Sociología
Sociología
Sociología
Elaborado por:
Gelma Saraguit Mendoza Hernández 2010153
María Asunción Centeno González 1910207
III Año
Matutino
Docente:
Msc. Yadira Calero
1. Introducción:...................................................................................... 3
6. Conclusión ...................................................................................... 14
7. Bibliografías .................................................................................... 15
8. Webgrafías ...................................................................................... 16
1. Introducción:
El diseño tiene que adaptarse constantemente a los escenarios de cada época y por
ello siempre hay que preguntarse qué papel debe desarrollar en cada nuevo contexto.
Como paso previo, no solo hay que conocer los principales rasgos de la cultura y la
sociedad de un momento determinado, sino también su genealogía. Es decir,
comprender el presente como resultado de un proceso histórico, económico, social y
cultural.
Por lo tanto, cualquier diseño nos habla de las relaciones entre las personas y los
lugares, entre la tecnología y su difusión, entre lo que es global y lo que es local. Y
así, cuando un diseñador crea un nuevo objeto, genera la posibilidad de nuevas
relaciones y nuevos contextos.
Así, el diseño tiene que ver, ya desde el mismo proyecto, con la manera en que se
establecen las relaciones, físicas y culturales, de aquel objeto con las personas que
lo utilizarán o lo consumirán.
2. Función social del diseño con los mediadores sociales en el
campo de producción:
El diseño en general, incluyendo sus diferentes vertientes, pues cada una tiene el
potencial de insertarse y aportar a la innovación social, además los paradigmas que
determinan a las profesiones cambian de acuerdo a los cambios en la sociedad. Así
pasa también con la concepción y la actividad en diseño.
Desde el punto de vista del diseño, el interés de la sociología por el consumo resulta
de gran relevancia, puesto que se elaboraron conceptos y teorías que nos ayudan a
comprender cómo y porqué se consume y, a la vez, cómo y porqué se crean
experiencias a través del diseño y según Víctor Papanek
los diseñadores debemos comprender dichos lenguajes
no para generar nuevas necesidades sino para establecer
un nexo entre la sociedad y las problemáticas reales.
“El diseño publicitario dedicado a convencer a la gente para que compre cosas que
no necesita con dinero que no tiene para impresionar a personas que no les importa,
es quizá la especialidad más falsa que existe hoy en día”
Según Papanek, los lineamientos del diseño industrial son más amplios de lo que
percibimos. Sin embargo, existe una percepción “acotada” del diseño asociado a la
producción de objetos, que también está dada por la inmersión de la disciplina en el
mercado financiero, que incide a través de una estética reinventada asiduamente en
que estos objetos sean vendibles. Ya en el año 77 Papanek definía que el rol del
diseñador debía aportar positivamente a las problemáticas sociales y no por el
contrario a contribuir en las mismas, ideando objetos para el consumo masivo y trabajo
negligente en las grandes corporaciones en países del tercer mundo (a causa de la
producción seriada de objetos). Atribuir a la actividad del diseño arquetipos
considerados como aportes positivos a las problemáticas sociales actuales, es algo
que debiera ser nativo de la profesión.
“El diseño tiene que ser una herramienta innovadora, altamente creativa e
interdisciplinaria, que responda a las verdaderas necesidades de la humanidad. Ha
de estar más orientada a la investigación y es preciso que dejemos de deshonrar a la
misma tierra con objetos y estructuras pobremente diseñadas”
La principal iniciativa del diseño es enfrentarse a los problemas analizando los factores
que los circundan y establecer soluciones tanto a futuro, como al prevenir nuevos
problemas. Según Papanek la tarea esencial del diseño consiste en transformar el
medio ambiente y los utensilios del hombre, y, por extensión, al hombre mismo.
“Nos vemos obligados a la eficiencia: tiene sentido que el Internet de las cosas y el
diseño de las cosas se vean de manera similar. Esta uniformidad: es la función de una
economía de mercado”
Dada la actualidad, el hacer del Diseñador Industrial debe estar enfocado en satisfacer
las necesidades reales de la sociedad y no pretender generar nuevas necesidades,
como es el caso de productos cuya producción seriada inundan el mercado,
consumen energía, materias primas, mano de obra, recursos naturales, aire, espacio,
tiempo en su producción y no son más que elementos decorativos, elevadores de ego
u objetos tan carentes de sentido y finalidad que terminan aumentando los botaderos
de las grandes ciudades o alimentando necesidades sin necesidad de personas que
buscan llenar falencias emocionales, físicas o psicológicas entre muchas más, con la
adquisición de productos.
El diseño es una disciplina que no sólo engendra realidades materiales, sino que
también cumple una función comunicativa. Bien es verdad que apenas se ha prestado
atención a este aspecto durante décadas, porque lo que centraba la atención de los
diseñadores eran las funciones prácticas, es decir, el rendimiento técnico de los
productos, el diseño de sus elementos de manejo, o la cuestión de la satisfacción de
las necesidades, o sea sus funciones sociales. En la arquitectura, en cambio, el
panorama es mucho más sencillo, ya que ésta no es otra cosa que comunicación
desde el momento en que tiene aspiraciones creativas (Lampugnani, 1986).
Tomando como ejemplo un objeto de uso sencillo, -una silla-, se puede mostrar que
un proyecto de diseño no debe considerar solamente las exigencias ergonómicas,
constructivas o de fabricación. Junto a la cuestión de qué tipo de asiento se trata, p.e.
silla de trabajo, doméstica, de un sitio público, de colegio, si es una silla para un uso
breve o prolongado, una silla para niños o para ancianos, etc., en el diseño también
se trata de saber qué connotaciones (por ejemplo, significados subliminales) están
contenidos en el gesto de sentarse.
Umberto Eco (1972) puso el ejemplo de un trono real, “sentarse” en él es sólo una
función entre otras, que además en muchas ocasiones no se ve satisfecha
plenamente. El trono ha de irradiar una dignidad majestuosa, representar el poder,
despertar veneración. Estos modelos de interpretación se pueden utilizar en otros
tipos de silla. Una silla de oficina debe satisfacer perfectamente las exigencias
ergonómicas, pero ha de simbolizar también la posición jerárquica del usuario en la
empresa. De este modo existen en el mercado diferentes modelos de sillas de oficina
para secretarias, encargados, directivos y jefes. Que estos últimos sean los que
realizan un menor trabajo físico, pero sin embargo siempre tengan la silla más
cómoda, remite claramente a otras funciones no prácticas del producto. Las sillas no
sólo sirven de respaldo al cuerpo, sino que también respaldan la personalidad, el
lenguaje corporal, la posición social. Una gran parte del trabajo creativo podría por
tanto designarse “como trabajo sobre los significados” (Erlhoff, 1987).
Una reflexión compleja de características similares puede emplearse con todos los
productos. Los automóviles, por ejemplo, no sólo son medios de locomoción, sino
también objetos cotidianos u objetos de culto con una carga simbólica implícita. El
análisis de la moda llevó a Roland Barthes (1967) a la constatación de que también la
moda tenía dos significados: el uso práctico y el mensaje retórico (“el vestido negro
corto para el cocktail”). Las cosas de la naturaleza nos hablan, a las artificiales las
hacemos hablar nosotros: éstas cuentan cómo han nacido, qué tecnología se utilizó
en su producción y de qué contexto cultural proceden. Nos explican también algo
sobre el usuario, sobre su estilo de vida, sobre su real o supuesta pertenencia a un
grupo social, su aspecto.
Como diseñador se debe, por un lado, entender este lenguaje y por otro tener la
capacidad de hacer hablar a los objetos por sí mismos pues en el orden de las formas
este lenguaje resalta valores intuitivos que apenas son reproducibles figurativamente
(Barthes, 1985).
La semiótica -la teoría de los signos- se ocupa en primer lugar del proceso de la
comunicación. Los tres fundamentos de esta ciencia son un emisor, una señal y un
receptor. Según Wolfgang Meyer-Eppler (1959) la comunicación sólo es posible si
entre el repertorio de signos de un emisor y un receptor existe una cierta concordancia.
Este modelo de comunicación aplicado a cuestiones de diseño hasta los años setenta
se entendió de forma unilateral. Es decir, el diseñador se concebía a sí mismo como
emisor de un determinado “mensaje” (función del producto). No obstante, este modelo
se debe entender de una forma abierta, ya que en diseño se pueden suscitar
asociaciones en el receptor (comprador), que le inciten a adquirir el producto (Klaus
Krippendoríf, 1984/1985).
La teoría semiótica tiene en Italia una tradición más bien larga, lo que se puede
observar en el nivel a menudo sorprendente e ingenioso del diseño italiano. La
integración en el contexto cultural significa por tanto también ser capaz de descifrar
los sistemas sociales de signos, sus significados evidentes y ocultos: “Creo que el
diseñador se siente invitado a la creación allí donde reencontramos condiciones
lingüísticas, gracias a las cuales nace todo diseño […]. El diseño está llamado a
‘describir’ un objeto. Por tanto, la finalidad no es ante todo crear algo nuevo, sino hacer
un objeto visible e inteligible, es decir, poner de relieve los mensajes en él contenidos
para posibilitar un proceso de comunicación” (Sottsass, 1981).
Hans Gugelot en 1962, en una conferencia bajo el lema “Diseño como signo”,
identifica signo y diseño: “Un producto con un contenido informativo correcto es un
signo […]. A nuestro modo de ver, se da por sentado, que sólo el hombre entiende el
lenguaje de las cosas. Esto se podría presuponer hasta cierto punto incluso dentro de
un círculo cultural cerrado”.
El diseño tiene que ver a menudo con signos representativos, aunque a menudo se
haga diferencia entre signos directos e indirectos, (las funciones indicativas remiten
de forma directa a las funciones prácticas, y las funciones simbólicas de forma
indirecta a referencias socio-culturales).
Algunos autores sugieren que esta situación puede deberse a que el diseño industrial
se encuentra:
Es decir, se encuentra tan influenciado por las situaciones específicas de cada región,
que los diseñadores han decidido cambiar la disciplina para adaptarse a su contexto.
Algo que suena razonable a propósitos prácticos de enseñanza, pues las
universidades tienen la facultad de cambiar sus planes de estudio, normalmente para
lograr que sus alumnos se encuentren más adaptados a su ámbito laboral inmediato
(pues la inserción laboral de los egresados es bien vista, como indicador de éxito de
una universidad), y beneficia los intereses de las sociedades a nivel local, al proveer
de gente capacitada al tejido empresarial, es decir el capital humano disponible
presente en una región determinada (Analistas Económicos de Andalucía, 2003).
La situación anterior se previno en otras ciencias, tales como la medicina, donde los
practicantes hacen, por generalidad, una promesa de tipo deontológica sobre como
ejercerán su profesión (juramento hipocrático) (Zamudio, 2009) y donde se maneja un
conjunto de términos universales (lenguaje clínico) (Rodès & Guardia, 1997) para
comunicarse independientemente de la nacionalidad. Como resultado de diferentes
visiones, diferentes comportamientos y diferentes teorías, el diseño industrial termina
siendo una profesión difusa, armada de muchos conocimientos de diversas áreas,
pero no siendo especialmente profunda en ninguno. Situación que genera cierta
apatía hacia el tema de una definición, sobre todo por la dificultad de lograr un
consenso real frente al conglomerado de ideas contrastantes que sostiene cada
individuo y/u organización:
“Definir hoy nuestra disciplina se torna más riesgoso. Por ello, quizá muchos teóricos
tomen distancia de éstas y sea el camino de la incertidumbre el que al parecer se vea
como más seguro por el momento… La individualidad y la indefinición son hoy la
consigna”. (Vico; Simon, 2008, p. 11).
El resultado, es una disciplina fragmentada, diferentes definiciones establecidas por
igual número de organizaciones, incluso dentro de un mismo país, como hace notar
(Simon-Sol, 2013), en su libro + 100 definiciones de diseño. Como consecuencia
directa de programas de estudio desarticulados entre sí, que generan una
heterogeneidad formativa, cada diseñador de cada región del mundo presenta su
propia concepción del diseño formulada entorno a su contexto inmediato; no sólo eso,
también se prepara en un marco teórico distinto propuesto por cada universidad,
generando una confusión en la sociedad sobre el propósito y el hacer del diseñador
industrial. “Se presenta la problemática de la heterogeneidad formativa y la
consecuente confusión que se produce en la sociedad, acerca de qué es lo que hace
exactamente el Diseño Industrial.” (Donoso, 2016, p. 345).
Se puede decir, que el diseño industrial se reconoce más por su práctica (situaciones
de éxito, exposiciones, concursos, entre otros eventos de corte promocional), que por
una estructura teórica que respalde todos sus supuestos. “En cualquier caso los
efectos se traducen en una baja validación social y poca credibilidad profesional”
(Donoso, 2016, p. 346)
Esto dificulta el establecimiento de una identidad laboral, dígase para este texto, de
un espacio propio y distinguible de otras profesiones dentro de la cultura laboral de
una empresa, que involucra responsabilidades soportadas por una preparación
académica especializada.
Esta situación impide que las empresas conozcan siquiera el Diseño Industrial y
menos aún que lo visualicen e implementen como un elemento clave en sus
estrategias corporativas, las cuales, en muchos casos, deciden dar prioridad a
competir por calidad y precio y no en los valores corporativos como la marca o la
innovación. (Villaseñor Zuñiga, 2014, p. 44).
Por ejemplo, el término “objeto” usado para describir el área de trabajo de los
diseñadores industriales en obras como Cómo nacen los objetos (Munari, 1983) y El
diseño industrial y su estética (Dorfles, 1968), no es mencionado en obras tan
importantes como Diseñar para el mundo real, ecología humana y cambio social
(Papanek, 1977) quien decide usar el término utensilio, ni tampoco en Artefacto y
proyecto (Bonsiepe, 1975). La WDO tampoco reconoce este término. Esta situación
revela que no se ha terminado de formalizar el lenguaje de los diseñadores, esta
inconsistencia en la terminología limita la capacidad de conectar el conocimiento
dentro y fuera de la disciplina, pues no se llegan a acuerdos.
El éxito del diseño reside en su capacidad para aportar valor a las ideas. Sin diseño
no hay presentación para los productos y éstos pasan desapercibidos.
Hoy en día el diseño industrial sirve como un espacio en el cual el objetivo primordial
es la creación de elementos que se utilicen a nivel cotidiano en diferentes esferas de
la vida diaria, a los cuales puede o no agregárseles un valor estético o de belleza de
acuerdo a los intereses del creador o diseñador.
El diseño no debería ser visto como algo temporal. Todos deberíamos experimentar
una sensación de angustia si un objeto se rompe o si una parte se desgasta, y tratar
de salvarlo por todos los medios.
6. Conclusión
El diseño tiene que adaptarse constantemente a los escenarios de cada época, a los
principales rasgos de la cultura y la sociedad desde un momento determinado y que, por
ese motivo, tiene que preguntarse cuál es el papel que debe desarrollar en cada contexto
nuevo.
Con este objetivo, hemos hecho un recorrido que nos ha llevado a considerar qué papel
tiene el diseño en la sociedad de consumo y a entenderlo como parte de un diálogo
enmarcado en unas prácticas de consumo cargadas de una fuerte dimensión simbólica y
orientadas hacia la construcción de significado.
7. Bibliografías
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