Este documento explora por qué Jesús no se casó ni tuvo hijos, y argumenta que fue porque ya tenía una esposa (la iglesia) e hijos (los creyentes). También discute cómo Jesús es llamado "Padre eterno" en la Biblia, explicando que aunque es el Hijo de Dios, actúa como un padre amoroso y protector hacia los creyentes. Finalmente, anima a los lectores a confiar en Jesús como su Padre celestial y a buscar su guía y corrección paterna.
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Este documento explora por qué Jesús no se casó ni tuvo hijos, y argumenta que fue porque ya tenía una esposa (la iglesia) e hijos (los creyentes). También discute cómo Jesús es llamado "Padre eterno" en la Biblia, explicando que aunque es el Hijo de Dios, actúa como un padre amoroso y protector hacia los creyentes. Finalmente, anima a los lectores a confiar en Jesús como su Padre celestial y a buscar su guía y corrección paterna.
Este documento explora por qué Jesús no se casó ni tuvo hijos, y argumenta que fue porque ya tenía una esposa (la iglesia) e hijos (los creyentes). También discute cómo Jesús es llamado "Padre eterno" en la Biblia, explicando que aunque es el Hijo de Dios, actúa como un padre amoroso y protector hacia los creyentes. Finalmente, anima a los lectores a confiar en Jesús como su Padre celestial y a buscar su guía y corrección paterna.
Este documento explora por qué Jesús no se casó ni tuvo hijos, y argumenta que fue porque ya tenía una esposa (la iglesia) e hijos (los creyentes). También discute cómo Jesús es llamado "Padre eterno" en la Biblia, explicando que aunque es el Hijo de Dios, actúa como un padre amoroso y protector hacia los creyentes. Finalmente, anima a los lectores a confiar en Jesús como su Padre celestial y a buscar su guía y corrección paterna.
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Padre eterno
11/12/2022
Alguien me preguntó una vez por qué no se casó Jesús.
¿Tiene algo de malo casarse? ¿Es pecado contraer matrimonio con una mujer y tener hijos? Claro que no. De hecho, fue Dios el que realizó la primera boda cuando trajo a Eva y se la presentó a Adán. El matrimonio es agradable a Dios, y los hijos son una bendición. ¿Por qué, entonces, no se casó Jesús? ¿Habrá sido porque no quería tener suegra? Algunos dicen que fue por esa razón que Pedro lo negó – porque le sanó la suegra. Creo, sin embargo, que Jesús habría sido el yerno perfecto. No creo que haya sido por eso que se mantuvo soltero. Jesús no se casó porque no tenía necesidad de casarse. Él ya tiene una esposa, que es la iglesia. Él ya tiene muchos hijos, que somos todos los que nos hemos entregado a él. Por eso, entre los cuatro nombres especiales que el profeta Isaías anunció que Jesús tendría, uno de ellos es: Padre eterno. Durante estas semanas de preparación para la Navidad estamos conociendo mejor a Jesús por medio de los nombres o títulos que Dios reveló por medio del profeta Isaías más de 700 años antes de su nacimiento. Hace dos semanas descubrimos que Jesús es el Consejero admirable. La semana pasada supimos que es el Dios fuerte. Hoy vamos a ver este tercer título en Isaías 9:6. Dice así: Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. ¿Te das cuenta de lo que dice este pasaje acerca del niño? Dice que nació para nosotros. ¡Con cuánto orgullo los padres presentan a sus criaturas al mundo diciendo, Este es nuestro hijo! Cuando Jesús nació, él vino para nosotros. Si nos hemos entregado a él, podemos decir: ¡Este es nuestro Salvador! Dios nos lo ha concedido. Lo increíble es que este niño que nos fue concedido es también nuestro Padre eterno. Nuestro Rey es un Hijo que también es Padre. Es más, es Padre eterno. Considera primero la segunda parte de la frase, Padre eterno. Cuando el pueblo de Israel le pidió a Dios un rey, lo hicieron porque querían ser como todas las demás naciones. Estaban cansados de los jueces que sólo gobernaban en ratos. Sin embargo, podríamos decir que brincaron de la olla al comal. Dios les concedió su deseo, pero sus reyes también fueron una mezcla. Algunos fueron buenos, pero con defectos. Otros fueron malos, como el rey Acab que gobernaba cuando Isaías dio esta profecía. Creo que las cosas no han cambiado mucho. Los gobiernos siguen siendo así. Pero Dios prometió que vendría un Rey que gobernaría para siempre. Ese Rey es Jesús. Él hoy reina en las vidas de todos los que se entregan de corazón a él. Un día, él volverá para reinar sobre toda su creación. Su reino no tendrá fin. Por eso, aunque vivamos por un tiempo con las altas y bajas de los gobiernos humanos, podemos estar seguros en las manos de nuestro Rey eterno. Pero sería terrible tener un Rey eterno si ese Rey fuera malvado y cruel. Por eso, Dios nos dice que el gobernante que nos ha nacido es un Padre eterno. No es un dictador ni un cruel tirano. No es uno de esos gobernantes corruptos que acaparan fortunas a costa del bienestar de su pueblo. Jesús nunca se casó ni tuvo hijos en la carne, porque él es el Padre de todos los creyentes. Lo vemos en Hebreos 2:10-13, que nos dice esto: En efecto, a fin de llevar a muchos hijos a la gloria, convenía que Dios, para quien y por medio de quien todo existe, perfeccionara mediante el sufrimiento al autor de la salvación de ellos. 11 Tanto el que santifica como los que son santificados tienen un mismo origen, por lo cual Jesús no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12 cuando dice: «Proclamaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré». 13 En otra parte dice: «Yo confiaré en él». Y añade: «Aquí me tienen, con los hijos que Dios me ha dado». Jesús, siendo el Hijo de Dios, es perfecto en su naturaleza. Pero se convirtió en el Salvador perfecto mediante el sufrimiento. Por lo que él sufrió en la cruz, ahora es capaz de salvarnos perfectamente porque nos hace santos por medio de su sangre. Su sangre se aplica a nuestro corazón por la fe, y llegamos a ser parte del pueblo santo de Dios. Por eso, a Jesús no le da pena llamarnos hermanos. ¡Qué cosa más maravillosa! También nos llama hijos, como lo demuestra la última parte del pasaje. Es por él que llegamos a tener vida espiritual, vida eterna, vida real. Por eso, somos sus hijos. Jesús refleja su amor paternal hacia nosotros en su trato. Por ejemplo, en una ocasión, Jesús encontró en su pueblo a un hombre paralítico. Mateo 9:2 nos dice qué le dijo: ¡Ánimo, hijo; tus pecados quedan perdonados! Era un hombre marginado por la sociedad, pero Jesús le dice, Hijo. Recuerdo una vez que le hablaba a una niña de la congregación y le dije, Hija. Ella me miró y me dijo: ¡Yo no soy su hija! ¡Es cierto! Usé la palabra como una simple expresión de cariño. Pero Jesús no lo usa así. Cuando él nos llama hijos, es porque hemos sido adoptados en su familia y tenemos todos los derechos de hijos. En otra ocasión, Jesús iba caminando entre una gran multitud cuando una mujer que sufría de hemorragias se le acercó y, con fe, tocó el borde de su manto. En ese momento, ella fue sanada. Jesús sabía lo que había pasado, y preguntó quién lo había tocado. Cuando la mujer se le acercó, temblando de miedo, Jesús le dijo esto: —¡Hija, tu fe te ha sanado! —le dijo Jesús—. Vete en paz y queda sana de tu aflicción. (Marcos 5:34) En Jesús tenemos el Padre perfecto que nos llama hijos e hijas. ¿Te das cuenta de su cariño? Quizás tu padre humano te falló. Jesús nunca te fallará. Quizás no sepas cómo ser un buen padre para tus propios hijos. Puedes aprender del ejemplo de Jesús cómo ser un padre amoroso, fiel y justo. Un buen padre se sacrifica por el bienestar de sus hijos. Él no dice: A ver cómo se las arreglan; yo tengo que vivir mi vida y buscar mi felicidad. Su felicidad está en que sus hijos sobresalgan. Por eso, en lugar de dejarnos abandonados en el fango del pecado, Jesús mismo vino y tomó sobre sí nuestro pecado para que pudiéramos ser libres. Su cruz revela perfectamente el corazón paterno de Dios. Hay un punto que nos puede confundir. Sabemos que la Trinidad consiste en Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas en un solo Dios. Si Jesús es Dios el Hijo, ¿cómo es que aquí se le llama Padre? ¿Será que el Padre y el Hijo son lo mismo? ¿Cómo debemos entender este pasaje? Dentro de la Trinidad, Jesús es Dios el Hijo. Su relación con Dios el Padre es una relación como la de padre e hijo, aunque siendo Dios, él nunca tuvo comienzo. En cambio, hacia nosotros, Jesús es como un padre. Es Hijo en relación con Dios Padre, pero es padre en relación con nosotros. Además de esto, también llegamos a ser hijos de Dios Padre. Quizás un dibujo nos ayude un poco. Las flechas representan relaciones paternas. Todo esto nos lleva a entender que el bebé cuyo nacimiento celebramos en la Navidad es un Padre eterno para nosotros, un Rey paterno en quien podemos confiar. Jesús es un Padre que se ocupa de nosotros. El Salmo 68:5 dice esto: Padre de los huérfanos y defensor de las viudas es Dios en su morada santa. Si necesitas ayuda, puedes buscarla en Jesús. Además de esto, Jesús es un Padre que nos tiene compasión. El Salmo 103:13 dice esto: Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. Jesús nos comprende, y cuánto más porque ha vivido en este mundo en carne humana. Nunca pienses que Jesús no entiende lo que estás viviendo. Como Padre, Jesús también disciplina a sus hijos. Proverbios 3:12 dice esto: Porque el Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido. La disciplina no se trata de gritos y golpes, sino de corrección con amor. Es difícil aceptar la corrección de un padre que no pasa tiempo con sus hijos ni muestra interés en sus vidas. Pero Jesús no es esa clase de padre. Él siempre está con nosotros. Él se interesa por lo que vivimos. Por eso, cuando él nos corrige, debemos prestarle atención. Debemos comprender que sus reglas son las mejores y esforzarnos por obedecerlas. Debemos someternos a su voluntad y aceptar su corrección, porque él es un Padre amoroso. Cuando vemos a ese Niño acostado en el pesebre, recordemos que él nació para ser nuestro Padre. Ese Hijo que nos fue dado es el Padre eterno, el Rey que necesitamos. ¿Reina él en tu vida? ¿Reina en tu familia? ¿Te has propuesto ser un padre como él? Se cuenta la historia de un niño que quería una ropa nueva, así que fue a pedírsela a su madre. Su madre le dijo que se la fuera a pedir a su padre. A eso, el niño contestó: Es que no lo conozco muy bien. No seamos como ese niño. Tengamos la confianza de acercarnos a Jesús. Busquemos en él compasión y cuidado, y hagamos su voluntad. Él es nuestro Padre eterno.