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Análisis literario

Del
“TRILCE”
Trilce es un poemario que contiene 77 poemas, que escribe César
Vallejo cuando tenía 20 años y es tomado preso por la policía de
su pueblo (Santiago del Chuco en Perú).

Para conocer más del caso, se sabe que Vallejo cae preso acusado
de rebelión y de ser un incendiario. Allí estuvo casi por cuatro
meses encerrado, donde piensa mucho en números y habla de las
paredes en forma par (observando su celda). Y es aquí tras las rejas
que César Vallejo escribiría su famoso poemario Trilce.

Sale de la cárcel sin dinero y se va a Paris como corresponsal del


diario de su pueblo. Vivió muy pobre y fue de muy pocas
relaciones por razones de coincidencia.

Con la obra Trilce, César Vallejo deja de ser un modernista


transformando su poesía en vanguardista. Es un libro que durante
muchos años no se entendió, quizás por conservar su propia
personalidad y la utilización de los diálogos de una manera tan
suya. Por lo tanto, recibió críticas muy duras contra su obra.

Es considerado el libro poemario más radical escrito en lengua


española, pregonando un cambio en los cánones de la estética
poética de la época donde hacia presencia el Vanguardismo como
Movimiento. Situación que convierte su obra en una de la las más
importantes de la Vanguardia Latinoamericana.
Para algunos investigadores del poemario de Vallejo , consideran
que es una obra en la que no se busca coherencia, pues carece de
ideas que escapan de la gramática y la lógica. Lo que transmite
son emociones. Es una manera única de expresar su poesía. Por
este motivo es considerado un libro radical que rompió con la
poética de la época.
ESTRUCTURA DEL POEMA

POEMARIO II DE TRILCE
Tiempo Tiempo.

Mediodía estancado entre relentes.


Bomba aburrida del cuartel achica
Tiempo tiempo tiempo.

Era Era.

Gallos cancionan escarbando en vano.


Boca del claro día que conjuga
Era era era era.

Mañana Mañana.

El reposo caliente aún de ser.


Piensa el presente guárdame para
Mañana mañana mañana mañana

Nombre Nombre.

¿Qué se llama cuanto heriza nos?


Se llama Lomismo que padece
Nombre nombre nombre nombre
Entre estos aspectos están la reiteraciones excesiva de la palabra
“tiempo”, “era”, “mañana” y “nombre”. Incluso esta última
reiteración tiene una variación muy interesante “nombre”. Estas
palabras nos hablan de un tiempo que pasa sin terminar nunca
de pasar, porque es un tiempo entreverado entre el pasado y el
futuro, y es un tiempo que desesperadamente busca la
identidad, por eso “nombre”. Una identidad que no se encuentra,
y un tiempo que agobia, que oprime al yo lírico. Este podría ser el
tema de este poema. El yo lírico se siente preso de ese estado
profundo de su inconsciencia en el que no puede descubrirse a sí
mismo.
Otra expresión que llama la atención es “heriza” porque es una
palabra inventada, al agregársele una “h”. La palabra “eriza”
significa ese estado en que nos ponemos rígidos por una cosa, o
también es poner obstáculos a las asperezas. ¿Por qué agregar
una “h”? Estos son los espacios vacíos que permiten hacer volar
al lector. Podemos estar hablando del dolor, condición del
“hombre”, que se escribe con “h”, o de la herida que nos
provocan esos obstáculos para llegar a nosotros, o tal vez es lo
que no suena de eso que nos conmueve.
Así que el tema es ese tiempo que no se define, que está
estancado y en el que el hombre sufre, se eriza, se enreda, se
paraliza.
Otra de las expresiones extrañas al lenguaje es “Lomismo”, todo
junto, y con mayúscula. El yo lírico quiere llamarnos la atención
sobre la definición sobre qué lo “heriza”, es lo de siempre, que de
tan cotidiano y común para él ha adquirido nombre propio y se
ha degenerado en algo que tiene vida independiente de él. Eso
tiene nombre, mientras él busca el suyo, sin encontrarlo.
Habiendo visto estas extrañezas, como alguna otra que podemos
encontrar en el análisis, estamos listos para empezar a
acercarnos al poema, cuyo verso es libre y no tiene rimas, sólo
las consonantes que parten de la reiteración de palabras.
Tiempo Tiempo.
Mediodía estancado entre relentes.
Bomba aburrida del cuartel achica
Tiempo tiempo tiempo tiempo.
Esta primera parte del poema nos presenta ya dos formas del
tiempo, el real y el psicológico. En un principio, podría pensarse
que es el “mediodía” una ubicación real del tiempo y que el
psicológico es la abstracción que el yo lírico repite como el tic tac
de un reloj real que marca un tiempo físico, pero que dentro de
uno es desesperante porque no produce nada. El tiempo pasa,
pero está “estancado”. En esta antítesis, entre lo interno y lo
externo está atrapado el yo lírico. Y queda estancado a la mitad
del día, que es como decir en la mitad de la vida. Si la vida de un
hombre es la suma de días, este es un “mediodía estancado”, ni
siquiera puede pasar el día. Este mediodía quedó quieto “entre
relentes” que son manchas de humedad que aparecen en las
noches serenas y se muestran en la atmósfera. Así el yo lírico está
atrapado noche tras noche (tiempo real) en un mediodía
constante, siendo éste un tiempo también psicológico.
El ambiente que el yo lírico presenta es opresivo por su
inmovilidad, y un tiempo inmóvil se parece a una muerte interior,
con la angustia de ver que el exterior sigue su movimiento.
Es por esta razón que él utiliza la metáfora de “bomba aburrida”,
como si ese objeto también tuviera vida fuera de él. Se aburre,
como él, y está a punto de explotar, como él. Le achica la vida, lo
comprime, las paredes parecen asfixiarlo y el yo lírico utiliza la
metáfora cuartel dando la idea de una cárcel, en la que la
voluntad de salir no está permitida. Así que este estancamiento
ni siquiera lo siente como algo propio, sino como una imposición
de algo que no es él. Por más que quiera, no puede salir del
estancamiento, y el tiempo sigue pasando, él lo escucha, lo ve, lo
siente, y por eso lo repite tanto, para que también nosotros lo
sintamos.
Era Era.
Gallos cancionan escarbando en vano.
Boca del claro día que conjuga
Era era era era.
Este tiempo inútil pero presente, lleva directamente al pasado
“era”, del verbo “ser”, que adquiere la dimensión de existir. El
pasado viene a la mente del yo lírico y no puede evitarlo, y es
este que se amalgama con el “tiempo”. En la primera parte
comenzaba repitiéndolo dos veces y terminaba haciéndolo
repetir “cuatro”. Ahora hace lo mismo pero con “era”. Entre
medio siguen las imágenes referidas a un día que nunca termina
de pasar, y otra vez lo interior y lo exterior se confunden porque
en realidad el único tiempo válido es el interior.
Los gallos, mensajeros del amanecer, “escarban en vano”, buscan
ese amanecer sin ningún resultado, porque no existe ese
amanecer para él, por más que “cancionan”, conjugación verbal
inventada por el yo lírico y que llama la atención sobre este
cantar. Los gallos parecen estar personificados, otra vez, la vida
es independiente del yo lírico. No es el cantar normal del gallo,
sino, tal vez, un cantar más desesperado, melodioso y dulce, pero
con la intención de despertar a ese día que no quiere salir dentro
del yo lírico. Y aún el mismo día claro, opuesto a la noche en la
que este yo lírico vive, parece tener boca y conjugar palabras,
pero estas remiten al pasado “era”. Un pasado que podemos
imaginar oscuro porque de él no se habla, no se sabe nada. ¿Por
qué las conjuga? Tal vez para despertarlo, tal vez para estancarlo
más.
Mañana Mañana.
El reposo caliente aún de ser.
Piensa el presente guárdame para
Mañana mañana mañana mañana
Ahora aparece, con la misma estructura de la reiteración
“tiempo” y “era”, el “mañana”, abriendo y cerrando una nueva
idea. El tiempo que pasa remite al pasado pero también al
futuro, y de ninguno puede asirse el yo lírico porque está
estancado, ambos tiempos lo llevan al presente y a sí mismo, a su
identidad, que será lo último que se nos revele.
El “ser” del yo lírico, el existir, está caliente, por lo tanto está vivo,
pero en reposo. El yo lírico puede reconocerse vivo aún pero la
quietud lo va matando. Su cuerpo está en reposo y su mente está
estancada.
Y es el presente quien ahora, personificado, piensa “guárdame
para/ mañana…”. Parece seguir insistiendo en una solución al
problema del estancamiento, tratar de guiarlo a un futuro, para
que el tiempo se vuelva constructivo. Pero no hay posibilidades
de construir nada sin una identidad, y es por eso que aparece la
última parte del poema que explica la inmovilidad del yo lírico.
Nombre Nombre.
¿Qué se llama cuanto heriza nos?
Se llama Lomismo que padece
Nombre nombre nombre nombrE.
Es en esta parte en que se encuentra la clave del poema y la
mayor cantidad de expresiones inventadas por el autor.
Utilizando la misma estructura de repeticiones anteriores, ahora
usa la palabra “nombre”. El nombre es la identidad de la persona,
por él nos conocen todos y nos reconocemos. Ese parece ser el
nudo de este yo lírico. Eso que él está buscando
desesperadamente, y que hace no poder estar inmerso en la
vida, sino estancado en sí mismo.
Ahora la sintaxis se hace confusa, porque él está confuso. Todo se
vuelve difícil de ver. El hipérbaton (desorden gramatical) de la
pregunta nos muestra su estado y por eso más que ordenarlo,
deberíamos tratar de entenderlo por partes, respetando su
orden. El yo lírico se pregunta “qué”, cuando en realidad debería
ser “cómo”, pero él no quiere saber verdaderamente el nombre
de lo que le pasa sino qué le pasa, es decir, la esencia de su
estancamiento. Pregunta por el nombre de eso que le pasa,
porque tal vez así encuentre su propio nombre, y con él, su
propia identidad. La palabra “cuanto” nos sugiere la
cuantificación de esos obstáculos que lo inmovilizan, pero
también la calidad de esto que explican su imposibilidad de salir.
Inventa la palabra “heriza” que ya hemos analizado, y que tiene
que ver con esa rigidez que ponen al yo lírico, los obstáculos,
esas asperezas que lo mantienen quieto. Y el pronombre “nos” al
final de la pregunta nos involucra en este sentir. Todos los
hombres se sienten a veces, estancados por aquello que nos
eriza y por lo tanto nos hiere, palabras que por cierto, suenan
parecido (herir, erizar).
La respuesta es “Lomismo”, el tedio, el tiempo, eso que nunca
cambia, y que tiene aunque más no sea un nombre, que él aún
no ha descubierto para sí. Esto lo hace padecer, lo que nunca
cambia, lo nunca pasa, lo que nunca termina de descubrir.
El poema termina con la repetición de la palabra “nombre”, pero
el último de estos tiene un cambio gráfico, muy usado en las
vanguardias, que mezclaban las palabras con lo gráfico:
“nombrE”. Dejando volar la imaginación del lector podríamos
pensar que el yo lírico termina gritándolo de desesperación,
tratando que este desgarro por conocer su identidad quede en el
aire y se escuche desde lejos. Pero tal vez, sea como el eco,
vuelva a él vacío, repitiéndole lo que dice, pero sin sustancia.

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