Predica de Sanidad
Predica de Sanidad
Predica de Sanidad
Todos me impresionan
porque son manifestaciones del poder del Señor pero uno especialmente me impactó. Se trataba
de una jovencita que perdió la audición porque sufrió una infección a los 8 meses de vida. Ya
había recibido un implante en un oído pero el Señor sanó el otro oído y su hermano pudo dar
testimonio del milagro. Como éste, hemos presenciado infinidad de milagros porque el Señor
desea sanarnos.
Jeremías 33:6 nos promete: He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les
revelaré abundancia de paz y de verdad.
Dios nos ha prometido la sanidad y Su promesa se cumple con Jesucristo en la cruz del Calvario. Su
voluntad de sanarnos es verdadera y me impresiona leer que Él mismo nos ha dado la medicina
como una revelación para que recibamos salud. Cierta vez, Mi mamá me contó que recién casada,
se sentía un poco molesta con su suegra porque se negaba a dejar que inyectara a mi hermano
mayor que estaba muy enfermo. Fue impactante saber sobre personas que se niegan a tomar
medicina aunque la Palabra nos dice que ésta es una revelación del Señor. Hace tiempo yo sufría
terribles dolores de cabeza y le pedía a mi vecina y amiga que me inyectara. La medicina me
aliviaba y en lugar de aguantar la migraña durante cinco horas, padecía solamente dos. Así que le
doy gracias a Dios por la medicina. Si conoces alguien que no cree en la medicina, ¡muéstrale
estos versículos! Incluso los médicos dicen que ellos hacen su parte con el conocimiento que han
adquirido pero hay momentos cuando lo único que queda es pedir a Dios que tenga misericordia
del enfermo. Es necesario creer en el Señor para que haga la obra.
Mateo 8:1-3 Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. Y he aquí vino un leproso
y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó,
diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció.
Le damos gracias al Señor porque hemos creído en Su poder que hace milagros de toda clase. Sus
manifestaciones de amor y misericordia son enormes. Imagina al leproso padeciendo esa
enfermedad inmunda y desagradable. Él se postró ante el Señor con humildad. Esa es la actitud
correcta.
Santiago 4:6 asegura: Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da
gracia a los humildes.
Nuestro Padre desecha al altivo. Así que debes presentarte ante Él con respeto, como una
persona necesitada que sabe de Su amor y deseo de ayudarnos. No puedes acercarte ante Su
presencia con arrogancia y prepotencia, como algunos que dicen: “Iré a la iglesia, a ver si
funciona”.
Además, acércate con plena certeza de que Él quiere sanarte, tal como dijo al leproso: “Sí quiero”.
Es lo mismo que te dice a ti: “Sí quiero sanarte, sí quiero que tengas salud y seas feliz”.
1 Pedro 2:24 nos recuerda: Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero,
para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis
sanados.
Nunca olvidemos que Él mismo padeció esto en la cruz del Calvario para poder darnos sanidad.
Isaías 53:4 afirma: Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y
nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
Hay dolores que se originan de problemas físicos y otros tienen su origen en el alma que también
afecta al cuerpo porque somos un “todo” conectado e integrado. La voluntad de Dios es que
seamos sanos del alma y del cuerpo. En el caso del leproso, Jesús lo sanó al instante. Abandónate
en las manos del Señor para que te de salud y restauración.
La Palabra que proclamas es poderosa. Recordemos el caso del profeta Elías con quien se
cumplieron tres palabras. La primera sobre el sustento que recibiría por obra del Señor, la segunda
sobre el poder que Dios le daba para que hiciera llover y también para detener la lluvia y la tercera
palabra que se cumplió fue la de la viuda que proclamó muerte sobre su hijo aunque luego fue
resucitado por el profeta. Nunca olvides el poder que tiene tu boca y lo que declaras con ella. No
seas como la viuda que tuvo miedo de creer que podía recibir bendición. El temor nos ahoga y
evita que recibamos la obra del Señor. ¡No te acostumbres a la enfermedad, tú puedes ser sano!
Obedecer instrucciones
Mateo 8:4 continúa con la historia sobre el leproso: Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a
nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a
ellos.
Después de la sanidad, Jesús le dio instrucciones al leproso porque debía cumplir con la ley y ser
purificado. Cuando recibes sanidad, debes escuchar las instrucciones que el Señor te da. Renueva
tu vida y aléjate de lo que te enferma, ya sea comida, estilo de vida o amistades. De lo contrario,
corres el riesgo de enfermar de nuevo. Si ya tienes la instrucción, obedece, tal como sucede con
los antibióticos que necesitan cierto tiempo específico para hacer efecto. Si los suspendes cuando
ya te sientes bien, seguramente volverás a enfermar porque no terminaste el tratamiento.
Entonces, el proceso para recibir tu milagro es: preséntate con humildad, cree que Dios sí quiere
sanarte y obedece Sus instrucciones.
Autoridad y honra
Mateo 8:5-10 cuenta otro milagro de sanidad: Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un
centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente
atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno
de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy
hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y
viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De
cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
Y luego dice en el verso 13: Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su
criado fue sanado en aquella misma hora.
En las cruzadas vemos gente que llega con ropa de otras personas para que oremos por ellos. Al
principio no lo comprendía porque era extraño imponer manos sobre “algo” y no sobre “alguien”
pero luego, cuando las personas regresaba a dar testimonio de los milagros que ocurrían de esta
forma, me di cuenta que la distancia no tiene relación con lo que Dios quiere obrar en Sus hijos.
Lo que activa Su deseo es la fe, esa misma que demostró el centurión al rogarle por un hombre
que estaba lejos, en su casa. Interceder por alguien que no está presente también es bueno a los
ojos del Señor quien confirma y corresponde a esa clase de oración. Sé libre para pedir por quien
necesita, el Señor desea usarte para sanar a muchos y expresar la necesidad es importante aunque
Él ya la conoce. Cree que puedes pedir por otros como lo hizo el centurión. Cree que el milagro
sucederá en el instante que lo pides aunque no puedas verlo. Declara la Palabra, arrebata lo que
es tuyo y lo verás en el instante.
También es importante reconocer autoridad y honrar como el centurión lo hizo al asegurar a Jesús
que lo único necesario era que Él dijera la Palabra. En una ocasión, estábamos en la iglesia con
una amiga cuyo esposo es pediatra. Ella me pidió: “Por favor, oremos por Carlitos porque está muy
enfermo del estómago y tienes varios días de no comer”. Entonces yo dije con autoridad y
certeza: “Declaro que Carlos en este momento sentirá hambre y será sano, Señor, dale esa
hambre que yo mantengo”. Luego mi amiga y su esposo me contaron que justo en ese momento,
cuando yo declaré, él sintió un hambre atroz y comió de lo que llevaba en su lonchera para
almorzar. Dios quiere usarnos para obrar en otros y nos da poder para hacerlo. Solamente
debemos creer y usarlo. Así he declarado otras palabras por mis hijos para que sean guardados y
protegidos. Las madres rogamos constantemente por nuestras familias y debemos hacerlo con la
seguridad de que somos escuchadas porque en nuestra boca, como en la de todo cristiano, está el
poder de la vida y la muerte. El centurión le dijo a Jesús que no fuera a su casa porque no era
digno. Seguramente había pecado pero Él quiere entrar y no solamente darnos sanidad para el
cuerpo sino también para el alma y el espíritu, regalándonos la vida eterna.
Servicio
Mateo 8:14-15 relata el milagro sobre la salud de una suegra: Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la
suegra de éste postrada en cama, con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y
les servía.
Yo he presenciado muchos milagros de personas a las que se les desaparece la fiebre y cualquier
dolencia que parece pequeña como las infecciones de garganta pero que también son obra del
Señor. En este milagro especialmente, cuando sana a la suegra de Pedro, vemos que ella
inmediatamente se pone de pie para servirles. Esa es una actitud que debemos imitar porque
luego de cualquier milagro debe haber servicio. Dile al Señor que estás agradecido por lo que te ha
dado y estás dispuesto a servirle. Él quiere que lo hagas.
1 Juan 2:5 en la Nueva Versión Internacional dice: El amor de Dios se manifiesta plenamente en la
vida del que obedece Su Palabra, de este modo sabemos que estamos unidos a Él.
Debemos servir al Señor, obedecer Su Palabra y mandamientos. No seas de aquellos que reciben y
se van sin demostrar honra y gratitud. Si has recibido un milagro de sanidad física la Palabra dice
que debemos servirles, demostrando nuestro agradecimiento.
Atrévete a proclamar sanidad para tu cuerpo y para todo aquel que lo necesite. La sanidad es una
orden que se da con autoridad. Eres un ungido y debes estar convencido que el Señor desea
usarte para sanar a otros. Reprende todo espíritu de muerte y dale gracias al Padre porque la
sangre derramada del Cordero hace el milagro de echar fuera toda enfermedad. Practica la
Palabra de fe y cree que será hecho conforme a tu mandato porque todo es posible para el que
cree