Dios Siempre Contesta. Sí, No o Espera.
Dios Siempre Contesta. Sí, No o Espera.
Dios Siempre Contesta. Sí, No o Espera.
Pasaje devocional:
Dios siempre contesta Salmos 66:16-20
OBJETIVO: Aprendamos a valorar la respuesta de Dios, cualquiera que esta sea, en lugar de
frustrarnos y/o decepcionarnos de Él; Su voluntad es conveniente.
INTRODUCCIÓN
Dos jóvenes conversaban respecto a la respuesta de Dios a sus oraciones individuales. Uno de ellos
dijo: “a mí Dios no siempre me responde”. El otro, sabiamente, respondió: “a mí Dios siempre me
responde, solo que a veces me dice que sí, y a veces me dice que no”.
¿Será que Dios en verdad no siempre responde? ¿O será, más bien, que no siempre
responde de acuerdo a nuestro criterio de lo que es ‘bueno’, o por lo menos lo deseado?
DESARROLLO
Son tres las respuestas generales que hallamos en las Sagradas Escrituras respecto a nuestras
oraciones: sí, no y espera. Veamos algunos ejemplos y aprendamos lecciones varias del obrar de
Dios a través de Su agraciada escucha.
I. Sí
A. “Si tan solo tocare el borde de Su manto…” (Mc. 5:25-34)
Resalta la inmediatez de la respuesta afirmativa de Dios, sobre todo en el ministerio
terrenal del Señor Jesús, mas no es exclusiva de un período de tiempo, sino que
abarca la totalidad del tiempo de Su gracia.
En su reporte de guerra, el evangelista San Marcos narra que mientras
Jesús iba a resucitar a la hija de Jairo, ocurrió otro inesperado milagro: una mujer
impura religiosamente, se acercó al Maestro con el deseo de ser sanada de un
azote que se había prolongado por ya 12 años. Su historial estaba manchado de
desprecios, señalamientos, lejanía del Templo y de la sociedad. Había padecido en
manos de médicos que no lograron curarla, sino solo desfalcar sus arcas. Su vida
iba en picada, cada vez le iba peor.
Aprendemos que esta mujer anónima su determinación para buscar a Jesús
cuando oyó hablar de Él. No vaciló. Se sabía indigna, pero necesitada. Su fe llegó al
grado de acercarse a Jesús creyendo que un toque de Su manto bastaría para ser
salvada de su triste condición.
El milagro ocurrió “en seguida” (v. 29). Su clamor silencioso, al parecer no
oído por el Jesús humano que escuchaba la algarabía de la multitud, fue oído en los
mismos cielos, el Jesús divino le atendió de inmediato. El cielo tomó nota de su
necesidad y fue enviada respuesta puntual: “Y en seguida la fuente de su sangre se
secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote”.
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San Pablo, por su parte, reconoció su debilidad a la vez que el poder de Dios y se sintió
orgulloso de los ‘no’ de Dios como oportunidades para que Su nombre se glorificará en él y
su fe se perfeccionará en dependencia al Dios que le preservaría hasta el final de sus días.
III. Espera, insiste
Cuando Dios administra esta respuesta a Sus hijos, normalmente quiere cambiar su
percepción o inclusive hasta su petición. Muchas veces anhelamos que Dios cumpla nuestra
oración tal y como la elevamos a Su trono, pero en el tiempo de espera entendemos que
esa no es Su voluntad. Otras veces queremos que Dios modifique nuestras circunstancias,
cuando Dios lo que quiere es transformar nuestro corazón.
A. “Dios, no entiendo lo que leí en Tu palabra” (Dn. 9:1-4)
Leemos al profeta Daniel, de su propia narración, que al leer los escritos del profeta
Jeremías, se preocupó respecto a los setenta años dentro de los cuales Jerusalén
quedaría arrasada. Esto lo llevó a orar con señales de tristeza y arrepentimiento
(cilicio y ceniza). En esta ocasión, Dios respondió inmediatamente a Su siervo
cuando “aún estaba hablando y orando, y confesando [su] pecado y el pecado de
[su] pueblo Israel” (v. 20); y vuelve a reiterar en el versículo 21: “aún estaba
hablando en oración”, cuando la respuesta de Dios vino a través de un ángel,
Gabriel, quien le hizo entender, prodigándole de entendimiento del Dios sabio.
Dos años después, el mismo profeta, ahora junto al río Tigris, recibió una
visión así como palabra profética de parte del Señor. Aunque al comienzo de la
anécdota no se dice que Daniel haya orado, el ángel que vino dijo que fue enviado
“a causa de [sus] palabras” (10:12). El profeta estaba dispuesto a entender lo que
Dios le habría de hacer saber.
Tuvieron que pasar tres semanas. Desde ese momento en que Daniel el
profeta oró al Señor, el Dios del cielo escuchó su voz. Mas no fue sino al cabo de
veintiún días que llegó a donde estaba Daniel el mensajero del Señor. Por cierto, fue
por una interferencia demoniaca que no llegaba la respuesta, pero del Señor es la
victoria siempre, y el arcángel Miguel venció al príncipe de Grecia y Persia.
¿Qué hizo Daniel mientras llegaba la respuesta? Durante aquel tiempo de
espera ayunó (v. 3), dispuso su corazón a la respuesta divina y se humilló delante
del Dios que revela los misterios escondidos y los secretos muy guardados (v. 12).
Cuántas veces al no comprender la palabra de Dios, ni siquiera nos
afligimos por no entender al Señor, mas livianamente nos seguimos de largo. No
disponemos nuestro corazón. No investigamos. No consultamos con nuestros
superiores. El Señor ha prometido “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré
cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jer. 33:3), y Él es fiel para cumplir Sus
valiosas promesas.
B. “Señor, ten misericordia de mi hija” (Mc. 7:24-30)
Las respuestas ‘postergadas’ de Dios parecen ser pruebas que nos hace acerca de
nuestra fe, paciencia y esperanza. Estas virtudes se afirman o se desvanecen en la
espera de Sus respuestas.
Mientras el Maestro transitaba las regiones fenicias de Tiro (actual Líbano),
fuera de la tierra de Israel, fue descubierto por una mujer cuya hija estaba posesa
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CONCLUSIÓN
Dios no solo asegura escucharnos, que ya esto es bastante gracia, pues quién somos nosotros para
que el Dios Santo, el Alto y Sublime, se digne escuchar la plegaria de simples mortales
insignificantes e intrascendentes; sin embargo, nos promete contestarnos:
Si has desistido, amado hermano, de dirigirte al Creador en oración, sea porque una
respuesta antigua te decepciono, porque no cumplió tus bajas expectativas; si te has cansado de
insistir, sin —aparentemente— ver resultados; si tus planes se vieron frustrados porque Dios quiso
darles otro rumbo… por lo que sea, retoma el baluarte de la oración y escóndete en el Dios viviente
que te ve, te escucha y te responderá.
Decide tomar Sus respuestas con acción de gracias y regocijo sabiendo que Dios no hará
nada que dañe Su propósito para nosotros, al contrario, encaminará todo para el bien de Sus planes
eternos en nuestra vida.