Diferencia Entre Democrito y Epicuro

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XX Coloquio Nacional Sobre la Enseñanza de la Filosofía

“¿Qué tipos de democracia son posibles para América latina?”

Universidad Autónoma de Zacatecas, Campus Siglo XXI


21, 22 y 23 de agosto de 2008

“La hermenéutica dialéctica transformacional y la democracia”


Título

Dr. NAPOLEÓN CONDE GAXIOLA


Autor

Instituto Politécnico Nacional


Institución de procedencia
XX Coloquio Nacional Sobre la Enseñanza de la Filosofía
“¿Qué tipos de democracia son posibles para América latina?”

Resumen

El presente artículo es una crítica a la idea de democracia tal como es formulada

por los teóricos de la democracia liberal, haciendo énfasis en la postura univocista

de Giovanni Sartori y en menor medida en las propuestas de Habermas y

Luhmann. Se formulan algunos comentarios desde una visión dialéctica y

hermenéutica en torno a la función de la democracia en América Latina.

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“La hermenéutica dialéctica transformacional y la democracia”

La hermenéutica dialéctica transformacional y la democracia

Por: Dr. Napoleón Conde Gaxiola1

Introducción

En estas líneas me propongo realizar algunos comentarios sobre la cuestión de la

democracia, desde la perspectiva de la Hermenéutica Dialéctica Transformacional.

Esta es la teoría y método que me interesa para interpretar los textos y expresar

mi posición filosófica (Conde 2002, 2008).

Desarrollo

La democracia debe concebirse en términos económicos, políticos, sociales,

culturales, jurídicos, simbólicos e ideológicos. Si se excluye alguno de ellos, se

cae en una posición fragmentaria que puede ser unívoca o equívoca de la idea de

democracia.

A las corrientes liberales les fascina hablar de democracia desde el punto de vista

de las elecciones libres, el consenso, el mercado, la libertad de expresión,

etcétera. A 500 años de capitalismo, queda claro que existe una profunda crisis de

ese concepto, ya que no existe un solo país en el mundo donde existan, en

sentido estricto, elecciones libres, pues hay candados para el registro de los

partidos y asociaciones políticos; el poder legislativo y judicial impide la libre

participación de organismos políticos, hay que aceptar las reglas de los grupos

1
Filósofo mexicano, Investigador Nacional del SNI CONACYT, profesor e investigador de la
Sección de Graduados de la Escuela Superior de Turismo del IPN. Miembro del Círculo Mexicano
de Profesores de Filosofía.

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“¿Qué tipos de democracia son posibles para América latina?”

económica y militarmente hegemónicos, etcétera. Lo mismo ocurre con el poder

judicial y la libertad de expresión.

Existen algunas sociedades totalitarias, mal llamadas socialistas, en el caso de

Vietnam, Corea del Norte o China. Allí no hay democracia, hay un capitalismo de

estado controlado por una burguesía burocrática, que se dice llamar comunista.

Su contraparte, Estados Unidos tampoco es una democracia, es una dictadura del

imperialismo sobre la sociedad a nivel económico, militar y cultural.

Está de moda hablar de la democracia, sin embargo, había que preguntarse ¿de

qué democracia se habla? De la democracia de Herodóto, proclamada por

Otanes, que homologaba a la defensa del gobierno popular o isonomía versus la

idea de Megabizo, defensor de la aristocracia y Darío, de la monarquía; o la de

Platón, en La República, en la que la aristocracia sólo es buena, a diferencia de la

timocracia, la oligarquía, la tiranía o la democracia.

Las bases doctrinales de la democracia cristiana las podemos encontrar en la obra

de Tomás de Aquino, quien establecía los tres planos del mundo. En el vértice

superior, está la ley eterna, o ley divina. De este derecho divino deriva la ley

natural, que es el conjunto de normas éticas aprehendidas racionalmente por el

hombre. En un tercer plano se sitúa la ley humana, que es el conjunto de normas

para la organización de la sociedad. Estos tres planos, según Tomás de Aquino

deben estar en armonía y no debe haber contradicciones entre ellos, para que se

genere lo que llamó como civitas. Esa idea tomista es la base de la democracia

medieval.

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“La hermenéutica dialéctica transformacional y la democracia”

En la edad moderna Joseph Schumpeter la entiende como: “aquel arreglo

institucional para llegar a decisiones políticas; en la cual los individuos adquieren el poder

de decidir por medio de una lucha competitiva el voto de la gente” (Schumpeter: 1985).

Tal cuestión tiene que ver con: la participación política del mayor número de gente

interesada en hacer actos de presencia en la vida política; la regla de la mayoría,

es decir, tomar como el criterio central para las decisiones políticas, la opinión de

las mayorías; derechos de comunicación usuales, con esto se logra la selección

entre diferentes elites y programas políticos; y la protección permanente de la

esfera pública.

El democratólogo norteamericano Robert Dahl señala los siguientes criterios como

constituyentes de una democracia política moderna, la llamada poliarquía: el

imperio de la ley, elecciones pacíficas, sufragio universal, derecho de expresarse

en libertad, fuentes de información, derecho de formar asociaciones, garantías a

las minorías (Dahl: 1989: 221).

Joseph Raz añade otros puntos a su idea de democracia:

“1. Todas las leyes deberían ser prospectivas, abiertas y claras; 2. Las leyes deberían ser
relativamente estables; 3. La elaboración de disposiciones legales...debe estar guiada por
normas abiertas, estables, claras y generales; 4. La independencia del poder judicial debe
de estar garantizada; 5. Los principios de justicia natural deben de ser observados (es
decir, audiencias públicas, justas e imparciales); 6. Los tribunales deberían tener poderes
de revisión...con el fin de asegurar conformidad con el estado de derecho; 7. Los
tribunales deberían de ser fácilmente accesibles; y 8. La discreción de agencias de
prevención del crimen no deberían poder pervertir a la ley.” (Raz: 1977: 195).

Se dice que en el estado de derecho prevalece el gobierno de las leyes sobre el

arbitrio de los hombres, al tiempo que se reconocen y garantizan las libertades de

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los ciudadanos. Ofrece certidumbre y orden. De esta forma, el Estado de derecho

democrático está abierto al pluralismo, a la tolerancia y al cambio social.

Hablar de democracia hoy en día es hablar en buena parte de demagogia, ya que

nos remite de una u otra manera al liberalismo, implica el apoyo a la propiedad

privada, el mercado, la supuesta libertad individual y de los derechos humanos,

así como mirarse en el espejo de John Locke, Benjamin Constant, la analítica

anglosajona jurisprudencial del siglo XIX, desde John Austin a John Stuart Mills, la

socialdemocracia, desde Karl Kautsky hasta Tony Blair y José Luis Rodríguez

Zapatero y por supuesto en los campeones del liberalismo filosófico: Isaiah Berlín

en Inglaterra, Jurgen Habermas y Karl-Otto Apel en Alemania y John Rawls en

Estados Unidos.

En ese sentido, el liberalismo no tiene nada que ver ni lo ha tenido históricamente

con ninguna estructura de gobierno. ¿Cuáles son los principios del liberalismo? a)

separación, independencia y autonomía del poder ejecutivo, legislativo y judicial,

tal como Charles de Secondat, Barón de Montesquieu lo visualizó en la Inglaterra

de su época, en cuya constitución vio el proyecto social deseable para su país

(Montesquieu: 1980), hasta la fecha en ningún país precapitalista, semifeudal o

capitalista se ha dado ¿o hay independencia judicial en alguna corte del mundo al

margen de los intereses económicos?; b) libertad religiosa, cultural, política,

simbólica, educacional, del tiempo libre, ideológica, económica, etcétera, tal como

lo visualizaron desde Benjamin Constant (1989) a Isaiah Berlin (1969) ¿o existe tal

libertad en el imperio bushiano, en la Italia de Berlusconi o en la Francia de

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Sarkozy?; c) imperio de la ley como expresión de la voluntad general: en la historia

de los poderes legislativos de la modernidad, jamás la ley ha expresado la

voluntad de las mayorías explotadas. Ni el nomos griego, ni la lex romana, ni la ley

divina natural y humana medieval, ni las leyes del positivismo jurídico de la

primera y segunda modernidad, ni el corpus normativo postpositivista de la

tardomodernidad. ¿O acaso el poder legislativo de la socialdemocracia nórdica

refleja tal ideal?; d) legalidad del gobierno, su regulación por la ley y el control

judicial. En 500 años de capitalismo jamás un gobierno se ha regulado por leyes

emanadas de la voluntad general y por un control jurídico basado en la

transparencia y la rendición de cuentas, han existido dictaduras del capital

financiero apoyado en partidos políticos y militares a su servicio ¿o acaso de

Truman a Reagan o de Roosevelt a Bush ha existido un gobierno legal controlado

por la ley y el poder judicial? ¿Le han pedido autorización los presidentes de

Estados Unidos a su suprema corte y el poder legislativo para invadir México,

Panamá, Puerto Rico, Afganistán e Irak? ¿Sucedió igual con la bomba atómica de

Hiroshima? Lo de la legalidad, la regulación legislativa y el control judicial ha sido

un mito en la historia de Occidente; e) derechos y libertades fundamentales. Los

derechos económicos, políticos, sociales, culturales y sexuales jamás han sido

respetados en las llamadas democracias liberales, estados de derecho, estados

constitucionales de derecho y estados democráticos de derecho. Los hechos más

recientes son una muestra de ello: la prisión norteamericana en Guantánamo y la

violación de los derechos elementales de los presos políticos, la violación

sistemática de los derechos humanos de los cinco cubanos detenidos en Estados

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Unidos, la famosa prisión de Abu Graib, los derechos humanos de los migrantes

en todo el mundo capitalista, incluyendo la “civilizada” Europa, los derechos de los

obreros y trabajadores agrícolas latinoamericanos en Estados Unidos y Canadá,

los trabajadores turcos en Alemania, los coreanos en Japón, los ecuatorianos y

africanos en España, los derechos humanos de los homosexuales, etcétera. f)

cargos electos, elecciones libres y justas y sufragio universal. El mito de las

elecciones de factura libre, justa y transparente ha sido en la historia de los

partidos políticos de la modernidad algo significativo y sintomático. ¿Qué partido

en la historia política de los países capitalistas ha sido un ícono universal? ¿Qué

instituto electoral es un prototipo de transparencia, frónesis y prudencia? ¿Será

verdad que Bush obtuvo el poder de manera libre, justa y transparente y producto

del sufragio universal? ¿Será verdad que en Estados Unidos, Japón, o Suecia

existe libertad total de elección de partidos y asociaciones políticas? g) leyes

prospectivas, abiertas, claras y estables. La historicidad de las constituciones de

las llamadas democracias liberales y de sus dispositivos normativos ha sido

difusa, ambigua, metonímica e inestable. ¿Qué acaso la producción legislativa no

ha respondido a la hegemonía de los grupos dominantes? ¿Se podrá señalar un

ejemplo de algún país modélico y paradigmático en ese sentido? ¿Será verdad

que las leyes en Norteamérica reflejan los intereses de la sociedad en su

conjunto? h) independencia del poder judicial y principios de justicia y derecho

natural respetados y observados. Ningún país de la tierra en el momento actual

tiene autonomía e independencia en su poder judicial, tal instancia defiende en

términos generales los intereses económicos políticos y sociales del grupo en el

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“La hermenéutica dialéctica transformacional y la democracia”

poder; por otro lado, no se respeta el derecho natural ni en el propio estado

Vaticano ni en ninguna democracia cristiana del orbe ¿o acaso se respeta la

dimensión óntica y antropológica en la Unión Europea? ¿O la naturaleza humana

y la esencia intrínseca del hombre en Estados Unidos? i) tribunales accesibles y

con poder de revisión por la sociedad en su conjunto. Ningún tribunal judicial en el

mundo es accesible ni la sociedad civil en su conjunto tiene posibilidades de

revisión, ya que no existe ninguna transparencia al respecto ¿qué acaso las

sentencias de pena de muerte en Estados Unidos a mexicanos han tenido una

transparencia pública? ¿O las torturas a los presos políticos de Guantánamo

pasan por una decisión judicial en Estados Unidos? ¿Hasta qué punto la sociedad

civil puede revisar las sentencias de los poderes judiciales de la Unión Europea o

América Latina? Este tipo de preguntas se podrán convertir en filosóficas si le

damos un tratamiento óntico, deóntico y antropológico. Implican a su vez una

respuesta filosófica

En la actualidad en Latinoamérica se hace necesaria la redefinición desde

la filosofía de lo democrático. Esto implica la reflexión sobre el papel del sujeto

latinoamericano en la historia. Desde la década de los ochentas y de los noventas

las ideas de Giovanni Sartori en torno a la democracia y los nuevos movimientos

sociales, tuvo una enorme influencia en el pensamiento latinoaméricano. La idea

de desplazar a la clase obrera y el campesinado en tanto sujetos del cambio social

y de agregar nuevos actores sociales (ecologistas, feministas, minorías sexuales,

homosexuales, prostitutas, etc.), así como de desconfiar de los mecanismos de la

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lucha de clases, de la lucha por el socialismo, agregando esquemas liberales y

comunitaristas, tuvo una amplia repercusión en nuestro medio. En ese contexto,

aparece una revalorización de la idea de democracia liberal, acompañado de un

nuevo marco conceptual: conciliación, hegemonía, nuevos movimientos sociales,

posmodernidad, sociedad posindustrial, actores, etc. Para esta línea de

pensamiento no tiene ningún sentido hablar del conflicto de clases, ni de ubicar al

sujeto en función de la transformación sociétal. No se pretende comprender a la

sociedad como totalidad y se privilegia el fragmento, teorizando de manera aislada

sobre lo que es la democracia con la idea de liquidar cualquier propuesta de

cambio social

A estas alturas ¿cómo ubicamos la idea de democracia desde la óptica de la

hermenéutica dialéctica?

Existe sin lugar a dudas una concepción idealista, ahistórica y objetivista de la idea

de democracia. En este contexto iría la concepción de Schumpeter y de Dahl,

cuyas definiciones son marcadamente absolutistas. El primero vincula la

democracia a las negociaciones, los pactos, los arreglos institucionales a través de

la lucha competitiva de actores políticos mediante el voto (Schumpeter: 1985). Se

trata de un electorerismo racionalista, sin ningún fundamento en los hechos

concretos. El segundo entiende la democracia en función del imperio de la ley,

elecciones pacíficas, libertad de expresión y de asociación, sufragio universal y

garantías a las minorías (Dahl: 1989, 221). Como vemos, se trata de una visión

idílica, cuantitativista y metonímica que nada tiene que ver con la historia de la

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humanidad. Tanto Schumpeter desde una visión economicista, como Dahl desde

una óptica unidimensional se oponen a las luchas de clases, privilegiando una

dimensión institucionalista de apego al sistema y en conformidad a sus reglas. El

propio Habermas adopta esta postura al concebir la democracia en tanto

democracia participativa como ámbito de explanación de su teoría comunicativa.

Ubica la democracia teórica como presupuesto de racionalidad y como prototipo

para la ética discursiva. Su inconsistencia radica en proponer una democracia

liberal basada en la idea de la ética de la comunicación y una pragmática

trascendental en donde se excluye a las clases trabajadoras del campo y de la

ciudad (Habermas: 1999). Jamás se percata de que el consenso, la situación ideal

de diálogo y la comunicación lingüística sin lucha de clases y al margen de las

relaciones sociales de producción es una quimera divorciada de la realidad,

suponiendo de manera equivocada que una ética europea discursiva, es la escala

de partida para la democratización de las formaciones sociales de Latinoamérica y

el Caribe. Conforme a su propuesta, el estado democrático de derecho se inspira

en la idea de autonomía: los hombres sólo actúan como sujetos libres cuando no

obedecen sino a las leyes que ellos mismos se han dado, obtenidas en un

ejercicio racional dialógico. En ese sentido, existe una democracia si las

decisiones judiciales, legislativas y de la propia administración de justicia

garantizan una neutralidad y una imparcialidad a partir del uso público de la

racionalidad. Esa idea unívoca de conseguir la racionalidad, el objetivismo, la

imparcialidad y la autonomía al interior de una democracia liberal es una de las

falacias de mayor mercado en la filosofía jurídica y política actual. Es obvio que los

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“¿Qué tipos de democracia son posibles para América latina?”

seres humanos pueden construir sus leyes y criterios normativos y que incluso

puede haber consenso. Pero la pregunta es: ¿quién participa? ¿Cómo se

legitiman las leyes? ¿Cuáles son las instituciones que participan en tal proceso?

¿Será posible que las clases trabajadoras puedan construir sus dispositivos de

normatividad con el aval de los dueños de los medios de producción? ¿Será

posible la racionalidad, en tanto constituyente de la democracia, que tanto pregona

Habermas? Nuestro autor promete una pragmática trascendental, en tanto saber

orientado a una condición dialógica ideal dirigida hacia una autoorganización

jurídica intersubjetiva capaz de producir ciudadanos libres.

En el caso de Luhmann se cae en una actitud univocista de la democracia, ésta es

definida como la forma de mantener la complejidad en un sistema a pesar de la

actividad decisional constante, conservando un ámbito selectivo lo más amplio

posible para generar un conjunto de decisiones. En ese sentido, la única

racionalidad posible para la democracia es la racionalidad sistémica, es decir, la

racionalidad subjetiva queda suplantada por la racionalidad instrumental del propio

sistema, tratándose de reducir la complejidad (Luhmann: 1986).

En las sociedades modernas la democracia significa la reversibilidad de las

prestaciones selectivas del proceso decisional, el mantenimiento de un ámbito

selectivo lo más amplio posible para decisiones nuevas, la conservación de la

complejidad no obstante la actividad decisional que reduce el abanico de

posibilidades.

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“La hermenéutica dialéctica transformacional y la democracia”

La democracia no significa la participación de todos los miembros de la sociedad

en los procesos políticos, dado que tales decisiones son de orden selectivo. Exigir

una constante participación es para él imposible, dado el carácter de reducción de

la complejidad de la democracia. Aquí se observa el narcisismo político de

Luhmann, que ha creado una teoría de sistemas, donde entra la democracia, para

ubicarla en términos abstractos, asociales y ahistóricos, donde el ser humano no

existe. Esa visión antióntica donde todo implica la reducción de la complejidad, es

monolítica y monosémica. La complejidad es la posibilidad del sistema, para

seleccionar los ámbitos de mayor interés con el objeto de reducir las cosas, o sea,

un sistema es una reducción de la complejidad de su medio. En su propuesta todo

es reducción de la complejidad -el derecho, la justicia, los derechos humanos,

etcétera- (Luhmann: 1981).

La democracia implica la creciente diferenciación de subsistemas y todo es

explicado a partir de estructuras, contingencias, funciones, autorreferencias,

autorreproducción y racionalidades (Luhmann: 2006).

La negación de Luhmann de la racionalidad intersubjetiva, su conservadurismo, su

vocación por la autorreferencialidad y la complejidad, su rechazo a un concepto de

sociedad integrado por seres humanos, su tendencia funcional-estructural y a

sistematizar todos los fenómenos a partir de su propuesta, lo conduce a adoptar

una posición absolutista en su idea de democracia. Giovanni Sartori desarrolla

desde nuestra perspectiva una idea univocista de democracia. Se trata de un

postpositvista amante de la democracia liberal y del cuantitativismo. Es un

eurocéntrico antimarxista, partidario del capitalismo y defensor a ultranza de los

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supuestos logros alcanzados por la burguesía en medio milenio de poder. Veamos

lo que dice en una entrevista a El Mundo:

“PREGUNTA.- Usted sostiene que la civilización occidental es superior...

RESPUESTA.- Desde un punto de vista ético político, sí. Es la única que ha logrado
construir un sistema ético-político que, al menos, tutela las libertades de sus ciudadanos.
Se trata de una afirmación irrefutable. Es verdad que la democracia es un sistema lleno
de inconvenientes y que con frecuencia no funciona bien. Pero yo prefiero vivir en una
democracia liberal que en cualquier otro sistema político.” (Sartori: 2007)

Como se observa, Sartori, a pesar de no ofrecer argumentos, prefiere la

democracia liberal, ya que es la única que ofrece un sistema ético político, aunque

no funcione bien. Tales declaraciones, lejanas de una teoría crítica de la

argumentación, fascinan al capital internacional y a los reformistas, pues obtienen

la promesa de un intelectual colonizado política e ideológicamente para eternizar

el modo de producción capitalista. Luego dice:

“P.- ¿Y ese sistema político genuinamente occidental es exportable a otros países?

R.- Sí. En Japón, por ejemplo, la democracia llegó de la mano de potencias occidentales,
pero se ha mantenido espontáneamente. Y aún es más claro el ejemplo en la India,
porque no fue Gandhi sino los ingleses los que libraron a la nación de los maharajás y
dejaron una India democrática. La democracia sí se puede exportar.” (Sartori: 2007).

Sartori promete exportar la democracia liberal a todos los países del mundo, es

lamentable el ejemplo que pone de la India, uno de los países más pobres del

mundo, y del imperialismo inglés en calidad de liberadores. En ¿Qué es la

democracia?, dice:

“Una izquierda liberada del encarcelamiento marxista podría ser una izquierda más
inteligente y sensata que aquélla que hemos conocido. Pero una izquierda ya sin anhelos,
desvinculada del marxismo, también puede ser una izquierda que lamente serlo. Aunque
estuviese equivocado, el marxismo era un armario con instrumentos doctrinarios de

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respeto. Contra el marxismo se podía discutir; mas contra la nada se discute mal”
(Sartori: 2003, 431).

El antimarxismo de Sartori es producto de su liberalismo ortodoxo y de las

bondades y privilegios que le han otorgado los gobiernos partidarios de la

democracia liberal. Dice: “La derrota del comunismo es la derrota de la ciudad mala”

(Sartori: 2003, 422). Ese furibundo anticomunismo es univocista y maniqueo. Si

bien es cierto que hubo errores entre 1917 y el 2008, no podemos alegrarnos de

las derrotas de la ex Unión Soviética y del caso chino, privilegiando la “ciudad

buena”, que bajo ningún criterio ontológico podría ser Washington, Roma, Tokio,

París o Londres. Continúa: “El intelectual de Occidente ya vive libre desde hace casi

dos siglos. Ya no es interrogado y quemado por un Torquemada; ya no está al servicio del

mecenas que lo mantiene; y ya no acaba en prisión por delitos del pensamiento” (Sartori:

2003, 396). Se trata de una apología acrítica de Occidente, es decir, de la

sociedad burguesa, aplaudiendo un concepto objetivista de libertad que nada tiene

que ver con la realidad concreta.

En otro párrafo, dice:

“A pesar de todo no me rindo. Si la democracia es, descriptivamente, una poliarquía

elegida, ¿cómo debería ser prescriptivamente? Respondo: debería ser una poliarquía

selectiva, comprendiendo que la “buena” democracia debería ser una meritocracia

electiva” (Sartori: 2003, 168). Luego añade en una entrevista realizada en Uruguay,

cuando se le pedía que definiera la democracia y las causas de su preferencia:

“Esta es una pregunta de una complejidad que en este momento me desacomoda un


poco. No creo ser capaz de responderla. Pero la regla a la que me he ceñido siempre es

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la de que si tengo un juguete entre las manos y no sé como fabricar uno mejor, me quedo
con el que tengo. Soy un animal muy prudente en estas cosas. Y cabe aquí la máxima
inglesa equivalente, tan graciosa: If it´s not broken, don´t fix it. Conozco perfectamente
cuales son los múltiples inconvenientes de los sistemas parlamentarios pero no sé como
lograr algo mejor. Los cambios no siempre son para bien, a veces empeoran las cosas”.
(Sartori: 1998).

Es decir, prefiere lo malo conocido que lo bueno por conocer, quedándose con las

miserias económicas, políticas y culturales de los países dependientes,

precapitalistas, semifeudales o de capitalismo incipiente, víctimas de la

semicolonialidad, del neocolonialismo o del poscolonialismo –caso de América

Latina, África y Asia-, para los cuales desea una poliarquía selectiva de corte

liberal al ensayo de nuevas propuestas societales. Él dice que no conoce nada

mejor que la experiencia liberal y que el cambio no es para bien. A mi juicio, se

opone a la transformación social debido a la insuficiencia teórica y metodológica

de su postpositivismo (Sartori: 2003).

Y en una entrevista en el periódico español El Mundo, hacía eco de su

fundamentalismo antimigrante:

“No acepto la idea de que si cogemos un musulmán y lo declaramos español vaya a


convertirse en un buen ciudadano español. No se convierte en nada, sigue siendo lo que
es. No recurramos a soluciones estúpidas y equivocadas. Debemos controlar y limitar la
entrada de inmigrantes, porque si no nos arrollarán” (Sartori: 2007)

En fin, Sartori es un absolutista por su idea excluyente de democracia,

caracterizada por la poliarquía selectiva y meritocracia electiva, su marcado

eurocentrismo, que lo lleva a hegemonizar la experiencia europea de democracia

liberal por encima de cualquier proyecto histórico, desde la comuna de París en

1871, la experiencia soviética leninista de 1917 a 1923 o la revolución cultural

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china. Si bien es cierto que existe poca tela de dónde cortar en la historia de las

experiencias proletarias, a mi juicio son preferibles los cortos y fallidos ensayos

anteriormente expuestos a la apología indiscriminada de los proyectos burgueses.

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Conclusiones

Ahora bien, ante la pregunta del Congreso: ¿Qué tipo de democracia es posible

para América Latina? Nuestra respuesta es la siguiente:

Es absolutamente inviable aplicar el criterio univocista de democracia liberal,

propuesto por las filosofías políticas y jurídicas y de la ciencia política, señalados

por Habermas, Rawls, Luhmann, Touraine y Sartori, en función de sus criterios

eurocéntricos, excluyentes y unidimensionales. En lugar de la pragmática

trascendental habermasiana, el constructivismo rawlsiano, la sistémica

luhmanniana y el democratismo liberal de Touraine y Sartori, debemos ensayar

desde América latina dispositivos políticos edificados con base en la dialéctica y la

hermenéutica, priorizando la construcción de una economía trascendental, una

política trascendental y una sociológica trascendental que incluya la tradición de

nuestros pueblos y que ofrezca salidas reales y efectivas a la miseria y pobreza de

nuestro continente.

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“La hermenéutica dialéctica transformacional y la democracia”

Bibliografía

Berlin Isaiah (1969): Four Essays on Liberty, Oxford University Press.

Conde Gaxiola Napoleón (2002): La hermenéutica analógica. Definición y


aplicaciones, Primero Editores, México.

-------------------------------- (2008): La hermenéutica dialéctica transformacional y la


cuestión jurídica, IPN, México.

Constant Benjamín (1989): De la libertad de los antiguos comparada con la de los


modernos. CEC. Madrid

Dahl Robert (1989) La poliarquía, Madrid, Tecnos.

Habermas Jurgen (1999): Facticidad y validez, Trotta, Madrid.


Luhmann Niklas (1981): Ausdifferenzierung des Rechts, Frankfurt, Suhrkamp.
-------------------- (1986): Complejidad y democracia, en Sistemas Políticos, México,
UNAM.
---------------------- (2006): El derecho de la sociedad, Herder, Madrid.
Raz, J. (1977): “The Rule of Law and its Virtue”. The Law Quarterly Review, 93,
pp. 195-221

Sartori Giovanni (1998) Entrevista a Sartori en el Instituto Italiano de Cultura,


Radio Espectador, Montevideo Uruguay.

---------------- (2003): ¿Qué es la democracia?, Taurus, México.

----------------- (2007): Entrevista realizada por el periódico español El Mundo, el 13


de octubre de 2007, Madrid, España.

Schumpeter, J., Capitalism, Socialism and Democracy, Harper and Bothers, Nueva
York, 1985.

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