Tema 7
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Gestión Pública
TEMA 7
La cultura política
Docente:
Prof. Dr. Leonardo Sánchez Ferrer
Ciencia Política y Gestión Pública
Índice de contenidos
I. INTRODUCCIÓN 3
II. OBJETIVOS 3
2.3 La desafección 10
4. El capital social 16
IV. BIBLIOGRAFÍA 21
I. Introducción
En este tema se analizan los principales rasgos de la cultura política española. Se
parte de la evidencia de que todas las sociedades cuentan con una serie de rasgos
culturales (como las normas sociales imperantes o las creencias y valores
compartidos) que influyen en los comportamientos ciudadanos y en el
funcionamiento de sus instituciones. Sin comprender esos rasgos culturales no se
puede entender, por ejemplo, que instituciones políticas similares funcionen de
maneras tan distintas en unos países y otros.
II. Objetivos
- Comprender las diferencias entre apoyo a la democracia, satisfacción con la
democracia y desafección con la democracia
- Conocer la evolución de la valoración ciudadana de la democracia en
España
- Conocer la evolución de la valoración ciudadana de las instituciones
políticas
- Comprender el concepto de capital social y su forma de medirlo en España
Para Almond y Verba existía un modelo ideal de cultura política, que era la que
denominaban cultura cívica, definida por una serie de valores y actitudes, entre
los que destacan, por una parte, el respeto y lealtad al sistema político y las
instituciones y, por otra parte, la disposición a participar en la política, basándose
en una percepción positiva del papel que el individuo puede ejercer en el espacio
público. En el concepto de Almond y Verba, la cultura cívica aunaba los mejores
aspectos de los tres tipos de cultura definidos anteriormente: era una cultura
participativa, de individuos involucrados en la política nacional, pero al mismo
tiempo tenía elementos de la cultura de súbdito, al estar generalizados el respeto y
la confianza en las instituciones. Y al mismo tiempo, también tenía elementos de la
cultura parroquial, puesto que la vinculación con las comunidades locales también
juega un papel importante en la cultura cívica. Estos autores consideraban que
Gran Bretaña y Estados Unidos constituían claros ejemplos de países con una
sólida cultura cívica.
Fuente: Torcal (2008). Para la variable “Satisfacción con el funcionamiento”, serie temporal 19741994
del Eurobarómetro, Eurobarómetros 43, 48 y 49, CIS (estudios 2.218 y 2.107) y DATA (la formulación
fue ligeramente distinta, “La democracia permite solucionar los problemas”). Para la variable “Apoyo
democrático”, CIS, excepto para 2002, “Sistemas de valores de los ciudadanos e indicadores
socioeconómicos. Desafíos de la democratización para la ampliación de la UE”.
Uno de los argumentos que suele utilizarse para explicar el alto nivel de apoyo
democrático desde los inicios del sistema se relaciona con el cambio de actitudes
en la población que tuvo lugar durante el proceso de modernización en la última
parte del régimen franquista, que sin duda facilitó la transición a la democracia. Sin
embargo, Mariano Torcal (2008) sostiene que los altos niveles de apoyo a la
democracia en España se debieron en gran medida a un "proceso de
resocialización adulta", que generó un cambio de actitud significativo en un corto
período y facilitó la aparición de un apoyo democrático incondicional en los
primeros años de la democracia. Según Torcal, el cambio de actitudes de los
españoles fue en gran parte resultado de la política de consenso entre las élites
durante la transición y consolidación democráticas, lo que a su vez produjo un
amplio consenso social sobre las virtudes del nuevo régimen. Esta resocialización
explicaría el progresivo incremento del apoyo a la democracia durante las dos
últimas décadas del pasado siglo: ciertos sectores de la población (especialmente
personas mayores y las más conservadoras), que mantenían actitudes autoritarias
o indiferentes a la democracia a principios de los ochenta, se fueron incorporando a
los valores democráticos, como se demuestra con datos de encuesta en el citado
artículo. De esa manera, en los albores del siglo XXI, el 90 por ciento de la
población española consideraba que la democracia era el sistema preferible de
gobierno.
A la gente como yo, nos da lo mismo un régimen democrá tico que uno no democrá tico
En algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrá tico
La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno
Fuente: CIS, estudios 2387, 2450, 2535, 2562, 2588, 2641, 2778, 2853, 2966, 3173, 3223, 3209 y 3309.
Es importante señalar que el apoyo a la democracia se ha mantenido de manera
prácticamente incondicional a lo largo del tiempo. Hasta el momento, los períodos
de crisis se han traducido simplemente en pequeñas disminuciones del apoyo a la
democracia, sin que se haya detectado una quiebra sustancial de la legitimidad
democrática. En el Gráfico 1 se observa una ligera disminución del apoyo durante
la última legislatura de Felipe González (1993-1996), coincidiendo con la crisis
económica y los escándalos de corrupción surgidos durante ese período, aunque la
recuperación fue rápida y se sobrepasaron los índices anteriores. En el Gráfico 2
también se aprecia un leve deterioro del apoyo a partir de 2004, pero sobre todo
con la crisis económica e institucional iniciada en 2008. Sin embargo, nuevamente
se aprecia que la legitimidad social de la democracia se había recuperado en 2017.
Aunque el clima de creciente polarización política puede cambiar el panorama en el
futuro próximo, lo cierto es que los datos muestran que la identificación ciudadana
con la democracia en España está muy extendida y es prácticamente incondicional
respecto a las crisis económicas y políticas que habrían podido erosionar los
fundamentos del sistema político.
El triunfo del PSOE en las elecciones de 1982, por amplia mayoría absoluta,
recuperó la ilusión y la satisfacción con la democracia en vastos sectores de la
ciudadanía, lo que se refleja en el gráfico. Sin embargo, la fuerte crisis económica y
política que se inició en 1993 dio lugar a un nuevo desplome de la satisfacción con
la democracia, que llevó a la misma a su punto más bajo hasta entonces. La
recuperación tuvo lugar con un nuevo cambio de gobierno, en este caso la llegada
al poder del PP de José María Aznar. Durante la primera legislatura de Aznar, la
satisfacción alcanzó cotas no vistas desde la transición, con más del 60% de
ciudadanos satisfechos con el funcionamiento de la democracia, en un período de
crecimiento económico y estabilidad política, sin escándalos y con acuerdos entre
el gobierno de centro-derecha y los partidos nacionalistas. La gestión del gobierno
facilitó que en las siguientes elecciones consiguiera una abultada mayoría
absoluta. No obstante, la segunda legislatura de Aznar no fue tan bien valorada por
la ciudadanía como la primera, lo que llevó nuevamente a un cierto deterioro en los
niveles de satisfacción con la democracia.
Muy satisfecho 7 6 5 8 6 9 6 5 3
Bastante 57 55 49 56 55 53 55 46 27
satisfecho
Poco satisfecho 27 30 36 29 30 30 32 38 48
Nada satisfecho 6 5 7 4 6 5 5 10 20
N.S. 4 3 3 3 3 2 2 2 2
N.C. 0 1 1 1 1 1 1 0 1
(N) 2.483 4.252 2.473 2.500 2.479 2.473 2.484 2.469 2.483
Fuente: CIS, estudios 2.401, 2.450, 2.535, 2.562, 2.588, 2.641, 2.778, 2.853 y 2.966.
Fuente: CIS, estudios 2.667, 2.736, 2.826, 2,920, 3.126, 3.145 y 3248.
2.3 La desafección
En la Tabla 3 se muestran dos preguntas que indican la percepción que tienen los
ciudadanos acerca de su capacidad de control sobre sus propios gobiernos. Por
una parte, se muestra el grado de acuerdo con la afirmación “El gobierno explica
sus decisiones a los votantes”, en una escala de 0 a 10, en la el 0 significa rechazo
absoluto y el 10 un acuerdo total. Por otra parte, se muestra el grado de acuerdo
con la afirmación “Los partidos de gobierno son castigados en las elecciones
cuando su gestión ha sido mala”. En ambos casos, España se encuentra entre los
países con una peor opinión sobre su capacidad de conocer las decisiones de sus
gobiernos y de castigarlos si han desarrollado una mala gestión. Resulta
especialmente negativa la opinión en torno a la primera cuestión, en la que España
muestra la puntuación media más baja, incluso por debajo de los países del este
de Europa. La percepción sobre el castigo que reciben los malos gobernantes en
las urnas es algo más alta, pero aun así España estaría más cerca de Polonia y
Hungría que del Reino Unido y Alemania.
político español en los últimos años, en la que han confluido una grave depresión
económica y una multitud de escándalos de corrupción que han afectado a casi
todos los partidos políticos y también al Rey Juan Carlos I. Sin embargo, el declive
de la confianza ciudadana no se debe sólo a cuestiones coyunturales ni a la
situación de crisis, sino que se enmarcan en un proceso de más largo plazo de
alejamiento de los ciudadanos con respecto a las instituciones políticas.
En todo caso, cabe destacar que el alejamiento de los españoles hacia sus
instituciones no es un caso aislado, sino que otros muchos países europeos han
experimentado una evolución similar. En la Tabla 6 se muestra la confianza de los
ciudadanos europeos en el parlamento de su país, con datos de la Encuesta Social
Europea, promedio de las ocho oleadas (2002-2016). En ella se comprueba que en
una escala de 0 a 10, muchos ciudadanos europeos suspenden a buena parte de
sus instituciones. Los partidos políticos son los peores valorados, pero los
parlamentos nacionales también despiertan escasa confianza. Y eso no ocurre solo
en el caso de los países que han sufrido en mayor medida la crisis y que tienen
una percepción más crítica de sus sistemas políticos, como en Portugal o Grecia,
sino también en países como Francia o Reino Unido, donde la valoración de sus
parlamentos es similar a la española. Se observa que es en los países
escandinavos y algunos centroeuropeos donde continúa habiendo una percepción
mucho más favorable de su parlamento y, en general, de todas sus instituciones
políticas. La única institución que genera una aprobación generalizada, también en
España, es la policía. En definitiva, la crisis de las instituciones es un fenómeno
generalizado, aunque en España se hayan notado sus efectos de una manera muy
llamativa.
4. El capital social
A principios de los años noventa del pasado siglo comenzó a utilizarse el concepto
de capital social en el ámbito de la sociología y la ciencia política. Se trata de un
término que se creó a semejanza del concepto de capital humano, que ya venía
usándose desde hacía varias décadas en las ciencias sociales 1. Por capital social
se entiende el conjunto de recursos culturales que favorecen la cooperación entre
los individuos y que se manifiestan fundamentalmente de dos maneras: en el grado
de confianza de los individuos en los demás y en la existencia de normas sociales
que impiden el delito y los comportamientos egoístas (Coleman, 1988). La
confianza y las normas ayudan a la cooperación social y a que las personas
puedan unir esfuerzos para conseguir objetivos comunes, lo que redunda en un
beneficio mutuo y colectivo.
Diversos autores han estudiado la importancia del capital social para la buena
marcha del sistema político y de la economía. Un autor clave en estos estudios es
el politólogo norteamericano Robert D. Putnam, quien en un libro ya clásico
argumentaba que el mayor desarrollo de la Italia del norte con respecto a la del sur
se debía a su mayor acumulación de capital social, su asociacionismo y sus
tradiciones cívicas (Putnam et al., 1993). La politóloga y economista Elinor Ostrom
(que recibió el Premio Nobel de Economía en 2009) analizó el uso de los bienes
comunes (como los bosques o los sistemas de irrigación) en diferentes sociedades,
para determinar que el capital social era fundamental para el establecimiento de
sistemas eficaces en el aprovechamiento de los bienes comunes (Ostrom y Walker,
2003). En España, Víctor Pérez-Díaz y Juan Carlos Rodríguez (2013) estudian la
relación entre capital social e innovación tecnológica.
1 El capital humano son los recursos educativos y culturales que adquieren las personas y les hacen
más productivos.
Sistema Político Español. Prof. Dr. Leonardo Sánchez Ferrer
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Ciencia Política y Gestión Pública
Los datos indican que, en comparación con otros países europeos, España
presenta niveles más reducidos de confianza interpersonal, los cuales son
especialmente altos en los países nórdicos y algunos centroeuropeos. En la Tabla
7 se presentan algunos indicadores de confianza interpersonal, que pueden
tomarse como medidas de capital social, a partir de datos acumulados de la
Encuesta Social Europea entre 2002 y 2012. A la pregunta de si “se puede confiar
en la mayoría o, por el contrario, nunca se es lo bastante prudente a la hora de
confiar en los demás”, medida en una escala de 0 a 10, los españoles dan una
respuesta media de 5, muy por debajo de Dinamarca (6,9) o Noruega (6,7), pero
Pertenece y participa 4 2 5 9 5 8
activamente
Pertenece, pero no 6 3 3 4 4 4
participa activamente
Antes pertenecía, 10 3 6 11 4 14
pero ahora no
Nunca ha 80 92 86 76 87 73
pertenecido a
ninguno de esos
grupos
Fuente: Elaboración propia con datos del Centro de Investigaciones Sociológicas, promedios de 14 estudios
realizados entre 2004 y 2017 (en algunos ítems el número es menor, porque no en todos los estudios se hizo la
pregunta).
Por lo que respecta al asociacionismo, los datos evidencian que la vida asociativa
se ha incrementado desde el establecimiento de la democracia, si bien se mantiene
a niveles relativamente bajos. En la Tabla 8 se muestra el porcentaje de
ciudadanos que afirman participar o haber participado en diversas asociaciones u
organizaciones de la sociedad civil, calculado como promedio de diferentes
encuestas realizadas por el CIS entre 2004 y 2017. El porcentaje de personas
activas en las organizaciones sociales es más bien pequeño, puesto que ni siquiera
las que se centran en actividades de ocio o deportivas alcanzan cifras superiores al
10 por ciento. Es llamativo el dato de los sindicatos, que han cumplido un
importante papel en la vida social y económica española, pero cuentan con niveles
de afiliación muy modestos.
Noruega 50 20 30
Suecia 49 29 22
Finlandia 46 30 24
Bélgica 31 19 50
Austria 19 16 65
Países Bajos 15 14 72
Reino Unido 14 23 63
Alemania 14 19 67
Suiza 8 9 83
España 8 14 78
Francia 8 13 79
Italia 7 8 85
Portugal 6 17 77
Polonia 5 18 77
Hungría 4 27 69
Fuente: Encuesta Social Europea, 8ª oleada (2016)
En la Tabla 9 de muestra el dato de España en comparación con otros países
europeos, en este caso con datos de la Encuesta Social Europea. La afiliación a
los sindicatos ha experimentado un gran declive a nivel global, pero España se
encuentra en el grupo donde esta es menor.
En la Tabla 10 pueden verse otros datos comparados, en este caso tomados del
Estudio Mundial de Valores, 5ª oleada (2005-2009). Se observa nuevamente que
los países escandinavos y otros del centro de Europa cuentan con niveles de
participación en asociaciones claramente superiores a España. La tabla incluye
también a Estados Unidos, donde se realizaron los primeros estudios sobre cultura
cívica y capital social y cuyos datos evidencian su fuerte tradición asociativa.
España 10 6 3 5
Polonia 4 5 3 3
Fuente: World Values Survey, oleada 5º, 2005-2009
Los autores también destacan que “la sociedad española parece bastante
cohesionada, al menos a la vista de su bajo nivel de conflictos sociales”. Las
divisiones sociales y políticas no se han traducido en acciones violentas, al menos
desde el fin del terrorismo, y los niveles de tolerancia son considerables. Y un
aspecto muy positivo es “la gran transformación del papel de las mujeres en la
sociedad, mucho más visibles y más protagonistas en una multiplicidad de esferas,
y, a la par, la gran reducción de las desigualdades entre hombres y mujeres en el
acceso a recursos y posiciones sociales de todo tipo” (Pérez-Díaz y Rodríguez
2022: pp. 171172).
Todos estos elementos llevan a la conclusión de que España cuenta con una
cultura cívica modesta, muy distinta de la existente en los países europeos que son
vistos como modélicos, especialmente los nórdicos. Resulta difícil que desde la
sociedad se pueda exigir a la clase política que emprenda estrategias a largo
plazo, así como rectificar los errores de las políticas pasadas, puesto que los
niveles de participación política, de confianza social y de cohesión nacional
aminoran la posibilidad de llegar a acuerdos para establecer objetivos comunes. En
cualquier caso, la debilidad de la cultura cívica no es en absoluto un fenómeno
peculiar de España, dado que muchos otros países la están experimentando,
incluso algunos de los considerados “modelos” de cultura cívica en el estudio de
Almond y Verba.
IV. Bibliografía
Bibliografía complementaria:
Almond, Gabriel y Sidney Verba (1963), The Civic Culture. Political Attitudes and
Democracy in Five Nations. Princeton: Princeton University Press.
Coleman, James (1988), “Social capital in the creation of human capital”, en The
American Journal of Sociology, vol. 94, supplement: 95-120.
Putnam, Robert D., Robert Leonardi y Raffaela Nanetti (1994), Making Democracy
Work: Civic Traditions in Modern Italy, Princeton, Princeton University Press.