CUENTOS
CUENTOS
CUENTOS
Hubo una vez, en un país lejano, una joven muy bella que no tenía padres, sino madrastra,
una viuda impertinente con dos hijas. Esta joven hacía los trabajos más duros de la casa y
como sus vestidos estaban siempre manchados de ceniza, todos la llamaban Cenicienta.
Sus mejores amigos eran animalitos, como tres ratoncitos, un perro, un caballo, pajaritos,
ellos siempre la ayudaban en todo. Un día el Rey de aquel país anunció que iba a dar una
gran fiesta a la que invitaba a todas las jóvenes casaderas del reino.
Llegó el día del baile y Cenicienta apesadumbrada vio partir a sus hermanastras hacia el
Palacio Real. Cuando se encontró sola en la cocina no pudo reprimir sus sollozos.
- ¿Por qué seré tan desgraciada? -exclamó. De pronto se le apareció su Hada Madrina.
- No te preocupes -exclamó el Hada-. Tú también podrás ir al baile. Convirtió una calabaza
en carroza, a los ratoncitos en hermosos caballos, al perro y al caballo los convirtió en
conductores del carruaje para que la llevaran al baile.
En medio de tanta felicidad Cenicienta oyó sonar en el reloj de Palacio las doce.
- ¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme! -exclamó- y como una exhalación atravesó el salón y
bajó la escalinata perdiendo en su huida un zapato, que el Rey recogió asombrado.
Para encontrar a la bella joven, el Rey ideó un plan. Se casaría con aquella que pudiera
calzarse el zapato. Envió a sus heraldos a recorrer todo el Reino. Las doncellas se lo
probaban en vano, pues no había ni una a quien le fuera bien el zapatito.
Al fin llegaron a casa de Cenicienta. Sus hermanastras, por más esfuerzos que realizaron,
no pudieron calzar el zapato, pero cuando se lo puso Cenicienta vieron con asombro que
le quedaba perfecto. Así sucedió que el Rey se casó con la joven y vivieron muy felices.
CAPERUCITA ROJA
Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y todo el
mundo en el pueblo la llamaba Caperucita Roja.
Un día, su madre le pidió que llevara unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del
bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el bosque era
muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí un lobo malvado.
Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. Se entretuvo
recogiendo flores... De repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella.
- ¿A dónde vas, niña?- le preguntó el lobo con su voz ronca.
- A casa de mi Abuelita- le dijo Caperucita.
“No está lejos”- pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.
- El lobo se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta
cuando le lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.
Un cazador que pasaba por allí había observado al lobo rondando la casa y creyendo
adivinar las malas intenciones del lobo, decidió echar un vistazo. Pidió ayuda a un segador
y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en
la cama, dormido de tan harto que estaba. El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre del
lobo. La Abuelita y Caperucita estaban allí, ¡vivas!
Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a
cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a un
estanque próximo para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de
cabeza y se ahogó. En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran
susto, pero Caperucita Roja había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar
con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría
las juiciosas recomendaciones de su Abuelita y de su Mamá.
BLANCANIEVES
En un país muy lejano vivía una bella princesita llamada Blancanieves. Su padre había
muerto y su madrastra, la reina, era muy vanidosa. Todos los días la madrastra
preguntaba a su espejo mágico “¿Quién es la más bella del reino?” y éste respondía: - Tú
eres, oh reina, la más hermosa de todas las mujeres.
Y así fueron pasando los años. Un día la reina preguntó como siempre a su espejo mágico:
- Espejito, espejito, ¿Quién es la más bella?
Pero esta vez el espejo contestó: - La más bella es Blancanieves.
Por la tarde llegaron los dueños de la casa: siete enanitos que trabajaban en unas minas y
se admiraron al descubrir a Blancanieves. Entonces ella les contó su triste historia. Los
enanitos suplicaron a la niña que se quedase con ellos y Blancanieves aceptó. Todos
estaban felices.
Furiosa y vengativa como era, la cruel madrastra se disfrazó de inocente viejecita y partió
hacia la casita del bosque. Blancanieves estaba sola, pues los enanitos estaban trabajando
en la mina. La malvada reina ofreció a la niña una manzana envenenada y cuando
Blancanieves dio el primer bocado, cayó desmayada.