El Arte de Rechazar Una Novela
El Arte de Rechazar Una Novela
El Arte de Rechazar Una Novela
cartas de otros tantos editores que, tras recibir y leer una novela inédita, escriben al
autor comunicándole que rechazan su publicación. Con elementos propios de la
parodia y de la sátira, Camilien Roy, autor revelación en Canadá y en Francia, lleva a
cabo un formidable ejercicio de estilo al crear una voz distinta para cada uno de los
99 editores (el obsesivo, el petulante, el pesimista, el perezoso…) que, en las
presentes 99 cartas, presentan 99 maneras de decir no.
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Camilien Roy
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Título original: L’art de refuser un roman
Camilien Roy, 2007
Traducción: Ana María Becciu
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A Justin
Quiero dar las gracias a Donald Roy por su generosidad, sus
inestimables consejos y su inmenso respeto por la lengua francesa.
Sin su contribución este libro carecería de una indispensable capa de
barniz.
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PRÓLOGO
Usted acaba de poner punto final a su manuscrito. Durante unos segundos se queda
mirando, arrobado y satisfecho, la última línea de su primera novela. Tras largos
meses (si no años) de esfuerzo y perseverancia, por fin ve su obra terminada.
Exaltado por la euforia que le produce la tarea cumplida, se deja aturdir por la
embriaguez del creador que admira el resultado de su dura labor. Permítame un
consejo: aférrese a este momento divino y saboree estos minutos de plenitud. Porque
no tardará en saber que esta felicidad es más efímera que la vida de una mosquita
cancerosa. Es mejor que esté prevenido: su manuscrito de trescientas y pico de
páginas, con esa hermosa historia de amor, esas descripciones soberbias y esos
personajes, que de puro fascinantes lo han habitado día y noche durante meses, irá a
parar a la papelera debido a su propia decisión. No encontrará nunca quien se lo
publique. Fíese de mi palabra, algo sé de esto. Usted, evidentemente, no sospecha
nada por ahora.
En cuanto haya bajado de su nube de autocomplacencia, se morirá de nerviosismo
por mostrar al mundo el fruto de su creación. Ha llegado el momento de que elija una
editorial. Y está claro que usted se imagina ingenuamente que la elección de una
editorial depende sólo de usted. Seleccionará las mejores, las más prestigiosas,
aquellas cuya reputación bastará para consagrarlo como un escritor importante,
incluso antes de que salga de imprenta la primera página de su manuscrito. Todavía
es un ilustre desconocido, mas, amable y comprensivo como es, hace gala de una
modestia que le honra. Para evitar que el entusiasmo que generará su novela se
transforme en conflictos y escenas de celos en los ambientes literarios, limitará su
selección a cuatro o cinco editoriales. Estas felices favorecidas serán las únicas que
tendrán el privilegio de descubrirlo y de lanzarle al éxito. Sólo considerará la oferta
que se ajuste a la envergadura de sus ambiciones (que distan mucho de ser modestas).
Ahora, una vez enviadas las copias por correo, no le queda más que esperar la buena
noticia.
Y el tiempo pasa: una semana, dos semanas, sí, un mes entero ha transcurrido. Ha
recibido los acuses de recibo, es cierto, pero ningún veredicto. Sin ceder en absoluto
al pánico y menos aún al desaliento, aguarda pacientemente. Da muestras de un
optimismo inquebrantable. Después de todo, es sabido que las editoriales reciben
centenares de manuscritos todos los meses: hay que darles tiempo para hacer bien las
cosas. Y en cualquier caso a usted le ha llevado meses, qué digo, años escribir su
novela. No serán unas semanas más o menos las que lo harán flaquear. Sin embargo,
al cabo de tres meses, está un poco intrigado, por no decir irritado, a causa de ese
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mutismo que se eterniza. En realidad, lo que le molesta, lo que le apena, es verse
privado de una gloria que creía cercana. Es esto lo que le hiere. Ha puesto tanto de sí
en su novela que es normal que (muy a pesar suyo) haya sucumbido a un pecadillo de
orgullo. No debe avergonzarse de sus ambiciones. Los más grandes escritores
también han conocido momentos de debilidad. Por desgracia para usted, lejos de
arreglarse, la situación se descontrola completamente. Tras seis largos meses de una
espera interminable, por no decir agónica, el buzón le entrega al fin una respuesta.
Con manos temblorosas de excitación usted abre el sobre. Lee la primera línea e
instantáneamente la tierra se abre bajo sus pies: «Señor, lamentamos informarle que
su manuscrito no ha sido seleccionado…». ¡Estupor! ¡Incomprensión! Es un error,
sin duda, alguien se ha equivocado de dirección. Se han equivocado de autor. Se
siente mal. Tiene náuseas. Vuelve a leer la frase y, cada vez que la lee, la negativa se
confirma. No es un error. Está aturdido, un poco débil, acaba de sufrir su primer
rechazo literario. Su amor propio acusa el golpe, pero usted vuelve a ponerse en pie
rápidamente. Transcurridos unos minutos presa de un leve desequilibrio, recupera su
aplomo y racionaliza la afrenta. Se dice que de todos modos esa editorial nunca le
había gustado. Por otra parte, hace varios años que todo lo que publican es discutible.
A decir verdad, le han hecho un favor rechazando su manuscrito. Publicar su primera
novela en una editorial tan anticuada lo habría perjudicado.
Como el boxeador que ha perdido el primer round, usted aguanta el dolor y hace
un esfuerzo por olvidar la afrenta. Recobra las ilusiones, esas mismas ilusiones que lo
habían abandonado. Pero, tras el seísmo, se multiplican los temblores. Tres días
después de aquella misiva envenenada, su buzón, descaradamente, reincide. Esta vez
no es una, sino que son dos las cartas de rechazo que, como un mazazo, acaban con la
poca esperanza que le quedaba. Y la confianza ciega que usted tenía en ser publicado
se desmorona bajo el peso de la decepción. Una vez superada esta cruel iniquidad,
trata de recobrar algo parecido al honor perdido y vuelve a enviar el manuscrito
incomprendido a otros editores. Esta vez apunta más bajo con la esperanza de que
serán comprensivos y mucho más receptivos con la primera novela de un
desconocido. Aún no lo sabe y finge un optimismo sin falla, pero usted acaba de
comenzar su colección de cartas de rechazo. Muy pronto la cantidad será tal que no
sabrá qué hacer con ellas. Se amontonarán al fondo de un cajón, lejos de la vista, para
no recordarle la acumulación de frustraciones.
Dirá que exagero, que cargo un poco las tintas, que dramatizo. Encontrar un
editor para su primera novela no tiene por qué ser tan difícil. ¿Quiere pruebas,
detalles quizá? Pues bien, lo invito a que lea. ¡Vamos, zambúllase! Yo he conservado
íntegramente mi correspondencia vergonzosa, hasta he elaborado un sistema simple y
eficaz para clasificarla. Podrá leer en ella negativas de todos los géneros imaginables.
Desde las más clásicas a las más iluminadas, hay de todo.
Usted mismo podrá comprobarlo, la gente de ese ambiente no retrocede ante nada
cuando se trata de rechazar el manuscrito de un desconocido. Pero, tranquilo, para no
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molestar a nadie (y evitar que me hagan un juicio por difamación) he creído
preferible omitir la mayor parte de los nombres de esos individuos y de las editoriales
para las que trabajan.
Vamos, lea, tome notas si así lo desea, pero, por favor, no se desanime.
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CLÁSICA
Señor:
Hemos recibido su manuscrito y nuestro comité de lectura lo ha examinado con
mucho interés. Sentimos mucho tener que anunciarle que no ha sido seleccionado
para su publicación. La obra que usted nos propone no está exenta de calidad ni de
interés, pero no corresponde a lo que buscamos en el marco de nuestra política
editorial. Le deseamos éxito con otro editor más apto para garantizar a su trabajo una
carrera digna de sus expectativas.
Le agradecemos la confianza que ha depositado en nuestra editorial.
Sin otro particular, le saludamos muy atentamente.
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AGRESIVO
Pero ¿qué es esto que nos ha enviado? ¿Se ríe de nosotros o qué? ¿Es una broma?
¿Cómo se le ocurre que vamos a publicar algo parecido? Lo lamento, pero la decisión
de nuestro comité de lectura fue categórica y unánime: rechazado.
Señor mío, para ser escritor hace falta trabajo, disciplina, originalidad, y todo ello
exige un mínimo de talento. En este epígrafe, no quiero ofenderlo, usted tiene un
déficit. Su manuscrito no se entiende y esa historia de amor no tiene ni pies ni cabeza.
Sus personajes, que no tienen profundidad de ninguna clase, carecen de la más
mínima credibilidad.
Lo siento, pero en su lugar yo cambiaría de oficio. Hágase un favor: deje la pluma
ahora, mientras está a tiempo.
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MALENTENDIDO
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HONESTO
Señor:
Hemos leído con gran interés y atención su manuscrito. Hemos apreciado sus
muchas cualidades, entre otras, el tono justo, las escenas cautivantes y emotivas, y,
particularmente, la densidad narrativa con la que usted describe ciertas escenas.
Contiene pasajes de una fuerza y poesía tales que no pueden dejar a nadie indiferente.
Lamentablemente, nos ha parecido que, en conjunto, su texto es de una factura
demasiado convencional y que el tratamiento literario no presenta toda la originalidad
susceptible de extraer la intriga de su única dimensión anecdótica. Por estas razones
consideramos que no estamos en condiciones de defender su obra con la convicción
necesaria.
Le agradecemos su confianza en nuestra editorial.
Saludos muy cordiales.
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SIN PREÁMBULOS
Señor:
Para decir las cosas sin rodeos: después de haber leído algunas páginas de su
manuscrito jamás y en ninguna circunstancia se nos ocurriría publicarlo. Le
agradeceríamos que en el futuro no vuelva a mortificar a nuestro comité de lectura
con envíos de esta índole.
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CONCISO
Señor:
Hemos leído. No nos ha gustado. Lo sentimos, pero lo rechazamos.
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DIRECTO
¡No!
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SILENCIOSO
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RESPETUOSO
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DESHONESTO
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OFICIAL
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TERGIVERSACIÓN
Estimado amigo:
Iré al grano. No hay necesidad de hacerle esperar más, usted merece una
respuesta. Sería inútil, y hasta indecente por parte nuestra, demorarse ante un hecho
irrefutable y una decisión irreversible.
He considerado su manuscrito y el comité de lectura de la casa ha dado su
veredicto. Como suele decirse: la suerte está echada, ha perdido la partida. ¿Para qué
andarse con rodeos, esquivar la verdad y no decirle a usted las cosas como son? Una
decisión clara, neta, precisa y definitiva ha sido tomada; no queda más que
comunicársela. Demasiadas contorsiones protocolares en consideración a la
sensibilidad de un autor no serían más que chiquilladas. Estamos entre personas
adultas, hablemos francamente. Usted ha confiado en nosotros, nosotros hemos hecho
nuestro trabajo con honestidad y, añadiría, con prontitud, de manera que ha llegado el
momento de saber la suerte que reservaremos a su esfuerzo literario. Por otra parte, si
me lo permite, me agradaría confiarle que los que ocultan la claridad de sus ideas
detrás de tergiversaciones encubiertas con cortesías excesivas me irritan sobremanera.
Si ya se han hecho una idea, que la den a conocer. Es todo. Es, en mi opinión,
deplorable que una espera interminable encubra una decisión que probablemente no
será del agrado del autor.
Ante el juicio final de un editor el artista tiene el derecho a saber sin demora lo
que éste piensa de su obra. Vamos a ello. Antes de caer en los meandros fangosos de
la redundancia, paso a comunicarle la decisión de nuestro comité de lectura. Tenga,
por otra parte, la seguridad de que esta decisión no resta en absoluto calidad a su
libro. Usted tiene verdadero talento, es evidente. Sin embargo, ¿cómo decirlo? Es
mejor saber la verdad ya, que posponer su conocimiento.
En el futuro lo leeremos siempre con infinito interés. Le reiteramos, estimadísimo
amigo, nuestros mejores deseos. Siga escribiendo, está cerca de su meta.
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DEMOLEDOR
Señor:
Siento muchísimo tener que decírselo, pero su manuscrito es nulo. Esa historia de
amor imposible es de una tristeza apabullante. La pareja, que se hace y se deshace en
cada capítulo, es casi insoportable. Se diría que se aburren hasta cuando hacen el
amor. Verdaderamente, no tienen ninguna alegría de vivir. Por otra parte, todos los
personajes son tediosos y, además, la estructura de la novela no se sostiene. A decir
verdad, el texto íntegro es malo. La intriga (si de una intriga se trata) es tan débil que
uno adivina el final desde las primeras páginas. ¿Cómo quiere que un lector tenga
interés en algo semejante? No, realmente, no le salió bien. Hay que olvidarse de la
publicación de este manuscrito. Créame, no se hará.
Por lo demás, si se propone perseverar en la literatura, tache el nombre de nuestra
editorial de su lista de direcciones. Después del informe que ha hecho el comité de
lectura, jamás lo publicaremos.
Intente ahorrarse más humillaciones, destruya el manuscrito usted mismo
mientras todavía está a tiempo.
¡Adiós!
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OPTIMISTA
Señor:
Vamos, vamos, no ponga esa cara. Por un manuscrito rechazado, hay diez que se
publican. Ya se lo figuraba, ¿no? No es el fin del mundo y no es el primero a quien
esto le sucede. Evidentemente, al principio uno se ofende un poco y el orgullo acusa
el golpe. Pero no hay que dramatizar, de veras. Usted es joven, tiene talento,
imaginación; tiene por delante sus mejores textos. Pero, sobre todo, no vaya a echar
todo por la borda sólo porque ha sufrido un pequeño rechazo.
Tan malo su manuscrito no es. Hay que volver a trabajarlo un poco, eso es todo.
Bueno, la verdad es que habrá que retomarlo íntegramente desde el principio. ¿Y
después? Es normal, usted acaba de empezar, ya aprenderá. Un día funcionará, todo
lo que se necesita para tener éxito está ahí, es evidente, pero todavía no está a punto.
Publicar este manuscrito hoy contribuiría a dañar su carrera de mañana. Usted es
recuperable, se advierte leyendo las primeras páginas. Pero ahora sería prematuro.
Vamos, anímese y vuelva a coger la pluma. La vida es hermosa, usted es capaz de
hacerlo mejor. Hasta la próxima, pues estoy seguro, de que usted nos presentará una
pequeña obra maestra.
Cordialmente.
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OFUSCADO
En treinta y cinco años de trabajo en la edición jamás había encontrado una obra que
se pueda comparar con la suya. Y usted se atreve a llamar a esto una novela. Señor,
puedo asegurarle dos cosas: usted no es un escritor y usted necesita ayuda. Ese
mamarracho que usted ha tenido la descortesía de enviarnos nos ha disgustado
muchísimo. Nuestra organización es modesta, lo admito, pero eso no lo autoriza a
infligirnos una birria tan indigesta.
Para pensar que los lectores pueden estar interesados en semejantes necedades
debe usted de sentir infinito desprecio por la lengua francesa y por la gente que con
toda el alma se dedica a nuestra profesión. Su falta de inteligencia sólo es equiparable
a su absoluta falta de refinamiento. El pantano fangoso que usted tiene por cerebro y
en el que ha ido a buscar la inspiración para esta bazofia nauseabunda me deja helado
de puro asco. Lo compadezco, señor.
Jamás publicaremos un manuscrito tan abyecto y grosero. Le prohibimos que en
el futuro nos vuelva a enviar algo que haya salido de su mente, a todas luces enferma.
Hágase ver por un médico y manténgase alejado de la literatura. Usted no sabe lo que
es y ya ha ensuciado demasiado papel.
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POLÍGLOTA
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PARANOICO
Señor:
A mí nadie me engaña tan fácilmente. Desde las primeras páginas de su
manuscrito he olido el chanchullo. Pero dígame: ¿qué le he hecho yo? Un manuscrito
como éste no cae del cielo todos los días. Una historia sólida, personajes más que
verdaderos y un dominio casi perfecto de la escritura. Desconfié inmediatamente. Lo
vi venir, la astucia no era muy original. Imagine que yo acepto publicarlo, hacemos
todo el trabajo de corrección, paginación, etc., y en el último momento usted nos
planta y se marcha con otro editor. Vamos, tampoco hay que tomarme por un imbécil.
Tengo oficio, conozco mi negocio. ¿Ha creído usted que una empresa pequeña como
la nuestra caería en la trampa? Pues no, me di cuenta de todo.
Hay que ser desgraciado, ofrecernos un libro tan hermoso para que se nos haga la
boca agua y retirarnos el bocado justo antes de que hayamos tenido tiempo de
cerrarla. Señor, usted es mezquino, malvado, no tiene corazón. Felizmente tengo
intuición. De los crápulas de su especie huyo como de la peste. Su libro llegará lejos,
pero al menos no tendrá el privilegio de vanagloriarse de habernos utilizado. Ahora
déjeme en paz. Váyase a publicar a otra parte y deje trabajar a las personas honradas.
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MODESTO
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PESIMISTA
Señor:
No nos equivoquemos, su manuscrito no es malo. Está bien escrito, la intriga se
sostiene y esa historia de amor imposible (aunque está ya muy vista) es creíble, nos
conmueve. Pero, entre usted y yo, ¿para qué publicar otra historia de amor? De
verdad, ¿por qué tomarse tanto trabajo? Los más grandes ya lo hicieron antes que
usted. Desde Madame Bovary a Anna Karenina pasando por Eugénie Grandet, se ha
escrito todo sobre el tema. Además, aunque usted fuera el próximo Proust y a su
novela la colmaran de elogios, las ventas serían desdeñables, por no decir que
quedarían dentro de un ámbito muy privado. La gente ya no lee. Con el cine, Internet
y los DVD no hay nada que hacer, el libro ya no se lleva. Leer exige esfuerzo y
tiempo. ¿Conoce usted a mucha gente que esté dispuesta a fatigarse un poco? No hay
que hacerse ilusiones. Hoy en día, para tener éxito en la edición, hay que publicar
cosas con sangre, violencia y mucho sexo. La sutileza, la inteligencia, la delicadeza y
el refinamiento que encontrábamos en los grandes clásicos de la literatura parece que
ya no están de moda. No existe un público capaz de apreciar un trabajo bien hecho.
Yo no le voy a decir lo que tiene que hacer, pero olvídese de la escritura. Con o
sin talento, para llegar a ser alguien en ese ambiente hace falta tener buenos
contactos. A menos que, usted conozca a alguien influyente, las posibilidades que
tiene de ser publicado son prácticamente nulas. Usted sin duda es joven; debería
reciclarse en otra profesión. Ingeniero aeroespacial, por ejemplo, ¡por qué no! Por lo
que parece, es un campo con mucha salida laboral. Tendría un ingreso asegurado,
sería más fácil.
Lo lamento.
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ANARQUISTA
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ALTIVO
Señor:
Por la presente le informo de que nuestro comité editorial ha leído el manuscrito
que usted nos ha presentado. Se me ha encargado informarle que, lamentablemente,
no lo hemos seleccionado para su publicación. Sobra agregar que esta decisión (por
otra parte unánime) es irreversible.
Los miembros de nuestro comité desearían, por mi mediación, recordarle que
nuestra editorial, que cuenta con más de cincuenta años de existencia, goza de una
reputación y un prestigio envidiables. Es evidente que usted desconoce los cimientos
de respetabilidad sobre los cuales se ha construido nuestra sociedad. En varias partes
de su texto hemos hallado temas y personajes que se apartan de lo que nosotros
definimos como elementos de un libro respetable. Entre otros, esa clase obrera, a la
que usted se refiere constantemente y que es el telón de fondo de su historia, es un
lugar común insoportable. Toda esa gente es de una pobreza aberrante. Además, las
palabras que usted emplea para describir las escenas de amor físico entre los dos
personajes principales son demasiado crudas y rozan la impudicia.
Existen sin duda un público para este género de literatura y editores para
propagarla. No obstante, puedo afirmarle que, al dirigirse a nosotros, se ha
equivocado usted de medio a medio, y si hemos apuntado su nombre es para
asegurarnos de que nadie nunca lo asociará con el nuestro.
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DALTÓNICO
Señor:
Con toda honestidad, su manuscrito es a nuestro modo de ver una historia gastada
y de colores apagados. A pesar de algunos personajes de aspecto sombrío y expresión
triste, está usted muy lejos aún de haber escrito una novela negra. ¿Cómo quiere
usted sumergir a sus lectores en las tinieblas del mal si toda la acción se desarrolla
bajo la luz blanca de un sol dorado? Nos describe un asesinato sórdido, pero ni una
sola gota de sangre escarlata mancha el enlosado púrpura sobre el que se halla el
cadáver azulado por la muerte. Como telón de fondo, la Costa Azul, con sus playas
de arena brillante acariciadas por el ir y venir de las olas de un mar esmeralda. ¿Qué
tiene eso de siniestro? Y para colmo el héroe conduce un descapotable rojo y
frecuenta a una falsa rubia de ojos azules. Un cliché desolador, verdaderamente.
Tal vez encuentre usted en otra parte un editor sensible a los colores de su prosa.
A nosotros, su paleta nos deja indiferentes.
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SENTENCIOSO
Señor:
Acabo de terminar la lectura de su manuscrito, pero le advierto que lo que me
dispongo a decirle no va a ser de su agrado. Tengo la costumbre de poner sobre el
papel mi opinión en el preciso momento en que todos los elementos que han influido
en mi decisión están aún frescos en mi mente. Probablemente usted ya se habrá hecho
a la idea de que su envío no ha tenido una recepción favorable. De ser así, ha
acertado. Las razones para mi rechazo son numerosas, pero no tema, seré clemente.
En primer lugar, su estilo, del primer al último capítulo, es vulgar y carece de interés.
Lo que debería ser literatura se transforma en un potente somnífero. Es cierto que de
su prosa emana una música, pero lamentablemente es una melodía trillada y la
cantinela es más bien aburrida.
No es que yo me proponga demolerlo, pero rara vez he tenido ocasión de leer un
texto con tantos defectos. Pero, qué quiere que le diga, por mucho empeño que usted
ponga, es talento lo que al parecer le falta.
¡Bien! Le he expresado lo esencial de mi pensamiento. Es usted libre de seguir
adelante con sus gestiones o ser razonable y aceptar este veredicto.
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LÍRICO
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DESCRIPTIVO
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ALZHEIMER
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ILETRADO
Señor:
Deseamos darle las gracias por habernos propuesto su proyecto. Si bien nuestro
comité de preselección emitió una primera opinión positiva, nuestro comité de lectura
no ha juzgado oportuno recomendar la publicación. En efecto, aunque los miembros
de este último han visto en su proyecto la originalidad buscada en el tratamiento de la
temática amorosa y un nivel de escritura acorde con los criterios muy estrictos fijados
por la dirección editorial, preferimos sugerirle que lo presente a otro editor. El estado
actual de nuestro calendario de producción nos ocasionaría demoras que podrían
perjudicar la calidad que exigimos para todos los libros que publicamos.
Lo lamentamos mucho y aprovechamos esta oportunidad para saludarlo muy
atentamente.
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DESANIMADO
Señor:
¡Estoy harto! Se acabó, tengo un límite. Treinta y dos años leyendo manuscritos
infames, historias aburridas escritas por escritores sin talento. Y yo que creía que la
profesión de editor me iba a permitir conocer gente fascinante y propiciar de esa
manera el descubrimiento de grandes escritores. ¡Qué idiota he sido! Se necesitaba
ser ingenuo, claro. Yo tenía apenas treinta años, estaba lleno de esperanza, de
ilusiones, y tenía energía como para regalar. Me veía en la cima, hablando de estilos y
de nuevas tendencias con los más grandes. ¡Cada vez que lo pienso! Qué estúpido he
sido. No obstante, yo era realista, suponía que habría algunos años de vacas flacas,
cuestión de aprender el oficio. Pero, después de treinta y dos años de separar el grano
de la paja —si me permite la expresión—, pues bien, la cosecha ha sido desastrosa.
La perla rara, ese escritor desconocido que mi editorial sacaría de la oscuridad gracias
a su genio, jamás depositó en mis manos su manuscrito. La obra maestra instantánea,
impresa en millones de ejemplares y traducida a todos los idiomas del mundo, no dio
con mi dirección. Y eso que hace más de treinta años que estoy en la misma calle.
Hay que reconocer que no tuve suerte. No he publicado más que novelitas de
prestigio. Fueron leídas y rápidamente olvidadas.
Lo lamento, pero se acabó. Cierro la editorial. No crea que es culpa suya, no vaya
a creerlo. Su manuscrito no es peor que otros.
Le ha tocado a usted, porque sí, es cosa del azar. No lo tome como una afrenta,
por favor. Prefiero reciclarme antes de que sea demasiado tarde. Le devuelvo el
manuscrito, y le deseo suerte. Por lo que a mí respecta, en cuanto a los libros, no
quiero saber nada más.
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MATERNAL
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QUIEBRA
Señor:
No hay nada que decir. Usted ha hecho un excelente trabajo. Su manuscrito lo
tiene todo: el estilo, el ritmo. Y esa historia de amor es realmente apasionante.
Dejando de lado algunos detalles, usted tiene un libro entre las manos, y hasta le
diría que es un libro muy bueno. Responde al gusto actual, ha puesto el dedo en lo
que le gusta a la gente. ¡Bravo!
Me siento realmente muy feliz de que nos haya propuesto a nosotros su
manuscrito.
No obstante, es mi deber informarle que nuestra editorial tiene, desde hace varios
años, serios problemas financieros. Para decirle la verdad, hemos tenido que
declararnos en quiebra hace unas semanas. Mucho me temo que esta situación sea
definitiva. A pesar del anuncio que hemos publicado en los periódicos para informar
a los autores (y a nuestros acreedores) sobre nuestro colapso financiero, sigo
recibiendo manuscritos por correo. Como de momento no tengo demasiadas
actividades con que llenar mis largas jornadas, para pasar el tiempo leo esos
manuscritos antes de devolvérselos a sus autores. Añado también mis impresiones,
una deformación profesional, sin duda. Después de tantos años en este ambiente, es
casi normal.
De veras lo siento por usted. Pero, de nuevo, bravo por su hermosa novela. Es un
acierto.
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RACISTA
Señor:
Hemos recibido su manuscrito y puedo asegurarle que su proyecto de escritura
jamás saldrá en nuestra editorial. Es evidente, desde las primeras páginas, que el
color de su novela no casa con las opiniones que nosotros defendemos. No se trata en
absoluto de segregación, sino de valores. Es indudable que usted no comparte los
nuestros. Algunos alegarán intolerancia o xenofobia, nos importa poco. Nuestras
opciones editoriales están dictadas por un rigor intelectual y moral cuyos objetivos
son la excelencia y el elitismo. ¡Sí! Ha leído bien: ¡elitismo! Ya va siendo hora de
liberar a la literatura de los impostores que debilitan la raza de los grandes escritores.
Nuestra editorial se ha impuesto el deber de hacer surgir una raza superior de
escritores que pisotearán a todos esos chupatintas cuyos mamarrachos ocupan los
escaparates de las librerías de este país.
Muy pronto sólo reinará la pureza en los ambientes literarios, los cuales, hoy por
hoy, están contaminados por las ideas liberales y una amplitud mental excesiva. La
solución final fue una oportunidad perdida. Hoy somos pocos, pero mañana verá
usted aumentar nuestras filas. Está próximo el día en que no habrá más que dos
opciones: unirse a nosotros o perecer.
Mientras tanto, será mejor que tenga usted cuidado con quién se junta.
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ANALÍTICO
Señor:
Nuestro comité de lectura ha examinado detenidamente su manuscrito. Si bien
ciertos aspectos del mismo nos han gustado, creemos que no satisface nuestros
criterios de publicación. La razón para este rechazo es muy simple. Le explicaré, a
grandes rasgos, el resultado de nuestra valoración. De entrada hay que decir que la
realidad, tal como aparece en su manuscrito, no se puede asimilar al conjunto de las
circunstancias reales que determinan el relato inventado, puesto que las
intervenciones del narrador consisten más bien en tomar nota del simple hecho de que
ese relato es una invención inspirada en parte en una realidad. Por ejemplo, cuando la
hermana del médico relata el conflicto que pone fin a la relación que mantiene con su
padre, usted realiza un deslizamiento que no conviene a los sostenedores de una
polisemia. ¿Cómo explotar racionalmente el potencial de las palabras en estas
circunstancias? Así, lo que se opone al mundo ficticio no es tanto la realidad como el
concepto (o la idea) de la realidad. Además, la alusión al tiempo que pasa remite a
una relación ficticia entre un autor y un lector. Es, por así decir, la ficción la que sale
ganando en esa lucha, porque la realidad que se le opone no es más real que otro
mundo ficticio. En su texto todo el pasaje del viaje en tren ilustra bien este
procedimiento. La falsa tentativa de suicidio detallada por el narrador en el capítulo
veinticuatro es otro ejemplo palpable. Curiosamente, este procedimiento lo acerca a
ciertos autores húngaros, como lo han evocado Watt y Durmouttier en sus
investigaciones.
Dicho esto, nos parece evidente que, en ese contexto de creación caído en desuso,
nos resulta imposible publicar su obra. No obstante, le instamos a que se inspire en
nuestro análisis para proseguir con su actividad creadora.
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GASTRONÓMICO
Señor:
Acabamos de terminar la degustación del manuscrito que usted nos ha servido.
Antes de levantarnos de la mesa en el momento en que la cocción está, por así decir,
a punto, deseamos comunicarle nuestras impresiones. Mejor será decírselo ahora
mismo: nos hemos quedado con hambre. Hemos de decirle, a riesgo de herirlo, que la
consistencia de la prosa que hemos probado no es la que nos gusta. En otras palabras,
el texto que usted nos ha preparado no ha quedado del todo bien. No es que su relato
sea indigesto, pero la verdad es que adolece de una falta de sabores. Para cocinar una
historia que los lectores vayan a devorar página tras página es preciso conocer el arte
de la condimentación.
Una buena novela debe contener al menos un personaje maduro, con un físico
consistente, y una heroína preferentemente un poco verde. Una cascarita de erotismo
es un ingrediente indispensable para hacer que a los corazones tiernos se les haga la
boca agua. Añada una generosa ración de buenos sentimientos sobre los cuales echará
una espesa salsa de imprevistos. Cúbralo todo y deje reposar el relato cierto tiempo.
Después, con un poco de distancia, vuelva a leerlo desde el principio para saber si
está bien cocido. Ésta es la receta del éxito.
Buen provecho y hasta la próxima.
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CHIAC[1]
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SARCÁSTICO
Señor:
Nos sentimos muy felices de que haya pensado en nosotros para publicar. Nos
cuesta reprimir la necesidad de comunicarle nuestras impresiones. Si la calidad de su
manuscrito sólo tiene parangón con la estima que usted profesa a nuestra casa, no
puedo ni imaginarme la suerte que reserva a los que desprecia. De verdad, no hay que
ser tímido. En cuanto tenga algo terminado, envíenoslo. Nuestro comité de lectura se
muere de impaciencia por volver a sumergirse en otra de sus «obras maestras».
Esperemos que la próxima vez nos proponga una saga interminable. O, mejor, escriba
la continuación de En busca del tiempo perdido. Haga que el placer dure, nuestro
equipo se sentirá dichoso. Los mantendrá ocupados durante meses. Ahora que lo
pienso, no se preocupe por las correcciones. Las faltas de ortografía, los errores
gramaticales, la sintaxis que deja mucho que desear: no se preocupe, haremos lo
necesario. ¿Por qué no? Nuestra correctora estará encantada de quemarse las pestañas
descifrando su dialecto, le servirá de práctica.
Ahora, escúcheme bien. Si puede tomarse unos segundos de su precioso tiempo y
consultar nuestro catálogo, comprenderá quizá que no tenemos un minuto para perder
con su novela edulcorada. Háganos el favor de no volver a enviarnos nunca nada
más. Usted es un caradura, pero todo tiene su límite.
¡Es increíble que a alguien se le ocurra molestar a las personas serias con un
manuscrito que no vale nada!
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POÉTICO
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DESPISTADO
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INSTRUCCIONES
Señor:
Deseamos agradecerle la confianza que demuestra en nuestra editorial al
enviarnos su manuscrito. Como puede constatar, hemos estandarizado nuestra
correspondencia a fin de acelerar nuestro método de funcionamiento. Para conocer
nuestra decisión relativa al manuscrito que nos ha presentado, sólo tiene que seguir
las etapas siguientes.
En primer lugar, no pierda la calma. Ha llegado el momento de abrir el segundo
sobre, el que contiene el veredicto. Si siente algún malestar, o un mareo, siéntese
confortablemente, beba agua fría e inspire profundamente por la nariz. Si, por el
contrario, no es víctima de debilidad alguna, puede pasar al primer punto.
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alcohol y de drogas (inclusive suaves) para olvidar esta decepción. Cuide su
cuerpo. Un escritor sano es un buen escritor.
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SU LLAMADA ES IMPORTANTE PARA NOSOTROS
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ASQUEADO
Señor:
Esta inmundicia que ha defecado su cerebro y que, tristemente, se extiende a lo
largo de más de trescientas páginas, acaba de ensuciar mi escritorio. Me he quedado
pasmado ante este objeto hediondo y repelente que usted osa llamar novela. Este
excremento viscoso que confunde con literatura me ha dado tanto asco que me ha
ocasionado serias náuseas. Su obsesión por lo sucio, lo abyecto y lo puerco hacen que
tenga miedo de conocerlo. Felizmente, esta eventualidad es improbable. Porque
jamás, jamás de los jamases, nuestra editorial publicará semejante bazofia. Esta
historia sórdida, trufada de personajes inmorales y mugrientos, además de ser
repugnante carece de interés. Sólo un enfermo o un anormal podría sentir algún tipo
de placer leyendo obscenidades como éstas. ¿Tan retorcida fue su infancia? Para
concluir le diré esto: contrariamente a lo que sostiene el señor Ferré en su canción
Poète… vospapiers!, los zurullos, señor mío, no son literatura.
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EL RECHAZO
OBRA EN UN ACTO
Escena primera
Un joven escritor desconocido e incrédulo presenta su primer manuscrito a un
editor. El editor, hombre severo a la hora de juzgar pero honrado, se niega a
publicarlo.
PRIMER ACTO
EL EDITOR
—¿Señor?
EL ESCRITOR
—¿Sí?
EL EDITOR, sentencioso
—Lo sentimos mucho, pero no podemos aceptar el manuscrito que nos ha
presentado. Se preguntará sin duda por qué.
EL ESCRITOR, arrogante
—Justamente, ¿por qué lo rechaza?
EL EDITOR
—Y, bueno, por una razón evidente.
EL ESCRITOR
—¿Evidente?
EL EDITOR
—Sí, evidente. Verá, no publicamos más prosa. ¿Le sorprende? Probablemente
usted no lo sabía, pero desde hace cinco años sólo publicamos obras de teatro. Hemos
renunciado completamente a los demás géneros.
EL ESCRITOR, silencioso
—…
EL EDITOR
—No se preocupe, usted no es el primero a quien esto le sucede. Pero, como
comprenderá, dadas las circunstancias, no podemos aceptar su novela por muy
interesante que sea. No es la especialidad de la editorial.
EL ESCRITOR, conmovido
—Comprendo… cometí un error. Tendría que haber prestado más atención al
perfil de su empresa. Lo lamento.
EL EDITOR, compasivo
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—No tiene importancia, son cosas que suceden. Si un día se siente tentado por el
teatro, ya sabe dónde estamos. Buena suerte.
EL ESCRITOR
—Gracias, señor.
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REINCIDENTE
Señor:
Usted no da el brazo a torcer fácilmente. Es muy tenaz, no se puede negar. No
obstante, me parece que fuimos suficientemente claros la última vez. Por si no lo
sabe, le aseguro que los miembros de nuestro comité de lectura no se dejan engañar
fácilmente. El juicio negativo que ha recaído sobre su manuscrito no ha cambiado.
¿Por qué se obstina y nos vuelve a enviar su libro? Tengo curiosidad por saber cuál es
la parte de la palabra «no» que usted no entiende. Sin embargo, no es difícil. Su
obstinación no nos conmueve. Al contrario, nos deja fríos y nos irrita. Remitirnos
nuevamente su manuscrito, apenas retocado, creyendo que podríamos ser más
indulgentes con usted, significa suponer que tenemos muy poco discernimiento y aún
menos inteligencia.
Se lo digo por usted mismo, cese sus chiquilladas y no insista nunca más en esas
artimañas. Acepte el veredicto y asuma su fracaso como un hombre. Y que no se
repita. ¿Entendido?
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PUNTILLOSO
Señor:
¿Cómo decírselo? Y sin embargo es simple. ¿Sabe?, escribir un libro es como…,
en fin, es más complejo que eso, pero, vamos a ver, existen ciertas reglas que hay que
respetar. Usted, es obvio, no ha entendido nada. ¡Espere! Soy torpe, no es eso lo que
quería decirle. Vuelvo a empezar. Usted ha escrito una novela que es, por momentos,
impresionante. Sí, sí, hasta le diría que uno se siente conmovido. No digo que usted
sea un genio, evidentemente, no es para tanto. ¡Uf! Acabo de decir otra estupidez. No
lo estoy tratando de imbécil. No es eso, el problema es otro. Lo que trato de
explicarle, sin ofenderle, claro, es la verdad. Eso es todo. Usted me ha enviado un
manuscrito y a mí no me gustó. Esto es claro y preciso. Como habrá podido advertir,
mi fuerte es la comunicación. Soy un tipo directo. Voy al grano, nada de frases
inútiles.
Bien, he terminado. Mejor suerte la próxima vez. Y no se olvide: un estilo
límpido, directo y preciso, éstos son los elementos esenciales de una prosa eficaz.
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LA FONTAINE
Estimado señor:
Al enamorado de las letras que es usted, permítame, por favor, contarle una
pequeña fábula cuyo final le concierne. Se titula:
EL ESCRITORZUELO Y EL EDITOR
El escritorzuelo,
habiendo trabajado poco durante el estío,
viose muy desproveído
cuando llegó el final de su historia:
sin siquiera un solo pedacillo
de felicitaciones o de aliento.
A casa del editor, su vecino,
fue a implorar para su hambre socorro
y le rogó quisiese
algunos créditos prestarle
para su subsistencia
hasta la estación siguiente
publicando su obra mal trabajada.
«Yo le pagaré con un gran éxito, le dijo.
antes del mes de agosto, fe de escritor,
el principal y el interés».
El editor, poco impresionado,
no gusta de prestar,
y tal defecto es en él menor,
«¿Qué hacía en los calurosos días?»,
preguntó al pedigüeño.
«No quisiera enojaros, ¡yo escribía
noche y día sin faltar!».
«¿Usted escribía? Bien me parece.
Pues, bien, ahora corrija».
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FRUSTRADO
Escuche, señor:
No quiero ofenderlo, pero su manuscrito es malo. Es largo, aburrido, corriente y,
además, nadie folla. ¡Es nulo! De libros como el suyo salen toneladas cada año.
Verdaderamente, en lo que se refiere a originalidad habrá que revisarlo; pero no se
preocupe, usted seguramente encontrará quien se lo compre. Los que entran en una
librería y dicen: «Buenos días, querría un libro para las vacaciones, algo ligero. ¿Qué
tiene para ofrecerme?». Evidentemente, como los libreros no vacilan ante nada con
tal de alimentar la caja, les venden una birria como la que usted ha parido. Una de
esas novelas que se compran en los aeropuertos o las estaciones y que cuanto más
rápido se leen más rápido se digieren.
Me atrevo a esperar que usted comprende lo que puede hacer con su manuscrito.
Esta literatura de consumo ya ocupa mucho lugar, cuando no lo ocupa todo. Lo
siento, pues, diríjase a otra parte.
¡Adiós!
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AGUDEZA AUDITIVA
Estimado señor:
En medio del ruido y la cacofonía de todo lo que se publica en nuestros días, su
voz no ha podido hacerse oír por nuestro comité de lectura. Por más que usted llore,
grite o patalee, nosotros seguimos sordos al rechinar de sus quejas y a los berridos de
sus lamentos. Rechazamos su manuscrito sin bombo ni platillos. La humillación no es
costumbre de la casa. A fin de poder ayudarlo, permítanos prodigarle algunos
consejos prácticos.
Si realmente desea escribir, huya del barullo y de la contaminación acústica de
nuestras grandes ciudades. Refúgiese en la calma, el silencio, el susurro de las hojas y
el dulce silbar del viento en un rincón perdido del bosque, lejos de todo y de todos.
Deje que la inspiración le murmure y susurre las palabras acertadas de la prosa
verdadera, la gran prosa, cual música embriagadora. Haga callar prestamente el canto
de las sirenas de la facilidad y el éxito. Escuche su voz interior, esa voz que con cada
una de sus notas compone para usted una sinfonía literaria.
Vamos, ¡ánimo!, y olvide los acordes menores de esa cancioncilla ensordecedora
antes de desaparecer en el clamor de la indiferencia y lo estereotipado.
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PSICOANALÍTICO
Señor:
Hemos recibido su manuscrito. Lo hemos analizado atenta y escrupulosamente.
Lamentablemente, nos ha parecido imposible tenerlo en cuenta para su publicación.
¿Por qué imposible? En primer lugar, la estructura interna que sostiene la estructura
emotiva del «yo» de su personaje central no es, desde un punto de vista
psicoanalítico, razonable. Es evidente que del protagonista se desprende un
desequilibrio, una hostilidad latente que penetra en el lector y suscita en él un
impulso de indiferencia. Inconscientemente asqueado de las acciones del héroe, el
lector, incapaz de sublimar las tensiones internas que se desgarran entre sí, podría
abandonar la lectura. Hay numerosos casos análogos en el ámbito de la medicina. En
su texto, los factores emocionales (amorosos) tienen un papel de primer plano. La
complejidad de las patologías es tal que hasta un lector avezado corre peligro. Su
equilibrio afectivo podría (digo bien: podría) verse muy afectado. Este mecanismo de
defensa elemental es una reacción normal. Ahora bien, desde el punto de vista de un
editor, las raíces profundas y tortuosas que alimentan este género de escrito presagian
un pronóstico bien pobre en términos de ventas. Lo cual significa que sería
irresponsable por parte nuestra avalar su manuscrito publicándolo. Insistimos: una
parte demasiado grande del público correría peligro. Probablemente usted no era
concierne del peligro de su pluma a la hora de redactar su obra. Pero el hecho es que,
psicológicamente, su manuscrito es una amenaza que nosotros no podemos ignorar.
Aprovechamos la ocasión para saludarlo con deferencia y le instamos a que
consulte lo antes posible a un profesional en materia de salud mental.
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PALABRERÍA
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INTERROGATIVO
Estimado señor:
Usted nos ha presentado un manuscrito, ¿significa ello que desea ser publicado?
¿Estoy en lo cierto? ¿Me dirá si me equivoco? Y usted ¿desearía conocer lo antes
posible el resultado de sus gestiones? ¿Por qué esperar? ¿Está usted preparado? Pues
bien, su manuscrito ha sido rechazado. ¿Está decepcionado? ¿Ofendido quizás? Es
normal, lo contrario sería raro, ¿no cree?
Ahora que ha sido informado del rechazo, ¿se le ocurrirá abandonar? Pero,
vamos, ¿bromea? Hay que seguir escribiendo, ¿prometido? «El futuro pertenece a los
que perseveran», ¿conoce esta máxima? Mucho éxito, pues, y, sobre todo, no se haga
demasiadas preguntas.
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CON PRISAS
¡Bueno! Señor, no vale la pena que pierda su tiempo y el mío, es mejor que acabemos
con esto enseguida. Recibí su manuscrito anteayer, lo leí (en parte) ayer y hoy le
comunico que no lo voy a publicar. Lo sé, lo sé, lo admito: es un poco duro tener que
enterarse así, pero qué quiere, es mi manera de ser. Le pido disculpas, pero las
fórmulas de cortesía, los adornos y los encajes de bolillo no van conmigo, no me
puedo dar el lujo de perder tiempo con esas tonterías. En cualquier caso, aunque
recurriera a ese tipo de frases, nada cambiaría. Una mala noticia es una mala noticia.
Es poco menos que indecente disfrazarla con palabras bonitas. Personalmente, si me
van a anunciar que tengo un problema, prefiero que me lo digan sin rodeos.
Bien, es todo lo que tenía que decirle. Le ruego me perdone la brevedad de mi
carta, pero tengo mucho que hacer y el trabajo no espera.
Gracias, buena suerte y hasta la próxima.
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LEYENDA
Al término del verano de 1631, Horace Musse, cuya inteligencia y facilidad para
aprender eran por todos conocidas en su aldea, tomó una decisión de la cual jamás se
arrepintió. Dotado como estaba para las letras y los números hubiera podido
fácilmente ser comerciante y enriquecerse como su padre. Pero fue otra su opción y
grande fue la decepción de su padre. Antes de abandonar la casa familiar,
conteniendo apenas la arrogancia de su juventud, dijo: «Padre, madre, desde el día en
que nací mi cabeza desborda de historias. Hoy soy un hombre. Ha llegado la hora de
que ponga sobre el papel las frases que me habitan. Os dejo y parto a instalarme en la
ciudad de Youtte a fin de ponerme a trabajar. El libro que llevo en mí será importante.
Una vez escrito vendrán de muy lejos para tener el privilegio de oír mis sugerencias».
Su madre, emocionada, lo besó sin decir palabra. Su padre, con la espalda encorvada
por toda una vida de trabajo y sacrificios, no pudo contener las lágrimas de su dolor.
Frente al orgullo de su hijo, no tuvo más que estas palabras: «Ve, hijo mío, ve, si tal
es tu destino».
Tal como lo había deseado, Horace encontró en la ciudad de Youtte una
buhardilla donde alojarse en paz y rodeado de silencio. En su habitación no había más
que un jergón, una silla y una mesa, y sobre la mesa una candela. Durante diez años
escribió sin descanso los cuentos y las leyendas que durante tanto tiempo habían
amueblado su imaginación. Vivía de pequeños trabajos ocasionales y algo de
mendicidad y dedicaba todo su tiempo al trabajo de las letras. A pesar de la pobreza,
del frío del invierno que lo atenazaba y del sol del verano que le quemaba la piel,
jamás puso en duda su talento y la calidad de su escritura. En el otoño de 1641,
Horace escribió la última línea de su último cuento.
Al día siguiente, cansado pero feliz con su trabajo, antes de la aurora, empaquetó
sus cosas y partió a la gran ciudad. Tras once días de marcha llamó a la puerta del
templo más antiguo para solicitar una entrevista con un sabio. Entregaron su obra al
sabio, quien mandó decir a Horace que regresara al cabo de siete días a la misma
hora. Durante siete días y siete noches, Horace aguardó pacientemente el veredicto.
Transcurrido el plazo llamó nuevamente a la puerta del templo donde lo estaban
esperando. Persuadido de que sus escritos habían sido del agrado del sabio, tomó
asiento frente a él dispuesto a recibir elogios y felicitaciones. Grande fue su sorpresa.
El viejo sabio devolvió el manuscrito a Horace, pero, como lo que tenía que decir
era breve, ni se molestó en sentarse. Acariciándose con mano temblorosa la larga
barba blanca, con una voz dulce y desprovista de condescendencia, le dijo: «Usted ha
ocupado diez años de su vida escribiendo sus leyendas. Un consejo: concédase otra
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década para rehacer su obra. Cuando sus frases estén despojadas de la vanidad y la
pretensión que las envuelven, tendrá quizás en sus manos un manuscrito capaz de
conmover el corazón de aquellos que vayan a leerlo. En todas las épocas los hombres
se cuentan historias de amor. Usted ha elegido una vía por todos conocida. Deje,
pues, que sus personajes vayan por otra menos frecuentada. Las manzanas más
hermosas a menudo se encuentran en las ramas más altas del árbol. Usted no ha
corrido riesgo alguno y su esfuerzo ha sido insuficiente. Rehaga su obra y no se
olvide de esto: posee el talento y la disciplina del escritor, sólo le falta el valor para
mirar más allá del horizonte y un poco de humildad. Este primer fracaso debería
proporcionarle una cantidad razonable de valor y humildad».
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MINIMALISTA
Señor:
Nuestro comité de lectura recibió, leyó y evaluó su manuscrito. Su fuste narrativo,
su estilo, su originalidad y sus cualidades literarias nos han desagradado. El esfuerzo
es honesto, el trabajo es evidente, pero falta la pasión. Los colores son apagados, la
comida no tiene sabor y la psicología de los personajes carece de profundidad.
Es una pena, lo sentimos mucho, pero no podemos publicarlo.
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DURASIANO[2]
Mientras leía su manuscrito, supe enseguida que era demasiado tarde. Sí, demasiado
tarde. Su historia no existe. Usted escribe, escribe bien, pero esa historia de amor que
ha querido contar ya no existe. Esa mujer, tan joven, tan hermosa, ha muerto hace
tiempo. Usted no lo sabe, pero yo, mientras leía, lo supe enseguida. Nadie puede
entender eso, usted no tiene la culpa. No pierda más tiempo. No hay motivo,
verdaderamente, es así, eso es todo. Esa sensación de muerte, esa quebradura de los
ritmos y las frases es brutal. Leyéndolo, me sentí vejado. Me golpeó, como una
bofetada que lo coge a uno de improviso. Y si insisto, si me resisto a las palabras,
éstas terminarán por matarme. Así, por nada. Yo soy como esa mujer de su
manuscrito, que ama demasiado, el amor la mata, el amor nos mata a todos.
Llévese su manuscrito y quémelo. Quémelo para que no quede rastro alguno.
Hágalo por mí, por usted. Se lo suplico. Leer así, como yo lo leía a usted, en esta
soledad, a la larga es un riesgo. He corrido ese riesgo. Usted, en cambio, aún puede
escapar. Huya de la locura, inmediatamente, y no mire atrás.
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TELEGRÁFICO
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CANSADO
Lo sé, hace ya un buen rato que recibí su manuscrito. No me había olvidado de usted,
sólo que desde hace cierto tiempo me ataca una fatiga imposible. Sin embargo, a
pesar de mi indisposición, he leído algunas páginas de su texto. Pero su historia es un
poco larga. En cualquier caso, ya sean diez o doscientas las páginas que se lean, es lo
mismo. Cuando se tiene olfato, bastan pocas líneas de un manuscrito para hacerse una
idea de la calidad de la obra presentada. No es pereza intelectual, es intuición. ¡Bien!
Prefiero decírselo enseguida: no hemos seleccionado su manuscrito.
Su obra no es mala, pero, ¿sabe?, publicar semejante mole exigiría una enorme
inversión en tiempo y en esfuerzos considerables de corrección y de reescritura.
Habría que retomarlo todo desde el principio. Y como mi salud declina, rehacerlo
sería como dirigirme aceleradamente hacia la muerte. Con decirle que estoy obligado
a hacer dos largas siestas diarias a fin de poder concluir una jornada de trabajo. La
verdad es que, con la espalda hecha trizas como la tengo y mi vista que se debilita, no
sería razonable. Y para colmo se acerca el invierno y mi artritis ya hace de las suyas.
Por eso prefiero que se dirija a otra parte. Inténtelo con otro editor (más joven y
con una salud mejor que la mía), es posible que tenga más éxito. Ahora, discúlpeme,
pero debo recostarme un rato, de lo contrario me podría flaquear el corazón. ¡Adiós!
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SINDICALISTA
Señor:
Tengo en mis manos una copia de su manuscrito. Si bien su bella historia de amor
retiene, a primera vista, favorablemente mi atención, lamento informarle de que no
me es posible someterla como es debido a nuestro comité de lectura para su
evaluación. Por solidaridad con mis camaradas de la imprenta (del local 1313), que
han votado masivamente la huelga, tengo el deber de respetar los medios de presión
recomendados por nuestros representantes sindicales. Me agradaría poder asegurarle
que, una vez resuelto el conflicto, procederemos inmediatamente a la evaluación de
su manuscrito. Por desgracia, la situación se presenta mal. Ante la obstinación de
nuestros dirigentes en no ceder a ningún tipo de negociación, esta huelga va camino
de eternizarse. La actitud de la gestión es totalmente inaceptable. Las
reivindicaciones de nuestros impresores (cuatro semanas de vacaciones y un aumento
del 8% distribuido en cinco años) son perfectamente razonables. Se han concedido
ventajas similares, sin la menor oposición, a los empleados del departamento de
marketing. En este contexto, aprovecho la oportunidad para instarle a que apoye las
peticiones de nuestros hermanos huelguistas absteniéndose de comprar los productos
que llevan el nombre de nuestra empresa.
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PATERNALISTA
Hijo mío:
El hecho de que me tome la molestia de escribirle personalmente obedece al
afecto que le profeso. Sin embargo, tengo la impresión de que usted no apreciará lo
que debo anunciarle. ¿Lo ha adivinado? No hemos seleccionado su manuscrito para
publicarlo. Pero no ponga esa cara, no es el fin del mundo, y aún menos el final de su
carrera. Si lo rechazo, es por su bien. ¡Sí, sí! Por su bien. Su estilo traiciona su
juventud, usted puede hacerlo mucho mejor. Créame, llevo más de cuarenta años en
esta profesión y he visto casos peores. Su esfuerzo ha sido honesto, ha trabajado, no
digo lo contrario. Lamentablemente, el producto final es más bien tibio. No es malo,
pero no tiene gran valor literario. Le estoy rompiendo el corazón, pero al menos soy
franco. Usted ya no es un niño, ¿de qué serviría decirle falsas verdades?
Vamos, pequeño mío, arremánguese, póngase a trabajar. Es capaz de algo mejor,
mucho mejor.
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PORNÓGRAFO
Señor:
Hemos recibido su manuscrito, pero, lamentablemente, no pertenece al género de
la casa. Sin duda le han informado mal acerca de los autores que privilegiamos. Usted
escribe bien, el relato se sostiene, pero no se puede decir que se folle mucho en su
historia. La pareja que usted nos describe tan prolijamente ¿por qué razón no están
desnudos nunca? ¿Por qué tanta circunspección? ¿Le teme a la censura? ¿Le molesta?
Pero ¡vamos, hombre! La verdad, le soy franco, a su historia le falta sexo. Al
principio, puedo comprenderlo, hay que crear el ambiente, presentar a los personajes,
poner un poco de orden, es lo normal y se puede tolerar. Pero después de una
veintena de páginas, eso se eterniza inútilmente. En cuanto al contenido erótico, la
verdad es que podría haber encontrado algo mejor que esos besos largos en la playa.
Al fin y al cabo las ocasiones no faltan. Por ejemplo, en el capítulo trece, cuando
tiene lugar la fiestita para el cumpleaños de Karine, ¿por qué no incorporar al final de
la fiesta una escena de orgía con todos los invitados? Estaría bien. Con respecto a la
hermana de Karine, la que usted describe como algo depresiva, personalmente yo la
transformaría en una ninfómana insaciable. Así podría follar con todos los personajes
de la novela, tanto hombres como mujeres. Eso sería realmente algo actual. ¿Qué se
imagina usted que buscan los lectores cuando compran nuestros libros? ¿No lo sabe?
Entonces, se lo voy a decir. Esos pobres lectores, solos en sus camas, que leen hasta
muy tarde por la noche, quieren sexo. ¡Sí, señor! ¡Eso es! Culos, nalgas, tetas y
vergas duras como prominencias listas para hundirse en la delicia de una entrepierna
bien caliente. Eso no tiene nada de obsceno; es erotismo, nada más.
Usted haga lo que quiera, pero le doy un consejo: si no se siente cómodo con la
desnudez, si le choca y se siente incapaz de escribir el género de historias que gustará
a los lectores que son nuestros clientes, no nos envíe más manuscritos. No somos el
editor que usted necesita.
Adiós y buena suerte.
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CECEO
Zeñor:
Acuzo recibo de su manuzcrito. Por dezgrazia no ha zido recomendado para zu
publicazión. Me agradaría aprovechar la ocazión para llamar zu atenzión rezpecto a
una peculiaridad que hemoz advertido en zu ezcritura que dificulta la lectura de
algunoz pazajez. En la página zezenta y ziete, uzted ezcribe: «¡Jamáz! Jamáz iré a
jugar zolo delante de laz chicaz bonitaz del zeminario de laz Zantaz Palomaz.»
Francamente, lea eza fraze en voz alta y verá que ez muy difízil. El ezcritor ez uzted,
hace lo que mejor le pareze. Pero yo le digo, con toda honeztidad, que he tenido que
zaltarme pazajez enteroz porque ze me trababa la lengua.
Graziaz de todoz modoz por haber penzado en nueztra editorial y buena zuerte en
zuz proyectoz futuroz.
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DEPRESIVO
Señor:
Recibí su manuscrito hace varios meses. Pero las cosas me van tan mal que se lo
devuelvo sin haber leído ni siquiera la mitad. Vea usted, desde que mi hijo abandonó
sus estudios universitarios para entregarse completamente a una nueva secta religiosa
y que mi mujer me dejó por otro editor (mucho más joven que yo, evidentemente), ya
no hay nada que me interese. Para qué seguir viviendo si todos los días se le caen a
uno encima, una a una, todas las tejas. Comprenderá usted que, en estas condiciones,
ni hablar de publicar su historia de amor. La verdad es que soy incapaz de leer
historias de parejas que siguen amándose a pesar de las adversidades, y menos aún de
publicarlas. A veces me digo que la vida es una mierda. Discúlpeme, no he querido
ser vulgar, me salió espontáneamente. ¿Se da cuenta de en qué me he convertido?
Hablarle así a un extraño… Una desgracia. Seguro que lo estoy aburriendo con mis
problemas personales. Ya lo sé, espanto a todo el mundo. Hasta mis amigos me
evitan. Cierto es que nunca fueron numerosos. Ésa es la historia de mi vida: un
fracasado, un marido lamentable, un editor de tercera categoría, un tipo feo y sin
alegría. ¡Hermoso retrato! ¡Me lo va a decir a mí!
¡Bien! Prefiero callarme e irme a la cama. Al menos cuando duermo no molesto a
nadie. Adiós y suerte con su libro.
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FURIOSO
Señor:
La respuesta es ¡NO!, ¡NO! y ¡NO! Está claro, me parece. Ya basta, es inútil que
insista, jamás vuelvo sobre una decisión. Su manuscrito no nos interesa. Ni hablar de
publicar una cosa así. La verdad es que termina siendo irritante: con tantos
manuscritos que se acumulan sobre mi escritorio, que no haya uno solo que valga la
pena. Son tan malos unos como otros. Un montón de clichés insípidos, relatos
cosidos con hilo blanco y personajes tan aburridos como la lluvia un domingo por la
tarde. Éstas son las cosas que me echan por toneladas encima del escritorio. Y su
manuscrito, señor, es lo mismo. Pero ¿qué he hecho yo para merecer semejante
suerte? ¿Usted desea mi muerte o qué? Caramba, estoy hasta la coronilla de esta
maldita profesión de editor. Haría mejor en reciclarme como basurero. En realidad, es
lo que ya soy, visto lo que he estado leyendo últimamente. Esto no puede continuar,
de verdad, o me va a dar algo. No me río, lo digo en serio. No lo olvide, pues, no
quiero volver a ver sus manuscritos. SE A-CA-BÓ. ¡Se acabó! ¿Lo entiende? No
necesito hacerle un dibujo. ¡Se lo devuelvo y déjeme en paz!
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ALEJANDRINOS
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ACUSE DE RECIBO
Señor:
Acusamos recibo de su manuscrito. Tenga la seguridad de que lo leeremos y que
evaluaremos su trabajo con el mismo respeto que reservamos a todos los nuevos
autores que desean publicar con nosotros. Nuestro comité de lectura trata de hacer su
labor con gran celeridad. La cantidad de manuscritos que recibimos semanalmente
nos obliga, sin embargo, a responder con algunos meses de demora. Deberá, pues,
aguardar un poco antes de recibir la carta oficial de rechazo.
Gracias por haber elegido nuestra editorial.
Lo saludamos muy atentamente.
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NECROLOGÍA
Señor:
Con honda tristeza deseamos anunciarle la desaparición de toda esperanza de ver
publicado el manuscrito que usted nos había sometido para su evaluación. Tras un
largo y valeroso combate con nuestro comité de selección, su texto, agotado, ha
sucumbido lentamente y con gran serenidad. Deseamos expresarle nuestras más
sinceras condolencias. Su manuscrito deja enlutada una carrera sin terminar, un
futuro improbable y un éxito más que modesto. Fue precedido por la muerte de una
obra de teatro, un poemario, seis cuentos eróticos y tres textos que jamás serán
publicados.
Le reiteramos nuestras condolencias y le deseamos la dignidad necesaria para
atravesar esta difícil prueba.
Puede expresar su pésame realizando un donativo a una biblioteca pública de su
elección.
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CONTAMINADO
Señor:
En cuanto recibimos su manuscrito nuestro comité de lectura se sentó
confortablemente a leerlo y evaluarlo en el saloncito que tenemos para este menester
en la trastienda de nuestras oficinas. De improviso, uno de los miembros de nuestro
comité, muy incómodo, se quejó diciendo que le picaban muchísimo las manos. Los
otros tres, divertidos, no le prestaron demasiada atención y aprovecharon para
burlarse de él. Era, sin duda, un mal presagio. Unos minutos después otro miembro
del comité se quejó de lo mismo. Puede imaginarse lo que sucedió después. Al cabo
de una hora, los cuatro hombres, incómodos todos ellos, se rascaban como
enloquecidos. En cuanto se procuraban alivio en un sitio, empezaba a arderles otra
parte del cuerpo. Llegó un momento en que el señor Casterman, que tiene, dicho sea
de paso, ochenta y ocho años, sintió una molestia tan grande que se vio obligado a
desvestirse completamente para atenuar la virulencia de la comezón. Una situación
realmente bochornosa para el pobre hombre. Hallamos un único responsable de esta
extraña contaminación: su manuscrito. No nos cabe la menor duda de que el papel en
que usted lo imprimió estaba sucio.
Al menor contacto con la piel se desencadena una reacción química y el resultado
es éste. Si ha comprado deliberadamente un papel de mala calidad para disminuir los
gastos de producción, usted mismo se ha pegado un tiro en el pie. Evidentemente, con
respecto a la publicación, nuestro rechazo es categórico. De cualquier manera, para
poner fin al suplicio de estos pobres hombres y evitar una propagación, lo hemos
quemado. Desde el 11 dé septiembre no hay que correr riesgos. Me atrevo a creer, por
usted, que no hubo nada intencional en este extraño incidente.
Después de este contratiempo, y las secuelas psicológicas que seguramente
afectarán a los miembros de nuestro comité, le agradeceríamos que no nos envíe nada
más, inclusive en caso de que en el futuro decida imprimir sus manuscritos en un
papel de mejor calidad.
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JOVIAL
Estimado señor:
Los miembros del jurado tienen el placer y el privilegio de otorgar el premio
Goncourt a… Se lo ha tragado, ¿a que sí?, durante unos segundos se lo ha creído.
Imagínese: un autor desconocido coronado por su primera novela, antes incluso de
que ésta haya sido publicada. Todos escandalizados en el mundillo literario. Estoy
viendo los titulares de los diarios. Usted habría vendido medio millón de ejemplares
en tres semanas. Es un chiste que hago para romper el hielo y distender la atmósfera.
Claro que hemos recibido su manuscrito y yo mismo lo he leído de cabo a rabo y de
un tirón, para sacármelo de encima lo antes posible. ¡Vamos, vamos, no es verdad, es
una broma! Me tomé todo el tiempo necesario para formarme una opinión. Pero eso,
lamentablemente, tiene menos gracia. Usted posee cierto talento y se puede ver
asomar tímidamente los primeros balbuceos de lo que podríamos calificar de «estilo»,
Pero, evidentemente, su novela dista mucho de estar terminada. No somos la editorial
para usted. En cuanto al Goncourt, me temo que tendrá usted que esperar un buen
rato todavía. Pero no se desaliente. Escribir es ante todo un ejercicio de humildad. Si
lo desea, podemos hablar de ello. Eso es, venga el domingo, lo invito a desayunar…
Ah, ¿se lo cree otra vez? Si yo fuera a invitar a mi domicilio a todos los autores de
primeras novelas que rechazamos, hace tiempo que mi mujer me habría echado de
casa.
Vamos, recupere su manuscrito y buena suerte. Se lo puede llevar a otros editores,
no somos susceptibles. Y, quién sabe, a lo mejor encuentra a quien le interese. Pero
permítame dudarlo. Para terminar, un consejo: si se le ocurre volver a trabajar su
novela, añada un poco de humor. A todo el mundo le gusta un buen chiste de vez en
cuando.
Le deseo éxito y no pierda la sonrisa.
Página 77
SORPRENDIDO
Señor:
Verdaderamente, nadie se lo esperaba. Lo menos que puedo decirle es que los
miembros de nuestro comité editorial se han quedado estupefactos. Recibimos su
paquete un lunes, así, como si nada, sin aviso y sin estar preparados. Algo aturdidos,
abrimos la caja y nos encontramos con ese montón de papel atado como un
salchichón. Desconcertados, con manos temblorosas, nos apresuramos a leer su
manuscrito. Pero desde las primeras líneas su estilo nos dejó atontados. Cada página
era como una bofetada que le dan a uno en pleno rostro, fríamente y sin motivo.
Visiblemente contrariados, ninguno de nosotros ha tenido el valor de leer esta cosa
hasta el final. Trastornados, descompuestos, no hemos tenido más remedio que tirarlo
a la basura. Sí, ha entendido bien, lo hemos destruido. Dadas las circunstancias, era lo
único razonable que se podía hacer. Su historia nos embistió como una locomotora. Y
eso, señor, no es normal. Por el bien de todos, haga el favor de dejar de escribir antes
de que esto acabe mal.
Página 78
INCÓMODO
Señor:
Temo ser el portador de una triste noticia. Ha sucedido un pequeño incidente que
le concierne. El manuscrito que usted nos había confiado ha terminado
desgraciadamente en el… vertedero municipal. El responsable de la limpieza de
nuestra oficina tiró a la basura, por descuido, las carpetas y algunos manuscritos que
yo había dejado en el suelo, cerca de mi escritorio. Debí ser más previsor, lo sé, fui
negligente. De veras lo siento. Como usted seguramente sabe, no nos hacemos
responsables de los manuscritos en nuestro poder. Por esta razón, confío en que usted
nos haya enviado una copia y no el original.
La buena noticia, sin embargo, es que aún no habíamos rechazado su novela.
Pero, lamentablemente, a estas alturas del año es demasiado tarde como para que nos
envíe otra copia. Ya hemos completado la selección de los textos que publicaremos
en el mes de septiembre. Pero puede volver a intentarlo el año próximo. Si es que
conserva un duplicado de su obra, desde luego. Nunca se sabe, a lo mejor tiene un
poco más de suerte.
Una vez más, le pido mil disculpas.
Página 79
BURÓCRATA
Señor:
Gracias por haber elaborado el manuscrito y habérnoslo presentado. Mediante
esta carta le informamos del resultado de la evaluación que hemos realizado. Nuestra
opinión no es favorable a su publicación. En caso de que usted no acepte esta
decisión, tiene cuatro opciones:
Deberá manifestar su oposición a más tardar en la última de las dos fechas siguientes:
un año después de la fecha límite de elaboración de su manuscrito o noventa días
después de la fecha que figura en el franqueo de la presente carta. Dado el elevado
número de documentos que debemos tratar, le rogamos resuma sus quejas de manera
breve y concisa. Las solicitudes de revisión que se consideren excesivas serán
devueltas automáticamente al autor.
No obstante, con el fin de ayudarnos, explique lo mejor posible las razones por
las cuales apela e incluya cualesquiera informaciones complementarias relacionadas
con su caso. Si se trata de más de una decisión, no olvide indicar todas las decisiones
por las cuales usted interpone apelación. Si no está seguro de la(s) decisión(es)
tomada(s), verifíquelas con una de las personas responsables de su caso.
SI CAMBIA DE DIRECCIÓN, tenga a bien informarnos de ello lo antes posible.
Puede hacerlo mediante un correo electrónico, un fax o una carta. Dándonos a
conocer su nueva dirección, tendrá usted la seguridad de recibir el resultado de sus
gestiones con respecto a sus apelaciones.
CONSERVE este documento como referencia.
Muchas gracias por su comprensión.
Página 80
ANTOINE MAILLET[3]
Estimado señor:
Figúrese que yo había recibido su manuscrito. Ahora, es algo feo de decir, pero en
la mitá de mi lectura, es como si mi interés se me hubiera ido a los pieses. No digo
que su manera de hablar me hace reír, pero yo no sabría cómo publicar su historia.
Estoy segura de que a usté le gusta saber la verdá todita entera y no de a pedacitos.
No es agradable. Pero eso no es motivo para encogerse y lamentarse delante de todo
el mundo. ¿De qué serviría una actitud semejante? No es para lastimarlo que hemos
tomado una decisión como ésta. No se preocupe, son sus escritos lo que no nos gusta,
no su persona.
Y mire que estoy acostumbrada a los nuevos autores, pero esto me da miedo. ¿Y
qué hago yo con su manuscrito ahora? Estoy confundida. Me gustaría verlo en mi
sitio, si se leyera de nuevo entendería lo que queremos decirle. ¡Su historia no nos
hacía falta! A más, es tan vieja como la Gran Expulsión.
Gracias igualmente por haber pensado en nosotros.
Página 81
INVERSIÓN
Seroñ:
Somhe sodetomi trovues manutocris la cmotié de lceutra de nutraes itoliared. Se
yóle noc garn anetción, rope menlamoste anucianlel que no ah dosi lecseciodona rapa
pbulicionca.
Le someceagra la fianconza que son ah mosdedotra.
Lo somludasa tementea.
Página 82
DISLÉXICO
Estimabo señor:
Recibí su manuscrito hace varios meses. A fin de controlar yo mismo, no
bispongo be comité be lectura. Soy el único lector be tobos los textos que recidimos.
Ello explica la razón be una bemora tan larga. Bebo reconocer que en principio su
estilo y la calidad be su historia me han agrababo. Lamentablemente, enseguida me bi
cuenta be que su texto no responbe a mis criterios de publicación. No sé si ya se lo
han bicho, pero usteb adusa be la utilización de las letras b y d. ¿Lo hace a propósito?
Abemás be ser irritante para el lector, esta manía no hace más que entorpecer
inútilmente la lectura. ¿Por qué esta odsesión con algunas letras? Es una lástima,
porque ello rebuce consiberadlemente sus posidilibabes be ser pudlicabo. Es inútil
becir que se trata be una injusticia, como hacen tobos los bemás, y afirmar que el
prodlema soy yo. Ya lo he oíbo bemasiabo. Yo no sufro be ningún prodlema be
aprenbizaje ni tampoco invierto mis b y mis d. Simplemente tengo una aversión
profunba por estas letras, es tobo. Y be tobos mobos, eso no camdia mi besición con
respecto a su manuscrito.
Sin d o sin b, no es no.
Página 83
FEMINISTA
Señor:
Hay sin duda una confusión. Usted nos ha hecho llegar un manuscrito que, a
pesar de estar correctamente escrito, no corresponde en absoluto a nuestros criterios
editoriales ni tampoco a la época. Nos basta con leer el primer capítulo para
comprender su posición con respecto a las funciones que deben ocupar las mujeres en
nuestra sociedad. Se lo digo con toda honestidad: su pensamiento está basado en
principios de un arcaísmo descarado. ¿Cómo puede usted relegar a los personajes
femeninos de su manuscrito a papeles tan insípidos como degradantes? La época de
la secretaria sumisa y de la enfermera discreta ya hace tiempo que ha pasado. Usted,
señor, se ha quedado atascado en un pasado anticuado e impropio. Nunca encontrará
lectoras para una novela tan irrespetuosa con la mujer. Desconozco si vive en una isla
o está encerrado en el fondo de un mausoleo, pero usted no está a tono con el mundo
de hoy. Un consejo: salga de su agujero y compruebe adonde han llegado las mujeres
que lo rodean. Le hará mucho bien. Lo necesita realmente para que se disperse esa
espesa capa de polvo que recubre sus ideas.
Página 84
INSISTENTE
Señor:
Tenemos en nuestras manos el manuscrito que nos ha enviado. Sin embargo, tras
una primera evaluación, puedo asegurarle que no corresponde al género,
pensamiento, criterios, doctrina, visión, valores, espiritualidad, cualidades, modelos,
tipo, carácter, linaje, pincelada, cariz, clase, categoría y estilo de novela que fomenta
nuestra editorial.
Además, la historia que cuenta es demasiado larga, demasiado densa (por
momentos demasiado leve); los personajes, demasiado numerosos; la violencia,
insoportable; la vulgaridad, demasiado abundante; el relato, poco coherente; el
desarrollo de los acontecimientos, improbable; el comienzo, demasiado lento; el final,
demasiado previsible. Falta originalidad al conjunto y todo es francamente decadente.
Para pensar en la posibilidad de una publicación, en primer lugar habría que dominar
la escritura, eliminar los anglicismos, revisar la construcción, la sintaxis y la
puntuación, amén de volver a trabajar la estructura y corregir las faltas de ortografía y
gramática y, por último, revisar el libro entero desde la primera a la última palabra.
Le agradecemos su confianza y esperamos que estas recomendaciones lo ayuden
en su trabajo creador.
Página 85
DISENSIÓN
Estimado señor:
Qué placer saborear las delicias de su prosa y dejarse acariciar por el suave
terciopelo de esa capa de poesía que envuelve su relato. Desde las primeras líneas el
lector sensible no puede menos que emocionarse con la embriagadora calidez de sus
personajes. Su historia, como una fuente de agua pura, mana mansamente. Aquí y allá
nos estremecen delicadamente imperceptibles agitaciones que pican nuestra
curiosidad y aguzan nuestro apetito por conocer lo que sucederá después. Si bien es
cierto que la belleza de su heroína, esa mujer sublime de mirada envolvente y piel
diáfana, nos conmueve, oír su voz susurrar al oído de su amante las palabras de amor
que caen de sus labios como gotas de miel dorada nos deja pasmados de felicidad. No
hay nada que objetar a una obra cuya escritura es tan fina como el hilo de seda.
Lamentablemente soy yo el único miembro de nuestro comité editorial que ha
sido sensible a su prosa. Mis estimados colegas, cuatro ignorantes, incapaces de
distinguir entre una obra de arte y un jamón, han rechazado unánimemente su
manuscrito. A mis espaldas dicen que soy un aficionado a la prosa caduca. Tales
injurias no me sorprenden de parte de una banda de imbéciles posmodernos. No voy a
ocultarle que trabajar con gente tan terca crea en nuestra casa profundas
discrepancias. Como consecuencia del injusto tratamiento que reservaron a su
manuscrito, no he tenido otra opción que elevar una queja formal a nuestra dirección.
En cuanto hayamos resuelto este contencioso, deseo de todo corazón satisfacer su
proyecto de escritura.
Página 86
REDUNDANTE
Página 87
UN AMIGO
Recibí tu texto (¿te molesta si te tuteo?; entre literatos podemos permitirnos este tipo
de familiaridades). Lo entregué al comité de lectura. Prefiero decírtelo enseguida: no
seleccionaron tu manuscrito. No estás muy decepcionado, ¿verdad?
Escucha, no es el fin del mundo. Eres joven, es tu primer libro, es normal. Espero
que esta pequeña negativa no haga que te desmorones y se te corte la inspiración. Lo
sé, no tiene gracia, uno acusa el golpe, incluso la primera vez. Pero consuélate
pensando que por lo menos no has tenido que esperar durante meses una respuesta.
Majo, ¿verdad? En esta casa trabajamos así. No permitimos que los autores se
empantanen durante meses en la oscuridad. Nuestro objetivo es lanzar libros que
marcarán una diferencia. Teniendo esto en cuenta, tu manuscrito, por desgracia, es un
poco visto. Cualidades tenía, pero no las que buscábamos. ¿Comprendes?
Bueno, tengo que dejarte, me espera un curro que no veas. Buena suerte y, por
favor, no te desanimes.
Adiós. Un abrazo.
De un amigo que desea tu bien.
Página 88
PLAGIO
Señor:
Lo lamento mucho, puede que me falle la memoria, pero tengo la impresión de
haberlo leído antes. ¿Acaso nos conocemos? Es curioso, su novela, esa historia de
amor imposible, estoy convencido de haber leído algo muy parecido hace años. No lo
acuso de nada, es un comentario. Pero sería en su propio beneficio si pudiera
aclararme algo más acerca del origen de su manuscrito. ¿Cómo me atrevo a emitir
semejantes dudas acerca de la autenticidad de su manuscrito?, se dirá usted. Soy
editor, mi profesión consiste en publicar libros, tengo a mis espaldas más de treinta
años de carrera. ¿Será que he leído demasiado y me confundo? Es posible. Pero sé
distinguir lo verdadero de lo falso. ¿Es su primera novela, nunca antes había
publicado, y sin embargo…? Es por lo menos curioso que cada una de las páginas de
su manuscrito despierte en mí un recuerdo. Corro el riesgo de ofenderlo, pero en estas
circunstancias, mientras yo siga abrigando la duda, me es imposible publicarlo. Mejor
será que se dirija a otro, a mí la incertidumbre me paraliza. Lo siento, señor, soy
incapaz de ayudarlo.
Usted puede perfectamente presentar su manuscrito en otra editorial. Pero,
prefiero prevenirlo, no lo perderé de vista: estoy cada vez más persuadido de que esta
novela no la ha escrito usted.
Página 89
DIFICULTADES TÉCNICAS
Página 90
MAL OLOR
A simple vista uno se da cuenta de que su manuscrito huele mal. Basta con leer unas
líneas para que nos salte a la cara un olor acre que no sólo nos desagrada, sino que
nos indispone. Esa violencia asquerosa y el perfume de odio que ciega a sus
personajes son intolerables. De sus descripciones emana un aroma tan nauseabundo
que el lector no tiene más remedio que alejarse. Los miembros de nuestro comité de
selección, todos ellos muy acostumbrados a leer las cosas más abyectas, han tenido
que sobreponerse a un profundo asco a fin soportar este hedor inmundo que se
desprende de cada una de sus páginas. Esas emanaciones, típicas del fondo de las
basuras, que usted insiste en describir hasta en sus mínimos detalles, acabarían con el
más temerario de los basureros de París. Sus propósitos groseros y el miasma
odorífero de su imaginación no sirven más que para dar náuseas y ahuyentarlo a uno.
Por favor, no vuelta a enviarnos nunca más un manuscrito con un olor tan
insoportable y sofocante.
Página 91
VERSOS LIBRES
El escritor
ambicioso
la cabeza
llena de esperanza
el talento
módico
la novela
terminada
y el inaceptable rechazo del manuscrito por parte de un editor sin piedad.
Página 92
MENOR
Señor:
En resumen, rechazamos su manuscrito porque, en nuestra opinión, tiene una
importancia secundaria. Su novela, tal como está escrita, pertenece al arte menor. No
la calificamos de insignificante, pero no tenemos más remedio que relegarla a un
segundo plano. En suma, usted es un escritor de tercer orden que tiene el valor (o la
ingenuidad, según se mire) de atreverse con temas que están por encima del poco
talento de que dispone. Si piensa que somos brutales, injustos o malvados, está en su
derecho. En cualquier caso, tenemos el mérito de decirle las cosas tal cual son. ¿Qué
pretende? Es usted pequeño. Es lo que usted es, no tiene por qué sentir vergüenza,
acepte su condición, eso es todo.
De tanto mirar hacia la cima de las montañas uno acaba tropezando con los
pedruscos.
Página 93
INSENSIBLE
Oiga, señor:
Ignoro quién ha sido el que lo ha alentado a escribir, pero una cosa es segura: esa
persona ha perdido una buena oportunidad de callarse. Usted escribe tan mal que no
he podido dejar de leer en voz alta ciertos pasajes de su manuscrito a los compañeros
de la sala de redacción. Nos reímos como idiotas. No le miento, nos reímos tanto que
nos dolía el estómago. Nos llegan toneladas de manuscritos malos a nuestras oficinas,
pero pésimos como el suyo es bastante raro. Sin embargo, me porté bien con usted.
Para evitarle más humillaciones, me tomé la libertad de ordenar la destrucción de su
manuscrito. Dejar que un adefesio semejante circule entre los editores era sellar su
muerte como escritor. Y ya es, probablemente, demasiado tarde.
De todos modos, ¿por qué me meto en lo que no me importa? Usted puede hacer
lo que le venga en gana, al fin y al cabo no es asunto mío. Fue usted quien trajo al
mundo ese aborto, asúmalo ahora. Pero, en su lugar, yo no volvería a insistir. Deje la
pluma, queme sus escritos y manténgase alejado de la literatura, será mejor así para
todo el mundo, Y no siga enviando esa clase de manuscritos a los editores. Un día se
encontrará con un malvado que le dirá unas cuantas verdades. Ya verá, una mala
crítica puede dejarlo a uno lastimado durante mucho tiempo.
Página 94
PASCAL QUIGNARD[4]
Señor:
Usted domina la lengua francesa. Su estilo no está desprovisto de sentimiento. Su
prosa es elegante y cuidada. Escribe con la agilidad de un buen conversador en una
velada animada. Emplea efectos y adornos que gustarán. He leído su manuscrito con
mucha atención, pero desgraciadamente no he oído la música. Esta reserva no tiene
nada que ver con usted como persona, es una constatación, nada más. Usted puede
divertir con su pluma. Hasta podría impresionar a las personas sensibles y a los
corazones tiernos. Se ganará la vida. Le darán monedas a cambio de sus proezas.
Vivirá rodeado de libros y de textos, pero no será un escritor. ¿Tiene un corazón para
sentir? ¿Un cerebro para pensar? ¿Tiene idea de para qué sirven las palabras cuando
ya no se trata de divertir a los amigos ni de presumir ante un parterre de aficionados a
las novelas rosas? Usted posee talento, hace piruetas con las palabras sobre las
páginas blancas sin perder jamás el equilibrio, pero usted es un escritor insignificante.
Un solo borrador escrito por la mano de Hugo está más cerca de la literatura que
todas las páginas reunidas de su manuscrito. Adiós, señor.
Página 95
FUSIÓN
Señor:
Hemos recibido su manuscrito y sentimos tener que informarle que nuestro
comité de marketing no lo ha seleccionado para su publicación. En el pasado mes de
junio nuestra casa se ha fusionado con una multinacional de la edición. De esta
asociación ha surgido una nueva orientación de los contenidos. A fin de rentabilizar
lo más posible nuestras opciones editoriales, concentramos nuestras publicaciones
cada vez más en las biografías de famosos, de personalidades públicas o políticas. En
adelante los libros para niños, los libros de cocina y los que tratan sobre espiritualidad
y desarrollo personal ocuparán igualmente un lugar más destacado en nuestro
catálogo. No obstante, estamos dispuestos a recibir relatos de vida y testimonios de
desconocidos que saquen a la luz escándalos financieros o dramas humanos. Nos
interesan en sumo grado los salvamentos espectaculares y las trayectorias fuera de lo
común. Un ciego con una sola pierna que atraviese el desierto en bicicleta es un
perfecto ejemplo de libro en el que podríamos invertir.
Como puede comprobar, seguimos prefiriendo los acontecimientos vividos. En
otras palabras, si usted ha sido víctima de una violación, de violencia física o sexual,
incesto o cualquier otra perversión sexual, estamos dispuestos a leerlo. Además, si ha
tenido serios problemas de consumo de drogas o de alcohol, también podríamos estar
interesados en publicarlo. Qué le vamos a hacer, en nuestros días la desdicha y la
miseria de los demás se venden muy bien.
Gracias por su comprensión y espero tener el placer de leerlo en otra oportunidad.
Página 96
AMPULOSO
Página 97
CONDICIONAL
Señor:
Lo lamento, pero su manuscrito, tal como está escrito, no tiene posibilidad alguna
de ser publicado en nuestra editorial. Hoy en día, para ser publicado, es
absolutamente necesario satisfacer las condiciones del mercado. Dicho en otras
palabras, usted debe dirigirse a su lector y debe gustarle. Supongo que ésta es su
primera novela. Usted me resulta simpático, permítame prodigarle algunos consejos.
En primer lugar, le devuelvo el manuscrito sin comentarios. Mejor que formularle
una crítica, será darle a conocer las siete condiciones que deben reunirse para tener
éxito como escritor. Ya verá, es una fórmula ganadora.
Condiciones
N.º 1. El amor: Usted puede escribir lo que quiera, pero, universalmente, la gente
quiere leer historias de amor. Es una verdad ineludible. En este aspecto, está bien
encaminado.
N.º 2. La sensualidad: Debe introducir aquí y allá una pizca de erotismo para
atizar los sentidos de sus lectores. Atención: he dicho una pizca. Si insiste demasiado,
corre el riesgo de escandalizar.
N.º 3. El héroe: Para ganarse el corazón (y la fidelidad) de sus lectoras (que
componen la mayor parte de los consumidores de libros) es preciso que ponga en
escena a un héroe. Debe ser hermoso, grande, fuerte, viril y tierno a la vez. Ya sé, este
tipo de hombre no existe, pero no tiene importancia. Recuerde, usted quiere vender
libros.
N.º 4. La religión: Por favor, manténgase alejado de los conceptos religiosos. Si
por desgracia llega usted a favorecer a un profeta más que a otro, ofenderá a las almas
sensibles y podría encontrarse con una fatwa sobre su cabeza. Tendrá muchísimo
éxito, pero deberá vivir escondido en un armario como mínimo diez años. Es muy
desagradable.
N.º 5. La política: Es un poco como la religión. En cuanto usted favorece un
partido, se pone en contra al grupito de fanáticos que le harán la vida imposible.
Compórtese con inteligencia y no se pronuncie jamás sobre la actualidad política.
N.º 6. Las descripciones: ¡Atención! Se han de proscribir las descripciones
interminables de paisajes, de temperatura o de la psicología de un personaje. Vaya
directamente al grano, usted quiere vender libros, no se tome por Zola.
N.º 7. El número de páginas: Esta formalidad es fácil de comprender. En nuestros
días la gente anda siempre con prisas, si ven un libro que tiene más de trescientas
páginas, saldrán corriendo. Hay que ser breve y conciso. Si usted es incapaz de
Página 98
respetar esta regla, es preferible que publique una trilogía. Aun cuando usted no tenga
material más que para un libro, la gente comprará los dos tomos siguientes por
curiosidad. A todos les gusta decir que han leído tres libros durante el verano. Es
elegante y les da la impresión de tener cultura.
Usted se encuentra ahora a las puertas del éxito. Cumpla con estas condiciones y
verá despegar su carrera.
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HAIKU
¡Nace un manuscrito!
Las palabras, frágiles, despiertan.
La espada se alza y mata.
Página 100
NEÓFITO Y GRUÑÓN
Pero ¿qué sucede? ¿No ha visto la hora que es? Todas las semanas la misma
cantinela. Yo estoy tranquilo en mi rincón, me ocupo de mis asuntos, y los demás se
dedican a tirar encima de mi escritorio media docena de manuscritos. «Señor Paul,
¿podría leernos todo esto y entregarnos su informe el lunes?». ¡Ya van a ver lo que
hago con los informes! Cuando pienso que en la entrevista me aseguraron que el
oficio de lector no era extenuante… «Es fácil, ya verá, es un trabajo para niños». Pero
¿se burlan de mí? Ni un condenado trabaja tanto. Esto parece el presidio de la isla de
Ré. Y, para colmo, su libro, que es deprimente. Y ni siquiera mencionaré lo largo que
es porque, justamente, sería demasiado largo. Pero dígame una cosa, ¿de dónde saca
esa manía con los adverbios? Juraría que le pagan por cada uno que pone. Los hay
por todas partes, es una obsesión. Prefiero decírselo de entrada, no leí más que cuatro
páginas de su manuscrito y no me gustaron. La verdad es que las novelas históricas
me aburren.
¡Bueno! Es tarde, estoy cansado y voy a acostarme. ¡Ah, me olvidaba! Si a
alguien se le ocurre decir que he rechazado su manuscrito porque tengo mal carácter,
le doy un puñetazo en la cara. ¿Está claro?
¡Adiós, buenas noches!
Página 101
CREYENTE
Señor:
En su infinita bondad, nuestro Creador Todopoderoso ha sido bueno con usted. Le
ha dado la salud, la curiosidad intelectual, la disciplina del trabajo y el gusto por las
cosas del arte. Empero, no lo ha tocado con el don de la escritura. Usted escribe, es
cierto, el manuscrito que me ha hecho llegar es la prueba tangible de ello. Por
desgracia, el hecho de alinear palabras sobre el papel no hace de usted un escritor de
talento. La historia que cuenta se sostiene, se puede reconocer con facilidad la
personalidad de cada uno de sus personajes y la intriga. Pero, en conjunto, lo que
usted nos ofrece es una cáscara vacía. Es de lamentar la ausencia de esa luz de amor
que permite al lector alcanzar la dicha yendo por el camino de Dios. Todos somos
ovejas descarriadas, ¿sabe? Todos buscamos la verdad y el sentido profundo del
misterio de la vida. Y es justamente ese sentido de lo divino lo que falta en su texto.
Si publicáramos su obra lo único que estaríamos haciendo es agregar una piedra más
al muro de ateísmo que se erige por todas partes en este mundo. Mire a su alrededor
el triste resultado de un mundo sin fe; en todas partes el sexo, la droga, la violencia
hacen estragos entre nuestros jóvenes. ¡Nos hemos resignado a tolerar las bodas entre
personas del mismo sexo! Qué abominación.
Llévese su manuscrito y rece. Sí, rece para encontrar su vía. Esa vía que nos
conducirá a todos a un mundo maravilloso. Una vez que esté bien encaminado, con
su pluma y sus escritos podrá contribuir a erradicar las plagas que ensucian la belleza
de los hombres y la voluntad de Dios.
Vaya usted en paz y que Dios lo proteja y lo bendiga.
Página 102
ENIGMÁTICO
Señor:
Lo menos que puede decirse es que su manuscrito es extraño. Esa historia de
amor que no va a ninguna parte, los diálogos interminables, ese estilo quirúrgico, ese
tono y todos esos personajes marginales, uno se pregunta, verdaderamente, de dónde
ha salido todo eso. ¿Cómo ha hecho usted para escribir algo tan curioso?
Fíjese, no nos ha parecido carente de interés, pero es tan diferente, único… Su
obra es perturbadora, muy singular, el misterio predomina en ella desde el comienzo
hasta el final. Nunca habíamos leído algo semejante. Algunos miembros de nuestro
comité de lectura se han llegado a preguntar cómo ha hecho usted para mantener el
ritmo durante tantas páginas. Debió de ser un verdadero esfuerzo. Pero ¿por qué tiene
que ser indescifrable? ¿Por qué tanto desvelo para crear una cosa tan oscura? Por
muchas hipótesis que se nos ocurran, la duda subsiste. El problema sigue intacto y
cabe preguntarse: ¿qué sentido tiene su historia? No tenemos más que una idea muy
vaga. Evidentemente, nadie se atreverá a publicar una obra tan inclasificable. ¿Hay
un público para esta clase de literatura? En caso afirmativo, se trata de un público
muy restringido como para pensar en obtener algún beneficio.
Dadas las circunstancias, lo sentimos mucho, pero, como usted comprenderá,
somos incapaces de aprobar la publicación de su manuscrito. Reconocemos su
originalidad, pero no vemos con claridad cuál es el objetivo que usted desea alcanzar.
Aprovechamos la ocasión para saludarlo muy atentamente.
Página 103
NOSTÁLGICO
Página 104
CONTRADICTORIO
Señor, señora:
He leído todo su manuscrito. En fin, todo es una forma de decir. En realidad, me
dediqué a libar por aquí y por allá para extraer lo esencial. Debo decir que, en
conjunto, está logrado. Pero (discúlpeme la franqueza) contiene partes muy malas.
No obstante, la intriga está bien atada, aunque me parece que lamentablemente hay
varios capítulos deshilvanados e incoherentes. Tiene el mérito de haber escrito una
novela muy larga. Es deplorable que en nuestros días la concisión esté de moda. En
pocas palabras, una posibilidad es que suprima algunos personajes secundarios. Pero
no, uno de sus fuertes es su habilidad para dibujar en pocas líneas un retrato de los
actores que pone en escena. Es verdad, pensándolo bien, por favor, no toque ni una
línea de su manuscrito. Podría alterar el ritmo y dañar la estructura. Aunque los más
grandes escritores (puede que usted no lo sepa), sin remordimiento alguno, cortan,
podan, suprimen y cepillan párrafos enteros, cuando no páginas enteras, de sus
manuscritos antes de publicarlos.
La verdad es que, pensándolo bien, lo siento, pero nosotros no podemos publicar
su novela. Por favor, no vaya a desanimarse por esto. Si tiene otros proyectos, no
dude en enviárnoslos. Estamos llenos de trabajo y rara vez publicamos escritores
nuevos, pero nunca se sabe.
Sin otro particular, lo saludamos atentamente.
Página 105
INCOMPRENSIBLE
Señor:
Nuestros lectores han valorado su manuscrito. Lamentablemente, la opinión que
han emitido no es favorable. Para evitar confusiones, permítame explicarle las
razones que nos han conducido a esta decisión. Primero, esa impresión (querida o no)
de intemporalidad en su relato suscita en el lector un estado de confusión que
estropea cualquier forma de placer. ¿Cómo rectificar esta tangente pesimista, minada
de imponderables, que corroe el sentido moral de sus personajes? Es evidente que la
omnipresencia del fracaso torna difícil, o sea imposible, una adhesión emotiva. La
inadmisibilidad de cualesquiera formas de ternura es en sí un rechazo categórico del
principio de reciprocidad. Ese desplazamiento tendencioso se aproxima
peligrosamente a un reflejo pernicioso que, en general, se traduce por una falta total
de cualquier forma de esteticismo.
Por estas razones evidentes nos ha parecido que no somos la editorial más
indicada para publicar su trabajo.
Lo sentimos muchísimo y aprovechamos esta oportunidad para reiterarle el
testimonio de nuestra consideración más distinguida.
Página 106
AFICIONADO
Página 107
GRAMÁTICO
Señor:
Su manuscrito me coloca en tal aprieto que me cuesta saludarlo. ¿Cómo quiere
usted que un editor serio publique un texto cuya estructura es tan torpe como su
redacción? Si bien su obra posee ciertas cualidades narrativas, está lamentablemente
llena de faltas de ortografía, frases mal construidas y con giros dudosos. Puedo
aceptar que la imaginación es un componente esencial de una buena novela, pero para
transponerla al papel hay que empezar por saber escribir. Evidentemente, usted
desconoce las reglas elementales de la gramática francesa. Si realmente le interesa ser
escritor y ver un día sus libros publicados, le insto enérgicamente a que vuelva a
revisar sus manuales escolares y se someta a las reglas gramaticales. Si desoye este
consejo, estará condenado a repetir eternamente los mismos errores.
Por su bien, póngase a trabajar y corrija esas lagunas mientras todavía está a
tiempo.
Página 108
BASTARÍA TAN POCO
Señor:
Como bien dice la canción, bastaría tan poco para quedarnos con su manuscrito.
Acaso uno o dos capítulos menos, algunos personajes más desarrollados, y lo
publicaríamos. Pero, para qué tanta historia, usted mismo simularía que se lo cree. ¿Y
cómo quedaríamos nosotros? Ya oigo los comentarios: «Es increíble, cómo hizo para
gustarles, precisamente a ellos que son tan serios».
No sea estúpido y entiéndalo, si tuviéramos veinte años como usted lo
cubriríamos de promesas. Si supiera las arrugas que nos separan no se le habría
ocurrido pensar en nosotros. Desde aquí estoy viendo cómo se le borra la sonrisa;
vamos, no se ponga triste. Piense en lo que podría ser mañana su vida si un crítico
hablara de usted como de un payaso a punto de dar su última vuelta a la pista. ¿Cómo
quedaría usted? Ya oigo los comentarios.
Será otro, sin duda, no nosotros, quien un día, por primera vez, lo llevará a Saint
Germain, a tomar el primer café con crema para anunciarle la buena noticia.
Verdaderamente, señor, bastaba tan poco.
Página 109
DESINTERESADO
Señor:
Con toda honestidad, he intentado leer algunos capítulos del manuscrito que usted
me hizo llegar. Pero, lo siento, debía tener la cabeza en otra parte porque no entendí
nada de lo que leí. Me puede dejar la copia, quizá con el tiempo llegue a interesarme,
pero de momento se me cae de las manos. Mire, normalmente, cuando se trata de un
proyecto nuevo, manifiesto mucho más entusiasmo. Soy serio, le sorprendería el
dinamismo que tengo. Sólo que…, cómo explicarle, digamos que estoy vacío. No sé
si se trata de su historia, del tema o simplemente de su estilo, pero no consigo
engancharme. Por favor, no vaya a creer que se trata de indiferencia. Me gusta mi
oficio y lo ejerzo con profesionalismo y disciplina. Pero, qué quiere, al cabo de una
docena de páginas, mi atención decae y pierdo el deseo de continuar con la lectura.
Esta desconexión tan repentina es muy molesta. Usted comprenderá que, dadas las
circunstancias, es mejor no insistir.
Su manuscrito no ha despertado la pasión susceptible de lograr su publicación. Lo
siento mucho, pero así es.
Adiós y buena suerte.
Página 110
MALENTENDIDO…, CONTINUACIÓN
Página 111
CONCLUSIÓN
Página 112
Notas
Página 113
[1] Chiac: Anglofrancés de Canadá. Es una lengua vernácula que hablan
principalmente los jóvenes del Nouveau-Brunswick. Es una mezcla de francés, inglés
y francés antiguo; emplea la sintaxis francesa con vocablos ingleses. Moncton es la
ciudad más importante de esta región. (N. de la T.). <<
Página 114
[2] Alude a la novelista Margaritte Duras. (N, de la T.). <<
Página 115
[3]La modalidad un poco extraña de escritura trata de reflejar en la traducción el uso
de la lengua francesa propio de Québec, Canadá. (N. de la T.). <<
Página 116
[4] Libremente inspirado en Todas las mañanas del mundo. <<
Página 117