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Ciencia Política y

Gestión Pública

SISTEMA POLÍTICO ESPAÑOL

TEMA 7
La cultura política

Docente:
Prof. Dr. Leonardo Sánchez Ferrer
Ciencia Política y Gestión Pública

Sistema Político Español. Prof. Dr. Leonardo Sánchez Ferrer


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Ciencia Política y Gestión Pública

Índice de contenidos

I. INTRODUCCIÓN 3

II. OBJETIVOS 3

III. CONTENIDOS ESPECÍFICOS DEL TEMA 4

1. Cultura política y cultura cívica 4

2. Actitudes hacia la democracia en España 6

2.1 El apoyo a la democracia 6

2.2 La satisfacción/insatisfacción con el sistema político 8

2.3 La desafección 10

3. La crisis de confianza en las instituciones 12

4. El capital social 16

5. Conclusión. ¿Una sociedad cívica en España? 19

IV. BIBLIOGRAFÍA 21

I. Introducción
En este tema se analizan los principales rasgos de la cultura política española. Se
parte de la evidencia de que todas las sociedades cuentan con una serie de rasgos
culturales (como las normas sociales imperantes o las creencias y valores
compartidos) que influyen en los comportamientos ciudadanos y en el
funcionamiento de sus instituciones. Sin comprender esos rasgos culturales no se
puede entender, por ejemplo, que instituciones políticas similares funcionen de
maneras tan distintas en unos países y otros.

En un primer apartado se explican los conceptos de cultura política, cultura cívica y


socialización política. A continuación, se explican las razones del fuerte apoyo a la
democracia en España desde los inicios de la transición, un apoyo que se ha
mantenido sólido a pesar de los episodios de crisis económicas e institucionales

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que han perjudicado en ciertos momentos la credibilidad del sistema político. En


otro apartado se describe que los ciudadanos españoles, a pesar de su apoyo
incondicional a la democracia, han manifestado en ciertos períodos una gran
insatisfacción con su funcionamiento y una notable desafección hacia el sistema. A
continuación, se presenta el concepto de capital social y se analiza en qué medida
la ciudadanía española tiene disposición a cooperar con otros y a participar en
asociaciones y otras formas de acción colectiva. Por último, se hace una reflexión
sobre el nivel y la calidad de la cultura cívica en España.

II. Objetivos
- Comprender las diferencias entre apoyo a la democracia, satisfacción con la
democracia y desafección con la democracia
- Conocer la evolución de la valoración ciudadana de la democracia en
España
- Conocer la evolución de la valoración ciudadana de las instituciones
políticas
- Comprender el concepto de capital social y su forma de medirlo en España

III. Contenidos específicos del tema

1. Cultura política y cultura cívica.


La cultura, en su sentido sociológico más amplio, es un concepto que engloba el
conjunto de conocimientos, creencias, normas de comportamiento y valores que
caracterizan a un grupo social específico. Comprende una amplia variedad de
aspectos, incluyendo la lengua, los valores sociales, las pautas de conducta
aceptables e inaceptables, la tecnología y la creación intelectual, literaria y artística.
La cultura, en gran medida, se convierte en la piedra angular de la identidad y la
cohesión de un grupo social. A través del proceso de socialización, los individuos
adquieren las pautas de conducta, los valores y los saberes propios de su cultura,
lo que les permite integrarse de manera efectiva en su sociedad.

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La cultura política es una dimensión particular de la cultura que se enfoca en las


actitudes, creencias y sentimientos de los ciudadanos hacia la política en el
contexto de un país o sociedad específicos. Se suele argumentar que la cultura
política abarca tres dimensiones principales:

• La dimensión cognitiva se refiere al nivel de conocimiento que poseen los


ciudadanos sobre la política en general y sobre la política de su país en
particular. Esto incluye el conocimiento acerca de las principales
instituciones políticas, cómo funcionan, los planteamientos de los diferentes
partidos políticos, las características de la sociedad y la economía, la
historia política del país y los asuntos internacionales, entre otros aspectos.
• La dimensión afectiva se relaciona con los sentimientos de apego,
rechazo o compromiso que los objetos políticos despiertan en los
individuos. Aquí se incluyen sentimientos como el patriotismo y la identidad
nacional, la afinidad hacia los partidos políticos, la confianza en las
instituciones políticas y otros aspectos relacionados con las emociones y los
vínculos emocionales con la política.
• La dimensión valorativa se refiere al juicio y evaluación de los objetos
políticos. Esto implica la valoración del sistema político en su conjunto, de
las instituciones políticas, del funcionamiento de las administraciones
públicas y la propia percepción de la capacidad individual para participar en
la política.

La socialización política es el proceso mediante el cual los individuos interiorizan


y aprenden determinados valores y conocimientos relacionados con el sistema
político. Diversas instituciones sociales, como la familia, la escuela, los grupos de
amigos y los medios de comunicación, influyen en la socialización política de las
personas. Además, las experiencias políticas individuales también desempeñan un
papel significativo en este proceso. Por ejemplo, los eventos políticos y históricos
vividos por una persona, especialmente en su juventud cuando se desarrolla el
interés por la política, tienen un impacto importante en su socialización política. No
obstante, la socialización acompaña a toda la vida del individuo, incluso en edades
avanzadas, como veremos más adelante al hablar de la resocialización política de
los españoles.

Desde hace décadas se ha destacado la importancia de la cultura política para la


democracia. En un estudio clásico publicado en 1963 (La cultura cívica), dos
politólogos norteamericanos, Gabriel Almond y Sidney Verba, analizaron los valores
y actitudes ciudadanas en cinco países (Estados Unidos, Italia, México, Gran
Bretaña y Alemania) y vieron que sus importantes diferencias culturales en
cuestiones como el respeto a la autoridad, la tolerancia frente a la discrepancia o la
predisposición a participar en política influían en el funcionamiento del sistema

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político y en sus posibilidades de establecer una democracia efectiva. En su obra,


Almond y Verba identificaban tres tipos de cultura política:

• La cultura política participativa. En sociedades con esta cultura política,


los ciudadanos tienden a estar activamente involucrados en la vida política.
Existe una alta confianza en las instituciones políticas y la participación
cívica es habitual. Esta cultura política es fundamental para el
funcionamiento de la democracia representativa.
• La cultura política de súbdito. En este tipo de cultura política, los
individuos tienen conocimientos sobre el sistema político y las instituciones,
pero adoptan una actitud de respeto y obediencia leal ante el poder, con
escaso margen para la disidencia. Se trata de una cultura política
congruente con un poder centralizado y autoritario.
• La cultura política parroquial o provinciana. Esta cultura política implica
una fuerte dependencia de los líderes locales y una participación política
escasa en el ámbito nacional, puesto que los individuos tienden a estar más
centrados en sus comunidades cercanas. Es un tipo de cultura
característico de estructuras políticas tradicionales.

Para Almond y Verba existía un modelo ideal de cultura política, que era la que
denominaban cultura cívica, definida por una serie de valores y actitudes, entre
los que destacan, por una parte, el respeto y lealtad al sistema político y las
instituciones y, por otra parte, la disposición a participar en la política, basándose
en una percepción positiva del papel que el individuo puede ejercer en el espacio
público. En el concepto de Almond y Verba, la cultura cívica aunaba los mejores
aspectos de los tres tipos de cultura definidos anteriormente: era una cultura
participativa, de individuos involucrados en la política nacional, pero al mismo
tiempo tenía elementos de la cultura de súbdito, al estar generalizados el respeto y
la confianza en las instituciones. Y al mismo tiempo, también tenía elementos de la
cultura parroquial, puesto que la vinculación con las comunidades locales también
juega un papel importante en la cultura cívica. Estos autores consideraban que
Gran Bretaña y Estados Unidos constituían claros ejemplos de países con una
sólida cultura cívica.

A partir del concepto de cultura cívica se ha destacado la importancia del apoyo


ciudadano a la democracia como un elemento crucial para la estabilidad de la
misma. Además, se ha investigado cómo la disposición de los ciudadanos a
participar en la política y a asociarse para conseguir fines colectivos resulta
esencial para un buen funcionamiento del sistema político. Ambas dimensiones de
la cultura política son analizadas en los apartados siguientes, en los que se trata de
determinar hasta qué punto existe en España una cultura cívica.

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2. Actitudes hacia la democracia en España


Para preparar este apartado es recomendable, aunque no obligatorio, leer el
artículo de Mariano Torcal (2008), “El origen y la evolución del apoyo a la
democracia en España. La construcción del apoyo incondicional en las nuevas
democracias”, en Revista Española de Ciencia Política, nº 18: 29-65.

2.1 El apoyo a la democracia

En la literatura académica, el apoyo mayoritario de los ciudadanos a los gobiernos


democráticos se considera un factor fundamental para la estabilidad de un régimen
democrático de nueva creación, como lo era la incipiente democracia española a
finales de los años setenta. De hecho, una democracia se considera consolidada
cuando es aceptada por la mayoría de la población como la única opción viable, lo
que implica un apoyo mayoritario e incondicional de los ciudadanos.

Gráfico 1. Apoyo a la democracia y descontento político con el


funcionamiento de la democracia en España (1978-2002)

Fuente: Torcal (2008). Para la variable “Satisfacción con el funcionamiento”, serie temporal 19741994
del Eurobarómetro, Eurobarómetros 43, 48 y 49, CIS (estudios 2.218 y 2.107) y DATA (la formulación
fue ligeramente distinta, “La democracia permite solucionar los problemas”). Para la variable “Apoyo
democrático”, CIS, excepto para 2002, “Sistemas de valores de los ciudadanos e indicadores
socioeconómicos. Desafíos de la democratización para la ampliación de la UE”.

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En España, se observó un alto nivel de apoyo a la democracia desde


prácticamente los primeros momentos del nuevo sistema, con una mayoría de los
ciudadanos declarando que la democracia era la forma de gobierno más adecuada.
En el Gráfico 1 se muestra que, en 1980, dos tercios de los ciudadanos que
respondían a la pregunta sobre su régimen político preferido consideraban que “la
democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”, frente a otras
opciones, como “en algunos casos la dictadura puede ser preferible” o “a las
gentes como yo, lo mismo nos da un régimen que otro”. Este apoyo fue creciendo
con el paso de los años y quedó claro que era incondicional, esto es, independiente
de las preferencias ideológicas, las valoraciones económicas o la afiliación
partidista, lo que proporcionó una sólida seguridad a la democracia española.

Uno de los argumentos que suele utilizarse para explicar el alto nivel de apoyo
democrático desde los inicios del sistema se relaciona con el cambio de actitudes
en la población que tuvo lugar durante el proceso de modernización en la última
parte del régimen franquista, que sin duda facilitó la transición a la democracia. Sin
embargo, Mariano Torcal (2008) sostiene que los altos niveles de apoyo a la
democracia en España se debieron en gran medida a un "proceso de
resocialización adulta", que generó un cambio de actitud significativo en un corto
período y facilitó la aparición de un apoyo democrático incondicional en los
primeros años de la democracia. Según Torcal, el cambio de actitudes de los
españoles fue en gran parte resultado de la política de consenso entre las élites
durante la transición y consolidación democráticas, lo que a su vez produjo un
amplio consenso social sobre las virtudes del nuevo régimen. Esta resocialización
explicaría el progresivo incremento del apoyo a la democracia durante las dos
últimas décadas del pasado siglo: ciertos sectores de la población (especialmente
personas mayores y las más conservadoras), que mantenían actitudes autoritarias
o indiferentes a la democracia a principios de los ochenta, se fueron incorporando a
los valores democráticos, como se demuestra con datos de encuesta en el citado
artículo. De esa manera, en los albores del siglo XXI, el 90 por ciento de la
población española consideraba que la democracia era el sistema preferible de
gobierno.

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Gráfico 2. Apoyo a la democracia en España (2004-2021)


100
7 8 7 11 10 11 10 5 6 6 9
13 12 5
90 6 6 8 5 5
6 7 8 7 7
7 8
80
70
60
50
88 86 85 84 89 88 89 85
40 83 81 83 80 80
30
20
10
0
2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2012 2013 2017 2018 2019 2021

A la gente como yo, nos da lo mismo un régimen democrá tico que uno no democrá tico
En algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrá tico
La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno

Fuente: CIS, estudios 2387, 2450, 2535, 2562, 2588, 2641, 2778, 2853, 2966, 3173, 3223, 3209 y 3309.
Es importante señalar que el apoyo a la democracia se ha mantenido de manera
prácticamente incondicional a lo largo del tiempo. Hasta el momento, los períodos
de crisis se han traducido simplemente en pequeñas disminuciones del apoyo a la
democracia, sin que se haya detectado una quiebra sustancial de la legitimidad
democrática. En el Gráfico 1 se observa una ligera disminución del apoyo durante
la última legislatura de Felipe González (1993-1996), coincidiendo con la crisis
económica y los escándalos de corrupción surgidos durante ese período, aunque la
recuperación fue rápida y se sobrepasaron los índices anteriores. En el Gráfico 2
también se aprecia un leve deterioro del apoyo a partir de 2004, pero sobre todo
con la crisis económica e institucional iniciada en 2008. Sin embargo, nuevamente
se aprecia que la legitimidad social de la democracia se había recuperado en 2017.
Aunque el clima de creciente polarización política puede cambiar el panorama en el
futuro próximo, lo cierto es que los datos muestran que la identificación ciudadana
con la democracia en España está muy extendida y es prácticamente incondicional
respecto a las crisis económicas y políticas que habrían podido erosionar los
fundamentos del sistema político.

2.2 La satisfacción/insatisfacción con el sistema político

El apoyo incondicional a la democracia no es incompatible con una valoración


mucho menos positiva de su funcionamiento. Esto significa que los ciudadanos
pueden ser demócratas y pensar que la democracia es la única forma deseable de
gobierno, al tiempo que consideran que el funcionamiento de dicha democracia

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tiene fallos importantes y no está al nivel exigible. En el Gráfico 1, presentado en el


apartado anterior, se observa que los niveles de satisfacción con la democracia
experimentaron altibajos muy importantes entre 1978 y 2002, con épocas en las
que una gran mayoría de la gente mostraba su aprobación y otras en las que la
satisfacción se desploma. En el citado artículo de Mariano Torcal (2008), de donde
se ha obtenido el gráfico, se explica que, a diferencia del apoyo a la democracia,
que ya hemos visto que llegó a ser incondicional, la satisfacción está vinculada a la
coyuntura económica y política. Así, se observa un pico de satisfacción muy alto a
finales de los años 70, recién aprobada la Constitución y con una nueva
democracia que abría grandes perspectivas de progreso para la ciudadanía. Sin
embargo, esas ilusiones iniciales se vieron frustradas por la crisis económica de
1979, que alcanzó su máximo en 1981-1982, lo que unido a la debilidad del
gobierno de UCD dio lugar al llamado desencanto, un período de desilusión por la
falta de cumplimiento de las expectativas que había generado la nueva
democracia.

El triunfo del PSOE en las elecciones de 1982, por amplia mayoría absoluta,
recuperó la ilusión y la satisfacción con la democracia en vastos sectores de la
ciudadanía, lo que se refleja en el gráfico. Sin embargo, la fuerte crisis económica y
política que se inició en 1993 dio lugar a un nuevo desplome de la satisfacción con
la democracia, que llevó a la misma a su punto más bajo hasta entonces. La
recuperación tuvo lugar con un nuevo cambio de gobierno, en este caso la llegada
al poder del PP de José María Aznar. Durante la primera legislatura de Aznar, la
satisfacción alcanzó cotas no vistas desde la transición, con más del 60% de
ciudadanos satisfechos con el funcionamiento de la democracia, en un período de
crecimiento económico y estabilidad política, sin escándalos y con acuerdos entre
el gobierno de centro-derecha y los partidos nacionalistas. La gestión del gobierno
facilitó que en las siguientes elecciones consiguiera una abultada mayoría
absoluta. No obstante, la segunda legislatura de Aznar no fue tan bien valorada por
la ciudadanía como la primera, lo que llevó nuevamente a un cierto deterioro en los
niveles de satisfacción con la democracia.

Tabla 1. Grado de satisfacción con el funcionamiento de la democracia


en España (2000-2012)

2000 2002 2003 2004 2005 2006 2008 2010 2012

Muy satisfecho 7 6 5 8 6 9 6 5 3
Bastante 57 55 49 56 55 53 55 46 27
satisfecho
Poco satisfecho 27 30 36 29 30 30 32 38 48
Nada satisfecho 6 5 7 4 6 5 5 10 20
N.S. 4 3 3 3 3 2 2 2 2

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N.C. 0 1 1 1 1 1 1 0 1
(N) 2.483 4.252 2.473 2.500 2.479 2.473 2.484 2.469 2.483
Fuente: CIS, estudios 2.401, 2.450, 2.535, 2.562, 2.588, 2.641, 2.778, 2.853 y 2.966.

En la Tabla 1 se muestra la evolución de la satisfacción con la democracia entre


2000 y 2012. Se aprecia que la satisfacción con el sistema se mantuvo en niveles
relativamente altos a lo largo del período hasta 2008, cuando inicia un notable
descenso. Del 54-64 por ciento de ciudadanos que se sentían muy o bastante
satisfechos y el 33-43 que estaban poco o nada satisfechos, se pasó a apenas un
30 por ciento de satisfechos y un 68 por ciento de insatisfechos en 2012.
Gráfico 3. Grado de satisfacción con el funcionamiento de
la democracia (2006-2019): escala 0-10
100% 3 3 2 3 3
4 4 4
6 4 3 6
6 6
90%
21 19
22
80% 25
27 24
30 NS/NC
70%
Completamente
60%
satisfecho (9-10)
45
50% 45 (7-8)
48
45 42
40% 46
48 (4-6)
30%
17 (2-3)
20% 17
16 14
13
10% 11
8 Completamente
10 14 10 insatisfecho (0-1)
7 9 9
0% 4
2006 2007 2009 2011 2015 2016 2019

Fuente: CIS, estudios 2.667, 2.736, 2.826, 2,920, 3.126, 3.145 y 3248.

En el Gráfico 3 se muestran datos más recientes sobre la satisfacción de los


españoles con el funcionamiento de la democracia, en este caso con la pregunta
que hizo el CIS en los últimos años y que se diferencia de la anterior por el hecho
de que ahora se mide en una escala de 0 a 10. Se observa que el nivel de
satisfacción ha continuado su descenso también en el período 2015-2016, de
manera que no sólo se explica con la crisis económica, sino también con la crisis
política e institucional. Aunque el dato más reciente, de 2019, muestra una ligera
recuperación en la satisfacción, cabe suponer que la crisis política y la polarización
de los últimos años no han contribuido a mejorar los niveles de satisfacción.

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2.3 La desafección

Otra característica que se ha destacado a menudo de la democracia española es el


alto nivel de desafección hacia el sistema político. Por desafección se entiende la
falta de confianza en el sistema político, en los políticos y en las instituciones, lo
que genera distanciamiento y alienación. Es decir, el sistema político es visto por
muchas personas como algo extraño en lo que no merece la pena participar, lo que
da lugar a ciudadanos apáticos, poco participativos y carentes de fe en sus propias
posibilidades de cambiar las cosas. Es obvio que la desafección respecto al
sistema político no es incompatible con el amplio apoyo a la democracia que ya
hemos visto, pero genera una ciudadanía menos participativa y exigente con los
políticos.

Tabla 2. Interés por la política de los ciudadanos en algunos países


europeos (2016)

Muy interesado Bastante Poco Nada interesado


interesado interesado
Alemania 25 44 29 3
Suecia 18 49 28 6
Países Ba- 15 49 28 9
jos
Reino Unido 17 44 23 16
Finlandia 12 48 33 7
Suiza 18 41 30 11
Austria 15 39 35 11
Noruega 12 39 42 7
Bélgica 11 36 36 17
Portugal 11 36 31 23
Irlanda 11 35 27 27
Francia 17 28 37 18
España 14 25 36 25
Polonia 7 32 43 18
Hungría 5 27 37 31
Italia 4 23 38 35
Fuente: Encuesta Social Europea, 7ª oleada, 2016

La desafección política ha sido vista a menudo como un rasgo cultural, que


permanece a lo largo del tiempo, independientemente de las coyunturas políticas y
económicas y que se manifiesta en España a niveles similares a los de otros
países del sur de Europa. En la Tabla 2 se muestra el grado de interés por la
política de los ciudadanos de una serie de países europeos, con datos de 2016

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extraídos de la Encuesta Social Europea. En dicha tabla se destaca que, en los


países escandinavos, Alemania, Suiza, Países Bajos y Reino Unido, más de la
mitad de la población está muy o bastante interesada en la política, llegando en
algunos casos a cerca del 70 por ciento. Por el contrario, en España el porcentaje
de personas muy o bastante interesadas en la política no llega al 40 por ciento,
cifra similar a la de Polonia y sólo por claramente por encima de Italia y Hungría.

Tabla 3. Indicadores de control del gobierno por los ciudadanos en


varios países europeos (2012)

El gobierno explica sus Los partidos de gobierno son castigados en


decisiones a los votantes las elecciones cuando su gestión ha sido
mala
Suecia 6,9 7,3
Dinamarca 6,5 7,7
Suiza 6,9 7,1
Noruega 6,6 7,3
Finlandia 6,5 7,3
Holanda 5,9 6,8
Irlanda 5,5 6,7
Reino Unido 5,4 6,2
Bélgica 5,3 6,1
Alemania 4,8 6,0
Polonia 3,6 5,6
España 3,3 5,4
Hungría 3,6 5,0
Portugal 3,6 4,5
Rusia 4,0 3,6
Fuente: Encuesta Social Europea, 6ª oleada, 2012

En la Tabla 3 se muestran dos preguntas que indican la percepción que tienen los
ciudadanos acerca de su capacidad de control sobre sus propios gobiernos. Por
una parte, se muestra el grado de acuerdo con la afirmación “El gobierno explica
sus decisiones a los votantes”, en una escala de 0 a 10, en la el 0 significa rechazo
absoluto y el 10 un acuerdo total. Por otra parte, se muestra el grado de acuerdo
con la afirmación “Los partidos de gobierno son castigados en las elecciones
cuando su gestión ha sido mala”. En ambos casos, España se encuentra entre los
países con una peor opinión sobre su capacidad de conocer las decisiones de sus
gobiernos y de castigarlos si han desarrollado una mala gestión. Resulta
especialmente negativa la opinión en torno a la primera cuestión, en la que España
muestra la puntuación media más baja, incluso por debajo de los países del este
de Europa. La percepción sobre el castigo que reciben los malos gobernantes en

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las urnas es algo más alta, pero aun así España estaría más cerca de Polonia y
Hungría que del Reino Unido y Alemania.

Estudios recientes muestran que la desafección política en España se ha


incrementado aún más en los últimos años. Para algunos autores, esto no es
resultado únicamente de la crisis económica, sino de una percepción cada vez más
negativa de la política como resultado de la corrupción y de la falta de respuestas
del sistema a los problemas ciudadanos. En palabras de Mariano Torcal:

Muchos de los ciudadanos de un número importante de democracias en Europa se han


visto sometidos en los últimos años a constantes agravios, lo que les ha llevado a alzar
su “voz”, pero la falta de respuesta adecuada por parte del poder político ha conducido a
muchos de ellos a mecanismos de “salida” como la desafección y la protesta. España se
encuentra entre esos países en donde las democracias han suspendido la prueba a los
ojos de su ciudadanía. Una ciudadanía que, ante la envergadura de la crisis y sus
visibles consecuencias, ha prestado una mayor atención a la política, llegando a la
conclusión de que los actuales mecanismos de representación no articulan sus
intereses, resultando en una visión todavía más negativa respecto de sus instituciones y
representantes políticos (Torcal 2016: pp. 107-108).

3. La crisis de confianza en las instituciones


La valoración de las instituciones políticas españolas ha experimentado un gran
deterioro en los últimos años. Es un hecho que se aprecia en todas las
instituciones relevantes, pero con singular fuerza en el caso de la monarquía, que
ha pasado de una valoración extraordinaria a unos niveles de rechazo impensables
hasta hace pocos años.

Tabla 4. Escala de confianza en instituciones (0-10): promedio de tres


estudios realizados entre 1994 y 1995

Monarquía Gobierno Parlamento Gobierno Parlamento


central español autonómico autonómico
(0-1) 6 18 11 11 9
(2-4) 6 22 18 18 17
(5) 12 19 22 22 21
(6-8) 33 25 26 30 27
(9-10) 35 8 7 7 6
NS/NC 7 8 16 12 19
Aprueban 80 52 55 60 54
Media 7,2 4,5 4,9 5,0 5,0
Fuente: CIS, estudios 2084, 2124 y 2201 (en el caso del Parlamento español, sólo 2124 y 2201)

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La comparación entre las Tablas 4 y 5 resulta reveladora. En la primera tabla se


muestran los niveles de confianza de los españoles en una serie de instituciones
entre 1994 y 1995, medidos en una escala de 0 a 10. Destaca la gran confianza
que generaba la Corona, con una valoración media de 7,2 puntos y un 80 por
ciento de ciudadanos que le asignaban un 5 o más (un 35 por ciento la valoraban
con 9 o 10). Otras instituciones no recibían puntuaciones tan altas, pero se
situaban en una valoración media de aprobado o muy cerca de él (la más baja era
la del gobierno central, con 4,5 puntos de media). Todas las instituciones políticas
eran aprobadas por la mayoría de la población: la menos aprobada, el gobierno
central, lo era por el 52 por ciento de los ciudadanos, en tanto que el parlamento
español lo era por el 55 por ciento.

Los datos de la Tabla 5 muestran un gran cambio en la valoración ciudadana de las


instituciones. En este caso las cifras expresan el promedio de tres encuestas
realizadas entre los años 2011 y 2014. El desplome de la valoración es visible en
las cinco instituciones, pero con especial fuerza en la monarquía, que desciende
más de tres puntos de media y ahora suspende con un 4,1. Aun con todo, sigue
siendo la institución más valorada, siete décimas por encima de la siguiente (el
parlamento de la Comunidad Autónoma) y es la única aprobada por la mayoría de
la población, aunque sea una mayoría ajustada (51 por ciento). La otra institución
que experimenta un gran deterioro es el parlamento español, que desciende 2,2
puntos de media y es aprobada por apenas el 30 por ciento de la población, 25
puntos menos que a mediados de los años noventa.

Tabla 5. Escala de confianza en instituciones (0-10): promedio de tres


estudios realizados entre 2011 y 2014

Monarquía Gobierno Parlamento Gobierno Parlamento


central español autonómico autonómico
(0-1) 28 30 34 30 31
(2-4) 18 28 29 26 27
(5) 19 18 16 17 17
(6-8) 25 16 12 16 18
(9-10) 7 1 1 2 3
NS/NC 2 7 8 9 4
Aprueban 51 35 30 35 38
Media 4,1 3,2 2,7 3,3 3,4
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del CIS: estudios 2914, 2984 y 3021

Es evidente que una parte de este deterioro de la valoración ciudadana de las


instituciones se debe a la gran crisis institucional que ha experimentado el sistema

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político español en los últimos años, en la que han confluido una grave depresión
económica y una multitud de escándalos de corrupción que han afectado a casi
todos los partidos políticos y también al Rey Juan Carlos I. Sin embargo, el declive
de la confianza ciudadana no se debe sólo a cuestiones coyunturales ni a la
situación de crisis, sino que se enmarcan en un proceso de más largo plazo de
alejamiento de los ciudadanos con respecto a las instituciones políticas.

El Gráfico 4 es muy revelador al respecto, puesto que muestra que la pérdida de


confianza en la monarquía ha sido progresiva en los últimos quince años, aunque
se haya intensificado enormemente desde 2011. En la valoración del Parlamento y
del Gobierno Central, mostrada en los Gráficos 5 y 6, se observa un mayor efecto
de los factores coyunturales, puesto que la línea de tendencia no está tan clara
como en el caso de la monarquía. Desde mediados de los 90 mejoró la valoración
de estas instituciones y se mantuvo estable, con oscilaciones, hasta finales de la
primera década del 2000. Desde entonces el deterioro ha sido muy fuerte, aunque
se observa una ligera mejoría en los últimos dos años para los que hay datos
(desde 2015 el CIS no ha formulado la pregunta).

Gráfico 4. Evolución de la confianza en la monarquía (1994-2015)

Fuente: Elaboración propia con datos del CIS

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Gráfico 5. Evolución de la confianza en el Parlamento (1994-2016)

Fuente: Elaboración propia con datos del CIS

Gráfico 6. Evolución de la confianza en el Gobierno (1994-2015)

Fuente: Elaboración propia con datos del CIS

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Tabla 6. Confianza en las instituciones (media en una escala 0-10):


2002-2016

Parlamento Sistema Policía Partidos Parlamento Promedio


nacional legal políticos Europeo
Finlandia 5,8 7,0 8,0 4,8 5,0 6,1
Noruega 6,0 6,8 7,2 4,9 4,9 6,0
Suiza 5,9 6,4 7,0 4,9 4,7 5,8
Suecia 5,9 6,2 6,7 4,8 4,5 5,6
Países Bajos 5,3 5,8 6,3 5,1 4,8 5,4
Alemania 4,6 5,8 6,8 3,6 4,2 5,0
Austria 4,9 6,0 6,5 3,5 3,9 5,0
Bélgica 4,8 4,9 6,0 4,1 5,0 5,0
Irlanda 4,2 5,2 6,4 3,5 4,8 4,8
Reino Unido 4,4 5,3 6,3 3,6 3,5 4,6
Francia 4,2 5,0 5,9 3,1 4,2 4,5
Italia 3,9 4,9 6,3 2,5 4,7 4,5
España 4,4 4,3 6,1 2,8 4,5 4,4
Hungría 3,9 4,6 5,2 2,9 4,8 4,3
Chequia 3,6 4,3 5,1 3,0 4,2 4,0
Portugal 3,5 3,8 5,4 2,2 4,0 3,8
Polonia 3,0 3,7 5,1 2,2 4,4 3,7
Fuente: elaboración propia a partir de los datos de las ocho oleadas de la Encuesta Social Europea (2002-2016)

En todo caso, cabe destacar que el alejamiento de los españoles hacia sus
instituciones no es un caso aislado, sino que otros muchos países europeos han
experimentado una evolución similar. En la Tabla 6 se muestra la confianza de los
ciudadanos europeos en el parlamento de su país, con datos de la Encuesta Social
Europea, promedio de las ocho oleadas (2002-2016). En ella se comprueba que en
una escala de 0 a 10, muchos ciudadanos europeos suspenden a buena parte de
sus instituciones. Los partidos políticos son los peores valorados, pero los
parlamentos nacionales también despiertan escasa confianza. Y eso no ocurre solo
en el caso de los países que han sufrido en mayor medida la crisis y que tienen
una percepción más crítica de sus sistemas políticos, como en Portugal o Grecia,
sino también en países como Francia o Reino Unido, donde la valoración de sus
parlamentos es similar a la española. Se observa que es en los países
escandinavos y algunos centroeuropeos donde continúa habiendo una percepción
mucho más favorable de su parlamento y, en general, de todas sus instituciones
políticas. La única institución que genera una aprobación generalizada, también en
España, es la policía. En definitiva, la crisis de las instituciones es un fenómeno
generalizado, aunque en España se hayan notado sus efectos de una manera muy
llamativa.

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Ciencia Política y Gestión Pública

4. El capital social
A principios de los años noventa del pasado siglo comenzó a utilizarse el concepto
de capital social en el ámbito de la sociología y la ciencia política. Se trata de un
término que se creó a semejanza del concepto de capital humano, que ya venía
usándose desde hacía varias décadas en las ciencias sociales 1. Por capital social
se entiende el conjunto de recursos culturales que favorecen la cooperación entre
los individuos y que se manifiestan fundamentalmente de dos maneras: en el grado
de confianza de los individuos en los demás y en la existencia de normas sociales
que impiden el delito y los comportamientos egoístas (Coleman, 1988). La
confianza y las normas ayudan a la cooperación social y a que las personas
puedan unir esfuerzos para conseguir objetivos comunes, lo que redunda en un
beneficio mutuo y colectivo.

El capital social, de la misma manera que el capital físico, se acumula y genera un


rendimiento, de modo que en aquellas sociedades en las que la confianza y las
normas cooperativas son más intensas se fomentan los comportamientos cívicos
que a su vez refuerzan aquellas normas y la confianza social. Del mismo modo,
puede producirse el fenómeno contrario, puesto que en aquellas sociedades en las
que falla la confianza social y el cumplimiento de las normas resulta muy difícil que
puedan funcionar correctamente las instituciones.

Diversos autores han estudiado la importancia del capital social para la buena
marcha del sistema político y de la economía. Un autor clave en estos estudios es
el politólogo norteamericano Robert D. Putnam, quien en un libro ya clásico
argumentaba que el mayor desarrollo de la Italia del norte con respecto a la del sur
se debía a su mayor acumulación de capital social, su asociacionismo y sus
tradiciones cívicas (Putnam et al., 1993). La politóloga y economista Elinor Ostrom
(que recibió el Premio Nobel de Economía en 2009) analizó el uso de los bienes
comunes (como los bosques o los sistemas de irrigación) en diferentes sociedades,
para determinar que el capital social era fundamental para el establecimiento de
sistemas eficaces en el aprovechamiento de los bienes comunes (Ostrom y Walker,
2003). En España, Víctor Pérez-Díaz y Juan Carlos Rodríguez (2013) estudian la
relación entre capital social e innovación tecnológica.

El capital social no es fácil de medir, puesto que se trata de un concepto abstracto,


pero se han desarrollado algunos indicadores que tratan de analizar su impacto de
manera indirecta. Una forma de medirlo es mediante encuestas en las que se
indaga por la existencia de valores sociales que enfatizan la confianza en los
demás

1 El capital humano son los recursos educativos y culturales que adquieren las personas y les hacen
más productivos.
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y la cooperación. Otra forma es estudiar el tejido asociativo existente en un país,


dado que la densidad asociativa puede tomarse como un indicador indirecto de
capital social.

Tabla 7. Indicadores de confianza interpersonal en varios países


europeos (media en una escala de 0 a 10): 2002-2012

¿Se puede confiar en la ¿La mayor parte de la ¿La gente se


mayoría de la gente (10) o gente trataría de preocupa por los
nunca se es lo bastante aprovecharse de usted (0) demás (10) o sólo por
prudente? (0) o sí misma
serían honrados con usted (0)?
(10)?
Dinamarca 6,9 7,3 6,1
Noruega 6,7 7,0 6,1
Finlandia 6,5 6,8 5,8
Suecia 6,2 6,6 6,0
Suiza 5,7 6,4 5,6
Holanda 5,8 6,3 5,4
Irlanda 5,4 5,9 5,9
Reino Unido 5,3 5,7 5,7
Austria 5,1 5,7 5,2
Alemania 4,7 5,8 5,0
Bélgica 5,0 5,8 4,6
España 5,0 5,3 4,5
Francia 4,4 5,8 4,5
Hungría 4,3 4,8 4,4
Rusia 4,1 5,0 4,2
Italia 4,5 4,6 3,9
Portugal 3,8 4,9 3,9
Polonia 4,0 4,8 3,5
Grecia 3,9 3,8 3,2
Fuente: European Social Survey, promedio de las seis oleadas realizadas hasta la fecha. En las tres preguntas la
respuesta es una escala en la que el 0 representa la opción que implica menos confianza en los demás y 10 la
opción que implica un mayor grado de confianza en los demás.

Los datos indican que, en comparación con otros países europeos, España
presenta niveles más reducidos de confianza interpersonal, los cuales son
especialmente altos en los países nórdicos y algunos centroeuropeos. En la Tabla
7 se presentan algunos indicadores de confianza interpersonal, que pueden
tomarse como medidas de capital social, a partir de datos acumulados de la
Encuesta Social Europea entre 2002 y 2012. A la pregunta de si “se puede confiar
en la mayoría o, por el contrario, nunca se es lo bastante prudente a la hora de
confiar en los demás”, medida en una escala de 0 a 10, los españoles dan una
respuesta media de 5, muy por debajo de Dinamarca (6,9) o Noruega (6,7), pero

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superior a países como Francia, Rusia, Portugal o Grecia. En la pregunta “¿La


mayor parte de la gente trataría de aprovecharse de usted o serían honrados?”, la
respuesta media de los españoles también se sitúa en torno a la media (5,3), muy
por debajo de los nórdicos. Y a la pregunta “¿La gente se preocupa por los demás
o sólo por sí misma?” la respuesta de los españoles sigue un patrón similar (4,5),
agrupada junto a Bélgica y Francia, por debajo de los escandinavos y por encima
de otros países del sur y el este de Europa.

Tabla 8. Pertenencia o participación en diversas organizaciones o


asociaciones (porcentaje de la población adulta en España): 2004-2017

Sindicato/ Colegio Parroquia/ Grupo Apoyo Grupo


organiza- profesional organiza- cultural/ social/ deportivo
ción ción religiosa ocio derechos
empresarial humanos

Pertenece y participa 4 2 5 9 5 8
activamente
Pertenece, pero no 6 3 3 4 4 4
participa activamente
Antes pertenecía, 10 3 6 11 4 14
pero ahora no
Nunca ha 80 92 86 76 87 73
pertenecido a
ninguno de esos
grupos
Fuente: Elaboración propia con datos del Centro de Investigaciones Sociológicas, promedios de 14 estudios
realizados entre 2004 y 2017 (en algunos ítems el número es menor, porque no en todos los estudios se hizo la
pregunta).

Por lo que respecta al asociacionismo, los datos evidencian que la vida asociativa
se ha incrementado desde el establecimiento de la democracia, si bien se mantiene
a niveles relativamente bajos. En la Tabla 8 se muestra el porcentaje de
ciudadanos que afirman participar o haber participado en diversas asociaciones u
organizaciones de la sociedad civil, calculado como promedio de diferentes
encuestas realizadas por el CIS entre 2004 y 2017. El porcentaje de personas
activas en las organizaciones sociales es más bien pequeño, puesto que ni siquiera
las que se centran en actividades de ocio o deportivas alcanzan cifras superiores al
10 por ciento. Es llamativo el dato de los sindicatos, que han cumplido un
importante papel en la vida social y económica española, pero cuentan con niveles
de afiliación muy modestos.

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Tabla 9. Miembro de un sindicato u organización similar


(porcentaje sobre el total de la población adulta).
2016

Si, actualmente Sí, en el pasado No

Noruega 50 20 30
Suecia 49 29 22
Finlandia 46 30 24
Bélgica 31 19 50
Austria 19 16 65
Países Bajos 15 14 72
Reino Unido 14 23 63
Alemania 14 19 67
Suiza 8 9 83
España 8 14 78
Francia 8 13 79
Italia 7 8 85
Portugal 6 17 77
Polonia 5 18 77
Hungría 4 27 69
Fuente: Encuesta Social Europea, 8ª oleada (2016)
En la Tabla 9 de muestra el dato de España en comparación con otros países
europeos, en este caso con datos de la Encuesta Social Europea. La afiliación a
los sindicatos ha experimentado un gran declive a nivel global, pero España se
encuentra en el grupo donde esta es menor.

En la Tabla 10 pueden verse otros datos comparados, en este caso tomados del
Estudio Mundial de Valores, 5ª oleada (2005-2009). Se observa nuevamente que
los países escandinavos y otros del centro de Europa cuentan con niveles de
participación en asociaciones claramente superiores a España. La tabla incluye
también a Estados Unidos, donde se realizaron los primeros estudios sobre cultura
cívica y capital social y cuyos datos evidencian su fuerte tradición asociativa.

Tabla 10. Pertenencia a asociaciones en varios países (porcentaje


sobre la población adulta). 2005-2009

Deportivas y Arte, música, Organizaciones Humanitarias/


recreativas educación profesionales caridad
Países Bajos 37 20 6 7
Suecia 30 13 6 10
Estados Unidos 15 15 12 15
Alemania 27 8 4 5
Japón 18 10 5 2

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España 10 6 3 5
Polonia 4 5 3 3
Fuente: World Values Survey, oleada 5º, 2005-2009

En definitiva, España muestra un nivel medio-bajo de capital social, medido a


través de ambos tipos de indicadores. Como afirman Pérez-Díaz y Rodríguez, los
más de treinta años de democracia han supuesto un avance relativamente
pequeño en este ámbito, puesto que “las mutaciones culturales suelen ser lentas y
complejas” y, al igual que la sociedad española necesitó de al menos dos décadas
de cambios profundos en la economía y la sociedad para conseguir una transición
con ciertas garantías de éxito, “los cambios no fueron suficientes como para
asegurar una experiencia democrática de calidad en las décadas siguientes”
(Pérez-Díaz y Rodríguez 2013: 140).

5. Conclusión. ¿Una sociedad cívica en España?


En el primer apartado de este tema veíamos las características que debía reunir
una cultura política cívica. Entre otras cuestiones, una sociedad cívica debería
contar con una alta disposición de los ciudadanos a participar activamente en la
vida política de su país, una sólida confianza en sus instituciones democráticas, un
fuerte apego al sistema político y a las normas democráticas, un nivel adecuado de
tolerancia política y de respeto a las diferencias, un profundo nivel de confianza en
los conciudadanos y, también, una firme identificación como miembros de la
comunidad política, con sentido de pertenencia a la nación y con una identidad
cívica común que trascienda las divisiones étnicas, religiosas o regionales. De
acuerdo con lo expuesto en este tema (y también en los anteriores), ¿podría
decirse que España es una sociedad cívica? ¿Es la cultura política española una
cultura cívica?

Para responder a estas cuestiones, vamos a recurrir a un libro publicado en 2022


por los sociólogos Víctor Pérez-Díaz y Juan Carlos Rodríguez (2022), quienes
realizan un exhaustivo estudio sobre el desarrollo de la sociedad civil en España en
los últimos cuarenta años, analizando sus diferentes esferas (social, política,
económica y cultural) y proporcionando una interpretación general acerca de la
evolución de la democracia española y de sus perspectivas de futuro. Sus
conclusiones son que España cuenta con una democracia que funciona
razonablemente bien y con algunos elementos propios de una cultura cívica, pero
al mismo tiempo adolece de importantes carencias que la alejan del modelo ideal
de dicha cultura.

Según estos autores, la democracia liberal se encuentra consolidada en España,


con instituciones que han funcionado según las reglas democráticas establecidas y

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con partidos políticos que se han turnado pacíficamente en el gobierno en


bastantes ocasiones, en los distintos niveles, central, autonómico y local. Es una
democracia que ha superado importantes crisis económicas e institucionales y
también largos años de terrorismo político (fundamentalmente de ETA). Los niveles
de participación en las elecciones generales son similares a los de otros países
europeos. El estado autonómico también parece consolidado a los ojos de la
opinión pública, a pesar de las incertidumbres de los últimos años. Se observa,
incluso, una cierta intensificación de la agencia política de los españoles en la
última década, tal como se refleja en sus niveles de participación en ciertas formas
de acción política. Y los autores también interpretan en términos positivos el
reajuste del sistema de partidos, puesto que una parte de la ciudadanía, que habría
dejado de confiar en determinados partidos políticos, en lugar de conformarse o
retirarse de la participación política, habría experimentado con nuevas formaciones,
a la espera de comprobar si mejoraban o empeoraban el comportamiento de los
partidos tradicionales. En definitiva, constatan la idea de que la democracia
española es equiparable a las “mejores” democracias a escala mundial, y forma
parte como un socio más de la Unión Europea y de la OTAN y de otras
organizaciones de estados democráticos.

Los autores también destacan que “la sociedad española parece bastante
cohesionada, al menos a la vista de su bajo nivel de conflictos sociales”. Las
divisiones sociales y políticas no se han traducido en acciones violentas, al menos
desde el fin del terrorismo, y los niveles de tolerancia son considerables. Y un
aspecto muy positivo es “la gran transformación del papel de las mujeres en la
sociedad, mucho más visibles y más protagonistas en una multiplicidad de esferas,
y, a la par, la gran reducción de las desigualdades entre hombres y mujeres en el
acceso a recursos y posiciones sociales de todo tipo” (Pérez-Díaz y Rodríguez
2022: pp. 171172).

Sin embargo, Pérez-Díaz y Rodríguez señalan otros indicios muy preocupantes en


relación con la consolidación de la comunidad política en España y de su grado de
civismo. En primer lugar, confirmando lo que veíamos en el tema 6, es obvio que se
mantiene un riesgo medio o alto de erosión o de fragmentación de la comunidad
nacional, pues los partidos nacionalistas catalanes no han abdicado de sus
posiciones maximalistas y siguen contando con un apoyo sustancial en la
población. La debilidad de la identidad nacional española es un obstáculo evidente
para la consolidación de una cultura cívica sólida. En segundo lugar, los autores
también mencionan los signos preocupantes de polarización en la clase política, y
en menor medida en el electorado. También observan en amplios segmentos de la
población una creciente animadversión a los partidos políticos, que se perciben
cada vez más lejanos. Y las encuestas, a su vez, muestran en tiempos recientes un
cierto resquebrajamiento de la transición democrática como símbolo de
reconciliación, de capacidad para consensuar temas importantes, de vida política

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pacífica, pues va cayendo la proporción de quienes se sienten orgullosos por la


forma en que se llevó a cabo aquélla. El que una parte sustancial de la población
rechace el momento fundacional de la democracia, cuando se construyeron los
consensos que permitieron el establecimiento de un sistema democrático estable,
es evidencia de un grave problema de falta de cohesión de la comunidad política.

En tercer lugar, se ha mantenido la percepción de que existe una gran distancia


entre la ciudadanía y la clase política, lo que también apunta en contra del
mantenimiento de una comunidad política cohesionada. Ello también contribuye a
los niveles bajos de implicación de la ciudadanía en los asuntos del común. En
cuarto lugar, se ha extendido la crisis de confianza en las instituciones. En especial,
los autores hacen referencia a las dudas que suscita el funcionamiento de la
justicia en España, bastante mayores que en otros países europeos (y a lo que
haremos referencia en el tema 9). Y, por último, señalan los bajos niveles de capital
social y asociacionismo, incompatibles con una cultura cívica consolidada: “Ni ha
crecido la (baja) pertenencia a asociaciones voluntarias desde principios de los
ochenta ni han variado sustancialmente los niveles (medio-bajos) de confianza
generalizada que pueden medirse en las encuestas” (Pérez-Díaz y Rodríguez
2022: pp. 171172).

Todos estos elementos llevan a la conclusión de que España cuenta con una
cultura cívica modesta, muy distinta de la existente en los países europeos que son
vistos como modélicos, especialmente los nórdicos. Resulta difícil que desde la
sociedad se pueda exigir a la clase política que emprenda estrategias a largo
plazo, así como rectificar los errores de las políticas pasadas, puesto que los
niveles de participación política, de confianza social y de cohesión nacional
aminoran la posibilidad de llegar a acuerdos para establecer objetivos comunes. En
cualquier caso, la debilidad de la cultura cívica no es en absoluto un fenómeno
peculiar de España, dado que muchos otros países la están experimentando,
incluso algunos de los considerados “modelos” de cultura cívica en el estudio de
Almond y Verba.

IV. Bibliografía
Bibliografía complementaria:

Almond, Gabriel y Sidney Verba (1963), The Civic Culture. Political Attitudes and
Democracy in Five Nations. Princeton: Princeton University Press.

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Barreda, Mikel (2006), “Las bases subjetivas de la política”, en Mikel Barreda y


Rosa Borge (coords.), La democracia española: realidades y desafíos, Barcelona,
Editorial UOC: 201-237.

Coleman, James (1988), “Social capital in the creation of human capital”, en The
American Journal of Sociology, vol. 94, supplement: 95-120.

Inglehart, Ronald y Christian Welze (2003), “Political Culture and Democracy:


Analyzing Crosslevel Linkages”, Comparative Politics 36 (1): pp. 61-79.

Morales, Laura (2005), “¿Existe una crisis participativa? La evolución de la


participación política y el asociacionismo en España”, en Revista Española de
Ciencia Política, nº 13: 51-87.

Pérez-Díaz, Víctor y Juan Carlos Rodríguez (2013), Capital social e innovación en


España y en Europa, Madrid, Fundación Cotec.

Pérez-Díaz, Víctor y Juan Carlos Rodríguez (2018), Desafección política. Alcance,


causas y remedios. Working Paper de Fundación Rafael Del Pino.

Pérez-Díaz, Víctor y Juan Carlos Rodríguez (2022), Cuarenta años después: la


sociedad civil española, de un primer impulso a una larga pausa. Madrid: Funcas.

Putnam, Robert D., Robert Leonardi y Raffaela Nanetti (1994), Making Democracy
Work: Civic Traditions in Modern Italy, Princeton, Princeton University Press.

Torcal, Mariano (2008), “El origen y la evolución del apoyo a la democracia en


España. La construcción del apoyo incondicional en las nuevas democracias”, en
Revista Española de Ciencia Política, nº 18: 29-65.

Torcal, Mariano (2016), “Desafección política en España en una perspectiva


comparada”, en Francisco J. Llera (coord.), Desafección política y regeneración
democrática en la España actual: diagnósticos y propuestas. Madrid: Centro de
Estudios Políticos y Constitucionales: 79-113.

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