Antología

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1

Corazón

Omar Aramayo
Poeta peruano

Cuando cabalgas como el relámpago que va a estallar


en sangre y en pétalos de rosas
y te levantas
dueño de la luz del mundo
sobre la pradera
y sin embargo efímero
como un altar de nada
te contemplo
corazón

Te veo pasar ante mis ojos como un río


de aguas transparentes o turbulentas
desbordantes o resecas
donde un atacante con su cuchillo feroz
sin alma
te infiere las heridas más atroces
como el mayor de los enemigos
para mirarse luego el rostro en tus aguas
y reconocerse con sorpresa que soy yo mismo
corazón
que te ataco
hasta matarte

Ebrio de mí o de mi locura
ciego sin cansancio
corazón
no entiendo cómo has podido sobrevivir a tantas batallas
abandonado en el lodo bajo lluvias infinitas
como un asaltante enfermo y contumaz
que al final de la noche se resigna con arrancar
la flor del alba
corazón

Viejo búho que has aprendido a cantar


con tu guitarra de astros
el latido del universo
para dejar pasar igual
las aguas transparentes o turbulentas
desbordantes o resecas
entre las hojas de un bosque rojo
donde se marchan sin fin
los vivos y los muertos
corazón
estamos atados a la tierra.

2
Jardín de Hierro

Graciela Maturo
Poeta argentina

No puede ser que todo se pierda para siempre,


que no tengan su número de amor
ni la música oscura que fluye entre mis dedos
ni el agua, ni la arena
ni la movida llana
ni el enorme silencio de los ojos del perro
ni el sueño de la tarde que bellamente muere.
Cómo será el olvido,
los días sin memoria,
sin este claro peso de las cosas amadas,
sin el tierno contorno familiar de los árboles
acaso sin tus ojos…
Cómo serán los lentos imperios de la gloria
su radiante crepúsculo sin noche
su implacable diadema.
Quizás pediré a Dios que me conceda un día
poder mirar el cielo desde huesos mortales
y saciar estos labios con un agua de tierra…
Volveré a los parajes que anduvieron mis pasos
entre piedras antiguas o entre muros
dulces, perecederos…
Acaso volveré, desterrada y ardiente
a mi jardín de hierro.

3
La palabra campesino

Alejandro Cortés González


Poeta colombiano

La palabra Campesino tiene la raíz perdida


alteraron su origen de campo
sudor baldío
árbol despojado de semilla
No hay tierra bajo las uñas del que ara
hay uñas que aran bajo la tierra
Siembra de cadáveres
neblina de tubérculos muertos

La palabra Campesino busca su etimología


levanta piedras en plazas públicas
toldos en carreteras
y no la encuentra
Camina hasta las ciudades mirando al piso
porque las raíces no vuelan
se sienten con el pie descalzo
en suelos hendidos por sangres pretéritas

Sus pupilas
rastreadoras de fases de luna
tropiezan con luces de semáforo
el hambre bosteza en cartulinas
Los nombrados por este sustantivo de raigambre extraviada
se hacen uno con el viento
ánimas de oráculos lunares que deambulan entre máquinas

Alguien sube los vidrios automáticos


esquiva la mirada
luz roja sobre el nudo de su corbata
No reconoce la etimología
de la palabra Ciudad.

4
De palabras

Julieta Dobles
Poeta costarricense

La palabra, tu palabra
es un barco certero hacia el deseo.
Lanza tan primitiva,
caricia tan urgente,
lindando casi con el rojo
mordisco de lo obsceno.
Tu palabra me sobresalta,
me desata, me incita.
Plenamente verbal,
me humedezco de esencias germinales,
y se activan mis manos,
mi cuerpo, mi palabra también
para dormir el aire con la tuya.
Tu palabra, furtiva entre mi oído,
moscardón malicioso,
me cosquillea el instinto.
Subleva mis silencios
y, exacerbada de penumbras,
nos acerca y nos une
en esa vieja danza
de los cuerpos deseantes y absolutos.
Tu voy y mi voz se están amando
entrecortadas, susurrantes,
plenas de excitaciones, de turgencias,
de alientos agresivos o ternísimos,
entre un silencio despeinado y gozoso.
Palabras que se tocan,
se muerden, se estremecen
sn esa enredadera de deseos
que es sólo aire empapado y aromoso.
Hacemos el amor también con la palabra.

5
El lecho

Efraín Jara Idrovo


Poeta ecuatoriano

Este es un lecho,
digo. (La transfiguración,
Y sé que no fue un lecho, no la victoria,
sino permite sólo el tiempo.)
un acantilado ¡Ah palacio invadido
batido de espumas y hogueras por las vegetaciones del fuego
de delirio; y del tormento!
bosque donde el amor Aquí estuvo tu cuerpo,
atronó como sobre un bloque de sal
con torrentes de espadas un látigo dormido de diamantes.
y tropeles Tu cuerpo que desata los oleajes
de animales en llaga. e invoca las potencias
Ahora, solamente, del huracán
barco inerte y el sismo.
encallado en fango de estupor, Tu cuerpo en el que afila
coágulo gris de espacio. el halcón
el dardo de sus ojos.
Pero aquí sumergió el tiempo
sus témpanos de llamas. Devastación
Aquí se desgarraron los arneses y flores
de seda de la carne. llovió aquí.
Y, en la blancura de la almohada, Crujió este lecho al peso de los cuerpos
tu cabellera fue como un inmenso escarabajo pisoteado;
como un río de trigo como las raíces de un pino
desbordado en la nieve, que se suicidara
a una enredadera de soles dando un súbito salto;
y relámpagos. como el eje del mundo.
(Todo es revelación
reiteración, Al pie,
refracción despojo triste del océano,
del incesante vaho de la sangre, tus prendas interiores,
formas que asume el vértigo como un puñado de mariposas
para reconocerse.) abatidas…
Aquí fue la batalla
y la derrota. Este es un lecho.
Miro este espacio inerte,
y sé que hubo un instante
en que nos demoramos,
en que nos devoramos,
pero sin consumirnos…
mil 970

6
Cuaderno de un paracaidista

Jorge Carrera Andrade


Poeta ecuatoriano

Sólo encontré dos pájaros y el viento,


las nubes con sus mapas enrollados
y unas flores de humo que se abrían buscándome
durante el vertical viaje celeste.

Porque vengo del cielo


como en las profecías y en los himnos,
emisario de lo alto, con mi uniforme de hojas,
mi provisión de vidas y de muertes.

Del cielo voy bajando como el día.


Humedezco los párpados
de aquellos que me esperan: he seguido
la ruta de la luz y de la lluvia.

Buen arbusto, protégeme.


Dile, tierra, a tu surco mojado que me acoja
y a ese tronco caído
que me enseñe el color, la forma inerte.

¡Aquí estoy, campesinos europeos!


Vengo en nombre del pan, de las madres del mundo
de toda la blancura degollada:
la garza, la azucena, el cordero, la nieve.

Fortalecen mi brazo ciudades en escombros,


familias mutiladas, dispersas por la tierra,
niños y campos rubios viviendo, desde hace años,
siglos de noche y sangre.

Campesinos del mundo: he bajado del cielo


como una blanca umbela o medusa del aire.
Traigo ocultos relámpagos o provisión de muertes,
pero traigo también las cosechas futuras.

Traigo la mies tranquila sin soldados,


las ventanas con luz otra vez, persiguiendo
la noche para siempre derrotada.
Yo soy el nuevo ángel de este siglo.

Ciudadano del aire y de las nubes,


poseo sin embargo una sangre terrestre

7
que conoce el camino que entra a cada morada,
el camino que fluye debajo de los carros.

Las aguas que pretenden ser las mismas


que ya pasaron antes,
la tierra de animales y legumbre con lágrimas
donde voy a encender el día con mis manos.

8
Jardín

Ada Zapata Arriarán


Poeta boliviana

Estas enterrada en el jardín

Tus hermanas suben a los arboles


con el sabor del níspero en la boca

Estas enterrada en el jardín


Metes la mano en el bolsillo
y una abeja te pica el dedo
Toda esa maleza de oscuridad
¡El perro negro ha hablado!

Lo beso
para quitarle el veneno
luego lo escupo

Te duermes
Respirando el olor de la pintura Las mujeres se desnudaban
doblando las rodillas Y se bañaban en el pantano
en la pared Los hombres se burlaban
te llaman Y orinaban sobre ellas
Y no contestas
¡El viento
¡El perro negro ha hablado! agitando
¡En esta tierra nada tiene alma! la raíz del mundo!

La esfera
de luz brilla

La flama se hunde
y desaparece

-No fui nada


No soy nadie
Estaba enterrada en el jardín

Saludé al hombre envuelto en llamas


Se hizo humo

Siempre fue humo


Me dijo

9
Fauna sumergida

Osvaldo Sauma
Poeta costarricense

este río lleva entre sus aguas


la sombra viva de mi infancia
y los sueños de ese entonces

cuando lo vi por primera vez


me dio un miedo terrible
y a tientas me sujeté
a los pantalones de mi padre

—Si se voltea la lancha


no luchen contra corriente
déjense llevar por ella
y se agarran de la primera
rama o tronco
que encuentren en sus orillas.

pero ya en la pubertad
cuando le perdí el miedo
crecí como un Sábalo y ausculté
sus cuevas/ sus peces y me hice
parte de esa fauna sumergida.

Amaba mi río
sobre todas las cosas
incluso más que a mi yegua
y al florido
silencio de la selva milenaria

hoy
como ayer
trae el agua de otros ríos
entre sus aguas

baja ancho
y silencioso en el verano
o vociferante
y turbulento en el invierno

10
Pequeño misterio

Gary Daher Canedo


Poeta boliviano

El desamparo es la conciencia del cuerpo


abandonado ya de las pasiones
perforado
edificio inestable
molusco
y los indecisos pasos de los días.

Al tacto quedan las quemadas pieles


de la ausencia
y se trepa por los ojos
un silencio
que es igual a la perplejidad del mundo
hecha de los áridos suelos
por donde arrastramos las narices del fracaso.

Y nuestras manos inútiles


desnudas serpientes del deseo
miran hacia ese cielo vacío
con ojos de pregunta ciega

pero ya sabemos
la lluvia es una quimera
el mismo mar
y el ladrido del corazón.

Habrá acaso una tarde entre los arbustos


la soledad de un huevo
la triste soledad de un ingenuo huevo
esperando por una madre
cosa que ya no alcanzarás a ver
viajero

para ti
hasta ese pequeño misterio ha sido vedado.

Mientras tanto el relámpago del tiempo


deslumbra en otras peñas
asombrando con el desasosiego
brutal
de todas sus horas
agrediendo compulsivas
como viejas perras
en todos los senderos.
11
Forma última

José Carlos Becerra


Poeta mexicano

El sueño, esa historia sin armas,


esa voluntad que es parte de los labios,
ese pacto con el corazón más breve de la locura.

El sueño, eso que ya no puede ser sagrado,


porque no hay nada sagrado en la noche,
porque en el mar el cadáver de Odiseo navega a la deriva,
los cabellos revueltos, la mirada usurpada por el agua.

Porque no hay nada sagrado en el regreso, porque sólo una vez


despertamos temblando para mirar el mundo;
y tú lo sabes, pero tu mirada
sólo es exacta en la noche.

Y yo te acaricio, yo aumento en tu cuerpo la sombra del viaje,


tu cabeza echada hacia atrás entra en la órbita fugaz de la sangre,
en el espejo rojo de sí misma, en su semejanza subterránea
con el conocimiento de Dios.

La noche colinda con todo lo que tiene fuego,


con aquello que besamos con apasionada destrucción, con oscura
grandeza.

En tu cuerpo hay cal viva, hay seda que no quiere dormirse,


hay cosas valuadas por el mar,
y en tu corazón es más poderoso el otoño.

Pero no hay nada sagrado en esta noche,


en este sueño, en esta última forma de hacerse a la mar.

Saldré a la calle, visitaré la locura que ama el azufre,


escribiré tu nombre en las plazas vacías,
en los púlpitos de las mujeres desnudas.

Adivina el retrato, desvanécete bajo los arcos triunfales,


incorpora escaleras a tu sapiencia.

Esta ha sido la historia de nuestro regreso.

12
Fuga en gris mayor

Humberto Quino Márquez


Poeta boliviano

El reloj cae por los péndulos


Yida tristísima
&
No sabes / No puedes saber
Que galopo en mi paranoia
Con una melodía de jazz o de soul
Por estas calles desiertas
Por estos árboles desnudos.
&
La ciudad me abandona
Hasta perderse en mi voz.
&
La secreta multitud
Que habita en los mercados
Llora a gritos
Por las cuencas vacías
De los muertos.
&
Es ahora
Cuando intento
Recobrar mi cuerpo
Desenterrar mi razón
Mis viejos zapatos
Mis anteojos
Mi deshecho monociclo.
&
Esta ciudad
Que he rechazado tantas veces
Vuelve a poseerme
Con sus fetos hundidos en los basurales
Con su extraña manía por las orgías
Con sus cadáveres arrugados en los escritorios
Con sus pirámides de cemento
Que no alcanzo a vislumbrar
Porque todo se pierde
En una penumbra de gatos.

13
Los amores inútiles

Washington Delgado
Escritor peruano

El tiempo se ha llenado de papeles y navego


a través de inútiles palabras, siempre
a la deriva, sin más puerto
que el aire prontamente
perdido y olvidado.

Mi antigua habitación
yace en cenizas: ninguna melodía
puede levantarla. Mari, te pregunté,
¿ves cómo el viento crece
sobre tu frente? Después
te dije: Rosa, Yolanda, Elsa
y tu frente variaba según las estaciones,
al compás de las horas y el viento huía
hacia un norte cambiante y por fin
sólo quedó el tiempo muerto.

¿Para qué me servirá


la boca? ¿Para qué
me sirvió nunca? Todos los alimentos
se perdieron, ninguna canción,
ha perdurado. Ostras,
cangrejos, gansos,
liebres, corderos inútilmente
muertos, condimentados y comidos.
Elsa, Yolanda,
Rosa, Mari: orejas
encendidas por el amor
inútilmente, húmedas bocas
que implacables otoños
marchitaron siempre.

Mi habitación está repleta


de inútiles papeles y atraviesa
desarboladas sombras que la mañana
bebe y digiere la tarde
y la noche endulza
con un embriagado amor de tiempos muertos.
Nunca tocaré tierra y me complazco
en esta canción de náufrago
desesperado y a la vista de tantos
inútiles amores.

14
Poema final para una antología

Benjamín Chávez Camacho


Poeta boliviano

Frente a mí
hay un libro abierto
una mujer
el eco de una guerra cíclica
una bandera trasplantada
la llamada de la línea del horizonte
un cielo generoso
el camino al centro del bosque.
Miles de músicos tocando inagotables
una triunfal sinfonía inmensa o
la íntima música que me levanta cada día.

Algunas -muy pocas-


certezas para un débil soplo,
que generalmente pastan libres
fuera de mi vista
en el inmenso prado de todas las cosas
-Y los poemas como mares
o como granos de arena y pedrería celeste.

Frente a mí también hay


el bullicio de los amigos
ciertas tardes llenas de sol
de ciudades
colinas
rostros
la contemplación reflejada en los estanques
de la memoria.

El caminar de gente que no conozco


algo que se dicen, un gesto que los muestra
dignos.

Y no por último,
algunas dudas
perdidas en el fondo de un baúl trajinado.

Un mirar de frente a los hombres


y otra certeza –ésta del corazón-
apaciblemente recostada a los pies de mi
cama:

El mundo es un sitio para amar.


15
Canción a Isabelita

César Dávila Andrade


Escritor ecuatoriano

¿Recuerdas?
Oímos de noche al Mar, Viajamos
con los ojos cerrados sobre el Océano.
Vimos las islas que vuelan a la altura
de los corsarios muertos.

Vimos el chisporroteo de los peces


en la cesta de violetas.

Escuchamos la Tempestad
con las cabezas unidas como dos iglesias en la tarde.

Entramos en la tierra de hueso cárdeno


cubiertos de grandes hojas y esperanzas.
Vimos los montes descascarados por el rayo,
las calles devoradas por la multitud.

¡Nos bautizamos bajo inmensos árboles!


Hablamos de la Eternidad
sintiendo la delgadez de nuestras manos.
Vimos oscilar sobre el campo la tropa
de las mariposas errantes.

Temblamos ante el color de cine de los sepulcros y las naves.


¡Oímos cantar los domingos
millares de cigarras a un solo amor desconocido!

¡Y, he aquí que la Noche nos devuelve


únicamente sombras
para permitirnos soñar aún!

16
Un sol

Delmira Agustini
Poetisa uruguaya

Mi corazón es como un dios sin lengua,


Mudo se está a la espera del milagro,
He amado mucho, todo amor fue magro,
Que todo amor lo conocí con mengua.

He amado hasta llorar, hasta morirme.


Amé hasta odiar, amé hasta la locura,
Pero yo espero algún amor natura
Capaz de renovarme y redimirme.

Amor que fructifique mi desierto


Y me haga brotar ramas sensitivas,
Soy una selva de raíces vivas,
Sólo el follaje suele estarse muerto.

¿En dónde está quien mi deseo alienta?


¿Me empobreció a sus ojos el ramaje?
Vulgar estorbo, pálido follaje
Distinto al tronco fiel que lo alimenta.

¿En dónde está el espíritu sombrío


De cuya opacidad brote la llama?
Ah, si mis mundos con su amor inflama
Yo seré incontenible como un río.

¿En dónde está el que con su amor me envuelva?


Ha de traer su gran verdad sabida...
Hielo y más hielo recogí en la vida:
Yo necesito un sol que me disuelva.

17
Hojas de parra

Joaquín Terrazas
Poeta boliviano

En esta esquina del paraíso


asoman nuestros dedos
como aullidos a la luna
licores de besos despeñados
duelos de ancestrales silencios
que no se resignan a la derrota

Pero en esta serenidad


llena de errores
donde el espanto
es saberse desnudo
con deseos anudados
en esta serenidad
enfermiza hija
del vacío que carcome
con dientes de fuego
y que nos redime
en rincones distintos
en esta serenidad
nuestras hojas de parra
levantan vuelo

Ahora,
hay un viento que solloza
sobre cada acorde,
entre las ramas
donde hice fuego de tus huesos
para calentarme la voz
sólo así tu lluvia de ceniza
me inventó la piel
pero la dejó hecha
una sola llaga
que clama la oscuridad
para encontrarte
aquí, entera
aquí despierta,
allá destilada de soledad
dentro, inundado
un fruto del miedo
un mar encarcelado

Así sangra todavía mi costado


un vino que ya nadie bebe.
18
Poema 20
De Al sur de las nubes

Ariel Pérez
Poeta boliviano de origen chileno

Ahora, mujer de nubes, en este largo


viaje sobre el agua. De barro y plata es
la razón que nos une. Te toco en silencio,
ecuatorial y distante. Te ordeno
abrirte y te abres como constelación de
Tania. Vuelo y vuelas en este lenguaje
de ir y venir por el vértigo de la luz.
Arriba, tú y yo juntos, transformándonos,
arrebatando nuestro génesis a la
lujuria del viento. Abajo es distinto,
pienso. Desde mi interior contemplo tu
figura de océano moverse incontenible
en el reino de Tritón. Veo la línea que
marca el final de tu sombra y el comienzo
de la noche… y no me digas que no
sabes el motivo del oleaje. También de
agua es la Venus que se esconde en tu
forma. Tu desnudez es suficiente para
hacerme volver al vientre y arrastrarme
hasta mi lecho con un pedazo de muerte
más entre mis manos.

19
Elzenbug

Jesús Urzagasti
Poeta boliviano

No conozco
la Selva Negra de las alturas andinas
donde estuviste con la cabellera
antes de descubrir negra
tu vocación teatral ondulada
tampoco llegué la boca
a Kiel pronunciando
ciudad palabras
que tú nombrabas en un idioma
como si amaras menos nasal
el invierno que el tuyo
sólo sé con un repertorio
que añorabas cruzado de leyendas
Saint Germain y bosques
la Iglesia como tú
donde alguien que tienes
interpretaría el pelo lacio
una noche ligeramente
de verano castaño
el doble concierto me digo esta tarde
de Telemann recordando
y el África tus ojos de pantera
que te permitía donde caben
ser feliz sueños
y bárbara deseos
a la luz la luz infinita
de otra luna de tantos
no la que propaga continentes
este café donde la noche
dices se nubla y cae
en una terraza como la sombra
de Berlín en tus párpados
el cabello suelto en tu piel canela
todavía sonriente rosa abierta
y con las sandalias rosa cerrada
de un México tiempo detenido
que siempre brisa
te será remoto en pleno vuelo
aunque tu piel agua llegada
se reproduzca de la montaña
en una muchacha o de la soledad.

20
Nada tiene de común el color

Roberto Echazú
Poeta boliviano

Nada bajados
tiene de común el color de vergüenza.
de la sangre
en las pupilas; Nuestras
vuestro manos tienen el valor
pudor ya no se respeta de nuestros enemigos:
como la nieve fina y pura. el poder más fácil
de perdura,
Vivimos volviendo al espanto
largo tiempo en las cárceles, minúsculo
por creer en la juventud de las fuerzas.
absorbida
en una muchedumbre, Nuestro
unida cansancio absurdo,
por la misma sangre. sin ligaduras
de regocijo,
Habíamos sin orden, sin temores,
llegado a la cima, para recuperar
y estaban ligados nuestros la vida.
brazos
en la onda, al aire puro. Están
los hombres alineados
Compartimos en su injusticia,
todos el mismo lecho. solo nuestras palabras
Nuestro amor nos cubren de la herrumbre
era semejante a la eternidad, de su historia.
y podíamos construir
sobre la muerte, En un día
lo que en contra de la muerta, futuro, las puertas
lo que contra la muerte abiertas
se ríe. de las casas
para comprender
Se hacían la razón,
los días inútiles y descender al fondo
para volver de los lechos,
a amar; abierta
las rutas, interminables; la gloria, la miseria
se comprendía oculta.
la miseria por los ojos

21
Amor es mar

Alí Chumacero
Poeta mexicano

Llegas, amor, cuando la vida ya nada me ofrecía


sino un duro sabor de lenta consunción
y un saberse dolor desamparado,
casi ceniza de tinieblas;
llega tu voz a destrozar la noche
y asciendes por mi cuerpo
como el cálido pulso hacia el latir postrero
de quien a solas sabe
que un abismo de duelo lo sostiene.

Nada había sin ti,


ni un sueño transformado en vida,
ni la certeza que nos precipita
hasta el total saberse consumido;
sólo un pavor entre mi noche
levantando su voz de precipicio;
era una sombra que se destrozaba,
incierta en húmedas tinieblas
y engañosas palabras destruidas,
trocadas en blasfemias que a los ojos
ni luz ni sombra daban:
era el temor a ser sólo una lágrima.

Mas el mundo renace al encontrarte,


y la luz es de nuevo
ascendiendo hacia el aire
la tersa calidez de sus alientos
lentamente erigidos;
brotan de fuerza y cólera
y de un aroma suave como espuma,
tal un leve recuerdo
que de pronto se hiciera un muro de dureza
o manantial de sombra.

Y en ti mi corazón no tiene forma


ni es un círculo en paz con su tristeza,
sino un pequeño fuego,
el grito que florece en medio de los labios
y torna a ser el fin
un sencillo reflejo de tu cuerpo,
el cristal que a tu imagen desafía,
el sueño que en tu sombra se aniquila.

22
Olas de luz tu voz, tu aliento y tu mirada
en la dolida playa de mi cuerpo;
olas que en mí desnúdanse como alas,
hechas rumor de espuma, oscuridad, aroma tierno,
cuando al sentirme junto a tu desnudo
se ilumina la forma de mi cuerpo.

Un mar de sombra eres, y entre tu sal oscura


hay un mundo de luz amanecido.

23
“No ha lugar”

André Bretón
Poeta francés

Arte matinal arte nocturno


La balanza de las heridas llamada Perdona
Balanza roja y sensible al peso de un vuelo de pájaro
Cuando las amazonas cuello de nieve las manos vacías
Impulsan sus carros de vapor por los prados
Veo esta balanza siempre enloquecida
Veo el ibis de finos modales
Que regresa del estanque atado en mi corazón
Las ruedas del sueño encantan los espléndidos carriles
Que se elevan muy alto sobre las caracolas de sus vestidos
Y el asombro se precipita aquí y allá sobre el mar
Ve mi querida aurora no olvides nada de mi vida
Toma esas rosas que trepan al pozo de los espejos
Toma el aleteo de todas las pestañas
Toma hasta los hilos que mantienen el paso de los danzarines de cuerda y de
las gotas de agua
Arte matinal arte nocturno
Aparezco a la ventana muy lejos en una ciudad presa de espanto
Afuera hombres en bicornio se persiguen a intervalos regulares
Parecidos a las lluvias que yo amaba
Cuando hacía un tiempo tan hermoso
“A la rage de Dieu” es el nombre de un cabaret donde entré ayer
Está escrito en el vidrio blanco con letras más palidecidas
Pero las mujeres-marinos que tras el cristal se deslizan
Demasiado felices son para sentir miedo
Aquí el cuerpo siempre el asesinato sin pruebas
Nunca el cielo siempre el silencio
Nunca la libertad sino para la libertad

Traducción de Armando Rojas

24
Página en blanco

Blanca Wiethüchter
Poeta boliviana

I
Página en blanco
punto cero la apariencia
mientras la ciudad
ha crecido,
mientras abajo -mientras adentro
gira la rueda, gira sabiendo;
mientras corre en ríos de calles
y se agolpa en torres;
mientras lenta gira, se estrecha, se expande
y toca y une y anuda.

La ciudad se propaga en un grito


Laikakota en el aire
un amigo
Lakakota en la carne
un fusil.

Traigan un fusil
se ha derramado la esperanza
detrás de las piedras se alza el torrente.
Sobre el cerro vuela el sueño entre el humo
se difunde en el corazón que quiere
crecer en risa, entre el trigo y el agua
entre las propias manos
desde lágrimas suyas.

Traigan un fusil
no ven que la muerte a huido
en vuelo de fuego, en canción
al ver tanto abrazo entrelazado
al escuchar una sola voz en las voces.

II
Página en blanco --- rueda
transformada gravedad,
pesadez incomprensible que discurre
en los soles.
Página en blanco
persistente en los caminos
resplandor oscuro y silencioso
anidas en los árboles y en las raíces.
Del fulgor terrible que recogemos
25
diariamente
del hombre y de su herida
no puede haber olvido.

III

Están allá
y siempre aquí de la mano con la tierra.
Y están allá
mirando siempre
este mismo hondo espacio levantado
mirando cómo todos naufragamos.

Aquí: con el tiempo que nos gana


con el cansancio a cuestas
con nuestra espera.

Aquí
ellos en el debajo junto a las piedras y el oro
ellos en el alto frío junto a la puna y la nieve
ellos en el ademán repetido junto al acero.

Nosotros buscando salvarnos


en la llama creciente del desaliento
en el centro del canto.

Están aquí
mientras conversan allá
la prontitud y la cadena
la permanencia y la premura.

26
Despedida

Benn Gottfried
Poeta alemán

Me colmas como la sangre en la herida fresca


derramándote en su oscura huella,
te extiendes como la noche en esa hora
en que el prado se tiñe de sombras,
floreces como rosas en todos los jardines,
tú, soledad de pérdida y vejez,
que sobrevives al morir los sueños,
después de tanto dolor y demasiado saber.

Ajeno desde joven a la ilusión de la realidad


negándose a un mundo fácilmente otorgado,
cansado del engaño de los detalles
porque ninguno acompaña al Yo profundo;
ahora, desde el fondo mismo, inconmovible,
ningún vocablo o signo te revela
-a quién le ocurrirá, será mejor que olvide
y no toque más las horas idas.

Un último día: un fuego postrero, un vasto espacio,


un agua te conduce a un lejano fin,
un alta luz que baña a los vetustos árboles
creando entre las sombras su contrario,
un día sin frutos y sin espigas
y sin preguntar por la cosecha:
él juega su Juego, siente su luz
y sin memoria la humilla. Todo se ha consumado.

Versión de Eustaquio Barjau.

27
Me obsesiona el amor…

Pavel Ugarte Céspedes


Poeta peruano

Me obsesiona el amor.
No puedo hallarle forma.
El amor para mí es la noche
que tocó su cuerpo
pero también el día azul
que sonríe conmigo.
No conozco el amor.
Solo he tenido rostros
y caricias parecidas.
Solo conozco el volumen
de sus motivos.
Los pretextos que nos da el amor.
Solo justifico mis palabras
y con ellas abrazo la pena.
No sé amar.
Recojo las hebras de sus cabellos
y me despido sin más ni más.
A mí no me da pena las que se van
me dan pena las que regresan.
Las que se vierten conmigo.
Catedrales, capillas y piedades
son refugio para el buen amante.
El amor por sobre todas las cosas.
Las imágenes, los objetos, las personas.
Mi amor es la tarde iridiscente.
Donde cariño y ternura
pueden sentirse también apaciblemente solos.
El amor no es para sufrir.
Nos han mentido mucho tiempo.
El amor es la dosis necesaria.
Vivir sin mayor sentido.
Para subvertir el orden y la pobreza.
Revivir países y sembrar peces.
El amor, para mí
es vestirme y desvestirme
sin remordimientos.
Conjurar el fuego.
Saber que no es para siempre.
Yo respeto la flor.
Hago el amor y no me pertenece.
Conozco el amor de mi padre y de mi madre.
Conozco el amor de los ríos, hermanos y amigos.
Todo ese amor no cabe en una persona
menos en un corazón recipiente.
El amor que desconozco, a ella le pertenece.

28
Poesía demente

Carlo Bordini
Poeta italiano

El mundo se hizo
en muy poco tiempo,
entre grandes peleas,
y sólo en el último
momento se decidió,
por desconfianza,
instituir la muerte y dividir los sexos.
Dios estaba muy celoso
de sus cuatro o cinco colegas y por despecho
dijo:
De cualquier modo, en pocos años estarán todos rotos, alguno sin
un brazo, otro sin una pierna ¡da lo mismo
dejarlos morir!
Y otro le dijo:
¿Y los nuevos cómo los haces?
¡No los hago yo, los hacen
ellos! Mira qué bien. Y así,
al último momento,
en pocos minutos, inventaron el instinto sexual,
y la infancia. Casi llegaron a las manos.
Y uno dijo: ¿pero no ves
que así será un lío?
Me da igual – dijo Dios.
– De todos modos este mundo no me gusta.
Ha salido mal. Mira qué bien –
añadió otro. – ¿Qué pretendías, con eso de que todos tienen que comerse
unos a otros? Es lógico que se iban
a dañar. ¿Y entonces? ¿Tú qué hubieras hecho?
Casi
llegaron a las manos.

29
Carta al lobo

Carmen Boullosa
Poeta mexicana

Querido Lobo:
Llego aquí después de cruzar el mar abierto del bosque,
el mar vegetal que habitas,
el abierto de ira en la oscuridad y la luz que lo cruza
a hurtadillas,

en su densa, inhabitable noche de aullidos que impera


incluso de día o en el silencio

mar de resmas de hojas


que caen y caen y crecen y brotan, todo al mismo tiempo,
de yerbas entrelazadas,
de mareas de pájaros,
de oleadas de animales ocultos.

Llegue aquí cruzando el puente que une al mundo


temeroso con tu casa,

este lugar inhóspito,


inhóspito porque está la mar de habitado,
habitado como el mar.

En todo hay traición porque todo está vivo...

Por ejemplo, aquello, si desde aquí parece una sombra,


¿hacia dónde caminara cuando despierte?
Como fiera atacara cuando pase junto a él,
cuando furioso conteste el sonido de mis pasos.

Así todo lo que veo.


En todo hay traición

...era el camino, lobo,


la ruta que me llevaba a ti...

Escucha mi delgada voz, tan cerca.


Ya estoy aquí.

Escoge de lo que traje lo que te plazca.


Casi no puedes mirarlo,
insignificante como es,
perdido en la espesura que habitas.
Estoy aquí para ofrecerte mi cuello,
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mi frágil cuello de virgen,
un trozo pálido de carne con poco, muy poco que roerle,
tenlo, tenlo.
¡Apresura tu ataque!
¿Te deleitaras con el banquete?
(No puedo, no tengo hacia donde escapar
y no sé si al clavarme los dientes
me miraras a los ojos).

Reconociéndome presa
y convencida de que no hay mayor grandeza que la del
cuello de virgen entregándose a ti,

ni mayor bondad que aquella inscrita en tu


doloroso,
lento
interminable
y cruel
amoroso ataque,

cierro esta carta.


Sinceramente tuya,

Carmen.

31
Oda de amor

María Mercedes Carranza


Poeta colombiana

Una tarde que ya nunca olvidarás


llega a tu casa y se sienta a la mesa.
Poco a poco tendrá un lugar en cada habitación,
en las paredes y los muebles estarán sus huellas,
destenderá tu cama y ahuecará la almohada.
Los libros de la biblioteca, precioso tejido de años,
se acomodarán a su gusto y semejanza,
cambiarán de lugar las fotos,
otros ojos mirarán tus costumbres,
tu ir y venir entre paredes y abrazos
y serán distintos los ruidos cotidianos y los olores.
Cualquier tarde que ya nunca olvidarás
el que desbarató tu casa y habitó tus cosas
saldrá por la puerta sin decir adiós.
Deberás comenzar a hacer de nuevo la casa,
reacomodar los muebles, limpiar las paredes,
cambiar las cerraduras, romper los retratos,
barrerlo todo y seguir viviendo.

32
La primera comunión

Luis Antonio de Villena


Poeta español

Dijeron: no se debe masticar a Dios. No deben rozarlo los dientes,


porque la blanca oblea es el cuerpo de Dios verdadero. Apenas la lengua,
con leve impulso, hará tragar la forma santa con dulzura. La iglesia
estaba atestada de lirios blancos en búcaros de plata y muchos cirios.
Olía a cera derretida y a un perfume sensual y frío como si los mármoles
también trasudaran aroma. Pero el niño creyó ahogarse, a punto de
morir, ángel o pecador, porque la hostia se le quedó pegada a la garganta.
Quizá sólo segundos: pero una feroz agonía de calvario y extinción,
nada de alegría seráfica o coros de azules querubines, tremenda sensación
de muerte, de asfixia, de nunca jamás, de pérdida del mundo, mientras
con asco miraba la estúpida sonrisa de las tontas monjitas catequéticas…
Todo horror. Lirios, carne y sangre divinas, más terror, ansiedad, cercanía
de la muerte… ¿Y no era mejor que la Muerte buena lo sacara de tanto
espanto? El mundo era turbio y sucio y la felicidad, ¿qué era eso, Señor?
Pero la saliva diluyó la oblea, y el crío rodeado de lujo tornó a respirar.
Siempre detestó ese día. Aunque la foto azul semeje decir cosa distinta.

33
Inmortalidad

Lisel Mueller
Poeta alemana

En el castillo de la Bella Durmiente


el reloj marca cien años
y la chica en la torre vuelve al mundo
igual que los sirvientes en la cocina,
sin siquiera restregarse los ojos.
La mano derecha que el cocinero levantó
hace un siglo exacto
completa el arco de su descenso
hasta la oreja izquierda del ayudante de cocina.
Tensas, las cuerdas vocales del chico
por fin dejan salir
la queja atrapada, inextinguible.
Y la mosca, detenida en medio de un clavado
sobre la tarta de frutillas,
completa su misión empecinada
y se zambulle en la cobertura dulce y roja.

De chica tuve un libro


con un dibujo de esa escena.
Era demasiado joven para darme cuenta
de cómo persiste el miedo y cómo
persiste el enojo, que es la causa del miedo,
de que su trayectoria no se puede modificar
ni romper, sino solamente interrumpir.
Mi atención estaba en la mosca:
en que ese cuerpo leve
de alas transparentes
con la esperanza de vida de un día humano
todavía reclamara su porción
de dulzura un siglo después.

34
El poema de amor debe tener previsto…

Juan Antonio Gonzales Iglesias


Poeta español

El poema de amor debe tener previsto


el transcurso futuro de los astros
pero también
el vocabulario de la derrota
y la gloria muy simple del minuto.
Debe tener prevista la palabra Albertur
sólo porque está escrita en el costado
del autobús nocturno que te devuelve a casa.
Debe decir la periferia urbana,
aceptar lo que ve por donde va,
y desde nuestros labios convertirse
en oda a las ciudades encendidas.
Debe tener previstos los fracasos,
toda nuestra pobreza,
el miedo a que se quiebre nuestro amor extramuros.
El poema de amor debe saber que somos
iguales, y por tanto debe incluir tu nombre y mi nombre,
de la misma manera que mi nombre incluye el tuyo. Así
no diré que Petrarca no nos sirve.
Diré que no nos basta. Nuestro fuego sucede
más acá de los límites del mundo.

Si el ciprés y la lluvia tienen la misma forma,


no quiero ser oscuro, ni pobre de aventura.

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