VIGO - Interpretacion Juridica - Cap XI-Nóminas de Argumentos

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R o d o l f o L u i s V ig o

Licenciado en Ciencias Políticas y Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales. M inistro de la Corte Suprem a de
Justicia de la Provincia de Santa Fe, A rgentina (1988-2007). Presidente de la Junta Federal de Cortes
Suprem as y Superiores Tribunales de las provincias arg en tin as (1994-1997). Prem io Konex en el ru b ro
Jueces (1998). Profesor y conferencista en d istin tas U niversidades de A m érica y Europa. P rim er Secretario
Ejecutivo de la C om isión ibero am erican a de Ética Judicial (2006-2010). Presidente de la Asociación
A rgentina de Filosofía del D erecho (2006-2010). M iem bro d é la A cadem ia Nacional de Derecho de
Córdoba, A rgentina, y de la Real A cadem ia de Ciencias M orales y Políticas de España.
C átedra “Rodolfo Luis Vigo” creada en 2010 por el P oder Judicial de Tabasco, M éxico

INTERPRETACIÓN
(ARGUMENTACIÓN)
JURÍDICA EN EL ESTADO DE
DERECHO CONSTITUCIONAL

R u b in z a l - C u l z o n i E d it o r e s
T alcahuano 442 - Tel. (011) 4373-0544 - C1013AAJ B uenos Aires
Salta 3464 - Tel. (0342) 401-9300 - S3000CM V Santa Fe
Rodolfo Luis Vigo
Interpretación (argumentación) jurídica en el Estado
de Derecho Constitucional - 1- ed. - Santa Fe : Ru-
binzal-Culzoni, 2015
328 p. ; 23 x 16 cm
ISBN 978-987-30-0561-9
1. Derecho Constitucional
CDD 342

RUB1NZAL - C U L Z O N i E D IT O R E S
de R u b jn z a i. y A so cia d o s S. A.
Talcahuano 442 - Tel. (011) 4373-0544 - C 1013A A J Buenos Aires

Queda hecho el depósito que dispone la ley 11.723


IM PR E SO EN A R G E N T IN A
CAPÍTULO XI

DE LOS MÉTODOS INTERPRETATIVOS A


LOS ARGUMENTOS JUSTIFICATORIOS

1. El colapso de los métodos interpretativos: M ientras se creyó


que el derecho era lo contenido en la ley y que a ésta la hacía la
voluntad general infalible, resultaba coherente pedirle a los juristas
que se lim itaran a conocer la ley e identificar el prevaricato con apar­
tarse del sentido de la ley. Esas enseñanzas incluían la confianza en
los métodos interpretativos com o ‘'cam inos" para desentrañar aquel
sentido prescriptivo del legislador. Sobre todo a través de los métodos
gramatical (centrado en la palabra de la ley), el lógico o genético
(rem itía a lo que quiso decir el legislador) y sistemático (auxiliarse
por el lugar que ocupa la ley dentro del sistema jurídico) se garantizaba
el objeto mismo de la tarea del jurista que no era otro que ser la “boca
de la ley” . Es cierto que Savigny también apeló al m étodo histórico,
pero ello sobre todo por esquemas epistem elógicos más que por preo­
cupaciones prácticas, y que Ihering propone tardíamente el método
teleológico que alcanza lim itada relevancia en la tarea interpretativa
controlada por la matriz dogmática.
Pero ya en la segunda m itad del siglo XX (en el que se forja el
Estado de Derecho Constitucional), cuando se reconoce que hay más
derecho que el contenido en la ley y que el legislador podía equivocarse,
el valor teórico y práctico de la interpretación y sus métodos se des­
vanece. Por eso, autores com o Perelm an, que paradigm áticam ente que­
dan vinculados a las nuevas teorías de la argumentación jurídica, se
preocupan por los tipos y fuerza de los argumentos atento a que el
interés reside en que la solución jurídica sea “equitativa, razonable y
aceptable”. Por supuesto que la atención doctrinaria sobre el razona­
miento judicial como modelo del razonam iento práctico se agiganta,
incorporando cuestiones absolutas nuevas y rupturistas respecto al m o­
delo exegético interpretativo; en particular, se consolida la tesis de
que saber la ley no es saber el derecho y que éste aparece recubierto
bajo los rótulos de principios, derechos hum anos o tópicos jurídicos.
2. La justificación racional de la decisión ju d icia l: El colapso de
la sinonimia entre derecho y ley im plica que ya no puede limitarse la
justificación de una decisión judicial a un análisis m eram ente formal
o silogístico. Las teorías de la argumentación alentadas por autores
com o W róblewski, A am io y Alexy identifican una doble exigencia en
la justificación; por un lado, la llam ada “interna’’, regulada por la
lógica a la hora de conectar las premisas o enunciados que forman
parte del razonam iento judicial, y por el otro, la justificación “externa”
focalizada en los argumentos o razones utilizados para justificar aque­
llas premisas o enunciados. Nos parece que ese análisis debe incluir
la dimensión retórica o persuasiva dado que no basta contar con buenos
o pesados argumentos, sino que es importante acompañarlos con lo
que puede aportar la retórica como ciencia o arte de la persuasión.
Por supuesto que la capacidad del jurista a la hora de medir su ren­
dim iento profesional seguram ente está más conectada a la justificación
extem a o argumentativa que a la interna o lógica.
En buena medida, lo que se le pide al jurista hoy es no sólo que
sepa el derecho, sino que lo sepa decir (postular, enseñar, asesorar o
decidir autoritativam ente) por medio de un razonam iento en donde las
premisas o enunciados cuenten con los argumentos o razones que los
justifican. Pensam os que una síntesis apropiada de ese deber ético
judicial de justificar, fundam entar o m otivar adecuadamente consiste
en “expresar de manera ordenada y clara razones jurídicam ente válidas,
aptas para justificar la decisión” (art. 19, Código M odelo de Ética
Judicial para Iberoam érica), y esa obligación asegura “la legitim idad
del juez, el buen funcionam iento de un sistema de im pugnaciones pro­
cesales, el adecuado control del poder del que los jueces son titulares
y, en últim o término, la justicia de las resoluciones judiciales” (art.
18 del mismo Código Modelo).
Como vemos, el trabajo del jurista ha cambiado radicalm ente y,
en consecuencia, no resulta razonable seguir usando el mismo término
para designar realidades distintas. En efecto, ahora se reconocen ini­
cialmente las com plejidades e im portancia de conocer la verdad de
los enunciados fácticos implicados en el caso, y en ese esfuerzo se
destaca el papel crecientemente relevante de las ciencias no jurídicas.
El segundo momento para el jurista es identificar las respuestas ju rí­
dicas disponibles y válidas presentes en el derecho vigente, con la
advertencia de que habitualm ente no hay una, sino varias; incluso están
aquellas inéditas en el sentido de que aún no fueron descubiertas. Pero
luego el jurista tiene que escoger una y brindar persuasivam ente las
razones o argumentos que justifican dicha elección, conforme a una
estructura en la que se respeten las exigencias lógicas y lingüísticas
respectivas. Sobre el juez pesa el deber ético de elegir la mejor res­
puesta, axiológicam ente hablando, dado que “el fin último de la acti­
vidad judicial es realizar la justicia por m edio del derecho” (art. 35,
Código M odelo de Ética Judicial). En una palabra, estamos hoy muy
lejos del proceso centrado en encontrar la norma en donde el jurista
subsum irá el caso individual, previo desentrañam iento por los métodos
interpretativos del sentido prescripto en aquélla. Más allá de que al­
gunos prefieran reconocer la interpretación com o parte de la argum en­
tación jurídica, en la medida que aquélla se requiere cuando tenemos
un texto normativo, nos parece que lo decisivo es la lectura integral
y diferencíadora en el trabajo profesional del jurista, y a partir de ahí
la agenda de la reflexión teórica y los requerim ientos planteados para
el jurista resultarán muy distintos.
3. La nómina de los argumentos: Por supuesto que en la doctrina
encontraremos diferentes nóminas de argumentos y clasificaciones que
incluso observan enormes coincidencias. De todas manera, nosotros
también hemos elaborado una, aunque sin ninguna pretensión de ori­
ginalidad, que exponemos en este punto.
Corresponde advertir inicialmente que en la nóm ina de los veinti­
siete “argumentos jurídicos” que siguen es posible constatar que al­
gunos de ellos lo son proprio vigore o per se, en tanto su objeto es
regular directam ente conductas y definir su estatus jurídico, pero por
otro lado, están aquellos argumentos que son jurídicos p e r accidens,
en tanto asumen tal carácter sólo porque son usados por los juristas
con una finalidad jurídica. Otra im portante y obvia advertencia es que
la clasificación tiene la posibilidad de reform ularse de manera que
algunos de los argumentos term inen absorbiendo a otro u otros de la
nómina, aunque hemos om itido algunos dado su escaso uso o sim ple­
mente porque son empleados dentro de aquellos que están incluidos
en la nómina (por ejemplo, el argumento a rúbrica o el argumento
sedes mate rice quedan abarcados en el argumento genético o el siste­
mático). Por supuesto que la nóm ina y el peso de los argumentos
dependerá de cada sistema jurídico y, por ende, el detalle que se con­
signa a continuación remite en buena m edida o privilegiadam ente -m ás
allá de las posibilidades de generalización- al derecho argentino. El
orden en la nóm ina de los argumentos que referimos a continuación
no revela jerarquía o im portancia entre ellos, y nos limitarem os a
concretar una m ínim a consideración de ellos con el único objeto de
explicar su contenido esencial.
Una últim a e importante advertencia: es evidente que los argumen­
tos tiene un uso positivo y tam bién otro negativo, pues se los puede
usar para justificar o para descalificar un discurso sobre la base de
que los viola o los ignora. En la nóm ina siguiente de los argumentos,
la doctrina ligada al Estado de Derecho Legal los invocaba pero fun­
dam entalm ente para cum plir la función interpretativa del texto legal,
pero ello ha quedado totalmente desbordado en tiempos del Estado de
Derecho Constitucional donde el derecho es centralm ente una práctica
argumentativa (Atienza).
3.1. Autoritativo o normativo: Es cuando el argumento se consuma
con la mera apelación de la misma autoridad que lo estableció en
tanto cuenta con evidente com petencia jurígena o poder normativo
como para incorporar al derecho vigente ese argumento. Así, cuando
se invoca una ley basta esa explícita referencia en la que está im plí­
citamente presente que ha sido una autoridad que la ha dictado sobre
la base de la competencia que tiene atribuida, y eso basta para justificar
alguna de las premisas incluidas en el discurso judicial. En buena
m edida este argumento tam bién puede llamarse norm ativo en función
de que las normas se invocan habitualm ente p er se. sin ningún esfuerzo
por justificar racionalm ente lo que ellas disponen y limitándose a in­
vocar la autoridad del que la dictó y su respectivo texto. No está de
más recordar en este argumento la teoría de Raz en la que las normas
se asimilan a razones para la acción.
3.2. Principialista: A partir de la distinción entre norm a o regla y
principio postulada en autores com o Alexy o Dworkin, este argumento
consiste en justificar invocando un principio que forma parte del de­
recho vigente p er se o proprio vigore -sin necesidad de test de origen
o ped ig ree- desde el cual se puede inferir la exigibilidad jurídica de
una cierta conducta com o la m ejor según las posibilidades jurídicas
o fácticas implicadas en el caso. El operador jurídico respalda su pre­
misa o conclusión desde ese principio jurídico que tiene una dim ensión
regulatoria y que goza de capacidad justificatoria, com o cuando, por
ejemplo, se apela en la jurisprudencia argentina al principio de dignidad
para justificar el otorgamiento del derecho de réplica.
3.3. Axiológico o moral: Recurriendo a la distinción entre principio
jurídico y valor, éste se identifica desde saberes filosófico-m orales o
prácticos que trascienden lo jurídico y, por ende, sus exigencias se pro­
yectan sobre la totalidad de la ciudadanía y no sólo sobre las relacio­
nes estrictam ente jurídicas. El “valor” explicitado moralm ente también
cuenta con fuerza justificatoria en relación a las premisas de un discurso
jurídico que resuelve un caso (por ejemplo: el valor de la igualdad
entre los seres humanos se proyecta al campo del derecho como el
principio de la igualdad jurídica o ante la ley o el derecho). Recordemos
con Niño que la argumentación jurídica deviene -e n última instancia-
en justificación moral o axiológica, y en este terreno que trasciende
a lo jurídico es propicia para apelar -p o r ejem plo- a la igualdad o
libertad a secas.
3.4. Consecuencialista: Con este argumento se procura justificar
la premisa discursiva sobre la base de que im plica -directa o indirec­
tam en te- consecuencias o efectos que se aprecian buenos o mejores
que otros. Estas consecuencias pueden ser de orden jurídico o de otra
índole, com o social, económica, cultural, etcétera, y son ellas las que
respaldan el enunciado que invoca el argum entador jurídico. Sólo una
visión juridicista o insular pudo prescindir de esta inevitable dimensión
de toda decisión, atento a que un juez al decir prudentemente el derecho
no debe dejar de apreciar todas las consecuencias que se derivan de
su decisión. Así, en la resolución de un caso el juez debe siempre
considerar, además de los intereses de las partes del proceso, también
los del todo social. El artículo 43 del Estatuto del Juez Iberoam ericano
impone que al decidir el juez debe procurar “atem perar las consecuen­
cias personales, familiares o sociales desfavorables” .
3.5. Genético: El argumento consiste en apelar al origen o gestación
de, por ejemplo, un cierta norm a o acto, com o cuando se traen a
colación a favor de un determ inado enunciado o prem isa los trabajos
preparatorios, la expresión de motivos o el modo en que se han com ­
portado las partes en el proceso o en relación a un contrato, etcétera.
A quí el argum entador se rem onta al origen del objeto jurídico a in­
terpretar y procura form ular una determ inada interpretación o signifi­
cado jurídico basándose en ciertas expresiones, com portam ientos o
propósitos referidos a alguien que adquiere relevancia en el caso. Este
argumento coincide con el decim onónico o “savignyano” método in­
terpretativo “lógico” que m andaba someterse a la voluntad del legis­
lador, y más allá de ese ám bito reducido de su postulación o de las
dificultades que implica su uso, nos parece que sigue resultando útil
en el terreno de la argumentación jurídica.
3.6. Lingüístico: Cuando argumentamos necesitam os respaldar un
enunciado y a veces lo hacem os invocando el lenguaje en sus diferentes
dimensiones: semántica, sintáctica o pragmática. El lenguaje que se
pone en juego podrá ser el “ordinario” o “corriente”, el “científico
jurídico” (aquel construido por juristas y que exige para el que lo
em plee alguna analogía con su origen, por ej.. hipoteca), el lenguaje
“juridizado” (aquel tomado del lenguaje corriente pero asignándole un
significado jurídico, por ej., cosa) según el problem a de que se trate
o el lenguaje científico no jurídico (por ej., ADN). Las eventuales
dudas o el resultado interpretativo se justifican por medio de argu­
mentos tomados del lenguaje o la ciencia que lo estudia. Este argumento
encuentra alguna resonancia en el viejo argumento lingüístico postulado
por la exégesis francesa, aunque en este marco predom inaba una matriz
“m ágica” del lenguaje, muy lejos de las com plejidades destacadas por
la sem iótica o el giro lingüístico de la filosofía en el siglo XX .
3.7. Doctrinario: A quí el respaldo o argumento es la opinión de
alguno o muchos doctrinarios. No hay aquí autoridad institucionalizada
o explícitam ente reconocida, sino que la fuerza justificatoria dependerá
del reconocim iento que en esa sociedad se le brinda ai que emite la
doctrina o de la unanim idad con que cuenta. Precisamente, com o el
problem a supuesto en la argum entación no tiene una respuesta evidente,
la apelación a la doctrina es un cam ino para sostener una determ inada
solución, aunque la frecuencia del uso de este argumento es muy va­
riable según las diferentes culturas jurídicas. Recordemos que en Aris­
tóteles los silogismos dialécticos recurren a premisas respaldadas por
la opinión de los más experim entados o sabios.
3.8. Jurisprudencial: En este argum ento contamos con una autoridad
institucional -q u e es la de un juez o un tribunal- que por ello detenta
una capacidad justificatoria superior a la doctrinaria. De todas maneras,
ella no constituye decisiones obligatorias genéricas porque, en el su­
puesto que la tuviera -p o r ejem plo, en el caso de fallos plenarios,
sentencias de casación, jurisprudencia constitucional, etcétera-, que­
daría asim ilada al argumento autoritativo. Hay que advertir tam bién
que corresponde distinguir entre el “autoprecedente” del mismo tribunal
que ya se pronunció en casos anteriores análogos; el “precedente ver­
tical” proveniente de instancias judiciales superiores, y el “precedente
horizontal” brindado por tribunales que se ubican en el m ism o nivel
que aquel que decide y argumenta.
3.9. Lógicos: Si la lógica es la ciencia y el arte del razonar que
procura su corrección, puede concluirse que todo lo que ella enseña
resulta operativo o aplicable en el razonam iento o argumentación ju ­
rídica en general y judicial en especial; incluso para algunas visiones
la argumentación se reduce a esta dim ensión formal o lógica. Más
allá de estos reductivism os, no cabc duda que rige, por ejem plo para
el razonam iento judicial, el necesario respeto a los primeros principios
de la lógica o las reglas que regulan la inducción, la deducción, etcétera.
Un uso muy habitual de este argum ento es negativo, en tanto norm al­
mente se recurre a él para descalificar un discurso que no ha respetado
las reglas de la lógica.
3.10. Analógico: El argumento remite a la semejanza de los casos
o situaciones que cuentan con regulación o respuesta jurídica y el caso
o situación que carece de ella, y, por ende, se justifica proyectar el
discurso o la solución ya em pleada al nuevo problem a (en la fórmula
romana: Ubi eadem ratio, idem ius). Tam bién en el marco de la teoría
decim onónica se auspició este razonam iento dado que se podía pre­
sumir que si el legislador había brindado una solución a un determ inado
caso ella era aplicable para un caso análogo que el legislador no había
tratado específicam ente. Por supuesto que aquí también omitimos con­
siderar una serie de dificultades que trae aparejadas el argumento; así.
por ejemplo, determ inar aquellos elem entos que permiten afirm ar que
se trata de casos análogos o semejantes.
3.11. A fortiori: Sintéticam ente el argumento apela a que si resulta
autorizada o prohibida jurídicam ente una cierta conducta o respuesta
jurídica, corresponde una equivalente con “m ayor razón’’ frente a una
situación que es menos grave que la que está prohibida (a minori ad
m aius) o está ya incluida im plícitam ente entre lo autorizado dado que
es menos relevante (a maiori ad minus). Si el derecho concede un
beneficio o perm ite ciertas conductas a quien, por ejemplo, hizo algo
muy grave, corresponde que lo conceda a quien hizo algo menos grave;
y si el derecho prohíbe o im pone sanciones a ciertas conductas muy
graves, están igualm ente prohibidas aquellas que son menos graves.
3.12. Apagógico: Este argum ento se em plea principalm ente para
descartar alternativas en tanto ellas suponen adm itir un absurdo o algo
irracional por su disvaliosidad, su ineficacia o su im posibilidad. Cla­
ramente, una vez más vemos por detrás de la justificación de los ar­
gumentos la visión del derecho com o algo racional o razonable y, por
ende, incompatible con aceptar absurdos en su seno. En perspectiva
kalinowskiana, el rechazo lógico al absurdo descansa en la llamada
ley de Duns Scoto: “Si: sí p, entonces no p, entonces no p”, aclarando
el profesor polaco que si se dem uestra la falsedad de unas consecuencias
ello conlleva la falsedad de la hipótesis a las que ellas remiten.
3.13. A contrario: En Perelm an-Olbrechts este argumento se utiliza
para im pedir que se aplique una regulación a una especie distinta del
mismo género de aquella especie a la que se ha dirigido expresam ente
la regulación. Kalinowski precisa que el argumento a contrario hace
explícito el sentido de la expresión cuantificadora “ solam ente” , “úni­
cam ente”, “exclusivam ente” , etcétera, y de esa manera, queda abortada
la alternativa de extender la solución jurídica a una situación diferente
de aquella expresam ente prevista por el derecho. Insistamos que en
la visión de la teoría interpretativa decim onónica el presente argumento
ha sido vinculado a la “letra de la ley”, pero, sin embargo, es posible
una am pliación de éste a todo el derecho, y no sólo limitarlo a un
em pleo negativo o descalificador de alternativas, sino como justifica­
tivo de una respuesta.
3.14. Sistemáticos: Los cuatro argumentos que siguen remiten a
la visión de que el derecho constituye o se pretende que sea un sis­
tema -fu erte o d éb il- y, por ende, exige o supone que no tiene con­
tradicciones (coherencia), que su contenido cuenta con diferente je ­
rarquía, que en él se encuentran explícita o im plícitam ente todas las
respuestas jurídicas requeridas (plenitud) y que evita innecesarias re­
dundancias (economía). Indudablem ente, también encontram os aquí
fuertem ente la presunción y la pretensión de que el derecho resulte
una obra racional.
3.14.1. Coherencia: La presencia de un sistem a supone que sus
elem entos no están en contradicción, y si el operador constata su exis­
tencia se impone resolverla elim inando una de las soluciones o con­
tem plando alguna armonización. La visión sistem ática del derecho im­
pone que si el discurso denuncia o constata una antinom ia se requiere
necesariamente hacerse cargo de ella y resolverla. En definitiva, el
jurista puede apelar en su discurso a este argumento y sobre su base
realizar la opción o com patibilización que supere la antinomia.
3.14.2. Jerarquía: Tam bién la visión sistem ática del derecho supone
que sus normas (reglas o principios) no están en el mismo plano y,
por ende, existen entre ellas jerarquías, y consiguientem ente, en el
supuesto de constatarse una antinom ia se necesita que la opción pri­
vilegie la más elevada o de m ayor jerarquía. Sabido es que al respecto
hay teorías que establecen a grandes rasgos las siguientes alternativas
en m ateria constitucional (derechos humanos, principios o valores):
una jerarquía rígida; otras que niegan la posibilidad de contradicciones,
y también las que proponen una tarea de balanceo y jerarquización
en cada caso.
3.14.3. Plenitud: El sistem a jurídico presupone que los jueces no
pueden abstenerse de fallar por la ausencia de respuesta jurídica y,
por ende, la presencia de un problem a jurídico im plica necesariamente
que llegado el caso a los jueces, éstos deben brindarle una solución
sin poder apelar a que no existe ninguna. Se trata de un argumento
que habitualm ente funciona com o exigiendo la respuesta o im pidiendo
su ausencia, y así en la nómina de Tarello se denom ina argumento “a
com pletitud” .
3.14.4. Economía: Otra característica que se pretende de un sistema
jurídico bien formado es que no incurra en redundancias o reiteraciones;
de esa manera, si hay dos norm as que dicen lo m ism o puede procurarse
establecer que se trata de hipótesis o respuestas diferentes. El deci­
m onónico “postulado del legislador racional'’ incluía ia pretensión de
que el legislador no se reiteraba, y así, estaba justificado buscar en
cada norm a el alcance jurídico que correspondía, sin poder ignorar
alguna de ellas sobre ia base de que resultaba una reiteración de otra
en tanto brindaba la m ism a solución al mismo supuesto. Más allá de
ese antecedente, hoy cabe justificar en este argumento la búsqueda
del sentido jurídico de la totalidad de las reglas jurídicas incluidas en
el mismo cuerpo o sistema regulatorio.
3.15. Ideo ló g ico : Se invoca para justificar el discurso atento a
que con él o su solución se está sirviendo a un determ inado fin, ya
sea éste intrínseco al derecho o procurado por alguna norm a jurídica.
La capacidad justificatoria del argum ento consiste en que se está ava­
lando un discurso porque con éste se facilitará la obtención de un
cierto fin. En dicho argum ento se em plea una lógica propia de los
razonam ientos técnicos o pragm áticos en el sentido de que el medio
en cuestión resulta escogible o defendible en razón de que se orienta
a la obtención de un determ inado fin, aunque habitualm ente también
se incluye una consideración ética del fin en tanto se lo considera
bueno, correcto o justo. A quí también com probam os que este argu­
m ento desborda la visión reducida que lo asim ilaba a la ratio legis.
3.16. Sociológico: El argumento consiste en traer a colación un
dato proporcionado por la vida social, como cuando se aduce a ciertos
com portamientos extendidos, juicios de la moral positiva, relevancia
de un problem a a tenor de la m irada genérica de la sociedad, etcétera.
Aquel dato en el que consiste el argum ento puede ser de m ateria jurídica
o extrajurídica, pero lo decisivo, que es visible a los ojos de un ob­
servador o un m iem bro de la sociedad en la que se está argumentando.
A modo de ejem plo pensem os en la posibilidad de recurrir a un discurso
jurídico para intentar justificar una solución a la crisis actual de la
familia, a los problem as habitacionales que se viven en ciertas socie­
dades o a la inseguridad de la que padecen determ inados barrios o
sectores de la ciudad, etcétera.
3.17. Comparativo: Aquí el respaldo lo brinda algún derecho com ­
parado o extranjero, pues se trata de apelar a otro derecho distinto del
de la sociedad en la que se argumenta, para intentar traer una solución
jurídica allí establecida o respaldar la que se propone. En la cultura
judicial argentina es muy común, especialmente a nivel de la Corte
Suprema nacional, el apoyar el discurso en soluciones proporcionadas
por el derecho extranjero de aquellas sociedades a las que se las con­
sidera más desarrolladas o que pueden ser ejemplos. El modo habitual
de recurrir a este argumento es considerar que se torna conveniente
im portar una determ inada solución que ya ha sido consagrada en otro
derecho.
3.18. Histórico: También se encuentra entre los argumentos invo­
cables el aducir a favor de un cierto resultado o prem isa posibilitado
por la historia de la sociedad, de una institución o de una norma. Aquí
también nos encontram os frente a la posibilidad de identificar este
argum ento con el sociológico, pero la diferencia puede apoyarse en
que este último remite a circunstancias de la vida social presente,
mientras que el histórico se identifica con un tiem po pasado. No es
extraño que los juristas al considerar una determ inada regulación ju ­
rídica se remonten a sus orígenes y al m odo en que fue desarrollándose
a lo largo del tiempo, o tam bién em plear en el discurso referencias
al pasado no jurídico.
3.19. Retórico: Recordem os que en la enseñanza clásica la retórica
era una ciencia y un arte cuyo objeto era persuadir, y a ella se recurría
cuando la solución más que apodíctica o necesaria era m eramente
probable o verosímil. Precisam ente en Aristóteles aparecen reconocidos
argumentos retóricos com o invocar un ejemplo, alguna inducción in­
completa, el destinado a suscitar ciertas em ociones, el que recurre a
una prem isa probable como si fuera necesaria, el argumento córax, el
argum ento retorsivo, etcétera. No es extraño en el discurso jurídico
encontrar calificativos que son empleados por su fuerza em otiva diri­
gidos al pathos del auditorio. O incluso encontrar sentencias judiciales
donde el respaldo llega a ser una poesía.
3.20. Religioso: Hay derecho en ciertas sociedades que cuenta con
elem entos específicam ente religiosos en tanto resultan asumibles desde
una cierta fe o revelación. Más allá de que en nuestro ámbito cultural
no es común apelar a dogmas o consideraciones estrictam ente religio­
sas, existen, sin embargo, ciertos problem as en los que inevitablem ente
aparece esa dim ensión que se acepta como algo dado o creído sin
som etérselo a un análisis racional; por ejemplo, en los casos de testigos
de Jehová que se niegan a recibir transfusión de sangre o cuando se
han invocado ciertas convicción religiosa para justificar la objeción
de conciencia o para incum plir con cierta exigencia legaimente esta­
blecida.
3.21. Científico no jurídico: No se trata estrictam ente de un argu­
m ento jurídico dado que su objeto lo constituye inform ación propor­
cionada desde fuera del derecho y con el aval que proporciona alguna
disciplina científica; no obstante ello, su juridicidad es claram ente ac­
cidental en función de que es usado por los juristas y a fin de resolver
un problem a de esa índole. Pensem os en las demandas de filiación
cuando se trae a colación el inform e de histocom patibilidad aportado
al proceso como justificativo de acoger dicha acción, en la pericia que
determ ina una enferm edad o en la que establece el nivel de ruido
ambiente en un establecim iento industrial.
3.22. Empírico, probatorio ofáctico: Aparece cuando se aduce como
argumento el material probatorio acumulado, como, por ejemplo, tes­
timonios, documentos, etcétera, y si bien en un sentido amplio ten­
dríam os que incluir aquí las pericias, pensamos que cuando éstas tienen
un valor definitorio (por ej., pruebas de ADN) pasarían al tipo de
argum ento anterior. El discurso del abogado y del juez necesariamente
se nutre de argumentos tomados de la prueba incorporada al proceso,
pero también este argumento se hace presente cuando se apela a má­
xim as de experiencias o presunciones hominis. En definitiva, este ar­
gum ento resulta im prescindible para la justificación de las premisas
o enunciados fácticos que forman parte del discurso jurídico.
3.23. Conceptual o definicional: Es el argumento que consiste en
definir un cierto térm ino y a partir de esa definición se argumenta
para establecer o proponer una determ inada solución. Somos cons­
cientes de que hablando en un sentido estricto este argumento puede
ser absorbido por el argum ento lingüístico o el autoritativo; sin em ­
bargo, dada la relevancia que tienen las definiciones y los conceptos
en el derecho nos parece que es conveniente su señalam iento separado.
Recordemos que Alchourrón-Bulygin entre los distintos elementos que
reconocen en un sistem a jurídico están precisam ente los “enunciados
no norm ativos pero que influyen en los efectos normativos de otros
enunciados", y el ejem plo más importante lo constituyen las “defini­
ciones o postulados de significación” .
3.24. Pragm ático: Si quisiéram os vincularlo al modelo decim onó­
nico, este argumento se conecta con las tesis com prendidas dentro del
postulado del legislador racional de que éste no hace regulaciones
inútiles o ineficaces; por ende, debe favorecerse que lo dispuesto efec­
tivamente rija o se aplique. Debemos confesar nuestras propias dudas
al incluir expresam ente este argum ento dado que pensamos que fácil­
mente se lo puede considerar incluido en algunos de los ya considerados
o en función subsidiaria de otros; es que, en definitiva, se privilegian
¡as alternativas de facilitar la operatividad de la regulación en la medida
que ella resulte valiosa (en Perelm an aparece fuertem ente conectado
con el argumento consecuencialista).
4. Conclusión: El trabajo del jurista de hacer conocer la respuesta
jurídica se pretendía que en el marco del Estado de Derecho Legal se
prestara por medio de la interpretación jurídica (desentrañamiento del
sentido por los métodos interpretativos y silogismo aplicativo), pero
en el marco del Estado de D erecho Constitucional ese trabajo supone
que habitualm ente hay más de una respuesta jurídica válida y disponible
en el derecho vigente, por lo que el jurista debe escoger una de ellas
y argumentar en su favor. De ahí la relevancia de estudiar los argu­
mentos idóneos para ese esfuerzo justificatorio, pudiendo com probarse
que los viejos métodos inteipretativos se han convertidos en argum en­
tos. aunque ya no limitados a la letra de la ley, sino com o avalando
o justificando premisas o enunciados constitutivos del razonamiento
jurídico.

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