Guerra Finanzas

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Guerra, finanzas y regiones

en la historia económica del Perú


Guerra, finanzas y regiones
en la historia económica del Perú

Carlos Contreras, Cristina Mazzeo y Francisco Quiroz

Editores

Banco central de reserva del Perú


Serie: Historia Económica, 8

© Banco Central de Reserva del Perú


Antonio Miró Quesada 441-445, Lima 1
Telf. (51-1) 613-2000 / Fax: (51-1) 613-2552
www.bcrp.gob.pe
© IEP Instituto de Estudios Peruanos
Horacio Urteaga 694, Lima 11 Telf. (51-1) 332-6194 / 424-4856
www.iep.org.pe
ISBN: 978-612-326-208-2
ISSN: 2071-4246

Lima, diciembre de 2022

Hecho el depósito legal


en la Biblioteca Nacional del Perú: 2022-12220
Contenido

Introducción. ...................................................................................................9

BALANCES

1. Veinticinco años de historia económica en el Perú colonial


Cristina Mazzeo.......................................................................................19
2. La historia económica del siglo XIX en el Perú en los últimos 25 años
Francisco Quiroz Chueca.........................................................................65
3. Los estudios sobre la historia económica del siglo XX en el Perú
Luis Ponce...........................................................................................................85

ECONOMÍA Y GUERRA

4. El sistema económico tempranocolonial


en el Perú: el caso de la región de Huamanga, 1539-1570
Nelson E. Pereyra Chávez......................................................................131
5. Los efectos económicos de la independencia en Arequipa, 1820-1824
Víctor Condori ......................................................................................173
6. Gresham a caballo: las raíces monetarias de la fragmentación política
de la América española en el siglo XIX
María Alejandra Irigoin........................................................................219
FISCALIDAD Y FINANZAS

7. Costos y beneficios de un imperio: fiscalidad y finanzas de Brasil,


1607-1808
Angelo Alves Carrara.............................................................................269
8. Salarios en la Caja Real de Lima, siglos XVII-XVIII
Juvenal Luque Luque.............................................................................287
9. Tesis y contratesis. Debate sobre la era del guano
(avances de una investigación)
Javier Tantaleán Arbulú.........................................................................323
10. Control, tributos y supervisión bancaria:
historia económica e institucional
Antonio Zapata......................................................................................373

PERSPECTIVAS REGIONALES

11. Evolución de los bienes de comunidad en Huaylas entre 1532 y 1610


Marina Zuloaga Rada...........................................................................413
12. Dinámica de las economías monacales de la Lima borbónica.
La Encarnación y La Concepción, 1750-1820
Ybeth Arias Cuba...................................................................................455
13. El ingreso de esclavos por Paita en el período del asiento
de la South Sea Company, 1713-1750
Julissa Gutiérrez Rivas...........................................................................493
14. De cómo la región de Madre de Dios se convirtió en la principal
exportadora de caucho del Perú en la época del boom (1893-1921)
Julio Gerardo Lossio...............................................................................517
Introducción

La historia económica como disciplina académica ha pasado por dife-


rentes etapas a lo largo de su trayectoria. Ha tenido avances y retroce-
sos que evidencian el conflicto existente entre el mundo material y el
mundo de las ideas. A fines de la década de 1980, con la crisis del mar-
xismo y las tendencias de izquierda, la historia económica cedió paso a
la historia social y cultural. Dentro del modelo analítico marxista los
aspectos económicos ocupaban un lugar hegemónico. Aunque el “modo
de producción” no se reducía a un esquema económico, su propio nom-
bre recordaba que había sido concebido básicamente como una manera
de organizar el surtido de bienes que las sociedades requieren para su
desenvolvimiento. Sin embargo no han dejado por ello de ser relevantes
sus estudios, dado que la historia económica engloba al hombre y su
conjunto y las vicisitudes con el medio donde se desarrolla. Recordemos
que la historia es una unidad que tiene por objeto analizar los cambios
producidos a través del tiempo, evidenciar cuál es la incidencia de esos
cambios en la sociedad y determinar hasta qué punto puede detectarse la
presencia de regularidades o patrones entre las distintas sociedades.
En las décadas recientes la preocupación por la desigualdad de las
condiciones de vida entre los distintos países del mundo, así como den-
tro de cada país, llevó a nuevos debates en torno a lo que se llamó “la
gran divergencia” (entre las sendas seguidas por la economía de las dis-
tintas naciones). Para explicarla ha cobrado vuelo un nuevo esquema
interpretativo, conocido como “institucionalismo” o “neoinstituciona-
lismo”, el cual procura explicar las diferencias entre los países econó-
micamente exitosos y los que no lo son de acuerdo con la eficacia de sus
“marcos institucionales”, concebidos como un código de normas que
rige las relaciones económicas entre los agentes económicos, así como
entre ellos, los recursos naturales y el Estado. La historia económica ha
tomado un nuevo giro. Sin descuidar, por ejemplo, los análisis cuantita-
tivos, hoy trata de tomar en consideración otros aspectos del ser huma-
no, como los culturales y aquellos derivados del entorno geográfico, en
el entendido de que ellos pueden resultar determinantes para explicar la
erección de distintos marcos institucionales.
Este resurgimiento de la historia económica ha permitido que en
los últimos años hayan aparecido nuevas asociaciones de historia econó-
mica en el ámbito americano. Entre los países que tomaron la iniciativa
se encuentra México, que realizó en el año 2004 el segundo encuentro
de historiadores económicos; Colombia, que cuenta con una asociación
desde el año 2007, al igual que Uruguay, que en dicho año organizó las
cuartas jornadas de historia económica y la primera latinoamericana.
Por todo esto, y considerando la necesidad de dar nuevamente un
espacio de discusión a historiadores que investigan en el área de la histo-
ria económica en el Perú, en mayo de 2008 un grupo de investigadores de
la Pontifica Universidad Católica del Perú y de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos decidieron reunirse para organizar un encuentro
de esta índole, con el objeto de hacer un balance sobre las investigaciones
realizadas hasta ese momento en dicha materia y escuchar nuevas pro-
puestas y líneas de análisis en el ámbito económico.
El evento tuvo lugar en las instalaciones de la Universidad Católica
entre los días 28 y 30 de mayo, y reunió a un grupo de connotados histo-
riadores de varios centros universitarios del país. Se presentaron trabajos
de investigadores de la Universidad de Piura, de la Universidad San An-
tonio Abad de Arequipa, de la Universidad de Huamanga y otros centros
de estudios de Madre de Dios e Ica. Asimismo, contamos con la partici-
pación de dos importantes historiadores de la Universidad Juiz de Fora
de Brasil y del College of de New Jersey de Estados Unidos. Los temas
tratados fueron muy amplios y abarcaron un arco temporal que se ex-
tendió desde el siglo XVII al XX. Hubo ponencias referidas a la economía,
a las instituciones coloniales, a la economía en la época de transición

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entre la Colonia y la República, sobre la Real Hacienda tanto en el Perú
como en Brasil y Argentina; a las finanzas públicas, el comercio y la
elite mercantil, las consecuencias económicas de la Independencia, así
como también a la intervención estatal en las instituciones bancarias en
el siglo XX.
Pese al alto nivel de los trabajos presentados, para la presente pu-
blicación debimos hacer una selección, dado que no logramos acceder
a un presupuesto que nos permitiera la publicación de las 24 ponencias
con las que se desarrolló el evento. Difícil tarea fue la selección de las
ponencias que debían quedar, por lo que se decidió dar la oportunidad a
aquellos trabajos y autores que no habían sido publicados hasta este mo-
mento y que reflejaban hasta cierto punto perspectivas novedosas. Tam-
bién incluimos los balances historiográficos por períodos, que fueron
ponencias hechas a pedido de los organizadores. Puesto que un congreso
similar en Lima no se había realizado desde el año 1984, dichos balances
trataron de cubrir la producción historiográfica de los últimos 25 años,
tanto para la época colonial cuanto para la republicana. De ellos se des-
prende no solo lo que se ha hecho hasta el momento sino también cuáles
son los vacíos que deben abordarse y hacia dónde deberían dirigirse las
próximas investigaciones.
La segunda parte contiene tres trabajos referidos a estudios sobre
la economía en épocas de guerra como fueron la Conquista y la Inde-
pendencia. El primero de ellos, de Nelson Pereyra, se ocupa de la época
temprana colonial en la región de Huamanga y analiza la rentabilidad de
las encomiendas, el proceso de monetarización llevado a cabo, la actitud
ambigua de los encomenderos frente a las guerras civiles y cómo estas
dieron lugar a la caída de la población indígena a fines del siglo XVI, lo que
generó una crisis económica que tuvo como consecuencia la desaparición
de la institución.
El siguiente trabajo es el de Víctor Condori, y se refiere a la época
de la Independencia en la región de Arequipa. El autor trabaja específi-
camente el período comprendido por la guerra de 1810-1824, época en
que la intendencia de Arequipa se comportó como el centro económico
que sostuvo al régimen español. Recurre al estudio de los diezmos para
analizar la producción de vinos en la región y la comercialización de
productos agrícolas. El autor sostiene que mientras la minería regional y
en menor medida la agricultura sufrieron grandes pérdidas, el comercio

INTRODUCCIÓN | 11
tuvo un incremento notable que dinamizó la economía regional, el cual
estuvo vinculado a las potencias del momento, Inglaterra, Francia y Es-
tados Unidos. De esta manera la elite mercantil arequipeña logró cimen-
tar las bases económicas que se desarrollaron durante la República.
El trabajo de María Alejandra Irigoin trata acerca de las vicisitudes
de la acuñación de moneda y las consecuencias económicas resultantes
a la caída del imperio español en América. Su estudio está centrado en
Nueva España y el proceso de fragmentación monetaria que siguió a la
fragmentación política en el México postindependiente, así como tam-
bién en el Río de la Plata y en otros países latinoamericanos, donde se
vivió un período de déficit fiscal generalizado. La consecuencia de la In-
dependencia en materia fiscal fue el surgimiento de gobiernos quebrados
que aumentaron la carga fiscal a los consumidores y generaron deudas
a largo plazo prácticamente incobrables, todo esto agudizado por una
moneda en constante devaluación. Irigoin relaciona el desorden político
y las guerras civiles postindependentistas con la fragmentación moneta-
ria que causó inestabilidad en los mercados y el comercio en general.
El siguiente grupo de ponencias están comprendidas en el acápite Fis-
calidad y finanzas. Se inicia con el artículo de Angelo Alves Carrara, y trata
sobre los costos y beneficios de la fiscalidad en el Brasil durante la Colonia
en un arco temporal muy extenso, que abarca desde 1607 a 1808. El trabajo
evidencia la importancia de las cuatro capitanías principales desde el pun-
to de vista fiscal: Minas Gerais, Río de Janeiro, Bahía y Pernambuco, de las
cuales a la primera le cupo el importante rol de autofinanciar la empresa
colonial con los impuestos generados. En un primer momento fueron el
diezmo y el tributo y posteriormente la minería los que, especialmente
durante el siglo XVIII, lograron muy buenas ganancias para el fisco.
El segundo trabajo es el de Juvenal Luque, “Salarios en la caja real
de Lima, siglos XVII-XVIII”. En este, el autor describe los salarios buro-
cráticos que se pagaban a los administradores de cuatro instituciones
importantes: Real Audiencia, Tribunal de Cuentas, Real Caja y Superior
Gobierno a lo largo de dos siglos. De estudio se desprende la evolución
de los salarios en la larga duración, los cuales estuvieron en relación di-
recta con el proceso de monetización y desmonetización de la economía
colonial. Fue entonces a partir de 1685 que, gracias a la apertura de la
ceca de Lima y otros factores que destaca el autor, que se dio un pro-
ceso de monetización sólida reflejada en los salarios burocráticos. Esta

12 | C. CONTRERAS, C. MAZZEO Y F. QUIROZ


situación estaría en oposición con el período anterior que va de 1645 a
1650, en el cual la abundancia en pagos de los impuestos en reales estaría
en relación directa con el fraude perpetrado en Potosí, donde se acuñaba
moneda con plata adulterada.
El texto de Javier Tantaleán acomete una polémica acerca del signi-
ficado económico y político de la era del guano en el Perú. Tras puntuali-
zar sus diferencias frente a lo expuesto por otros autores, Javier Tantaleán
adelanta las hipótesis que guían una investigación en curso. Continúa el
trabajo presentado por Antonio Zapata, con el cual cerraríamos el tema
de la fiscalidad y finanzas. El autor analiza los tributos, el control y la
supervisión bancaria en el siglo XX a través de varias instituciones: el
Tribunal Mayor de Cuentas —el antecedente de la antigua institución
colonial de la Real Hacienda— y la Caja de Depósitos y Consignaciones,
creada a comienzos del siglo XX, que sería el antecedente inmediato de
la actual Sunat. La originalidad del tema está en que hace un análisis en
la larga duración de las instituciones que tuvieron a su cargo la regula-
ción y el control de los impuestos desde la República Aristocrática hasta
nuestros días.
El siguiente grupo de investigaciones corresponden al análisis de
distintas perspectivas regionales y en períodos muy disímiles, que se re-
fieren al Callejón de Huaylas, la Lima borbónica, el puerto de Paita y la
región de Madre de Dios.
El primero de este grupo es el trabajo de Marina Zuloaga, quien
analiza los bienes de la comunidad en Huaylas durante el período de la
Colonia temprana. Mediante su lectura, podemos comprender la con-
formación de los bienes de las comunidades indígenas y de qué manera
los caciques y curas fueron excluidos del manejo de los fondos comu-
nitarios que eran controlados por las autoridades reales. Sin embargo,
los caciques aliados a la Iglesia buscaron mantener el dominio sobre su
patrimonio colocándolo bajo la protección jurisdiccional de la Iglesia.
Continúa el trabajo de Ibeth Arias sobre la dinámica de los cen-
sos en los monasterios limeños, destacando principalmente el de La
Encarnación y La Concepción durante el período borbónico (1750-
1820). La investigación destaca por la importancia que tuvieron los cen-
sos en la Colonia debido a que muchos sectores de la sociedad de Lima
se involucraron con los monasterios mediante la entrega de principales a
manera de censos. De esta manera, Arias puntualiza la importancia que

INTRODUCCIÓN | 13
tuvieron estas instituciones en dinamizar la economía de las elites y de
distintas instituciones como las cajas reales y el Consulado de Comercio.
Este último funcionó como un ente intermediador entre la institución
religiosa y el Estado, al actuar como garante del dinero suministrado por
los monasterios en calidad de censos.
Le sigue el artículo de Julissa Gutiérrez, que toca el tema del ingreso
de negros esclavos por Paita durante el período de asiento de la South Sea
Company (1713-1750). Aborda además el tema de las rutas, los precios,
sus características y los comerciantes dedicados a este tráfico a través del
puerto norteño. El flujo del comercio negrero llevado a cabo por la com-
pañía inglesa estuvo vinculado al comercio de contrabando y generó un
importante desarrollo agrícola de la región, un proceso que se truncó
con el inicio de la guerra hispano-británica en 1740, cuya consecuencia
mayor fue el estancamiento comercial del puerto y su economía.
Por último se presenta la investigación realizada por Julio Lossio,
quien se encargó de analizar Madre de Dios, considerada por los histo-
riadores como una región marginal y poco rentable durante la época del
boom del caucho (1893-1921). En contraposición a esta postura, Lossio
analiza las distintas rutas por las cuales se exportó dicho producto por el
puerto de Mollendo y cómo la inversión en la construcción de caminos
desde el sur reforzaría la idea del incremento de la producción del cau-
cho en dicha región. Sitúa el período de mayor auge entre 1909 y 1914, en
el cual importantes firmas arequipeñas intervinieron en la construcción
de caminos y en la compra y financiamiento de la exportación de gomas.
Para Lossio no fue 1914 sino 1918 la fecha en que comienza la declina-
ción de su precio, e incluso considera que la exportación se mantuvo
hasta 1920. Este es un tema poco estudiado, que el mismo autor recono-
ce que amerita más investigación para dilucidar el desarrollo económico
de una región poco explorada en la materia.

***

Queremos finalizar esta breve introducción agradeciendo a las ins-


tituciones que hicieron posible la realización del encuentro y la publi-
cación de este libro. En primer lugar llegue nuestro agradecimiento al
Banco Central de Reserva del Perú, que con su aporte y entusiasmo está

14 | C. CONTRERAS, C. MAZZEO Y F. QUIROZ


llevando a cabo una intensa tarea editorial que beneficiará mucho a la
historia económica en el Perú. En segundo lugar queremos agradecer a la
Dirección Académica de Investigación de la Pontificia Universidad Ca-
tólica del Perú por el apoyo brindado en la preparación del congreso, al
igual que el apoyo logístico aportado por el Departamento de Economía
y de Humanidades de la Universidad Católica y a la Escuela de Historia
de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Asimismo, al Insti-
tuto Pedagógico de esta Universidad, así como al Instituto de Estudios
Peruanos por su colaboración en la organización de la reunión. Llegue
además nuestro mayor reconocimiento a todos aquellos que amable-
mente participaron en el congreso de historia económica y que hicieron
posible la publicación de este encuentro.

Lima, abril de 2009

INTRODUCCIÓN | 15
Balances
Capítulo 1
Veinticinco años de historia económica
en el Perú colonial

Cristina Mazzeo
Pontificia Universidad Católica del Perú

La historia económica ha pasado por diferentes etapas, las cuales reflejan


de alguna manera las distintas coyunturas políticas vividas. Así, en las
décadas de 1970 y 1980 la historia económica tomó un auge significati-
vo para luego dar paso a otras orientaciones como la historia cultural,
la microhistoria e incluso el resurgimiento en la década del 1990 de la
historia institucional de Douglas North. No obstante los avances y re-
trocesos en la disciplina, consideramos que la historia económica está
volviendo a ocupar una posición destacada en las investigaciones. Los
trabajos realizados en los últimos 25 años dan cuenta de los importantes
estudios hechos en la materia.
Durante ese lapso de tiempo tres son los balances realizados. En
1986, Efraín Trelles presentó un balance de la historia económica en el
cual analizó los alcances de la historiografía hasta ese momento. Pos-
teriormente, en 1991, Susana Aldana presentó en la Revista Andina un
panorama bibliográfico de la década de 1980. Mas tarde, Carlos Contre-
ras publicó en una breve revisión la trayectoria de la historia económica
hasta 2000. Estos trabajos tienen el mérito de centrarnos en las diferen-
tes perspectivas y cuestionamientos que se presentaron a lo largo de la
historia económica desde sus fundadores. Mi objetivo, entonces, es dar
continuidad a ese tipo de investigaciones realizadas por aquellas perso-
nas que me han antecedido.1
En este trabajo intentamos hacer un balance historiográfico más
que un estudio de las corrientes historiográficas, y contestaremos a al-
gunas preguntas como ¿cuáles fueron los principales debates planteados
hace 25 años?, ¿cuáles fueron los avances realizados en este último tiem-
po? y ¿cuáles son las nuevas perspectivas de la historia económica?
Para tal fin se ha dividido el presente trabajo en diferentes ítems,
los cuales son de alguna manera orientativos, dado que muchos se in-
terrelacionan entre sí, en especial la minería, el comercio y la hacienda.
Confluyen también en un mismo punto el mercado interno, la minería y
otras actividades económicas trabajadas en conjunto por Carlos Sempat
Assadourian. Lo mismo sucede con el comercio, el crédito y las finanzas,
temas que son difíciles de separar, ya que de alguna manera todos los
temas económicos se entrecruzan en el período colonial.

Producción

1. Sector agropecuario (haciendas)


2. Sector minero
3. Sector industrial (obrajes, vidrios, tinas de jabón, azúcar,
aguardiente)
4. Economía urbana (artesanos y manufactureros)

Mercado

5. Mercado interno (economía regional y circuitos mercantiles)


6. Mercado exterior (gran comercio)
7. Compañías mercantiles
8. Comerciantes y empresarios
9. Precios

1. Este trabajo no intenta ser un estudio completo de todo lo publicado hasta el mo-
mento, sino que se presentan aquellos estudios que más se destacan porque plantean
nuevas ideas sobre viejos problemas.

20 | CRISTINA MAZZEO
Capital y crédito

10. Banqueros y banca colonial


11. Finanzas públicas (Real Hacienda)
12. Impuestos indirectos: alcabalas
13. Créditos (censos)
14. Moneda

Mano de obra y salarios

15. Mano de obra indígena servil


16. Mano de obra libre
17. Mano de obra esclava

Producción

El estudio de la hacienda puede ser abordado desde distintos ángulos:


podemos hablar de la producción, los precios, la incidencia de las cri-
sis agrarias sobre los precios, la tenencia de la tierra que involucra a los
grandes señores y las diversas formas de trabajo, es decir, la mano de
obra utilizada.
En la década de 1980, dos prestigiosos historiadores, Javier Tord y
Carlos Lazo,2 plantearon el carácter feudal del sistema de producción vi-
rreinal y de tenencia de la tierra. Dicha feudalidad se manifestaba, según
los autores, en el carácter rentístico de la economía. Para Tord y Lazo
no hubo capitalismo durante la Colonia, y la hacienda estuvo orientada
hacia el autoconsumo con miras a la explotación y comercialización de
un solo producto que le reportase al hacendado el mayor beneficio eco-
nómico, el cual luego invertiría en productos de consumo suntuario. De
esta manera no coincidían con la postura de Macera, que consideraba
que la hacienda virreinal, especialmente la jesuita, tuvo un carácter mix-
to, feudal hacia adentro y capitalista hacia fuera.
En la misma línea, Ruggiero Romano editó en 1992 un trabajo cuyo
origen se remontaba 36 años atrás, en el que exponía las bases feudales

2. Tord y Lazo 1981.

VEINTICINCO AÑOS DE HISTORIA ECONÓMICA EN EL PERÚ COLONIAL | 21


en la América hispana entre los siglos XVI y XVIIII, reflejadas en ins-
tituciones como la encomienda, la mita y las mercedes de tierra, en la
medida que su centro de atención era el sistema laboral y la tenencia de la
tierra. Pero a partir de las décadas siguientes cambiaron las propuestas,
y dicho debate quedó prácticamente de lado.
La renta de la encomienda en el siglo XVI es uno de los temas que
más concitó la atención de los investigadores a fines de la década de 1980,
mientras que en la década siguiente los trabajos se orientaron más hacia
el encomendero, destacando sus funciones y estrategias.
Los trabajos realizados sobre la encomienda durante el período que
nos ocupa tienen la característica de vincular la institución con distintos
sectores de la economía colonial y realizar al mismo tiempo una suerte
de estudio regional de los siglos XVI y XVII. De esta manera, contamos
con el trabajo de Efraín Trelles sobre la encomienda en Arequipa, que es
una reedición del importante libro sobre Lucas Martínez Vegazo (1991),
y quien de alguna manera cuestiona que la encomienda sea feudal, al
considerar que la producción se orientó hacia el exterior, y la renta le
sirvió de apoyo al encomendero para la realización de otras empresas
económicas. El trabajo de Ana María Presta (1997) sobre los encomen-
deros de La Plata es un estudio de las relaciones entabladas entre estos
a partir de las redes y vínculos existentes, cuyas actividades económicas
relacionadas con el boom minero del siglo XVI dieron a esta elite benefi-
cios no solo económicos sino también de orden social. Sobre Huánuco
existen dos trabajos, uno de 1997, publicado por Fernando Jansen y José
de la Puente Brunke,3 y otro de 2002, de Miguel León Gómez, “Paños e
hidalguía”, vinculado al obraje como sustento económico regional.
La característica de estos tres trabajos es que parten de estudios de
casos centrándose en las actividades de los encomenderos y viéndolos
como empresarios coloniales —aunque rentistas— y no simples agen-
tes financieros de la Corona. Y como empresarios, los personajes estu-
diados, como por ejemplo Lucas Martínez Vegazo, los Almendras en
Charcas y la familia Rosas y Tello en Huánuco, realizaron una gama
de actividades económicas en la medida que controlaban la fuerza de
trabajo. Por lo tanto, la economía encomendera no se sustentó solo en la

3. Puente Brunke y Janssen 1997: 111-134.

22 | CRISTINA MAZZEO
administración del tributo sino en la organización de importantes em-
presas económicas.
Otro trabajo sobre el tema es el de José de la Puente Brunke publi-
cado en 1992,4 que trata la encomienda desde el punto de vista institu-
cional. Sitúa el origen de esta en España, y la relaciona con la política
llevada a cabo por la Corona, el problema del control y la evolución
social y económica de la aristocracia. Este texto contiene un apéndice
documental que incluye las encomiendas y los encomenderos de cada
región del Perú, además de cuadros sobre la clasificación y el número de
indios tributarios. Del mismo autor y en la misma línea institucional,
un trabajo anterior del año 1988 trata sobre las tercias partes de tributa-
ción que recibía la Real Hacienda.5 Lo interesante de este estudio es que
penetra en los recodos del derecho indiano para destacar la complejidad
del corpus de normas dispuestas por la Corona, muchas de ellas contra-
puestas, que se aplicaban de acuerdo a diferentes personas, territorios y
circunstancias.
El trabajo de Jorge Zeballos Quiñones sobre las encomiendas truji-
llanas (1996) trata sobre la composición de la tasa de indios tributarios
sin mayor análisis de su funcionamiento.
Respecto a la tenencia de la tierra, destaca el trabajo de Susan Ra-
mírez, que sigue las líneas de investigación de Francoise Chevalier, Ma-
rio Góngora y David Brading, dándole especial importancia a la elite
terrateniente y centrando su estudio en los hacendados de Lambayeque
y sus relaciones de poder frente a la comunidad indígena y a la tenencia
de la tierra más que a la producción.6 Un factor importante a resaltar en
este estudio son los factores climáticos que motivaron el cambio en la
tenencia de la tierra y permitieron la recomposición de la elite. Esto su-
cedió en Lambayeque con el terremoto de 1687, a partir del cual emergió
un nuevo grupo social que con los capitales obtenidos en el comercio
adquirió la tierra. Aquí también destacan fundamentalmente los lazos
de parentesco, los cuales, junto con el matrimonio, fueron mecanismos
utilizados para la adquisición de los derechos de propiedad. La autora

4. Puente Brunke 1992.


5. Puente Brunke 1988: 187-206.
6. Ramírez 1991.

VEINTICINCO AÑOS DE HISTORIA ECONÓMICA EN EL PERÚ COLONIAL | 23


concluye que la hacienda fue mucho más rentable que la mina y se trans-
formó en “una fuente inagotable de recursos”.
Si bien existen tipificaciones generales respecto a la tenencia de la
tierra, la explotación y mecanismos de producción, podemos encontrar
ciertas diferencias según las regiones. Es el caso de las haciendas de los
valles de Lima y el impacto que tuvieron sobre ellas las reformas bor-
bónicas al aumentar el impuesto del cabezón. La publicación de Ileana
Vega de Cáceres7 sobre el tema trastoca el concepto que se tenía sobre la
hacienda en la época borbónica. Generalmente se consideraba que di-
chas haciendas habían entrado en un proceso de decadencia debido a
las plagas, falta de riego, empobrecimiento de los suelos, falta de abono
y necesidad de mano de obra. Sin embargo, Ileana Vega, en su estudio
sobre el pleito de labradores que mantuvieron los hacendados de los va-
lles de Lima, evidencia que hubo una gran diversidad de la producción,
donde el trigo fue reemplazado por la alfalfa, entre otros productos. En-
cuentra además que muchas haciendas eran arrendadas a poseedores de
un buen número de animales de carga, especialmente las mulas. De esta
manera el trabajo de Vega concluye que la crisis agrícola de Lima en el
siglo XVIII no fue producida por el empobrecimiento de los suelos sino
que se debió a los altos costos de producción agrícola, lo que no ayudó a
los productores limeños.
Una tesis aún no publicada de Fernando Jansen del año 2000 sobre
una hacienda en el valle de Chancay —Torreblanca— demuestra que a
lo largo de cuatrocientos años esta se mantuvo en manos de una misma
familia. También echa por tierra la idea de crisis a fines del período co-
lonial y permite demostrar el grado de integración económica de la eco-
nomía entre la hacienda, el obraje, la región minera de Cerro de Pasco y
la venta de productos agrícolas en la ciudad de Lima.

Minería

Los trabajos revisados durante estos últimos años se refieren a la produc-


ción, a la mano de obra y a los insumos utilizados en la minería, y la gran
mayoría se centran en dos etapas precisas. Por un lado la crisis de fines

7. Vega de Cáceres 1996.

24 | CRISTINA MAZZEO
del siglo XVII y comienzos del XVIII y la otra a fines de dicho siglo, que
está en relación con las medidas aplicadas por los Borbones.
El núcleo central de los trabajos se ha concentrado en la mina de
Potosí, y estos giran en torno a la producción. Partimos de un pequeño
texto publicado por el IEP en la década de 1980 en el que intervienen C.
Sempat Assadourian, H. Bonilla, Antonio Mitre y Tristan Platt, quienes
consideran el área andina como una región “integrada por múltiples ti-
pos de relaciones sociales y políticas sustentadas en una economía bási-
camente minera y comercial”.8 En este sentido, hubo un eslabonamiento
entre el mercado minero y las regiones que lo abastecían. En ese texto,
los autores ya plantearon una posición distinta al concepto de economía
cuasi cerrada, natural, con claro predominio de elementos feudales por
el dominio de grandes extensiones de tierra y por un trabajo indígena, la
mita, a nivel de servidumbre. Plantearon que el sector minero constituyó
la categoría dominante de la producción, y por lo tanto decidió el rango
de otras producciones regionales.9 Además reconocieron que la produc-
ción mercantil fue dependiente del mercado minero, y por lo tanto la
crisis agrícola del siglo XVII estaría en relación directa con la minería.
Volviendo al tema de la crisis minera del siglo XVIII, Ignacio Gon-
zález Casanovas se centró en el análisis de cuáles fueron los proyectos
aplicados por la Corona para solucionar los problemas suscitados en
Potosí debido a la baja minera a fines del siglo XVIII. Publicó en 1990
un artículo que trata sobre el incumplimiento de la mita por muchos
pueblos y el alto nivel de corrupción debido a la baja ley de la minería
potosina, que trajo como consecuencia una reducción en la recaudación
de los quintos reales. El autor sostiene que la falta de mitayos se com-
pensó con una nueva tasa, “la extensión de la mita y la reducción de
la población forastera en detrimento de las explotaciones agrícolas de
hacendados, curas y curacas”.10 Un trabajo complementario del mismo
autor publicado en el año 2000 cuestiona la política evasiva y ambigua
del Estado español y su posición frente a la cuestión jurídica de la mita,
la cual si bien era duramente criticada por algunos funcionarios de todas

8. Assadourian, Bonilla, Mitre y Platt 1980: 9.


9. Ibíd., p. 34.
10. González Casanovas 1990: 431-453.

VEINTICINCO AÑOS DE HISTORIA ECONÓMICA EN EL PERÚ COLONIAL | 25


maneras fue aplicada. Concluye que la Corona prefirió mantener la for-
ma de trabajo compulsivo porque no supo encontrar mecanismos más
aptos para la producción minera.
Por su parte, Miguel Glave, en su artículo sobre la crisis en la histo-
ria (1986), planteaba más bien que hubo un reajuste de la economía, al
generarse una dinámica distinta a la establecida por la Corona española.
Sostiene que la fuerte evasión de la mita y el tributo por parte de los
indígenas y la compensación en metálico a los mineros por los indios de
faltriquera causó una recomposición de la economía, que se tradujo en
una contracción de los otros sectores de la economía colonial.
Kendall Brown analizó también las gestiones realizadas por los
Borbones durante el reinado de Felipe V.11 Dichas medidas apuntaban
a la reducción del precio del mercurio con la intención de no incentivar
en los azogueros la adquisición de mercurio ilícito, medida que ayudó a
la reactivación de la minería y por lo tanto a superar la crisis de fines de
siglo.
En la misma línea existen dos trabajos de Serena Fernández Alonso
sobre la creación del estanco de la pólvora,12 y otro sobre las gestiones lle-
vadas a cabo por el gobernador de Huancavelica y su intervención para
lograr una mejor explotación del mercurio.13 Serena Fernández sostiene
que la fabricación, venta y distribución del mercurio se hacía por medio
de particulares que recibían la concesión de asientos establecidos por la
Corona. Mediante la creación del estanco se limitó la especulación de
los particulares, y por lo tanto considera esta medida como “dinamiza-
dora, positiva y rentable que logró erradicar algunas irregularidades”.
Aunque la disposición no tuvo los resultados esperados de acuerdo a la
experiencia en Nueva España, reconoce que la minería en el Perú tuvo
progresos considerables durante el siglo XVIII, coincidiendo de esta ma-
nera con John Fisher, quien evidencia un notable aumento productivo a
finales del siglo. Sostiene además que los males endémicos que sufrió el
ramo se debieron a la falta de operarios, de incentivos a los mineros y a
la desconfianza que estos provocaban en los comerciantes. Agreguemos

11. Brown 1988: 349-382, 2001: 467-496, 2002: 114-131.


12. Fernández Alonso 1988: 383-400.
13. Fernández Alonso 2000: 354-372.

26 | CRISTINA MAZZEO
entonces que la situación en el Perú fue totalmente distinta respecto al
caso de Nueva España, donde, como apunta Brading, la verdadera bo-
nanza se debió a la inversión de comerciantes capitalistas en las minas
individuales.
Contamos además con dos trabajos de Héctor Noejovich, uno sobre
la política del virrey Toledo publicado en 199814 y otro iniciado con F.
Pease y publicado en 2000, los que también están vinculados con la crisis
del siglo XVII. En este último, Noejovich sostiene que en realidad la cri-
sis fue entre la Corona y el virreinato debido a la baja en la exportación
de plata, y al decaer la producción de plata se redujo el número de ope-
rarios. Esta situación, sumada a la evasión del quinto real, la corrupción
debido a la adulteración de la moneda y el auge del contrabando por la
vía de Buenos Aires, generó una caída importante en la producción y
exportación de plata, lo que evidencia en Toledo la falta de una política
minera adecuada para la solución de la crisis.
El texto de Carlos Contreras Los mineros y el rey, publicado por el
IEP en 1995, es el único estudio sobre las minas de Hualgayoc a fines del
período colonial. El trabajo aborda temas como el capital mercantil y
su relación con la producción minera, la mano de obra y la tecnología.
Contreras considera que el régimen de mano de obra en esta región era
asalariada, y que más bien la coacción para el trabajo en las minas se rea-
lizó a través del reparto y el tributo. El capital para la explotación minera
no provino de grandes comerciantes, como en el caso de Nueva España,
sino que fue provisto por el Estado a través de créditos para la compra
de insumos. Por otro lado, los comerciantes fueron muy reticentes en in-
vertir capital en la minería por los riesgos que esto implicaba. En cuanto
a los nuevos métodos usados para una mayor explotación del metal pro-
puestos por la Corona, los aplicados en el Perú fueron un fracaso.
Contreras sostiene además que, a diferencia de Nueva España, don-
de existían grandes complejos productivos que integraban la mina, la
hacienda y las casas mercantiles, en el Perú la minería se desarrolló más
bien pequeñas unidades (p. 72).

14. Noejovich 1998: 185-214.

VEINTICINCO AÑOS DE HISTORIA ECONÓMICA EN EL PERÚ COLONIAL | 27


Sector industrial rural

Cinco son los rubros que identificamos dentro de este ítem: tenemos los
obrajes textiles, los obrajes de vidrio, las tinas de jabón de la región de
Trujillo, la producción de vinos y aguardiente en la región de Ica y Mo-
quegua y la producción de azúcar en los valles de Lima y Trujillo.
Los trabajos realizados sobre el tema de los obrajes, entre los cua-
les se destacan los de Miriam Salas en Huamanga (1998), los de Neus
Escandell-Tur (1997) en el Cuzco y los de Fernando Silva Santisteban
en Cajamarca (1996-1998), muestran que la producción obrajera actuó
como un eje articulador de otros sectores económicos como la minería y
la hacienda. Y en este tema comprobamos una complementación de los
trabajos clásicos con las nuevas investigaciones sobre el tema.
En el estudio de los obrajes se insertan dos debates, el de la crisis del
siglo XVII y el de fines del siglo XVIII como consecuencia de la aplica-
ción de las reformas borbónicas. Miriam Salas, refiriéndose a la primera
crisis (1986) y centrándose en los obrajes de Huamanga, sostiene que,
contrariamente a lo que se dice, estos dieron lugar a una economía in-
trarregional a partir de la obtención de materias primas, tecnología y
mano de obra. Por otro lado, considera que la crisis minera más bien per-
mitió un proceso de desplazamiento de los productos importados por los
realizados en el país. Y de esta manera dicha crisis no generó un descenso
de la producción textil, sino todo lo contrario, la alentó. Identifica un mo-
vimiento secular de alza prolongada y otros de más corta duración que
se intercalan entre alzas y bajas hasta acentuarse la caída a fines del siglo
XVIII. Mientras que en este último período la minería estaría entrando
en un repunte significativo. En cuanto a la última crisis, Salas considera
que la decadencia producida a fines del período colonial no fue producto
de la importación de telas sino del cambio por la manufactura domés-
tica, es decir, los chorrillos. En la misma línea encontramos el trabajo
de Neus Escandell-Tur publicado en 1997 sobre los obrajes del Cuzco,
quien coincide en reconocer que las reformas borbónicas no produjeron
la crisis de estas industrias, sino que a fines de siglo hubo un cambio en el
proceso de producción provista por unidades de textiles menores.
Posteriormente, en 2006 el trabajo de Carlos Hurtado Ames, sobre
la industria textil en el valle del Mantaro, encontraría la especificidad de
dicha industria en la región. Así, la caída del poder curacal a mediados

28 | CRISTINA MAZZEO
del siglo XVIII, producida como consecuencia de la gran rebelión de
1780, sería la causante de la decadencia de los obrajes en dicho valle.
La producción del vidrio en los valles de Ica fue trabajada hasta el
momento únicamente por Gabriela Ramos.15 Esta autora analiza la co-
mercialización y financiación de la producción del vidrio, la cual estuvo
íntimamente ligada a la de la producción del aguardiente. En un momen-
to la financiación estuvo en manos de la Inquisición, y luego fueron los
comerciantes los que aviaron a los fabricantes. La región de Ica contaba
con los insumos necesarios para esta industria, donde los fabricantes se
establecieron desde época muy temprana, es decir, desde el siglo XVII.
Ramos (1984) analiza no solamente todo lo concerniente a la pro-
ducción sino también a la importancia que tuvieron los jesuitas en el
monopolio de esta. La decadencia de esta industria, por lo tanto, estuvo
vinculada a la expulsión de la orden a partir de 1767, con lo cual pasaron
a depender de temporalidades. Bajo su dirección, el obraje se mantuvo
como una empresa mixta, combinando las labores agrícolas con la ma-
nufactura y el uso de mano de obra libre, estacional y esclava (p. 82).
También utilizaron jornales y arrendatarios para trabajos complemen-
tarios para el corte de la leña, poda y empale de las viñas.
Susana Aldana, especialista en historia regional, se ha detenido en la
investigación de una empresa colonial, las tinas de jabón en Piura y Lam-
bayeque mediante el estudio de un grupo familiar, publicado en 1988.
Se destaca fundamentalmente el carácter integrador de la economía co-
lonial regional a través de la producción y comercialización del jabón.
A diferencia de la producción de azúcar, que necesita un área extensa
dedicada al cultivo y cría de animales, además de un molino de caña, las
casas-tinas se constituyeron en un pequeño complejo autónomo urbano
con menor necesidad de capital para su instalación. Incluso los “tineros”
podían dedicarse a otras actividades mientras comercializaban las cabe-
zas de ganado. Otra diferencia que sustenta el trabajo de Aldana es el uso
de la mano de obra, porque no fueron necesarios un número muy alto de
esclavos en esta industria, ni tampoco significó un costo social para las
comunidades indígenas, como lo fueron los obrajes o trapiches (p. 45).
A diferencia de las casas-tinas de Piura, las instaladas en Lambayeque

15. Ramos 1984, 1989.

VEINTICINCO AÑOS DE HISTORIA ECONÓMICA EN EL PERÚ COLONIAL | 29


estaban integradas a una hacienda y eran de carácter rural. Este trabajo
abarca un arco temporal muy extenso, a lo largo de los siglos XVII y
XVIII, y la decadencia de la industria del jabón en el siguiente siglo estu-
vo en relación directa con la producción y exportación del algodón.
La producción de azúcar estuvo en manos de los jesuitas hasta su
expulsión. Tord y Lazo (1981) centraron su estudio en el análisis de la
hacienda Pachachaca del Cuzco, y consideraron que no hubo cambios
sustanciales luego de la expulsión en cuanto a la mano de obra y el uso de
la tecnología (p. 22). Por el contrario, Guillermo Bravo Acevedo, que tra-
bajó las consecuencias económicas de la expulsión de los jesuitas,16 con-
sidera que estos no fueron simples rentistas, sino que dirigían unidades
económicas dinámicas y diversificadas, considerándolas como verdade-
ras empresas económicas agrícolas. Con la venta de estas propiedades en
remates públicos hubo una importante transferencia de propiedades, que
pasaron a engrosar el capital privado de numerosos hacendados y comer-
ciantes que se enriquecieron, mientras que el capital adquirido por tem-
poralidades solo sirvió para solventar los gastos de tal transferencia.17
Kendal Brown también destaca la capacidad administrativa de los
jesuitas al integrar la producción de las haciendas con el abastecimiento
de colegios y conventos en Arequipa y Moquegua. Allí habían adquirido
viñas, chacras, oliveras, una hacienda de azúcar, molinos, solares y tien-
das. A diferencia de otras órdenes que solían tener muchos capitales a
censos, en el caso de Arequipa prefirieron comprar bienes raíces y admi-
nistrarlos. Brown considera que si bien fueron poderosos en Arequipa,
no tuvieron grandes unidades económicas; más bien su producción fue
pequeña y el rendimiento de sus capitales no mucho más que el de otros
conventos.
En lo referente a la producción de aguardiente y al impacto de las
reformas borbónicas en la región de Arequipa, Brown sostiene que si bien
estas fueron propicias en algunos aspectos, como en la recaudación fiscal,
en otros fracasaron. No eran los extranjeros los que se llevaban la mayor
parte de la riqueza, sino las clases coloniales privilegiadas. Arequipa fue
una de las regiones más prósperas a fines del período colonial, y había

16. Bravo Acevedo 2007.


17. Sobre el destino de las haciendas jesuitas ver el trabajo de Aljovín de Losada (1988).

30 | CRISTINA MAZZEO
mantenido bastante autonomía, pero cuando la Corona presionó para ob-
tener mayores rentas se produjeron revueltas. De esta manera Brown sos-
tiene que la centralización impuesta por los Borbones afectó a la región.
Las haciendas productoras de pisco se encuentran en la región sur
de Moquegua y Pisco. En la década de 1990, a raíz del conflicto susci-
tado con Chile por la disputa sobre la posesión del nombre de origen,
Lorenzo Huertas publicó un artículo en la Revista Histórica (1991-1992,
n.º 21), en el cual recoge la producción del valle de Ica y sostiene que esta
se inició en el siglo XVI, mucho antes que la establecida en Arequipa por
Kendal Brown, que la ubica recién en 1701. Un dato interesante de su
trabajo es que identifica a indígenas encomendados que vendían mosto
a los dueños de la hacienda para hacer aguardiente en el siglo XVI.
Los trabajos de Alicia Polvarini sobre las haciendas de aguardiente
pertenecientes a la compañía de Jesús en Moquegua revelan una multi-
plicidad de formas empresariales que estaban dirigidas hacia objetivos
económicos precisos, al expandir los mercados no solo hacia los centros
mineros y obrajeros de la sierra, sino también hacia la costa peruana.18
En dicho trabajo, Polvarini destaca el tipo de mano de obra y el proceso
de evangelización, ubicando además unas 45 unidades productivas de
vinos y aguardiente a lo largo de la costa peruana en una extensión de
1000 km en los departamentos de Ica, Moquegua y Arequipa. Realiza
una serie de cuadros sobre la producción de botijas y extiende su traba-
jo hasta el siglo XIX. Considera la producción de vid y aguardiente de
gran complementariedad con otros sectores de la economía, tanto por
la demanda de insumos (madera, ceras, brea, pieles de animales para la
realización de odres y el transporte del aguardiente) como por la con-
fección de botijas de barro. El trabajo de Polvarini muestra la conexión
e integración de regiones distantes a partir de las distintas rutas para la
distribución del aguardiente. Otro trabajo complementario de la mis-
ma autora publicado en 200819 identifica diez destinos principales de la
producción de aguardiente desde Moquegua. Contiene además un mapa
de la ubicación de las distintas bodegas a lo largo del río Osmore. Estos
trabajos tienen el mérito de traspasar el espacio temporal de la Colonia,

18. Polvarini 2005: 180.


19. Polvarini 2008.

VEINTICINCO AÑOS DE HISTORIA ECONÓMICA EN EL PERÚ COLONIAL | 31


y por lo tanto pueden dar una visión muy clara de la producción durante
los primeros años de la República.
Las haciendas jesuitas estuvieron en su poder hasta 1767; posterior-
mente fueron administradas por la Superintendencia de Temporalida-
des, y luego pasaron a manos privadas. Las haciendas de vid trabajadas
por Alicia Polvarini muestran una intensa exportación de aguardiente
por el puerto de Pisco por lo menos hasta las primeras décadas del siglo
XIX. Por su parte, Susan Ramírez, que trabajó las haciendas azucareras
del valle de Lambayeque en un espacio temporal que abarca más de un
siglo, refuta también la teoría de la hacienda cerrada y autosuficiente de
carácter semifeudal. Para Ramírez,20 la decadencia a fines del siglo XVIII
de estas unidades productivas tuvo que ver con la baja del precio del
azúcar y el aumento del costo de producción, en especial el de la mano
de obra, que siguió siendo esclava. También se deben tener en cuenta los
desastres naturales que debió afrontar la región durante el siglo XVIII.
La producción manufacturera urbana junto con los artesanos fue-
ron trabajados por Francisco Quiroz en la década de 1990 (1998). Quiroz
investiga la producción artesanal, al trabajador, el empresario, las formas
de comercialización, los tipos de consumo, las utilidades y la mentalidad
del productor limeño colonial, aunque su estudio alcanza a buena parte
del siglo XIX. Sus conclusiones nos permiten distinguir una producción
urbana importante para solventar los gustos de los habitantes de la ciu-
dad, con productos que muchas veces entraban en competencia con los
importados. El productor limeño no fue un gran empresario, fue más
bien rentista.
En otro trabajo sobre el tema, Quiroz21 muestra cómo los vendedo-
res ambulantes fueron agentes comercializadores de la producción do-
miciliaria (putting-out system).

Mercado interno, economía regional y circuitos mercantiles

El espacio mercantil o espacio económico fue diseñado por Assadourian


en la década de 1980 en su clásico libro sobre mercado interno y eco-
nomía regional. Dicho autor identificó el espacio económico peruano

20. Ramírez 1993: 279.


21. Quiroz Chueca 1999: 93-112.

32 | CRISTINA MAZZEO
como altamente diversificado, en el que las diferentes regiones tenían
distintas producciones y crearon un mercado interno. Los polos de cre-
cimiento fueron Potosí y Lima, los cuales generaron efectos de arrastre.
La tesis de Assadourian sigue aún vigente y echa por tierra el concepto
de feudalismo.
Por otro lado, hablar de mercado interno en la Colonia nos remi-
te invariablemente a hablar del corregidor, agente de circulación de los
repartos mercantiles. Alfredo Moreno ha sido incuestionablemente la
persona que más ha trabajado el tema. En un artículo publicado en 1999
(en el volumen Relaciones de poder y comercio colonial), diferencia las
consecuencias de la política borbónica referida a los repartos en México
y en el Perú. El reparto en Nueva España fue un elemento articulador
del sistema comercial que conectó el comercio interno con el mercado
exportador regulado por los cargadores del Consulado. Allí el cobro del
reparto se hacía en especies o en mano de obra, mientras que en el Perú
era en dinero. En México, para fines del siglo XVIII, el monopolio había
desaparecido del mercado interior, mientras que en el Perú el comercio
interno era monopolizado por los corregidores. En el Perú, los corregi-
dores actuaron como agentes del proceso productivo y estaban menos
interesados en conectar mercados; se preocuparon por colocar indíge-
nas en las haciendas para cobrar en efectivo las mercaderías repartidas.
En otro trabajo de Moreno Cebrián (2002) destaca la importancia de la
ordenanza de intendencias, la cual suprimió los repartos, pero se permi-
tió que aquellos indígenas necesitados de asistencia pudieran encontrar
un apoyo en la repartición de determinadas mercaderías. Por lo tanto,
la intención de que dicha ordenanza permitiera la libre circulación de
mercancías no pudo cumplir con su cometido.
Jürgen Golte y Scarlett O’Phelan trabajaron las consecuencias del
reparto, pero tienen opiniones distintas respecto a ellas. Para Golte, los
repartos fueron la causa fundamental de las revueltas del siglo XVIII, y
para O’Phelan, estas fueron provocadas por el aumento del tributo, la
alcabala y la colocación de aduanas interiores que encarecían la circula-
ción de mercancías.
Respecto a los circuitos mercantiles, Jorge Silva Riquer, Juan Carlos
Grosso y Carmen Yuste (1995) compilaron un trabajo sobre el tema.22 De

22. Silva Riquer, Grosso y Yuste 1995.

VEINTICINCO AÑOS DE HISTORIA ECONÓMICA EN EL PERÚ COLONIAL | 33


ese volumen destacamos el artículo de Enrique Tandeter, Vilma Milletich
y Roberto Smith sobre los flujos mercantiles en el Potosí colonial tardío
y el de Jaime Urrutia sobre mercancías y tejidos en Huamanga. Ambos
analizan los circuitos y las fases, ascendente y descendente, del tráfico
mercantil desde dos ángulos distintos de la economía: uno desde la mi-
nería y otro desde los obrajes. Una vez más se pone en tela de juicio el
tema de la crisis en el sur andino luego de la rebelión de Tupac Amaru y
Tupac Catari. Tanto la minería como la agricultura comercial de la Paz,
Arequipa y en menor medida del Cuzco, como la manufactura textil de la
Paz y el Cuzco, presentaron una fase de expansión que tuvo efecto tam-
bién en otros sectores de la producción agraria, lo que se combinó con
un alza de la población y por lo tanto un incremento de la productividad
(p. 37). Urrutia, por su parte, considera que la caída de la producción
minera en Potosí no implicó en modo alguno el declive de los volúmenes
de comercio y productos mercantiles en la región de Huamanga. A través
de una serie de gráficos y cuadros sobre la importación y exportación en
la región, muestra el dinamismo de los circuitos entre 1779 y 1818, los
volúmenes de transacción y la cantidad de personas dedicadas al comer-
cio. También debemos nombrar el trabajo de Martine Petitjean y Yves
Saint Geours sobre la economía de la cascarilla en el corregimiento de
Loja,23 cuya producción tuvo particular influencia en la reactivación de
la economía de la sierra norte del Loja, Cuenca, Quito y por consiguiente
Lima, dado que su explotación estaba conectada con el mercado mundial
y su comercialización era controlada por los comerciantes limeños.24
Vinculando hacendados y comerciantes, en la región norte del Perú
contamos con el trabajo de Alejandro Reyes Flores, quien analiza la
composición social y económica de las redes familiares en Piura, Cha-
chapoyas, Moyobamba, Lamas y Maynas a fines del período colonial. De
su estudio se desprende la importancia que tuvieron los hacendados en
la región por su papel hegemónico sobre la propiedad, la dependencia
de los campesinos y la propiedad de los esclavos. Mientras que los co-
merciantes, si bien destacaron algunos, no conformaron el sector más
poderoso de la región.25

23. Petitjean y Saint-Geours 1998: 15-49.


24. Mazzeo 1999.
25. Reyes Flores 1999.

34 | CRISTINA MAZZEO
El comercio de exportación

Respecto al comercio exterior podemos hablar de circulación de mer-


cancías, redes mercantiles, comerciantes, empresarios y compañías co-
merciales durante la Colonia.
Dos son los debates que concitaron la atención de los historiadores.
Por un lado, hasta qué punto hubo un monopolio cerrado entre Sevilla,
Panamá y Lima que derivó en un domino del espacio mercantil colonial
por parte de los sevillanos. Esta tesis ha sido refutada por Margarita Suá-
rez en su libro Desafíos transatlánticos.26 Suárez considera que los comer-
ciantes peruanos, los famosos “peruleros”, tenían el acceso directo a las
fuentes de la producción minera, y por lo tanto utilizaron una serie de
estrategias para evitar someterse a las ferias de Portobelo y tratar direc-
tamente con los metropolitanos. De esta manera Suárez estaría refutan-
do lo dicho en la década de 1980 por Tord y Lazo (1981: 181).
El otro debate es el referido al impacto del reglamento para el libre
comercio en las colonias y qué tanto afectó a los comerciantes. Desde el
punto de vista del comercio transatlántico, J. Fisher, especialista en el
tema, tomando como base el año 1778, considera que el comercio libre
generó un aumento del 400% en el período 1782-1796. Sin embargo, en
estos últimos años, historiadores como García Baquero, Carlos Martí-
nez Show y Josep María Delgado cuestionaron esas cifras, dado que el
año tomado, 1778, fue inestable debido a la guerra con Inglaterra.27
El circuito comercial del Pacífico durante la época colonial y su
tránsito a la República muestra que el comercio libre no afectó al Callao,
como suele pensarse, en beneficio de Valparaíso. Por el contrario, el
puerto peruano siguió manteniendo la supremacía en la región hasta
la Independencia, momento en que cambian las relaciones de poder y
Chile pasa a ocupar una posición destacada en el Pacífico sur.28
Estudios de casos de comerciantes vinculados al Consulado de
Comercio de Lima han desarrollado la teoría de la adaptación a las
circunstancias. El texto Capacidad y cohesión de una elite, los comerciantes

26. Suárez 2001a.


27. García Baquero 2003: 187-217.
28. Mazzeo 2008.

VEINTICINCO AÑOS DE HISTORIA ECONÓMICA EN EL PERÚ COLONIAL | 35


limeños a fines de la Colonia, publicado en 1999, describe la capacidad de
adaptación de los comerciantes limeños al enfrentarse a las nuevas co-
yunturas de fines de siglo. Un trabajo anterior, publicado en 1994, dentro
de la misma línea, explica la diversificación de las actividades mercanti-
les de algunos personajes de la Colonia, lo que nos permitiría identificar
a los comerciantes limeños como verdaderos empresarios coloniales.29
Como empresarios fueron identificados también los conquistadores
del Perú. Un artículo de Rafael Varón y Auke P. Jacobs publicado en 1989
describe los negocios de Francisco Pizarro. Las operaciones emprendi-
das y la red de administradores lo hacen ver como un empresario de la
conquista que logró obtener uno de los patrimonios más sustanciosos
de la época.30
Otra empresa mercantil estudiada para el siglo XVIII es la compañía
de Murga y Duran, que vinculó el comercio marítimo entre Perú y Chile
en la primera mitad del siglo XVIII. El trabajo de Jakob Schlüpmann
(2006)31 tiene la particularidad de ser realizado mediante la correspon-
dencia y la contabilidad de una compañía mercantil. Según esta docu-
mentación, el transporte marítimo llevado a cabo por los armadores o
transportistas entre 1713 y 1730 fue más beneficioso que el negocio del
trigo y sebo chileno y los textiles y el azúcar peruanos, que fueron más
bien deficitarios. Dicho texto además da cuenta del contrabando y frau-
de ejercido en el comercio marítimo con la intención de obviar los altos
aranceles, especialmente la alcabala.
Otras compañías comerciales estudiadas durante la época borbóni-
ca son la compañía de los Cinco Gremios Mayores de Madrid en el Perú,
en un artículo de Medrano y Malamud,32 y la Compañía de Filipinas,
que operó en el comercio del Pacífico entre el Perú, Acapulco y Manila.33
Ambas empresas contaron con el privilegio real, pero la primera estuvo
más vinculada con el comercio interno que con el comercio con la metró-
poli. Estas compañías ofrecían ciertas ventajas, al imponer una política

29. Mazzeo 1994. Ver también Mazzeo 2001a.


30. Varón y Jacobs 1989.
31. Schlüpmann 2006.
32. Medrano y Malamud 1988.
33. Flores Guzmán 1998.

36 | CRISTINA MAZZEO
de precios más baja y mejores condiciones de venta a crédito, además de
otras facilidades (p. 430). Establecida la compañía de los Cinco Gremios
en Arequipa, tuvo intentos de radicarse en Potosí. El trabajo de Medra-
no y Malamud sobre los Cinco Gremios evidencia que la ruina de las
factorías americanas de la compañía nada tuvo que ver con la situación
económica en las colonias, sino con los sucesos acaecidos en la metrópoli
a fines del siglo XVIII, como la invasión napoleónica y la consiguiente
división de la casa matriz ubicada en Madrid y Cádiz.
En cuanto a la compañía de Filipinas, trabajada por Ramiro Flores,
fue la mayor empresa comercializadora del estado español, con poder
suficiente para competir con otras grandes compañías extranjeras esta-
blecidas en Asia. Representada en el Perú por importantes comerciantes,
estos trataron de controlarla con la intención de mantener la suprema-
cía en el comercio. Al igual que la de los Cinco Gremios, la de Filipinas
decayó a fines del período colonial por la coyuntura internacional y los
conflictos políticos desatados en la metrópoli.
Margarita Rodríguez publicó un trabajo sobre el rol de las com-
pañías de comercio con América que tuvieron privilegios,34 que fueron
ideadas dentro del reformismo borbónico. Rodríguez destaca el objetivo
político de su creación, que buscaba establecer “un monopolio efectivo
de comercio con América con el fin de fortalecer la monarquía e incre-
mentar sus arcas fiscales y a la marina”.

Precios

Trabajos sobre precios en la economía colonial se han realizado varios,


sin embargo, podríamos decir que este es el rubro menos investigado. La
fecha clave es el año 1992, en el cual se publicó un debate entre Ruggiero
Romano y Lyman Johnson sobre la historia de los precios en la Amé-
rica colonial. Mientras que Romano consideraba que a fines del siglo
XVIII los precios de los alimentos habían aumentado (refiriéndose a la
región de Chile y el virreinato del Río de la Plata), pero que dicha alza
no llegaba al nivel que tenía a comienzos del siglo XVIII, Johnson dedicó
sus esfuerzos a calcular promedios anuales de precios para un conjunto

34. Rodríguez 2005.

VEINTICINCO AÑOS DE HISTORIA ECONÓMICA EN EL PERÚ COLONIAL | 37


de bienes de consumo, y construir así un índice del costo de vida.35 La
disputa más bien parece haber sido por la metodología utilizada para su
cálculo. Los trabajos de Romano datan de la década de 1960, mientras
que los de Johnson corresponden a 1990, y utiliza el método estadístico
y la mediana para calcular ingresos y salarios promedios. El artículo de
Johnson fue publicado conjuntamente con Enrique Tandeter36 en un es-
tudio dedicado a la fluctuación de los precios y sus tendencias según los
productos y las regiones en todo el ámbito colonial.
En ese mismo año (1992) se publicaron dos trabajos de connotados
historiadores peruanos, el de Pablo Macera,37 que como indica Lazo es
una presentación ordenada de precios anuales de 347 artículos, aunque
no son precios reales sino promedios aritméticos, es decir, precios esta-
dísticos.38 Carlos Lazo García publicó también en 1992 tres tomos sobre
el régimen monetario colonial. El primero describe los distintos tipos de
moneda que circularon en la Colonia y de qué manera esta se fue implan-
tando en América desde los primeros conquistadores hasta el siglo XIX.
La diferencia entre el trabajo de Johnson y Romano y los de Macera
y de Lazo es que estos no presentan un análisis de los datos cuantitativos
que aportan ni un estudio en la larga duración o una interpretación de
las fluctuaciones de los precios en la colonia.

Capital y crédito

Las finanzas públicas fueron trabajadas por Margarita Suárez en 1995


en su libro sobre el banquero Juan de la Cueva.39 En él, Suárez destaca
la gran rivalidad entre los mercaderes de Lima y Sevilla durante el siglo
XVII, como también los mecanismos del crédito en dicha época.
El trabajo de Carlos Lazo publicado recientemente (2006) rescata el
tema de los banqueros coloniales del siglo XVII, cuáles eran sus funcio-
nes y cómo llevaban a cabo actividades prohibidas, como por ejemplo

35. Johnson 1992.


36. Tandeter y Johnson 1992.
37. Macera 1992.
38. Lazo García 2006.
39. Suárez 1995.

38 | CRISTINA MAZZEO
emitir sobregiros sobre cuentas corrientes depositadas (p. 57). Detalla
también las funciones de la Caja General de Censos de indios, que tenía
por objetivo preservar el remanente de las cajas de comunidades que
venían siendo usadas de manera arbitraria por los corregidores. Descri-
be además las modalidades del préstamo y los distintos tipos de censos
(consignativo, reservativo y enfitéutico).
El crédito público es analizado además por Alfonso Quiroz,40 quien
explica cómo hasta 1750 se mantuvo sin mayores cambios debido a que
estaba limitado por la baja productividad colonial. Diferencia además el
crédito tradicional, aportado por la Iglesia con un relativo bajo interés,
del crédito privado, aportado por los comerciantes. Con la ley de des-
amortización la expropiación de los jesuitas y la abolición de la Inquisi-
ción, los capitales de estas instituciones pasaron al poder del Estado.
Margarita Suárez publicó en 1993 un artículo sobre el crédito ecle-
siástico y el crédito mercantil, en el cual considera que el crédito de par-
ticulares y bancario alcanzó un importante desarrollo en el siglo XVII,
al igual que en el siglo XVIII, porque era más viable que la obtención
del crédito eclesiástico, con lo cual se opone a la tesis de Quiroz, quien
sostiene que el quiebre entre el crédito eclesiástico y el comercial recién
se da a mediados del siglo XVIII.41
El trabajo sobre las cajas reales de Herbert Klein sobre las finanzas
americanas del imperio español fue publicado por el Instituto Mora en el
año 1994. Dicho libro contiene una primera parte sobre la historia fiscal
de la Colonia, especialmente el caso de México y Perú. Klein analiza las
cajas reales de las regiones central, norte y sur del Perú, y además los cos-
tos administrativos anuales de cada una en un lapso de tiempo que va de
1680 a 1809. La conclusión a la que llega es que la decadencia secular de
largo plazo del siglo XVII terminó en la segunda década del siglo XVIII,
con lo cual evidencia la baja producción minera y por ende una dis-
minución en la recaudación. Consideramos que esto no necesariamente
indica una crisis general en el virreinato, como lo demuestran la mayoría
de los trabajos reseñados hasta el momento. Se trató más de una crisis en
la recaudación de las rentas reales.

40. Quiroz 1993.


41. Suárez 1993a: 227-263.

VEINTICINCO AÑOS DE HISTORIA ECONÓMICA EN EL PERÚ COLONIAL | 39


En cuanto a las reformas fiscales, destacamos el trabajo de Carlos
Contreras sobre la reforma de 1815 introducida por el virrey Abascal, un
tema poco tratado hasta ese momento. La reforma introdujo impuestos
sobre la propiedad territorial, rural y urbana, gravó los capitales deposi-
tados en diferentes instituciones y puso en circulación títulos de la deuda
interna. Medidas bastante innovadoras para la época cuya importancia,
como dice Contreras, se reconoció luego de la Independencia, pues estas
perduraron a lo largo del siglo XIX.42
Un texto publicado en 1991 y editado por Heraclio Bonilla sobre el
sistema colonial en la América española trata temas tanto del Perú como
de México. De él seleccionamos el trabajo comparativo entre ambos vi-
rreinatos, de Juan Carlos Garavaglia, para medir la importancia de la pe-
netración de manufacturas europeas y el papel jugado por la producción
americana a fines del siglo XVIII. Para el Perú toma el caso de Potosí y
Cerro de Pasco. Concluye que la participación de mercancías europeas
en el mercado colonial fue de 15 a 20%. Lo interesante de este artículo es
la metodología utilizada, dado que usa un indicador de tipo cuantitati-
vo, la alcabala, para la medición del mercado interno.
Otro trabajo que destaca por el uso de la renta de la alcabala para
el análisis del mercado interno es el de Magdalena Chocano.43 La auto-
ra trabaja las receptorías de la sierra central (Cerro de Pasco, Tarma y
Huancayo). Concluye que el auge minero de fines del siglo XVIII provo-
có un nuevo esquema de desarrollo comercial, pero el mantenimiento
de Lima como centro intermediario impidió que la plata producida en
Cerro de Pasco fluyera de manera más homogénea, lo que tuvo por con-
secuencia que las ganancias fueran aprovechadas por la elite mercantil
asentada en la capital.
En la misma línea de investigación, Jaime Urrutia desarrolló el tema
de las ferias y circuitos en Huamanga, reconstruyendo la ruta del azogue
y su conexión con la feria de Cocharcas a través del pago de la alcabala.

42. Contreras 2002.


43. Chocano 1983.

40 | CRISTINA MAZZEO
Moneda

Los trabajos de Carlos Lazo siguen siendo los referentes sobre el tema.
Publicados hasta el momento tenemos el de 1990, sobre las primeras
acuñaciones de oro de la ceca de Lima; 44 y el de 1991, sobre la acuñación
de monedas macuquinas,45 ambos publicados en la revista Numismática,
y otro comparativo sobre dos modelos de amonedación de las casas de
Lima y Potosí inserto en el texto que recoge obras escogidas del autor
publicado en 2006.46
En dicha materia debemos destacar además los trabajos de Eduardo
Dargent sobre la primera ceca de Lima y el de la moneda en la América
española, entre varios del autor.47

Mano de obra y salario

Si bien el tema de la mano de obra ha sido tratado de manera tangencial


al referirnos al sector minero, los obrajes y las haciendas, en este acápite
tocaremos el tema de manera específica. Respecto al trabajo compulsivo
de los indígenas en Potosí, uno de los principales textos referido a él es el
de Jeffrey Cole sobre la mita minera, publicado en el año 1985.
Cole realiza un estudio de los cambios que sufrió la mita a lo lar-
go de doscientos años. Sostiene que esta pasó por una profunda meta-
morfosis de acuerdo con las condiciones cambiantes en Potosí y en las
provincias que mitaban. Destaca además la importancia de los indios
de faltriquera, que permitieron sostener el sistema mediante la entrega
de un pago en dinero a los azogueros cuando a fines del siglo XVII se
produjo una notable caída demográfica. El autor concluye reconociendo,
primero, que la mita sirvió como una economía subsidiaria sin la cual
los azogueros no hubieran podido permanecer en la producción; segun-
do, que los mitayos fueron necesarios para realizar aquellas tareas que
los mingas, es decir, los indios asalariados se rehusaban a hacer; tercero,

44. Lazo, Torres Bolh y Arana 1990: 1-6.


45. Lazo García 1991: 7-77.
46. Lazo García 2006.
47. Dargent 1988b: 161-186, 1988c, 1993: 89-97.

VEINTICINCO AÑOS DE HISTORIA ECONÓMICA EN EL PERÚ COLONIAL | 41


que la administración real de la mita no hubiera podido mantenerse sin
el consentimiento de las elites locales; y por último, que si los indios no
recurrieron a la insurrección armada para oponerse a la mita fue porque
la resistencia pasiva era más efectiva. Sostiene además que la decisión
de responder a las demandas de los azogueros y a la administración de
los Habsburgo mediante la migración, la adopción de yanaconas y otras
medidas pacíficas fue de alguna manera justificada con la experiencia
de 1780.48
Carlos Contreras, por su parte, toca el tema de la mano de obra
indígena utilizada en Cerro de Pasco, donde encuentra que a fines del
siglo XVIII se adoptó un sistema de reclutamiento denominado engan-
che, usado como respuesta a la reducción de la oferta laboral tras la crisis
del orden colonial.49 Mediante este sistema, los empresarios adelantaban
a los trabajadores parte o la totalidad del salario, lo cual evidencia que
además de mitayos hubo en las minas mano de obra asalariada, conoci-
da comúnmente como mingas.
En esa misma línea, Peter Balkewell y Jeffrey Cole coinciden en esta-
blecer en Potosí, a diferencia de lo que se supone, la existencia alrededor
del año 1600 de mano de obra asalariada o mingados, que aprovecharon
las distintas oportunidades que ofrecía un sueldo atractivo para la reali-
zación de tareas específicas que exigían “pericia y experiencia”, mientras
que los mitayos eran utilizados para hacer el trabajo de mayor fuerza
física, como la extracción del metal.50
Ann Zulawski, por su parte, mediante el análisis del censo levantado
en 1683 en Oruro, establece que en dicha región la mayoría de la pobla-
ción eran forasteros o migrantes de otras aéreas, y que pocos sirvieron al
centro minero de Potosí. Estas personas tuvieron acceso a tierras, de las
cuales extraían sus alimentos, por lo tanto, hubo una complementación
entre el trabajo minero mitayo y la agricultura de subsistencia.51 Carlos
Sempat Assadourian analiza también la fuerza de trabajo en la econo-
mía mercantil en el siglo XVII, y concluye que el uso de mecanismos

48. Cole 1985.


49. Contreras 1995: 15.
50. Bakewell 1986: 5, Cole 1985: 125.
51. Ann Zulawski, pp. 95-114, en Sánchez Albornoz 1985.

42 | CRISTINA MAZZEO
compulsivos para movilizar la mano de obra indígena, como fue el pago
del tributo, dio lugar a un crecimiento de la producción mercantil y la
ampliación del mercado interior, lo que generó un alto rendimiento en
el espacio colonial.52 Un trabajo más reciente de Nicolás Sánchez Albor-
noz (2003) aborda el tema de la mano de obra indígena en la ciudad de
Arequipa entre los años 1573 y 1645.53
Por otro lado, como comentamos en el acápite referido al mercado
interno y al reparto de mercancías, al obligar a los indios de las comuni-
dades a pagar el tributo en moneda se los forzó a entrar en el mercado la-
boral para que puedan obtener dinero. De esta manera las comunidades
vendieron su fuerza de trabajo en los mercados laborales y se asalariaron
trabajando como mano de obra libre en haciendas, obrajes e incluso en
minas.54
Mano de obra libre fue también el jornalero que se asentó en Lima
para el trabajo artesanal. En este caso se utilizaban indios asalariados
(mingados) como fuerza de trabajo en los talleres de manufacturas de la
ciudad de Lima, aunque el pago en dinero de un jornal era ocasional y de
manera nominal. En ocasiones se utilizaba como medida para establecer
la deuda contraída por el productor y el trabajador. En otras, lo que se
hacía era reemplazar el pago en dinero por especies o servicios.55
En cuanto a la mano de obra esclava, fue la más utilizada en las
haciendas, y en la ciudad conformó un sistema de semilibertad. Esta
mano de obra urbana era adiestrada en diferentes oficios, y se convirtió
en una de las principales fuentes de trabajo para los productores de la
ciudad, dado que estos no contaban con el reparto de mitayos como los
productores rurales. En ocasiones compraban niños esclavos que, una
vez adiestrados en distintos oficios, eran vendidos con un valor agrega-
do.56 Quiroz sostiene que el esclavo era un bien económico caro, y por
lo tanto muchos propietarios los daban en alquiler, colocándolos como

52. Assadourian 1985a: 69-93.


53. Sánchez Albornoz 2003.
54. Ver el trabajo de Herbert Klein “Mercado y problema de la tierra en Bolivia” en
Sánchez Albornoz 1985: 127-147.
55. Quiroz 2008: 153.
56. Ibíd., p. 99.

VEINTICINCO AÑOS DE HISTORIA ECONÓMICA EN EL PERÚ COLONIAL | 43


trabajadores libres en el mercado de trabajo como un medio de obte-
ner un jornal adicional.57 Hubo comerciantes que los utilizaban como
vendedores cajoneros, colocándolos en la recova del cabildo para dicha
función.

Algunas consideraciones generales

La mayoría de los trabajos reseñados hasta el momento han aludido en


sus investigaciones a los estudios realizados por C. Sempat Assadourian
y Pablo Macera. Sus comentarios y referencias están prácticamente en
todos los artículos consultados que analizan el espacio económico y el
entorno de Potosí, al establecer el carácter articulador de la minería y la
hacienda o hablar de circuitos mercantiles. Una de las primeras aprecia-
ciones es que en estos últimos años la investigación ha dejado de lado
conceptos teóricos para enfocarse más en estudios específicos de casos
sustentados en bases documentales muy sólidas. Se ha dado prioridad
a la microhistoria más que a estudios macro como los realizados en la
década de 1980 por Javier Tord y Carlos Lazo.
La segunda apreciación es que las crisis aún siguen siendo mate-
rial de debate, pero se ha avanzado en establecer mayores precisiones en
cuanto a de qué tipo de crisis se trata. Queda claro que la crisis minera
del XVII estuvo en relación directa con los medios de explotación, mano
de obra, insumos e incluso medidas aplicadas por la Corona que no ayu-
daron a un mejor rendimiento de estas. Por lo tanto, las crisis dependen
desde qué ángulo se analice, porque no todos los sectores económicos se
vieron afectados por ella.
Sobre el tema de las reformas borbónicas los historiadores aún no
han llegado a un acuerdo. Aunque los últimos trabajos cuestionan la
decadencia de Lima debido a ellas. En términos globales, ¿qué relación
hay entre la exportación realizada en la primera mitad del XVIII y la
segunda? Aún sabemos poco respecto a qué tanto afectó la producción
externa en las diferentes regiones y cuánto de lo importado llegaba al
mercado interno. Lo que sí sabemos es que las reformas no afectaron
a todos los sectores por igual. Por ejemplo, el aumento de la alcabala

57. Ibíd., p. 89.

44 | CRISTINA MAZZEO
generó una serie de revueltas en algunas regiones, pero la liberación de
algunos productos permitió el beneficio de los grandes comerciantes y
un aumento en las exportaciones.
Lo que falta aún son trabajos cuantitativos, grandes series que pue-
dan servir para analizar largos procesos en la historia colonial. Nece-
sitamos cifras que engloben trabajos micro o regionales, los cuales se
presentan más bien aislados o de manera parcial, que permiten el análi-
sis de coyunturas precisas.
Un estudio de esa naturaleza solo podría llevarse a cabo a través de
un equipo de gente que rastree los documentos y sistematice todo lo rea-
lizado hasta el momento, para realizar un trabajo grupal a la manera de
las cajas reales de Herbet Klein, que contenga precios, habitantes, censos
de población, productos, etcétera, que pueda servir de base para futuras
investigaciones. Lo que más se ha trabajado son los tributos, pero tam-
bién son esfuerzos dispersos. Contamos con algunas series de productos
y precios durante la Colonia, pero solo tenemos hasta ahora lo compren-
dido entre los años 1784 y 1817 y 1819 y 1829.58
Otro tema es saber qué tanto y cómo afectó el proceso de la Inde-
pendencia. Se dice que hubo una gran emigración de españoles, y ello
conllevó a la pérdida de muchos capitales, ¿pero cuántos realmente se
fueron? ¿Son reales los comentarios de los viajeros? También considero
que es necesario hacer trabajos comparativos, especialmente con la Nue-
va España, que nos puedan servir de referente para analizar situaciones
análogas. Estas son algunas de las ideas que surgen del presente trabajo.

58. Cristina Mazzeo, base de datos con la información de productos, años embarcacio-
nes, comerciantes destino y precios. Inédita.

VEINTICINCO AÑOS DE HISTORIA ECONÓMICA EN EL PERÚ COLONIAL | 45


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64 | CRISTINA MAZZEO
Capítulo 2
La historia económica del siglo XIX
en el Perú en los últimos 25 años

Francisco Quiroz Chueca


Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Los auspicios que traía consigo la historia económica en sus inicios en


el Perú no se han confirmado con nuevos trabajos que cubran las lagu-
nas que, a su tiempo, han sido señaladas en balances historiográficos
(Macera, Bonilla, Manrique, Miller et ál., F. Quiroz, Contreras). En este
sentido, y pese a avances muy importantes, la historia económica en el
Perú anda a la zaga de sus similares en Argentina, Brasil o México.
Es cierto que la dificultad para desarrollar estudios en el campo de
la historia económica es un factor importante para “ahuyentar” a los
historiadores y economistas jóvenes, puesto que los estudios en el cam-
po económico requieren de una dedicación tal que se necesitan años de
trabajo intenso en archivos y bibliotecas para realizar las investigacio-
nes, mientras que, la mayor parte de las veces, no se cuenta con la ayuda
financiera imprescindible en investigaciones de largo aliento. Es además
cierto que muchos de los grandes maestros de décadas pasadas hace ya
tiempo que abandonaron las cátedras o el país e, incluso, la discipli-
na (Macera, Yepes), o la combinan con estudios en otras metodologías
especiales, privando de este modo a la juventud de ejemplos a seguir.
Es también pertinente señalar que se han reducido cursos en las uni-
versidades referentes a la historia económica, y así cursos centrales en
la formación general en integrados o estudios generales de historia eco-
nómica y social han quedado reducidos a cursos de historia general. En
el posgrado sucede otro tanto. En 1993, logramos crear, luego de har-
to batallar, la maestría en Historia Económica en San Marcos, pero en
menos de una década se transformó primero en maestría de “Historia
Económica y Social” y luego en maestría de “Historia”.
Sin embargo, pese a todas las dificultades existentes, lo que se sigue
haciendo en esta materia en el Perú es importante, y un ejemplo claro es
este Encuentro de Historia Económica, fruto de la confluencia de esfuer-
zos de historiadores económicos de la Pontificia Universidad Católica
del Perú y de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, que viene a
sumarse a otros eventos anteriores. En particular, el simposio en el Con-
greso de Historia de 1984 (Bonilla 1986), el conversatorio de 1986 orga-
nizado por el Instituto de Estudios Peruanos y en el Congreso sobre el
mercado en la historia peruana del año 1998 (Contreras y Glave 2002).
La historia económica tuvo sus orígenes modernos en el marco de
las discusiones acerca del destino histórico del Perú y América Latina.
El desarrollismo y el estructuralismo, cada cual por su lado y para sus
propios fines, incentivaron la investigación de los antecedentes y las cau-
sas del subdesarrollo de la región en tiempos en que la región se debatía
precisamente en la búsqueda de alternativas. El relativo fracaso de las
políticas heterodoxas y nacionalistas, muy evidente ya hacia inicios de la
década de 1980, dio lugar a un cambio de rumbo de la economía hacia
esquemas ortodoxos o neoliberales. En la nueva situación se trastocan
los términos, y así la “dependencia” pasa a ser “integración”, mientras
que el “atraso” se entiende como una situación temporal, superable en
función del ritmo y la intensidad con que la economía de un país se in-
serte en la modernidad (globalización). El reflejo académico de este giro
es un cambio en los intereses de la investigación que ha permitido poner
al descubierto serias deficiencias en los esquemas interpretativos usados
anteriormente, que distan mucho de satisfacer plenamente las necesi-
dades. En particular, pesquisas más puntuales basadas en una amplia y
rica documentación local han cuestionado las generalizaciones hechas
sin una sólida base empírica, pero entre la paja que se separa para ser
descartada hay mucho trigo.
En tal sentido, considero que las tendencias liberales o modernistas
no han descartado las visiones estructuralistas o “dependentistas” de

66 | FRANCISCO QUIROZ CHUECA


décadas anteriores. Antes bien, yo hablaría de la necesidad de comple-
mentación entre las visiones desde “afuera” y desde “dentro”. Es decir,
en vez de pensar que una visión debe desplazar a la otra, en aras del desa-
rrollo de la historia económica peruana, ambas pueden complementarse
sin necesariamente coincidir en planteamientos teóricos o ideológicos.
La necesidad de conocer nuestro pasado económico sigue y seguirá
siendo el incentivo central para el estudio de la historia económica pe-
ruana y latinoamericana, y por eso se debe propiciar que la historiogra-
fía económica sea una disciplina rigurosa y vigorosa; en especial en los
estudios económicos del siglo XIX, tan importante para la comprensión
de los procesos históricos contemporáneos.
Hasta hace poco era común referirse al siglo XIX como un período
olvidado de nuestra historia. Al margen de cierta intención personal de
algunos historiadores por resaltar de esa manera la importancia del siglo
que estudiaban, la afirmación tuvo determinado asidero real, pero solo
hasta hace poco. Los estudios económicos no han ido a la par, en las últi-
mas dos décadas y media, con la atención historiográfica —diría— pri-
vilegiada en lo relativo a la política y la sociedad del Perú decimonónico.
Sin embargo, en este tiempo se han formulado postulados importantes
para una mejor comprensión del devenir económico entre la Indepen-
dencia y la Guerra del Pacífico.
Hacia inicios de la década de 1980, las imágenes que se tenían de la
economía peruana del siglo XIX estaban marcadas por los estudios de
Pablo Macera, Ernesto Yepes, Heraclio Bonilla y Javier Tantaleán, entre
otros autores de reconocida influencia. Pese a contar con enfoques teó-
ricos distintos, estos autores tienen en común la propuesta de compren-
sión del siglo XIX tomado en su conjunto y como una realidad compleja.
A pesar de las críticas por una supuesta filiación “dependentista”, estos
autores recurrieron a diversos factores internos y externos para la com-
prensión de los fenómenos que estudian, teniendo sí como marco refe-
rencial de importancia el desenvolvimiento del comercio y las finanzas
mundiales y los intereses extranjeros en el país, por lo demás, imprescin-
dibles en el estudio de la historia económica.1

1. El uso del término “dependentista” de manera peyorativa ha servido a corrientes


liberales actuales para descalificar los estudios estructurales, y, en todo caso, quien
más se aproxima a la definición en nuestro medio es Ernesto Yepes del Castillo por

LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XIX EN EL PERÚ EN LOS ÚLTIMOS 25 AÑOS | 67


A diferencia de los estudios más recientes, la historiografía de en-
tonces no ocultaba que su trabajo tenía la misión de revelar las raíces
históricas de los problemas del país y de la región para tratar de encon-
trar soluciones alternativas al atraso. De ahí el carácter tan polémico de
los estudios y de ahí también el énfasis hecho en determinados aspectos
estructurales: las continuidades coloniales más allá de la Independencia,
los vínculos comerciales y financieros entablados con el exterior luego de
la Independencia y el estado del agro, la minería, la industria, la pobla-
ción y el fisco en el siglo XIX. Sobre estos puntos girará la discusión que
continúa, que tendrá en cuenta el “estado de la cuestión” a inicios de la
década de 1980 y lo avanzado desde entonces.

Continuidad o cambio en la Independencia

La Independencia es un punto de partida de interés muy especial en tan-


to que debía romper con la experiencia colonial, y de sus resultados en
mucho dependían las bases económicas de la República y las relaciones
que el nuevo país emprendería con los demás. Las corrientes contesta-
tarias a la historiografía tradicional y oficial (Macera, Bonilla, Yepes)
subrayaron la continuidad entre las estructuras sociales y económicas
luego de la independencia criolla de 1821-1824. Sin una burguesía local
—y menos nacional—, el nuevo régimen no realizó cambios significa-
tivos ni en lo económico ni en lo social, en tanto que el cambio político
fue más retórico que efectivo. Como país atrasado producto del carácter
colonial de la economía vigente durante casi tres siglos, el Perú entra en
clara desventaja a “negociar” con países que, como Inglaterra, Francia y
Estados Unidos, podían dictar las reglas de las nuevas relaciones econó-
micas (principalmente comerciales y financieras). Además, al romperse
el vínculo político se desmoronó también el sistema que relacionaba la
economía peruana con el exterior a través de España y que organizaba
la economía interna. Esto creó dos situaciones: de un lado, el Perú no
pudo reinsertarse en el mercado mundial por carecer de un producto

el énfasis que realiza en los factores externos para la argumentación de su estudio


de 1972, que fue publicado un año antes bajo un signo de interrogación, entiendo,
como un intento de aproximación a lo que en ese tiempo interesaba de manera cen-
tral a la sociedad peruana: el rumbo general del país (Yepes del Castillo 1971).

68 | FRANCISCO QUIROZ CHUECA


explotable de alta demanda más allá de la escasa producción de plata y de
lanas y, de otro, la economía local se “feudalizó” o desintegró al carecer
de incentivos que la articulasen como en tiempos anteriores. Como re-
sultado, la economía peruana quedó relativamente aislada del mercado
internacional y fragmentada regionalmente hasta que las exportaciones
guaneras volvieron a insertarla en el contexto mundial. Sobre las im-
portaciones y la economía provinciana, sigue siendo clave el artículo de
Heraclio Bonilla, Lía del Río y Pilar Ortiz de Cevallos (1978). Para ejem-
plos de la fragmentación de economías regionales y sus experiencias de
vinculación con el mercado externo, ver Bonilla (1975-1977) y Alberto
Flores-Galindo (1977), y además el polémico texto de Rodrigo Montoya
(1980) sobre la sierra sur y otras experiencias similares de relación de
economías campesinas con el mercado mundial.
Desde el plano político, este proceso se ve favorecido por la debi-
lidad e inestabilidad del nuevo Estado, que, pese a sus políticas protec-
cionistas iniciales, permite la penetración de intereses comerciales y
financieros extranjeros que, a mediano o corto plazo, dominarán la eco-
nomía peruana. Esta posición ha sido desarrollada por diversos autores,
en particular por Bonilla en un artículo de 1987, ratificada en sucesivas
ediciones de Metáfora y realidad de la independencia en el Perú (Bonilla
1988, 2001, 2007). Desde el punto de vista social, este resultado se en-
tiende también como producto de la ambivalente actitud de los sectores
sociales dominantes en el tránsito de la Colonia a la República, descrita
por Alberto Flores-Galindo (1984).
Esta imagen de la Independencia como un factor central negativo en
lo económico no ha podido ser revertida en la investigación posterior. An-
tes bien, ha sido corroborada y hasta “perfeccionada”. En este sentido, Al-
fonso Quiroz sugiere que el cambio producido fue muy contraproducente
porque la separación política cortó un proceso de crecimiento que venía
dándose al amparo del impulso y la diversificación productiva iniciados
con las reformas borbónicas en el siglo XVIII (Alfonso Quiroz 1993a).

Entre la plata y el guano

Mayor discusión ha habido en torno al lugar de la economía peruana


inmediatamente luego de la Independencia. Dada la importancia de las
relaciones del nuevo país con los países desarrollados, la investigación

LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XIX EN EL PERÚ EN LOS ÚLTIMOS 25 AÑOS | 69


hizo hincapié en el comercio externo del Perú del XIX. La imagen vigen-
te ya señalada afirma que la economía peruana entró de inmediato en
relaciones con las nuevas “metrópolis” estableciendo una vinculación de
dependencia “neocolonial” (esto es, de control económico prescindien-
do de la sujeción política aunque sin descartarla del todo). Sin embargo,
y en contra de lo que sería una versión “dependentista” en su versión
caricaturesca, los autores ya mencionados sustentan esta situación no
solo desde una perspectiva económica, y esto es válido aun para las his-
torias específicas tales como la del algodón y la producción industrial
(Macera), la política económica del Estado peruano inicial (Tantaleán
1983) y el ensayo más ambicioso de Heraclio Bonilla (1974) sobre el im-
pacto social y político de las exportaciones guaneras. Así, el comercio
externo sirve de base a Bonilla para el análisis del desenvolvimiento de
la economía en general y de la situación de los grupos sociales altos en el
Perú del siglo XIX.
La obra de Paul Gootenberg (1989a) ha sido vista como una res-
puesta contundente a lo que él considera la visión general, fatalista y
extranjerizante de la historiografía dependentista. El gran aporte de
Gootenberg está, a no dudarlo, en su análisis histórico meticuloso so-
bre las relaciones entre el comercio exterior y la política peruana de los
inicios de la República. Gracias a un exhaustivo trabajo con fuentes
peruanas y extranjeras, Gootenberg traza las políticas comerciales del
país a lo largo del laberíntico período del caudillaje militar luego de la
Independencia. No es que Gootenberg haya descubierto que la política
mercantil peruana inicial se caracterizó mayormente por su tendencia
proteccionista. Más bien, Gootenberg vincula este hecho con la actitud
de los caudillos para explicar las dificultades que tuvieron los intereses
extranjeros para imponer su control comercial y financiero hasta media-
dos del siglo XIX.
El campo de las finanzas es estudiado de manera especial por el
impacto que tuviera en las políticas económicas. Un buen balance de la
deuda generada con los bancos ingleses es el trabajo de Palacios Moreyra
(1983) y, más recientemente, el de Carlos Marichal dentro del contexto
latinoamericano (1989). Dos estudios útiles para ver las fuentes internas
de financiamiento y, a la vez, entender mejor la presión ejercida por co-
merciantes locales son el de Paul Gootenberg (1996) y el de Cristina Ma-
zzeo (2006) sobre los préstamos que realizaban los comerciantes limeños

70 | FRANCISCO QUIROZ CHUECA


y provincianos al ahora Estado independiente dominado por los caudi-
llos bajo el mismo principio patrimonialista que en tiempos coloniales.

La era del guano

El gran aporte a la historiografía económica del siglo XIX proviene de


la convicción de historiadores peruanos y peruanistas de que las claves
para su comprensión deben surgir del análisis de la situación interna,
sin por ello obviar los factores externos. El conjunto de la producción de
Heraclio Bonilla dedicada a este período busca establecer una dirección
coherente en medio de las cifras y de las idas y venidas en el negocio
guanero y sus implicaciones comerciales y fiscales. Aunque criticada por
ser “contrafactual”, su intención explícita fue establecer las causas por
las que el guano no significó una fuente de crecimiento económico y
progreso social. Alfonso Quiroz (1987) responde a esa interrogante al
estudiar el destino de parte de la riqueza generada por la exportación de
guano, concluyendo que el dinero fue a parar en mucho a manos de es-
peculadores y otras personas no interesadas en la inversión productiva.
De su lado, Paul Gootenberg (1998) responde a este problema sin-
tetizando las aportaciones de empresarios, funcionarios y analistas de la
época en torno a las alternativas de desarrollo en un libro que demuestra
la existencia de proyectos importantes, pero que no fueron ni pudieron
ser aplicados, concluyendo que el problema central era la ausencia de
condiciones internas para imponer los fundamentos económicos mo-
dernos en una sociedad y economía que mantenían relaciones de anti-
guo régimen.
Este tema de los obstáculos al crecimiento ha sido trabajado tam-
bién por otros investigadores. En particular, las instituciones arcaicas
en la producción urbana del XIX son materia de estudio de Francisco
Quiroz (1996), mostrando que, en realidad, los gremios republicanos
continuaron la tendencia de sus homólogos coloniales de ser institucio-
nes con poca incidencia en la organización de la producción. Los más ac-
tivos entre los gremios republicanos de Lima fueron los panaderos y los
camaleros, dos oficios con poca influencia en la industrialización pero
muy combativos a favor de sus privilegios.
De otro lado, Carlos Contreras (2004) agrupa en un libro artícu-
los publicados anteriormente que inciden en determinados factores que

LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XIX EN EL PERÚ EN LOS ÚLTIMOS 25 AÑOS | 71


debieron propiciar el “aprendizaje” del capitalismo en el Perú del siglo
XIX, proceso truncado por la ineficiencia de quienes concibieron la idea
y por el marco institucional inadecuado. Entre los temas más a propósito
se hallan la educación, las contribuciones, la tecnología, las comunica-
ciones y el centralismo. De la misma manera, Javier Tantaleán (2001)
reúne sus estudios previos en un sugerente volumen sobre la historia
peruana.
Sin duda, el problema de las exportaciones del guano de las islas ha
marcado los estudios, pero en las últimas décadas el énfasis se ha hecho
más en el estudio de las regiones del Perú en franco reconocimiento de
que sin este conocimiento mal se puede entender al Perú en su conjun-
to. Los estudios regionales se han abocado a desentrañar los orígenes
del atraso y las formas en que la modernidad económica ha buscado,
con o sin éxito, penetrar en los rincones del país donde prevaleció una
economía poco o nada ligada a los mercados internacionales. Entre los
estudios más logrados, se encuentran los textos de Nils Jacobsen (1993)
sobre la incapacidad de superar las estructuras sociales y económicas
coloniales en Puno en el largo tiempo entre la Colonia e inicios del siglo
XX, el de Nelson Manrique (1985) sobre la sierra arequipeña en el mismo
lapso, el del mismo autor y el de Florencia Mallon sobre el valle del Man-
taro luego de la Independencia, en que se muestra el papel de la minería
y la ganadería como medios dinamizadores de su economía (Manrique
1987, Mallon 1983), el estudio de José Gómez e Inés Bazán sobre Lamba-
yeque (1989), los de Susana Aldana y Alejandro Diez sobre la costa y la
sierra de Piura (Aldana y Diez 1994, Diez 1998) y, más recientemente, el
estudio publicado póstumamente de la tesis de la maestría sanmarquina
en historia económica de Gaspar Zorrilla Santiago, que busca descubrir
la dinámica del comercio regional en una zona dominada por las ha-
ciendas y, en general, por relaciones económicas y sociales tradicionales
como considera a Cajamarca entre 1660 y 1930 (Zorrilla 2005). Además,
destacan los estudios de largo aliento sobre la mano de obra rural en
Cajamarca de Lewis Taylor (1986) y en Pisco de Vincent Peloso (1999).
Los trabajos sobre las diversas actividades económicas durante la
era del guano han tenido una importancia desigual. Para empezar, a di-
ferencia de la minería, el agro de exportación y la industria transforma-
tiva han recibido escasa atención de los especialistas. El texto de Jean Piel
(original de 1975-1983), fundamental para una visión de conjunto de las

72 | FRANCISCO QUIROZ CHUECA


condiciones rurales del Perú desde la Conquista, apareció en castellano
en 1995, pero corresponde en realidad a las tendencias historiográficas
previas. El desarrollo industrial es descrito por Jorge Grieve (1982), pero
el tema espera aún estudios analíticos de mayor envergadura.
De otro lado, el estudio de la minería republicana vincula la pro-
ducción minera con su impacto en el entorno campesino y provinciano.
Luego de las entregas que en la década de 1980 hicieran José Deustua
(1986) sobre los inicios de la República y Carlos Contreras (1987) sobre
la sierra central, destaca el balance más reciente de Deustua (1999).
Probablemente sean Shane Hunt, Alfonso Quiroz y Paul Gooten-
berg los historiadores económicos que mejor hayan aplicado los avances
de la cliometría para la historia peruana del XIX. A Shane Hunt (1973,
1984, 1985) se le deben las primeras estimaciones del precio, montos de
exportación y distribución de los ingresos del guano que permitieron
realizar investigaciones más sólidas sobre este período de la historia pe-
ruana. Para los precios en el Perú y, en particular en Lima, Gootenberg
(1989, 1990) ha reunido una impresionante información que le permite
abrir camino en la tarea de sistematizar la información cuantitativa para
la historia económica peruana. A su estudio sobre los precios de produc-
tos rurales siguió un innovador trabajo sobre la variación de los precios
en la Lima de mediados del siglo XIX que permiten replantear el conoci-
miento que se tiene sobre algunos aspectos sociales. El aporte de Alfonso
Quiroz (1989 y 1993b) se ha centrado en las finanzas peruanas, dedican-
do su atención al funcionamiento del sistema bancario peruano desde
mediados del siglo XIX. La banca en la última fase de la era del guano
es abordada de manera especial por Eduardo Morón (1993). El mayor
intento por establecer las reglas y los mecanismos de funcionamiento del
sistema monetario, tan importante para el estudio de la historia econó-
mica en general, pertenece a Augusta Alfageme (1992).
Un aspecto que ha tenido mayor reflejo en la investigación es el de la
población, incluyendo la mano de obra y las migraciones. Varios artícu-
los, unos a nivel nacional (Lesevic 1986, Varillas 1990, Gootenberg 1995)
y dos a nivel local para el Cuzco y Lima (Krüggeler 1998, Peloso 2007),
han incidido en el establecimiento del volumen poblacional y sus carac-
terísticas como una variable para apreciar el mercado laboral potencial.
Si bien los estudios sobre la esclavitud republicana están dedicados
más a encontrar las causas de su abolición, no carecen de interés como

LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XIX EN EL PERÚ EN LOS ÚLTIMOS 25 AÑOS | 73


análisis de las relaciones laborales de este régimen que, sin embargo, han
tenido el caso limeño en el centro del análisis (Blanchard 1992, Aguirre
1993, Hünefeldt 1994). Algo similar puede decirse de los trabajos acerca
de la población inmigrante en el Perú del XIX, pero en este caso la moti-
vación es más social y cultural que económica, con la notable excepción
de los estudios sobre los chinos culíes hechos por Humberto Rodríguez
Pastor (1989, 2000) y el seminario que él convocara en 1986 sobre la inmi-
gración decimonónica en general (Huertas et ál. 1986). La población lle-
gada de Europa ha sido estudiada mayormente por países de procedencia,
salvo la publicación de Giovanni Bonfiglio (2001) y Pilar García Jordán
(1992). Poco se ha investigado la labor de comerciantes peruanos como
“negreros”, y un caso es el intento de esclavizar a la población de diversas
islas del Pacífico para complementar la mano de obra culí (Maude 1981).
Otro de los aspectos donde la historia económica es innovadora es
la fiscalidad del siglo XIX, en parte, como reflejo de la influencia de las
tendencias institucionalistas en la historiografía. Tras las huellas de Tris-
tan Platt (1982) y sus estudios sobre Bolivia, una saga de investigadores
peruanos y peruanistas han volcado su interés en la relación entre la
recaudación fiscal y las relaciones económicas y políticas. Víctor Peralta
(1991), por ejemplo, examina cuidadosamente las finanzas estatales y las
relaciones entre las autoridades y el pago del tributo, las tierras comuna-
les, etc. en el Cuzco entre la Colonia y la República. Continúan la línea
Nils Jacobsen (1989) sobre las políticas fiscales tempranas y Christine
Hünefeldt (1989). Quien más está aportando actualmente en este rumbo
es Carlos Contreras, quien analiza este tema en la sierra central y el país
en general, vinculando la contribución directa o indirecta pagada por
los ciudadanos con la situación económica y los derechos políticos de la
población (Contreras 1989, 2005, 2006a, 2006b).
Los estudios empresariales son otra de las innovaciones en la histo-
riografía económica latinoamericana, pero se debe constatar que ha sido
poco desarrollada entre nosotros. Salvo algunas tesis aún inéditas so-
bre empresarios, el género no ha proporcionado aún resultados impor-
tantes. Entre las excepciones se cuenta la tesis de María Luisa Palacios
Mc Bride (1989) sobre Manuel de Argumaniz, un empresario peruano
del siglo XIX, y el artículo de Marisol Molestina (1992).
Finalmente, la Guerra del Pacífico ha incentivado los estudios del
siglo XIX en búsqueda de las posibles causas del conflicto que como

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ningún otro acontecimiento ha influido en nuestra historia contempo-
ránea. Además de los estudios más antiguos desde la monumental His-
toria de la República del Perú de Jorge Basadre y otras monografías ya
citadas en este ensayo, se debe señalar el intento sintetizador de Enrique
Amayo (1988) por hacer énfasis en la cuestión del guano, el salitre y los
intereses británicos entre los prolegómenos de la guerra, al igual que los
escasos estudios dedicados a la explotación y comercialización del salitre
(Flores 2000). En este campo también debe resaltarse el nuevo esfuerzo
por estudiar el impacto de los ferrocarriles en la economía y la sociedad
peruana en el siglo XIX de Paul Phumpiu (1988) y Kemp (2002).

Finalmente, deseo señalar algunas tareas que me parecen impor-


tantes de desarrollar en la historia económica del siglo XIX. Es imperioso
apoyar el estudio de las dimensiones cuantitativas de la historia como
base para el análisis tanto de otros estudios en historia económica como
de investigaciones en otras disciplinas históricas. Se necesita, además,
poner énfasis en el estudio de la producción rural y urbana, que es tal
vez el tema más difícil de abordar en los estudios de historia económica
por la carencia de fuentes y por el significado del aparato productivo en
la evaluación del sistema económico en general.
Además, se debe buscar expandir la docencia en historia económi-
ca, en especial en posgrado, difundir los resultados de investigaciones a
través de una revista especializada y crear una Asociación Peruana de
Historia Económica.

LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XIX EN EL PERÚ EN LOS ÚLTIMOS 25 AÑOS | 75


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84 | FRANCISCO QUIROZ CHUECA


Capítulo 3
Los estudios sobre la historia económica
del siglo XX en el Perú

Luis Ponce
Universidad Nacional Federico Villarreal

Introducción

Aunque este no es un estudio exhaustivo de la literatura reciente de his-


toria económica, se revisan las obras más importantes sobre el siglo XX
para identificar sus criterios de periodización, las nuevas tendencias y los
temas relevantes de investigación. Sin embargo, para no duplicar esfuer-
zos, se examinan dos evaluaciones notables, realizadas por Paulo Drinot
y Carlos Contreras, que han identificado los principales temas y tenden-
cias en la investigación contemporánea sobre la economía republicana.
Dichas evaluaciones proporcionan una firme base conceptual y temática
para organizar la exposición. A partir de ellas, se pasa revista a las obras
más importantes sobre el siglo XX a fin de identificar los nuevos aportes
y los temas en debate, para luego sugerir algunos temas pendientes de
investigación. Gracias a estos autores, la exposición da más importancia
al desarrollo temático que al cronológico, lo cual facilita la exposición en
la medida en que los procesos económicos puestos en marcha a fines del
siglo XIX se proyectan al siguiente siglo, entroncándose de tal manera
que resulta forzada una separación que obedezca estrictamente a crite-
rios cronológicos.
Existe, sin embargo, una diferencia metodológica. La presente re-
vista esta orientada por el cambio tecnológico en una perspectiva de lar-
go plazo. Las obras evaluadas se ordenan en un arco extenso que se inicia
a fines del siglo XIX, cuando se produce una serie recambios tecnológi-
cos, productivos y de organización empresarial, denominados como la
segunda revolución industrial (asociados a la industria metalmecánica,
la petroquímica, la química básica, la siderurgia, la metalurgia y las lí-
neas de producción, cuyos productos más representativos fueron el auto-
móvil y el avión). Estos cambios influyen notablemente en la economía
nacional durante la mayor parte del siglo XX, transformándola de una
manera notable. En el otro extremo del arco, a fines del siglo XX, se ubica
un nuevo proceso de cambios tecnológicos, productivos y de la organi-
zación empresarial; aunque esta vez, a diferencia del anterior proceso,
los cambios se dan de manera sistemática y paulatina, sin dar señales de
agotamiento hasta el presente. De modo tal que hablaríamos con mas
propiedad de un proceso de transformación progresiva de la economía
nacional y del mundo tal como los conocíamos (Thurow 1992).

La nueva historia. Nuevas perspectivas y nueva agenda

En el artículo “La nueva historia: tendencias recientes en la historiogra-


fía peruana”, Paulo Drinot (2000) usó la década de 1970 como criterio
de clasificación de la historiografía peruana. Según dicho recuento, an-
tes de los años setenta, la historiografía estuvo dominada por una pers-
pectiva metodológica y política conservadora que inspiró al grueso de
la producción histórica. A partir de los años setenta, surge una nueva
propuesta conceptual que la define como un catálogo de gobernantes y
obras públicas; un inventario de batallas, fechas y actos heroicos. Por tal
razón, la nueva corriente intelectual propuso abrir nuevos cauces, em-
plear nuevos métodos y perspectivas y reexaminar la historia con otros
criterios; es decir, con instrumentos de análisis y procedimientos de las
ciencias sociales. Estableció una nueva agenda de trabajo y estimuló la
producción de gran parte de los tópicos que aún dominan el debate en
el mundo académico.

86 | LUIS PONCE
Según Drinot, los cambios surgen a partir de la Nueva historia ge-
neral del Perú, que recoge la obra de sociólogos e historiadores, como
Alberto Flores-Galindo, Heraclio Bonilla, Manuel Burga, Ernesto Yepes
y Julio Cotler. En esta generación, la mayoría eran provincianos, como
Heraclio Bonilla, Manuel Burga y Wilfredo Kapsoli; también participa-
ron mujeres, como Margarita Giesecke, Piedad Pareja y Carmen Rosa
Balbi, y extranjeros, como Rory Miller, que encontraron tanto material
de trabajo como un ambiente intelectual estimulante.
Entre las influencias y deudas intelectuales de la nueva corriente,
Drinot cree observar una mezcla ecléctica de diversas perspectivas teó-
ricas: la corriente althusseriana, la Escuela de los Anales, la historia so-
cial inglesa, la teoría de la dependencia y el estructuralismo. También
encuentra una sólida conexión con la corriente histórica asociada con
Jorge Basadre y Pablo Macera y un vínculo con la obra de José Carlos
Mariátegui. Sin embargo, para Drinot el aporte relevante habría sido la
teoría de la dependencia. Según Carlos Contreras, una voz autorizada en
el tema, la nueva historiografía usó la teoría de la dependencia por tres
razones. Primero, para disponer de una interpretación eficaz y verosímil
del pasado y presente de América Latina. A diferencia de los modelos
de crecimiento por etapas, como el de Rostow, este enfoque planteaba
que las economías latinoamericanas no podían ser caracterizadas como
si estuvieran en una etapa evolutiva anterior a la de las economías de-
sarrolladas. El problema, más bien, residía en el tipo de articulación
asimétrica que existía entre América Latina y las economías del centro,
caracterizada por una gran desigualdad en la distribución de los gra-
dos de poder. En segundo lugar, por su enfoque histórico del desarrollo,
que permitía explicar el inicio de la relación colonial, que podía llegar
a ser densa y profunda, y con una gran capacidad para regenerarse bajo
nuevas formas. Bastaba que se hubiera desarrollado una demanda por
los bienes de consumo europeos y, de otro lado, que el capital, la tecno-
logía de producción masiva y la mano de obra especializada para pro-
ducirlos estuvieran localizados en los países avanzados. En tercer lugar,
porque dicho modelo proveyó a los historiadores y científicos sociales
peruanos (durante los años setenta y ochenta) de una rica agenda de
investigación que orientó el grueso de la investigación realizada en las
últimas décadas. Esta producción historiográfica puede agruparse en
cinco temas.

LOS ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XX EN EL PERÚ | 87


En el primero, las consecuencias económicas de la Independencia,
Contreras ubica la obra seminal de Bonilla y Spalding (1972), según la
cual la independencia política habría significado el tránsito de la depen-
dencia formal española a la dependencia informal británica y norteame-
ricana. De la misma manera, el Estado virreinal había sido sustituido
por un Estado republicano criollo, con menores recursos militares, lo-
gísticos o ideológicos de los que dispuso la metrópoli. Un estado débil
y desorganizado no podía imponer en la mayor parte del territorio el
cuerpo de leyes aprobado por el Congreso, ni revertir o compensar la
fragmentación económica del Perú. Por tal razón, las sociedades loca-
les ganaron autonomía, el comercio interior se reorientó y los caudillos
regionales ganaron poder dentro de sus territorios. De manera similar a
la moderna teoría del comercio regional, las regiones se relacionaron es-
trechamente con la demanda mundial, ubicada en unos pocos espacios,
a miles de kilómetros de distancia. Paradójicamente, establecieron solo
contactos marginales con los espacios vecinos.
Entre las obras más logradas de la fragmentación económica y po-
lítica, destaca el artículo de Heraclio Bonilla (1974a) sobre Islay, puerto
del departamento de Arequipa, por donde se exportaba la lana de ovinos
y de camélidos andinos a Inglaterra. A partir de este intercambio, los
pastores de las comunidades indígenas de Arequipa, Puno y Cuzco se
articularon con el mercado mundial. La obra de Alberto Flores-Galindo
(1977) sobre Arequipa resalta el rol de las casas comerciales en el acopio
de las lanas del altiplano, conectando así el interior rural con el merca-
do mundial. Rodrigo Montoya (1980) planteó la existencia de ocho ejes
regionales en la República que partiendo de un puerto se internaban
en la sierra, articulando la producción mundial con las haciendas y la
producción campesina a través del comercio. A diferencia de los autores
mencionados, Alfonso Quiroz (1993a) se aproxima a la república perua-
na como una unidad económica y política. Usando las exportaciones
per cápita y la recaudación fiscal por habitante, de la década de 1800 a
1810, concluye que la independencia tuvo consecuencias negativas para
el desarrollo económico, pues solo medio siglo después, durante el apo-
geo del guano, se pudo alcanzar dichos niveles, aunque por un breve
período, y que recién en el siglo XX se pudieron superar.
En el segundo tema, la formación económica del Perú independien-
te, Contreras organiza el material en torno a dos propuestas. Primero,

88 | LUIS PONCE
que las estrategias de desarrollo económico elegidas por la República
fueron tan malas que sus resultados se situaron por debajo del nivel al-
canzado en la era colonial. Segundo, que el antiguo poder colonial fue
sustituido por un poder “neocolonial” que impidió una auténtica inde-
pendencia del país, impidiéndole ejecutar políticas apropiadas para su
desarrollo.
En el tercer tema, la era del guano, Contreras presenta las diversas
obras que han abordado este tema desde diversas perspectivas, como
la de Yepes (1981), Bonilla (1974b), Shane Hunt (1984), Alfonso Qui-
roz (1987) y William Mathew (1981); concluyendo con un aspecto en el
que hay consenso: el dinero del guano modernizó las finanzas del país,
posibilitó el establecimiento de los bancos y los instrumentos de cam-
bio, la difusión del crédito y elevó la especulación financiera a niveles
nunca antes vistos, aunque por un breve período. Esta expansión no fue
sustentable.
En cuarto lugar, Contreras agrupa los estudios que examinan las
consecuencias económicas de la guerra con Chile, aunque desde un án-
gulo muy actual: ¿la estatización de las salitreras era la evidencia de una
política audaz para el desarrollo de la elite empresarial que la guerra cor-
tó de raíz? Enrique Amayo (1988) responde afirmativamente. De otro
lado, Manrique (1987) plantea un argumento similar, aunque referido a
la economía agraria tradicional de la sierra central. ¿La guerra interrum-
pió su transición hacia una economía capitalista en el último tramo del
siglo XIX? Si fue así, esto explicaría el aislamiento y estancamiento de la
sierra durante el siglo XX. En relación con el sector minero, Contreras
plantea, en un libro sobre Cerro de Pasco, que los empresarios locales
habrían establecido una relación simbiótica con la economía campesina
de la región, la cual se habría convertido en un lastre para el desarro-
llo de la minería, al impedir la modernización tecnológica y laboral del
sector. A la larga, habría favorecido el arribo de las empresas mineras
internacionales con posterioridad a la Guerra del Pacífico (y durante el
siglo XX).
En quinto lugar, Contreras aborda la génesis de la nueva economía
de exportación durante las tres primeras décadas del siglo XX. Siguiendo
a Thorp y Bertram (1985), señala que la demanda mundial por azúcar,
café, lanas, algodón, cobre, estaño, zinc, petróleo y caucho, así como la
disponibilidad de mejores medios de transporte, junto con la apertura

LOS ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XX EN EL PERÚ | 89


del canal de Panamá, multiplicó las exportaciones peruanas al punto de
constituirse en la edad de oro del modelo exportador. Cuando el “valor
de retorno” de las exportaciones era bajo, el sector exportador era de-
finido como “enclave”. Los yacimientos de la International Petroleum
Company (IPC), en la ciudad de Talara, resultaron el más claro ejemplo.
El caso contrario ocurrió con el algodón, que empleaba mucha mano de
obra, vendía parte de su producción a las fábricas locales y los nacionales
y los residentes locales tenían una importante participación en la pro-
piedad agraria.

La crítica de la dependencia

Según Drinot, las interpretaciones arriba expuestas fueron cuestionadas


frontalmente por una nueva generación de historiadores que, a diferen-
cia de la Nueva Historia, ya no representaban una escuela o un movi-
miento intelectual, ni deseaban confrontar a la historia conservadora.
No hay mucho que una a sus estudios, salvo su crítica a la dependencia.
Por lo tanto, surge una interrogante básica: ¿qué los motiva? ¿Cómo se-
leccionan sus tópicos de investigación? Una ligera revisión de la literatu-
ra sugiere un severo desacuerdo con la generación anterior sobre el rol de
la elite, la caracterización del Estado peruano y la participación popular
en las elecciones.
A diferencia de la Nueva Historia, Gootenberg (1989, 1993) y
Mc Evoy (1994) plantearon que sí había existido una elite capaz de for-
mular proyectos nacionales en el siglo XIX. Igualmente, Quiroz (1989,
1993b), y Felipe Portocarrero (1995) ratificaron que la elite peruana fue
empresarial y diversificada, que el poder no estaba concentrado en un
solo grupo y que la competencia intraelite en las esferas política y econó-
mica habría sido frecuente. Por su parte, el estudio de Peralta (1991) so-
bre el tributo indígena en el Cuzco entre 1826 y 1854 demuestra que este
fue usado por el gobierno central para minar el poder político regional.
Este grupo de críticos también está en desacuerdo sobre el rol asigna-
do al Estado y el tratamiento a los de abajo y a los de arriba como si fueran
simples peones en un crudo juego determinista. La historia del Partido
Civilista de Mc Evoy (1994, 1997), por ejemplo, incorpora la participación
popular en los períodos formativos de los partidos de la elite, tratando a
las elecciones y la participación popular como temas relevantes.

90 | LUIS PONCE
Sin embargo, en relación con el tema de la fragmentación social y
económica de la República (la historia regional), la generación revisio-
nista se limitó a expandir sus fronteras para incorporar nuevos espacios
exportadores de materias primas, como Chachapoyas (Nugent 1997),
Piura (Apel 1996), Ayacucho (Galdo Gutiérrez 1992, Gamarra 1992),
Pisco (Peloso 1999) y la selva central (Santos-Granero y Barclay 1998).
Igualmente, la generación de la Nueva Historia incursionó en las esfe-
ras política e ideológica y la economía agraria regional del Cuzco, como
Guillen Marroquín (1989) y Rénique (1991). Jacobsen (1993) amplió el
análisis de la economía lanera hacia Puno y el altiplano, mientras que
Panfichi y Portocarrero (1995) y Parker 1998 (González Carre 1995)
abordaron la ciudad de Lima y la de Ayacucho.
De todos los autores revisionistas, se destaca Paul Gootenberg
(Between Silver and Guano). De manera similar a los ciclos de aisla-
miento y apertura que abaten a la sociedad norteamericana, Gooten-
berg argumenta que el Perú no cayó bajo la influencia inglesa sino que
se aisló comercial y financieramente durante sus primeras décadas de
vida independiente. El caos y la inestabilidad política actuaron como
un muro protector frente a las pretensiones del imperialismo británico.
Igualmente, de manera similar a la guerra civil norteamericana, que en-
frenta al norte industrial proteccionista y al sur agrario partidario del
libre comercio, la Confederación Perú Boliviana (1836-1839) fue rein-
terpretada como una guerra de secesión en los Andes, que enfrentó a
los partidos del libre comercio y del proteccionismo. Para Gootenberg,
la política comercial peruana habría sido proteccionista, con altos im-
puestos a la importación de mercaderías o con prohibiciones absolutas.
Cuando se arribó a períodos con aranceles más favorables al librecam-
bio, la actividad comercial fue desalentada por el caos político, que no
brindaba seguridad a las empresas extranjeras. Por lo tanto, en el esque-
ma propuesto por Gootenberg, la ausencia de comercio e industria solo
puede explicarse por las condiciones internas, como la situación de los
gremios de artesanos, la escasez de mano de obra con calificación indus-
trial y la inestabilidad política y fiscal. En este argumento, la elite juega
un rol marginal.
A pesar de la contundencia de la crítica de la generación revisionista,
se puede concluir que esta constituyó más un aporte que una demolición
de los planteamientos de la Nueva Historia. En realidad, sus propuestas

LOS ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XX EN EL PERÚ | 91


metodológicas y temáticas tienen garantizado un amplio espacio en el
medio académico gracias a dos libros de texto, de amplia difusión en
los campus universitarios, el de Cueto y Contreras (2000) y el de Peter
Klaren (2000), que han incorporado gran parte de los argumentos de la
generación de los setenta.

Nuevos rumbos

En relación con la agenda para el futuro, Drinot plantea que el siglo XIX
ha recibido más atención de la debida. Como ejemplo señala al capítulo
de Bonilla sobre Bolivia y Perú, entre la Independencia y la Guerra del
Pacífico, publicado en The Cambridge History of Latin America, porque
considera que este ya es obsoleto, desde un punto de vista historiográ-
fico, debido a que ese período ha sido sujeto a una intensa revisión (ver
Bonilla 1985, Klaren 1986, Bertram 1991 y Cotler 1991). Para él, en cam-
bio, el siglo XX ha sido estudiado de manera fragmentada. La historia
política y la económica, por ejemplo, no cuenta con estudios detallados
de las presidencias de Benavides, Prado u Odría. Igualmente, el oncenio
de Leguía (salvo las obras ya conocidas) no ha recibido aún la atención
que merece (Irurozqui 1994). El centro de interés ha continuado siendo
los gobiernos democráticos que no llegaron a completar su mandato,
como el breve gobierno de Billinghurst (Blanchard 1977, Huiza 1998),
Sánchez Cerro (Ciccarrelli 1969, Stein 1980) y el de Bustamante y Rivero
(Portocarrero 1983, Haworth 1992). En resumen, a la fecha no existen
trabajos de la envergadura de Thorp y Bertram (1980) sobre el siglo XX.
Por lo tanto, daría la impresión de que hay un abierto descuido o
que no existieran otras opciones disponibles, o que todos los aspectos
relevantes de la historia económica ya hubieran sido examinados y que
posteriores trabajos tendrían poco que aportar, como parece sugerir
Geoff Bertram. No es esta la opinión de Alfonso Quiroz (1995), quien
piensa que el estudio de aspectos fundamentales de la historia financiera
peruana apenas está empezando y que tiene mucho que ofrecer. En su
opinión, este descuido en el estudio del desarrollo financiero peruano
se debe a que los rasgos financieros nativos han despertado poco interés
entre los historiadores. Quiroz señala como áreas de interés dos épo-
cas de auge en el desarrollo financiero peruano durante el siglo XX: sus
primeras décadas y las de 1950 y 1960, que han coincidido con los ciclos

92 | LUIS PONCE
de auge y retraimiento de los mercados financieros internacionales (en
este aspecto coincide con la periodización efectuada por Carlos Marichal
(1988) en su conocida obra sobre la deuda latinoamericana.
De otro lado, tenemos la sugerencia de Carlos Contreras (2006) de
explorar los aspectos fiscales de la República y sus implicancias, un cam-
po que abre varias líneas de investigación sobre temas de gran interés en
la actualidad. Por ejemplo, en la ponencia que mencionamos, Contreras
evalúa el proceso de descentralización fiscal implementado entre 1886
y 1920, que contó con el respaldo de la Presidencia de la República y
el Congreso, de la elite política y económica y de las más importantes
corrientes de opinión, como la de los antiguos miembros del influyente
Partido Civil y de El Comercio, el diario de circulación nacional más
importante de la época.
Sobre la base de las antiguas cajas fiscales, en cada departamento se
estableció un Tesoro Departamental, cuya administración estaba a cargo
de una Junta Departamental presidida por el prefecto. Las relaciones en-
tre las juntas y el prefecto se volvieron tirantes desde un comienzo. De un
lado, porque el prefecto percibió a los miembros de la junta como unos
fiscalizadores incómodos, y de otro, porque la junta vio al prefecto como
un recorte de sus atribuciones. En 1893, se retiró a los prefectos de la pre-
sidencia de las juntas; sin embargo, el cambio no dio los frutos esperados.
Entre 1887 y 1894, la recaudación de los tesoros departamentales repre-
sentó apenas el 17,5% del total de impuestos recaudados en el país. Hubo
provincias enteras, como las de Huanta y Cangallo, en Ayacucho, o la de
Castrovirreyna, en Huancavelica, donde fue imposible hablar siquiera de
cobrar impuestos, como lo constató Pedro E. Dancuart en 1888. Ante el
fracaso de los apoderados fiscales, los subprefectos procedieron a recau-
dar las contribuciones porque el pago de su salario dependía de ello.
Entre 1886 y 1896, los ingresos fiscales peruanos estuvieron estan-
cados en torno a los ocho millones de soles. En cambio, cuando se es-
tablecen las empresas privadas de recaudación, los ingresos fiscales se
triplican, alcanzando los 25 millones de soles entre 1896 y 1906. “Si el
éxito de un sistema fiscal se mide por el incremento en la recaudación,
eso fue sin duda un éxito”. Pero, de otro lado, la descentralización fis-
cal, como lo señala Contreras (2006), acabó desmantelada, dejando a los
peruanos profundamente escaldados con la experiencia, a pesar de la
gran esperanza que despertó.

LOS ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XX EN EL PERÚ | 93


El examen de las cuentas fiscales también permite explorar otro
tema de interés, como es el de la modernidad, en la medida en que el
proceso que condujo a la modernidad en Europa no se repitió de manera
similar en el Perú, sino que adoptó formas contradictorias. Por tal ra-
zón, resulta válido que Contreras se interrogue por qué después de tres
décadas de bonanza exportadora y fiscal (c. 1845-c. 1875) no se pudo
dinamizar la estructura de la economía peruana como para permitir
la modernización del sistema impositivo. Igualmente, el examen de la
descentralización fiscal que sacudió al Perú en el último cuarto del siglo
XIX le permite evaluar a Contreras si esta tuvo un claro cariz moderniza-
dor. Una pregunta válida, toda vez que la descentralización fue percibida
como una forma de alcanzar el ideal republicano (entendido como la
forja de una comunidad de ciudadanos unidos por lazos de solidaridad
nacional y civil, regidos por un mismo código de deberes y derechos).
Igualmente, fue pensada como una forma de comprometer a la pobla-
ción de las distintas regiones del país en la construcción de la república.
“Vista así, la reforma fiscal que sacudió al Perú del último cuarto del si-
glo XIX, movida por un ánimo descentralista, tendría sin duda un cariz
modernizador, ya que venía a reemplazar fuentes tradicionales o de ‘an-
tiguo régimen’ de los ingresos fiscales, como los estancos o monopolios
estatales”. Igualmente, al establecer que la unidad de recaudación sería a
la vez la unidad de administración del gasto, se fijaba un sano principio
de incentivo al esfuerzo fiscal (Contreras 2006).
Sin embargo, el esquema económico prevaleciente hacía que los es-
tancos fueran reemplazados por la capitación. Vale decir, un impues-
to del antiguo régimen era remplazado por otro impuesto de antiguo
régimen. “Para cobrar la capitación, las elites y autoridades regionales
comenzaron a recurrir a los viejos métodos punitivos que pronto escan-
dalizaron a la modernizada elite limeña: castigos físicos, prisión, requisa
de ganado, obligación de trabajos gratuitos. Parecía que el precio de la
descentralización era entonces el retorno al pasado” (Contreras 2006).
Durante el último lustro del siglo XIX, a la vez que se recortaba el
programa de descentralización fiscal, se creó una empresa privada cen-
tralizada, encargada de la recaudación de las contribuciones: la Sociedad
Anónima Recaudadora de Impuestos (que en 1904 fue sustituida por la
Compañía Nacional de Recaudación). Esta compañía se hizo cargo de
la recaudación de los impuestos al consumo, pero progresivamente fue

94 | LUIS PONCE
asumiendo mayores rubros de recaudación, hasta representar más de un
tercio de todos los ingresos fiscales. Varios tesoros departamentales con-
trataron a la Compañía para la cobranza de sus contribuciones, y así esta
extendió sus actividades por todo el territorio nacional.
En tal sentido, Contreras se interroga si la desactivación de una
descentralización fiscal (que no aumentó la recaudación) a cambio de
una empresa privada de recaudación (que sí tuvo éxito, aunque centra-
lizando la recaudación) implicó o no una modernización. Igualmente,
Contreras se pregunta si la búsqueda de la eficacia, representada por una
mayor recaudación fiscal (pero que implicó el abandono del programa
de descentralización fiscal), constituyó o no una modernización: “Pare-
ciera así que en este país la modernización viaja enfrentada con la des-
centralización”. En ese sentido, la ponencia de 2005 fue, en realidad, una
reflexión acerca de la naturaleza de nuestro sistema fiscal y de nuestro
país, “que hace que cuanto se haga por ser más modernos y eficaces im-
plica un mayor grado de centralismo, mientras que una mayor descen-
tralización solo se consigue a costa del arcaísmo” (Contreras 2006).
De otra parte, también podemos plantear otra línea de investiga-
ción que integra las dos sugerencias anteriores. Esto es, el examen del
tipo de entidades y sistemas que se implantaron en el Perú de inicios
del siglo XX para monetizar el país, aumentar la recaudación fiscal y re-
construir el sistema bancario. En un artículo anterior, traté de explicar
por qué en los espacios con mayor desarrollo del comercio, la industria
y las finanzas (incluyendo los enclaves) las instituciones económicas ad-
quirieron formas arcaicas que las economías más avanzadas de la vieja
Europa desdeñaron en su momento. No debe pensarse que los entes eco-
nómicos implementados en las economías europeas líderes fueron una
opción única, pues existió competencia entre diversas alternativas. Por
ejemplo, en relación con la recaudación de impuestos, en los países que
implementaron “el sistema mundial”, se impusieron los entes estatales.
La alternativa estuvo constituida, en este caso, por una empresa privada
de recaudación de impuestos, establecida desde antes de la revolución
francesa: la Ferme Générale (aunque también puede citarse a la Maona di
Chio e di Focea, 1346-1566, que tan bien sirvió a los genoveses). De otro
lado, en relación con el sistema bancario, los países líderes adoptaron la
banca central (como el Banco de Ámsterdam y el Banco de Inglaterra).
La alternativa estuvo constituida por la banca libre y su clearinghouse.

LOS ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XX EN EL PERÚ | 95


Este aspecto cobra relevancia para el Perú porque, a diferencia de la Eu-
ropa moderna, que descartó estas opciones, en el país ambos tipos de en-
tidades, asociadas con experimentos fallidos en Europa, se instauraron a
inicios de la edad de oro de la economía de exportación.

La economía de exportación

El interés sobre la naturaleza del Estado republicano, la economía nacio-


nal y el comportamiento político de la elite local empezó en la década
de 1960 y giró en torno al concepto de oligarquía. En ese debate partici-
paron François Borricaud, Jean Piel, Henri Favre y Jorge Bravo Bresani.
Los tres primeros defendieron una visión dependentista, en la cual la
noción de centro-periferia era la preponderante. Pero además asumie-
ron una visión simplificada de la elite, vista como una clase aristocrática
endogámica, improductiva y rentista que hundía sus raíces en el pasado
colonial (Borricaud 1969). La versión simple, vigente en la década de
1970, la resumió así:

En principio, se partía de una visión de la historia económica peruana se-


gún la cual el predominio de la hacienda, orientada hacia la exportación,
había sido el centro de acumulación de capital en el país. Se pensaba, asi-
mismo, que la escasa industrialización registrada, hasta la década de 1950
por lo menos, obedeció a la débil integración económica en el mercado de
capitales orientado hacia su valorización dentro de las fronteras nacionales.
La sobrevivencia [sic] de una estructura eco­nómica de este tipo respondía
a la presencia de una élite mino­ritaria con rasgos endogámicos, improduc-
tiva y rentista, es decir, sin las actitudes empresariales imprescindibles para
embarcarse a impulsar un proceso de industrialización más autónomo y
menos dependiente de las oscilaciones en los precios internacionales que
pudiesen experimentar nuestros productos de exportación. En suma, se tra-
taba de una oligarquía compuesta por cuarenta familias, que había logrado
dirigir, en forma prolongada, la política económica de los distintos gobier-
nos según sus conveniencias particulares. (Portocarrero 1995: 13)

Parte de la historiografía de los años setenta, igualmente, creyó ver


un vínculo entre la aristocracia terrateniente colonial y la conformación
de una oligarquía republicana como las principales fuerzas sociales que
moldearon y estructuraron el nuevo Estado asociado con la República

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Aristocrática (López 1991: 38). De otro lado, también se ha planteado
que la organización del nuevo Estado empezó con Piérola, y que el apo-
geo de este tipo de regímenes se dio entre 1895 y 1919, salvo la pasajera
interrupción que significó el temprano populismo de Guillermo Bi-
llinghurst (Burga y Flores-Galindo 1991: 18)
Al preparar una introducción al proceso político del Gobierno Re-
volucionario de la Fuerza Armada de 1968, Cotler (1978) propuso una
tesis diferente: que la particularidad del gobierno militar y su proyecto
político podía ser comprendida únicamente si es que se conocían los
problemas derivados de la formación social peruana:

¿Es necesario para comprender la crisis de un sistema político remontarse


hasta sus lejanos orígenes, buscando a partir de ahí, y en los sucesivos es-
labonamientos sociales, la causa del fenómeno que se quiere examinar? Al
fin y al cabo ¿por qué para comprender la “ruptura” intentada por los mi-
litares en 1968 debemos referirnos a la constitución colonial de la sociedad
peruana? ¿Por qué no remontarnos a la formación del Estado Inca o tal vez
más allá, a la ocupación humana de Piquimachay? […] Básicamente [y aquí
Cotler plantea su hipótesis principal] porque se parte de la constatación que
en este caso, a diferencia de otros, no ha existido un corte histórico desde
el siglo XVI que haya significado un momento nuevo y diferente en su for-
mación social, y condicionado su desenvolvimiento subsiguiente. (Cotler
1978: 14-15)

Mc Evoy, en cambio, tiene otra lectura del sistema político. Su aná-


lisis se ubica en un período amplio, en un gran arco que va de 1871 a
1919, en el cual el rol principal es jugado por el civilismo. A ella no le
parece que el sistema político haya permanecido sin cambios, en una
especie de estado estacionario. Por el contrario, ella plantea que existió
un ciclo de intensa actividad asociada con el inicio del primer civilismo
y la candidatura presidencial de Manuel Pardo, y luego otro, de marcada
involución hacia formas políticas arcaicas, producto de la Guerra del Pa-
cífico, la crisis del guano y la pérdida del salitre. La lectura de Mc Evoy,
sin embargo, suscita una interrogante: ¿es posible interpretar los hechos
ocurridos entre el gobierno de Manuel Pardo y el oncenio de Leguía al
margen de la evolución de la economía mundial? Desde el punto de vista
asumido por Mc Evoy, la economía mundial es inexistente o, en todo
caso, su influencia sobre la economía y la sociedad peruana es marginal;

LOS ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XX EN EL PERÚ | 97


como si no existiera diferencia alguna entre la composición y estructu-
ración del Estado peruano durante la era del guano y durante la segunda
revolución industrial; como si en el amplio período en el cual se ubica
su tesis (1871-1919) las estructuras mundiales no hubieran evolucionado
rápidamente y/o como si dicha transformación no hubiera tenido una
influencia significativa sobre la estructuración del Estado peruano y la
economía nacional (Mc Evoy 1997).
Durante el “gran arco” en el cual se ubica el estudio de Mc Evoy,
tanto la economía mundial como la peruana sufrieron grandes trans-
formaciones. En esos años, ni la economía internacional ni la peruana
permanecieron estancadas. Por el contrario, ambas experimentaron una
transformación sin precedentes. En los países de mayor desarrollo eco-
nómico se produjo la segunda revolución industrial. Bajo esta influen-
cia, en el Perú surgió y se consolidó rápidamente la nueva economía de
exportación, desde fines del siglo XIX hasta fines de la Primera Guerra
Mundial, dando lugar al segundo ciclo exportador de la República. En
esos años, igualmente, se estableció un nuevo sistema monetario y se
reconstituyó la banca nacional, mientras que la recaudación fiscal, bajo
manos privadas, se expandió sostenidamente en gran parte del territorio
nacional (Ponce 1994). Por lo tanto, ¿es posible interpretar los hechos
ocurridos entre el primer gobierno de Manuel Pardo y el oncenio de
Leguía al margen de la evolución de la economía mundial?

Ciclos de exportación

Entre 1850 y 1917, se produce un activo proceso de cambios. En solo


siete décadas, el sistema mundial se expande hasta incluir al globo te-
rráqueo. El sector exportador se construye en el Perú en este período,
aprovechando la demanda mundial generada por la rápida expansión de
los países más desarrollados. Primero a partir del guano y poco después
a base de seis productos principales. Por lo tanto, es razonable suponer
que las decisiones locales relativas a la conformación del nuevo sector
exportador fueron afectadas por la radical transformación de la econo-
mía mundial. Resta ahora identificar los mecanismos de transmisión
que relacionaron estos procesos.
Obviamente, una economía de exportación no se genera a partir del
deseo de un sector nacional. Se requiere, al menos, de la preexistencia de

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una demanda no satisfecha de los países desarrollados. A base de la esta-
dística disponible, Boloña encuentra que la república peruana enfrentó
tres grandes ciclos de exportación, cada uno de ellos con una duración
aproximada de cincuenta años. El primero de estos, más conocido como
el ciclo del guano, se desenvuelve entre 1830 y 1885, concluyendo en
una fase depresiva (que empieza en la década de 1870). El segundo ciclo
se desarrolla entre 1885 y 1935, cuando las exportaciones alcanzan su
punto máximo durante la Primera Guerra Mundial y los años inme-
diatamente posteriores. La evidencia aportada por Boloña indica que
la mayor expansión de la economía de exportación se dio durante este
ciclo, relevando las tres décadas que van de 1890 a 1920 como las de ma-
yor crecimiento. La fase descendente, en este caso, coincide con la Gran
Depresión de 1929 (Boloña 1994: 27-35).
Sin embargo, de todas las fases descendentes de la economía de ex-
portación, la más severa, en opinión de Boloña, fue la de 1879-1883, que
coincide con la Guerra del Pacífico y la consiguiente ocupación militar.
La conjunción del fin del guano y la pérdida del salitre, así como la ocu-
pación militar de la economía de enclave y la subsiguiente guerra civil,
explican una caída tan grave.

Modernización arcaica

Uno de los importantes aportes de Mc Evoy se refiere a la caracteriza-


ción del estado patrimonial de Castilla y la importancia que tuvo para
la marcha del país y la economía, al lograr establecer un delicado equi-
librio con los caudillos regionales. De esa manera, establece un estándar
contra el cual comparar la evolución posterior del aparato estatal. Igual-
mente, propone una relación entre la estabilidad política alcanzada y la
holgura de la caja fiscal, provista por el guano. En tal sentido, sugiere
que la severa depresión, inmediatamente posterior a la Guerra del Pa-
cífico, contribuyó a alterar el proyecto cívico republicano y los paradig-
mas democráticos del primer civilismo. Sin embargo, no desarrolla su
argumentación en toda su plenitud, pues no llega a examinar la notable
diferencia entre el débil aparato estatal del guano (que casi desaparece
durante la posguerra del Pacífico) y el Leviatán que erige la República
Aristocrática, capaz de sobrevivir a las dos posguerras mundiales y a la
crisis de 1929.

LOS ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XX EN EL PERÚ | 99


En una monografía anterior planteé que el Estado peruano se reestruc-
tura, se expande y fortalece entre 1892 y 1919 como resultado de un proceso
múltiple, que incluye a la reforma monetaria (que difundió la moneda de
oro y plata en los principales centros comerciales del país), al sistema de
banca libre, al sistema privado de recaudación y al sistema de haciendas.
El desempeño del nuevo Estado, visto como un prerrequisito para el
desenvolvimiento de los sectores clave de la economía nacional, fue for-
midable. Se levantó de la nada y entre 1880 y 1920 se dotó de una nueva
institucionalidad y una nueva infraestructura, que fue el requisito sine
qua non para establecer y consolidar la economía de exportación. Reco-
gió los billetes bancarios y fiscales (a los que no honró con su conversión
en metálico al fin de la Guerra del Pacífico) como paso previo para reim-
plantar el sistema metálico, basado en el oro y la plata, sin contraparte de
papel moneda y sin Banco de Reserva, como era la práctica usual en los
países desarrollados. De esa manera creó las condiciones para la expan-
sión de la banca libre y su clearinghouse, que, entre inicios del siglo XX y
la Primera Guerra Mundial, sextuplicó el nivel de préstamos y depósitos
bancarios. Las altas tasas de crecimiento de las exportaciones, el aumen-
to de la recaudación a cargo de las empresas privadas (que concentraron
los recursos monetarios de la nación en la capital) y el tipo de sistema
monetario adoptado explican el espectacular crecimiento de la actividad
bancaria entre 1884 y 1931.
El rol más importante en la consolidación del Estado, sin embargo,
fue jugado por las empresas privadas de recaudación, que expandieron
la presencia del Estado limeño en áreas donde los apoderados fiscales no
pudieron recaudar nunca e incluso en lugares apartados, donde no se
habían pagado impuestos ni siquiera al rey de España; a la vez que dupli-
caron los ingresos fiscales internos entre 1897 y 1912. Luego, entre 1919
y 1930, el sistema de recaudación privada crece explosivamente, afian-
zando la presencia del Estado en casi todo el Perú, a la vez que permitió
concentrar los recursos monetarios del país en la capital. En esta etapa,
el gobierno de Leguía se siente lo bastante fuerte como para centralizar
el nombramiento de los subprefectos, iniciando el fin de las autonomías
locales y regionales y reforzando la concepción centralista, en la misma
línea planteada por Contreras.

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Recaudación privada de impuestos

Este proceso se inicia después de la Guerra del Pacífico, cuando los mi-
nistros de Hacienda atravesaron por innumerables dificultades para re-
caudar los impuestos internos, a la vez que la recaudación de ingresos
aduaneros se reducía dramáticamente. Para agenciarse de nuevos recur-
sos, los ministros recurrieron a las viejas prácticas coloniales; es decir, a
solicitar empréstitos forzosos al sector privado, sacar a remate la recau-
dación de rubros cuestionables (como los naipes, alcoholes y el opio) y
volver a los desprestigiados estancos coloniales. Esta es la línea de base,
contra la cual se tienen que evaluar las reformas que conducen a la So-
ciedad Recaudadora de Impuestos de 1896. El éxito de esta empresa pri-
vada de recaudación conllevó a la fundación de la Compañía Nacional
de Recaudación (1900-1913) y luego a la Compañía de Recaudación de
Impuestos (1913-1922). El aumento sostenido de la recaudación a cargo
de estas empresas fue impresionante. ¿Por qué, entonces, los civilistas no
retornaron a la prédica integradora y democratizante de 1871?
El planteamiento de Mc Evoy es sugerente. Logra establecer una
asociación categórica entre el Estado patrimonial de Castilla-Herrera, la
paz social y la solvencia financiera de la caja fiscal. De esa manera explica
la crisis inmediatamente posterior del Estado peruano como resultado
de la pérdida de los ingresos fiscales del guano y del salitre. Mutatis mu-
tandi, se puede establecer también una relación similar entre el Estado
patrimonial y la crisis de la caja fiscal durante la posguerra del Pacífico,
cuando la actividad productiva y el comercio internacional quedaron
en mal pie y los ingresos fiscales descendieron a niveles de inicios de la
República. Sin embargo, poco después, a partir de fines de la década de
1890, cuando se establece la economía de exportación y se fundan las
empresas privadas de recaudación y los impuestos y aranceles del gobier-
no se recuperan asombrosamente, la caja fiscal dispone de fondos para
establecer el proyecto político civilista de 1871-1876, “de intensa parti-
cipación e integración nacional”. Sin embargo ello no ocurre, como lo
puntualiza Mc Evoy. El sistema institucional del Estado y la economía de
exportación mutan, sufren cambios estructurales impresionantes, pero
no se adopta el marco institucional de la Europa moderna. Es un pro-
yecto de modernización sui generis que rearcaiza las relaciones políticas,
sociales y económicas. Se ha construido una economía de exportación,

LOS ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XX EN EL PERÚ | 101


pero la república peruana sigue sin mercados laborales (al estilo euro-
peo) ni ciudadanos. Este aserto es válido tanto para la etapa que va del
gobierno de Piérola hasta el segundo gobierno de José Pardo como para
el oncenio de Leguía. ¿Cómo explicar esta paradoja? ¿Por qué el sistema
político no retomó la prédica integradora y democratizante de 1871?

Las fuerzas del mercado

Las exporta­ciones líderes del segundo ciclo comercial fueron el azúcar,


los minerales y el caucho. Igualmente, los tres sectores que dirigieron la
diversificación productiva interna fueron la industria, las empresas de
servicio público y las instituciones financieras.
En relación con la industria, Thorp y Bertam recalcan el activo rol
jugado por los inmigrantes desde antes de la gue­rra. Los alemanes en
cervecerías, los italianos en pastas y los bri­tánicos en molinerías de trigo
y en pequeños trabajos de inge­niería. Después de la Guerra del Pacífi-
co se establecen nuevas fábricas, mientras que las antiguas aumentan
su capacidad. Gracias al Banco Italiano (1889), las empresas pequeñas
de propiedad de ita­lianos —que operaban especialmente en el sector
alimentario— pudieron conseguir financiamiento. Mientras la cúspi-
de de la estructura industrial fue ocupa­da por el capital extranjero e
inmigrante, la producción artesanal, que al parecer estuvo en manos
de pequeños productores nacionales (fabricantes de cueros, cigarrillos,
mue­bles, camisas y productos comestibles), también mostró signos cla-
ros de expansión (Thorp y Bertram 1985: 33-52).
Igualmente, Thorp y Bertram indican que la expansión económi-
ca del Perú desde 1892 hasta comienzos del siglo XX debió organizarse,
financiarse y controlarse localmente. Reconocen que las exportaciones
fueron la causa de la recuperación y que el esfuerzo estuvo a cargo de
los empresarios nacionales. Pero la súbita recuperación es explicada por
el azar, bajo la forma de la depreciación de la moneda. Según Thorp y
Bertram, la rápida expansión de las exportaciones peruanas entre 1895
y 1900 debe atribuirse, fundamentalmente, a la depreciación del tipo
de cambio y al monto de la inversión acumulada, en especial después
de 1895. En esta propuesta interpretativa no hay lugar para la recons-
trucción del Estado, la peculiar configuración que adquirió la política
fiscal ni la monetaria, ni el rol de los bancos, ni el inicio de la segunda

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revolución industrial. Aunque esta perspectiva no es nueva, influye en
la producción académica reciente. Por ejemplo, en los trabajos presenta-
dos al XIV Congreso Internacional de Historia Económica (Helsinki, del
21 al 25 de agosto de 2006. Sesión 55: la modernización de los sistemas
impositivos en América Latina y la Península Ibérica: una perspectiva
comparativa) se aprecia un enfoque similar. Hay un marcado interés
en estudiar los aspectos cuantitativos de los ingresos fiscales, precisan-
do que se debe entender la descentralización de la recaudación como
principal criterio de modernización fiscal sin penetrar en otros aspectos
(Contreras 2006, Noejovich 2006).

La economía entre las dos guerras mundiales (1919-1950)

Principales transformaciones y cambios estructurales

Entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial se produjeron grandes


cambios. Entre estos podemos mencionar la radical reforma monetaria
implementada durante los gobiernos de Benavides, Pardo y Leguía, cuya
principal característica fue el abandono del patrón oro y el retorno al
papel moneda.
Debido al fin del patrón oro, se autorizó al Banco de Londres, al
Banco Italiano, al Banco Internacional del Perú, al Banco Alemán Tra-
satlántico y a la Caja de Ahorro de Lima a emitir de manera provisional
cheques circulares al portador de 1, 5 y 10 libras peruanas con garantía
de oro sellado, valores reales y documentos en cartera, bajo el control
de una Junta de Vigilancia de la emisión de cheques circulares (1914).
En este sentido, se puede decir que la desaparición física de Payán, el 16
de julio de 1919, en Nueva York, a los dos años de haber abandonado el
Perú, cierra un ciclo en la historia financiera de la República.
En segundo lugar, debemos referirnos a la reforma fiscal implemen-
tada por Leguía para obtener grandes empréstitos en Nueva York. De
un golpe de pluma liquidó a la Compañía Recaudadora de Impuestos
(1913-1926) y la remplazó por una empresa estatal provisional (la Admi-
nistración Nacional de Recaudación, a cargo de la recaudación entre el
1º de octubre de 1926 y el 30 de marzo de 1927), para luego crear un De-
partamento de Recaudación en el interior de la Caja de Depósitos y Con-
signaciones, entidad a cargo de todos los bancos de Lima. A partir de ese

LOS ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XX EN EL PERÚ | 103


momento, el Departamento de Recaudación de la Caja se encargaría de
la recaudación privada de los impuestos asignados a fin de garantizar el
servicio de la deuda externa.
En tercer lugar, se debe señalar a la reforma del sistema bancario,
que puso fin al sistema de banca libre organizado por Payán en torno
a la Caja de Depósitos y Consignaciones (que ejercía las funciones de
una clearinghouse y que tenía a su cargo la cámara de compensaciones).
El rol jugado hasta ese momento por la Caja de Depósitos en materia
monetaria-bancaria fue asumido por el Banco de Reserva, fundado
por Leguía en 1922 como ente regulador del nuevo sistema monetario.
Igualmente, Leguía estableció a la Superintendencia de Banca y Seguros
como ente supervisor de los bancos. A partir de ese momento, se intro-
ducen los billetes —o papel moneda— de manera definitiva, a la vez que
los nuevos entes estatales empezaron a regular y supervisar al sistema
bancario y monetario.
¿Cuáles fueron los resultados más visibles de la mayor presencia
estatal en el sector monetario-bancario entre 1919 y 1931? ¿Cómo se
comparan estos resultados con los obtenidos bajo el período de la ban-
ca libre? En este extenso período, Alfonso Quiroz encontró siete ciclos
bancarios: el de 1884-1894, 1895-1902, 1903-1910, 1911-1918, 1919-1922,
1923-1926 y 1927-1931. El hallazgo más importante realizado por él se
refiere a la duración de estos ciclos, que coinciden con las dos etapas
de evolución del sistema político. De un lado, Quiroz descubre que los
primeros cuatro ciclos bancarios, que van de 1884 a 1919 (asociados con
el patrón plata, el patrón oro y la banca libre), son más largos y estables:
“[…] duran aproximadamente ocho años”. En cambio, para el período
1919-1931 (asociado, aproximadamente, con el uso del papel moneda y
la creciente intervención del gobierno en la política monetaria), los ci-
clos tienen una duración más pequeña: de cuatro a cinco años (Quiroz
1989: 112).

Efectos de la gran depresión de 1929

Finalmente, se debe aludir a los efectos de la gran depresión de 1929


sobre las finanzas públicas, las reservas, el patrón oro y el tipo de cam-
bio. ¿Cuáles fueron los efectos de la gran depresión? ¿Cómo defendió
el país sus reservas de oro? ¿Cómo se resolvió el problema del tipo de

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cambio fijo? El jueves 24 de octubre de 1929, la Bolsa de Nueva York se
derrumbó. El índice Dow Jones descendió vertiginosamente, el valor de
las acciones, bonos y demás títulos se evaporó, arruinando a miles de
inversionistas. El crack de la bolsa marcó el inicio de la gran depresión,
que paralizó el aparato productivo y provocó el desempleo más grave del
siglo. Sus principales efectos se concentraron entre 1929 y 1933, pero la
recuperación se extendería a lo largo de la década de 1930.
Hasta el presente, la obra clásica de Thorp y Londoño (1984) sigue
siendo la mejor aproximación disponible a los efectos de la gran depre-
sión en el Perú y en América Latina. Allí se enfatizan los movimientos de
precios internacionales y la aguda intensidad que la depresión tuvo sobre
el país. Pero igualmente se indica que, a diferencia de los demás países
de América Latina, en el Perú la depresión tuvo menor duración. Es de-
cir, en nuestro país la recuperación se presentó antes. Sin embargo, a
diferencia de la secuencia de eventos de Europa y Estados Unidos, donde
los efectos financieros fueron los primeros en presentarse, en el Perú el
jueves negro pasó desapercibido para los banqueros. Las actas del Banco
Italiano muestran un elocuente silencio (Bardella 1989). Una situación
similar ocurrió en otros bancos, incluyendo al Banco de Reserva (BCRP
1999). Solo un año después, cuando los precios internacionales de los
principales productos de exportación caen a niveles muy bajos, la banca
hizo notar recién su preocupación (Bardella 1989).

Política monetaria expansiva y reactivación: 1933-1937

Según los últimos estimados de Bruno Seminario y Arlette Beltrán


(1998), la recesión mundial de 1929 tuvo un efecto muy fuerte sobre la
producción del Perú. Entre 1929 y 1932, el PBI cayó de 961,3 a 365,8
millones de dólares corrientes (de 2316,3 a 1812,7 millones de dólares
de 1979). Sin embargo, de 1933 a 1940 el PBI real per cápita se recu-
peró asombrosamente. Este creció de 350,58 a 429,99 dólares de 1979.
Es decir, a un nivel similar al de 1929 (el máximo de su período). Los
años de 1933 y 1934 marcan la recuperación de la economía nacional. Es
más, esta se presentó un año antes que la de Estados Unidos, al menos
de acuerdo con las cifras de Bruno Seminario. ¿Cómo se explica una
recuperación tan importante?, en especial si consideramos que el Perú
no tuvo acceso a los préstamos internacionales hasta 1946 (debido a la

LOS ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XX EN EL PERÚ | 105


moratoria de la deuda externa) y que el ingreso neto de capital externo
(la principal fuente de financiación de la inversión) fue negativa durante
los años de recuperación.
Una hipótesis de trabajo, planteada en un trabajo en curso, propo-
ne que la responsable fue la política monetaria expansiva implementada
por Manuel Prado para salir de la depresión. No fue una tarea fácil, pues
debido a la moratoria de la deuda externa los créditos externos estaban
suspendidos, y de otro lado porque esta opción no contaba con la opinión
favorable de los técnicos del Banco Central. A pesar de estos handicaps,
Manuel Prado (gerente y presidente del Banco de Reserva) fue capaz de
implementar una política monetaria expansiva, en coordinación con la
banca nacional y el sector empresarial, que permitió reactivar la econo-
mía peruana. Este resultado favorable fue posible debido a las reformas y
transformaciones que sufrió previamente el sistema económico nacional.

La historia económica después de 1950

El período inmediato posterior a la Segunda Guerra Mundial otorgó


al Perú una nueva oportunidad para ensayar un desarrollo económico
diferente, para aprovechar la demanda por bienes de consumo urbano
traída por el auge de las exportaciones y tentar las ventajas del desarrollo
orientado al mercado interno. Pero de 1948 hacia adelante, se retorna
al modelo de desarrollo liderado por las exportaciones. El rol líder del
modelo exportador se agotó en los años sesenta, en especial a partir de la
revolución de Velasco Alvarado, cuando los militares desarrollistas reto-
man el modelo de industrialización, sacrificando al sector exportador y
privilegiando al sector interno.
Desde este punto de vista, resulta tentador establecer períodos ba-
sados en criterios internos y en función de la reestructuración del patrón
de desarrollo primario exportador de la economía peruana tal como lo
plantea E. V. K. Fitzgerald (1981). Para este autor existen tres ciclos in-
ternos que cubren las dos décadas que van desde mediados de los años
sesenta hasta la caída del gobierno de Velasco Alvarado. Al primero lo
identifica como el ciclo oligárquico, que va de 1956 a 1962; el segun-
do es el de la clase media, entre 1963 y 1968; y el tercero es el militar
reformista, que va de 1969 a 1975. Según Fitzgerald, estos veinte años
de experimentación trajeron como resultado una modernización del

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sistema productivo peruano y una importante atenuación del grado de
dependencia de la economía nacional.
Este tipo de periodizaciones basadas en criterios internos (posible
gracias a las series oficiales del PBI disponibles a partir de 1950) se hi-
cieron cada vez más comunes, conforme avanzaba la década de 1990.
Sin embargo, el espacio generado por la teoría del desarrollo económico
(un área que acercó las diferentes disciplinas de las ciencias sociales a
las propuestas económicas) se fue cerrando progresivamente. Conforme
concluía el siglo, el enfoque para el tratamiento de los temas contempo-
ráneos se fue especializando, dando más importancia al examen de las
políticas económicas y al empleo de los recursos econométricos. En tal
sentido, los temas considerados relevantes en las décadas previas fueron
perdiendo importancia. Sin embargo, debido a la ausencia de criterios
comunes (aceptados por la corriente principal académica) no existe aún
consenso sobre los períodos propuestos.
Por ejemplo, desde la perspectiva del tipo de política económica im-
plementada, Rojas (1996, 1997) descubre tres etapas. Una de liberalismo,
que va hasta 1960; otra de proteccionismo, desde la década de 1960 hasta
1990; y una última de retorno al liberalismo, a partir de dicho año. En
relación con los efectos del proteccionismo, en un horizonte de treinta
años, Rojas opina que la política proteccionista fue un fracaso. Sin em-
bargo, desde otra perspectiva, Jiménez (1997), al estudiar los últimos
cincuenta años del siglo XX, descubre cuatro fases marcadamente dis-
tintas en el crecimiento de largo plazo de la economía peruana. Según él,
la primera fase empieza en 1950 y termina con la recesión de 1958-1959.
La segunda fase se inicia con la recuperación de 1960-1961 y culmina en
1974-1975, años pico del ciclo económico. La tercera empieza a partir de
la recesión de 1976-1978 y termina en 1989. La cuarta, finalmente, cubre
los seis años que van desde 1990.
Primera fase: desde 1950 hasta la recesión de 1958-1959. En la década
de 1950, el crecimiento estuvo dominado por el sector primario expor-
tador y por las corrientes liberales. Gracias a la promulgación del Código
de minería de 1950, la composición de las exportaciones se modificó en
favor de los productos mineros (en la memoria colectiva, a partir de en-
tonces se asoció exportación tradicional y minería).
Segunda fase: de la recuperación de 1960-1961 hasta 1974-1975, años
pico del ciclo económico. La inestabilidad de los precios internacionales de

LOS ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XX EN EL PERÚ | 107


las materias primas puso fin a la primera fase. A partir de este momento,
el gobierno implementó políticas orientadas a promover el desarrollo
industrial. Durante el primer gobierno de Belaunde, entre 1964 y 1967,
la tasa de protección efectiva de la industria que sustituía importaciones
aumentó notablemente. Por ejemplo, la protección de los automóviles
aumentó en casi 18 veces, compensando el efecto negativo de la sobre-
valuación monetaria. De esa manera las inversiones industriales fueron
rentables, estimulando la producción.
Entre 1960 y 1967, el PBI creció a una tasa promedio anual de 6,9%,
pero la producción manufacturera alcanzó una tasa mayor, 7,8%. A fi-
nes de la década de 1960, la sustitución de importaciones estableció un
sector manufacturero líder, pero no alcanzó a desarrollar una industria
local de bienes de capital, de insumos y tecnología. En tal sentido, no
logró articular la economía ni el mercado interno. Tampoco pudo modi-
ficar la composición del comercio exterior. Finalmente, como el aumen-
to de la demanda por productos industriales dependía del aumento del
gasto público, el déficit fiscal aumentó a niveles críticos.
A pesar de ello, como lo anotan Thorp y Bertram (1985: 311), desde
1948 hasta fines de la década de 1960, la economía peruana fue un ejem-
plo ideal de los economistas del desarrollo ortodoxo. El sistema estaba
orientado por las exportaciones, las dificultades cíclicas de la balanza de
pagos se controlaban a través de contracciones de la demanda interna
y devaluaciones cambiarias, la entrada de capitales y la repatriación de
utilidades eran prácticamente irrestrictas, mientras que la intervención
estatal era mínima.
Tercera fase: desde la recesión de 1976-1978 hasta 1989. La visión
dorada de la economía de exportación concluye con el régimen militar
(1968-1975), que introdujo medidas orientadas a reducir la dependencia,
los desequilibrios sectoriales, las desigualdades de ingresos y a moderni-
zar la infraestructura social, en especial la educación. Para el gobierno
militar, la industrialización fue vista como el principal requisito para
la formación de un estado nación y el desarrollo de una economía au-
tónoma y viable. Tenían la esperanza de que los industriales ganarían
prestigio y poder con el paso del tiempo. Pero no tomaron en cuenta a
los actores sociales, ni diseñaron una estrategia que hiciera compatible
la transformación productiva con la justicia social (Wils 1979: 302). Por
tal razón, a pesar de su política industrial proteccionista, la inversión

108 | LUIS PONCE


Gráfico n.º 1
PERÚ: SIGLO ECONÓMICO 1959-95

Fuente: Felix Jimenez 1997.

los actores sociales, ni diseñaron una estrategia que hiciera compatible


la transformación productiva con la justicia social (Wils 1979: 302). Por
tal razón, a pesar de su política industrial proteccionista, la inversión
privada local en la manufactura no se dio en la magnitud necesaria, se
descuidó la articulación intraindustrial y sectorial y no se eliminó el
atraso agrícola. Finalmente, la política proteccionista propició el rentis-
mo, provocando la crisis global de la economía y del Estado.
En la tercera fase no se produjeron cambios notables en la estruc-
tura industrial ni en el esquema de crecimiento y acumulación. En es-
tos años, los gobiernos reactivaron en forma intermitente un aparato
productivo liderado por el sector industrial que no pudo prescindir del
apoyo estatal ni de su consecuencia inmediata: los desequilibrios fiscales
y el estrangulamiento externo que desestabilizaban el sistema económi-
co. Los desequilibrios provocados por las políticas de “arranque” debían
ser contenidos con las políticas de “freno”. Sin embargo, cuando este
mecanismo contradictorio no pudo evitar el estancamiento, se produjo
un agudo conflicto social. Igualmente, como la industria no fue capaz

LOS ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XX EN EL PERÚ | 109


que impedían su sostenimiento a largo plazo. El aumento de las tasas
de interés en los mercados de capitales en la década de 1980 puso pun-
to final al financiamiento del déficit fiscal con los empréstitos externos,
provocando la crisis de la deuda e inaugurando un nuevo manejo de
la política económica del país. Primero fue el Plan Baker, luego el Plan
Brady y finalmente el Consenso de Washington.
Cuarta fase. En la cuarta fase reaparece la correlación significativa
entre el ciclo del PBI y los ciclos de las exportaciones, de la producción
minera y de la inversión pública. Por ejemplo, en 1961 y en 1974 las expor-
taciones de la agricultura, la pesca, la minería y el petróleo constituían
el 84,2% y el 86,8% del total exportado, respectivamente. En 1986, en
1990 y en 1995, este porcentaje varió muy poco: 73,1%, 68,1% y 71,4%,
respectivamente. Antes de 1990, las industrias que contribuían positiva-
mente al saldo comercial del país fueron los textiles, transformación de
metales no ferrosos, fabricación de productos de mineral no metálico,
fabricación de productos metálicos diversos y otros productos químicos
(Jiménez 1990). Precisamente, estas industrias fueron afectadas por el
programa económico. Por lo tanto, el coeficiente de inversión que au-
mentó notoriamente fue el destinado a construcción; de 13,6% en 1991
pasó a 22,2% en 1995. La inversión extranjera directa (IED) se dirigió
a las actividades extractivas y de servicios básicos, y tan solo una parte
marginal de esta se orientó a la adquisición de empresas industriales ya
constituidas. El atraso cambiario, igualmente, abarató las importacio-
nes y desestímulo las exportaciones con valor agregado y, en general, la
producción de bienes transables.

Procesos agrarios

Usando criterios de periodización internos, pero en el contexto de la


historia económica agraria de los años ochenta, Carmen D. Deere (1992)
encuentra una transición económica importante en la región de Caja-
marca, que habría ocurrido entre las décadas de 1930 y 1950, al elevarse
el valor de la tierra y disminuir el valor de la mano de obra. En este
contexto, la agricultura tradicional fue reemplazada por la ganadería
moderna, que se guió por criterios de producción para el mercado. De
la misma manera, Lewis Taylor (1984, 1993) sostuvo que desde 1850,
pero más claramente desde la época de la Primera Guerra Mundial, las

110 | LUIS PONCE


haciendas cajamarquinas mostraron rasgos modernos. Si bien es cierto
que no existía aún un mercado de trabajo, los hacendados sí realizaron
inversiones para mejorar los pastos y adquirir reses de raza. Al comien-
zo, los hacendados modernos recurrieron a las formas laborales tradi-
cionales, pero después las transformaron. Por lo tanto, durante los dos
últimos ciclos de exportación, la sierra norte no estuvo dominada por
una clase terrateniente señorial y rentista, sino por un sector de empre-
sarios agrícolas.
Estas apreciaciones permiten abordar el tema agrario más complejo
de este período, es decir, el significado y las consecuencias de la reforma
agraria de 1969. Aunque esta no ha recibido aún un tratamiento que po-
damos considerar definitivo, la obra más conspicua sobre el tema sigue
siendo La economía agraria de la sierra peruana de José María Caballero,
que describe los hechos demográficos y políticos que ocasionaron el de-
rrumbe de la hacienda señorial y que impidieron mantener el statu quo.
Sin embargo, a pesar de los años transcurridos, un tema que aún
despierta interés se refiere a los efectos de la reforma sobre el sector agro-
pecuario, en especial en la sierra. Una reciente evaluación sugiere que
la reforma agraria, ubicada en el clima de inestabilidad política de esos
años, contribuyó al pobre desempeño de la agricultura. En buena cuen-
ta porque alteró profundamente las relaciones de producción agraria,
desorganizó los sistemas productivos de las mejores tierras agrícolas y
alejó a buena parte de la capacidad empresarial-gerencial de las grandes
explotaciones tradicionales y modernas y de la mediana agricultura co-
mercial (Eguren 2004).
Será recién en la década de 1980 que la producción agropecuaria
crezca un poco más que la población. Sin embargo, refiriéndonos única-
mente a la sierra, la producción agropecuaria se mantuvo prácticamente
sin cambios entre 1970 y 1990. Su desempeño fue muy precario porque
sus principales productos fueron perjudicados por las tendencias decli-
nantes de los precios o por los cambios en la dieta media de los peruanos,
asociados a la urbanización, que privilegian el consumo de trigo y otros
productos importados. Igualmente, porque en la sierra aún predomina
hasta el día de hoy la agricultura campesina de subsistencia y los peque-
ños productores, con bajísimos niveles de productividad (Pérez 2006).

LOS ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XX EN EL PERÚ | 111


Visión de conjunto

A diferencia de los criterios arriba expuestos, John Sheahan (2001) abor-


da el examen de la economía peruana desde 1950 hasta fines del siglo XX
desde un formato más cercano a la historia económica. Por tal razón,
la primera observación que salta a la vista es la selección de los temas,
tan diferente a la existente hasta fines de los años ochenta. Pocos años
antes de esta obra, Verdera (1994) había sindicado trece temas como los
de mayor interés en la investigación económica. Estos eran: exportacio-
nes y crecimiento, economía agrícola, industrialización, distribución del
ingreso, economía agraria, reformismo y crisis, exportación no tradi-
cional, política de estabilización, problemas estructurales, heterodoxia
versus ortodoxia, nueva estabilización, visiones de conjunto y estudios
sectoriales.
A diferencia de esta selección, y como obra representativa del nuevo
siglo, Sheahan privilegia la evaluación de las políticas económicas im-
plementadas, así como los temas de fin de siglo, como la pobreza abso-
luta y relativa, la exclusión social, el sector informal y la corrupción, y
desde este marco teórico examina el pasado reciente, es decir, los últi-
mos cincuenta años del siglo XX. En relación con las décadas de oro de
la economía de exportación, Sheahan destaca el firme control del Esta-
do por parte del sector tradicional. Menciona, igualmente, cómo este
sistema, aparentemente estable, empezó a desmoronarse entre las dos
guerras mundiales bajo la presión de los nuevos sectores industriales,
profesionales y urbanos (Sheahan 2001: 55).
Mientras que América Latina atravesaba cambios notables durante
las décadas de 1930 y 1940, Sheahan anota que ese mismo fenómeno no
ocurrió en el Perú debido a que el sistema político fue más resistente al
cambio; generó más tensiones, es cierto, pero se mantuvo bajo control
hasta la década de 1960. Por tal razón, el Perú no adoptó, como los demás
países de América Latina, políticas proindustriales en la década de 1930.
Dos décadas después, sin embargo, las políticas industriales adquieren
importancia, estimulando la expansión industrial entre 1950 y 1965.
Hasta fines de los años sesenta, la producción industrial dependía
de los ingresos por exportaciones, pues la mayor disponibilidad de di-
visas, al estimular la demanda doméstica, permitía a las empresas in-
dustriales aumentar sus importaciones de equipos e insumos. Pero el

112 | LUIS PONCE


cambio tecnológico fue débil (Vega Centeno 1999). El principal error de
la política industrialista fue que no estimuló el aumento de la eficiencia,
la reducción de costos y la mejora de calidad de los productos y el cambio
tecnológico. En su exhaustiva revisión de las últimas décadas del siglo
XX, Sheahan podría haber concluido que el crecimiento económico no
conduce espontáneamente ni a la reducción de la pobreza ni a la de las
desigualdades e, igualmente, que:

En los niveles más profundos de la pirámide, los problemas han sido la falta
de acceso adecuado a una educación decente para la mayoría de la pobla-
ción, la concentración de la propiedad, la discriminación contra la pobla-
ción indígena y el intenso conflicto social enraizado en esas desigualdades
básicas. (Sheahan 2001: 244)

Por lo tanto, el Estado tendría que contribuir a la reducción de las


desigualdades y de la pobreza manteniendo una política sana e invir-
tiendo eficientemente en educación, salud y seguridad, contribuyendo
así a destrabar lo que Sheahan denomina “el bloqueo de oportunidades
para los pobres”.

Globalización y progreso técnico

El interés en los estudios de globalización reside en que nos proporcionan


un nuevo marco social y económico para analizar las nuevas tendencias
del comercio exterior, la economía y la organización empresarial. Para
nuestro propósito, bastará relevar el aspecto relativo al nuevo paradigma
productivo basado en las siete nuevas industrias que están transforman-
do la producción (Thurow 1992). Desde esta perspectiva, el Perú tendrá
futuro en el nuevo mundo que se está construyendo bajo la tercera revo-
lución industrial si replantea su estrategia de exportación, así como su
política de educación, ciencia y tecnología (Ponce 2000).
Esta impresión se desprende del estudio de Bonifaz y Mortimore
(1998) realizado para la CEPAL , donde incorporan el nuevo paradigma
productivo y la nueva composición del comercio internacional. Para
evaluar el desempeño de las naciones latinoamericanas en el comercio
mundial, organizaron los datos en función de los dos sectores en que se
divide el comercio internacional contemporáneo, pues estos no crecen

LOS ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XX EN EL PERÚ | 113


a la misma velocidad. Los bienes que muestran mayor valor agregado y
una tasa mayor de crecimiento tienen un menor contenido de materias
primas y usan intensivamente la tecnología de punta. En cambio, las ex-
portaciones de materias primas (o las manufacturas basadas en recursos
naturales) habían dejado de ser las más dinámicas.
Por ejemplo, de las importaciones realizadas por la OCDE (sobre un
total de 239 rubros, clasificados a 3 dígitos, según la Clasificación Unifor-
me para el Comercio Internacional), los 5 rubros de mayor crecimiento
eran manufacturas no basadas en recursos naturales. Por lo tanto, el au-
mento de la competitividad traía consigo la pérdida de importancia de
los recursos naturales y de las manufacturas basadas en recursos natu-
rales (Bonifaz y Mortimore 1998). Desde esta perspectiva, el Perú era un
caso extremo. A diferencia de la visión optimista indicada por Sheahan,
relativa al aumento de las exportaciones peruanas, la CEPAL matizaba
esta apreciación al poner el acento en el rol de los nuevos productos de
exportación, puesto que entre 1965 y 1995 los cincuenta principales pro-
ductos de exportación continuaban siendo los mismos (en esos años, el
Perú seguía exportando harina de pescado, productos mineros, café y
otras exportaciones menores). Nuestro país no contaba con nuevos pro-
ductos o con nuevos procesos para los productos tradicionales de expor-
tación. Por tal razón, nuestras exportaciones más importantes habían
sido clasificadas como las menos dinámicas. Importantes productos
(como el café y otros metales) no fueron siquiera considerados debido
a su crónico estancamiento. En síntesis, entre 1980 y 1995, la participa-
ción del Perú en el mercado de la OCDE , el más importante del mundo,
mostró una disminución acentuada. En 1980, el comercio peruano re-
presentaba el 4% de las exportaciones de América Latina a la OCDE. En
1995, este valor había descendido a 1,5%.
Según el estudio citado:

[…] el desempeño de las exportaciones peruanas entre 1980 y 1995 fue irre-
gular. Al utilizar como indicador su participación en el mercado de la OCDE,
caracterizado por una intensa competencia, los bienes exportados por Perú
mostraron una escasa penetración y, más bien, retrocesos en los sectores
más dinámicos del comercio internacional. La mayor parte de sus expor-
taciones se concentra en productos estacionarios de dicho comercio y el
país no parece seguir un patrón de especialización acorde con las tendencias

114 | LUIS PONCE


internacionales. De sus 10 principales productos de exportación según con-
tribución, sólo tres figuran en la lista de los 50 rubros más dinámicos del
comercio internacional; sin embargo, es la contribución de esos tres la que
más ha crecido durante el período 1980-1995. (Bonifaz y Mortimore 1998)

Esta visión pesimista parece estar cambiando progresivamente du-


rante los últimos años del siglo pasado. Según una reciente evaluación,
a fines del siglo XX sí existieron nuevos experimentos industriales, más
articulados con los recursos naturales y más ligados con la agricultura,
la pesca y la minería, a la cual abastecen con insumos y equipos. En esta
visión optimista, el peso relativo de la industria en la economía no ha
cambiado (en 1985, la industria representaba el 15,3 % del PBI, el 15,5%
en 1990 y el 16% en 2006), pero su estructura se ha recompuesto. Este
proceso de readaptación a las nuevas tecnologías y mercados que ofrece
la globalización habría ocurrido en la pesquería, la industria de alimen-
tos, textiles y confecciones, industria para la minería (clúster metalme-
cánico de Infantas) y el clúster informático de Wilson, aunque, como es
comprensible, aún a una escala experimental (Althaus 2007). De otra
parte, también han aumentado las exportaciones del sector químico,
maderas y papeles, pieles y cueros, joyería y otros, siderurgia y minería
no metálica. Este impulso exportador va de la mano con la expansión
del número de empresas dedicadas a esta actividad: de 4123 en 2001 a
6245 en 2006 (Althaus 2007).
También han surgido y se han consolidado nuevos productos del
sector agroexportador moderno y tecnificado. A diferencia de las déca-
das previas, entre 1990 y 2004 la producción agropecuaria tuvo un des-
empeño satisfactorio, aunque sin dejar de presentar fuertes oscilaciones
anuales. En promedio, aportó el 7,5 % del PBI en 1990 y el 8,4% en 2004,
dando empleo al 28,5% de la población económicamente activa. Como
podría esperarse, la zona agropecuaria con la mayor transformación
productiva fue la costa. Entre 1990 y 2004, obtuvo tasas de crecimiento
anuales de 4,4% (2,7 % por habitante) gracias al desempeño del subsec-
tor cultivos, que se expandió en 4,6 % anual, impulsado por el aumento
del consumo interno de arroz, papas y maíz, así como de frutas, horta-
lizas y café de exportación. Solo un aumento tan importante explica el
notable incremento de las áreas cosechadas (de 1,7 millones de hectáreas
en 1990 a 2,6 millones en 2004).

LOS ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XX EN EL PERÚ | 115


En esos años también aumentaron los rendimientos de los cultivos
de exportación y de la producción pecuaria (su tasa anual de crecimien-
to fue de 3,9% gracias a la leche y la crianza de aves). La forestación, sin
embargo, fue el sector más descuidado, con un bajo aprovechamiento de
sus potencialidades, pues representó el 1% del PBI y de las exportaciones
(Pérez 2006). Esta importante experiencia puede servir de base para el
diseño de una política de fomento a la exportación en el ámbito rural de
la sierra (Escobal y Valdivia 2004).
En síntesis, entre 1981 y 2001, la productividad total de los factores
usados en la agricultura peruana aumentó 1,98% anual (muy superior
al 0,36% de 1961-1980). Es un resultado algo superior al promedio de
los países andinos (1,81%), pero inferior al de América Latina (2,31%
anual) (Ávila y Evenson 2004).

CRECIMIENTO ANUAL DEL PBI TOTAL DEL PAÍS,


DE LA PRODUCCIÓN AGRÍCOLA Y DEL COMERCIO EXTERIOR
DE PRODUCTOS AGROPECUARIOS (PORCENTAJES)

PBI total Producción agric. Exportaciones Importaciones


Período
Total Por hab. Total Por hab. agropecuarias agropecuarias
1970-1979 3,4 0,9 0,0 -2,5 -2,8 4,3
1980-1989 -0,6 -2,7 3,2 1,1 3,1 -2,2
1990-2004 3,6 2,0 4,4 2,7 8,6 5,0

Volumen de las exportaciones e importaciones a precios constantes de 1989-1991.


Calculado con base en informaciones de CEPAL (PBI) y FAOSTAT.
Fuente: Pérez 2006

No obstante lo anteriormente dicho, el examen de la balanza comercial


del sector agropecuario entre 1990 y 2004 nos permite una aproximación
adicional sobre el mismo tema. De un lado, tenemos que las importacio-
nes de productos agropecuarios (trigo, tortas y aceites vegetales, maíz
amarillo, azúcar y lácteos) aumentaron notablemente (de 650 millones de
dólares en 1990 a 1137 millones de dólares en 2004). Pero, igualmente, las
exportaciones del sector agroexportador se cuadruplicaron (de 275 millo-
nes de dólares en 1990 a 1124 millones de dólares en 2004).

116 | LUIS PONCE


Aparte del café, ahora tenemos espárragos, ají páprika, alcachofas,
mangos, uvas y otras frutas, y cacao (sin embargo, se debe relevar que
el café y los espárragos representan casi la mitad del valor exportado en
2004). Igualmente, se debe recordar que mientras el café y el cacao ocu-
paron 130 mil hectáreas y 41 mil hectáreas, respectivamente, las otras
exportaciones agrícolas ocuparon de 60 mil a 70 mil hectáreas (lo que
representa apenas el 2,5 por ciento de la superficie cultivada en el país).
De otro lado, no deja de ser interesante mencionar que en 2004 alrede-
dor de 43% de las exportaciones agrícolas se dirigieron a Europa, mien-
tras que el 33% se orientó a los Estados Unidos (Pérez 2006).
Finalmente, cabe agregar que la globalización no solo ha impactado
sobre la estructura de nuestro comercio exterior, sino que también ha
traído consigo la internacionalización de la propiedad y la pérdida de
importancia de los antiguos conglomerados nacionales. Como lo graficó
Durand (2001), el número de los grupos económicos, entre 1985 y el
2005, se ha reducido. Sin embargo, Althaus (2007) matiza esta visión,
al afirmar que, al mismo tiempo, aparecieron “[...] por lo menos cuatro
grupos nacionales importantes nuevos (Wong, Rodríguez Añaños y dos
grupos Belmont) y hay muchos otros ligados principalmente a las ex-
portaciones no tradicionales que están creciendo de manera acelerada”.
Dada la importancia de los conglomerados económicos nacionales para
liderar el crecimiento, este es otro tema importante para la agenda de
investigación.

LOS ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIA ECONÓMICA DEL SIGLO XX EN EL PERÚ | 117


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Economía y guerra
Capítulo 4
El sistema económico tempranocolonial
en el Perú: el caso de la región de Huamanga,
1539-1570
Nelson E. Pereyra Chávez
Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga
(Ayacucho)

“Que los dichos encomenderos en este reino sean tan señores


absolutos, no temen a Dios ni a la justicia, y dan mandamientos
como si fuese justicia a los indios [...]”.
Guaman Poma de Ayala
1993 [1615], vol. II, p. 445.

La conquista del territorio andino ocasionó el establecimiento de un


nuevo sistema económico, monetario y mercantil, constituido sobre
la base de la explotación de fuerza laboral y recursos naturales, donde
cumplió papel importante la encomienda. Esta, al ser interrelacionada
con la circulación y el mercado, intervino en la generación de ganancias,
división del trabajo y especialización productiva.
Como bien sabemos, la encomienda apareció en el Perú con los
mismos conquistadores, en medio de una situación de “economía de
guerra” como ha sugerido Carlos Sempat Assadourian, que implicó no
solo las pérdidas ocasionadas por los grandes conflictos de indígenas
contra españoles, pizarristas contra almagristas y encomenderos contra
la Corona Real,

[…] sino también las producidas por infinidad de ataques punitivos, las
luchas entre los propios grupos étnicos, la destrucción de las cosechas y
el deterioro de los sistemas agrícolas hidráulicos, la plaga del hambre, el
aumento de la tasa de mortalidad por enfermedades endémicas. También la
proyección de la guerra a otras áreas a través de las entradas.1

Sin embargo, algunos estudios de caso han cuestionado esta ima-


gen, indicando que la encomienda pudo constituirse como unidad
productiva en esta misma coyuntura debido al predominio del interés
económico y social de los españoles convertidos en encomenderos.2 Pese
a la aclaración, la duda aún subsiste cuando colocamos el análisis de la
encomienda en el marco de la historia regional, especialmente de un
escenario alcanzado por la resistencia de los incas de Vilcabamba o las
guerras civiles como la región de Huamanga.3 Nos preguntamos si acaso
pudo la encomienda articular todo un sistema económico en la mencio-
nada región, en los cinco primeros decenios de vida colonial.
El presente trabajo intenta estudiar este sistema económico tempra-
nocolonial de la región de Huamanga a través de tres hechos económicos
básicos: la encomienda, el tributo y el acceso a los recursos naturales,
en el período que media entre la ocupación española de la zona y la ad-
ministración del virrey Toledo. Pretendemos analizar estos hechos eco-
nómicos de un modo articulado y en un período de mediana duración,
para que nos introduzcan en los elementos y regularidades internas que
provocan el movimiento de un sistema dado.4 Para ello, proponemos

1. Assadourian 1994: 25.


2. Cf. Trelles 1991, Salas 1979, 1998 y León 2002.
3. La instalación española en la región de Huamanga ocurrió para proteger el camino
inca ante la presencia cercana de los incas de Vilcabamba, que los españoles consi-
deraron siempre un peligro permanente para la seguridad de sus rutas (Pease 1992:
193) y en el transcurso de las guerras civiles entre Pizarro y Almagro, dos años des-
pués de la ejecución de este y un año antes del asesinato de aquel en Lima. Incluso
hasta la época del virrey Toledo la zona estuvo inmersa en algunos de los conflictos
propios de la sociedad tempranocolonial. Así, en 1542, las fuerzas de Vaca de Castro
combatieron contra las del joven Almagro en la llanura de Chupas, a menos de 10
kilómetros al sur de la ciudad de Huamanga. Posteriormente, la región fue alcanzada
por las sublevaciones de Gonzalo Pizarro (1544-1548) y de Hernández Girón (1553-
1554). Hacia 1564 fue denunciada la “secta y apostasía” del taky onqoy en el sur de la
región y en 1565 se registró una hambruna en Huamanga.
4. Cf. Romano 1975.

132 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


que este sistema, a través de la encomienda, no solo permitió el acceso a
recursos y fuerza laboral por parte de los españoles; también configuró
las demás unidades productivas en determinados pisos ecológicos de la
región. Todo ello además cobró vigor en el marco de las relaciones so-
ciales y políticas de los conquistadores del siglo XVI, consistente en sus
deseos de obtener poder y riqueza.

Encomiendas de Huamanga

La encomienda fue la institución usada por los españoles para el domi-


nio y explotación de los recursos e indígenas conquistados. Consistió en
el privilegio concedido por el rey de España a los conquistadores para
hacer tributar o trabajar a un número de indígenas en su provecho y
así beneficiarse con productos, dinero o fuerza de trabajo, o apropiarse
de las tierras de sus encomendados, canalizando todo ello hacia acti-
vidades mercantiles. A la par, satisfacían sus ansias de poder y riqueza
y se responsabilizaban solo de la evangelización y aculturación de los
indígenas.5
Las encomiendas fueron introducidas en el Perú por Francisco
Pizarro, quien en 1534 concedió “depósitos de indios” a los conquista-
dores que lo acompañaron en la captura de Atahualpa, en la toma del
Cuzco y en la represión de las tropas de Manco Inca. Posteriormente,
repartió encomiendas en el Cuzco en 1539 entre sus parientes, paisanos
y allegados como premios por haber combatido contra los almagristas
en la guerra de Las Salinas. En la región de Huamanga, Pizarro entregó
encomiendas a 21 españoles, quienes se instalaron en la ciudad en 1539
al momento de su fundación.6

5. Sobre las encomiendas, además de los clásicos estudios de Manuel Belaunde Guinassi,
Enrique Torres Saldamando, Rafael Loredo, Silvio Zavala, José Antonio del Busto y
Ruggiero Romano, revísese, entre otros, Assadourian (1978, 1982), Lockhart (1982),
Puente Brunke (1992) y los recientes trabajos de Presta (2000) y León (2002). Muy
buenos estudios de caso constituyen los textos de Trelles (1991) y Salas (1979, 1998).
Sobre los repartimientos en Huamanga consúltese Stern (1982), Urrutia (1985) y
Purizaga (2005).
6. La fundación de la ciudad de Huamanga ocurrió el 29 de enero de 1539 en el pa-
raje de Huamanguilla, ocupado por la tribu de mitimaes anta, y estuvo a cargo de

EL SISTEMA ECONÓMICO TEMPRANOCOLONIAL EN EL PERÚ | 133


Hacia fines de 1540, Pizarro nuevamente otorgó encomiendas de la
región entre sus allegados y paisanos. A Miguel Estete (homónimo del
cronista de la conquista) le entregó el repartimiento de los angaraes y
yungas canas de Tayacaja y Pomabamba; a Melchor Palomino, el de los
indios soras; a Crisóstomo de Hontiveros, el de los angaraes de Huanta
y el de los chocorbos de Huachos; y a Juan de Mañueco le confirió la
encomienda de los indios aimaraes y quechuas de Vilcashuamán.7 Dis-
puso, además, la propiedad de la encomienda de los astos y chancas de
Cuenca, Moya y Vilcabamba a favor de Hernando de Villalobos tras el
asesinato de su propietario original, Martín de Escarcena, cometido por
sus encomendados.8
Luego de la batalla de Chupas (1542), el gobernador Vaca de Castro
otorgó repartimientos a los que lo apoyaron en su campaña contra el jo-
ven Almagro y a algunos beneméritos de la conquista, según las proban-
zas de servicios que presentaban. Entre los beneficiados estaban: Vasco
Sánchez de Ulloa (con la encomienda de los pabris de Cayara), Hernán
García Gallardo (con el repartimiento de los angaraes de Huaillay), An-
tonio de Oré (con la encomienda de la parcialidad Hanan Chilques de
Canaria) y Cristóbal de Funes (con las encomiendas de la parcialidad
Lucanas de Andamarca). Además confirmó la propiedad de los repar-
timientos de Ccaccamarca y de los indios quechuas, huancas y aimaras
a favor de Juan Palomino y Juan de Mañueco respectivamente. Incluso
suprimió el “servicio personal” de los indígenas y hasta llegó a imponer
entre los encomenderos la obligación del pago por la evangelización de
sus encomendados. Sin embargo, no llegó a elaborar una taza de tribu-
tación ni reformó considerablemente el sistema de los repartimientos
creado por Pizarro.
En 1549, en medio de las guerras civiles, el pacificador Pedro de
La Gasca (enviado por la Corona para reprimir la rebelión de Gonzalo
Pizarro) despojó a un grupo de encomenderos de la región (Francisco

Francisco Pizarro. El 25 de abril del año siguiente, el teniente de gobernador Vasco


de Guevara la trasladó al asiento de Pucaray, lugar donde actualmente se encuentra
(Purizaga 2005).
7. Libro de Cabildo… 1540: 21. Ver también la “Relación de los encomenderos y repar-
timientos del Perú en 1561” (en Hampe 1979 [1561]: 95-96).
8. Cf. Stern 1982.

134 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


de Balboa, Martín Aduenza, Martín de Garay, Álvaro Caballero, Alon-
so Díaz de Carrión, Francisco de Sosa, Alonso García, Rodrigo Tinoco,
Bernardino de Sosa, un tal Saavedra y Juan de Berrio) y los reemplazó
por quienes lo habían apoyado en su campaña represiva: Cristóbal de
Peña, Pedro Ordóñez de Peñalosa, Luis Sotelo o Toledo, Martín de Leza-
na, Pedro Ortiz y Antonio de Villalba. Además, traspasó el repartimien-
to de Lucanas de Andamarca de Cristóbal de Funes a manos de Juan
Blázquez o Velásquez Vela Núñez. También estableció la tasa de la renta
de las encomiendas tras la visita que realizaron funcionarios españoles
a los repartimientos.9 Esta reconoció en Huamanga 26 encomiendas y
14.094 tributarios.10
Entre 1561 y 1570 ocurrió la primera sucesión generacional de los
encomenderos de Huamanga, de modo tal que hacia la época del virrey
Toledo eran 14 los repartimientos que estaban en “segunda vida”.11 Es
que el virrey Andrés Hurtado de Mendoza simplemente conformó las
antiguas distribuciones de Pizarro y Vaca de Castro, otorgando a Pe-
dro de Avendaño la encomienda de la parcialidad Lucana de Laramati,
llegándose a contar 21 repartimientos en 1561 en la región12 (véase el
cuadro 1). Para esta época, además, la Audiencia impuso a los encomen-
deros la obligación de pagar el quinto para la Corona.
En su tiempo, el virrey Francisco de Toledo también confirmó las
anteriores distribuciones de indios. Solo otorgó a Pedro de Córdova la

9. María Rostworowski ha publicado la tasa mandada elaborar por La Gasca. En esta


publicación aparecen solo las rentas de las encomiendas de los soras, los caviñas y los
lucanas de Laramati, de la jurisdicción de la ciudad de Huamanga (Cf. Rostworowski
1993).
10. Hampe 1989: 138.
11. Cook 1975: XVIII. Hernando Palomino, como heredero de Melchor Palomino, estaba
al frente de los soras; Amador de Cabrera, el yerno de Hernando de Villalobos, era el
encomendero de los indios astos y chancas; Sancho de Cárdenas, como hijo de Fran-
cisco de Cárdenas, era el encomendero de los chocorbos de Huaytará; Pedro Díaz de
Rojas Cuba, el hijo de Pedro Díaz, era el encomendero de los acos de Quinua; Jeró-
nimo de Oré, el heredero de Antonio de Oré, era el encomendero de la parcialidad
Hanan de los chilques de Canaria, y así sucesivamente.
12. Hampe 1979 [1561]: 95-96. En la relación de los encomenderos de 1561 aparecen
además las encomiendas de los indígenas chancas de Callamarca-Uripa, Ocobamba
y Ongoy y la de Jauja, que corresponden a las provincias de Andahuaylas y Lima, a
partir de la creación de los corregimientos en 1565.

EL SISTEMA ECONÓMICO TEMPRANOCOLONIAL EN EL PERÚ | 135


parcialidad de los lucanas de Laramati, repartió los egresos de las enco-
miendas de los lucanas de Andamarca y de los pabris de Cayara entre
varios españoles y dispuso que la Corona Real usufructúe las rentas de
estas y la de los angaraes, yungas y canas de Tayacaja.13 Para esta época
existían 24 encomiendas (véase el cuadro 1 en Anexo).

Grupos étnicos, población indígena y recursos

Los españoles echaron mano de las poblaciones indígenas para con-


formar las encomiendas. Para entender la renta de estas y la economía
regional del período, primero hay que relacionar repartimientos con
composición étnica y demográfica de Huamanga en el siglo XVI.
Al momento de la conquista existía un desarreglo poblacional14
en la región, puesto que junto con las macroetnias (lucanas, angaraes,
chancas, tanquiguas, chocorbos y soras) convivían tribus de mitimaes
desplazadas desde regiones muy diversas hacia Huamanga por el Es-
tado inca. Los historiadores que se han ocupado de este tema señalan
que las seis macroetnias siguieron ocupando los extremos del territorio,
mientras que en las cuencas de Huanta, Ayacucho y Pampas los incas
concentraron a todos los mitimaes. Por ejemplo, los angaraes estaban al
noreste y norte de Huamanga, en los actuales territorios de Huancavelica
y Huanta. Los chancas estaban al este, en la provincia de Andahuaylas.
Los soras, al sureste, ocupando el valle del mismo nombre. Los lucanas,
divididos en dos parcialidades (Andamarca y Laramati) ocupaban el sur
y suroeste de la cuenca del río Pampas. Los chocorbos estaban al este, en
la actual zona de Huachos, Castrovirreyna y Huaytará. Y los tanquiguas
(los descendientes de los chancas de la cuenca del río Pampas que se en-
frentaron con los incas a fines del Intermedio Tardío) ocupaban el este
de la misma cuenca del Pampas, en las inmediaciones de la localidad de
Huambalpa.15

13. Tasa de la visita general de Francisco de Toledo, pp. 260-282 (Cook 1975 [1570]). Tole-
do, por ejemplo, conformó dos encomiendas con los pabris y condes de Cayara: una
para Garci Diez de San Miguel y otra para el aprovisionamiento de la Corona Real.
14. La frase es de Urrutia 1985.
15. Zuidema 1966, Urrutia 1985 y Huertas 1981, 1998.

136 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


En medio de todos ellos estaban los mitimaes. Así, en la cuenca de
Huanta se hallaban los parixas y en la de Ayacucho, los caviñas (traídos
del valle del Mantaro), acos y antas del Cuzco, ambos indios de privi-
legio de los incas, pero que no pertenecían a su tribu. Y en la cuenca
del río Pampas estaban las siguientes tribus de indios de privilegio: los
pabris y condes en Cayara, dos parcialidades de los chilques en Canaria
y Huancapi, quechuas del Cuzco, conjuntamente con huancas (del valle
del Mantaro) y aimaras (del altiplano) en Vilcashuamán, Huancasan-
cos, Sarhua, Canchacancha, Chuschi, Huarcaya y Paras.16
Algunas tribus de mitimaes fueron insertadas por los incas entre
las macroetnias, como especie de cuña. Es el caso de los indios de privi-
legios astos, de los indios caxamarcas (traídos de la sierra norte), de los
yungas canas y de los chancas (desplazados de Andahuaylas), que fueron
acomodados entre los angaraes. O de los guaros (de Huarochirí) y qui-
guares orejones, que fueron colocados entre los chocorbos.
El antropólogo Tom Zuidema —quien ha estudiado con detalle este
tema— señala que los españoles casi no alteraron este mosaico pobla-
cional, y al contrario, prefirieron conservar sus rasgos más importantes
según sus intereses, convirtiendo a las tribus de mitimaes en encomien-
das.17 Por ejemplo, los caviñas, acos y parixas fueron convertidos en tres
repartimientos distintos. De igual modo, los indios de Ccaccamarca, los
guaros y los quiguares fueron convertidos en tres encomiendas diferen-
tes. En algunos casos, los conquistadores realizaron algunas modifica-
ciones entre mitimaes para formar sus repartimientos. Por ejemplo, los
pabris y condes de Cayara primero fueron unidos en una sola encomien-
da y luego separados en dos. Igualmente, los quechuas, huancas y ai-
maraes de Vilcashuamán fueron mezclados en un único repartimiento.
También, los astos y chancas y los caxamarcas y chancas fueron mezcla-
dos en dos encomiendas en la provincia de Angaraes. Del mismo modo,
las parcialidades de estas tribus fueron transformadas en repartimientos
separados. Es el caso de los chilques, cuya mitad Hanan fue encomenda-
da a Antonio de Oré y la mitad Urin, a Pedro Ordoñez.18

16. Ibíd.
17. Zuidema 1966.
18. Compárese la Relación… de 1561 con la visita del virrey Toledo de 1570-1572.

EL SISTEMA ECONÓMICO TEMPRANOCOLONIAL EN EL PERÚ | 137


En otros casos, los mitimaes fueron mezclados con segmentos de
las macroetnias y así convertidos en encomiendas. Esto ocurrió con los
caxamarcas y chancas, que formaron una encomienda; con los astos y
chancas, que formaron otro repartimiento; y con los yungas, canas y
angaraes de Tayacaja, que también fueron mezclados en uno solo.
Entre las macroetnias, solo los tanquiguas y soras fueron íntegra-
mente convertidos en repartimientos; las otras fueron segmentadas y
entregadas a varios encomenderos. Las dos parcialidades de Lucanas
fueron convertidas en dos encomiendas distintas; los chocorbos fueron
organizados en dos repartimientos y los angaraes, hasta en cuatro.
A través de este reagrupamiento poblacional los españoles intentaron
maximizar la disposición y posesión de los indígenas, aplicando —hasta
donde les fue posible— la máxima de que “hay indios para todos”.
Insistimos en esta configuración tempranocolonial de los poblado-
res indígenas de la región porque a partir de ella podremos determinar
la rentabilidad de las encomiendas en relación con la cantidad de pobla-
ción tributaria, tributo y acceso a recursos. Para ello primero hay que
conocer la estructura demográfica de Huamanga en la segunda mitad
del siglo XVI.
Según los estimados de Cook, en 1531 pudo haber seis millones de
indígenas y en 1570, un millón, de tal modo que en aproximadamente
cuarenta años hubo una declinación poblacional del 80% a un ritmo de
2 2/3 por año.19 Para el caso de Huamanga contamos con cuatro datos de-
mográficos (1561, 1570, 1628 y 1754; véase el cuadro 2) que nos aproxi-
man al movimiento de la población indígena en el período señalado y
en las siguientes dos centurias.20 Según estos datos demográficos, entre
1561 y 1570 la población indígena habría aumentado en un ligero índice
de 1,2%, para luego disminuir entre 1570 y 1628 en -0,3% y finalmente

19. Cf. Cook 1965, 1975.


20. Estos datos demográficos aparecen en las siguientes fuentes: el de 1561 aparece en
un manuscrito citado por Ángel Rosenblat en su obra La población y el mestizaje en
América y posteriormente por Wachtel (1976). El de 1570 corresponde a la Visita
General del Virrey Toledo, publicada por Cook (1975). El de 1628 es mencionado en
el Compendio y descripción de las Indias Occidentales de Vázquez de Espinoza y citado
por Wachtel (1976). El de 1754 es mencionado por Cook (1965).

138 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


disminuir el doble, en un índice de -0,6%.21 Por lo tanto, la curva de la
población indígena habría empezado a bajar al momento de la conquis-
ta, para luego recuperarse y nuevamente empezar a bajar (de manera
más prolongada) a partir de la administración del virrey Toledo.22 Las
Relaciones geográficas de Indias, escritas luego del gobierno de Toledo, di-
cen que los soras “en tiempo del Inga eran 2/3 más”23, y en las cuencas de
Ayacucho y Pampas “en tiempo del Inga hubo el doble más” de población
indígena, “y con las guerras, vinieron en disminución, y al tiempo que se
pobló esta ciudad, eran como hasta cincuenta mill indios, y con las di-
chas guerras se consumieron muchos”.24 La razón de este despoblamien-
to no es únicamente las guerras de la conquista; también las epidemias
que asolaron las reducciones de indígenas impuestas por las reformas
toledanas. Las citadas Relaciones mencionan que en Vilcashuamán han
disminuido los indígenas “en ocasión de cobrar muchas enfermedades,
de las cuales la mayor parte dellos han muerto”.25
Pero las epidemias pudieron haber afectado menos a los indígenas
de las macroetnias y más a los mitimaes de las cuencas, ya que los prime-
ros —según Cook— eran menos propensos a contraer las enfermedades
que brotaban continuamente. Este componente poblacional tal vez sus-
tentó la leve recuperación demográfica de 1561-1570. No nos olvidemos,
además, de que en Huamanga la concentración poblacional, desde el pe-
ríodo del Intermedio Tardío, ocurría en la región puna.26
La puna se encuentra entre los 3000 y 5000 metros de altura. Es la
franja ecológica más amplia en la región, donde se asentaron la macroet-
nias dedicadas a reproducir tubérculos y camélidos como fuentes de
proteína, lana y medios de transporte. “Toda la más tierra deste reparti-
miento [Lucanas] es llana, alta, rasa y fría, que en la lengua de los indios
se dice puna o xalca, que quiere decir tierra fría”, señalan las Relaciones

21. Agradezco la colaboración del profesor Freddy León Nina, de la Universidad de Hua-
manga, por haber estimado estos índices de fluctuación poblacional.
22. Cook 1975: XXI.
23. Monzón 1881 [1586]: 170.
24. Rivera y De Chávez 1881a [1586]: 110.
25. Carvajal 1881 [1586]: 146.
26. Cf. Murra 1975.

EL SISTEMA ECONÓMICO TEMPRANOCOLONIAL EN EL PERÚ | 139


geográficas de Indias cuando les toca describir esta difícil geografía.
Agregan que en la provincia de Angaraes “hay también alguna cría de
vicuñas y carneros de la tierra de que usan los indios para su sustento”.27
También mencionan que los lucanas “se sustentan de maíz y papas, que
son como turmas de tierra, y otras que dicen ocas y frisoles y atramicas y
quinua” y tienen “carneros de la tierra de carga” o llamas huacauya.
Por debajo de la puna se encuentran las cuencas de Huanta, Aya-
cucho y del Pampas, entre los 2000 y 3000 metros de altura. Poseen po-
cos valles cultivables, que están encajonados en medio de la accidentada
topografía regional. Las Relaciones geográficas de Indias dicen que esta
zona “es templada, en que se da maíz y trigo, y tiene muchos calientes en
que se dan diversas frutas y alguna caña”.28 Como señalamos anterior-
mente, aquí los incas acomodaron las tribus de mitimaes que enviaron a
la región durante el Horizonte Tardío.
De acuerdo con los datos demográficos que hemos revisado, las
macroetnias de la puna de Huamanga estaban densamente pobladas al
momento de la conquista, cuando fueron convertidas en encomiendas.
Por ejemplo, la tasa de la Gasca de 1549 señala que los soras tienen 1600
pobladores indígenas y los lucanas de la parcialidad de Laramati, 800.
Para el decenio de 1570 esta cifra se había incrementado, conforme al
ligero crecimiento de 1,2% de la población indígena de la región, de tal
modo que los soras tenían 15.169 pobladores indígenas y los lucanas de
Laramati, 15.262.29
Si hacemos una nómina de los repartimientos con mayor cantidad
de tributarios, los primeros lugares serán ocupados por aquellos con-
formados con indígenas de las macroetnias. Siguiendo a la tasa de La
Gasca, los soras tienen 700 tributarios y los lucanas de la parcialidad
de Laramati, 245. Lamentablemente, por ahora no podemos hacer otras
comparaciones para el decenio de 1540 porque no disponemos de datos
demográficos de las demás encomiendas. Podemos saltar hasta la visita
del virrey Toledo y señalar que los repartimientos de la parcialidad luca-
nas de Laramati, de soras y de lucanas de la parcialidad de Andamarca

27. Rivera y De Chávez 1881b [1586]: 140-141.


28. Ibíd., p. 140.
29. Cf. Cook 1975 [1570].

140 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


son los que registran mayor población tributaria. En efecto, la enco-
mienda de los soras posee 2459 tributarios; la de Lucanas de Laramati,
2811 tributarios, y la de Lucanas de Andamarca, 2081 tributarios, que
constituyen el 10,8%, 12,3% y 9,1% de población tributaria total respec-
tivamente. Por debajo de estos se hallan los quechuas, huancas y aima-
raes, con 1980 tributarios, y el repartimiento de los parixas de Huanta,
con 1511 tributarios.30 Intentamos sugerir que estas son las encomiendas
más pobladas de la región, pero debemos primero determinar su renta-
bilidad en relación con los tributos que ofrecen.

La renta bruta de las encomiendas de Huamanga

En la segunda mitad del siglo XVI, la economía de la región se sustentó


en la renta de la encomienda. A través de ella los españoles pudieron
controlar el excedente productivo de los indígenas o asignar la fuerza de
trabajo de sus encomendados a haciendas, minas y obrajes.31 La renta de
la encomienda adoptó tres formas de tributación, que se manifestaron
de manera sucesiva o paralela, de acuerdo a los intereses de los encomen-
deros o las disposiciones de las tasas de tributación.
Cuando las encomiendas fueron implantadas como “depósitos de
indios” por Pizarro y Vaca de Castro, la renta consistió básicamente en
la apropiación indiscriminada de fuerza de trabajo para el servicio per-
sonal de los encomenderos en sus propiedades o para la “mita de plaza”
en la ciudad de Huamanga. Así, en 1539, los encomenderos de la región
fueron compelidos por el Cabildo a entregar fuerza laboral para la cons-
trucción del templo de la ciudad.32 Asimismo, algunos de estos enviaron
a sus encomendados a las guerras civiles para engrosar las tropas del
líder que secundaban.
En medio de este panorama, la tasa de La Gasca intentó regular
las tres formas de tributación que concurrían de manera paralela. A
través de esta tasa los encomenderos Melchor Palomino, Cristóbal de
Peña y Juan Alonso de Badajoz regularon los bienes de consumo, bienes

30. Rostworowski 1993 [1549] y Cook 1975 [1570].


31. Assadourian 1978.
32. Libro de Cabildo…1540: 21.

EL SISTEMA ECONÓMICO TEMPRANOCOLONIAL EN EL PERÚ | 141


suntuarios, dinero y fuerza de trabajo que obtenían de sus indígenas so-
ras, caviñas y lucanas de Laramati respectivamente33 (véase el cuadro
3). En este tiempo ya estaba imponiéndose la monetarización directa de
la renta de la encomienda, con el consiguiente “paso de una renta en
excedente agrícola valor de cambio dinero a una renta donde parte del
excedente campesino en productos queda reemplazado por el pago de
una magnitud fija de dinero” 34 que además conduce fuerza de trabajo
hacia las minas.
Según la información cualitativa de la tasa mencionada, los soras
aportan 28 productos distintos, dinero y fuerza de trabajo, haciendo un
total de 30 categorías tributarias. Los caviñas entregan 26 productos dis-
tintos, dinero y fuerza de trabajo, llegando a un total de 28 categorías
tributarias. Los lucanas de Laramati dan 20 productos distintos, dinero
y fuerza de trabajo, haciendo un total de 22 categorías tributarias.35
Observando la cantidad, notamos que los caviñas entregan mayor
volumen de bienes a su encomendero; sin embargo, estimando la mayor
variedad de productos, los soras son los que dan una mayor diversidad
de bienes en 28 categorías tributarias y, por lo tanto, un mayor volumen
de rentas. Estas cifras guardan proporción con la cantidad de población
tributaria existente en cada repartimiento al momento de la tasación.
Para inicios de la década de 1560, la Relación de las encomiendas y de
los repartimientos del Perú de 1561 indica el valor monetario total de los
repartimientos de Huamanga (véase el cuadro 4). Según esta nómina,
las encomiendas que captan sustanciosos tributos son las siguientes:

33. Rostworowski 1993 [1549]: 22. Entre 1539 y 1548 hubo un gran desorden en la renta
de las encomiendas por la ausencia de una tasa oficial, pese a los intentos de las au-
toridades españolas por realizar una tasación general de las encomiendas. En efecto,
entre 1536 y 1537 fueron facultados los obispos Berlanga y Valverde para realizar la
tasa de los repartimientos. Vaca de Castro también fue instruido para llevar a cabo la
tasación y solucionar los múltiples problemas de las encomiendas. Asimismo, entre
1539 y 1548, los gobernantes del Perú enviaron visitadores a los numerosos reparti-
mientos para reglamentar la contribución de indios (Cf. Pease 1978).
34. Assadourian 1978: 22.
35. Según la tasa de La Gasca, los lucanas de Laramati otorgaban cada dos años una
cama de ropa, que son cinco paños con sus goteras y mangas.

142 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


• Soras, propiedad de Hernando Palomino, con 7000 pesos.
• Los caviñas de Jauja, encomienda de Cristóbal de Peña, con 6312
pesos.
• Los angaraes, yungas y canas de Tayacaja, propiedad de Miguel
Estete, con 6000 pesos.
• Los angaraes de Huanta y chocorbos de Huachos, encomendados a
Crióstomo de Hontiveros, con 5500 pesos.
• La parcialidad Lucanas de Andamarca, de Juan Velásquez Vela
Núñez, con 4800 pesos.
• Los parixas de Huanta, encomendados a Diego Gavilán, con 4700
pesos.
• La parcialidad Lucanas de Laramati, propiedad de Pedro de
Avendaño, con 4000 pesos.

Las 14 encomiendas siguientes (angaraes, chocorbos, quechuas-


aimaras-huancas, tanquiguas, huancas, etc.) aportan tributos de 1000
a 4000 pesos.36
Entre los primeros repartimientos que tributaban más de 4000 pesos
aparecen cinco encomiendas de la Puna y dos de las cuencas. Estos cin-
co repartimientos son: soras, angaraes-yungas-canas de Tayacaja, anga-
raes-chocorbos de Huanta y Huachos, lucanas de Andamarca y lucanas
de Laramati, todos ellos conformados por tributarios de las macroetnias
de la región y de algunas tribus (yungas-canas) acomodadas entre ellas.
Podemos sugerir que la alta rentabilidad de estos repartimientos tiene
relación proporcional con la relativa densidad demográfica de la puna.
Los otros dos repartimientos que aparecen en la lista anterior son:
los caviñas y parixas, tribus de mitimaes ubicadas en las cuencas de Aya-
cucho y Huanta respectivamente.
No nos olvidemos de que estos repartimientos habían sido creados
en los tiempos de Pizarro y aún eran propiedad de sus dueños originales

36. La encomienda de Ongoy posee una renta de 1200 pesos. No ha sido incluida en la
lista anterior porque se encuentra en la provincia de Andahuaylas, que desde 1565
—año de creación de los corregimientos— pertenece a la jurisdicción del Cuzco. Los
restantes repartimientos de la nómina, que aportan tributos inferiores a los 1000
pesos (Ocobamba y Uranmarca), están también ubicados en esta provincia.

EL SISTEMA ECONÓMICO TEMPRANOCOLONIAL EN EL PERÚ | 143


o de los descendientes de estos. Considerando los tributos que reunían,
se ubicaban en el quinto lugar del grupo de encomiendas más rentables
del Perú, debajo de las de Cuzco, La Plata, La Paz y Arequipa.
Pero el tributo consignado en esta Relación ensombrecía los bienes
de consumo que estaban involucrados en el mecanismo de la moneta-
rización indirecta de la renta de la encomienda; es decir, la circulación
en el mercado del excedente agrícola de la economía indígena para su
transformación en dinero.37 Podemos considerar que los pobladores in-
dígenas de la puna debían colocar en el mercado bienes como tubérculos
y carne y lana de camélidos, producidos en este piso ecológico, más un
poco de maíz, frijoles o trigo cultivados en zonas bajas. Ya hemos visto
además que en la tasa de La Gasca los soras tributaban maíz y los lucanas
de Laramato, trigo, cultivos de las tierras bajas que ambas macroetnias
aún mantenían hacia mediados del decenio de 1580. Luis de Monzón, al
visitar a los soras, observó que “en partes desta provincia se dá trigo y
cebada; y no se dá en cantidad, porque los indios son poco aficionados á
sembrarlo y hay pocas tierras acomodadas para sembrarlo”.38
Los otros dos repartimientos de caviñas y parixas que aparecen
en la nómina anterior y que estaban ubicados al norte de Huamanga
ocupaban una posición subalterna en relación con las encomiendas de
la puna debido a que su tenue concentración demográfica ocasionaba
merma en las cantidades de tributo recaudado. No nos olvidemos de
que las cuencas de Huanta y Ayacucho fueron siempre el territorio pro-
picio para la propalación de epidemias (tifoidea, tifus, paludismo) que
afectaron fuertemente a la población desde los tiempos de la conquista.39
Aun así, estos repartimientos registraban tributos superiores a los 4700
pesos, que escondían bienes como el maíz, trigo, frutas o coca, que eran
negociados en el mercado.
Con respecto a la coca, las fuentes indican que su cultivo se había
incrementado después de la conquista. Por ejemplo, el visitador Damián
de la Bandera en 1157 pudo observar que:

37. Assadourian 1978: 22.


38. Monzón 1881 [1586]: 174.
39. A fines del siglo XIX, el intelectual ayacuchano Luis Carranza opinaba que la eti-
mología del toponímico “Huanta” proviene de la palabra “huanthi”, que sirve para
designar a la sífilis (Cavero 1953: 161).

144 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


Las chácaras de coca que agora tienen los indios, eran todas del Inga y nin-
gun cacique ni indio particular las tenía; y de la que agora cojen trescientos
y cuatrocientos cestos, en aquel tiempo no cojian diez, por donde claramen-
te se conoce que en tiempo de los españoles se han multiplicado y hecho tan
comun á los indios. Las chácaras de coca desta provincia están de la ciudad
de dies y ocho á treinta leguas inclusive.40

La más tardía visita de Pedro de Rivera y Antonio de Chávez y de


Guevara indica que en el decenio de 1580 había en la región una alta
producción de coca: “cógese tres veces al año”.41 Como sugieren ambos
visitadores, su cultivo ocurría en la zona yunga del noreste de Huaman-
ga y estaba a cargo de indígenas tributarios.
Las Relaciones geográficas de Indias señalan además que las macroet-
nias de la puna intercamibban coca, ají o maíz con camélidos o lana. Por
ejemplo, la relación de los soras de 1586 dice que “los naturales desta
provincia tratan y contratan en coca y en carneros de la tierra”.42 Igual-
mente, la relación de los lucanas de la misma fecha manifiesta que “los
que contratan en esta provincia es vender carneros de la tierra [llamas]
y pacos [alpacas] o la lana dellos y trocarlo por coca o ají”.43 Con la coca
convertida en mercancía y negociada por dinero, los indígenas pagaban
el tributo a su encomendero. Además, el mismo bien podía ser recibido
como tributo y transformado en mercancía-dinero por el encomendero.
El muy acucioso Damián de la Bandera dice que los indígenas “tienen
chácaras de coca, de algodón, de ají, de que pagan el tributo”44 para de
este modo facilitar las actividades mercantiles de los encomenderos. Es
el caso del propietario de los indios parixa de Huanta, Diego Gavilán,
como veremos más adelante.
La tasa mandada por el virrey Toledo en 1570 consigna el tributo
y en bienes de consumo con sus precios respectivos (véase el cuadro 5).
Tal como hicimos en el caso anterior, nuevamente hemos agrupado a las

40. Bandera 1881 [1557]: 97-98.


41. Rivera y De Chávez 1881a [1586]: 121.
42. Monzón 1881 [1586]: 176.
43. Córdova 1881 [1586]: 193.
44. Bandera 1881 [1557]: 97.

EL SISTEMA ECONÓMICO TEMPRANOCOLONIAL EN EL PERÚ | 145


encomiendas consideradas como las más rentables por esta tasa, pero
introduciendo algunas modificaciones en el método, puesto que ella in-
cluye hasta nueve categorías tributarias.

a) Los repartimientos obligados a tributar con mayor magnitud de


dinero son:

• Parcialidad Lucanas de Andamarca, propiedad de Pedro de


Córdova, con 7331,5 pesos.
• Soras, propiedad de Hernando Palomino, con 6712,6 pesos.
• Parcialidad Lucanas de Andamarca, usufructuada por Gabriel
Núñez y la Corona Real, con 5778 pesos.
• La encomienda de los indios quechuas, huancas y aimaraes, de
Antonio de Mañueco, con 4915 pesos.
• El repartimiento de los parixa de Huanta, en manos de los
sucesores de Diego Gavilán, con 4125 pesos.
• Los astos y chancas, encomendados a Amador de Cabrera en la
provincia de Angaraes, con 4019 pesos.
• Los acos, encomendados a Pedro Díaz de Rojas, con 2628
pesos.
• La encomienda de los angaraes de Huanta, propiedad de
Baltasar de Hontiveros, con 2480,4 pesos.
• El repartimiento de chocorbos de Huaytará, de Sancho de
Cárdenas, con 2412 pesos.
• Los angaraes de Julcamarca, encomendados a Elvira García,
con 2335 pesos.

En esta lista aparecen seis repartimientos de la puna y cuatro re-


partimientos de la cuenca. Entre aquellos están los que aparecieron en la
nómina anterior: el de los soras y lucanas de ambas parcialidades.

b) Los repartimientos que deben tributar en una mayor cantidad de


categorías (sin incluir el dinero) son:

• La encomienda de los indios quechuas, huancas y aimaraes, de


Antonio de Mañueco, hasta en ocho categorías tributarias.

146 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


• Los soras (de Hernando Palomino), lucanas de Andamarca
(de Gabriel Núñez-Corona Real) y los tanquiguas (de Hernán
Guillén) hasta en seis categorías tributarias.
• Los lucanas de Laramati (de Pedro de Córdova), chocorbos de
Huachos (de Baltasar de Hontiveros), angaraes de Huaillay (de
Elvira Gallardo), parixas de Huanta (de los sucesores de Diego
Gavilán), hanan chilques de Canaria (de Jerónimo de Oré),
urin chilques de Huancapi (de Diego Romaní) y los indígenas
de Ccaccamarca (de Luis Palomino) deben tributar en cinco
categorías
• Los demás repartimientos deben tributar en tres o cuatro ca-
tegorías distintas. Solo el repartimiento de los astos y chancas
(de Amador de Cabrera) tributa en una sola categoría: aves.

En esta nómina, una encomienda de la cuenca debe tributar en las


ocho categorías de la tasa, seguida por los conocidos repartimientos de
la puna.

c) Las encomiendas consignadas como muy rentables por la tasa, con


la suma de los valores de todas las categorías tributarias (incluyendo
el dinero), son:

• La parcialidad Lucanas de Laramati, con 11.171,8 pesos.


• Los soras, con 9763,4 pesos.
• La parcialidad Lucanas de Andamarca, con 8359,8 pesos.
• Los quechuas, huancas y aimaraes de Vilcashuamán, Huanca-
sancos y Sarhua con 7863,6 pesos.
• Los parixas de Huanta con 5999,8 pesos.

Los demás repartimientos estaban tasados en cifras inferiores a los


5000 pesos.
La encomienda de los lucanas de Laramati debe entregar la mayor
cantidad de tributos, pero solo en cinco categorías (maíz, trigo, ropa,
camélidos y aves), tal vez porque durante el tiempo de elaboración de
la tasa todavía mantenía una elevada densidad poblacional: 2811 tribu-
tarios o más del 12% de los tributarios de la región. Debajo estaban las

EL SISTEMA ECONÓMICO TEMPRANOCOLONIAL EN EL PERÚ | 147


encomiendas de los soras y lucanas de Andamarca, conformadas tam-
bién por indígenas de las macroetnias de la puna.
Los indios quechuas, huancas y aimaraes, encomendados a Antonio
de Mañueco, fueron acomodados en el cuarto lugar, con un tributo total
de 7863,6 pesos. Si bien el tributo en dinero de este repartimiento era
menor en comparación con el de las macroetnias, en cambio estaban
obligados a entregar bienes de las ocho categorías tributarias de la tasa.
Más abajo, los parixas de Huanta debían aportar en cinco categorías tri-
butarias más un monto nada despreciable de 4125 pesos.
Los tanquihuas de Huambalpa, de propiedad de Hernán Guillén,
también estaban obligados a dar en seis categorías, más una cantidad
inferior de 1848,4 pesos. Si contrastamos las categorías tributarias de
estos repartimientos, notaremos que las encomiendas de la puna están
compelidas a dar principalmente productos de valle como el trigo y el
maíz, papa y camélidos de su piso ecológico y un poco de puercos y aves.
Llama la atención que los lucanas de Laramati no sean obligados a tribu-
tar tubérculos. De igual modo, los soras son eximidos de los camélidos e
incluidos en la categoría de alpargatas.
Los repartimientos de los valles y quebradas deben dar cultivos de
su zona ecológica (maíz, trigo), tubérculos y algo de camélidos, anima-
les menores y alpargatas. Además, solo los tanquihuas de Huambalpa
deben entregar 300 fanegas de cebada. Con respecto a los bienes de la
puna, podemos considerar que los indígenas reproducían papa y caméli-
dos en terrenos limítrofes a los 3000 metros de altura,45 o los conseguían
a través del trueque o de la compra en el mercado.
Para conocer mejor el movimiento de estos tributos durante la se-
gunda mitad del siglo XVI, comparemos la información de las tasas de
1549 y 1570, de las tres encomiendas que aparecen en aquella: caviñas,
soras y lucanas de Laramati. Una primera comparación de ambas tasas
revela que la magnitud del tributo en dinero se ha modificado en 21
años, habiendo disminuido en 11,5% en el repartimiento de los caviñas
y aumentado en 32,9% entre los soras y en 42,7% entre los lucanas de La-
ramati. En esta última encomienda ha ocurrido un mayor incremento,

45. La descripción de Pedro de Rivera y Antonio de Chávez y de Guevara para Vilcashua-


mán señala que los indígenas de esta provincia cultivaban tubérculos como oca, papa
y olluco (Cf. Rivera y De Chávez 1881b [1586]).

148 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


puesto que incluso supera el valor total de esta calculada en 1561. ¿Por
qué el virrey Toledo dispuso este aumento de los tributos monetarios
en estos tres repartimientos? Tal vez por el factor compulsivo que es-
condía la tasa, consistente en obligar a los indios a trabajar en las minas
de Huancavelica mediante la consolidación del dinero como elemento
central de la tributación indígena, que finalmente ocasionaba una mayor
monetarización directa de las rentas de los repartimientos. Lohmann,
por ejemplo, menciona que en esta época los indígenas acudían a las
minas de Huancavelica “voluntariamente a emplearse, en vista de que
el trabajo no era todavía tan fatigoso como lo fue después, y porque así
devengaban jornales que les permitían satisfacer los tributos a que esta-
ban obligados”.46
Esta monetarización directa consistió también en la disminución
del tributo en bienes de consumo. Otra comparación de la cantidad de
bienes que debían entregar los tributarios no ayuda a entender este pro-
ceso. Como señalamos anteriormente, la tasa de 1570 obligó a los indí-
genas a tributar en nueve categorías de bienes distintos. Sin embargo, a
diferencia de la tasa de 1549, consignó menos bienes artesanales, utilita-
rios y suntuarios. En efecto, en ella continúan apareciendo el maíz, papa,
trigo, ropa, camélidos, puercos, aves y alpargatas; pero desaparecen las
alfombras, cojines, accesorios de vestimenta, muebles, bateas y alimentos
como pescado, manteca, sal, ají y coca, que aparecían en la anterior tasa.
La nueva norma, además, incorporó la cebada como novedosa categoría
tributaria aplicada solamente a la encomienda de Antonio de Mañueco.
Es más, si observamos con detalle la cantidad de bienes de cada ca-
tegoría, notaremos que ha disminuido considerablemente el volumen de
estos en el último tercio del siglo XVI. Por ejemplo, en la encomienda de
los caviñas todos los tributos (incluido el dinero) habían disminuido en
cantidad y volumen; por lo tanto, aparentemente estos debían entregar
menos. Esta notable disminución estaba en proporción con la cantidad
de población existente en el repartimiento, que había también dismi-
nuido drásticamente: si en 1549 aquí había 778 tributarios, ahora solo
había 104. La caída demográfica fue de 3,1% en todo este tiempo debido
a las epidemias, puesto que la zona donde estaba este repartimiento era

46. Lohmann 1998: 23.

EL SISTEMA ECONÓMICO TEMPRANOCOLONIAL EN EL PERÚ | 149


muy endémica, como dijimos en las páginas anteriores. De este modo,
las nuevas cifras demográficas compensaban los tributos, que en el fondo
no habían disminuido para beneficio de los indígenas.
En cambio, en los soras se había incrementado el volumen de los
bienes. Estos debían dar más dinero, más maíz, más papa, más ropa, más
puercos y un poco más de alpargatas. En el repartimiento de los lucanas
de Laramati algunos bienes habían aumentado en volumen. La tasa de
1570 les exigía más dinero, más ropa, ganado y aves, la misma cantidad
de maíz y un poco menos de trigo.
Siguiendo a Trelles, podemos decir que los productos más deman-
dados (maíz, trigo, ganado, ropa y alpargatas) eran muy cotizados en
el mercado, mientras que los otros (papa, que solo aparece en la tasa de
los lucanas de Laramati) eran destinados al consumo de la encomienda.
Algunos bienes que aparecían en la tasa de 1549 pero que ahora no ha-
bían sido consignados (enseres, accesorios y ornamentos) prácticamente
fueron reemplazados con el incremento del tributo en dinero. Tal como
indica el citado historiador, la tasa de Toledo tuvo la intención de unifor-
marlo todo en dinero, sustituyendo los bienes menores por metálico.47
La coca es un bien ausente en la tasa de 1570. No sabemos por qué
Toledo mandó suprimir el tributo en coca, que aparecía en la anterior
tasa de 1549. Esto no significa —de ningún modo— que los indígenas
hayan dejado de entregar o vender coca, o hayan abandonado los culti-
vos de esta planta. Las ya citadas visitas de las Relaciones geográficas de
Indias (confeccionadas 16 años después de la visita de Toledo) mencio-
nan que los indígenas cultivaban libremente la coca, como vimos en las
páginas precedentes.
La tasa de Toledo tampoco dice algo sobre el tributo en fuerza labo-
ral o “servicio personal” de los indígenas. En teoría había sido suprimido
durante el gobierno del pacificador Vaca de Castro; pero en la prácti-
ca los encomenderos seguían exigiéndolo clandestinamente. Guaman
Poma de Ayala, un buen conocedor de la región, así lo sugiere:

Que los dichos encomenderos piden chinaconas y muchos yanaconas


y labradores, y caballerizos y pastores de ganado, y hortelanos y para sus

47. Trelles 1978: 35.

150 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


trapiches, y no se les paga, y con tanto trabajo y ocupación se despueblan
sus pueblos de los dichos indios y no hay remedio, como sea contra enco-
mendero que ellos propios dicen y alaban que el rey no se las pueda quitar
y así maltrata a los indios.48

Para el último tercio del siglo XVI, nuevamente las encomiendas más
rentables e importantes de la región eran las de la puna, creadas por Piza-
rro, y que aún estaban en poder de los sucesores de sus primeros propie-
tarios. Como bien señala Cook, los dueños de estas encomiendas eran los
poderosos de la región, que residían en la ciudad de Huamanga y a me-
nudo ocupaban cargos importantes en el Cabildo.49 Por ejemplo, el enco-
mendero de los soras, Melchor Palomino, en 1547 era alcalde ordinario
de la ciudad y en 1541, regidor del Cabildo. De igual modo, Juan Alonso
de Badajoz, el encomendero de los lucanas de Laramati, era regidor del
Cabildo en 1541.50 Sin embargo, el poder económico de los encomende-
ros estaba condicionado por las alianzas que formaron con los curacas de
las tribus y macroetnias de la región, como bien indica Stern.51

Los egresos y la renta neta de las encomiendas

Los egresos de los repartimientos consistían en el pago de los doctrine-


ros y de una incipiente burocracia colonial, descontados de su renta bru-
ta. El pago de los doctrineros era el rubro más importante y alto de los
egresos de la encomienda. Tenía relación proporcional con la densidad
demográfica del repartimiento, de tal modo que si había mayor cantidad
de indígenas se necesitaba de más evangelizadores, auxiliares religiosos,
capillas y oratorios, con mayor desembolso de dinero. Si había una me-
nor cantidad de indígenas, ocurría lo contrario. Los otros gastos de la
encomienda consistieron en los salarios de una incipiente burocracia

48. Guaman Poma 1993 [1615]: vol. II, 441.


49. Cook 1975: XVIII.
50. Al respecto, véase las actas del Libro de Cabildo... Cabe indicar que entre 1539 y 1541
la elección de las autoridades de Huamanga estuvo condicionada por la filiación de
los aspirantes con el bando de los pizarristas.
51. Cf. Stern 1982.

EL SISTEMA ECONÓMICO TEMPRANOCOLONIAL EN EL PERÚ | 151


colonial conformada por administradores de justicia, defensores de
indios, algunos corregidores, visitadores y curacas, ligados a la admi-
nistración de justicia, como muestra de la temprana adaptación de los
indígenas al sistema colonial o del interés de los españoles por mantener
alianzas con los jefes étnicos y así cobrar los tributos. Cabe mencionar
que en los rentables repartimientos de la puna (Soras, Lucanas) el pago
a las “justicias” y “defensores de indios” superaba los mil pesos anuales
debido a la todavía alta concentración demografía que ahí había.
La diferencia entre los ingresos monetarios brutos de la encomien-
da y sus egresos constituyó la renta neta del repartimiento. A esta debía
agregarse el valor de los bienes de consumo que los indígenas negocia-
ban en el mercado o que eran negociados por el mismo encomendero (la
monetarización indirecta de la renta de la encomienda).
En Huamanga, los encomenderos de los lucanas de Laramati, soras,
astos-chancas, angaraes de Huanta, parixas, acos y quechuas-huancas-
aimaraes ganaban rentas netas que oscilaban entre los 5800 y los 1200
pesos. Nuevamente, los repartimientos de la puna eran los que genera-
ban una mayor tasa de ganancia, junto con algunos de las cuencas de
Huanta y Ayacucho, colocando a sus propietarios en una posición pri-
vilegiada, ya que tenían poder económico. Pero toda esta riqueza no era
usufructuada únicamente por estos encomenderos; los saldos de algu-
nas de estas encomiendas eran cogidos por terceras manos. Por ejemplo,
en el repartimiento de la parcialidad Lucanas de Laramati ocurría esto.
Según la tasa de 1570, anteriormente estos tributaban 4250 pesos; como
la recaudación se incrementó a 11.772 pesos, el Estado colonial decidió
coger la tercera parte del crecimiento de la renta “pagándose de ella el
diezmo y la doctrina rata por cantidad”.52 La diferencia entre la nueva
tributación y la anterior era de 6922 pesos, de los cuales el encomendero
Pedro de Córdova obtenía la siguiente renta bruta: 4614,5 pesos más la
cifra de la tasa anterior (los 4250 pesos), haciendo un total de 8864 pesos.
Por su lado, el Estado colonial agarraba 2307,2 pesos de renta bruta.
Pedro de Córdova descontaba 3379,5 pesos de su renta bruta, gasta-
dos en el adoctrinamiento de los indígenas y en el pago de la burocracia.
Por su parte, el Estado colonial gastaba 984 pesos en los mismos rubros.

52. Cook 1975 [1570]: 261.

152 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


Los dos finalmente obtenían una renta neta de 6407,1 pesos distribuidos
de la siguiente manera: 5084 pesos para Córdova y 1323,1 para el Estado
colonial. Pero no todo quedaba ahí. Con sus 1323,1 pesos de ganancia,
el Estado colonial sufragaba los gastos del capitán de la guardia virreinal
(600 pesos), de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima
(500 pesos), del Hospital de Huamanga (200 pesos) y pagaba el diezmo
(23,3 pesos). De igual forma, la renta de la encomienda de los lucanas de
Andamarca era distribuida entre el encomendero Gabriel Núñez de Vela
y la Corona Real, tal como lo señala la tasa de 1570:

El repartimiento de los Lucanas Andamarcas que tuvo en encomienda Juan


Blázquez Vela Núñez vacó por muerte de Xill Vela su hijo que había suce-
dido en él y por la dicha vacación el Virrey don Francisco de Toledo puso
la mitad del dicho repartimiento en Cabeza de Su Majestad para que los
tributos que esta mitad diese se convirtiesen en el sueldo y paga de los ala-
barderos y guarda de pie de los virreyes [...] y la propiedad de la otra mitad
del dicho repartimiento encomendó a Gabriel Núñez de Vela hijo segundo
del dicho Juan Velásquez [sic] con mil doscientos pesos de plata ensayada y
marca de renta por dos vidas en sus tributos y que de ellos pagasen las costas
que le cupiese de la tasa [...].53

La ganancia de los sucesores de Juan Velásquez Vela Núñez era usu-


fructuada además por los hombres de guardia (1200 pesos) y el sucesor
de Baltasar Ortiz de Espinoza.54 De este modo, la renta de este reparti-
miento se partía según el siguiente criterio:

• Para la Corona Real, 2241,3 pesos.


• Para Gabriel Núñez de Vela, 1190,1 pesos.
• Para la guardia del virrey, 651,1 pesos.
• Para los sucesores de Baltasar Ortiz, 400 pesos.

Como se habrá podido notar, en la distribución de las rentas de estas


dos encomiendas de la puna (las más rentables de la región, como vimos

53. Cook 1975 [1570]: 263. Gabriel Núñez de Vela posteriormente se benefició con otra
renta ordenada por el virrey Enríquez de Almanza, el sucesor de Toledo.
54. Ibíd., pp. 263-264.

EL SISTEMA ECONÓMICO TEMPRANOCOLONIAL EN EL PERÚ | 153


anteriormente) el Estado colonial captaba porcentajes importantes: el
20,6 y el 50% en los lucanas de Laramati y Andamarca respectivamente,
costeando los gastos corrientes de la administración. Los encomenderos
respectivos usufructuaban el 79,3% y el 44,3% de la tributación. De este
modo, aquel se entrometía con el poder económico de estos.
Cabe ahora la pregunta, ¿y cómo gastaban sus rentas netas los en-
comenderos de Huamanga? En un primer momento (hasta mediados de
siglo) estas eran usadas como capital usurario; es decir, para la acumula-
ción de riqueza y para la obtención de un estatus elevado en la temprana
sociedad colonial. Posteriormente, fueron destinadas a las actividades
productivas. Una actividad que concentró el interés y dinero de los en-
comenderos de la región fue la minería. Refiere Lohmann que el descu-
brimiento de las minas de Huancavelica en 1563 por Amador de Cabrera
(el encomendero de los astos y chancas de la provincia de Angaraes)
motivó el ávido interés de cateadores, movidos por el afán de descubrir
y explotar nuevos yacimientos. Una vez conocida la noticia del rico ha-
llazgo de Cabrera, estos empezaron a denunciar pertenencias aledañas
situadas sobre la misma cepa, que medían 60 varas de largo y 30 varas
de ancho. Así, al costado de la pertenencia de Cabrera, el Estado colonial
reconoció —siguiendo el orden de presentación— las propiedades de los
encomenderos Hernán Guillén (propietario de los tanquiguas), Hernán
García Gallardo (propietario de los angaraes de Huaillay), Antonio de
Oré (propietario de los hanan chilques) y de los españoles Juan Pérez,
Pedro Berrocal, Francisco Pérez, Rodrigo de Torres Navarra, Juan Co-
rrea Silva, Gonzalo Isidro (escribano del Cabildo de Huamanga), Fran-
cisco de Castañeda, Juan Lobato y Pedro de Valenzuela, entre otros.55
Sin embargo, estos últimos cinco y el encomendero Hernán Guillén eran
socios de Cabrera o de la familia de su esposa, de tal modo que intervi-
nieron en la explotación de Huancavelica para beneficiar exclusivamente
al encomendero de los astos y chancas.56

55. Lohmann 1998: 28-29.


56. Por ejemplo, Juan Correa Silva, Francisco de Catañeda y Juan Lobato compartieron
las ganancias de sus yacimientos con María de la Milla, suegra de Cabrera. De igual
modo, la esposa de nuestro encomendero, Inés de Villalobos, participó de las ganan-
cias de Hernán Guillén y Gonzalo Isidro. Pedro de Valenzuela distribuyó la mitad de
la riqueza de su veta a Juana de Villalobos, cuñada de Cabrera (Ibíd., p. 28).

154 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


Amador de Cabrera fue el primer dueño de la veta la Descubridora
o Todos los Santos de Huancavelica. También controlaba directamente
la cepa conocida como Salteada, un rectángulo de 80 varas de longitud
y 40 varas de ancho ubicado encima de su veta principal y de la cepa
que le concedió a la Corona. Lohmann señala que este encomendero
invirtió 150.000 pesos (provenientes del tributo de su repartimiento) en
labores preliminares y gastos generales de explotación. En 1586, declaró
haber obtenido 113 quintales; en 1569, 310; y en 1570, 258 del cinabrio
explotado con su socio, el minero Pedro de Contreras, y vendido a Juan
Pérez de las Cuentas, “que adelantó gruesas cantidades del mineral, el
mismo que luego traficaba, con pingües ganancias, por todo el Virrei-
nato, exportando buena parte a Nueva España”.57 Pero en este negocio
no le fue nada bien: desde 1564 tuvo que litigar para evitar que el Estado
colonial se apropie de sus cepas (hecho que finalmente ocurrió durante
la administración del virrey Toledo), y además no supo administrar ni
su encomienda ni su mina, de tal modo que sus inversiones casi nunca
dieron buenos frutos, obligándose a vivir en la pobreza y continuamente
asediado por sus acreedores.58
El propietario de los hanan chilques, Antonio de Oré, no solo tenía
una cepa en Huancavelica, también era propietario de la veta argentífera
de Chumbilla, en el territorio de sus encomendados. Además poseía ha-
ciendas, estancias ganaderas y obrajes donde elaboraba una variedad de
bienes que eran dirigidos al mercado colonial. El citado encomendero,
siendo regidor del Cabildo de Huamanga, acumuló tierras en Macacha-
cara [sic], Yucay, Chaquibamba, Monte Bravo y Chupis, en las que se
cultivaban trigo, maíz, vid y coca. Igualmente tuvo ganado ovejero, mu-
lar y caballar. Fundó el obraje de Canaria para confeccionar telas burdas

57. Ibíd., p. 37.


58. Amador de Cabrera, natural de Cuenca, llegó al Perú en 1555 como criado del virrey
Andrés Hurtado de Mendoza. En 1559, fue convertido en regidor del Cabildo de
Huamanga. Gracias a su consorte Inés de Villalobos, obtuvo el repartimiento de los
indígenas astos y chancas de Angaraes, que era propiedad de su suegro Hernando de
Villalobos. Debió de morir antes de 1598. Según Lohmann, el virrey Toledo decía de
él que no era “hombre de mucha inteligencia” (Ibíd., pp. 24-25). Fue además el fun-
dador de una capellanía en la iglesia parroquial de Huamanga (Rivera y De Chávez
1881a [1586]).

EL SISTEMA ECONÓMICO TEMPRANOCOLONIAL EN EL PERÚ | 155


e indumentarias. Y además comerció telas en su tienda de Huamanga.
Al respecto, Salas menciona que este encomendero supo interrelacionar
los excedentes de sus unidades productivas, que se hallaban en distintos
pisos ecológicos, para maximizar sus ganancias; así consiguió parte de
la lana que necesitaba para su obraje en sus estancias ganaderas y a la vez
intercambiando con maíz, trigo y harina de sus haciendas. A la par cui-
dó de instalar su obraje en una quebrada con fuentes de agua para mover
las pesadas ruedas de los batanes y mandó sus operarios para que aprovi-
sionen carbón de Pomacocha, fuelles de Huancasancos y Sarhua, tintes
de la cuenca de Ayacucho y madera de Huambalpa, Hualla, Pacomarca,
Vilcancho y Yucay; es decir, insumos necesarios para el funcionamiento
de su obraje.59
Con los ingresos brutos de su obraje Oré pagó los salarios de sus tra-
bajadores españoles y de los indios que intercambiaban bienes agrícolas
con lana, sin invertir ni un solo peso en la mejora de sus unidades pro-
ductivas, puesto que estaba preocupado únicamente en obtener jugosos
ingresos a costa de sus indígenas. Por lo tanto, destinó su ganancia al
establecimiento de una capellanía en la iglesia parroquial de Huamanga
(con pensión de 400 pesos) y a la fundación del monasterio de Santa Cla-
ra, con 2000 pesos de inversión más la fuerza laboral de sus encomenda-
dos.60 También Diego Gavilán, el encomendero de los parixas de Huanta,
participó de los negocios. De oficio mercader y usurero, fue propietario
de fincas en Chihua, Viñaca, Chaquibamba y en la yunga del valle del
río Apurímac,61 cuyos bienes comercializaba en el mercado colonial.
Lockhart señala que “en 1556 organizó una gran compañía para vender

59. Salas 1979, 1998 y 2006.


60. Cf. Rivera y De Chávez 1881a [1586]. Antonio de Oré nació en las Islas Canarias y
vino al Perú en los primeros años de la conquista, en búsqueda de riqueza, poder y
estatus. Se instaló en Huamanga a fines de 1539, después de haber participado en la
batalla de Las Salinas, y posiblemente llegó acompañando a Vasco de Guevara. En
1541, fue designado vecino de Huamanga y desde entonces, beneficiado con pro-
piedades urbanas y rurales. Obtuvo la encomienda de los indios hanan chilques de
Vaca de Castro como recompensa por haber participado en la batalla de Chupas, y
fue seguramente el fundador del pueblo de Canaria, en el territorio ocupado por los
indios de su encomienda (Salas 1979: 33).
61. Archivo Regional de Ayacucho (ARAy), Corregimiento, Compulsas ordinarias, Leg.
20, año 1696.

156 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


mercaderías en Lima, invirtiendo 12.000 pesos y entregándole el manejo
ejecutivo a su sobrino, el mercader declarado Gonzalo de Almonte”.62
Destinó sus ganancias a la fundación de una capellanía en el templo de
San Francisco de Asís en la ciudad de Huamanga y en la creación de un
hospital de indios en Huanta, la zona de su encomienda.63
Y ¿qué hay de los dueños de los repartimientos de las macroetnias,
aquellos que se ubican en la puna? Ellos conseguían sustanciosos tribu-
tos, que también fueron dirigidos al mercado colonial. Esto ocurrió con
Hernando Palomino, el encomendero de los soras durante la administra-
ción del virrey Toledo. Él heredó el repartimiento de su padre, Melchor
Palomino, un “hidalgo marginal y plebeyo cabal” de la zona de Jaén, al
este de Andalucía, que llegó al Perú con Pizarro en 1531 a los escasos 23
años de edad y obtuvo tres cuartas partes de plata y oro del rescate de
Atahualpa.64 Su heredero, con la fuerza laboral de su encomienda,

regentaba fincas y granjas grandes y pequeñas en la región, poseía enormes


rebaños de ganado que “por costumbre” abastecía al mercado de carne de
Huamanga, poseía varias minas en Parinacochas, rica en oro y plata, al sur,
prestaba dinero a los funcionarios coloniales, otros miembros de la élite y
vecinos de menor cuantía y se había gastado miles de pesos en tallar y de-
corar la capilla principal de la imponente iglesia que tenían los dominicos
en Huamanga.65

Como se desprende de esta cita, invertía su ganancia en el manteni-


miento de posesiones religiosas, al igual que sus pares encomenderos.66

62. Lockhart 1987: 94-95.


63. Cf. Rivera y De Chávez 1881a [1586] y Cavero 1953. Diego Gavilán nació en Guadal-
canal, en el límite entre Extremadura y Andalucía. Llegó al Perú en 1531 con Pizarro,
participando en los hechos de Cajamarca y beneficiándose con 718 partes de oro
y una de plata (181 marcos de plata y 3884 pesos de oro) del rescate de Atahualpa.
Fue vecino de Jauja, Cuzco y Lima. Era un hombre muy ligado a los Pizarro; parece
haberse encargado de algunos de sus negocios (Lockhart 1987: vol. II, 94-95).
64. Lockhart 1987: vol. II, 136-137.
65. Stern 1982: 155.
66. Los otros encomenderos que fundaron y sufragaron capellinas en las iglesias de Hua-
manga fueron: Miguel Estete, Cristóbal de Peña y Francisco de Cárdenas en el Tem-
plo Mayor; Hernando Alonso de Badajoz, Vasco Suárez Dávila “el mozo”, Hernán

EL SISTEMA ECONÓMICO TEMPRANOCOLONIAL EN EL PERÚ | 157


No podemos avanzar más porque por ahora no disponemos de infor-
mación sobre otros encomenderos poderosos de la región, como Pedro
de Avendaño, Pedro de Córdova, Juan Velásquez Vela Núñez o Gabriel
Núñez, los distintos propietarios de los lucanas.

Epílogo: sistema económico, poder y guerras civiles

Como vimos en las páginas anteriores, después de la conquista en la


región de Huamanga se estructuró un sistema económico temprano-
colonial sobre la base de los repartimientos de indios, especialmente de
aquellos ubicados en la zona de la puna, que movilizaban fuerza laboral,
variados recursos e ingente cantidad de dinero a favor de los españo-
les o de sus actividades productivas. Por todo ello, el concepto de “eco-
nomía de guerra” que sugirió Assadourian no funciona para el caso de
la economía de esta región, donde los españoles pudieron desarrollar
sus negocios en haciendas, minas y obrajes para maximizar su cuota de
ganancia, además de transformarse en señores con poder económico y
político.
Hubo un elemento de fuerza en esta estructura económica, que fue
la aspiración de un grupo de españoles por poseer poder y estatus en la
nueva sociedad hispano-peruana. En efecto, muchos de nuestros enco-
menderos no solo se contentaron con ser vecinos de la ciudad de Hua-
manga; al contrario, ocuparon los puestos públicos del Cabildo local
llegando a hegemonizar el poder político. Por ejemplo, entre 1539 y 1547
fueron alcaldes ordinarios los encomenderos Francisco de Balboa, Gar-
cía Martínez, Crisóstomo de Hontiveros, Juan de Berrio, Francisco de
Cárdenas, Martín de Aduenza, Hernando de Villalobos, Vasco Suárez,
Melchor Palomino y Rodrigo Tinoco. De igual modo, fueron regidores:
Pedro Díaz, Antonio de Oré, Juan Alonso de Badajoz, Bernardino de
Sosa, Diego Gavilán y Martín de Garay. Los encomenderos Francisco de
Cárdenas, Lorenzo de Aldana, Cristóbal de Peña, Fernando Alonso de
Badajoz, Juan Velásquez Vela Núñez y Garci Diez de San Miguel consi-
guieron algo más y llegaron a ser tenientes de gobernador de la región,

Guillén y Juan Velásquez Vela Núñez en San Francisco de Asís y Martínez de Casta-
ñeda y Juan Palomino en la iglesia de La Merced.

158 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


y Pedro de Avendaño, el propietario del repartimiento de la parcialidad
Lucanas de Laramati, consiguió el puesto de secretario del virrey Andrés
Hurtado de Mendoza.67
Estos encomenderos aprovecharon su poder político para acumular
propiedades urbanas en la zona nuclear de la ciudad, donde mandaron
edificar “las mayores y mejores casas que hay en todo el Perú, todas de
piedra, ladrillo y teja, con grandes torres, de manera que no falta aposen-
tos”, 68 y que confirmaban su estatus de señor. Además, monopolizaron la
distribución de recursos claves para el sostenimiento de la ciudad, como
las fértiles tierras de los valles colindantes de Yucay y Viñaca o el agua,
por ejemplo; es el caso de Crisóstomo de Hontiveros, quien en 1608 ven-
dió a los dominicos un remanente del agua del que era propietario:

Sepan quantos esta carta vieren como yo Crisóstomo de Ontiberos, vecino


de esta ciudad de Guamanga del Peru, otorgo por esta presente carta que
vendo y doy en venta real ahora y para siempre xamas al Prior, Convento
y Frailes de Santo Domingo de esta ciudad que al presente son ya del ante
fuere, el Derecho del Agua que el Cabildo de esta ciudad que viene á la
fuente de esta ciudad cuyo remanente Yo lo tengo comprado por el derecho
que tengo a las demás aguas que se me tiene en la dicha fuente y en la que
ahora viene, la qual dicha merced hizo el dicho Cavildo a el dicho Convento
con que yo lo aprovare y porque el dicho Prior y Convento no han pedido
concierto en la dicha merced y yo he concertado con el padre Fray Barto-
lomé Martínez que al pressente es prior de dicho Convento con que me dé
doscientos y cinquenta pessos de a ocho reales daré el dicho consentimiento
y aprobación y el dicho Prior en nombre del dicho Convento ha venido en
ello y me a dado los dichos ciento cinquenta pessos de la dicha plata de que
soy contento a mi voluntad [...].69

Todo esto fue muy importante para los españoles, de tal modo que
optaron por una conducta política ambigua y hasta oportunista durante

67. Libro de Cabildo... 1540, Álvarez 1944: 9-12 y Stern 1982: 66. Pero algunos de estos
encomenderos ocuparon los puestos de poder por su cercanía con Pizarro. Son los
casos de Crisóstomo de Hontiveros, Diego Gavilán y Francisco de Cárdenas, que
eran pizarristas (Varón 1994).
68. Cieza 1986 [1553]: vol. I, Cap. LXXXVII, 249.
69. ARAy, Corregimiento, Compulsas ordinarias, Leg. 20, año 1709. Es una copia autén-
tica del original de 1608.

EL SISTEMA ECONÓMICO TEMPRANOCOLONIAL EN EL PERÚ | 159


las guerras civiles, sin llegar a celebrar compromisos claros con alguno
de los bandos en conflicto. Así, cuando se conoció la noticia del asesinato
de Pizarro por el grupo de Almagro el mozo, los alcaldes y regidores del
Cabildo de Huamanga decidieron recibir a este caudillo “por tal gober-
nador hasta tanto su majestad provea otra cosa de la forma e manera que
le recibieron en la Ciudad de los Reyes”.70 Meses después renegaron de
esta decisión y aceptaron la autoridad del capitán Pedro Álvarez Holguín
como enviado de Vaca de Castro y demandaron al pacificador el envío
de “armas y gente de guerra” para organizar la defensa frente a un temi-
do ataque de los almagristas.71 Más tarde, tras la aprobación de las “le-
yes nuevas” que limitaban el poder de los encomenderos, los vecinos de
Huamanga obedecieron al portador de las regias disposiciones, el virrey
Blasco Núñez de Vela, en su llegada al Perú; pero contradictoriamente
decidieron apoyar al líder de los encomenderos insatisfechos Gonzalo
Pizarro.72 Después, cuando llegó el pacificador Pedro de La Gasca e ini-
ció la ofensiva contra los rebeldes, comprometió la participación de los
encomenderos huamanguinos, consiguiendo que movilizasen tropas
hacia un puente en Vilcashuamán, como refiere el cronista Calvete de
la Estrella:

Y con esto fueron todos de parecer que convenía de guardar la puente [sic]
y bastaba enviar gente para la defensa de la boca de ella, que estaba hacia
Andahuaylas, y se hiciese algún reparo en ella, porque desde él cincuenta ar-
cabuceros la pudieren defender y que por ser incierta la salida de Francisco
de Carvajal del Cuzco, que se pusiere postas de caballos hasta Andahuaylas
de tres en tres leguas para que avisasen con toda presteza de la venida de
Carvajal y se enviase a toda furia el socorro.73

70. Libro de Cabildo... 1540: 70.


71. Ibíd., pp. 87-100.
72. Ibíd., 1544, p. 141, 148-149.
73. Calvete de la Estrella 1965 [1557]: 28. Recuérdese que Francisco de Carvajal, natural
de Rágama de Arévalo, fue maestre de campo y lugarteniente de Gonzalo Pizarro a lo
largo de su campaña. Por su actitud violenta fue llamado el “Demonio de los Andes”.
Carvajal fue ajusticiado junto con Pizarro en abril de 1548 en la ciudad de Los Reyes
luego de la derrota de Jaquijahuana.

160 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


Finalmente, aceptaron la autoridad de La Gasca y la aplicación de
las “leyes nuevas”; pero por lo bajo insistieron en la tesis de la perpetui-
dad de las encomiendas, enviando en 1561 a Antonio de Rivera ante el
rey para que exponga esta demanda.74 A medida que terminaba el siglo
XVI, el poder de nuestros encomenderos se fue desvaneciendo, ya que
la estructura económica de las encomiendas entraba en crisis debido a
la conjugación de múltiples factores. En efecto, el reflujo del descenso
demográfico de los indígenas en el decenio de 1570 dejó a los repar-
timientos sin fuerza laboral, ocasionando un declive en los tributos y
obstaculizando el acceso a recursos que arrastró a haciendas y obrajes.
Además, la política centralista del virrey Toledo, consistente en limitar
el poder del Cabildo y de los encomenderos a favor de los corregidores y
reorganizar a la vez la mita para captar fuerza laboral, ocasionó la agonía
final de este sistema económico tempranocolonial, a tal punto que al
iniciarse el siglo XVII la economía de la región de Huamanga empezó a
depender de la explotación minera de Huancavelica y de la producción y
tráfico de bienes agrícolas y manufactureros hacia dicha zona.

74. Stern 1982.

EL SISTEMA ECONÓMICO TEMPRANOCOLONIAL EN EL PERÚ | 161


ANEXO

Cuadro 1
ENCOMIENDAS Y ENCOMENDEROS EN HUAMANGA, 1540-1570

Propietarios
Repartimiento Lugar
1540-1549 1561 1570

Pedro Díaz de
Acos Quinua Pedro Díaz Pedro Díaz
Rojas

Jerónima de
Caviñas Huamanga Cristóbal de Peña Cristóbal de Peña
Chávez

Parixas Huanta Diego Gavilán Diego Gavilán Diego Gavilán

Crisóstomo de Crisóstomo de Baltasar de


Angaraes Huanta
Hontiveros Hontiveros Hontiveros

Angaraes, Tayacaja, Isabel Estete,


Miguel Estete Miguel Estete
yungas, canas Pomabamba Corona Real

Hanan chilques Canaria Antonio de Oré Antonio de Oré Jerónimo de Oré


Pabris Cayara Vasco Sánchez Vasco Sánchez Varios*, Corona
Condes Cayara Vasco Sánchez Vasco Sánchez Corona Real
Urin chilques Huancapi Pedro Ordóñez Diego Romaní

Quechuas, Vilcashuamán,
Juan de Berrio Antonio de
huancas, Huancasancos, Juan de Mañueco
Juan de Mañueco Mañueco
aimaraes Sarhua

Tanquiguas Huambalpa Hernán García Hernán Guillén Hernán Guillén


¿? Ccaccamarca Juan Palomino Juan Palomino Luis Palomino
Aimaraes Totos Esteban Sánchez Beatriz Sánchez Pedro de Rivera

Hernando Hernando
Soras Parinacochas Melchor Palomino
Palomino Palomino

Juan Alonso de Pedro de


Hatun lucanas Laramati Pedro de Córdova
Badajoz Avendaño

Juan Velásquez Gabriel Núñez,


Lucanas Andamarca Cristóbal de Funes
Vela Núñez Corona Real

162 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


Escarcena,
Cuenca, Moya, Amador de Amador de
Astos, chancas Hernando de
Lircay Cabrera Cabrera
Villalobos

Hernán García Hernán García


Angaraes Huaillay Elvira Gallardo
Gallardo Gallardo

Angaraes Julcamarca Luis Sotelo Elvira García

Caxamarcas,
Callanmarca Martín de Lezana Juan de Lezana
chancas

Crisóstomo de Crisóstomo de Baltasar de


Chocorbos Huachos
Hontiveros Hontiveros Hontiveros

Francisco de Francisco de Sancho de


Chocorbos Huaytará
Cárdenas Cárdenas Cárdenas

Huaros Acobamba Alguacil mayor Vasco Suárez Suárez Dávila


Quiguares Caja Espítitu Juan de Hoces

* Garci Diez de San Miguel, Martín Yánez de Estrada y Juan Ponce de León.
Fuente: Libro de Cabildo... 1540: 21, Hampe 1979 y Cook 1965

Cuadro 2
POBLACIÓN INDÍGENA DE HUAMANGA, 1532-1754

Años Población total Población tributaria


1532 40.000
1561 112.510 22.504
1570 125.396 22.740
1628 83.645 16.542
1754 46.897 10.520

Fuente: Cook 1965, 1975, Wachtel 1976 y Urrutia 1985

EL SISTEMA ECONÓMICO TEMPRANOCOLONIAL EN EL PERÚ | 163


Cuadro 3
TASA DE TRIBUTOS DE ALGUNAS ENCOMIENDAS
DE HUAMANGA, 1549

Tributos
Categoría Unidad Lucanas
Caviñas Soras
Laramati
Dinero Pesos 3000 4500 4200
Vestidos de lana cumbi Unidades 90 120
Vestidos de lana abasca Unidades 160
Vestidos en general Unidades 50
Alfombras de lana Unidades 1 2
Cojines de lana Unidades 6 4 6
Reposteros de lana Unidades 2 4
Cumbi Camas 1
Hilos de algodón Ovillos 36
Ropa Unidades 100
Lana Arrobas 8 4 6
Lana Camas 1
Maíz Fanegas 1500 600 600
Trigo Fanegas 100 500
Coca Cestos 500
Papa Cargas 100 60 100
Ovejas (alpacas) Unidades 211 156 163
Corderos (llamas) Unidades 6 6
Puercos Unidades 50 36 15
Gallinas / aves Unidades 360 500 300
Huevos Unidades 180
Pescado Unidades 1
Sebo Arrobas 12 6 9
Sal Fanegas 10
Alpargatas de cabuya Pares 300 900 60
Alpargatas de lana Pares 60 150 24
Ojotas Pares 100 150
Cinchas Unidades 50 90 40
Sogas de cabuya Unidades 80 150 40
Guascas Unidades 200
Sillas Unidades 6 4
Mesas Unidades 2
Bateas Unidades 20 22
Palos Unidades 10
Magueyes Unidades 100
Platos y escudillas Unidades 48
Costales / cabuya Unidades 30 90 20
Mantas Unidades 16 18 12
Mandiles Unidades 18 61
Fuerza laboral Indios 46 100

Fuente: Rostworowski 1993 [1549]: 310-311

164 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


Cuadro 4
RENTA TOTAL DE LOS REPARTIMIENTOS DE HUAMANGA, 1561

Renta total
Repartimiento Encomendero
(en pesos)
Acos Pedro Díaz 2600
Caviñas Cristóbal de Peña 6312
Parixas Diego Gavilán 4700
Angaraes (Huanta) y chocorbos
Crisóstomo de Hontiveros 5500
(Huachos)
Angaraes, yungas, canas Miguel Estete 6000
Hanan chilques Antonio de Oré 2000
Pabris y condes (Cayara) Vasco Sánchez 1500
Urin chilques Pedro Ordóñez 2500
Quechuas, huancas, aimaraes Juan de Mañueco 3000
Tanquiguas Hernán Guillén 2000
¿? (de Ccaccamarca) Juan Palomino 1500
Aimaraes Beatriz Sánchez 1500
Soras Hernando Palomino 7000
Hatun lucanas (Laramati) Pedro de Avendaño 4000
Lucanas (Andamarca) Juan Velásquez Vela Núñez 4800
Astos, chancas Amador de Cabrera 2700
Angaraes (Huaillay) Hernán García Gallardo 1300
Angaraes (Julcamarca) Luis Sotelo 3200
Caxamarcas, chancas Martín de Lezana 1000
Chocorbos (Huaytará) Francisco de Cárdenas 3600
Huaros Vasco Suárez 1600

Fuente: Hampe 1979 [1561]: 95-96

EL SISTEMA ECONÓMICO TEMPRANOCOLONIAL EN EL PERÚ | 165


Cuadro 5
RENTA DE LOS REPARTIMIENTOS DE HUAMANGA, 1570

Dinero Maíz Papa Trigo Ropa


Encomiendas
Pesos Fgas Valor Fgas Valor Fgas Valor Pzas Valor
Soras 6.712,6 1.050 787,4 505 126,2 350 262,4 600 1.500
Laramati 7.331,5 600 600 427 427 580 1.450
Andamarca 5.778,6 800 600 245 61,2 200 150 500 1.250
Astos-Chancas 4.019,4
Huaytará 2.414,2 502 502 400 150 370 890
Julcamarca 2.335,6 420 536,2 100 250
Angares- 2.480,4 560 700 121 60,4 226 282,4
Huachos 1.707,4 263 295,7 100 50 65 162,4
Huaillay 1.489,4 217 217 100 50 100 125 150 375
Parixa 4.125 700 875 300 112,4 200 250 264 496
Acos 2.628 680 510 380 285
Quechuas-
4.915 500 625 303 151,4 250 343.6 400 1.000
aimaraes
Tayacaja-
1.982,4 500 500 137 68,4 150 150
Pomabamba
Caviñas 225 95 95 45 45
Huaros 963 160 200 42 21 50 62,4
Quiguares 130 130 40 20 45 56,2
Caxamarcas 351 100 100
Chancas 780 200 200 68 68 80 180
Totos 850,4 140 140 48 120
Canaria 1.930 550 550 100 25 243 243 80 200
Huancapi 1.500 500 500 200 50 200 200 20 50
Tanquiguas 1.848,4 360 360 200 50 100 100 170 400
Ccaccamarca 1.487,4 500 500 100 25 100 100 125 212,4
Pabris 1.445 500 572,4 54 29,4 110 275
Condes 1.260 371 371 140 140 100 200

166 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


Ganado Puercos Aves Alpacarras Cebada
Czas Valor Unid Valor Unid Valor Par Valor Fgas Valor
125 187,4 1.000 187,4
550 1.100 2.809 263,3
200 400 80 120
1.029 96,3
45 67,4
586 55
902 84,4
55 110 689 64,5
640 60,4
1.509 141,4
864 81

180 360 75 131,2 1.000 187,4 300 150

795 74,4

139 13
300 37,4
267 25
181 17

40 80 453 42,4
70 140
50 100
80 160 25 37,4
30 45

30 45

Fuente: Cook,1975 [1570]: 260-282.

EL SISTEMA ECONÓMICO TEMPRANOCOLONIAL EN EL PERÚ | 167


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172 | NELSON E. PEREYRA CHÁVEZ


Capítulo 5
Los efectos económicos de la independencia
en Arequipa: 1820-18241

Víctor Condori
Universidad Nacional de San Agustín, Arequipa

La independencia del Perú, si bien es entendida como parte de un proceso


mucho más vasto como fue la independencia de las colonias americanas,

1. Consideramos 1820 para el inicio de este trabajo porque fue precisamente el año en
que desembarcó San Martín y su ejército libertador en nuestras costas, y creemos que
a partir de este hecho la independencia en el Perú deja de ser un anhelo o ideal de
algunos para convertirse en una posibilidad para muchos. La prueba de ello son las
adhesiones masivas de los pueblos del norte, como Trujillo, Piura o Cajamarca. Este
proyecto político se consolidará en 1824, con las capitulaciones de Ayacucho, cuando
casi todos las ciudades y fortalezas en el Perú juren la independencia, excepto los
castillos del Callao. Si algunos investigadores cuestionan el carácter independentista
de las rebeliones de Huánuco de 1812 y Cuzco en 1814, no sucede lo mismo con la
totalidad de enfrentamientos militares que se produjeron en el Perú después de 1820,
como en Cerro de Pasco, Macacona, Moquegua, Torata, Zepita, Junín y Ayacucho. Y
si hablamos desde una perspectiva regional, como la arequipeña, los efectos directos
de estas guerras (ocupaciones, saqueos, confiscaciones y adhesiones) se hicieron más
visibles a partir de 1821, cuando se iniciaron las correrías militares del general Gui-
llermo Miller, y a partir de ese momento se evidenciaron también las adhesiones a
la causa patriota, si bien no masivas, sí de algunos personajes conocidos en la región
como los coroneles Domingo Tristán, Manuel Amat y León, el sargento mayor Juan
Agustín Lira y Anselmo Quiroz, entre otros.
difiere en muchos aspectos de sus homólogas argentina, venezolana y
chilena. Algunas razones de ello estuvieron en la escasa homogeneidad
política, social y económica que presentaba Hispanoamérica al inicio de
este proceso; y también, en los diversos intereses creados en el interior de
cada una de las regiones, que no permitieron concebir la independencia
como un proyecto global.
No es interés nuestro continuar la ya arcaizada discusión sobre el
“verdadero carácter” de nuestra independencia (concedida o consegui-
da), sino más bien tratar de entender mejor este proceso mucho más allá
de la óptica tradicional, aquella que durante décadas la observó con el len-
te geocentrista limeño y con una miopía histórica incapaz de comprender
ni entender una realidad distinta a la suya, donde las actitudes y compor-
tamientos siguieron un derrotero muy diferente al conocido, y peor aún,
donde los efectos generados por varios años de guerra no representaron
necesariamente la misma ruina comercial ni postración económica.
El objetivo del presente estudio, entonces, busca mostrar en la me-
dida de nuestras posibilidades documentales los efectos que produjo la
guerra de la independencia sobre las principales actividades económi-
cas de la región Arequipa, subrayando principalmente los cambios que
se generaron cuando, por diversas circunstancias concurrentes en este
breve periodo (1820-1824), la Intendencia de Arequipa se convirtió en el
centro económico y comercial más importante del virreinato peruano y
en el único nexo entre la metrópoli española y el último bastión del po-
der realista en América del Sur. Curioso período para la Ciudad Blanca,
que se vio favorecida por una importante migración de comerciantes
limeños, peninsulares y extranjeros, cuyas actividades contribuyeron al
crecimiento notable de la actividad mercantil y llegaron a ser, al menos
durante estos breves años, el eje de la economía local y regional.

La economía arequipeña antes de 1820

La Intendencia de Arequipa abarcaba los actuales departamentos de Are-


quipa, Moquegua y Tacna, además de la provincias chilenas de Arica y
Tarapacá. Estaba dividida en siete provincias y su capital era la ciudad de
Arequipa. Al finalizar el período colonial, el intendente de la región fue
el coronel Juan Bautista de Lavalle y Zugasti (1817-1825), criollo limeño

174 | VÍCTOR CONDORI


regidor perpetuo del Cabildo de Lima e hijo del acaudalado comerciante
José Antonio de Lavalle y Cortés, Conde de Premio Real.2
Económicamente, la Intendencia de Arequipa se encontraba a prin-
cipios del siglo XIX entre las regiones más productivas del virreinato
peruano; según Timothy Anna, hacia 1809 ella producía granos, vid,
aguardientes, textiles, aceite, algodón, minerales, papas, ganado y pes-
cado por un valor de 2.154.000 pesos, solo superada por la Intendencia
de Lima con 2.190.349 pesos.3
La economía regional se sostuvo durante muchas décadas sobre tres
principales actividades, a saber, la agricultura, el comercio y la minería;
detrás de ellas, a una considerable distancia, continuaban las manufac-
turas y artesanías. Sobresaliente, como en muchas regiones del virrei-
nato, la agricultura constituía la actividad más importante, teniendo en
esta intendencia no solo una significancia geográfica o económica, sino
también social, por ser durante siglos la base del prestigio y estatus fami-
liar. Geográficamente, se hallaba extendida en los alrededores de la ciu-
dad y valles aledaños como Vitor, Siguas, Majes, Camaná y Moquegua.
La variada producción agrícola, según su destino, podría ser dividida
en dos clases: agroindustrial y de panllevar. Correspondía a la prime-
ra principalmente la vid, materia prima e insumo fundamental para la
producción de los afamados vinos y aguardientes, verdadero orgullo de
la elite local y fuente principal de su riqueza, cuyos mercados abarcaron
una extensa área del sur andino y el Alto Perú. La agricultura de pan-
llevar, más modesta, aunque no por ello menos importante, compren-
día esencialmente productos como papa, maíz y trigo, cultivados en las
fértiles tierras de la campiña arequipeña, y cuya responsabilidad estuvo
a cargo de medianos y pequeños agricultores, llamados “chacareros”.
No obstante la ausencia de grandes propiedades o latifundios,4 la pro-
ducción local llegó a ser bastante significativa, permitiendo no solo un

2. Mazzeo 1995.
3. Anna 2003: 40.
4. El más importante estudio sobre la propiedad agraria en Arequipa durante los siglos
XVI y XVII es el de Keith A. Davies (1974: 96-115).

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 175


abastecimiento suficiente de la ciudad,5 sino también su introducción,
en pequeñas cantidades, en algunos mercados serranos.6
La siguiente actividad en importancia fue el comercio (interno y ex-
terno), el cual se encontraba bastante ligado a la agricultura, siendo los
bienes comerciables el vino y el aguardiente, el trigo, efectos de Castilla y
de Europa, azogue, licores, armas, plata y hierro. El abastecimiento de di-
chos productos se realizaba desde Lima y por algunos barcos extranjeros
(neutrales) que eventualmente arribaban a nuestras costas, incremen-
tándose con aquellas mercancías que provenían del comercio de contra-
bando. Los comerciantes arequipeños abastecían todo el sur andino,7 y a
cambio de ello obtenían importantes cantidades de plata,8 tan útil para
imprimirle el indispensable dinamismo a la economía regional.
El tercer lugar dentro de las actividades más sobresalientes corres-
pondía a la minería, básicamente argentífera, cuyas principales minas
se localizaban en las provincias de Caylloma, Condesuyos y Tarapacá.
Durante el último cuarto del siglo XVIII, dicha actividad alcanzó su
mayor producción, llegando a sobrepasar los 600.000 pesos anuales.9
Entre las familias mineras más importantes de la región se encontra-
ban los De la Fuente, considerados los mayores propietarios de minas
en Guantajaya (Tarapacá).10 Dicha familia, como otras de la ciudad de
Arequipa, frecuentemente combinaban las actividades mineras con las
comerciales,11 y su decadencia, al menos en la Intendencia, se inició a
partir de la segunda mitad del siglo XIX, fuertemente agravada por las
guerras de independencia.
Finalmente, tenemos la producción manufacturera o textil, que
se hallaba en realidad pobremente desarrollada en la región, provi-
niendo sobre todo de obrajes y obrajillos, situados en la ciudad y en las

5. Brown 1992: 215 , Malamud 1983: 62 y Wibel 1975: 273.


6. Wibel 1975: 58-59.
7. Flores-Galindo 1977: 12-16.
8. Chambers 1997: 253 y Wibel 1975: 280.
9. Fisher 1977: 237, Malamud 1983: 56-57, Wibel 1975: 281 y Brown 1985: 58.
10. Brown 1985: 62 y Fisher 1977: 221.
11. Wibel 1975: 123 y Brown 1985: 263.

176 | VÍCTOR CONDORI


provincias más cercanas.12 A finales del siglo XVIII existían en la región
sólo 68 telares en total, que producían aproximadamente 124.000 “varas
anuales” de tejidos mayormente rústicos (tocuyos, frazadas, pellones y
alfombras),13 y para uso exclusivo de las clases populares. Se entiende en-
tonces por qué, a causa de esta producción insuficiente, una gran parte
de los tejidos consumidos en la ciudad eran abastecidos desde Lima y por
barcos extranjeros, especialmente durante la guerra.14
En definitiva, podemos afirmar que la economía arequipeña du-
rante esta época se sostenía fundamentalmente sobre dos actividades: la
producción de vinos y el comercio. Siendo esta la realidad, ¿cómo fue-
ron afectadas las principales actividades de la región con el inicio de las
guerras de independencia? La respuesta a esta interrogante intentaremos
alcanzarla en las siguientes páginas.

La producción de vinos

La producción de vinos y aguardientes fue una actividad tradicional-


mente diseminada en la región desde el siglo XVI, aunque los centros
más importantes se localizaban en los valles de Vitor, Majes y Moque-
gua, cuya producción total entre los años 1810-1819 bordeaba aproxi-
madamente las 500.000 botijas al año;15 no obstante, hubo años como
1810 o 1816, donde se sobrepasó largamente dicha cantidad, llegando
a acercarse a las 600.000 botijas. Tan valiosa mercancía era distribuida
desde la ciudad de Arequipa a través de una vasta red de comerciantes en
todo el sur andino.

12. Silva Satisteban 1964: 145.


13. Barriga 1941: 53.
14. ARAR, Intendencia, Administrativos 108, 27 de enero de 1824: Cargamento del ber-
gantín inglés Swallon, consignado a don Lucas de Cotera, conteniendo pañuelos,
gasas, olán [sic], trajes, bayetón, sombreros, etc… por el valor de 38,282. ARAR, No-
tarios, Nazario de Rivera 822, 31 diciembre de 1824: Relación de la fragata francesa
Ángel de la Guarda de Saint Malo, cuatro baúles de cintas de seda, cuatro fardos de
paños y chales…
15. Wibel 1975: 272 y Brown 1985: 107.

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 177


Cuadro 1
PRODUCCIÓN DE VINOS DE LOS VALLES DE AREQUIPA 1810-1820
(en botijas)

Años Vitor Majes Moquegua Total


1810 100.410 195.995 304.571 600.976
1812 93.495 123.240 257.206 491.941
1814 115.185 134.735 275.110 525.030
1816 120.370 184.255 339.090 643.715 *
1818 88.570 ------ 213.710
1820 80.530 120.485 219.075 420.090

Fuente: AAA, Diezmos valles de Vitor, Majes y Moquegua 1800-1825


* Como se puede apreciar, el incremento en la producción vinatera de ese año se dio
sucesivamente en los tres valles, con relación no solo a 1814 sino también a 1815 (Majes,
110,685 botijas y Moquegua, 241,830). Tanto el descenso de los años 1814 y 1815, como el
incremento en 1816, podrían estar relacionados con los sucesos de la rebelión del Cuzco
de 1814, que se extendió por todo el sur andino, incluida Arequipa, entre agosto de 1814
y abril de 1815. Dicha región fue precisamente el principal mercado para los vinos y
sobre todo aguardientes arequipeños. Paralelas a la rebelión del Cuzco, las expediciones
patrióticas argentinas hacia el Alto Perú (Belgrano, Rondeau) contribuyeron posiblemente
a esta depresión. El hecho de que ambos movimientos hayan sido derrotados en 1815
por fuerzas realistas podría explicar este relativo aumento en la producción vinos y por
añadidura del consumo durante el año de 1816.
Aunque el incremento se dio en los tres valles, las cifras más abultadas corresponden al valle
de Moquegua con 339,090 botijas, que representa a su vez la más alta en su larga historia
vitivinícola; para corroborarlo presentamos una relación de los más altos volúmenes de
producción registrados por dicho valle en los últimos ochenta años: 1736, 176.000 botijas;
1775, 261.000 botijas; 1786, 279.354 botijas; 1796, 309.587 botijas y 1810, 304.571 botijas.
(AAA, Diezmos, valle de Moquegua). Según Wibel, aquí se encontraban los mayores
viñedos de toda la Intendencia de Arequipa, y dicha producción fue casi enteramente
convertida en aguardientes (Wibel 1975: 60-61). Los vinos y aguardientes moqueguanos
fueron comercializados en su totalidad en Potosí, La Paz, Oruro, Charcas, Paria, Tarapacá,
Cochabamba, Arica, Chuchito, Puno, Pacajes, Sica Sica, Omasuyos, Ilave, Carangas, Lampa
y otras localidades del sur andino. En 1791, Potosí importó 393.521 pesos en mercancías
provenientes del sur del Perú, de los cuales 67%, unos 262.900 pesos, representaban vinos
y aguardientes de Moquegua (Brown 1985: 79). Por lo tanto, al ser Moquegua el principal
proveedor de dicha mercancía en el sur andino, se entiende este enorme incremento en su
producción luego de la pacificación de su principal mercado en 1816.

En el presente cuadro se muestra comparativamente la producción


vinatera anual en los tres valles más importantes de la región, entre los
años 1810-1820. También están registrados los volúmenes totales, salvo

178 | VÍCTOR CONDORI


para 1818, cuyo índice de producción no nos fue posible encontrar. Como
tales datos lo evidencian, a partir de 1818 comienza una clara depresión
en la producción vinatera regional, aunque hasta 1820 ella puede consi-
derarse normal, tanto en valores absolutos como individuales, debido a
que anteriormente dichas mermas también se habían presentado,16 man-
teniéndose la producción por encima de las 200.000 botijas en Moque-
gua, 100.000 en Majes y 80.000 en el valle de Vitor.17
Paralelo al inicio de las guerras de la independencia dentro de la In-
tendencia, la producción en los citados valles tuvo una notable disminu-
ción y por debajo de los índices anteriormente señalados, pasándose de
las 420.090 en 1820 a tan sólo 296.205 botijas en 1821 y 316.675 en 1824.

Cuadro 2
PRODUCCIÓN DE VINOS DE LOS VALLES DE AREQUIPA 1821-1825
(en botijas)

Años Vitor Majes Moquegua Total


1820 80.530 120.485 219.075 420.090
1821 60.510 80.290 155.505 296.205
1822 61.075 61.655 204.315 327.045
1823 62.565 62.010 194.480 319.055
1824 66.960 74.725 175.000 316.675
1825 73.280 70.925 175.230 319.435

Fuente: AAA, Diezmos de los valles de Vitor, Majes y Moquegua...

En este segundo cuadro, donde consignamos la producción de los


años entre 1820 y 1825, podemos percibir que tan evidente disminución
fue simultánea en los tres valles y comenzó hacia 1821, que es precisa-
mente el año en que se iniciaron las incursiones militares del general

16. En 1806, la producción de vinos del valle de Vitor fue de 83.435 botijas; en Majes, en
1805, fue de 106.229, y en 1811, de 112.605 botijas. AAA, Diezmos, valles de Vitor y
Majes…
17. Malamud 1983: 107, Brown 1985: 50 y Wibel 1975: 272.

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 179


Guillermo Miller sobre la Intendencia de Arequipa, las cuales conclu-
yeron con la ocupación de la Ciudad Blanca entre agosto y octubre de
1823.18 Los efectos directos de dichas incursiones se manifestaron a tra-
vés de confiscaciones de mulas, el reclutamiento de soldados y la ocupa-
ción y saqueo de algunas haciendas de parte no solo del ejército patriota,
sino también del realista, influyendo esto, como es lógico, en la disminu-
ción de la producción vinatera hasta niveles muy por debajo de los nor-
males.19 Dichos efectos se sintieron de manera negativa en la población,
y sobre todo en la de las provincias aledañas, convertidas circunstan-
cialmente en la principal fuente de los reclutamientos, tanto de realistas
como patriotas. Así, en su primera correría sobre la Intendencia en 1821,
el general Miller ocupó las provincias de Arica, Tacna y Moquegua ini-
cialmente con una fuerza de 500 hombres, sin embargo, al poco tiempo
había aumentado sus efectivos hasta completar 900 soldados.20 En 1823,
de los 300 reclutas exigidos por el general Valdez a la Intendencia de Are-
quipa, 150 fueron extraídos de los partidos de Moquegua y Camaná.21
Estos ejemplos, muy recurrentes durante las guerras de independencia,
drenaban, como es lógico, una parte importante de la fuerza de trabajo,
tan necesaria en la producción de vinos y aguardientes. Y como en casi
todas las situaciones de esta índole, el medio frecuentemente utilizado
en el reclutamiento de nuevos efectivos fue la coacción. Aunque afirme el
general Miller en sus memorias que en el transcurso de sus operaciones
sobre estos valles “el espíritu patriótico se había despertado y se difundía
con entusiasmo y rapidez”,22 un testigo presencial de dichas operaciones
manifestaba: “Por este tiempo [1821] ya recorrían estos puntos algunas

18. Miller 1975: 53-62. AMA, LAC 29: 9 de octubre de 1823. Reunión del Cabildo de Are-
quipa para rendir homenaje al Exmo. señor virrey don José de La Serna, por haber
liberado a Arequipa de “la opresión en que se hallaba sumergida…”.
19. La menor cifra global se alcanzó en 1821, con 296.305 botijas. Erróneamente Wibel
señaló al año 1824 como el más bajo, tan solo con 212.000 botijas. Wibel 1975: 272.
20. Miller 1975: 231.
21. AMA, LAC 29: 3 de noviembre de 1823. Oficio del General en Jefe de esta provincial
al señor Jefe Político Superior de esta Intendencia…
22. Miller 1975: 231.

180 | VÍCTOR CONDORI


partidas volantes de la patria y sus órdenes se observaban inexcusable-
mente pues estaban sostenidas de la fuerza […].23
Se trataba de Juan Marques, un español vecino del valle de Yauca y
“Asentista del Ramo de diezmos en dicho valle” entre los años 1821-1822,
quien además nos proporciona interesante información del impacto que
tales incursiones militares provocaron en la región:

[…] tuve la desgracia que desde esta época comensacen a hacerse más crí-
ticas y violentas las circunstancias de la guerra de tal manera que si estas
desde el curso del primer año estorbaban positivamente el expendio y ex-
tracción de frutos, llegaron en lo sucesivo a serar [sic] casi todos los recursos
que necesitaba el desempeño de este negocio; recluta de gentes, requisición
de mulas y caballos, dispersión de operarios y vecinos eran los efectos ordi-
narios y más comunes que producía la guerra y que no pueden ser ignora-
dos por su constante notoriedad.24

Otro testimonio revelador e importante de los efectos que ocasionó


la extensión de la guerra sobre la región fue presentado por don Anto-
nio Rivero, rematador de diezmos del valle de Siguas, ante el Juzgado
Decimal en 1825, pidiendo se le rebaje el valor de los diezmos que se le
hicieron por los años 1823 y 1824:

En 1823, estaban cruzando las tropas enemigas por este valle, por lo que
humanamente no se pudieron recoger los vinos y la mayor parte se avina-
graron y lo poco que se recogió no dieron lugar a flaquearlo, así las tropas
enemigas, como las patriotas, pues tres veces que mandé hacer quema las
consumieron toda y aun mucha parte de la cosecha de mi hacienda, sucedió
lo mismo de picarse porque entonces, quitaban todas las bestias y burros
aun de los recogedores dejándolos a pie [...].25

Algunos influyentes vecinos de la ciudad de Arequipa, propietarios


de haciendas en valles cercanos, también dan testimonio de aquellos

23. AAA, Causas civiles, 14 de junio de 1822, Expediente seguido contra don Juan Mar-
ques por dinero que adeudaba al ramo de diezmo de Acarí y Chala…
24. Ibíd., f. 3-4.
25. AAA, Diezmos Arequipa 1824-1826, de 7 noviembre de 1825. Juzgado Decimal con-
tra don Antonio Rivero…

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 181


desagradables hechos. En junio de 1821, el alcalde de Arequipa, Pedro
Domingo Masías, vinatero del valle de Vitor, protestó ante el intenden-
te Lavalle por los repetidos excesos que fueron cometidos por soldados
españoles contra agricultores locales, que abastecían la ciudad con sus
productos.26 Asimismo, durante la ocupación patriótica de la ciudad por
el general Sucre, una de las principales familias perjudicadas fueron los
Goyeneche, a quienes no solo les saquearon la residencia episcopal, sino
también su hacienda, de donde se llevaron todos los aguardientes perte-
necientes a las cosechas de ese año 1823.27
Es importante aclarar además que la crisis vinatera en la Intenden-
cia no solo fue consecuencia del reclutamiento de pobladores, la confis-
cación de mulas o saqueo de las haciendas por parte de ambos ejércitos
(español y patriota); sino también porque el comercio de vinos y aguar-
dientes con la ciudad de Arequipa muchas veces se vio interrumpido
a raíz de la intransitabilidad de los caminos por causa de la presencia
ocasional de tropas enemigas. Como lo señaló en setiembre de 1821 José
Mariano Recavarren, cura interino de Guancarqui (valle de Majes), en
carta dirigida al obispo Goyeneche, donde se disculpaba por no haberse
podido comunicar por cerca de dos meses, debido a que: “Ha sido pre-
ciso a costa de todo privarse la pluma para no hacerse las víctimas de
los alzados que hay en este lugar, que han tenido marcados con escoltas
todos los caminos y no ha habido comunicación [...] y la que ha pasado
ha sido después de largas conferencias con ellos [...].28
La presencia de los “alzados” (patriotas) merodeando por los cami-
nos de la provincia e impidiendo no solo la comunicación sino también
el comercio con la ciudad de Arequipa fue un fenómeno verdaderamente
nuevo en la región, en vista de que aquí no se conocieron, al menos du-
rante el siglo XVIII, las actividades de cimarrones y mucho menos de los
temidos bandoleros.29

26. Wibel 1975: 283.


27. Malamud 1983: 108.
28. AAA, Causas penales 1819-1822, 6 de setiembre de 1821. Comunicación dirigida al
Exmo. e Ilmo. Doctor José Sebastián de Goyeneche…
29. El bandolerismo social fue un fenómeno endémico muy conocido en la capital del
virreinato, donde bandas integradas por libertos, cimarrones y mestizos tuvieron
en jaque durante muchas décadas a las autoridades coloniales, interrumpiendo las

182 | VÍCTOR CONDORI


Como el transporte de vinos y aguardientes a la ciudad de Arequi-
pa y los mercados del Alto Perú fue de vital importancia en el proceso
de comercialización, la confiscación de mulas y caballos atentó directa-
mente contra dicha actividad en igual o mayor magnitud que la intran-
sitabilidad de los caminos. No obstante ser conocidas las requisas de
animales de carga en años anteriores por parte del ejército virreinal, ellas
se incrementaron notoriamente con el inicio de las guerras de indepen-
dencia, sobre todo para el traslado de abastecimientos y material bélico
al ejército realista del Alto Perú.
De este modo, aunque el impacto de la guerra sobre la producción
vinatera regional fue evidente, esta no tuvo necesariamente las mis-
mas implicancias en los tres valles más importantes de la Intendencia.
Así, mientras el valle de Moquegua ingresó a una depresión productiva
constante que no se revertiría en los años posteriores a la guerra, llegando
incluso a alcanzar en 1829 solo 124.810 botijas frente a las 339.000 obteni-
das en 1816, otros, como Vitor, iniciaron por estos mismos años una pro-
gresiva aunque no espectacular recuperación. En las siguientes páginas
buscaremos conocer mas cercanamente el caso de este último valle.

El valle de Vitor

Fue el más antiguo de los valles vitivinícolas de la región, y antes de 1820


fue el tercero en importancia por detrás de Majes y Moquegua, pues
se trató del más pequeño de los tres, con solo dos pagos y aproxima-
damente 107 productores.30 Sin embargo, al ser el más cercano, aquí se

comunicaciones, el comercio e incluso logrando incursionar hasta los extramuros


de la ciudad. Revisar Flores-Galindo (1991) y Aguirre y Walker (1990). En el caso de
Arequipa, en un reciente trabajo realizado sobre la criminalidad y violencia a fines
de la Colonia, no hemos encontrado manifestaciones de bandolerismo social, ni en
las causas criminales de la época; tampoco en los testimonios de arrieros y viajeros se
percibe su existencia (Condori 2006).
30. Los valles en la región, al parecer por su enorme extensión, estuvieron divididos en
pagos, una forma administrativa parecida a los actuales distritos. Así por ejemplo, el
valle de Moquegua estuvo compuesto por los pagos de Samegua, La Villa, Estaquita,
Ocolla, Quilancha, Gamadas, Lacacollo, La Chimba, Yaravico, Locumbilla, Calaluna,
Homo, Carpanto, Supina y la Rinconada. En el valle de Majes estaban los pagos de
Tomaca, Cantas, Toran, Sarcas, Salwani, Orongo, Capani, Cochani, Monte, Uraca,

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 183


encontraron las haciendas de las familias más destacadas de la ciudad de
Arequipa, como los Goyeneche, Gamio, Cossío, de la Fuente, Berenguel
y Bustamante, entre las principales.31

Cuadro 3
ESTRUCTURA DE LOS VALLES VINATEROS DE AREQUIPA

Valle Número de pagos Hacendados (aprox.)


Vitor 2 107
Majes 19 480
Moquegua 15 240

Fuente: AAA, Diezmos, valles de Vitor, Majes y Moquegua 1800-1825

Por medio de este cuadro queremos destacar comparativamente la


dimensión del valle de Vitor frente a los otros dos importantes produc-
tores de vinos y aguardientes. Es bastante notoria la diferencia no solo en
relación con el número de pagos, sino también con la cantidad de hacen-
dados productores. Así, mientras Moquegua poseía cerca de dos veces y
media, Majes tenía casi cinco veces más productores que Vitor.
John Wibel asegura que durante las luchas por la emancipación
solo el valle de Vitor mantuvo su producción cercana a niveles anteriores
a 1810 (80.000 botijas). Dicha aseveración es incorrecta, debido a que
hubo una importante disminución de cerca del 25% tan solo entre 1820
y 1821. Sin embargo, dicha contracción no fue constante, produciéndose
casi inmediatamente una progresiva recuperación, que le permitió al-
canzar para 1825 las 73.000 botijas. Esta relativa crisis y su recuperación
productiva, casi simultánea, se puede también apreciar entre sus propie-
tarios más notorios, como los Goyeneche, De la Fuente, Cossío, Gamio
y otros.

Barrera, Guarango, Corire, Palmas y Santiago. El valle de Vitor, tan solo por los pagos
de Mocoro y Tacar.
31. AAA, Diezmos, valle de Vitor 1800-1825.

184 | VÍCTOR CONDORI


Cuadro 4
PRODUCCIÓN DE VINOS EN EL VALLE DE VITOR POR HACENDADO
1820-1825 (en botijas)

Hacendado 1820 1821 1822 1823 1824 1825


Juan Mariano Goyeneche 815 345 600 400 445 470
Bernardo Gamio 4500 1300 1380 2685 3150 3000
Pablo Reynoso 1100 775 650 930 1000 1130
Manuel de la Fuente * 795 700 600 800 900 1050
Mateo Cossío ** 1110 546 655 700 705 860
Luis Bustamante 1450 860 465 915 1090 1550
José Barreda 1200 1150 775 1375 1650 1900
Joaquín Aquesolo 1929 1400 1130 1550 1790 2000
Pedro Masías*** 1900 1230 1805 1365 1605 1590
Manuel de Rivero 1800 2200 2800 2200 2000 1835

Fuente: AAA Diezmos Valle de Vitor 1800-1825


* Mariano Blas de la Fuente
** José Mariano Cossío
*** Pedro Domingo Masías

Si bien se evidencia una notoria disminución de la producción du-


rante el año 1821, está claro que no pocos hacendados lograron alcanzar
en 1825 los volúmenes anteriores a 1820. La recuperación es bastante
notoria, y ella se produjo de manera progresiva a partir del año 1822.
Un hecho resaltante es el caso de aquellos hacendados que lograron so-
brepasar su producción de 1820, quienes tuvieron una recuperación más
lenta, iniciándose esta recién en 1823. Curiosamente, el caso que llama-
ríamos atípico es el de Manuel de Rivero, para quien la guerra no repre-
sentó ningún perjuicio, pues su producción siempre estuvo por encima
de la del año 1820.
El restablecimiento de la producción vinatera del valle de Vitor
podría deberse a varios factores. Primeramente, a que la presencia in-
surgente en la región no fue permanente, pues ella se produjo durante
períodos bastante breves (mayo de 1821, inicios de 1822 y agosto-octubre
de 1823). En segundo lugar, pudo influir la ubicación de dicho valle,
bastante cercano a la ciudad de Arequipa, cuya demanda de productos

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 185


había crecido, con la transformación de esta en la principal base realista
de la costa sur.32 Asimismo, los problemas de transporte y comunicación
eran mucho menores con respecto a otros valles, como por ejemplo Mo-
quegua, debido precisamente a esta cercanía.
Paralelamente a su recuperación productiva, como hemos obser-
vado, los perjuicios ocasionados por la guerra en dicho valle no signi-
ficaron el quiebre de la actividad vinatera, y su recuperación fue casi
simultánea, aunque lenta. Junto con ello, también se mantuvo su impor-
tancia económica dentro de la región, a la par de otras actividades por
demás significativas, como la compra y venta de las haciendas de viña o
su arrendamiento a precios considerables y por períodos curiosamente
extensos, como se observa en el siguiente cuadro.

Cuadro 5
VENTA Y ARRENDAMIENTO DE HACIENDAS EN EL VALLE DE VITOR
1820-182533

Venta de haciendas A rrendamiento de haciendas


Monto /pesos n.º haciendas % Tiempo /años n.º H aciendas %
-10.000 7 50 -3 6 33
10.000-20.000 2 14 3-6 8 45
+20.000 5 36 +6 4 22
Totales 14 100 Totales 18 100

Fuente: ARA, Notarios, 1820-1825

32. Mazzeo 2003: 17-43 y Wibel 1975: 272. Además, sostiene que a diferencia de los otros
valles, los vinos y aguardientes de Vitor fueron enviados mayormente a la ciudad de
Arequipa y posteriormente reexportados a la sierra.
33. Para elaborar ambos cuadros, se extrajeron 32 legajos notariales, sobre venta y
arrendamiento de haciendas de viña en el valle de Vitor, entre los años 1820-1825,
de un total de 5 notarios y 31 protocolos, correspondiendo 14 a ventas y 18 a
arrendamientos.

186 | VÍCTOR CONDORI


En conclusión, podemos afirmar que las grandes sumas pagadas
por las haciendas y los largos plazos de arrendamiento son también un
indicador de la importancia económica del valle de Vitor y del relativo
impacto de la guerra sobre la región, fenómeno este que, acompañado
por un aumento en la demanda de mercancías de la ciudad de Arequipa,
permitió una recuperación de la producción vinatera después de 1821, a
diferencia de los otros dos importantes valles de la región como Moque-
gua y Majes.

El comercio regional

El comercio representó antes del inicio de las guerras de independencia


la segunda actividad en importancia después de la agricultura.34 Dicha
actividad tradicionalmente integraba la región con todo el sur andino, y
junto a los productos locales como el vino, los aguardientes y el trigo, se
comercializaban los llamados “efectos de Castilla”, conformados prin-
cipalmente por tejidos de todo tipo, artículos de lujo, papel, hierro, me-
dicinas y armas. La mayor parte de estos efectos eran abastecidos desde
Lima.35 Es conocida la relación de importantes miembros del consulado
limeño como abastecedores de destacados comerciantes locales: Juan
Bautista Gárate fue el mayor proveedor de los Goyeneche;36 Mateo Cos-
sío fue apoderado y principal cliente de los hermanos Antonio y Matías
de Elizalde, e incluso este último residió durante muchos años en Are-
quipa como representante de su hermano.37 Todo ello permitió durante
décadas el estrechamiento de los vínculos entre las comunidades comer-
ciales de ambas ciudades.38 Un ejemplo de estas grandes transacciones
comerciales fue realizado por los señores Font, Sardá y Luis Herrera y
Oliva, del comercio de esta ciudad, con don Francisco Luciano Murrieta,
del comercio de Lima, para la compra de 197 “piezas de efectos” por un

34. Chambers 1997: 252.


35. Malamud 1983: 99.
36. Ibíd.
37. Villa Esteves 2000: 133-173.
38. Flores 2001: 143.

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 187


valor de 50.953 pesos.39 Sin embargo, con la caída de la Capitanía Gene-
ral de Chile en 1818 y principalmente después de la ocupación de Lima
por la fuerzas del general argentino San Martín, en julio de 1821, la ciu-
dad de Arequipa se convirtió no solo en el eslabón más importante entre
España y el último ejército realista de América del Sur40, sino también en
el centro de abastecimiento de todo el sur andino.41
Esta nueva condición de la ciudad, favorecida por las circunstancias
de la guerra, influyó sustancialmente en la economía local, permitiendo
un crecimiento de la actividad comercial, incrementando los ingresos
fiscales, mejorando el abastecimiento de mercancías o efectos y trayendo
pingües ganancias, tanto a comerciantes locales como foráneos. Además
de todo ello, impulsó la inmigración de poderosos comerciantes penin-
sulares, limeños y extranjeros hacia la región.42
Sin embargo, el arribo de los comerciantes foráneos no significó
una amenaza para sus homólogos locales, menos poderosos,43 debido
a que al caer Lima en poder de los patriotas, estos vinieron a ocupar el
lugar de los grandes abastecedores capitalinos. Además, los comercian-
tes arequipeños dependían mayormente de la venta de sus mercancías
en el mercado local y regional, razón por la cual el quiebre del comercio

39. AAA, Notarios, Nazario de Rivera 818, 12 de agosto de 1820, f. 384.


40. Wibel 1975: 274.
41. Wibel 1975: 274 y Brown 1992: 193.
42. Entre los principales comerciantes que arribaron a Arequipa después de 1821 tene-
mos a: Lucas de la Cotera, Luis Herrera y Oliva, Juan Bautista Errea, Manuel Marcó
del Pont, Francisco Luciano Murrieta, Ambrosio Ibáñez y otros. Entre los extran-
jeros, Tomas Crompton, Guillermo Hodgson, Santiago Ygualt, Samuel B. Mardon,
Juan Moens, Guillermo Cochran, Eliphaet Smith, Andres Mac Farlane, Roberto Page,
Jorge Tood, Juan Robinson, Federico Marriot, Antón von Lotten y James Gibbson,
entre los principales.
43. Wibel (1975: 147-148) afirma al respecto: “[...] sin embargo, la élite de grandes
mayoristas conformaban un grupo comparativamente pequeño. A pesar de su
preeminente posición en el comercio y sociedad local, pocos de estos comercian-
tes, en común con los hacendados de la región, fueron ricos para estándares perua-
nos […]. Pocos comerciantes de Arequipa tuvieron poder para alegar un capital de
100.000 pesos. Entre estos pocos cuya riqueza pudo ser documentada, estuvieron
los peninsulares Juan Goyeneche, Mateo Cossío y José Díaz Barreda, y los criollos
Bernardo Gamio, José Menaut y José Hurtado Villafuerte”.

188 | VÍCTOR CONDORI


metropolitano a raíz de sucesos de la independencia generó poco o es-
caso perjuicio en la región, abastecida regularmente, ahora, por los dis-
tintos navíos extranjeros provenientes de Inglaterra, Francia y Estados
Unidos.
Gracias a este regular abastecimiento, la actividad comercial de
la ciudad mantuvo un ritmo creciente y favoreció el enriquecimiento
de algunos.44 El puerto más activo para el comercio de importación
fue Quilca. A pesar de no contar con condiciones adecuadas a este fin,
soportó durante dichos años un intenso tráfico comercial.45 Y tan ele-
vados llegaron a ser los volúmenes de mercancías que desembarcaban
los numerosos barcos extranjeros por este puerto, que, en octubre de
1822, Buenaventura Berenguel y Gregorio Vásquez, vecinos de Arequipa,
constituyeron una compañía con el fin de administrar unas barracas
en la caleta de Quilca “para los cargamentos que traen a su bando las
embarcaciones que tocan a dicho Quilca y depositan en las bodegas de
ellos [...]”.46
Dicho incremento en las importaciones europeas adicionalmen-
te se verá reflejado en los ingresos de la aduana de Arequipa (cuadro
6), y según Wibel, en el quinquenio 1820-1824, este alcanzó los 252.513
pesos.47

44. El comerciante español Lucas de la Cotera, entre 1821 y 1824, logró acumular una
gigantesca fortuna aprovisionando al ejército español y recibiendo en consignación
casi todas las mercancías traídas por los buques extranjeros a la región. Más adelante
nos extenderemos al respecto.
45. Witt 1992: vol. I, 28 de octubre de 1824.
46. ARAR, Notarios, M. Primo de Luque 719, 16 de octubre de 1822, f. 460.
47. Wibel 1975: 273-274. Consideramos que estas cifras de Wibel son bastantes exiguas
comparadas con los datos que presenta el doctor Eusebio Quiroz sobre la Caja Real
de Arequipa. Para el año 1824, los ingresos por exportaciones ascendieron a 225.748
pesos (Quiroz 1976). Asimismo, en el informe presentado al ministro de Hacienda
por el general Francisco de Paula Otero, prefecto de Arequipa, en abril de 1825, sobre
el estado de la economía regional, afirmaba que “[…] en el progreso de un solo año
de 1823 o 1824 adeudó don Lucas de la Cotera, por derechos de alcabala 525,753
pesos un real […]”.

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 189


Cuadro 6
INGRESOS DE LA ADUANA DE AREQUIPA
(en pesos)

1810-1814 164,441
1815-1819 189,533
1820-1824 252,513

Fuente: Wibel 1975: 274

A fin de acercarnos a la situación comercial de la ciudad de Arequi-


pa en tiempos de guerra, los beneficios y perjuicios en la economía local,
tanto como en los grupos o individuos dedicados a ella, presentaremos
el caso de algunos comerciantes de diferente origen y poder económico
como: Lucas de la Cotera, Marcelino Pareja, Ambrosio Ibáñez y Manuel
Marcó del Pont.

Lucas de la Cotera

El español Lucas de la Cotera fue el más importante e influyente comer-


ciante de Arequipa entre los años 1821 y 1824. Sus principales activida-
des económicas en la ciudad se iniciaron aproximadamente a partir de la
segunda mitad del año 1821.48 Todo parece indicar que antes de ese año
había llevado a cabo sus actividades mercantiles en el Alto Perú. Tal afir-
mación se deduce de sus primeros documentos notariales en Arequipa,
donde se presentaba como “vecino y del comercio” de la Paz y Potosí.49
Cabe la posibilidad de que allí fuese donde trabó amistad con el general
José de la Serna, cuando este todavía ocupaba el cargo de jefe del ejército
realista,50 y al alcanzar el título de virrey, tal amistad se estrechó aún más,

48. ARAR, Notarios, N. de Rivera 819, 22 de agosto de 1821. Obligación de 16,000 pesos...
don Manuel Paredes a don Lucas de la Cotera...
49. ARAR, Notarios, N. de Rivera 820, 1822. Poder para pleitos... ff. 67, 92,122.
50. ARAR, Libro de la Caja Nacional de Hacienda, 1822, 16 de enero. “Satisfacción de
5,641 pesos a don Lucas de la Cotera... en parte de pago de 12,260 pesos que le res-
taba la tesorería del manual de 1818, según la libranza expedida por la del Exto. del
Alto Perú...”, f. 16.

190 | VÍCTOR CONDORI


llegando a convertirse Cotera en el principal abastecedor y financista del
ejército realista.51 Obtuvo asimismo los mayores beneficios y privilegios
comerciales, logrando acumular deudas con la aduana de Arequipa de
565.653 pesos por derechos de alcabala en tan solo un año.52
Entre las numerosas y lucrativas actividades realizadas por Cotera
en la ciudad estuvo la compra a consignación de efectos llamados de
Europa, de casi todos los barcos extranjeros que fondeaban en el puerto
de Quilca durante estos años.53 Según el viajero alemán Heinrich Witt,
quien llegó a esta ciudad a fines de 1824, Cotera poseía prácticamente el
monopolio de este tipo de comercio, y fue tan influyente que “todos los
extranjeros que llegaban con carga a los puertos intermedios, estaban
obligados a encomendarse...”,54 dando a entender que ello no se debía
solo a su poder económico sino también a su “gran influencia sobre el
gobernador español”.55
Sin embargo, la extensión de sus relaciones mercantiles no solo se
circunscribía al ámbito local, sino a otras regiones como Cuzco, La Paz,
Río de Janeiro y España.56 Precisamente hacia esta última envió en 1822,
desde Arequipa, dos cargamentos de cacao con más de 700.000 libras, en
dos mercantes de los EE. UU.57
Al poco tiempo de su arribo a la ciudad de Arequipa pudo rela-
cionarse social y comercialmente con miembros y familias de la elite

51. Malamud 1983: 120, Wibel 1975: 277 y CDIP 1972: 36.
52. AGN, AHH, OL 131-181. Informe presentado por el prefecto de Arequipa, general
Francisco de Paula Otero... 29 de abril de 1825.
53. ARAR, Notarios, Manuel Primo de Luque 717, 13 de septiembre de 1821. Fianza de
don Lucas de la Cotera a favor de don Tomas Crompton en la Administración de
alcabalas... f. 793.
54. Witt 1992: 35.
55. Ibíd., p. 36.
56. ARAR, Notarios, Mathias Morales 746, 18 de setiembre de 1821. Obligación de 13.016
pesos. Manuel Paredes vecino del Cuzco... f. 558. Nazario de Rivera 821, 25 de ju-
lio de 1823. Poder general a don Victoriano Gurruchaga, vecino de la Paz... f. 225.
Manuel Primo de Luque 717, 1 de diciembre de 1821. Poder a don José Ventura
Aguirresolarte de próxima partida a Río de Janeiro... f. 665. Manuel Primo de Luque
721, 23 de noviembre de 1824. Poder a don Juan Antonio Arrien y don Luis Gargollo
del comercio de Cádiz... f . 907.
57. ARAR, Caja Nacional de Hacienda, Libro manual 1822, 6 de diciembre...

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 191


local, lo que le permitió constituir sociedades comerciales muy venta-
josas, como la establecida en 1824 con Juan Mariano Goyeneche, para
exportar lana, cacao y estaño a España, por un valor de 63.700 pesos.58
También actuó como intermediario para la adquisición de propiedades
pertenecientes al gobierno colonial, a nombre de influyentes vecinos de
la ciudad, como los Goyeneche, Gamio y Fernández Arredondo.59
Como gran hombre de negocios que fue, constituyó la mayor em-
presa comercial en Arequipa, desde los tiempos de los Cinco Mayores
Gremios de Madrid.60 En 1822, formó y estableció una compañía de ne-
gocios con el comerciante vasco Francisco Luciano Murrieta para im-
portar y exportar mercancías que “comprendan tanto América, Asia,
África y Europa”, con un capital de 700.000 pesos.61
Su ya mencionada amistad con el virrey La Serna lo llevó a conver-
tirse en el mayor abastecedor y prestamista del gobierno colonial. Con-
secuentemente, en 1821 firmó un contrato con la Real Hacienda de esta
ciudad para proveer al ejército realista 6000 fusiles, 10.000 pares de uni-
formes y 4000 sables de caballería, además de 6000 pesos en medicina y
una imprenta. Todo en un plazo no mayor de once meses. Con respecto
al pago de los cerca de 180.000 pesos a los que ascendía el monto total de
la transacción, como la hacienda de Arequipa carecía de fondos suficien-
tes, este se realizaría “[...] descontando de los derechos que él —Cote-
ra— fuera adeudando por las expediciones que vinieran a consignación
de Europa, Asia o África, dándole de ello las credenciales para combinar
sus especulaciones”.62

58. Malamud 1983: 120.


59. ARAR, Notarios, Manuel Primo de Luque 721, entre enero y marzo de 1824 Lucas
de la Cotera compró cinco propiedades agrícolas en los alrededores de la ciudad,
valoradas en su conjunto en 112.000 pesos, a nombre de Bernardo Gamio, Manuel
Fernández Arredondo y María Goyeneche, ff. 134, 207, 315, 348 y 363.
60. Pinto 1985: 105-109 y Wibel 1975: 278.
61. ARAR, Notarios, Nazario de Rivera 820, 20 de noviembre de 1822. Formación y esta-
blecimiento de una compañía comercial... f. 411.
62. ARAR, Notarios, Manuel Primo de Luque 717, 24 de noviembre de 1821. Contrata
entre don Lucas de la Cotera y los señores ministros principales de hacienda... f .
630.

192 | VÍCTOR CONDORI


Dichas credenciales no eran más que licencias para adquirir libre-
mente las mercancías extranjeras sin pagar un solo centavo por ellas.
Privilegio comercial que lo llevó a concentrar en sus manos todo el co-
mercio de importación en la Intendencia.
Cuando se trataba de distribuir los préstamos forzosos ordenados
por las autoridades virreinales sobre los comerciantes de la región, ge-
neralmente Cotera era el mayor contribuyente. En abril de 1822, aportó
2000 pesos sobre los 60.000 exigidos a la provincia; 63 en 1824, enteró
5500 pesos sobre los 28.269 requeridos. Cantidad bastante mayor a la
del segundo comerciante más poderoso de la ciudad, Ambrosio Ibáñez
(1600 pesos) e inclusive por encima de todo el comercio de Arica (3000)
y de la villa de Moquegua (2000).64 Junto con los préstamos forzosos
estaban los llamados “préstamos patrióticos desinteresados”, que eran
en realidad adelantos de dinero de particulares a fin de aliviar urgen-
tes necesidades de la Hacienda, sin intereses y sujetos a su devolución
posterior. En ellos Cotera no tenía igual. Aunque Horacio Villanueva
Arteaga aseveró que este “entusiasta realista” prestó a la Real Hacienda
del Cuzco, en 1823, primero 8203 pesos y luego 15.000.65 Comparados
con los préstamos realizados a la hacienda de Arequipa, estos parece-
rían ínfimos. En 1823, entregó 63.000 pesos, y en 1824, primero 40.000
y luego 51.345 pesos.66 Llegó a acumular deudas a su favor por un valor
de 369.644 pesos en diciembre de 1824, la cual le fue abonada “en la Ha-
cienda de esta ciudad”.67
Tan estrechas relaciones con vecinos locales y autoridades virrei-
nales, amén de sus contribuciones “patrióticas” al ejército real, convir-
tieron a Cotera en un sujeto de mucho peligro ante los ojos de los jefes
patriotas, pero igualmente en un vehículo para obtener enormes recur-
sos pecuniarios a fin de aliviar las carencias de sus respectivas tropas.

63. ARAR, Caja Nacional de Hacienda, Libro manual 1822. Préstamo de la diputación
provincial... 28 de abril de 1822.
64. ARAR, Caja Nacional de Hacienda, Libro mayor 1824. Préstamo forzoso señalado por
el virrey... 14 de junio de 1824.
65. CDIP 1972: vol. 3, Gobierno Virreinal del Cuzco, 36.
66. ARAR, Caja Nacional de Hacienda, Libro mayor 1824. Otras tesorerías: Préstamo Pa-
triótico Desinteresado, ff. 23-27.
67. Ibíd. Gastos de Guerra, 24 de diciembre de 1824.

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 193


Por ello, al producirse la ocupación de la Ciudad Blanca por fuerzas co-
lombianas en 1823, se puso a buen recaudo, refugiándose en la fragata
extranjera Florinda anclada en Quilca.68 Después de la derrota de los
ejércitos realistas en Ayacucho, Cotera decidió abandonar el Perú con
destino a España.69 Previamente hubo cobrado todas sus deudas con la
Real Hacienda y algunos particulares. Para las restantes entregó pode-
res a distintos individuos locales y extranjeros.70 Años después regresó
a América del Sur, volviendo a sentar sus reales en la ciudad de Potosí,
donde el 28 de enero de 1828 recibió poder de su “amigo” el general Bal-
domero Espartero para cobrar viejas deudas en Arequipa por un valor
de 15.000 pesos.71

Marcelino Pareja

Nació en la ciudad de Arequipa hacia el año 1780, hijo legítimo de don


José Pareja y doña Paula Almonte.72 Su dedicación a los negocios al pa-
recer se inició cuando era muy joven, pues en septiembre de 1805 ya se
encontraba demandando ejecutivamente a Manuel Cuba por 1325 pesos
que le debía de un préstamo.73 En marzo de 1807, estuvo entre los vecinos
que ofrecieron su apoyo pecuniario (50 pesos) para concurrir al auxilio
de la ciudad de Buenos Aires, invadida por fuerzas inglesas.74
Al iniciarse las guerras de independencia, dos fueron las activida-
des principalmente llevadas a cabo por Pareja durante este período: el

68. ARAR, Notarios, M. Primo de Luque 720, 20 de septiembre de 1823. Poder para co-
brar a don Lucas de la Cotera. Don Juan Bautista Detroyat, residente en esta y del
comercio de Burdeos a don Juan Armand... f. 646.
69. ARAR, Notarios, N. de Rivera 822, 28 de diciembre de 1824. Poder especial para co-
branzas al capitán Manuel López de Romaña por don Lucas de la Cotera, próximo a
ausentarse a los “reynos de España”, f. 315.
70. ARAR, Notarios, M. Primo de Luque. En diciembre de 1824 Lucas de la Cotera entre-
gó poderes para que demanden y cobren en esta ciudad a los comerciantes ingleses
Guillermo Cochran y Santiago Ygualt. 721, ff. 947, 722 y 822.
71. AHPR, Sección Protocolos, Notario Faustino Zupide 1829. Leg. 1212, f. 256-259.
72. ARAR, Notarios, M. Morales 753, 4 de septiembre de 1830. Poder para testar… f. 247.
Mariano Polar 798, 16 de enero de 1840. Testamento de Marcelino Pareja… f. 24.
73. ARAR, Intendencia, Causas ordinarias 46, 11 de setiembre de 1805.
74. AMA, Libro de actas del Cabildo 26.

194 | VÍCTOR CONDORI


comercio de efectos y los préstamos en dinero o, como se decía enton-
ces, en “moneda corriente”. Dichos préstamos, bastante frecuentes en-
tre algunos comerciantes de la época, fueron un indicador de su poder
económico no solo por los montos entregados, sino por la capacidad de
disponer de dinero en efectivo, tan escaso en la economía de la época.
Estos se realizaban por el plazo máximo de un año, cobrándose un 6%
de interés, y los montos entregados por Pareja comprendían cantidades
bastante variables, las cuales iban de unos cientos a varios miles de pe-
sos, como aquellos realizados en agosto de 1822 a Esteban Alatrista, por
505 pesos, y a Bartolomé Ojeda, por 900,75 o el efectuado en diciembre de
1820 al influyente vecino arequipeño y fundador de la Academia Laure-
tiana de Ciencias, don Evaristo Gómez Sánchez, por 6000 pesos.76
Sus actividades mercantiles estuvieron vinculadas al abastecimien-
to de “efectos de Castilla”, principalmente tejidos, en Arequipa y todo
el sur andino. Comprendía entre sus principales clientes a vecinos del
comercio local, como Buenavenruta Zereceda, a quien en diciembre de
1822 vendió 2192 pesos en efectos;77 del valle de Majes, como Marcos
Febres78, o del comercio de Potosí, como José María López y Francisco
Acosta, los que en noviembre de 1822 recibieron 2345 pesos en mercan-
cías.79 Sobre los montos o cantidades comercializadas, estas se caracte-
rizaron también por su diversidad. En enero de 1824, vendió 538 pesos
a Mariano Almonte.80 En julio de ese mismo año, vendió 4532 pesos
a Manuel Lazo81 y en octubre de 1822 vendió 19.928 pesos “por varios
efectos de Castilla” a Manuel Paredes, vecino del Cuzco, por el plazo de
nueve meses.82
Al parecer, durante este tiempo, el abastecimiento de dichas mercan-
cías las obtenía Pareja a través de los grandes comerciantes importadores

75. ARAR, Notarios, Manuel Primo de Luque 719, agosto de 1822. ff. 229 y 251.
76. Ibíd. 716, 23 de diciembre de 1820, ff. 238.
77. Ibíd. 719, 14 de diciembre de 1822, ff. 635 y 719.
78. Ibíd. 720, 18 de noviembre de 1823, f. 1024.
79. Ibíd. 719, 12 de noviembre de 1822, f. 538.
80. Ibíd. 721, 12 de enero de 1824, f. 122.
81. Ibíd. 721, 26 de junio de 1824, f. 608.
82. Ibíd. 719, 31 de octubre de 1822, f. 502.

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 195


de la ciudad, como el español Lucas de la Cotera83 o el también espa-
ñol Francisco Luciano Murrieta, de quien precisamente fue su fiador en
1824, cuando este había partido a España.84
Sin embargo, no todas sus transacciones se limitaban a la venta de
efectos de Castilla; Pareja también incursionó, aunque en menor me-
dida, en la comercialización de otras mercancías. En junio de 1820, de-
mandaba a José Antonio Morales por 1000 pesos “que le adeudaba del
resto de 1250 pesos que equivale a 16 frascos de azogue, con el peso de
12 quintales que le vendió…”.85 Asimismo, en septiembre de 1822 vendió
a Anacleto Tribiño 314 pesos, “valor de 8 quintales 35½ libras de fierro
platina”86, y en 1824, vendió a Melchora Vera 6 quintales de azogue.87
A diferencia de algunos comerciantes, como Juan Mariano Goye-
neche o Manuel Miguel de Ugarte88, la ocupación de la ciudad por el
ejército colombiano no significó un gran perjuicio a su condición eco-
nómica; posiblemente ello se debió a su poca notoriedad social o porque
ante los ojos de los patriotas no estuvo considerado como un miembro
de las familias más ricas de la ciudad,89 quienes fueron precisamente
las víctimas de enormes contribuciones pecuniarias, como los Goyene-
che, Tristán, Ugarte, Masías y Gamio. Lo cierto y lo real fue que sus

83. Ibíd. 719, 12 de noviembre de 1822, f. 538.


84. Ibíd. 721, 21 de julio de 1824, f. 693.
85. ARAR, Cabildo, Justicia ordinaria, Causas civiles 34, 15 de junio de 1820.
86. Ibíd. 719, 3 de setiembre de 1824, f. 295.
87. ARAR, Notarios, Nazario de Rivera 822, 5 de abril de 1824 , f. 77.
88. Durante el breve tiempo que el general Sucre ocupó la ciudad de Arequipa, exigió
cupos a los principales vecinos de la ciudad; los mayores de ellos fueron asignados
a la familia Goyeneche: 20.000 pesos fueron demandados del obispo José Sebastián
y 5000 de cada uno de sus hermanos comerciantes Juan Mariano y María Presenta-
ción. Sucre también demandó 5000 pesos del regidor y hacendado Manuel Miguel
Ugarte, 3000 pesos del hacendado de Vitor y antiguo alcalde de la ciudad Pedro Do-
mingo Masías y 3000 de Bernardo Gamio y sus hijos. Wibel 1975: 300 y Tristán 1997:
52.
89. Esta condición la deducimos porque hasta 1824 no pudo ocupar cargo alguno en
el prestigioso Cabildo de la ciudad, reservado a las familias locales más connotadas.
Solo a raíz de los cambios establecidos por la constitución de 1812 —reestablecida
en 1820— pudo ser elegido en enero de 1824 como regidor junto a tantos otros mar-
ginados, como el comerciante mestizo José Hurtado y Villafuerte. Wibel 1975: 140.

196 | VÍCTOR CONDORI


actividades comerciales no se resintieron de manera alguna, y continua-
ron normalmente luego del retiro patriota de la ciudad en octubre de
1823. Así, en noviembre de ese año vendió mercaderías por 1030 pesos al
citado Marcos Febres; en enero de 1824, 558 pesos a Mariano Almonte,
y cinco meses después, 4532 a Manuel Lazo; siempre de los llamados
efectos de Castilla.
Con respecto a sus compromisos solidarios con el régimen español,
estos se limitaron a contribuir con los empréstitos obligatorios exigidos
por las autoridades. Aunque los montos que se le atribuyeron no estu-
vieron entre los más altos del comercio local. En enero de 1822, entregó
250 pesos; en abril de ese mismo año, 1000.90 Para 1824, de los 28.269
pesos exigidos a la región, contribuyó con 800 pesos,91 la tercera suma
en importancia.
Con el fin de la guerra, sus variadas actividades económicas se man-
tuvieron expectantes a los nuevos cambios y no evidencian un desplaza-
miento frente a la llegada de comerciantes extranjeros. Contrariamente,
conservó cierta importancia económica y social dentro de la región, ac-
tuando como fiador de don Mariano Basilio de la Fuente en marzo de
1825, para quien proporcionó 500 pesos, a fin de completar los 26.000
exigidos como fianza para ocupar el cargo de intendente de Moquegua.92
En septiembre de ese año, fue elegido juez de paz93 y en marzo de 1826
estuvo entre los 84 ciudadanos arequipeños que aportaron 1000 pesos
con el objetivo de desarrollar un proyecto que buscaba “aumentar las
aguas del río Chili”.94

Ambrosio Ibáñez y Manuel Marco del Pont

Fueron los más grandes comerciantes asentados en Arequipa después


del español Lucas de la Cotera. Ambrosio Ibáñez era nativo de Navarra,

90. ARAR, Caja Nacional de Hacienda, Libro manual 1822, 31 de enero y 28 de abril.
91. ARAR, Caja Nacional de Hacienda, Libro mayor 1824, 4 de junio de 1824.
92. ARAR, Notarios Manuel Primo de Luque 722, 1 de marzo de 1825, f. 177.
93. Diario La Estrella de Ayacucho, n.° 28, 13 de septiembre de 1825. Relación de Jueces
de Paz...
94. Barriga 1941: 342.

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 197


quien había migrado a Lima a fines del siglo XVIII, y Marcó del Pont era
originario de Buenos Aires, donde su padre fue un destacado comer-
ciante.95 Ambos arribaron a esta ciudad en los meses posteriores a la
ocupación de Lima por San Martín en 1821.
Aunque no hemos encontrado un registro de sus actividades eco-
nómicas durante los primeros años de su estancia en Arequipa, consi-
deramos que estas pudieron comenzar hacia el año 1823. Son varias las
razones que nos llevan a establecer dichas afirmaciones. En 1821, Ibáñez
había viajado a Londres, posiblemente por motivos comerciales; 96 en
1822, Marcó del Pont recién estableció una casa comercial en Arequi-
pa.97 Asimismo, en un protocolo notarial de marzo de 1825, Francisco
Nieves, del comercio de esta ciudad, se obligaba a pagar a los citados
comerciantes 26.206 pesos “del importe de varios efectos que les compré
a mi entera satisfacción en 1823 [...]”.98
Durante su estancia en Arequipa, Ibáñez y Marcó del Pont llegaron
a constituir una de las sociedades mercantiles más importantes de la
ciudad, la cual se consolidó a partir de 1824 y continuó exitosamente en
los primeros años republicanos. Al igual que Cotera, obtuvieron gran-
des beneficios en la importación de efectos a través del otorgamiento de
fianzas, y después del retiro de este se convirtieron en los principales
consignatarios.
Precisamente el viajero alemán Heinrich Witt llegó al Perú en 1824
en una fragata consignada desde Liverpool a los señores Ibáñez y Marcó
del Pont, de quienes además decía que eran los únicos extranjeros que
no estaban “obligados a encomendarse” al referido Lucas de la Cotera.99
Todo lo contrario, se asociaron a él, y en noviembre de 1824 recibieron
juntos varias consignaciones desde Europa, aprovechando conveniente-
mente los permisos que Cotera poseía.100

95. Wibel 1975: 276-277.


96. Ibíd.
97. Ibíd.
98. ARAR, Notarios, Nazario de Rivera 823, 15 de marzo de 1825 , f. 36.
99. Witt 1992: 35.
100. ARAR, Notarios, Nazario de Rivera 822, 23 de diciembre de 1824, f. 313.

198 | VÍCTOR CONDORI


En diciembre de 1824, recibieron en consignación los cargamentos
de los navíos ingleses Bristol, Dolfin y Wanderer,101 por los que pagaron
en la tesorería de la hacienda arequipeña 12.000 pesos “a cuenta de los
derechos que adeudan [...]”.102 Tales mercancías fueron posteriormen-
te comercializadas con importantes comerciantes locales y en montos
bastante considerables. En 1823, como ya indicamos, habían vendido
26.206 pesos a Francisco Nieves, y en septiembre de 1824 demandaban a
Buenaventura Zereceda por 12.809 pesos de los 20.774 que le dieron de
sus almacenes “a su entera satisfacción en mayo de 1823 [...]”.103
Las actividades políticas de Ibáñez y Marcó del Pont transitaron entre
las contribuciones pecuniarias a la Hacienda Real y los abastecimientos
al ejército virreinal. En julio de 1824, aportaron por concepto de présta-
mo forzoso la segunda suma más elevada del comercio local: 1600 pesos.
Además, en noviembre de ese mismo año, enteraron 6000 pesos como
préstamo desinteresado y 2000 un mes después.104 Sus abastecimientos
consistieron principalmente en la provisión de efectos para el mejora-
miento del vestuario de los batallones y escuadrones reales. Así, en agosto
de 1824 entregaron en la tesorería militar “4994 varas de paño estrella y
400 docenas de botones” por valor de 12.860 pesos, y en diciembre, efec-
tos para el vestuario del “batallón Real Felipe y los escuadrones, cazado-
res, dragones y voluntarios de la costa”, por valor de 12.364 pesos.105
Como podría esperarse, ante comerciantes tan importantes, la ma-
yor parte de sus préstamos y contribuciones fueron convenientemente
devueltos por la Caja Nacional de Hacienda de Arequipa. De este modo,
en agosto de 1824, les fueron “abonados a los comerciantes Ibáñez y
Marcó del Pont [...] 15.000 pesos, por igual cantidad que le tenían su-
plidos al erario”.106 Sin embargo, el mayor beneficio no estuvo solo en
estas devoluciones, sino más bien en numerosas “licencias adicionales”

101. ARAR, Intendencia, Administrativos 108, 20 de noviembre de 1824.


102. ARAR, Caja Nacional de Hacienda, Libro mayor 1824, ff. 23-24.
103. ARAR, Intendencia, Administrativos 108, 16 de septiembre de 1824.
104. ARAR, Caja Nacional de Hacienda, Libro Mayor 1824, Préstamo Patriótico
Desinteresado.
105. Ibíd.
106. Ibíd.

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 199


recibidas, a fin de importar grandes cantidades de mercancías europeas.
Gracias a ellas, Ibáñez y Marcó del Pont pudieron realizar la transacción
comercial, a decir de Wibel, “nunca vista en Arequipa”. Se trató de un
cargamento de manufacturas valoradas en más de 120.000 pesos,107 las
que fueron introducidas por un barco inglés en 1824.
Al retirarse Lucas de la Cotera del Perú, ocuparon su privilegiado
lugar, convirtiéndose en los principales importadores de la región; y con
llegada de los nuevos tiempos, sus actividades económicas y políticas se
mantuvieron como las de muchos otros comerciantes. En agosto de 1825,
Ibáñez entregó fianza a favor del comerciante inglés Santiago Ygualt
para “responder por el importe del cargamento del bergantín Tiber”.108
En noviembre de ese año vendían efectos a comerciantes de Majes, Ca-
maná y Lampa.109 Sus contribuciones pecuniarias también continuaron,
aunque esta vez los destinatarios fueron los nuevos “forjadores de la pa-
tria”. Así lo señala una relación de erogantes “que han entregado dinero
y especies”, publicada el 4 de octubre de 1825, en el periódico La Estrella
de Ayacucho.110
En definitiva, así como estos ejemplos, otros miembros del comer-
cio arequipeño supieron sacarle provecho a la coyuntura de la guerra que
se vivió en esos años, y con mayor o menor éxito lograron el tránsito a
la etapa republicana sin demasiados traumas, conservando su posición
económica y social, y manteniendo los cargos públicos más importantes
en la región.111 Muy diferente fue, por tanto, a la situación que le tocó

107. Wibel 1975: 276-277.


108. ARAR, Notarios, Manuel Primo de Luque 722, 19 de agosto de 1825, ff. 540.
109. ARAR, Notarios, Manuel Primo de Luque 722, 19 de agosto de 1825, ff. 762, 764 y 770.
110. Diario La Estrella de Ayacucho, n.° 31, 4 de octubre de 1825.
111. El comportamiento ambiguo de la sociedad arequipeña con respecto a la indepen-
dencia y sus actores, su gran capacidad de adaptación a las diferentes situaciones y
coyunturas, amén de otros factores, permitieron a la elite arequipeña ingresar con
pie firme al periodo republicano, manteniendo en la medida de lo posible su po-
sición económica, social y política. Por ello no es extraño encontrar a los mismos
personajes que durante la Colonia ocuparon ciertos cargos públicos hacerlo también
durante la nueva etapa. Así tenemos por ejemplo que en las elecciones municipa-
les de 1825 fueron elegidos Manuel Cuadros (alcalde), Mariano Llosa y Benavides,
Manuel Cayetano del Loyo (antiguo representante de los Cinco Mayores Gremios de
Madrid), Mariano Miguel Ugarte y Mariano Corzo (regidores). Los jueces de paz y

200 | VÍCTOR CONDORI


vivir a la elite comercial limeña, para quienes en su mayoría la inde-
pendencia significó una experiencia demasiado costosa, de la cual muy
pocos se recuperaron, y consecuentemente fueron desapareciendo pro-
gresivamente en los primeros años republicanos. Triste final que es co-
rroborado por Cristina Mazzeo, cuando afirma que “[…] ni el comercio
ni los años posteriores de guerra con Inglaterra perjudicaron tanto a los
comerciantes radicados en Lima como el cambio de sistema a partir del
proceso de Independencia”.112
Después de la independencia la elite comercial arequipeña tuvo que
compartir el espacio económico de la ciudad y la región con un gran nú-
mero de comerciantes extranjeros radicados en la Ciudad Blanca desde
los calamitosos años de la guerra.

El comercio extranjero

Para fines del siglo XVIII, el comercio extranjero gozaba de buena salud y
se hallaba bastante bien adaptado al virreinato peruano. Sus habitantes,
particularmente de la costa, estuvieron muy familiarizados con él, a tal
punto que no fue extraño observar por aquellos años en algún puerto
o caleta uno o más navíos extranjeros a la espera de una autorización
gubernamental a fin de iniciar sus lucrativas actividades.
Dicho comercio, a principios del siglo XIX, provenía principalmen-
te de Inglaterra, Francia y los Estados Unidos. Este último fue de reciente
data en el escenario comercial de las colonias hispanoamericanas, cuyos
beneficios, por tanto, se empezaron a disfrutar recién desde fines del siglo
anterior, cuando España abrió sus puertos coloniales a los denominados

diputados de ese año fueron: Pedro José Gamio, Mariano García de Rivero, Marce-
lino Pareja, Lucas Paredes, Gaspar Benavides y Eugenio Ganaderillas. Ver La Estrella
de Ayacucho, n.º 28, 1825 y La Primavera de Arequipa, n.º 2, 1825. En marzo de 1825,
Mariano Basilio de la Fuente, hacendado y minero de la región, fue nombrado por el
prefecto de Arequipa Francisco de Paula Otero intendente de Moquegua gracias a la
fianza de 26.000 pesos presentada por Manuel Martínez del Campo, Juan Luis Errea,
Carlos Sánchez Cossío, Marcelino Pareja, Juan de Dios Bueno, Buenaventura Beren-
guel, Eugenio Gandarillas, Manuel de Rivero y Ustariz, Lorenzo Murguía, Mariano
Herrera y Cornejo y otros “vecinos y del comercio de esta ciudad”. ARA, Notarios,
Manuel Primo de Luque 722, 1825 , f. 177.
112. Mazzeo 2000: 10.

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 201


países “neutrales”.113 En efecto, desde 1795 existía un tratado de amistad,
límites y navegación entre España y los Estados Unidos.114
Fue precisamente bajo esta condición de “neutrales” que Inglaterra
y Francia habían obtenido durante décadas grandes dividendos en sus
relaciones comerciales con el imperio español. Sin embargo, a partir de
la invasión napoleónica a la Península en 1808 y hasta el final de las gue-
rras de independencia americana, las mayores ventajas económicas las
obtendrán los comerciantes de la “entonces” monarquía británica.
En este sentido, el 22 de julio de 1818, la Corona española había
decidido establecer “el comercio libre con los ingleses por el término de
dos años pagando un 12% sobre los derechos comunes”,115 provocando,
como era de esperarse, las protestas del monopólico tribunal de comer-
cio limeño. Aun así, la crisis comercial generada por las guerras obligó a
las autoridades reales a prolongar tales concesiones, cuyas consecuencias
más directas se percibirán en un considerable aumento de las importa-
ciones inglesas al Perú. Al respecto, dos conocedores del tema comercial,
Heraclio Bonilla (1981) y Paul Gootenberg (1997), coinciden estadísti-
camente con este crecimiento del comercio británico en los años más
críticos de la independencia del Perú (1820-1825)116, y así lo mostramos
en el cuadro siguiente.

113. Whitaker 1964: 18.


114. Mazzeo 2003a: 199-223.
115. Ibíd., p. 216.
116. Si bien ambos historiadores concuerdan al señalar que hubo un fuerte incremen-
to en las importaciones británicas al Perú durante los años 1820-1825, discuerdan
completamente en relación con sus causas y consecuencias. Según Heraclio Bonilla
(1981: 110), este aumento fue causado por la profunda crisis comercial que vivía el
Perú en esos años; en tanto Gootenberg (1997: 26-27) señala que más bien se debió
a las políticas abiertamente librecambistas que enarbolaron tanto San Martín y Bo-
lívar, quienes “intentaron una especie de viraje económico lanzando a los vientos
proclamas en defensa del comercio libre […]”.
Mientras para Bonilla la facilidad y profundidad de la penetración británica en la
economía peruana trajo como consecuencia el “paso de la dominación española a la
dominación británica, sin transición alguna, casi automática e inmediatamente” en
los primeros años republicanos, para Gootenberg, este libre comercio a favor de las
potencias impuesto por decreto por San Martín y Bolívar no logró modificar las incli-
naciones realistas de las proteccionistas elites limeñas, y entre 1828-1852 “los naciona-
listas y políticos peruanos lograron consolidar un régimen proteccionista a ultranza”.

202 | VÍCTOR CONDORI


Cuadro 7
IMPORTACIONES DE GRAN BRETAÑA AL PERÚ
(en libras esterlinas)

Año Gootenberg Bonilla


1820 39.000 39.322
1821 86.000 86.329
1822 111.000 111.509
1823 226.000 258.292
1824 373.000 401.695
1825 559.000 602.709

Fuente: Gootenberg 1997: 319 y Bonilla y Spalding 1981: 110

Hasta la primera década del siglo XIX, el comercio extranjero en el


Perú estuvo limitado por las coyunturas de crisis de la monarquía espa-
ñola (guerras) y la oposición del Tribunal del Consulado de Lima (gran
financista de las campañas contrarrevolucionarias del virrey Abascal
entre 1806 y 1816). Sin embargo, las necesidades de ingresos cada vez
más urgentes del gobierno colonial llevaron al virrey Pezuela no solo a
entregar concesiones y beneficios a algunos extranjeros, sino también a
decretar el “comercio libre para los extranjeros en el Perú”, en 1820.117
Con la toma de Lima y el bloqueo del puerto del Callao en 1821, el
epicentro de este importantísimo comercio se trasladó a Arequipa, con-
virtiéndose el puerto de Quilca en la puerta de ingreso y la Ciudad Blan-
ca en el centro de abastecimiento de todo el sur andino, incluyendo al
ejército realista, hasta 1824. Fue precisamente esta nueva condición de la
ciudad el atractivo de un buen número de mercaderes y casas comerciales
extranjeras,118 sobre todo inglesas, cuyas inversiones, según Wibel, alcan-
zaron unos tres millones de pesos en créditos y propiedades en 1824.119
La medida de liberalizar el comercio con otras naciones se vio favo-
recida por la casi nula presencia de navíos mercantes españoles durante

117. Villa Esteves 1999: 133-173.


118. Witt 1992: 60 y Bonilla y Spalding 1981: 110.
119. Wibel 1975: 364.

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 203


estos años, y no pudo ser más acertada. En 1824, el virrey La Serna esta-
bleció un nuevo real derecho de alcabala sobre las mercancías importa-
das, que ascendía al 34% sobre el monto principal.120 De este modo, en
enero de 1824, Lucas de la Cotera recibió en consignación el cargamento
del bergantín inglés Swallon, valorizado en 38.282 pesos, teniendo que
abonar 13.015 pesos por ese real derecho.121 En noviembre de ese mis-
mo año, el tesorero general de aduanas remitió a la Caja Nacional de
Hacienda de Arequipa 47.621 pesos pertenecientes a los derechos “que
tiene colectados de los comerciantes extranjeros”.122 En relación con los
ingresos totales por derecho de alcabala, aquí también se percibieron los
efectos positivos de esta medida liberalizadora del comercio de importa-
ción, como se evidencia en el siguiente cuadro.

Cuadro 8
INGRESOS DE LA CAJA REAL DE AREQUIPA
(en pesos)

Año Total de importaciones


1821 9.105
1822 18.824
1823 -----
1824 389.641
1825 225.748

Fuente: Quiroz 1975

120. Las mercancías estuvieron sujetas a diferentes impuestos: 21% a la entrada en Espa-
ña. En las aduanas americanas, según lo establecido en el decreto de comercio libre
de 1778: almojarifazgo, 7%; alcabala, 3%; consulado, 1%. En abril de 1822, San Mar-
tín estableció el pago de un 20% sobre todos los géneros que ingresaran en buque
extranjero, 18% sobre los productos que ingresaran en buques de Chile, Río de la
Plata y Colombia y el 16% los buques peruanos. Véase Mazzeo 2003a: 221.
En julio de 1824, el virrey La Serna dio un Reglamento de Comercio Marítimo, es-
tableciendo el cobro de 34% por el real derecho de alcabala sobre las mercancías
extranjeras, además del 6% de derecho de consulado. ARAR, Intendencia, Adminis-
trativos 108, 26 de noviembre de 1824.
121. ARAR, Intendencia, Administrativos 108, 27 de enero de 1824. Cargamento del ber-
gantín Swallon, mandado a practicar por el Superior Gobierno...
122. ARAR, Caja Nacional de Hacienda, Libro mayor 1824, Otras tesorerías.

204 | VÍCTOR CONDORI


Una buena parte de los comerciantes extranjeros llegados a Arequi-
pa provenían de Inglaterra, y llegaron principalmente como sobrecar-
gos de algunos barcos o representantes de ciertas casas comerciales,123
y aunque hubo quienes ya radicaban en Arequipa desde antes del inicio
de las guerras de independencia, fue a partir de 1823124 cuando se inten-
sificaron sus actividades económicas, convirtiéndose en abastecedores
de importantes comerciantes locales. El viajero alemán Witt, al llegar a
Arequipa en 1824, encontró una veintena de ellos residiendo en la ciu-
dad. Pero, por el volumen de sus transacciones y sus relaciones con los
comerciantes y familias locales, destacaban: Tomas Crompton, Guiller-
mo Hodgson, Santiago Ygualt, Samuel B. Mardon y Luis Estevenson,
entre otros.
Durante estos años de guerra, los mencionados extranjeros concen-
traron sus esfuerzos en ciertas actividades de interés, además de continuar
como sobrecargos125 o recibir poderes.126 La más extendida y lucrativa de
ellas consistía en la venta de efectos importados en variados montos127 a

123. Entre los principales sobrecargos convertidos posteriormente en residentes de la ciu-


dad tenemos a: Daniel Schutte, Antón Van Lotten, Juan Robinson, Samuel B. Mar-
don, Tomas Crompton, Santiago Ygualt y Roberto Page. Una relación más extendida
sobre los comerciantes que arribaron a Arequipa durante esta época y posteriormen-
te se encuentran en Witt 1992: 60-69.
124. ARAR, Notarios, M. Primo de Luque 720, 20 de noviembre de 1823. Obligación de
1584 pesos, don Mariano Pastor a favor de don Luis Estevenson y don Guillermo
Turner de este comercio... f. 1047.
125. ARAR, Intendencia, Administrativos 108, 23 de diciembre de 1824. Santiago Ygualt,
capitán y sobrecargo del bergantín inglés Bruce... Caja Nacional de Hacienda, Libro
mayor, 1824, 29 de diciembre... a don Tomas Crompton, sobrecargo de la fragata
Wavertrec, abonados 8713 pesos...
126. ARAR, Notarios, M. Primo de Luque 721, diciembre de 1824. Poder general, don
Lucas de la Cotera a don Guillermo Cochran... f. 947; 28 de diciembre de 1824. Poder
general. Don Fernando Areveche a don Tomas Crompton de este comercio... f. 972.
Nazario de Rivera 822, 5 de agosto de 1824. Poder don Samuel Gibbson a don Luis
Estevenson, residente en esta ciudad... f. 213.
127. ARAR, Notarios, M. Primo de Luque 721, 10 de octubre de 1824. Obligación de 8950
pesos. Don Luis Gamez a favor de don Tomas Crompton... f. 846; 16 de octubre de
1824, obligación de don Buenaventura Zereceda a favor de don Tomas Crompton
por 5647 pesos “resto de mayor cantidad que debía...”, f. 847.

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 205


comerciantes no solo de esta ciudad, sino también de otras del Alto Perú,
como La Paz y Cochabamba.128
Aunque económicamente no existían aún demasiadas diferencias,
había una ventaja bastante notoria de los extranjeros con respecto a los
comerciantes locales: la de no contribuir forzosa ni obligatoriamente
con las frecuentes necesidades del gobierno virreinal. Sin embargo, oca-
sionalmente proporcionaban sumas importantes en calidad de présta-
mos o proveían de suministros al ejército realista, como el entregado en
noviembre de 1824 por Luis Estevenson, Guillermo Turner y Santiago
Ygualt, por valor de 1071 pesos en paños y caserillo para “el vestuario
del batallón de cazadores del rey”.129 Lógicamente, como podía esperar-
se, dichos servicios a la causa realista estuvieron exentos de cualquier
simpatía política y respondían al más puro y oportunísimo interés mer-
cantil, pues si la situación lo exigía no tenían reparos en apoyar la causa
patriótica,130 como fue el caso del comerciante inglés Tomas Crompton,
quien en 1811 “suplió en la ciudad de La Paz al ejército combinado de
Buenos Aires al mando del general Castelli” la cantidad de 15.000 pe-
sos.131 Asimismo, la embarcación norteamericana Macedonia, coman-
dada por el capitán Eliphaet Smith, nunca tuvo escrúpulos al momento
de comerciar con revolucionarios y realistas;132 ello motivó que en 1821
fuese apresada en Tacna por el almirante Cochrane.133 En 1823, Guiller-
mo Hodgson, Guillermo Cochran y otros comerciantes ingleses habían

128. ARAR, Notarios, N. de Rivera 822, 28 de diciembre de 1824. Obligación de 3000 pe-
sos. Don Manuel Gandarillas, vecino de Cochabamba a favor de don Roberto Page...
f. 316. M. Primo de Luque 721, diciembre de 1824. Obligación de 5873 pesos. Don
Salvador García, vecino de Cochabamba a favor de don Samuel B. Mardon... f. 953.
129. ARAR, Caja Nacional de Hacienda, Libro mayor 1824. Préstamo Patriótico Desinte-
resado. Cargo f. 51.
130. Humphreys 1969: 38.
131. ARAR, Notarios, M. Primo de Luque 722, 1825. Poder, don Tomas Crompton a don
José María Gutiérrez, residente de Chuquisaca... reclame al gobierno de Bolivia la
cantidad de 15.000 pesos... f. 773.
132. Whitaker 1964: 209.
133. ARAR, Notarios, N. de Rivera 819, 19 de mayo de 1821. Protesta que hace Dn Eliphaet
Smith V y C de Estados Unidos como capitán y maestre del bergantín americano
Macedonia contra el buque de guerra nombrado San Martín del gobierno de Chile...
ff. 189 y 216.

206 | VÍCTOR CONDORI


obtenido un contrato del gobierno republicano de Lima para introducir
800.000 pesos en mercancías;134 pese a ello, en 1824 se encontraban re-
sidiendo en Arequipa —a la sazón todavía ocupada por los realistas— y
dedicados a actividades comerciales.135 Tan evidente poco patriotismo
de aquellos comerciantes extranjeros no pasó desapercibido para el muy
observador general Miller, quien sin ocultar su desagrado afirmaba en
sus memorias:

Como comerciantes, hicieron muy bien a la verdad en aprovecharse cuan-


to pudieron del ventajoso mercado que le ofrecía las circunstancias [...] es
cierto que muchos desplegaron la liberalidad de sentimientos [...]. Cuan-
do estos por desgracia ponían en contradicción, la pobre simpatía se iba
frecuentemente de paseo y los realistas recibían el surtido de municiones
de guerra y pertrechos que necesitan, siempre que podían ofrecer precios
ventajosos [...].136

Una conducta tan especulativa y mercenaria como la mostrada por


tales sujetos quizá explique las duras palabras de San Martín al referir-
se a los comerciantes ingleses. En carta al general Domingo Tristán, en
marzo de 1822, le manifestaba: “Usted sabe muy bien que ya aquí no
circula un peso por la maldita codicia de los ingleses, los cuales no será
extraño que cuando no tengan nada que sacarnos se relacionen con los
enemigos [...].137
En honor a la justicia deberíamos afirmar que no solo los comer-
ciantes ingleses tuvieron una conducta tan voluble con relación a las
fuerzas comprometidas en la guerra de independencia. Según Arthur P.
Whitaker, el interés económico fue también un importante ingredien-
te de la simpatía norteamericana hacia la independencia de América

134. Mazzeo 2000: 5.


135. ARAR, Notarios, Francisco Xavier Linares 705, 29 de noviembre de 1824. Obligación
de 7470 pesos. Juan Mariano Carvajal del comercio de esta ciudad a favor de Guiller-
mo Hodgson. Por venta al fiado de añil, bayeta, pellón… f. 466. M. Primo de Luque
721, diciembre de 1824. Poder general. Lucas de la Cotera a Guillermo Cochran…
pida, demande, reciba y cobre en esta ciudad como fuera de ella... f. 947.
136. Miller 1975: 179.
137. Pruvonena 1858: 86.

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 207


Latina.138 En este sentido, el fin de la guerra no significó en dichos hom-
bres de negocios ningún obstáculo para la continuación de sus cada vez
más lucrativas actividades. Contrariamente, terminaron consolidándo-
se en la región, económica y socialmente, en la primera mitad del si-
guiente siglo XIX. Socialmente, por medio de ventajosos matrimonios
con damas de la elite arequipeña,139 y económicamente, incrementando
sus transacciones en número y valor, invirtiendo en otras actividades
lucrativas como la minería140 e incluso financiando las necesidades de
importantes líderes locales.141
Las relaciones de los extranjeros con la elite comercial local, lejos
de ser conflictivas, fueron por lo demás bastante cordiales. Una muestra
de ello, además de los matrimonios con damas locales,142 las tenemos
en las sólidas sociedades económicas que se constituyeron en el periodo

138. Whitaker 1964: 286.


139. Haigh 1967: 23.
140. ARAR, Notarios, Matias Morales 749, 10 de septiembre de 1825. Compañía para
el trabajo en minería… Santiago Ygualt, Roberto Page, Tomas Crompton, Samuel
Haigh… fondo 100.000 pesos, f. 343. Rafael Hurtado 675, 23 de julio de 1825. Com-
pañía minera en Huantajaya, entre la familia de la Fuente y Loayza y don Guillermo
Hodgson… f. 257.
141. ARAR, Notarios, M. Morales 749, 17 de junio de 1825. Obligación de 20.000 pesos.
Don Mariano Goyeneche a favor de don Guillermo Hodgson... f. 220.
142. La doctora Mazzeo llama la atención con respecto a los matrimonios de extranjeros
con damas locales, pues según ella estos muestran un deseo de insertarse en la socie-
dad que los ha acogido (comunicación personal). Estamos totalmente de acuerdo.
En el caso de la sociedad arequipeña, esta soportó en su historia colonial importantes
migraciones no solo en el período en mención, sino también, y al igual que en el res-
to de Latinoamérica, desde mediados del siglo XVIII (navarros y vascos). De la misma
forma que los extranjeros en el siglo XIX, los inmigrantes peninsulares un siglo antes
se inclinaron fundamentalmente por el comercio, relacionándose por este motivo
con la elite local de la época (dedicada a la producción de vinos y al comercio).
Estos vínculos económicos se consolidaron socialmente a través de sendos matri-
monios. Es el caso de Juan Crisóstomo Goyeneche, Mateo Cossío, José Díaz Barreda
y Antonio Alvizuri; y para la segunda década del siglo XIX, dentro de los muchos
extranjeros que llegaron a esta ciudad, William Mathews, Federico Marriot y John
F. Johnson se casaron con damas pertenecientes a familias locales (Cossío, Rivero y
Ureta), también dedicadas al comercio. En conclusión, no solo se insertaron en la
sociedad arequipeña, sino que, por la actividad que desarrollaban, terminaron vin-
culándose con la elite comercial. Para más información, ver Witt 1992, Wibel 1975 y
Mazzeo 2000.

208 | VÍCTOR CONDORI


postindependentista. Algunos ejemplos podrían graficar mejor estos
vínculos. En la anteriormente mencionada fianza a favor de don Ma-
riano Basilio de la Fuente para ocupar la Intendencia de Moquegua en
marzo de 1825, el comerciante inglés Tomas Crompton participó como
uno de sus importantes fiadores. Para mediados de ese año, la principal
familia minera de Tarapacá, de la Fuente Loayza, formó varias compa-
ñías mineras con el comerciante Guillermo Hodgson.143 Finalmente, en
las relaciones de erogantes que contribuyeron con dinero y especies al
erario de la patria en setiembre de 1825 aparecieron junto a varios co-
merciantes locales Guillermo Hodgson, Santiago Ygualt, Antonio Van
Lotten, Armando Dolly y Daniel Schutte.144

Reflexiones finales

El 30 de diciembre de 1824, las autoridades coloniales arequipeñas (in-


tendente, alcaldes y regidores) se reunieron en una sesión del Cabildo
a fin de reconocer las capitulaciones de Ayacucho, documento con el
cual quedaba completamente consumada la independencia del Perú y
concluían casi tres siglos de dominio español. En esta histórica sesión,
presidida por el todavía intendente de Arequipa coronel Juan Bautista
de Lavalle, se acordó organizar el recibimiento de la primera autoridad
republicana, nombrada por el libertador Simón Bolívar para el ahora
departamento, general Francisco de Paula Otero. Con ello terminaba
una era y empezaba otra.
Habían transcurrido casi cuatro años desde aquel lejano mayo de
1821, cuando hicieron su aparición en las provincias de la Intendencia
las reducidas fuerzas patriotas del general inglés Guillermo Miller, pro-
vocando temor e incertidumbre en toda la región y difundiendo procla-
mas revolucionarias en nombre de la patria. Desde aquel momento, la
Ciudad Blanca tuvo que hacer frente, por fuerza o necesidad, a una serie

143. ARAR, Notarios, Manuel Primo de Luque 722, 19 de septiembre de 1825. Escritura
de compañía temporal sobre la mina de Chupica don Mariano Bacilio de la Fuente y
don Guillermo Hodgson... f. 587. Rafael Hurtado 675, 12 de octubre de 1825. Com-
pañía con tiempo. Don Francisco de la Fuente Loayza con don Guillermo Hodgson
para laboreo de una minas de Tarapacá... f. 335.
144. Diario La Estrella de Ayacucho n.º 31 y 32. En Peraltillo Díaz 1971: 135-212.

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 209


de cambios y transformaciones que alteraron en cierta medida la vida
cotidiana de la relativamente apacible población arequipeña.
Diversos factores concurrentes en este breve período convirtieron
a esta ciudad en el más sólido bastión realista de la costa sur, centro del
abastecimiento de todo el sur andino y único punto de enlace entre Es-
paña y el último ejército realista de América del Sur. No obstante haberse
convertido en la nueva capital del virreinato peruano, la ciudad del Cuz-
co se hallaba bastante lejos del principal centro de movimiento económi-
co debido a su ubicación geográfica en el interior en el territorio andino.
En medio de una situación tan privilegiada, la ciudad devino en
un foco de atracción para todos aquellos que buscaban hacer buenos
negocios y obtener pingües ganancias, es decir, los comerciantes (ex-
tranjeros, peninsulares y limeños), quienes a partir de 1821 empezaron
a establecerse en esta ciudad, y junto con ellos aparecieron numerosas
casas comerciales extranjeras, cuyo número, según el historiador Herá-
clio Bonilla, en 1821 llegaba a 16. Quilca, de ser un puerto de segundo
orden comparado con Arica o el Callao, se transformó durante estos
años en la principal puerta de entrada a la ciudad y todo el Alto Perú.
Hacia él arribaron numerosas embarcaciones extranjeras cargadas de
todo tipo de mercancías o “efectos de Europa”, compuestos mayormente
de tejidos, licores, papel, pólvora, medicinas y armas. En tales embarca-
ciones llegaban también representantes de importantes casas europeas
o sobrecargos dispuestos a realizar lucrativos negocios con poderosos
comerciantes locales, quienes recibían dichas mercancías en consigna-
ción, y también ávidos de obtener permisos de residencia aprovechando
la laxitud de las prohibiciones reales.
El más importante comerciante de Arequipa en estos años, y por
ende el principal consignatario, fue el español Lucas de la Cotera, quien
prácticamente monopolizó todo el comercio de importación y exporta-
ción gracias a los enormes privilegios aduaneros que recibió del gobier-
no virreinal, en compensación a sus generosas contribuciones con dicho
régimen y su amistad con el virrey La Serna. Al igual que él, aunque
en menor medida, otros comerciantes residentes en la ciudad supieron
sacarle provecho a esta ventajosa situación, como los Ibáñez, Marcó del
Pont, Pareja, Ugarte, Gamio, Cossío y otros.
Mientras la minería regional y en menor proporción la agricultura
sufrían grandes estragos a consecuencia de la guerra, el comercio tuvo

210 | VÍCTOR CONDORI


un notable crecimiento que, aunque fugaz, dinamizó la economía regio-
nal, vinculándola con las grandes potencias del momento (Inglaterra,
Francia y EE. UU.), y consolidó una importante base económica, que
permitió a su elite local ingresar sin grandes traumas dentro del compli-
cado período republicano.
Este relativo bienestar económico de la región podría también ex-
plicar el comportamiento político de la comunidad arequipeña en favor
del régimen colonial en momentos en que se decidía el futuro políti-
co del Perú, y además el porqué la independencia fue aceptada como
un hecho consumado después de la victoria patriota en los campos de
Ayacucho. Aunque resulte extraño, la independencia en Arequipa fue
jurada recién el 6 de febrero de 1825, casi tres años y medio después del
ingreso de San Martín a la ciudad de Lima. Aunque para esta fecha algu-
nos grandes comerciantes como Lucas de la Cotera o Francisco Luciano
Murrieta habían marchado a la Península, la mayor parte de la elite local
mantuvo su poder y la tranquilidad para afrontar los nuevos tiempos,
confiada en una importante base económica, sólidos vínculos familiares
y una interesada y oportunista capacidad de adaptación política.

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 211


Bibliografía general

Fuentes de archivo

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c. Causas administrativas 1809-1824

2. Cabildo: justicia ordinaria

a. Causas civiles 1817-1824


b. Administrativos 1809-1824
c. Pedimentos 1814-1825

3. Protocolos notariales:

a. Nazario de Rivera 1818-1825


b. Francisco Xavier Linares 1820-1825
c. Rafael Hurtado 1820-1825
d. Manuel Primo de Luque 1820-1825
e. Matías Morales 1818-1825
f. Hermenegildo Zegarra 1818-1825
g. Mariano Polar 1840

4. Caja Nacional de Hacienda

a. Libro mayor 1820


b. Libro manual 1821
c. Libro manual 1822
d. Libro mayor 1824

212 | VÍCTOR CONDORI


Archivo Municipal de Arequipa (AMA)

1. Libro de actas de Cabildo:

a. Libro 26: 1804-1812


b. Libro 27: 1813-1815
c. Libro 28: 1816-1820
d. Libro 29: 1822-1823
e. Libro 30: 1824-1825

2. Libro de tomas de razón:

a. Libro 3: 1811-1825

Archivo Arzobispal de Arequipa (AAA)

l. Causas civiles 1820-1826

2. Causas penales 1819-1830

3. Libro de actas capitulares:

a. Libro 5: 1800-1834

4. Diezmos:

a. Arequipa 1816-1826
b. Vitor 1800-1825
c. Majes 1800-1825
d. Moquegua 1810-1825

LOS EFECTOS ECONÓMICOS DE LA INDEPENDENCIA EN AREQUIPA: 1820-1824 | 213


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218 | VÍCTOR CONDORI


Capítulo 6
Gresham a caballo: las raíces monetarias de la
fragmentación política de la América española
en el siglo XIX
María Alejandra Irigoin1
College of New Jersey

La importancia del peso de plata hispanoamericano en el desarrollo de la


economía mundial entre el siglo XVI y el XIX es evidente en los estudios
de historiadores globales e historiadores monetarios. Su papel crucial en
la divergencia entre la trayectoria del desarrollo europeo y asiático en
el mundo moderno, o en el respaldo del dólar federal norteamericano
creado por Alexander Hamilton es conocido, y la literatura es tan diver-
sa como es extensa en explicar su éxito. El dólar hispanoamericano fue
seguramente la moneda más exitosa y el medio de pago más utilizado en
la economía internacional antes del patrón oro. Esas explicaciones por
el “lado de la demanda” se justifican en la fuerza de la demanda China
por plata (manifestada en los espectaculares premios del precio de la

1. Una versión previa de este artículo se publicó en The Economic Historic Review, vol.
62, n.º 3, agosto de 2009, pp. 551-575.
plata respecto del oro) como la fuerza que condujo el nacimiento y la
extensión de la globalización desde de 1571.2
Así entonces, la posesión de minas de plata en América y las ren-
tas que de allí extraería el Imperio español fueron la causa principal
del esplendor español —y su declinación— entre los siglos XVI y XIX.
Centrándose en los efectos de la demanda China de plata, estos autores
explican muy sugerentemente el surgimiento y el rol del peso de plata
hispanoamericano. También ofrecen una explicación para la desapari-
ción del Imperio español, subrayando la importancia del poder adqui-
sitivo de la plata más que las cantidades reales de plata producidas, y
cuestionan la “viabilidad fiscal del Hacienda Real [española]” ya a me-
diados del siglo XVII, cuando el premio en la exportación de la plata
como mercancía habría terminado.3 Sin embargo, hubo otros episodios
de renovada demanda de plata desde China en la primera mitad del siglo
XVIII. El crecimiento de la población y del mercado de China —y proba-
blemente la expansión al norte—, según estos historiadores monetarios,
explica esa segunda oportunidad para el arbitraje europeo.4
A pesar de su consideración tan concluyente, Flynn y Giraldez no
tienen una explicación para la caída y pérdida de importancia del peso
de plata en el siglo XIX.5 Lo habitual es tomar la caída de la producción
de plata americana como secuela de las guerras de independencia. Sin
embargo, estudios recientes sobre la oferta, demanda e intermediación
de moneda de plata entre finales del siglo XVII y principios del siglo XIX
contradicen esta causalidad.6
En realidad, el Imperio español fue la unión monetaria y fiscal más
grande jamás conocida. La presión financiera y política que la guerra en

2. Flynn 1982.
3. Ibíd., pp. 391-427.
4. Ibíd., p. 403.
5. Estos autores alegan que la crisis fiscal de España imperial estaba conectada con la
caída prolongada del valor de la plata, que segun indican ocurrió en algun momento
alrededor de 1640. Entonces, los beneficios extraordinarios de la plata (en función
del oro) deberían haber cesado cuando el cambio en China alcanzó la paridad con el
cambio en Europa en ese momento. Esta proposicion intenta emparentarse con las
explicaciones de la crisis del siglo XVII, pero en realidad no ofrece ninguna evidencia.
6. Irigoin, en prensa.

220 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


Europa había impuesto sobre una Corona arruinada desde 1780 hizo
más dramáticas las consecuencias de la implosión del Estado imperial
cuando los ejércitos napoleónicos invadieron la Península. Estos eventos
que empezaron en 1808 abrieron el camino para una serie de rebeliones
y de revoluciones, tanto en la metrópoli como en las colonias, que con-
cluyeron alrededor de 1825, finalmente con el surgimiento de repúblicas
latinoamericanas.7 La implosión del imperio dio lugar a la fragmenta-
ción de esa unión monetaria y fiscal, a la vez que precipitó la fragmenta-
ción territorial y de la estructura política existente. Esto tuvo dramáticas
consecuencias para el comercio y la producción en una amplia región
económica que hasta entonces había estado altamente integrada.
Algunas implicaciones de estos incidentes monetarios afectaron
significativamente el posterior desarrollo político que siguió a la inde-
pendencia en América Latina. En contra de la suposición tradicional del
dominio imperial simplemente como un sistema para extraer réditos fis-
cales y recursos para Europa, el “sistema económico” colonial —estruc-
turado alrededor de la extracción y comercialización de la plata a escala
mundial— involucraba vastas regiones y producciones que estaban muy
integradas y gozaban de una gran autonomía, como describió Assado-
urian, para un período tan temprano como el siglo XVI.8 Por otro lado, el
sistema fiscal del Imperio español, basado en un sistema intracolonial de
redistribución de recursos fiscales por medios privados, había vinculado
muy estrechamente regiones y elites mercantiles coloniales que fueron
prosperando a los largo del siglo XVIII.9 Ese “sistema de la economía”
y del estado colonial ligó estrechamente la producción y los mercados,
los circuitos mercantiles y las elites regionales, la distribución de plata e
importaciones a través de regiones muy distantes en el Nuevo Mundo.
Estudios sobre la producción y la comercialización de la plata en la
América española colonial han estimado que el 40% de la producción
total de plata en Potosí a fines del siglo XVI y en el siglo XVII permaneció
en la economía doméstica. Es probable que esta proporción fuese mucho

7. Para una explicacion económica de la raíces de la independencia ver Irigoin y Grafe


2008.
8. Assadourian 1983.
9. Grafe e Irigoin 2006.

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 221


mayor en el siglo XVIII. Debido al papel de la plata como activadora de la
expansión de la economía mundial, los historiadores han prestado aten-
ción solo y principalmente al comercio extranjero hispanoamericano
colonial y moderno. De esta manera, las conexiones comerciales regio-
nales y domésticas son mucho menos recurrentes en los estudios de la
historia económica de los países latinoamericanos.10
Este artículo trata ambos temas: las vicisitudes de la acuñación de
moneda y las consecuencias económicas y políticas resultantes de la frag-
mentación de la unidad monetaria que era el Imperio español. La prime-
ra sección considera la fragmentación de la acuñación de moneda y del
seignorage en el México revolucionario y postindependiente. La segunda
sección revisa acontecimientos similares en el resto del Imperio espa-
ñol, sobre todo en las regiones que usaban moneda metálica. La tercera
analiza los experimentos fiduciarios que siguieron a la fragmentación
del imperio en el Río de La Plata, donde el papel moneda fue dominante
desde bien temprano. La cuarta sección evalúa algunos de los efectos de
la fragmentación de la acuñación de moneda y del seignorage en situacio-
nes de recurrentes déficits fiscales, característicos del período.
Careciendo del monopolio del seigniorage, préstamos enormes con
tipos de interés cada vez más altos y con plazos de vencimiento cada vez
más cortos dieron lugar a deudas astronómicas, que pronto superaron la
capacidad de los tesoros republicanos de afrontarlas. Las crisis de deu-
da fueron inevitables y la insolvencia se convirtió en una característica
de los gobiernos postindependientes en la región. No es sorprendente
entonces que se debilitara el desarrollo institucional y la economía se
estancara durante el período republicano. Teniendo el monopolio de la
emisión de moneda o la acuñación, el impuesto inflacionario —o la li-
cuación de pasivos financieros por la pérdida de valor de la moneda— se
convirtió en el último recurso para financiar el Estado. La insolvencia y
la inflación condicionaron el limitado desarrollo financiero de las repú-
blicas latinoamericanas desde muy temprano, dificultando la inversión
y afectando negativamente la productividad de la economía. La quinta
sección concluye.

10. Ibarra 2000. Es una de las pocas excepciones.

222 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


Fragmentación monetaria en Nueva España-México

Nueva España era el principal centro productor de plata y de la acu-


ñación de las monedas de plata en el imperio durante el siglo XVIII.11
Desde la década de 1780, los funcionarios coloniales y los comerciantes
establecidos en Ciudad de México se habían opuesto a cada presión de
las autoridades, de los mineros y de los comerciantes de las regiones in-
teriores para romper el monopolio de la acuñación y contrarrestar la
atracción que la capital y la Casa de Moneda ejercían sobre la plata. Pero
como la plata fluía dentro del virreinato —y hacia la economía mun-
dial—, el reflujo no se podría detener por cédulas y órdenes reales. Ya
en la década de 1790, la Corona intentó ganar un cierto control sobre el
derramamiento de la plata fuera del sistema de comercio y de la Hacien-
da imperial. Como parte de las reformas para reorganizar y fortificar los
ingresos fiscales en la década de 1780, la Corona diseñó el establecimien-
to de los llamados fondos de rescates, asignando un fondo de reserva en
dinero a las tesorerías regionales con el cual podrían comprar la plata
para refinarla y acuñarla en la Casa de Moneda en México.12
Esta provisión de capital líquido a los mineros, como anticipo de
sus metales, junto con otras medidas como la entrega de azogue, contri-
buyó a una mayor producción de las minas en el interior, y aumentó la
acuñación de plata en la capital, dato que se refleja en los rendimientos
del tesoro y los volúmenes de acuñación para el período.13 Esta interven-
ción de la Corona intentó por una parte propiciar mayores rendimientos
a la minería, al bajarle costos de transacción en el cambio de la plata por
moneda y, por otra parte, reducir el contrabando y la evasión de impues-
tos.14 Por lo visto, mayores beneficios locales para las regiones mineras

11. Garner 1988.


12. El alcance de estos fondos para rescatar y amonedar la plata fue limitado. La exten-
sión de la actividad y la diversidad del tamaño de los sectores económicos involucra-
dos en la minería, refinado y acuñación de la plata en México fue variada. Diversas
formas de participación mercantil fueron dominantes. Por ejemplo, ver Flores Clair
2006.
13. Dobado González 2002.
14. Segun Eduardo Flores Clair, “en última instancia fue la respuesta al fracaso del Banco
de Avio Minero, el que pretendía bajar el precio del dinero e imponer tasas de interés
menores para financiar a la minería”. Comunicación personal del autor.

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 223


y más ganancias para los mineros aceleraron las demandas para abrir
otras casas de moneda en el interior todavía bajo control español. La
plata originada en el interior aumentaría su poder adquisitivo por el res-
cate local y la acuñación en el sitio reduciría los costos del transporte y el
tiempo que demandaban los traslados desde y hacia la Casa de Moneda
de Ciudad de México. La debilidad de los medios fiscales para obtener el
metal (el rendimiento de los diezmos) y los intereses establecidos en la
capital de la colonia y en Cádiz impidieron, sin embargo, un funciona-
miento más eficiente de los fondos de rescate.15
La interrupción del sistema fiscal en Nueva España durante la In-
surgencia (1811-1821) obligó a los funcionarios españoles a finalmente
autorizar la acuñación de las monedas de plata en otras partes distintas
de la capital virreinal.16 Aparentemente, un proceso similar había suce-
dido en la metrópoli después de la invasión francesa en 1808, cuando la
Corona restableció acuñaciones en Barcelona y abrió otras en Mallorca,
Cádiz y Valencia.17 Alegando “dificultades para enviar las remesas de
plata a Ciudad de México”, seis nuevas casas de moneda oficiales apa-
recieron en la década de 1810: Chihuahua (1811-1814), Durango (1811-
1821), Guadalajara (1812-1821), Guanajuato (1812-1821), Zacatecas
(1810-1821) y Sombrerete (1812-1812). La mayoría funcionaba con base
en los fondos de rescate, aunque los fondos eran proporcionados cada
vez más por fuentes locales en vez que por el Tesoro. En vano los fun-
cionarios en la capital anunciaron los peligros de aumentar el número
de casas de monedas, lo que “promueve indirectamente la insurgencia
y, admitamos, el único vínculo que mantiene juntas las provincias y la

15. Matamala cita la apropiacion de los fondos de rescates por los oficiales del tesoro
para cubrir necesidades fiscales. Las regiones mineras distantes como Zacatecas, Chi-
huahua o Durango recurrieron a fuentes locales de crédito para rescatar el metal. Los
mineros relativamente más cercanos a México, como de Pachuca o el Real del Monte,
continuaron cambiando metal por moneda en México. Matamala 2004.
16. Memoria presentada a la Cámara de Diputados sobre la creación y estado actual de
las casas de moneda de la república (Memoria 1849 en adelante). Oaxaca y Morelia
también acuñaron monedas, si bien brevemente, por su propia iniciativa mientras
estaban cortadas las comunicaciones con la ciudad de México. Meek 1948: 50. Las
autoridades locales declararon que la plata en circulación era escasa, y que los déficits
de la caja resultaban de los (excesivos) gastos militares. Matamala 2001: 20.
17. Matamala 2001: 13-14, Torres Sánchez, Gómez Biscarri y Perez de García 2004.

224 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


capital, ha sido roto”.18 Durante esa década turbulenta, tanto los realistas
como los patriotas acuñaron monedas de plata de calidad muy diver-
sa.19 Estas monedas eran conocidas por la US Mint (Casa de Moneda de
los EE. UU.) como los “dólares martillados”, y se distinguían del “dólar
de los pilares” (o moneda columnaria) español porque “era[n] decidi-
damente inferior[es], valiendo 101 centavos en el promedio —incluso
comparado a los 106,3 centavos de las últimas monedas de México— y
además muy irregular[es]”.20
El número de casas de moneda provinciales aumentó con la caída
definitiva de las autoridades españoles en 1821. La primera constitución
mexicana de 1824, conocida como la Constitución Federal, mantuvo la
prerrogativa de acuñar la plata de cada estado que ya tenía una casa de
moneda, con la condición —inefectiva— de que el gobierno federal fuera

18. Marqués de San Román, Superintendente de la Casa de Moneda de México, reporte


del 7 de marzo de 1813 citado Matamala 2004: 21.
19. Despues de 1772 el estándar del peso español de 8 reales era de .902 milésimas de
fino, 40 mm de diámetro y pesaba 26,98 gramos. El peso realista provisional acuñado
en Durango tenía .895 de fino, 40 mm de diámetro y 26,84 gramos de peso. El peso
cortado en el “Real del Catorce” pesaba 32,01 gramos. El de Sombrerete pesaba 26,66
gramos y tenía 42 mm de diámetro. Las monedas acuñadas ocasionalmente en Oaxaca
pesaban 27,33 gramos y tenían 39,5 mm. Las de Chihuahua pesaban 26,04 gramos.
Entre las monedas patriotas, aquellas cortadas en Michoacán pesaban 27,91 gramos y
tenían 39,6 mm. En Veracruz, la moneda de 2 reales pesaba solamente 5,69 gramos y
tenía 26,6 mm. Los pesos de Guerrero, conocidos como piezas “de Morelos”, pesaban
19,04 gramos y tenían 38,8 mm de diámetro. Las monedas “Morelos SUD” constituían
una promesa de pago a ser cambiada por el valor nominal tan pronto como fuera po-
sible. Pesaban 24,53 gramos y tenían 38,5 mm. Los insurgentes tambien acuñaron co-
bre en Acapulco y Guerrero. Los realistas resellaban monedas de baja denominacion
de 4 reales. En Veracruz, los pesos de Zacatecas (28,66 gramos y 40,6 mm) eran rese-
llados por los españoles. La ceca de Chihuahua cortó una enorme variedad de mo-
nedas. Así las autoridades, el ejército y los comerciantes se vieron obligados a resellar
monedas para asegurar su circulacion. En 1821-1823, el entonces emperador Iturbide
acuñó pesos de .902 milésimo de fino, 26,95 gramos de peso y 40 mm de diámetro,
junto con monedas de baja denominacion de cobre. Ver <www.cmonedam.com.
mx/cmm/numismatica/hist.htm>, <http://www.cmm.gob.mx/flash/evolucion1.html>.
Tambien ver tabla 2 en el anexo para datos en Filipinas.
20. Esas monedas “may be known by their defaced appearance, which is not due to wear
but to blow of the hammer, by which they were coined”. United States 39th Congress,
3rd Session, Ex Doc. 71. House of Rep. Letter from the Secretary of the Treasury. 11th
February 1857.

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 225


responsable de supervisar los estándares en cada establecimiento.21 Sin
embargo, la Constitución no determinó los medios de adquirir el metal
de los mineros. De este modo terminó el monopolio sobre la acuñación
de la antigua Casa de Moneda imperial en Ciudad de México, y con ello
también acabó el sistema monetario que había existido por siglos en la
parte más rica del imperio. A partir de entonces, los estados en México
tuvieron una fuente adicional de recursos y de gran alcance para finan-
ciar su participación en el conflicto que caracterizó el desarrollo político
mexicano en el siglo XIX: la disputa entre centralismo y federalismo en
la constitución de la república.
La existencia de varias casas de moneda impedía al gobierno repu-
blicano utilizar el seigniorage como fuente de ingresos fiscales y tornó
imposible a los gobiernos nacionales tomar decisiones como una úni-
ca autoridad monetaria. De 1811 a 1821, las seis nuevas casas acuñaron
aproximadamente un cuarto del total de las monedas producidas en el
país.22 Entre 1822 y 1824, la proporción aumentó a más de la mitad del
total de las monedas de plata mexicanas, ya que la acuñación en la capi-
tal cayó en picado. En la década de 1840 había diez casas fabricando más
de cien millones de monedas de plata (así como el oro valorado en unos
27 millones de pesos), y todas ellas contribuyeron a ampliar la cantidad
de dinero en circulación.23 Entre 1824 y 1856, la Casa de Moneda en la
capital acuñó solamente 65 millones de pesos de plata, menos que un
sexto del dinero mexicano del período, mientras que las otras combina-
das produjeron 365 millones más.24 Esta reducción en la acuñación de la

21. En 1828, otra ceca abrió en San Luis Potosí. Chihuahua reabrió la acuñación en 1832.
La ceca en Guadalupe y Calvo operó después de 1843 y otra en Culiacán desde 1846,
y una pequeña cantidad de pesos fueron cortados en Tlapan, en lo que hoy es Ciudad
de México, como una ceca separada entre 1828 y 1830.
22. Memoria 1849. Ortiz Peralta 1998: 134.
23. Entre 1824 y 1839, Ciudad de México acuñó 24,2 millones de pesos, Guanajuato,
unos 29,5 millones, y Zacatecas, 70,5 millones de pesos. Memoria 1849. En 1847, la
ceca de Ciudad de México fue arrendada en las décadas siguientes. Todas las otras ca-
sas de moneda provinciales fueron gestionadas por intereses privados, la mayoría de
ellos de comerciantes estadounidenses. En 1861, Benito Juárez introdujo el sistema
decimal para la moneda fraccionaria.
24. La ceca de Zacatecas acuñó 144 millones de pesos en el mismo período, Guanajua-
to cortó unos 121 millones y Durango, Guadalajara y San Luis Potosí combinados
acuñaron más pesos que la Casa de Moneda de Ciudad de México.

226 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


antigua casa principal se debió en parte al déficit de la plata que entraba
en la capital, ahora desviada a otras casas provinciales. Mientras tanto la
producción total de la plata disminuía. La diversa capacidad de producir
monedas de plata en las diferentes casas deben haber afectado el stock y
la circulación del dinero en México.

Figura 1
ACUÑACIÓN DE MONEDAS DE PLATA SEGÚN CASAS DE MONEDA
EN MÉXICO 1824-1856

Fuente: Irigoin, en prensa

La fragmentación de la acuñación tuvo que perjudicar los intereses


económicos de los comerciantes en Ciudad de México y en el puerto sub-
sidiario de Veracruz, establecidos desde antiguo. Debido a la localización
de estas nuevas casas, la plata amonedada de Chihuahua o Hermosillo
tenía ahora acceso más fácil a los mercados en el extranjero a través del
puerto de Guaymas en el Pacífico. Los pesos mexicanos acuñados en
Durango, Culiacán, Guadalajara o Zacatecas tenían mejor poder adqui-
sitivo frente a las importaciones traídas vía Mazatlán o San Blas en el
Pacífico que por tierra desde Veracruz. De la misma manera, los puertos
de Tampico o Matamoros en el golfo favorecieron la plata acuñada en
los cercanos San Luis Potosí, Guanajuato o Zacatecas. Esta proximidad

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 227


relativa a los puertos alternativos a través de los cuales la plata podría
ser intercambiada en el comercio todavía prospero con China o en la
economía atlántica permitió evitar la intermediación oligopólica de los
comerciantes en Ciudad de México o Veracruz.25 Esta nueva situación,
junto con las diversas capacidades de producción (en cuanto dotación
de metal), debe haber afectado diferentemente el poder adquisitivo de
los pesos de plata en relación con las importaciones en cada región indi-
vidual. Estas variaciones de los precios relativos debieron haber influido
en la capacidad para financiar la minería y debieron afectar la produc-
tividad de la economía de cada región. Las elites y las redes mercantiles
regionales tuvieron que adecuarse a esta nueva situación, por eso la dis-
puta política contemporánea entre centralistas y federalistas en Ciudad
de México y en los estados no es del todo sorprendente.26 
Todo ello abrió grandes posibilidades para que las elites mercantiles
compitieran para atraer plata en barras a sus respectivas casas de mo-
nedas para la acuñación. En los años 1823-1827, la Casa de la Moneda
de Zacatecas acunó metal proveniente de otras regiones para cortar un
promedio de 45% de los más de 20 millones de pesos estampados en su
ceca. La plata vino de San Luis Potosí (el 25%), de Durango (el 13%), de
Sombrerete (el 8%) y aun de tan lejos como de Chihuahua (el 2%).27 Sin
embargo, estas regiones mineras vecinas tenían su propia casa de mo-
neda. Por una parte, diferentes costes de transporte, diferentes tiempos
de espera para obtener los rendimientos en moneda y el precio dado a
las barras de plata tomadas para la fundición y acuñación (rescate) eran
muy importantes en la decisión de los mineros (o intermediarios) de
llevar su metal a un lugar o a otro para acuñar. De este modo, en general,

25. Irigoin 2008.


26. Junto con la las monedas de plata, la Casa de Moneda de la ciudad de México tam-
bién acuñó monedas de baja denominacion de cobre por un monto de 5-8 millones
de pesos. A finales de la década de 1830, la manipulación de la acuñación de cobre
provocó descontento social con consecuencias dramáticas en el corto plazo como las
revueltas en la ciudad de México. Torres Medina (1998). En 1880, todavía había 11
casas de moneda en México. Entre 1893 y 1903, todas ellas habían cerrado, menos la
de la ciudad de México, siguiendo órdenes del ministro Limantour. Solo entonces el
gobierno federal recuperó el monopolio sobre el seigniorage. López Rosado 1975: 56.
27. Matamala 2004: apéndice.

228 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


la disponibilidad relativa de plata en la región también afectaba los flu-
jos y la intensidad del comercio regional y en última instancia con el
extranjero.
Por otra parte, las casas de moneda en manos de los estados podían
rendir una fuente de ingresos adicionales por el seigniorage. La combi-
nación de déficits repetidos con inelásticos gastos públicos, mayormente
militares, en un medio donde las fuentes domesticas de capital se volvie-
ron muy reacias a prestarle al Estado, hizo atractivo recurrir a las casas
de monedas como fuentes de ingreso. Después de todo, devaluación y
manipulaciones monetarias no era nada nuevo: tenían viejos anteceden-
tes coloniales.28
Todo esto debe haberse reflejado en los precios relativos y en los
beneficios para los mineros y los comerciantes, y en última instancia, en
la calidad de los pesos acuñados en estas casas de monedas regionales.
Es decir que los pesos mexicanos deben haber tenido diferente poder de
compra de acuerdo a la aceptación, o lo que es lo mismo, diferencias en
el tipo de cambio de los pesos mexicanos dentro del país.29 Por ejem-
plo, en 1816, aparentemente pesos acuñados en Zacatecas, con contenido
más alto de plata fina pero deficiente manufactura, tenían una diferencia
en el cambio de 50%, según se los cambiara en las ciudades grandes,
donde eran apreciados por su valor intrínseco, o fueran recibidos por
las tropas en campaña.30 Seguramente este es un caso extremo, pero de

28. Entre 1728 y1730, el peso había sido reducido en peso y cantidad de plata pura a
417,6 grains o .9166 milésimos de plata fina (11 dineros): la moneda columnaria.
En 1772, Carlos III rebajó el contenido de plata fina otra vez a .90278 (10 dineros 20
grains), pero el peso se mantuvo constante en las monedas conocidas como “busto”,
porque tenían la cara de los reyes estampadas en el anverso.
29. Una comunicación personal del Dr. Antonio Ibarra (UNAM) describe cómo los mi-
neros en Guadalupe y Calvo evitaban la acuñacion de las barras de plata, a pesar de
haber pagado todas las tasas y los cargos. Esto es muy indicativo. De acuerdo con
sus fuentes, los mineros tenían un gran incentivo para contrabandear sus platas. Las
ganancias de mantener plata en piña o barras tenían que ser mayores que los costos
por seignorage. En la función de utilidad de los mineros, el riesgo de adulteracion de
su plata —o el retorno en moneda de baja calidad— puede explicar esta conducta,
que de otra manera sería irracional.
30. “En una hacienda del Jaral al norte de Guanajuato, las tropas del general Mina se
habian hecho de dinero acuñado en Zacatecas (unos 183,000 pesos) ‘con el cuño par-
ticular’ de la provincia. El metal era muy puro, como el cuño era malo esta moneda

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 229


ninguna manera debe haber sido extraordinario. Estas diferencias en el
poder de compra de los pesos de plata, según donde fueran acuñados o
cambiados, o según quién los pusiera en circulación, deberían conside-
rarse además de los costes de transporte y de daños de la guerra cuando
se estudia el éxito de la explotación minera de la plata y el funcionamien-
to general de la economía mexicana en el siglo XIX.
Con esto, una de las características más valiosas y tradicionales del
peso hispanoamericano terminó para siempre: el estándar de la calidad.
Los historiadores han prestado poca o nada de atención a las diferencias
en aspecto, fineza o el peso de las monedas de plata mexicanas en el pe-
ríodo de la postindependencia. Sin embargo, la evidencia presentada en
el apéndice sugiere que estas diferencias eran notables y duraderas. Los
funcionarios de la Corona ya habían sido renuentes a abrir nuevas ca-
sas de moneda, y lamentaban la creación de las casas provinciales como
“peligrosas al gobierno del reino”.31 Según historiadores de la postinde-
pendencia, el peso mexicano inicialmente perdió su aceptación “porque
el mundo no estaba acostumbrado al nuevo diseño introducido después
de 1824”, que substituyó el busto de los soberanos españoles por el águila
mexicana. En las Filipinas, donde la

[clase dominante] era toda monárquica, ellos no podrían tolerar la circula-


ción de las monedas que procedían de las provincias en rebelión [… ] esto
que sería una aprobación tácita de la insurrección dentro de [las Filipinas]
mientras que el soberano no había ahorrado ningún sacrificio y ningún
esfuerzo en la pacificación de estos países republicanos que estaban en un
momento de agitación y anarquía y eran incapaces de garantizar la pureza
del metal que acuñaron.32

solo corría en las ciudades grandes, donde era conocido su valor intrínseco. El ejérci-
to publicó un bando en que se decía que los duros de Zacatecas solo tendrían en valor
de cuatro reales, con lo que disgustó mucho a los soldados que tenían aquella clase
de moneda. Pero estos se vendían en las ciudades por su legítimo precio, ganando de
este modo cincuenta por ciento a costa de los soldados”. Robinson 1824: 137.
31. Matamala 2001: 22. Con el respaldo del consulado, los mercaderes de México y
Veracruz trataron de cerrar las cecas provisionales en 1816, pero la reacción de los
mineros y comerciantes de las provincias lo impidió. Las pérdidas del seignorage se
estimaban en un 5% de los beneficios de la Casa de Moneda de México.
32. Perez Gilbert 1955: 52.

230 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


En China, la moneda mexicana era recibida por el 15% debajo de
la paridad con los viejos pesos españoles.33 China había sido el princi-
pal mercado para los pesos españoles y mexicanos desde el siglo XVI.
Mientras allí los pesos que llevaban el busto de Carlos IV gozaban de un
premio de 30% sobre el valor intrínseco, los chinos pronto distinguieron
las diferencias entre las viejas y las nuevas monedas de plata acuñadas en
la América española.34 Los pesos acuñados en Chile, Bolivia o Perú, por
razones explicadas abajo, sufrieron aún mayores descuentos en merca-
dos asiáticos, mientras que las monedas mexicanas eran negociadas con
un sobreprecio. Incluso los pesos acuñados en el México republicano no
tenían el mismo valor; este dependía de la letra que indicaba la casa de
moneda de origen. Aparentemente, las monedas acuñadas en Guadalaja-
ra eran notoriamente las menos favorecidas entre los pesos mexicanos.35
Las monedas acuñadas en las casas provinciales circulaban extensamen-
te en China “con un grado diferente de aceptación”.36
Es por lo tanto plausible pensar que también circulaban con diver-
sos tipos de cambio dentro de México. El conocimiento de esta situación
debería resultar preferente por diversos tipos de pesos o de moneda, y
esto se tenía que manifestar en precios diferentes. Observaciones simila-
res con respecto a estándares se hacían en el otro lado del comercio con
los pesos de plata. Los comerciantes norteamericanos eran por entonces
los principales intermediarios del comercio exterior de China y de la ex-
portación de pesos de plata mexicanos.37 La Casa de Moneda (US Mint)
estadounidense observó en 1835

[...] la tendencia de los dólares mexicanos de ediciones más recientes a des-


viarse de su estándar apropiado, lo que se ha notado [...] en los últimos dos
años. Aparece igualmente evidente en algunas de las últimas fechas. Esto sin

33. López Rosado (1975: 47) indica que siguió una apreciación que reestableció el pre-
mio que las monedas hispanoamericanas habían tenido tradicionalmente en Orien-
te. El autor no indica fechas para este proceso.
34. Irigoin 2008.
35. Estos eran llamados “peso del anzuelo” en referencia a la letra “G” estampada en las
monedas acuñadas en la ceca de Guadalajara.
36. McMaster 1958: 388.
37. Irigoin 2005.

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 231


embargo, se parece ser exclusivamente un problema de las casas de moneda
provinciales, y no es observable en ningún grado material en la acuñación
ejecutada en la ciudad de México.38

Allí, como en el resto de la América española, la escasez del me-


dio circulante era una característica mencionada recurrentemente por
la historiografía y explicada como resultado de la continua extracción
de metálico de estas economías al exterior. Sin embargo, la desaparición
de la moneda de la circulación y la utilización de monedas “extranje-
ras” para el pago de impuestos son indicación de efectos de la llamada
ley de Gresham en el sistema monetario, por lo menos en los territorios
del antiguo imperio español.39 Según esta noción bien conocida, si dos
monedas de diversa calidad están en circulación a la vez, la variación del
valor nominal respecto de la cantidad relativa de metal puro hará que la
moneda “buena o fuerte” salga de circulación para ser fundida o —más
comúnmente, atesorada—. Esta primera distorsión genera un fenómeno
consiguiente donde “la moneda mala expulsa la moneda buena [de la
circulación]”. De allí la “escasez de circulante”. En realidad, el drenaje
de monedas en la América española postindependiente fue un resultado
del atesoramiento del dinero “bueno” en un contexto donde coexistían
varias monedas de diversa calidad en la circulación. Esto tuvo que cau-
sar distorsiones en los precios relativos, alentó presiones especulativas,
perjudicó la creación de mercados de capitales y —dada la estructura de
importaciones y exportaciones y la dependencia de las tesorerías repu-
blicanas respecto de los impuestos al comercio, la circulación y el con-
sumo— se produjo una mayor y creciente fragmentación de mercado
y los circuitos mercantiles. Los efectos políticos de la coexistencia de
monedas metálicas diversas y papel moneda inconvertible fomentaron
en última instancia conflictos regionales. De allí que el desorden político

38. United States, 23rd Congress 2nd Session. Doc. 60 House of Rep. Assay of foreign
coins, “Letter from the Secretary of the Treasury transmitting a report of the Director
of the Mint”. 6 de enero de 1835.
39. Así, el éxito de las reformas monetarias de 1903 en México, que permitieron adhe-
rirse al patron oro, es explicado “por el éxito del gobierno [federal] de controlar las
características de las monedas, lo que era imposible antes, dado el numero de casas de
moneda en funcionamiento”. López Rosado 1975: 49-50, 58. Énfasis añadido.

232 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


que caracteriza el proceso de construcción de instituciones fiscales y po-
líticas republicanas es una consecuencia de la caída del Imperio.

Un fenómeno hispanoamericano

El caos monetario se extendió a otras economías mineras como Nueva


Granada, hoy Colombia, Ecuador y Venezuela. Ya en épocas coloniales,
las monedas de oro acuñadas en Bogotá y Popayán no tenían el mismo
estándar colonial español.40 Debido a transferencias de fondos entre las
tesorerías coloniales —situados—, varias monedas de plata acuñadas en
distintas cecas circulaban en una región mucho más extensa.41 Con la
revolución, los patriotas en el control de Cartagena en 1811 rebajaron
la calidad de las monedas de plata y acuñaron el cobre hasta 1815. Los
realistas en Popayán acuñaron monedas de plata de cualquier calidad o
peso. Se llevaron la prensa acuñadora a caballo de Popayán a Quito para
producir dinero con el cual pagarían a las tropas. Establecida en Pasto,
la prensa permitía solamente el corte de las monedas de denominación
pequeña hechas con plata expropiada a particulares y las iglesias. Las
monedas de Pasto valían 8 o 9 dineros (.666 o .750 milésimas de plata
pura). En Bogotá, pesos de plata de diversas calidades fueron acuñados
(las llamadas chinas) entre 1814 y 1821.42
La Asamblea Constitucional de 1821 intentó restaurar la estabilidad
y ordenó la acuñación de la plata y del oro con los estándares coloniales.
Sin embargo, hasta 1828 el gobierno continuó acuñando monedas de más
baja calidad estampadas con el año de la Constitución de 1821 como ga-
rantía (falsa) de su contenido de plata. Estas monedas tenían una fineza
de .666 y .538 en una milésima parte de plata pura (o 8 dineros y 7 dineros
12 granos), y eran llamados de la India, debido a la cabeza de una mujer
india acuñada en el revés de la moneda. En el comienzo de la década de

40. Iza Teran s/f.


41. Grafe e Irigoin 2006.
42. Porque la población rechazaba estas monedas, el gobierno impuso una multa de
cuatro pesos a aquellos que se rehusaran a recibirlas, sin más evidencia que el tes-
timonio verbal de dos testigos. Se intentó instalar una moneda fiduciaria en 1821 y
otra vez en 1838 en forma de letras del Tesoro. Las siguientes páginas siguen de cerca
la información de Meisel (1990).

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 233


1830, los informes del ensayista en la Casa de Moneda de Estados Uni-
dos encontraron que las monedas de oro de Colombia “entre sí mismas,
presentan variedades que merecen ser consideradas”.43 Mientras que el
valor intrínseco de los pesos de plata acuñados en las casas de moneda
colombianas variaban de 75 centavos a 93 o 95 centavos de dólar.
Según un contemporáneo, los gobiernos insolventes del período ca-
recieron de medios para hacer funcionar la Casa de Moneda y conseguir
un estándar sólido y estable para los pesos colombianos.44 Por lo tanto,
varias tentativas a finales de la década de 1820 y en la de 1830 de redimir
la plata mala en circulación y de reformar la moneda nunca tuvieron
éxito. Además, las monedas nuevas tenían gran demanda en los países
vecinos como Ecuador y Venezuela, que no tenían metales, así que era
difícil retirar las monedas aún de peor calidad de circulación en Bogo-
tá.45 Aparentemente, los efectos de la ley de Gresham, que eran impor-
tados de la plata que circulaba al mismo tiempo en el Caribe, también
hicieron más difícil la cohesión política del territorio.46 Cada reforma

43. “Those from Bogotá were found to be 21 carats fine, corresponding to 84.84 cents
per pennyweight while those of Popayan were of 20 carats 2 grains fine, correspon-
ding to 83.58 cents per pennyweight”. EE. UU, 22 Congreso, 1.ª sesión. Doc 115. Casa
de gobierno. 15 de febrero de 1833.
44. Restrepo 1860: 14.
45. En lo que es hoy Ecuador, el oro en polvo o las barras de plata fundidas en Riobam-
ba circulaban domésticamente mejor que el oro amonedado del período colonial.
Luego de la independencia, monedas peruanas y colombianas circulaban extensa-
mente también. Debido a su diferente valor intrínseco, estas desaparecieron de la
circulación y en 1830 el gobierno empezó a imprimir papel moneda. Los billetes
eran aceptados a la par por un 50% del monto de los derechos de aduana. En 1832,
una casa de moneda empezó a acuñar oro y plata mientras establecía tipos de cam-
bio con las monedas extranjeras. El peso de plata ecuatoriano tenía .875 milésimas
de fino y pesaba 30,64 gramos. Aunque después de 1838 monedas de peor calidad
colombianas y bolivianas empezaron a aparecer en el país, y el estándar oficial de la
plata no pudo ser mantenido. Se sucedieron grandes falsificaciones, y en 1845-1847
la primera crisis monetaria de la que se tenga registro ocurrió en Ecuador. Entre
1859 y 1862, el gobierno autorizó el establecimiento de bancos privados de emisión
que imprimieron pesos papel inconvertibles. La emisión excesiva de billetes y el auge
especulativo expandieron peligrosamente el crédito. En el corto plazo esto ocasionó
inflación y el papel moneda se depreció. El premio del oro alcanzó un 60% para
1874, cuando una segunda crisis monetaria tuvo lugar. Carbo 1978: 36.
46. Safford 2001: n. 55.

234 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


para unificar el medio de circulación incluía un tipo de cambio fijo en
el cual las viejas monedas serían cambiadas o recibidas por la Hacien-
da. Mientras la exportación del lingote seguía prohibida, la valuaciones
incorrectas del metal respecto de los precios de mercado aceleraron aún
más la substitución de monedas. Junto con el desorden que causó la cir-
culación de diversos tipos de monedas, el antiguo virreinato español de
Nueva Granada, es decir, la heredera República de Gran Colombia, se
desmembró en tres diferentes entidades políticas antes de 1830.
Con la adulteración del contenido de plata de las monedas nuevas y
la circulación de monedas de cualidades diversas, el oro y la plata “buena”
eran atesorados en grandes cantidades. Por lo tanto, las monedas en cir-
culación parecían siempre ser pocas. Correctamente, el historiador econó-
mico colombiano Adolfo Meisel sostiene que el problema no era escasez
de moneda sino la mala calidad de las monedas.47 La “escasez” del medio
circulante fue notoria en toda la región durante la década de 1840.
Las reformas en 1846-1848 consiguieron estabilizar la moneda en
Colombia. Las unidades fraccionarias coloniales de la moneda fueron
convertidas al sistema decimal, la moneda de plata fue acuñada con .900
milésimos de plata fina y, lo más importante, se permitió la exportación
del metal en lingotes o barras con un impuesto de 6%. En los años si-
guientes, la acuñación se redujo dramáticamente. Sin embargo, según
los historiadores, después de 1850 los precios reales en Colombia cre-
cieron constantemente durante los siguientes 30 años.48 Aparentemen-
te, artículos de exportación colombianos estaban en auge y la presión
para acuñar localmente se redujo.49 La mejora en la balanza de pagos
evitó la deflación, e incluso permitió que los precios internos aumenta-
ran. Todavía la causalidad de la relación entre una moneda más estable
y la recuperación económica colombiana merece una investigación más
profunda.
Algunos gobiernos republicanos en las ex colonias del sur también
conservaron el monopolio sobre la acuñación de las monedas de plata.
Ellos mantuvieron su autoridad sobre la política monetaria y pudieron

47. Jaramillo, Meisel y Urrutia 2001.


48. Meisel 1990.
49. Para exportaciones ver Ocampo 1984.

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 235


aspirar por lo tanto a recaudar ingresos por seigniorage. Sin embargo,
los cambios respecto de sistema monetario imperial se repiten. En Perú,
por ejemplo, la exportación de las barras de plata fue prohibida, y cuan-
do era acuñada, los envíos de la plata estaban sujetos a un impuesto de
5%. Como el gobierno republicano estaba quebrado financieramente,
no podía hacer los adelantos sobre los metales para la acuñación, no po-
día en realidad hacer funcionar la Casa de Moneda. Ya en 1826, la ceca
era operada en un régimen semiprivado por comerciantes británicos de
Lima-El Callao, los que en realidad tenían el capital para comprar pla-
ta y producir los pesos. Los cónsules británicos estimaban el rédito del
seigniorage en 14% del valor de la plata. Según la misma fuente, tam-
bién había grandes ventajas en exportaciones ilícitas de la plata piña o
la plata bruta, así que el contrabando era enorme.50 Con todo, el mismo
observador apuntó que no había contrabando de la plata piña en Chile
después que el gobierno permitió su libre exportación con un impuesto
de 7%. Chile tenía una política fiscal sobre la extracción de metales más
relajada, pero el seigniorage sobre el metal era mucho más alto (el 18%) y
quedaba en manos del Estado.51 Porque la posición financiera de los go-
biernos chilenos era más solida, Chile tuvo también una moneda mucho
más estable.
Potosí había sido la fuente original en el espectacular surgimiento
del peso español de plata durante el siglo XVI. Durante los agitados años
de 1810-1825, el ejército español y los varios ejércitos insurgentes lucha-
ron por el control de la región a pesar de que la producción minera hacia
tiempo que estaba en decadencia.52 Una vez que la república de Bolivia
se estableció en 1825, la Casa de Moneda en Potosí quedó en manos del

50. Humphreys 1940: 150. Comparando el valor relativo de la plata piña y la amonedada
remitida a Inglaterra en 1826, lo que incluía costos de flete, seguros, impuestos y
otros cargos, la diferencia era del 9% en favor de la plata piña. Esto incluía un cargo
extra del 7% sobre el precio de la plata piña por los “gastos de contrabando”. Ricketts
a Canning, 27 de diciembre de 1826, citado en Humphreys 1940: 151.
51. Ibíd., p. 95.
52. La Confederacion Argentina, liderada por Buenos Aires, trató repetidamente de con-
trolar lo que es hoy territorio de Bolivia. Mientras la resistencia indigena persistía en
zonas rurales, los españoles controlaban brutalmente las ciudades. La Casa de Mo-
neda fue saqueada cada vez que cambiaba de manos entre patriotas y realistas hasta
1825, cuando los ejércitos revolucionarios triunfaron.

236 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


gobierno republicano. En los años inmediatos a la independencia, Boli-
via acuñaba alrededor de 1,8 a 2,4 millones de pesos por año. Aparen-
temente, la escasez de dinero fraccionario llevó a decretar la acuñación
de monedas de baja denominación (de medio y de cuarto real) con un
contenido de plata más bajo que el que tenía el peso en general, es decir,
.902 milésimos de plata pura.53 En 1829, el contenido de plata pura de las
monedas fue reducido a .666 para las monedas de baja denominación. El
peso de ocho reales continuó siendo acuñado con el mismo contenido de
plata fina. Otras características exteriores de las monedas permanecie-
ron idénticas. Esta adulteración significó una reducción del 26,15% en
la base metálica de las monedas más pequeñas en relación con el peso.
Este último comenzó a ser distinguido como peso fuerte, y las monedas
adulteradas como pesos febles. La adulteración repetida del contenido
de plata permitió un aumento en la cantidad de dinero en circulación
en términos nominales. A partir de entonces, la acuñación de monedas
adulteradas dio lugar a una expansión artificial de la moneda, o lo que es
lo mismo, una devaluación de la moneda de plata boliviana.
La devaluación como recurso fiscal del gobierno boliviano comen-
zó en 1830, y fue inicialmente de poca consecuencia. Representó cerca
del 5% de la acuñación total de esa década. Sin embargo, la proporción
de monedas malas aumentó cuatro veces durante la década de 1840, y en
la de 1850 formaban el 40 por ciento de la cantidad de dinero acuñado en
Bolivia. Ya para la década de 1860 todos los pesos bolivianos eran febles
o adulterados.54 Notablemente, esta manipulación del contenido de plata
de la moneda era independiente de la disponibilidad de metal por parte
de la Casa de Moneda. Como se ve en la figura 2, la cantidad de marcos

53. De acuerdo con el decreto del 10 de octubre 1829, las monedas en circulación habían
desaparecido por “la extracción de plata”, y estaban presumiblemente en el exterior
del territorio boliviano. Reproducido en Prados Robles 1995: apéndice 2. El patrón
de plata colonial en Potosí era de 10 dineros 20 grains (.902 milésimos de plata pura)
y 542 granos de peso.
54. La reforma de 1859 trataba de cambiar el sistema bimonetario existente reasumien-
do la acuñación de monedas de plata con .902 milésimos de plata fina, el peso bolivia-
no. Sin embargo, esas piezas pesaban 400 granos en lugar de los 542 granos del peso
de plata colonial, lo que las hacía equivalentes a los pesos febles. En 1865, una nueva
adulteración se hizo con las monedas de baja denominación, los notorios pesos Mel-
garejos, cuyo valor era de solo 6 dineros, o .500 milésimos de plata fina.

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 237


de plata comprados y fundidos en la Casa de Moneda se mantuvo cons-
tante durante el período de intensa devaluación de la moneda boliviana.
Es decir que la adulteración del contenido de plata no se explica por una
reducción del volumen del metal. El precio internacional de la plata tam-
poco puede explicar la presión para adulterar la moneda: el precio de la
onza de plata fluctuó alrededor de 16 por una onza de oro en Londres
durante todo el período. Solo después de 1874 los precios de la plata ca-
yeron marcadamente en los mercados internacionales.
Como tentativa de cambiar esta situación, Bolivia (así como Perú)
introdujo un sistema decimal para la fracción del peso en 1863. Sin em-
bargo, la devaluación excesiva continuó hasta los primeros años de la
década de 1870. En 1872, las exportaciones de la plata fueron liberaliza-
das, así como la acuñación. Esta reforma terminó con el monopolio del
gobierno sobre la acuñación de plata, pero no acabó con los problemas
monetarios de Bolivia. En el mismo año se inauguró el sistema banca-
rio con la creación de un banco de emisión de propiedad del gobierno,
y con él apareció el papel moneda.55 Una de las primeras operaciones
fue el retiro de la circulación de todas las monedas febles, canjeándolas
por billetes del banco a un tipo de cambio fijo. En ese mismo momen-
to la economía internacional se movía decididamente hacia el patrón
oro. El precio internacional de la plata en baja finalmente empujó a Bo-
livia a mudarse al estándar fiduciario. Irónicamente, la producción le-
gal de plata se recuperó a los niveles que solo había tenido antes de la
independencia.56

Una historia de papel

Más al sur, en las regiones menos dotadas con plata, el papel moneda rá-
pidamente tomó forma de medio circulante. Aunque en la región del Río
de la Plata los gobiernos de Buenos Aires inauguraron el uso del papel

55. Peñaloza Cordero 1944.


56. A lo largo del siglo, la producción legal había disminuido de unas 1400 toneladas a
finales del período colonial a unas 840 toneladas alrededor de 1800. Una contracción
mayor siguió, y desde 1830 hasta 1860 la producción legal promedio de plata era de
500 toneladas según datos oficiales. Mitre 1986: tabla II.

238 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


Figura 2
ADULTERACIÓN DEL PESO DE PLATA BOLIVIANO, 1826-1872

Fuente: Irigoin, en prensa

moneda poco después de la revolución, tampoco era este un recurso re-


volucionario. El Banco de San Carlos, establecido en Madrid en la déca-
da de 1780, imprimió crecientes cantidades de notas de papel, los vales de
Carlos IV con los que la Corona intentó solventar sus finanzas destroza-
das por las guerras napoleónicas. En 1798, el banco interrumpió la con-
vertibilidad de los vales, terminando su aceptación por el valor nominal.
Todos ellos, la institución, el instrumento financiero y la misma Corona,
sobrevivieron apenas pocos años más.57 En la capital virreinal, para 1817
un cuasi banco, la Caja de Depósitos, empezó a emitir bonos sin interés.
Estos eran papeles responsabilidad del gobierno que eran recibidos en la
aduana por su valor nominal. Los gastos de los ejércitos revolucionarios

57. Este instrumento y la institución permanecieron en España aun después de la caída


de la monarquía. Tedde de Lorca y Marichal 1994 y White 1987.

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 239


originaron una multiplicidad de papeles creados por esta institución, los
que junto con las letras del Tesoro generaron un desorden monetario
cada vez mayor. Mientras las notas de papel circulaban en un mercado
secundario, apareció también el dinero privado. Estos fueron los ante-
cedentes de la creación del Banco de Descuentos en 1822. Este banco (la
única institución financiera que persistió en la región hasta la década
de 1870) intentó restaurar algún orden a la plaza y proporcionar liqui-
dez, aunque pronto se transformó en un banco de emisión del gobierno.
Después de 1826, la impresión de billetes inconvertibles por el banco se
volvió el mecanismo esencial de la supervivencia fiscal de Buenos Aires y
uno de los pilares de su liderazgo económico y político sobre las regiones
vecinas.58
Las otras provincias del antiguo virreinato que se habían confede-
rados en Provincias Unidas también crearon su propio dinero. Las que
tenían algunos recursos argentíferos acuñaron de vez en cuando mone-
das de un promedio de .750 milésimos de plata fina.59 Otras, más lejos
de los Andes y mejor ubicadas para exportar sus productos pastorales
a través del Atlántico, intentaron establecer un sistema fiduciario para
hacer frente a la escasez de circulante. Todos estos intentos fallaron más
tarde o más temprano. Este fue el caso del dinero impreso en 1840 en Tu-
cumán, cuando la Liga del Norte dominaba la región y necesitaba conse-
guir recursos para luchar contra Buenos Aires. En este contexto, la Liga
impuso (desesperadamente) la pena capital a los que rechazaran aceptar
sus obligaciones para conseguir la circulación de sus notas de papel.60
Montevideo y la Banda Oriental no tenían una mejor situación.
La orilla izquierda del Río de la Plata había sido ámbito de disputa en-
tre España y Portugal, y continuó siéndolo entre el imperio de Brasil
y los herederos de las autoridades españolas en la región entre 1810 y
1828. Con la mudanza de la corte a Brasil, desde 1808 Río de Janeiro
fue la sede de la corte y del Banco de Brasil, donde se realizaron varios

58. Irigoin 2000.


59. Entre 1831 y 1857, provincias como La Rioja acuñaron casi medio millón de pesos de
calidad intermedia. Salta y Cordoba tambien acuñaron plata. Aunque significantes
en términos de su producto bruto, por lo general esas emisiones fueron muy peque-
ñas. Alvarez 1929: 99 y Omiste 1893: 19.
60. Halperin Donghi 1979: 91.

240 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


experimentos monetarios con la misma finalidad fiscal que en las colo-
nias españolas. Durante la guerra entre Buenos Aires y Brasil, la plaza de
Montevideo cambiaba de manos de acuerdo con la suerte de las partes
y padecía los efectos de la circulación de la moneda de cobre brasileña
y del papel depreciado de Buenos Aires. La primera, aunque “muy mala
en sí misma, tuvo la virtud de impedir que se arraigara [en Uruguay]
el papel inconvertible de Buenos Aires. Tal era el rechazo al billete por
parte del comercio de Montevideo, que la pena de prisión y el servicio en
el ejército de línea” amenazaba a quienes no lo aceptaran. El resultado
inevitable era el aumento de precios de los artículos cuando eran transa-
dos en papel.61 Así como Montevideo quedó separado de su campaña, el
gobierno en Montevideo no pudo ejercer su soberanía política o mone-
taria hasta la década de 1830. El país sufrió las presiones políticas de sus
vecinos y padeció las alteraciones monetarias que ambos realizaron con
sus respectivas monedas. El resultado para Uruguay fue una constante
inflación importada y graves distorsiones a los precios domésticos, ya
que el gobierno recibía y entregaba los pesos papel o los reales de cobre
por su valor nominal.62
En última instancia, la “fuga” del metálico hacia Buenos Aires (o
Río de Janeiro), ya en onzas de oro o plata amonedada o en barras, las
que constituían las reservas para los billetes, explica el escaso éxito de
los otros experimentos fiduciarios en la región. De modo que toda clase
de dinero circulaba en el Río de la Plata.63 Para la década de 1840, la can-
tidad de monedas de plata bolivianas en circulación era tan abundante
que el peso boliviano adquirió carácter de curso legal en las provincias
interiores de lo que hoy es Argentina. En todas ellas la moneda de Bolivia

61. En 1827, un decreto del gobierno de la provincial Oriental “prohibía terminante-


mente la venta de artículos alimenticios por precio que excediera del 200% sobre la
cotizacion de las mismas mercaderías en moneda metalica”. Acevedo 1919: 71.
62. “No obstante que en la plaza solo valía un real o un real y medio y que por efecto de
ello el empleado público que recibía un sueldo de $ 50, recibía en realidad 50 reales”.
Ibíd., p. 71.
63. Esa fue la suerte de otras experiencias bancarias —efímeras—, como la del Banco
de la Confederacion y la del Banco Maua —de capital brasileño— en el territorio
de la Confederacion Argentina a mediados de 1850. En ese momento, Buenos Aires
se había secesionado y mantenía sus instituciones bancarias y monetarias. Tedde de
Lorca y Marichal 1994.

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 241


tenía un tipo de cambio diferente. Además, el oro chileno circulaba en
Mendoza, como los reals brasileños en Corrientes y Entre Ríos. Esta di-
versidad monetaria duró hasta 1881, cuando el “peso de oro” fue adop-
tado como unidad “monetaria nacional” en Argentina.64
A diferencia de otros experimentos contemporáneos para finan-
ciar transiciones políticas revolucionarias con moneda inconvertible, tal
como el continental emitido en Norteamérica a finales de la década de
1780 o los assignats emitidos en abundancia durante la Revolución Fran-
cesa, el peso del papel de Buenos Aires gozó de una vida larga, aunque
turbulenta, hasta 1867. El peso inconvertible de Buenos Aires permane-
ció cuarenta años en circulación a pesar de los enormes problemas ori-
ginados en la fragmentación fiscal que siguió a la caída de la autoridades
españolas. La posibilidad de usar el papel moneda en el pago de impues-
tos de aduana fue el mecanismo del gobierno porteño para conseguir la
aceptación del peso como moneda de curso legal. Buenos Aires contro-
laba la aduana en el único puerto de la región que tenía acceso al comercio
en el extranjero. El volumen de su renta de aduana ordinaria provenía de
impuestos sobre importaciones en gran parte consumidas más allá de los
límites de la jurisdicción porteña. Esto originaba una demanda adicional
para los billetes de papel que contribuyó a que este permaneciera en cir-
culación a pesar de carecer por completo de respaldo metálico. A raíz del
monopolio sobre la aduana, Buenos Aires consiguió que su moneda fuese
más “eficiente” y duradera que las otras monedas provinciales para substi-
tuir el metálico cada vez más escaso.
A partir de 1826, la expansión de la cantidad de moneda papel se
convirtió en el medio fundamental de resolver el déficit fiscal porteño.
Con emisiones recurrentes, los efectos del impuesto inflacionario tuvie-
ron su reflejo en la disminución del monto real de las recaudaciones, que
se iban reduciendo en el largo plazo en términos reales. Esto obligaba al
gobierno a emitir aún más dinero. Hubo épocas en que la súbita expan-
sión de la cantidad de circulante fue muy substancial, y ocasionaba una
rápida y alta depreciación del peso. Con la reiteración de la medida, la
gente desarrolló expectativas inflacionarias, las que empujaban el precio
de la moneda “fuerte” (cualquier moneda de plata era preferible al peso

64. Álvarez 1929: 97, 100-101.

242 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


papel), aún más cuando había rumores de otra emisión. El resultado
fue un largo proceso de substitución de moneda. Onzas de oro, pesos
de plata fuertes o pesos febles y cualquier otra moneda metálica eran
preferidas al papel inconvertible de Buenos Aires. La sustitución de mo-
neda agravó los episodios inflacionarios, ya que eran seguidos por una
apreciación marcada del peso de papel y por una deflación cuando se
terminaba la crisis que había originado las emisiones. Esto fue dramáti-
camente claro en el momento de bloqueos al puerto y la aduana. Como
se ve en la figura 3, la alta volatilidad en el cambio fue una característica
fundamental de la política monetaria de Buenos Aires en este período.

Figura 3
DEPRECIACIÓN DEL PESO PAPEL DE BUENOS AIRES, 1826-1864

Fuente: Irigoin 2000b

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 243


La alta inflación comenzó en Buenos Aires desde 1826, después del
decreto de inconvertibilidad del peso. Un bloqueo al puerto durante la
guerra con Brasil (1825-1828) estranguló las importaciones a Buenos
Aires y cerró la fuente de los ingresos fiscales: la aduana. Con gastos
militares inelásticos, la emisión de bonos y de billetes inconvertibles fue
la solución al déficit fiscal. En la década de 1830, la posición financiera
del gobierno había mejorado, el crédito se había recuperado y el peso
se había apreciado mientras la economía crecía (moderadamente) en
términos reales.65 Después de 1837, el conflicto con la Confederación
Peruano-Boliviana sobre la recaudación de ingresos de aduanas llevó
a un aumento en el gasto militar que perjudicó la débil recuperación
fiscal. Los bloqueos europeos al puerto durante 1838-1841 y 1845-1848
magnificaron la dependencia extrema de las rentas de Buenos Aires en
los impuestos a la importación. La disminución adicional de las fuentes
domésticas de préstamos, en parte debido a las políticas inflacionistas
anteriores, obligó al gobierno a recurrir nuevamente a la impresión de
pesos de papel. Con la enorme expansión de la moneda, la deprecia-
ción se disparó y los precios de los bienes de consumo se fueron a las
nubes.66 Inmediatamente después de los bloqueos seguía una aprecia-
ción repentina del tipo de cambio que provocaba deflaciones con serios
perjuicios para los negocios, que los condujeron a una cadena de banca-
rrotas. En este contexto, Uruguay intentó, infructuosamente, acuñar su
propia moneda de cobre. Sin duda el aceleramiento de la depreciación
de la moneda papel en Buenos Aires durante los bloqueos debió haber
perjudicado gravemente el éxito de la medida.67 Finalmente, el puerto
de Montevideo era la alternativa al bloqueado puerto de Buenos Aires
para la introducción de importaciones para esos mercados, y las redes
mercantiles, nacionales o extranjeras, operaban en ambas márgenes del
río pese a las vicisitudes políticas. Hacia finales de la decada de 1850,

65. Irigoin 2000b.


66. Estimaciones de la composición de las importaciones por el puerto de Buenos Aires
indican que el 90% era conformado por alimentos y bienes de consumo extendido.
De la misma manera, una tercera parte de las importaciones de bienes europeos era
reexportada al interior del país. Irigoin 2000b.
67. Pese a que la acuñación inicial sería de $ 50.000, el intento no prosperó, supuesta-
mente por limitaciones técnicas. Oliveres 1921: 351-359.

244 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


durante la guerra civil que terminó con la constitución definitiva de la
Argentina bajo el liderazgo político de Buenos Aires, los medios mone-
tarios de financiar el gasto militar y el déficit continuaron. Sin embargo,
los efectos sobre la depreciación y la volatilidad de la moneda se diferen-
ciaron claramente, como lo muestra la figura 3.68

Efectos económicos de la fragmentación monetaria

En el contexto del agotamiento financiero legado por la desaparición de


la unidad fiscal y monetaria que fue el imperio, los gobiernos republi-
canos enfrentaron situaciones cada vez más difíciles para resolver los
desequilibrios fiscales de la postindependencia. El déficit se repetía con-
tinuamente en las repúblicas latinoamericanas. Las fuentes domésticas
para obtener préstamos estaban agotadas y los experimentos republica-
nos se concentraron aún más en la incidencia fiscal, al gravar casi única-
mente el comercio y el consumo.69 La deuda flotante o de corto plazo fue
consolidada durante la guerra de independencia, incorporando viejas
deudas coloniales. A ello se sumaron extorsiones y préstamos forzados
impuestos igualmente por revolucionarios y realistas en el período.70
Con la caída de las últimas fortalezas españolas, Potosí y Ayacucho,
en las manos del ejército patriota, y con el reconocimiento diplomático
británico de las nuevas repúblicas en 1825, los países latinoamericanos
experimentaron la primera —de una larga serie— tentativa desastrosa
de acudir a mercados internacionales de capital. La primera crisis la-
tinoamericana de la deuda ocurrió a los pocos años. Entonces, todos

68. En la decada de 1820, la deuda flotante de Buenos Aires originada en las guerras de
independencia se consolidó en una deuda de largo plazo por 5 millones de pesos.
Para 1837, había aumentado a 34 millones en valor nominal. En 1840, en otro in-
tento de lanzar bonos al mercado por otros 10 millones de pesos, estos debieron ser
vendidos al banco, el que imprimió pesos papel para adquirirlos de modo de asegu-
rar un rendimiento del 60% del precio nominal. Esta fue la última venta de fondos
públicos hasta 1856, cuando Buenos Aires estaba renegociando con Baring Brothers
la deuda atrasada del préstamo contraído en 1824. Al mismo tiempo el gobierno
iniciaba una masiva reforma fiscal. Irigoin 2000a.
69. Centeno 1997.
70. Marichal describe el fenomenal ritmo de endeudamiento de la Corona con sus
súbditos coloniales en los años anteriores a la independencia. Marichal (1999).

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 245


los países —menos Brasil— omitieron sus obligaciones, lo que cortó el
recurso a fuentes de financiamiento externo por los siguientes cuarenta
o cincuenta años.
Por lo tanto, los gobiernos de la postindependencia en ambos ex-
tremos del antiguo Imperio español respectivamente, como México y
Buenos Aires, y en cada unidad política en el medio, emitieron bonos
a largo plazo mientras buscaban nuevas recetas fiscales. Sin embargo,
debido al agotamiento de prestamistas y los efectos de la inflación y de
la inestabilidad monetaria, los bonos públicos nunca se desarrollaron
como fuentes sólidas de financiamiento para los gobiernos. Tampoco los
mercados de capitales domésticos tomaron forma. Los déficits fiscales
provocaron un temprano recurso a comerciantes locales para obtener
fondos. Estos prestaban dinero o vendían mercancías al gobierno y re-
cibían letras del Tesoro, o pagarés del gobierno, y vales a interés a ser
redimido en aduanas. La repetición de esta práctica de tomar prestado
por papeles que podían ser usados por impuestos iba hipotecando las
futuras rentas fiscales, y los gobiernos, que cada vez necesitaban más in-
gresos, sin embargo recibían cada vez menos recaudación. No sorprende
que el volumen de papeles de deuda aumentó a la vez que el desorden
financiero empeoraba.
Careciendo del control sobre la acuñación, las administraciones
republicanas en México utilizaron el préstamo local para permanecer
libres de dificultades. La llamada “política de la penuria” define cómo
los costes de la Hacienda mexicana se extendieron rápidamente durante
los regímenes federalista y centralista. Para resolver el déficit heredado
por el gobierno constitucional en 1824, la Hacienda obtuvo 8 millones
de pesos del primer préstamo, por los que entrego 16 millones en bonos
al 5% y vencimiento en 30 años. El endeudamiento del gobierno creció
sostenidamente y los ingresos ordinarios disminuían cada año. Présta-
mos adicionales solamente eran posible mientras que los prestamistas
pudieran utilizar sus certificados para pagar impuestos.71 Los tipos de
interés se elevaban con cada pedido del gobierno, y la incidencia fiscal de
la deuda aumentaba con tarifas más altas o se multiplicaba con nuevas

71. Como indica Tenenbaum, los gobiernos mexicanos, federalistas o centralistas, “en
lugar de reformar el sistema fiscal [...] buscaban la manera de comprar tiempo hasta
que el sistema empezara a funcionar como planeaban”. Tenenbaum 1986: 30.

246 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


Figura 4
SERVICIO DE LA DEUDA, MÉXICO 1822-1855

Fuente: Estimaciones propias de Tenembaum (1986: 180-181)

imposiciones. Con todo, la renta fiscal era cada vez más escuálida.72 Con
el crédito extranjero cortado, los prestamistas locales financiaron al go-
bierno con tarifas “usurarias”. En 1840, aunque el gasto de Hacienda
fue enumerado como 12,5 millones de pesos, solo 2.375.314 correspon-
dieron al gasto real. Los 10 millones de pesos restantes eran pagos para
los préstamos, los pagos de intereses y el reembolso del dinero en de-
pósito en la Hacienda, es decir, “4,21 pesos para cada uno de los costos
genuinos”.73 Por lo tanto, cada gobierno tenía que pedir prestado aún

72. El gobierno pagaba tasas tan altas como 536% en 1828, 308% en 1829-1830 y 232%
en 1831. Ibíd., p. 32.
73. En 1845, la recaudación totalizaba $ 4.780.000, de los cuales había que deducir unos
$ 15.460.000 “pledged to one debt or another”. Ibíd., tabla 9, p. 45.

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 247


más en cada año, pero en plazos más cortos y tipos de intereses más altos
que sus precursores.74
La “restricción intertemporal” del presupuesto era resultado de
préstamos adicionales con tasas más costosas, mientras los ingresos futu-
ros eran destinados a mantener la deuda cada vez en mayor proporción.
Esta dinámica resultó en índices de deuda astronómicos.75 El préstamo
a tipos de interés cada vez más altos y a plazos cada vez más cortos era
una manera segura de conseguir una crisis de la deuda. Los “analistas de
riesgo” europeos contemporáneos consideraban los bonos de países que
tuvieran un 35% de los ingresos fiscales destinados a pagar el servicio
de la deuda como de “la prudencia más grande”. Para los que usaran
más de 45% en el pago de intereses, “la situación parecía sombría”, y al
alcanzar de 55 a 60% los expertos auguraban que “el problema más leve
inducirá a la reestructuración”.76 Si estos eran los puntos de referencia de
la solvencia de los países para los mercados de capitales internacionales,
¿cómo debía parecerles a los potenciales prestamistas europeos del siglo
XIX el cociente de 120% de México —que se muestra en la figura 4—?
En realidad, era poco probable establecer o hacer cumplir alguna regla
y orden a largo plazo cuando se prestaba a gobiernos insolventes. Esta
precariedad de la situación fiscal tenía un correlato político muy claro.
En 1901, el historiador mexicano Justo Sierra ya observó que “cuando se
pagan los sueldos las revoluciones desvanecen, de modo que la insufi-
ciencia fiscal estimula la inestabilidad política”.77
En otros lugares, sin riquezas argentíferas comparables a la mexi-
cana pero con un monopolio eficaz sobre el seigniorage, el otro recurso
fiscal disponible para cubrir el déficit era el impuesto inflacionario. Las
monedas o los billetes inicialmente adulterados circulaban con su valor

74. En 1853, la deuda doméstica llegaba a $ 61.950.033, e incluía deudas del período
colonial y con acreedores españoles posteriores a la independencia. La deuda ex-
terna era de $ 55.816.991. Vázquez 1986: 137. La deuda total de México era de
$ 117.767.024, casi la mitad del total de plata exportada (legalmente) en el mismo
período: 1825-1851: $ 237.126.061. Lerdo de Tejada 1967: tabla 52.
75. Sargent y Wallace 1981.
76. Tomado de Flandreau 2003.
77. J. Sierra, The Political Evolution of Mexican People (México, 1901, p. 181). Citado en
Tenenbaum 1986: 53, n. 33.

248 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


nominal y no produjeron efectos serios en los precios. En la mayoría de
los casos, la adulteración coincidió con una expansión en la demanda de
dinero por la movilización militar de las guerras revolucionarias. Con
todo, sin un aumento equivalente en la productividad de la economía,
la repetida expansión de la moneda se manifestaría tarde o temprano en
inflación. En la década de 1830, la acuñación de pesos febles no parecía
tener tal impacto en Bolivia todavía. Para la década de 1840, la infla-
ción ya era perceptible, y en la de 1850 una devaluación sostenida era
inevitable si no se modificaba la situación fiscal. De otro modo Bolivia
no podía mantener sus importaciones ni financiar su Hacienda, ya muy
disminuida.
Con todo, Bolivia no podía tener una política monetaria totalmente
autónoma. Su dependencia de otros países para comerciar con el exterior
y la existencia de impuestos a la importaciones ad valorem “importó”
la inflación extranjera a Bolivia y amplificó los efectos residuales sobre
el precio de bienes importados como consecuencia de manipulaciones
monetarias en los puertos de introducción de esas mercaderías. A pesar
de rebajar el contenido de plata fina de su moneda, debido a los sistemas
mercantiles existentes y restricciones geográficas, Bolivia se vio obligada
a comerciar con vecinos cuyas monedas eran aún de peor calidad. Esto
tuvo diferentes manifestaciones según los mercados de intermediación
de importaciones para Bolivia. Por ejemplo, el gobierno chileno prohi-
bió la introducción de monedas adulteradas de Bolivia para pagar por
mercancías importadas. Esto era innecesario en el puerto de Valparaíso,
donde los comerciantes solo aceptaban pesos fuertes de los importadores
bolivianos. Por el otro lado, Perú inicialmente no tomó ninguna me-
dida comparable. Hasta la década de 1840, en el contexto del desorden
financiero existente en Perú y sin una producción de consideración para
participar en el mercado internacional (y conseguir pagar por importa-
ciones), las áreas agrícolas en el sur peruano tenían en la demanda del ve-
cino Bolivia un mercado muy propicio para sus productos. Esta situación
mantenía la demanda para pesos bolivianos, aun adulterados. Por otra
parte, hasta 1841 hubo varias tentativas de organizar una confederación
política entre las dos repúblicas. Luego, el auge de la exportación del gua-
no afianzó temporalmente la Hacienda peruana y la economía creció. La
agricultura en el sur encontró una oportunidad en la producción de lanas
para la exportación, y los consumidores de las regiones más pobladas del

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 249


norte Boliviano que continuaron abasteciéndose en el sur tuvieron que
enfrentar significativos aumentos de precio. El gobierno del Perú dejó de
aceptar los pesos febles por pago de impuestos, y las hostilidades contra
Perú aumentaron en Bolivia junto con los precios. La guerra estalló en
el seno de la Confederación Peruano-Boliviana, y continuó como una
disputa doméstica en Bolivia hasta mediados de la década de 1850.78
En las regiones más al sur del continente los pesos bolivianos de
toda clase siempre fueron bienvenidos, y más aún, recibidos por su valor
nominal. Como se dijo, en el puerto de Buenos Aires y en las plazas mer-
cantiles intermedias a lo largo de la ruta colonial del Atlántico, los pesos
bolivianos eran bien la moneda de curso legal o muy bien aceptados.
Todas estas plazas tenían una moneda de menor calidad aún que el peso
feble o no tenían moneda propia. La figura 5 demuestra los efectos de la
política monetaria de Buenos Aires de financiamiento del déficit en la
moneda boliviana. Las decisiones monetarias tomadas en Buenos Aires
repercutieron claramente en Bolivia. La impresión de más pesos papel de
Buenos Aires sacudía el poder adquisitivo de los pesos de plata bolivia-
nos, y la apreciación o la depreciación repentinas del tipo de cambio de
la plata se convirtieron en choques exógenos para la moneda boliviana.
Con la depreciación del tipo de cambio del peso en Buenos Aires, las im-
portaciones a Bolivia se abarataban. Cuando sucedía lo opuesto, Bolivia
tenía que rebajar aún más el contenido de plata fina de su moneda —o
acuñar más monedas adulteradas— para mantener el nivel de importa-
ciones. Así, el peso de papel altamente volátil en el Atlántico determinó
en última instancia la política monetaria en el altiplano.
Las recriminaciones mutuas sobre los efectos económicos de la cir-
culación de monedas adulteradas mantuvieron la permanente tensión
entre bolivianos y peruanos, que con frecuencia se transformaba en es-
caramuzas militares. Aun así, un intenso comercio en la región —esta-
blecido desde tiempos coloniales— hacía infructuosa cada tentativa de
mantener una política monetaria autónoma o los intentos peruanos de
poner fin a la circulación de pesos febles en el sur —aunque con una tasa
de descuento cada vez mayor—.79

78 Gootenberg 1991.
79. Vargas 1863.

250 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


Figura 5
¿UNA POLÍTICA MONETARIA AUTÓNOMA? ADULTERACIÓN DEL PESO
BOLIVIANO Y TIPO DE CAMBIO EN BUENOS AIRES, 1826-1860

Fuente: Ver figuras 2 y 3

Tradicionalmente, los historiadores económicos han enfatizado el


papel de la apertura comercial de las repúblicas latinoamericanas des-
pués de la década de 1870 en la prosperidad de sus economías. Histo-
riadores económicos norteamericanos han revisado recientemente
políticas comerciales en América Latina antes de la Gran Depresión.80
Estos se sorprenden por el grado de proteccionismo (las altas tarifas) que
prevalecieron en la región, y concluyen que ese proteccionismo impidió
a América Latina explotar las ventajas de la globalización. En compara-
ción con otras economías, distintas de las del Atlántico norte, el grado
nominal de proteccionismo latinoamericano en la era postindependien-
te americana era muy alto, y mucho más alto que en otras partes del
mundo. Los gobiernos republicanos tenían fuertes objetivos fiscales en
sus decisiones de política tarifaria, de modo que la tarifa de aduana era

80. Coatsworth y Williamson 2002.

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 251


una “fuente del rédito y un dispositivo protector para los intereses espe-
ciales”, lo que imposibilitó disfrutar de beneficios del comercio libre y de
una mayor integración en la economía mundial.
Sin embargo, si los aranceles de aduana eran pagados con papeles,
monedas o bonos despreciados que circulaban con descuentos enormes
en mercados secundarios, los efectos de las políticas financieras y mone-
tarias en la incidencia de la tarifa deberían ser incluidos para determinar
más exactamente el grado de proteccionismo en esas economías. Este
recurso era accesible para comerciantes (locales o internacionales) del
período, pues la información estaba disponible, junto con precios locales
y aranceles de aduana, a través de corresponsales en el Río de La Plata.
Por ejemplo, “la Lista de Precios Corrientes” de la plaza que producía
Lynch, Zimmermann y Co. —los agentes de Baring en Buenos Aires
y una de las casas americanas más establecidas— tenía un espacio en
blanco para llenar a mano en el impreso: “Impuestos [espacio en blan-
co] a pagar en papel que está en el [en blanco] por ciento de descuento,
los reduce en proporción”.81 Los espacios en blanco eran completados a
mano y variaban proporcionalmente según el tipo de cambio del mo-
mento y las urgencias del Tesoro en última instancia. El peso del im-
puesto variaba entre “mitad” y “un tercio”, y el porcentaje del descuento
indicaba la depreciación que los pesos de papel tenían en el mercado en
ese momento. Localmente, la depreciación de los pesos y los impues-
tos ad valorem sobre bienes de consumo afectaron los precios relativos y
provocaron una redistribución importante de la renta y de la carga fis-
cal entre sectores económicos y regiones. Estas distorsiones concedieron
considerable protección o subsidios a algunos sectores, particularmente
a los exportadores a costa de los consumidores. En el comercio regional,
la aceptación de los billetes depreciados por tesoros quebrados para el
pago de impuestos bajó cualquier efecto proteccionista que las altas tari-
fas podían tener. La protección para cualquier manufactura local, si eso
se intentó, hizo las importaciones relativamente más caras por tipos de
cambio más altos, no por medio de la tarifa. Como en otras revisiones

81. “Lynch, Zimmermann & Co Price Current” era impreso semanalmente en Buenos
Aires y enviado a comerciantes y consignatarios extranjeros. Brown & Ives papers
“South American Correspondents” B 308. F1. PS59 (several dates) en John Carter
Brown Library – Brown University Providence RI.

252 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


del alcance de la globalización, la situación macroeconómica contempo-
ránea de estos países (y por lo tanto las “buenas políticas domésticas” o
la carencia de estas) es la base por donde comparar las ventajas que estos
países habrían recibido de una mayor inserción en el comercio interna-
cional y los mercados de capitales caracterizados por la globalización en
este período.82

Conclusiones

El colapso del imperio no provocó cambios importantes en los impues-


tos ni en la matriz de la recaudación fiscal. Con la desaparición de la
Hacienda colonial que había distribuido recursos en el territorio, las de-
mandas para conseguir financiar el establecimiento de una autoridad
legítima de reemplazo llevó a la fragmentación política. De hecho, las
nuevas unidades políticas poscoloniales emergieron de la estructura fis-
cal existente en el Imperio. Así, la recaudación y la acuñación cayeron en
manos de las nuevas autoridades locales. Las elites regionales pudieron
por lo tanto defender sus intereses económicos individuales y ser parte
en el conflicto sobre la constitución de la nueva unidad de recaudación
fiscal: el Estado republicano. La unidad fiscal y monetaria que había sido
el Imperio español en Sudamérica se desmembró en un número de enti-
dades fiscales y monetarias autónomas regionales que fueron la base de
las nuevas repúblicas latinoamericanas.
Donde los gobiernos pudieron usufructuar el monopolio sobre el
seigniorage, la expansión de la moneda (por acuñación de moneda adul-
terada o por impresión de papel moneda sin respaldo) fue el último
recurso al cual todas estas entidades políticas recurrieron. En otros luga-
res, como en el caso de México, la acumulación de una deuda creciente
prolongó repetidas crisis políticas. Perú soportó por lo menos durante
veinte años una seria recesión complicada con deflación. Los gobiernos
republicanos financieramente debilitados no podían ejercer su dominio
sin conflictos. Instituciones débiles sobrevinieron y la constitución fiscal
y política de estas repúblicas fue retrasada por la persistente guerra civil.
La paz y la estabilidad fueron alcanzadas solamente cuando la disputa

82. Flandreau 2003.

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 253


por los ingresos y el seigniorage se terminó. A partir de entonces, insti-
tuciones más estables y reglas del juego más creíbles tomaron forma, y
el capital extranjero volvió para participar de la articulación de merca-
dos y de instituciones de gobierno. A algunos países les fue mejor que a
otros en la redistribución de los recursos dentro del imperio ahora frag-
mentado. Aquellos con los recursos naturales más apropiados o con una
posición geográfica más favorable para participar del comercio exterior
se beneficiaron de la globalización. Sin embargo, ninguno de ellos al-
canzó en el largo plazo un desarrollo económico verdadero, intensivo y
sostenible.
La fragmentación monetaria del imperio precipitó la disputa por
los recursos fiscales entre las ex colonias. El déficit se repetía en caja y ex
caja, y dada la imposibilidad de subir impuestos para enjuagar el déficit,
la financiación de ese desequilibrio se hizo por medios inflacionarios, lo
que agravó aún más la posición fiscal de los gobiernos. Como la insol-
vencia del los gobiernos fue persistente, no hubo medios de financiarse
con deuda, y la manipulación monetaria se convirtió en el indeseable
último medio para financiar los gobiernos quebrados. Las consecuencias
fueron significativas para el funcionamiento de la economía: la completa
ineficacia fiscal del Estado, una base fiscal cada vez más reducida y la
creciente asignación de la carga fiscal en los consumidores por medios
indirectos. Los resultados fueron una sostenida desintegración del mer-
cado, costes de transacción más altos, un crowding out de los gobiernos
en los mercados locales de capital, alteraciones severas en precios y tipos
de cambio y en última instancia más inflación.
La erosión de los ingresos fiscales y el aumento de la deuda gene-
raron a largo plazo un perverso círculo vicioso. La substitución de la
moneda agravó los efectos de tipos de cambio muy volátiles en un lugar
y amplificó los efectos de manipulaciones monetarias en otras regiones.
Estas eran importaciones indeseables que adicionalmente afectaron el
consumo local y redujeron aún más los ingresos fiscales, basados en el
comercio y el consumo. La reacción más frecuente de los gobernantes
ante la urgencia era aumentar la tarifa todavía más —o reforzar aduanas
internas— aspirando a recaudar más rápidamente —aunque marginal-
mente menos— por mayores impuestos de importación. Esto elevó más
las barreras internas para el comercio y aceleró las desintegraciones de la
economía colonial. No había manera de revertir el desequilibrio crónico

254 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


de los tesoros republicanos. Teniendo acceso desigual al comercio debido
a la geografía —y factores favorables para el desarrollo de una economía
primaria de exportación (con poca inversión de capital y tecnología) en
un momento que la plata empezaba a bajar de precio en la economía
internacional—, el último recurso de los gobiernos latinoamericanos
era pasar la carga fiscal a los consumidores vecinos o “extranjeros”. Esto
desestabilizó en última instancia la base política de cualquier tentativa
de reconstruir un sistema de autoridades soberanas, ahora en un frag-
mento del imperio. La desunión monetaria del imperio dio lugar a la
disputa comercial y política entre las partes de una economía antes muy
integrada. Las políticas tarifarias y las monetarias en el período se ase-
mejan a las políticas de beggar-thy-neighbor conocidas en el mundo en
épocas de otra fragmentación del sistema monetario: la caída del patrón
oro entre las décadas de 1920 y 1930. De hecho, la integración económica
en América Latina ha probado un desiderátum evasivo desde los tiem-
pos de Simón Bolívar.
Así, cuando se mide el desempeño económico en el largo plazo de
las repúblicas sudamericanas en el siglo XIX y se usan agregados ma-
croeconómicos para unidades que se conformaron solo a posteriori, se
presenta un importante problema: ¿en qué medida estas unidades polí-
ticas estaban en existencia en los años 1820? Las repúblicas latinoame-
ricanas no estaban fiscal y políticamente establecidas antes de la década
de 1860, como muy temprano. La información necesaria para PBI o PBI
per cápita, incluso datos de población, solo está disponible después de la
década de 1880 en el mejor de los casos. Así pues, ¿la demarcación fiscal y
monetaria de la soberanía de estos países estaba predeterminada? Solo a
partir de la década de 1860 las administraciones republicanas, las mone-
das y la maquinaria de recaudación fiscal a una escala nacional pudieron
establecerse de manera completa. De hecho, la disputa sobre la forma
(forma fiscal y política, o la constitución) había terminado, y las repúbli-
cas que emergían también empezaban a desarrollar una incipiente sobe-
ranía monetaria, a la vez que los conflictos regionales disminuían.
Las interpretaciones neoinstitucionales de la independencia de la
América española que presentan una región absorbida por el desorden,
las guerras civiles endémicas y el gobierno despótico que dilapidaron
el potencial de crecimiento de estas economías fallan cuando hay que
responder a la pregunta: ¿cuál era el motivo de la guerra o la disputa

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 255


política? ¿Por qué duró tanto tiempo? Acentuando la fragmentación te-
rritorial y la larga guerra civil que siguió después de la caída de la do-
minación española, y presentando a la inestabilidad política como un
corolario de la independencia, esos autores ofrecen una explicación po-
lítica exógena para el fracaso institucional y económico de la región en
el período moderno.
Esos agregados territoriales, las repúblicas latinoamericanas en la
década de 1880, son el resultado de procesos económicos y políticos que
se iniciaron con la desunión monetaria y fiscal del Imperio español. La
fragmentación monetaria de lo que había sido una economía muy inte-
grada generó una diversidad de monedas y la coexistencia de varias au-
toridades monetarias (las casas de monedas y los bancos, más los dineros
privados). Eso causó inestabilidad y distribuyó los efectos de Gresham
más allá de cada unidad política o región. Los efectos sobre los mercados
y el comercio consolidaron reacciones políticas a esos efectos en el seno
del antiguo imperio. Esas son las raíces de la creciente fragmentación
política de las unidades fiscales y monetarias que emergieron del seno
del imperio durante el siglo XIX, las repúblicas latinoamericanas. Sin la
redistribución que había hecho el imperio, las disparidades, regionales
y dentro de los países, se ensancharon después de la independencia. Las
desigualdades regionales fueron ampliadas y condicionaron la posibi-
lidad de un crecimiento sostenible. Ellas originaron y mantuvieron los
persistentes conflictos regionales.

256 | MARÍA ALEJANDRA IRIGOIN


ANEXO

Tabla 1
ACUÑACIÓN DE PESOS DE PLATA EN MÉXICO REPUBLICANO,
PROMEDIOS ANUALES EN MILLONES DE PESOS

Casa de Moneda 1824-1829 1830-1839 1840-1849 1850-1856


México 2.347 1.018 1.838 3.182
Chihuahuaa 1.900 0,420 0.300
Durango b
0,970 0,900 0,685 0,590
Guadalajara 0,684 0,593 0,939 0,546
Guanajuato 0,965 2.585 4.580 6.102
San Luis Potosí 1.475 1.158 1.450 1.760
Zacatecas 4.574 5.287 5.744 3.601

Fuente: Estimaciones propias de Memoria


a. en operaciones después de 1832.
b. en operaciones desde 1826.

GRESHAM A CABALLO: LAS RAÍCES MONETARIAS DE LA FRAGMENTACIÓN POLÍTICA | 257


Tabla 2
ACUÑACIÓN DE PESOS DE PLATA EN MÉXICO REPUBLICANO, 1824-1856

Pesos en
Denominación Cuño Plata fina Borde
gramos
Hasta
8 reales “Carolus”b 0,903 27,0602c estriado
1808a
Denominación Cuño Plata fina Ceca Peso en gr. Diámetro en mm Borde
1811 8 reales Ferd. VII 0,895 Ninguno 26,84 39,5 Ornamentado
1811 8 reales Ferd. VII 0,895 Ninguno 32,01 40 Estriado
1811 8 reales Ferd .VII 0,895 Ninguno 26,66 42 Plano
1812 8 reales Ferd. VII 8,895 Ninguno 27,33 39,5 Ornamentado
1815 8 reales Ferd .VII 0,895 Ninguno 26,04 39,2 Ornamentado
1811 8 reales Ferd. VII 0,895 Ninguno 19,04 38,8 Plano
1812 2 reales Ferd .VII 0,895 Ninguno 5,69 26,2 Plano
1812 8 reales Ferd. VII 0,895 Ninguno 27.92 39,6 Plano
1812 8 reales Ferd. VII 0,895 Ninguno 24,53 38,5 Ornamentado
Sin fecha 4 reales Ferd. VII 0,895 Ninguno 11,99 35,5 Plano
Sin fecha 8 reales Ferd. VII 0,895 México 26,89 39,7 Ornamentado
1811 8 reales Ferd. VII 0.895 Ninguno 28,66 40,6 Plano
1812 8 reales Ferd. VII 0,895 None 26,24 39,2 Plano
1812 8 reales Ferd .VII 0,895 Chihuahua 26,23 40,7 Ornamentado
1822 8 reales Ferd. VII 0,902 México 26,95 40 Ornamentado
1822 8 reales Ferd. VII 0,902 México 26,99 40 Ornamentado

Notas a) estandar colonial a partir de 1772-1776, b) sello de Carlos III o Carlos IV ; c) hecho de 24,4293 gramos de plata fina + 2,6342 gramos de aleación.
Fuente: <www.cmonedam.com.mx/numismatica/hist_numis.htm/>. Oficina Numismática, Banco de México.
Tabla 3
VALUACIÓN DE MONEDAS HISPANOAMERICANAS EN FILIPINAS

Peso neto
Peso antiguo español Granos finos
Granos
Old Spanish Peso 499,2 445,08
México de 1831 502,08 450,48
de 1832 495,48 442,8
de 1833 502,68 451,2
Bolivia 1829 499,56 450,36
Bolivia 1832 499,08 450,36
Perú 1832 499,08 450,36
Perú 1832 494,4 445,32
Perú 1833 498,6 450,72
Chile 1833 505,92 456,21
Río de la Plata 491,76 442,24

1/2 (4 reales) Viejo peso español 249,6 222,48


id de Bolivia 250,56 168,6

1/4 (2 reales) Viejo peso español 124,8 111,24


id de México 123,48 111
id de América Central 114 103,68
id de Bolivia 125,64 84,84
id de Colombia (Cundinamarca) 124,86 84,72

1/8 (1 real) Viejo peso español 62,1 55,68


id América Central 58,2 52,2
id de Colombia (Cundinamarca) 95,4 44,4
id de Nueva Granada 48,6 27,48

Fuentes: Oropilla y Fortich, Philippine Counterstamped Coins, 1828-1839 (Manila 2001). Table
9.1. Monetary table of American and Spanish American coins, p. 173

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Fiscalidad y finanzas
Capítulo 7
Costos y beneficios de un imperio:
1
fiscalidad y finanzas de Brasil, 1607-1808

Ángelo Alves Carrara


Universidade Federal de Juiz de Fora

Uno de los elementos más importantes, si no el más importante en las


relaciones entre una metrópoli y sus colonias, desde el punto de vista
del Estado, es la fiscalidad. Independientemente de las razones que uno
pueda hallar en los orígenes de un proceso de conquista por un Estado
de un territorio que le es ajeno, quedaba siempre al final del día para los
administradores de la Real Hacienda una cuestión sencilla: qué tanto
costó —sea ganar o simplemente mantener— lo que se había conquis-
tado Sí, porque como recalca la profesora Lakshmi Subramanian, “war
and diplomacy are expensive adventures requiring more than military
and diplomatic advantages. Finance is an equally basic and essential

1. Este texto compendia los datos presentados en distintos reportes de investigación


que se están conformando en libro. Reconozco el apoyo otorgado por el Conselho
Nacional de Pesquisa (CNPq) y la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro a los varios
proyectos vinculados al programa de investigación más amplio titulado “Adminis-
tração fazendária e conjunturas financeiras do Estado do Brasil’, que coordino. Los
datos se presentan en Carrara (2006, relatório de pesquisa). La conversión de mil-réis
en libras esterlinas o pesos de reales de a ocho se hace a base de McCusker 1978.
prerequisite”2. En el caso de la metrópoli ibérica, el pago de estos costos
se solía hacer o con las ganancias provenientes de las remesas de metales
preciosos o con el comercio bajo el régimen de monopolio (el “exclusivo
colonial”, según la expresión usual en portugués consagrada por el pro-
fesor Fernando Novais3). Para metrópolis con muchos territorios con-
quistados, la aritmética financiera imperial era de un tipo particular: lo
que importaba al final del día no era tanto el rendimiento individual de
cada una de las colonias, sino el balance de ingresos y gastos del conjunto
de ellas, pues que en una se podía perder lo que con otra se compensaba.
Para entenderse la dinámica del Estado imperial español, Carlos Mari-
chal subrayó que hay que “tener en cuenta los complejos flujos de fondos
en el ámbito intraimperial, tanto entre colonias y metrópoli, como entre
las propias colonias hispanoamericanas”.4
Es en ese sentido que un imperio tiene costos y beneficios. Al final
de un tiempo, a la administración hacendística se podría arrojar un in-
terrogante: ¿sigue valiendo la pena?
En este artículo busco presentar los resultados de dos proyectos de
investigación acerca de la administración hacendaria y las coyunturas fi-
nancieras del Estado de Brasil entre 1607 y 1808. Cada uno de los proyec-
tos mencionados buscó sistematizar los datos relativos a la estructura de
los ingresos y de los gastos de aquella porción del imperio portugués. Di-
cho de otro modo, verificar no solamente las fluctuaciones de los rendi-
mientos de los tributos y derechos reales, sino especialmente los montos
efectivamente recaudados por la Real Hacienda y [por ella dependidos].
Lo que se buscó con ese primer esfuerzo fue sobre todo llevar a efecto
un programa de estudios hace ya algún tiempo sugerido por el fallecido
profesor José Roberto do Amaral Lapa:

O conhecimento da contabilidade colonial [...] servirá para se ver a sua


balança econômica, isto é, a soma da despesa e da receita. A diferença, no
caso de superávit, isto é, do que a colônia estivesse conseguindo capitalizar
para a metrópole, necessita ser considerada no tocante à redistribuição do

2. Subramanian 1996: 3.
3. Novais 1979.
4. Marichal 1999: 18.

270 | ÁNGELO ALVES CARRARA


excedente econômico [...] quais os canais de recolhimento tributário, seu
mecanismo operacional e o seu sistema redistributivo ––se ele ocorria–– em
relação à colônia? [...] o que realmente ficava na colônia e o que era remeti-
do para a metrópole [...]? Neste caso, o que retornava à colônia em termos
de capital (investimentos, produtivos ou não)? Com esses dados chegare-
mos a uma possível avaliação do custo da empresa colonial; até que ponto
ela se autofinanciou?5

Para ese tipo de investigación y datos, debe considerarse de inmedia-


to el hecho de que no disponemos, al menos en los fondos documentales
de instituciones archivísticas brasileñas, de verdaderas series fiscales de
igual naturaleza a las que tenemos en la Coleção Casa dos Contos de Ouro
Preto, de lejos, el mayor fondo fiscal del período colonial brasileño. Con
todo, hemos encontrado en Portugal el núcleo de los libros de ingresos
y gastos de las tesorerías de cada una de las capitanías que constituían el
Estado de Brasil para la segunda mitad del siglo XVIII. Para el siglo XVII,
los datos fueran extraídos de la documentación de la Secretaría General
del Estado y del propio Gobierno General, actualmente en la Biblioteca
Nacional de Río de Janeiro. No hay dudas de que muchos, en ambas ori-
llas del Atlántico, ganaron muchísimo —en particular los mercaderes
involucrados en el comercio ultramarino—, y que para estos sí valió la
pena. Muchos mercaderes y comerciantes encontraron en distintos rin-
cones del espacio colonial oportunidades de realización del capital mer-
cantil. La cuestión es aquí saber si se puede ofrecer esta misma respuesta
desde el punto de vista contable de parte de la Real Hacienda en Brasil a
lo largo de los siglos XVII y XVIII.

Las coyunturas financieras del Estado de Brasil, 1607-1700

No tenemos para el siglo XVII informaciones completas de todos los


tributos que se cobraban, ni datos integrales para todas las capitanías.
Con todo, es perfectamente posible una aproximación a las coyunturas
fiscales con base en la evolución del tributo que de lejos era el más im-
portante de todos los gravámenes —los diezmos—, así como a partir de

5. Lapa 1973: 13.

COSTOS Y BENEFICIOS DE UN IMPERIO: FISCALIDAD Y FINANZAS DE BRASIL, 1607-1808 | 271


los datos disponibles para la Capitanía de Bahía, en gran parte de aquel
siglo responsable por el 50% de toda la recaudación colonial, a los que
añadiré las cifras para Río de Janeiro, que aportaba 25% del total. Una
diferencia importante respecto a la fiscalidad hispanoamericana es que
nada se cobraba a los indios.
Hay que recordar que la Real Hacienda se hacía cargo del cobro
de los diezmos en todas las conquistas portuguesas, bajo el régimen de
asientos como consecuencia de la bula del Papa Julio III Praeclara ca-
rissimi, de 1550, que anexó perpetuamente a la Corona portuguesa las
maestrías de las órdenes de Avis, Cristo y Santiago.6 Por lo tanto, toda la
estructura eclesiástica en Brasil dependía directamente de lo recaudado
por la Real Hacienda para colmar sus necesidades. Pero hubo también
un tipo particular de diezmo, de menor importancia para la Iglesia, co-
brado directamente a los feligreses por los curas de cada parroquia: el
“diezmo personal” o “impuesto pascual” (porque se hacía el pago du-
rante la cuaresma).
En las décadas anteriores a la Restauración portuguesa en 1640, los
ingresos fiscales eran generados solamente por los diezmos. El estanco
de la pesca de las ballenas se mantuvo en un nivel muy bajo hasta muy
avanzado el siglo XVII, y el del palo brasil era recibido directamente en
Lisboa, por lo tanto, no participaba de la contabilidad colonial.
El rendimiento de este impuesto en las capitanías de Bahía y Per-
nambuco y las que les eran anexas (Sergipe, Ilhéus, Porto Seguro, Pa-
raíba, Rio Grande do Norte e Itamaracá), como también en la de Río de
Janeiro, es muy instructivo. Las dos primeras eran responsables por casi
toda la recaudación total a lo largo del siglo XVII. En verdad, las fluc-
tuaciones de ese tributo expresan también de manera muy elocuente los
cambios de la economía del sudeste brasileño (gráfico 1).
La gráfica muestra cómo, en términos nominales, el valor de los
asientos del diezmo presenta una clara tendencia alcista a lo largo de
todo el siglo XVII. Al amanecer del siglo XVII, el Estado de Brasil —en-
tonces nombrado “provincia de Santa Cruz”— respondía por el 4% de
los ingresos totales del imperio portugués. De los ingresos totales de Bra-
sil, dos tercios correspondían a los diezmos cobrados a la producción de

6. Coutinho 1818.

272 | ÁNGELO ALVES CARRARA


Gráfico 1
VALOR DE LOS DIEZMOS DE LA CAPITANÍA DE BAHÍA Y ANEXOS,
1608-1706

azúcar, y el otro tercio, al estanco del palo brasil —recibido directamen-


te en Lisboa bajo el régimen de asiento—. El monto que se recaudaba
con los diezmos era suficiente para hacer frente a los gastos totales, o sea,
prácticamente todo el rendimiento del estanco de palo brasil equivalía a
una remesa líquida. En aquellos años, los ingresos directos totales con la
India Portuguesa respondían por 25% del total recaudado en el imperio.
Si añadimos las rentas de las aduanas del reino a la importación de mer-
cancías orientales (principalmente pimienta), queda evidente la depen-
dencia muy significativa de la fiscalidad portuguesa de sus colonias en el
océano Índico: 45% de los ingresos totales.7
La producción de azúcar conoció una prosperidad ininterrum-
pida hasta la segunda mitad de la década de 1620, cuando los vientos

7. Falcão 1859: 27-29. La India Portuguesa (en portugués “Estado da Índia”) era el con-
junto de posesiones portuguesas que se extendían desde África Austral (Mozam-
bique), India y sudeste de Asia (Malaca, en la península malaya; Macao, en China)
hasta Japón. En el subcontinente indiano las posesiones constituían más bien encla-
ves, como Goa (la capital), Damão y Diu, principalmente.

COSTOS Y BENEFICIOS DE UN IMPERIO: FISCALIDAD Y FINANZAS DE BRASIL, 1607-1808 | 273


favorables que animaron al aumento de las rentas (léanse diezmos) de
Brasil empezaron a cambiar de dirección. Entre 1619 y 1622, los diezmos
de Bahía tocaron a los 26.800 mil-réis anuales (hacia unas £ 717). En
1623, se despeñaron para 15.200 mil-réis (hacia unas £ 406). La mis-
ma caída se vió en Pernambuco, a causa de epidemias, sequías y baja
de los precios internacionales del azúcar. La lenta recuperación que si-
guió no fue capaz, empero, de contener el desarreglo de la producción,
la interrupción de los enlaces marítimos y la baja de los precios en los
mercados europeos. Resultado: en el año fiscal de 1626-1627, mientras
los ingresos totales fueron de 35.750 mil-réis (alrededor de £ 1027), los
gastos ordinarios alcanzaron a 46.906 mil-réis (alrededor de £ 1347).
Además de ellos, se tenía que gastar anualmente en la construcción de
nuevas instalaciones militares y en el pago de los sueldos de una nueva
guarnición para la defensa contra los holandeses, que desde 1630 habían
conquistado todo el territorio correspondiente a las capitanías de Per-
nambuco y las que le eran anexas (Itamaracá, Paraíba y Rio Grande do
Norte). Con este zarpazo, las arcas reales en Brasil perdieron la mitad de
los productos fiscales, situación que se mantuvo hasta 1654, cuando los
holandeses fueron definitivamente expulsados del territorio.
Por tanto, el período que se abre con la Restauración portuguesa, en
1640, no representó para Brasil propiamente una inflexión coyuntural.
En verdad, correspondió a una exacerbación del cuadro que, como he-
mos visto, puede ser ubicado en 1615 o 1616. Las presiones por el aumen-
to en la recaudación se volvieron más agudas a causa de las necesidades
de apoyo a la resistencia pernambucana contra los holandeses, a la gue-
rra de reconquista de Angola —también tomada por los holandeses— y
a la guerra contra los indios del interior empezada en 1651.8 Luego de la
restauración de Pernambuco, en 1654, la Real Hacienda pudo respirar
con más alivio sin la presión holandesa, pero solamente por muy poco
tiempo. Ocho años después, comenzó a cobrarse el “donativo del dote
de la reina de Inglaterra y paz de Holanda”, con lo que, en la práctica,
se duplicó la carga tributaria de la colonia. Para empeorar las cosas, en
el momento que se acercaba la remisión del pago de esta contribución,

8. Sobre la guerra contra los indios del interior, en particular del valle del río São Fran-
cisco, véase Puntoni 2002.

274 | ÁNGELO ALVES CARRARA


la colonia una vez más fue llamada a asumir los gastos militares con la
fundación de la Colonia del Sacramento, en Uruguay, en 1680.
Como consecuencia de estos gastos, a los diezmos fueron añadidos
otros tributos. La década de 1640 se inició de hecho muy mal en térmi-
nos fiscales. En 1640, los gastos totales de la Capitanía de Río de Janeiro,
que hasta aquel entonces no sobrepasaba los dos contos y medio de réis,
saltó a 21.329 mil-réis (hacia 60.165 pesos), mientras los ingresos totales
de su Caja Real no llegaban a 14 contos de réis (hacia 39.492 pesos). Este
déficit, inicialmente colmado por la Caja Real de Bahía, se fue paulati-
namente satisfaciendo con las rentas de la propia Caja Real de Río de
Janeiro, que pasó a introducir nuevos tributos, y lo mismo ocurrió con
todas las demás capitanías.
A pesar de todo, la tendencia alcista se mantuvo en Bahía hasta 1686,
año desde el que los valores entran en una fase de acentuado derrum-
be, la cual durará cerca de una década, a consecuencia de una epidemia
que cobró la vida de miles de personas, incluso del obispo y del hijo del
gobernador general. Habría que esperar el año de 1693 para encontrar
una lenta pero firme reacción de las finanzas del Estado de Brasil, en un
momento en que este parecía cambiar su posición relativa en el imperio
portugués. Los miembros del Cabildo de Salvador llegaron a declarar:
“la piedra más fina de Vuestra Majestad nos parece ser este Estado”.
En Río de Janeiro acaece algo diferente: de capitanía periférica en
términos fiscales, en los primeros años del siglo XVII (no rebasaba un
promedio de 5% de la recaudación total del Estado de Brasil), llegó a
rivalizar con Pernambuco, la segunda posición a partir de mediados de
aquel siglo. En Río de Janeiro, por el contrario, la retoma del alza conti-
nuada puede ser observada ya en 1678.
¿Qué factores habrían actuado en el sentido de provocar una subida
tan considerable del valor de los contratos de diezmo de dichas capita-
nías entre las décadas de 1620 y 1640, y, a su vez, en su caída vertiginosa
desde mediados de la década de 1650? Desafortunadamente, no sabe-
mos en qué año exactamente empezó el movimiento ascendente, pero
una hipótesis se presenta tentadora: la migración de señores de inge-
nio de Pernambuco hacia Río en virtud de la invasión holandesa.9 Esta

9. De acuerdo con Cabral de Mello (1998: 389-90), “no Rio de Janeiro, gente do Nordes-
te também se estabeleceu com lavoura e engenho de açúcar [...]. A nova prosperidade

COSTOS Y BENEFICIOS DE UN IMPERIO: FISCALIDAD Y FINANZAS DE BRASIL, 1607-1808 | 275


Gráfico 2
VALOR DE LOS DIEZMOS DE LA CAPITANÍA DE RÍO DE JANEIRO, 1608-1701

hipótesis explicaría también el derrumbe acentuadísimo de la produc-


ción azucarera de Río de Janeiro inmediatamente después de la restau-
ración de Pernambuco. El movimiento reverso de migración de señores
de ingenio hacia Pernambuco desde la década de 1630 habría producido
la recuperación de los niveles de producción en las capitanías del norte,
como también la caída en la de Río de Janeiro.

Las minas y la nueva coyuntura financiera

En la historia del imperio portugués, la minería de oro en Brasil provo-


có cambios muy profundos, hasta el punto que se puede decir que con
ella empieza un segundo período colonial, verdaderamente distinto. El

por que passava o Rio de Janeiro já não se devia ao comércio com o Rio da Prata, que
se reduzirá a partir de 1640, mas, conforme pretendia-se na Bahia, aos emigrados
que haviam construído engenhos à beira-mar e ao longo dos rios”. Según este autor,
Río de Janeiro ofrecía inclusive mayores ventajas que Bahía: tierra más barata y rela-
tivamente exenta de los daños que las guerras holandesas trajeron al comercio y a la
navegación del azúcar brasileño.

276 | ÁNGELO ALVES CARRARA


Gráfico 3
INGRESOS TOTALES DEL ESTADO DE BRASIL, 1608-1785

gráfico 3 demuestra de manera contundente lo que acabo de decir. La


recaudación fiscal a lo largo del siglo XVII, que estuvo exclusivamente
basada sobre los diezmos del azúcar, parece absolutamente insignifican-
te frente al ascenso vertiginoso de las cifras en el siglo XVIII.
Los yacimientos auríferos fueron descubiertos en 1696, pero es sor-
presivo que los vientos de bonanza ya soplasen en 1697. El cambio no se
realizó en los trapiches, sino en los desembarcos de mercancías en los
puertos, es decir, el crecimiento de los ingresos no se debió más al movi-
miento de exportación de azúcar, sino a la importación de mercaderías,
sobre la que se comenzó a cobrar alcabalas (el tributo titulado “dízima da
Alfândega”, o sea, “diezmo de las aduanas”). En términos estrictamente
fiscales, se puede medir con relativa precisión este cambio por medio de
este tributo —correspondiente a la décima parte del valor de las mercan-
cías que se importaban—. Dos ejemplos: en Bahía, entre 1695 y 1697, la
importación de vinos recaudó 24.166 cruzados anuales (unos 13.137 pe-
sos). En 1698, el rendimiento saltó a 30.000 cruzados (unos 15.646 pesos)
al año. Los ingresos de la aduana de Río de Janeiro, que en 1700 no lle-
gaban a 2.787 pesos de a 8, de ingreso, registró en el trienio 1712-1714 la

COSTOS Y BENEFICIOS DE UN IMPERIO: FISCALIDAD Y FINANZAS DE BRASIL, 1607-1808 | 277


cifra de más de 68.667 pesos. De 1721 a 1723, el valor sobrepasó los 87.754
pesos, y de 1724 a 1726, ya llegaba a casi 130.420 pesos. Este crecimiento
anunciaba un cambio mucho más profundo: la migración del eje de gra-
vedad de la economía de Brasil, de Salvador para Río de Janeiro.
Con respecto a la Capitanía de Minas Gerais, la que de hecho se
transformó en la joya de la Corona portuguesa, presento aquí un resu-
men de su estructura fiscal como también sus coyunturas financieras.
Entre 1700 y 1713, Minas generó un monto fiscal total equivalente a
171.472,98 kg de oro (205:767$585 réis, hacía 268.573 pesos) y un gasto
de 163.958,66 kg de oro (196.750$396 réis, hacía 256.532 pesos). Sin em-
bargo, el crecimiento más acentuado ocurrió a partir de 1714 (gráfico 4).
En ese período, la recaudación ascendió a 638.041 pesos, equivalentes a
401.893,77 kg de oro.
Los datos para el período de 1722 hasta 1727 padecen de la frag-
mentación provocada por el pésimo estado de la documentación con-
table, pero es importante resaltar que a raíz de la instalación de la Caja
de la Real Hacienda de Minas Gerais, las rutinas de cobro y de registro
contable se volvieron más rigurosas. Desafortunadamente, el único libro
contable del período posterior a 1722 no nos permite una recolección de
datos satisfactoria. Con todo, a partir de 1736 empieza la serie casi inin-
terrumpida de datos seguros relativos a los ingresos y gastos de Minas.
Igualmente, a partir de ese año se destaca un rubro particular de los
gastos: las remesas líquidas para Lisboa, que rebasan todos los demás
rubros, como lo muestra el gráfico 5.
Entre 1736 y 1751, la fiscalidad de Minas se muestra así con todos
los colores: los ingresos totales —excluidos los quintos reales (de hecho
20% de todo el oro extraído) y los “subsidios voluntarios”— llegaron a
4.940:347$753, o 4.116.956,46 kg de oro. De ese monto, 1,33% fue gas-
tado con la clerecía, 16,31% con militares, 15,14% con el personal civil,
3,87% con gastos extraordinarios y 7,28% con la minería de los diaman-
tes. El resto, 2.769:201$945 réis, o 2.307.668,28 kg de oro, representaron
sobras presupuestarias que se enviaron a Lisboa. Con todo, a las remesas
se debe agregar los gastos con la minería de los diamantes, porque los va-
lores enviados por la tesorería de Villa Rica a la Demarcación Diaman-
tina (nombre de la región de explotación minera) no regresaban a ella,
sino que eran remitidos directamente a Lisboa. De esa manera, el monto
total enviado a la metrópoli alcanzó la cifra de 7.639,65 kg de oro.

278 | ÁNGELO ALVES CARRARA


Gráfico 4
INGRESOS TOTALES DE LA REAL HACIENDA DE MINAS GERAIS, 1714-1721,
EN CONTOS DE RÉIS

Gráfico 5
COMPOSICIÓN DE LOS GASTOS DE LA CAPITANÍA DE MINAS GERAIS,
1736-1751, EN PESOS

COSTOS Y BENEFICIOS DE UN IMPERIO: FISCALIDAD Y FINANZAS DE BRASIL, 1607-1808 | 279


Se debe subrayar otro cambio importante en 1751: la contabilidad
de la capitanía incorporó una operación muy compleja: el trueque de
oro por moneda provincial (figura 1). La razón es sencilla: a lo largo
de todo el siglo XVIII, la única moneda que circuló en el interior de la
Capitanía de Minas Gerais fue el oro, ya fuera en polvo o como metal
fundido. Pese a estar legitimada por la costumbre, la circulación del oro
como dinero en el interior de la capitanía obtuvo una sanción definitiva
mediante la cédula real del 3 de diciembre de 1750, la cual prohibió el
giro de cualquier moneda de oro dentro de Minas. Para las ventas al por
mayor debían emplearse las barras, en tanto que para cualquier comer-
cio al menudeo se estipulaba el uso del oro en polvo. Las monedas de
plata y cobre provinciales acuñadas en las cecas de Bahía y Río de Janeiro
se empleaban “para compra de las cosas que no admiten pesos de oro”.
Al salir de Minas, el viajero no podía llevar oro sin licencia del intenden-
te y del fiscal de la Casa de Fundición. De manera parecida se limitó a
quinientas dracmas (1793 g) la cantidad de oro en polvo que cada perso-
na podía tener sin que se viera obligada a quintar. Las reales cédulas del
primero de septiembre y el 12 de octubre de 1808 prohibieron cualquier
circulación del oro como dinero en la capitanía, al tiempo que reglamen-
taron la factura de los billetes que lo substituirían. Una serie de cambios
rápidos tuvo lugar a partir de entonces, entre los que destacaremos el
aumento en las emisiones de moneda metálica. Dichos cambios ocu-
rrieron a la par de transformaciones económicas amplias y profundas,
verificadas también desde 1808, por lo que no es conducente hablar aquí
de meras modificaciones jurídicas. Dicha fecha puede ser tomada, por
tanto, como el punto de inflexión más importante en la historiografía de
Minas, ya que señala el final de la minería como actividad dominante y
el comienzo de la expansión del cultivo del café y otros géneros agrícolas
exportados desde Minas. También es de señalarse que entre 1808 y 1813
la producción total del oro se volvió equivalente a la producción agro-
pecuaria de la capitanía, sin perder nunca más su importancia para esta
última. En 1808, los 440.693 kg de oro del quinto correspondían a cerca
de 746 contos de réis, mientras que los diezmos totales ascendían a una
cifra cercana a los 350 contos. En 1813, la producción del oro cayó a poco
más de 500 contos, un valor muy próximo al de la producción agraria.
En 1814, el quinto rindió un tercio menos del rendimiento de cien años
antes (293,76 kg).

280 | ÁNGELO ALVES CARRARA


Figura 1
FLUJO DE RECURSOS ENTRE LOS DIVERSOS ÓRGANOS DE LA REAL
HACIENDA DE MINAS GERAIS

CAPITANÍA / DE REAL HACIENDA CAPITANÍA DE MINAS GERAIS


(VILLA RICA)

Intendencias de Diezmos, Entradas, Pasajes


Serro, Sabará y Nuevos derechos, Donativos,
Río das Mortes Tercera parte de oficios de
Justicia, etc.

Registros

Hoja eclesiástica, militar,


Casa de Fundición civil y extraordinaria
de Villa Rica

Defensoría / Junta de Real Demarcación Diamantina


Hacienda de Capitanía de
Río de Janeiro

Real Tesoro

COSTOS Y BENEFICIOS DE UN IMPERIO: FISCALIDAD Y FINANZAS DE BRASIL, 1607-1808 | 281


Entre 1752 y 1808, y con respecto a coyunturas en particular, los da-
tos sistematizados muestran una aparente obviedad: desde el momento
que la actividad minera comenzó a dar señales de agotamiento, la salud
financiera de Minas, dependiente a su vez de la de los otros sectores de la
economía directa o indirectamennte subordinados a la minería, empezó
a flaquear. Ello ocurrió en 1762, año en que los quintos reales cumplie-
ron solamente la cuota de cien arrobas. La primera señal fue sonada por
la reducción del saldo para el año siguiente. Desde aquel entonces, un
elemento estructural nuevo pasó a caracterizar las cuentas de la Real
Hacienda de Minas: los atrasos en los pagos de los gastos ordinarios.
Para solventar esta presión, a partir de 1772 la tesorería empezó a echar
mano al oro de los quintos reales.
En términos comparativos, en la década de 1770, las cuatro capita-
nías más importantes desde un punto de vista fiscal —Minas Gerais, Río
de Janeiro, Bahía y Pernambuco— recaudaban juntas hacia 1.600.000
mil-réis. En las cajas reales de Portugal, los ingresos en estos años se
ubicaban alrededor de los 5.000.000 mil-réis, de los cuales 41% prove-
nientes de impuestos sobre géneros producidos en Brasil.10
El interrogante que vertebró esta investigación era simple: a fin de
cuentas, ¿qué de hecho se gastaba en la colonia y qué se remitía a la me-
trópoli? Creo poder solventar esta cuestión de manera un poco más se-
gura: entre 1714 y 1810 (excluidos los años de 1722 a 1735), se recaudó
en Minas Gerais un total de 15.746.247 mil-réis, o 13.121.872,82 kg de
oro, de los que siguieron líquidos hacia Lisboa 23% del total. O sea, la
empresa colonial no solamente se autofinanció, sino que produjo bue-
nas ganancias. Sin duda, Minas Gerais fue un excelente negocio para la
corona.

10. Tomaz 1990: 376.

282 | ÁNGELO ALVES CARRARA


Gráfico 6-A
COMPOSICIÓN DE LOS INGRESOS DE LA CAPITANÍA DE MINAS GERAIS, 1762-1810
Gráfico 6-B
COMPOSICIÓN DE LOS GASTOS DE LA CAPITANÍA DE MINAS GERAIS, 1762-1810
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286 | ÁNGELO ALVES CARRARA


Capítulo 8
Salarios en la Caja Real de Lima,
siglos XVII-XVIII
Juvenal Luque Luque
Universidad Nacional Mayor de San Marcos-Escuela de Historia

Introduccion1

Con el presente trabajo se pretende aportar una metodología para en-


tender mejor la naturaleza de las datas de los salarios de la caja matriz
de Lima. Para lograr este propósito ha sido de una ayuda invalorable
el trabajo de los historiadores norteamericanos John J. TePaske y H. S.

1. Para la realización de este trabajo muchas personas han intervenido. El historiador y


profesor Carlos Lazo García merece mi agradecimiento especial, pues a él le debo la
elección del tema y valiosas recomendaciones. También el maestro y patriarca de la
minería peruana ingeniero Mario Samamé Boggio, quien me permitió trabajar en te-
mas mineros para su obra principal El Perú minero; a la doctora Ella Dunbar Temple,
que me brindó muchas facilidades bibliográficas y orientaciones. Agradezco además
a mis colegas, alumnos y profesores de la maestría en Historia de la Universidad de
San Marcos, quienes han conocido este tema y han tenido la oportunidad de darme
sugerencias para un mejor norte. Este trabajo está dirigido también a la memoria
de la doctora Margarita Giesecke, quien en el curso de la investigación avanzada me
permitió exponer el tema y discutirlo. Además, este texto viene a ser un avance de
una investigación mayor que se presentará como tesis de maestría en la Unidad de
Posgrado de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNMSM.
Klein, quienes publicaron los sumarios de cargo y data o de las cartas
cuentas no solo de esta caja, sino de las cajas de la América española
para el período 1528-1820. A partir de esta base, y con las fuentes de
dicha caja que se conservan en Lima (libros de cargo y data), se ha tra-
tado de reconstruir para los dos siglos la estructura y dinámica de los
salarios burocráticos que ella satisfacía básicamente en cuatro institu-
ciones: Real Audiencia, Tribunal de Cuentas, la Real Caja y el Superior
Gobierno (salarios de la burocracia civil). Los salarios militares, por su
extensión y la cantidad de personal involucrado, no se han trabajado.
Además la consulta de estas fuentes fiscales nos ha permitido entender
con propiedad algunos aspectos de las datas salariales civiles, especial-
mente las conversiones o reducciones cuando estaban dotadas en barras
y se debían satisfacer en reales, tomando en cuenta la variable “precio
del salario”,2 que tenía como patrón referencial el precio del ensayado
(tomándose como referencia el precio convencional de la plata).
Como el estudio abarca dos siglos, se ha privilegiado el tema de los
llamados ciclos salariales; por la facilidad de las fuentes, la periodización
de estos ciclos en dos grandes períodos obedece a la presencia en cada
uno de ellos de dos factores infaltables: el precio del salario y la prepon-
derancia de una forma de moneda en el mercado peruano colonial que
obligó a pagar los salarios civiles en esas monedas corrientes. La pro-
blemática del mundo salarial satisfecha por la Caja de Lima es amplia y
compleja, y para los fines del presente estudio solo se abordarán cuatro
aspectos básicos: uno de los mecanismos de acceso al cargo (compra),
los salarios en tiempos de crisis (1710-1720), una particularidad salarial
(Potosí siglo XVIII) y los grandes ciclos salariales. Por la naturaleza preli-
minar del estudio no se abordarán otros aspectos igualmente importan-
tes para una cabal comprensión del tema, como las monedas salariales,
los tipos de cambio salariales, origen social de los empleados, mecanis-
mo de admisión y promoción, reformas salariales, impuestos al salario,
el sobresueldo, etcétera.

2. Era un tipo de cambio que se expresaba en tantos pesos de a 9 reales por cada 100
pesos ensayados (ensayado mayor). Este precio en la práctica contable se expresaba,
por ejemplo, como “reducido a 144 o 144%”.

288 | JUVENAL LUQUE LUQUE


Un mecanismo de acceso al cargo: compra

Los puestos burocráticos eran apetecibles, y un indicador de este deseo


por hacerse de un puesto burocrático son los asientos de remates de ofi-
cios realizados por la Caja de Lima entre 1700 y 1754. Durante estos 54
años la caja remató 72 oficios que en conjunto montaron 490.677 pesos
de a 8; de este monto los beneficiarios pagaron al contado el 59% y la
diferencia en anualidades (armadas) de 1 a 9 años. Los oficios fueron re-
matados con la precisa condición de buscar la confirmación real dentro
de los 6 años siguientes. Del conjunto de oficios vendidos veamos los que
superaron los 14.000 pesos (cuadro 1):

Cuadro 1
OFICIOS REMATADOS POR ENCIMA DE 14.000 PESOS POR CAJA DE LIMA

Años Empleo Total Contado A CNF


1705 Tesorero CR Potosí 28.000 28.000
1705 Contador CR Potosí 25.000 25.000
1705 Contador CR La Paz 16.000 16.000 6
1706 Contador CR Chucuito 14.000 10.000 2 6
1706 Tesorero CR Cuzco 24.000 24.000
1710 Tesorero CR Potosí 28.000 20.000 A 6
1721 Cont. entrepartes RA 15.000 1.000 B 6
1714 Escribano de cámara RA 18.000 5.000 6 6

Fuente: Archivo General de la Nación, Superior Gobierno, libro remate de oficios


RA= Real Audiencia
CR= Caja Real
DA= Saldo en años
CNF= Confirmación real (años)
A= Con su empleo actual
B= Más de 10.000 pesos a los herederos del actual poseedor

Conocido el precio del remate y asumiendo que hicieron empre-


sa para adquirir estos destinos, debían dedicar todo lo que producía el
empleo en los siguientes 10 o 15 años para pagar el costo de la inver-
sión. Esta suposición nos parecen muy forzada, y las nuevas investiga-
ciones deberán aclarar sobre todo la procedencia del dinero y la forma

SALARIOS EN LA CAJA REAL DE LIMA, SIGLOS XVII-XVIII | 289


de amortizar los saldos. Dentro de la escala de salarios de la burocracia
colonial los empleos de la Hacienda ocupaban, en cuanto a la dotación
anual, un segundo lugar después de los virreyes y oidores, lo que explica
la preferencia por estos empleos. El caso de los corregidores puede usarse
como un caso ilustrativo que puede permitir aclarar esta duda. Pero lo
más probable es que el caso de los corregimientos sea muy especial. Po-
día obtenerse el empleo de corregidor por dos vías: merced o compra.3
En este último caso lo apetecible del destino no eran los salarios de los
corregidores, que difícilmente pasaban de los 3.000 pesos anuales, lo co-
diciable era la granjería llamada “reparto”.
La empresa económica formada para adquirir el empleo de corre-
gidor era muy costosa, y era usual recurrir a la formación de empresas
mercantiles conocidas como compañías, sobre todo para implementar
el ejercicio del reparto. Podemos referir esta onerosidad con dos casos.
En 1755, José Martín de Irigoyen consiguió por merced del virrey el co-
rregimiento de Huamalíes para ejercer el cargo por dos años. Para usu-
fructuar los “provechos, frutos, adelantamientos y utilidades” creó una
compañía con Juan de Florencia, en la que como fondo ambos aportaron
dinero para habilitar el corregimiento. Las utilidades serían repartidas
a medias. La formación de empresas similares no la hemos hallado en
la Caja de Lima para adquirir o pagar el costo del empleo adquirido por
compra, básicamente por el tipo de fuentes manejadas y el norte princi-
pal de nuestra preocupación.
Un segundo caso data de 1768, cuando el provisto, corregidor de
Cotabambas Juan de Ugalde, interesó en el negocio al comerciante es-
pañol Juan de Tressiera, quien debía correr con la habilitación. Las “uti-
lidades y aprovechamientos” igualmente se repartirían a medias. En lo
sustancial, Tressiera debía costear la habilitación, asumir los gastos que
implicase la posesión del cargo (fianzas, despachos de oficios, medias
anatas, etc.), gastos de reparto (enfardelaje, abrigos, arrieros, etc.), pagar
la compra de 2000 mulas ya comprometidas para el reparto por Ugalde,
la alcabala de repartimiento, las fianzas del ramo de tributos, papel se-
llado, bienes de difuntos, caja de censos y penas de cámara. Al final del

3. Ambos mecanismos eran también comunes en la adquisición de los empleos de


hacienda.

290 | JUVENAL LUQUE LUQUE


ejercicio estos gastos eran descontables a su favor. Toda la empresa eco-
nómica para habilitar el corregimiento de Cotabambas le significó al
comerciante un aporte en dinero que bordeó los 20.000 pesos.4

Los salarios en tiempos de crisis: 1710-1720

Es muy conocido en la historiografía colonial que en esta década hubo


una crisis fiscal, financiera y monetaria, situación que provocó un des-
orden en el pago de los salarios de la Real Hacienda, siendo una muestra
de ello los cargos totales de la caja limeña y los salarios pagados, que
llegan a su punto más bajo de todo el período colonial en 1714, como lo
ha demostrado cuantitativamente H. S. Klein (cuadro 2).
Lo que las cifras de los cuadros 2 y 3 no rebelan es lo que pasó pre-
cisamente en 1714, año más bajo en cuanto a pagos salariales de la Caja
de Lima en todo el período colonial. En dicho año se pagan por con-
cepto de salarios solo 39.943 pesos, y el cargo total llegó a 250.017 pe-
sos corrientes. En los años que pueden juzgarse normales fiscalmente
hablando los cargos totales de la Caja de Lima podían ascender a unos
1.049.511 (1703) pesos, y la data5 salarial burocrática el mismo año fue
de 162,550, que porcentualmente significan respectivamente el 646% en
cargos y 626% en salarios respecto de 1714. Las cifras anteriores indican
que en 1703 la Caja Real de Lima recaudó más de 6 veces que en 1714 y
pagó más de 6 veces más salario que en 1714 al mismo personal y sin ha-
ber variado el monto de sus salarios. Los porcentajes anteriores indican
además un dato interesante: cuando los cargos fiscales disminuyen en
más de 6 veces los salarios también disminuyen en la misma proporción,
lo que fue común en el manejo de la hacienda colonial (se desconoció la
devaluación monetaria o endeudamiento exagerado). La regla fue bajos
ingresos = recortes de los gastos. Comparando los números índices del
cuadro 2 además se pueden extraer dos interesantes conclusiones: en la

4. Si no se indica lo contrario se refiere a pesos corrientes o pesos de a 8 reales.


5. Canga Argüelles define la data así: “[… ] se llama la parte de las cuentas de tesorería
que comprenden la relación de los gastos satisfechos a las clases del estado con el
importe de los caudales que entran en el erario, justificada con las órdenes expedidas
a favor de los interesados, y con sus recibos originales” (1833).

SALARIOS EN LA CAJA REAL DE LIMA, SIGLOS XVII-XVIII | 291


Cuadro 2
INGRESO TOTAL MEDIO ESTIMADO POR DÉCADAS DE LA CAJA DE LIMA

Índice Índice*
Décadas Ingresos
(1580 = 100) (1780 = 100)
1580-1589 2.611.612 100 64
1590-1599 3.364.704 129 82
1600-1609 3.615.579 138 88
1610-1619 3.484.546 133 85
1620-1629 3.304.044 127 80
1630-1639 3.687.207 141 90
1640-1649 3.976.312 152 97
1650-1659 3.619.158 139 88
1660-1669 2.909.152 111 71
1670-1679 2.742.098 105 67
1680-1689 2.757.980 106 67
1690-1699 2.185.086 84 53
1700-1709 1.793.360 69 44
1710-1719 960.921 37 23
1720-1729 1.320.343 51 32
1730-1739 1.288.613 49 31
1740-1749 1.333.382 51 32
1750-1759 1.550.713 59 38
1760-1769 2.144.378 82 52
1770-1779 1.946.273 75 47
1780-1789 4.112.584 157 100
1790-1799 2.960.460 113 72
1800-1809 3.260.675 125 79

Fuente: Klein 1994


* Calculado por el autor del presente estudio.

década 1710-1719 la Caja Real recaudó un poco menos de la cuarta de lo


que hizo en la década 1780-1789, o algo más de la tercera parte que en la
década 1580-1589.6

6. Las diferencias porcentuales varían de acuerdo con el año base escogido para los
números índice.

292 | JUVENAL LUQUE LUQUE


Con respecto a los salarios, esta incapacidad en el pago obligó a
suspender los tercios7 respectivos que se iban venciendo, pudiendo esto
contrastarse con la normalidad presente en el trienio 1700-1702, que lo
hemos incluido como punto de comparación. El cuadro siguiente ates-
tigua lo afirmado.

Cuadro 3
ÍNDICE DE SALARIOS PAGADOS POR LA CAJA REAL DE LIMA
ENTRE 1700-1702 Y 1714-1715

Años Pesos Índice


1700 183.300 100
1701 166.652 86
1702 132.087 72
1714 39.943 22
1715 109.779 60
1716 330.659 180

Fuente: TePaske y Klein 1982, Caja de Lima

Del cuadro es fácil concluir que entre 1700 y 1702 más del 90% de
los salarios se pagaban puntualmente, y en 1714 solo se satisface algo
más de la quinta parte, cerca del 60% en 1715 y 1,8 veces más en 1716 res-
pecto del año base 1700, asumiendo como hipótesis que durante 1714-
1716 el número de empleados fue similar que entre 1700-1702 y que los
salarios no variaron como sucedió en la práctica. Tomando las cifras
relativas de los salarios satisfechos para los citados años tenemos que las
cifras porcentuales de la tercera columna nos muestran tres cantidades
bastante ilustrativas: incapacidad de pago casi absoluta de la caja lime-
ña (1714), recuperación (1715) y actualización de los pagos rezagados
(1716) respecto siempre del año base. Al tomar ligeramente las cifras de
1716 podríamos concluir erróneamente que en este año aumentaron los

7. “Tercio” era un término que significaba que los salarios se pagaban cada cuatro me-
ses o tres veces al año, lo que ocurrió en casi todo el período colonial.

SALARIOS EN LA CAJA REAL DE LIMA, SIGLOS XVII-XVIII | 293


salarios astronómicamente en 301%, lo que no sucedió respecto del año
anterior.
El transfondo de este elevado monto (casi el doble de lo pagado en
1700) está basado en las cifras que se conocen procedentes de la consulta
de los libros de cuenta de dichos años partida por partida: más del 80%
de lo pagado en 1716 correspondió a los tercios que no fueron pagados
en su oportunidad desde 1711.
Las cifras del gráfico n.º 1 confirman enteramente lo que hemos
venido afirmando sobre el pago de los tercios salariales para dichos pe-
ríodos: más de 90% de los salarios se pagaban el mismo año, incluyendo
el último, que era satisfecho en enero del siguiente año. Esta norma es
afectada entre 1714 y 1716, cuando se da prioridad al pago de los sala-
rios rezagados en desmedro de los que iban venciendo. Esta tendencia
se aprecia mejor en el gráfico que sigue, donde se presenta información
sobre salarios pagados oportunamente y los correspondientes a los reza-
gados por años.

Gráfico 1
SALARIOS SATISFECHOS POR LA CAJA DE LIMA
ENTRE 1700-1702 Y 1714-1716 (en %)

Fuente: AGN, H3, Libro mayor de la Caja de Lima, años 1700-1702 y 1714-1716

294 | JUVENAL LUQUE LUQUE


En este período, los salarios se pagan exclusivamente en pesos acu-
ñados, reduciéndose los reducibles a 144% el ensayado mayor. Otra ca-
racterística importante ya mencionada es que a mediados del siglo XVIII
la tendencia es la desaparición del término peso ensayado, que como
consecuencia supuso su ausencia en los asientos o partidas salariales,
donde era ya superflua la reducción simplemente porque no había nada
que reducir. Grosso modo podemos afirmar que esta tendencia declinan-
te en contra del peso ensayado comenzó desde principios del siglo XVIII
hasta situarse entre 1750-1755 en un 2 o 3% del total de los asientos. Esto
hace que esporádicamente aparezca algún asiento donde se mencione a
este peso de cuenta del siglo XVI, y por otro lado solo este porcentaje es
el que pasa por la reducción.

Cuadro 4
SALARIOS MÁS BAJOS PAGADOS POR LA CAJA REAL DE LIMA A LA
BUROCRACIA CIVIL EN TODO EL PERÍODO COLONIAL: 1/1714-12/1714

Datas Ocho Ensayados Oro % Ocho*


Alcances de cuentas 1.502 0,60
Censos 19.912 7,96
Comisos 5.802 2,32
Extraordinario de Real Hacienda 607 5.215 45 0,24
Gastos de minas de Huancavelica 24.491 9,80
Guerra 108.258 43,30
Lanzas 4.444 1,78
Media anata 550 0,22
Mercedes y situaciones 350 0,14
Novenos reales 167 0,07
Situado de Panamá 1.563 0,63
Situado de Valdivia 39.138 15,65
Sueldos 39.943 15,98
Vacantes mayores 3.290 1,32
Total 250.017 5.215 45
Total computado 250.017 5.215 45

Fuente: TePaske y Klein 1982


* Calculado por el autor de este estudio.

SALARIOS EN LA CAJA REAL DE LIMA, SIGLOS XVII-XVIII | 295


En los momentos tardíos del siglo XVIII, los salarios que estaban
dotados inicialmente en pesos ensayados ya aparecen como dotados en
pesos corrientes equivalentes. Un asiento típico de esta etapa tardía del
peso ensayado es como sigue, donde esta moneda ha pasado a la historia
y solo figura en los libros de contabilidad:

En 19 de marzo de este año [1755] se pagaron [...] al Excelentísimo señor


Conde de Superunda [...]: 20.166 pesos 5 reales que los hubo de haber por
4 meses de sueldo y sobresueldo de su Excelencia cumplidos en fin de abril
del presente a razón de 60.500 pesos que goza en cada uno de dicho puestos
[...].8

Puede apreciarse que ya no se hace mención de los pesos ensayados


como sucedía en casi todos los asientos de salarios del siglo XVII. Aquí
la asignación del virrey está en patacones, y durante el siglo pasado y
parte del siglo XVIII estuvo señalada en pesos ensayados: 25.000 pesos
ensayados más 20.000 duros de sobresueldo. Reduciendo los 25.000 pe-
sos de 450 maravedís al precio de 144% hacen exactamente 40.500 pesos
corrientes ((25.000*9*144)/800), los que sumados a los 20.000 del sobre-
sueldo9 montan los 60.500 pesos de los que se habla en el texto.

Una particularidad salarial: Potosí siglo XVII

Cuando la dotación salarial por título estaba asignada en pesos ensaya-


dos, la caja potosina, para satisfacerla en reales por los pesos ensayados,
optaba por dos alternativas posibles de reducción: reducir el 100% del
salario o solo el pico. Esta técnica de reducción también estuvo presente

8. AGN, sección libros de cuenta.


9. El concepto de sobresueldo virreinal aparece en los libros de cuenta a partir de 1724,
siendo el primer beneficiario el virrey José de Armendaris, Conde de Castelfuerte,
con un monto anual de 20.000 pesos de a 8. Esta merced fue otorgada por el rey con
la calidad de que sería gozada solo por él y no por sus sucesores, pero en la práctica
se convirtió en norma aplicable a sus sucesores. Al principio se cobraba en forma
separada por la sencilla razón de que era reducible el salario virreinal (estaba dotado
con el sueldo anual de 25.000 pesos ensayados).

296 | JUVENAL LUQUE LUQUE


en los períodos precedentes, movida por las razones de que la satisfacción
salarial era muy especial, como sigue luego.
Un asiento común de la Caja de Potosí donde figura la reducción
del pico salarial a reales es el que sigue, y que lo consignamos por no
contar con esta riqueza informativa para Lima. En mayo de 1616 se pagó
al presidente de la Real Audiencia de La Plata, don Diego de Portugal, su
salario de medio año con las siguientes barras de plata:

80 142-4
80 127-4
80 139-0
80 71-610

En el asiento anterior, la primera columna representa la ley de las


barras de plata, y la segunda, su peso en marcos y onzas. En el caso
transcrito (en los demás sucedía lo mismo), la ley del argento está seña-
lado en maravedís, de los que solo se consignan las dos últimas cifras,
como correspondientes a 2380. Era costumbre obviar los dos primeros
dígitos.11 Para calcular en maravedís el valor de las 4 barras basta sumar
los marcos y multiplicar la suma total por 2380 (solo por tener las 4
barras ley uniforme): 1.144.185 maravedís. Para transformar este valor
a pesos ensayados lo dividimos entre 450 y las fracciones del cociente las
transformamos en tomines y granos multiplicando por 8 y 12 respec-
tivamente las partes fraccionarias. Haciendo las operaciones del caso,
las 4 barras equivalen a 2542 pesos 5 tomines ensayados. Pero como la
Caja de Potosí debió pagar por un semestre del salario presidencial solo
2500 pesos ensayados redondos, el valor de las 4 barras excedía esta deu-
da en 42 pesos 5 tomines ensayados. La solución al problema está en la
mágica frase “la parte volvió 66 pesos 5 reales”, reducción hecha a ra-
zón de 138.9038%12 el ensayado. Evidentemente, la caja pudo optar por

10. Archivo de la Casa de Moneda de Potosí, Caja Real, LN 164, 1616.


11. Máxima ley de la plata 2376 maravedís, y redondeada a 2380 para facilitar las cuen-
tas. Esta práctica fue común en la primera mitad del siglo XVII.
12. La reducción aquí practicada es de naturaleza directa, porque los pesos ensayados de
450 maravedís del pico se valoraron cada uno en 12,5 reales para calcular su equi-
valente en pesos acuñados (42.625*12.5/8). La equivalencia de los pesos corrientes

SALARIOS EN LA CAJA REAL DE LIMA, SIGLOS XVII-XVIII | 297


cortar con un cincel o serrucho el exceso de 42.635417 pesos ensayados
(8.06131 marcos finos). No se hizo esta operación, innecesaria porque
hubiera supuesto acumular muchos trocitos y limallas de estas barras,
que implicaría refundiciones posteriores con nuevos costos para la caja.
Este tipo de pagos hechos en la forma descrita son los que finalmente se
inscribían en los libros contables como satisfechos totalmente en pesos
ensayados.
El fenómeno de los picos en la forma referida se puede documentar
para Potosí con multitud de casos. Para Lima, en cambio, es casi im-
posible ante la ausencia de fuentes o borradores de quintos. Es lógico
pensar que esta práctica fuera común en todas las cajas virreinales en las
satisfacciones salariales. Una práctica en contrario (con cortes, recortes
y limados) hubiera sido onerosa para la Real Hacienda.

en sus originales pesos ensayados de 450 maravedís puede calcularse usando la fór-
mula: PE= (8*PC)/12,5. Este caso y otros nos indican que las reducciones salariales
en Potosí (siglo XVII) se hicieron sin el interés acostumbrado, que era común en las
ventas de barras o pago de préstamos a la caja. Para esta última situación puede ser
ilustrativo el siguiente ejemplo: en 1632, la Caja Real de Potosí pagó al tesorero Luis
Hurtado de Mendoza, por un préstamo de 20,000 pesos corrientes, 18 barras de plata
que valieron 12.496,3222 pesos ensayados (PE) de 450 maravedís más 84 patacones
(por el equivalente de 53,76 PE de 450) más 249 pesos, 7 tomines, 5 granos ensayados
(por el interés del 2%). Todo lo anterior en conjunto satisfizo la deuda mencionada.
La practicidad de las reducciones potosinas con la presencia del interés y usando
el precio de “tasa” (138,8888% el ensayado mayor) es patente, bastando realizar las
siguientes simples operaciones:
1. Valorar cada PE por 425 maravedís y sumar.
2. Dividir los maravedís de la suma total entre 272.
3. Sumar pesos de a 8 reales preexistentes.

Ejemplo:

1. 12.496,3222 PE * 425 ................................ 5.310.936,9444 maravedís +


249,9270 PE * 425 ............................ ......106.219,0103
-----------------------
5.417.155,9540

2. 5.417.155,954 / 272 .................................. 19.916,0140 PC +


84,0000
------------------
20.000,0000 PC

298 | JUVENAL LUQUE LUQUE


Los grandes ciclos salariales

En el primer ciclo (1600-1684), el peso ensayado es la moneda universal


en las satisfacciones de sueldos, alterado solo por los vaivenes de la crisis
monetaria de mediados del siglo XVII, cuando el real le hace competen-
cia. Durante el segundo ciclo salarial o ciclo de troquel, que principia con
la reapertura de la ceca de Lima en 1683, la reina de la moneda salarial
será el real a través del peso de 8 reales. Ningún empleado que depen-
diese de la Real Hacienda, desde el virrey hasta el portero del Tribunal
de Cuentas, verá al final de cada tercio barra alguna como su salario,
sino solo su equivalente en reales acuñados. Este panorama o tendencia
se generaliza en el siglo XVIII. Para los que tenían asignados sus sueldos
en barras, estas se reducen irremediablemente a su equivalente en pesos
corrientes según el tipo de cambio salarial vigente en este período. A
estos cambios se someten todos los salarios, sobre todo los reducibles.
Los que ya estaban dotados en reales no eran sometidos a esta operación.
Adicionalmente, se presenta una particularidad salarial en la Caja Real
de Potosí: la problemática de los picos salariales, junto a los salarios en
tiempos de crisis (1710-1720).

Ciclo de la barra o pasta: 1600-1684

El ciclo de la moneda-barra salarial cronológicamente corresponde al


ciclo de las hornazas en las cecas coloniales donde se troquelaban nu-
mos deformes (macuquinas) que satisfacían la necesidad mínima de
circulante sellado. En las grandes transacciones, lo común era recurrir
a la moneda mayor (barras o tejos). No era casual que la Corona tole-
rase la acuñación de macuquinas y la circulación de la moneda mayor.
Respondía a la lógica económica imperante en la metrópoli, que bajo
la signácula de bullonista inducía la marcha del metal noble en bruto a
España y su flujo constante desde América. El comercio internacional
no veía a las macuquinas como signo monetario, sino que las apreciaba
por el metal precioso presente en ella. Durante el siglo XVI, España ha-
bía adoptado un mercantilismo diferente de las otras naciones europeas.
Su mercantilismo metalista (bullonismo) inspiró el orden productivo
en sus dominios ultramarinos donde tuvo vigencia hasta el siglo XVIII
(privilegio de la minería).

SALARIOS EN LA CAJA REAL DE LIMA, SIGLOS XVII-XVIII | 299


Al adoptar España un mercantilismo rígido, cerrado, con una sola
escapatoria (Sevilla o Cádiz), bajo el nombre de bullonismo (de bullions,
trozo de metal noble), se encerraba a sí misma, en contraposición con la
Europa moderna, que adoptaba un mercantilismo más liberal, abierto,
industrializante. Su política económica privilegió la posesión del metal
noble (oro y argento) como medio seguro de la riqueza nacional respal-
dada por el arribo fluido de los tesoros en oro y plata indianos. Guardaba
concordancia con esto el haberse privilegiado en las Indias la circulación
de moneda mayor, en masa o barras, donde los escasos montos acuñados
eran casi moneda marginal en las transacciones internacionales.
En los pagos salariales, durante este período se siguió estas pautas,
habiendo un predominio absoluto de los pagos en barras. Solo tiene peso
significativo el pago de los salarios en moneda sellada antes y después
del descubrimiento del fraude en la ceca de Potosí. Probablemente, al
advertir el público el feble de la moneda potosina, se deshacían de ellas
pagando sus obligaciones fiscales en las cajas reales como la de Lima.
Esto explicaría que la Caja de Lima tuviese abundante moneda sellada
con la que pagaba parte de los salarios.
Este ciclo estudiado por nosotros comprende a su vez tres períodos
perfectamente definidos, y en cada uno de ellos es absoluto el pago de
salarios burocráticos en barras de plata (1600-c.1640); en el siguiente
hay un cierto equilibrio en los pagos entre barras y monedas de cuño, y
en el tercero la tendencia anterior continúa con un pequeño sesgo hacia
las barras (c.1650-1684). Dentro de este último período ocurre un salto
brusco en el precio del salario de 142 a 147%, igualándose el precio al
valor intrínseco legal.

Ciclo de la barra 1600-1640

La satisfacción de los salarios de hacienda y justicia durante este período


es casi exclusivamente en barras de plata por la carencia de moneda se-
llada que padecía la Caja Real de Lima. Esto no impidió que se presenta-
ran otras modalidades de pago de los tercios salariales, como en moneda
sellada (previa reducción de los pesos ensayados a reales), en moneda
sellada íntegramente por estar así dotada el destino por título, en barras
o monedas, apareciendo en escena el fenómeno del pico en demasía o
falta. Ocasionalmente también se presentó el pago de salarios en oro. De

300 | JUVENAL LUQUE LUQUE


todas estas modalidades de pago secundarias resulta interesante destacar
el precio de las reducciones salariales de pesos ensayados a reales, true-
que o cambio practicado por la caja matriz de Lima cuando en sus arcas
había provisión suficiente de reales, con aprobación expresa de la Junta
de Real Hacienda. Para el período que estudiamos, este precio (precio del
salario) se situó en 142%, precio que estaba legislado desde fines del siglo
XVI, y al que recurrieron los oficiales reales en caso necesario.
La desmonetización en sellados durante este período en la caja lime-
ña era evidente. Fue una consecuencia directa de la práctica generalizada
en la época de usar como moneda mayor las barras de plata, cuando no
era necesaria su amonedación para que corriese como moneda. Otros
factores que contribuyeron a la desmonetización de la caja fue el pago
de los situados, sea en efectos o moneda, que insumía gran parte de los
reales disponibles e incluso las barras. Otro factor conducente a esta ten-
dencia fueron los cargos de Real Hacienda, donde el percibo era mayori-
tariamente en pesos ensayados. A lo anterior debe agregarse los escasos
montos de amonedación, que durante el siglo XVII solo involucraron a no
más del 50% de la producción minera de plata, en contraposición con el
siguiente siglo, cuando se amonedó más del 90%. Durante el siglo XVI no
más del 15% del argento peruano pasó por las hornazas coloniales. Estos
factores obligaron a la Caja de Lima a adoptar la práctica, común en la
época, de pagar los salarios en barras de plata físicas en lugar de reales.

Cuadro 5
SALARIOS PAGADOS EN BARRAS Y MONEDAS, 1600-1684

Años En barras (%) En moneda (%)


1600-1614 99,95 0,05
1615-1623 97,70 2,30
1624-1630 91,26 8,74
1631-1638 71,30 28,70
1639-1644 62,06 37,94
1645-1649 29,41 70,59
1650-1660 91,51 8,49
1661-1675 91,46 8,54
1676-1678 65,75 34,25
1679-1681 54,95 45,05
1682-1684 60,40 39,60
Fuente: TePaske y Klein 1982

SALARIOS EN LA CAJA REAL DE LIMA, SIGLOS XVII-XVIII | 301


Esta tendencia observada en la Caja de Lima se debe en gran parte
a los factores aludidos y al destino de lo amonedado por la ceca de Po-
tosí, única hornaza en funciones durante este período. El panorama del
quinto minero13 en la Caja de Lima no es significativo durante el siglo
XVII. Solo la mina de Potosí producía más del 80% de la plata peruana,
alimentando la hornaza de Potosí, en detrimento de Lima, que debía
surtirse de la moneda potosina. Los períodos de monetización en reales
esporádicos de la Caja de Lima se debían más bien a la costumbre de
rematar las barras restantes de plata en subasta pública a precios de mer-
cado, que en la práctica significó inyección de decenas de miles de pesos
a sus arcas. Estos reales recuperados servían para pagar los salarios, si-
tuados, proveedores, etcétera.
La satisfacción de los salarios en barras tiene relación también con
la moneda en que estaba dotado el destino de un determinado emplea-
do: maravedís, ducados, pesos de a 8 y 12,5 reales, etc. Como lo predo-
minante fueron los pesos ensayados, para la caja era fácil satisfacer esta
obligación en la misma moneda, y en los casos en que esta debía reducir-
se a reales era razonable que se hiciera por falta de barras o abundancia
de reales. Intrínsecamente, la reducción era innecesaria, lo que explica

13. Un aspecto poco estudiado por la historiografía colonial es la modalidad de cobro


de este impuesto en las diversas cajas del virreinato peruano. Grosso modo sabemos
que el quinto y cobos inicialmente se cobró en la misma especie a falta de cecas,
ensayes y cuando el tráfico de barras se hacía al peso sin tener en cuenta su fineza
(plata corriente). Durante este período anterior a la irrupción del peso ensayado el
quinto se cobraba sacándose la quinta parte de la masa principal llevada a quintar,
por lo que esta diligencia se convirtió en una operación engorrosa. Era preciso sacar
de la barra o barretón de “un golpe” la justa quinta parte, y al no lograrse esto en
la primera ocasión se recurría a las operaciones adicionales de cortes, recortes de
la principal o segmento cortado, llegándose muchas veces al extremo de recurrirse
al limado para ajustar el pago del derecho. Estas prolijas operaciones hacían que el
cobro fuese lento, despachando los oficiales reales solo una barra por mañana. Al
crearse las cecas y entrar en escena el peso ensayado, el cobro en especies se simplificó
al conocerse la fineza de la plata, lo que posibilitaba elegir una o varias barras que en
valor se aproximaran más al valor del quinto. Como persistiese el inconveniente, y al
decretarse que toda la plata debía de amonedarse, se fue generalizando el pago de este
derecho en reales, donde el cobro se limitaba “a una sola cuenta”, haciendo participar
al peso, ley y el “precio del quinto” (1685-1748). Esta práctica se generaliza a partir
de la segunda década del siglo XVIII, convirtiéndose el cobro del quinto en un medio
más de monetización de las cajas, sobre todo al aumentar la producción minera.

302 | JUVENAL LUQUE LUQUE


lo ocasional de esta práctica, pues las reducciones de pesos ensayados
a reales representan un pequeñísimo porcentaje del total de los pagos
salariales. La reducción en los casos necesarios se hace durante este pe-
ríodo al precio de 142%, siendo el 96,56% del máximo valor que podían
alcanzar las barras de plata trocadas, diferencia aceptada con la idea de
que la caja o la otra parte costease su acuñación con esta diferencia.

Cuadro 6
SALARIOS PAGADOS POR LA CAJA DE LIMA DONDE HAY PREDOMINIO
DEL ENSAYADO: 1/1603-12/1603

Datas Ocho Ensayado Oro


Avería de armada 1.370
Bulas de santa cruzada 18.145 52.039
Capilla real 4.525
Depósitos 62.632 1.593
Empréstitos 29.590 53.110
Extraordinario de Real Hacienda 31.098 293.428 4.157
Gastos de minas de Huancavelica 186.130 60.154
Guardia de a pie 24.928 5.786
Guerra 258.460 4.217
Lanzas y arcabuces 141.267 2.800
Limosnas 10.839 8.623
Penas de cámara 18
Proveedoría de guerra 69 28.016
Remitido a Castilla 153.709 990.937
Residuos 33.556 3.487 774
Servicio gracioso 51
Situaciones 2.728 1.276
Socorro de Chile 215.613 4.452
Sueldos 79.325
Sueldos del Real Consejo 9.716 3.629
Tributos reales de indios 6.607
Tributos reales de Jauja 1.271
Tributos vacos 63.631 3.729
Total 1.254.578 1.597.968 4.931

Fuente: TePaske y Klein 1982

SALARIOS EN LA CAJA REAL DE LIMA, SIGLOS XVII-XVIII | 303


La costumbre secular de satisfacer los salarios en barras es de vieja
data. Estaba ordenado desde 1580 mediante una real cédula enviada al
virrey Martín Enríquez, por la que se prevenía que estos pagamentos
debían hacerse en pesos ensayados de 450 maravedís o en su defecto en
reales al precio de 142% el ensayado. Este dispositivo fue reiterado en
1670 ante las persistentes quejas contra los oficiales reales, sobre todo
foráneos, que reducían sus salarios y otros pagos a 147 1/17% el ensayado
(valor intrínseco-legal).
Hipotéticamente debemos aceptar que en los pagos de salarios en
reales menudos debe encontrarse cumplida la orden metropolitana de
insumir los reales sencillos en el pagamento de los salarios indianos.
Las monedas dobles a su vez debían reservarse para remitir a España. Es
probable que los numos sencillos no solo se consumieran en los pagos
salariales, sino también en otras obligaciones. Además de esta diligencia,
los oficiales reales debían velar por engrosar siempre los envíos a la Coro-
na, y uno de los medios para cumplir con esta obligación era suspender
cualquier pago pendiente en época de alistamiento de armadas, aunque
estuviese autorizado, exceptuándose solo el pago de los tercios salariales,
para los que se tenía reservados fondos para su oportuno pago.

Ciclo de la barra y real 1640-1684

Durante este breve período, los pagos salariales en Lima se equilibran


entre las monedas mayores y de troquel, sin que el precio del salario sufra
alteración entre 1640 y 1677. El equilibro en los pagos es casi uniforme en
la década c.1640-c.1650, y solo en las tres siguientes los pagos en barras
de plata mantienen ligera ventaja. No hemos hallado en los documentos
contables la razón de la súbita abundancia de los reales sellados. Todo
indicaría que estuvo relacionada con los acontecimientos fraudulentos
en Potosí y la reapertura ilegal de la ceca de Lima entre 1658-1660. Sus
numos se unieron a los procedentes de Potosí, multiplicando el metálico
sellado, que dio oxígeno al mercado nacional entre 1650 y 1684, siempre
carente de este tipo de monedas. Un balance contable de ambas mone-
das se muestra en el cuadro que sigue.

304 | JUVENAL LUQUE LUQUE


Cuadro 7
PAGO DE SALARIOS DONDE HAY UN BALANCE CASI IGUAL
ENTRE EL ENSAYADO Y REALES: CAJA DE LIMA: 10/1642-9/1643

Data Ocho Ensayado Oro


Alcances de cuentas 798 987
Avería de negros bozales 2.111
Bulas de santa cruzada 36.809 56.023
Composición de pulperías 1.394
Composición de tierras 6.540
Depósitos y multas 7.168 13.214
Empréstitos y trueques de barras 186.580 91.073
Extraordinario de Real Hacienda 132.913 6.442 799
Fabricación de galeones de Guayaquil 64.758
Gastos de minas de Huancavelica 271.875 4.533
Guerra 335.078 3.479
Juros y censos 30.001 606
Media anata 50.973 11.147
Mercedes y situaciones 2.421 20.884
Mesadas eclesiásticas 8.848
Novenos reales 11.689 1.552
Oficios vendibles y renunciables 3.000 11.042
Papel sellado 30
Remitido a Castilla 567.585 883.301 12.611
Servicio gracioso 19.566
Situado de Chile 245.344
Sueldos 51.137 64.122
Tributos reales de indios 4.519
Tributos vacos 52.592 4.633
Total 2.093.728 1.159.823 26.624
Total computado 2.093.729 1.159.824 26.624

Fuente: TePaske y Klein 1982

SALARIOS EN LA CAJA REAL DE LIMA, SIGLOS XVII-XVIII | 305


Alza del precio del salario a 147%

Entre 1677-1684 se produce un salto brusco en el precio del salario que


pasa de 142 a 147 1/17%, alteración cuasi anormal que será corregida al
octavo año. Este lapso de tiempo dentro del largo período que venimos
tratando fue atípico frente a la tendencia observada antes y después res-
pecto del precio salarial. En el proceso de alza gradual de este precio en
el ciclo siguiente hubiera tenido este precio que situarse por encima de
147%, lo que hubiera significado en la práctica valuar cada grano de fino
de plata en más de 8,25 maravedís de valor.
Precios del salario “marginal” y “convencional” de 144% son oca-
sionales en este período de alza. Pero la norma que lo caracteriza es el
precio del salario situado en 147%. La presencia de este precio del sa-
lario “anómalo” lo atribuimos a la pura convención acordada entre las
partes, apartándose de la norma siempre en menos para no ir contra los
intereses reales. En los rarísimos casos en que hemos hallado su parti-
cipación está presente siempre en los casos cuando la reducción del sa-
lario involucrado era ínfima (menos del 5%). Paralelamente continúan
vigentes las modalidades de pago usuales en los períodos anteriores: en
pesos ensayados, reales, oro y pesos ensayados y reales, modalidades ya
mencionadas.
Las reducciones a razón de 147% datan de 1677. La base legal que
hemos hallado autorizando estas reducciones es una Real Cédula de
1676 expedida para evitar confusiones en las conversiones, siendo lo me-
dular la siguiente ordenanza: “si no hubiese reales acuñados en la caja
para hacer las pagas, los oficiales reales harán la reducción de salarios en
barras maravedí por maravedí (147,06%)”, para no perjudicar a la Real
Hacienda.
El año 1677 es uno de transición en que coexisten dos precios del
salario: el anterior de 142% (hasta marzo) y a partir de abril el de 147%.
El cambio se produce en virtud de lo estatuido por la real cédula men-
cionada y la disposición del Superior Gobierno que autoriza la práctica
de estas reducciones a razón de “maravedí por maravedí”, sin tenerse
en cuenta el margen que se reservaba para costear la acuñación de las
barras.
El primer asiento donde figura el alza en el precio del salario (un
incremento del 3,44%) es del tenor siguiente:

306 | JUVENAL LUQUE LUQUE


En ocho de abril de este año se pagaron al Lic. don Tomás Berjon de Ca-
viedes, Oidor de esta Real Audiencia: 1,000 pesos ensayados que los hubo
de haber por 4 meses de su haber de su salario cumplidos en fin de di-
ciembre del año pasado de 1676 a razón de 3,000 pesos ensayados que
goza en cada uno con la dicha plaza. Sacáronse por libranza de 11 de ene-
ro de este año en 1,654 pesos 3.5 reales de a 8 reducidos a 450 maravedís
(destacado nuestro) por la razón que se contiene a fojas 270v de este en la
partida de Bartolomé de Salazar.

Según el texto transcrito, al oidor debió pagársele 1597,5 pesos co-


rrientes a razón de 142% el ensayado, recibiéndolos a partir de ahora
aumentados en 56.875 pesos de a 8 gracias al incremento del “precio del
salario”.
Al igual que en los períodos anteriores, persiste el pago exclusiva-
mente en pesos ensayados en porcentaje considerable. Por decreto de 1
de abril de 1677 se había mandado que la paga de los salarios se hicie-
ra reduciendo el ensayado a su “intrínseco valor”. Podemos graficar la
importancia de esta disposición con el hecho de que aproximadamente
más del 70% de los salarios de hacienda y justicia durante este período
estaban asignados por título en pesos ensayados, y estos potencialmente
podían reducirse a 147% por su valor intrínseco legal.
Cuando se dispuso que las reducciones de salarios se hicieran por
su intrínseco valor se sobreentendía que de los 45.000 maravedís (de 100
pesos ensayados) o 450 pesos ensayados ya no se reservaba nada para
costear su amonedación, correspondiendo todo este monto al empleado
beneficiario en un 100%. En los casos en que el ensayado estuvo situado
en 142, 143 y 144%, implícitamente se reservaba para costear los dere-
chos de amonedación (de los 45.000) 1548, 1242 y 936 maravedís respec-
tivamente que el empleado beneficiario no los recibía, quedando en la
caja junto con las barras de plata. La Caja Real entregaba frecuentemente
estas barras con ese margen reservado para la amonedación a particu-
lares en subasta pública, a título de “trueque de barras”, recibiendo por
ellas reales sellados.

Ciclo del real: 1684-1767

La etapa anterior descrita coincidió casi con el ciclo de la circulación


irrestricta de la moneda-barra (peso ensayado de 450 maravedís) hasta

SALARIOS EN LA CAJA REAL DE LIMA, SIGLOS XVII-XVIII | 307


1683. Este año principia el proceso que conduciría a la total proscripción
de este peso como moneda de cuenta con el bando del 3 de diciembre
del virrey Duque de la Palata. Este, en cumplimiento de una real cédula
preexistente, decretó que toda la plata debía amonedarse para ser ex-
portada. La razón estuvo en cortar de raíz el manifiesto contrabando y
proveer de materia prima suficiente a la reabierta ceca limense.
Esta radical disposición virreinal, apoyada en una anterior dispo-
sición regia, involucró no solo a las barras quintadas; también cayeron
bajo sus alcances las piñas y plata labrada (obra de los plateros). Social-
mente, la prohibición comprendió a todos los habitantes sin exención
alguna. A los infractores les esperaban severas penas, como el presidio
de Valdivia.
Para implementar el decreto se dispuso que todos declararan la
posesión de las barras de plata ante las autoridades de la ceca, y los de-
tentadores de las sin quintar debían acudir a la Caja Real dentro de los
siguientes 20 días. Como esta disposición era ineludible el principio del
fin de la moneda-barra, a pesar de que se burlaría su cumplimiento con
la autorización del caso.
Si bien la grave restricción del Duque de la Palata de 1683 tuvo apli-
cación inmediata en las exportaciones del metal noble, en el interior del
mercado peruano nada impedía que la moneda-barra siguiera usándose
intensamente. El oxígeno que significó para esta moneda de cuenta, de
contar o imaginaria fue la costumbre inmemorial de abonar los salarios
burocráticos en pesos ensayados de 450 maravedís, que aunque ahora or-
denados reducir en su generalidad a pesos corrientes de cuño, alargó su
agonía por unas cuatro décadas más entre los contadores de la Caja Real
de Lima. Un aliciente en la misma dirección fue la costumbre arraigada
en las cajas reales de satisfacer algunas obligaciones en barras de plata.
Esta tendencia perviviente del peso de contar en las cuentas fiscales de
Lima subsiste hasta 1725 aproximadamente, constatable en los sumarios
de estas dadas a publicidad por TePaske y Klein. La falta recurrente de
numos sellados en los centros de producción, excepto Potosí, abonó en
el uso del peso ensayado más allá de 1683.
A pesar de lo anterior, la tendencia restrictiva de la moneda mayor
por excelencia se consolidaría, involucrándose a los salarios burocráti-
cos. En este sentido se orientó la reapertura de la ceca limeña en 1684 y
la presencia de los mercaderes de plata como empresarios rescatadores

308 | JUVENAL LUQUE LUQUE


Cuadro 8
PAGO DE SALARIOS DONDE HAY UNA PREPONDERANCIA ABSOLUTA DEL
REAL. CAJA REAL DE LIMA: 1/1723-12/1723

Datas Ocho Ensayado Oro


Alcances de cuentas 9.250
Avería 3.100
Censos 112.890
Comisos 5.606
Depósitos 40.443 30.175
Extraordinario de Real Hacienda 6.353 159.090 51
Gastos de minas de Huancavelica 112.124
Guerra 162.118
Lanzas 2.708
Media anata 2.890
Mercedes y situaciones 2.835
Situado de Chile 87.995
Situado de Panamá 80.700
Situado de Valdivia 72.934
Sueldos 209.130
Vacantes mayores 35.706
Total 946.781 189.264 51
Total computado 946.782 189.265 51

Fuente: TePaske y Klein 1982

del oro y plata. Ellos a escala nacional fueron los que empezaron a res-
catar las barras que antes nadie se interesó en amonedar. Disposiciones
restrictivas eficientes recién se promulgaron en 1714, 1728 y 1730, ex-
presadas en las respectivas reformas monetarias, las dos últimas imple-
mentadas definitivamente a mediados de siglo con la instalación de una
moderna planta monetaria estatal, capaz de amonedar toda la produc-
ción minera. Estas reformas fueron favorecidas por la circunstancia de
que ahora el rescate en las cecas era de acuerdo al valor intrínseco de la
plata con beneficio para los dueños de las pastas quintadas. Esta moder-
nización fue dirigida por el Estado, que ahora actuaría como empresario
de la amonedación, asumiendo todos los costos de la labor monetaria. La

SALARIOS EN LA CAJA REAL DE LIMA, SIGLOS XVII-XVIII | 309


restricción se completó con la desactivación de las ferias de Portobelo y
la consecuente introducción de los navíos de registro. Estos, al masificar
el comercio, convirtieron en necesidad la posesión de moneda sellada,
pasando a convertirse a fines del siglo XVIII el peso ensayado casi en
moneda de cuenta histórica.

Reducción general a 143%, 1685-1714

Para el propósito de nuestro estudio, este período resulta más signifi-


cativo porque en él se uniforma el pago de los salarios bajo un patrón:
son satisfechos todos exclusivamente en moneda acuñada. Así culmina
la lenta pero segura irrupción del real en los pagos salariales que des-
de 1600 se daba cada vez más en porcentaje creciente. La diversidad de
pagos (en barras, en barras más monedas) desaparece totalmente, per-
maneciendo solo dos modalidades de pago del haber de los empleados:
en moneda sellada, por estar así dotado por su título, y pago del salario
reducido por estar dotado el destino en el incómodo peso ensayado, que
ahora se ordena dejar su uso de lado. La desaparición de los pagos en ba-
rras permitió que el término “peso ensayado” desapareciera de las datas
salariales poco a poco. El envilecimiento contable de esta moneda fue el
reflejo fiscal de este proceso. La reabierta fábrica monetaria limeña era
el cuño que haría posible uniformar los pagos salariales, permitiendo la
reducción a reales de los salarios reducibles al nuevo precio de 143% el
ensayado.
Para suplir eventuales faltas de numerario sellado ahí estaban las
barras del quinto, que podían ser trocadas por reales al precio que se
acordase en las subastas públicas. En las reducciones de salarios de pesos
ensayado a reales había una compra implícita de la barra argéntea a los
empleados por la caja al precio fijo en este período de 143%, pudiendo
luego la caja real venderlas a 143% o más el ensayado en las precitadas
subastas públicas. El transfondo de la decisión estaba en el cumplimien-
to de lo dispuesto por la real cédula de 1683, por la que se mandó se
amonedará toda la plata peruana, aun la que debía salir hacia Portobe-
lo en tiempo de armada, en la nueva ceca de Lima, cuya reapertura se
autorizaba.
Estos acontecimientos monetarios marcaron la pauta en la satisfac-
ción de los salarios y otras obligaciones en reales de la caja, permitiendo

310 | JUVENAL LUQUE LUQUE


que el pago de los tercios salariales se hiciera exclusivamente en pesos
corrientes. Para calcular el equivalente en pesos a 8 reales de los salarios
señalados en pesos ensayados se usará la segunda fórmula derivada de
la primera entrega. Para aplicar esta fórmula a un caso real es ilustrativo
otro asiento contable como el que sigue:

Este día se pagaron (25-IV-1710) a don Antonio Mari del orden de Santia-
go en virtud del poder que tiene presentado del Excmo. Señor Marqués de
Castell dos Rius [...]: 13,410 pesos 2 reales de a 8 por lo corrido del salario
de Su Excelencia de 4 meses cumplidos en fin de diciembre del año pasado
de 1709 a razón de 25,000 pesos ensayados que goza en cada año con los
dichos puestos. Sacáronse por libranza del 8 de enero de este presente año
en dichos pesos.

Esta partida es distinta a las que se ha ido transcribiendo. No infor-


ma expresamente cuál fue el precio del salario por la que se redujo los
8333,33333 pesos ensayados, ni el aumento del haber virreinal en 97,76
pesos corrientes respecto del precio anterior de 142% y disminución en
376,51 pesos por la baja del “precio del salario” de 147 a 143%. La ami-
noración en cifras relativas en este último caso llegó a 2,72%.
Para calcular el precio del salario implícito en el texto citado es útil
la siguiente fórmula general, donde intervienen las siguientes variables:

Pesos ensayados = 8333,3333 (un tercio de 25.000 pesos ensayados)


Pesos corrientes = 13.410,25

Por lo que tenemos:

PS = PC x 800 = 13.410,25 x 800 = 143,0426667


9 x PE 9 x 8,333,3333

PS = precio del salario


PE = pesos ensayados

Calculado el precio del salario puede confirmarse que exactamente


los 8333,33333 pesos ensayados hacen los 13.410,25 pesos corrientes, ha-
ciendo uso de la siguiente fórmula:

SALARIOS EN LA CAJA REAL DE LIMA, SIGLOS XVII-XVIII | 311


PC = PS x 9 x PE = 143 x 9 x 8333,3333 = 13.406,25
800 800

PC = pesos corrientes

La diferencia entre 13.406,25 y 13.410,25 radica en el valor que es-


tamos dando al precio del ensayado, que fue redondeado a enteros. Para
llegar a 13.410,25 debe darse a este precio todo su valor (143,0426667),
lo que no era frecuente, debiendo los precios del salario ser números
enteros.
Nuestro período principia exactamente en enero de 1685, compren-
diendo el nuevo precio salarial a los tercios que habían vencido en di-
ciembre del año anterior. La decisión de bajar el precio de 147 a 143% fue
dispuesta por el superior gobierno en acatamiento a lo ordenado por la
Corona, que mediante precisas órdenes había dispuesto se dejase de lado
el uso del peso ensayado.
En el primer asiento en que se aplicó esta innovación está la dispo-
sición:

[...] de acuerdo a lo ordenado por Decreto del Gobierno de 11 de este mes


[enero de 1685] en que se manda que las pagas de los salarios y otras con-
signaciones en especie de ensayado se hagan en REALES conforme al remate
referido de cuyo decreto se tomó razón en el Tribunal de Cuentas y queda
copiado en el libro décimo de cédulas de esta Contaduría.

Con esta disposición uniformadora se ingresaba a una nueva etapa


en la contabilidad colonial, tratando de desechar por anacrónico el tér-
mino “peso ensayado”, que había sido creación peruana del siglo XVI :
bisagra que armonizó dos realidades monetarias (la moneda sellada y en
barra). Esta moneda de cuenta, empero, no desaparecerá del todo sino
a partir de 1724 aproximadamente, tanto de los montos de cargos como
data, subsistiendo solo en el interior de los textos de los asientos conta-
bles exclusivamente hasta aproximadamente 1760.
Ante la imposibilidad de que la nueva casa monetaria entregara mo-
nedas en enero de 1685 equivalentes a unos 100.000 pesos de a 8 para
pagar los salarios, reduciendo más del 80%, que en el período anterior

312 | JUVENAL LUQUE LUQUE


estaban señalados en pesos ensayados, la Caja Real se vio en la necesi-
dad de autorizar varias ventas de barras de plata estantes en partidas de
200.000 pesos corrientes, subastas que con fuerza habían empezado en
septiembre de 1684 a un precio promedio de 143% el ensayado. Órdenes
posteriores se dan en marzo de 1685, por las que se mandó que las barras
llegadas de Arequipa, Cuzco y “otras que llegasen con posterioridad”
debían trocarse a reales a 143% para solventar los gastos de la caja y el
despacho de la armada. De ahora en adelante la frase “para los gastos
ordinarios de la caja” será el argumento para trocar barras por reales,
permitiendo a la caja monetizarse con reales.
Son innumerables las disposiciones en este sentido. La de 1689, por
ejemplo, dispuso que las barras de Nuevo Potosí y las de fuera que fuesen
de Su Majestad debían “inmediatamente entregarse a los mercaderes de
plata” en venta al precio de 143%. Con este mecanismo, la provisión
de reales por la ceca y el cobro de los derechos en moneda permitió a la
Caja Real no padecer aguda escasez de circulante monetario, salvo en la
coyuntura de crisis fiscal entre 1710 y 1715.
Durante este período, la estructura de pagos de los salarios no sufre
cambios significativos, al igual que en los períodos precedentes: dos de
los tres tercios se satisfacen el mismo año y el último tercio se satisface
en enero del año siguiente. Los meses de pago son mayo, septiembre y
enero, respectivamente, correspondiendo a los tercios 1º, 2º y 3º. Esta es-
tructura solo se rompe durante los años 1710 y 1715, cuando se postergan
cantidades considerables de pagos de los salarios por falta de circulante
de la caja debido a la coyuntura del contrabando francés, quinquenio
en que la Caja de Lima recaudó los montos más bajos de todo el período
colonial. Esta contracción fiscal afectó el pago de los salarios con sus-
pensión de los tercios que ahora se dejan de satisfacer oportunamente.

Reducción general a 144%: 1715-1755

De todos los períodos que se han examinado, en el tránsito entre este y


el anterior período, la uniformidad del pago de los salarios en moneda
sellada se aparta de la norma general en el sexenio 1711-1716, cuando
hay un desorden monetario general en el virreinato peruano. El porcen-
taje de los salarios anuales (tres tercios) normalmente se satisfacía del
siguiente modo: los dos primeros en mayo y septiembre del mismo año

SALARIOS EN LA CAJA REAL DE LIMA, SIGLOS XVII-XVIII | 313


y el último en enero del año siguiente. Se rompe esta norma solo cuando
las libranzas de los salarios no se satisfacen oportunamente, siendo su
pago postergado indefinidamente hasta que la caja recupere su capaci-
dad de pago, como ocurrió en 1716.
Con la coyuntura del contrabando francés entre estos años, la eva-
sión de la pasta argéntea fue grande, restándole fondos a las cajas pe-
ruanas y en consecuencia ingresos que le permitieran cumplir con sus
obligaciones. El porcentaje de los salarios dotados en pesos ensayados es
todavía alto, aunque decreciente:

1715-1725 +/- 70%


1726-1735 +/- 40%
1736-1745 +/- 15%
1746-1755 no más del 4%
1756-1760 insignificante en el último período

Son estos salarios los que serán objeto de la reducción y a los que
serán aplicados el nuevo precio del salario (144%) al momento de trans-
formarlos en su equivalente en reales.

Las principales características de este período son:

1. Todos los pagos de salarios se hacen en moneda sellada exclusiva-


mente, unos con reducción y otros sin ella.
2. El precio del salario para todo el período fue de 144% el ensayado.
3. Los empleados menores o dependientes ya tenían sus asignaciones
dotadas en pesos corrientes, lo que no les permitió beneficiarse del
aumento en el precio del salario.
4. Los salarios anuales de los empleados no sufren variación, salvo los
de los virreyes, que reciben un sobresueldo de 20.000 duros a partir
del virrey Conde de Castellfuerte (1724).
5. Los salarios siguen satisfaciéndose por tercios (cada 4 meses), al
igual que en los períodos precedentes, práctica que continuará has-
ta 1820.

Sobre estas bases descansa el pago de los salarios durante este pe-
ríodo. La subida en un punto del precio del salario fue autorizado por el

314 | JUVENAL LUQUE LUQUE


superior gobierno y entró en vigencia a partir de 1714, presentándose a
veces dos precios del salario en un asiento durante 1715, por vencimiento
de agosto y diciembre de 1714 (143 y 144%). Testimonian esta realidad
los asientos de los libros de cuenta. De ellos, un caso real servirá de ejem-
plo para ilustrar la concurrencia de dos precios y otro donde el salario se
reduce a 144% exclusivamente.

Texto 1:

En 13 de marzo de 1715 se pagaron a don Miguel Nuñez de Zanabria Oi-


dor más antiguo de la Real Audiencia: 3,228 pesos 6 reales. Los 1,608 pesos
6 reales de ellos por un tercio de su salario cumplido en fin de agosto del
pasado de 1714; y los 1,620 pesos restantes por un tercio cumplido en fin
de diciembre de dicho año pasado a razón de 144% en conformidad de
lo nuevamente resuelto por el real Acuerdo y Junta de Hacienda, a razón
cada año de 3,000 pesos ensayados que goza en cada uno con dicha plaza.
Sacáronse por libranza del 10 de enero de este año en dichos pesos.14

Texto 2:

El 18 de febrero de este año (1715) se pagaron a Juan Andrés de Carpfanger


y Morales Contador Ordenador y de la Razón del Tribunal de Cuentas de
este reyno: 216 pesos de a 8 por 133 pesos 2 tomines 8 granos ensayados
a 144 que lo importa lo corrido de su salario de 4 meses cumplidos en fin
de diciembre del año pasado de 1714 a razón de 400 pesos ensayados que
goza en cada uno con dicha plaza los cuales se mandaron reducir a la dicha
razón en conformidad del REAL ACUERDO Y JUNTA DE HACIENDA Y QUE
CORRIESE ASI DESDE EL PRIMERO DE SETIEMBRE DE DICHO AÑO PASADO
(1714), sacáronse por libranza del 10 de enero de este año en dichos pesos.

Hay una nueva modalidad en los asientos transcritos que es general


en este período: solo se menciona el salario anual en pesos ensayados,
por lo que para hallar el precio del salario debe dividirse este entre tres y
multiplicarse por los tercios que se están pagando. Ejemplo: en el primer
caso el salario anual es 3000 pesos ensayados, y como se paga un tercio,

14. AGN, sección libros de cuenta.

SALARIOS EN LA CAJA REAL DE LIMA, SIGLOS XVII-XVIII | 315


los pesos corrientes del texto resultan de reducir 1000 pesos ensayados
a reales (3000/3), monto que fue reducido acudiéndose a dos tipos de
cambio.
Es posible verificar los datos cuantitativos de los dos textos trans-
critos con previo conocimiento de las tres variables siguientes:

Texto 1:

Precios del salario : 143 y 144%


Pesos corrientes : 1608,75 y 1620
Pesos ensayados : 1000

PS1 = 1608,75 x 800 = 143


9 x 1000

PC1 = 143 x 9 x 1000 = 1608,75


800

PS2 = 1620 x 800 = 144


9 x 1000

PC2 = 144 x 9 x 1000 = 1620


800

Texto 2:

Precio del salario : 144%


Pesos corrientes : 216,0
Pesos ensayados : 133,333333

PS = PC x 800 = 216,0 x 800 = 144,00036


9 x PE 9 x 133,3333

PC = PS x 9 x PE = 144 x 9 x 133,33 = 215,99999 o 216


800 800

316 | JUVENAL LUQUE LUQUE


Queda demostrado que las reducciones son enteramente exactas.
Comparando los dos asientos se constata que el salario del contador or-
denador, al subir el precio del salario en un punto, aumentó en 1,5 pesos,
y el del oidor, en 11,25 pesos, que en cifras relativas significó 0,6944%.

Desaparición de las reducciones: 1760-1820

Coincide el inicio de este período final con la vigencia del reglamento


monetario para la ceca de Lima de 1755 y el hecho real de la extinción
de las reducciones salariales en la Caja Real de Lima. El comienzo de las
operaciones de la “nueva planta” monetaria en Lima significó el ucase
final para las reducciones salariales, pues la sólida monetización con-
virtió en universal a la moneda sellada. Este aumento de circulante hizo
posible una estrecha aproximación entre mercado y producción, cuyo
correlato final era una mayor y fluida recaudación fiscal en reales.
Coincide además este período final con las reformas borbónicas en
el virreinato peruano, que involucraron los aspectos administrativos,
económicos y monetarios con el fin de “modernizar” la obsoleta estruc-
tura monopolista de los siglos XVI y XVII. Estas reformas tocan el aspec-
to salarial, que se modifica en los montos anuales, al igual que el número
de empleados, apareciendo nuevos rubros en la data fiscal limeña, como
los salarios de la misión mineralógica del Barón de Nordenflicht. Casi
todo el producto fiscal es consumido en el Perú del siglo XVIII por una
burocracia civil y militar en forma de salarios, defensa, situados, etc. La
Real Audiencia es la que sufre mayores reformas, al modificarse el nú-
mero de sus empleados y el monto de sus salarios en un plan mayor que
involucró a las audiencias americanas.
Además de los conocidos gravámenes sobre el salario como las me-
sadas, medias anatas, valimientos (temporal), donativos graciosos, etc.,
durante este período el salario sufre nuevas imposiciones fiscales con
fines estrictamente sociales: montepío e inválidos, fondos que se desti-
naron al pago de viudas e inválidos.
La norma general en la satisfacción de los salarios durante este pe-
ríodo final es el pago de estas obligaciones enteramente en pesos acu-
ñados de a 8 reales. Ante la ausencia de las reducciones, la única forma
de alterar los montos salariales del título es aumentar expresamente
los salarios en los mismos pesos, siendo una muestra de ello los nuevos

SALARIOS EN LA CAJA REAL DE LIMA, SIGLOS XVII-XVIII | 317


salarios señalados a los empleados de la Real Audiencia en 1788. Sobre
la modalidad de pago permanece el satisfacerlos por tercios, siendo ais-
lados los reclamos de pagarse esta obligación mensualmente. La estruc-
tura o escala salarial tampoco se modifica: en la cúspide sigue el virrey,
seguido por los oidores y fiscales de la Real Audiencia, luego los oficiales
reales y finalmente los subalternos.

Conclusiones

La reducción de los salarios practicada por la Caja Real de Lima entre


1600 y 1760 tuvo una relación directa con el proceso de monetización
o desmonetización que sufrió la caja y la economía colonial en reales.
Mientras careció de reales, la reducción de salarios fue escasa (1600-
1676), y en forma global el pago en moneda (incluyendo los no reduci-
dos) alcanzó por momentos cifras que se acercaron al 40% (1677-1684).
Es solo a partir de 1685, cuando la monetización real es sólida, que se
generaliza el pago en moneda gracias al concurso de tres factores: la re-
apertura de la ceca limeña, el cobro de los derechos del quinto en pesos
acuñados y el remate o “trueque” de las barras de la caja con los merca-
deres de plata para su amonedación, además del cobro de otros cargos
en reales. Así, mientras la caja estuvo “desmonetizada”, favorecida por la
política económica, las reducciones fueron secundarias. Esta situación
se invierte a partir de 1685, con la prohibición de pagar estas obligacio-
nes en pesos ensayados.
Sobre el pago de los salarios burocráticos, estos constaban de dos
rubros: los reducidos (dotados en pesos ensayados) y los no reducidos.
En el segundo caso, ello provenía del hecho de que los empleados esta-
ban dotados en pesos de a 8 reales o de que los dotados inicialmente en
pesos ensayados fueron transformados definitivamente en su equivalen-
te en pesos corrientes de cuño, y que al momento de pagarse el salario
librado se hacía en la misma especie, sin intervenir la reducción. Por lo
complicado que resultó tratar de cuantificar porcentualmente los pagos
en moneda sellada (reducidos y no reducidos), que suponía revisar miles
de partidas y extraer las pagas en reales, sumar estas y porcentualizarlas,
solo en forma aproximada se señalan los porcentajes de las reducciones
de salarios, incluso la de los picos salariales.

318 | JUVENAL LUQUE LUQUE


Un hecho merece ser destacado correspondiente al quinquenio
1645-1650. Durante este período, los pagos salariales en moneda de la
caja alcanzan niveles que se aproximan al 70%, lo que merece una in-
vestigación posterior. A título de hipótesis es atribuible esta súbita abun-
dancia de reales al fraude que se estaba urdiendo en Potosí, por lo que
el público, advertido del hecho, trataba de deshacerse de sus monedas
pagando con ellas sus impuestos y otras obligaciones. El Estado y su caja,
como fabricantes de esa moneda, no se iban a negar a recibirlos. Este
repulsivo dinero habría ido finalmente a las cajas reales, sobre todo la de
Lima. Esta tendencia se sostiene al descubrirse el fraude en las décadas
siguientes. Rechazar la moneda potosina por parte de la caja entre 1645 y
1650 hubiera supuesto admitir públicamente el fraude cuando no había
sido declarado públicamente.
Los diversos precios del salario aquí identificados y periodificados
permitirán hacer las reducciones de salarios basadas en procedimientos
más cercanos a la realidad, superando errores comunes frecuentes en la
bibliografía disponible. Los márgenes de error involucrados en las re-
ducciones directas sin tomar en cuenta el precio del salario oscilan entre
2 y 3%. Aunque parezcan mínimas, deben tomarse en cuenta, sobre todo
cuando se pretende reducir los salarios, por ejemplo, de un siglo o déca-
das, a una unidad común. En otro caso muy bien puede prescindirse de
ellas si solo se está interesado en el salario anual de uno o varios emplea-
dos expresadas sus dotaciones en monedas que por título tuviesen.
Para mostrar estas pequeñas variaciones puede tomarse el caso de
un oidor de la Real Audiencia para ver cómo fue variando su salario
entre 1600 y 1760: dotado en pesos ensayados y pagados en moneda acu-
ñada. Según el método tradicional de conversión de estos pesos a pataco-
nes, este ministro de justicia no habría sufrido variación en su salario en
todo el período: percibiendo siempre 4963,2352 duros (3000*450/272).
Por los precios del salario identificados y periodificados a lo largo de
este trabajo esta inalterabilidad fue ficticia. Recurriendo al método de
la reducción y haciendo intervenir al precio del salario, la variación del
salario del oidor se traduce en las siguientes cifras, como se aprecia en el
siguiente cuadro.

SALARIOS EN LA CAJA REAL DE LIMA, SIGLOS XVII-XVIII | 319


Cuadro 9
PORCENTAJES DE MERMA DE LOS SALARIOS SEGÚN EL TIPO DE CAMBIO

PS* Pesos de 8 reales PR


147 1/17 4963-2-30 0
144 4860-0-0 2,08
143 4826-2-0 2,76
142 4792-4-0 3,44

PR = porcentaje de reserva
PS = precio del salario
*Por cada ensayado mayor.

Los diversos precios del salario mencionados a lo largo de este es-


tudio para la caja matriz de Lima, sus montos y períodos no pueden ser
aplicados mecánicamente a las otras cajas virreinales. Esta afirmación se
basa en la constatación de los fondos coloniales en Potosí, donde durante
el siglo XVII el precio del salario osciló entre 138 y 139%, tendencia que
hemos verificado en nuestra estancia en el Archivo de la Casa de Moneda
de Potosí. Sobre las otras cajas no poseemos información, pero su cono-
cimiento confirmaría nuestra afirmación sobre la particularidad de los
precios del salario de la caja limeña.

320 | JUVENAL LUQUE LUQUE


FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

Fuentes

Archivo General de la Nación (AGN), secciones:


Libros de cuenta (H-3 y C-15): 1600-1820
Casa de moneda: Libros de provisiones
Superior gobierno: 1701-1759

Archivo de la Casa de Moneda de Potosí, secciones:


Cajas reales, LN 164, 1616.
Cajas reales: Libros borradores de quintos (1600-1800)

Bibliografía

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1833 Diccionario de hacienda. 2 tomos. Madrid.

Klein, Herbert S.
1994 Fiscalidad real y gastos de gobierno: el virreinato del Perú. 1680-
1809. Lima: IEP. Documento de trabajo n.º 2 66 Serie: Historia N2
12.

Lazo García, Carlos


1992 Economía colonial y régimen monetario. Perú siglos XVI-XIX. 3 vols.
Lima: BCRP.

Lazo García, Carlos y Luis Arana B.


1990 Las primeras acuñaciones de oro en la ceca de Lima. En CHN I.
Lima: BCRP.

1991a La hornaza: taller colonial de acuñación de macuquinas. En CHN


III. Lima: BCRP, Sección Numismática.

1991b Legislación monetaria colonial. Ordenanzas de la Casa de Moneda


de Lima (1755). En CHN II. Lima: BCRP, Sección Numismática.

SALARIOS EN LA CAJA REAL DE LIMA, SIGLOS XVII-XVIII | 321


Lazo García, Carlos y Alberto Tauro del Pino (eds.)
1990 Dictamen de don José Rodríguez de Carassa... ensayador mayor del
reyno del Perú y de la Real Casa de Moneda de Lima. Lima: BCRP.

Mellafe, Rolando
1967 Evolución del salario en el virreinato del Perú. Praga: Iberoamerica-
na-Pragensia.

Moreyra y Paz Soldán, Manuel


1980 La moneda colonial en el Perú. Capítulos de su historia. Lima:
BCRP.

Recopilación de Leyes de Indias


1841 Recopilación de Leyes de Indias. Madrid.

Suárez, Margarita
1993a “El poder de los velos: monasterios y finanzas en la colonia, siglo
XVII”. En Patricia Portocarrero Suárez (comp., ed.), Estrategias
de desarrollo: intentando cambiar la vida. Lima: Flora Tristán, pp.
165-175.

1993b “Monopolio, comercio directo y fraude: la élite mercantil de Lima


en la primera mitad del siglo XVII”. En Revista Andina, año 11, n.º
2: 487-502. Diciembre.

1995 Comercio y fraude en el Perú colonial. Las estrategias mercantiles de


un banquero. Lima: BCRP-IEP.

TePaske, John y Herbert S. Klein


1982 The Royal Treasuries of the Spanish Empire in America. Tomos I y II
(Alto y Bajo Perú). Durham: Duke University Press.

322 | JUVENAL LUQUE LUQUE


Capítulo 9
Tesis y contratesis.
Debate sobre la era del guano
(avances de una investigación)
Javier Tantaleán Arbulú
Universidad de San Martín de Porres

Desde hace algunos años vengo trabajando un texto que debió haber
llevado por título El leviatán guanero. Cuando el guano se convirtió en
oro (gobernabilidad, rentismo, crisis y el fallido proyecto del salitre). La
sugerencia del subtítulo “Cuando el guano se convirtió en oro” es del
profesor Pablo Macera. Y la característica de rentista de la economía y
sociedad guanera —que bien puede ser aplicada al período colonial y al
Perú republicano en general— es del profesor Shane Hunt (1984: 62), así
definida para la era del guano del siglo XIX:

Quizá el efecto más dañino de la economía rentista, y también el más difícil


de documentar, es la naturaleza psicológica. En una economía rentista la
riqueza se genera meramente por la propiedad, no por el esfuerzo. El guano
simplemente constituyó otra fase de una historia de siglos durante la cual
las clases altas del Perú habían vivido como rentistas, no como empresarios.
Una sociedad urbana que creció acostumbrada a la posesión de minas de
plata e indios, adquirió otro activo a través de la propiedad colectiva del
guano. Difícilmente sorprende que tal sociedad ofreciera poca resistencia
contra las incursiones de los comerciantes extranjeros o de la influencia ex-
tranjera. (Usando la expresión cáustica de Duffield 1877: 11: “La haragane-
ría de las clases altas, es decir, el total de la población blanca […] es el orden
del día, y nadie la castiga”.)
La psicología rentista provocó el despilfarro y la extravagancia tanto del
gasto público como del gasto privado. Los ricos de Lima, que solo una ge-
neración antes difícilmente tenían idea de Europa, rápidamente adoptaron
los lujos de Londres y París como el sine qua non de las familias bien. El
cenit del consumo conspicuo se alcanzaba durante las fiestas locales, y los
historiadores han preservado los detalles ofensivos. En un baile en 1873, los
vestidos y las joyas de las damas, todos obtenidos especialmente en Europa,
costaron entre 10 y 50.000 soles (Basadre 1969: VII: 53-54).1 Aún más ex-
travagante fue la inauguración del ferrocarril de Arequipa, una celebración
que duró ocho días y para la cual se contrataron cuatro barcos para que
alrededor de 800 miembros del gobierno y de las clases altas pudieran asistir
(Stewart 1946: 129-151).
El juicio moral condenatorio contra el Perú durante la edad del guano des-
cansa en el contraste entre tales excesos de consumo y la condición mise-
rable de las masas, los culíes chinos y los campesinos indígenas. También
reposa en el hecho de que la nación peruana estuvo desastrosamente no
preparada para la crisis que se dio inmediatamente después. Aplastados por
un enemigo implacable, tanto la economía como su sociedad civil fueron
reducidas a escombros (énfasis nuestro).

“Rentismo”, vocablo-concepto que nos parece mucho más apropia-


do como categorización interpretativa de la realidad histórica peruana
que la de mercantilista usada por Hernando de Soto (idea de este autor
extensamente analizada en Tantaleán 1994: 284-308), y que el liberalis-
mo económico de todas las épocas históricas ha venido reiterando (con
una carencia de sentido de originalidad) desde que Adam Smith publi-
cara en 1776 su magistral Investigación sobre la naturaleza y las causas de
la riqueza de las naciones.
Sin embargo, luego de la gentil propuesta del Fondo Editorial del
Pedagógico San Marcos para publicar una segunda edición aumentada y

1. 10 mil y 50 mil soles de 1873 equivalen a US$ 200.000 y un millón de dólares de


2007, respectivamente. Chocante éticamente lo que gastaban las damas guaneras en
vestidos y joyas (basado en el tipo de cambio, Tantaleán 1983: Cuadro 8; deflector del
dólar estadounidense 1800-2007: Índice de precios de Estados Unidos. 1800-1851).

324 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


corregida, se ha decidido tomar como base la primera edición de mi libro
Política económica-financiera y la formación del Estado: siglo XIX (1983)
y realizar las correcciones del caso e incrementar reflexiones surgidas:
1) de nuevas lecturas e investigaciones; 2) sugerencias especialmente re-
sultado de los comentarios y críticas de los alumnos de la maestría y
doctorado en gobernabilidad del Instituto de Gobierno de la Universi-
dad de San Martín de Porres, cuando discutimos las tesis centrales de la
primera edición en los cursos de “Pasado, presente y propuesta futura de
gobernabilidad”; y 3) de las conversaciones con los profesores Pablo Ma-
cera y Heraclio Bonilla, a quienes guardo una gratitud y reconocimiento
por su papel de maestros de la academia. Además de gran provecho in-
telectual han sido las tertulias sobre historia republicana con Armando
Villanueva, testigo de prácticamente todo el siglo XX, y con Alan Gar-
cía, gran conocedor de la experiencia republicana, conversaciones que se
desarrollaron cuando estuvo en el mundo académico desde 2001 hasta
2005, dirigiendo el Instituto de Gobierno de la USMP. Mi agradecimien-
to comprende a los talentosos jóvenes historiadores Cristóbal Aljovín de
Losada, Gustavo Montoya y Javier Pérez Valdivia. Asimismo, de gran
utilidad han sido las consultas que hiciera al prominente historiador, el
embajador Miguel Bákula, y escuchar con atención a Julio Cotler.
Mi libro de 1983 recibió incisivas críticas, básicamente del desta-
cado historiador estadounidense Paul Gootenberg, que en lo sustan-
tivo presentaremos en otro texto, que participó en muchos talleres de
especialistas y dedicó tiempo especial a intentar destruir las hipótesis
centrales de mi texto. Prédicas que tuvieron especial influencia en al-
gunos connotados historiadores entonces jóvenes y en otros más bien
demasiado maduros.2 Como no soy una persona acostumbrada a eludir
las polémicas, le contestaré a Gootenberg, tal como lo mencionáramos,
en otro escrito, así haya pasado un cuarto de siglo.
Las críticas de la nueva generación de historiadores se extendieron
en los años ochenta y noventa a calificar de dependientes a un conjunto

2. En realidad ya hemos realizado una primera respuesta a uno de los historiadores


seguidores de Gootenberg, como Juan Luis Orrego Penagos, en el tema del imperia-
lismo inglés, para quien el imperialismo inglés habría sido inexistente en el siglo XIX
(se puede consultar Tantaleán 1991, 2001).

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 325


de historiadores, entre otros a Pablo Macera, Heraclio Bonilla, Alberto
Flores-Galindo, Manuel Burga y Javier Tantaleán Arbulú.
Soy de las personas que creen firmemente que mediante el inten-
so y a veces friccional debate nuestros conocimientos e interpretaciones
avanzarán en un medio académico que ha variado mucho desde los años
sesenta y setenta, donde ahora, a diferencia de antaño, las reuniones de
especialistas en historia se han reconvertido en diplomáticos foros que
hacen recordar esas reuniones de cancilleres previas a las cumbres presi-
denciales. En la historia, a diferencia de la política, no buscamos el con-
senso como técnica de gobernabilidad, sino la aproximación a la verdad
histórica.
Carlos Contreras (2004: 28) ha logrado plantear el debate de mane-
ra sistemática:

Pero ¿por qué la liberación de un país [el Perú] de un imperio colonial po-
dría acarrearle resultados económicos tan negativos? ¿No era acaso cierto
que el imperio trabajaba sólo en beneficio de la metrópoli, sin contemplar
como un objetivo en sí la prosperidad de las colonias?3 Por lo menos esa ha-
bía sido la premisa y la conclusión de la historiografía dependentista: para
que el centro se desarrolle, la periferia debía ser sacrificada; el desarrollo del
polo dominante implicaba el subdesarrollo del polo dominado. La ruptura
del vínculo colonial o neocolonial debía ser en consecuencia siempre positi-
va para el territorio dominado. Si no ocurría así, podía ser por dos razones:
1. Que las estrategias de desarrollo económico elegidas por la antigua colonia,
ya emancipada, fueron suficientemente malas, como para que sus resulta-
dos se situasen por debajo del nivel alcanzado en la era colonial; y 2. Que el
antiguo poder colonial fue pronto sustituido por uno “neocolonial”, que no
dio lugar a la auténtica independencia del país, ni le permitió la puesta en
marcha de políticas apropiadas para su desarrollo (énfasis nuestro).

En la primera razón argumentada por Contreras me parece un poco


forzado plantear que en la fase histórica en estudio existieron estrategias
de desarrollo elegidas, esto quiere decir, pensadas, asumidas y practicadas
por algún sector de las elites dirigentes. Lo que sí hubo fueron aproxi-
maciones a lo que en el planeamiento estratégico moderno se denomina

3. Esta es una pregunta muy compleja por resolver que ha sido tratada en Tantaleán
2008.

326 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


visión de país (especialmente en el caso de Manuel Pardo). Además,
funcionarios y pensadores esbozaban ciertas propuestas de proyectos de
desarrollo para el país. Pero desde el Estado, y lo demostraremos, sí se
produjeron diseños y ejecuciones de políticas, especialmente de natu-
raleza sectorial, si bien existieron problemáticas ante las cuales no hubo
políticas de nada, como la deuda interna o peor aún el endeudamiento
externo. Referirnos al concepto estrategia de desarrollo económico son pa-
labras mayores. Comencemos por el concepto de “estrategia”. Etimológi-
camente tiene su origen en los términos griegos estrategas y estratagema,
que significaba “maniobra militar”, “ardid de guerra”, “engaño astuto”,
con sus palabras y antecedentes stratós (“ejército”) y ago (“yo conduz-
co”). Más precisamente, la palabra griega estratego significaba planificar
la destrucción de los enemigos mediante un uso eficaz de los recursos.
En la era moderna, el término “estrategia” fue introducido por el teórico
del “arte militar” K. von Clausewitz (2003). En la metodología de gestión
de gobernabilidad (Tantaleán y Vigier 2003), el concepto de “estrategia”
es utilizado como el conjunto coherente de acciones organizadas para
ser ejecutadas secuencial y consistentemente en un determinado lugar,
en un lapso de tiempo acotado, y cuyo resultado final permite alcanzar
un fin u objetivo específico. Para definir el complejo y controvertido con-
cepto de “desarrollo económico” tomaremos en cuenta a Todaro (1988),
Sen (1995, 1998), Kliksberg (2003, 2006) y Debraj (2008). El desarrollo
es el proceso de mejora de la calidad de la vida humana, el cual considera
los siguientes aspectos:

i) la elevación del nivel de vida de las personas, es decir, el aumento de


su renta y de su consumo de alimentos, servicios médicos, educa-
ción, acceso a servicios de agua y alcantarillado, acceso a la sociedad
de la información, etcétera, a través de procesos adecuados de creci-
miento económico; en tal sentido, el desarrollo es la superación de
la pobreza, la exclusión y la disminución de las desigualdades;
ii) la creación de las condiciones para que crezca la autoestima de la
gente a través del establecimiento de unos sistemas económicos que
promuevan la dignidad y el respeto de la gente;
iii) el incremento de la libertad de elegir de las personas mediante la am-
pliación de los márgenes entre los que oscilan las variables objeto de
elección (p. e., mayor variedad de bienes y servicios de consumo);

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 327


iv) el desarrollo del capital social y valores éticos, entendidos como la
autoconfianza, las normas y lazos de cooperación cívica —civis-
mo—, la calidad de la familia, el grado de asociatividad, el grado
de percepción de las instituciones del Estado, la ética —stricto sen-
su—, la cohesión social de la comunidad, el nivel de concertación
entre actores —como el Estado y la sociedad—, la sociedad acti-
va, el grado de consensos, la participación ciudadana, entre otras
características; y
v) el desarrollo sostenible, definido como aquel que busca satisfacer
las necesidades y aspiraciones del presente sin comprometer la ca-
pacidad de satisfacer las del futuro, todo lo cual significa un desa-
rrollo equilibrado entre el medio ambiente y el avance incesante
de las fuerzas productivas (inversiones, tecnología, desarrollo del
capital humano, etcétera).

Pensar que el desarrollo económico así pensado tenga alguna rela-


ción con el pensamiento de los gobiernos peruanos entre 1821 y 1879 no
tiene ningún sentido de realidad, ni de rigor en un país manejado por una
minoría. Solo como ejemplo, en la elección de 1872, donde triunfa Manuel
Pardo, es elegido por aproximadamente 4000 votantes por el sistema de
colegios electorales, “extraña fusión de una oligarquía con las apariencias
de una elección popular” (Víctor Andrés Belaunde) donde participa el
Partido Civil, el primer partido moderno de elites. F. Casós nos informa
que, dos decenios antes de la mencionada elección, en la primera alterna-
bilidad “democrática” republicana (en 1851) entre los militares Castilla
y Echenique, solo el 0,2% del total de la población habría participado en
elecciones simbólicas más que democráticas (Casós 1854: X-XII).
El militarismo y el civilismo fueron radicalmente excluyentes, ra-
cistas de la mayoría indiana, de los neoesclavos culíes y de los afrope-
ruanos. Según la investigación de Gootenberg, en 1827 los indígenas
representaban el 61,6% de la población (Gootenberg 1991: 138), explo-
tados —en la mejor acepción del vocablo— por el sistema económico
y político imperante. El país solo era para una minoría. El indio solo
tributaba y laboraba para el micro Perú. Un sistema así considerado era
profundamente antiético.
Existen macroconceptos de la ciencia social en los que creo que
se pueden aplicar ahistóricamente, dándole a cada espacio-tiempo su

328 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


auténtico contenido. Esto lo hemos realizado en un ensayo reciente
(Tantaleán 2007) para vocablos como “imperialismo”, “capital” y “go-
bernabilidad”, trabajos en los que progresivamente hemos profundizado
en esta temática. Sin embargo, la noción de desarrollo económico que
aparece tras la Segunda Guerra Mundial, y que procesalmente se ha ido
enriqueciendo, me parece discutible transferirla miméticamente al siglo
XIX. Aunque no descarto, y esto es un desafío, crear un nuevo concepto
ahistórico de desarrollo económico, pero que por ahora no existe. Todo
lo cual no impide el estimado de algunos índices de desarrollo humano
para el período en estudio con investigaciones muy finas. A modo de
ejemplo, en España, para el año 1797, tenemos la esperanza de vida al
nacimiento considerando los rangos de:

1. 25,5-29,0 años
2. 29,0-32,0 años
3. 32,0-41,7 años

Y la esperanza de vida para los años 1863-1870:

1. 25,0-26,5 años
2. 26,5-28,5 años
3. 28,5-32,2 años

El mapa de esperanza de vida entre las fechas no difiere mucho consi-


derando las regiones históricas hispanas, concluyéndose que la esperanza
de vida al nacimiento era visiblemente más baja en el interior de la Pe-
nínsula que en la periferia (provincias o regiones costeras), lo que indica
que los factores geográficos y climáticos ejercían una influencia poderosa
sobre la mortalidad, tanto en el siglo XVIII como todavía en la segunda
mitad del siglo XIX (Pérez Moreda 2008: 123-124). El ejemplo que veni-
mos de presentar para España nos indica que sí es posible —mientras
la información lo permita— construir indicadores cuali-cuantitativos
sobre el concepto de desarrollo económico. Reto, especialmente, a los
jóvenes, cada vez en menor cantidad, cultores de la historia económica.
Carlos Contreras escribe una idea que no compartimos, continuan-
do la cita anterior:

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 329


Mientras los historiadores dependentistas habían apostado por esa segunda
posibilidad (la sustitución en la colonia por un poder “neocolonial”, que no
dio lugar a la auténtica independencia del país, ni le permitió la puesta en
marcha de políticas apropiadas para su desarrollo), la nueva generación se
orientó hacia la primera. En su libro Between Silver and Guano, Paul Goo-
tenberg (1997) enfocó el proceso de formación económica del Perú, des-
de la independencia, hasta el inicio del apogeo del guano. Su tesis fue que
tras la separación del imperio español, el Perú no “cayó” bajo el dominio
inglés, frustrándose así sus esperanzas de soberanía económica y política.
Retomando los planteamientos de D. C. M. Platt acerca de las relaciones de
“libre cambio” entre Gran Bretaña y América Latina, sostuvo que nuestro
país cayó más bien en el aislamiento comercial y financiero.

Por el profesor Carlos Contreras siento un profundo respeto intelec-


tual; a él le podría decir como Voltaire: “Amo la verdad, pero perdono el
error”. Me parece notar en una primera lectura de este último escrito que
Contreras da un mal paso: no existe para la historia económica-política
del siglo XIX una era pregootenbergiana y otra posgootenbergiana.
La explicación del profesor estadounidense Gootenberg es de una
simpleza reiterativa: el Estado caudillista tenía un entorno externo que
por razones básicamente internas hicieron del país un espacio recogido.
No me referiré a los casos de los respetados historiadores supuestamente
“dependentistas” Macera, Bonilla, Flores-Galindo y Burga porque allí
están sus escritos, pero en lo sustantivo de sus obras en ninguno de ellos
descubro que en el Perú poscolonial o neocolonial el poder imperialista
inglés haya manejado al Estado peruano como una marioneta. “Redes-
cubrir” el Perú republicano queriendo encontrar el rostro humano del
imperialismo o la inexistencia del fenómeno imperialista no es novedad
en la historiografía mundial, aunque esto ocurrió en el país en medio de
la euforia renacentista del liberalismo económico de los años ochenta,
tomando como piedra angular para la historia económica el trabajo de
Gootenberg. Considero que la discusión con Gootenberg no solo es aca-
démica sino ideológica. El Premio Nobel de Medicina, el español Ramón
y Cajal (1852-1934), decía algo cierto: “La verdad es un ácido corrosivo
que salpica casi siempre al que lo maneja”. ¡Qué vamos a hacer! Pero es
indiscutible que la formación fascista, conservadora, progresista o ex-
tremista influye en la producción intelectual del especialista-intelectual
(recordemos solo los casos de Riva Agüero y Mariátegui).

330 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


En relación con toda esta discusión entre un “centro” y “periferias”
(teoría de la dependencia), con toda razón Basadre sostiene que “es una
visión demasiado simplista de la vida republicana [sostener] que des-
pués de derrumbarse el poder de España, el Perú pasó a ser manejado
por Inglaterra” (Basadre 1971: t. II, 495). Inclusive el circunspecto histo-
riador Jorge Basadre (1971: t. I, 307-308) es de la opinión que durante la
era del guano existieron tres problemas conflictivos entre Gran Bretaña
y el Perú:

1. El repudio temporal decretado por Ramón Castilla el 7 de febrero


de 1855 de parte de la deuda externa, resultado de la conversión de
la deuda interna en externa por el gobierno de Echenique, en 1853,
que Castilla terminó reconociendo luego que la Cancillería del go-
bierno británico reaccionara con dureza imperialista preparando
un memorándum denominado “Nuestra justificación para ir a la
guerra contra el Perú”. El plan militar que se estudiaba, de mane-
ra conjunta entre los gobiernos inglés y francés, preveía el bloqueo
del Callao y la captura de las islas de Chincha, donde estaban los
mayores depósitos de guano. En estas circunstancias, el caudillo
ex presidente Vivanco se sublevó contra Castilla y tomó posesión
de las islas, proclamando que estaba de acuerdo con el pago de la
deuda externa. Castilla estaba temeroso en momentos que las flotas
inglesa y francesa realizaban maniobras navales en nuestras costas.
El 19 de febrero de 1857, el gobierno acepta —bajo la amenaza de
los cañones navales— los pedidos de los tenedores de los bonos de
la deuda reconvertida, y más tarde, de manera entreguista, también
acepta la guardianía de las islas Chincha, en un convenio llama-
do en su época el “protectorado anglo-francés” (Stallings 1985: 64,
Basadre 1971: t. I, 308).
2. El monopolio estatal del guano y el precio del abono considerado
por los ingleses excesivamente alto. Según las fuentes oficiales con-
sultadas, el precio de la tonelada de guano tomando algunos años
referenciales era de 9 libras esterlinas (LE) en 1846, 9 LE 5 cheli-
nes en 1854, 10 LE en 1864 y 9 LE 13 chelines 4 peniques en 1878.
En los años 1870-1874, cuando la Casa Dreyfus tuvo el monopo-
lio de la venta del guano, los precios subieron a 14 LE por tonelada
(Tantaleán 1983: cuadro 7).

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 331


3. Las tasas tarifarias de importación, apreciadas por los ingleses como
elevadas (a pesar de su progresiva disminución y de la liberación
de impuestos de determinadas mercaderías, también en el tiempo,
pasando de una fase más proteccionista a una más liberal, duran-
te el período 1821-1826-1833-1836-1840-1852-1854-1872; Tantaleán
2001: 312, 320).

Y como colofón a esta etiqueta de dependentista presento las Re-


flexiones finales de una ponencia presentada en 1979 en el Congreso In-
ternacional de Americanistas, realizado en Vancouver, Canadá, y luego
publicada en la revista Economía (vol. VI, pp. 11-12, PUCP, 1983) y re-
producida en Tantaleán 2001. Lo hago con la finalidad de que el lector
se forme su propia opinión. ¿Se encontraba el Estado peruano bajo el
control del imperialismo inglés multidimensionalmente (supuesta tesis
“dependentista extrema”)? O ¿fueron las políticas del Estado caudillista
y el patrimonialismo guanero los responsables de los resultados histó-
ricos en términos económicos y sociales del país? Como se podrá com-
parar, este escrito es anterior al libro Política económica-financiera y la
formación del Estado: siglo XIX.
Como comentarios finales, consigno algunas reflexiones sobre el uso
que le dio la clase política al Estado dentro del proceso histórico de de-
sarrollo de la sociedad peruana, en la búsqueda de la “prosperidad de la
república”.
La “imagen del progreso” que tenían las “elites” gobernantes es una
variable según la circunstancia histórica, pero en general se puede ha-
llar, en casi todo el período en estudio, una permanente preocupación
por considerar a la minería como el sector de producción clave. Esto era
aceptado casi como una “ley natural del desarrollo”, en una realidad
donde se pensaba que abundaban los recursos mineros, perspectiva en
la cual influía la mirada hacia el pasado de un territorio famoso por las
riquezas que habían inundado las viejas metrópolis europeas. En cierta
manera, todo ello se vio legitimado por alguna de las variantes teóricas
mercantilistas que planteaban, como fórmula generadora de riqueza, la
acumulación y máxima producción de metales preciosos, con el consi-
guiente crecimiento del dinero, cuyo uso, también incrementado, ex-
pandiría los intercambios comerciales en el interior en el país y con el
resto del mundo.

332 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


La imagen dominante de una minería de metales preciosos está
presente hasta principios de los años setenta, fecha en que el Estado, a
través del ministro de Hacienda, plantea por primera vez un desarrollo
diversificado de las líneas de producción minera y energética (Memoria
de 1870). Pero el retrato de un país minero, productor solo de metales
preciosos y de un Estado implementando alguna política de decidido
apoyo, se desdibuja cuando confrontamos los resultados obtenidos con
la realidad.
Y no podía ser de otra manera, en medio de un sistema mundial
en que los países vanguardia ingresaban con celeridad a la fase de indus-
trialización, derrumbando el antiguo orden económico, que tuvo en la
explotación abierta de las colonias y de sus metales preciosos una de sus
fuerzas matrices del proceso de acumulación (por lo menos en el caso
latinoamericano y en regiones del África).
El otro sector productivo tempranamente considerado fue la agri-
cultura. Frecuente era la frase que mencionaba al Perú como un “país
agrícola”. Aquí, una vez más, el papel del Estado no puede analizarse,
exclusivamente, partiendo de su ámbito interno. Si bien es cierto que
durante el período comprendido entre los años veinte y cuarenta la
agricultura estaba organizada, predominantemente, bajo modalidades
“feudales” (“articuladas” con relaciones de trabajo esclavistas en algu-
nos casos) y en forma de producción comunal “tributaria” (en la parte
de las economías campesinas), en ambos casos, en general, se trataba de
economías rurales rudimentarias con una oferta agrícola que fue bási-
camente orientada “hacia adentro”.
La disponibilidad de capitales que otorgaba un mercado mundial
estructurado por los países dominantes se facilitaba solo cuando se ren-
tabilizaba algún insumo considerado importante o a través de líneas de
crédito con el Estado. Esto se vuelve efectivo con el guano, haciendo que
la lógica del proceso mundial de acumulación “llevara” al Estado a re-
producir las relaciones neoesclavas en el sector agrario. El interés del ca-
pital internacional, metido “indirectamente” en las esferas productivas
que ofertaban al mercado mundial, determinaba el trabajo neoesclavo.
Se pensaba que ello posibilitaba grandes márgenes de excedente en la
producción. Pero la neoesclavitud no fue extendida a toda la economía
rural, sino básicamente a los fundos que producían azúcar y algodón, es
decir, productos de exportación. El cambio de una economía de patrón

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 333


de desarrollo agrícola hacia el interior por una economía agroexporta-
dora se hizo realidad por los efectos del capital guanero, de la neoescla-
vitud importada y de la demanda de productos específicos del mercado
mundial, lo cual afectó la configuración política de los responsables del
Estado. Entonces se trataba de que la política del Estado actuara en la
perspectiva de la agricultura y que sus subsectores más dinámicos se
orientaran a la satisfacción de los mercados externos.
Esta transformación cualitativa daría origen a un nuevo fenómeno
económico: la crisis estructural-histórica de “rendimientos decrecien-
tes” para la satisfacción del mercado interno de consumo, pero combi-
nada con un desarrollo de “rendimiento creciente” de la agricultura para
el mercado mundial. El Estado tuvo un papel primordial en esta meta-
morfosis productiva, impulsando la llegada de los culíes, que ayudaron
a valorizar los ricos valles costeños, y brindando facilidades a los grupos
propietarios de las tierras insertadas en el ciclo de abastecimiento del
sistema económico mundial.
Muy diferente era la consideración que las clases dirigentes políticas
y económicas tenían acerca de las posibilidades de iniciar un proceso de
industrialización en el país. Estas clases, conformadas por propietarios
de tierras, comerciantes, banqueros y algunos sectores sociales medios,
no llegaron a imaginar ninguna forma efectiva de actuación del apara-
to de Estado frente a la acumulación de capital en la industria. Por lo
contrario, se hizo todo lo indispensable para ahogar las fuerzas semiin-
dustrialistas internas, continuando con la antigua vocación del Estado
absolutista colonial español, que, en el siglo XVIII, “casi” derrumba la
estructura premanufacturera aborigen. Si había que fomentar alguna
inversión reproductiva, esta debía ser la base de apoyo (ferrocarriles) del
desarrollo de una producción que pusiera en valor la ingente riqueza na-
tural, para ser intercambiada en los países centrales capitalistas por los
bienes de capital, intermedios y de consumo que el Perú era “incapaz”
de producir.
Cuando se utilizó al Estado para redistribuir capitales, se hizo di-
rigiéndolos a los sectores económicos “clásicos” de una etapa de tran-
sición y “depuradamente” hacia los grupos sociales propietarios con
predisposición a serlo. Se hizo de una manera abierta y sin reparos con
Echenique (por lo menos así lo declaraba) (Echenique 1858), y luego con
Castilla y Balta-Piérola, para fijar el destino del capital en las inversiones

334 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


de infraestructura y de servicios, y fortalecer el propio aparato del Es-
tado. El estereotipo de una próspera economía abierta y exportadora
tenía como cara opuesta de la misma “moneda” la antiimagen de una
economía industrialista, especialización que solo parecía posible en los
países centrales. Tal fue la teorización de fondo y la praxis de los con-
ductores de la política económica invariablemente mantenida en el pe-
ríodo guanero. En esto influía, sin duda, la especificidad de las relaciones
económicas internacionales en la fase de desarrollo del “imperialismo
colonialista”, la propia dinámica del modelo exportador, los singulares
y escasos individuos con propensión a convertirse en empresarios in-
dustriales, el grado de desarrollo orgánico de una estructura productiva
interna precapitalista y lo que se afirmaba continuamente: la falta de un
“mercado interno”. A este último elemento se lo sobreprivilegió en el
análisis económico, pero parece ser un argumento sumamente parcial,
cuando se pretende explicar un proceso de no industrialización solo del
lado de la demanda, y de una demanda cuya dimensión es aún más dis-
cutible. En efecto: ¿quién podría definir sus límites óptimos? ¿Acaso el
aluvión de volúmenes de mercaderías inglesas no tenía como contra-
parte consumidores con poco o gran efectiva capacidad de gasto? Aquí
queda abierto un gran campo para la investigación y la imaginación.
El otro conjunto de reflexiones que es necesario precisar se refiere al
camino que se siguió hacia la catástrofe económica de los años setenta,
previos a la Guerra del Pacífico, iniciada en 1879, en el que el Estado ten-
dría un papel central. Una de las interrogantes se relaciona con la falta
de un “proyecto económico” que tuviese un mínimo grado de eficacia y
coherencia en el proceso peruano, y en el cual el Estado supuestamente
debía jugar un papel importante, sobre todo cuando dispuso de capitales
por efectos del guano. Entonces, ¿por qué no se produce el desarrollo
de una política que le diera una dimensión de largo plazo a la función
técnico-económica del Estado?
Una respuesta completa demandaría el análisis político, social e
ideológico de las funciones del Estado en la formación social peruana.
Pero es posible intentar respuestas parciales del papel técnico del Estado
que más tarde puedan ser enriquecidas, dentro de concepciones integra-
les, como el sugerente trabajo de Cotler (1978). Se necesitaría empezar
con el recurso que hizo factible el proceso de acumulación en el período
en estudio: el guano.

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 335


En varias oportunidades, el poder estuvo convencido de la natu-
raleza coyuntural de la riqueza. En 1855, la comisión que estudió las
finanzas del Estado concluía en su informe:

Con la abolición de la contribución de castas, que se verificó definitivamen-


te en el año 1855, y con la de indígenas decretada el año pasado por S. E. el
Libertador [Castilla], las rentas públicas han experimentado un déficit que
es indispensable llenar para satisfacer las necesidades de servicio, particu-
larmente si consideramos que la renta extraordinaria del guano está afecta
en su mayor parte a las considerables obligaciones del crédito público; que
está constantemente expuesta a los peligros con que la amenaza el descu-
brimiento de nuevos depósitos; y en fin que, aun sin estos peligros, está
reconocido por desgracia, que esta entrada desaparece dentro de muy pocos
años [...]. Desgraciada la república si llegado el momento de la desaparición
no encuentra ya arraigado en las costumbres el medio de hacer frente a los
gastos nacionales. (Rodríguez 1895: 232-233)

El ministro de Hacienda Noboa se expresaba en forma similar, y en


1865 el ministro Manuel Pardo proponía un ambicioso plan de reformas
financieras “que permitieron a la Nación una vida propia, independien-
temente de los depósitos de guano, que no son eternos”. Claro que, frente
a estas opiniones, otros afirmaban: “Mientras existan los valiosos depó-
sitos del guano, el Perú tiene para todo: para saldar sus créditos y para
cubrir las superficies de su territorio de ferrocarriles, canales, telégrafos,
etc. [...] (Comisión Principal de Hacienda, citada en Ugarte 1926: 125).
Sea como fuere, en varios momentos hubo una toma de conciencia
en los dirigentes de los gobiernos. ¿Cuál es, entonces, la razón por la que
no se previó lo que iba a suceder para obtener resultados exitosos, lo que
debió ser consecuencia del diagnóstico? Más que una razón hay varias
respuestas posibles. Los cambios ocasionales de gobiernos, hechos entre
intensas luchas, determinaban que los nuevos encargados de la política
económica “desarmaran” las medidas de sus antecesores. Caso típico es
el ocurrido con el derrocamiento de Echenique, no tanto por la “cacería
de brujas” que se hizo contra funcionarios y militares que habían cola-
borado con el gobierno, sino por el cuestionamiento de la muy discutible
política de consolidación de la deuda interna, que era una manera (al
margen de que se consideraba al Estado como botín) de ampliar la base
de acumulación del grupo social influyente sobre el gobierno. Pero el

336 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


caso más significativo se produjo cuando la “revolución” de 1867 anuló
todo el andamiaje tributario y financiero que había montado Manuel
Pardo desde 1865.
Durante su gestión se ensayaron importantes cambios en la po-
lítica de ingresos estatales y en la propia organización administrativa.
Se dieron las siguientes herramientas necesarias para el manejo de la
economía estatal:
1. El impuesto (medio de cubrir los ingresos del Estado para los gastos
ordinarios).
2. El crédito (dispuesto solo para ser usado en gastos extraordinarios).
3. La contabilidad (convertida en índice de la renta pública).
4. La administración de las finanzas (función exclusiva del Poder
Ejecutivo).
El ministerio de Hacienda se dividió en cuatro secciones: Contribu-
ciones (con las subsecciones de impuestos directos e indirectos), Conta-
bilidad, Crédito y Guano y Administración General. Se intentó gravar la
tierra, el capital y el trabajo. En el caso del capital, a través del impuesto
territorial. La tasa propuesta para las rentas de la tierra rural y urbana era
de 4%. También se constituyeron las Juntas Valorizadoras del Jornal, es-
tableciéndose el primer cuadro general de jornaleros en la república (Ma-
cera 1977: t. IV, 156). La “contribución personal” hecha sobre la base de
las categorías de jornaleros alcanzaba, según se calculó, a unos 400.000
contribuyentes en todo el país (Rodríguez 1895: 251-252, 259-260). Pero
donde se demuestra “el carácter de clase” de la política económica es en
las tasas de los impuestos fijados, pues mientras el capital debería pagar
4% sobre las utilidades, ingresos o rentas, la clase laboral debía pagar
20% de sus jornales al año, y los campesinos de la sierra 5% de sus in-
gresos. Todo este ambicioso proyecto fue dejado de lado por el nuevo go-
bierno. De la misma manera, cuando el civilismo llega al poder, en 1872,
se inicia la venganza contra Piérola y otros ex ministros, y además contra
la política ejecutada en el gobierno de Balta (Ulloa 1950: 115-116).
Es decir, no hubo continuidad en las políticas e instrumentos que
se implantaban. En este cuadro de análisis también hay que considerar
el abismo y el grado de inconsecuencia entre lo declarado y predicado
y lo realizado. Bastante notorio es el caso del civilismo, antes de 1872 y

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 337


luego una vez que llega al poder. Especialmente en la concepción teórica
del Estado y la que se ejecuta. Aunque en su “descargo” se puede señalar
que en esos años ya se presentaban los principales síntomas de la crisis
orgánica de la sociedad peruana de los años 1870, además del importante
proceso de maduración que debió afectar a la clase dirigente desde los
años 1860 hasta la mencionada fecha. Especialmente en 1872, cuando se
intenta conformar una base política socialmente más amplia.
Pero donde parece que está, estructuralmente, una de las causas
definitivas de la crisis, en la que sí hubo continuidad, es en la lógica del
propio modelo guanero. El Estado había ingresado, desde el inicio del
período guanero, a un sistema de crédito que lo hacía vulnerable y de-
pendiente frente a los grupos de la burguesía comercial “financiera” in-
terna y externa. El sistema (que luego se convierte en una vorágine de la
cual el Estado no pudo y no quiso salir) sería la causa de su semiapolo-
gético “final” en la crisis de 1870. La correlación era demasiado estrecha
entre consignatarios guaneros y poder político, y de este con los perua-
nos “dreyfusistas” y la casa comercial vendedora. Lo que no supone que
se ha establecido una relación de causa y efecto entre la clase económica
dirigente y la clase política dirigente, en una correspondencia integral
y unificadora. Los antagonismos en el ámbito político de las fracciones
de la clase dirigente impiden que (en esa esfera) se pueda hablar del uso
del aparato de Estado con objetivos similares, sobre todo en su función
técnica para capitalizar la base económica de la clase dirigente. Mien-
tras hay fracciones (la burguesía guanera consignataria) que plantean,
de manera especial en el ensayo tardío del gobierno de Manuel Pardo
(desde 1872), crear un aparato estatal, la fracción Balta-Piérola opta, en
definitiva, por la entrega de la puesta en valor del principal recurso (el
guano en 1869) de capitalización al agente extranjero Dreyfus. Si bien
entre las dos fracciones existían concepciones técnico-económicas si-
milares acerca del papel del Estado (como la ferroviarización del país,
considerada la estructura de base del proyecto de “desarrollo”), el in-
tento del gobierno de Manuel Pardo (líder de la burguesía organizada
como partido político en el civilismo) de concebir un Estado agente en la
economía produce un “cortocircuito” en las tesis dominantes del Estado
liberal antiintervencionista (comunicación personal de Pablo Macera).
Las tesis del período Pardo muestran un proceso de cierta concep-
tualización transicional entre el Estado “administrador” del capitalismo

338 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


concurrencial privado y el “Estado productor”, en el que no son extra-
ños los rasgos mediadores en el proceso económico del “Estado colonial
feudal”.4
El Estado “fuerza” que Pardo ensaya resulta teóricamente complejo,
debido a que aún no se daba un modo de organización capitalista. La
medida de nacionalización del salitre, que desencadenaría como factor
importante la Guerra del Pacífico, le da una modalidad más extensa a la
función aparencial técnico-económica, y, por consiguiente, resultaba un
hito interesante en la afirmación de un “Estado nacional”, así concebido
por la burguesía que gobernaba y que en la sociedad peruana, en su pe-
ríodo de transición, se encontraba en proceso de gestación como clase.
Si bien en el fondo de las cosas lo que se buscaba con el “nuevo” Estado
fuerza era reeditar, con el salitre, un nuevo ciclo de acumulación, es di-
fícil sostener que hubiese sido similar al guanero.
En todo caso habría que preguntarse en qué consistió la teoría de la
dependencia, uno de los productos intelectuales originales, únicos, que
ha producido la ciencia social latinoamericana, que se extendió con toda
su fuerza argumental a Europa, el mundo árabe, África, Asia, etc., a pe-
sar de todas las críticas válidas que se le pueden hacer. Desde entonces
no existe ningún resultado inusitado de nuestra región de producción
intelectual, es decir, realmente original.
Veamos entonces en qué trama histórica se produce la teoría de la
dependencia y en qué consistió desde la perspectiva científico-social.
En el contexto histórico de los años sesenta se van a producir varios
hechos que impactarían en la formación política y económica de la gene-
ración que emergía (de la que soy parte): la lucha de liberación de algunos
pueblos del tercer mundo de las nuevas formas de imperialismo y neoco-
lonialismo: la revolución cubana, la guerra de Vietnam, los asesinatos
del presidente John Kennedy, su hermano Robert y Martin Luther King,
la Revolución Cultural china, mayo del 68 de París, el aplastamiento que
hicieron los tanques soviéticos al “socialismo con rostro humano” (la
Primavera de Praga) de Alexander Dubcek en Checoslovaquia, las mani-
festaciones estudiantiles en México de 1968 y la represión de la Plaza de

4. Un Estado así “pensado” resulta productor por delegación: Pardo le entrega a “nom-
bre de la nación” la administración y explotación del salitre a los bancos y hombres
ricos organizados en la Compañía Nacional del Salitre.

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 339


Tlatelolco y las oleadas nacionalistas revolucionarias y reformistas con
miras a la afirmación de sociedades económica y políticamente indepen-
dientes. Todo lo cual ayuda a configurar un pensamiento crítico y de in-
satisfacción frente al statu quo, tanto en el sur como en el norte mundial.
En este cuadro se ubica la escuela de la dependencia como aporte lati-
noamericano a las corrientes de reflexión críticas internacionales. Celso
Furtado, uno de los precursores de la escuela de la dependencia, definió
al subdesarrollo como “una deformación provocada por la reacción par-
ticular que viene desde la revolución industrial entre países dominantes
y países dependientes”. Él define así un capitalismo central dominante y
un capitalismo periférico o dependiente (Furtado 1970: 139, 194).
Desde la denuncia de Prebisch del “falso universalismo” de la cien-
cia económica, la teorización del subdesarrollo latinoamericano pasa a
ser básicamente la teoría de la dependencia. Si bien entre los autores que
destacaban existían, en algunos casos, más que matices de diferencia, se
puede intentar una simplificación de las tesis que aporta la escuela de la
dependencia, con todos los riesgos que ello implica: 5

• Las sociedades y economías dependientes (SED) son prácticamente


forzadas a especializarse en la exportación de pocos bienes prima-
rios (ventajas comparativas) sin que puedan tener incidencia en el
curso que siguen los precios de estos.
• Las relaciones entre el centro y la periferia son básicamente asimé-
tricas, reflejando la naturaleza estructural mutidimensional de la
dependencia. En este sentido, el sistema capitalista, reproduciéndo-
se a escala mundial, desarrolla una cadena de relaciones polarizadas
entre metrópolis dominantes y satélites dependientes.
• Las SED, en sus principales ingresos fiscales por los productos ex-
portados, dependen del grado de inestabilidad de los mercados y de
la coyuntura económica que se presenta en los países centrales.
• Las empresas multinacionales dominan el comercio exterior, y, por
lo tanto, tienen determinada influencia sobre los precios de las ma-
terias primas exportadas.

5. Entre los múltiples trabajos tenemos: Sunkel 1967, Jaguaribe et ál. 1968, 1970, Frank
1970, Furtado 1971, Cotler 1971: 86-174 y Quijano 1977.

340 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


• Las empresas multinacionales controlan, con frecuencia, los facto-
res de producción (capital, tecnología, tierra) involucrados en los
procesos productivos de las mercancías que se exportan.
• La productividad media en los países periféricos no se traduce, ge-
neralmente, en un incremento de la tasa de salarios.
• Las SED presentan un grado importante de subordinación en su
consumo alimentario en relación con las importaciones de alimen-
tos (bienes-salario) que se obtienen de importantes países produc-
tores de los centros del sistema capitalista internacional.
• Las SED utilizan las tecnologías desarrolladas en los países centra-
les, frecuentemente de capital intensivo (un coeficiente de capital
elevado), acrecentando la problemática del empleo y, en ciertos ca-
sos, adoptando tecnologías no apropiadas a la dotación de los facto-
res de producción. Las tecnologías serían controladas por empresas
multinacionales, obteniéndose beneficios considerables por medio
de los dividendos que reciben por la transferencia tecnológica que
realizan a las SED. Además, las multinacionales utilizarían procedi-
mientos de sobrefacturación de las importaciones y de subfactura-
ción de las exportaciones.
• En las SED, al ser el ingreso precario, el ahorro que pueden generar
es escaso frente a las grandes demandas económicas y sociales de
inversión. Por lo tanto, la oferta de inversión solo cubriría algunas
inversiones. Los países de la periferia devienen así en dependientes
de los préstamos internacionales, de la inversión extranjera y de la
cooperación técnica y financiera internacional, para intentar incre-
mentar el acervo de capital y la infraestructura de desarrollo, lo cual
las vuelve, a su vez, dependientes de los condicionamientos de polí-
tica económica que fijan los organismos internacionales.
• En las SED se conforma un grupo social dominante y minoritario
identificado con determinados patterns culturales y/o de consumo
de los modelos consumistas de los países centrales. Este imitacio-
nismo de los patrones de consumo (que otorga prestigio) genera un
dualismo cultural (entre lo importado y lo tradicional-nativo) y se
proyecta sobre la estructura productiva, estimulando que el proce-
so de sustitución de importaciones (en lo relativo a la producción
de bienes de consumo) se oriente a la estrecha franja de la población

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 341


que concentra los ingresos y con capacidad de gasto. De esta forma,
el desarrollo tecnológico y la orientación de la demanda de las mi-
norías define —de manera importante— el aparato productivo en
el sistema económico.
• En sus tres procesos —exportación de materias primas que le otor-
gan sus ventajas comparativas, sustitución de importaciones y pa-
trones de consumo de las elites dominantes—, las SED se adaptan,
en su configuración estructural, a la evolución de los centros domi-
nantes del sistema capitalista mundial.

A la escuela de la dependencia se le hicieron muchas críticas.6 Sin


embargo, un aspecto medular no contemplado ni previsto por esta es-
cuela fueron los procesos importantes de acumulación y crecimiento en
países de la periferia como Corea del Sur. La escuela de la dependencia
era bastante escéptica frente a las posibilidades de desarrollo de los paí-
ses periféricos, que estaban llanamente en un círculo vicioso dentro de
la división internacional del trabajo. Su mismo proceso crítico de la rea-
lidad la conducía a un entrampamiento pesimista. Furtado, en un texto,
prácticamente llega a conclusiones catastróficas7 sobre el desenvolvi-
miento futuro: los países del tercer mundo no pueden desarrollarse.
La salida al modelo latinoamericano de la “dependencia satelizan-
te” (en algunos autores que sí creían que podía superarse la situación
dependiente, como Helio Jaguaribe) era percibida a través de dos vías:
la socialista-revolucionaria y el modelo de la autonomía (como negación
del sistema imperial) (Jaguaribe 1970: 1-85). Esta última era una suerte
de tercera vía caracterizada por un nuevo modelo de desarrollo auto-
centrado, integración regional, economía de participación, humanismo

6. A fines de los años setenta, el flamante Instituto Libertad y Democracia (summun


concentrado del pensamiento neoliberal en su momento) invitó a Jan Tumlir (direc-
tor del GATT) a su evento “Democracia & economía de mercado” (Lima, ILD, 1981)
a refutar la teoría de la dependencia: “De manera que la fragilidad de las teorías de
la dependencia puede resumirse diciendo que confunden independencia económica
con independencia política. Económicamente, todos los países son ahora interde-
pendientes”. Hernando de Soto (1986) juzgó las tesis de la dependencia como “pre-
juicios” sobre una supuesta “explotación extranjera tan perversa”.
7. Expresión usada por Celso Furtado (1974), quien posteriormente (1989: 143-148)
brindaría una visión menos pesimista.

342 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


social, nacionalización de las actividades estratégicas y nuevas relaciones
con la metrópoli. Sin embargo, muchos de los teóricos de la dependencia
quedaron prisioneros de la discusión entre la vía revolucionaria y refor-
mista como antítesis del fenómeno de la dependencia, y se inclinaban
por la construcción de un socialismo en el que la democracia aparecía
tímidamente (a no ser que se plantearan nuevas formas políticas repre-
sentativas diferentes a la democracia liberal).
Un límite importante del análisis de la escuela de la dependencia
fue compartimentar una esfera del centro y una esfera periférica dentro
de la noción de la división internacional del trabajo.8 Por lo tanto, el
desarrollo del concepto centro-periferia fue incapaz de interpretar las
tentativas de industrialización y crecimiento de algunos países del sur
mundial. En efecto, ¿cómo explicar los ensayos de acumulación del su-
deste asiático si uno se mantenía prisionero de la noción centro-periferia?
Justamente, la aparición de un buen número de caracterizaciones como
advanced developing countries (países en vías de desarrollo avanzado) y
new industrialized countries (nuevos países industriales) —el primero
de los conceptos manejados por el Banco Mundial, en su momento, y
el segundo por la OCDE (Organization for Economic Cooperation and
Development)—, o inclusive países en vías de industrialización (Granier
y Djondong), países semiperiféricos (Wallerstein), países semiindustria-
lizados (Judet y Courlet) y economías emergentes tendieron a superar la
imagen de la economía mundial asimilada al patrón centro-periferia.
Era evidente que el proceso de evolución de la economía internacional
no podía ser sometido a una división tan brutal, así fuese como moda-
lidad de análisis para mostrar el proceso de las relaciones económicas
entre todos los países.
Sin embargo, el gran profesor Peemans rescata, con justicia, el lega-
do positivo que ha tenido la escuela de la dependencia:

Es a través de la polémica desatada por la interpretación de la historia como


centro-periferie, hecha al comienzo, por lo que yo llamo la escuela “dogmá-
tica” de la dependencia, que se ha producido un formidable enriquecimiento
histórico de América Latina, África y Asia. Es decir, un redescubrimiento de
la historia del desarrollo, concreto y real, en muy largos períodos [...]. Este

8. Este análisis recoge lo escrito en Tantaleán y Heddi 1981.

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 343


redescubrimiento de la historia permitió conocer la calidad formidable de
la producción urbana en las sociedades chinas, hindúes, en las condiciones
concretas de la población, el confort, el hábitat, la comida, etc., por lo que
no podemos decir del todo que solo existe la miseria (Peemans 1994: 140).

Por los años sesenta y setenta se desarrolla un tipo de fetichismo


intelectual (sé que esta es una apreciación radical pero necesaria) del que
he participado, y consistía en creer que era posible conocer por la acción
humana (la inteligencia) la realidad en su totalidad y múltiple compleji-
dad. Esta fue una apreciación bastante generalizada en la ciencia social
peruana de esos decenios.
Muchos de los de nuestra generación tuvimos la incalculable e in-
mejorable oportunidad de participar en el boom de becas externas en
los países centro del sistema mundial en las décadas de 1960 y 1970. Y
estuvimos bajo la influencia de pensadores, intelectuales, historiadores
y analistas que de una u otra manera participaban, en su mayoría, de las
corrientes estructuralistas y de los que inclusive, en algunos casos, tuvi-
mos el privilegio de ser sus alumnos: L. Althousser, S. Amin, E. Balibar,
P. Baran, C. Bettelheim, F. Braudel, W. Brus, M. Castells, M. Dobb, M.
Duverger, A. Emmanuel, A. G. Frank, C. Furtado, J. Gouverneur, C.
HiII, J. Hirsch, A. Hirschman, W. Kula, E. Laclau, O. Lange, A. Lewis, G.
Lefevre, W. Leontief, S. M. Lipset, E. Mandel, H. Marcuse, P. Mattick, G.
Myrdal, J. P. Peemans, F. Perroux, C. Palloaiz, N. Poulantzas, P. P. Rey,
R. Prebisch, J. Robinson, W. W. Rostow, I. Sachs, P. Sweezy, E. Terray, J.
Tinbergen, J. Vanek, P. Vilar, etcétera.
La formación intelectual se produce dentro de cierta hermenéutica
“objetiva”, y por qué no “subjetiva” —motivada por un evidente deseo
y decisión de transformación de la realidad—, de imaginarse que era
factible descifrar la fenomenología con la interpretación de ciertas leyes
que supuestamente explicaban el proceso social. Además se presumía
que actuando sobre la “dialéctica de lo concreto” (K. Kosik) se podía
transformar cualitativa y cuantitativamente la esfera de lo real. Esto
conducía, en la perspectiva de la praxis y función política, a un exceso
de infatigable y persistente voluntarismo y a una sobreestimación de las
posibilidades de intervención de la acción humana sobre el mundo y la
existencia de los nacidos. No se tenía conciencia crítica suficiente sobre
“la falibilidad del conocimiento humano” (J. Habermas).

344 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


Las tesis y aportes centrales del texto Política económico-financiera
y la formación del Estado: siglo XIX, de 1983

En lo sustantivo me reafirmo en las principales hipótesis que se desarro-


llaron en el libro de 1983 (que abarca de l821 a 1879).

1. La sistematización y análisis de las políticas económicas y finan-


cieras del Estado, que nos lleva a la conclusión de un resultado
“costo-beneficio” perjudicial para el Perú de las políticas económi-
co-financieras.
2. El análisis del rol del Estado como enlace con las economías inter-
nacionales y como eje de la acumulación de capital.
3. Si bien no era una hipótesis, uno de los objetivos centrales que nos
propusimos en el texto de 1983 fue la reconstrucción estadística y
luego un primer análisis —basados en: 1) las memorias de Hacien-
da, 2) toda la documentación oficial encontrada y 3) autores con-
temporáneos del siglo XIX— de los siguientes ítems de una manera
particularmente detallada desde 1821 a 1878:

i) Ingresos del Estado


ii) Gastos del Estado
iii) Deuda interna pública
iv) Deuda externa pública
v) Exportaciones de guano
vi) Los contratos de endeudamiento interno
vii) Los contratos de endeudamiento externo
viii) Los contratos guaneros

4. El uso de la deuda interna como instrumento de capitalización de


fracciones importes de la clase dirigente (aspecto luego profundiza-
do y mejor precisado por Alfonso Quiroz).
5. El análisis de la racionalidad del gasto público.
6. La hipótesis imaginativa de un primer “proyecto nacional oligár-
quico-republicano” bajo el liderazgo de Manuel Pardo y el replan-
teamiento de las alianzas políticas que produce la estatización del
salitre en el contexto de esa aproximación a lo que en tiempos más
actuales se conoce como “proyecto nacional”.

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 345


Sobre esta sexta hipótesis es necesario hacer una aclaración. En
1994, la acuciosa historiadora y profesora Carmen Mc Evoy publicó el li-
bro Un proyecto nacional en el siglo XIX. Manuel Pardo y su visión del Perú
(Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú),
cuyas ideas compartimos.9 Pero existe un pétit detalle. La profesora
Mc Evoy había leído, y bien estudiado, mi libro Política económica-
financiera y la formación del Estado: siglo XIX, como consta en su texto.
En aquella oportunidad, en efecto, sugerimos que veíamos en las ideas y
programas de Pardo lo que ahora se acerca al llamado “proyecto nacio-
nal”. Lamentablemente, ni por un mínimo de seriedad académica y de
cortesía, la autora menciona ni en su introducción, ni en ninguna parte
del libro, esa idea ajena, así sea por lo menos como fuente de inspiración.
Se debía explicar algo que ya se insinuaba desde 1979, que se presentó en
el Congreso Internacional de Americanistas, un ensayo que publicara la
revista Economía (vol. VI, pp. 11-12, 1983) (y también como Tantaleán
2001). Esta reflexión sobre Manuel Pardo de 1979 se profundizó en el
libro que publicaría Cedep en 1983.
Para verificar lo que venimos sosteniendo, presentaremos lo que
Paul Gootenberg, un juzgador atávico de JTA, escribiera en la Revista An-
dina (año 2, n.º 1, 1984, p. 327), en una crítica al texto Política económica-
financiera…:

Hay una innovación acá, pero basada en un ejercicio especulativo similar


sobre las facciones elitistas. Tantaleán quiere voltear la interpretación des-
pectiva predominante sobre el civilismo, viendo en él un heroico “Proyecto
Nacional Oligárquico” que podría haber salvado al Perú de la grave crisis
económica de los años setenta. Esta opinión se deriva de una más bien exa-
gerada (y algo contradictoria) lectura de la evidencia y tiende a dar crédi-
tos al civilismo por eventos económicos que probablemente no estuvieron
relacionados a la política consciente (énfasis nuestro).

Una segunda prueba no podía pasar inadvertida a una historiadora


seria (la idea-fuerza de JTA sobre el “Proyecto Nacional Pardo-Civilismo”),
la profesora Christine Hunefeldt, en el comentario que publicara sobre
el volumen de Política económica-financiera… en la revista Socialismo y

9. La última entrega de la fértil historiadora es Mc Evoy 2008.

346 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


Participación, n.º 26 (Lima, junio de 1984). En efecto, allí afirma, entre
otros aspectos:

Seis años [entre 1873 y 1879, etapa de la gobernabilidad civilista] cierta-


mente son un lapso demasiado breve para ensayar a fondo un proyecto de
desarrollo nacional; pero lo objetivo es el hecho de que a pesar de todas
las explicaciones y disculpas formuladas [por el autor] el proyecto fraca-
só, a pesar de las décadas previas de gestación y a pesar de que se avisoran
elementos que indican la existencia de un Proyecto desde el Estado” (énfasis
nuestro).

Lo que la historiadora Hünefeldt afirma es lo que realmente qui-


simos demostrar con Pardo y el primer civilismo: la existencia de un
proyecto desde el Estado. Temática que profundizaremos en el Leviatán
guanero.
De manera más reciente, el historiador Cristóbal Aljovín de Losada
ha declarado frente al tema del que algunos historiadores hablan en rela-
ción con la idea de un siglo a la deriva.10 Aquí su respuesta:

Después de Basadre viene la crítica de la izquierda sobre si tenemos o no


una clase dirigente. La izquierda y el propio González Prada refieren que
no y al no haber clase dirigente no hay proyecto nacional. Pero dentro de
la historiografía más reciente, con una visión más positiva, encontramos a
Carmen Mc Evoy, que hace una revalorización de Pardo. El propio Basadre
nos habla de la grandeza de los miembros de la Revista de Lima (Palma,
Ulloa, Pardo). Javier Tantaleán habla también de un Proyecto Nacional en
la época de Pardo (Aljovín 2005: A26).

La diferencia es que JTA plantea esta idea en 1983 y la prolija histo-


riadora Mc Evoy en 1994.
En realidad, tal como lo hicimos con el texto de 1983, se intenta tener
una posición de equilibrio entre los que solo brindan una posición crítica
y negativa de la clase dirigente, en el período en estudio, hasta aquellos
que ven solo héroes y magnánimas figuras (como el cuestionado Ramón

10. En este caso el entrevistador Enrique Hulerig Villegas se refiere al texto de Bonilla
1980.

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 347


Castilla) y los defensores cerrados de las políticas de la joven figura de
Piérola (entre los que se encuentran encumbrados historiadores).
Sobre el siglo XIX se han realizado diversas caracterizaciones: Un si-
glo a la deriva (H. Bonilla), Un siglo perdido (C. Contreras) y últimamen-
te El oscuro siglo XIX (Teresa Vergara).11 El primer comentario que estos
calificativos merecen es que el siglo XIX no se puede asumir en bloque.
Si intentáramos una aproximación periodificada de los ciclos históricos
de la estatalidad política republicana, nos atreveríamos a plantear la si-
guiente propuesta inicial, tomando en consideración fundamental a la
política (esfera donde se desarrollan las relaciones de poder y dominio)
y en cierta forma a la economía política:

• Ciclo primero: l821-1845. Estado caudillista. Primer militarismo


feudalizante de los “señores de la guerra”.
• Ciclo segundo: 1845-1879. Leviatán guanero (el Estado que vivió de
la excreta de las aves guaneras).
• Ciclo tercero: 1879-1883. Guerra del Pacífico y destrucción del
Estado.
• Ciclo cuarto: 1883-1895. Reconstrucción del Estado y segundo
militarismo.
• Ciclo quinto: 1895-1899. Estado constructor desarrollista (indus-
trialismo temprano).
• Ciclo sexto: 1899-1919. Estado de los partidos de notables. “República
aristocrática” (Jorge Basadre). En realidad, para nosotros, república
plutocrática (gobierno de los ricos).
• Ciclo séptimo: 1919-1930. Estado modernizador con democracia y
dictadura.
• Ciclo octavo: 1931-1956. Estado como instrumento de poder. El
Estado represor. Tercer militarismo (salvo la “primavera democrá-
tica” de 1945-1948).
• Ciclo noveno: 1956-1990. Estado desarrollista y neoestructuralista
(que obviamente incluye el período nacionalitarista de 1968-1975).

11. Bajo este título, Teresa Vergara Ormeño ofreció una conferencia en el Instituto Raúl
Porras Barrenechea el 26 de febrero de 2008.

348 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


• Ciclo décimo: 1990-2000. Estado ajustador y de las reformas
económicas.
• Ciclo undécimo: 2001-2006. La transición democrática inconclusa.12

En ciertos ciclos, para su tipificación influyen la naturaleza del ré-


gimen político, las ideologías predominantes, las políticas gubernamen-
tales, los proyectos de Estado, los proyectos de desarrollo (como el ciclo
noveno) y el rol de los liderazgos políticos. A modo de ejemplo, reitera-
mos, haciendo un juicio político de valor, que no nos agrada el Piérola
joven, pero nos parece que el Piérola presidente en el ciclo quinto de 1895
a 1899 es realmente uno de los gobiernos más interesantes de la Repú-
blica. Un caso diferente es del Cáceres, el hombre que según Basadre
“salvó el honor del país y del ejército” (citado en Lecaros 1983: 171). Del
joven Brujo de los Andes al presidente Cáceres del segundo militarismo
(ciclo cuarto de 1883-1895) que quiso mantenerse de presidente y el Cá-
ceres que avaló en su vejez el proyecto autoritario de la “patria nueva”
de Leguía, existen notables diferencias entre los dos Cáceres: el joven y
el viejo.
De igual manera tenemos la idea de Teresa Vergara acerca de que
el siglo XIX es oscuro, o sea nocturno y desconocido. Si bien quedan
muchos asuntos y materias, como es lógico en todo proceso histórico,
que dan lugar a interrogantes, controversias y poco avance en su cono-
cimiento (p. e. falta reconstruir la serie histórica del producto nacional
bruto —PNB—), en los últimos decenios los avances en sus conocimien-
tos son notorios en materia económica, política, relaciones internacio-
nales, historia diplomática, estudios regionales, movimientos sociales,
en el derecho y las instituciones, la fuerza laboral, la clase adinerada, la
infraestructura vial y ferroviaria, la vida cotidiana, la salud ambiental,
la historia de la Iglesia, de la mujer, la demografía, el periodismo, la li-
teratura, las letras, las ideologías, la cultura en general, etcétera; todo lo
cual va produciendo más y más luces, en un período republicano cuyo
conocimiento hasta poco más de tres decenios era umbrío en muchas
de sus dimensiones, a pesar del monumental trabajo desarrollado por
Jorge Basadre.

12. Véase Tantaleán 1984, un primer trabajo primario que hiciéramos para el siglo XIX.

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 349


Los avances de la investigación

Uno de los temas medulares del nuevo ensayo es auscultar, someramen-


te, la función y el rol que tuvo el Estado republicano en el proceso de
acumulación entre 1821 y 1879, pero incidiendo básicamente en lo que
hoy denominaríamos los sectores “modernos” de la economía de ese
tiempo histórico y en el estudio de la estructuración del Estado.
En los casos históricos europeos occidentales, como el francés, los
estados nacionales se fueron conformando dentro de los complejos pro-
cesos de conflicto, convergencia y articulación de mercados, culturas,
ciudades, instituciones, actores sociales y fuerzas políticas, pero espe-
cialmente a partir de la base de procesos de estructuración societal.
Desde el siglo XVI, el Estado de la era moderna, en Europa occidental,
se desarrolla considerando la distinción entre lo público y lo privado,
fundando la noción de autonomía de la política, intentándose separar
Iglesia de Estado, o sea bajo criterios de laicisismo. El Estado moderno,
de los siglos XVI y XVII, se asienta en la conformación de “un espacio
político autosuficiente” (Rosanvallon 1993). Este proceso va a culminar
en la idea de la nación-contrato, como Estado de derecho, reposando en
el valor de la libertad y en los principios de la revolución democrática
representativa frente a los sistemas políticos absolutistas; es decir, las re-
voluciones liberales y democráticas con todas sus ambigüedades (Renaut
1988) que Pierre Rosanvallon ha sintetizado bien en la revolución de la
igualdad, la soberanía del pueblo, el sufragio universal y el hecho filosó-
fico de reconocimiento de una equivalencia de calidad entre los indivi-
duos (Rosanvallon 1992).
En todas estas ideas y valores están presentes los principios hereda-
dos de la Revolución Francesa y la Declaración de los derechos del hom-
bre y del ciudadano, votada por la Asamblea Francesa en 1789, en la que
el sujeto deviene miembro de un Estado nacional por un “acto de ad-
hesión voluntaria a la comunidad democrática o al contrato social” (A.
Renaut).
En el Perú, el intento de afirmar un Estado republicano —donde to-
das “las provincias reunidas en un solo cuerpo forman la Nación Perua-
na” (Art. 1º de la Constitución de 1823)— se realiza básicamente desde
arriba, con prescindencia de los sectores populares y de las mujeres, en
lo político, económico, administrativo y legal y, de manera marcada, en

350 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


lo socioétnico. El caso más elocuente, desde la iniciación republicana,
fue cuando el protector San Martín, el 12 de octubre de 1821, institu-
ye la Orden del Sol con 26 fundadores (el presidente de la Orden era el
propio San Martín), 138 personajes con merecimientos y 120 mujeres.
A esta nobleza republicana, bastante varonil (Setier 1827: 230-232), se le
añadieron el 25 de diciembre las prerrogativas de la antigua nobleza que
ostentaban los títulos españoles para que tuvieran los mismos honores.
Por eso Rowe sostenía que, con San Martín, se produjo el “curioso es-
pectáculo” de la conformación de un gobierno republicano organizado
sobre la base de los mismos personajes que habían cogobernado en el
virreinato (Rowe 1954).
Hay quienes piensan, en todo caso, que San Martín, al fundar la
Orden del Sol, hizo una hábil jugada política para congraciarse con la
nobleza limeña. Aunque el historiador republicano del siglo XIX M. F.
Paz Soldán opinaba que para San Martín y su ministro Monteagudo
—“enemigo acérrimo de toda la raza española” en opinión comparti-
da por Hall y Mathison—, en el Perú todo estaba listo para aceptar un
rey, “porque suponían que en el resto del país dominaban las ideas y
creencias aristocráticas que observaban en Lima”. Tanto fue así que San
Martín firma un acta para que viaje a Europa una misión en busca de
un monarca para el Perú, “para conservar el orden interior”, pensando
en razones bastante pragmáticas, por ejemplo, en Gran Bretaña, “por su
poder marítimo, su crédito y vastos recursos, como por la bondad de
sus instituciones” (Paz Soldán 1868: 268, 272-273, Hall 1971: 262, Ma-
thison 1971: 317). Es muy probable que con lo que sabía San Martín de
la variada clase dirigente peruana —expresión de una sociedad clasista
limeña liderada por aristócratas— y por el conocimiento del la historia
del virreinato del Perú, el más poderoso de América Central y del Sur
durante gran parte del período colonial, se decidiera por su proyecto de
gobernabilidad aristocratizante, justamente tomando en cuenta la fuer-
za de la tradición histórica. Lo que no resulta incongruente para un ex-
tranjero que observaba, seguramente, que la clase indígena “no existía”
para toda finalidad política para el libertador que venía de una realidad
tan diferente como la del río de La Plata.
La medida posterior de Bolívar de abolir los títulos de nobleza re-
duciendo, muy formalmente, todas las clases al rango de ciudadanos
disgustaría profundamente a la aristocracia peruana, para la que, según

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 351


cruces”13 (opinión similar tuvieron Jorge Guillermo Leguía 1939 y Proc-
tor 1920: 81). Extinguidos los títulos nobiliarios, subsistieron “cuan-
tiosos bienes, opulencia económica, fundadas con el único objeto de
fomentar las familias de la nobleza” (Torres Saldamando 1879: 560-565).
Se puede considerar que desde la iniciación republicana existieron
dos proyectos de gobernabilidad:14 el asociado a San Martín (¿monar-
quía constitucional?) y el asociado a Bolívar (que difícilmente puede
llamarse un proyecto de gobernabilidad de una república liberal, entre
otros asuntos por su autopromoción a presidente vitalicio en la Consti-
tución de 1826, carta magna que solo duró cincuenta días).15
El particular origen procesal daría lugar a que el Estado, en los
hechos (más allá de las creencias y presuntas proclamas liberales y/o
nacionalistas) juegue un papel especial con relación al proceso de es-
tructuración institucional, social y económica. La estructura del Estado
republicano es una génesis procesal, es decir, una construcción progresiva
en el espacio y el tiempo, como diría J. Piaget. La estructura, en un mo-
mento dado, puede ser considerada como un modelo sistémico, y como
tal ofrece amplias posibilidades de asuntos, hechos y/o acontecimientos
complejos, que son difícilmente reconocidos en sus partes aisladas.

13. El influyente Roberto Proctor tuvo un comportamiento cuando menos dudoso por
su interés en nombrar personas extranjeras de su confianza como comisionados y
firmantes del primer empréstito extranjero a la república del Perú el 11 de octubre
de 1822 y en el segundo empréstito del 21 de enero de 1825. Préstamos que dejaron la
impresión en el ministro Morales (1827: 30), en Dancuart y Rodríguez (1902-1926:
vol. I, 221-222) y el historiador Mariano Felipe Paz Soldán (1874; t. II, 156-157) de
que se trató de una “trapacería para el país”.
14. En diversos ensayos y textos hemos intentado demostrar la naturaleza ahistórica del
concepto de gobernabilidad. Véase por ejemplo Tantaleán 2002: t. II, en especial el
capítulo II: “Gobernabilidad curacal. La sociedad étnica de jefatura. La función de
los curacas (el señor de casi todos los tiempos)”, y el capítulo III: “La gobernabilidad
imperial y el expansionismo de los reyes cuzqueños”. También en Tantaleán y Vigier
2003, pero de manera especial el ensayo de Tantaleán 2007: 51-70.
15. Dice Basadre que: “Para introducir la Carta vitalicia no se apeló […] al voto general
del país.” Luego el historiador de la República escribiría que la Constitución de 1826
“apenas duró cincuenta días” (Basadre: t. I, 120). Según Pareja Paz Soldán (1986: t. I,
59): “La Constitución de 1826 rigió […] en el Perú solamente del 9 de diciembre de
1826 al 27 de enero de 1827”.

352 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


En la futurología comprensiva existe una noción central denomi-
nada “tendencia pesada” (A. Gras), concepto que sirve para calificar una
evolución que no solamente es algo central en el desarrollo de las socie-
dades, sino que también aparece dotada de una gran inercia. Este es un
aspecto crucial y complejo en sus múltiples dimensiones (siguiendo la ló-
gica de J. Piaget) cuando pensamos en el atavismo y legado que significó
el concepto “colonia”, y que se proyecta inclusive al presente siglo XXI.
La heredad colonial, a modo de ejemplo, en el campo real y teórico
de la etnicidad es seguramente el problema más controvertido, agudo,
contradictorio y paradojal en la actuación del Estado con que se “encon-
tró” la joven república. Gobernantes, políticos, criollos y mestizos, por lo
general, no tuvieron mayor comprensión —y menos integral— del “pro-
blema del indio” (lo que hoy los antropólogos llaman grupos originarios
y minorías étnicas amazónicas). Tendrían que pasar muchos decenios
de vida republicana para que se gestara un movimiento intelectual ra-
dicalizado como lógica reacción, porque siempre, a nivel de los pueblos
indígenas, existió una rebeldía larvaria que en definidos momentos his-
tóricos se expresaba en lucha abierta contra el sistema, así fuera de na-
turaleza ambigua, y con más razón en el intento de “ingeniería nueva”
de edificación del Estado en los primeros decenios republicanos. Aun así
nos preguntamos qué hubiese pasado si no aparecía la rentabilización del
excremento de las aves marinas por efecto de las sedientas tierras de las
agriculturas más avanzadas del mundo por el abono; si el tributo al indí-
gena como sometimiento del “siervo al Estado Feudal” hubiese continua-
do más allá de 1854,16 en una medida de anulación que Castilla realizara

16. En realidad el tributo continuó en regiones como Puno (comunicación personal de


Heraclio Bonilla). Macera ha escrito: “De golpe pensaban con ilusión los liberales
limeños, se habían eliminado la esclavitud en la costa y la servidumbre en la sierra.
Todo lo contrario. Por desgracia los hacendados reaccionaron rápida y eficazmente.
Puesto que ya no podían controlar a los campesinos indios por el medio indirecto
del tributo, decidieron quitarle a esos campesinos sus medios de reproducción bási-
cos (la tierra). De este modo no solo se restableció la antigua dependencia sino que
ésta fue todavía mayor. Se comprende bien que en estas condiciones los hacendados
costeños tuviesen escasas posibilidades para obtener un suministro regular de traba-
jadores estacionales enganchados en la sierra […]. La supresión del Tributo desata el
despojo de la tierra campesina por parte de los hacendados. Las epidemias disminu-
yen la población total y por consiguiente el número de trabajadores […] las pérdidas

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 353


por evidentes intenciones políticas (sentido de oportunidad política, más
elegante que la voz “oportunismo”), cuando ocurría el conflicto de gue-
rra civil más sangriento del siglo XIX contra Echenique, y quería tener a
la masa indígena a su lado. Así también sucedió con la liberación de los
esclavos negros, gracias a que el Estado tenía recursos para comprar su
libertad, en un proceso que todo hace indicar que hubo corruptelas.
De cualquier manera, las políticas estatales tienen un carácter di-
námico, que con el paso del tiempo evolucionan de formas diferentes y
complejas. La política económica y financiera en el período estudiado
está estrechamente relacionada, lógicamente, con el poder y la ideología
económica predominante, generalmente de gran influencia, que venía
de la sociedad-mundo, específicamente de sus centros más producti-
vos de intelectuales y de las ideas económicas —caso de Gran Bretaña
y Francia— en el siglo XIX, sin que ello signifique dejar de reconocer a
pensadores extranjeros y nacionales que partían del reconocimiento de
la propia realidad peruana.
Los estudios e investigaciones clásicos que relacionan al Estado con
la economía parten de un supuesto modelo teórico de funcionamien-
to más o menos autónomo frente a las relaciones económicas, esque-
matizadas también en fórmulas libres-concurrenciales.17 Esto no tiene

totales globales entre los campesinos se estimaron en ¼ de su población” (Macera


1977: tomo IV, 194-195, 196-197). “En Puno, al parecer, la abolición del tributo tuvo
poca resonancia. La reiteración de su abolición en 1901 y la consecuente disminu-
ción de los ingresos por impuestos departamentales en sus 2/3 para ese mismo año
lo evidencian” (Hunefeld 1986: 48).
17. Paul Gootenberg (1989: 145) asevera que la economía del siglo XIX era una “con-
sumada economía de mercado”. Afirmación exagerada y de poco rigor histórico. La
idea concluyente de Gootenberg solo es válida para ciertos espacios económicos.
Todo parece indicar que, en el período del guano, hubo un gran desarrollo de las
relaciones mercantiles, del mercado de productos, de los bienes transables con la
economía internacional; las exportaciones e importaciones parecen haber sido más
del 25% del PNB. Los avances fueron inequívocos, aunque complejos en el mercado
financiero y en ciertos espacios del mercado de la tierra costeño. Más discutible es el
caso del mercado laboral cuando en los sectores de punta (guano, salitre, ferrocarriles,
plantaciones de azúcar, algodón, lana) una parte de la fuerza de trabajo laboraba en
condiciones de neoesclavitud y servidumbre. En síntesis, en los mercados realmente
existentes el problema es mucho más complejo como para atreverse a lanzar conclu-
siones que no explican ni reflejan la realidad.

354 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


correspondencia con una realidad compleja como la del Perú del siglo
XIX, en la cual el Estado desempeñaba un rol importante, con sus polí-
ticas e instrumentos, en la redefinición de grupos y actores sociales y en
los perfiles de ciertos sectores económicos conformantes del proceso de
acumulación. Si bien el entorno internacional ejerce sus efectos con de-
finidas fuerzas inducidas exógenas, no por ello la realidad se transforma
mecánicamente bajo su influjo, como pretendería señalar una perspec-
tiva radical de las teorías de la dependencia, como ya se señalaba en la
edición de mi libro de 1983.
La sociedad peruana no es tan solo un simple reflejo de las inci-
dencias de las situaciones eventuales y estructurales (como afirmaba el
historiador F. Braudel) del proceso de mundialización (en el ámbito an-
glosajón se utiliza la voz “globalización”). Activado en el siglo XIX todo
este proceso, la heterogénea formación social peruana en sus diferentes
instancias evolucionará dentro de modalidades particulares, pero presen-
tando algunas características comunes a la realidad de Latinoamérica, en
especial afinidades con aquellos pueblos de gran presencia de población y
culturas autóctonas, la parte más indoamericanista de la región.
En otros aspectos, los caracteres de base del país guardan relación
con la potencialidad de recursos, formas de producción, circulación y
distribución, estructuras económicas, niveles de avance del proceso de
mercantilización y/o de desarrollo de una economía de mercado, iden-
tidades culturales y étnicas, fuerzas y actores sociales, modalidades ins-
titucionales, aspectos ecológicos, geográficos y geopolíticos concretos.
De manera que es factible una interpretación —que intente ser más ri-
gurosa— con una metodología que tipifique el carácter histórico espe-
cífico del desarrollo, pero además, de un desarrollo producido dentro
de un marco general de procesos de mundialización (para cada tiem-
po-histórico) que incide, también, en los fenómenos socioeconómicos,
ideológicos, culturales, institucionales y políticos de todo el conjunto de
países latinoamericanos que, por la fuerza de las armas, obtuvieron su
independencia política del viejo colonialismo español.
Como conclusión de nuestro estudio sobre los ciclos de la estatali-
dad (para la etapa previa a la Guerra del Pacífico) pueden definirse dos
grandes períodos genéricos. El primero abarca desde el decenio de 1820
hasta mediados de los años 1840. En este ciclo, el rol del Estado se limi-
ta a una difícil supervivencia en medio de una sociedad cuyas fuerzas

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 355


productivas eran particularmente mediocres. Este período es una suerte
de militarismo feudalizante, que tiene su forma más nítida en el Estado
caudillista (1821-1845),18 etapa de transición bastante caótica de la insti-
tucionalidad política colonial a la republicana con elementos de cambio
pero también de contundente continuidad.
En el segundo período, lo significativo sería el crecimiento de una
economía de exportación en la que el guano es la variable dependiente
sobre el nuevo leviatán, con diferentes efectos en espacios económicos
y en sectores de actividad económica, social y política. Lógicamente,
la economía de exportación posibilitó un grado importante de articu-
lación a la economía y finanzas internacionales, por el lado de las ex-
portaciones, importaciones y endeudamiento externo, pero también
la articulación al tráfico neoesclavista de la China. Esta economía y la
construcción del ciclópeo aparato estatal se hizo posible gracias a ese
producto: el excremento de las aves guaneras. La cagarruta de los pája-
ros del océano Pacífico hizo factible lo que ese sabio K. Polanyi llamó
la gran transformación (Polanyi 1983) de la sociedad y la economía por
efectos de la economía de mercado desde el siglo XIX. Pero en nuestro
caso “la gran transformación” es la del Estado, su periferia y áreas de
influencia, y otras regiones del país más alejadas de Lima donde tam-
bién se sintieron los efectos de la economía guanera, así como también la
mercantilización de la economía del siglo XIX, en la que pesan, por efec-
tos directos e indirectos, capacidades decisionales y acciones técnicas,
administrativas y políticas de los actores con poder de gestión y decisión
sobre el leviatán y las intervenciones de las propias empresas privadas (y
sus propietarios) extranjeras y nacionales, que influyen sobre el devenir
económico, político-institucional y social. De allí la caracterización de
algunos autores de Estado patrimonial.
Según nuestros cálculos conjeturales, el crecimiento del Estado se
multiplicó por 51 veces desde 1822 hasta 1873 a nivel de magnitudes rea-
les. Es nuestra presunción y probablemente, y fue así que el Perú de los
años 1870 tuvo uno de los estados más grandes del mundo —en térmi-
nos relativos—, alcanzando su nivel de gasto público cifras que giran en

18. Con razón, el historiador Jorge Basadre (1947), en un escrito de los años 1940 era
concluyente: “La emancipación fue una empresa de ejércitos más que de pueblos, de
caudillos más que de ciudadanos”.

356 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


un 20% del PNB (siempre desde nuestros estimados muy aproximativos,
por eso que denominamos estadísticas indiciarias). Mientras, según da-
tos más precisos, en países como los Estados Unidos y europeos de si-
milar desarrollo, por esos años, los gastos estatales representaban, grosso
modo, el 10% del PNB. La reproducción de la estatalidad y el desarrollo
de múltiples sectores (caña de azúcar, algodón, bancos, urbanización,
casas comerciales, trata de neoesclavos, ferrocarriles, etc.) fue posible
gracias a la excreta. Por eso hemos denominado al aparato estatal el le-
viatán guanero; el Estado y una parte, mínima, rentista, de la sociedad
enriquecida que vivió gracias al excremento.
Este período de gobernabilidad guanera se puede dividir en dos fa-
ses: 1) la comprendida entre los años 1845 y 1872, a la que se define en su
dimensión temporal como la fase de transición del Estado caudillista al
Estado oligárquico (el Estado “guanero”) y 2) el intento, de 1872 a 1879,
para construir un proyecto civilista oligárquico con el primer civilismo
histórico de Manuel Pardo.
En todo este ciclo de la estatalidad (1821-1879) se pueden encontrar
dos crisis del sistema estatal. La primera de 1821 a 1845, una crisis de
naturaleza más endógena que tiene relación con la formación de la nueva
república, y la segunda crisis, de 1872 a 1878, tiene causas endógenas y
exógenas, cuando el país ya había ingresado con mayor fuerza al proceso
de mundialización.
Para cumplir, en los dos ciclos-períodos de la estatalidad, el derro-
tero de este ensayo —de definición y análisis de la función del Estado en
relación con la problemática de la acumulación—, se hará uso de ciertos
instrumentos teóricos, analíticos y empíricos. La evidencia empírica es
una modalidad de trabajo de investigación de crucial importancia (cuan-
do existen estadísticas) para corroborar o descartar hipótesis históricas
de interpretación de hechos y eventos. Se hace necesario combinar lo
empírico, lo factual, analizar sus variantes, sus procesos de formación y
cambio, más aún en la historia económica, pero esto debe realizarse con
un determinado grado de conceptualización. Solo el desarrollo de un
estudio de este tipo nos puede conducir a planteamientos teóricos más
generales.
Otro aspecto particular de la era del guano es que constituye el pri-
mer período, en un primer momento, de nítida transición hacia un sis-
tema capitalista de producción y consumo. En el largo período colonial

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 357


que va desde 1572, con el virrey Toledo, hasta 1821, si bien se producen
relaciones mercantiles preindustriales combinadamente con una econo-
mía administrativa-burocrática, relaciones comunales de producción,
sistemas de producción feudal, mercados prístinos regionales, inter-
cambio internacional de mercaderías, etc., todos estos elementos eran
complejos en sus niveles de interacción y articulación, y algunos de ellos
prefiguran un tránsito hacia un nuevo sistema, que evidentemente se
orientaban hacia el capitalismo. Pero la nitidez del proceso de transición
se produce de manera vectorial con el leviatán guanero y sus ramifica-
ciones nacionales e internacionales. En el ámbito teórico, se procesaba la
internacionalización y desarrollo de dos ciclos del capital:

• Internacionalización del capital-mercancía, favorecida por el incre-


mento del comercio internacional y por el reforzamiento de merca-
dos regionales o surgimientos de nuevos, y los elementos formativos
de un mercado de alcance nacional.
• Internacionalización y desarrollo del capital-dinero, teniendo
como motor de acción fundamental la deuda externa que llegó a
representar entre 1850 y 1875 el 37% de todos los préstamos que
había recibido América Latina, más del doble de los préstamos que
recibió el Brasil, el segundo país más endeudado de América Latina.
Pero además el dinero generado por la excreta de las aves marinas
permitió la conformación del primer sistema financiero del país, a
pesar de su endeble estructura. La presencia de bancos facilitaría la
estructuración de las bases de la internacionalización del ciclo del
capital-productivo gracias al crédito y las condiciones del mercado
internacional, básicamente en relación con la plantación de caña de
azúcar y producción de algodón.

La secuencia y penetración del capitalismo en las economías histó-


ricamente definidas no se produce siguiendo la secuencia:

tiempo

ciclo del k mercancía ciclo del k dinero ciclo del k productivo

k: capital

358 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


En algunos casos seguramente fue así, como el peruano, al que hemos
denominado el primer momento de desarrollo del capitalismo de 1845-
1879. En otros casos probablemente el ciclo se presentó con la siguiente
secuencia:

tiempo

ciclo del k dinero ciclo del k mercancía ciclo del k productivo

En otras situaciones específicas, pensando en formaciones sociales


adolescentes frente a la modernidad, quizás el proceso de penetración y
desarrollo del capitalismo —pensamos en países del África y Asia— fue
más complejo, y bien pudo combinar aspectos configurativos de algunos
de los ciclos.
Sin embargo, quisiéramos resumidamente plantear algunas de las
hipótesis que tratamos en el nuevo texto, enunciados que se anticipan y
que esperamos tengan su verificabilidad en los capítulos que conforma-
rán el nuevo texto.

1. Mario Vargas Llosa tuvo una frase impactante (por la influencia


que tuvo y tiene): “¿En qué momento se jodió el Perú?”.19 Aunque
pienso como el sabio optimista de siempre Javier Pulgar Vidal que
el Perú nunca se jode. Pero si me forzaran a elegir una etapa de

19. Esta frase motivó el texto En qué momento se jodió el Perú (Milla Batres 1990), donde
dieron su punto de vista Luis G. Lumbreras, Washington Delgado, Manuel Burga,
Luis Felipe Alarco, Denis Sulmont, Javier Mariátegui, José Tola Pasquel, Uriel García
Cáceres, Alberto Tauro del Pino, Alberto Ruiz Eldredge, Ana María Gazzolo, César
Lévano y Javier Pulgar Vidal. La más reciente respuesta la ha dado Hugo Neira, en
carta al director de La República, Lima 23 de febrero de 2008. Allí sostiene Neira:
“Aprovecho para añadir algo. ‘El Perú comenzó a joderse’ cuando las fuerzas reac-
cionarias cerraron el paso de Haya en las elecciones de 1931 y siguieron jodiendo al
Perú en 1939, 1945, 1956, todas las veces en que no se dejó al masivo y democrático
partido aprista llevar a su fundador al poder legítimo. Perdimos el siglo XX. Con
Haya habríamos sido ya un país distinto. En nuestras espaldas una socialdemocracia.
Y un Estado fuerte, emprendedor. No habría habido el episodio Sendero Lumino-
so, ni Fujimori ni Montesinos. Tendríamos problemas, pero como los de México o
Brasil, no los actuales. Ese retardo, una República sin pueblo, culpa de todos los que
se encaramaron al poder sin ganas de cambiar las cosas, fue el gran error de muchos
peruanos del siglo XX peruano, y pesa sobre nuestra actualidad”.

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 359


nuestra historia, aparentemente de 14.000 años de existencia del
homo sapiens moderno en nuestro territorio, me atrevería a señalar
el siglo XVIII y los primeros decenios del siglo XIX. Me explicaré. En
el momento histórico seleccionado, y evocando el pasado y especu-
lando retrospectivamente, se produce la cruel represión del Estado
colonial sobre los curacas y caciques indianos, luego de las grandes
rebeliones del siglo XVIII y principios del XIX, que alcanzó su punto
más álgido y de violencia socioétnica con Túpac Amaru II. Nuestra
tesis es que de no haberse producido la desalmada coerción contra
las vanguardias nativas, la independencia inevitable que se venía se
hubiera producido en condiciones diferentes. La no decapitación de
la élite dirigente autónoma le hubiera dado un contenido diferente
a la posterior clase dirigente, de naturaleza más compartida con los
sectores criollos y mestizos, a los movimientos y actores sociales y a
la participación popular en la gesta libertadora, a la iniciación repu-
blicana y presumiblemente a la construcción del Estado republica-
no y en general a la gobernabilidad. De hecho esto es una reflexión
metódica conjetural de un hecho que no se produjo. Pero esa no es
razón para descalificar una presunción.
2. Se ha trabajado de manera especial el rol del Estado en el proceso
de acumulación con los excedentes guaneros de manera sectorial e
intersectorial y la evolución del precio del dinero o tasa de interés.
3. Se han revisado y ajustado monetariamente las cifras de los presu-
puestos nacionales de 1821 a 1878, y se han incorporado la propues-
ta de Deustua sobre el tipo de cambio entre el peso y el sol (Deustua
1990) y el índice de precios que laboriosamente Gootenberg ha
reconstruido para Lima para obtener cifras reales de 1822 a 1873
(Gootenberg 1989).
4. Se ha trabajado con mayor profundidad política el Estado caudi-
llista (1821-1845) desde la perspectiva de la gobernabilidad (o más
apropiadamente ingobernabilidad).
5. Se ha profundizado la temática monetaria en el período estudiado.
6. Se ha realizado un proceso de ingeniería constitucional compara-
da sobre la base de matrices simples con las constituciones del si-
glo XIX: 1823, 1826, 1828, 1834, 1839, 1856, 1860 y 1867, definiendo
básicamente las siguientes áreas temáticas:

360 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


• Un enfoque sistémico de las relaciones interinstitucionales
entre los poderes del Estado.
• El análisis de las interacciones entre poderes.
• El rol y funciones de la presidencia de la república.
• La definición de los roles y funciones de los poderes públicos.
• La comparación entre las formas y funciones de gobierno.
• La configuración estatal y su nivel de regulación.
• El análisis intrainstitucional del Poder Ejecutivo y de las inter-
dependencias entre la presidencia de la república y los poderes
Legislativo y Judicial.
• Las características de las relaciones Estado-sociedad y el nivel
de participación de los actores.
• Las atribuciones y restricciones que tienen los poderes del Esta-
do en situaciones de crisis y/o alta conflictividad.
• Las relaciones entre el Estado y los derechos humanos.
• Las relaciones entre Estado y derechos humanos en situaciones
de crisis y/o alta conflictividad.
El análisis de las matrices nos permitirá sacar conclusiones sobre
las características de la proyectada gobernabilidad y de la forma que
esta evoluciona en los textos constitucionales, siendo conscientes de
que algunos términos-conceptos suelen no tener contenido, como
los derechos humanos, cuando superviven condiciones de esclavi-
tud, neoesclavitud y servidumbre en el ámbito rural. En pocas pala-
bras: no éramos un país de ciudadanos, lo cual no impide auscultar
las percepciones, visiones e ideologías predominantes que las clases
dirigentes tenían cuando redactaban las variadas constituciones. La
brecha entre las intenciones de la carta magna y la realidad presen-
taba distancias como un talud marino, en un país atravesado por el
racismo y el desprecio a lo indígena, siendo el grupo mayoritario de
la población peruana.
7. Uno de los ejes centrales será el estudio de la estructura del leviatán
guanero (1845-1878) dentro de un modelo que será representado y
descrito esquemáticamente, simplificando la realidad, por medio de
un esquema de base de los circuitos económicos y financieros y ra-
mificaciones de lo que significó la renta guanera y su gestión estatal.

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 361


8. Se ha laborado la importante problemática de la deuda externa en
el siglo XIX, y los resultados que tuvo el país con una deuda acu-
mulada, según parece igual al 100% del PNB presumido por Hunt
que tenía el país en 1876, y lo poco productivo que fue tan elevado
endeudamiento, aparentemente, para el potencial crecimiento de la
economía, confiriéndole al país la categoría de exportador de capi-
tales por el balance de divisas (ingresos por préstamos – pago de la
deuda externa). La deuda externa fue muy mal pactada en sus con-
diciones desde el inicio de la independencia, la que involucró con-
ductas éticamente dudosas de parte de varios de sus negociadores y
autoridades. En lo referente a la importancia de la deuda externa e
interna, tenemos diferencias con el reconocido y clásico trabajo del
profesor Shane Hunt (1984).
9. Se plantea como hipótesis que la grave crisis de los años 1870 se
trató de enfrentar con lo que hemos llamado el primer programa
macroeconómico de estabilización y ajuste republicano, realizado
por el primer civilismo de Manuel Pardo. El diseño y replicación
del programa de estabilización macroeconómica tiene mérito his-
tórico cuando todavía no aparecían Keynes y la teoría macroeconó-
mica. Sobre este punto trataremos de la probable verificabilidad de
nuestra hipótesis, ya que los historiadores económicos, en general,
sitúan una crisis económica proyectada hasta la guerra con Chile.
Nuestro estudio demuestra más bien que el país de los primeros
meses del año 1879 ya se encontraba en un proceso de equilibrio
económico dinámico, próximo al momento de la declaratoria de
la guerra del año citado. De cualquier manera, se trata de un tema
controvertido.
10. Se ha tratado el fallido “proyecto de desarrollo” que se vislumbraba
con el salitre, pero que fue truncado por la fatalidad o Guerra del Pa-
cífico. De no producirse el proceso de dialectización con el vecino del
sur, viendo el caso del salitre en una situación de retrospectiva his-
tórica, los resultados hubieran desencadenado probablemente como
tendencia un futuro deseable a fines del siglo XIX y primeros dece-
nios del siglo XX, como lo acontecido en Chile con el salitre ajeno.
11. Se desarrolla de manera somera los antecedentes de la guerra
con Chile, con énfasis en los referentes históricos, económicos y

362 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


geopolíticos. En esta parte se fijarán posiciones críticas con relación
a Pardo y el civilismo, y en general a la dirigencia militar que prác-
ticamente gobernó el país desde 1821 a 1872, asunto no tratado en
el libro de 1983.
12. Se expone la hipótesis de que el centralismo limeño tiene su inicial
vector histórico de fuerza con el boom guanero (proceso que sufre
una ruptura con la ocupación extranjera como consecuencia de la
Guerra del Pacífico).
13. Cuando uno estudia todo el período republicano de los siglos XIX y
XX, los grandes procesos de corrupción republicanos y de gobiernos
ratonescos están asociados a crecimientos significativos del ingre-
so y gasto público, y a operaciones importantes de endeudamiento
externo. Existe una singularidad de la concepción de los años 1990
porque se trata de un proceso de venalidad sistémica a partir de un
núcleo central decisional. De acuerdo con las estimaciones reali-
zadas, el coeficiente de corrupción guanero es aproximadamente
igual al PNB que Hunt ha calculado para 1876. Entre 1841 y 1878 se
exportaron unos 12 mil millones de dólares (US$ de 2002). Nues-
tros cálculos conservadores sitúan un 25% del total de exportacio-
nes para ese período, o sea 3000 millones de dólares, como dinero
mal habido. Por eso se ha considerado a la era del guano como el
período de más putridez de la historia republicana por el volumen
monetario relativo histórico del envilecimiento.
14. Desde la llegada de los hispanos a tierras de lo que hoy es el Perú se
han conocido básicamente seis olas históricas de la violencia:
• Primera ola histórica, entre 1532 y 1572 (la guerra de todos
contra todos, como decía Guamán Poma).
• Segunda ola histórica, sería el siglo XVIII, que alcanza su clí-
max con Túpac Amaru II.
• Tercera ola histórica, la encontramos en el período republica-
no, siglo XIX, básicamente entre los decenios de 1800 y 1850,
en las guerras de independencia y las de los caudillos militares
(esta ola histórica será analizada en nuestra investigación).
• Cuarta ola histórica de violencia, la acontecida en los años
1930, que enfrentó al aprismo con las dictaduras.

TESIS Y CONTRATESIS. DEBATE SOBRE LA ERA DEL GUANO | 363


• Quinta ola histórica (más pequeña) se produce en los años
1960, con los movimientos guerrilleros castristas.
• Sexta ola histórica, esta vez terrorista, la situamos entre las dé-
cadas de 1980 y 1990 con Sendero Luminoso y el Movimiento
Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).20
Se menciona al período de larga duración (F. Braudel) desde el siglo
XVI hasta el siglo XX, para ubicar macrohistóricamente la etapa que
analizaremos.
15. Se analizará la desafiante tesis del profesor Heraclio Bonilla susten-
tada en sus conferencias en el Instituto de Gobierno de la Universi-
dad de San Martín de Porres (diciembre de 2007), exponiendo que
el Estado republicano del siglo XIX tuvo peor trato con el mundo
indígena que el llevado a cabo por el Estado colonial.21

20. Para matizar la característica de terrorista del MRTA, tenemos la opinión de Yehu-
de Simon, en entrevista de Michael A. Zárate: “Aspiro a ser presidente”, en Perú 21,
Lima, 24 de febrero 2008: 11: “Hay apristas, como Armando Villanueva, que creen
que Víctor Polay no es un terrorista. ¿Usted qué opina? Conversé con Polay cuando
él ya estaba en la cárcel y creo que él fue prisionero de sí mismo en muchas cosas.
Pero nunca lo vi asesino. Reitero lo dicho por Armando Villanueva y Valle Riestra:
el MRTA empezó como un movimiento guerrillero, no midieron las consecuencias y
hubo desbandes que son reprochables y que terminaron en terrorismo”.
21. Existe una controversia funcional y estructural sobre la manera de caracterizar y
conceptualizar al Estado que comienza su verdadera configuración con el proyecto
de gobernabilidad del virrey Toledo de 1572 hasta 1821. La propuesta de que no se
trata de un Estado colonial está representada por el clásico trabajo de Lohmann Vi-
llena (1994), mientras que el suscrito piensa lo contrario. Esto lo hemos desarrollado
en un ensayo “El Estado colonial en el Perú: 1544-1824” (Tantaleán 2008, documento
no publicado).

364 | JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ


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Capítulo 10
Control, tributos y supervisión bancaria:
historia económica e institucional1

Antonio Zapata
Pontifica Universidad Católica del Perú

El propósito de estas páginas es analizar la historia institucional de tres


entidades públicas peruanas encargadas de las funciones de control, tri-
butación y supervisión bancaria. Intentamos establecer las correlaciones
entre su historia institucional y las etapas del desarrollo económico na-
cional. Así, el relato que ofrecemos se construye como un diálogo entre
la historia económica nacional y la evolución de estas instituciones, cuya
misión guarda estrecha relación precisamente con la esfera económica.
El propósito de esta historia es sustentar algunas proposiciones sobre las
mencionadas entidades públicas, considerando cuál es su mejor ubica-
ción en el ordenamiento general del Estado peruano.
Durante el largo ciclo liberal que transcurre durante los primeros
sesenta años del siglo XX, se vivió la etapa inicial y de conformación
de las instituciones reguladoras y de control. Este primer período de la
economía moderna peruana se puede subdividir en tres momentos dis-
tintos que tomados en conjunto corresponden al nacimiento y primera
organización de estas instituciones. A continuación veremos esos tres

1. El presente ensayo es el sumario de una investigación realizada sobre el mismo tema bajo
auspicio del CIES. Agradezco a esta institución y también al IEP, donde realicé el estudio.
Ambas entidades me brindaron un soporte indispensable para el presente trabajo.
momentos de la primera fase de estas instituciones: el segundo civilis-
mo, el Oncenio y la misión Kemmerer.
En un primer momento de este ciclo, el Perú vivió el período llama-
do “segundo civilismo” o “República Aristocrática”, de 1895 a 1919. En
esa etapa, los negocios capitalistas se ampliaron notablemente, luego de
la recuperación nacional posterior a la derrota en la Guerra del Pacífi-
co.2 Se había saneado la deuda externa y afluyeron capitales extranjeros
que marcaban el inicio de una nueva etapa del desarrollo capitalista. Por
aquellos años, la electricidad se incorporó a la industria y se vivió una
revolución tecnológica que se saldó por una afluencia masiva de capital
a los países tercermundistas que disponían de materias primas. Era la
hora de la llamada segunda revolución industrial.
En medio de la expansión general de los negocios en el Perú de hace
cien años, se generalizó el uso de los billetes, que sin embargo tenían muy
mala reputación entre el público. El billete había surgido antes de la Gue-
rra del Pacífico, y durante el conflicto fue perdiendo drásticamente su
valor.3 Durante la reconstrucción nacional, los billetes fueron completa-
mente liquidados y el proceso arruinó a muchas personas, sobre todo de
extracción popular. La profunda desconfianza del público hacia el papel
moneda obligó al Estado a crear una Junta de Vigilancia del Billete. En
realidad, se estaba creando una entidad encargada de vigilar las condicio-
nes legales que autorizaban nuevamente su circulación. La regulación fue
el mecanismo para superar la desconfianza pública. En agosto de 1914, co-
menzando la Primera Guerra Mundial, la Ley 1968 creó esta institución,4
que constituye la primera piedra de la futura supervisión bancaria.5
Unos años atrás, el gobierno había contratado con los bancos priva-
dos un sistema de cobro de tributos, que dio origen a la Sociedad Recau-

2. Basadre y Ferrero 1963. Basadre redactó la primera sección de este libro que cubre
desde la fundación en 1888 hasta la crisis mundial de 1930. De acuerdo con su inter-
pretación, la fundación de la Cámara de Comercio expresa la maduración capitalista
de la elite económica posterior a la Guerra del Pacífico (p. 15).
3. Ugarte 1980: 93.
4. La Junta de Vigilancia del Régimen Monetario se organizó en 1914 y tenía un direc-
torio mixto, donde figuraban dos representantes del Legislativo, uno del Ejecutivo y
dos de la comunidad de negocios particular, uno por la Asociación de Bancos y el
otro por la Cámara de Comercio.
5. Basadre 1983, t. 12: 348.

374 | ANTONIO ZAPATA


dadora Fiscal. Piérola realizó una reforma tributaria y contrató el cobro
de los impuestos con los bancos, que para ese fin crearon una institución
que en 1905 se transformó en la Caja de Depósitos y Consignaciones.
Así, el cobro de impuestos quedó en manos de una institución privada
dominada por los bancos, y de esa manera continuaría buena parte del
siglo XX, hasta el primer gobierno de Fernando Belaunde Terry y la crea-
ción del Banco de la Nación en 1966. De este modo, la Caja de Depósitos
vendría a ser la base de la futura Sunat.
Por su parte, el Tribunal Mayor de Cuentas atravesó todo este período
sin grandes transformaciones. Era el lejano antecedente de la Contraloría
y heredero de una antigua institución colonial. En el Estado virreinal, el
Tribunal de Cuentas de Hacienda verificaba a posteriori las liquidaciones
de la Hacienda Real y había dispuesto de poderes jurisdiccionales. La tra-
dición ibérica consistía en instituciones colegiadas de verificación de las
cuentas. Estos tribunales tenían poderes de sanción y constituían ramas
especializadas de la justicia. Es decir, verificaban las cuentas, y si hallaban
irregularidad emitían sentencia administrativa, que podía ser apelada a
la Real Audiencia, como segunda instancia. Como la institución había
tenido continuidad durante la era colonial y pertenecía a una tradición
legal entonces vigente, pues siguió sin grandes transformaciones y prác-
ticamente llegó intacta al siglo XX. En 1848, bajo el primer gobierno de
Ramón Castilla, se modernizó un tanto y adquirió su forma republicana
como Tribunal Mayor de Cuentas. Funcionaba junto a la Casa de la Mo-
neda, y la institución recién sería modificada en 1935, a través de la ley
8049, cuando el Perú se recuperaba de la depresión mundial y ya se había
aprobado una nueva constitución en 1933. En ese entonces, el Tribunal
Mayor de Cuentas pertenecía al ámbito del Poder Judicial.
Al llegar los años 1920, el régimen del Oncenio prolongó el ciclo li-
beral fortaleciendo el modelo de exportación de materias primas al mer-
cado mundial. Pero implicó una ruptura parcial del proceso precedente.
Durante Leguía, el Estado se involucró como agente principal de la vida
económica y social. El gobierno tuvo la intención de dirigir un proyec-
to nacional.6 Por el contrario, el segundo civilismo había consagrado al
Estado pequeño y de amplia libertad para los negocios, porque el go-
bierno dejaba hacer a la elite económica. Mientras que en el Oncenio el

6. Rabanal 1986: 191.

CONTROL, TRIBUTOS Y SUPERVISIÓN BANCARIA | 375


Estado se puso al mando del país y condujo un proceso de desarrollo. En
este sentido particular, Leguía es un antecedente de Velasco.
Pero Leguía fortaleció el sistema general imperante, que consistía
en promover la agricultura costera de exportación, los minerales y las
lanas, sumando a las finanzas y el comercio como ejes del crecimiento
nacional. La exportación de materias primas al mercado mundial siguió
siendo el norte del país.7 Los bienes raíces cobraron también una impor-
tancia extraordinaria y la renta urbana empezó a conformar un gran
negocio en Lima y algunas ciudades de provincia.
Otra consecuencia principal de los años de Leguía fueron cambios
en la elite. Disminuyó el peso de un grupo de poder económico que ve-
nía de la era del guano del siglo XIX. Este grupo dio paso a un sector
plutocrático que duró poco, pero que se superpuso sobre la antigua elite
sin desaparecerla del todo. Los cambios en el grupo dirigente del Banco
del Perú y Londres ejemplifican las transformaciones en las elites du-
rante Leguía. Este banco, que era el más poderoso de esos años, cambió
su accionariado y directorio, dando paso a un grupo agroexportador
estrechamente conectado al gobierno. Ese grupo condujo la institución
crediticia a la quiebra en 1931.
La mayor madurez del sistema capitalista local y sobre todo el cre-
ciente papel del Estado llevaron a un reordenamiento general de las insti-
tuciones públicas con responsabilidad en la esfera económica. En alguna
medida, esta era un adelanto de la transformación general del apara-
to institucional del Estado que vendría luego con la misión Kemmerer.
En efecto, Leguía contrató asesores norteamericanos para varias áreas
claves, incluyendo tributos y aduanas. Estos asesores eran parte de las
garantías por los numerosos préstamos norteamericanos que recibió el
régimen del Oncenio. La obra de estos asesores fue importante en Adua-
nas y en la Dirección de Contribuciones en el Ministerio de Hacienda.
Esta última tenía responsabilidades normativas y también de supervi-
sión de la Caja de Depósitos. Ambas instituciones son el antecedente de
la Sunat.
Por su parte, en este período se conformó el Banco de Reserva. En
efecto, Leguía promovió que los bancos particulares formen un Banco

7. Thorp y Bertram 1985.

376 | ANTONIO ZAPATA


de Reserva según modelo norteamericano, que asuma la función de
prestamista en última instancia, confiriendo seguridad al sistema. Su
idea era que este prestamista en última instancia no fuera el Estado sino
los mismos bancos. Ellos debían conformar una nueva institución cre-
diticia de nivel superior, encargada de prestar respaldo a la estructura
financiera nacional. Asimismo, el régimen de Leguía le dio nueva cate-
goría y funciones a la Junta de Vigilancia del Billete, que pasó a llamar-
se Inspectoría Fiscal de Bancos. Aunque esta instancia era una oficina
dependiente del Ministerio de Hacienda, careciendo de autonomía por
consecuencia.
Por otro lado, en 1929 Leguía creó la Contraloría General de la Re-
pública (CGR), con la finalidad de realizar el control público posterior.
La ley de conformación de esta institución establecía que la Contraloría
era una “repartición administrativa” del Ministerio de Hacienda cuyas
funciones serían supervisar que los gastos de la administración pública
se hicieran conforme a las leyes orgánicas de las instituciones del Estado.
Asimismo, debía pronunciarse sobre las solicitudes de los ministerios
con respecto a la ampliación o modificación de sus presupuestos. De
acuerdo con el ordenamiento legal, los ministerios requerían del infor-
me de la CGR para elevar sus solicitudes de ampliación presupuestal al
Consejo de Ministros. A partir de ese momento, el Tribunal Mayor de
Cuentas quedó exclusivamente como un órgano jurisdiccional. Ya no
verificaría las cuentas, sino que esa función pasaba a la naciente Con-
traloría. Sin embargo, ambas instancias no fueron unificadas, sino que
fueron concebidas como órganos separados, el uno ubicado en el Poder
Ejecutivo y el otro en el Judicial.
Como queda claro, el Oncenio precisó mejor el puesto de las institu-
ciones económicas del Estado. Ellas habían aparecido durante el segundo
civilismo, pero el gobierno de Leguía las fortaleció, ayudó a tecnificar y
puntualizó su misión. En todos los casos, fueron concebidas como insti-
tuciones situadas en el Ejecutivo. Esta ubicación respondía a la tradición
legal peruana, de inspiración española o francesa, que subraya la unidad
y centralización de los aparatos institucionales del Estado.
A continuación sobrevino la crisis mundial de 1929 y el derrum-
be del gobierno de Leguía en agosto de 1930.8 En medio de grandes

8. Basadre 1931: 173.

CONTROL, TRIBUTOS Y SUPERVISIÓN BANCARIA | 377


convulsiones políticas llegó al Perú la misión Kemmerer, que ya había
trabajado en cuatro países latinoamericanos: Chile, Bolivia, Ecuador y
Colombia. Esta misión estuvo con nosotros tres cortos meses y emitió
un conjunto de leyes e informes que transformaban integralmente el
aparato institucional del Estado referido a la economía.9
Pero no todas las recomendaciones de Kemmerer se cumplieron. En
realidad se aplicaron solamente tres: el retorno al patrón oro, la creación
del Banco Central de Reserva y la ley de bancos, que incluía la creación
de la Superintendencia de Banca y Seguros (SBS).10 De estas tres, el pa-
trón oro duró solo pocos meses, y en realidad los efectos prolongados y
estructurales de esta misión entre nosotros se reducen a dos: el Banco
Central de Reserva y la ley de bancos, incluyendo a la SBS. El resto del
paquete presentado por Kemmerer no se promulgó y el sistema propues-
to quedó incompleto. Interesa destacar que las cruciales leyes referidas
a tributos, aduanas y control no fueron aprobadas. En este sentido, el
sistema ideado por Kemmerer no pudo completarse.
Este plan introducía otra concepción de organización del Estado.
Se trataba de la tradición anglosajona, que consiste en un sistema de
instituciones autónomas que actúan gracias a pesos y contrapesos. El
ejemplo más preciso es el funcionamiento de la supervisión bancaria.
Mientras en toda la costa atlántica de Sudamérica predomina el sistema
europeo, en donde estuvo Kemmerer rige el norteamericano. En el pri-
mero, la supervisión bancaria se ejerce desde el Banco Central, dentro de
su estructura, como una oficina dependiente de su directorio. En estos
países predomina la idea de que el prestamista en última instancia debe
supervisar a los prestamistas reales. En caso de una crisis, el Banco Cen-
tral es encargado de resolverla, y por consecuencia debe contar con los
instrumentos necesarios para evitarla, normando y regulando la activi-
dad bancaria particular. Pero en la costa del Pacífico, la misión Kemme-
rer impuso un sistema diferente. Según este, la supervisión bancaria la
ejerce una entidad autónoma, que funciona en forma independiente del
BCR, para evitar la concentración de poder vertical.
En el sistema norteamericano, la existencia de agencias autónomas
de nivel equivalente sirve para distribuir el poder logrando el equilibrio,

9. Banco Central de Reserva del Perú 1999: XXXI.


10. Basadre 1983, t. 14: 96.

378 | ANTONIO ZAPATA


debido a que unas vigilan a las otras y todas funcionan estableciendo re-
laciones. Esa nueva manera de organizar el Estado se aplicó parcialmente
entre nosotros. En otros países, como Chile y Colombia, la transforma-
ción fue total, puesto que las leyes Kemmerer se aplicaron íntegramente.
Pero, en el Perú, la aplicación parcial significó la fusión de tradiciones
legales en un híbrido carente de coherencia institucional.11
En efecto, continuó la tradición ibérica y francesa que propende a la
centralización de las funciones y su concentración en el Poder Ejecutivo.
Esa forma de organizar el Estado proviene de los Borbones, y siguió vi-
gente para parte importante del sistema institucional del Estado, mien-
tras que dos instituciones lograban autonomía política: el Banco Central
de Reserva y la Superintendencia de Banca.12 Por consiguiente, la noción
de autonomía política no tuvo densidad suficiente para imponer la orga-
nización del Estado según el sistema de pesos y contrapesos.
Así, la SBS fue autónoma, pero a costa de permanecer en los márge-
nes de las verdaderas esferas de poder del Estado. Fue una oficina técnica
con escaso poder, dirigida por auditores que informaban a la comuni-
dad de negocios sobre el movimiento bancario. Las leyes promulgadas
por recomendación de la misión Kemmerer crearon la SB como entidad
autónoma y establecieron los requisitos para conducir la oficina.13 Pero
la CGR siguió funcionando con la ley dictada por Leguía. Es decir, como
una dependencia de Hacienda, por lo tanto integrante del Ejecutivo.
Por su parte, ni el régimen tributario ni el aduanero fueron reorga-
nizados de acuerdo con la propuesta de Kemmerer. La misión había in-
cluido una modificación del impuesto a la renta como eje de un régimen
tributario orientado a gravar el valor agregado. Debido a ello, los actores
del proceso tributario siguieron igual que antes. Es decir, continuaron
con la función recaudadora a ser cumplida por la empresa particular Caja
de Depósitos y Consignaciones, mientras que el Ministerio de Hacienda
disponía de la Dirección General de Contribuciones, concebida como

11. Basadre 1983, t. 14: 106 relata el discurso de Kemmerer en ocasión del banquete de
despedida de Lima en abril de 1931, cuando declaró que “los diversos proyectos se
complementan y son parte de un plan unificado”.
12. Drake 1987: 27-28.
13. Misión Kemmerer, “Exposición de motivos sobre el proyecto de Ley General de Ban-
cos”, en BCRP 1999: 202.

CONTROL, TRIBUTOS Y SUPERVISIÓN BANCARIA | 379


una pequeña oficina normativa y supervisora.14 Además, crecientemente
los impuestos fueron de naturaleza indirecta, basados en el consumo y
no en la ganancia y el valor agregado, como proponía Kemmerer.15
Asimismo, la misión norteamericana había recomendado que las
Aduanas sean dirigidas por un jefe dependiente del Ministerio de Ha-
cienda que trabajaría con una Junta de Aduanas y sería nombrado por el
Ejecutivo entre una terna a ser propuesta por los agentes económicos y
sectores profesionales. Así, esta recomendación contenía otra propuesta
típica de esta misión. Se trata de la combinación entre funcionarios del
Ejecutivo complementados por la iniciativa privada. Este mismo esque-
ma aparecía en las recomendaciones para la estructura tributaria. Ella
incluía la combinación entre la Dirección General de Contribuciones y
la Caja de Depósitos y Consignaciones. Es decir, otra vez una institución
estatal y otra privada que colaborarían para darle fluidez a la función
pública referida a los negocios. Así, en ambas áreas, las leyes Kemmerer
establecían la combinación entre el Ejecutivo y la iniciativa privada.
Pero, como hemos visto, varias recomendaciones de Kemmerer
fueron ignoradas. En ese sentido, el BCR y la SB quedaron aislados y el
sistema careció de unidad. La resultante fue la desarticulación a lo largo
de las décadas de 1940 y 1950. Esta inoperancia intentó ser remediada
en algunos momentos. Por ejemplo, en la legislatura de 1945 hubo un
encendido debate sobre la CGR, en el cual se argumentó la conveniencia
de retomar el marco institucional propuesto por Kemmerer. “El control
debe ser autónomo e independiente del Poder Ejecutivo como condi-
ción primaria para que pueda ejercer debidamente su función” (Diario
de debates, 21 de noviembre de 1945, tomo V, legislatura ordinaria de

14. A su vez, el antecedente de la DGC está en la Sociedad Recaudadora de Impuestos


creada por Nicolás de Piérola el 9 de enero de 1896; esta entidad era administrada
por entidades crediticias particulares y era una delegación que hacía el Estado ante
los problemas para recaudar los tributos.
15. Alva Mateucci 1993: 67-72. Es importante señalar que la DGC no era la única enti-
dad que recaudaba impuestos; las aduanas cobraban los impuestos externos y los
municipios también ejercían función recaudadora. El sistema tributario no estaba
centralizado. Por su lado, aumentando la complejidad del sistema tributario, es pre-
ciso considerar que también existían numerosas exoneraciones y regímenes diferen-
ciados según provincias.

380 | ANTONIO ZAPATA


1945). Pero no se avanzó en reorganizar esta institución en esa dirección
y siguió como dependencia de Hacienda.
En el caso del Banco Central de Reserva, igualmente creado a ins-
tancias de Kemmerer, el sistema previsto contemplaba igualmente la
asociación entre el Estado y la comunidad de negocios. En efecto, en el
directorio del BCR aparecía asociado el Estado y la asociación de ban-
cos.16 El Estado era dueño de acciones de tipo A y los bancos de tipo
B. Este Banco Central de Reserva era distinto al creado en tiempos de
Leguía, que estaba integrado exclusivamente por los bancos particulares.
El esquema del Banco Central era parecido al previsto para las Aduanas
o la administración tributaria, donde Kemmerer también incluía em-
presarios e inversionistas cumpliendo funciones públicas.
Podría sostenerse que el verdadero enemigo de Kemmerer fue el
centralismo, y que intentó diversas fórmulas para debilitarlo. En efecto,
al revisar sus propuestas aparece que en ningún caso recomendó reforzar
funciones públicas en entidades dependientes exclusivamente del Ejecu-
tivo. En todos los casos quiso modernizar y tecnificar instituciones, pero
siempre dotadas de alguna forma de autonomía, o buscando fundarlas
sobre la combinación entre lo público y lo privado.
Además, vista la propuesta de Kemmerer en forma panorámica, ella
suponía un funcionamiento estable del aparato del Estado. En este es-
quema, la capacidad de ejercer las funciones de una institución estaría
definida por su relación con el resto del Estado. Por ejemplo, la SB era
autónoma, pero el Ejecutivo y el Legislativo elegían a su jefe. Así, se pro-
movía una autorregulación, indispensable para que todo el sistema fun-
cione. Ninguna institución era completamente independiente. Estaban
todas entrecruzadas y dependían las unas de las otras. Se suponía que
esa autorregulación aparecería como natural ante todo trabajador de-
voto y cumplido. Por ello el énfasis en precisar las cualidades personales
de que debían gozar los funcionarios que accedieran a la jefatura de las
instituciones previstas.
Este esquema era demasiado complejo para un sistema como el pe-
ruano, heredero de una tradición centralista mucho más simple. De este
modo, la propuesta de Kemmerer no cuajó, y el sistema resultante ca-

16. BCRP 1999: XXXII.

CONTROL, TRIBUTOS Y SUPERVISIÓN BANCARIA | 381


reció de coherencia. El componente bancario era más fiel a la idea de la
misión dirigida por el profesor norteamericano, pero el resto del sistema
institucional público para la esfera económica continuaba en el centra-
lismo dependiente del Ejecutivo.
Al llegar los años sesenta se inició un nuevo ciclo de la economía
peruana, que propendió a la centralización de las instituciones públicas.
A partir de 1963, Fernando Belaunde Terry (FBT) condujo un gobier-
no reformista y populista, aunque moderado y democrático. Esta nueva
etapa del desarrollo económico nacional venía junto al predominio del
modelo de industrialización por sustitución de importaciones y la am-
plia protección del mercado interno.
Eran los años de la Cepal y el Perú estaba llegando tarde a este ciclo,
que en otros países de América Latina había comenzado en la década
de 1930. A raíz de la crisis mundial de 1929, tanto Brasil como Argen-
tina viraron hacia la industrialización y la protección a sus mercados.
Este giro fue fundamental para definir un rumbo continental al que el
Perú había sido ajeno. Por el contrario, entre nosotros se prolongó el
ciclo liberal que llegó a su fin en los años sesenta. En ese momento, el
tipo de desarrollo económico que promovía el modelo liberal clásico
había agudizado contradicciones sociales que se hicieron muy profun-
das y afectaron al sistema político. La oligarquía declinó políticamente
cuando la economía de exportación atravesaba un ciclo expansivo muy
pronunciado durante los años cincuenta. El movimiento hacia su crisis
no fue generado por agentes económicos. Por el contrario, la sociedad
se encrespó alrededor de la reforma agraria y la nacionalización de los
recursos naturales. Un gran desorden social provocó la desaparición de
los últimos representantes políticos de la vieja oligarquía. Fueron reem-
plazados por la tecnocracia civil liderada por FBT, y a su fracaso, por las
FF. AA. dirigidas por Juan Velasco.17
En enero de 1964, FBT promulgó una importante ley que transfor-
maba a la CGR como organismo máximo del control e integraba el Tri-
bunal de Cuentas en su estructura. La ley establecía que “la Contraloría
es un organismo autónomo, con independencia administrativa y fun-
cional. Es la autoridad superior de control presupuestario y patrimonial

17. Una lectura del velasquismo como un encuentro entre intelectualidad y ejército se
halla en Neira (2005).

382 | ANTONIO ZAPATA


del Sector Público Nacional, sin perjuicio de la máxima función fisca-
lizadora del Congreso”. Se estableció que la CGR realizaría “funciones
de auditoría sobre todas y cada una de las entidades del Sector Público
Nacional”. El Tribunal Mayor de Cuentas pasó a ser un organismo in-
tegrante de la Contraloría, y su misión fue la de juzgar, en la vía admi-
nistrativa, las cuentas de las entidades del sector público nacional. Fue la
mayor reorganización de la CGR en su historia. Por un lado, el contralor
aún seguía siendo nombrado por el presidente de la república, pero ya no
dependía de Hacienda y ganaba autonomía funcional; es decir, la insti-
tución por sí misma definía sus metas y plan de trabajo anual. En segun-
do lugar, al integrar el Tribunal de Cuentas dentro de su organigrama,
la CGR adquirió poder de sanción administrativa. En ese entonces, su
modelo de organización constituyó un adelanto del patrón vigente el día
de hoy en los organismos reguladores.
A continuación, durante el docenio militar, el DL 18750 declaró la
reorganización de la CGR. Se le otorgó al contralor la categoría de mi-
nistro de Estado. Asimismo, se amplió el presupuesto de la Contraloría
en forma significativa. La reorganización fue encargada al general Óscar
Vargas Prieto, quien era una figura fuerte que había ocupado importan-
tes cargos en la estructura militar. En 1971 se expidió el DL 19039, “Ley
orgánica del sistema nacional de control”, que establece que la CGR es la
entidad superior de una red a ser conformada en todas las reparticiones
públicas. En cada oficina pública se nombraría un auditor interno, quien
estaría vinculado funcionalmente a la CGR. En este sentido, la CGR ten-
dió una estructura que cruzaba todas las reparticiones públicas. Pero los
auditores que la integraban no eran nombrados por la CGR, sino por cada
entidad. Así, estos auditores carecían de independencia y funcionaban
como protectores de la institución antes que como jueces de ella. No obs-
tante sus defectos, la noción de sistema nacional de control proveyó por
primera vez a la CGR de una red y de funcionarios conectados a su labor
en todas las dependencias públicas. No pasaría mucho tiempo antes de
concebir que esos funcionarios deberían ser nombrados por ella misma.
El decreto de Velasco también eliminaba el Tribunal de Cuentas y lo
sustituía dentro de la CGR por un proceso denominado “determinación
de responsabilidades”.18 La forma colegiada proveniente de la Colonia

18. CGR 1972: 14.

CONTROL, TRIBUTOS Y SUPERVISIÓN BANCARIA | 383


desapareció del ámbito del control y no ha retornado. Por otro lado, la
CGR perdió parte de su poder de sanción. Al precisar las responsabilida-
des administrativas del funcionario, ya no sanciona sino que denuncia.
Si la falta es administrativa, acusa a través de su procurador ante la en-
tidad en la que labora el denunciado. Se supone que la falta será sancio-
nada por la entidad del funcionario en cuestión. Pero ello pocas veces
ocurre debido a la solidaridad grupal con el trabajador denunciado por
la CGR. Por su lado, si la falta es penal, la CGR denuncia ante el Poder
Judicial, como siempre había sido el procedimiento. En este sentido, la
CGR perdió parte de los amplios poderes de sanción y funciones juris-
diccionales, de los cuales había dispuesto poco tiempo, ya que recién
Belaunde se las había concedido apenas siete años antes.
Esta pérdida de poder jurisdiccional no aparecía en forma nítida
porque en el conjunto la CGR había ganado en funciones y posiciona-
miento dentro del Estado. El fortalecimiento institucional en términos
relativos encajaba con la concepción vigente entre los uniformados so-
bre la Inspectoría. Esta es una elevada posición dentro de la alta jerar-
quía militar, normalmente ocupada por el número tres de un arma, solo
detrás de la Comandancia General y la Jefatura del Estado Mayor. La
Inspectoría se ocupa precisamente del control y la verificación de la lega-
lidad dentro de los institutos armados. En este sentido, en las FF. AA., la
Inspectoría es un poder significativo y real, no es una función menor de
perfil bajo. Por ello, a Velasco le pareció conveniente fortalecer la Con-
traloría y dotarla de un presupuesto elevado acorde con sus funciones,
puesto que se trataba de una institución semejante en la vida civil a la
Inspectoría en la militar. De acuerdo con su concepción de la organiza-
ción, los militares proyectaron un proceso iniciado por FBT de conferirle
importancia al trabajo de la CGR.
En la misma dirección de ganancias institucionales se halla la con-
formación de la Escuela Nacional de Control en la CGR,19 que logró
centralizar sus cursos de capacitación en una sola entidad. La Contralo-
ría siempre había tenido amplias necesidades de capacitación de personal
en normas y procedimientos, tanto para trabajadores propios como para
funcionarios del gobierno central, gracias a lo cual durante el gobierno

19. CGR 1972: 34.

384 | ANTONIO ZAPATA


militar se formó una instancia permanente dentro de la institución, res-
ponsabilizada de la formación. Aunque no ofrece grados académicos, la
Escuela de Control es el alma máter de la CGR y constituye uno de sus
activos organizacionales más significativos.
Por su parte, la estructura tributaria fue modificada radicalmente
por FBT en 1966 cuando estatizó la Caja de Depósitos y Consignaciones,
constituyendo el Banco de la Nación. Este banco fue creado a través de
la Ley 1600. A partir de ese momento, los impuestos pasaron a ser cobra-
dos directamente por el Estado central. Era un cambio integral que se
expresó por la ampliación de sucursales y el tendido de una red bancaria
pública. Por su parte, la Dirección de Contribuciones del Ministerio de
Hacienda también fue transformada.
El Banco de la Nación fue la plataforma de recolección, pero por
primera vez el Ministerio de Hacienda tuvo que dirigir el proceso. Ya no
fiscalizaba a otro, sino que conducía la recolección de tributos. Al fin y al
cabo, el Banco de la Nación fue y sigue siendo una entidad dependiente de
este ministerio. Por su parte, la Dirección de Contribuciones también se
reforzó gracias a la creación del Banco de la Nación ordenada por FBT. En
efecto, emergió como una oficina con intensa carga normativa y un de-
partamento legal responsabilizado del trato con los evasores y morosos.
Como vemos, en todo este período, el Ejecutivo fue el poder clave
en el tema tributario. El reformismo había invertido el patrón imperante
durante el ciclo liberal. Si antes los bancos privados habían sido funda-
mentales, ahora habían desaparecido de la escena y el Poder Ejecutivo
había centralizado las responsabilidades.20 En ese sentido, este poder era
presionado a centralizar también las instituciones.
Aunque con sus particularidades, en ese sentido también se movía
la SBS. Durante el primer gobierno de FBT, el BCR trató de absorberla,
como una dependencia de la entidad emisora. La norma fue promulgada
y no se ejecutó debido a la caída del gobierno. Esa medida era parte de
un paquete legal que preparó el entonces ministro de Hacienda Manuel
Ulloa poco antes del fin del primer gobierno de FBT. Pero los militares
fueron más lejos, incorporando directamente la SBS al ámbito del Minis-
terio de Economía y Finanzas (MEF), que había reemplazado al antiguo

20. SBS 1973: 28.

CONTROL, TRIBUTOS Y SUPERVISIÓN BANCARIA | 385


de Hacienda. En efecto, la ley orgánica de creación del MEF incluía a
la SBS como una dependencia propia. En este momento, el MEF inten-
tó conducir a las organizaciones económicas del Estado de una manera
acompasada y siguiendo un mismo plan general.21 Se impuso la noción
de un solo norte, a ser alcanzado por cada uno en su ámbito específico.
Además, ese plan único era capitaneado por el Ejecutivo. En tiempos de
Velasco, el poder político era vertical y centralizado.
Pero el poder político de la época de los militares no era avasalla-
dor. En efecto, otro mecanismo de la vida militar que se filtró al aparato
del Estado es el funcionamiento del Estado Mayor. Los jefes militares
siempre están requiriendo opinión calificada. Existe un responsable in-
dividual, pero el Estado Mayor opina, y su trabajo consiste precisamente
en elaborar planes y manuales que se anticipan a los acontecimientos.
Por ello, en estos años, el MEF llamaba a conformar muchos comités que
emitían opinión y resolvían sobre aspectos de la conducción económica.
En todos estos comités participaban funcionarios de la SBS, que antes no
eran tomados en cuenta para ninguna decisión trascendente.
De este modo, durante la era de los militares, la SBS perdió autono-
mía, pero ganó en perfil. Desde su constitución, era una institución de
segunda fila. Nadie había consultado su parecer sobre asuntos importan-
tes. Se limitaba a servir al sistema financiero confiriendo transparencia al
funcionamiento bancario. Ahora, en cambio, podía sustentar su punto de
vista sobre los temas claves del desarrollo bancario.22 Como consecuencia,
se fortaleció en forma considerable el área legal de la SBS y específicamen-
te la sección de normas y procedimientos.23 También ganó en autonomía
frente a los bancos. Era un momento excepcional, cuando el aparato pú-
blico logró considerable independencia frente al poder económico.
Sin embargo, al finalizar el docenio militar se aprobó una nueva
Constitución gracias a la obra de la Asamblea Constituyente 1978-1979.
Este nuevo texto legal debía consagrar las reformas básicas emprendidas
por el gobierno militar. En más de un sentido fue en esa dirección. Pero
no completamente. Precisamente, en el área que estamos revisando, las
instituciones públicas de control, supervisión y tributos, algunas deci-

21. SBS 1973: 21.


22. Juan Klingerberger, entrevista, 27 de marzo de 2005.
23. SBS 1973:19.

386 | ANTONIO ZAPATA


siones fundamentales tomaron dirección opuesta a la tendencia general
propia del ciclo populista.
A excepción de tributos, que continuó en el MEF, las otras dos en-
tidades estudiadas adoptaron un definido rumbo hacia la autonomía,
en dirección al esquema propuesto por la misión Kemmerer.24 Como
se recuerda, esta misión había recomendado una Contraloría y también
una Superintendencia de Banca que dispusieran de un blindaje legal que
permitiera alejarlas de la política y consagrarlas a un manejo profesional
y especializado. Durante la Asamblea Constituyente, tanto la SBS como
la CGR avanzaron en esa dirección. No así la función tributaria, que,
repetimos, permaneció en el Poder Ejecutivo. Kemmerer había querido
que la tributaria fuera una función compartida en asociación por el Es-
tado y los bancos, pero desde FBT en adelante solo el Estado se hallaba
presente en materia tributaria, y era el Ejecutivo el que disponía del ín-
tegro del poder en esta área.
La Asamblea Constituyente de 1979 acordó que la SBS y la CGR dis-
pongan de una jefatura nombrada en forma conjunta por el Ejecutivo y
el Legislativo, aunque con una fórmula que permitió mucho margen al
Ejecutivo porque seleccionaba a la persona y la proponía al Senado, que
finalmente elegía. Asimismo, la Asamblea Constituyente estableció que
ambos jefes sean inamovibles una vez nombrados, a menos que come-
tan falta grave especificada en la ley y sancionada debidamente. De este
modo, la Constitución blindaba legalmente a sus jefes y se asumía que
ello era el fundamento de la autonomía.25 A partir de ese momento, nin-
gún ministro podía dar órdenes en estas entidades.
Cierto es que el mencionado margen del Ejecutivo era amplio y pri-
mó la costumbre de nombrar amigos del presidente, en la CGR al menos,
con encargo de no involucrarse demasiado. Por su parte, como siempre
había sido, el jefe de la SBS dispuso de mayor independencia frente al
poder político.26 Su misión de cara a otro gran poder fáctico: el bancario,
lo ayudó a ganar autonomía frente al sistema político.

24. La gestión de Palacios duró tres años porque, luego del retorno de la democracia, el
primer ministro, Manuel Ulloa, le pidió la renuncia al superintendente.
25. Constitución de 1979, artículo 146.
26. Artículo 155 de la Constitución de 1979.

CONTROL, TRIBUTOS Y SUPERVISIÓN BANCARIA | 387


De este modo, el último resorte de poder en la CGR siguió estando
en el Ejecutivo y el íntegro del poder tributario. Esta condición mantu-
vo la indefinición entre el esquema de pesos y contrapesos previsto por
Kemmerer y la antigua tradición centralista que proviene de los Borbo-
nes. El sistema institucional peruano surgido de la Constitución de 1979
no había ganado en coherencia, porque seguía siendo un híbrido.
Por su parte, la autonomía de la SBS volvió a traducirse en perfil bajo
y sobrespecialización en una función marginal a las grandes decisiones
del Estado. En realidad, sus funciones eran cruciales para la comuni-
dad de negocios crediticios, pero los políticos no tomaban en cuenta su
importancia y dejaban hacer. Fue evidente que la autonomía era frag-
mentación y debilitaba a la SBS frente al poder económico. El supervisor
era muy frágil, en contraste con el gran aparato legal y contable de los
bancos. Había dispuesto de influencia durante la época que estuvo en
el ámbito del MEF y opinado sobre asuntos claves de la órbita bancaria.
Sus estudios habían sustentado proyectos nacionales de alcance general.
Pero ahora, dejando de contar con el respaldo del Estado, o al menos del
Banco Central, la autonomía se traducía en inferioridad de condiciones
frente al enorme poder de los bancos, las entidades a ser reguladas. Es
un caso paradigmático de un regulador superado por el regulado. En
condiciones de continuidad de la tradición centralista, más le hubiera
convenido a la SBS su ubicación en el BCR, como había pretendido el
primer FBT, pues al menos hubiera dispuesto de mayor poder frente a los
bancos, al ser parte del prestamista en última instancia.
Durante la primera parte de los años ochenta, tanto la CGR como la
SBS se desarrollaron institucionalmente. Diversos observadores coinciden
en señalar este período como la edad de oro de ambas entidades. En princi-
pio, la autonomía había generado un manejo profesional de sus funciones.
La SBS implementó planes sostenidos de modernización y tecnificación;
además, firmó innovadores convenios internacionales de capacitación.
Por su parte, la CGR diseñó una carrera profesional interna. Las normas
para ascender por méritos eran explícitas y estaban publicadas. En ambas
instituciones esta época estuvo definida por la creciente especialización
profesional y por la autopercepción de generar una institución trascen-
dente. La identidad era fuerte y la autoestima profesional también.
Por otro lado, en el caso de la SBS conviene destacar que el jefe era
el economista Juan Klingerberger, quien provenía de una larga carrera

388 | ANTONIO ZAPATA


como funcionario de la institución. En efecto, el nuevo superintendente
había ingresado a trabajar a la SBS más de veinte años atrás y realizado
un ascenso por méritos en cada una de las instancias intermedias de la
institución. Había sido superintendente adjunto de la gestión que ob-
tuvo la autonomía en la Asamblea Constituyente, gozando por lo tanto
de experiencia interna y de relaciones políticas. Klingerberger no había
llegado a la jefatura para recién conocer a la institución, por el contrario,
gracias a su larga carrera interna, estaba compenetrado con su misión y
procedimientos operativos.
Por su parte, el nuevo contralor, el ingeniero Miguel Ángel Cussia-
novich, no era funcionario de carrera de la CGR, como era el caso de
Klingerberger en la SBS. Pero era un peso pesado de la política, en edad
cercana al retiro. Una gran figura del partido de gobierno, que no iba a
exponer su prestigio por entrar en componendas. Por el contrario, pro-
yectó su gestión en la CGR para concluir exitosamente una significativa
trayectoria política. Posiblemente se trata de los dos tipos de jefaturas
que se hallan más cerca del éxito en la conducción de instituciones pú-
blicas: un funcionario de carrera y un peso pesado de la política. El caso
es que ambos realizaron sólidas gestiones que, sin embargo, revelaron el
elevado grado en el que las instituciones públicas peruanas dependen de
las personas que las conducen.
En efecto, en ambas entidades sobrevino un período de dificulta-
des luego que concluyeron las gestiones de estas dos personalidades. Era
el año 1987 cuando terminó su mandato y el primer gobierno de Alan
García realizó nombramientos por debajo del nivel de los anteriores. En
el caso de la SBS se trató de Hugo García Salvatecci, quien era filósofo y
buen profesor universitario de la materia, pero sin experiencia banca-
ria alguna. Además, le tocó un momento muy difícil porque se produ-
jo el intento fallido de expropiación del sistema bancario por parte del
gobierno. En medio de esta enorme turbulencia, García Salvatecci dio
muestra de independencia de criterio y en más de una ocasión se aferró
a las normas y no las dejó pisotear. Pero no tenía visión de conjunto y fi-
nalmente se escondió ante el enfrentamiento entre dos grandes: el poder
político y el económico liderado por los bancos.
El caso de la CGR fue más difícil aún, porque adoptó un rumbo
errático y se llenó de nuevo personal de confianza política del partido
de gobierno, proceso que también se produjo en la SBS aunque a menor

CONTROL, TRIBUTOS Y SUPERVISIÓN BANCARIA | 389


escala. Bajo la conducción de Luz Áurea Sáenz, la CGR perdió el espíritu
crítico y la actitud independiente que había tenido bajo Cussianovich.
Por el contrario, no detectó la corrupción que atravesó el primer gobier-
no de García. En este sentido, ambas instituciones perdieron piso y su
papel fue minimizado. La autonomía no había logrado generar mecanis-
mos que las libren del control del poder político.
En realidad, apenas el gobierno nombró jefes dóciles o inexpertos,
se acabaron los buenos tiempos y se retornó a una mediocridad que
había caracterizado el pasado. En tiempo del primer García, el partido
de gobierno tenía mayoría absoluta en el Congreso y el mecanismo pre-
visto para seleccionar a los jefes de la SBS y de la CGR no conllevaba a
ninguna negociación entre diversas fuerzas políticas, porque se imponía
una sola voluntad.
Por su parte, la Dirección de Contribuciones del MEF tuvo un rum-
bo aún más problemático en la segunda parte de los años ochenta. En
efecto, la estructura tributaria peruana fue estremecida por la gran in-
flación de esa década. En esas condiciones, la recaudación se comprime
en el tiempo, experimentando una progresiva reducción en el mediano
plazo. A este problema inherente a toda situación altamente inflaciona-
ria se sumó la gran dispersión de los tributos peruanos.
El sistema impositivo era muy complejo, se habían ido creando nue-
vos impuestos, y por agregación se había llegado a una dispersión de la
estructura tributaria. Además, el sistema contemplaba exoneraciones y
deducciones que hacían infernal el proceso de cálculos tributarios. Sin
embargo, unos pocos tributos concentraban casi todo lo recaudado, y los
demás impuestos no rendían y significaban mucho gasto administrati-
vo. Finalmente, una elevada corrupción permitía que los mal pagados
empleados de contribuciones trabajen en paralelo en el sector privado y
utilicen la porosidad del sistema para evadir y eludir los pagos al erario
público. El sistema casi se desplomó al final del primer gobierno de Gar-
cía, cuando la tributación alcanzó el mínimo histórico para el siglo XX,
apenas el 3,9% del PBI.27

27. Un intento anterior de reforma tributaria ocurrió durante el segundo gobierno de


Fernando Belaunde (1980-1985). Él creó la Dirección General de Contribuciones
como parte del Ministerio de Hacienda y el Banco de la Nación como entidad re-
caudadora de los impuestos en todo el país. En su segundo gobierno Belaunde creó

390 | ANTONIO ZAPATA


Sin embargo, en ese difícil momento, García promulgó una nor-
ma clave y constituyó la Superintendencia Nacional de Administración
Tributaria (Sunat), independizando la estructura tributaria del MEF. En
ese momento solo se dictó la norma, en la práctica no hubo fuerza para
implementarla, y, por lo pronto, la reciente Sunat siguió funcionando en
el mismo edificio del MEF, sin ganar mayor autonomía.28
De este modo, el ciclo populista se cerraba en medio de una intensa
crisis que comprometía la calidad de las instituciones públicas. En los
comienzos de los años sesenta, la CGR había levantado su perfil y FBT
le proporcionó nuevos poderes. Velasco continuó este proceso y lo pro-
yectó, dotándola de un buen presupuesto y nombrando un jefe de peso
político. Luego, la CGR había ganado autonomía en la Asamblea Consti-
tuyente alcanzando un blindaje legal para el contralor que le proporcio-
nó independencia institucional. Siguió una edad de oro. Cuando todo
parecía indicar que la institución había madurado, se reveló lo relativo
y frágil de las transformaciones institucionales, porque se retornó a un
manejo político poco profesional durante el primer mandato de García.
Cuando aparecen gruesas dificultades en la cima del poder político,
todo el sistema se resiente de forma pronunciada. Ni siquiera la auto-
nomía constitucional es una barrera contra estas situaciones. Al fin y al
cabo es una autonomía muy relativa, porque en última instancia el jefe
de la institución lo seleccionan el Ejecutivo y el Legislativo. Distinta sería
la figura si el jefe tuviera que ser alguien de carrera. En este caso, el poder
político seleccionaría dentro de los rangos institucionales. Asimismo,
podría formarse un directorio, semejante al que lleva las riendas ins-
titucionales en el BCR, la única entidad pública especializada en el área
económica dotada de conducción profesional continua. En este caso, a
semejanza de los organismos reguladores, la composición del directorio
podría dar pie a integrar diversos estamentos del aparato político e in-
cluso de la sociedad civil. Pero estas opciones no estaban planteadas y el
rumbo de las instituciones públicas estudiadas era declinante al termi-
nar el primer gobierno de García.

el Instituto de Administración Tributaria (IAT) para capacitar al personal y elevar el


nivel profesional. Durand 2003.
28. Cortázar Velarde 2007.

CONTROL, TRIBUTOS Y SUPERVISIÓN BANCARIA | 391


A finales de los años ochenta, la hiperinflación y el terrorismo ge-
neraron una crisis profunda. En el panorama internacional, la caída del
Muro de Berlín terminó con el orden soviético y concluyó el gran ciclo
político abierto por la revolución rusa. Estos factores produjeron un fi-
nal abrupto del populismo peruano y una gran transformación de los
actores políticos en el país. La izquierda desapareció del mapa electoral y
el APRA habría de transcurrir los años noventa en la oposición y con una
influencia reducida. En este contexto, comenzando la década de 1990, la
mesa estaba servida para el triunfo de los halcones neoliberales.29
Las reformas fueron muy profundas, y en las tres instituciones estu-
diadas se saldaron por despidos y nuevo personal. En la SBS, este proceso
fue menos significativo, y la institución buscó conservar los cuadros que
había tenido al terminar el segundo gobierno de FBT. Es decir, despidie-
ron a quienes habían ingresado por recomendación política. A partir de
ahí, la SBS creció sin sobresaltos y en forma pausada. Pero en la CGR los
despidos descabezaron la institución. Quedó reducida a un núcleo míni-
mo, sin capacidad operativa.30 Como es prolongado el tiempo que tarda
formar a un auditor público, por varios años la CGR no pudo reponerse
del tremendo golpe sufrido a raíz de los despidos de 1992.
Por su parte, en la Sunat, la reducción de personal había sido un
tema del año 1991. En efecto, la Sunat inició una profunda reorganiza-
ción gracias al nombramiento de Manuel Estela como superintendente.
Estela provenía del BCR, y formó un equipo muy solvente que adoptó
medidas trascendentes. Se ofrecieron incentivos para que renunciara
buena parte del personal antiguo proveniente de la Dirección de Con-
tribuciones y se contrató jóvenes profesionales egresados de las mejores
universidades. Los salarios fueron elevados a niveles competitivos y se
ofrecieron condiciones de carrera pública por meritocracia.
Asimismo, la estructura tributaria fue simplificada a solo cinco
impuestos básicos y se eliminaron la mayor parte de exoneraciones. Se
terminó con la corrupción y se tomaron medidas severas sobre algunos
evasores famosos que permitieron que el universo tributario entienda
que había llegado la seriedad y el rigor de la autoridad. Por su parte,

29. Cotler 2000.


30. CGR 1991: 8.

392 | ANTONIO ZAPATA


pocas semanas después de haber sido nombrado, Estela presentó su plan
de reorganización institucional al Congreso. Aún no se había producido
el autogolpe de 1992, y la nueva administración tributaria logró consen-
so político para su plan de reforma. En este sentido, interesa destacar
que para una institución sin autonomía política, como es la tributaria,
por lo tanto dependiente del Ejecutivo, su plan de reforma más exitoso
de todo el siglo XX ha sido fruto de un consenso amplio que incluyó
Ejecutivo y Legislativo.
Mientras la CGR caía en el marasmo, la SBS atravesó el momento
inicial del neoliberalismo sin tantos traumas. Las otras dos institucio-
nes, CGR y Sunat, habían experimentado grandes cortes en su historia,
una para mal y la otra para bien. Por el contrario, los primeros años
de la década de 1990 en la SBS fueron más pacíficos. La gestión de Luis
Cortavarría no fue tan traumática y pareció una evolución antes que una
transformación brusca.31 Fueron adoptados los principios de Basilea I
como nueva norma internacional de supervisión bancaria.
En el sistema anterior, la noción básica del negocio bancario, la cual
es el respaldo de los depósitos, había estado basada exclusivamente en el
patrimonio de la institución crediticia. A raíz de Basilea I, este respaldo
de los depósitos estaba pasando a concebirse como fruto de la capacidad
de pago de los deudores. El flujo antes que el capital estático. Esas ideas
empezaron a incorporarse a la supervisión bancaria local a inicios de los
años noventa. De esa época proviene también el fortalecimiento de la
Unidad de Riesgos de la SBS, que había sido impulsada por Klingerber-
ger y que en los años noventa se iría transformando en el eje del trabajo
de supervisión.
Pero durante la primera parte de los años noventa se incubó una
gran crisis bancaria que estallaría en 1998-1999. El crecimiento de la
estructura financiera fue muy desordenado. No solo aumentó vertigino-
samente el número de bancos y el ámbito de trabajo de estas instituciones.
También se efectuaron operaciones crediticias cada vez más arriesgadas.
Se vivía un momento de expansión internacional de los negocios capi-
talistas. Era el boom neoliberal. La apertura a la economía internacional
multiplicó el número de agentes y la diversidad de sus operaciones. En

31. SBS 1992.

CONTROL, TRIBUTOS Y SUPERVISIÓN BANCARIA | 393


esas condiciones, el cambio de procedimientos de supervisión mermó la
capacidad de la SBS para captar el problema que se iba a presentar pocos
años después.
Es decir, en el caso peruano, adecuarse a Basilea I estaba muy bien,
pero en una forma bastante cruda, la crisis posterior iba a mostrar que
la causa de las crisis bancarias fue la misma de siempre: la concentración
crediticia en el grupo económico que controla el banco. Ese fue el patrón
de todas las crisis bancarias en el Perú del siglo XX, desde la ya lejana
bancarrota del Banco del Perú y Londres en 1931.32 La sobreconcentra-
ción de créditos en el grupo que controla el banco se esconde durante la
fase de auge del ciclo capitalista, pero estalla en los momentos de crisis.
Ese proceso es un clásico de las crisis bancarias peruanas, y no fue ad-
vertido a tiempo por la SBS, que mientras tanto se estaba habituando al
manejo de sofisticadas categorías analíticas provenientes de los acuerdos
internacionales de auditoría bancaria.
A continuación, en 1995, Alberto Fujimori fue reelecto para un se-
gundo período. Casi comenzando su segundo mandato empezó a tramar
cómo permanecer un tercer período en el poder. Los conflictos insti-
tucionales aumentaron dramáticamente a partir del descabezamiento
del Tribunal Constitucional en 1997. Luego, se generalizó un proceso
de elevada corrupción y podredumbre en las altas esferas del poder po-
lítico.33 Antes, este proceso había estado más controlado y situado en
los niveles habituales de la corrupción en el país, que siempre han sido
moderadamente altos. Pero después de la Guerra con el Ecuador de 1995,
se concretó la compra de armas inservibles a precios muy altos con ju-
gosos sobornos. El aparato militar se corrompió en profundidad y fue
conducido por el creciente poder del Servicio de Inteligencia (SIN).34 El
puesto de los servicios de inteligencia en la lucha contra Sendero había
sido fundamental para lograr leyes muy favorables a su poder, que fue-
ron dictadas comenzando los años noventa. Posteriormente, sus labores
en el área del narcotráfico le permitieron ingresar a la zona más lucrativa
de los negocios ilegales en el país. Luego influyó sobre el conjunto del

32. Quiroz 1989: 294.


33. Durand 2003, Dammert 2001 y Pease 2003.
34. Rospigliosi 2000.

394 | ANTONIO ZAPATA


aparato del Estado incluyendo las instituciones que hemos estudiado.
Para ese entonces, el SIN y su jefe real, Vladimiro Montesinos, se habían
convertido en el cerebro y primer agente de la segunda reelección de
Alberto Fujimori.35
El caso de la CGR fue más problemático. Como habíamos visto, la
reorganización encomendada a María Herminia Drago dejó a la institu-
ción muy debilitada. A continuación fue electo Víctor Caso Lay, quien
cumplió con todos los requisitos legales para acceder al cargo y cuya
gestión fue un desastre, constituyendo el punto más bajo de la historia
institucional del siglo XX. Durante su labor, el contador de la banda de
narcotraficantes Los Camellos ocupó un cargo de confianza en la es-
tructura de la CGR. Era nada menos que el auditor interno de la entidad.
Es decir, era la única persona legalmente capaz de controlar al contralor
y resultó empleado de la principal banda de narcotraficantes peruanos
detenidos en los años noventa. Si volvemos al perfil de contralor y de
empleados de la institución que redactara la misión Kemmerer y lo con-
trastamos con la realidad de Caso Lay y su núcleo de alta dirección, el
resultado es altamente deprimente.
La CGR no intervino en los negocios claves del Estado, y las inves-
tigaciones posteriores mostraron que habían sido manejados de modo
muy corrupto. Por ejemplo, la CGR no participó del control a la Caja de
Pensiones Militar y Policial y permitió que Montesinos se haga de esta
institución, que constituyó su primer núcleo de acumulación corrup-
ta.36 Pero tampoco actuó en la compra de armas ni en la recompra de la
deuda externa. Se autoexcluyó de los casos más significativos. Por otro
lado, concentró sus escasas fuerzas en verificar el manejo contable de las
pocas instituciones públicas que manejaba la oposición democrática.
Es decir, la mayor parte de sus acciones de control fueron sobre
municipios y organizaciones del “vaso de leche”. Estas instituciones, a
la época, no llegaban a manejar el 4% del presupuesto público, y sin
embargo fueron objeto de los dos tercios de las acciones de control efec-
tuadas durante Caso Lay. Así, la CGR fue empleada para atacar a los

35. Ibíd., p. 209.


36. Las declaraciones de Caso Lay aparecen en los diarios Expreso del 18 de diciembre de
1999 y Liberación del 19 de diciembre de 1999.

CONTROL, TRIBUTOS Y SUPERVISIÓN BANCARIA | 395


adversarios del régimen y para proteger a sus integrantes. Su misión fue
desnaturalizada y el declive institucional fue profundo.
Sin embargo, durante los años noventa también fue ingresando per-
sonal nuevo a la CGR, que no participaba de las decisiones políticas que
se producían en la alta dirección. Ese personal estaba aprendiendo en el
terreno los fundamentos de la auditoría pública y poco a poco se cons-
tituyó una reserva profesional que podía sustentar una nueva y mejor
etapa institucional. Al fin y al cabo, bajo Caso Lay ese nuevo personal se
capacitó y modernizó sus instrumentos de control.
Por su parte, en la Constitución de 1993, el contralor mantuvo su
anterior estatus. Es decir, el jefe institucional siguió siendo nombrado
por el Legislativo a propuesta del Ejecutivo y por un período fijo, no
pudiendo ser cambiado, salvo por razones establecidas en las normas y a
través de un proceso legal. Pero la Constitución de 1993 le restó a la CGR
el último de sus poderes jurisdiccionales. En efecto, la CGR mantenía el
poder de “determinar responsabilidades” de los funcionarios que hubie-
ran incurrido en actos ilícitos, y por consiguiente el poder de encausar-
los en la vía administrativa. Este poder era una restricción con respecto
a las amplias atribuciones jurisdiccionales del Tribunal de Cuentas, que
había sido eliminado por Velasco. Pero incluso este limitado poder ju-
risdiccional iba a ser abolido. El DL 2612 de diciembre de 1992 anuló
el proceso de “determinación de responsabilidades”, situación que fue
confirmada en la Constitución de 1993. A partir de entonces, la CGR
perdió buena parte del respeto que inspiraba en el resto de dependencias
públicas.
Como vimos, en la SBS los cambios de los años noventa fueron me-
nos abruptos. Cortavarría logró continuidad institucional incluso des-
pués del autogolpe del 5 de abril. Pero permitió que se incubara una crisis
que estallaría en la gestión de Martín Naranjo, su sucesor. La recesión y
los problemas de la estructura financiera comenzaron en 1997-1998 y se
prolongaron varios años. Algunos bancos habían crecido por encima de
sus capacidades acelerando el ciclo de los negocios en multitud de ope-
raciones arriesgadas. De una buena parte de ellas participaban capitales
provenientes del mismo banco. El grupo económico que controlaba el
banco se prestaba a sí mismo en proporción superior a la permitida.
En realidad, la SBS sí percibió el problema. Se hallan reportes de
alarma y hasta multas bastante temprano, antes de que estallara la crisis

396 | ANTONIO ZAPATA


de los bancos Latino y Wiese. Pero los dueños de las instituciones cre-
diticias no los tomaron en cuenta y continuó el camino a la bancarrota.
Incluso en el caso del Banco Latino, su directorio trató de esconder con-
tablemente las cifras de la crisis, trasladando las deudas malas a una sub-
sidiaria, pero solo consiguió acelerar las pérdidas después de una breve
burbuja de alivio. Así, tenemos que durante la crisis bancaria, la SBS ad-
vierte los problemas, pero carece de poder para rectificar una situación.
Además, el momento era malo. No es lo mismo regular un crecimien-
to ordenado que asumir responsabilidades en momentos que la crisis
golpea a los bancos que crecieron especulativamente.37 En esta segunda
situación muchas veces no hay solución distinta a incorporar un socio
estratégico, lo cual es difícil por la misma coyuntura internacional de
recesión.
La bancarrota se presentó primero en el Banco Latino. Era la enti-
dad más especulativa del sistema, y ante las primeras manifestaciones
de la crisis en 1997 había reaccionado acentuando el riesgo. El Latino
montó una plataforma para concretar préstamos que fueran más allá de
los límites prudenciales establecidos por la SBS. A partir de esa decisión
se agudizó la crisis luego de atravesar una leve mejoría.
Pero los contactos de sus directivos en la elite empresarial de aquel
entonces y con el MEF permitieron que se arribara a un acuerdo de resca-
te financiero altamente perjudicial para el Estado. El grupo económico
Picasso fue retirado del directorio, sus socios menores continuaron e
ingresó Cofide como socio principal. Pero encontró que el hueco negro
era bastante más profundo que lo calculado. Al final, Cofide acusó a la
SBS por informar mal acerca de la real situación del banco. Lo que se
suponía sería una intervención temporal para vender a continuación se
convirtió en una dolorosa operación de separar las mejores deudas para
transferirlas a quien pagara por ellas —en este caso fue Interbank— y
asumir las peores como pérdida del erario público. Los buenos negocios
son privados y los malos son públicos.
En el caso del Banco Wiese también se registra la elevada concen-
tración de créditos en los grupos económicos que controlaban el ban-
co. Es un caso clásico de dificultades generadas por sobreconcentración

37. Juan José Marthans, entrevista del 30 de marzo de 2005.

CONTROL, TRIBUTOS Y SUPERVISIÓN BANCARIA | 397


de créditos en el grupo familiar que controlaba la entidad. En este caso
también, del mismo modo que en el Latino, la entidad bancaria había
realizado arriesgadas operaciones durante los años noventa. Estas activi-
dades especulativas en el Wiese fueron realizadas por una novel genera-
ción que asumió el banco a mediados de los 1990, luego de que se eclipsó
una anterior generación, que por décadas había impreso un manejo muy
prudente a la institución crediticia. Crecieron muy rápido, e incluso en
un momento apuntaron a disputar con el BCP el liderazgo del sistema
financiero.
En este caso también, los contactos políticos y los lazos en la alta
sociedad empresarial fueron las palancas para otro programa de rescate
financiero. Cabe destacar que estos dos no fueron lo únicos casos de cri-
sis bancarias en esos mismos días. Por el contrario, un conjunto de nue-
ve instituciones crediticias quebraron y no fueron favorecidas con un
programa de rescate financiero semejante. Ello corrobora que los bancos
Latino y Wiese fueron casos especiales que merecieron leyes con nombre
propio. Con sus particularidades, el proceso del Wiese fue semejante al
anterior. Salvo que ingresó la Banca Comercial Italiana y asumió el ban-
co. El grupo Wiese se retiró y dejó sus deudas malas en una institución
titularizadora, que paradójicamente siguió manejando. De este modo,
los Wiese no fueron licuados y no ofrecieron contragarantías por el aval
del Estado que requirieron los italianos para ingresar.38
¿Cuál fue el papel de la SBS en este proceso? En realidad bastante
disminuido. Intervino poco y permitió que se entiendan directamente el
poder político representado en el MEF con el poder económico, tanto del
grupo en cuestión como de la asociación de bancos. Durante esta fase
de negociación, la SBS realizó estudios técnicos, y en el caso del Banco
Latino aconsejó una operación que resultó un desastre. En cuanto al
Banco Wiese fue más prudente y simplemente realizó todo tipo de corri-
das para que los agentes de decisión cuenten con información calificada.
Incluso fue deficiente en el plano técnico porque argumentó que el res-
cate financiero era indispensable ante la presencia de un “riesgo sistémi-
co”, que podría derrumbar al conjunto del sistema crediticio. Pero no
demostró el potencial “riesgo sistémico”. No obstante la gravedad de la

38. Informe de la Comisión Investigadora… 2002.

398 | ANTONIO ZAPATA


hora, no hubo un estudio técnico que sustentara la situación del conjun-
to del sistema. Así, la SBS atravesó todo el período de crisis bancaria sin
un estudio integral que permitiera entender la figura utilizada para fun-
damentar un costoso programa de auxilio a dos bancos en particular.
De este modo, la crisis reveló el papel subordinado de la SBS. Es
autónoma constitucionalmente y ha seguido a la letra la prescripción
básica de Kemmerer, pero es muy débil frente a los bancos. Su aislamien-
to con relación al BCR aumenta su debilidad relativa. Carece de aliado
firme en el aparato del Estado. Como consecuencia, el supervisado es
inmenso frente a las dimensiones reducidas del supervisor.
Por su parte, la Sunat atravesó un proceso bastante complejo. En
realidad se había montado como una institución de primera línea al co-
menzar los años noventa. Fue la primera institución que atravesó una
modernización rápida, integral y claramente exitosa. A partir de ella se
montó el concepto de “islas de eficiencia” para referirse a un grupo de
instituciones públicas surgidas en la década de 1990 que trabajaban a la
par que la empresa privada, en sistemas y procedimientos ágiles y efi-
cientes. En estas entidades se gozaba de sueldos muy superiores a los de
la burocracia de los ministerios tradicionales. Pero a mitad de los años
noventa, la Sunat despertó el interés del SIN.
El ex superintendente y luego ministro de economía, Jorge Baca
Campodónico, ha narrado que Montesinos lo llamó para pedirle co-
nectar sus terminales de computadora para alimentar el disco duro del
SIN. Aunque se quejó ante el ministro J. J. Camet y tuvo éxito, porque
Fujimori evitó que Montesinos siguiera adelante, la procesión iba por
dentro. En efecto, Montesinos tejió una red que capturó áreas claves de
la institución tributaria. Se trataba de la asesoría legal y otras dependen-
cias que canalizaban los dictámenes y los casos que interesaban al SIN.
Asimismo, en el Tribunal Fiscal, que depende del MEF, Montesinos tejió
su red, porque colocó a su contador personal como vocal de la quinta
sala, donde eran derivados los casos interesantes para el SIN gracias a la
complicidad de la secretaría general de este tribunal.
Debido a este control político, el sistema tributario fue empleado
para hostilizar a adversarios del régimen. Incluso se tejieron negocios y
arreglos por debajo de la mesa como los que comprometieron al Banco
Wiese en el Tribunal Fiscal. Del mismo modo, desde la Sunat se conci-
bieron operaciones de encubrimiento, como por ejemplo el denominado

CONTROL, TRIBUTOS Y SUPERVISIÓN BANCARIA | 399


RUC sensible, por el cual adquirieron una protección especial ciertos
funcionarios del Estado además de particulares allegados al círculo go-
bernante, como la luego famosa Matilde Pinchi Pinchi. Por su parte, en
este momento aumentaron los casos de extorsión tributaria que prácti-
camente habían desaparecido en el pasado inmediato. De este modo, la
Sunat, como también las otras dos instituciones analizadas, sufrió una
profunda involución durante la segunda parte de los años noventa.
Este papel se vio confirmado por la dación del DS 120-94: EF, que
le restó atribuciones tributarias. En efecto, gracias a ese decreto y su re-
novación anual en el Congreso, durante cuatro años, toda empresa que
se escindiera de otra o se integrara a una corporación mayor gozaría de
beneficios tributarios excepcionales.39 Estos beneficios serían otorgados
por el ministerio correspondiente sin participación de la autoridad tri-
butaria. De este modo, la Sunat perdió control del impuesto a la renta y
se enteraba tarde de que una empresa había firmado con el Estado una
exoneración fiscal el día que ella no cancelaba impuestos. En vez de ello,
presentaba en su ventanilla un contrato celebrado a sus espaldas.40
De este modo, al terminar el régimen de los años noventa, el sistema
institucional público estaba bastante resentido. No obstante, en el caso
de las entidades evaluadas, tenemos que la Sunat prácticamente había
nacido gracias a la reforma emprendida por Manuel Estela en 1991. Pero
luego había sido capturada por Montesinos y en alguna medida puesta
al servicio de los planes reelecionistas. Pero conviene no exagerar. Las
tenazas del SIN se limitaron a algunos cuantos cuadros profesionales
seducidos por el poder oculto.
Pero, en lo básico, la Sunat mantuvo una importante reserva pro-
fesional, que le serviría para volver a sus fueros durante el gobierno de
transición conducido por Valentín Paniagua (2000-2001) y en adelante.
Así, la institución tributaria terminó la década en mejor situación in-
terna de la que había tenido al comenzarla. Es más, se puede sostener
que la Sunat nació como institución profesional del Estado precisamente

39. El estimado es producto de una muestra que considera a 153 empresas que habrían
dejado de pagar S/. 339 millones entre 1994 y 1998, y S/. 1135 millones dejados de
pagar por empresas con convenios de estabilidad tributaria desde 1999 en adelante.
Informe final de la CICCOR… 2003.
40. Entrevista con Adrián Revilla, CIDEF, 22 de mayo de 2002.

400 | ANTONIO ZAPATA


durante los años noventa. Constituye una paradoja que un organismo
público clave y bien organizado haya nacido gracias a la obra de un ré-
gimen caracterizado por el elevado proceso de desinstitucionalización
que implementó, debido a su grado de autoritarismo y concentración
de poder.
El resultado más crítico era la CGR, prácticamente desmantelada
y con escasos recursos tanto económicos como profesionales. Sin em-
bargo, durante el gobierno de Alejandro Toledo, en julio de 2002, la Ley
27785 transformó esta institución, porque le permitió nombrar a los
auditores internos de las diversas reparticiones públicas. Como vimos,
la CGR es la cabeza de una red de auditores internos que cruza toda la
administración pública. Esta red fue montada por Velasco y constituye
uno de sus mayores activos institucionales.
Pero esa red estaba integrada por funcionarios que no eran nombra-
dos ni ganaban sus sueldos en la CGR, sino en las mismas instituciones
públicas que debían ser controladas. Ese defecto del sistema se traducía
en que los auditores internos eran corazas defensivas de las entidades
públicas y no aliados de la CGR en la vigilancia de la legalidad de su
actuación. Por ello, la ley de Toledo fue crucial para la CGR. Le permitió
proyectar sus actividades y tener un seguimiento más cotidiano y no es-
porádico del movimiento económico en los organismos del Estado. Así,
al fin, la red de funcionarios en las reparticiones públicas era propia y
no ajena. De este modo, se lograba una antigua aspiración institucional.
Sin embargo, lamentablemente esta ley no le devolvió facultades juris-
diccionales, y por lo tanto la CGR permanece como un organismo de
control sin capacidad de sanción. Así, su actuación no infunde el respeto
necesario a la función contralora.
Por otro lado, la CGR carece de autonomía económica, de la que
en buena medida sí gozan las otras dos entidades estudiadas. En efecto,
tanto la Sunat como la SBS tienen recursos propios y no dependen del
presupuesto de la república. La SUNAT retiene el 1,5% de lo recaudado y
entrega el resto al gobierno central. Por su parte, la SBS recibe sus fondos
de la Asociación de Bancos, que cotiza a una bolsa en función del volu-
men de las operaciones de sus socios. El esquema de financiamiento de
la SBS siempre ha sido el mismo. Así fue concebido por Kemmerer y de
ese mismo modo funciona en otros países, incluidos los EE. UU. Se fun-
damenta ese peculiar régimen de financiamiento en que la SBS presta un

CONTROL, TRIBUTOS Y SUPERVISIÓN BANCARIA | 401


importante servicio a los bancos, al garantizar la confianza del público,
elemento crucial de la actividad crediticia. Por su parte, la CGR depende
completamente del presupuesto público y carece de recursos propios.
Esta situación frecuentemente ha permitido el control gubernamental
indirecto. No es tan complicado ahogarla financieramente y reducir su
capacidad operativa.41 Por ello, no hay autonomía institucional que se
sostenga sin recursos propios que le otorguen autonomía económica.

Conclusiones

A lo largo de estas páginas hemos argumentado a favor de la autonomía


constitucional para ciertos organismos públicos peruanos. Por lo tanto,
parece justo empezar por una reflexión sobre sus fundamentos, lo cual
nos remite a la organización del Estado peruano y las tradiciones que lo
han conformado. La tradición dominante que hemos denominado bor-
bónica se articuló durante el último siglo de dominación española. Ella
venía a sustituir la primigenia concepción colonial, puesta en práctica
durante el dominio de la dinastía de los Habsburgo.
Esta temprana tradición colonial había conformado el Estado im-
perial a través de reinos y repúblicas separadas, formando un conjunto
variado de lealtades vinculadas a través del monarca. El ordenamiento
de los Austria era un mosaico de fragmentos y estamentos inconexos,
salvo por la persona del rey. Por el contrario, con los Borbones llegó el
despotismo ilustrado y la centralización de todas las partes alrededor de
una sola ley y una sola autoridad. Estos dos principios se combinaron
porque el segundo no sustituyó completamente al primero, sino que se
superpusieron. De este modo, sobre un molde centralista subsistió el or-
den estamental. Esa es la herencia colonial en materia de administración
pública y organización del Estado. En este sentido, el centralismo esta-
mental sería la negativa herencia colonial en materia de organización del
Estado.
Las críticas al centralismo peruano han incidido en los privilegios
de Lima en relación con las desventajas de las provincias. En materia po-
lítica se enfatiza en la multitud de poderes y presupuestos que se manejan

41. CGR 1991: 18.

402 | ANTONIO ZAPATA


desde Lima en contraste con las limitaciones de los poderes regionales
y locales. Sin negar esa acepción del centralismo, en las páginas prece-
dentes hemos encontrado otra definición del término, que igualmente
constituye una traba para la modernización del país. Se trata del manejo
político por parte del Poder Ejecutivo de entidades y materias que re-
quieren de manejo técnico y profesional. El resultado habitual de estas
situaciones ha sido la politización de las instituciones y la consiguiente
pérdida de capacidad operativa. Salvo en la época de los militares, los
autoritarismos peruanos han bloqueado las energías creadoras de estas
instituciones impidiendo el fiel cumplimiento de su misión y objetivos
institucionales.
La tentación del manejo discrecional ha sido muy elevada en el país.
Para evitarlo, algunas instituciones tomaron un rumbo hacia la auto-
nomía a raíz de las recomendaciones de la misión Kemmerer. La única
entidad estudiada que logró esa condición en los años treinta fue la SBS.
Por supuesto, debe considerarse que la más importante institución eco-
nómica pública es el BCR y que igualmente adquirió autonomía el año
1931. En este caso significa autonomía con respecto al Poder Ejecutivo,
evitando que el poder político la maneje a discreción. Pero, como vimos,
en el caso de la SBS la autonomía política muchas veces se tradujo como
subordinación frente al poder de los bancos. Es decir, se estableció una
correlación perversa entre autonomía política y pérdida de poder frente
a la enorme capacidad económica y la influencia de la Asociación de
Bancos. Autonomía e institución de segunda línea se convirtieron en
sinónimo en el caso de la SBS.
De este modo, aparece un segundo sentido de la palabra “autono-
mía”, y en esta ocasión no se trata de independizarse del poder políti-
co, sino del económico. ¿Qué ocurre cuándo el regulado es mucho más
fuerte que el regulador? ¿Cómo manejar un desbalance de poder tan
marcado que propende a una situación indeseada: que el regulado inva-
da y capture al regulador? En principio, la única solución es fortalecer a
la entidad supervisora. ¿Cómo? Pues vinculándola a un poder mayor. El
peligro de la autonomía es que al ubicar a la entidad aislada en la arqui-
tectura institucional, gana en libertad, pero pierde en importancia. Al
final, todos la sobrepasan, sobre todo si los demás son muy poderosos.
Por ello, es preciso encontrar una fórmula que conserve su libertad con
respecto al Ejecutivo, que su jefe no pueda ser removido por el ministro,

CONTROL, TRIBUTOS Y SUPERVISIÓN BANCARIA | 403


pero que le otorgue peso y capacidad para intervenir a favor del público
en la delicada misión que la sociedad le ha encargado.
Por ello, nuestra primera recomendación es integrar la SBS al BCR.
En este sentido, el modelo europeo que rige en media Latinoamérica
establece la supervisión bancaria como una función del BCR. La lógica
monetaria establece que el BCR es el prestamista en última instancia, y
en toda crisis es la institución que finalmente afrontará el déficit en el
que algún banco pueda haber incurrido. Dado ese carácter, es preferible
que el BCR tenga poder para regular el movimiento de los bancos a los
que debe respaldar en caso de default. La ventaja del modelo propues-
to es que refuerza ambas entidades públicas frente al poder económico.
Evitará que las sobrepasen e ignoren con tanta facilidad.
La historia muestra que si el BCR y la SBS marchan separados, en-
tonces los bancos reinan solos durante las fases expansivas del ciclo
económico, y cuando la crisis aprieta es el momento del entendimiento
entre los bancos y el MEF. Es decir, a la hora que los negocios entran en
problemas, se entienden directamente el poder económico y el político.
La autoridad monetaria es débil frente al capital financiero, y mejor se-
ría reforzar su capacidad con esta integración. El nuevo BCR ganaría en
fortaleza, podría regular el movimiento bancario y no observarlo desde
lejos. Esa capacidad le daría mayor autonomía al Estado con respecto al
poder económico. A la vez, la autonomía política está garantizada por-
que las leyes que rigen al BCR así lo establecen, e incluso ofrecen mayores
seguridades que las normas de la SBS de hoy.
Por su parte, la CGR necesita ser reforzada con urgencia. Ha perdi-
do mucha consideración y hay demasiada superposición de entidades y
responsabilidades en su área. En primer lugar requiere recuperar pode-
res jurisdiccionales. Un buen primer paso sería reorganizar un tribunal
administrativo interno y adoptar el modelo vigente en los organismos
reguladores. Si Indecopi y todos los reguladores pueden tener un tri-
bunal interno, ¿por qué la CGR va a carecer de este instrumento? Sería
además la vía más fácil y menos engorrosa para resolver los conflictos
entre trabajadores públicos y el Estado. El sistema actual lleva al absurdo
de que el Estado acusa y el mismo Estado defiende.
A continuación, la CGR requiere establecer su independencia finan-
ciera del control que ejercen sobre ella tanto el MEF como el Congreso.
Una ley tiene que fijar su porcentaje del presupuesto y debe quedar claro

404 | ANTONIO ZAPATA


que no está sujeto a voluntad del MEF ni del Congreso. Caso contrario,
la CGR seguirá siendo el hermano menor de la administración pública.
Mientras las demás entidades estudiadas se manejan como “islas de efi-
ciencia”, la CGR se mantiene tecnológicamente retrasada, con sueldos
bajos y personal desmotivado. Sin recursos propios y bien establecidos
no hay autonomía política que realmente se sostenga, porque es muy
fácil ahogar a la institución y someter a su conductor.
Un tema que cruza a la CGR y a la SBS es la selección del jefe. Actual-
mente, tienen un proceso semejante, por el cual el Ejecutivo selecciona
una persona que el Congreso ratifica. Como se ha visto, una vez nom-
brado no puede ser sustituido durante un período establecido, salvo a
través de un juicio, que nunca se ha efectuado. Como también vimos, se
asume que este blindaje legal permite que la institución sea autónoma
del poder político. Pero este blindaje no ha sido suficiente en más de un
período de la historia. No solo durante los autoritarismos, incluso un
gobierno democrático como el de 1985-1990 nombró jefes sumisos para
manejar las instituciones desde el Ejecutivo.
Entonces, ¿cómo seleccionar jefes capaces de conducir una institu-
ción profesional con criterios técnicos? La única opción para mejorar las
posibilidades de la profesionalización es seleccionar dentro de los rangos
institucionales. Que continúe como hasta hoy, es decir, que el Ejecutivo
selecciona y el Congreso ratifica. Pero que el Ejecutivo tenga que escoger
entre los funcionarios de carrera que se hallan laborando en el organis-
mo. Se establecerán condiciones especiales de antigüedad y capacidad de
gerencia, pero al igual que en los institutos armados, el Ejecutivo pue-
de elegir al jefe, pero debe realizarlo entre los generales existentes y no
puede traer jefes de otra institución. El principio fundamental de una
carrera pública es la posibilidad de conducir la institución a la que uno
le dedica la vida profesional. Pudiera pensarse que no convendría elegir
de este modo al nuevo jefe de la SBS, ya que en la propuesta pertenecería
al ámbito del BCR. Pero sí conviene, porque este procedimiento garan-
tizaría para el jefe de la supervisión bancaria el mismo estatus que los
directores del BCR. Estaría dentro del BCR, pero sería un igual de los
otros directores.
En el caso de la Sunat, actualmente su jefe es seleccionado por el
Ejecutivo y depende del MEF. Pienso que podría continuar este procedi-
miento con un agregado semejante a los casos anteriores. Es decir, que

CONTROL, TRIBUTOS Y SUPERVISIÓN BANCARIA | 405


el Ejecutivo seleccione al jefe dentro de los rangos de la administración
tributaria. El objetivo de fondo es crear la carrera pública en las tres
instituciones. El mecanismo es garantizar que el techo máximo de la
carrera es la conducción institucional.
De la jefatura pasamos a las condiciones organizacionales de su ejer-
cicio. Actualmente, en las tres instituciones el jefe actúa individualmen-
te. Son responsabilidades unipersonales. El estilo de conducción actual
es un mando único rodeado por una fuerte asesoría y un comité de ge-
rencia integrado por personal de confianza. No parece muy profesional.
Por el contrario, en el BCR existe un directorio y obviamente un
presidente del directorio. Pero la presencia de un colegiado en la direc-
ción garantiza una gerencia más profesional y menos de confianza. No
hay jefe único, la lealtad es institucional y no personal. Un directorio
permite además abrir el abanico y pensar en una representación pequeña
pero más representativa de fuerzas distintas que se necesita incorporar
para que funcione un nuevo sistema integrador. Sobre todo el Congreso.
No podemos olvidar que el Parlamento es la primera institución fisca-
lizadora, y que por lo tanto requiere una buena conexión con la CGR. El
directorio sería ese mecanismo, puesto que al igual que en el caso del
BCR, podría ser un directorio de composición mixta, con representantes
de los poderes del Estado.
Antes de terminar quisiéramos volver a la carrera profesional para
tratar las condiciones de su implementación. Como ha quedado dicho,
el gran objetivo es crear una carrera profesional en las tres instituciones
estudiadas. Estamos convencidos de que la racionalidad técnica en su
conducción emana de un cuerpo de profesionales comprometidos con la
entidad en el largo plazo. Para generar las condiciones de una carrera de
este tipo debe haber un único procedimiento de selección de personal.
En la SBS hay una escuela de verano dirigida a los mejores alumnos de
las universidades que capta los nuevos integrantes de la institución. Ese
procedimiento debe generalizarse. Un mecanismo semejante existe en
el BCR. En suma, las instituciones estudiadas deben garantizar que se
ingresa por un único filtro que uniforma el punto de partida. Al fin y
al cabo, es un sistema parecido a la escuela de oficiales de los institutos
armados.
Por último, debe conformarse una escuela interna de capacita-
ción. En la CGR existe una Escuela de Control que constituye uno de

406 | ANTONIO ZAPATA


sus más importantes activos organizacionales. No es que funcione muy
bien, porque no otorga títulos de posgrado y tampoco tiene convenios
con reconocidas universidades nacionales y del extranjero. Peor aún, no
existe nada semejante ni en la SBS ni en la SUNAT. Pero es indispensable
crear una escuela de posgrado para generar las condiciones de la carrera
interna. En realidad, es uno de sus componentes: la formación. El otro
componente es la experiencia laboral. Pero siguiendo con la formación,
ella debe estar organizada y valer a la hora de los ascensos. Ellos deben
ser por méritos establecidos y publicados. De ese modo, la promoción
interna y los ascensos deben estar definidos y sus reglas, conocidas y
aceptadas por todos.
El Perú merece entidades técnicas y profesionales, y no se halla tan
lejos de lograrlo. El proceso del siglo XX muestra los avances y también
las dificultades de su construcción institucional. Sobre todo, la historia
brinda las herramientas para superar esas dificultades y modernizar fi-
nalmente al Estado peruano.

CONTROL, TRIBUTOS Y SUPERVISIÓN BANCARIA | 407


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410 | ANTONIO ZAPATA


Perspectivas regionales
Capítulo 11
Evolución de los bienes de comunidad
en Huaylas entre 1532 y 1610

Marina Zuloaga Rada


Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Introducción

A pesar de la enorme importancia del tema para una comprensión de la


sociedad india colonial, la conformación de las comunidades o bienes
de comunidad y su evolución en el temprano periodo colonial no han
sido estudiados con profundidad. Ronald Escobedo, en su trabajo Las
comunidades indígenas y la economía colonial peruana, aporta un valioso
esquema de su evolución a nivel global y usando fundamentalmente una
documentación legislativa; sin embargo, como él mismo plantea, “para
tener un cuadro completo será necesario el estudio local pormenoriza-
do, con la utilización de otro tipo de documentación”.1

1. “El historiador de nuestros días corre el peligro de generalizar sus conclusiones. Si


en la formulación de cualquier cuestión de derecho indiano hay que tener presente
el binomio sistema-casuismo [...] mucho más debe hacerse cuando se abordan las
instituciones de la república de indios, en donde se unen el carácter de la legislación y
la actuación de gobernantes españoles con las tradiciones locales y las realidades so-
ciales y económicas, tan disímiles de los pueblos indígenas”. Escobedo 1997: 16-17.
El objeto de esta ponencia es delinear la evolución de estos bienes
en Huaylas.2 La primera parte se centra en analizar el proceso de confor-
mación y expansión de estos bienes (1532- 1560) y en describir la forma
en que los caciques y curas fueron excluidos del manejo y control de
sus fondos comunitarios o comunidades (1560-1590); 3 y la segunda, en
mostrar las estrategias que usaron ambas autoridades para recuperar al
menos una parte de su autonomía económica para generar sus propios
fondos y decidir la forma de gastarlos (a partir de 1590).

La conformación de los bienes de comunidad entre 1532 y 1560

Si bien según algunos autores “el origen de estos bienes se remontaba a


la noción andina de sapsi”,4 el término “bienes de comunidad” fue in-
troducido por los españoles, y en una acepción amplia hacía referencia a
aquellos recursos gestionados por las autoridades políticas locales y que
se explotaban para cubrir las necesidades que afectaban comunitaria-
mente a la población.5
En los inicios de la época colonial constituyó un concepto confu-
so, pues a menudo los recursos y bienes que podían ser considerados de
comunidad no se podían distinguir de otro tipo de recursos y bienes

2. Referida a la provincia inca de Huaylas (integrada por 12 unidades políticas o guaran-


gas, cada una de las cuales estaba liderada por un cacique), que en la década de 1560 se
convirtió en el corregimiento de Huaylas, que comprendía cuatro encomiendas, com-
puestas a su vez por una o varias guarangas. Eran las siguientes: encomienda de Hua-
ylas (gurangas Icas, Rupas, Huaylas, Tocas, Guambo y Ecash), encomienda de Marca
(guaranga Marca), encomienda de Recuay (guarangas Ichochonta, Allaucapomas e
Ichocpomas) y encomienda de Huaraz (gurangas Ichocguaraz y Allaucaguaraz).
3. Usaremos el término “comunidad” o “comunidades” tal como era utilizado en los
siglos XVI y XVII, es decir, en el sentido de patrimonio corporativo (como sinónimo
de bienes de comunidad, caja de comunidad). “Es decir, se lo usaba para denomi-
nar la propiedad colectiva de un grupo de indios, no así al grupo mismo”. Arellano
Hoffman 1988: 1.
4. Medelius y De la Puente 2004: 45.
5. Si bien es poco mencionada en los estudios sobre la sociedad andina colonial, la tradi-
ción comunitaria de la población rural en la sociedad hispánica en la época medieval
y moderna fue también muy fuerte. Un excelente análisis de la organización comunal
en los municipios hispánicos en el siglo XVI se encuentra en Vassberg 1986.

414 | MARINA ZULOAGA RADA


públicos —como era el caso de las “tierras del inca y del sol”— o resulta-
ba difícil determinar la jurisdicción a la que pertenecían —como ocurría
a veces con los bienes patrimoniales de los caciques que las autoridades
españolas tendían interesadamente a interpretar como bienes públicos
privatizados y apropiados indebidamente por las autoridades indias.6
Clasificar los bienes de comunidad resulta para nosotros —como lo
fue para las autoridades en su momento— una tarea complicada dada su
heterogeneidad. Sin embargo, trataremos de ofrecer una tipología gene-
ral de estos advirtiendo que al hacerlo, al igual que en el resto del artículo,
tomaremos el concepto de bienes de comunidad en un sentido amplio,
incluyendo en él todos aquellos recursos y bienes manejados comunal-
mente en beneficio de todos los indios o de los de un determinado grupo
o circunscripción. Efectivamente, la naturaleza de los bienes y recursos
comprendidos bajo esta acepción era muy amplia y variada, pues podía

6. En el siglo XVI, las familias de los caciques solían poseer numerosas propiedades conse-
guidas sobre la base de una serie de asignaciones de mano de obra, tierras y beneficios
basados en privilegios de origen prehispánico, y que se vieron incrementados en muchos
casos desde los inicios de la conquista (al concedérseles ciertos privilegios de nobleza,
como por ejemplo poder disfrutar de mercedes de tierras y crear empresas privadas).
No está muy claro en qué situaciones podían disponer de tierras propias algunos
indios durante la época prehispánica. Assadourian, sobre la base de Cieza, menciona
(en su libro Transiciones) que el inca daba mercedes personales de tierras a los hijos
habidos en sus mujeres secundarias y también a los linajes de las jefaturas étnicas.
Salvo en el caso de Contarhuacho, señora principal de Huaylas y esposa secundaria
y madre de una hija del inca a quien le había cedido el beneficio de los ganados, la
coca, el ají, el maíz y otros productos de la tierra que le correspondían por su alta
investidura, no tenemos muchas referencias de las propiedades de los caciques de
Huaylas en fechas tempranas, excepto las chacras que les beneficiaban sus indios; y
la insinuación de un testigo hispano en la visita de 1557 que denunció que los caci-
ques de Huaraz eran propietarios de una gran cantidad de ganado. Sin embargo, a
fines del siglo XVI, la mayoría de los caciques de Huaylas poseían tierras y ganados
de su propiedad que tal vez habían aprovechado para legalizar según la legislación
española en las composiciones de tierras de la última década del siglo. En otras áreas,
particularmente en Jauja, conocemos con bastante lujo de detalle la considerable
riqueza patrimonial de los caciques principales y de guaranga que eran propietarios
no solo de ganados y tierras, sino también de casas, joyas, caballos y lujosos vestidos y
menajes. Véase la “información hecha por mandado de Su Excelencia sobre los daños
que se han recrecido a los yndios del balle de Xauxa en los pleytos que han tinido
asy en los bienes de comunidad como en los de particulares…”, documento incluido
como apéndice en el artículo de Medelius y De la Puente 2004: 64-82.

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 415


incluir tanto tierras como mano de obra, rebaños, casas, obrajes, moli-
nos, censos y rentas. Por otro lado, el derecho a algunos de ellos provenía
de los tiempos prehispánicos, mientras que otros se habían adquirido en
los hispánicos. Además, los fines que estaban destinados a cubrir eran
muy diferentes, pudiendo ser religiosos, civiles, alivio de la pobreza y de
la salud, etcétera. Por último, la cantidad y las características de dichos
bienes podían ser muy disímiles en cada repartimiento.
Por lo general, una base fundamental de los bienes de comunidad es-
taba conformada por tierras, tanto las agrícolas sobrantes —aquellas que
no formaban parte del reparto anual en que se asignaban las necesarias
para la explotación de las unidades familiares— como las aguas, montes
y pastos que pertenecían jurisdiccionalmente a las diversas unidades po-
líticas indígenas. En los inicios de la época colonial, ellas se expandieron
notablemente debido al descenso demográfico, que implicó un aumento
notable de las tierras disponibles, que siempre podían ser usadas para
aprovechamientos comunitarios agrarios, ganaderos, forestales y de caza
y recolección, que ayudaran a sufragar gastos comunes, o que podían ser
alquiladas o vendidas a los españoles cada vez más hambrientos de tie-
rra, aun cuando esto último estaba prohibido expresamente por la nueva
legislación colonial. Esta expansión podía ser relativa, dado que muchas
veces el descenso de la población provocó el abandono de los costosos
—en mano de obra y trabajo— sistemas de intensificación agraria como
los andenes o sistemas de riego, y ello llevó a un uso mucho más extensi-
vo de la tierra para la agricultura y para la ganadería.
Este parece ser el caso de las dos guarangas de Guaraz Ichoc y Allau-
ca Guaraz, en Huaylas, cuyos caciques mencionaron en 1557 disponer
de una gran abundancia de tierras comunales. Los habitantes de Ychoc
declararon que “no han tenido orden ninguno en el repartir las tierras ni
chacaras porque tienen tierras hartas para sus labores y sementeras”; del
mismo tenor fue la declaración de los de Allauca, quienes manifestaron
que tenían tierras sobradas, por lo que no necesitaban hacer el reparto
anual como se hacía en otras partes. Tal vez por ello el sistema de cultivo
de las dos guarangas de Huaraz era fundamentalmente extensivo (cose-
chas anuales y en tierras de secano) y muy productivo.7

7. De todos modos, la alta productividad que sobre todo la guaranga de Ychoc (donde
habitaban los pobladores antiguos, es decir, los huari) mostró tener hace presumir a

416 | MARINA ZULOAGA RADA


El aprovechamiento ganadero comunitario de ambas guarangas es-
taba en expansión tal vez para aprovechar mejor las tierras sobrantes y
evitar que se apropiaran de ellas los españoles, particularmente los en-
comenderos, como ya lo venían haciendo al ocuparlas con sus propios
ganados (el encomendero de Ichoc tenía 100 puercos y 200 cabras y el
de Allauca, 620 puercos). Los de Ychoc declararon tener, en 1557, 1203
ovejas de la tierra, 453 cabras y 114 puercos, 9 ovejas de Castilla y una
yegua, mientras que los de Allauca poseían 631 ovejas de la tierra, 228
cabras, 183 puercos y una yegua. Si bien en ambas guarangas el ganado
de la tierra, las llamas, era el mayoritario, ya se habían introducido con
gran éxito cabras y puercos, mientras que las ovejas de Castilla, que más
adelante constituirían el principal aprovechamiento ganadero de estas
tierras, no eran significativas en este momento (los de Allauca no tenían
ninguna; tal vez porque tampoco los encomenderos las tenían).
Como ya comentamos arriba, los caciques de las guarangas solían
considerar también como bienes de comunidad las tierras y ganados del
inca y del sol amojonadas por los incas para recabar los tributos dedi-
cados al Estado inca y al culto de la religión estatal. Las primeras fue-
ron habitualmente recuperadas o reapropiadas por los habitantes locales
después de la conquista para un uso comunitario.8 Si bien en las visitas
de Huaylas que conservamos de la zona para esta época no hay mencio-
nes a las tierras estatales del inca y del sol, gracias a testimonios poste-
riores podemos comprobar que las guarangas seguían disponiendo de
estas tierras. Así ocurría con la guaranga de Ecash (o Hicas), inserta en
la encomienda de Huaylas, que seguía manteniendo a fines del siglo XVI
el control de estas tierras que consideraban les pertenecían “de la repar-
tición que tuvieron del tiempo del inga”, y que usaban para el pago de

Espinoza Soriano el uso de sistemas de intensificación de la producción tales como


andenes y utilización de fertilizantes. Lo que está claro es que no tenían infraestruc-
tura de regadío y dependían de las lluvias para sus cosechas.
8. Se afirma que fue Pachacutec quien ordenó lotizar el territorio en tierras para el sol
y tierras para el Estado aun cuando esta directiva se atribuye también a Tupac Yu-
panqui, su sucesor. No se sabe cuál era exactamente el lote que cada guaranga debía
ceder para este fin. Murra menciona el caso de Chincha, en que cada guaranga debía
ceder una chacra de diez fanegas (una fanega y media es poco más de una hectárea).
Silva Fuente 1995: 128.

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 417


sus tributos. Tal vez tenía el mismo origen el ganado (160 cabezas) que la
guaranga de Tocas tenía diseminado por diversos lugares a fines del siglo
XVI.9 En otros casos se ha podido comprobar que las tierras y ganados
del sol se habían destinado al culto de los ancestros locales, hecho que
todavía subsistía en Recuay en el primer tercio del siglo XVII, cuando los
extirpadores de idolatrías los descubrieron.
Además de estos recursos comunitarios de procedencia prehispáni-
ca, el patrimonio comunal se fue engrosando con otros originados ya en
el período colonial. Algunos de ellos habían sido cedidos o legados por
los españoles, particularmente los encomenderos, para el bien común de
los indios, como el pago de sus tributos, la caridad hacia los pobres o la
curación de enfermedades. Estas donaciones se debían en gran medida
a la influencia de los frailes y clérigos, quienes habían ido introduciendo
en la mente de los encomenderos la idea lascasiana de la restitución, es
decir, el convencimiento de que si querían salvar sus almas debían com-
pensar o restituir lo que habían usurpado o ganado de forma no cristiana
en beneficio de todos los indios de su encomienda. Si bien, en principio,
la restitución debía hacerse en vida,10 la mayoría de los conquistadores
la pospusieron hasta después de su muerte, incluyendo disposiciones en
sus testamentos, a través de las cuales legaban bienes, rentas o dinero
para los pobres o para la construcción y equipamiento de la Iglesia, u
obrajes de comunidad para que el común de los indios disfrutase de sus
rentas, u hospitales para el cuidado de su salud.11 Los propios frailes y
curas crearon en ocasiones instituciones caritativas para los indios más

9. En los pueblos de Sancta Ana (de Uchup), Lampani, Camcha, Guaylas y Macate se-
gún la visita de Mogrovejo.
10. Ver los “Avisos breves para todos los confesores destos reinos del Perú”, por los cuales
todos los conquistadores estaban obligados a restituir todo el daño que hubieran
hecho en las conquistas y guerras injustas aun cuando para ello quedaran sin bienes
(solo podían quedarse con lo necesario para cubrir las necesidades familiares). Esta
obligación la heredaban los sucesores.
11. Así lo explicaba Matienzo: “Suelen algunos vecinos, o personas que han tenido indios
a cargo, para descargo de sus conciencias, dar o dexar mandado que se les dé alguna
cantidad de dineros que les parece que les debe y que les son a cargo, lo cual —por
mandado de la audiencia o de otras justicias— se emplea en vacas, ovexas de Castilla
o ganado de la tierra [...] lo cual solían gastar los caciques en lo que querían y comerlo,
y no daban cosa ninguna de ello a los probes para quien ello era”. Matienzo 1967: 71.

418 | MARINA ZULOAGA RADA


desfavorecidos, como hospitales o casas de pobres, logrando que los in-
dios las dotaran con bienes y rentas. Dependiendo de los fines explícitos
para los que se donaban los bienes, ellos recaían en la jurisdicción civil o
eclesiástica, de manera que fue apareciendo una distinción entre los bie-
nes comunitarios civiles y los eclesiásticos, que al comienzo fue difusa,
pues a la larga la gestión de todos ellos recaía de una u otra manera en
los caciques, pero que, como veremos, tendría posteriormente trascen-
dentales consecuencias.
Gracias a estos mecanismos, en el último tercio del siglo XVI los
indios de la encomienda de Huaylas disponían de un cuantioso patri-
monio comunal que tenía un origen colonial tal vez debido a que habían
sido los dominicos quienes habían evangelizado a sus indios, logrando
influir en la conciencia de los encomenderos. Los bienes de comunidad
de Huaylas se fueron conformando a través de legados de tipo civil como
obrajes de comunidad (en Mato y Huaylas) o estancias comunales —re-
baños de ovejas— (en Macate) o rentas provenientes de determinados
capitales impuestos a censo, cuyos réditos debían ser entregados a los
indios para ayuda al pago de los tributos y con el apoyo de legados de
tipo eclesiástico, es decir, cedidos para cubrir la salud y la educación de
los indios y atender las necesidades de los más pobres, servicios que en el
Antiguo Régimen solían recaer en la jurisdicción eclesiástica. Por ejem-
plo, doña Francisca Pizarro, encomendera del repartimiento de Huaylas,
dejó 400 pesos de oro de sus bienes para el hospital de naturales y 150
pesos para la fábrica y los ornamentos de la iglesia de Huaylas, además
del dinero necesario para vestir a 600 indios e indias, los más pobres de
toda su encomienda de Huaylas.12 Por su parte, los frailes dominicos
habían propiciado la creación de casas de pobres en varias localidades de
la encomienda —Caraz y Macate— que habían sido dotadas de bienes
por los indios.13

12. “Ytem mando que de mis bienes se vistan 600 indios e indias los mas pobres que se
hallaren en el repartimiento de Guaillas que yo tengo en encomienda; al indio se le de
manta e camiseta y a la india anaco y lliclla, los quales se les den a reparta al arbitrio
e parecer del religioso que estubiere en el dicho pueblo y de mis albaceas que dejo en
este reino nombrados en este mi testamento”. Rostowrowski 1980: 201.
13. Así aparecen constatadas a fines del siglo XVI en las visitas de Mogrovejo.

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 419


Los bienes de comunidad podían además ser expandidos por los
propios indios. Si ellos no lograban cubrir las necesidades comunes, los
caciques podían recurrir a varios mecanismos para acopiar el capital ne-
cesario con que financiar sus gastos, por ejemplo, asignando trabajado-
res a diversos aprovechamientos o echando derramas, es decir, pidiendo
un tributo extraordinario a los indios para cubrir algún gasto no previs-
to pero imprescindible, como completar la tasa del tributo en épocas de
malas cosechas, comprar ornamentos para la iglesia, financiar un juicio
con el encomendero o con otros caciques e incluso para incrementar el
patrimonio comunitario. Estos pedidos —que eran vistos por los espa-
ñoles y en ocasiones también por los propios indios como extorsiones—
solían tener un carácter excepcional.
Como vemos, bajo el concepto de bienes de comunidad o comu-
nidades se englobaba hacia 1560 una diversa y heterogénea cantidad de
bienes tanto civiles como eclesiásticos —tierras y ganados (de origen
prehispánico y colonial), censos, obrajes, molinos casas, etcétera— cuyo
denominador común era ser gestionados por los caciques —aunque a
menudo bajo la supervisión de curas y encomenderos— y estar destina-
dos al bienestar de la población india.
Por otro lado, los bienes de comunidad no constituían un patri-
monio fijo sino cambiante. Podía irse incrementando o disminuyendo
según una diversidad de factores, entre los que se contaban la acertada
o desafortunada gestión de los caciques, la cantidad de tierras y ganados
que se habían podido retener de la época inca, la cantidad de donaciones
y legados de españoles y de indios caciques (que dependía a veces de fac-
tores tales como el haber sido evangelizados o no por frailes dominicos,
o la sensibilidad o culpa del encomendero, etc.), la compra o venta de es-
tas tierras y ganados, la intervención fraudulenta o beneficiosa de curas
y autoridades locales, los vaivenes demográficos y hasta de la cantidad y
cuantía de las derramas.
Por todo ello no es de extrañar que la cantidad de bienes de comu-
nidad de cada repartimiento —sobre todo los de origen hispano— fuera
muy desigual. En la propia área de Huaylas, la encomienda de Huaylas,
tal vez por haber sido evangelizada por dominicos, era más rica en bie-
nes de comunidad que las de Huaraz, Marca o Recuay, evangelizadas
por curas.

420 | MARINA ZULOAGA RADA


La transición: el acoso y la presión de la corona sobre los bienes de
comunidad (1560-1580)

En la década de 1560, hubo toda una corriente de opinión entre los ase-
sores y funcionarios imperiales que enfatizaba la necesidad de que la co-
rona regulara y controlara los bienes de comunidad como una estrategia
segura para limitar el notable poder que habían ido adquiriendo caci-
ques y curas en el ámbito local. La creciente cuantía de estos contribuía
en gran medida a la autonomía y concentración de poder de los caciques
que asumían la representación, administración y gestión de un cada vez
mayor patrimonio comunitario.
Los virreyes y la Audiencia se abocaron a esta tarea de control que,
sin embargo, resultaba difícil dada la inexistencia de una información
clara acerca de la cuantía total de los bienes involucrados en cada reparti-
miento. No había un censo ni otro instrumento para evaluar su volumen
ni clasificarlos, y las autoridades hispanas dependían además de la infor-
mación de los caciques para acceder a la información necesaria. A falta
de datos precisos, los funcionarios presumían que los bienes comunes
eran abundantes y cuantiosos, pero sospechaban que la gran mayoría de
ellos no eran usados para los fines previstos porque los caciques los uti-
lizaban en su provecho o no eran capaces de su óptima administración.
Matienzo, por ejemplo, aseguraba que “hay algunos repartimientos que
tienen diez mil cabezas de ganado, y mil y dos mil vacas y mil ovexas
y carneros de la tierra […]”14. Pero lejos de aprovechar estos bienes el
común o los pobres, se los habían apropiado los caciques. La Audiencia
intervino en algunos casos quitando a los caciques la administración
de los bienes de comunidad, proveyendo “en algunos repartimientos un
español” para que administrara estos bienes “en provecho del común, y
no fuese en manos de los caciques expenderlo y gastarlo en su provecho,
al cual se le ha dado el salario que le ha parecido en persona experta”.15
Una década después, Toledo, en su reforma, prestó una atención
preferente a este tema y comenzó el apartado de los caciques de su Ins-
trucción general advirtiendo de la necesidad de hacer una averiguación
de los bienes de comunidad de cada repartimiento para controlarlos y

14. Matienzo 1967: 71.


15. Ibíd., p. 71.

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 421


regularlos.16 Censar, ordenar, homogeneizar17 y controlar estos bienes se
convirtió en uno de sus objetivos prioritarios.
De hecho, en el transcurso de su visita general pudo comprobar la
magnitud de los fondos de algunas comunidades. Una de las primeras
acciones fue tomar las cuentas de los bienes de comunidad del reparti-
miento de Xauxa, dándose con la sorpresa de que “los caciques y prin-
cipales de los dichos repartimientos an gastado en pleitos más de treinta
mil pesos de los bienes de comunidades e de los dichos repartimientos”.18
Una indagación más profunda mostró que los caciques de las tres enco-
miendas habían vendido ganado de la comunidad y coca, ropa de cumba
y abarca, llamas, maíz, trigo y “otras cosas” en sus diversos pleitos con
los de las encomiendas vecinas, con sus encomenderos o con los caciques
de las diversas jerarquías.19

16. “Averiguaréis qué bienes comunes hay en cada parcialidad que no tengan dueño
ni señor particular y cómo se ha usado de ellos […] para que de aquí adelante se
aproveche de ellos la comunidad del repartimiento [...]. Si los caciques y principales
han vendido algunas tierrras, montes y pastos del repartimietno [...]. Qué bienes
y ganados de comunidad hay en cada repartimiento y en qué cantidad, y qué han
multiplicado, y a cuyo cargo han estado y quien se ha aprovechado de ello y hacerlos
heis todos poner por quipu e inventario por manera que haya cuenta y razón de ello,
encargando la guarda de manera que no se pierda ni disminuya y proveyendo cómo
se trasquile en cada un año y la lana se reparta entre los indios del repartimiento y se
provean los indios pobres”.
17. Por ejemplo, el virrey impuso de forma clara la obligación de que se hicieran cháca-
ras de comunidad con el fin de prevenir años de cosechas estériles guardando parte
de las cosechas abundantes para evitar “que muchos indios por no tener comidas
se ausentan de sus pueblos y muchos de ellos no vuelven nunca más a sus tierras y
otros enferman”. “Lo más necesario es proveer de comida a los pobres en tiempo de
necesidad, a cada uno de los cuales se reparta y de conforme a su necesidad por mano
del corregidor y cacique, alcalde y escribano […] que han de tener las llaves de dicha
caja”. Matienzo había sido muy enfático en aconsejar esta medida “porque en una
república no sólo ha de haber hacienda para que usen en particular los ciudadanos,
pero también en común para las necesidades que ocurren, y para eso conviene que
haya —como he dicho— otros bienes de comunidad, que sea una chácara de comu-
nidad, que labren todos o los que para ello pareciere que son menester, cuatro días
cada uno, ahora sea la chácara de maíz, papas o chuño, o trigo o cebada, conforme a
la calidad de la tierra o comarca, ahora sea vino, como hay algunos que entiendo que
sacan pasas y vino y venden uvas”. Matienzo 1967: 71.
18. Saravia y Lohmann 1986: t. II, 59-62.
19. Ver la “Instrucción” inserta en Medelius y De la Puente 2004: 64-82.

422 | MARINA ZULOAGA RADA


Una de las primeras medidas que tomó fue institucionalizar la prác-
tica de poner administradores reales españoles en aquellos repartimien-
tos que tuvieran grandes cantidades de bienes de comunidad. Ejemplo
de ello es el nombramiento e instrucción que se extendió a Antonio Bello
Gayoso para la administración de los cuantiosos bienes de comunidad
del valle de Jauja20 y a Alonso de Estrada en Puno, a quien nombró por
administrador de

[…] los ganados que llaman de comunidad y otros bienes de ella desta pro-
vincia de Chucuito del Patrimonio real de Su Magestad a Alonso de Estrada
para que los tenga a su cargo y en administración y tenga cuenta y razón de
todos ellos y lo que dellos procediere para que se convierta y distribuya en
utilidad y provecho de los indios desta provincia. 21

Otra modalidad utilizada para obtener un mayor control fue la im-


posición de estos bienes a censo. Por ejemplo, en 1575 hizo prestar a las
minas de Huancavelica 4000 pesos y carneros de los bienes de comuni-
dad de Jauja mediante una escritura de censo.22
Si estas medidas implicaban, de hecho, el traspaso de la adminis-
tración y el control de considerables porciones del patrimonio comunal
—hasta el momento controlados por los caciques y los curas— a manos
de administradores reales y autoridades coloniales, la reforma tributa-
ria, aplicada paralelamente a la imposición de las reducciones indias,

20. La Paz, 12 y 13 de junio de 1575. Saravia y Lohmann 1986: 59-62.


21. Saravia y Lohmann 1986: 74.
22. “Averiguación de las escrituras de censos que tienen los indios de comunidad como
son las de Peña el vecino y sobre su cuñado de Montalbo y qué fechas y recaudos
tienen de ellas y como se han cobrado y cobran los dichos réditos y cómo se cobró el
empréstito de los 4000 pesos y carneros que por mi orden y comisión el doctor Loarte
(anterior administrador) hizo prestar a las minas de Huancavelica”. Saravia y Loh-
mann 1986: t. II, 62. Como ya comentamos más arriba, los censos impuestos sobre
determinados capitales formaban parte de las comunidades de los indios cuando ha-
bía habido algún legado que así lo dispusiera. Esta práctica se institucionalizó pron-
tamente —una década más tarde— al establecerse la Real Caja de Censos, una especie
de banco estatal en que se depositaría el dinero en metálico obtenido de la venta del
patrimonio comunal indígena, y cuyos réditos servirían para el pago de sus tributos.

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 423


significó la pérdida de la autonomía del gasto público local y la seculari-
zación de los fondos eclesiásticos.
Efectivamente, la institucionalización dentro de cada reducción
de una tesorería local —la caja de comunidad—, controlada en última
instancia por el corregidor, en la que se depositarían todos los fondos
públicos y a través de la cual se centralizarían las operaciones financieras
públicas (ingresos y gastos), constituyó uno de los golpes más duros para
el manejo autónomo de los fondos comunales indios por parte de los ca-
ciques. A dicha caja debía ingresarse el monto total de todos los tributos.
Una vez reunido el total en ella, correspondería al corregidor realizar
los pagos correspondientes: al encomendero la tasa de su encomienda,
al cura su sínodo y al cacique su salario, convertidos así todos ellos en
pensionistas del Estado. El resto quedaría para los gastos comunes —re-
ligiosos, fábrica de la iglesia, sanitarios (sostenimiento del hospital) y
para otros gastos de tipo comunitario—; de esta forma el Estado asumía
definitivamente el control de los tributos y, en última instancia, del gasto
público a nivel local. Si bien este sistema ya estaba previsto en las orde-
nanzas de Castro, Toledo realizó las reformas previas necesarias para
que los corregidores pudieran tomar las riendas de la economía pública
a escala local de forma efectiva.
Si los caciques salían debilitados de este nuevo sistema, las conse-
cuencias para los curas fueron demoledoras. La reforma de los bienes de
comunidad siguió la misma línea secularizadora que había primado en
el aspecto político. Todas sus medidas estuvieron impregnadas de un
espíritu regalista y secularizador mucho más marcado y radical que en
la década anterior. El control de los religiosos —y con ello la extinción
de cualquier disidencia moral o política que se hallara detrás de las ideas
de los dominicos— se convirtió en una de las principales estrategias de
recuperación de la autoridad civil del monarca. De hecho, en la nueva
reglamentación ninguna de las tres llaves de la caja de comunidad es-
taría en manos de los curas —como se había reglamentado por Vaca de
Castro—, sino en las del corregidor, el cacique y el alcalde. En el mismo
sentido, Toledo situó muchos de los bienes de comunidad establecidos
con fines religiosos o por los mismos religiosos bajo el control y la admi-
nistración de las autoridades civiles.
Como hemos visto, la Iglesia —los frailes en particular— había
tenido mucho que ver en la generación de bienes comunes dedicados

424 | MARINA ZULOAGA RADA


a fines religiosos —erección de iglesias, su ornamentación y culto—,
así como para fines de tipo social y asistencial, como los hospitales o
la atención a los pobres y enfermos; el control y la coadministración de
estos suponían una importante fuente económica y de poder para ellos.
Toledo, haciendo uso del patronazgo real, trasladó su administración a
la jurisdicción civil, es decir, a los corregidores, a través de la caja de co-
munidad (lo cual había anticipado Castro en sus ordenanzas de corregi-
dores de 1565, que habían introducido una innovación, haciendo que los
bienes de fábrica se financiaran a través de la caja de comunidad y no por
los encomenderos, como hasta entonces). La legislación toledana no dejó
ninguna duda acerca de que los gastos de la erección y ornamentación de
las iglesias —ahora extraídos de la gruesa de los tributos bajo el concepto
de fábrica de la iglesia— serían supervisados por el corregidor, arreba-
tando a los curas y caciques la administración directa de estos bienes.
Lo mismo ocurriría con los hospitales de indios, para los que insti-
tuyó una contribución especial, distinta del tributo, con el fin de hacer
frente a los gastos sanitarios de los indios, que quedó fijada en un to-
mín.23 El monto recaudado por este concepto se guardaba también en la
caja de comunidad, lo que implicó, a la larga, que en la década siguiente
los corregidores asumieran también el control del gasto.

La toma del control de los bienes de comunidad


por las autoridades reales (1580- 1590)

En el esquema toledano, se preveía que los gastos administrativos y ecle-


siásticos locales estuvieran cubiertos por los fondos reservados para esos
fines del total de la tributación recolectada por los corregidores. Ellos
constituían realmente una reducida parte del total o gruesa del tributo.24
Como podemos ver en la tasa de Huaraz (cuadro 1), 1149 pesos,
más de la mitad de los 1917 pesos y 4 tomines que constituían el total del
monto de la tributación de esa encomienda, iban a parar al encomende-
ro; casi una cuarta parte —500 pesos (448 pesos en plata ensayada y 56

23. Ordenanza XVII. “Que se cobre de los indios el tomín de hospital.” Saravia y Lohmann
1986: 259.
24. Véase Lohmann 2001: 128.

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 425


pesos y 2 tomines en especies)— se entregaba al doctrinero; alrededor
de un 15 por ciento —146 pesos— constituían el salario del corregidor,25
mientras que más o menos un cinco por ciento —94 pesos— corres-
pondía a los caciques de guaranga;26 finalmente, se destinaban para los
gastos eclesiásticos 28 pesos y 2 tomines (ni siquiera un 1,5% del total).

Cuadro 1
TASA DE LAS DOS GUARANGAS DE HUARAZ ICHOC Y LLAUCAGUARAZ
REDUCIDOS EN S.S. DE HUARAZ (661 INDIOS TRIBUTARIOS), 1593

Aves (machos
Ropa Trigo y maíz
Plata y hembras por Total gruesa Hospital
(piezas) (fanegas)
mitad)

Ropa: 376 fanegas


1256 p., 4 t., 169 p. de de trigo y 1917 p., 4 t., 1 tomín cada
437 (41 pesos)
8 g. y medio r. (332 maíz (282 8 g. y medio tributario
pesos) pesos)

Justicia (salario Caciques


Doctrina Fábrica Total
del corregidor) (salario)
500 pesos 28 p., 2 t. 146 pesos 94 pesos 778p., 2t.

Fuente: AGN, Juicio de Residencia, 19, e. 50

Además, tanto la Iglesia como el Estado encontraron diferentes ma-


neras de detraer parte de estos bienes para fines no locales, desviándolos
para el financiamiento de obras capitalinas. Por ejemplo, la cuarta parte
del total de la contribución del tomín se destinaba a cubrir los gastos

25. Y eso que se les habían descontado 230 pesos de la tasa anterior por este concepto
“que en lo contenido en el auto de rresiduo en lugar de 376 pesos cinco tomines,
tres granos y medio que le pertenece prorrata de los 400 pesos questan aplicados
para el dicho hefecto por la tassa de Toledo porque los 230 p., 5 t. y 3 granos y medio
rrestantes se han hecho buenos a los dichos indios en virtud del auto de rresiduo y
por los dos tomines nueve granos y medio a cada yndio tributario como se trato en
el primer capítulo de la retasa”. AGN, Juicios de residencia, 19, e. 50, f. 112.
26. “Que los an de aver por mitad el cacique de la parcialidad de Ichochuaraz y el de la
de Allaucahuaraz (47 pesos cada uno)”. AGN, Juicios de residencia, 19, e. 50, f. 112v.

426 | MARINA ZULOAGA RADA


del hospital de Santa Ana de Lima, mientras que un 3% de estos fondos
destinados a la fábrica de la iglesia se recaudaba para la construcción y
habilitación del seminario de Lima.27 Por otro lado, las autoridades colo-
niales establecieron un reparto de lo que cada caja debía entregar para la
construcción de la Catedral de Lima, que se convirtió en un rubro más
que tenían que reunir los indios.
Sin embargo, el problema no era el reducido margen que quedaba
de la tributación para los gastos locales, sino la imposibilidad que tenían
las autoridades locales —caciques, alcaldes y curas— para acceder a ella
y gastarla. Si bien en principio les correspondía definir y decidir el desti-
no de esos bienes in situ, en la práctica ello resultaba imposible, pues los
corregidores, de quienes tenían que recibir el visto bueno, lo impedían
de diferentes maneras, así que, a la larga, poco importaba si los indios
disponían de fondos y su cuantía si los corregidores finalmente no los
soltaban.
Desde la década de 1580, todas las autoridades implicadas en el ma-
nejo de los bienes locales (caciques y curas) sufrieron el rigor con que los
corregidores asumieron las atribuciones de supervisión y administra-
ción de los bienes de comunidad otorgadas por Toledo. Los corregidores
no solo mantuvieron las comunidades de los indios en su poder, sino que
impidieron que usaran los bienes para los fines previstos, reteniéndolos
para sus contrataciones, dado que “de hecho, los capitales acumulados
en las cajas de comunidad constituían la única existencia de dinero en
efectivo que posibilitaba acometer operaciones comerciales, gozando de
tal predicamento que los desaprensivos no tenían empacho en valerse de
ellos”.28 Los mecanismos utilizados por los corregidores para bloquear el
acceso de los indios a estos fondos eran variados e imaginativos. Veamos
algunos de ellos.
Durante la década de 1580, una de las prioridades de los indios era
la construcción y, sobre todo, la ornamentación de sus iglesias, las que,
tras producirse las reducciones y el traslado de las poblaciones a sus nue-
vos asentamientos, se habían convertido en el núcleo central de la vida
pública de los indios y en uno de los principales baluartes de su identidad

27. Así se estableció en el capítulo 44 del Concilio de 1593.


28. Lohmann 2001: 344.

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 427


en reconstrucción. Para ello estaban destinados los fondos de fábrica de
la Iglesia en el esquema toledano. Sin embargo, los corregidores parecían
no compartir esta prioridad a pesar de que en las ordenanzas toledanas
el virrey había puesto mucho énfasis en este asunto. La situación la des-
cribe el arzobispo Mogrovejo de la siguiente manera:

Todas las provincias de los naturales de este arzobispado tienen de ordinario


mucha suma de pesos de plata y por las ordenanzas de los virreyes están
aplicadas a las fábricas de dichas provincias los cuales siendo de la iglesia
son espirituales y están aplicados para los reparos y ornamentos de las di-
chas iglesias. Este dinero entra en poder de los corregidores de los dichos
partidos donde caen las dichas iglesias y perteneciendo las visitas dellas y de
lo que a ellas pertenece a mi y a mis visitadores no permiten se tome cuen-
ta ni se distribuya al parecer del prelado. A cuya causa padecen las iglesias
gran pobreza y necesidad de ornamentos y de lo demás necesario y la plata
esta retenida en la caja, sin fruto y en poder de los corregidores […]. Asi-
mismo hay aplicados por las dichas ordenanzas cierta suma de pesos para
los hospitales de los dichos pueblos de indios, los cuales hasta ahora no he
entendido se distribuyen entre los pobres enfermos que ocurren a los dichos
hospitales, antes por estar la plata en poder de los dichos corregidores ni hay
hospitales con pobres ni aderezo, rico ni pobre.29

Los caciques locales se desgañitaban solicitando al corregidor el


dinero de sus comunidades para terminar de construir sus iglesias, ce-
rrarlas y prepararlas para el culto, pero con nulos resultados. Así lo ex-
presaban en una carta “los curacas y gobernadores del pueblo de Loris y
D. Diego Matua y Don Diego Llacja Anampa y D. Carlos Guamal Llibiac,
caciques del pueblo de Sucha”:

Otrosí decimos que en la dicha caja de Recuay hay muchos pesos pertene-
cientes a las fábricas de estas iglesias y demás pueblos y en ellas tenemos
gran necesidad de ornamentos, campanas y lo demás para el culto divino
y administración de los santos sacramentos por no haberlas en las iglesias;
porque viéndolas tan pobres echamos derramas entre nosotros y así habe-
mos comprado de nuestros propios dineros campanas y puertas y cerrojos

29. Carta de Mogrovejo al rey, Los Reyes, 27 de abril de 1583. García Irigoyen 1906: t. IV,
173-174.

428 | MARINA ZULOAGA RADA


y otras cosas como lo sabe el padre Gutiérrez de Cárdenas nuestro cura en
cuyo tiempo habemos comprado dichas cosas a nuestra costa sin ayuda de
los bienes de nuestra comunidad.30

Los caciques, alcaldes y curas debían pasar por un vía crucis bu-
rocrático para solicitar la entrega de sus fondos, con resultados gene-
ralmente nulos. Los corregidores les exigían peticiones y memorias que
luego ellos dirigían supuestamente a la Audiencia Real, de la cual debían
tener conformidad para entregar el dinero; con suerte, conseguían que se
nombrara a alguien en Lima para hacer las compras. En caso contrario,
no obtenían respuesta. Un elocuente testimonio de ello lo ofrece el cura
Diego Rodríguez Saavedra, quien refiriéndose a los corregidores decía:

Son tan tardíos y remisos en todo [...] que es cosa de lástima cuan duros
se muestran en esto; porque si lo pueden hacer [entregar los fondos para
la iglesia], cómo se muestran tan avaros del tesoro que pertenece al cul-
to divino, y si no lo pueden distribuir por qué nos engañan diciendo que

30. García Irigoyen 1906: t. IV, 173-174. Por su parte, el cacique de la localidad de Mara-
via, D. Domingo, escribió otra carta informando que “estando la iglesia deste pueblo
sin puertas, yo, mis indios, mis súbditos compadeciéndose de ello y porque no sea
profanada y no entren ganados ni perros hemos dado orden que, a nuestra costa,
se hagan como se han hecho puertas de madera, muy buenas para la dicha iglesia,
porque teniéndolas no habrá ocasión de que los indios, que tienen poco temor de
Dios, saquen los cuerpos de los difuntos, para llevarlos a sus huacas y adoratorios; y
conviene que, pues las dichas puertas se han hecho a costa de nuestra hacienda, y no
a la de la fábrica de la iglesia, siendo así que tiene muchos pesos de fábrica en la caja
de comunidad, vuestra señoría sea servido de mandar que el corregidor de este par-
tido, nos de y pague los pesos de plata que se hubieren gastado en las dichas puertas,
así de madera como de clavazón y hechura de manos; mandando asimismo que la
dicha iglesia sea proveída de ornamentos y de otras cosas que tiene necesidad”. Gar-
cía Irigoyen 19069: t. IV, 174-175. Las quejas de los caciques eran semejantes en los
vecinos corregimientos y en otras partes del arzobispado de Lima y de los obispados
de Charcas y Cuzco. Véase, por ejemplo, la petición de D. Alonso Huacán Potmaca,
cacique y gobernador de la guaranga de Ocros, encomienda de D. Hernando Nino
(corregimiento de Cajatambo), quien se quejaba de que si bien “nosotros contribui-
mos para la fábrica de nuestras iglesias todos los años y tercios que se recoge el tribu-
to [...] no vemos en qué se expende y así tenemos todas nuestras iglesias pobrísimas
de los necesario y de lo que para el tal efecto pertenece; asimismo, padecen nuestros
indios enfermos grandísima necesidad”. García Irigoyen 1906: t. IV, 158. En este mis-
mo tomo se encuentran ejemplos del arzobispado del Cuzco y del de Charcas.

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 429


presentemos ante ellos peticiones y memorias, en razón de esto, como lo
hice hará más de año y medio; y es el mal que ni de esto vemos las más ve-
ces respuesta ni se consigue el reparo de lo templos que tanto deseamos; y
cuanto más son apurados en este negocio, responden que lo tiene enviado o
remitido a la Audiencia Real y, o debe llegar allá las más de las veces, o falta
quien por ventura los solicite.31

Así pues, los indios no podían gastar directamente sus fondos ecle-
siásticos y necesitaban la aprobación de estos, cosa que casi nunca se
concretaba, ni cuando llegaba a las altas instancias de la Audiencia, ni
por mano del corregidor. De hecho, en las cuentas de los corregidores a
las que hemos podido acceder de los años iniciales del siglo XVII, cuando
se tomó la residencia al gobernador —corregidor— de Huaylas, Perez
de Maridueña, hay pocos rastros de partidas destinadas para aderezar
las iglesias. Mientras que las detracciones para el Hospital de Santa Ana,
para la iglesia Catedral y para el seminario —todos ellos en Lima— se
hacían sistemáticamente,32 es difícil encontrar gastos eclesiásticos para
las iglesias locales; las partidas destinadas a la Iglesia eran muy espo-
rádicas, tanto que en el juicio de residencia a Maridueña en los cuatro
años que fue corregidor de Huaylas solo hemos encontrado dos partidas:
una de seis pesos y tres tomines para completar el costo de fabricación
de unos hierros para hacer hostias para la iglesia del pueblo de Macate33
y otra de 612 pesos entregados a los caciques de la reducción de Recuay,
arrancada por ellos al corregidor en virtud de una apelación que hicieron

31. Copa, 6 de febrero de 1585. García Irigoyen 1906: t. IV, 150.


32. Del tipo de las que siguen: “25 pesos 6 t. ensayados que dio e pago al maestro Pareja
visitador eclesiástico por lo que perteneció al colegio seminario de lo que montó el
tomín de hospital deste repartimiento en 4 anios que corrieron desde el principio de
1602 y se cumplieron por Navidad de 1604 y [...]13 pesos, 4 t. y 6 g. ensayados que
dio e pago a Bernardino Melendez comisario par la cobranza de la quarta que se paga
al ospital de Santa Ana en virtud de la provisión del Conde de Monterrey y los pago
para en quenta de 165 pesos 6 tomines que cupieron de la dicha quarta a esta caxa de
que doy carta de pago y la dicha provision y autos que sobre ello se hicieron que esta
en la data de salarios de caciques [...]”.
Revisión de las cuentas de los tributos de la encomienda de Recuay. AGN, Juicios de
residencia, 19, e. 50.
33. Revisión de las cuentas de tributos de la encomienda de Huaylas (descargo de lo
tocante a la fábrica de la iglesia). AGN, Juicios de residencia, 19, e. 50, f. 38.

430 | MARINA ZULOAGA RADA


a instancias superiores gracias a la que consiguieron una provisión de D.
Luis de Velasco, que pagó a D. Nicolás de Valderas, administrador de los
censos de los indios, para que con ellos comprasen ornamentos y cam-
panas para las iglesias de la doctrina de Chaucayan.34
Según denunciaron algunos de los caciques de la reducción de Re-
cuay, los corregidores tampoco cumplían con utilizar los fondos de la
contribución del tomín para los hospitales, que estaban descuidados y
desprovistos, al decir del cacique de Maravia, “de medicinas, camas y lo
demás que es justo que se halla en el para que e curen los indios enfer-
mos y pobres”.35 La situación en Sucha, localidad de la misma reducción
de Recuay, era similar.36
Sin embargo, si nos remitimos a las cuentas presentadas en su jui-
cio de residencia por Perez de Maridueña, el corregidor de Huaylas era
aparentemente más cumplido con los hospitales. En ellas aparece re-
gularmente el pago del salario anual de un cirujano prorrateado entre
todas las cajas del corregimiento y más esporádicamente el reparto de
“regalos” para los enfermos que consistían generalmente en alimentos
como miel, aceite, azúcar y vino. Sin embargo, preguntados los caciques
y tributarios de todas las reducciones de Marca, Huaraz, Recuay y Hua-
ylas, coincidieron en señalar que el cirujano Juan de Paz, residente en
Yungay, nunca había ejercido tal profesión entre ellos a pesar de cobrar el
salario; más bien, cuando visitaba sus respectivas circunscripciones era
para atender sus negocios comerciales. Este cirujano era en realidad un
allegado del corregidor que lo acompañaba en sus visitas a las diferentes
localidades del corregimiento,37 y hermano de un prominente vecino de

34. Descargo AGN, Juicios de residencia, 19, e. 50, f. 153.


35. García Irigoyen 1906: t. .IV, 174-175.
36. “[p]or nos y en nombre de los demás indios nuestros sujetos de los dichos pueblos
decimos que nosotros y los dichos indios pagamos y contribuimos en cada un año,
cada indio con un tomín ensayado para el hospital y es así que en estos nuestros
pueblos no tenemos hospitales ni se nos da cosa ninguna para curar nuestras en-
fermedades, ni medicinas para el dicho efecto”. Carta de los curacas y gobernadores
del pueblo de Loris y D. Diego Matua, D. Diego Llacja Anampa y D. Carlos Guamal
Llibiac, caciques del pueblo de Sucha. García Irigoyen 1906: t. IV, 173-174.
37. Los caciques de Huaraz coincidían en su testimonio con los de Recuay e hicieron la
siguiente declaración sobre este punto: “y asimesmo an oido decir que el dicho Perez
de Maridueña a hecho algunas pagas de lo procedido del tomin de ospital a Juan de

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 431


Yungay, Alonso de Paz, dueño de estancias y empresas.38 En fin, el ciruja-
no era un fraude. Veamos la declaración de los caciques de Recuay:

[…] y que saben tienen cirujano para curar los enfermos de las dichas tres
guarangas que es un Juan de Paz que vive en el pueblo de Yungay y que aun-
que algunas veces va a los pueblos de las dichas tres guarangas pasa de largo
tratando y contratando cosas de su provecho en [vez de] detenerse a curar
los dichos enfermos y solo pretende que se entienda va a los dichos pueblos
para con este título cobrar su salario sin aberlo servido ni merecido atento
a lo qual los dichos caciques piden se quite a dicho cirujano pues a ellos no
les da provecho ningunos.39

Los repartos eran esporádicos. Los indios se quejaban también de


que, si bien en alguna oportunidad el corregidor había cumplido con la
entrega de los regalos para los enfermos, ello no lo había vuelto a hacer:

Después de que está en esta provincia el dicho Melchor Pérez de Maridueña


les a dado para los indios enfermos de las dichas tres guarangas a la gua-
ranga de Ichochonta de que es gobernador el dicho D. Miguel 10 botijas
de vino, 8 botijas de miel, dos botijas de aceite, 7 cajetas de conserva de
membrillo, y una arroba de azúcar y a la guaranga de Allaucapoma de que
es cacique D. Baltasar Libiac Hananpa 5 botijas de vino, 4 de miel, 4 cajetas
de carne de membrillo y 1 arroba de azúcar y a la guaranga de Hichopoma
de que es gobernador D. Cristóbal Collas 4 botijas de vino, 3 botijas de
miel, 4 cajetas de carne de membrillo y 1 arroba de azúcar[…] lo qual esta
en poder de los mayordomos del hospital de algunos de los pueblos de las
dichas guarangas y gastado la mayor cantidad y algunos pueblos no tienen

Paz maestro cirujano desta provincia por nombramiento que tiene del senior D. Luis
de Velasco visorey que fue destos reinos la qual paga no se le debia de haber hecho
por na aver acudido a curar los enfermos deste pueblo porque aunque a venidoa este
pueblo a sido a aconpanando al dicho gobernador y a tomar certificación de su ve-
nida sin acudir a la necessidad de los enffermos ni cumplir con su obligacion porque
su asistencia es en el pueblo de Yungay atento a lo qual los dichos caciques piden quel
dicho cirujano se quite pues a ellos no se les sigue provecho ninguno de la costa y
salario que lleva [...]”. AGN, Juicios de residencia, 19, e. 50, f. 100v.
38. Visita de Yungay. Cuarta visita de Mogrovejo, 1604. Libro de visitas... 2006: 354.
39. AGN, Juicios de residencia, 19, e. 50, f. 60v.

432 | MARINA ZULOAGA RADA


cosa ninguna porque aunque el dicho MPM dijo se lo auia de repartir no se
lo auia enviado.40

Otra estrategia seguida por el corregidor de Huaylas para controlar


mejor los fondos tributarios e impedir a los caciques su acceso a ellos fue
la centralización de las cajas de comunidad. Según el juicio de residencia
hecho al corregidor Melchor Perez de Maridueña, este mencionó que es-
taban todas reducidas en una que se encontraba en Yungay, en su propia
vivienda.41 Veamos sus propias declaraciones:

[…] que todas las caxas de los dichos repartimientos [se refiere a las enco-
miendas de Huaylas, Marca Huaraz y Recuay] estan reducidas a una que
es la que esta en este pueblo de Yungay y las llaves dellas las a tenido una el
dicho Melchor Perez de Maridueña y otra un alcalde y un regidor del pueblo
de Caras donde el dicho Melchor Perez de Maridueña a rresidido la mas del
tiempo que ha residido en esta provincia y que de poco tiempo a esta parte
se mudo a este pueblo de Yungai y que en esta conformidad y orden halló
las dichas caxas en tiempo que tomo rresidencia a Joan Baptista de Valencia
su antecesor y que en la dicha caxa estan los libros y quentas de los dichos
rrepartimientos.42

Así, si bien la propia legislación toledana había previsto que tanto


los caciques como los alcaldes de cada una de las reducciones tuvieran
derecho a disponer de una de las tres llaves de la caja de comunidad local
donde debían depositarse esos bienes, estos no se encontraban en las ar-
cas locales, y en consecuencia no eran accesibles para ellos. Cuando en el
mismo proceso judicial se fueron visitando las cajas de comunidad loca-
les, ellas estaban obsoletas. La caja de Recuay resultó ser la que estaba en
una peor situación, pues los corregidores anteriores les habían quitado
a los caciques y alcaldes las llaves que les correspondían: “Las llaves de

40. Testimonio de los caciques de Recuay. AGN, Juicios de residencia, 19, e. 50, f. 101v.-
102; los testimonios de los caciques de las encomiendas de Huaylas, Marca y Huaraz
son del mismo tenor.
41. Efectivamente, en la cuarta visita del arzobispo Mogrovejo en 1604 aparece viviendo
en Yungay el “gobernador [corregidor] Melchor Perez de Maridueña con su mujer e
hijos y servicio de indios y negros”. Libro de visitas... 2006: 354.
42. 28 de agosto de 1605. AGN, Juicios de residencia, 19, e. 50, f. 8.

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 433


tres serraduras an estado y estan en poder del dicho Melchor Perez de
Maridueña o sus tenientes porque los dichos caciques no las an tenido
en su poder después que el dicho M. Perez de Maridueña esta en esta
provincia”, sino que la intromisión en las llaves de las cajas era de larga
data y se había violentado incluso una de las cerraduras: la cerradura que
faltaba según declararon los caciques “esta en poder de Joan Rodríguez
mena que la saco y quitó de la caxa siendo teniente de gobernador en
el tiempo que lo fue Joan Baptista de Valencia”. El nuevo corregidor D.
Felipe de Lezcano hizo traer a su presencia la caja de Recuay para abrirla
con solemnidad:

Y en presencia de todos los caciques y principales del dicho rrepartimiento


se abrio dicha caxa la una cerradura de dos que tiene con una llave que esta
en poder del dicho gobernador D. Felipe de Lezcano que en el pueblo de
Yungay se la había dado y entregado M. P. De Maridueña su antecesor y la
otra cerradura se descerrajó y aviendo abierto la dicha caxa se hallaron en
ella unos legajos de papeles antiguos y de cuentas de tributos y bienes de
comunidad y no parecio auer otra cosa y se volvio a serrar [...] y mandó
a D. Alonso Quispibilca hijo de D. Martín cinque difunto en cuyo poder
y custodia estado la dicha caxa y llave que dentro de quince dias primeros
siguientes se mande hacer otra llave.43

En el resto de las cajas las llaves las tenían en la mayoría de los ca-
sos, además del corregidor, el cacique y el alcalde, como lo señalaban las
ordenanzas toledanas, pero de nada les servían, pues estaban sin fondos,
así que en Marca la llave del cacique estaba perdida hacía tres años y me-
dio a la muerte del cacique principal D. Francisco Maeco Yaniax, que la
había tenido en su poder, y nadie se había preocupado en encontrarla.44

43. AGN, Juicio de residencia, 19, e. 50, f. 58.


44. “Que la caja de comunidad del repartimiento y encomienda esta en este dicho pue-
blo en casa del dicho D. Martin Xambo Taica y las llaves de tres cerraduras an estado
y estan la una en poder del dicho M. Perez de Maridueña (corregidor) y la otra tiene
el dicho D. Martin Xanbo Taica y la otra avra tres anios y medio que falta que se per-
dio en poder de D. Francisco Maeco Yaniax difunto cacique principal que fue deste
dicho pueblo con la cerradura de la dicha caxa la qual no tiene dinero ninguno ni
lo atenido de mucho tiempo a esta parte y que los tributos de la dicha encomienda
los an cobrado de los yndios tributarios los caciques pachacas y piscapachacas con el

434 | MARINA ZULOAGA RADA


La caja de Huaraz, por ejemplo,

[...] estaba vacía sin libros, papeles rreales ni otra cosa y se volvió a cerrar
con las dichas tres llaves que quedo en poder del gobernador [corregidor] y
del dicho D. Hernando Marcapoma y la que estaba en poder de Isabel Cusi
[viuda del anterior alcalde] se la dio al dicho D. Juan Carvallanque alcalde
de este pueblo [...].

Los caciques de Marca señalaron que su caja no tenía dinero “ni


lo ha tenido en mucho tiempo”. Lo mismo declararon en Recuay. En el
mejor de los casos, únicamente se encontraron en ellas papeles viejos,
principalmente de cuentas de bienes de comunidad antiguos, como en la
caja de Huaylas y de Recuay. Por lo mismo, la custodia de las cajas estaba
abandonada.
Impedidos de utilizar los fondos tributarios, los caciques hubieran
echado mano de buena gana a sus fondos de comunidades que, aunque
estaban previstos para cubrir gastos de tipo civil, según ellos bien po-
drían utilizarse también para los eclesiásticos. Sin embargo, los corregi-
dores también los retenían. Así lo explicaban los caciques de Sucha:

Demás de esto [la parte de los tributos destinados a iglesias y hospitales]


tenemos muchas haciendas de comunidades, así ganados de Castilla que
apacentamos en nuestras tierras y hacemos muchas chácaras de comunidad
en las cuales trabajamos no tan solamente los hombres mas antes las muje-
res, muchachas y viejas y de lo procedido de ellas lo guardamos en la caja de
Recuay y de ello no nos aprovechamos en cosa ninguna; así para nuestras
necesidades de faltas de tributos, de los indios muertos, huídos, enfermos
e impedidos hemos menester echar derramas nuevas para el cumplimiento
de ello y en especial para la limosna de la Santa Cruzada, que como somos
tan pobres y necesitados no tenemos para dar la dicha limosna y así no

dicho D. Martín gobernador de dicho repartimiento (y se lo an pagado al teniente de


gobernador que además tenía un poder de Hdo de Torres para cobrar sus tributos)
y no se han metido en la caxa y solo saben que por su orden y en virtud de sus man-
damientos los dichos caciques an pagado el signodo y estipendio a los dos sacerdotes
que doctrinan los pueblos de la dicha encomienda y que la dicha caxa no a tenido ni
tiene mas guarda que auer estado en cassa del dicho gobernador”. Testimonio de los
caciques de Marca. AGN, Juicios de residencia, 19, e. 50, ff. 136-136v.

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 435


tomamos la dicha Santa Bula, ni la toman, sino son muy pocos indios e in-
dias ninguna y no gozamos de las indulgencias de Su Santidad y privilegios
que los Santos Pontífices nos han concedido y conceden pues según dere-
cho, los bienes de comunidad se han de distribuir en estas cosas y socorros
de pobres, e iglesias e hospitales y en la dicha caja hay más cantidad de diez
mil pesos […].45

Efectivamente, tampoco estaban a salvo de los corregidores los fon-


dos comunales para cubrir gastos inmersos en la jurisdicción civil, que
según testimonios de los indios y la documentación, eran cuantiosos y
abundantes (ver cuadro 2).

Cuadro 2
COMUNIDADES (JURISDICCIÓN CIVIL) EN LA ENCOMIENDA DE HUAYLAS
SEGÚN LAS VISITAS DE MOGROVEJO

Asentamientos urbanos Comunidades Comunidades


Estancia de ganado de
Yungay Obraje de comunidad
comunidad
Carhuaz
Estancia de pobres de 300
Caraz
cabezas de ganado
GUACTA
Obraje de comunidad
San Pablo de Mato
administrado por el
encomendero
Obraje de comunidad Estancia de ganado de
Huaylas
(un telar y 38 tornos) comunidad
Estancia de ganado de la
Macate Estancia de pobres
guaranga de tocas
Santa Ana de Uchup
Lampani

Fuente: Segunda y cuarta visitas de Mogrovejo, 1593 y 1604 respectivamente

45. García Irigoyen 1906: t. IV, 173-174.

436 | MARINA ZULOAGA RADA


No solo los corregidores miraban con avidez las comunidades y
trataban de usar sus bienes para sus fines. La presión sobre esas propie-
dades indígenas se fue intensificando cada vez más desde las reformas
de Toledo, quien, como ya mencionamos, tendió a ponerlas en manos
de administradores españoles, volviéndolas inaccesibles para los indios.
Tampoco podían echar mano de otros bienes de comunidad tales como
ganados y tierras, por estar inmovilizados por los corregidores en las
cajas de comunidades.
A mediados de la década de los años 1580, la Corona también hizo
sentir su interés por los bienes de los indios, y en 1588 el rey creó la Caja
de Censos, so pretexto de poner las comunidades a salvo de la codicia de
los corregidores:

[…] habiendo entendido que normalmente los indios tienen plata de sus
comunidades procedida del ganado y tierra y otras cosas y de la parte de
tributos que el virrey D. Francisco de Toledo aplicó a buenos efectos y que
generalmente los corregidores se aprovechan de esto con tanto exceso y ve-
jación de lo dichos indios que sería mejor no tenerlos.46

La idea de esta innovación era que los intereses generados por el


capital puesto en la Caja de Censos por las autoridades indígenas —pro-
veniente de los censos que tenían por los legados de las restituciones y
otros y por la imposición a censo de algunas cantidades acumuladas en
las cajas de comunidades o vendidas de su patrimonio—sirvieran para
financiar sus gastos tributarios.
Muchos fondos comunales fueron puestos en dicha caja, que sir-
vió como fuente de crédito para financiar el crecimiento de la economía
local, sedienta de capital. Sabemos que en Huaylas algunos fondos de
comunidades ingresaron en este sistema — en una relación dada en 1605
aparecen mencionadas las comunidades de Yungay, Guaras, Recuay y
mitimaes de Recuay.47

46. Cebayos 1962: 272.


47. “Quenta del principal y reditos de los censos que a pagado y devido pagar a la caxa
de Yndios desta Rl Audiencia pertenecientes a diversas comunidades [el principal era
un total de 249.620 pesos y los réditos sumaban 11.151]”. AGN, Real Audiencia, Caja
de Censos, legajo 2, f. 25.

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 437


A pesar del alto interés al que se prestaban estos capitales, los caci-
ques pronto pudieron comprobar que esta nueva instancia solo suponía
una nueva forma de control y un mecanismo más a través del cual se les
impedía disponer libremente de sus bienes para administrarlos y gastar-
los según sus propios intereses y conveniencia.
Efectivamente, algunos indicios permiten suponer que ni los admi-
nistradores, ni las cajas de censos funcionaban a fines de siglo en bien
de los indios con cuya finalidad habían sido impuestos —los primeros
para evitar los abusos de los caciques y las segundas los de los corregido-
res—. Ambas autoridades fueron relegadas del control y administración
de estos fondos comunitarios, pero ello no necesariamente procuró un
mayor rendimiento a las comunidades de los indios; más bien benefició
a numerosos allegados de los virreyes, a quienes se les cedía la admi-
nistración, y a otros españoles que pudieron acceder ventajosamente al
crédito para financiar sus empresas.
A fines de a década de 1580, el visitador Alonso de Bonilla se que-
jaba amargamente de las prácticas fraudulentas de los administradores
puestos por el virrey Conde de Villar, quienes fundaban “haciendas
propias suyas semejantes para embeber las de los indios sin dejarles las
propias” a la vez que tenían “tratos y granjerías con los bienes de dichas
comunidades, encareciendo con ello las comidas y vestidos de los indios
y comprándoles y tornándoles a vender sus propias cosas”.48
En el caso de los capitales invertidos en la caja de censos, los indios
no tenían acceso a los réditos que les correspondían y veían impoten-
tes que no se efectuaba el pago correspondiente de sus tributos por los
funcionarios de la Caja. Velasco intentó resolver este problema en 1603,
ordenando que los indios de los repartimientos que tuvieran capitales
en la caja de censos se vieran eximidos del pago del tributo, pues debía
ser pagado puntualmente de las rentas de sus comunidades, y si ellas no
cubrían el total se les descontara la parte correspondiente. Sin embargo,
años después, en 1610, esta orden todavía no se cumplía.49

48. Citado por Escobedo 1997: 109.


49. Provisión de D. Luis de Velasco dada en Los Reyes el 3 de diciembre de 1603 inserta
en un expediente judicial de 1610: expediente seguido por Don Diego Gutierrez de
Mendoza, protector de los naturales de la provincia de Xauxa en nombre de los ca-
ciques principales del repartimiento de Hananhuanca para que sean socorridos los

438 | MARINA ZULOAGA RADA


La reestructuración del patrimonio de las comunidades
en la década de 1590

Hacia 1590, la situación era crítica: una gran parte del patrimonio co-
munal estaba fuera del control de los caciques, inmovilizado en la caja
de comunidad a merced de los corregidores, en manos de los adminis-
tradores españoles o en la Caja de Censos. Sin embargo, caciques y curas
no estaban dispuestos a dejar las cosas en ese estado, así que buscaron
la manera de reorganizar su patrimonio sobre la base de sus intereses.
Contaron para ello con una poderosa aliada: la Iglesia, representada por
sus curas y liderada por el arzobispo Mogrovejo, dispuesto a enfrentar
en las altas instancias de la justicia colonial y sobre el terreno las conse-
cuencias de la reforma impuesta por Toledo y revertirla.
No es el momento ni el lugar de describir con detenimiento el apa-
sionado enfrentamiento entre las jurisdicciones civil y eclesiástica, que
tuvo entre sus batallas más virulentas la que puso frente a frente a varios
corregidores con el propio arzobispo por el control de los bienes de fábri-
ca de la Iglesia (para obras y ornamento de la Iglesia) y los hospitales en
varios corregimientos del arzobispado de Lima, entre ellos el de Huaylas.
Baste mencionar que el obispo argumentaba que eran bienes espirituales
que correspondían a su jurisdicción, mientras que los oidores y corregi-
dores negaban este carácter espiritual, pues si bien dichas rentas tenían
fines eclesiásticos, las entregaban los indios de tributo —“conforme a las
tasas que por mandado de vuestra real alteza se hacen”— y se aferraban
al Real Patronato.
La intervención del arzobispo tuvo como fin reclamar el retorno
jurisdiccional de los bienes de comunidad con fines religiosos al ámbito
eclesiástico —lo que implicaba su fiscalización—. Ello lo hizo librando
arduas batallas legales con la Audiencia y los virreyes, y tomando cuen-
tas a los corregidores de los bienes eclesiásticos de la caja de comunidad
en sus visitas a los corregimientos de su obispado. Ambas estrategias
darían finalmente resultados en los inicios de la década de 1590. El año
de 1591 traería ciertos avances significativos para el arzobispo en esta

indios tributarios en sus pagas con los réditos que producen los censos que tienen en
la Ciudad de los Reyes. AGN, Real Audiencia, Caja de Censos, legajo 3, e. 1, f. 2-2v.

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 439


materia, uno de los cuales fue la reiteración en el IV Concilio Limense
terminado en marzo 1591 de la orden de que

[...] los visorreyes ni otros ministros seglares no se entrometan en la visi-


ta de los bienes de las Iglesias y hospitales “ansi indio como españoles” ni
a nombrar ni quitar mayordomos en las dichas iglesias y hospitales “de-
jándolo todo a los jueces eclesiásticos” a quienes pertenece de derecho en
conformidad de lo proveido por el anto Concilio de Trento y cédulas de su
Majestad que acerca de los susodicho hablan, procediendo los ordinarios
contra lo impedidores y perturbadores con todo rigor de derecho.50

La definitiva aprobación del III Concilio Limense según una cédula


dada en San Lorenzo el 18 de septiembre de 1591 y la cédula dada en
1592 que confirió a los obispos la facultad de tomar las cuentas de las
donaciones y fundaciones hechas por los indios para los hospitales, ca-
pellanías y obras pías vinieron a consolidar una cierta seguridad jurídica
de los bienes que los indios pusieran bajo el abrigo de la jurisdicción
eclesiástica para esos fines. Al año siguiente, el arzobispo, al parecer ya
sin resistencia, visitó sistemáticamente los bienes y rentas que las llama-
das fábricas de las iglesias, cofradías y hospitales tenían en cada una de
las doctrinas fomentando su cuidado y aumento. En adelante, y a pesar
de nuevas ofensivas del ámbito civil, esta situación se mantuvo durante
toda la época colonial: los bienes de fábrica, cofradías y hospitales ad-
ministrados por los mayordomos indígenas quedaron definitivamente
sujetos a la fiscalización de las autoridades eclesiásticas, sin que pudieran
intervenir las civiles.51

50. Capítulo VII del Cuarto Concilio Provincial Limense.


51. En el V Concilio Limense que se hizo en 1604 el arzobispo ya no introdujo ningu-
na disposición sobre este tema que, al parecer, encontraba resuelto. Sin embargo,
Mogrovejo (y con él los indios) siguieron quejándose de la intromisión de los co-
rregidores en los fondos tributarios de fábrica y en los recabados a través del tomín
para los hospitales que seguían siendo controlados por los corregidores que seguían
utilizándolos para otros fines. Lohmann señala que en 1604 el rey emitió una cédula
en la que encargaba al virrey Velasco “poner coto a los daños e inconvenientes que se
derivaban de la proclividad de los corregidores a valerse para sus negocios particula-
res del dinero que se recaudaba específicamente para atender los gastos del culto y la
manutención de los nosocomios indígenas”. Lohmann 2001: 430.

440 | MARINA ZULOAGA RADA


Conseguida la estabilidad jurídica al amparo jurisdiccional ecle-
siástico, la iglesia, los hospitales y las cofradías indígenas fueron dotados
paulatinamente por los indios. Como hemos visto, los indios disponían
de la capacidad de generar bienes propios para estos fines eclesiásticos u
otros que tuvieran que ver con su bienestar y expandir su patrimonio,
pues seguían controlando el aparato fiscal básico (los caciques podían
pedir contribuciones especiales en dinero, especies y trabajo) y la orga-
nización de la mano de obra.
Desde los primeros años de la década de 1590, los caciques auspicia-
dos por el arzobispo y los curas fueron incrementando el patrimonio de
estas instituciones coloniales. Las formas en que ello se hizo fueron va-
rias. El propio arzobispo aprovechó sus visitas por todo el territorio para
emitir órdenes de compras con este fin. Por ejemplo, al visitar los bienes
de fábrica de la iglesia de Carhuaz, que tenía 115 cabezas de ganado ove-
juno en ese momento, ordenó que se compraran otras 319. Otro meca-
nismo utilizado para expandir el patrimonio de iglesias y hospitales fue
aprovechar las composiciones de tierras llevadas a cabo justamente en
la década de 1590 para adjudicarles tierras en propiedad. Por ejemplo,
la iglesia del pueblo de Mato había acrecentado sus rentas gracias a las
“cuatro fanegas de tierras de sembrar trigo y maíz que se la dio el maestro
Valderrama, juez de la composición de las tierras que fue de este valle, y
que tenía arrendadas por cuatro cientos pesos de a nueve reales y cuatro
años Carlos Fernández Arragozle”. Por su parte, los indios, de forma
particular o en común, solían dotar a sus instituciones de bienes propios
mediante donaciones, como en el caso la cofradía de Nuestra Señora del
Rosario, que tenía “unas tierras de pan llevar de dos fanegadas que las
dieron los indios del dicho pueblo e hicieron donación dellas a la dicha
cofradía”.52 En fin, todo este patrimonio asignado a iglesias, hospitales
y cofradías provenía siempre de los recursos comunitarios controlados
por los indios, y se realizaba mediante diferentes modalidades: asigna-
ción de tierras por parte de los caciques, compras, traspaso de bienes
comunitarios civiles hacia los eclesiásticos o donaciones particulares.
Las sucesivas visitas de Mogrovejo a las doctrinas de Huaylas, en
las que anotaba detalladamente las propiedades de iglesias y hospitales,

52. Libro de visitas... 2006: 348.

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 441


constituyen un verdadero registro de la riqueza de dichas instituciones
(véanse cuadros 3, 4 y 5). A continuación mostramos un panorama del
patrimonio de las instituciones eclesiásticas en Huaylas a finales del siglo
XVI y principios del XVII.
Durante este período, la institución más generalizada y rica en las
doctrinas y localidades del arzobispado de Lima eran las iglesias; desde
luego, durante las últimas décadas del siglo XVI, los indios dedicaban
una gran parte de sus esfuerzos a construir, refaccionar y adecentar sus
iglesias, y estaban dispuestos, como hemos visto, a sufragar su manteni-
miento y el del culto a través de costosas contribuciones (derramas). Sin
embargo, la necesidad de tener rentas estables y regulares para solventar
las necesidades específicas y habituales derivadas del culto y la posibili-
dad de ponerlas bajo la protección eclesiástica llevó a que las autoridades
indias destinaran bienes —casi siempre ganados— a la Iglesia que cons-
tituyeran un patrimonio permanente.
Así, a fines del siglo XVI, casi todas las iglesias de Huaylas disponían
de rebaños de ovejas (algunos de cabras). Algunas de ellas eran muy
ricas. Muestra de ello es la iglesia de Pararín, que a inicios del siglo XVII
disfrutaba de un gran patrimonio, al punto que los mayordomos de sus
bienes y ganados de ovejas de Castilla, D. Juan Martin, cacique y gober-
nador del dicho pueblo, y D. Juan Casavilca, indio principal del mismo
junto con un compañero D. Juan Cochachin, a quien pagaban su tributo
“por ser tributario y acudir a hacer el dicho oficio de administrador”,
habían entregado dinero a Juan de la Presta, un mercader “a quien le
habían dado para llevar a la ciudad de México y en ella comprar para la
Iglesia deste pueblo dos imágenes de bulto de San Juan y Nuestra Señora
de la Candelaria que por no haberse hecho ni haberse traido las dichas
imágenes [...]”.53

53. AAL, Causas civiles, legajo 12, e. 26, f. 5v. Los gastos de la Iglesia en este momento
(1611) eran variados y podemos hacernos una idea de ellos a través de las cuentas
presentadas por los caciques que pagaban de esos fondos al seminario, los derechos
de ocupación y escritura de hacer las cuentas del visitador. “10 libras de cera labrada:
4 para las festividades de San Juan Bautista advocación del pueblo y para Nuestra Sra
de la Candelaria a 20 reales y las 6 restantes para un cirio pasqual de la dicha cera la-
brada que comparaon a 14 reales por libra para las fiestas y solemnidad de la Pasqua
y Resusrrección; 3 libros blancos y papel que compraron el primero para asentar en
el canto llano y el segundo para asentar en el canto de órgano y el último para asentar

442 | MARINA ZULOAGA RADA


Poco conocemos en estas fechas sobre la administración de estos
bienes y rentas, pero generalmente solían ser mayordomos de estos, como
hemos visto en el caso anterior, los indios caciques y principales, aunque
debían rendir cuentas al cura y al obispo. La propia Iglesia, en sucesivos
concilios, fue normando el procedimiento de la siguiente manera:

En conformidad de lo proveído por el Concilio Provincial que así lo dispone


en la Sección Segunda, capítulo 85 del año de 67, ahora nuevamente reno-
vado por el Concilio Provincial de 83, es que juntamente con el cura de la
doctrina, se nombren dos indios principales por mayordomos, que tengan
en guarda las cosas de la iglesia y den cuenta al visitador por su libro y me-
tiéndose el dinero que hubiere por los mayordomos dentro de tercero día
en la arca de tres llaves, que para ello hade haber conforme el capítulo 31 del
Concilio Provincial de 83 en la contaduría.54

Cierto que esta administración compartida constituyó desde sus


inicios una fuente de problemas entre ambas instancias. Uno de los
más recurrentes era la apropiación indebida del patrimonio de iglesias
y hospitales por parte de los curas. Por ejemplo, el padre Pedro López
de Figueroa, cura de Pararín, fue acusado por su sucesor, el padre Juan
Juárez de Toledo, de apropiarse de “cantidad de plata y ganado que no
se le había entregado como beneficiado y mayordomo de la doctrina y
por no haber dado cuenta de ellos”. Al parecer se trataba de 500 pesos
ensayados que se negó a entregar “diziendo que de allí precisa para lo
que deuiere dilatandolo muchos días sin hacer la dicha paga”, y por ello
se le encarceló.55
Durante el siglo XVII, estas tensiones y problemas entre curas y
caciques por el control del patrimonio eclesiástico se fueron agudizan-
do. Una vez seguros de la situación jurídica de los fondos de fábrica y

las partidas por los cassados y bapticados naturales del dicho pueblo. Varas de tela
de que se hicieron 3 sobrepellices para servicio de los nonacillos que sirben al culto
divino, 2 candeleros y 2 matahumos. Finalmente, el salario de los 8 pastores, chicha
por la ocupación y trabajo que tuvieron en reparar y cubrir de nuevo en donde era
necesario el techo de la Iglesia”.
54. García Irigoyen 1906: 189-190. Así continuó siendo, por lo general, durante todo el
siglo XVII.
55. AAL, Causas civiles, legajo 2, e. 4, 1596.

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 443


hospitales, los obispos y los curas no solo se hicieron de su control, sino
que captaron una parte significativa de ellos. El arzobispado trató de
tomar una parte de estas rentas eclesiásticas a través de la implantación
del diezmo, impuesto que los indios consideraban ilegal y que durante
mucho tiempo se resistieron a pagar “por ser obras pías de caridad y
limosna”.56 Los curas, por su parte, se beneficiaron de este patrimonio
gracias a la fijación de un porcentaje denominado la quarta, que cobra-
ban como administradores de los bienes, o mediante la simple apropia-
ción de estos. Los caciques tuvieron que buscar entonces nuevas opciones
para poner a salvo sus bienes. El siglo XVII está presidido por las luchas
de los indios por preservar sus fondos de bienes eclesiásticos de la codicia
de los eclesiásticos y por la búsqueda de autonomía en el manejo de sus
bienes. Fue entonces cuando se multiplicaron las cofradías, instituciones
que lograron eludir algunos de estos problemas.
Las otras instituciones que tenían un patrimonio considerable eran
los hospitales y las casas de pobres,57 que con diferentes nombres cons-
tituían sistemas de beneficencia pública destinados a paliar la pobreza y
enfermedad de los indios. En nuestra área eran términos prácticamen-
te intercambiables, pues allá donde no había hospitales, que era lo más
generalizado, habían instituido casas de pobres; así ocurría en Caraz,
Carhuaz y Macate, donde no había hospitales pero sí casas de pobres
establecidas por los frailes, que tenían los fines similares de atender a
pobres y enfermos con procedimientos semejantes (como el reparti-
miento de bienes). Al contrario que por su iglesia, los indios mostra-
ron poco interés por sus hospitales (en el aspecto médico, no así en el

56. AAL, Diezmos, legajo VI, e. 12. Los indios del pueblo de San Damián sobre los diez-
mos de la estancia de ganado del hospital. Ver también la queja del cobrador de
diezmos de Yauyos en 1623 y la negativa de los indios y sus sacerdotes a pagar diezmo
del ganado de sus hospitales y cofradías alegando que los ganados de hospitales y
cofradías no deben pagar diezmo. Diezmos, legajo 6, e. 9. Lo mismo los indios de
Huaylas en 1627-1628. Diezmos, leg. 8, fols. sueltos y “autos sobre el derecho que
tiene la iglesia de Lima al cobro del diezmo de las semillas y ganados de las fábricas de
las iglesias y cofradías de las iglesias del partid de Huaylas”, 1643. Diezmos, leg. XVI.
57. En el Antiguo Régimen había un sistema de beneficencia complejo y articulado
(compuesto por hospitales, hospicios, refugios, casas de misericordia, de expósitos,
silos, dotes a huérfanas, socorros a pobres, arcas de misericordia, cofradías, fundacio-
nes docentes, etcétera). Sarasa 1985: 8.

444 | MARINA ZULOAGA RADA


financiero) y por la medicina occidental; más bien seguían recurriendo
a sus sacerdotes.58
No les faltaban razones para su desconfianza. Definitivamente, sal-
vo algunas excepciones, los hospitales no estaban preparados ni fueron
utilizados para la cura de las grandes epidemias de viruela que asola-
ron la zona en el último tercio del siglo XVI. Ello no significó que se
abandonara la sanidad de los indios, más bien se optó por el socorro
domiciliario a los enfermos, que consistía en el reparto de medicamen-
tos “que luego se entregaban a los enfermos para que atendieran al res-
tablecimiento de su salud en su propio domicilio”.59 Más que medicinas,
los corregidores entregaban, como hemos visto anteriormente, ciertos
alimentos para enriquecer la dieta de los enfermos. Era tal vez el gasto
que ellos estaban más dispuestos a hacer, pues les permitía realizar sus
operaciones mercantiles.60
Generalmente, estos alimentos (también denominados “regalos”)
eran entregados por el corregidor a los caciques, quienes no siempre los
repartían entre los enfermos, sino que a veces los usaban en los banque-

58. Eran estos “cirujanos, barberos que curan y sangran y saben de las enfermedades y
llagas, de las yerbas con que se han de curar, y medicinas y purgas de estos reinos,
curan tan bien como un doctor o licenciado en medicinas y dicen que todas las en-
fermedades proceden de dos cosas que tienn los hombres, calor o frío; en cualquier
enfermedad y las dichas mujeres beats y comadres, médicas que ayudan a bien parir a
las mujeres preñadas y algunas curan los desconcertados, las coyunturas y otras enfer-
medades a estos dichos indios les ponen en pleitos”. Guaman Poma 1987: t. II, 676.
59. Lohmann 2001: 425. El socorro domiciliario no era una práctica privativa del ámbito
andino, sino que ella era habitual en la Península como en los hospitales de La Rioja
en el siglo XVIII, donde los 35 hospitales sanitarios repartían sus rentas “en socorros
domiciliarios, no sólo por la mayor comodidad del asistentente, sino por la mayor
demanda de los asistidos”. Sarasa 1985: 14.
60. Ello mereció una disposición específica para frenar este abuso “porque he entendido
que no se cumple lo que está mandado en las ordenanzas y provisiones que en su
conformidad están dadas, de que se provea a los hospitales de Medicinas, dietas para
la cura de los enfermos y lo que se les dan, es lo mas en vino para […] las grangerías
que los Corregidores y sus Tenientes, criados y allegados tienen, proveyendo en ello
de remedio, os mando que en cumplimiento de las dichas provisiones y ordenanzas
proveais a los dichos hospitales de las medicinas, y dietas necesarias para la cura, y
regalo de los enfermos, sin que les deis ni consintais les den mas vino del que fuere
precisamente necesario para los enfermos”. Los Reyes, 12 de septiembre de 1617,
firmado por D. Francisco de Borja por mandato del virrey.

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 445


tes que periódicamente ofrecían en las plazas públicas con sus indios.61
Cuenca había prohibido la realización de estos banquetes expresamente
en sus ordenanzas, pero Toledo había restituido a los caciques esta pre-
rrogativa, que tenía una vieja data entre los indios.62 Con los hospitales
obsoletos y el poco interés que había por ellos, podría pensarse que, salvo
en los casos en que hubiera una donación expresa, los bienes de los hos-
pitales se habrían ido extinguiendo, sin embargo, en la últimas décadas
del siglo XVI su patrimonio se mantuvo y aumentó, y en muchos casos se
inició a fines de siglo (en Recuay, Aija, Sucha, Huaraz). Esta aparente pa-
radoja se explica porque la asignación de patrimonio para los hospitales
constituía una forma legal e institucionalizada de mantener fondos co-
munales propios gestionados autónomamente (aun con la fiscalización
de los curas) por los caciques e indios de una localidad.
La riqueza que habían alcanzado algunos hospitales se muestra en
los autos de denuncia que siguió D. Felipe Guacra Paucar, cacique del
pueblo de Orcotuna, del repartimiento de Luringuanca, en nombre de
los caciques principales e indios del repartimiento contra el indio ma-
yordomo y administrador Felipe Aylas (impuesto a dedo por los religio-
sos) por el “fraude y dolo” que hacía con el ganado de los hospitales del
repartimiento (más de 16.000 cabezas de ganado), vendiéndolo y rega-
lándolo a sus amigos cuando iban a cobrar el diezmo. El problema se
había suscitado cuando D. Jeónimo Limaylla, cacique principal, “hizo
dejación” de la administración de los ganados del hospital, que siempre

61. De hecho, casi a mediados del siglo XVII, un cacique era denunciado porque “no
ha usado ni usa con los enfermos en el repartimiento en la renta del hospital que el
corregidor del partido nos reparte cada tiempo vino aseite harina pasas que en todo
tiempo que este gobierna se a aprovechado de los referidos rrepartiendose no mas
de con los indios principales porque no los ponga [¿no lo pongan?] en pleitos por
cuya causa se ha muerto en el repartimiento de hambre y falta de medicamento y
no tener con qué poder sustanciarse el cuerpo”. Ver capítulos y quereclla contra D.
García Guaayanay, gobernador del pueblo de San Cristobal de Uco. AAL, Visitas, leg.
1, f. 44.
62. “Item mando que los caciques y principales, alcaldes y regidores coman en las plazas
donde tienen costumbre de juntarse en sus pueblos porque es justo que en esto se
guarde la costumbre antigua del Inga, atento a que comen con ellos los indios pobres,
comiendo públicamente”. En la antropología clásica estos banquetes eran interpreta-
dos como elementos fundamentales del potlach (traducido quiere decir fundamen-
talmente “alimentar”, “consumir”).

446 | MARINA ZULOAGA RADA


había estado a cargo de los caciques del repartimiento, siendo nombrado
como

[...] mayordomo y administrador un D. Felipe Aylas indio particular a ins-


tancias de los religiosos el cual ha sido castigado por ladrón y siendo como es
un indio muy pobre que iba deignando y gastando mucha hacienda no ha-
biéndosele conocido ninguna mas de la que se le entregó en el dicho ganado
de los hospitales y hace muchos banquetes y vestidos y remueve pleytos
contra caciques, indios y españoles en que gasta muchos pesos [...]. 63

Este caso resulta significativo, pues muestra muchas de las tensiones


típicas que desde fines del siglo XVI y durante los siglos siguientes se van
a suscitar alrededor de estos bienes en el ámbito andino, y que reflejan
las luchas internas existentes entre diversos sectores de los poderes loca-
les tales como: las disputas entre curas o frailes y caciques por el control
de estos bienes, la aparición de nuevos actores sociales provenientes del
común que disputan el poder a los caciques o los intentos de los españo-
les de imponer a dedo autoridades indias (alcaldes, mayordomos) frente
a los caciques.
Una última categoría que también encaja dentro del concepto de
bienes comunales eclesiásticos asoma en el panorama del patrimonio
eclesiástico de las doctrinas y sus anexos a fines del siglo XVI : las cofra-
días. Ellas no eran muy representativas en este período, no siendo tam-
poco su patrimonio significativo. En la visita de 1593 de Mogrovejo no se
consigna ninguna, salvo la instituida en Huaraz por Sebastián de Torres
con tres ovejas que se habían multiplicado en la de 1605 a más de mil.64
En la visita de 1605 se siente un mayor interés por las cofradías, pero no
tenían fondos específicos sino que vivían de las limosnas.
Sin embargo, desde 1610, la multiplicación de las cofradías de in-
dios con dotaciones significativas de bienes constituyó un fenóme-
no generalizado que se explica no solo por el interés de la Iglesia en el

63. AAL, Hospitales, Legajo 1, e. 9.


64. “Por estas fechas aparece también consignada en la documentación sobre las com-
posiciones la cofradía de Nuestra Sra de la Encarnación fundada en la santa iglesia
deste dicho pueblo. Que tenía media fanegada de tierra”. ARA, Sección Colonia, Serie
Corregimiento, Causas ordinarias, Títulos de propiedad, f. 26v.

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 447


contexto de la extirpación de las idolatrías de fomentar las devociones,
sino también por el afán puesto por los indios en salvar el patrimonio
comunal de la codicia de los curas, que cobraban cada vez más por la ad-
ministración de los bienes de fábrica y de los hospitales (la cuarta parte),
y de la Iglesia, que gravó estos con el diezmo. Los bienes de las cofradías
escaparon en principio a estas gabelas, y además podían ser administra-
dos con más fluidez, amén de reflejar mejor las nuevas identidades cada
vez más fragmentadas y complejas que estaban surgiendo (cofradías de
españoles, de forasteros, de “pueblos”), pero este es un fenómeno que se
manifiesta con claridad a partir de 1610 en adelante.

Cuadro 3
PATRIMONIO DE IGLESIAS Y HOSPITALES DE GUARAZ

Guaraz Iglesia 1593 Iglesia 1604 Hospital Hospital


65 cabezas de ganado

317 cabezas que dexó Sebastián


de Robles, español 506 cabezas de
ovejas
289 cabezas de la Cofradía
No No
de Nuestra Sra. del Rosario y Cofradía de
Copacabanas Copacabana
1300 cabezas
71 cabezas de ganado Memoria
del indio Fernando Torrres
Huaman

Fuente: Visitas de Mogrovejo de 1593 y 1604-1605

448 | MARINA ZULOAGA RADA


Cuadro 4
PATRIMONIO DE IGLESIAS Y HOSPITALES DE LAS DOCTRINAS DE HUAYLAS

Propiedad de la iglesia
Localidades Iglesia 1605 Hosp. 1593 Hosp. 1605
1593
198
1218 ovejas 540 cabezas 1333 cab.
Yungay cabezas
Cofradía de Ntra. Sra. Cofradía del ganado
ganado
del Rosario Rosario ovejuno
ovejuno
115 cabezas de ganado
ovejuno más otras 319
544 cabezas de
Carhuaz ovejas que se compraron
ganado ovejuno
ahora por orden de su
Señoría Ilma
319 cabezas de
ganado
(p. sem.)
Diez canchas de ovejas Los Los
Dos pares
(luego señala que 784 pobres: pobres:
de casas
cabezas) 300 328
Caraz
cabezas cabezas
Una tienda
Una estancia con nueve ganado ganado
arrendada
canchas de ganado ovejuno ovejuno
Cofradías que
se sustentan
con limosnas
80 cabezas de ganado
Guacta
ovejuno
202 cabezas de
San Pablo
347 cabezas de ovejas cabras machos y
de Mato
hembras
Huaylas
Estancia
Macate
de pobres

Fuente: Visitas de Mogrovejo de 1593 y 1604-1605


(en negrita la cabecera parroquial)

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 449


Cuadro 5
PATRIMONIO DE IGLESIAS Y HOSPITALES DE RECUAY

Propiedad Propiedad Propiedad Propiedad


Localidades de la iglesia de la iglesia del hospital del hospital
1593 1605 1593 1605
San Ildefonso 1000 cabezas 1103 c. 580 cabezas
de Recuay de ganado ovejuno de ovejas de ovejas
70 cabezas 968 c. 273 c.
Santiago de Aija
de ganado de ovejas de ovejas
Obraje de Diego
Núñez
654 c. de ovejas
San Juan de Pararín
277 c. de cabras
Santísima Trinidad 184 c. de cabras
de Llacllín 81 c. de ovejas
La Magdalena 217 cabezas
de Maravia de cabras
706 c. de ovejas 316 cabezas
Cotaparaco 1084 c.
10 c. de cabras de ovejas
538 ovejas
371 c. de ovejas 345 cabezas
Cochapetín 344 cabezas
193 c. de cabras de ovejas
de cabras
San Pedro
260 c. de ovejas
de Tapacocha
473 cabezas
Sucha 424 c. de ovejas 84
de ovejas
Santiago de Guacta
No se consignan
(cacerías)
San Pedro de Guancha
y Torcán 347 cabezas de ovejas
(asiento Guacnan)
202 cabezas 406 cabezas
Pampas No se consignan
de ovejas de ovejas
85 cabezas
Guanchac
de ovejas y cabras
176 ovejas 496 cabezas 18 cabezas
Santiago de Pira
de ovejas de ovejas
Santiago 314 cabezas 1058 cabezas Tenía
de Caxamarca de ovejas de ovejas (ilegible)

Fuente: Visitas de Mogrovejo de 1593 y 1604-1605


(en negrita las cabeceras parroquiales)

450 | MARINA ZULOAGA RADA


Conclusiones

Como hemos visto, bajo el concepto de bienes de comunidad se agru-


paba una variable y heterogénea cantidad de bienes cuyo denominador
común era que estaban destinados al bienestar de los indios en su con-
junto. Estos bienes se distinguían tanto por sus fines (si eran usados para
propósitos religiosos o civiles) como por su naturaleza (podían ser gana-
dos, tierras, casas, molinos, obrajes, etcétera).
La conformación de los bienes se fue produciendo desde los inicios
del período colonial, e incluían en un inicio todos aquellos bienes desti-
nados a satisfacer necesidades comunes de los indios, gestionados por el
cacique y beneficiados mediante el trabajo comunal de los indios. Este
patrimonio se fue expandiendo notablemente en este primer período
gracias a la introducción de bienes de origen colonial tanto civiles como
eclesiásticos. La cuantía de estos bienes contribuyó a favorecer el notable
poder de los caciques durante esta etapa.
Durante las décadas de 1560 y 1570, la Corona, como un medio para
socavar el poder de los caciques (y de los curas) en los espacios locales,
buscó ejercer un control cada vez mayor sobre los bienes de comunidad.
Inicialmente, y en las comunidades visiblemente más ricas, la Audiencia
puso a administradores, generalmente españoles, nombrados por ella a
cargo de los bienes, quitándoles la administración a los caciques.
El cerco sobre las comunidades se fue estrechando con la reforma
toledana, que impidió el manejo de estos bienes a caciques y curas de di-
ferentes maneras: centralizando las finanzas públicas locales a través de la
caja de comunidad administrada por los corregidores, institucionalizando
a los administradores de los bienes de comunidad, imponiéndolos a cen-
so, quitando el control a los curas y caciques de los bienes de comunidad
eclesiásticos, apartando a los curas de la caja de comunidad, estableciendo
el tomín del hospital y poniendo a los hospitales bajo el patronazgo real.
Finalmente, la aplicación efectiva de la reforma a partir de 1580
completó el virtual secuestro de los bienes comunales y la imposibili-
dad del acceso a ellos por parte de los caciques y curas. Efectivamente,
una vez que Toledo partió dejando una legislación que limitaba drásti-
camente el poder de los caciques y casi anulaba el de los curas, los corre-
gidores, sin una fiscalización efectiva, y apoyados por la Audiencia, se
enseñorearon del espacio local.

EVOLUCIÓN DE LOS BIENES DE COMUNIDAD EN HUAYLAS ENTRE 1532 Y 1610 | 451


No cabe duda de que solo sus poderosas atribuciones judiciales y de
gobierno eran suficientes para mantener una supremacía en el ámbito
local; sin embargo, una de las claves de su acumulación de poder y de
la apetencia por el cargo65 fue la apropiación y el control de la tesorerías
locales, que si bien sobre el papel tenía ciertas limitaciones —el gasto de
los fondos que competían a los indios debía hacerse según sus necesida-
des y peticiones—, en la práctica se volvió prácticamente total.
La administración de los tributos se convirtió en el principal eje y
sustento de las actividades económicas de los corregidores. Gran parte
de los fondos tributarios eran utilizados en sus operaciones comerciales,
particularmente los denominados de buenos efectos, es decir, aquellos
destinados para la Iglesia y hospitales, tradicionalmente administrados
por caciques y curas. Si bien el esquema toledano preveía que los caci-
ques debían formar parte del manejo de estos fondos (de hecho, podían
disponer de una llave de la caja y definir los gastos), los corregidores
los convirtieron en la práctica en meros cobradores de los tributos. Una
gráfica expresión de este control absoluto de los corregidores es la reduc-
ción de las cuatro cajas de comunidad del corregimiento de Huaylas en
una que el propio corregidor conservaba en su casa, anulando todas las
cajas locales e impidiendo totalmente a los caciques cualquier iniciativa
y control del gasto.
La Corona, por su lado, no solo mantuvo la figura de los administra-
dores de los bienes de comunidad más jugosos como obrajes y estancias,
sino que creó la Caja de Censos, que terminó por detraer los capitales y
rentas de los indios a una administración centralizada en la que ellos no
tenían prácticamente ningún control.
Sin embargo, no todo estaba perdido. Una alianza de nuevo cuño
entre la Iglesia y los indios permitió rehacer el patrimonio comunal y
“salvar” una parte de los bienes de comunidad del acoso de las autorida-
des civiles, poniéndolos bajo el amparo eclesiástico. La Iglesia, en la figu-
ra del arzobispo Mogrovejo, puso en juego su influencia para enmendar
las disposiciones más dañinas de la legislación toledana, y los caciques

65. “Dos sumandos esenciales condicionaban la bondad y riqueza de un corregimiento,


es a saber: nutrida población y cajas de comunidad con abundante capital. Este par
de alicientes constituía el cebo que concitaba la codicia de los postulantes a las plazas
de corregidor”. Lohmann 2001: 343.

452 | MARINA ZULOAGA RADA


aportaron su nada desdeñable capacidad para expandir y recrear un
nuevo patrimonio comunitario con otras bases. El éxito de esta “opera-
ción” posibilitó por el momento el manejo autónomo de las autoridades
indias de dichos fondos comunales. Sin embargo, esta nueva situación
desató novedosas tensiones entre los diversos sectores del poder local
que se manifestarían de forma patente en el período inmediatamente
posterior.

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454 | MARINA ZULOAGA RADA


Capítulo 12
Dinámica de las economías monacales
de la Lima borbónica.
La Encarnación y La Concepción, 1750-1820
Ybeth Arias Cuba1

La presencia de los monasterios continuó pautando la vida económica


y social de la población de la capital virreinal durante la segunda mitad
del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX. Este artículo presentará
la dinámica de las economías de los monasterios de La Encarnación y
La Concepción en este tiempo, identificando sus principales ingresos y
egresos, el desarrollo de ellos y los principales beneficiados de las activi-
dades económicas de estos monasterios.

1. Licenciada en Historia de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos con la tesis


titulada “Economía y sociedad de los principales monasterios limeños. La Encarna-
ción y La Concepción, 1750-1820”, 2008. Este artículo se fundamenta en los capítulos
8 y 10 de la referida tesis.
Los ingresos y egresos monacales

Las fuentes de ingresos de los monasterios en la Lima borbónica fueron


diversas. Los censos2 y los juros3 fueron el mayor rubro de las rentas
monacales en la época borbónica. Los arrendamientos también se cons-
tituyeron en otro ingreso económico que contribuyó con el sostenimien-
to de estas comunidades religiosas, al igual que el pago de las dotes, el
derecho de piso de las seglares,4 la venta de dulces, las donaciones, entre
otros. Como contrapartida de los numerosos ingresos económicos que
percibían los monasterios de la Lima borbónica también existían diver-
sas partidas de egresos. El mayor gasto de los monasterios se concentró
en el propio sostenimiento de las religiosas, brindando a cada una y a
las donadas una inversión en sus alimentos, vestido y atención médica.
Además se financiaron numerosas reparaciones de sus propiedades, es-
pecialmente a mediados del siglo XVIII por los efectos del terremoto de
1746, y el pago de los servicios de algunos especialistas, entre otros.

2. Eran operaciones económicas que consistieron en una figura financiera complicada,


un tipo de contrato jurídico de compra-venta de forma sui géneris. De este contrato
surgían dos actores: el censatario, vendedor de la parte que cedía una pensión anual
producto de una posesión; y el censualista, quien compró la facultad de recibir la
pensión de contado. Así, el censatario vendía una parte del dominio de una propie-
dad recibiendo un monto de dinero que era llamado el principal. La pensión anual
recibida por los censualistas era llamada rédito, el cual fue estimado como un fruto
de Dios que provenía de la tierra. Lazo 2006a: 83-94.
3. Los juros eran títulos de deuda pública, préstamos a la Corona por parte de particu-
lares entregados en coyunturas de necesidad fiscal, cuyos intereses fueron cobrados
sobre las rentas fiscales; en el caso de los monasterios de La Encarnación y La Con-
cepción durante el siglo XVIII lo fueron sobre las cajas reales y el estanco del tabaco.
4. Existía una diferenciación social interna en los monasterios. Las religiosas podían
ser mujeres de la elite, las que tomaban votos religiosos y gobernaban los claustros;
las donadas eran mujeres de sectores populares que optaban por estar al servicio de
la comunidad religiosa como forma de entrega a Dios; las seglares pertenecían a los
grupos de la elite y medios, pero no realizaban ningún voto religioso; y las criadas y
esclavas servían a la comunidad o a las mujeres que habitaban los claustros de mane-
ra individual a cambio de su sostenimiento vital o de un jornal.

456 | YBETH ARIAS CUBA


Los ingresos

El importante papel de las organizaciones eclesiásticas en el funcionamien-


to de los censos en la Lima borbónica puede observarse en los margesíes
de los monasterios, en sus cartas de pago y en los expedientes judiciales
relacionados con los claustros de La Encarnación y La Concepción. En los
margesíes de los monasterios seleccionados5 hallados en un archivo capi-
talino pueden identificarse los tres tipos de censos,6 no obstante, por los
escasos datos que se refieren en las descripciones, a veces es difícil recono-
cer qué clase de censo pagó el censatario. Sin embargo, se podría indicar
que la mayor proporción entre ellos respondían a los censos consignativos
en la primera mitad del siglo XVIII, aumentando de forma progresiva los
casos de ventas a censo hasta fines de la etapa colonial.
Los censos perpetuos también estuvieron presentes en los ingresos
económicos de los monasterios de la Lima borbónica según las fuentes
consultadas. En el monasterio de La Encarnación, en el año de 1734, de
los 88 censos a su favor, 5 eran perpetuos; en 1797, de 89, 7; y en 1814, de
86, 1. Mientras que para el monasterio de La Concepción encontramos
que entre 1760 y 1762, 9 censos eran perpetuos de un total de 86.

5. En el Archivo Arzobispal de Lima (en adelante AAL) se encontraron los siguientes


margesíes del monasterio de La Encarnación: 1734 (monasterio de La Encarnación,
24: 55), 1797 (monasterio de La Encarnación, 26: 50) y 1814 (monasterio de La En-
carnación, 27: 45). Con respecto al monasterio de La Concepción solo se encontró
uno, el de 1819 (monasterio de La Concepción, 37: 73). Habría que indicar los mar-
gesíes ubicados en el AAL que están incompletos, sobre todo en el caso del monasterio
de La Concepción. Se ha complementado la información con la revisión de algunos
protocolos notariales que copian los recibos de pago a favor de los censatarios.
6. El censo consignativo era “la compra nominal […] de la parte de la propiedad, cuyo
valor correspondía al monto del principal impuesto”. El censo reservativo consistía
en la facultad de demandar una pensión anual al transferirse el dominio útil y directo
de un predio, reconociendo a censo el valor de venta de la propiedad. Este contrato
poseía dos partes: una en la cual el propietario del predio lo vende transfiriendo
su dominio directo y útil; y otra en la que el vendedor de la propiedad imponía a
censo su precio, convirtiéndose en censualista porque compra una pensión según el
principal que impuso. Según lo indica Lazo 2006a: 75. El censo enfitéutico “daba al
censualista el derecho de exigir al censatario un tributo o rédito anual por haberle
‘cedido a censo’ el dominio útil de un bien raíz, y no así la propiedad directa”. Esto se
señala en Lazo 2006a: 86.

DINÁMICA DE LAS ECONOMÍAS MONACALES DE LA LIMA BORBÓNICA | 457


Por otro lado, los traspasos7 de censos también eran frecuentes. En
1784, las hijas legítimas y herederas de don Domingo Lamilla —doña
Victoria, doña Ángela y doña Josefa— desearon vender la casa que su
padre compró al monasterio de La Concepción a censo perpetuo al mer-
cader don Vicente Soriano.8 El predio era una casa grande con sus altos y
tiendas accesorias ubicada en el lado izquierdo de la calle de Los Merca-
deres. El Tribunal Eclesiástico permitió la venta, y el promotor fiscal del
Arzobispado resaltó que el monasterio recibiría la veinteava parte de la
venta porque de lo contrario la transacción sería nula.
También los monasterios imponían censos en propiedades rurales.
Este fue el caso de una hacienda llamada San Francisco de Cóndor, ubi-
cada en el valle de Cañete. En 1797, la persona encargada de pagar los
réditos de un censo a favor del monasterio de La Encarnación fue la viu-
da de don Andrés Salazar e hija de don Antonio Sancho Dávila —quien
fue pariente del oidor Juan José de la Puente, marqués de Corpa—.9 Ella
pagó la suma de 545 pesos anuales, que correspondía a un porcentaje de
3%,10 lo que implica un principal aproximado de 18.166 pesos.
Al concentramos en los arrendamientos11 reconocemos que su pre-
sencia durante la época borbónica fue aumentando. En los margesíes del
monasterio de La Encarnación, que son los más completos, el porcentaje
de los arrendamientos frente al total de los ingresos tuvo el siguiente de-
sarrollo: en 1734 sumó el 12,35%; en 1797, el 16,61%; en 1814, el 24,21%;
y en 1840, el 24,85%. Estas cifras porcentuales demuestran que los
arrendamientos como rubro de ingreso monacal crecieron hasta fines
de la época colonial. A pesar de esta tendencia, los montos recaudados

7. El traspaso de censo era la venta del principal de un censo, de sus réditos al vender la
propiedad directa o útil de un predio. Según Palomares 1656: 187.
8. AAL, Monasterio de La Concepción, 35: 22
9. Información extraída de Campbell 1972: 22-23.
10. AAL, Monasterio de La Encarnación, 26:50.
11. Existían tres clases de arrendamientos: a) llano, que consistía en alquileres de casas,
viñas, huertas y otros inmuebles semejantes que se arriendan por tiempo limitado
entre personas seglares, y, en el caso de eclesiásticos, el tiempo no puede pasar de los
nueves años, haciendo el contrato cada tres; b) por vidas, haciendo cesión de deter-
minadas vidas; tienen forma de censos, expresándose en sus contratos las necesida-
des de reparos; y c) perpetuo, que también es como un censo cuyo contrato posee
algunas condiciones que se conciertan entre las partes. Según Palomares 1656: 122.

458 | YBETH ARIAS CUBA


por los arrendamientos en la Colonia nunca se acercaron a la magnitud
de los aportes suscitados por los censos. Esta situación se podría explicar
por las morosidades de los censatarios y las pérdidas económicas ocasio-
nadas por los pleitos judiciales. Además, se debe considerar que en los
predios litigados existían diversos acreedores por cada propiedad, por
tanto, aunque ganasen el pleito, se establecía un orden para cobrar, el
cual respondía a un criterio de antigüedad de los principales impuestos,
así los acreedores más antiguos, y por ende sus principales, eran priori-
zados, mientras otros se quedaban sin recibir ningún pago.
Dentro del desenvolvimiento de los arrendamientos en los monas-
terios, las propiedades arrendadas de mayor valor eran las rurales. La
Encarnación poseía la hacienda de Huanchihuaylas en el valle de Ate,
cuya venta anual fue de 9070 pesos, produciendo alfalfa y subarrendan-
do parcelas;12 la hacienda La Molina y las tierras Las Monjas, ubicadas
también en el valle de Ate, y otras tierras en la provincia de Pativilca
nombradas igualmente Las Monjas.13 El monasterio contó además con
dos huertas, ubicadas dentro de las murallas: Del Pozo, en la calle San Ja-
cinto, y la llamada Fabián Salas o Mestas, a la espalda de Santa Catalina.
Se encontró información sobre La Molina en un expediente de 1773-
1775, el cual señala que el propietario era don José Salazar y Breña. Esta
propiedad, que producía azúcar, raspadura, alfeñique, miel y granos,14
fue vendida a censo en 15.000 pesos por año. Don José pagó en 1797 un
rédito de 1300 pesos anuales al monasterio. También se halló la referen-
cia de que, en 1814, doña María Ignacia Galindo pagó 50 pesos anuales
por las tierras Las Monjas del valle de Pativilca.15
La Concepción poseía entre sus propiedades rurales arrenda-
das el obraje de Sapallanga,16 ubicado en la sierra central, el obraje de
Maraybamba, situado en la provincia de Conchucos,17 y dos haciendas

12. Vegas 1996: 270.


13. AAL, Monasterio de La Encarnación, 24: 55, 1734; 26: 50, 1797; 27: 45, 1814
14. Vegas 1996: 246, 270.
15. AAL, Monasterio de La Encarnación, 27: 45.
16. AAL, Monasterio de La Concepción, 32: 54.
17. Es necesario señalar que los obrajes en la época borbónica fueron vulnerables frente
al incremento de las importaciones de telas europeas, y de chorrillos que producían

DINÁMICA DE LAS ECONOMÍAS MONACALES DE LA LIMA BORBÓNICA | 459


en el valle de Carabayllo: Tambo Inga e Infantas, la primera vendía un
valor de 5375 pesos al año produciendo frutos y alfalfa.18 El claustro,
igualmente, tenía otra propiedad en el valle de Pachacámac, Tomina,
que entre 1773 y 1775 estuvo en manos de don Bartolomé Guillen, quien
figuró como su arrendatario, y canceló quinientos pesos anuales, y su
principal producto era la leña.19 La huerta Monsarrieta fue otra propie-
dad de La Concepción, cuya ubicación estuvo fuera de la puerta de la
muralla del Señor de las Maravillas.20
La acumulación de riqueza por los monasterios limeños y las deu-
das acumuladas por los censatarios permitieron comprar y traspasar
numerosas casas en la ciudad a favor de los claustros femeninos. Los
monasterios eran propietarios de varias casas urbanas con un piso o
dos, con tiendas para la venta de artículos o de callejones.21 Alquilaron
o vendieron estas propiedades, muchas veces, por un tiempo de ciento
cincuenta años, recibiendo pagos anuales o mensuales según las condi-
ciones del contrato, y frecuentemente existían casos de incumplimiento
del pago de las pensiones.
El auge comercial del siglo XVIII, que duró hasta las primeras dé-
cadas del siglo XIX, motivó que las religiosas de La Encarnación y La
Concepción arrendasen tiendas. En 1734, La Encarnación arrendó
seis tiendas; en 1797, dos; y en 1814, nueve.22 Mientras que La Concep-
ción, en 1819, arrendó en total 51 tiendas, cajones y pulperías.23 Otras

telas de algodón de menor precio para los sectores populares, que estuvieron
aumentando en términos demográficos. Estas consideraciones debieron afectar los
pagos de los arrendamientos. Fisher 2000: 126.
18. Vegas 1996: 267.
19. Ibíd., pp. 247, 270.
20. AGN, Cristóbal León y Carvajal, Protocolo n.º 577.
21. Fueron “un conjunto de aposentos y corrales, donde cada cuarto medía 6 ½ varas
de largo por 5 ½ de ancho, con cimientos de piedra de río y barro, techos de madera
ordinaria (mangles acompañados de caña brava y hojas de plátano). A su vez los
muros iban enlucidos de arena que finalmente se blanqueaban y la tierra apisonada
se convertía en piso”. Información extraída de Sánchez 2001: 62.
22. 1734 (Monasterio de La Encarnación, 24: 55), 1797 (Monasterio de La Encarnación,
26: 50) y 1814 (Monasterio de La Encarnación, 27:45).
23. Monasterio de La Concepción, 37:73.

460 | YBETH ARIAS CUBA


propiedades arredandadas por estos monasterios fueron cuartos gran-
des o medianos separados y callejones conformados por numerosos y
pequeños cuartos.
Sobre la base del registro de los margesíes del monasterio de La
Encarnación, se puede reconocer el desarrollo del número de las pro-
piedades rurales y urbanas que estuvieron asociadas al monasterio en
condición de censos o arrendamientos. La cantidad de las propiedades
urbanas relacionadas con el claustro se elevó desde la segunda mitad del
siglo XVIII, luego de una caída respecto a la primera mitad de ese siglo
para luego caer a mediados del siglo XIX: en 1734, representaron el 83%;
en 1797, 79%; en 1814, 83%; y en 1840, 81%.
En el caso del monasterio de La Concepción, la cantidad de propie-
dades urbanas fue aumentando: en 1760, sumaban el 84%; y en 1819,
89%; aunque las cifras son escasas para establecer tendencias. Las pro-
porciones entre las propiedades urbanas y rurales durante la época bor-
bónica se sostuvieron en ambos monasterios. Sin embargo, habría que
señalar que la ciudad de Lima sufrió una urbanización más intensa en
esta época, lo que también influyó en la formación de un urbanismo
que convirtió los alrededores en asentamientos urbanos; igualmente, el
desarrollo comercial debió influir en este proceso.
Regresando a las fuentes de los ingresos monacales, recordemos
que las religiosas y donadas, en el momento de profesar, debían pagar su
dote, lo que se constituía en un requisito. Las dotes funcionaron como
capitales para la compra de propiedades o para imponer nuevos censos
que aseguren un ingreso anual más o menos permanente para solventar
los gastos de alimentacion, vestido y salud de las religiosas y donadas.
Las religiosas cancelaban 3195 pesos, mientras las donadas solo 500. Al-
gunas entregaron en el momento de su ingreso el total o parte de la can-
tidad establecida y otras en la profesión. Existieron casos en que algunas
hermanas consanguíneas ingresaron y profesaron al mismo tiempo,
como doña María Teresa y doña Isabel Rodríguez, doña Josefa y doña
Marina Moreno, entre otras.24
La dote de doña Francisca de la Peña fue destinada a la compra de
una nueva finca, la cual pagó en su proceso de profesión en el monasterio

24. AAL, Monasterio de La Concepción, 33: 34.

DINÁMICA DE LAS ECONOMÍAS MONACALES DE LA LIMA BORBÓNICA | 461


de La Encarnación. El monto de la dote se juntó con otros montos para
comprar un callejón con 12 cuartos y una casa con su tienda en la calle
principal de ese monasterio. La tasación había valorado la propiedad en
4433 pesos, pero se rebajó 400.25
Por otra parte, el pago de los habitantes de las ciudades por el dere-
cho de enterramiento en las iglesias de los monasterios consistía en otro
ingreso monacal.26 No obstante, en la Novísima Recopilación, que corri-
gió a la Recopilación de Indias, se ordenó el establecimiento de cemen-
terios para conservar la salud pública de los súbditos, el decoro de los
templos y el consuelo de las familias. Por lo que los cementerios debían
ser construidos fuera de las ciudades.27 Empero, la construcción del ce-
menterio recién se llevó a cabo en la época republicana, lo que significó
que ese ingreso monacal continuara por unos años más.
Las iglesias coloniales integraron en sus infraestructuras numero-
sos altares, resaltando cada uno por la imagen que albergaba, que era de
alguna advocación de Cristo, la Virgen María o de un santo. Las iglesias
monacales no carecieron de estas imágenes, y alrededor de ellas se for-
maron cofradías de veneración. En la iglesia del monasterio de La Encar-
nación existió una figura de la advocación de La Concepción de la virgen
María que poseía su respectiva cofradía encargada del cuidado del altar y
la imagen.28 Tanto las cofradías como las capellanías implicaron la cele-
bración de misas que debían pagar ciertos derechos al monasterio. Tam-
poco olvidemos que otros ingresos monacales fueron: la venta de dulces;
el derecho de piso de las seglares, es decir la cancelación de un monto
anual por residir en los monasterios; el jornal de los esclavos y esclavas
de la comunidad, entre otros.

Ingresos monacales y la Corona española

Dentro de las finanzas impartidas por los monasterios limeños también


se benefició al propio Estado español, aunque en la figura legal de los

25. AAL, Monasterio de La Encarnación, 24: 90, 1769.


26. Recopilación de Indias 1841: Libro 1, Título XVIII.
27. Novísima Recopilación 1803: Libro 1, Título III.
28. AAL, Monasterio de La Encarnación, 24: 94, s/f.

462 | YBETH ARIAS CUBA


juros hasta mediados del siglo XVIII. Los juros podían ser traspasados y
vendidos, por lo que los monasterios acumularon durante el siglo XVII
una gran cantidad de ellos, sumando el 63% de sus ingresos. La Encarna-
ción, entre 1638 y 1644, entregó a las cajas reales 23.033 pesos, mientras
que La Concepción, 34.825 pesos.29 Asimismo, en las últimas décadas de
este siglo, surgieron los vales reales, que eran títulos de deuda pública
con un 4% de interés y eran amortizados en 20 años, y funcionaron
como papel moneda. Aunque no se menciona en las fuentes consultadas
si los monasterios los adquirieron, probablemente lo hicieron.
Hasta el siglo XVIII, las cantidades que percibían por los juros eran
las más altas dentro de sus ingresos económicos. Según los margesíes,30
la mayor partida anual que recibía el monasterio de La Encarnación fue
la entrega de los réditos pagados por las cajas reales. Así, en 1734 recibió
8038 pesos y 1 real por el principal de 160.762 pesos, y desde la segunda
mitad del siglo XVIII hasta fines de la época colonial, al reducirse el por-
centaje de los réditos, solo le tocó 4823 pesos anuales.
Esta partida también era una de las más altas para La Concepción
según el margesí de 1819, pues indica que recibía 4440 pesos y 6 reales por
el principal de 148.026 pesos. Además se halló un poder y cesión de 1760,
de la madre doña Gabriela Borda y Echevarría, abadesa31 de La Concep-
ción, a favor de don Manuel del Campo para que cobrase a la Real Caja
de Lima 800 pesos y 2 reales de un año de los censos impuestos sobre la
Real Hacienda. Otro de 11.998 pesos y 6 reales, de los cuales 5201 5,5 rea-
les se le habían dejado de pagar en los dos libramientos generales de los
años de 1758 y 1759, y los 6797 pesos y medio real pertenecían al crédito
impuesto. La deuda de ese entonces sumó en total 20.000 pesos.32
La importancia del pago de los réditos por las cajas reales den-
tro de los ingresos monacales también es confirmada por Pablo Pérez

29. Suárez 2001: 33.


30. Este estudio ha revisado los margesíes citados del monasterio de La Encarnación y de
La Concepción; también se revisó para el útimo un protocolo notarial en el Archivo
General de la Nación (Cristóbal León y Carvajal, protocolo n.º 577, 1760-1763).
31. La abadesa era la dirigente de los monasterios. Era una religiosa elegida por las de-
más religiosas.
32. AGN, Cristóbal León y Carvajal, Protocolo 577, 16-12-1760, f. 280v.

DINÁMICA DE LAS ECONOMÍAS MONACALES DE LA LIMA BORBÓNICA | 463


considerable de las rentas de cada monasterio. Tal aseveración se fun-
damenta en la visita que realizó el arzobispo Barroeta a los monasterios
limeños en 1755, quien indicó que estos réditos representaron del 25 al
30% de los ingresos económicos de Santa Clara, La Concepción y Las
Descalzas de San José, llegando al 40% en La Encarnación y del Prado, e
incluso sumó el 60% en Santa Catalina y El Carmen.
Los pagos de estos réditos comenzaron a hacerse impuntuales desde
la guerra contra Inglaterra (1739-1748), cuyo resultado fue la acumula-
ción de intereses atrasados, suma que ascendía a medio millón de pesos.
Ante estas circunstancias, el terremoto de 1746 se convirtió en la justifi-
cación perfecta para rebajar los intereses que pagaron las cajas reales a los
monasterios limeños. Así, el virrey Manso de Velasco usó un argumento
coercitivo: era preferible que recibieran parte de la deuda que nada. En
sus cartas al rey hispano mencionó que esta reducción del porcentaje de
los réditos era una decisión voluntaria de las abadesas; sin embargo, la
negativa de ellas se expresó en cuatro cartas que datan de 1747 a 1750.
En 1752, todos los monasterios e organizaciones eclesiásticas volvían a
cobrar el 5% a las cajas reales, aunque sin ninguna orden real explícita.
No obstante, el rey Fernando VI mandó nuevamente en 1755 la reduc-
ción del pago de los intereses al 3%, lo cual hizo público el virrey al año
siguiente. La aplicación de esta medida trajo consigo protestas.34
La protesta sobre la rebaja se hizo genérica en los virreinatos ame-
ricanos. Así, se dio marcha atrás revocando el mandato borbónico me-
diante una real cédula de 1759, restituyendo los intereses al 5%, y se
ordenó a la Real Hacienda que retornara la diferencia del 2% que no
se había cancelado. Esta tarea recayó en el gobierno del virrey Amat.
Según Pérez Mallaína, las devoluciones fueron obstaculizadas por el
enfrentamiento bélico de 1761, aunque después las disposiciones fueron
cumplidas y continuaron recibiendo el 5%.35 Esta última afirmación es
refutada por lo hallado en los margesíes del monasterio de La Encar-
nación que datan de 1797 y 1814 y en el de La Concepción de 1819, que
señalan que los réditos pagados por las cajas reales eran cancelados en
razón a un 3% del principal.

34. Ibíd., p. 310.


35. Ibíd., pp. 306-307, 311.

464 | YBETH ARIAS CUBA


señalan que los réditos pagados por las cajas reales eran cancelados en
razón a un 3% del principal.
En 1804, reiteradamente un Estado hispano desgastado económi-
camente forzó una desarmotización de los censos eclesiásticos que esta-
ban a favor de las diferentes obras pías (capellanías, aniversarios, buenas
memorias, entre otras). También se mandó emitir vales reales al 4 y 3%
como papeles moneda de deuda pública. Por tanto, se puede afirmar que
durante el dominio hispano, el Estado jamás se animó a eliminar los
principales de los préstamos realizados por los particulares a su favor,
pues finalmente la Iglesia católica aun era una aliada política importante
del gobierno español sobre América.36
Todas estas circunstancias crearon un ambiente de inseguridad
económica en los diferentes claustros femeninos de la ciudad limeña.
Por ende, los monasterios limeños llevaron a cabo un litigio guiados por
las nociones del jusnaturalismo, las cuales se basaron en que el poder de
Dios se centra en el pueblo, el cual era entregado al monarca, quien de-
bía garantizar el respeto de la justicia.37 En este sentido, en 1757, los más
importantes monasterios limeños, de forma conjunta, presentaron una
solicitud al virrey para derogar esta rebaja en los réditos.38
Los montos adeudados por las cajas reales de Lima a las organiza-
ciones eclesiásticas en 1758 alcanzaron la cifra de 1.560.756 pesos y 4
reales (ver gráfico 1 en Anexo). En realidad, en la ciudad de Lima, las
principales ramas femeninas de las órdenes limeñas fueron las mayores
acreedoras de estas organizaciones estatales. Esto se explica por el ré-
gimen de clausura a la que estuvieron sometidas, convirtiéndose estos
censos en las inversiones más seguras que garantizaron el sustento de las
religiosas y el pago de las necesidades que implicó la administración de
cada monasterio.39
La inseguridad en los pagos de los réditos que adeudaron las ca-
jas reales fue justificada, y ante estas circunstancias los claustros feme-
ninos prefirieron que el Tribunal del Consulado se convirtiera en un

36. Ibíd., pp. 311-312.


37. Ibíd., pp. 306-311.
38. Biblioteca Nacional, Manuscritos, C 2139.
39. Pérez Mallaína 2001: 304.

DINÁMICA DE LAS ECONOMÍAS MONACALES DE LA LIMA BORBÓNICA | 465


intermediario de la entrega de censos a las cajas reales. Esta institución,
entre 1777 y 1821, recaudó fondos monetarios por instancias de la Coro-
na o el virreinato mediante la imposición de principales en sus ramos en
calidad de censos redimibles. Se reconocía los réditos de los principales
que pertenecían en varias ocasiones a organizaciones benéficas y ecle-
siásticas como obras pías, patronatos, buenas memorias, aniversarios,
entre otros.40 Existió también el rubro del impuesto, que consistía en
un fondo para colocar dinero con la finalidad de ser prestado, y cuya
garantía se fundamentaba en la recaudación de una nueva contribución,
desde 1777, sobre la exportación de metales preciosos o mercancías del
comercio trasatlántico e interno.41
Tales hechos se muestran en los diferentes margesíes encontrados
para los monasterios de La Encarnación y La Concepción, y la consulta
de una relación de acreedores de imposiciones con garantía en rentas
fiscales bajo la administración de ese tribunal, que abarcó los años de
1777 a 1819.42 En esta lista, la totalidad de acreedores era de 123, con un
principal total de de 3.584.885 pesos. La Encarnación estuvo en el puesto
42, y el principal adeudado fue de 25.709 pesos, mientras La Concepción
se halló en el lugar 45, con un principal de 24.000 pesos. El monasterio
de Santa Rosa fue el mayor acreedor dentro de todos los claustros fe-
meninos de la ciudad de Lima, estando en el puesto 39 (ver gráfico 2 en
Anexo).43 También destacaron en esa lista algunas religiosas, como la
reverenda madre doña Bernardina de Chávez, quien fue abadesa de La
Encarnación y ocupó el lugar 93, con 12.425 pesos de principal.44
Carmen Parrón Salas realizó un cuadro fundamentado en los abo-
nos de los réditos de los capitales impuestos sobre el ramo de impuesto del
Consulado en junio de 1800. El impuesto era un fondo en que cualquier
persona podía depositar dinero para préstamo, y en el cual el Tribunal
no cobraría ningún interés. Los principales y réditos serían garantizados
con la recaudación de una nueva contribución sobre la exportación de

40. Parrón Salas 1995: 107.


41. Ibíd., pp. 101-102.
42. Quiroz 1993: 187-200.
43. Ibíd., p. 192.
44. Ibíd., p. 197.

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metales preciosos o mercancías del comercio interior y exterior que rigió
desde 1777.45 En el cuadro mencionado se nombran a seis monasterios,
incluyendo a La Encarnación y La Concepción (ver gráfico 3).
Los montos señalados por Carmen Parrón y Alfonso Quiroz difie-
ren, empero es preciso indicar que la información usada por el segun-
do comprende el fondo del Tribunal del Consulado tomando el rubro
“Toda imposición” fechado en 1819, además de la revisión de protocolos
notariales que registran testamentos y tasaciones realizados durante los
siglos XVIII y XIX; mientras la primera solo se centra en los asientos de
data extrayendo sus datos del libro manual de cuentas del Tribunal del
Consulado. A pesar de estas observaciones, podría realizarse una com-
paración entre las cifras que nos permitan identificar ciertas tendencias.
En ambos, el monasterio de Santa Rosa es el mayor acreedor del Tribu-
nal del Consulado.
También coinciden en dar el segundo lugar a La Encarnación, pero
la disminución de su principal en el siglo XIX (16.709 pesos) en compa-
ración con el XVIII (25.709 pesos) es la significativa cantidad de 9000
pesos. A diferencia del siglo XVIII (24.000 pesos), el monasterio de La
Concepción pasa al tercer lugar, cediendo su lugar en 1800 (16.100 pe-
sos) a las mercedarias, quienes, a pesar de mejorar su posición como
acreedoras, ven disminuir su principal en 1.400 pesos, y la cifra de La
Concepción se constriñe en la considerable suma de 12.350 pesos.

Desarrollo de los ingresos

Los montos de las rentas percibidas por los monasterios variaron en el


transcurso de la etapa borbónica. Aunque la información que se tiene
es escasa y existen vacíos, como se observa en el gráfico 4, parece ser
que las religiosas usaron estrategias que les dieron diversos resultados.
Estas estrategias fueron influenciadas por las políticas borbónicas que se
adoptaron en los distintos sectores económicos en que estuvieron invo-
lucrados los grupos sociales de la Lima borbónica, el desarrollo de cada
sector económico, el pago cumplido de los censualistas y arrendatarios,
entre otros aspectos.

45. Parrón Salas 1995: 101-102.

DINÁMICA DE LAS ECONOMÍAS MONACALES DE LA LIMA BORBÓNICA | 467


Solo existe información comparativa entre ambos monasterios en-
tre los años de 1769 y 1794. En 1769, la diferencia de La Concepción con
respecto a La Encarnación asciende a la cantidad de 11.608 pesos y dos
reales, mientras que en 1794 el monto diferencial disminuye a 9140 pesos
y cuatro reales. Asimismo, a pesar de las carencias de datos, la infor-
mación brindada ayuda a percibir las tendencias de las rentas de estos
monasterios. Además, observando las líneas de evolución del gráfico 4,
se puede distinguir un relativo crecimiento sostenido por parte de La
Encarnación; en cambio, La Concepción muestra un desarrollo oscilan-
te durante la segunda mitad del siglo XVIII (sube y baja), aunque en las
primeras décadas del siglo XIX sigue subiendo, lo que se confirma con
la cifra que dio Rubén Vargas Ugarte46 —31.604 pesos—, lo que podría
ser garantizado por los comentarios de un viajero en las primeras dé-
cadas del siglo XIX, quien señaló que entre los personajes más ricos de
Lima se hallaron la abadesa de La Concepción, el provincial de Santo
Domingo, el arzobispo y el virrey.47 No obstante, esta tendencia creciente
de La Concepción se contrapone con las apreciaciones de otro viajero,
Hugh Salvin —capellán de una flota inglesa—, quien indicó: “Las mon-
jas en este convento [La Concepción], como en todos los otros, se dice
que son pobres; nos rogaron que les diéramos velas para sus ceremonias
religiosas”.48
Sobre la base de los margesíes de La Encarnación se identifican los
aportes de mayor y menor cuantía. En 1734, los más altos montos co-
rrespondieron a don José de Salazar y Muñatones,49 quien pagó 9300
pesos por la hacienda La Molina; la Caja Real, con 8.038 pesos y 1 real; el
Marqués de Castellón, 1200 pesos por la chacra Huanchihuaylas; y don
Francisco Alarcón Manrique, 908 pesos y 3 reales por el censo impuesto
sobre su hacienda del valle del Cóndor, en Ica.50

46. Vargas Ugarte 1960: 106.


47. Núñez 1973: 139.
48. Ibíd., p. 11.
49. Fue hijo del comerciante español don Andrés Saénz de Alcedo y doña Josefa Rosa de
Muñatones. Información extraída de Turiso 2002: 328.
50. AAL, Monasterio de La Encarnación, 24: 55.

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Mientras que, en 1797, los réditos más altos fueron pagados por la
Real Caja, con 4823 pesos, por el principal de 160.769 pesos a razón del
3%; don José de Salazar y Breña, con 1300 pesos por el canon de la ha-
cienda La Molina; y Clemente García, con 1200 pesos por el canon de la
hacienda que se le vendió al Marqués de Castellón por tres vidas, Huan-
chihuaylas.51 Y en 1814: la Caja Real, con 4823 pesos y medio real, por
los réditos del principal de 160.769 pesos a razón del 3%; doña Josefa y
doña Luisa García, con 1400 pesos por el canon de Huanchihuaylas; y
don José Pío García, Conde de Castañeda, con 1635 pesos por el canon
de la hacienda La Molina en el valle de Ate.52
El número de censatarios y arrendatarios de este monasterio fue de
88, en 1734, incrementándose a 102 en 1797, y disminuyendo a 100 en
1814. Si se revisa las cifras entregadas por los censatarios y/o arrendatarios
en los margesíes del monasterio, se registra que la mayoría de los pagos
oscila entre 100 y 499 pesos. Desde la primera mitad del siglo XVIII hasta
fines de la época colonial, esa fue la concentración de los pagos anuales.
La segunda mayor agrupación estuvo en el rango de 50 a 99 pesos. Habría
que destacar que, solo en la primera mitad del siglo XVIII, existieron dos
personas que cancelaron cantidades mayores a 5000 pesos, aunque aque-
llas que entregaron más de 1000 pesos anuales fueron aumentando hasta
fines de la etapa virreinal. Las pensiones anuales más altas estuvieron re-
lacionadas a propiedades rurales y los pagos de las cajas reales.
El monasterio de La Concepción, entre 1759 y 1763, recibió los ma-
yores montos anuales por parte del arrendamiento del obraje Zapallanga,
con 3900 pesos anuales; el doctor don José Antonio de Borda, por 1100
pesos del censo sobre la hacienda La Taboada; y la Caja Real, con 800
pesos y 2 reales.53 Analizando las cartas de pago emitidas por el monas-
terio a sus censatarios y arrendatarios, se reconoce a 88 de ellos en 1760.
El mayor número de ellos, en 1760, sufragaron entre 100 y 499 pesos
anuales. Al igual que La Encarnación, los más altos pagos estuvieron
asociados con predios ubicados en el ámbito rural y las deudas públicas
de la Corona española a favor del monasterio.

51. AAL, Monasterio de La Encarnación, 26: 50.


52. AAL, Monasterio de La Encarnación, 27: 45.
53. AGN, Cristóbal León y Carvajal, Protocolo n.º 577.

DINÁMICA DE LAS ECONOMÍAS MONACALES DE LA LIMA BORBÓNICA | 469


Egresos

Los egresos monacales fueron diversos, concentrándose principalmente


en la alimentación, vestido y cuidado médico para las religiosas y dona-
das. Los diversos gastos se mencionaron en el proceso de aprobación de
las cuentas que debía realizar cada abadesa al final de su gobierno. Doña
Josefa de Obregón y Mena señaló que los gastos de su gobierno se dieron
en el sustento de su comunidad, la habilitación del coro alto, la reedifi-
cación del noviciado, la reconstrucción de las cercas, la edificación de
fincas arruinadas, la inversión en los pleitos legales por la cobranza de
deudas y los pagos de salarios y pensiones.54
Sobre la alimentación, habría que indicar primeramente que ambos
monasterios no guardaron en la práctica una vida común estrictamente,
es decir, la comunidad no cocinó para el conjunto de las religiosas, ni co-
mían juntas en el refectorio. Esto reflejó las jerarquías sociales internas;
no se mezclaron, y más bien se alimentaron de manera diferenciada. En
1788, la abadesa de La Concepción, doña Manuela Hidalgo, expresó que
las religiosas debían procurar su propia comida a través de su trabajo
o fortuna. Por tanto, las religiosas descuidaban el cumplimiento de las
oraciones obligatorias en su régimen de vida porque se dedicaban a tra-
bajar para conseguir su alimentación. Asimismo, se comentaba que en
esos tiempos subían y bajaban los precios de las menestras, dificultando
aún más las condiciones elementales de las religiosas. También se criticó
que no llevasen hábitos “decentes”.55
El cuidado médico de las religiosas implicó el pago de los servicios
de médicos, sangradores, medicinas, entre otros. En 1781, Sebastián de
Mena reclamó el pago de las deudas por concepto de las recetas medi-
cinales que sumaban 1092 y estuvieron valorizadas en 730 pesos. Re-
cién en 1786, el provisor y vicario general mandó que don Raymundo
Marres,56 ex mayordomo,57 cancelase la deuda que había sido rebajada

54. AAL, Monasterio de La Concepción, 33: 68.


55. AAL, Monasterio de La Concepción, 35: 51.
56. Fue propietario de una fragata llamada Nuestra Señora de los Dolores. Información
extraída de Carmen Parrón Salas 1995: 504.
57. Los mayordomos eran los administradores económicos y financieros de los monas-
terios, y eran elegidos por las abadesas.

470 | YBETH ARIAS CUBA


en una tercera parte.58 Una cuestión interesante en este expediente es el
detalle de las recetas por mes, lo que permite ver las fluctuaciones de es-
tos gastos, y parece ser que los gastos médicos se incrementaron durante
el invierno, lo que puede deberse al frío y humedad que se generaba en
esta estación.
Otro gasto monacal relevante fueron las reparaciones que se reali-
zaron a las propiedades de los monasterios. Según una carta anónima
escrita por una religiosa dirigida al arzobispo,59 la reparación de la igle-
sia monacal de La Concepción debió ser imprescindible a mediados del
siglo XVIII, y no solo por el desgaste del tiempo, sino también por los
efectos del terremoto de 1746. El monto que se invirtió fue cuantioso; se
arregló la colgadura, el cañón desde la reja hasta el altar mayor, las capi-
llas de los lados, las sacristías, la portada, el propio altar mayor, etcétera.
La suma de estos gastos ascendió a 12.900 pesos. No olvidemos el pago
de los alarifes, constructores, tasadores y otras personas implicadas en
las tareas de construcción y refacción.
En algunos casos, los monasterios compraron propiedades, lo que
se constituyó en otro egreso monacal. Un caso se manifestó en 1776,
cuando la abadesa de La Concepción, la madre doña Josefa Muchotrigo,
en nombre de su comunidad religiosa, intervino en la escritura de un
censo consignativo.60 La otra parte la constituía don Juan Manuel Soto-
mayor y su esposa, doña Marcela Tejeda, y el predio involucrado era una
casa principal con cinco tiendas accesorias situada en la cuadra que iba
de la esquina de la Acequia Alta hasta el final. La propiedad estuvo va-
luada en 13.442 pesos (10.575 representó el precio de la fábrica y el resto
el suelo) según la tasación de los alarifes Ventura Coco y Alonso Rivera.
No se conoce si al final se llevó a cabo la escritura porque el expediente
está incompleto.
Un egreso monacal se representó en las deudas incumplidas, entre
ellas a los ex mayordomos. En 1783, don Joaquín Bouso Varela demandó
al monasterio de La Concepción por el pago que se le adeudaba —como
mayordomo que fue de la abadesa doña Ana Genís Terán, quien tuvo el

58. AAL, Monasterio de La Concepción, 35: 5.


59. AAL, Monasterio de La Concepción, 33: 34.
60. AAL, Monasterio de La Concepción, 34: 37.

DINÁMICA DE LAS ECONOMÍAS MONACALES DE LA LIMA BORBÓNICA | 471


cargo entre los años de 1769 y 1772—. Don Joaquín comentó que para
los antiguos mayordomos existía una gran dificultad de cobrar las pen-
siones atrasadas de los censatarios del monasterio. Por ello, para que se
aprobaran las cuentas de la abadesa mencionada, puso lo que faltó de su
propio dinero, una cantidad que superó los 14.000 pesos.61 No se le pagó,
porque el ex mayordomo vuelve a presentar su demanda en los años de
1787 y 1788.62
El financiamiento de los pleitos judiciales también era otro gasto
de los monasterios. Aparte del salario de un procurador o abogado, se
debe considerar los costos del papel de las escrituras y los usados en los
contratos, testamentos y escrituras ante un notario.63

Los sectores beneficiados de las transacciones


económicas monacales

Las transacciones económicas de los monasterios limeños implicaron


relacionarse con diferentes sectores de la sociedad limeña. En este ítem
se describirá a las personas que estuvieron involucradas en los censos y
arrendamientos de los monasterios de La Encarnación y La Concepción,
quienes pertenecieron a la elite, los grupos eclesiásticos, las organizacio-
nes y los sectores populares de la Lima borbónica.

La elite limeña

Este sector de la sociedad limeña en tiempos borbónicos fue un grupo


importante de los censatarios y arrendatarios de los claustros estudia-
dos, quienes fueron identificados en los margesíes encontrados y en las
escrituras de los protocolos notariales. La tendencia de la elite limeña
por estar asociada a los censos es comprendida porque “la profusión de
vinculaciones y gravámenes […] es clara prueba de una mentalidad que
creía no solo en la necesidad de trasmitir un estilo de vida de generación

61. AAL, Monasterio de La Concepción, 35: 12.


62. AAL, Monasterio de La Concepción, 35: 44, f. 1v.
63. Núñez 1973: 112-113.

472 | YBETH ARIAS CUBA


en generación, sino de financiar meritos y descargos para salvaguardar
la vida eterna”.64
La nobleza, uno de los grupos más prominentes de la elite limeña,
estuvo relacionada con las operaciones económicas de los monasterios de
La Encarnación y La Concepción. Con el monasterio de La Concepción
estuvieron anexados a estas transacciones nueve nobles. Cinco fueron
marqueses, dos varones y tres mujeres, y cuatro condes, dos varones y
dos mujeres. La mayoría de las propiedades implicadas en las relaciones
económicas entre la nobleza y este claustro era de tipo urbano.65
Los nobles más representativos fueron: la Marquesa de Cochán; 66
la Marquesa de Maenza,67 que en 1819 pagaba por ella don Bartolomé
Valdez; 68 la Marquesa de Villafuerte, como viuda, albacea, y tenedora de
bienes del señor don Lorenzo de la Puente, fiscal de la sala civil que fue
de la Real Audiencia, Marqués de Villafuerte,69 aunque ella recibía 60 pe-
sos del monasterio como patrona de la capellanía que fundó don Gabriel
Delgadillo; el Marqués de San Juan de Nepomuceno, regente de la Real
Audiencia, Manuel Arredondo; y la Condesa de Villar de Fuentes.70

64. Rizo Patrón 2000: 64.


65. La información sobre los sectores sociales beneficiados por las transacciones eco-
nómicas de La Concepción se basa en el protocolo de Cristóbal León y Carvajal, n.º
577, 1760-1761, que está en el AGN, y el margesí de 1819 (AAL, Monasterio de La
Concepción, 37: 73).
66. Esta marquesa fue fiadora del virrey Manso de Velasco para afrontar los daños del
terremoto de 1746. Idea extraída de Pérez Mallaína 2001: 279.
67. En 1747, los marqueses de Maenza, junto a los marqueses de Torre Tagle y los condes
de Torreblanca, encabezaron un escrito que se oponía al derrumbe de los pisos altos
que había ordenado el virrey Manso de Velasco para prevenir los daños producidos
por los terremotos. Según Pérez Mallaína 2001: 144.
68. Cónsul del Tribunal del Consulado entre 1809 y 1810, y 1811 y 1812. Información
extraída de Parrón Salas 1995: 94.
69. Pariente del oidor Juan José de la Puente, Marqués de Corpa, quien ocupó su cargo
de 1749 a 1777. Información extraída de Campbell 1972: 22-23.
70. Este título nobiliario fue adquirido por don José Villar y Andrade por su importante
ayuda en la reconstrucción de la ciudad de Lima luego del terremoto de 1746. El hijo
de la condesa, don José Gonzáles de la Fuente, fue prior del Tribunal del Consulado
entre 1813 y 1816, y 1822 y 1823, y alcalde del Cabildo de Lima entre los años 1797 y
1798. Información extraída de Sánchez 2001: 195 y Parrón Salas 1995: 94.

DINÁMICA DE LAS ECONOMÍAS MONACALES DE LA LIMA BORBÓNICA | 473


El pago de mayor cuantía, que fue de 600 pesos anuales, era con-
tribuido en 1760 por el conde de Villanueva, y en 1761 por la condesa
de Villanueva, por el concepto de un censo impuesto sobre su hacienda
llamada Santa Rosa o Caja de Agua, ubicada en el valle de Ate.
En el monasterio de La Encarnación, durante la primera mitad del
siglo XVIII, los nobles que hicieron transacciones económicas con este
claustro sumaron cinco, en la segunda mitad, seis, y en las primeras
décadas del XIX, tres. Cinco fueron marqueses, y otros cinco, condes.
La mayoría de estos nobles pagaron réditos por censos consignativos o
ventas a censo.71 Los nobles más representativos fueron: el marqués de
Baldelirios,72 quien actuó como albacea de los herederos del licenciado
don Antonio Céspedes; el marqués de Casa Boza;73 la condesa de Casti-
llejo74, como heredera del marqués de Monterrico;75 don José Pío García,
que en 1814 era ya el conde de Castañeda;76 y la condesa de San Isidro,
quien era acreedora del monasterio.
La mitad de las propiedades correspondían al área rural, así los ma-
yores pagos por réditos estuvieron vinculados a predios rurales. El conde
de Castañeda pagó 1635 pesos anuales por la compra de la hacienda La
Molina, en el valle de Ate, y de las tierras Las Monjas, además de otras
que las unieron a la hacienda. Mientras, el marqués de Castellón y sus

71. La información sobre los sectores sociales beneficiados por las transacciones eco-
nómicas de La Concepción se basa en los margesíes citados de La Encarnación y los
expedientes del AAL.
72. Este marqués, Francisco Munive y Garavito, fue integrante del Consejo de Indias.
Además, fue primo del oidor Cristóbal Mesia y Munive, marqués de Sierrabella. In-
formación extraída de Campbell 1972: 23.
73. Fue pariente del oidor Manuel Mansilla. Fue el abogado defensor del virrey Superun-
da. Información extraída de Campbell 1972: 24.
74. Esta condesa tuvo una relación cercana con Pablo de Olavide, quien fuera oidor y
asistente de Sevilla. Este estaba en la casa de la condesa cuando acaeció el terremoto
de 1746. Asimismo formó parte de los fiadores del virrey Manso de Velasco. Informa-
ción fundamentada en Pérez Mallaína 2001: 62-63.
75. Obtuvo su grado de coronel durante la guerra contra Inglaterra. Fue quien mandó
una expedición para combatir la sublevación indígena en Huarochirí. Dato extraído
de Pérez Mallaína 2001: 370-371.
76. Fue fiador del virrey Manso de Velasco para afrontar los perjuicios del terremoto de
1746. Información basada en Pérez Mallaína 2001: 279.

474 | YBETH ARIAS CUBA


subarrendatarios cancelaron 1200 pesos anuales por la enfiteusis de la
chacra de Huanchihuaylas.
Los familiares de los arzobispos también eran censatarios de los
monasterios limeños. Don José Barroeta,77 hermano del arzobispo don
Pedro Antonio de Barroeta, pagó 17 pesos y 6 reales a La Encarnación
por un censo impuesto en una casa situada en la calle de San Marcelo.78
En 1797, esta vivienda pertenecía al señor don Pedro Tagle, quien realizó
este pago.
Dentro de la lista de censatarios de La Encarnación se debe seña-
lar al peninsular don Domingo Ramírez de Arellano, caballero de Ca-
latrava, y quien perteneció al linaje de los condes de Aguilar de la Sierra
de Cameros de España. Se casó con la hija de los condes de Vistaflorida
y fue capitán de la guardia de los alabarderos de los virreyes.79 Además,
fue un importante comerciante en la Lima borbónica.80 En 1797, paga-
ba 169 pesos por el censo de la casa que compró en la esquina de la
Acequia Alta, que antes fue de los herederos de don Mariano José de
Oyague.81
Un grupo de la elite limeña poseía títulos académicos, y ellos tam-
bién realizaron convenios económicos con los monasterios. Sobre todo
doctores y licenciados estuvieron conectados a los tratos económicos
monacales. La Concepción entregó, entre 1760 y 1762, cartas de pago
a 15 doctores, y algunos de ellos fueron eclesiásticos, como el doctor
don Juan José Potan, el doctor don Ignacio de Villanueva, el doctor don
Sebastián de Alvarado y el doctor don Carlos Munibe. Otros ejercían

77. José Barroeta había llegado al virreinato peruano varios años antes que su hermano.
Fue tesorero de la Caja Real de Guayaquil, aunque renunció para dedicarse al oficio
de comerciante, llegando a ser presidente del Tribunal del Consulado de Lima. Ade-
más, fue nombrado por el virrey Manso de Velasco como sobrestante, quien debía
vigilar la economía de la reconstrucción de la catedral, la cual se inició en 1751. Este
nombramiento se constituyó en una estrategia virreinal para contentar al arzobispo.
Aunque el conflicto entre ambas autoridades continuó, por lo que tuvo que renun-
ciar el hermano del arzobispo a la labor encomendada. Información extraída de Pé-
rez Mallaína 2001: 160-165.
78. AAL, Monasterio de La Encarnación, XXVI: 50, 1797.
79. Ver <www.mariologia.org/advocacionesperu08.pdf>.
80. Mazzeo 2001.
81. AAL, Monasterio de La Encarnación, XXVI: 50.

DINÁMICA DE LAS ECONOMÍAS MONACALES DE LA LIMA BORBÓNICA | 475


algún cargo en la Real Audiencia: el doctor don Pedro Bravo de Rivero,
oidor decano; 82 el doctor don Juan Antonio Laja de Valdez, abogado; y el
doctor don Alonso Rendón de la Barreda, también abogado. Otros que
destacaron fueron: el doctor don Manuel de Mansilla,83 el doctor don
José Antonio de Borda84 y el don Alfonso Carrión.85
La mayor pensión que el monasterio recibió de los doctores fue de
1100 pesos por concepto de un censo impuesto sobre la hacienda La Ta-
boada, que se ubicaba en el valle de Carabayllo y era propiedad de don
Esteban Elcorrobarrutia,86 siendo el doctor don José Antonio de Borda
un arrendatario,87 y quien pagaba los réditos. Como no se conoce el por-
centaje del rédito, se supone que el principal entregado fue 55.000 pesos;
tal monto era muy alto, pero su entrega se explica porque fue hermano

82. Compró su cargo en 28 mil pesos. Fue persona cercana de la comitiva de gobierno
del virrey Manso de Velasco según el arzobispo Barroeta y el virrey Amat. Fue con-
siderado como enemigo por este prelado. También fue juez conservador de la Caja
de Censos de Indios, siendo acusado por Amat de malos manejos. Fue obligado a
jubilarse con medio sueldo en 1764 (Pérez Mallaína 2001: 238, 246-248, 250-251).
Sus padres fueron el maestre de campo y comerciante español don Juan Bravo de
Rivera y doña María Antonia Correa Padilla (Turiso 2002: 295-296). Fue reinstalado
en 1776 y retirado en 1778. Tuvo siete casas comerciales y una finca en Carabayllo.
Se casó con doña Petronila Zavala de Velasco, con quien tuvo siete hijos. Fue juez,
auditor de guerra y deán de la Audiencia. Campbell 1972: 21.
83. Fue oidor y alcalde del crimen. Tuvo una chacra en Lurigancho, una estancia en
Tarma y una hacienda en Moquegua. Se casó con doña Marcela Arias de Saavedra y
tuvo cinco hijos. Información extraída de Campbell 1972: 24.
84. Fue alcalde del crimen de la Real Audiencia en tiempos del virrey Manso de Velasco
y el arzobispo Barroeta, y antes fue alcalde de Lima. Información extraída de Turiso
2002: 294.
85. Debió tener algún título académico porque fue oidor de la Real Audiencia. Fue pe-
ninsular. Se casó con doña Josefa Tagle y Bracho y tuvo diez hijos. Uno de sus cuña-
dos fue subdeán de la Audiencia de Lima y juez de la Audiencia de Charcas, y otro
fue alcalde de crimen de la Audiencia de Lima y juez de la Audiencia de Charcas; otro
fue arcediano de la catedral de Lima y rector de la Universidad de San Marcos; otro
fue capitán del regimiento de infantería Real de Lima, y otra fue la Condesa de Torre
Velarde. Información extraída de Campbell 1972: 24-25.
86. Hijo legítimo del comerciante español don Manuel de Irazabal Elcorobarrutia y de
doña María Antonia de Paz y Fiesco. Además fue hermano del contador don Manuel
de Elcorobarrutia descrito en las siguientes páginas. Información extraída de Turiso
2002: 312.
87. Vegas de Cáceres 1996: 244.

476 | YBETH ARIAS CUBA


de doña Gabriela, doña Maria Josefa, doña Antonia y doña Rosa de Bor-
da, religiosas de velo negro de La Concepción. Lo más probable fue que
el principal haya sido dado en el tiempo de gobierno de una de sus her-
manas como abadesa.
El monasterio de La Encarnación tuvo a 14 doctores y 11 licenciados
como sus censatarios, arrendatarios o beneficiados. Los más represen-
tativos fueron: el doctor don Juan José del Castillo,88 el doctor don Hi-
pólito Bueno de la Rosa89 y el doctor don Francisco Rúa y Collazos.90 La
pensión más alta que pagó un doctor a este claustro fue de 1000 pesos,
siendo cancelada por el doctor don Tomás Ignacio de Palomeque, a causa
del arrendamiento de la casa que fue de don Miguel de Valdivieso.91 El li-
cenciado don Antonio Céspedes canceló la pensión más alta (600 pesos)
entre los licenciados por un censo impuesto sobre su chacra en el valle de
Ate. Además, la mayoría de los predios implicados en estas operaciones
correspondían al área urbana. Siete de ellos involucraron una compra a
censo, varias veces, de tipo perpetuo.
El doctor don Sebastián de Alvarado, quien recibió un principal
de 7983 pesos impuestos sobre una casa en la calle de San Agustín,
fue administrador de este monasterio y debió serlo probablemente en
la primera mitad del siglo XVIII.92 Tal condición fue ventajosa para él,
pues el servicio a la comunidad religiosa no solo constituía un trabajo
remunerado, sino también un conjunto de relaciones y beneficios econó-
micos, directos o no, del monasterio a su persona.

88. Fue protomédico y catedrático de San Marcos. Fue catedrático de prima y de vísperas
de medicina. Datos extraídos de Delgado Matallana 2006: 133-134.
89. Fue protomédico y catedrático de San Marcos. Fue catedrático de prima y de vísperas
de medicina y catedrático de arte o método curativo de Galeno. Datos extraídos de
Gustavo Delgado Matallana. Evolución histórica de la Facultad de Medicina de San
Fernando, 2006: 133-134.
90. Fue médico y abogado reconocido por la Real Audiencia y catedrático de San Mar-
cos. Fue catedrático de arte o método curativo de Galeno y de anatomía. Datos ex-
traídos de Delgado Matallana 2006: pp. 134-135.
91. Fue un abogado que ejercía la cátedra de leyes en San Marcos en vísperas (tarde)
y postuló a prima (mañana) disputando con Antonio José Álvarez Ron. Fue apo-
yado por el oidor Pedro Bravo del Rivero y, por ende, también por el virrey Manso
de Velasco. Finalmente logró ser nombrado en prima. Información basada en Pérez
Mallaína 2001: 279.
92. AAL, Monasterio de La Encarnación, 24: 71, 1760.

DINÁMICA DE LAS ECONOMÍAS MONACALES DE LA LIMA BORBÓNICA | 477


El caso del doctor don Tomás José Cayetano y su hermano don José
de Llanos y Orcasitas, quienes cancelaron un censo impuesto sobre una
hacienda ubicada en Huamanga, Paca, también puede relacionarse con
algunas religiosas por un vínculo de parentesco. Esta afirmación se fun-
damenta en que en La Encarnación existieron tres religiosas de velo ne-
gro con el apellido Orcasitas: doña Fructuosa Orcasitas —quien fuera
abadesa a principios del XIX—93 y las hermanas doña María de la Nativi-
dad Orcasitas94 y doña María del Carmen Orcasitas, quien fue criada por
su tía doña Fructuosa.95 Lo mismo ocurría con el licenciado don Alonso
de la Cueva Ponce de León y el licenciado don Diego de Chávez.
En las escrituras notariales relacionadas con el monasterio de La
Concepción se encontró a tres contadores como contribuyentes a los
ingresos monacales en calidad de censatarios y arrendatarios: el contador
don Francisco Valentín de Aduris, el contador don Cipriano de Tejada y
el contador don Manuel de Elcorobarrutia.96 Parece ser que los tres com-
praron las casas al monasterio por vidas pagando una pensión anual.
Las transacciones económicas de los monasterios limeños incluye-
ron a personas eclesiásticas. En el monasterio de La Concepción, estos
individuos sumaron cuatro frailes, sacerdotes y religiosas: el maestro
reverendo padre regente fray Agustín de Zúñiga, de la orden de predi-
cadores; la madre doña Juana Póveda, religiosa de velo negro; el padre
don Francisco de Francia, de la Congregación del Oratorio de San Felipe
de Neri; por don Andrés de Francia; doña Rosa Corvalán, religiosa de
velo negro; fray Alejo de Cabrera; los capellanes de las fundaciones de
la reverendas madres doña María Montoya y doña Inés de Orellana; el
reverendo padre fray José Pagán, de la orden de La Merced, cuidador del

93. AAL, Monasterio de La Encarnación, 27: 14, 1807.


94. AAL, Monasterio de La Encarnación, 26: 53, 1798-1800.
95. AAL, Monasterio de La Encarnación, 27: 8, 1804-1805.
96. Hijo legítimo del comerciante español don Manuel de Irazabal Elcorobarrutia y de
doña María Antonia de Paz y Fiesco. Estudió jurisprudencia en el colegio de San
Martín, fue becario del colegio de San Felipe, doctor en la Universidad de San Mar-
cos, abogado de la Real Audiencia, sargento mayor de milicias de Chancay, capitán de
la Compañía de Plateros del regimiento fijo de Lima, corregidor de Chancay, alcalde
de Lima y caballero de la orden de Santiago, además de ser contador del Tribunal de
Cuentas. Información extraída de Turiso 2002: 312.

478 | YBETH ARIAS CUBA


culto de San José del monasterio; el padre Juan Pedro Munárriz; y las re-
verendas madres encargadas de las buenas memorias de Nuestra Señora.
La pensión más alta que se pagó entre estos eclesiásticos era la del padre
Juan Pedro Munárriz por la compra a censo de una casa en la calle de
Santo Domingo, quien canceló anualmente 390 pesos.
Algunas religiosas del mismo monasterio estuvieron involucradas
en las operaciones económicas del claustro. La religiosa doña Rosa Cor-
valán y las religiosas encargadas de las buenas memorias del monasterio
pagaron censos a favor del monasterio, mientras doña Juana Póveda re-
cibía réditos de un censo que le debía el propio claustro y don Juan Es-
teban de Mendive. Doña Rosa Corvalán probablemente pagó ese censo
porque arrendó la casa involucrada.
El monasterio de La Encarnación incorporó solo a tres personas
eclesiásticas en sus operaciones económicas: la madre doña Margarita
de Rosas, religiosa de las descalzas de San José; doña Juana Rivas, reli-
giosa de la Trinidad; y el padre Paz de la orden de San Francisco. Ambas
religiosas no pertenecían a esta comunidad sino a otras.
Un sector que se consolidó como parte de la elite de la Lima bor-
bónica fue el ejército. Numerosos varones encontraron en los oficios
militares una vía de ascender o conservar su posición social en la socie-
dad limeña. En realidad, gran parte de ellos pertenecieron a los sectores
medios. Los integrantes de este grupo también se constituyeron en cen-
satarios y/o arrendatarios de los monasterios.
La Concepción recibió una pensión anual de dos generales y tres
capitanes: el general don Francisco Hurtado de Mendoza, regidor per-
petuo de esta ciudad; el general don Felipe Barba de Cabrera; don Pedro
Canto de Salazar, capitán de la sala de armas; el capitán don Juan de
Ulloa; y el capitán don Juan de Valladares. Mientras que La Encarna-
ción tuvo entre sus censatarios y arrendatarios a dos capitanes: don Juan
Cortés y don Diego Pérez.
Igualmente, se contó con escribanos entre los censatarios mona-
cales. Algunos trabajaron para cierto monasterio y disfrutaron del ac-
ceso de un censo o arrendamiento. Por ejemplo, en 1734, Orencio de
Ascárrunz entregó un rédito anual de 60 pesos a La Encarnación por
una casa frente a Los Huérfanos. También fue censatario don Martín
Pérez Dávalos, escribano de su majestad, quien canceló la pensión de
52 pesos anuales por la casa que poseía en la calle de la Barranca, y cuyo

DINÁMICA DE LAS ECONOMÍAS MONACALES DE LA LIMA BORBÓNICA | 479


dominio directo pertenecía al monasterio de La Concepción.97 Los es-
cribanos y notarios formaron parte de los sectores medios de la sociedad
de la Lima borbónica.

Transacciones relacionadas con espacios de comercio

La profusión de las actividades comerciales fue una causa importante


del aumento de arrendamientos de espacios físicos para vender mercan-
cías, y los monasterios los ofrecieron. Estos sitios pagaron una pensión
al mes, y los beneficiados pertenecían muchas veces a los sectores medios
de la sociedad limeña en la coyuntura borbónica.
El arrendamiento de estos espacios de comercio fue una estrategia
usada por La Concepción para aumentar sus ingresos económicos, sien-
do sus arrendatarios un número significativo. Este monasterio poseía
tiendas,98 cajones,99 bodegas y pulperías100 en las siguientes calles: el por-
tal de los botoneros, la calle del Palacio, la calle de Santo Domingo, el
pozuelo de Santo Domingo, el pozuelo de San Sebastián, la esquina de
la anterior plazuela, la calle del Arco, la calle del Mascarón, la calle de
Lártiga, la esquina del monasterio, la calle del Carmen Alto, frente a la
reja de la cárcel, y la calle del Castillo. Destacan dentro de los arrenda-
tarios: don Manuel Valle,101 don Eugenio Fernández Valdivieso102 y don
Ignacio Santiago.103

97. AGN, Cristóbal León y Carvajal, Protocolo 577, 24-1-1761, f. 416.


98. “La casa, puesto ó parage, donde se venden algunos géneros: assi de vestir, como de
comer”. Según la Real Academia Española 1963: tomo VI, f. 273.
99. Tienda de comestibles.
100. “Tienda en las Indias, donde se venden diferentes géneros para el abasto: como son
vino, aguardiente y otros liquores, géneros pertenecientes á drogueria, buhonería y
otros, pero o paños, lienzos ni otros texidos”. Según la Real Academia Española 1963:
tomo V, f. 430.
101. Fue cargador del Tribunal del Consulado, siendo sus consignatarios los eclesiásticos
Juan Verger y Azcano y Matías Ramos. Información extraída de Parrón Salas 1995: 541.
102. Hijo del comerciante español don Juan Fernández de Valdivieso y Vélez y doña Mi-
caela Jerónima de Arbizu y Contreras. Su padre era propietario de un almacén. In-
formación extraída de Turiso 2002: 304.
103. Fue cargador y consignatario en el Tribunal del Consulado. Información extraída de
Parrón Salas 1995: 541.

480 | YBETH ARIAS CUBA


Algunos de estos arrendatarios llevan la distinción del don o doña,
lo que sugiere que su procedencia social fue de la elite, y tal vez arrenda-
ron estos lugares para subarrendarlos a otras personas del sector bajo de
la elite o los sectores populares, y otra posibilidad es que ellos mismos
se dedicaran a las actividades comerciales. Aunque, al mismo tiempo,
se encuentran arrendatarios que no fueron distinguidos con esos ape-
lativos y pagaron igual o más que los que posiblemente pertenecían a la
elite. Tal tendencia se comprende, puesto que el comercio abrió cierto
dinamismo en el ascenso social en las sociedades en que se practicaba.
Este tipo de arrendamiento igualmente se realizó en el monasterio
de La Encarnación, aunque la cantidad de arrendatarios fue significati-
vamente menor respecto al anterior claustro. Otro dato que resalta es la
inexistencia de personas con los apelativos de don o doña, lo que podría
indicar que eran personas de los sectores populares en sus estratos al-
tos o medios que laboraban en actividades comerciales al por menor.
El mismo hecho de no completar los datos sobre quién era el inquilino
refleja el poco interés sobre este tipo de transacciones, lo que fue opuesto
al monasterio de La Concepción, cuya información es más completa y
ordenada. Las tiendas arrendadas se situaron en la calle de la esquina
de Los Huérfanos a la cerca del monasterio, la calle de Serrano, la ca-
lle de Jesús María, frente a la iglesia del monasterio, y la plazuela del
monasterio.

Los sectores populares limeños

Muchas personas de los sectores populares de la ciudad vivían en calle-


jones. Los monasterios de la Encarnación y La Concepción tenían entre
sus propiedades algunos callejones, siendo sus inquilinos directos inte-
grantes de los sectores populares. En ocasiones, algunos callejones eran
gravados con censos; esto sucedió con Antonio de León, quien poseía un
callejón de cuartos y dos casitas accesorias, y una tienda situadas en la
calle al costado de la iglesia de San Pedro de Nolasco, en las que se impu-
so un censo a favor de La Concepción.104

104. AGN, Cristóbal León y Carvajal, Protocolo 577, 14-11-1761, f. 679.

DINÁMICA DE LAS ECONOMÍAS MONACALES DE LA LIMA BORBÓNICA | 481


Habría que mencionar que durante la coyuntura del terremoto de
1746 varios inquilinos habitaron este tipo de propiedades sin pagar por
la confusión general y la huida de la elite a sus haciendas. Incluso cons-
truyeron habitaciones en propiedades destruidas, y posteriormente se les
reconocieron sus derechos pagando bajos alquileres.105
La Concepción poseía un callejón que se llamó Chillón, con 16 cuar-
tos que se alquiló cada uno a 2 pesos mensuales, lo que debía importar
32 pesos mensuales y 384 anuales. Esta propiedad se ubicó a la espalda
del convento de Santa Rosa de los Padres.106 En cambio, el monasterio
de La Encarnación poseía tres callejones. Uno se ubicó en la calle de Los
Huérfanos con 15 cuartos, 3 de ellos eran ocupados por los criados de
la iglesia y 1 no se alquiló por estar húmedo. Otro callejón se situó en la
calle Ormeño, y poseía 10 cuartos, 1 casita y 1 tiendecita accesoria. Estos
dos callejones rendían al monasterio 552 pesos, aunque debían producir
840.107 El tercer callejón de La Encarnación estuvo en la calle de la puerta
falsa del monasterio, y era arrendado por 360 pesos anuales.108
Posiblemente los sectores más altos de la plebe limeña llegaron a
alquilar casitas o cuartos individuales que pertenecían a ambos monas-
terios. La Concepción arrendó en la calle del Prado dos casitas a Silvestre
(no le señalan apellido) y Cirila Mena; el primero pagó 6 pesos mensua-
les, y la segunda, 5. Asimismo se alquiló un cajoncito a Rosa Cabrera,
que aparte de dedicarse al pequeño comercio vivía en el lugar. En la calle
del Castillo se arrendó dos cuartos a Carmen Flores y Cipriana Vega
pagando cada una 4 pesos mensuales. También se alquiló un cuarto alto
a Petronila Mendoza, quien canceló 4 pesos mensuales. La Encarna-
ción igualmente alquiló casitas, pero en sus registros no indican a los
arrendatarios, aunque lo más probable es que procedieran de los secto-
res populares por la escasa referencia a ellos. En estas circunstancias se
arrendaron ocho casitas.

105. Pérez Mallaína 2001: 349.


106. AAL, Monasterio de La Concepción, 37: 73, 1819.
107. AAL, Monasterio de La Encarnación, 26: 50, 1797.
108. AAL, Monasterio de La Encarnación, 27: 45, 1814.

482 | YBETH ARIAS CUBA


Los organismos limeños

Lima, como capital virreinal, albergó numerosos organismos civiles,


eclesiásticos y privados. Algunos de ellos hicieron negocios con los
monasterios de la ciudad, siendo variados los intereses de estas tran-
sacciones. La Concepción entregó dinero en calidad de principal a
cinco organismos de Lima: la Caja real, el Tribunal del Consulado de
Lima, el Real Estanco de Tabacos, el Hospital de San Bartolomé109 y el
Colegio de Santo Toribio. La Caja Real pagó anualmente al monasterio
la considerable cantidad de 4440 pesos y 6 reales.
La Encarnación contó con un mayor número de organizaciones
censatarias que La Concepción: la Caja Real, el Tribunal del Consula-
do de Lima, el Real Estanco de Tabacos, los Cinco Gremios Mayores
de Madrid110 y el Colegio de Santo Tomás. Los tres primeros fueron
los censatarios que compartieron ambos claustros. La diferencia entre
ambos monasterios es que La Encarnación entregó más principales a
los dos primeros. Los réditos que pagó la Caja Real al monasterio eran
en gran medida mayores a los que recibía La Concepción de la misma
institución.
Las organizaciones eclesiásticas formaron parte de los censatarios
de los monasterios limeños. En el caso de La Concepción, tres órdenes
religiosas masculinas pagaron una pensión anual: los jesuitas, los míni-
mos y los padres de la Buena Muerte. Los jesuitas cancelaron el monto
más alto por el derecho de un pase de agua y los otros pagaron censos

109. Este se dedicaba a cuidar a los enfermos de ascendencia afroperuana. Se ubicaba en


la calle de San Bartolomé —novena cuadra del actual Jirón Miró Quesada—, dentro
del barrio de Santa Catalina. Ver <http://sisbib.unmsm.edu.pe/BVRevistas/anales/
v57_n4/hospit_materno.htm>.
110. La licencia de establecimiento de los Cinco Gremios Mayores de Madrid en las colo-
nias americanas se dio en 1785. Esta autorización facultó a esta compañía comercial
a instalar factorías para la importación y exportación comercial, vendiendo al por
mayor en las ciudades más importantes del virreinato. Esta asociación fue una de las
casas comerciales españolas de corte monopólico fundada para liderar el comercio
transatlántico en el interior español. La ventaja de su empresa era que ofrecía precios
más bajos. Aunque, en 1800, sus deudas eran enormes, por lo que sus acreedores
motivaron un concurso, pues, a la vez, le debían grandes sumas, así que por un lado
poseía grandes deudas y por otro le debían fuertes sumas. Lazo (2006b: 179-180).

DINÁMICA DE LAS ECONOMÍAS MONACALES DE LA LIMA BORBÓNICA | 483


impuestos en propiedades urbanas y rurales. La Encarnación tuvo como
censatarios a los juandedianos, los mínimos, los agustinos y los domi-
nicos. A los mínimos les dieron tres principales impuestos sobre una
casa y dos propiedades rurales. El monto más costoso fue pagado por
los juandedianos por unos terrenos que habían comprado al monasterio
para construir la plazuela que tenía el nombre de su orden. El beaterio
de las recogidas y dos cofradías fueron otros censatarios relacionados a
este monasterio.

Conclusiones

Los capitales económicos que las religiosas tenían a mano como comu-
nidad sirvieron para preservar y fortalecer sus posiciones en las relacio-
nes de fuerza dentro de la dinámica de la sociedad de la Lima borbónica.
También se indica las instituciones económicas a las que estuvieron
expuestas las religiosas para adoptar estrategias que les permitiesen
ganar en el campo económico borbónico para su propio provecho. Por
tanto, los costos de transacción fueron altos en la época borbónica para
los monasterios por las políticas que promovían la rebaja de los réditos
de los censos (que eran los ingresos más altos junto con los juros) y las
ideas del traspaso de las propiedades de los monasterios a las personas
laicas dentro de un proceso de secularización.111
Este último punto no se cumplió de forma efectiva, empero existie-
ron condiciones reales para su aplicación a nivel de las representaciones
difundidas por cierta elite borbónica gubernamental, eclesiástica y civil;
y por los efectos del terremoto de 1746, al aumentar los casos de ventas
de casas a censo por el deterioro de las propiedades y la falta de dinero
por parte de los monasterios para asumir los reparos, al igual que al-
gunos censatarios o arrendatarios antiguos. Fue una época en que los
monasterios demostraron vulnerabilidad, sin embargo, también expre-
saron su fortaleza dentro de la dinámica de poder limeño al recuperar-
se de manera paulatina en relación con sus ingresos, destacando el rol

111. El conde de Campomanes, ministro de Hacienda del monarca Carlos III, elaboró un
tratado en 1765 con ese propósito. Rodríguez (1975: 1765).

484 | YBETH ARIAS CUBA


importante que poseían en el sistema de poder de la Lima borbónica, y
el que no estaban dispuestas a perder.
Las listas de participantes de estas transacciones a la vez muestran
parte de la dinámica social y económica de la sociedad de la Lima borbó-
nica: sus intereses, sus fuentes de ingreso, sus mentalidades, la evolución
de la población y el urbanismo limeño, entre otros puntos que otras in-
vestigaciones futuras podrán profundizar.
Aunque en la historiografía se maneja una imagen de decadencia en
los monasterios del siglo XVIII, este estudio cuestionaría esta posición.
Las políticas borbónicas intentaron debilitar las economías monacales
apoyadas por ciertos sectores de la elite limeña, sin embargo, las alian-
zas de los monasterios y el desarrollo económico de la época les sirvie-
ron para continuar en sus roles de importantes agentes económicos de
la Lima borbónica. La información que se brinda en esta investigación
promueve nuevas sendas de estudios para profundizar en el estudio de
la economía peruana de la segunda mitad del siglo XVIII y las primeras
décadas del XIX.

DINÁMICA DE LAS ECONOMÍAS MONACALES DE LA LIMA BORBÓNICA | 485


ANEXO

Gráfico 1
PRINCIPALES ADEUDADOS POR LAS REALES CAJAS
A LOS MONASTERIOS LIMEÑOS, 1771

Fuente: Pérez Mallaína 2001: 305.

Gráfico 2
MONASTERIOS IMPLICADOS EN LA ENTREGA DE PRINCIPALES AL
TRIBUNAL DEL CONSULADO DE LIMA GARANTIZADOS EN RECAUDOS
FISCALES, 1757-1781

Fuente: Quiroz 1993: 187-200

486 | YBETH ARIAS CUBA


Gráfico 3
PRINCIPALES DE LOS MONASTERIOS CARGADOS SOBRE EL IMPUESTO
QUE GARANTIZABA EL TRIBUNAL DEL CONSULADO, 1800

Fuente: Parrón Salas 1995: 549-550

Gráfico 4
DESARROLLO DE LAS RENTAS DE LOS MONASTERIOS DE LA
ENCARNACIÓN Y LA CONCEPCIÓN

Fuente: Datos extraídos de La Encarnación: 1734 (AAL, Monasterio de La Encarnación, 24:


55), 1769 (AAL, Monasterio de La Encarnación, 25: 37), 1794 (Unanue 1985: 212), 1797 (AAL,
Monasterio de La Encarnación, 26: 50), 1814 (AAL, Monasterio de La Encarnación, 27: 45). La
Concepción: 1769 (AAL, Monasterio de La Encarnación, 25: 37), 1794 (Unanue: 1985 212], 1819
(AAL. Monasterio de La Concepción, 37: 73).

DINÁMICA DE LAS ECONOMÍAS MONACALES DE LA LIMA BORBÓNICA | 487


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DINÁMICA DE LAS ECONOMÍAS MONACALES DE LA LIMA BORBÓNICA | 491


Capítulo 13
El ingreso de esclavos por Paita en el período
del asiento de la South Sea Company, 1713-1750

Julissa Gutiérrez Rivas


Universidad de Piura

Pocos son los estudios que sobre el comercio negrero se han realizado
para las diferentes localidades del Perú. En este contexto, la información
encontrada en los cuadernos de almojarifazgo del Archivo General de
la Nación y en las actas notariales del Archivo Regional de Piura nos
permite analizar el desarrollo del comercio negrero a través del puerto
de Paita en tiempos en que el asiento de esclavos de Panamá, de donde
provenían los negros del Perú, estaba bajo el dominio de la Compañía
Inglesa del Mar del Sur; es decir, desde los inicios de la segunda década
del siglo dieciochesco hasta 1750.
Este tráfico por Paita estuvo influenciado por la situación de la com-
pañía inglesa movida por las relaciones entre España e Inglaterra, así
como por las recientes reformas borbónicas que, en el ámbito económi-
co, buscaban una mayor racionalización en la extracción y producción
de recursos a partir del uso intensivo de la mano de obra esclava. Estas
circunstancias nos permiten hacer un análisis de este período dividién-
dolo en tres etapas, interrumpidas una de la otra por pequeños períodos
de conflicto suscitado entre las coronas española e inglesa. Nos deten-
dremos de manera especial en la tercera de ellas, pues es la más fructífera
en lo concerniente al ingreso de esclavos.
La Compañía del Mar del Sur o South Sea Company

Durante el siglo XVIII, las colonias hispanas, desde el punto de vista mer-
cantil, eran deseadas por Francia e Inglaterra, obteniendo a partir de sus
relaciones con España múltiples ventajas: la primera, Francia, después
de la Guerra de Sucesión española logró sacar partido a través del pacto
firmado en 1701 entre Luis XIV y Felipe V, mediante el cual se le concedió
el monopolio en la introducción de negros esclavos a América;1 así la
Compañía Real de Guinea obtuvo una licencia de 10 años para intro-
ducir 4800 esclavos al año a través de los puertos americanos, incluidos
el Callao y Buenos Aires, los cuales hasta ese momento no habían sido
utilizados para dicho comercio de manera oficial.2 Sin embargo, pese a
estos auspicios, la compañía francesa quebró en 1710, faltando poco para
terminar su compromiso.
Por su parte, Inglaterra, como líder de la gran alianza, tenía muy
claro su objetivo inmediato: conseguir privilegios comerciales que le
permitieran abrirse paso en el comercio hispanoamericano, lo cual no
implicaba posesión de territorios sino más bien la utilización de grandes
rutas del comercio mundial.3 Ello se concretó al finalizar la guerra de su-
cesión al trono de España, y, a cambio de reconocer Inglaterra a Felipe V,
exigió la firma de un tratado comercial “que abarcara la Península y las
Indias, con la cláusula de nación más favorecida, la posesión de algunas
plazas en América y el monopolio de la trata de negros, por lo menos en
las mismas condiciones en que se había otorgado a Francia”. Así, me-
diante el Tratado de Utrecht, Inglaterra consiguió el navío de permiso
y el asiento de negros, lo que, a decir de Geofrey Walker, significaba su
admisión en las Indias por la puerta falsa, considerando que el asiento
de negros era la más ancha y provechosa de todas las puertas, pues los
esclavos eran la única mercancía que, por diferentes razones, no se obli-
gaba a su registro en la Casa de la Contratación, lo cual era sumamente

1. Factor importante a tener en cuenta es que, pese al ejercicio del monopolio por Espa-
ña, esta estaba imposibilitada para suministrar mano de obra esclava a sus colonias,
ya que no tenía posesiones en África que le permitieran proveerse; por ello, salvo
algunos intentos fallidos, siempre dependió de otras potencias.
2. Martínez Montiel 1992: 68-69.
3. Rodríguez Vicente 1959.

494 | JULISSA GUTIÉRREZ RIVAS


importante, pues representaba una clara contravención del monopolio
español en las Indias.4
Tras la obtención de este asiento, la Corona inglesa eligió a la South
Sea Company5 para que se encargue de ejercer el comercio de esclavos.
Esta compañía había sido fundada en 1711 por importantes financieros
y hombres de negocios, quienes para poder cumplir con el compromi-
so establecido celebraron a su vez contrato con la Royal African Com-
pany (fundada en 1672), la cual, gracias a los contactos comerciales con
factorías africanas, se comprometió a entregar 4800 esclavos anuales al
asiento. Pero la South Sea estaba más interesada en la introducción de
mercaderías diversas que obtenía por su cuenta. Si bien el tratado le per-
mitía introducir las mercancías necesarias para el sustento de los negros
en los puertos de desembarco, la compañía desembarcó y vendió, clan-
destinamente, gran cantidad de productos destinados al consumo de los
esclavos. Esta actitud produjo malestar y recelo entre los españoles, si-
tuación que aumentó cuando los ingleses consiguieron introducir en las
Indias un navío de 500 toneladas con varios tipos de géneros.6
De esta manera, la presencia de la Compañía del Mar del Sur no signi-
ficó para España un incremento de beneficios, pese al cabal cumplimiento
de las entregas de remesas de negros esclavos acordadas por contrato. Se
estima que las ganancias fueron mínimas dado el intenso tráfico ilícito
sostenido y por los balances falseados presentados por la compañía ingle-
sa.7 En efecto, la South Sea aprovechó desmedidamente su posición mono-
pólica para aumentar sus ganancias a costa de ingresos ilícitos en mayor
número de esclavos negros así como en mercaderías de calidad como el
ébano o productos manufacturados. Téngase en cuenta que, a diferencia
de España (que aún se mantenía en niveles relativamente bajos de produc-
ción propios de un sistema preindustrial), Gran Bretaña venía experimen-
tando un proceso de transformación económica avanzado que llevaría a la
introducción de modelos capitalistas industriales de producción.

4. Cfr. Walker 1979: 96.


5. Una de las aspirantes fue la Royal African Company, pero su situación económica no
le permitió obtener el capital suficiente para llevar a cabo un negocio de tal magni-
tud. Cfr. Torres 1973: 8.
6. Cfr. Aguirre 1972: 77.
7. Cfr. Torres 1973: 11.

EL INGRESO DE ESCLAVOS POR PAITA | 495


Por otro lado, España otorgó a Inglaterra el “navío de permiso”,
mediante el cual se enviaría anualmente una nave con cargamento de
tonelaje fijo con destino a los puertos indianos de Veracruz, Cartagena
y Portobelo. De igual manera, se le autorizó a establecer factorías en al-
gunos territorios determinados y a realizar navegación libre y directa,
así como introducir y vender esclavos en todos los puertos del Mar del
Norte y en el de Buenos Aires, aunque el desembarco tenía que darse, en
todos los casos, en un destino donde hubiese oficiales reales que pudie-
ran visitar las naves y certificar los esclavos que se introducían.
Todas estas medidas fueron aprovechadas por los ingleses, quienes
utilizaron los territorios autorizados como depósitos de esclavos y de
mercancías de contrabando.8 Los lugares elegidos como factorías princi-
pales para la comercialización de los negros fueron Veracruz, Cartagena,
Panamá y Portobelo,9 desde donde se distribuían a Perú, Bolivia y Chile;
y Buenos Aires,10 La Habana y Caracas, donde se haría la distribución
hacia otros puertos menores. En casi todos esos lugares habría un presi-
dente, un contador, un guarda de almacén, un secretario y dos factores.
También habría factores o agentes en Jamaica y las Islas Barbados,11 que
eran el centro de operaciones de la South Sea Company en América. En
realidad tales lugares eran auténticos almacenes donde los esclavos eran
clasificados y distribuidos a las diversas factorías, excepto a la de Buenos
Aires, que los recibía directamente de África.

8. Cfr. Martínez 1992: 70.


9. Panamá y Portobelo se consideraban una sola factoría, cuya finalidad era el abasteci-
miento de esclavos al mercado limeño.
10. Una novedad importante de este asiento fue la apertura al comercio extranjero del
puerto de Buenos Aires, lo cual no había sido permitido hasta ese momento, al me-
nos no tan abiertamente como se concedía ahora, ya que se autorizaba a introducir
anualmente 1200 piezas de Indias por el Río de la Plata, repartidas en cuatro navíos:
800 debían venderse en Buenos Aires y las 400 restantes podían ser transportadas y
vendidas en las “provincias de arriba y reino de Chile”. La introducción de esclavos
empleando la ruta del Río de la Plata afectó enormemente al comercio limeño, pues
a través de ella se abastecería de esclavos a la zona del Alto Perú. Además, con el
pretexto de procurar ropa a los negros, se autorizó a los asentistas a llevar cincuenta
toneladas de bayetas, cuando en realidad los esclavos se vestían con géneros de la
tierra que eran mucho más baratos. Cfr. Rodríguez 1959: XIV.
11. Cfr. Torres 1973: 8-9.

496 | JULISSA GUTIÉRREZ RIVAS


En lo concerniente al Perú, los esclavos que se introducirían en los
puertos peruanos debían partir en barcos fletados desde Panamá y el
producto de su venta volver a ese puerto, ya fuese en frutos de la tierra,
reales, barras de plata o tejos de oro, todo ello sin pagar derecho alguno,
siempre que dichos productos no se hubieran obtenido del comercio ilí-
cito y fuesen consecuencia únicamente del comercio de esclavos.12
Los factores que encontramos en Panamá en este período son los
siguientes.
Tabla 1
PRINCIPALES FACTORES INGLESES (1713-1750)

año asiento factores/directores


1715 Real Asiento de la Gran Bretaña* Esteban Le Cordier
1715-1717 Real Asiento de la Gran Bretaña Gilberto Grimes
1718 Real Asiento de la Gran Bretaña Juan Brunet
1718 Real Asiento de la Gran Bretaña Cap. Diego Muñoz
1722-1723 Real Asiento de Inglaterra Bartolomé Gilbert
1724 Real Asiento de la Gran Bretaña Yoannatas Dennis
1725 Real Asiento de Inglaterra Thomas Blechinden
1725-1727 Real Asiento de la Gran Bretaña Archibaldo Darroche
1729 Real Asiento de la Gran Bretaña Henrique Juanson
Real Asiento de Negros de Guinea Pedro González Cordero
1730 Real Asiento de la Gran Bretaña Juan Enríquez
1732-1734 Real Asiento de la Gran Bretaña Juan Tinher
1734-1736 Real Asiento de la Gran Bretaña Guillermo Parminter
1736 Real Asiento de la Gran Bretaña Alejandro Dundas
1735 Real Asiento de la Gran Bretaña Joseph Davison
1743-1745 Licencia Julian de Barboteau
1746-1748 Licencia Francisco Malhorty
1749 Licencia Juan Francisco Velarde
1750 (feb.) Asentista principal por su majestad Bernardo Ruiz de Noriega
1750 Asentista principal de Panamá Juan Velarde
Fuente: ARP. Serie Notarial, 1713-1750
* En los documentos consultados, el nombre con el que aparece el asiento no es como South Sea
sino como de la Gran Bretaña o de Inglaterra. Según Donoso, el nombre de South Sea Company era
engañoso, pues en su fecha de creación la Corona española no permitía la navegación hacia ningún
otro puerto en el Pacífico que no fuese Panamá, y los esclavos eran transportados cruzando el istmo.
Cfr. Donoso 2007: 105.

12. Cfr. Donoso 2007: 110.

EL INGRESO DE ESCLAVOS POR PAITA | 497


El ingreso de esclavos por Paita (1715-1750)13

El puerto de Paita en el período estudiado pertenecía al corregimiento


de Piura. Su importancia en el tráfico de embarcaciones provenientes
del norte estaba relacionada, en parte, con un factor natural: la corriente
peruana, luego conocida como “Corriente de Humboldt”, un torrente
subacuático de aguas frías que nace en la Antártida y recorre de sur a
norte el litoral peruano. Esta fría corriente marina provoca permanente
vientos que, en esa época, continuamente obligaban a las naves proce-
dentes del norte (Acapulco, Panamá o Guayaquil) con destino a Lima a
dilatar su viaje, haciéndolo difícil y costoso.
Es por esta razón que muchos comerciantes prefirieron desembar-
car en Paita y continuar el viaje a Lima por la ruta terrestre, pues el viaje
en barco de Paita a Lima duraba hasta cinco meses, mientras que por
tierra duraba —según unos— 12 días, y según otros, entre 18 y 20.14
De este modo Paita se encontraba comunicada con los siguientes
puertos: Acapulco, Realejo y Sonsonate (América Central); Perico (Pa-
namá); Guayaquil (Ecuador); Callao y Pisco (costa central del Perú).
Asimismo, de vez en cuando, los cargamentos tenían como destino
Huanchaco, en Trujillo, Puerto Viejo o San Buenaventura en la costa co-
lombiana. Sin embargo, hacia donde se dirigía el grueso del tráfico con
Paita era hacia el norte, a Panamá, pues era el puente de paso obligado
entre la metrópoli, el Callao y Guayaquil;15 y por el sur, hacia el Callao.

La ruta negrera

Si bien la mayoría de los esclavos durante este período desembarcó en


Paita procedentes de Panamá,16 cabe mencionar que una minoría fue

13. Si bien el asiento fue firmado en 1713, recién se hizo efectivo en 1714, y teniendo
en cuenta que las embarcaciones demoraban tres meses en trasladarse de Panamá a
Paita es que registramos el ingreso de esclavos por Paita en 1715.
14. Esto dependía de las circunstancias climáticas y geográficas: si había llovido o no, si
estaban los ríos crecidos; o también de las circunstancias comerciales: si se llevaba
mucha o poca mercadería o el tipo de mercancía que se conducía, etcétera.
15. Cfr. Schlüpmann 1993: 252.
16. La ruta de Panamá se vio debilitada debido a la ya mencionada guerra entre España
e Inglaterra. Ello trajo consigo la interrupción de las ferias de Portobelo, eje de la

498 | JULISSA GUTIÉRREZ RIVAS


comprada al menudeo por particulares en Cartagena de Indias, en Cata-
cunga y en Santa Cruz de Cana, lugares donde también existían asientos
para este fin. Sin embargo, a Paita arribaban muchas naves para des-
embarcar una cantidad de esclavos, pues el grueso de ellos tenía como
destino final el puerto del Callao.17
En realidad, se detenían en Paita por tres motivos: para descargar
algunas piezas, para abastecerse de alimentos y pertrechos, y para con-
ducir la mercancía empleando la ruta terrestre. Si la embarcación seguía
de corrido desde Panamá al Callao se demoraría entre cuatro y cinco
meses.18

Las embarcaciones

El transporte de esclavos obligó a la construcción de embarcaciones de


gran capacidad; sin embargo, cuando no se tenía lugares especiales, las
bodegas fueron acomodadas para ello.
El tipo de embarcación que más se introdujo en el puerto de Paita
fue, según la tabla n.º 2, con gran ventaja sobre las demás, la fragata,
siguiendo las balsas. En menor escala encontramos el registro de navíos,
chinchorros, paquebotes y solo un galeón. Según los cuadernos de al-
mojarifazgo, entre los años 1715 y 1750, las embarcaciones (registradas),

economía panameña, las que se realizaron por última vez en 1736, debido a la fre-
cuente amenaza pirata. Diez años más tarde, en 1746, la Corona española desvió la
ruta que comunicaba a las costas occidentales de América del Sur con la metrópoli.
A partir de entonces, los barcos pasan por el Cabo de Hornos, eliminándose así los
intermediarios del comercio de Buenos Aires. Cabe aclarar que decimos que la ruta
de Panamá se debilita pero no desaparece; por un lado porque el tránsito por el istmo
es inevitable y sigue teniendo importancia para su economía, permaneciendo activo
hasta la intensificación de otros medios de comunicación entre las dos costas, y por
otro, porque como lo afirma Wolf, en el virreinato peruano, sobre todo en Lima y
Trujillo, se había constituido un sólido grupo de comerciantes dedicados al tráfico de
todo tipo de mercancías empleando esta vía, y en Portobelo un grupo de señores de
la feria no se quedaron resignados a que se les escape de las manos las ganancias que
obtenían en la venta de la mercadería destinada al Perú. De ahí que para los esclavos
y la restante importación, no fue habilitado el puerto de Buenos Aires sino muy tar-
díamente. Cfr. Martínez Montiel 1993: 26 y Crespo 1977: 53.
17. Cfr. Mazzeo 1993: 155.
18. Cfr. Klein 1986: 29.

EL INGRESO DE ESCLAVOS POR PAITA | 499


que ingresaron con esclavos por el puerto de Paita fueron 69, de todo
tipo, predominando las fragatas (55).
Un aspecto particular respecto a varias de las naves que ingresaron
por Paita es que siempre frecuentaban esta ruta, lo que sabemos debido a
que en los registros de ingreso se repiten sus nombres cada cierto tiempo.
Así tenemos el caso de la fragata Nuestra Señora del Rosario, a quien la
vemos arribando al puerto el 17 de junio de 1731, y luego el 19 de junio de
1732; antes ya la vemos tocando aguas paiteñas el 13 de abril de 1726.19
Así como en este caso ha sido fácil ver su frecuencia, en otros no
es posible, y eso se debe a que como la mayoría de las fragatas llevan el
nombre de santos, hay algunos que se repiten siendo complementados
con otros nombres o simplemente se registra con una abreviatura. Así
tenemos el caso de la fragata Nuestra Señora del Carmen y San Joseph;
en otro registro vemos una llamada solo Nuestra Señora del Carmen, y
otras veces aparece simplemente como El Carmen. ¿Acaso fue la misma
nave que llegó en tres oportunidades distintas o, por el contrario, fueron
tres naves?
Como hemos dicho, los esclavos fueron transportados en navíos
como Nuestra Señora de la Soledad, que arribó a Paita en marzo de 1733,
o en balsas. Estas fueron empleadas por comerciantes piuranos como
don Matheo de Urdapileta, quien se proveía —por este medio— de escla-
vos directamente de Panamá para destinarlos al trabajo en sus minas de
copé. Estas embarcaciones no llegaban exclusivamente con esclavos, sino
que además cargaban una serie de mercancías; algunas se vendían en el
puerto, y la gran mayoría eran conducidas por los valles hasta Lima.

Tabla 2
TIPOS DE EMBARCACIONES QUE INGRESARON POR PAITA (1713-1750)

fragatas balsas balandra navíos paquebot

55 4 1 5 4

Fuente: AGN, Cuaderno de almojarifazgos, 1715-1750

19. AGN, Cuadernos de Almojarifazgos. Puerto de Paita. Años: 1726, 1731, 1732. Según
estudios de Schlüpmann, estas fragatas arribaban al puerto con una frecuencia de
una a dos veces por año. Cfr. Schlüpmann 1993: 529.

500 | JULISSA GUTIÉRREZ RIVAS


El desembarco de la “mercancía”

A las embarcaciones negreras que arribaban en Paita se les hacía la visita


de entrada o fondeo, requisito de inspección que estaba a cargo de los
jueces oficiales reales para detectar si había en la embarcación esclavos
de “ilícito comercio”. Algunas veces concurría a la embarcación un ci-
rujano con el objeto de revisar la sanidad de la “carga”; finalmente, se
ordenaba el desembarco de los esclavos quedando la embarcación “con
solo el lastre”.
Los oficiales reales conducían a los esclavos hacia la playa, ordena-
dos en dos filas, seguidos unos de otros bajo la mirada de las autoridades,
de los compradores, que ya revisaban la mercancía, y de algunos curio-
sos. Era el momento del reconocimiento, la revisión de las generalmente
dos marcas y contramarcas en todas las mercancías o “piezas” (se revi-
saba si todos traían marcas y qué marcas traían): la coronilla real y la
marca del asiento.20 Esta última indicaba el origen de los esclavos, y en
caso de su pérdida o huida, testificaba la pertenencia frente a las autori-
dades reales.
Realizada esta operación, algunos comerciantes procedían a vender
sus “piezas de Indias” en la misma playa; otros, por el contrario, apura-
ban su viaje por tierra hacia Lima, punto de parada final. El transporte
estaba a cargo de los mismos comerciantes o de agentes contratados;
ellos, por su parte, alquilaban los servicios de peones y arrieros —mu-
chas veces indígenas— que ayudaran a trasladar y vigilar a los negros,
así como otro tipo de mercancía, usualmente “géneros de Castilla”.

Cantidad de esclavos ingresados

El tráfico de esclavos en esta época no fue constante, pese a todas las au-
torizaciones, contratos y organización del comercio. La causa principal
fueron las continuas guerras entre España e Inglaterra, hecho que tam-
bién afectó el número de esclavos ingresados por Paita. Así vemos que
frente al registro de una cantidad considerable de esclavos como el de los
años 1717 o 1724, cuando ingresaron 399 y 216 esclavos, respectivamente,

20. ARP, Serie Intendencia, Leg. 26, exp. 523, 1731.

EL INGRESO DE ESCLAVOS POR PAITA | 501


aparecen años como el de 1716, en que solo hay registradas 13 piezas de
Indias. Sin embargo, por su continuidad y volumen, podríamos afir-
mar que el período de auge fue entre 1733 y 1739, como lo veremos más
adelante.
Para mejor entendimiento hemos dividido el período de comercia-
lización de la South Sea en tres etapas.
La primera va desde 1715 a 1718; se trata, según Donoso, de una
etapa de asentamiento de las factorías en América, y está caracteriza-
da por un reconocido descontrol por parte de España, provocado sobre
todo por el poco interés en nombrar personas competentes que, desde
Londres y América, defendiesen los intereses del monarca en relación
con las actuaciones y cuentas de la compañía.21 Asimismo, los ingleses,
valiéndose del navío de permiso, a través del cual se les autorizaba a
descargar géneros de todo tipo en los principales puertos americanos,
descargaron más de lo tratado o lo hicieron en distintos puertos de ma-
nera clandestina.22
En lo que concierne a Paita, vemos un activo tráfico realizado por
la compañía conformada por Gerónimo Pacheco de Quiñones,23 pres-
bítero y comerciante limeño, y Juan de Ayspur, comerciante panameño,
quienes traficaban principalmente esclavos no solamente traídos de Pa-
namá, sino también de Buenos Aires. La compañía duró hasta la muerte
de Juan de Ayspur, producida en 1743.
Ellos ingresan por Paita en la fragata San Joseph y San Antonio 108
negros de todas las edades y sexos adquiridos al factor Gilberto Grimes
por la cantidad de 23.760 pesos. A su paso por Piura venden al tesore-
ro Lázaro Guerrero y al general y justicia mayor Nicolás Gonzáles de
Salazar24 dos esclavos a cada uno, para luego seguir camino por la vía

21. Cfr. Donoso 2007: 127.


22. Cfr. Aguirre 1972: 78.
23. Gerónimo Pacheco de Quiñones fue hijo legítimo del general Manuel Pacheco de
Quiñones y de doña Bernarda Blanco Rejón. Estuvo casado con Gregoria Alarcón
Manrique, con quien tuvo dos hijos: Blas y Manuel Hilario; este último murió de
10 meses. Su hijo Blas Pacheco y Manrique llegó a ser abogado de la Real Audiencia
y alcalde provincial de la Santa Hermandad. AGN, Serie Escribanía. Gabriel Beltrán,
prot. 127, 1237r, 1739-48.
24. ARP, Serie notarial, Antonio Rodríguez de las Varillas, prot. 14, 1715.

502 | JULISSA GUTIÉRREZ RIVAS


terrestre hacia Trujillo. El número de esclavos introducidos en este pe-
ríodo se puede observar en la siguiente tabla.

Tabla 3
NÚMERO DE ESCLAVOS INTRODUCIDOS POR PAITA
EN EL PERÍODO 1715-1718

año piezas de indias muleques número de cabezas

1715 114
1716 13
1717 399
1718 184

Fuente: AGN, Cuadernos de almojarifazgo, 1715-1718


ARP, Serie notarial, notarios varios, 1715-1718

Sin embargo, el contrabando motivó una nueva guerra entre España


e Inglaterra, y teniendo en cuenta lo estipulado en el artículo 40 del Tra-
tado de Utrecht, el asiento establecido en Panamá dejó de funcionar:

[…] en caso de declaración de guerra (lo que Dios no permita) de la Corona


de Inglaterra con España, o de la de España, con Inglaterra ha de quedar
suspendido este Asiento; pero se ha de conceder a los asentistas el permiso
y la seguridad de poder sacar en el término de año y medio desde que se
declare el rompimiento, todos sus efectos libremente en los navíos, del que
se hallaren en los puertos de las Indias o en los de españoles.25

Fruto de esta interrupción, la South Sea Company perdió 200.000


libras, se le confiscaron todos sus bienes y se expulsó de América a todos
los súbditos ingleses.26

25. “Asiento ajustado entre las dos Majestades Católica y Británica, sobre encargarse la
Compañía de Inglaterra de la introducción de esclavos negros, en la América Espa-
ñola, por tiempo de treinta años que empezarán a correr en primero de mayo del
presente de 1713 y cumplirán otro tal día de 1743”. En Moreyra y Paz-Soldán 1959:
tomo II, 95.
26. Torres 1973: 11.

EL INGRESO DE ESCLAVOS POR PAITA | 503


La segunda etapa, desde 1722 hasta 1727, se inicia con el restable-
cimiento de la paz entre ambas monarquías a través del Tratado de Ma-
drid, mediante el cual se reanudan las actividades del asiento, aunque
pronto se vuelven a manifestar las quejas de los jamaiquinos contra la
compañía, acusándola de contrabando. Reanudó el tráfico esclavista por
Paita el comerciante Gaspar de la Rea, quien trajo siete cabezas: un ne-
gro, cuatro negras y dos negritas; de ellas cuatro fueron comercializadas
en la próxima ciudad de Piura.27 Caso a mencionar en este lustro es el de
1724, donde se ve el ingreso de una cantidad considerable de esclavos,
traficada por la compañía conformada por el capitán Antonio Quevedo
Cevallos y Francisco Morales Betancourt, quienes ingresaron por Paita
216 piezas de Indias, de las cuales 200 les pertenecían por haberlas com-
prado en el asiento panameño de la South Sea para su venta.28 También
en este año se tiene información de que el presbítero Carlos del Casti-
llo compró tres esclavos congos a la misma compañía a cargo del factor
Joannatas Dennis.29

Tabla 4
CANTIDAD DE ESCLAVOS INGRESADOS POR PAITA
EN EL PERÍODO 1722-1727

año piezas de indias muleques número de cabezas


1722 87
1723 --
1724 216
1725 1
1726 29
1727 7*

* Hemos considerado la introducción de 7 esclavos pero tenemos registrado el ingreso de la fragata


Nuestra Señora de las Mercedes y San Francisco de Asís al mando del capitán Manuel de Areche,
con “varios negros y negras que compró a Archibaldo Darroche, factor de asiento de la Gran
Bretaña”.30

27. ARP, Protocolo notarial, José de Adrianzén, protocolo 1, 1722.


28. ARP, Protocolo notarial, Sebastián Jiménez Zarco, protocolo 1, 1724.
29. ARP, Protocolo notarial, Sebastián Jiménez Zarco, protocolo 1, 1724.
30. ARP, Protocolo notarial, Sebastián Jiménez Zarco, protocolo 5, 1728.

504 | JULISSA GUTIÉRREZ RIVAS


Este es el período en que hay indicios de una menor cantidad de
esclavos introducidos. No se tiene datos sobre el tráfico lícito de esclavos
para el año 1723; 31 mientras que para el de 1725 solo se registra el ingreso
de un esclavo adquirido por un particular en el asiento de Panamá. En
1727, el comerciante Leonardo Sánchez de la Cruz ingresa siete esclavas
ararás, de las cuales vende cinco en la ciudad de Piura a Nicolás Gonzá-
les de Salazar, quien se queda con dos, y las otras tres las entrega a par-
ticulares: una a Juan Domingo Machado, de Lima; otra a Manuel de la
Cotera, de Lambayeque; y la tercera a Bernardino de Olava, de Lima.32
En 1727, se dio una nueva declaración de guerra, motivada por
las quejas del gobierno español contra la compañía, a quien acusaba
constantemente de contrabando,33 lo que cerró el tráfico comercial de
la South Sea hasta 1729, cuando se firma el tratado de paz de Sevilla.
Los españoles en esta ocasión se vieron obligados a pagar por daños y
perjuicios sufridos u ocasionados a la compañía. En la documentación
consultada, se observa que en este lapso crítico solo ingresó por Paita la
fragata Nuestra Señora de los Reyes con 25 piezas de Indias a cargo de
Thomas de Echiarte.

31. Hacia este año hemos encontrado la denuncia que realiza el comisionado por el
asiento de Inglaterra en Piura, Alejandro Durán, al oficial real Nicolás Gonzáles de
Salazar por haber introducido 20 esclavos de “ilícito comercio”. Gonzáles de Salazar,
valiéndose de su condición, hizo caso omiso a la denuncia. AGN, Tesorería. Común
General de Hacienda Real, C-42, 1724.
32. ARP, Protocolo notarial, Sebastián Jiménez Zarco, protocolo 2, 1727.
33. Hemos realizado un estudio sobre el contrabando de todo tipo de géneros y esclavos
a través de Paita para el período 1701-1750, y no hemos encontrando evidencias del
realizado por los ingleses como sí lo hemos encontrado para el caso francés, sobre
todo en el tiempo del gobierno del virrey de Castelldosrius, quien contó con varios
colaboradores en Piura, siendo uno de ellos el corregidor Francisco Migueles. Un
caso específico sobre el comercio ilícito de esclavos es el que referimos en la cita 24 y
otro fue el de 1731: Luis Galindo Rosas, corregidor y justicia mayor, y Jacinto Joseph
Díaz de Ruiz, al hacer la revisión de entrada de la fragata Nuestra Señora del Puerto
Claro, alias La Galera, encontraron 174 negros en su interior. Su dueño, Manuel Gil
de la Torre, solo había registrado 124, aduciendo que 20 de los 50 extras se utilizaban
para “la dotación y servicio de esta fragata”, y que los 30 restantes “no se pusieron en
partida de registro por haberse cerrado cuando se embarcaron”. ADP, Serie Corregi-
miento, Leg. 26, Exp. 521, 1731. Cfr. Gutiérrez 2007.

EL INGRESO DE ESCLAVOS POR PAITA | 505


Es significativo mencionar que en el lapso de la contienda hispa-
no-británica la Corona permitió el ingreso en el escenario mercantil
a barcos neutrales, especialmente portugueses. Cargamentos con esta
procedencia no se registran para el caso de Paita.
Del mismo modo, la primera carga negrera que ingresó finalizado el
conflicto, el 30 de noviembre de 1729, fue traída en el navío capitaneado
por Pedro Joseph de Iriarte, quien ingresó con 33 esclavos: 10 hombres,
18 mujeres y 5 muleques.
De esta forma se inicia el tercer y último período de comercio de
la South Sea Company, el cual se caracterizó por el mayor volumen de
piezas de Indias introducidas por comerciantes peruanos y panameños
a través del puerto paiteño, muy a pesar de que las actividades ilícitas de
los ingleses (contrabando de mercaderías, sobrecarga de esclavos y venta
ilícita de esclavos en puertos no autorizados) se mantuvieron durante
toda esta época.

Tabla 5
CANTIDAD DE ESCLAVOS INTRODUCIDOS POR PAITA
EN EL PERÍODO 1729-1739

año piezas de indias muleques número de cabezas

1729 36
1730 98 98
1731 166 147 313
1732 64 50 114
1733 186 40 226
1734 382 160 542
1735 581 260 841
1736 298 260 558
1737 111 22 133
1738 17 2 19
1739 112 57 169

Fuente: AGN, Cuadernos de almojarifazgo, 1729-1739


ARP, Serie notarial, notarios varios, 1729-1739

Sin embargo, a pesar del elevado número de compras realizadas


por comerciantes peruanos a la South Sea Company durante la década

506 | JULISSA GUTIÉRREZ RIVAS


de 1730, ello de ningún modo supuso la recuperación económica de la
compañía, perjudicada por la clausura y prohibición de venta que el go-
bierno español le impuso durante los años en guerra (1719-1721 y 1727-
1729). Además, pese a que la compañía alentaba las diversas actividades
ilícitas ya vistas, estas no se registraban en la caja oficial, por cuanto
había un compromiso de presentar los balances anualmente al gobierno
español.
Por estos motivos, en 1733, la compañía admitió que el comercio a
través del asiento suponía pérdidas y que sería ventajoso renunciar a él.
Sin embargo, España tenía otro punto de vista, y ordenó su continuidad,
aduciendo que la South Sea no poseía facultades para disponer de las
concesiones y de los privilegios que se le habían otorgado.
He aquí, entonces, la primera causa del auge del comercio negrero
en la década de 1730; la South Sea quiso recuperar las pérdidas ocasiona-
das por las dos interrupciones del comercio, y para ello inició un período
de gran actividad que duró hasta 1739, fecha de la nueva guerra entre
España e Inglaterra.
La segunda causa está relacionada con el hecho de que la década de
1730 corresponde al período en el cual se realizaron las principales trans-
formaciones económicas, impuestas por la Corona española, las llamadas
“reformas borbónicas”, que pretendían racionalizar y mejorar la produc-
ción y la economía de los virreinatos. En el Perú, las reformas se dirigie-
ron a generar una creciente demanda de productos agropecuarios.
En este sentido, Piura se convirtió en principal centro de producción
de algodón, trayendo esta especialización, como consecuencia directa,
la necesidad de un aumento de mano de obra esclava que compensaría
los costos que significaban alquilar mano de obra indígena. Se coincide,
en este sentido, con el planteamiento hecho por Aldana,34 quien afirma
que la reforma propició un cambio en los polos económicos regiona-
les: la gran región surquiteña-norlimeña fue madurando de la mano con
el virreinato, sus regiones se articularían entre sí e irían creciendo de
tal modo que lograron su autosuficiencia, llegando a su esplendor en la
segunda mitad del siglo XVIII. Jaramillo, por su parte, sostiene que el
comercio a través de Paita se desarrolló en franco crecimiento a partir de

34. Aldana 1992: 83.

EL INGRESO DE ESCLAVOS POR PAITA | 507


la segunda década del siglo XVIII, acelerándose “a fines de esa década y
continuó a lo largo de las tres siguientes, solo para ser interrumpido por
un quinquenio de declive causado por la guerra en Europa (la primera
mitad de la década de 1740)”.35 En este sentido, en Piura se observa que el
desarrollo se dio de distintas maneras, en todo el territorio. En la costa,
la actividad agropecuaria se aglomeró en los valles del Chira y del Piura;
por el contrario, en la sierra existió una mayor cantidad de haciendas
que generaban riqueza, y cuyos excedentes se trajeron para su comercia-
lización a la ciudad de Piura.36
El partido de Piura se convirtió, pues, en el principal productor de
algodón, al incrementarse la demanda de este bien; dicho crecimiento
se logró con la presencia de capitales provenientes de Lima, por cuanto
los grandes mercaderes capitalinos centraron rápidamente su atención
en la zona piurana, reactivándose con ese capital el comercio provin-
cial. Solo así se puede comprender el aumento de la demanda de mano
de obra esclava, y es que así lo obligaba la ampliación de los territorios
agrícolas destinados a unos productos agrícolas que suponían un tra-
bajo esforzado y una serie de actividades secundarias.37 Así lo confirma
Schlüpmann, al encontrar que en un solo año, 1736, desembarcaron en
el puerto de Paita más de 550 esclavos con destino a las haciendas de
caña de azúcar en expansión. De modo que la importación de esclavos
y la exportación de quinina fueron los elementos que conjugaron el alza
de la tasa de almojarifazgo en esta época.38
En este sentido, las más importantes haciendas altopiuranas ad-
quieren considerables cantidades de esclavos; entre ellas están la de Sán-
cor, Yapatera, Charanal, Morropón, Bigote y Malacasí. También se tiene
noticias de que en la costa sur del Perú las haciendas de Cañete o Pisco,
dedicadas a una producción más variada, manejaban un número mayor
de esclavos, entre uno o dos centenares para el mismo período.39 Lo que

35. Cfr. Jaramillo 1999: 50-51.


36. Muchas familias importantes de Piura eran dueñas de haciendas o estancias ubicadas
en Frías, Ayabaca o Huancabamba. Cfr. Reyes 1999: 33-34.
37. Aldana 1992: 85.
38. Cfr. Schlüpmann 1993: 536.
39. Cfr. Reyes 1999: 128.

508 | JULISSA GUTIÉRREZ RIVAS


podemos constatar por los documentos, en todos los casos, es que la tie-
rra era más rentable siendo labrada por negros que por indios, pues estos
eran físicamente inferiores.
Esta necesidad de mano de obra esclava para haciendas y estancias
llevó, desde los primeros tiempos, a la creación de zonas afroamericanas
en los valles irrigados de la costa; según Espinoza, la presencia de estas
zonas llegó a su máximo apogeo en este siglo XVIII, donde el predominio
del sexo femenino era evidente, ya que las mujeres eran más útiles para
el trabajo doméstico y la reproducción.40 Tal fenómeno no ocurría en las
primeras décadas del mismo siglo, pues, a través de datos proporciona-
dos por Schlüpmann, para el caso de Yapatera se observa que, en 1711, de
28 esclavos africanos solo una era mujer.41 Además, como se ha indicado
antes, a esta demanda de esclavos para la producción agrícola ganadera
se debe añadir los requerimientos de mano de obra para la recolección
de la cascarilla o quinina, cuyo boom, a decir de Schlüpmann, se inició
en este período.42
Situación diferente se vivía en algunas partes de Lambayeque, don-
de el auge de la producción de la caña de azúcar había declinado debido a
la presencia, por dos veces consecutivas (en 1720 y 1728), de unas fuertes
lluvias que provocaron inundaciones en todo el territorio; así lo mani-
fiesta Ramírez:

En 1720 los ríos se desbordaron, ahogando rebaños enteros y destruyendo


muchos de los edificios construidos en las haciendas. Cayaltí quedó total-
mente destruida. Sipán perdió su casa de calderas y su acequia. El fango y
los escombros obstruyeron en varios puntos la acequia del Tayme, dejando
a la comunidad de Ferreñafe, la hacienda y trapiche de Tumán y la estancia
de Luya, sin agua de riego durante varias temporadas. En los valles de Saña
y Lambayeque, la inundación arrancó de raíz la mayor parte de la caña de
azúcar y la alfalfa y destrozó pastizales y bosques de algarrobos. El agua
asoló la ciudad de Saña: ni una sola casa quedó en pie.43

40. Cfr. Espinoza 1985: 9.


41. Schlüpmann 1999: 241.
42. Ibíd., p. 538.
43. Ramírez 1991: 234.

EL INGRESO DE ESCLAVOS POR PAITA | 509


Este declive de las haciendas mencionadas,44 sin embargo, trajo con-
sigo el desarrollo de una competencia nunca antes vista en las haciendas
ubicadas entre Lambayeque y Lima, donde se empezó a producir caña de
azúcar en cantidades considerables; así, según Ramírez, de 44 haciendas
ubicadas en los valles cercanos a Trujillo, 18 se especializaban en azúcar.
Numerosos hacendados de los alrededores de Trujillo sustituyeron la
producción de trigo por la de azúcar, en un esfuerzo por recuperar parte
de las pérdidas que habían sufrido por causa de una plaga de roya en la
última década del siglo XVII. Los jesuitas, por otro lado, poseían al me-
nos 13 grandes haciendas azucareras en los valles de Ilo, Pisco, Chincha,
Rímac, Chancay, Huaura y Santa.45
Este incremento de la producción azucarera en los valles costeños
provocó una necesidad mayor de mano de obra esclava. Por ello, en múl-
tiples ocasiones vemos que los comerciantes que ingresaban con canti-
dades considerables de esclavos por Paita afirman que siguen el camino
de valles para entregar esta “mercancía”; así vemos el caso de Benito
Rodríguez de Altamirano, quien ingresa, a fines de 1734, con esclavos
por Paita, siguiendo el camino de la costa. Meses después, en marzo de
1735, lo encontramos entregando en Huarmey a doña Ana Gonzáles de
la Rosa una negrita arará de 12 años; y en agosto del mismo año vende en
Chancay a don Thomás Delgado un negro carabalí de 18 años.46
Pero ¿qué pasaba cuando, producto de los conflictos, la compañía
inglesa tenía interrumpido el tráfico? ¿Se paralizaba el tráfico de es-
clavos? Ante esta situación, la Corona se vio obligada a firmar algunos
asientos con particulares, limitados y aplicados sobre todo al mercado

44. Esta catástrofe condujo a una forzada migración de españoles junto a sus esclavos
negros a Lambayeque. Aquí los españoles afincados se dedicaron principalmente a
la producción de estancias ganaderas antes que a otro tipo de actividad económica.
Para ello lograron que los viejos hacendados del lugar urgidos de dinero les arren-
daran sus pastos. Fue, a decir de Peralta, bajo este contexto de redefinición de acti-
vidades productivas que varios cañaverales tradicionales habilitaron algunos de sus
espacios para la crianza del ganado caprino y la instalación de tinas de jabón para su
beneficio. Con el tiempo, el crecimiento de una cuasi protoindustria ganadera pro-
porcionó a la nueva generación de estancieros los medios necesarios para comprar la
totalidad de las instalaciones antes arrendadas. Peralta Ruiz 1998: 146-147.
45. Ramírez 1991: 238.
46. AGN, Serie notarial, Gabriel de Aguizabar, protocolo 224, 1734-1735.

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Tabla 6
ALGUNOS COMERCIANTES QUE INGRESARON ESCLAVOS ENTRE 1730-1739

año comerciante número de esclavos

1730 Diego de Mesones 10 piezas


1730 Joseph de Iriarte 33 piezas
1730 Sebastián Tomás de Cabrera 36 piezas
1733 Joseph Antonio de Aguirre 100 piezas
1733 Benito Rodríguez de Altamirano* 194 piezas
1734 Juan de Leyroba 188 piezas
1735 Francisco de Celis y Linares 35 piezas
1735 Juan Bautista Narciso de Jáuregui 38 piezas
1736 Benito Rodríguez de Altamirano 260 piezas
1737 Joseph Ignacio de Azurza 8 piezas

Fuente: AGN, Cuadernos de almojarifazgo, Paita: 1730-1739


ARP, Serie Notarial, Varios notarios
* Benito Rodríguez de Altamirano ingresó en varias ocasiones por este puerto desembarcando
porciones de esclavos para dejárselos a Nicolás Gonzáles de Salazar, prominente comerciante
y contador oficial real, quien se encargaba de venderlos “al contado o al fiado” en la ciudad de
Piura. ADP, Serie notarial, Joseph Narciso de Nivardo, protocolo 1, 1733.

esclavista americano. Y, en paralelo, desde Jamaica se mantuvo el con-


trabando sin interrupciones. Según Martínez Montiel, el tráfico de los
asentistas particulares superaba con creces el monto recaudado por la
South Sea, que tenía el monopolio; a ello se suma el hecho de que la
campaña contra los particulares aumentó su deuda y que los subsidios
del Tesoro inglés no alcanzaban para mantener los fuertes de Guinea;
esta situación obligó al Parlamento a revocar la carta de la compañía,
indemnizando a sus acreedores.47 Aunque de hecho el monopolio de la
South Sea se había roto anticipadamente, legalmente este no terminó
sino hasta el 5 de octubre de 1750; la revocatoria final se obtuvo el año
de 1752, determinándose la transferencia de fuertes, tierras, esclavos y
municiones a la Compañía de Mercaderes y Comerciantes de África,
conformada por negreros ingleses particulares que se comprometieron a
mantener las factorías y a realizar el comercio.

47. Martínez Montiel 1992: 71.

EL INGRESO DE ESCLAVOS POR PAITA | 511


Solo en este sentido se comprende la nueva declaratoria de guerra
por los hispánicos, en 1739, que conllevará el fin de las actividades de la
South Sea Company; muy a su pesar, puesto que, a diferencia de lo que
opinaba el gobierno español, las continuas peticiones de la South Sea
a la Corona hispana para que le permitiese seguir el tráfico durante el
número de años que faltaba para cumplirse el asiento se fundamentaba
en que los treinta años pactados debían interpretarse como treinta años
de actividades mercantiles.48

Conclusiones

Para terminar, se debe indicar que si bien han quedado muchos otros
datos en el tintero, debido a que forman parte de una investigación en
curso, este trabajo se propuso demostrar cuál fue el impacto que tuvo
para la economía regional la presencia del Asiento Real Inglés a través de
la South Sea Company en el comercio de negros esclavos hacia el Perú
por el puerto de Paita.
Se ha observado el flujo del comercio negrero en los tres períodos
de desarrollo de las actividades de la compañía inglesa, las cuales estu-
vieron negativamente intervenidas por las constantes actividades de co-
mercio ilícito y contrabando, en muchos casos auspiciados por la propia
compañía.
También se ha resaltado el papel del puerto de Paita en este nuevo
momento comercial a causa de las reformas borbónicas y el desarrollo
de polos económicos en las principales zonas agrícolas costeras del Perú,
las cuales demandaron una cantidad apreciable de negros esclavos en la
tercera década del siglo XVIII, lo que produjo un verdadero aumento del
comercio negrero con la South Sea.
Sin embargo, todo este desarrollo inicial se truncó con el inicio
de las acciones bélicas a inicios de 1740, que trajo, luego de acabada la
guerra hispano-británica, un período de relativo crecimiento que derivó
en un estancamiento comercial y la pérdida de la importancia económi-
ca del puerto paiteño.

48. Torres 1973: 11.

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Documentación

Archivo Regional de Piura (ARP)

Serie Corregimiento

Serie notarial, años 1713-1750

Archivo General de la Nación (AGN)


Cuadernos de almojarifazgo: 1713-1750

Archivo General de Indias (AGI)


Panamá 364, Asiento e introducción de negros, 1734-1763

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516 | JULISSA GUTIÉRREZ RIVAS


Capítulo 14
De cómo la región de Madre de Dios
se convirtió en la principal exportadora
de caucho del Perú en la época del boom
(1893-1921)
Julio Gerardo Lossio
Director de CESVI, Puerto Maldonado

Introducción

¿Cuánto significaba la producción de caucho de la región del Madre de


Dios, entonces alejada y poco explorada, respecto a la producción nacio-
nal en la época del boom? Hasta el momento todos los autores sobre la
época del caucho han supuesto que era una producción muy marginal,
poco interesante.
El influyente trabajo de Pennano señala estadísticas al respecto que
han sido citadas muchas veces. Muestra Pennano que entre 1902 y 1913
la producción de (no las exportaciones desde) Loreto fue, en promedio,
91%. Lo cual por defecto le asigna una contribución a todo el resto del
país del 9%. Esto pudo haber sido la razón para no profundizar en el
estudio de otras regiones de la selva durante este período.
El motivo de este trabajo es revisar cómo fue evolucionando la ex-
tracción del caucho en la región del Madre de Dios (cuencas de los ríos
Madre de Dios y Acre que forman el actual departamento de Madre de
Dios), echar una mirada a los actores que participaron, la forma como
lo hicieron y vislumbrar la importancia de la región en la producción
nacional de caucho durante el boom.

1893-1902. Perú ingresa a la disputa por la rica zona cauchera


del Madre de Dios

Los mayas lo llamaban caa-o-chu, que significaba “el árbol que llora”
(Aitchison 2003). Su explotación masiva, en el mundo, se inicia en 1840,
cuando se descubre el proceso de vulcanización, incrementándose luego
en la década de 1860 por sus aplicaciones en electricidad y posterior-
mente, a finales del siglo XIX, en la fabricación de neumáticos para la
naciente industria automovilística (Roux 1995: 108-109).
Perú exporta caucho por primera vez en 1853: 3591 kilos por el
puerto de Iquitos (Alegría 1986: 32). Entre 1853 y 1868, se exporta un
promedio de menos de cinco toneladas métricas anuales (Pennano 1988:
178-179). Hacia 1884, el volumen exportado fue de 540 toneladas métri-
cas (Santos y Barclay 2002: 41). En 1885, las exportaciones desde Loreto
excedieron las 1000 toneladas métricas (Pennano 1988: 178-179).
Cuando el caucho empieza a escasear en la zona norte de Loreto,
los caucheros se dirigen al sur, por el Ucayali. Así, en 1893, Fitzcarrald
descubre un paso que conecta la cuenca del Ucayali con la del Madre de
Dios, y se inicia entonces la salida hacia Iquitos (y de ahí su exportación)
del caucho de toda esta nueva área. Área nueva para los peruanos, pues
bolivianos y brasileños se encontraban ya explotándola.
La frontera entre Perú y Bolivia, en esta zona, aún no estaba de-
finida. Al ocurrir la independencia de España (1821 en Perú, 1825 en
Bolivia), la frontera amazónica entre estos países quedó en una situación
ambigua. En el primer mapa de Bolivia independiente que se elabora, en
1859, “la parte norte y noroeste, hasta el río Beni figura como ‘regiones
no exploradas pobladas por salvajes’ y lo demás ya no se registra” (Lopez
Beltrán 2001: 576). Cosa similar ocurre en el lado peruano.
Según Dietmar Stoian, la era del caucho empezó oficialmente en
Bolivia en 1863, cuando se otorgó el primer derecho de libre navegación
en la zona cauchera y privilegio para explotarla. La primera exportación
de caucho desde Bolivia fue en el año 1864: 1116 kg por los ríos Mamoré
y Madeira (Stoian 2005: 61).

518 | JULIO GERARDO LOSSIO


Con la exploración del Bajo Beni por parte de Edwin R. Heath, en
1880, se expanden las explotaciones bolivianas de caucho hacia esa zona,
generadas por

[...] pequeños capitalistas de Santa Cruz y del Beni, como Antonio Vaca-
Diez, Nicolás Suarez Callaú, Nicanor Salvatierra, Augusto Roca y otros más,
quienes vieron en este negocio un buen futuro. De manera independiente
o con socios europeos, empujaron la industria gomera explorando e incor-
porando territorios, cuya propiedad se autosignaron. (Lopez Beltrán 2001:
576)

Así, en 1881, Nicolás Suarez se instala en Cachuela Esperanza, a


orillas del Beni, a pocos kilómetros de la desembocadura del Madre de
Dios, una zona estratégica por donde debía pasar, para su exportación,
todo el caucho del Tahuamanu, Orthon, Manuripe, Madre de Dios y
Beni hacia el Madeira y de ahí al Amazonas (Fifer 1970).
También en 1881 Vaca Diez se instala en la desembocadura del Or-
thon sobre el Beni y empieza a dominar el comercio sobre el Orthon,
Tahuamanu, Manuripe y Acre. En 1882, el cauchero Antenor Vásquez
se instala en la desembocadura del Madre de Dios sobre el Beni (en la
actual Riberalta), donde se establecerá también la compañía belga Casa
Braillard en 1884. En este último año, el gobierno boliviano instala una
aduana en Villa Bella, en la desembocadura del Beni sobre el Madeira.
Entonces, al menos una década antes de la llegada de Fitzcarrald al
Madre de Dios, ya existía significativa presencia boliviana en esta región.
Presencia que siguió incrementándose en los años siguientes. En 1892,
1895 y 1897, el gobierno boliviano organiza expediciones de reconoci-
miento por el río Madre de Dios a cargo de José Manuel Pando (López
Beltrán 2001: 584).
Rummenhoeller (2003: 157 y nota 10 en la p. 163) señala que los cau-
cheros que llegaron desde Iquitos a Madre de Dios tuvieron dificultades
para conseguir mano de obra nativa debido a que en los años 1896-1902 el
comerciante boliviano de caucho Nicolás Suarez había diezmado las po-
blaciones nativas del Bajo Madre de Dios, Manuripe, Tahuamanu, Heath,
Tambopata, Alto Río Inambari y entre el Inambari y el Colorado.
En 1896, Bolivia establece una aduana en la desembocadura del río
Manu en el Madre de Dios (García Jordán 2001: 380), dentro del actual

DE CÓMO LA REGIÓN DE MADRE DE DIOS SE CONVIRTIÓ EN LA PRINCIPAL EXPORTADORA | 519


territorio peruano. En marzo de 1900, Bolivia crea el Territorio Nacional
de Colonias, provocando protestas de parte del gobierno peruano. Este
territorio comprendía un área bastante extensa de 497.931 km2, abar-
cando la totalidad del actual departamento de Madre de Dios (actual-
mente con 85.183 km2) y parte de los de Puno y Ucayali, la totalidad del
actual estado de Acre en Brasil (153.698 km2) y todo el norte boliviano
(departamento de Pando), incluyendo parte del departamento de La Paz
(García Jordán 2001: 380-381 y sus mapas 16 y 19).
En una alianza con la Iglesia, el Estado peruano organiza y financia
la administración eclesiástica con fines colonizadores en el Oriente1. Así,
en febrero de 1900, se establecen tres prefecturas apostólicas en la selva
(García Jordán 2001: 210): San León del Amazonas, con sede en Iquitos;
San Francisco de Ucayali, con sede en Santa Rosa de Ocopa; y Santo
Domingo del Urubamba, con sede en Cuzco. Abarcaba esta última la
cuenca del Madre de Dios hasta su desembocadura en el Beni, actual
territorio boliviano.
En 1901, se crea en el Perú la Junta de Vías Fluviales con la inten-
ción de obtener datos geográficos y de navegación, y de asegurar la libre
posesión a los caucheros del Oriente en la hoya del Madre de Dios (Faura
1969: 601). En junio de 1902, la expedición de Juan Villalta, organizada
por la Junta de Vías Fluviales, partiendo desde Sandia y por el río Tam-
bopata, llega a la desembocadura de este río sobre el Madre de Dios.
Se instala en el sitio que ocupara cinco años atrás el cauchero Mariano
Galdo (al frente del fundo Rímac, de Ernesto Rivero), fundándolo con el
nombre de Puerto Maldonado, y establece aquí la Comisaría del Madre
de Dios (Villalta 1904: 5, 6, 29).
El 10 de julio de 1902, el gobierno de Leguía estableció en Puerto
Maldonado una guarnición militar con ánimos colonizadores (García
Jordán 2001: 193). En estos años Bolivia y Brasil se encontraban insertos
en una fuerte disputa territorial, que llegó a enfrentamientos armados,
por la cuenca del río Acre, zona sobre la que el Perú alegaba también
tener derecho (Basadre s/f [1944]: 2565).
Aun cuando el Tratado de San Idelfonso de 1777 estipulaba una di-
visión limítrofe entre los territorios portugueses y españoles que incluía

1. Ver García Jordán 2001.

520 | JULIO GERARDO LOSSIO


una línea imaginaria de este a oeste que cruzaba el río Madeira a mitad
de camino entre el Amazonas y la desembocadura del Mamoré, Brasil
invocaba, en función de la significativa población brasileña existente, la
posesión actual (utis possidetis facti) del territorio (en Stoian 2005: 70 y
notas 192 a la 197; se encuentra que de los 40.000 habitantes en la zona
del Acre, a fines del siglo XIX, la mayoría eran brasileños y solo 300 eran
bolivianos). 2
El 17 de noviembre de 1903, Brasil y Bolivia firman el Tratado de
Petrópolis, por el cual Bolivia entrega a Brasil el territorio del Acre a
cambio de dos millones de libras esterlinas y compromisos de inversión.
Dentro de este territorio se hallaban incluidas algunas zonas por las cua-
les Perú y Bolivia se encontraban negociando, cosa que motivó la protes-
ta de la cancillería limeña (Basadre s/f [1946]: 2565).
Luego de 1903, habiendo sido de alguna manera afectada por el
nuevo Tratado entre Bolivia y Brasil,

[...] la Casa Suárez se mudó al Perú, estableciendo barracas a lo largo de las


aguas de los ríos Tahuamanu, Manuripi y Madre de Dios y —aprovechan-
do la demarcación pendiente del límite peruano boliviano— controló de
manera eficiente un territorio ubicado alrededor de 50 millas más allá de la
línea divisoria establecida más tarde. (Stoian 2005: 73)

La importancia de toda esta región, surcada por los ríos Acre, Ta-
huamanu, Manuripe y Madre de Dios, disputada intensamente por bra-
sileños, bolivianos y peruanos, se reconoce si comprendemos su gran
riqueza cauchera. Para Bolivia era el lugar principal de extracción de
caucho (solo Nicolás Suarez, asentado en esta región, representaba el
60% del caucho de toda Bolivia según Fifer 1970: nota 58). Para Brasil

2. Las migraciones del resto de Brasil a la Amazonía para explotar el caucho se intensi-
ficaron con las fuertes sequías que experimentó el nordeste brasileño. Davis (2006)
identifica las siguientes en la época que nos interesa: en 1876-1879 (que produjo
entre medio millón y un millón de muertes), en 1889-1991 y en 1896-1902. Galeano
señala: “En 1900, cuarenta mil víctimas de la sequía abandonaron Ceará. Tomaban
el camino por entonces habitual: la ruta del norte hacia la selva”. Galeano señala otro
motivo que generó una ola hacia las regiones caucheras: la abolición de la esclavitud
en 1888, por la cual “medio millón de nordestinos emigraron a la Amazonía, convo-
cados por el espejismo del caucho” (Galeano 2004: 116).

DE CÓMO LA REGIÓN DE MADRE DE DIOS SE CONVIRTIÓ EN LA PRINCIPAL EXPORTADORA | 521


significaba alrededor del 45% del total de caucho que extraía (Stoian
2005: nota 198). En el Perú, las noticias del potencial cauchero de este
rincón sin propietario definido empezaban a circular. De los tres países
era el que más tarde había descubierto su extraordinaria riqueza, pero
pronto se encontraría avanzando agresivamente sobre ella. En 1902, los
gobiernos de Perú y Bolivia deciden someter el diferendo fronterizo al
arbitraje de Argentina, país que recién se pronunciaría en 1909.

1902-1908. Todos los caminos (al sur) conducen a Mollendo

Ya hemos dicho que en la zona del Acre brasileño se calculaba alrededor


de 40.000 habitantes a fines del siglo XIX. En el censo de 1900, Bolivia
encuentra una población de 31.883 habitantes en el Territorio Nacional
de Colonias (García Jordán 2001: 361, cuadro 9), que incluía a los actua-
les Acre y Madre de Dios. Sin embargo, en el lado peruano del Madre
de Dios, en 1902, se encontraban solamente entre 489 y 3000 habitantes
(Villalta 1904: 7-9, Roux 1995: 138), lo que muestra una incipiente par-
ticipación, pero también, viendo las cifras de los vecinos, un enorme
potencial.
La dificultad para la explotación de la región del Madre de Dios
desde el Perú era que el río Madre de Dios, corriendo de oeste a este en
la cuenca del Madeira, o el río Acre, que pertenece a la cuenca del Purús,
no se conectan con ningún río navegable que los comuniquen fácilmen-
te con el resto del Perú. Cosa distinta a lo que ocurría en Brasil y Bolivia,
desde donde se podía ingresar a esta región subiendo por el Madeira o
por el Purús en el caso de Brasil, o bajando por el Mamoré y Beni en
el caso de Bolivia. Ríos que se conectaban fácilmente con el resto de la
economía brasileña y boliviana.
Tampoco existían vías terrestres, desde el resto del Perú, hasta esta
región. Es recién por estos años cuando empieza una significativa inver-
sión en la construcción de caminos, con la finalidad de unir esta región
con las vías del tren del sur y llevar la producción hasta el puerto de
Mollendo. A continuación una relación de los caminos construidos en
estos primeros años.

522 | JULIO GERARDO LOSSIO


Tirapata (Puno)-Limbani-río Inambari-Astillero

Este camino, con un total de 382 kilómetros, es el que resultará siendo


la ruta fundamental como ingreso y salida de productos de Madre de
Dios hacia y desde el sur. Su construcción fue iniciada en 1899 por la
Inca Mining para conseguir acceso a su mina Santo Domingo, cerca del
río Inambari. Cuando en 1902 la Inca Mining se divide para crear la
Inca Rubber, solicita construir el tramo que faltaba hasta el río Madre de
Dios o un punto navegable en el Tambopata. En 1905, este camino llega
al Candamo, de donde los viajantes se embarcan por el Távara al Tam-
bopata y a Puerto Maldonado. En 1906, el camino llega a Astillero en el
Tambopata. También el camino de Limbani a Tirapata (por donde pasa
el tren Puno-Sicuani) es reconocido a la Inca Mining según R. S. del 30
de agosto de 1908 (Tizón y Bueno 1911: 59-60, Montani 1905: 7, 24).

Ollachea (Puno)-Chaquimayo-río San Juan-río Inambari

La Compañía Gomera Inambari solicita en 1901 abrir una ruta de 150


kilómetros que va de Ollachea hasta Chaquimayo, y de ahí al río San
Juan y al Inambari, entregada al gobierno peruano en mayo de 1908.

Fundo Asunción-Quebrada Itahuanía (en el Madre de Dios)

La Compañía Gomera Paucartambo construye un camino de herradura


entre el fundo Asunción (donde existió una misión dominica) y la que-
brada Itahuanía, que da al Alto Madre de Dios.

Juliaca (Puno)-Sina-río Tambopata

Tizón y Bueno, en 1911, nos menciona también la existencia del camino


que va de Juliaca hasta Sina, y de ahí a San Carlos, centro de The Tam-
bopata Rubber Sindicate, de donde se extiende a Marte, un almacén de
la misma empresa sobre el río Tambopata con un total de 425 kilómetros
(Tizón y Bueno 1911: 21).
Empresarios arequipeños, enriquecidos por los incrementos del pre-
cio de la lana ocurridos desde 1895 (lana comprada en Puno, trasladada

DE CÓMO LA REGIÓN DE MADRE DE DIOS SE CONVIRTIÓ EN LA PRINCIPAL EXPORTADORA | 523


por ferrocarril hasta Mollendo y exportada a Estados Unidos), empiezan
a interesarse también por el caucho de la selva sur como forma de diver-
sificar sus operaciones y aprovechar el sistema de transporte que habían
establecido para embarcar a Norteamérica. Hemos encontrado dos de
ellos3 que llegan a construir caminos.
La ruta Puno-Azángaro-Sandia-río Inambari-río Tambopata es
abierta por la casa Miguel Forga e Hijos, a la que, por R.S. del 17 de
mayo de 1901, se le había otorgado permiso para la construcción de un
camino entre Inambari y Tambopata de 200 kilómetros (Tizón y Bueno
1911: 22). En el mapa de la Sociedad Geográfica de Lima (Secretaría de
la Sociedad Geográfica de Lima 1904) se observa un “camino Forga” que
va de Azángaro a Sandia, de donde va al Huari Huari, que es la extensión
meridional del Inambari, lo cruza y llega hasta el Tambopata.
La ruta Puno-Santa Rosa-Macusani-Ayapata-río Inambari es inicia-
da por el empresario lanero Pedro Yrriberry, quien invierte en la cons-
trucción de un camino de 19 kilómetros que va desde Ayapata (a donde se
llegaría desde Macusani) a la confluencia del Esquilaya con el Inambari
(R.S. del 11 de octubre de 1907, citada por Tizón y Bueno 1911: 21).
Las inversiones realizadas en la construcción de caminos desde el
sur se reconoce en el incremento de caucho que se exporta por el puerto
de Mollendo (gráfico 1 y cuadro 1, donde mostramos los datos que he-
mos encontrado hasta 1910; posteriormente a ese año no contamos con
información).
El caucho, 30 años después de haber dado origen a una economía
“que miraba hacia el Atlántico” (Santos y Barclay 2002: 141), ahora, más
al sur, vuelve su mirada hacia el Pacífico, cosa que debió haber sido fun-
damental para que Puerto Maldonado sobrelleve mejor que Iquitos la
crisis por las dificultades de navegar por el Atlántico durante la Primera
Guerra Mundial, como veremos más adelante.

3. En Flores-Galindo (1977) y en Flores-Galindo et ál. (1978) hemos encontrado la


referencia a estos personajes como parte de la oligarquía arequipeña. Es importante
la siguiente definición para evitar confusiones sobre la referencia a lo arequipeño:
“Decimos oligarquía arequipeña para subrayar el carácter regional de clase, no nos
referimos al lugar de nacimiento. Muchos eran migrantes; otros habían nacido en
departamentos vecinos, pero todos residían en Arequipa o tenían allí la sede de sus
negocios y donde hacían mayores transacciones” (Flores-Galindo 1977: 113).

524 | JULIO GERARDO LOSSIO


Gráfico 1
EXPORTACIÓN DE CAUCHO DE MADRE DE DIOS POR MOLLENDO

1909-1914. Auge del caucho en Madre de Dios

Los años de 1909 a 1914 fueron de estabilidad y progreso en el Perú. Ha-


bían pasado 30 años desde el final de la Guerra del Pacífico, los litigios
fronterizos con los países vecinos se habían solucionado o estaban en
vías de arreglarse, y desde 1895 se había elegido por voluntad popular a
los presidentes y parlamentarios, en una época identificada como de paz
social y florecimiento económico.
Las exportaciones se habían diversificado. Ya no estaban concentra-
das, como en el siglo XIX, en la plata, luego el guano y después el salitre.

DE CÓMO LA REGIÓN DE MADRE DE DIOS SE CONVIRTIÓ EN LA PRINCIPAL EXPORTADORA | 525


Cuadro 1
EXPORTACIÓN DE CAUCHO DE MADRE DE DIOS POR MOLLENDO

(1) (2) (3) (4) (5)


Año Tons. Tons. Tons. Tons. Tons.
1901   15   15
1902 13   30   30
1903 14   31   31
1904* 28 28 26   28
1905 37 37     37
1906 65 48     65
1907 115       115
1908 153       153
1909 173       173
1910**       280 280
Notas:
(1) Fuente: Tizón y Bueno 1911: 31-33
(2) Fuente: Jerome 1975 [1908]:170
(3) Fuentes: Smart 1976a [1905]: 58, 1976b [1906]: 66
(4) Fuente: Tizón y Bueno 1911: 35
(5) El valor máximo de la fila.
* Para 1904 y 1905 existe también la información de St. John (1975a [1905]: 110, 1975b [1906]:
127), que señala 94 toneladas para 1904 y 98 toneladas para 1905, pero como se alejan
demasiado de lo mencionado por los otros autores y no corresponden con la tendencia,
consideramos la información errónea.
** El dato de 280.000 kilos se obtiene de sumar 3930 quintales de caucho más 1670 quintales
de hevea (como aparece en Tizón y Bueno) y multiplicar por 50 para obtener la cifra en
kilos.

Alrededor de 1910, las principales exportaciones eran café, azúcar, algo-


dón, guano, lana, minerales, petróleo y caucho (Contreras y Cueto 2007:
mapa ilustrativo “Principales exportaciones c. 1910”, p. 209). La Ley de
minería de 1900 había facilitado la inversión extranjera. Así, por ejem-
plo, la producción total de cobre creció de 275 toneladas en 1890 a 12.213
toneladas en 1905 y a 32.981 toneladas en 1920 (Ibíd., p. 208). En el mis-
mo sentido, las exportaciones petroleras aumentaban constantemente,
de manera que el número de trabajadores petroleros creció de 9700 en
1905 a 22.500 en 1920 (Ibíd., p. 210). Las exportaciones nacionales en

526 | JULIO GERARDO LOSSIO


general habían crecido “de 3,073 millones de libras peruanas en 1899, a
9,138 millones en 1913 y a 35,304 millones en 1920 […]. El nivel nomi-
nal de exportaciones de 1920 no se volvería a alcanzar sino hasta 1937”
(Ibíd., p. 206).
Las políticas económicas, enmarcadas en un entorno internacio-
nal favorable, estaban concentradas en atraer inmigrantes extranjeros
para responder a la carestía de mano de obra y en conectar los puertos
de exportación con los lugares de producción a través de ferrocarriles
y caminos. En 1910, en Madre de Dios, Leguía otorga gran número de
concesiones caucheras a cambio de que los concesionarios se encarguen
de la construcción y mantenimiento de la infraestructura vial y fluvial
(García Jordán 2001: 192-193).
En 1911, Tizón y Bueno registra 148 concesiones de 121 propietarios
diferentes, en un total de 1.181.557 ha: 703.471 ha en el río Tambopata
(solo dos empresas, la Tambopata Rubber Sindicate y la Inca Rubber,
sumaban 604.000 hectáreas), 205.026 en el Inambari, 105.020 en el Mar-
capata (afluente del Inambari), entre otros (Tizón y Bueno 1911: anexo
2). Nótese que todas las hectáreas mencionadas se encontraban al sur del
río Madre de Dios.
En 1908 llega el primer vapor peruano al Madre de Dios.4 En 1912,
ya existían seis vapores peruanos navegando por el Madre de Dios. Y en
1914 existen once (Delboy 1913). El 26 de diciembre de 1912 se promulga
la Ley 1782, que crea el departamento de Madre de Dios y señala como
capital a Puerto Maldonado, sede del comisariato del Madre de Dios
desde 1902 y puerta de salida de la región hacia Arequipa y Mollendo. La
población, que para dicho año se había calculado en no más de 3000 ha-
bitantes, se duplicó en 1912-1913, llegando a 6000 “civilizados” (Delboy
1913 y Portillo 1914).5

4. Es el primero si no contamos la lancha que sirvió para que Fitzcarrald ingrese en


1894, y que es vendida en el lado boliviano en este mismo viaje.
5. Pennano, sin mencionar la fuente, nos dice “que a principios de siglo existían ya unos
25.000 habitantes en la zona” (1988: 156). Es posible que su cálculo haya incluido a
la población indígena, pero los estimados de Tizón y Bueno, Delboy, Portillo y Fer-
nandez solo dan una cifra de entre 5000 y 6000 individuos para este grupo. Quizá
Pennano haya incluido a la población del Acre y Pando.

DE CÓMO LA REGIÓN DE MADRE DE DIOS SE CONVIRTIÓ EN LA PRINCIPAL EXPORTADORA | 527


La riqueza en Madre de Dios ya había atraído a muchos capitalistas
loretanos, sin embargo, el modo de producción que estos trajeron ha
sido descrito como feudal, sin propiciar el comercio entre sus trabaja-
dores y el mundo exterior (Rummenhoeller [2003] describe el caso de
un cauchero que prohibió a sus trabajadores el uso del dinero). Por ello
es notorio el impulso que le dio al departamento en creación el grupo
de empresas provenientes de Arequipa, no solo por sus actividades de
extracción, sino que, por el comercio que generaron, ocasionaron el sur-
gimiento de un importante mercado en el departamento.

Casas arequipeñas en Madre de Dios

La importancia de las casas arequipeñas en el Madre de Dios es indiscu-


tible. No solo en la construcción de caminos (Forga e Yrriberry), como
hemos visto.
En la compra, financiamiento y exportación de caucho, Yrriberry era
la más grande de todas (en 1910 la casa Yrriberry fue la mayor exportado-
ra de caucho por el puerto de Mollendo. Tizón y Bueno 1911: 35-38), pero
también se encontraban las casas Ricketts, Gibson, Braillard y Forga.
La casa Ricketts era representante de la Tambopata Rubber Sindica-
te en Arequipa. La casa arequipeña Gibson poseía la Cía. Gomera Sandia,
que luego, en 1911, pasa a pertenecer a la casa Ricketts (Flores Marín
1987). La casa Braillard se instala en Arequipa en 1821 y se dedica al co-
mercio de lanas y a la minería antes de interesarse por el caucho (Flores-
Galindo, Plaza y Oré 1977: 11, 21); en las décadas de 1870 y 1880, Braillard
abre oficina en Reyes, en el Alto Beni, Bolivia, y en 1883 se traslada cerca
de la confluencia del Madre de Dios con el Beni, en Riberalta. Según
Montani (1905: 21), Braillard era una de las pocas casas comerciales en
Puerto Maldonado en 1905 (junto con Morey, Rivero, Souza, Stefani y
Dávila). En 1910, es la segunda compañía exportadora de caucho más
grande de todas las que exportaron por Mollendo (Tizón y Bueno 1911:
35) y es la última de las grandes casas en abandonar el negocio del caucho
en el Madre de Dios, el año de 1923 (Pennano 1988: cuadro 16).
Además de la compra, financiamiento y exportación de caucho, al-
gunas casas arequipeñas (Braillard e Yrriberry) se dedicaban al comercio,
en general siendo propietarios de tiendas comerciales en el Tambopata
y el Madre de Dios (Tizón y Bueno 1911: 38); al transporte (Carpio y

528 | JULIO GERARDO LOSSIO


Marqueze, Ibíd.); y a la explotación directa (Carpio y Marqueze, Forga,
Rey de Castro e Yrriberry poseían concesiones).6

El rey del caucho en Madre de Dios y la región norte

En 1905, los caucheros españoles Máximo y Baldomero Rodríguez emi-


graron de Loreto al Madre de Dios y formaron una sociedad con Rafael
Souza para explotar los recursos en el Manuripe. Baldomero Rodríguez
muere poco después, pero su hermano Máximo (1873-1943) extendería
en poco tiempo sus operaciones hacia el bajo río Las Piedras, al río Acre
en el norte y al alto Tahuamanu, convirtiéndose en el más importante
cauchero del departamento (Rummenhoeller 2003: 157, 1988: 166).
En 1908, mostrando su poder económico y sus expectativas de ga-
nancia, Máximo Rodríguez traslada su lancha Shipiva, de 17 toneladas,
por el varadero de Fitzcarrald. Junto con la Inca Rubber (con su lan-
cha de 50 toneladas ensamblada en Astillero) y Souza & Vargas (con su
lancha de 17 toneladas trasladada por un paso entre el Mishagua y el
Shahuinto), son los primeros en navegar a vapor, comercialmente, por
los ríos de Madre de Dios. Entre 1908 y 1912, se produce una serie de en-
frentamientos entre caucheros peruanos y bolivianos, logrando Máxi-
mo Rodríguez desalojar de Tahuamanu y Manuripe a Nicolás Suarez
(Rummenhoeller 2003: 157, 158, nota 15).
Cuando Delboy en 1912 hace un listado de los que dominan la pro-
ducción en Madre de Dios, lo ubica en primer lugar con 17% del total
estimado para la región versus 12% de Bernardino Perdiz, 9% de Souza
& Vargas, 8% de Bruno Paulsen y 8% de Braillard y Cía (Delboy 1913:
13). Rummenhoeller lo llama “el más poderoso patrón del departamen-
to hasta 1943” (Rummenhoeller 1988: 14). Delboy estima para 1912 una
producción total de 400 toneladas de caucho de la zona del Acre y Ta-
huamanu, representando 31% de la producción del departamento.
Portillo, para 1913, estima que esa zona (ríos Yaco, Acre y Ta-
huamanu) produce 600 toneladas (también 31% de la producción del

6. Es posible que hubieran otras más. Entre las concesiones de terrenos otorgadas por
el gobierno en la hoya del Madre de Dios (Tizón y Bueno 1911: 55-59) figuran otros
apellidos que encontramos también en los trabajos de Flores-Galindo, como Nájar y
Piérola.

DE CÓMO LA REGIÓN DE MADRE DE DIOS SE CONVIRTIÓ EN LA PRINCIPAL EXPORTADORA | 529


departamento en ese año); cantidad importante, pues el mismo Portillo
calcula que lo exportado vía terrestre ese año hacia Mollendo era de 430
toneladas (22% de la producción estimada del departamento).
Así, alrededor de 1912, encontramos tres vías para exportar el cau-
cho de Madre de Dios: un 31% por el norte vía el Acre, Yaco y Tahua-
manu; 22% por Mollendo, y no más del 47% saldría por el Ucayali hacia
Iquitos. Cambio importante con respecto al periodo 1894-1905, cuando
casi el 100% de la producción se exportaba hacia Iquitos.

La producción en Madre de Dios

Autores anteriores (Flores Marín 1987, Pennano 1988, Guillén 1989)


han cometido errores severos cuando han tratado de aproximarse a la
producción de Madre de Dios, subestimándola tremendamente. Flores
Marín (1987: 60), para su cuadro “Producción de gomas en la zona de
Madre de Dios (1902-1909)”, toma los datos de Tizón y Bueno (1911:
31-33, no son datos de Maurtua, a quien Flores cita aquí por error), ob-
viando el hecho de que solo son datos de exportación por Mollendo.
Pennano (1988: 190), para elaborar su cuadro “Producción de la zona de
Madre de Dios (1901-1911)”, reitera los errores de Flores y completa los
años 1910 y 1911 con los datos de Bonilla (1975), que, igualmente, solo se
refieren a las exportaciones de caucho por Mollendo.
Guillén (1989) presenta el cuadro “Exportación de productos gu-
míferos de Madre de Dios (1909-1915)” basado en el texto divulgativo de
H. G. Rozas, “Guía general del sur del Perú”. La cantidad de 1909 es la
misma que la que menciona Tizón y Bueno (1911: 31-33), que es referida
a la exportación por Mollendo más lo que sale por el Madre de Dios ha-
cia Pará (Brasil), pero tampoco esta es toda la producción del Madre de
Dios; falta la del Tahuamanu y la que sale para Iquitos. A continuación,
en el cuadro 2, los datos que he podido recomponer.
Para el año 1905, he recogido el estimado por Montani (1905: 28).
Para 1908, el estimado por Rivero a base de la producción de los princi-
pales extractores (Sharf, Rodríguez y Perdiz, 375 TM en Las Piedras; Per-
diz en El Amigo, 150 TM ; diversas en el Manu, 225 TM). Para 1911 y 1914
hemos tomado la estimación gruesa de Delboy (1942: 17) sin precisar
fecha. Literalmente dice: “Por espacio de una década el Madre de Dios,
que fue el último río en que se trabajó, rindió alrededor de 1.000.000

530 | JULIO GERARDO LOSSIO


Cuadro 2
EXTRACCIÓN DE CAUCHO EN MADRE DE DIOS (1905-1914)

Año Toneladas métricas


1905 900
1906 sin información
1907 sin información
1908 750
1909 sin información
1910 sin información
1911 1000
1912 1295
1913 1930
1914 1000

de kilos por año”. ¿A qué década se refería? Considerando que el últi-


mo año de producción alta fue 1919, asumimos que se refiere a los años
1911-1919. Pero si Delboy consideraba (como es común ahora) que el
boom terminó en 1914, la década a la que se refería habría sido 1905-1914.
Como por ahora solo nos interesan los datos de 1911 y 1914, es indistinto
tomar cualquiera de estas dos décadas (para los años 1912 y 1913 hay
mejores aproximaciones).
Para 1912 he tomado el estimado de Delboy (1913: 13 y 14) basado
en la producción de los principales extractores (Rodríguez, 225 TM ; Per-
diz, 150 TM ; Souza & Vargas, 120 TM ; Paulsen, 100 TM ; Braillard, 100
TM ; zona del Acre y Tahuamanu, 400 TM ; varios, 200 TM). Para 1913, el
estimado por Portillo (1914: 33) a base de la producción de los principa-
les extractores (Rodríguez, 250 TM ; Souza & Vargas, 60 TM ; Braillard,
140 TM ; Perdiz, 120 TM ; Paulsen, 60 TM ; diversos en Alto Piedras, 300
TM ; diversos en Yaco y Tahuamanu, 500 TM ; otros, 500 TM).
¿Cuál es la proporción que representa esta producción con respecto
al total del Perú? La vemos en el cuadro 3.
Como vemos, entre 1911 y 1914, la producción de Madre de Dios se
encontraba por encima del 40% de la producción total en el Perú. Y en el
año de 1913, Madre de Dios era la región productora más importante.

DE CÓMO LA REGIÓN DE MADRE DE DIOS SE CONVIRTIÓ EN LA PRINCIPAL EXPORTADORA | 531


Cuadro 3
EXTRACCIÓN DE CAUCHO EN MADRE DE DIOS Y TOTAL DEL PERÚ
(1905-1914)

Madre de Dios Total Perú


%
Año Toneladas métricas Toneladas métricas
1905 900 2540 35%
1906 Sin información 2576
1907 Sin información 3029
1908 750 2516 30%
1909 Sin información 2802
1910 Sin información 2651
1911 1000 2161 46%
1912 1295 3194 41%
1913 1930 2781 69%
1914 1000 2272 44%

Fuente para total del Perú: Pennano 1988

Es probable que los porcentajes sean mayores, pues la información


está basada solo en estimaciones de los principales caucheros de la re-
gión. También es probable que el total Perú esté subestimado, pues se
basa en salidas de aduanas en una época en donde el contrabando debe
haber sido bastante grande. No obstante, lo hayado muestra que hay que
tomar con mucho cuidado las cifras que señalan que, en promedio, el
91% del caucho exportado por el Perú provenía de la producción lore-
tana.

1914-1921. La crisis de 1914-1915, recuperación y final definitivo

Se ha hecho común señalar 1914 como el año del fin de la economía del
caucho debido a una drástica disminución de su precio, cosa que habría
provocado el colapso de la economía de Loreto (Bonilla 1977: 127, Santos
y Barclay 2002: 172-175). Sin embargo, en ese año (y hasta 1917), los pre-
cios están todavía por encima del nivel en que se encontraban en 1894,
cuando se inicia la extracción en Madre de Dios (ver el cuadro de Ball en

532 | JULIO GERARDO LOSSIO


Pennano 1988: 111). Se supone que con menos inversiones que hacer (en
1914, comparadas con 1894) y un sistema ya establecido de extracción,
este precio era más que suficiente para generar ganancias y continuar
extrayendo.
Recién en 1918 los precios caen por debajo del nivel de 1885 (año del
inicio del boom). Y no es hasta 1921 cuando llegan a un nivel por debajo
del de 1853 (año en que ocurre la primera exportación de caucho desde el
Perú). Más aún, según los datos que nos muestra Pennano (1988: cuadro
19), las exportaciones de Perú, Bolivia y Brasil se mantienen altas hasta
1920. En el caso del Perú, las exportaciones de caucho de 1915, 1917 y
1919 registran las cifras más altas de las obtenidas entre 1910 y 1920. Algo
similar ocurre en Bolivia, donde las exportaciones de 1917 y 1919 son las
más altas. En Brasil no se registran cifras récord, pero entre 1914 y 1919
se mantienen en un constante nivel alto (salvo un bajón en 1918).
¿Cómo explican los autores que señalan que ocurre un colapso re-
pentino en 1914 que la exportación de caucho continúe alta hasta 1919?
Se mencionan tres estrategias: subvención de las casas matrices
europeas, mayor eficiencia (a través de reducciones de costos, fusiones
internas e incremento de la productividad) y disminución de los márge-
nes de ganancia (Santos y Barclay 2002: 181, Bonilla 1977: 128). Sobre el
primer punto es difícil pensar que se haya mantenido un subsidio por
tanto tiempo como seis años (1914-1919) sabiendo que estaba en aumen-
to la producción asiática de caucho y que el colapso llegaría de todas
formas. También es difícil pensar que se haya ganado eficiencia a mitad
de la crisis en un sector tan tradicional (hasta el punto de ser llamado
feudal). La reducción de los márgenes de ganancia, más que una estrate-
gia, es una consecuencia de la disminución de los precios en un producto
con las características de la oferta del caucho, pero la continua operación
por varios años más abunda en la idea de que la crisis del caucho de 1914
no fue una crisis terminal.
La percepción del colapso repentino de la economía del caucho,
pensamos, puede haberse debido a la sí repentina crisis monetaria y a la
depresión del comercio exterior, debido al estallido de la Primera Guerra
Mundial, que sufrió todo el Perú (y Sudamérica), pero que duró solo
desde mediados de 1914 hasta finales de 1915.

DE CÓMO LA REGIÓN DE MADRE DE DIOS SE CONVIRTIÓ EN LA PRINCIPAL EXPORTADORA | 533


La crisis de 1914-1915

En 1914, una tirantez política llevó al entonces presidente Billinghurst a


intentar disolver el Congreso; esto desencadenó un movimiento genera-
do por miembros del Ejército y del Congreso que termina derrocándolo.
Producido el golpe de estado el 4 de febrero, se forma una Junta de Go-
bierno presidida por el General Óscar R. Benavides que dura hasta el
15 de mayo de 1914, fecha en que se nombra al mismo Benavides como
presidente provisorio, y es encargado de estabilizar el país y convocar a
elecciones, saliendo elegido de estas José Pardo, que asume sus funciones
en agosto de 1915.
En el transcurso de este inestable período se inicia, entre junio
y agosto, la Primera Guerra Mundial.7 En agosto de 1914, las noticias
alarmantes de los ataques alemanes a Rusia y a Francia, el ingreso de
Inglaterra (principal socio comercial del Perú) a la guerra, los cierres de
bolsas de valores y la “corrida” de fondos en los bancos provocaron un
pánico económico en el Perú que casi llevó a la quiebra al sistema finan-
ciero peruano (Bardella 1989: 197-200).
La escasez de liquidez por la especulación con las monedas de oro
era tan grave que se autorizó a los bancos a emitir “cheques circulares
al portador” bajo la garantía de oro sellado, valores reales y documentos
de cartera. Sin embargo, al continuar las expectativas negativas, los che-
ques circulares empezaron a cotizarse con un descuento, de 1% inicial-
mente, en octubre de 1914, hasta 9,5% en agosto de 1915. Esto, además
del fuerte aumento del precio de la plata, llevó a especular también con
las monedas de plata (unidad menor del sistema monetario de la épo-
ca), originándose así la crisis de la moneda fraccionaria, que el gobierno

7. A comienzos de 1914, el armamentismo alemán causaba ya temores de una guerra


en los mercados europeos. El domingo 28 de junio de 1914 es asesinado en Sarajevo
el heredero del trono austro-húngaro Francisco Fernando por el serbio Gavrilo Prin-
cip; en julio Austria-Hungría y Serbia entran en guerra y las bolsas se desploman en
Europa adivinando que la alianza Rusia-Francia-Inglaterra se activará para defender
a Serbia, mientras que Alemania apoyará al gobierno austro-húngaro. El primero
de agosto Alemania declara la guerra a Rusia, que había movilizado sus tropas hacia
Austria-Hungría, y el 4 de agosto invade Francia, a través de Bélgica, lo que provoca
el ingreso a la guerra de Inglaterra.

534 | JULIO GERARDO LOSSIO


resolvió “mediante la acuñación de costosas monedas de plata y de otras
de níquel y cobre” (Bardella 1989: 200).
Además de esta crisis monetaria que fue conjurada a finales de 1915,
también el comercio exterior se contrajo y se encarecieron los fletes ante
las amenazas de la flota submarina alemana. La restricción de las im-
portaciones y la disminución de los impuestos del comercio exterior
se tradujeron en escasez de divisas, devaluación, dificultad de abaste-
cimiento, inflación y en la imposibilidad del fisco de hacer frente a sus
obligaciones (Bardella 1989: 201).
El anuncio de que el gobierno gravaría las utilidades del comercio y
de la industria, y los sueldos de los empleados, provoca en Arequipa una
movilización de 7000 a 8000 personas en la plaza mayor el 30 de enero
de 1915 que ocasiona la muerte de nueve personas (Basadre s/f [1946]:
2746, 2747). Dice Basadre:

Allí [en Arequipa] la crisis era, por circunstancias de origen regional, acaso
más difícil que en otros lugares de la República. Los comerciantes, privados
por las normas de emergencia entonces vigentes, de su libertad para renovar
sus avances en cuenta corriente y sus letras, hallábanse a merced de los ban-
cos. Las limitaciones en la devolución de los depósitos habían hecho exiguo
el fruto del ahorro. La carestía de los artículos de primera necesidad torná-
base agobiante. Dificultades en el comercio de importación y exportación
complicaban la vida económica.

Los temores de la guerra submarina en el Atlántico hicieron que el


intercambio comercial diminuyera de 153 millones en 1913 a 136 millo-
nes en 1914, pero se recuperó inmediatamente (146 millones en 1915, 252
en 1916 y 321 en 1917). El comercio con Alemania desapareció y dismi-
nuyó dramáticamente el realizado con Gran Bretaña, mientras se incre-
mentaba significativamente el comercio con Estados Unidos (Bardella
1989: 204). Esta reestructuración de los mercados se observa también en
el porcentaje de exportaciones de caucho a Estados Unidos, que pasan
de representar menos de 9% hasta 1913 a 40% en 1914, y, en términos
absolutos, de 202 toneladas en 1913 a 628 en 1914 (Santos y Barclay 2002:
130, cuadro 4.5). Solucionada la crisis monetaria y reestructurado su
sistema de mercados externos, el Perú, a finales de 1915, volvió a la senda
de bonanza característica del periodo civilista.

DE CÓMO LA REGIÓN DE MADRE DE DIOS SE CONVIRTIÓ EN LA PRINCIPAL EXPORTADORA | 535


La recuperación

La grave crisis en Iquitos que nos relatan Santos y Barclay y la pérdi-


da de los mercados europeos parecen sustentar la idea de que las ex-
celentes cifras de exportación que tuvimos en 1915, 1917 y 1919, y la
mayor participación del mercado norteamericano fueron debidas a la
buena performance de la producción de Madre de Dios que salió por
Mollendo.
Lamentablemente no hay suficientes datos que nos permitan saber
claramente qué pasó entre 1914 y 1920 en Madre de Dios y comprobar
esta hipótesis. La información dispersa que hemos recolectado nos habla
efectivamente de una continuación de las actividades caucheras, pero
no llegamos a saber de los niveles de producción alcanzados. Aunque en
1913 dejó de trabajar la Tambopata Rubber Sindicate (debido al ataque
de indios huarayos según Flores 1987: 156-158) y en 1914, la Inca Rubber
Co. (Portillo 1914: 9), otras importantes empresas caucheras permane-
cen aún en la zona.
Sabemos que, en 1916, Máximo Rodríguez se encuentra constru-
yendo una carretera de 58 kilómetros entre el Tahuamanu e Iñapari,
que, según Zubieta, se convertirá en “el mejor camino que el Perú tendrá
en la montaña” (informe de monseñor Zubieta al presidente de la repú-
blica en marzo de 1916, citado por Fernández 1925: 281). En 1916, se crea
una misión en el Tahuamanu “donde se concentraba un buen núcleo de
población alrededor del caucho (Valbuena 2000: 51).
Por una carta del padre Pío Aza sabemos que en abril de 1916 toda-
vía se encuentran en la zona Máximo Rodríguez, Perdiz, Souza y Vargas
y Paulcen (carta al subprefecto del Manu reproducida en Valbuena 2000:
113-122). Por Flores Marín (1987: 163) sabemos también que Bernardino
Perdiz continuará trabajando en Madre de Dios hasta 1921. Pennano
(1988: cuadro 16) nos informa que Bráillard, con sede en Riberalta, sigue
trabajando en la zona hasta 1923.
Y sobre los dos más grande caucheros de la cuenca, Máximo Ro-
dríguez en el Perú y Nicolás Suárez en Bolivia, sabemos que permanecie-
ron explotando el caucho hasta comienzos de la década del 40 (Delboy
1942: 17).

536 | JULIO GERARDO LOSSIO


Final definitivo

En 1919 sucede el golpe de estado de Leguía. Ese mismo año, en el sur,


ocurre una crisis con el mercado de las lanas, principal actividad de las
casas arequipeñas involucradas en varios negocios relacionados con el
caucho de Madre de Dios. Y en 1921 hay una gran disminución de los
precios de las materias primas en el mundo. Con muchos menos datos
contamos para Madre de Dios en 1921, pero los pocos que hay nos ha-
blan de un abandono y de una crisis generalizada. En 1921 cierran la
misión del Tahuamanu a causa del despoblamiento de la región (Martín-
Tesorero 2000: 81).
Por el mismo motivo, en 1922, se traslada la misión San Luis, en la
desembocadura del Manu sobre el río Madre de Dios, al río Pantiacolla,
un tributario del Alto Madre de Dios (Fernández 1925: 145). En una
revista de las misiones dominicas encontramos el siguiente texto: “El re-
sultado es que de las tres provincias que forman el Madre de Dios, la del
Manu ya se ha extinguido, […] la del Tahuamanu está casi en agonías; y
solo queda Maldonado, donde parece haberse refugiado lo que queda de
vida en esos lugares” (en Fernández 1925: 283).

Conclusión

La idea comúnmente aceptada de que la producción de caucho en Madre


de Dios era marginal ha dejado sin estudiar aspectos importantes de la
época del boom, como por ejemplo el papel de los capitales arequipeños
y la explicación de por qué hubo tan buena performance de las exporta-
ciones de caucho luego de la disminución de precios de 1914.
Este trabajo muestra cantidades suficientemente altas de produc-
ción en la región y la participación primordial de actores olvidados como
para ameritar mayores estudios al respecto.

DE CÓMO LA REGIÓN DE MADRE DE DIOS SE CONVIRTIÓ EN LA PRINCIPAL EXPORTADORA | 537


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