J. Hubschmid,
ZRPh, LXXVII (1961), pp. 204-211).
5. G. Rohlfs habló acertadamente de «filología pirenaica» (Le gascon. Études de philologie
pyrénéenne, Halle, 1935). Cf. A. Kuhn, «Der Hocharagonesische Dialekt», RLiRo, XI (1935), pp. 1-
312, en la p. 276 y sigs., y sobre todo, W. D. Elcock, De quelques affinités phonétiques entre l'aragonais
et le béarnais, París, 1938, y A. Kuhn, «Der Lateinische Wortschatz zwischen Garonne und Ebro»,
ZRPh, LVII (1937), pp. 326-365.
6. Cf. H. Serís, Bibliografía de la Lingüística española, Bogotá, 1964, núms. 14.214-14.321, y
M. Alvar, Dialectología española, Madrid, Cuadernos Bibliográficos, VII, 1962, núms. 428-681.

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LA DIPTONGACIÓN DE O BREVE TÓNICA EN EL ALTO ARAGÓN

se infiere a simple vista del examen del Atlas Lingüístico de la Pe-


nínsula Ibérica 7 , aunque su escala, necesariamente muy amplia, no
permita las pormenorizadas observaciones que hará posibles el Atlas
Lingüístico y Etnográfico de Aragón que prepara Manuel Alvar 8 .
Es precisamente en esta área del Alto Aragón donde la O tónica
diptonga, aún en nuestros días, no en ue sino en ua. El examen de
los 75 mapas hasta ahora publicados del ALPI nos muestra que este
resultado es constante únicamente en el punto 607, es decir, en Torla,
uno de los pueblos más altos (1.032 m) del Sobrarbe, en el río Ara,
afluente del Cinca (Valle de Ordesa); aquí encontramos guá por buey
(m. 28), cazuala por cazuela (m. 40), cuaro por cuero (m. 59) 9 . La
revisión de las investigaciones dialectales hasta ahora publicadas per-
mite ampliar no poco el área del fenómeno y precisar sus límites (cf.
el mapa 1) 1 0 .
En el área de uá resultan incluidas, de este modo, tres localidades
(Borau, Bielsa y Loarre, que son, respectivamente, los puntos 606,
608 y 610 del ALPI); pero si queremos comprobar las formas en ellas
registradas a través de los mapas 8, 28, 40 y 59 encontraremos no uá
sino ué. Puesto que las encuestas del ALPI fueron realizadas, para
esta zona, entre 1931 y 1936 y los trabajos sobre los que se basa A.
Zamora Vicente son más o menos de los mismos años 1 1 , ello no
puede significar que las tres localidades hayan abandonado hoy uá
por ué. La explicación de la discordancia está en otras razones: por
un lado, el método de encuesta para un atlas lingüístico no siempre
consigue sacar a la luz las formas más populares y arcaicas, las
cuales, sin embargo, no escapan a la exploración del dialectólogo
que recoge materiales para una monografía; por otro, en estas tres

7. Madrid, vol. I, 1962.


8. Piénsese que se ha previsto realizar, para el ALEAr, 11 encuestas en el partido de Jaca, 9 en el
de Boltaña, 6 en el de Benabarre, 5 en el de Huesca, 2 en el de Barbastro, 4 en el de Sariñena (así
como 2 en Tamarite y 3 en Fraga) en la provincia de Huesca, y 4 en el partido de Sos y 3 en el de Ejea
en la provincia de Zaragoza; es decir, en total 44 encuestas para una zona que el ALPI cubre con 21
puntos, siendo también en éste excepcional la densidad de encuestas. Para más información sobre el
ALEAr, cf. AFA, XIV-XV (1963-1964), p. 16; sobre la selección de los puntos aragoneses del ALPI, cf.
M. Alvar, ibíd., XII-XIII (1961-1962), pp. 370-371, con un mapa en el que son enumerados tanto los
puntos del ALPI como los del ALEAr.
9. Acerca de la vitalidad de uá en Torla, cf. ya A. Kuhn, Der Hocharagonesische Dialekt, pp.
65-66. En la misma localidad se comprueba la solución E > ia: cf. castiallo por castillo (m. 73),
diande por diente (m. 69) y diaz por diez (m. 70).
10. Me baso en el mapa XVIII de A. Zamora Vicente, Dialectología española, Madrid, 1960, p.
179, que, a su vez, procede de M. Alvar, El dialecto aragonés, Madrid, 1953, p. 147. Los estudios
dialectales utilizados por ambos autores se indican en las referencias bibliográficas citadas en la nota 6.
11. Las investigaciones de G. Rohlfs fueron realizadas entre 1926 y 1930 (cf. RLiRo, VII (1931),
p. 119), las de A. Kuhn en 1932, las de W. D. Elcock entre 1932 y 1935.

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Mapa 1. Las localidades registradas en el mapa son las que han aportado documentos medievales a la colección
de T. Navarro Tomás. En negrita se enumeran las que proporcionan casos de ua. Las líneas discontinuas delimitan
el área moderna de O > ua. Los números indican los puntos de encuesta del ALPI; los nombres de las correspon-

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dientes localidades van en paréntesis si no hay documentos medievales de esa procedencia.
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localidades, y ciertamente en muchas otras de nuestra área (y acaso


en todas), los diptongos uá y ué no se oponen claramente como
resultados distintos (cualquiera que sea su connotación) en dos niveles
lingüísticos distintos 12, sino que alternan con distinta frecuencia según
cada palabra. Los mapas engañan 13 porque en ellos se producen dos
simplificaciones: los diferentes niveles lingüísticos son relegados en
favor del más popular o bien simplificados en un solo plano y, por
otra parte, basta con que en una localidad subsista cierto número de
palabras con el resultado uá para que dicha localidad sea asignada,
sin más, al área de uá, a pesar de la presencia de un conjunto mucho
más nutrido de casos de ué. En resumen, nuestra isoglosa no delimita,
en realidad, más que el área en la cual los restos de uá en la lengua
viva son más densos y resisten mejor al predominio de ué.

Examinada brevemente la situación moderna, hagamos ahora


referencia a la situación más antigua que nos es posible conocer, la
estudiada por R. Menéndez Pidal en sus Orígenes del español14. El
resultado uá de O tónica no era entonces exclusivamente aragonés:
en León se registra uá ya en 1030 15, después de ué, resultado del
que hay huellas en el año 948, aunque es más escaso, y antes de uó
(1071); en Castilla, por el contrario, uá prácticamente no se registra,
con la única excepción de escuantra (< e x - c o n t r a ) 1 6 ; en Aragón 17

12. Ni es posible trazar isoglosas precisas. A. Kuhn escribe (Die romanische Sprachen, Berna,
1951, p. 395): «Los criterios fonéticos, al igual que los diferentes grados de palatalización de distinta
procedencia, se mezclan y se hallan extendidos en todo el territorio de muy diferente manera, afectando
en la misma área a parte del vocabulario en unas ocasiones y en otras no; lo mismo puede decirse sobre
los criterios morfológicos y sobre las muy esporádicas particularidades sintácticas. Si bien no pueden
trazarse fronteras, la relación entre el aragonés oriental y el occidental, aunque bastante debilitada, no
está completamente rota y, en algunos casos, resulta incluso sorprendentemente intensa, sobre todo
fosilizada en la toponimia y reconocible en su antiguo estado» [texto alemán en el original]. En el
estudio de 1935 el mismo A. Kuhn indicó que, incluso los que hablan en dialecto, «mezclan en su
expresión no sólo fragmentos de castellano puro, sino que en las palabras dialectales utilizan los hábitos
fonéticos locales en unos casos y en otros no» (p. 3); más aún: «No sólo dentro de una misma localidad,
sino también en el uso lingüístico de un mismo individuo, un rasgo fonético, incluso de los más resistentes,
puede ser realizado de diferentes maneras» (p. 4) [texto alemán en el original],
13. Salvo los de W. D. Elcock, De quelques affinités phonétiques, que se refieren, cada uno, a
una sola palabra y se basan en encuestas casi exhaustivas, pueblo por pueblo. Cf. sus consideraciones en
las pp. 33-35.
14. Empleo la cuarta edición, Madrid, 1956, § 23, pp. 113-121. En el comentario que sigue no
tengo en cuenta los casos de conservación de o, que requieren un examen aparte, pudiendo tratarse de
latinismos, gasconismos o provenzalismos e, incluso, de catalanismos (en Jaca se redactan documentos
en catalán hasta 1312). Para éste, como para otros problemas, serán ciertamente muy esclarecedores los
estudios anunciados por M. Molho (cf. El Fuero de Jaca, edición crítica por M. Molho, Zaragoza, 1964,
p. X).
15. Para los restos actuales de uá en el leonés, cf. Orígenes, p. 115; R. Menéndez Pidal, El
dialecto leonés, Oviedo, 1962, p. 41 y notas 44 y 45; D. Catalán y A. Galmés, «La diptongación en
leonés», Archivum, IV (1954), pp. 87-147, especialmente p. 124 y sigs.
16. Orígenes, p. 116.
17. Orígenes, pp. 118-121.

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uá es la forma más frecuente, pero desde luego no la única: se atestigua


en 1024; no obstante, ya en 1039 se recoge ué y en 1076 aparece uó
que, de las tres, es sin duda la forma más arcaica; tampoco puede
hacerse una división geográfica, ya que uá y ué alternan en el mismo
conjunto documental, el cartulario de San Juan de la Peña. R. Me-
néndez Pidal cree, con razón, que el período primitivo conoce por
todas partes, excepto Castilla, una arraigada vacilación: también en
Aragón, por consiguiente, ué es autóctono y no introducido por influjo
castellano. En resumidas cuentas, en nuestra región, se presentan en
posición tónica, sin contar [o], tres posibles realizaciones ([wó], [wá],
[wé]) de un único fonema, sucesor del fonema /o/ del latín vulgar 18 .
Pasemos ahora a nuestros diplomas. Establecido de antemano
que no hemos encontrado huellas de uó, indicaremos los casos de uá
de acuerdo con un orden geográfico. En la colección de T. Navarro
Tomás no hay documentos procedentes del área de Loarre-Bolea, pero
son bastantes los del área pirenaica actual de conservación de uá.
En los documentos de la capital del partido de Jaca, que abarcan
desde 1292 hasta 1426, encontramos escasas huellas: solamente un
muastran repetido dos veces en 1299 (75.43, 45) 1 9 y bermiylluala
(«la yegua bermiylluala») en 1441 (142.36), así como una serie de
topónimos: Uasca en 1304 (83.21), Banahuas en 1329 (104.13, etc.),
Synuas en 1331 (105.36), Araguas en el mismo texto (105.36),

18. El resultado e > iá en competencia con ie resulta bien atestiguado en León, desconocido en
Castilla, muy raro en Aragón (un ejemplo de Abiego): cf. Orígenes, § 26, pp. 144-152. Es difícil decir
cuál sería la situación del mozárabe, porque el alfabeto árabe no permite averiguar la existencia de ua,
ia: además de los párrafos citados de Orígenes, cf. M. Sanchis Guarner, ELH, Madrid, vol. I, 1960, pp.
306-309. Por más que en nuestros textos los casos de ia < e sean mucho menos numerosos que los de
ua, existe un interesante paralelismo en la distribución geográfica y cronológica de los dos fenómenos.
Los testimonios más abundantes provienen del partido de Huesca (capialla 12.39, cunpliando 9.18,
diatz 28.112, 114, 116, manifiasta 40.1, manteniando 12.38, njata 40.12, nouianbre 20.43, 37.22, ouiasse
32.10, sosteniando 12.39, más los topónimos Byano 86.5, Adempniala 28.104, Penialas 28.88, Quiçenjalla
40.9, Selbiala 28.112) y del de Barbastro (bian 46.28, 64.6, 8, diaç 46.13, fiasta 46.10, manifiasta
101.1, meylloramiantos 64.16, reçebiaron 67.49, setianbre 46.10, teniant 67.57, tianpo(s) 101.4, además
de Liana 46.19, Nabialla 46.24, Torrecialla 64.9; cf., por último, alianar 64.14); también el partido de
Jaca da alguna muestra (çiarta 99 .4, diaz 112.22, 23, fondamjantos 99.14, mylloramianç 99.13, pertinianç
99.13, piadras 99.13, así como Canbriallya 142.21, después corregido en ie, y también aquí un alionar
99.15); pocos ejemplos, en cambio, proporcionan los partidos de Sariñena (diploma de Matidero, núm.
62: faciando 21, sianpre 4, tianpos 6, 26, 30), de Boltaña (diploma núm. 39, de Alcubierre: bianes 16,
33, setianbre 37, tianpo 15) y de Benabarre (solamente Fontjallas 108. 6, de Perarrúa, y cf. siades
108.22). Excluidos los topónimos tenemos, pues, 4 casos en el decenio de 1261 a 1270, hasta 16 de
1271 a 1280, 5 para cada uno de los dos decenios siguientes, ninguno de 1301 a 1310, 5 de 1311 a
1320, únicamente 3 de 1321 a 1330, ninguno para el decenio de 1331 a 1340, apenas 2 de 1341 a 1350.
También 6 de los 10 casos testimoniados en topónimos pertenecen al decenio que va de 1271 a 1280,
sin duda cuando la forma goza de mayor fortuna.
19. En nuestras referencias, el primer número (a la izquierda del punto) indica el documento, el
segundo y los posibles números sucesivos (a la derecha del punto) la línea de la edición de T. Navarro
Tomás.

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Baranguas en 1409 (133.2), Vernuas en 1441 (142.27, 29) 2 0 ; y aquí


tal vez no sea inútil advertir que abundan las formas en ué también
entre los topónimos: cito sin referencias Uertolo, Fuert, Mallyuels,
Boruenya, Pueyo, Carastue, Oruen, Fuerz, Allyue, Puent, Lacue, así
como Uesca ~ Vuescca (65.15, 84.11, 98.53 y 93, 109.23) y Bana-
hues (104.45).
En el partido de Jaca no encontramos ningún uá ni en Hecho
(núm. 8, de 1266: tres ejemplos de ué) ni en Panticosa (núm. 149, de
1484: hasta 46 casos de ué) ni, realmente, en Santa Cilia de Jaca,
donde fuera del topónimo Ariuala (72.5, de 1296), que difícilmente
puede relacionarse con O, no aparece más que quantra (72.21, 22, 24,
33, de 1296) que, como sabemos, se registra incluso en Castilla (en
el documento de 1296 se atestiguan, en cambio, 7 ué, y en el núm.
42, de 1277, sólo 3 ué). Sin embargo, en el diploma núm. 19, de
1271, de Santa Cruz de la Serós, no encontramos más que uá: uastra
5, uuastros 6, afruanta 9, nuastros 13, puatos21 14, y treinta años
después (núm. 76, de 1300), vuastra en seis ocasiones (más un uastra),
nuastra(s) en seis ocasiones, afruanta, muy abundante y, en fin, Bar-
luanga 16 y demuastran 43; pero en el mismo texto se encuentra
también ué, aunque en minoría: Uesca 9, 56, 59, y luego, vuestros,
pues, fuero. Uá aflora en el Valle de Tena (núm. 99, de 1318) con
buana 3, afruanta 9, sualta 12, frente a cuatro casos de ué. De Biescas
tenemos un solo documento (núm. 17, de 1270) que nos proporciona
buastra 19 y buanos 24, frente a puesca, afuero y acaso Aruex.
En el interior del área moderna de uá se encuentra todavía Bielsa
(partido judicial de Boltaña), cuyo único diploma, extenso aunque
tardío (núm. 113, de 1349) nos da hasta 47 casos de ué, pero ni
siquiera uno de uá. No podemos concluir de otro modo que no sea
señalando que la documentación medieval proveniente del área en la
cual uá se mantiene todavía hoy presenta un predominio total o aplas-
tante de ué, con la única excepción del diploma más antiguo de
Santa Cruz de la Serós.
Examinemos ahora los documentos de la franja que rodea por el
sur el área actual de uá. En Ansó (núms. 80, 117 y 126, respectiva-
mente de 1304, 1357 y 1370) y en Botaya (núm. 115, de 1351) no

20. Los nombres actuales de estas localidades son, respectivamente, Huesca, Banaguás, Sinués,
Araguás de Solano, Baraguás y Bernués.
21. Para esta palabra, muy poco común, cf. FEW, IX, 271, nota 55. Nuestro testimonio («III. es
puatos de oljo») confirma el catalán de 1149.

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encontramos más que ué; en Ena (núm. 106, de 1336) la única huella
de uá está en el topónimo Arbuas 10, hoy Arbués; en Sardas (núm.
112, de 1344), en el conocido quantra 42 y en el solitario deguallas
10, frente a 12 casos de ué.
Si pasamos del partido de Jaca al de Boltaña, ué no tiene com-
petidores en la cabeza de partido (núm. 146, de 1464), en Gistaín
(núm. 114, de 1350), en Santa Olaria (núm. 147, de 1476) ni en
Coscojuela de Sobrarbe (núm. 150, de 1495). En cambio, Matidero
(núm. 62, de 1289) nos proporciona varios 13 y Guarga 5 (éste es
todavía hoy el nombre del río que discurre por el Serrablo, donde se
encuentra Matidero), frente a dos casos de ué; Torruellola de la Plana,
en 1309, presenta un repetido afruanta y fuant (92.14, 16) frente a
dos casos de ué; el Valle del Serrablo, donde en 1306 (núm. 87) sólo
consta ué, incluso en Guerga 5, en 1342 ofrece Guarga (111.5, 21),
frente a dos casos de ué. Pasando del Serrablo a Sobrarbe, en Aínsa,
en 1292 (núm. 66) no se atestigua más que uá: afruanta (tres veces),
defuara, Arahuast, Puartholas; quince años después, en 1307 (núm.
90), hay equilibrio entre puarta (y Gruasa, topónimo) y luego; des-
pués, en 1310 (núm. 93) aparece juaues 1 (< i o v i s ) , y ningún caso
de ué, frente a un solo deguallas 25 en 1373 (núm. 123) y, en fin,
sólo ué (11 ejemplos) en 1373 (núm. 127). Idéntica es la situación en
el contiguo enclave de San Victorián: en 1305 (núm. 85) se registran
huauos 19 y fuara 44, así como Puartholas, frente a ninguna muestra
de ué; en 1311 (núm. 94) encontramos buanas 21 y mualas 33; pero
al final de la centuria, en la vecina localidad de Banastón, un poco
más al sudeste, un mismo notario escribe en 1380 (núm. 129) siete
veces ué, aunque también afruanta (dos veces) y buana, así como
Arahast al lado de Arahuest; no obstante, diez años más tarde (núm.
130, de 1390) conserva únicamente afruanta (tres veces) frente a
nueve casos de ué, entre los cuales se encuentra Arahuest, que ha
pasado de ser forma minoritaria a forma única. Finalmente, por los
mismos años (núm. 128, de 1374) Cortillas permite registrar un solo
afruanta 11 frente a media docena de casos de ué, entre los cuales
consta también Guerga.
Si nos alejamos ahora de los Pirineos, en Miranda (partido
de Sos) hallamos en 1266 (núm. 7) nuastros 7 y dana 4, 12, 16
(< d o m i n a ) 2 2 , así como Yuarduas y Aruasta, frente a nuestro,

22. Para na > a, cf. W. D. Elcock, De quelques affinités phonétiques, p. 46, nota.

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buen, buena, suegra. Ningún caso de uá, en cambio, se encuentra en


Urriés (núms. 16 y 18, de 1270 y 1271), donde se registra el poco
frecuente Uosca (16.4, 15).
Del partido de Ejea tenemos sólo un documento, el núm. 50
(1280), de Castejón de Valdejasa, que nos proporciona una decena de
ué, pero ningún caso seguro de uá.
Disponemos de 46 documentos de Huesca, que abarcan desde
1258 hasta 1369. En los primeros (núms. 1-3) consta solamente ué,
que es el único diptongo procedente de 6 tónica también en los
siete documentos del notario Miguel de Anzano (núms. 10, 11, 13,
14, 44, 45, 47, de 1266 a 1279). Bastante diferente es el panorama
que se infiere de los cuatro diplomas redactados por Pero Ramón
Pimparel entre 1264 y 1274: aquí encontramos 48 casos de uá (abual-
tas, buana(s), buanament, luago, muartos, nuastras(s), nuastros, puade,
suagra, Torual, Uasca, uuastra) y 47 casos de ué (aquerdo, buen,
-na, -nos, -ament, fuero, nueit, nuestro, puedan, puesca, sueldos, Ues-
ca, uueiten, uuerto(s), uuestro(s), uuey); en los restantes documentos,
la mayor parte de los últimos treinta años del siglo XIII, domina ué,
al que se opone sólo uá en dos diplomas de un mismo notario, García
Benayas: en el núm. 20 (1271) tenemos buana 3, 18, buanos 3, sualtas
27 y Uasca 5, 45, frente a buen 2, fuero 33, buenos 38 y Pucuel 11;
en el núm. 37 (1275), buanos 2 y dan 1 (< d o m i n a ) , frente afuero
17. En los diplomas de los otros notarios uá aparece escasamente:
núm. 21 (1271), Cristuaual 40; núm. 25 (1273), Anguas 10; núm. 26
(1273), Vuarga 34; núm. 36 (1275), Guarga 2 y Anguas 12; núm. 40
(1277), affruanta 10, luago 20, buana 40, frente a 15 casos de ué;
núm. 49 (1279), Xua 2; núm. 55 (1283), guana 25; núm. 59 (1287),
fruayto 18; núm. 60 (1287), muastras 16; núm. 68 (1293), Arascuas
12; núm. 69 (1293), Arasquas 32; núm. 82 (1304), muavan 39; núm.
88 (1306), vualta 6, puarta 7, Huatante 17 (en el núm. 63 el mismo
notario ofrecía sólo ué); núm. 97 (1314), quantra 22; núm. 102
(1326), huast 16. Como se observa, se trata en buena parte de nombres
de lugar (ocho casos frente a once).
Si nos referimos al partido de Huesca, en el vecino enclave de
Montearagón no tenemos ningún caso de uá. En Molinos, en 1277
(núm. 41), prevalece ué, pero se encuentran afruanta 7, 9, abualtas
34, uarta 2 y Aluart 11. En Panzano ué es el único diptongo en el
núm. 23 (1272), pero uá predomina en los tres diplomas del notario
Andreu (núms. 29, 30 y 43, de 1274 y 1278), que proporcionan

AFA-XLVI-XLVII 253
ALBERTO VÀRVARO

afruanta(n), buana, sualdos, vuastros, -a, (H)uasca y Uaso (en total


21 casos, frente a 16 de ué), es forma única en el más tardío núm.
100 (1321; siempre en topónimos: Uasca, Bascuas, Ruana) y aparece
todavía en el dudoso cuauanos (120.16), de 1360; sin embargo, en
los cuatro diplomas de Santa Cilia, que se encuentra en el mismo
ayuntamiento que Panzano, uá no aparece más que en la conocida
forma danna (35.6), mientras que abunda ué (observemos que estos
diplomas no son más tardíos, dado que el primero es de 1275 y el
último de 1306). No hallamos nada en Angüés (núm. 24, de 1272; el
nombre del pueblo está escrito con la variante Angos 29) y únicamente
topónimos en Liesa (núm. 77, de 1300): Bascuas 3, 16, 19 y Uasca
6, 12, 15. En Castejón de Arbaniés (núm. 56, de 1284) volvemos a
encontrar tanto Bascuas como Uasca, pero también buana 10 (frente
a nuestros 3 y Pueyo 1). En Bespén, finalmente, en 1275 (núm. 33)
uá se muestra muy resistente: cinco casos (buana, buastras, -os,
puada, puascan), frente a diez de ué.
Podríamos pensar que, según se va hacia el sur, uá disminuye,
pero no es así: en Miranda (partido de Sariñena) hallamos en 1299
(núm. 73) 11 casos de ué y hasta 25 de uá (buana, affruanta, huarta,
uassa, vuastros, -a(s) y Lobaruala) y en Alcubierre (ibíd.) no hay
más que uá (buanos, -a, luago).
En el partido de Barbastro, la capital ofrece un predominio de
uá en 1293 (núm. 67): luanga, muastren, puant, frente a fues y luengo,
pero sólo da casos de ué en 1337 (núm. 107). Los resultados son
semejantes en el territorio circundante: en 1279, en Huerta de Vero
(núm. 46), 16 casos de uá frente a tres de ué; en la vecina localidad
de Ponzano, cinco años después (núm. 57), sólo se registra Uarta
frente a 26 muestras de ué; en Naval, en 1292 (núm. 64), dos buana
y el topónimo Buara frente a cuatro ejemplos de ué; en La Perdiguera,
en 1299 (núm. 74), Uasca frente a dos casos de ué; en Abiego, en
1325 (núm. 101), únicamente huarta y Buara y ningún caso de ué.
Pero en los tres diplomas de Alquézar y de la vecina localidad de
Alberuela (núms. 103, 110 y 144, de 1327 a 1445) uá se encuentra
solamente en el habitual quantra (110.6).
De los materiales así allegados podemos extraer varias observa-
ciones. En primer lugar, es evidente que el área de uá, sea predomi-
nante o sólo ocasional, es en los siglos XIII-XV mucho más extensa
que en nuestros días, llegando incluso a superar los límites de la
actual provincia de Huesca por lo menos en Miranda (partido de

254 AFA-XLVI-XLVII
LA DIPTONGACIÓN DE O BREVE TÓNICA EN EL ALTO ARAGÓN

Sos); de ello deriva la confirmación de que uá está en constante


retroceso hasta el fin de la Edad Media bajo la presión de ué, cual-
quiera que sea la causa del prestigio de este último diptongo. Este
retroceso se infiere también claramente a partir de nuestros materiales,
si los consideramos en el eje del tiempo: piénsese en la diferencia
entre los testimonios de 1271 y los de 1300 de Santa Cruz de la
Serós; en la zona de Aínsa-San Victorián-Banastón, el momento de
equilibrio está representado por los primeros decenios del siglo XIV;
después ué predomina con claridad; lo mismo sucede en Barbastro
entre 1293 y 1337, excepto que aquí los datos de Ponzano y de
Naval (1284 y 1292) hacen pensar en un predominio más rápido de
ué. En la capital de Huesca uá tiene vitalidad, aunque únicamente en
la lengua de algunos notarios y no de otros, sólo hasta 1275; en los
mismos años también, en Panzano y en Santa Cilia algún que otro
notario prefiere uá. En conjunto, la decadencia de uá se muestra
más lenta hacia el este, a lo largo del río Cinca.
El panorama que deriva de nuestros materiales es, pues, sus-
tancialmente homogéneo y convincente. Pero, ¿hasta qué punto co-
rresponde al estado y a la evolución de la lengua hablada? ¿Hasta
qué punto, de otro modo, se adaptan los textos? No resulta fácil
responder. A negar una precisa correspondencia con la situación del
habla pueden impulsar dos consideraciones: es muy extraño que uá
falte por completo o casi por completo donde se conserva todavía
hoy, en los altos valles del Aragón Subordán (Hecho) y del Gállego
(Biescas y Panticosa) y en Jaca; de ello se infiere con claridad la
relación de los diplomas correspondientes no con el dialecto local,
sino con una variedad lingüística más urbana, impuesta a través de
los grandes centros (Zaragoza, Huesca, Jaca) y de los grandes mo-
nasterios (San Juan de la Peña, Montearagón) 2 3 ; además, si la deca-
dencia de uá entre los siglos XIII y XIV hubiera sido tan rápida
como se colige de los diplomas, no se podría entender cómo ha
logrado mantenerse, en parte, hasta hoy. Una prueba importante de
la relativa independencia entre los documentos y la lengua hablada
en las localidades en las que aquéllos son redactados procede del
examen de los diplomas de nuestra colección que pertenecen al par-
tido de Benabarre, el más oriental de la provincia de Huesca. Se
trata de los núms. 108 (1338) y 121 (1360), respectivamente de Pera-

23. Buena parte de nuestros documentos se refiere a estos monasterios y a los de Santa Cruz de
la Serós y San Victorián, y proviene de sus colecciones diplomáticas.

AFA-XLVI-XLVII 255
ALBERTO VÀRVARO

rrúa y Graus, localidades próximas al límite oriental de la diptonga-


ción de O tónica (que seguramente ha permanecido estable desde la
Edad Media hasta nuestros días) 24 . Ahora bien, en Perarrúa encon-
tramos vostres 4, 9, 12, confronta 7, bona 15, uostras 21, según la
modalidad lingüística catalana 25 ; en Graus, en cambio, apenas una
decena de quilómetros más al sur (y sólo veinte años más tarde)
hallamos únicamente ué: buen 16, buenas 31, hueyllos 32. La dis-
cordancia entre los dos textos no puede referirse a una diversidad en
la situación del habla, sino al predominio de distintas tradiciones
escriturarias.

No obstante, sería imprudente negar toda relación entre los datos


de la lengua notarial y la situación de la lengua hablada coetánea.
En principio, no debemos dejarnos engañar por la contraposición
entre escritura y habla, pues dicha rigidez es artificial: se trata sólo
de parcelas de una realidad lingüística compleja, aunque unitaria
(estamos muy lejos de la diglosia), en las cuales la presión de la
variedad más popular, que tiene a su favor el número, queda contra-
pesada por la presión de la variedad más esmerada, que goza de
mucho más prestigio; existe, sin embargo, una constante interrelación
entre todas las variedades de una misma comunidad; por este motivo
—incluso si la preferencia de los textos notariales por ué más que
por uá fuese valorada independientemente de la elección del habla—,
debería ser considerada como factor muy importante en la evolución
total del aragonés, en relación con su capacidad para impulsarla o,
por lo menos, acelerarla.

Esta consideración de carácter general queda confirmada por la


constatación de un evidente paralelismo entre el proceso diacrónico
de limitación topográfica y de reducción cuantitativa de nuestros
testimonios de uá y la evolución que ha llevado a la conservación de
una variante en otro tiempo común a León y Aragón, y frecuente en
ambas regiones, en los que hoy son reductos muy limitados. Este
paralelismo significa que los textos no pueden concebirse sin relación
con el habla, aun cuando es posible que haya habido una discor-
dancia temporal entre las dos evoluciones, en el sentido de que los
textos, gracias a su mayor uniformidad y homogeneidad, han

24. Cf. R. Menéndez Pidal, RFE, III (1916), pp. 83 y 78, y Orígenes, § 97.3, pp. 467-468; M.
Alvar, El dialecto aragonés, pp. 134-144.
25. Obsérvese, sin embargo, que de /e/ tenemos en el mismo texto quiero 19, tjenpos 21 y tjnpos
3, 5, así como el nombre de lugar Fontjallas, con el resultado más típico del altoaragonés.

256 AFA-XLVI-XLVII
LA DIPTONGACIÓN DE O BREVE TÓNICA EN EL ALTO ARAGÓN

podido generalizar la preferencia por ué antes que el habla y, por


ello, han podido favorecer su triunfo en todos los niveles.
A corroborar la hipótesis de una relación compleja entre evolu-
ción de la tradición escrituraria y evolución de la lengua hablada
ayuda la constatación de que la preferencia por ué no es indiscrimi-
nada, sino que atañe con diferente fuerza a palabras distintas. Un
término como fuero, siempre unido al poder real y, por consiguiente,
al modelo lingüístico de Zaragoza, no aparece nunca con uá y una
sola vez encontramos sualdos (30.20) 2 6 . Opuesto es el caso de los
topónimos, que como siempre sucede, son más resistentes y, a me-
nudo, conservan uá hasta hoy, según se ha podido observar; tras
éstos, la forma en retirada abunda entre los términos de uso muy
frecuente en la lengua común, como buano, nuastro, vuastro, o rela-
cionados con usos exclusivamente locales, como degualla 'pena im-
puesta por entrar el ganado en campos ajenos' 2 7 , usos que pueden
ser también notariales, como en el caso del verbo afruenta(n) 28 . La
infiltración de ué es, en resumen, selectiva, como siempre ocurre en
los procesos reales de evolución lingüística y todavía hoy se com-
prueba en el interior del área residual de uá29.
Los casos que acabamos de referir se explican a través de con-
sideraciones, ya de frecuencia de uso, ya de nivel sociocultural de
cada término. Efectivamente, nos inclinamos a pensar que el diptongo
podría realizarse indiferentemente como [wá] o como [wé], pero que
entre las dos realizaciones habrían de advertirse diferencias de nivel,
más popular la primera, más urbana la segunda. Para explicar la
situación de los textos en los cuales uá y ué se presentan simultá-
neamente es necesario, por consiguiente, recurrir a la suposición de
una escasa conciencia o, por lo menos, intencionalidad estilística de
los redactores; pero no es seguro que sea así. Si, de hecho, no hay
duda de que un notario no tiene en cuenta todos los matices de su
lengua en relación con unas determinadas consecuencias, también

26. Muy frecuentemente abreviado como sol., forma que no nos dice nada. Lógicamente, no
hemos tenido en cuenta las formas abreviadas, que T. Navarro Tomás resuelve, en lo que concierne al
diptongo procedente de O, con una cierta falta de sistematicidad (ué también aparece en diplomas en
los que predomina uá, y viceversa).
27. Cf. degoillar 'cortar el cuello a una bestia o más de las que entran en los vedados y hacen
daño' (G. Tilander, Vidal Mayor, Lund, vol. III, 1957, p. 87).
28. Todos los testimonios medievales de esta acepción ('lindar, confinar') registrados en el
nuevo Diccionario Histórico de la Real Academia Española (vol. I, p. 936) son aragoneses, con la
excepción del primero (Vic, año 888) y de una cita de la General Estoria de Alfonso X.
29. Cf. la nota de D. Alonso en W. von Wartburg, Problemas y métodos de la Lingüística,
Madrid, 1951, p. 37, nota.

AFA-XLVI-XLVII 257
ALBERTO VÀRVARO

es cierto que pocas veces una tradición escrituraria es tan rígida y


constrictiva como la notarial, en la cual cada desviación parece ab-
surdamente intencional y se admite un margen de variabilidad úni-
camente porque es del todo indiferente. En resumen, es verosímil
que, por lo menos, donde las dos soluciones se hallan equilibradas,
en realidad sean para el redactor del todo equivalentes, incluso desde
el punto de vista estilístico, y éste no advierta en ellas ninguna con-
notación especial 30 . Esta hipótesis parece confirmada por los diplomas
que ofrecen las dos formas para un mismo topónimo, como ocurre
en Arahuast ~ Arahuest en el núm. 129, en Banahuas ~ Banahues
en el núm. 104, en Uasca ~ Uesca en el número 28.

De cualquier modo que sea, parece claro que la distribución de


uá y de ué no está determinada sólo por una razón estilística: al
disponer de dos variantes del mismo fonema, la lengua ha intentado
aprovecharlas económicamente, condicionando su distribución. Esto
resulta evidente a partir de ejemplos como: «en mi buen sen et31 en
mi buana memoria» (12.2); «de buen coraçon et de buana volontat»
(12.67-68; 20.2-3; 46.2-3; 64.2; 99.3-4); «a todas buastras cosas e
bienes buestros» (33.22-23); «por luengo vssage et por luanga cos-
tupne» (67.26-27); «El huerto yes en la huarta de Pisa» (73.23-24).
Es evidente que se registra uá cuando la palabra termina en -a, ué
cuando la vocal final es -o o, sea como fuere, la palabra es masculina;
es decir, se aplica una armonización entre la vocal tónica y la vocal
final 32 . El examen de nuestro material muestra que la mayor parte
de los testimonios de uá obedece a esta armonización. En el diploma
núm. 46 tenemos buenos 3, pero buana 3 y 29 (y nunca buena); en
el núm. 73, uuestro 57, pero vuastra(s) 10, 62, 64, 65, 66, 67 (también
se registra vuastros 10, 49, 68, pero no vuestra); en el núm. 76
siempre vuestros, pero vuastra; en el núm. 119 huertos, pero huarta.
En un diploma como el núm. 73, todos los términos con uá son
femeninos y todos los que ofrecen ué son masculinos; en el núm. 76
sólo Huesca deja de cumplir la armonización, que es total, en cambio,
en el núm. 99; en el núm. 46, a uá corresponde una vocal final a

30. No hay que olvidar que tanto uá como ué eran autóctonos, de manera que la connotación
popular del primero no es originaria, sino una consecuencia del triunfo de ué.
31. Represento así el signo tironiano.
32. Este fenómeno ya fue advertido por J. Corominas al reseñar el libro de T. Navarro Tomás
(en NRFH, XII (1958), pp. 65-75, en la p. 70). El estudioso, que afirma haber observado la misma
armonización en la toponimia del Valle del Isábena y en algunas localidades de la Alta Ribagorza,
considera que aparece uá en correspondencia con las formas latinas -A y -O, ué en correspondencia
con -U, -I, -E.

258 AFA-XLVI-XLVII
LA DIPTONGACIÓN DE O BREVE TÓNICA EN EL ALTO ARAGÓN

en nuastros 4 y vuastros 30, mientras que los tres casos de ué se


registran en términos masculinos.
Surge la sospecha de que la armonización esté, sin más, en el
origen de la duplicidad de realizaciones del diptongo, pero no nos
parece que esta hipótesis pueda apoyarse en los datos por nosotros
conocidos 33, por lo que nos inclinamos a creer que la lengua trató de
transformar dos variantes libres en variantes condicionadas, para utilizar
más racionalmente las disponibilidades determinadas por la evolución
fonética local y por el cruce de tradiciones estilísticas y textuales. En
todo caso, la armonización no consiguió imponerse completamente,
arruinada o favorecida por el triunfo de ué, que debilitó la situación
de uá, y constituye una de tantas leyes fonéticas malogradas, de las
cuales hay abundantes muestras en la historia de las lenguas, a las que
los lingüistas, demasiado frecuentemente, no prestan la debida atención.
El factor que, más que ningún otro, determinó el éxito de ué
parece, a simple vista, el prestigio de la modalidad lingüística caste-
llana, en la cual —como se ha dicho— ué no tiene competidores 34.
Si consideramos aisladamente la suerte de los resultados de O tónica,
esta explicación puede parecer ajustada, pero es necesario que los
fenómenos lingüísticos sean considerados siempre en su contexto.
La alternancia uá ~ ué no es el único caso a través del cual la
norma castellana se opone total o parcialmente a la variedad altoara-
gonesa: baste pensar en los resultados -it- ~ -ch-, pl-, cl-, fl- ~

33. De hecho, de las formas más antiguas reunidas por R. Menéndez Pidal, Orígenes, § 23.4, y
por M. Alvar, «Vocalismo romance en documentos aragoneses escritos en latín notarial (1035-1134)»,
Studi si cercetari lingvistice, XI (1960), pp. 317-335, únicamente diez proceden de formas que poseen
-A, -O (Abuaska, Albaruala, Arruasta, duanna, Duannos, Nimba, nuava, quamo, Quarnas, spuanna),
mientras que por lo menos dieciséis no respetan la armonización (Adelbuani, Alasquarre, Amarguane,
Anguasse, Araguasse, Arascuasse, Biasuassi, duanne, Eldebuane, Fuanti, Galluasse, Isuarre, Laguarres,
Morquarlo, Nauasquassi, Uanaguasse). En los ejemplos modernos proporcionados por A. Kuhn, Der
Hocharagonesische Dialekt, p. 65 y sigs., y por W. D. Elcock, De quelques affinités phonétiques, p.
133, más de la mitad (buano, encaramuallo, frande, fuago, fuande, nuaz, plave, puande) no respetan la
armonización. Si ahora examinamos el uso del notario Ramón Pimparel, del cual poseemos cuatro
diplomas (núms. 6, 9, 12 y 28, de 1264 a 1274; son, pues, textos bastante antiguos) en los cuales
abundan tanto ue como ua, encontraremos unos cuantos casos de armonización no respetada, no sólo
por la presencia de ue donde debería atestiguarse ua (buena, buenament, buenos, nuestros, puedan,
puesca, sueldos, uuertos), sino también de ua donde esperaríamos ue (puade). En tanto que no se
produzcan datos nuevos y más ricos, no nos parece, pues, posible afirmar que la armonización sea
originaria, y preferimos pensar que se trata de una tendencia, probablemente activa sólo durante los
siglos XIII-XIV; no resulta posible, por consiguiente, atenerse a los finales latinos (por lo demás es,
cuando menos, dudoso que en Aragón -O y -U fuesen aún diferentes en el momento en el que actúa la
diptongación de O breve tónica), aunque hablaremos de tendencia a preferir ua cuando la vocal final
romance es a.
34. «En la competencia entre tales variantes, los notarios daban preferencia a aquellas formas
que no sólo eran corrientes en el resto del territorio aragonés, sino que coincidían además con el uso
castellano» (T. Navarro Tomás, Documentos, p. IX).

AFA-XLVI-XLVII 259
ALBERTO VÀRVARO

ll-, - l l - ~ -j-, para los cuales las soluciones dadas como originarias
no son propias únicamente del Alto Aragón, sino de toda la región.
Por más que sea cierto que la presión de la variedad castellana haya
podido hacer mella de manera no uniforme, de acuerdo con las espe-
cíficas condiciones de cada oposición 35 , no carece de significado
que la solución ch de CT no aparezca más que en 1476 (núm. 148) 3 6
y que los otros dos resultados castellanos sean completamente des-
conocidos en nuestros textos. Si es cierto que el éxito definitivo de
ué en los textos altoaragoneses puede datarse en los primeros decenios
del siglo XIV, ¿cómo es —si ello se debe a la influencia de la varie-
dad castellana— que hace falta esperar entre 150 y 200 años antes
de que se impongan -ch-, ll- y -j-?37. No creo que sea suficiente
responder que ué no era extraño ya en los orígenes del aragonés,
aunque este hecho haya facilitado ciertamente su predominio.
El área altoaragonesa se caracteriza hoy, además de por la re-
sistencia de uá, por otros rasgos fonéticos muy relevantes, sobre
todo la conservación de las oclusivas sordas en posición intervocálica
y la lenición de las mismas consonantes tras líquida y nasal, fenó-
menos que en la Romanía Occidental no encuentran paralelo 38. Vea-
mos, pues, qué dicen en este sentido nuestros diplomas.

35. Como expresamente ha advertido para el Fuero de Teruel Y. Malkiel (Language, XXI (1955),
pp. 274-275). Sobre la base de los inventarios aragoneses publicados por M. Serrano y Sanz, B. Pottier
ha intentado fechar el tránsito de la modalidad aragonesa a la modalidad castellana a través de varios
fenómenos fonéticos: cf. «L'évolution de la langue aragonaise à la fin du Moyen Âge», BHi, LIV
(1952), pp. 184-199.
36. En el núm. 148 encontramos dicha 6, dichas 28, dicho 19, 28, 33, drecho 32, fecha 34,
sobredicho 23, susosdichas 25, pero también cuytellero 4, dita 18, 20, 28, dito 21, 31, 32, muytas 17,
34, sobredito 30. Según los datos de B. Pottier, -ch- sustituye a -it- entre 1468 y 1480 (L'évolution de
la langue aragonaise, p. 189); para M. Alvar (El dialecto aragonés, § 93, p. 191) en Zaragoza ch
aparece esporádicamente desde 1452 y predomina desde 1480-1481; más tarde (Documentos de Jaca,
Zaragoza, 1960, § 28.2), M. Alvar ha documentado -ch- en Jaca, esporádicamente, desde 1435.
37. En realidad, ll- no aparece hasta 1497 (B. Pottier, L'évolution de la langue aragonaise, p.
190), -j- por -ll- algún año antes (ibíd., p. 191); según M. Alvar, -j- lucha con -ll- en Zaragoza desde
1475 y predomina desde 1518 (El dialecto aragonés, § 95, p. 192).
38. Ambos fenómenos fueron observados en 1913 por J. Saroïhandy («Vestiges de phonétique
ibérienne en territoire roman», Revue International des Études Basques, VII (1913), pp. 475-497,
traducido en AFA, VIII-IX (1956-1957), pp. 181-199) y estudiados posteriormente por G. Rohlfs (Le
gascon, § 22, pp. 72-76) y por A. Kuhn (Der Hocharagonesische Dialekt, § 21, pp. 70-72) y, finalmente,
por W.D. Elcock, De quelques affinités phonétiques. Cf. también, para la conservación de las oclusivas,
M. Alvar, El dialecto aragonés, pp. 172-176, y los mapas 22, 30, 55, 61, 65 y 67 del ALPI. Más rica es
la bibliografía sobre la lenición tras nasal o líquida, que R. Menéndez Pidal ha relacionado con una
colonización de origen osco (Orígenes, § 55, y ELH, I, pp. LXXIII-LXXIV). Además de los trabajos de
J. Saroíhandy, G. Rohlfs, A Kuhn, W. D. Elcock. cf. E. de Bustos Tovar, Estudios sobre asimilación y
disimilación en el iberorrománico, Madrid, 1960, pp. 100-102; D. Alonso, La fragmentación fonética
peninsular, Madrid, 1962, pp. 137-138. Sobre este tema, informa también F. H. Jungemann, La teoría
del sustrato y los dialectos hispano-romances y gascones, Madrid, 1955, pp. 227-272. El área del
fenómeno está delimitada en el mapa 4 de A. Kuhn, en el de Orígenes, pp. 464-465, pero sobre todo
en el rico conjunto cartográfico del libro de W. D. Elcock (cf. también M. Alvar, El dialecto aragonés,
pp. 174 y 186, y A. Zamora Vicente, Dialectología española, p. 179).

260 AFA-XLVI-XLVII
LA DIPTONGACIÓN DE O BREVE TÓNICA EN EL ALTO ARAGÓN

De la conservación de las sordas hallamos unos cuantos


ejemplos: alcoton 45.36 (pero cf. DCELC, I, p. 122); el conocido
(cf. DCELC, I, p. 503) botiga 148.9, 12, 13; caparina 64.8 (pero en
el mismo texto también se registra cabanna, hasta siete veces);
caxico(s) 80.33, 34, 37 'encina' (cf. DCELC, III, pp. 939-942);
çiutat 48.6; ciutadano(s) 1.11; 36.3, 9, 46, 48; deuta 19.27; dona-
tiuos 140.25 (cf. donadío en el DCELC, II, p. 188); entratas 3.15;
exitas 3.15; fenata («que afruanta... a la fenata de canpo de Sancha
Sase» 128.12; «et dali avant por la fenata, entro al barranco de la
fuent dios» 128.17), un derivado de f e n u m que hay que cotejar
con el testimonio aragonés fenal 'prado' 3 9 y que probablemente tiene
el mismo significado; heretat 3.7, 12, 18, 21, 27, 30; 40.25; lecos
7.3, 9, de l a i c u ; locar 8.22, de l o c a l e (cf. cast. logar); moneta
10.30; 35.8; 42.16; 46.29; njcuna 17.7, de n e c u n a ; pacada 17.28;
paco 80.27 y 95.10 'vertiente septentrional de una montaña', de
o p a c u 4 0 ; patouiença («por darnos algunas entradas et patouienças
pora nuestros guanados grosos et menudos» 149.13-14; otros ejemplos
en las líneas 38, 43, 68, 79 del mismo texto), que puede cotejarse con
el provenzal padoensa (Lévy, Prov. Suppl.-Wbch., VI, pp. 6-7)
y relacionarse con p a t e n t i a según el DCELC, III, p. 691, con
una base gala *Patu- según el FEW, VIII, 51 a, donde consta explícita-
mente su limitación en el área galorrománica, al territorio gascón 41 ;
paretes 104.70; sabato 81.1; sarrato («hotro canpo in sarrato de La-
nanera, que afruenta in sarrato de Llananera et in canpo de Pedro
Gascon et de Maria Columma» 23.10-12; otros ejemplos en 103.14 y
149.10, 34, 41, 45), acuñado sobre s e r r a 4 2 ; secoridat 42.18; secundo
13.30; 19.31; 20.8 4 3 (secunt 57.35); seguir 22.25; tota 35.14 (cf.
toda ya en 35.15) y totos 101.4; trico 17.12, de t r i t i c u ; vites

39. Cf. A. Kuhn, Der Hocharagonesische Dialekt, pp. 30 y 191. Encuentro, sin embargo, fenata
'gran montón de heno, no seco del todo' (Aurillac) en L. Alibert, Dictionnaire occitan-français, Toulouse,
1966, p. 396, y fenado 'sembrado' en el ms. O del Libro de Alexandre, de 1253 aproximadamente
(edición de R. S. Wills jr., París, 1934, p. 251; en el manuscrito P, 1394c, se lee cuajado). Para el sufijo
- a t a en Aragón, cf. M. Alvar, El dialecto aragonés, pp. 264-265, y A. Kuhn, Der Hocharagonesische
Dialekt, § 54, pp. 173-176 (frecuentemente tiene valor colectivo).
40. Cf. W. D. Elcock, De quelques affinités phonétiques, p. 96 y mapa 16; A. Kuhn, Der Hocha-
ragonesische Dialekt, p. 197; G. Rohlfs, Le gascon, § 364; FEW, VII, 357b-358a; M. Alvar, El dialecto
aragonés, §§ 37, 87 y 207, pp. 63, 175 y 311, y mapa 18, así como AFA, VIII-IX (1956-1957), p. 12.
41. Se trata, por lo tanto, de un ejemplo de concordancia léxica entre el gascón y el aragonés, que
ha de añadirse a los estudiados por G. Rohlfs, Le gascon, p. 32 y sigs., y por A. Kuhn, «Der lateinische
Wortschatz zwischen Garonne und Ebro», ZRPh, LVII (1937), pp. 326-365.
42. Cf. W. D. Elcock, De quelques affinités phonétiques, pp. 37-38, también para la forma sarr-
(para la cual, cf. asimismo G. Haensch, «Las hablas de la Alta Ribagorza (II)», AFA, XII-XIII (1961-
1962), pp. 117-250, en la p. 219); G. Rohlfs, Le gascon, § 366; M. Alvar, El dialecto aragonés, p. 175
(ejemplos de la toponimia).
43. Cf. M. Morreale, AFA, XII-XIII (1961-1962), p. 15.

AFA-XLVI-XLVII 261
ALBERTO VÀRVARO

104.71 44. Algunos de estos casos han de ser simples latinismos, como
es evidente en constituidos 145.5; dalmaticas 8.8; 45.22; 120.31,
38; decreto 19.53; loco 143.1; populata 3.13, 25; posterita 62.12,
15 45; procuratorio 114.4; spiritu 145.78; trebuto 3.19, 20, y treuuto
78.6, 21, 23; vnjuersjatat 80.6. Quedan todavía por citar el muy
frecuente mitat (20.24, 25; 29.8; 34.13, 16, 28, 47; 48.27; 56.5;
85.23, 24, 100.5), que es, sin embargo, un caso aislado (cf. Orí-
genes, pp. 265-270), alguna palabra de origen incierto, donde
probablemente la oclusiva sorda es sólo gráfica 46 y, en fin, algún
caso que hay que comentar aparte 47 . No faltan las ultracorrec-
ciones, como boco («a hun boco, siquiere piedra» 149.26 y, de nuevo,
en 149.27, 32; en el mismo texto aparece más veces buega(s),
nunca buego) 'mojón', que procede de un prerromano *boga, va-
riante de muga48, o estaplesco 97.4 y estaplimos 96.28, oblicamos
103.25, puplica(s) 23.9; 29.8, 10; 43.7, tal vez alcayte 65.16 y, al
contrario, caba 45.27 por capa íd., tal vez çabatero 97.23 49 , certefi-
gados 103.7, dido 33.58, de d i c t u , habidant(es) 124.14; 131.8, 12,
publigo, -a, muy frecuente (6.45; 20.45; 21.11, 43; 22.38; 23.26;
25.35; 28.211; 29.39; 30.35; 31.7, 8, 34, 36; 32.6, etc.; 97.2, etc.),
robas 139.9, 13, 32, 38 (pero cf. la nota 43) y, en fin, con las dos
soluciones, pupligo 76.97. Entre los topónimos podemos estar seguros
de hallarnos ante la conservación de la sorda en Donato 43.3, 5,
Forato 149.44 50 , Foratatuero 149.40 51 , Localbo 37.18, de l o c u
albu, Penna lata 20.6, de p i n n a l a t a , Tayllata 39.24, 26, Uala-
brica 4.11, 12, compuesto mediante el celta briga52 y, por consi-
guiente, ultracorrecto, y tal vez Samitier 59.24, si procede de s a n c t u

44. Roparia 'saqueo' (116.12) es, en fin, ejemplo del frecuente cruce entre robar y ropa (cf.
DCELC, IV, pp. 40-41).
45. Según el DCELC, III, p. 860, se atestiguaría únicamente desde principios del siglo XVII.
46. Es decir, encontramos c por ç: mocossos 102.44 y peljcaria 115.12 (se trata de un barrio de
Huesca: «las quales casas son setiadas en la peljcaria»; cf. en un documento de Zaragoza de 1143:
«una tenda qui est in illa Pellizaria» (en M. Alvar, Textos hispánicos dialectales, Madrid, 1960, núm.
CLXXXV, línea 3).
47. Así, la africada sorda en lugar de la sonora consta en monche(s) 119.4, 36, y pontache
113.41, 58 (pero pontage en 113.107, 110, etc.), y el fenómeno inverso en bagiler 127.4 y, en posición
inicial, en gico 113.61, 120; finalmente, cordos por gordos en 112.14.
48. Cf. G. Rohlfs, Le gascon, § 63, p. 28; para m > b, cf. A. Kuhn, Der Hocharagonesische
Dialekt, § 26, pp. 98-99.
49. Pero cf. catalán y provenzal sabata, francés savate e italiano ciabatta. La etimología se
desconoce. Cf. el DCELC, IV, pp. 832-835; O. Bloch-W. von Wartburg, Dictionnaire étymologique de
la langue française, París, 1964, p. 576.
50. Cf. A. Kuhn, Der Hocharagonesische Dialekt, p. 176; W. D. Elcock, De quelques affinités
phonétiques, pp. 42-43, y «Toponimia del Valle de Tena», AFA, XII-XIII (1961-1962), p. 311.
51. Cf. Foratata en M. Alvar, El dialecto aragonés, pp. 63 y 91; para el sufijo, cf. W. D.
Elcock, De quelques affinités phonétiques, pp. 45-48, y M. Alvar, ibíd., pp. 280-281.
52. R. Menéndez Pidal, Toponimia, p. 214, cita el topónimo francés Vallabrégues (Gard) <
Valabrica; en la Ribagorza hay un Ballabriga que podría corresponder a nuestra localidad.

262 AFA-XLVI-XLVII
LA DIPTONGACIÓN DE O BREVE TÓNICA EN EL ALTO ARAGÓN

E m e t e r i u 5 3 . Entre los nombres de persona menciono Michell 80.5,


6, Boneta 56.25, Tarllata 20.41, y el frecuente Petro 23.3, 11; 30.31;
35.29; 43.24; 104.62; 146.36 (en este texto también Pedro); 150.4,
etc. ( y Petrico 142.19, 37, 40).

Bastante distinto es el caso de la sonorización de las oclusivas


sordas tras nasal o líquida. De este fenómeno, cuya antigüedad, por
lo demás, es discutida 54 , no tenemos más testimonios que esplungas
112.30 y el topónimo (e)Spelunguera 126.4, 23, 27, 33, de
s p e l u n c a 5 5 , la ultracorrección don(na) Alta bella 38.54, 67, 70, y
el poco convincente ensemple 33.61, de i n s i m u l 5 6 .

La conclusión me parece evidente: cuando tenemos (como en el


caso de -it- o de pl-, cl-, fl-) una solución común a toda el área
aragonesa que se opone a una solución castellana, entonces la resis-
tencia de la solución autóctona es muy tenaz y decae sólo hacia
finales del siglo XV; si, en cambio, la solución autóctona es exclusi-
vamente altoaragonesa y se encuentra ante un competidor que es
común al resto de Aragón y a Castilla (como en el caso de uá y de la
conservación de las sordas), entonces la solución local aflora más o
menos tímidamente durante un largo período de tiempo, pero no es
nunca dominante, o no aflora casi nunca si no tiene el apoyo del
latín (como en el caso de la lenición tras nasal o líquida). No es,
pues, el prestigio del castellano el que se impone a los rasgos locales
de los textos altoaragoneses, sino el modelo de los textos aragoneses
centrales.

Por lo demás, la confirmación nos viene, en el caso específico


de nuestro diptongo, por el comportamiento de nuestros textos en
la única situación en la que también el aragonés de Zaragoza se

53. Acaso el Sancti Emiterii del cual era señor en 1062 un Lope Garçez (M. Alvar, Textos
hispánicos dialectales, núm. CLXXI, línea 29). No estoy seguro de los étimos de Açanetha 38.56, 59;
Arriatiello 149.61, 71, 77 (cf. «in loco qui dicitur Ariatallo», en R. Menéndez Pidal, Crestomatía del
español medieval, Madrid, 1965, vol. I, p. 61: 13.II.2); Ezeto 149.5, 37, 45; Latras 77.17, 26; 100.9;
Lauata (hoy Labata) 4.7; 21.6, 37; 25.35; 26.36; 27.48; 49.46; 52.7; 91.23; Orlato 62.6, 7, etc.; Sebluco
54.3, etc.
54. D. Alonso (La fragmentación fonética peninsular, p. 137 y nota 395) duda de muchos de los
ejemplos recogidos en Orígenes, § 55.2-4.
55. En nuestros textos se atestigua asimismo spluga 92.17 (' * s p e l u c a ) , voz para la que puede
acudirse a W. D. Elcock, De quelques affinités phonétiques, p. 93. Tal vez spuca 92.17 sea una forma
con oclusiva conservada y con omisión fortuita de l.
56. Es el único ejemplo citado por J. Corominas en NRFH, XII (1958), p. 73; pero cf. K. Baldinger,
«Die hyperkorrekten Formen als Konsequenz der Scripta im Altgaskonischen», Romanica. Festschrift
für G. Rohlfs, Halle, 1958, pp. 57-75, en la p. 72.

AFA-XLVI-XLVII 263
ALBERTO VÀRVARO

opone al castellano: delante de yod el primero diptonga normalmente,


el segundo no. Ahora bien, los documentos nos ofrecen para
a d d u c t u la ultracorrección adueyto 59.14, 19, adueyta 60.10; para
f r u c t u la ultracorrección frueytos 10.22 y también fruayto 59.18
(donde acaso la a ha sido tachada) 57 , para h o d i e uuey 12.70, para
n o c t e nueit 12.23, 40, nuejt 119.38, nueyt(es) 130.41, 45; 137.8;
138.11 (o las formas reducidas nuet 136.9, nuyt 112.29, nuytes 112.20,
22, 23; añádase transnuytar 75.32) 5 8 ; para o c u l u vuellos 22.25;
60.18, vuellyos 82.25, hueyllos 105.21; 121.32; 126.14, huello 148.16
y guellyos 128.10; para o c t o hueyto 86.13; 131.2, hueycto 95.6,
veyto 14.13 (a los cuales hay que añadir uueiten 28.27, 43, 60, 96,
114, hoiten 46.19, huytanta 125.5); para p o d i u pueyo 57.7, 9, 13,
15, 16, 20, 26; 149.10, 35 (y como topónimo en 41.37; 48.2, 39;
86.22, 23; 99.26; 104.59; 124.14; 129.11, 49; 130.26; 149.26; 150.4,
etc.) y Puey 149.35, 42 (a los cuales se añade el verbo pueye 86.14).
A esta lista se agregan probablemente el topónimo Brueyllo 64.19 y,
más difícilmente, Puya quello 41.7. Como se observa, en todos los
casos nuestros documentos siguen el modelo aragonés y no el
castellano.

Resulta así probado fuera de toda duda que el predominio de ué


en nuestros textos no se debe al prestigio del modelo lingüístico
castellano, sino al de los textos en aragonés común, difundidos desde
Zaragoza. El paralelismo entre los dos desarrollos y su compleja
relación permiten afirmar que también la retirada de uá en el habla
se debe a la influencia de los grandes centros regionales 5 9 , En reali-
dad, por consiguiente, no hallamos una influencia primero débil, des-
pués cada vez más fuerte, finalmente dominante del modelo castellano
sobre cada variedad local, sino una progresiva estandarización de
las variedades locales bajo la presión de modelos regionales, los
cuales, a su vez, están sujetos a la influencia recíproca y sobre todo
a la siempre más intensa de la lengua literaria y, por tanto, del caste-

57. J. Corominas, ibíd., p. 72, considera estas formas ultracorrecciones, pero el caso es normal
incluso en el dialecto actual: cf. A. Kuhn, Der Hocharagonesische Dialekt, p. 26; M. Alvar, El habla
del Campo de Jaca, Salamanca, 1948, § 6; P. González Guzmán, El habla viva del Valle de Aragüés,
Zaragoza, 1953, p. 43. R. Menéndez Pidal, Orígenes, p. 140, señala que la yod debía impedir la
excesiva abertura (hasta a) del elemento tónico del triptongo; de hecho, nuestro fruayto es un caso
absolutamente aislado.
58. Para la reducción aragonesa uei > ui, cf. Orígenes, § 25.2, p. 140; A. Kuhn, Der Hocha-
ragonesische Dialekt, p. 14; B. Pottier, AFA, II (1947), p. 99; J. Corominas, NRFH, XII (1958), p. 72,
nota 55.
59. Como tales deben ser considerados no sólo los centros políticos y administrativos (Zaragoza,
Huesca, Jaca), sino también los grandes monasterios, de San Juan de la Peña a San Victorián.

264 AFA-XLVI-XLVII
LA DIPTONGACIÓN DE O BREVE TÓNICA EN EL ALTO ARAGÓN

llano 60; de ello deriva una ulterior estandarización en el nivel de los


textos regionales, que en una segunda etapa repercute sobre las va-
riedades locales, las cuales acaban subordinadas a éstos. Dicho com-
plejo proceso sucede en el nivel de la lengua hablada. En ambos
niveles no se puede excluir que, en un determinado momento, el
modelo nacional no tenga ya necesidad, para penetrar hasta las va-
riedades locales, del canal abierto por los modelos regionales y pueda
operar directamente; esta influencia directa debe hacerse operativa
en el nivel del habla muy tarde, dependiendo, en resumidas cuentas,
de la disponibilidad de medios de comunicación de masas, pero bas-
tante rápidamente en el nivel de la lengua escrita, de modo especial
en la más intencionalmente literaria; en cualquier caso, sin embargo,
esta problemática rebasa los límites que en nuestra investigación
nos vienen impuestos por el material utilizado, en cuyo ámbito una
clara desviación cronológica respecto a la situación lingüística de
Zaragoza 6 1 confirma la mediación de los textos regionales*.

60. Piénsese en lo que ocurre hoy entre aragonés y vasco: «En tiempos recientes, la emigración
y la industrialización han apresurado el retroceso del vasco hacia la población de los valles; ello
conduce a la adopción de préstamos, a la adaptación del sistema fonético y del vocabulario, a formas
híbridas... Pero lo que es más importante: se considera como sustitución para el vasco que desaparece
la variedad más próxima de carácter popular y ésta es (por otro lado, fuertemente castellanizada ya) la
aragonesa, de manera que, en su núcleo originario, luchando por su supervivencia frente a la lengua
escrita, en la zona occidental no sólo rivaliza con ella, sino que, además de rivalizar con éxito, incluso
se expande hacia el área del vasco» (A. Kuhn, Die romanische Sprachen, p. 399) [texto alemán en el
original].
61. Cf. más arriba las notas 36 y 37.
* Alberto Varvaro publicó este trabajo, con el título de «Dallo scritto al parlato: il dittongamento
di O breve tonica nell'Alta Aragona» en Atti del Convegno di studi su lingua parlata e lingua scritta.
Bollettino del Centro di studi filologici e linguistici siciliani, XI (1970), pp. 480-497; después apareció
en La parola nel tempo. Lingua, società e storia (recopilación de artículos del autor), Bolonia, II
Mulino, 1984, pp. 187-204; de esta última publicación procede el original que se ha tenido en cuenta
para la traducción que ahora ve la luz en las páginas del Archivo de Filología Aragonesa, la cual ha
sido realizada por José M.ª Enguita Utrilla, quien expresa su agradecimiento por la ayuda recibida a
Luciana Collu y, para los textos en alemán, a Carlos Jordán.

AFA-XLVI-XLVII 265

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