San Ignacio de Antioquía
San Ignacio de Antioquía
San Ignacio de Antioquía
P. Jordi Rivero
Obispo, mártir, Padre Apostólico
Nace entre años 30 al 35 AD, muere C 107AD
Fiesta: 17 de octubre
San Ignacio rezó por la Iglesia, la encomendó con lágrimas a Dios, y con gusto se sometió a los soldados
para ser encadenado y llevado a Roma.
Durante la mayor parte del trayecto acompañaron a San Ignacio el diácono Filón y Agatopo, a quienes se
considera autores de las actas de su martirio. Durante el viaje San Ignacio iba vigilado día y noche por
diez soldados que, según el santo, eran como "diez leopardos". Añade "iba yo luchando con fieras
salvajes por tierra y mar, de día y noche" y "cuando se las trataba bondadosamente, se enfurecían mas".
Las numerosas paradas, dieron al santo oportunidad de confirmar en la fe a las iglesias cercanas a la
costa de Asia Menor. Dondequiera que el barco atracaba, los cristianos enviaban sus obispos y
presbíteros a saludarlo, y grandes multitudes se reunían para recibir su bendición. Se designaron
también delegaciones que lo escoltaron en el camino. En Esmirna tuvo la alegría de encontrar a su
antiguo condiscípulo San Policarpo; al obispo Onésimo quien iba a la cabeza de una delegación de
Efeso; al obispo Dámaso, con enviados de Magnesia, y el obispo Polibio de Tralles. Burrus, uno de los
delegados, fue tan servicial con San Ignacio, que éste pidió a los efesios que le permitieran acompañarlo.
Desde Esmirna, el santo escribió cuatro cartas. Los guardias se apresuraron a salir de Esmirna para
llegar a Roma antes de que terminaran los juegos, pues las víctimas ilustres y de venerable aspecto,
eran la gran atracción en el anfiteatro. El mismo Ignacio, gustosísirno, secundó sus prisas. Enseguida se
embarcaron para Troade, donde se enteraron de que la paz se había restablecido en la Iglesia de
Antioquía. En Troade Ignacio escribió tres cartas más. Una a los fieles de Filadelfia.
De Troade navegaron hasta Nápoles de Macedonia. Después fueron a Filipos y habiendo cruzado
Macedonia y el Epiro a pie, se volvieron a embarcar en Epidamno (el actual Durazzo en Albania).
Según las Actas, al aproximarse el santo a Roma, los fieles salieron a recibirlo y se regocijaron al verlo,
pero lamentaron el tener que perderlo tan pronto. Como él lo había previsto, deseaban tomar medidas
para liberarlo, pero les rogó que no le impidieran llegar al Señor. Entonces, arrodillándose con sus
hermanos, rogó por la Iglesia, por el fin de la persecución y por la caridad y concordia entre los fieles.
Según la misma leyenda, Ignacio llegó a Roma el 20 de diciembre, último día de los juegos públicos, y
fue conducido ante el prefecto de la ciudad, a quien se le entregó la carta del emperador. Después de los
trámites acostumbrados, se le llevó apresuradamente al anfiteatro flaviano. Ahí le soltaron dos fieros
leones, que inmediatamente lo devoraron, y sólo dejaron los huesos más grandes. Así fue escuchada su
oración. No hay seguridad sobre los detalles de la narración pero sí del hecho de su martirio, ocurrido en
el año noveno del emperador Trajano.
Parecería para muchos espectadores que San Ignacio era tan solo uno mas que moría en aquellos
juegos diseñados para saciar la morbosidad de las turbas. Sin embargo el era el gran vencedor en un
reino mucho mas sublime y duradero que el de los emperadores romanos.
Dejadme que sea entregado a las fieras, puesto que por ellas puedo llegar a Dios. Soy el trigo de
Dios, y soy molido por las dentelladas de las fieras, para que pueda ser hallado pan puro. Antes,
atraed a las fieras, para que puedan ser mi sepulcro, y que no deje parte alguna de mi cuerpo
detrás, y así, cuando pase a dormir, no seré una carga para nadie. Entonces seré un verdadero
discípulo de Jesucristo. (Epístolas de San Ignacio a los Romanos)
Restos del santo son llevados a Antioquía
Los restos del mártir, fueron llevados a Antioquía donde para ser venerados, al principio de un modo que
no llamara la atención "en un cementerio fuera de la puerta de Dafnis". Esto lo refiere San Jerónimo,
escribiendo en 392, y sabernos que él había visitado Antioquía.
El panegírico de San Ignacio, hecho por San Juan Crisóstomo cuando éste era presbítero de
Antioquía, fue pronunciado posiblemente el 17 de octubre. Según el antiguo martirologio sirio la fiesta del
mártir se celebraba en esas regiones en ese día.
San Juan hace resaltar el hecho de que el suelo de Roma había sido empapado con la sangre de la
víctima, pero que Antioquía atesoraba para siempre sus reliquias. "Ustedes lo prestaron por una
temporada", dijo al pueblo "y lo recibieron con intereses. Lo enviaron siendo obispo, y lo recobraron
mártir. Lo despidieron con oraciones y lo trajeron a su tierra con laureles de victoria''.
Una leyenda identifica a Ignacio con el niño que Nuestro Señor tomó en sus brazos y que le sirvió para
dar una lección sobre la humildad (Cf. Marcos 9,36).
San Vicente Beaurais afirmaba que su sobrenombre "Theophoros" (Portador de Dios) se debía a que,
después de muerto le abrieron el corazón y encontraron en él escritas en letras de oro el nombre de
Jesús.
Su nombre se menciona en el primer canon Eucarístico.
Recibió de ellos también la revelación transmitida a voz viva. Esta le capacita para ser
interprete veraz de la revelación escrita.
San Juan escribe: "Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por
una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran." Juan
21,25. Esas "otras cosas" forman la revelación transmitida oralmente a San Ignacio y a los otros
Padres Apostólicos.
2-San Ignacio gozaba de la plena aprobación y confianza de los Apóstoles ya que ellos mismos lo
ordenaron obispo de Antioquía, sede de suma importancia. Permaneció en esa insigne sede por
40 años hasta su martirio.
3-La ortodoxia de San Ignacio era ampliamente reconocida, tanto por los padres de la Iglesia de
su tiempo como en todos los siglos. Gozaba también del reconocimiento de los fieles como lo
demostraron recibiéndolo en todas las ciudades por donde pasaba camino a su martirio en Roma.
4- La autenticidad de sus cartas está firmemente establecida.
San Ignacio, siendo gran pastor y teólogo presenta con claridad y lucidez la doctrina católica
ampliamente reconocida en su tiempo como Apostólica. Sus siete cartas demuestran claramente
la catolicidad de los albores del cristianismo.
XV, 1. Más vale callar y ser que hablar y no ser. Está bien enseñar, si aquél que habla hace. No hay,
pues, más que un solo maestro, aquél que "ha hablado y todo ha sido hecho" (8) y las cosas que ha
hecho en el silencio son dignas de su Padre. 2. Aquél que posee en verdad la palabra de Jesús puede
entender también su silencio, a fin de ser perfecto, a fin de obrar por su palabra y hacerse conocido por
su silencio. Nada es oculto al Señor, sino que hasta nuestros mismos secretos están cerca de Él. 3.
Hagamos, pues, todo como aquellos en quienes Él habita, a fin de que seamos sus templos, y que Él sea
en nosotros nuestro Dios, como en efecto lo es, y se manifestará ante nuestro rostro si lo amamos
justamente.
XVI, 1. No os equivoquéis, hermanos míos: aquellos que corrompen una familia "no heredarán el Reino
de Dios" (9). 2. Así, si los que hacen eso son condenados a muerte, ¡cuánto más aquél que corrompe
por su mala doctrina la fe de Dios, por la que Jesucristo ha sido crucificado! Aquél que así sea, irá al
fuego inextinguible y lo mismo aquél que lo escuchare.
XVII, 1. Si el Señor ha recibido una unción sobre su cabeza, es a fin de exhalar para su Iglesia un
perfume de incorruptibilidad. No os dejéis, pues, ungir del mal olor del príncipe de este mundo, para que
él no os conduzca en cautividad lejos de la vida que os espera. 2. ¿Por qué no nos hacemos todos
sabios, al recibir el conocimiento de Dios, que es Jesucristo? ¿Por qué perecemos tontamente, al
desconocer el don que el Señor nos ha enviado verdaderamente?
XVIII, 1. Mi espíritu es víctima de la cruz, que es escándalo para los incrédulos, pero para nosotros
salvación y vida eterna (10): "¿Dónde está el sabio? ¿dónde el disputador?" (11), ¿dónde la vanidad de
aquellos que llamamos sabios? 2. Porque nuestro Dios, Jesucristo, ha sido llevado en el seno de María,
según la economía divina, nacido "del linaje de David" (12) y del Espíritu Santo. Él nació y fue bautizado
para purificar el agua por su pasión.
XIX, 1. Al príncipe de este mundo le ha sido ocultada la virginidad de María, y su alumbramiento, al igual
que la muerte del Señor: tres misterios sonoros, que fueron realizados en el silencio de Dios. 2. ¿Cómo,
pues, fueron manifestados a los siglos? Un astro brilló en el cielo más que todos los demás, y su luz era
indecible, y su novedad sorprendente, y todos los otros astros junto con el sol y la luna se formaron en
coro alrededor suyo y él proyectó su luz más que todos los astros. 2. Y ellos se turbaron preguntándose
de dónde venía esta novedad tan distinta de ellos mismos. 3. Entonces fue destruida toda magia, y toda
ligadura de malicia abolida, la ignorancia fue disipada, y el antiguo reino arruinado, cuando Dios se
manifestó hecho hombre, "para una novedad de vida eterna" (13). Y lo que había sido preparado por
Dios se comenzó a realizar. Desde entonces, todo se conmovió porque la destrucción de la muerte se
preparaba.
XX, 1. Si Jesucristo me concede la gracia, por vuestras oraciones, y si es su voluntad, yo os explicaré en
la segunda carta que debo escribiros la economía, de la que he comenzado a tratar en lo concerniente al
hombre nuevo, Jesucristo. Ella consiste en la fe en Él y en el amor a Él, en su Pasión y su Resurrección.
2. Sobretodo si el Señor me revela que cada uno en particular y todos juntos, en la gracia que viene de
su Nombre, os reunís en una misma fe, y en Jesucristo "del linaje de David según la carne" (14), hijo del
hombre e hijo de Dios, [os reunís] para obedecer al obispo y al presbiterio en unidad de mente,
rompiendo un mismo pan que es medicina de inmortalidad, antídoto para no morir, y alimento para vivir
en Jesucristo por siempre.
XXI, 1. Yo soy vuestro rescate, por vosotros y por aquellos que, para honor de Dios, habéis enviado a
Esmirna, de donde os escribo, dando gracias al Señor, y amando a Policarpo como os amo también a
vosotros. Acordaos de mí así como Jesucristo se acuerda de vosotros. 2. Rogad por la Iglesia que está
en Siria, de donde soy conducido a Roma encadenado, pues soy el último de los fieles de allá, y yo he
sido juzgado digno de servir al honor de Dios. Me despido en Dios Padre y en Jesucristo, nuestra común
esperanza.