Discurso y Poder
Discurso y Poder
(México)
Hay cosas que sólo hacemos y cosas que hacemos. Es decir, muchas de ellas sólo las
hacemos por inercia, sin sentido, sea por manía o por costumbre y que se han vuelto
rutinas y rituales que difícilmente modificamos. Otras, las hacemos porque “tiene un
sentido hacerlas”, como escuchar tu música favorita, leer un libro, convivir con tus
amigos, ver una película o comunicar algo de suma importancia a otra persona; por lo
tanto, no “sólo hacer” sino “hacer” está revestido de una intencionalidad, de un
propósito o de una meta que nos lleva a ejecutar la acción.
Es así que con base en este razonamiento, y a través de la lectura de Discurso y Poder de
Teun A. Van Dijk,[1] concibo el discurso como el “hacer”, siempre lleno de acciones. De
hecho, usar el lenguaje en un contexto determinado por propósitos comunicativos está
siempre asociado a actos como expresar, informar, explicar, pedir, suplicar; pero también
puede ser para persuadir, acusar, prometer, advertir, ordenar, manipular y hasta
controlar; esto es, hacer que otros actúen (o no actúen) como deseamos. Sin embargo,
quienes tienen el control del discurso, en especial maestros, políticos o periodistas no lo
utilizan como una herramienta para buscar un bien común; por el contrario, lo ejercen en
beneficio propio y en contra de los sujetos controlados.
A Teun A. Van Dijk le preocupa la manera en que se ha tratado el discurso. Una ha sido
desde la Pragmática, visto desde una perspectiva filosófica y lingüística, considerando los
actos de habla en términos más bien teóricos. En las siguientes líneas mencionaré cómo el
autor nos habla del discurso como una reproducción del poder, y en especial del abuso del
poder, con la intención de reflexionar sobre el “hacer” docente, ya que finalmente en el
aula quien tiene el control del discurso es el maestro y es él quien debe reconocer la línea
tan delgada que divide el hacer buen uso del poder o abusar de él.
Van Dijk funda un movimiento intelectual interesado en el Estudio Crítico del Discurso
(ECD), por medio del cual desarrolla una investigación razonada sobre el discurso desde el
modo en que el abuso del poder social, el domino y la desigualdad, son practicados,
reproducidos y, en ocasiones, combatidos, por los textos y el habla en el contexto social y
político. El propósito de dicho movimiento es contribuir de manera efectiva en contra de
la desigualdad social.
Desde el principio aclara que los Estudios Críticos del Discurso no son un método único de
análisis del discurso, porque abarca dimensiones teóricas y aplicadas; por lo tanto, tiene
métodos de estudio diferentes que van a depender de los objetivos de la investigación, la
naturaleza de los datos estudiados, los intereses del investigador y otros datos del
contexto que se indaga. Los métodos se eligen con el fin de contribuir al fortalecimiento
social de los grupos que son dominados, en especial en el ámbito del discurso y la
comunicación.
En suma, tanto los Estudios del Discurso como los Estudios Críticos del Discurso
utilizan una gran cantidad de métodos de observación y análisis y otras estrategias
para reunir, examinar o evaluar datos, para poner a prueba las hipótesis, para
desarrollar teorías y para adquirir conocimientos.[2]
Los Estudios Críticos del Discurso enfocan su método de estudio en los sistemas y
estructuras del habla o el texto que dependen de condiciones sociales oportunas en que
se hace uso del lenguaje y que contribuyen a generar o desencadenan consecuencias
sociales que son específicas del discurso. En las propiedades del discurso que están
asociadas a la expresión, confirmación, reproducción o impugnación de los grupos que por
su condición social son los dominantes y no los dominados, intentan demostrar que entre
las estructuras del discurso y las estructuras sociales se debe considerar un proceso
sociocognitivo muy complejo que puede abarcar modelos mentales o representaciones
cognitivas de los participantes. Y, finalmente, relacionan las estructuras del discurso,
primero con las estructuras congnitivas y luego con las estructuras sociales, lo cual exige el
empleo de teorías y métodos multidisciplinarios.
Lo interesante de este movimiento es que va más allá del estudio del discurso: también
implica ser crítico: se rige por una perspectiva, una normatividad ética, una actitud y una
manera especial de hacer investigación socialmente pertinente. No es “neutral”, está
comprometido a favor de los grupos dominados de la sociedad. Reconoce los
compromisos y la posición de su propia investigación en la sociedad y reflexiona sobre
ellos. No se limita a estudiar los problemas sociales, lo hace con el objetivo de contribuir a
producir un cambio social específico a favor de los grupos dominados. Examina, bajo una
perspectiva autocrítica, si los resultados de su investigación beneficiarían la posición
dominante de los grupos poderosos de la sociedad.
Baso mi decisión de concentrarme en las nociones normativas del abuso del poder y
la desigualdad social de los fundamentos lógicos de la investigación crítica. Esta
investigación analiza críticamente lo que, de acuerdo con normas y valores sociales
específicos, es injusto, ilegítimo, está desencaminado o es malo.[3]
Van Dijk menciona que los Estudios Críticos del Discurso sólo pueden hacer contribuciones
significativas y específicas al análisis crítico, social o político, si son capaz de evidenciar el
rol que juegan el lenguaje, el discurso o eventos comunicativos en la reproducción de la
dominación y la inequidad; por lo tanto, existen dos dimensiones principales en las que el
discurso está implicado en la dominación.
Con respecto a esta primera dimensión, se refiere a hablantes dominantes, aquellos que
tienen acceso preferencial al discurso público, en especial políticos, periodistas y
profesores.
Mi reflexión como docente, en ese sentido, sería, hasta dónde nuestro discurso frente a
los alumnos ha reproducido la dominación y la inequidad. Cuántas veces hemos sido
testigos de colegas que se sienten orgullosos cuando descubren que sus alumnos les
temen. “Estos pelaos me respetan” es su frase emblemática. Pero el hecho de que los
maestros seamos autoritarios (de manera general, pienso que todos, en algunas
ocasiones, lo somos y muy pocos escapan de ello) no nos da derecho a ejercer un control
absoluto sobre los alumnos. Van Dijk menciona que si se tiene el control del discurso, ya
se tiene ganado el control de la comunicación; entonces, ¿por qué no utilizar el discurso
como una puerta de acceso al conocimiento por parte del alumno y no como una
herramienta de dominación?
En 1959 se creó, por decreto presidencial de Adolfo López Mateos, la Comisión Nacional
de Libros de Texto Gratuito, cuyo objetivo principal era editar y distribuir de manera
gratuita los libros escolares para todos los niños que cursaban la primaria, ya que la
situación de la educación, en esa época, mostraba que de cada mil niños que ingresaban a
la primaria, 866 desertaban antes de terminarla por falta de recursos económicos.
Otro objetivo de los libros de texto gratuito fue aprovechar la oportunidad de transmitir
normas y valores, así como un proyecto de sociedad. Mi ejemplo de dominación en este
sentido es que en el contenido del texto se hacía uso de recursos retóricos mediante los
cuales se presentaba a la familia como cimiento de la sociedad, y a través de la
representación de la Patria se mostraba una sociedad igualitaria en la que todos sus
miembros tenían un lugar a partir del cumplimiento del deber personal.
Si bien es cierto que hay polémica ante esta tesis, también es cierto que hay un control
discursivo de la mente de los dominados, pues hacen uso de aquellas estructuras que
manipulan los modelos mentales de la audiencia para persuadir, convencer o hasta
imponer y, una vez que se logra influenciar en las creencias sociales de un grupo, se
pueden controlar indirectamente las acciones de sus miembros.
El mismo Van Dijk desarrolló una investigación tomando como objeto de análisis el
discurso en los textos escolares y publicó en los Estados Unidos un libro titulado Elite,
Discourse and Racism (Newbury Park CA, 1993) sobre el racismo latente en este tipo de
textos y la manera como las élites mantienen y reproducen el racismo.
En resumen, para Van Dijk el análisis del discurso crítico está interesado en la dominación,
definida desde el poder social; es decir, como desviaciones de los estándares o normas de
interacción aceptadas, a favor de los intereses de un grupo más poderoso, lo que resulta
en varias formas de inequidad social.
También las élites pueden ser los actores preferidos en el discurso público; por ejemplo,
en los noticiarios. Esto significa que tienen más posibilidades de tener acceso a las mentes
de otros y así ejercer su poder persuasivo. Los grupos menos poderosos tienen acceso
activo sólo a conversaciones cotidianas con familiares, amigos o colegas, menor acceso a
diálogos institucionales (por ejemplo, en su interacción con doctores, profesores o
empleados civiles), y acceso muy pasivo a los discursos públicos, como los de los medios
de masas. En realidad los hablantes poderosos, autorizados, creíbles, expertos o
atractivos, serán más influyentes, digan lo que digan, que quienes no poseen esas
propiedades.
Y qué decir de nuestro ámbito, cuántos maestros que, perteneciendo a esta élite, abusan
de su conocimiento y que, en su ejercicio legítimo de su poder, por el simple hecho de
pertenecer a este grupo, hostigan a los estudiantes en lugar de educarlos, orientarlos o
asesorarlos. Debemos ser conscientes de nuestra labor, de la responsabilidad que
tenemos como formadores, orientadores o facilitadores del conocimiento, no podemos ni
debemos optar por el abuso ilegítimo del poder, por esa dominación que implica la
dimensión negativa del abuso, de desigualdades de injusticia e inequidad.
A manera de conclusión recordemos que el objetivo general de los Estudios Críticos del
Discurso (ECD) es explicar cómo el discurso contribuye a la reproducción del poder y,
sobre todo, del abuso del poder, de la dominación. La gente que tiene el poder, el
presidente, el gobernador, el médico, el periodista y hasta el profesor, son personas que
hablan, que escriben, que controlan el discurso público; por lo tanto, el discurso y la
comunicación son entonces los recursos principales de los grupos dominantes.
Es así que el discurso público es un poder que permite controlar los actos de los demás,
porque define quién puede hablar, sobre qué y cuándo; por lo tanto, se trata de un
control discursivo de los actos lingüísticos por medio de la persuasión, la manipulación, el
adoctrinamiento o la desinformación, las maneras más modernas y últimas de ejercer el
poder.
Hay cosas que decimos y cosas que decimos. Unas las decimos por decirlas, como cuando
alguien invade el carril al ir manejando o cuando nos machucamos los dedos en la puerta.
Otras, en cambio, las decimos porque tenemos la intención de reproducir el mundo.
Nosotros, los grupos dominantes, desde la educación, los que ejercemos el “uso legítimo
del discurso y del poder”, ¿qué mundo estamos ayudando a reproducir cada vez que
interactuamos con alguien?