Introducción A La Espiritualidad
Introducción A La Espiritualidad
Introducción A La Espiritualidad
Pbro. Andrés
Esta naturaleza humana está en el orden de la creación tal cual el hombre y la mujer han
sido creados por Dios y por lo tanto tiene una estructura natural, un dinamismo de vida
que procede de su condición natural, creado a imagen y semejanza de Dios el hombre es
compuesto de cuerpo y alma espiritual en una unidad sustancial que va desarrollando a lo
largo de su vida: la potencialidad de la esencia humana en su personalidad, en su persona
de modo concreto, de modo único, de modo singular, en la historia, el tiempo, en el
descubrimiento de su propio ser y también en el ejercicio de la libertad, en el que la
persona se se va descubriendo en el tiempo y también va auto determinándose con sus
actos y con sus decisiones.
Hemos dicho que estas esta realidad de humana por un lado tiene unas facultades en el
alma que son espirituales y que son inteligencia voluntad, San Agustín incluía la memoria
los mismo san Juan de la cruz aunque no le da la memoria el mismo status que la
inteligencia de la voluntad pero la integra dentro de las facultades espirituales.
Están también las facultades del orden del conocimiento y que procede de los sentidos,
del conocimiento sensible, de la percepción y por lo tanto la imaginación, la fantasía la
memoria, justamente que tiene un daño espiritual desde luego porque todas las facultades
sensibles en el hombre pues tienen una enfermedad, están siendo iluminadas por la por la
luz de la del entendimiento de la razón natural.
Junto con estas facultades del conocimiento sensible o potencialidades del alma están
también las potencialidades afectivas o de los apetitos de la sensibilidad, pues que están
estructurados en en el esquema también clásico de apetito concupiscible apetito irascible,
como tendencias y también fuerzas que mueven al hombre hacia los bienes arduos y hacia
los bienes también placenteros o deleitables.
Estas potencias del alma conviven en el dinamismo de la vida psíquica con la voluntad
que esto es apetito digamos espiritual e intelectual que sigue los bienes no sólo por su
carácter deleitable placentero sensible sino por su mismo carácter de bien.
Dentro de la vida psíquica aparece toda esta toda esta dinámica interior que también se
va alejando de los datos de la sensibilidad en los que aparecen pues cada vez más actos
como efectos que tienen una causa que están siendo realizados pues al menos en el
concurso directo de las de de la corporeidad o de la materia de nuestro cuerpo, como son
los actos del conocimiento vamos a decir intelectual en sentido estricto y la presión de las
de los conceptos de las ideas el razonamiento los juicios pero también la consideración
de las mismas pues del ser de las cosas y también los actos propios de la voluntad, que
aspiran al bien que buscan el bien que tiene una ciudad bien pues son se alejan de la
estructura vamos a decir sensible y que está siempre referida a lo singular a lo concreto y
empiezan a manifestar una estructura que alcanza no sólo los sensibles sino el ser de las
cosas en un sentido más amplio, en un sentido universal, en un sentido más global menos
restrictivo a las condiciones materiales tanto de su propio conocimiento como de sus
propios y actos que con los que se empieza a inclinar pues a bienes intangibles que ya no
ya no se corresponde solamente a la estructura, digamos por ejemplo concupiscible, sino
se corresponde a una estructura propiamente espiritual, como podemos decir de las
virtudes de su sentido religioso, el bien, la justicia, el amor, inclusive la belleza en su
aspecto más global no solamente en su aspecto estético, sino también en su aspecto
metafísico y todo ese dinamismo interior de la vida psíquica es parte del movimiento
espiritual del alma constante en la historia de la vida va desarrollandose sobre todo a
través del proceso del descubrimiento de la propia identidad, de sus propias elecciones,
se va determinando a sí mismo en relación a sus decisiones en relación también al
conocimiento que tiene de sí mismo que tiene del ser de la realidad del otro, de los otros,
de la comunidad, de sus propias capacidades, de sus propias cualidades, de Dios y
empieza a ejercer una libertad que lo va cambiando, que lo va transformando.
Esto es una síntesis de la metafísica de la persona humana tanto en sus aspectos objetivos
como sus aspectos subjetivos, objetivos ya que la persona tiene una realidad objetiva y
clara, pero también tiene una realidad subjetiva que esto es todo este dinamismo en el que
el hombre está cconsientede si mismo, de sus propios actos, de su propia vida, de su propia
vida psíquica y también del ser, del mundo y del ser de los demás.
Esta estructura entonces de la persona humana está en el orden de la creación y tiene sello
de la imagen y semejanza de Dios especialmente en la vida del Espíritu, en la vida del
Espíritu hay una huella que es indeleble que hace que la que la persona humana sea
realmente semejante a Dios, porque Dios es Espíritu, especialmente Dios en su misterio-
Trinidad tiene esta vida inmanente en la Trinidad en la que Dios, según el esquema de
San Agustín: Dios se conoce a sí mismo, se descubre a si mismo perfectamente en su
Verbo y engendrando entonces su Verbo expira el Espíritu como un acto siempre
realizado, un acto puro: espirando el amor hacia du Verbo, hacia su Hijo; se entablecen
así las relaciones de la Trinidad qu constituyen lo propio de las personas divinas: el Padre
que engendra y espira al Hijo, el Hijo que es engendrado y que espira junto con el Padre
y el Espírtu que es espirado y estas relaicones en laTrinifad guardan una cierta semenjanza
con la estructura de la persona humana, en cuento a que el hombre tiene esta capacidad
de tener una vida espiritual imanente en la que su propio conocimiento procede de él
como de un principio intrínseco y de su propio conocimiento tambien brota el afecto, el
amor.
Este sello Trinitario que esta en el alma, San Agustín los vislumbra entre los Padres de la
Iglesia y Santo Tomas tambien va a decir la diferencia en la creación en orden general
que tiene la huella del creador y tambien la persona humana que tiene la imagen y
semejanza del creador reside que “en el ente de todos los seres creados, seres finitos, hay
una huella del ser eterno, por cuanto a que todos los seres crados, tienen un ser especifico,
una esencia y tienen una finalidad de bondad”. Y entonces dice todo lo que es creado todo
ser finito y todo ente finito tiene una esencia que determina su modo de ser, tiene un ser
que lo sostiene y tiene una propia finalidad, una bondad específica, por cuanto toda la
realidad cada cosa que ves que tiene una esencia, guarda una huella con el Verbo, porque
el Verbo es luz, porque el Verbo es verdad, porque el Verbo es la verdad que en la
Trinidad el Padre engendra conociéndose a sí mismo y por lo tanto en la medida del ser,
cada cosa tiene su propia forma y tener su propia forma también implica su propia verdad
con la que es constituido en el orden del ser y esto guarda relación con el gobierno, en
cuanto a que tiene una finalidad y no está acabado hay un movimiento hacia el propio
bien y ese movimiento es un movimiento que guarda una huella con el Espíritu Santo por
porque todo el movimiento así el bien implica digamos una cierta fuerza amorosa y en
cuanto que tiene el ser, que es el principio que sostiene todo, guarda la huella del Padre.
Entonces Santo Tomás dice toda la creación, todos los entes tienen la huella de Dios y no
solamente de Dios como es un creador, sino inclusive de Dios que ha creado el Padre por
medio de su Verbo a través del Espíritu Santo, pero el alma humana no solamente tiene
la huella sino tiene la imagen y la semejanza por cuanto que, además de tener esta
estructura que es común a todo el ente, tiene en su propia alma este dinamismo espiritual
qué es el en experimentado por la persona digamos en su propia inmanencia que lo que
lo relaciona con el mundo, desde luego no es una inmanencia clausurada, pero nos damos
cuenta que conocemos y que amamos, y en ese darnos cuenta que somos, que conocemos
y amamos tenemos una semejanza con la vida de la Trinidad, con la vida de Dios que en
la Trinidad está conociendo y que está amando y que está haciendo en onmipotencia y no
sólo eso sino que estas facultades específicas no están siendo agotadas por ninguno de los
entes finitos, ni el conocimiento ni la voluntad por más que estén dispuestos para conocer
la verdad y para aprender el ser de los seres finitos y para amarlo, ninguno de ellos agota
sus posibilidades su potencialidad sino que está abierto a conocer la totalidad del ser y
amar digamos la verdad en sí misma y aunque puede amar ciertos bienes también tiene
una apertura que hacia el bien en sí mismo; es decir, estas facultades no están siendo
agotadas, ni acabadas, ni extinguidas por los actos que los refieren a las criaturas sino que
aunque realizan actos propios y verdaderos y específicos siempre se quedan con la
capacidad de conocer más y de amar más y en términos globales no sólo más bienes
particulares o verdades concretas o particulares sino en el bien en sí mismo, la verdad en
sí misma, y esto quiere decir que hay una estructura en las facultades espirituales del alma
que es una estructura, vamos a decirle así metafísicamente, abierta a la trascendencia de
de Dios como el ser en sí mismo que posee toda la perfección, la bondad, la grandeza, la
verdad y por lo tanto aparece lo que el Catecismo de la Iglesia Católica le llama y el
hombre con capacidad de Dios, capax dei, no sólo como hombre religioso, con un sentido
que descubre en su propia experiencia, en su búsqueda la necesidad de Dios y también la
la existencia de Dios por medio de su razonamiento, por medio de los entes finitos, por
medio de la introspección su propia persona, digamos las pruebas que son propias del
objetivo y también la del mundo subjetivo, en términos de Santo Tomás y San Anselmo
de San Agustín, sino que al poder desplegar esta fuerza para conocer la existencia de
Dios, en sus atributos se manifiesta que el hombre está hecho para Dios y que en su
corazón también hay un deseo un deseo del bien infinito, un deseo que no sacian las
criaturas, en términos de San Agustín, que lo explicó tan magistralmente.
La realidad de la naturaleza humana, así como tiene estas grandezas también tiene su
propia herida causa del pecado, su propia fragilidad, su propio daño y el pecado pues ha
oscurecido un tanto la luz natural de la razón, por lo cual entrar en ese camino religioso
de trascendencia exige un gran esfuerzo y no sin muchos errores para llegar a formular
aquellas verdades que si bien son son posibles formularlas por la razón natural como
enseña por ejemplo, solemnemente la Constitución Dei Filios del Vaticano I, requiere
inclusive para esas verdades el auxilio de la gracia a causa de su condición frágil y
debilitada por el pecado y lo mismo para la elección del bien y para la búsqueda del bien,
hay una ruptura en el hombre por causa del pecado que han generado una pérdida de la
armonía dentro de la estructura de la personas humana; no solamente se perdió la gracia
con la que el hombre fue creado, la justicia original, como llamábamos teología, sino que
además de eso hubo un cierto daño en los bienes de naturaleza, no en sentido absoluto
como pensaría Lutero que este daño ya ha degenerado la naturaleza al punto de que queda
totalmente corrupta sino que pues ha quedado debilitada a sí misma en su inclinación
hacia el bien, debilitada en sí misma en su inclinación a la virtud, de su capacidad de
conocer la verdad, sometida también a la condición de oscuridad en el sentido de que fue
privado de la ciencia infusa que también era parte de justicia original, del don de la
inmortalidad, la impasibilidad, pero sobre todo se ha roto la integridad en el hombre,
integridad que expresa armonía entre su voluntad y sus pasiones entre su vida superior y
su vida inferior y entre su voluntad la voluntad de Dios y entre el corazón del hombre y
del corazón de su prójimo, generando esa expresión de San Juan que le llama la triple
concupiscencia y que es parte de la condición humana de la dureza del corazón que ha
surgido a causa del pecado en la naturaleza del hombre
Entonces, esta vida sobrenatural, genera en el hombre un organismo, es decir, una forma
en la que la vida divina se organiza en la estructura de la persona humana para llevar a
cabo una obra conjunta, una obra armónica, una obra bella, una obra perfecta, una vida,
una vida espiritual; y por otro lado, la gracia que está desarrollando esta vida y
desplegandola, que está recreando al hombre, le llamamos gracia creada, por qué esta
digámoslo así, modificando nuestra naturaleza, sin anularlas, sin negarla, sin destruirla,
sino sino al al mismo tiempo reparandola, regenerándola y al mismo tiempo elevándola
y perfeccionándola; esa es una obra, vamos a decirlo así, de una nueva creación en la
naturaleza humana que Dios está creando algo nuevo, pero no está creando algo nuevo en
el mismo sentido que cuando creó al hombre en el orden natural, está creando un hombre
divinizado, esa es la diferencia, está creando algo nuevo porque está revistiendo al hombre
de una fuerza divina que lo hace deiforme, en términos generales, en términos específicos
vamos a ver cómo lo va realizando, lo va haciendo deiforme, como dice que San
Buenaventura, pero al mismo tiempo que lo va haciendo deiforme lo va transformando,
Dios habita en el alma del justo que ha sido justificado y que vive en la gracia tiene una
presencia específica de Dios de la santísima Trinidad que hace que verdaderamente el
Padre el Hijo y el Espíritu Santo habite en el alma del fiel que ha sido justificado, y vive
Dios en en el alma comunicándose a sí mismo al alma, esta es, por asi decirlo, la expresión
clásica de gracia increada, “Dios está en el alma, comunicándose a sí mismo entregando
su propia vida”, podemos entenderlo en términos por ejemplo de Santa Isabel de la
Trinidad y tantos otros Santos que han tenido estas experiencias tan profundas en las que
podemos pensar el Padre está en el alma y sosteniendo toda la vida divina que hay en ella
y con misión divina enviando a su Verbo a la misma alma para iluminarla y hacerla
semejante a Él, esto es algo muy muy grande la verdad y poco lo sabemos, es lo que
desconocemos, pero fíjense, “el Padre está en el alma del justo enviando a su Verbo para
que su Verbo se comunique al alma, a Cristo al Hijo de Dios y transforme al alma en sus
facultades superiores en semejanza de su Verbo, y como su Verbo es sabiduría, entonces
la transformación del alma en la sabiduría divina corresponde a la comunicación que el
Padre hace de su Verbo al alma, y está el Padre también expirando su Espíritu que es
amor, que es el amor divino entre el Padre el Hijo al alma, de modo que, el alma
transformada por la caridad que se derrama en ella, recibe también la imagen del Espíritu
Santo en su propia vida espiritual su propia vida interior. Esto que el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo realizan en el alma, es una presencia activa, una presencia transformativa
el Padre el Hijo y el Espíritu Santo habita en nuestra alma, no permaneciendo en ocio, no
permaneciendo inactivos, sino todo lo contrario, el mismo Jesús dice: mi Padre siempre
trabaja y yo también, entonces, si nosotros confesamos por fe este misterio de
inhabilitación trinitaria que se realiza propiamente por la operación del Espíritu Santo en
el alma que se va realizando toda esta adecuación de nuestra a la vida divina, si nosotros
compensamos esto, pues debemos de darnos cuenta que la Trinidad nunca está ociosa,
vamos a decirlo así, si aplicamos los conceptos metafísicos, si nosotros pensamos Dios
es acto puro, todo lo contrario entonces de cualquier pasibilidad, Él está siempre
moviendo todo sin moverse a sí mismo porque Él está en absoluta perfección; y fíjense
la figura que utiliza inclusive Aristóteles y también este Santo Tomás utiliza para expresar
esto dice como el Sol siempre está ardiendo y siempre está calentando y siempre está
iluminando sin moverse, así la Trinidad que habita, inhabita en el corazón del justo no
deja de calentar, no deja de iluminar; es una una alegoría pero es muy adecuada porque
es parte de nuestra experiencia humana y también refleja la sacramentalidad de la creación
porque Dios no deja de iluminar, pero su luz, no deja de calentar y su fuego que es la
caridad, es su Espíritu, el amor increado, el amor personal de Dios; entonces esta acción
nueva de Dios en el alma por la que Dios se comunica al alma, realiza y despliega una
potencialidad transformativa y divinizadora del alma, que empieza en la esencia del alma
y en la esencia del alma nosotros ubicamos lo que llamamos la gracia santificante con
todo lo que es la gracia habitual, no es solamente un chispazo de gracia, o vamos a decirlo
así, es habitual, es decir que está actuando siempr y disponiendo siempre la esencia del
alma para la vida divina. Esta gracia que Dios despliega en el alma no es una gracia por
asi decirlo, sustancial; no es sustancial porque por esta transformación divina nosotros no
pasamos a formar parte de la sustancia de Dios, si no conservamos nuestra sustancia como
personas, sino que recibimos algo añadido a nuestra sustancia, pero algo añadido que es
divino, algo divino que es deiforme; por eso la teología sistemática, el mismo Santo
Tomas, el Concilio de Trento pues dirá que, “esta es la gracia como una cualidad
sobrenatural que despliega una fuerza transformativa en el alma, la gracia santificante”,
y si es cualidad es porque la modifica, modifica la naturaleza, eso es lo propio del
accidente-cualidad, pero al mismo tiempo la es habitual porque la dispone también para
desplegar sus potencialidades de un modo nuevo, y por lo tanto tiene la categoría de
accidental, pero aquí hay que ser finos, porque la gente que no ha estudiado bien la
metafísica piensa que el accidente es algo superfluo a la sustancia y no es para nada
superfluo sustancia, porque el accidente modifica la sustancia, perfecciona a la sustancia,
determina a la sustancia; entonces, decir que es algo accidental no quiere decir que es
algo sin importancia, todas nuestros rasgos propios de nuestra singularidad en la
personalidad que nos hacen ser Padre Andrés o cada uno de ustedes, estos huesos, esta
carne en relación a la esencia humana son accidentales, pero son lo constitutivo
determinativo de mi propia personalidad, y por lo tanto, no pueden ser tenidos como algo
superfluo sino al contrario, es lo que define mi ser, no en el orden de la esencia, es del
orden del quid, ¿qué cosa soy? soy hombre, participo de esta esencia de esta naturaleza
humana como cada uno de ustedes, pero participó de un modo único y ese modo único
en el que se realiza la existencia de la esencia humana en mí, no es para nada superfluo,
es todo lo contrario es es lo es lo específico, lo único, lo irrepetible, que me hace ser quien
soy, y por lo tanto ya no se responde sola pregunta del quid, del qué, si no a la pregunta
del quis, él quien, él quien en términos metafísicos estrictamente no se resuelve con la
pregunta sobre la esencialidad, y esto es algo que el personalismo contemporáneo cuesta
trabajo entender por que el personalismo contemporáneo siempre le ha parecido que
sustancializar a la persona a la esencia y dejar lo propio de la personalidad humana en lo
accidental es restarle valor a la persona, pero no se trata de restarle valor a la persona sino
simplemente de expresar que son modos de ser en los que lo propio de la persona, lo
inefable, lo intangible, el rostro el nombre la historia de vida, la persona su dignidad su
realización concreta, pues desarrollan los modos de ser concretos de una esencialidad
común que tenemos como personas que llamamos naturaleza humana y que si alguno está
negado a la ontología o la metafísica podría llamarle su condición humana que finalmente
es innegables como punto de partida de realización de la personalidad.
Pero es un hecho entonces que, lo más rico, lo más valioso, lo más grande de nuestra
persona no está solo en esa consideración de la esencia sino más bien la consideración
del quién soy, y esta gracia santificante está en ese orden en ese orden inefable, en ese
orden del singular del yo, de mi rostro, de mi nombre, del nombre nuevo que me está
dando Dios; en términos metafísicos le llamamos accidental, sí, pero les estoy dando todo
este contexto para que no pensemos que por ser accidental es algo superfluo o que no
tiene valor, no, todo lo contrario, me va a dar la nota más profunda más alta más perfecta
de quién soy en el orden de la vida humana y de la vida divina que estoy recibiendo.
VIRTUDES INFUSAS
Entonces y junto con la la gracia santificante que Dios infunde la esencia del alma Dios
infunde virtudes y buscas en las potencias del alma, y estas virtudes infusas pues que son
propias, digamos en términos comunes de nuestra naturaleza, a las virtudes adquiridas en
el orden de la gracia se vuelven infusas y no porque no se adquieran por no se adquieran
por el trabajo, por la repetición, sino porque se adquieren también de esa manera pero
siempre por medio de la de la acción de la gracia que va superando aquella dificultad que
el pecado original generó por la cual el hombre se ve inclinado hacia el mal y se le ve
dificultada su elección del bien. Entonces, lo primero que empieza a hacer aquí la gracia
es regenerar esas disposiciones que están mal dispuestas en el hombre, en su corazón
hacia el mal porque lo inclina hacia el mal y le dificultan la elección del bien la la la
perseverancia en el bien y la vida virtuosa; y cómo se genera estas nuevas disposiciones,
por medio de las virtudes infusas.
Tenemos más de cincuenta virtudes infusas que están en los libros de teología moral,
tecnología espiritual, podríamos hablar de ellas para ver qué es lo que hace cada una de
ellas pero son parte del organismo sobrenatural de la gracia que despliega una fuerza
reparadora en las potencias modificándolas con estos hábitos imperativos, que son
virtudes infusas para disponerlas hacer bien y para que evite el hombre el mal con mayor
facilidad y así tenemos en el apetito irascible la virtud de la fortaleza, en el apetito
concupiscible la virtud de la templanza, en el apetito intelectual que es la voluntad la
virtud de la justicia que regula sus relaciones con el prójimo y la virtud de la prudencia
que regula su en su elección del bien conocido y la prudencia también desplegando una
fuerza no solamente el apetito intelectivo sino también en el entendimiento, porque la
prudencia es la virtud que abarca estas dos facultades.
VIRTUDES MORALES
Ahora bien, estas son las que nosotros llamamos virtudes morales y contienen muchas
otras, ya no voy a explicar todo el discurso todo el esquema completo, pero que a su vez
están siendo sostenidas por unas virtudes más altas, más elevadas, más perfectas que
nosotros llamamos teologales; ¿porque son teologales? porque tienen a Dios por Fin por
fin, no son teologales porque tengan a Dios como origen o como principio porque si
fueran teologales por tener a Dios como principio, pues también la fortaleza en cuanto
que es infusa porque hay virtud de impulso de fortaleza puede que sería teologal o la
templanza o la justicia o la prudencia porque todas las virtudes morales desde un punto
de vista de la ética, un general universal, son virtudes que pueden ser adquiridas pero en
términos del orden sobrenatural de la gracia para nosotros no son simplemente adquiridas,
sino siempre son adquiridas en relación a la vida eterna por medio de la gracia que por lo
tanto guardan relación con él donde Dios, por eso les llamamos virtudes infusas.
Entonces, estas virtudes teologales son divinas por el fin, porque tienen a Dios por fin,
toda virtud infusa tiene a Dios por principio, pero no tiene a Dios por fin solamente tiene
a Dios por fin la fe, la esperanza y la caridad.
La fe que perfecciona el entendimiento para mover al entendimiento a conocer a Dios y
ponerlo en unión con Dios, por la fe porque es un movimiento espiritual, nosotros
entendemos el movimiento en término local, porque es nuestra experiencia digamos más
concreta más sencilla y en términos locales el movimiento es pasar de un estatus ad quo,
a un estatus ad quem, yo estoy aquí y me voy para allá y cuando yo vaya allá digo que ya
alcancé mi objeto me moví de mi cuarto al templo para exponer el santísimo porque son
las 6:00 de la tarde tengo la hora santa y se trasladó, ese movimiento local, me hace
alcanzar mi fin que está allá; en términos espirituales también hay movimiento pero no
es un movimiento local, y lo que mueve nuestra alma para alcanzar a Dios como fin, esas
son virtudes teologales y nos ponen realmente en capacidad de aprehender a Dios como
fin de nuestro movimiento, así como si yo me voy allá al templo y tomó la custodia, ya
tome la custodia localmente, pues la fe toma a Dios por medio de la facultad del
entendimiento que está elevada a un orden divino para poder conocer a Dios conforme la
revelación misma de su misterio, conforme a lo que Dios ha revelado de sí mismo, con
aceptación de su auto comunicación y con la luz que proviene pues de la gracia.
Y como nuestro fin último, aquí voy introduciendo la idea del progreso espiritual es la
unión con Dios y la transformación, por su gracia, por su amor en que se realiza
justamente por el amor porque es propio del amor unir, entonces toda la perfección
cristiana está en orden de nuestra relación con Dios que es Santo y nuestra relación con
Dios que es Santo nos santifica en la medida en que nos unimos a él por el grado de
caridad que nuestro corazón es capaz de desarrollar y de recibir de Dios como un don.
Entonces la perfección, si ustedes recuerdan clases de metafísica, hay una definición así:
perfección es un cierto acabamiento en el orden del ser, el hombre se acaba, se consuma,
en las potencialidades de su esencia, no en las criaturas que no pueden agotar su, vamos
a decir así su apertura a la trascendencia a lo divino, sino que se acaba, se perfecciona se
consuma solo en Dios y a Dios lo alcanzamos como para unirnos a él y ser consumados
acabados y perfeccionados solo por la caridad y entonces la caridad se vuelve la bisagra,
se vuelve el punto cumbre, el vértice de todo el edificio espiritual porque es lo que nos
une a Dios y nos transforma conforme a su amor; pero no no es la caridad sola, porque
siendo madre y reina de todas las virtudes exige y necesita la armonía de las demás
virtudes para que sea verdadera caridad, especialmente la virtud de la humildad sin la cual
nunca hay verdadera caridad, pero todas las virtudes morales sostienen ese despliegue de
la caridad, pero al mismo tiempo la caridad eleva todas las virtudes morales para que
tengan una fuerza también divina, unificadores y santificadora; porque yo puedo ser, si
hablamos de la virtud de la templanza, por ejemplo dentro de la virtud de la templanza
están las como virtudes subordinadas o partes integrales está abierto por ejemplo, a la
sobriedad o por ejemplo a la abstinencia o por ejemplo la castidad; y entonces vamos a
pensar en la sobriedad, yo puedo ayunar con fines solamente médicos, requiero cierta
disciplina, cierta virtud, sí, ¿pero esa virtud me es suficiente para unirme a Dios? No, es
una disciplina simplemente, si quiero una disciplina ascetica nada más, pero no tiene
capacidad de unirme a Dios un ayuno por sí mismo, no lo tiene, los monjes budistas hacen
ayuno, hasta los santeros hacen ayunos, pero no les da el ayuno la posibilidad de unirse a
Dios, porque el medio próximo y real, el único capacitado para unirnos a Dios, es la virtud
teologal, es la fe, digamos que establece como el camino y la caridad que es como la pinza
por la cual nos unimos a Dios; aquí viene la la grandeza de esta virtud de la caridad, que
una vez que aparece permea su luz, su fuego, en todo el organismo sobrenatural de la
gracia para que todo lo que haya en él, llegue a estar sostenido por su por su grandeza;
entonces, si yo ayuno por amor a Dios, mi ayuno sí que me une a Dios, pero no me une
por el ayuno en sí mismo, sino me une por el amor del que está revestido, porque la
caridad me hace capaz de unirme a Dios por el amor, y entonces ahí está el orden de la
perfección cristiana. La perfección cristiana no está en ayunar mucho, en hacer penitencia,
sacrificios, no, está en amar a Dios sobre todas las cosas con todo el corazón, con todo el
alma, con todas las fuerzas y en la medida en que estos ayunos me disponen para amarlo
me sono útiles pero no consiste en ellos en la perfección, y en la medida que estos ayunos
ya están revestidos del amor de Dios entonces son ejercicio de la perfección qué es el
amor a Dios, sin el amor de Dios, sin la caridad, nada tiene un valor vamos a decir es
estrictamente divinizante todavía, pero con la caridad todo adquiere ese valor divinizante,
esta es la gran enseñanza de santa Teresa del niño Jesús que en un momento de su vida al
final de su vida escribió “al final todo se reduce al amor, todo consiste en amar”; el Padre
Aroyo marín decía en sus predicaciones, que “todas las virtudes infusas son como la
plata”, tienen un valor si, pero es un valor en plata, la templanza es plata, las sobriedad,
plata, la paciencia es plata, sólo la calidad es oro y luego la caridad tiene esa capacidad
de que puede hacer oro todo lo que toca; entonces; si yo soy casto, yo puedo tener muchos
motivos para ser casto, piensen un hombre casado, puede tener muchos motivos para ser
casto, un sacerdote puede tener muchos motivos para ser casto, yo puedo ser al menos
abstinente para no meterme en problemas, puede ser un hombre casado abstinente porque
no me quiero meter en problemas, no quiero tener problemas en mi matrimonio, no quiero
meterme en broncas y por lo tanto soy abstinente, está claro que eso no es ser casto; ahora,
soy casto porque tengo conciencia de que eso es lo bueno, es lo bueno es ser casto,
entonces soy casto, ya no solo para no meterme en problemas sino porque es creo que es
algo bueno bueno, está bien esa manera de pensar sí, pero no es oro, eso es planta todavía,
ah, pero si yo soy casto por amor a Dios, mi castidad se hace oro y alcanza un estado de
perfección que no tenía por sí misma.
La verdad es que estas virtudes, sobre todo cuando se ejercitan de modo casi heroico
solamente es la caridad la que las va a sostener. A mí me gusta mucho ese ejemplo de
Santo Tomás, no sé si ya se los he predicado o se los he enseñado en el que aparece todo
este organismo sobrenatural de la gracia: Santo Tomás de aquino, que fue primero
benedictino y luego entró en la orden de predicadores y estando en la orden predicadores
su familia que tenía mucho dinero, mucho poder, quería que llegar a ser abad, y entonces
le hacen la guerra a su opción de ser un fraile mendicante, pues lo encierra en una torre y
en esa torre pues lo tientan de muchas maneras, le quitan sus libros, le dicen, este
santurrón mocho quiere estar rezando todo el día, quieres ser santito, cómo está eso de
que quieres ser pobre, y entonces empiezan a someterlo a diferentes tipos de pruebas hasta
que llega esa famosa prueba, que le llevan a una prostituta para que lo seduzca y Santo
Tomas resiste tomando un madero que estaba en una chimenea que tenía, con ese madero
hacia una cruz sobre su pared y se postra adelante de la cruz para resistir la tentación.
A mí me gusta mucho este este ejemplo porque digo, no era Santo Tomás todavía no era
fray Tomás, un muchacho de 18 años, piense usted, cómo está la hormona, el apetito, la
inclinación en un muchacho de 18 años, ese era fray Tomás, que cuando llegó esta mujer,
seguramente lo agitó en su cuerpo, en sus pasiones, en todo su ser, pues su naturaleza no
estaba consumado perfección todavía, pero tenía cierta castidad adquirida e infusa, sin la
cual, no hubiera podido resistir esta tentación, consumada en la perfección la castidad
pues no, todavía no, era un muchacho, pero tenía cierta castidad, pero al haber realizado
un acto intensísimo de castidad, su castidad adquirida infusa creció, creció de un modo
inmenso por medio de esa prueba, porque así es como se consolidan las virtudes o por
repetición de actos o por actos intensos, por eso a veces Dios nos somete a tantas pruebas
para arrancarnos los actos más intensos con los cuales nos va llevando a perfección y nos
va a purificar, nos va iluminando. Entonces qué pasa después de que esta mujer se va,
dice Santo Tomás que ve un Ángel descender y que lo ciñe con un símbolo de castidad,
y dice él que a partir de ese momento nunca volvió a experimentar el desorden egoísta de
las pasiones de la carne, no digo que dejó de sentir, pero ya no tenía ese desorden egoísta
es decir ese símbolo de castidad, es un símbolo de lo que es castidad infusa en sentido
absoluto, una gracia muy por encima de todo su esfuerzo y que lo sostiene también como
premio-mérito a su fidelidad; aquí es donde viene mi reflexión más importante, que Santo
Tomás tenía cierta castigada sí, pero tenía mucho más amor a Dios que castidad, la manera
en la que el vencer esta tentación pues, no es como un faquir que simplemente resiste, el
faquir resiste el dolor, en este caso él resiste una una pasión que lo está moviendo al placer
no entonces un faquir que está resistiendo el placer, digámoslo así, sino que resiste
tomando ese leño y haciendo una cruz en su en su pared, mirando la cruz de Cristo,
contemplando el misterio de su amor, recordando el amor que Cristo le ha tenido, es decir,
amando a Dios vence la tentación de la lujuria, entonces tuvo más caridad que castidad y
porque tuvo más caridad que castidad entonces su castidad es coronada por el oro de la
caridad, inclusive siendo elevado en este momento un estado de perfección su castidad
por la virtud infusa de la castidad.
Entonces, la caridad la necesitamos para acrecentar las virtudes, todas las virtudes para
realizarlas sobre todo en esos momentos en que necesitamos una acción cuasiheroica, es
la caridad la que vence todo, la que eleva las virtudes, la que sostiene todo y la que
transforma todas las virtudes de plata en oro.
Aún así, la fe, la esperanza y la caridad por más perfectas que sean, todavía son
insuficientes para una transformación digamos total, divinizante del alma, sobre todo en
el orden de su acción concreta, entonces Dios no le basta este auxilio en el organismo
sobrenatural de la gracia sino que va junto con este auxilio también entregando un modo
más divino de actuar y esos son los dones del Espíritu Santo.
Los dones del Espíritu Santo son gracias habituales que perfeccionan las facultades, las
potencias del alma sobre la base de las virtudes infusas y adquiridas para que éstas actúen
y se realicen sus actos ya no al modo humano aunque elevado por la virtud infusa, la
virtud teologal, pero ahora al modo divino estrictamente. Entonces las los dones del
Espíritu Santo son divinos por principio porque son infusos y por medio porque hacen
que se actúe al modo divino y no por fin porque por fin, solamente las virtudes teologales,
pero si por el modo del acto que produce porque es el Espíritu Santo el que actúa desde
la base de estas facultades elevadas perfeccionadas por las virtudes del Espíritu Santo que
actúa al modo divino al modo divino.
Entonces tenemos pues, los dones del Espíritu Santo, primer lugar del temor de Dios, de
la piedad y de la fortaleza que son, vamos a decir, los que están en el orden inferior:
primero el temor de Dios que perfecciona el apetito concupiscible que ya está
perfeccionado por la templanza pero que ahora va a sostenerse por una acción divina al
modo divino, en el que el alma no está dispuesta a perder el amor de Dios por nada y por
lo tanto es capaz de los actos más heroicos más elevados del templanza; y la fortaleza que
desde luego va a perfeccionar el apetito irascible sobre la base de la virtud de la fortaleza,
ya no es la fortaleza adquirida o infusa al modo humano que tiene un límite siempre
aunque venga de Dios, no es el hombre fuerte simplemente, es Dios Dios que se hace
fuerte en el hombre en el don de fortaleza; y luego tenemos el don de piedad que ya se
ubica en el corazón del hombre pero justamente en el orden de sus relaciones constitutivas
con el prójimo, con sus Padres, con sus hermanos, con esposa, con los Hijos, con la
sociedad, con los demás, con la comunidad y por lo tanto perfecciona su voluntad sobre
la base en la voluntad la virtud de la justicia, el don de piedad perfecciona la voluntad en
el orden de la justicia para que se le dé a cada uno lo que se le corresponde no solo en el
orden humano, sino en el orden y en el modo divino; y luego tenemos el don de consejo
que perfecciona tanto el entendimiento como la voluntad sobre la base de la virtud de la
prudencia, la prudencia que perfecciona las facultades para elegir con la recta razón el día
en que me es útil y conveniente, que me es necesario, en este momento, en este instante
en estas circunstancias. pero que todavía la virtud de la prudencia, utiliza pues la razón
natural aunque puede estar iluminada por la fe, sigue siendo la razón; en cambio, el don
de consejo ya no está movido por la razón humana aunque iluminada por la fe, si no es
por la ciencia divina, esto es una perfección infinitamente superior, porque la razón
humana iluminada por la fe todavía está sujeta a mucho error y todavía es muy falible
pero la ciencia divina es infalible, por eso el don de consejo dirige el obrar del hombre
justo en su grado más elevado y más perfecto conforme a lo que debe hacerse en el aquí
y ahora pero no conforme a mi consideración sino conforme realmente a la luz divina.
Luego tenemos estos dones que perfeccionan el entendimiento, los tres: ciencia,
entendimiento y sabiduría. Ciencia que perfección el entendimiento para que
comprendamos y podamos conocer toda la realidad especialmente todas las criaturas a la
luz de Dios y perfecciona entendimiento sobre la base de la fe, y por ejemplo nos da una
consideración de nosotros mismos adecuada conforme a la medida de Dios para
comprender nuestra contingencia, nuestra condición creatural y también nuestra
conciencia de pecado, esas experiencias de los Santos en las que se descubren y se ven a
sí mismos, conocimiento de sí mismo, con todo ese drama de pecado en su frialdad,
etcétera pues son experiencias de dónde de ciencia.
El don de entendimiento es respecto a las verdades de la fe, las verdades ya reveladas
pero ahora comunicadas no sólo por la aceptación de estas mismas verdades en la fe,
nuestro entendimiento, sino ahora el desde la mirada de Dios mismo las verdades de la fe
de los misterios divinos, de por ejemplo las realidades sobrenaturales. Y por último el
don de sabiduría, que perfecciona pues prácticamente todo, es la cumbre de todo en
nuestra vida diaria porque perfecciona el entendimiento proveyendo al alma de una
experiencia amorosa de Dios, de sus misterios, de su persona, del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo, de las cosas divinas y de todo lo demás; y por lo tanto, no solamente es
luz luz divina, sino es también amor divino no fuego divino que perfecciona al mismo
tiempo entendimiento y voluntad con la luz del Padre que es el Verbo y que desarrolla su
imagen en el alma por medio del don de sabiduría que el Espíritu Santo despliega y por
medio del amor elevado a este orden más perfecto que inclusive más asiste a la virtud de
la caridad para desplegar su fuerza en el corazón del hombre por este mismo don de
sabiduría; y por si fuera poco, ya tenemos un árbol grande de del organismo sobrenatural
de la gracia que ella tiene ramas, ya tiene frutos pues vienen los frutos del Espíritu Santo.
Ya no se puede explicar todo porque porque ya no hay tiempo, pero ustedes los conocen
son bondad, paciencia, magnanimidad, amabilidad, continencia, dominio de uno mismo,
bueno, los frutos del Espíritu Santo difieren de los dones porque no son gracias habituales
si no son gracias actuales, es decir, a Dios no sólo le basta dar las gracias habituales sino
también las gracias actuales en términos generales porque nos asiste concretamente en
cada momento de nuestra existencia para sostener nuestros actos, nuestras elecciones,
también aparecen estos frutos que son gracias actuales, que son divinas por cuanto son
infundidas por Dios y porque tienen un modo divino también y expresan la condición del
alma madura en la unión con Dios en el alma que ya está habituada a ser movida por el
Espíritu de Dios los frutos del Espíritu Santo.
LAS BIENAVENTURANZAS
Dice así la de colosenses, “no cesamos de orar y pedir por vosotros para que crezcáis
perfectamente en su voluntad colmados de sabiduría inteligencia que otorga el Espíritu,
llevaréis hacia una vida digna en el señor agradándole en todo, fructificando toda suerte
de buenas obras y creciendo en el conocimiento de Dios, el poder de Dios les hará fuertes
hasta el punto que seáis capaces de soportarlo todo con paciencia y entereza”; y así hay
muchas otras citas que podríamos mencionar.
Este progreso se hace un desarrollo orgánico vamos a decir, que tiene unas ciertas notas
comunes en el proceso de crecimiento y de desarrollo del organismo de la vida
sobrenatural que el mismo san Pablo las observó en sí mismo y que los Padres de la iglesia
especialmente los Padres del desierto empezaron a darse cuenta que así como el hombre
va creciendo y pasa de ser un recién nacido a un niño, luego un adolescente y un hombre
fuerte hasta que llega a esa plenitud de la madurez de Cristo que está expresada la
configuración del corazón de mente con Cristo y en la vida divina en El, que tiene como
expresiones en las bienaventuranzas en una forma de vida, vamos a decir, divina
evangélica, pues así también este organismo sobrenatural da gracia pasa por un proceso
de desarrollo, de crecimiento espiritual.
Y entonces ya tenemos por ejemplo en esta obra de san Juan climaco la escala espiritual
en el escalón número 26 cuando San Juan clímaco habla sobre más o menos el
discernimiento, él dice que no lo deben hacer del mismo modo los principiantes los
avanzados y los perfectos y estas categorías, son categorías que fueron desarrollándose
por la experiencia, por la praxis de los monjes primeramente que estaban corriendo
luchando, buscando su propia santificación y que se dan cuenta que fueron pasando por
esas etapas, una etapa de principiantes en donde había un énfasis más fuerte en la lucha
contra el pecado mortal, con la purificación la adquisición de las virtudes, una etapa de
avanzados en donde el trabajo ya no era tan externo en los actos y no era más fino en el
corazón, en el Espíritu, donde tuvieron que dedicarse a la ascética interior mientras que
en la primera fase era una ética más exterior, la penitencia, a los ayunos etcétera; en esta
segunda fase de los de los de avanzados el trabajo acético es más interior para ir
justamente configurando el corazón con el corazón de Cristo para ir trabajando lo más
fino de nuestra alma en nuestra vida interior y se van ya consolidando las virtudes y
empiezan a actuar los dones del Espíritu Santo esa es la etapa de los avanzados, hasta que
algunos de estos monjes como San Antonio, como tantos otros, llegaron al estado perfecto
y entonces se descubrieron como en el estado perfecto pues el alma estaba divinizada y
era movida ya prácticamente en todo por los dones del Espíritu Santo y entonces aquí
aparecen esas fases de la vida predominantemente ascética que está en el estado de los
principiantes y el inicio de los avanzados y la vida predominantemente mística.
Entonces este lenguaje pues, empezó a ser asumido por San Bernardo inclusive él si hace
su propia escala en el orden de la caridad, san Juan de la cruz hace su propia escala en el
orden de la caridad y al final de cuentas prevalece esta conciencia en el Magisterio de la
Iglesia es la caridad del orden del crecimiento del progreso, del desarrollo y de la
perfección cristiana, no la caridad es aislada de todo lo demás si no en esta armonía con
toda la vida del Espíritu que les he expuesto y pues, a partir del siglo XVI también la
mística carmelitana y muchas otras escuelas francesas, monásticas, etcétera, pues
empiezan a darle a estas etapas del desarrollo espiritual también otros nombres que son
los que van a prevalecer hasta el día de hoy un parte, en los en los manuales de teología
mística y ascética que son las famosas vías o edades de la vida interior.
Las vías entonces están consideradas como la vía purgativa que es lo propio de los
principiantes y es muy útil este título porque realmente resume o sintetiza lo que le
corresponde al principiante y cuáles son los medios que necesita: la oración especialmente
la mental, la frecuencia de los sacramentos, la práctica de la penitencia de la
reconciliación y el trabajo arduo y difícil de la virtud.
La vía iluminativa para los avanzados y entonces les corresponde consolidar virtudes que
ya han adquirido, empezar a tener una oración distinta más pasiva más cordial más
efectiva pero sobre todo empezar también ese proceso de purificación que nos va a llevar
a la contemplación infusa y finalmente la vía unitiva.
Se ponen como vías en el sentido de que se va caminando por la vía no por la edad cómo
se va transitando por los años no purgativa iluminativa y unitiva.