Historia Dominicana

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Historia Dominicana

La Hispaniola Antes del Descubrimiento

Los europeos que llegaron a América con Cristóbal Colón


creyeron haber arribado a Catay, nombre dado
antiguamente a la China, y que, por tanto, se encontraban
cerca de la India. Por tal motivo llamaron indios a los
nativos, creando así una confusión que se ha mantenido
hasta el día de hoy. Para corregir el error algunos los llaman
amerindios o indoamericanos.

Cuando América fue descubierta por Colón en 1492, las


islas que hoy conocemos como las Antillas estaban
habitadas por pueblos completamente diferentes de los que
hasta entonces conocían los europeos. Las informaciones
que Colón y otros viajeros dejaron escritas en los años del
Descubrimiento indican que las comunidades que habitaban
las Antillas en aquel tiempo apenas habían alcanzado un
grado de civilización comparable al neolítico superior de los
antiguos pueblos europeos.

Hoy se sabe que las Antillas se poblaron originalmente


con grupos aborígenes provenientes de las cuencias de los
ríos Orinoco, en Venezuela, y Xingú y Tapajos, en las
Guayanas. Y se sabe también que esos pueblos del
nordeste de Sudamérica pertenecían a uno de los muchos
grupos aborígenes que poblaban ese continente a finales
del siglo XV. Este grupo vivía en las forestas tropicales y sus
actividades dependían en gran medida de la disponibilidad
de canoas para moverse por entre los grandes ríos
continentales. A él pertenecían varios sub-grupos a quienes
la agricultura ya empezaba a serles modo de vida. Pero por
razones que desconocemos, hubo pueblos que no pudieron
sedentarizarse y emigraron adentrándose en el Mar Caribe
en sus canoas. Así fueron poblándose paulatinamente la
mayor parte de esas islas desde tiempos anteriores a la Era
Cristiana. Esta ocupación, sin embargo, no parece haber
sido continua, y los arqueólogos actuales convienen en que
se efectuó a través de varias oleadas migratorias a lo largo
de más de doce siglos.

Las Culturas Pre-Cerámicas

Se ha estimado que la presencia humana en la isla data


de alrededor de 7,000 antes de Cristo y se señala los sitios
de Mordán y Casimira (en Azua) como los lugares donde se
ubicaron. Las culturas pre-cerámicas de la isla podrían
clasificarse en dos tipos de expresión:

a. Cultura de cazadores-recolectores con la utilización del


sílex de buena calidad como elemento distintivo y con
ausencia de implementos de concha y hueso, de pulido
y ornamentación en sus expresiones pétreas. A esta
cultura se le denomina Paleo-Indio o «Complejo de
Mordán», debido a que se descubrió en el poblado de
Mordán, provincia de Azua.
b. Cultura de recolectores-pescadores-cazadores, ligada
generalmente a grandes concheros y al medio marino,
con expresiones líticas bastante bien logradas que
incluyen gladiolitos, bolas de piedra, cuentas de collar y
algún que otro objeto de concha de caracol. Esta
cultura se conoce como Meso-Indio o «Complejo
Ciboney» o simplemente «Ciboney» (algunos escriben
"Siboney").

Culturas Paleo-Indias

Los primeros pobladores de la isla aparecen poseyendo


en la época un complejo instrumental lítico que desarrollan
en aquellas áreas donde la materia prima (sílex) abunda y
es de buena calidad. No hay duda que estos primeros
habitantes fueron navegantes y la tipología de sus
instrumentos líticos demuestra que trabajaron bastante la
madera.

En cuanto a la procedencia de estos grupos paleo-indios,


no se tiene evidencia segura que permita conocer su lugar
de origen. La tesis más aceptada es que quizás llegaron del
Norte. Algunos tipos de instrumentos como las bolas líticas y
algunas puntas lanceoladas así parecen indicarlo. En las
tierras del Norte de Sudamérica no se encuentran, en el
Meso-indio, bolas líticas y la tradición de la lítica y de
acabado escamoso no ha sido hallada, hasta el presente, en
Guayana interior.

De todas maneras, está perfectamente comprobado que


para el año 2,600 antes de Cristo ya había grupos humanos
en Mordán, asentados en una mina de sílex de gran calidad,
de una extensión de más de seis kilómetros cuadrados,
atravesada por el arroyo Mordán y colindante con un
manglar. Los instrumentos encontrados corresponden a una
panoplia paleotítica: microlascas, lascas, cuchillos,
raspadores, etc.

La aparición de puntas hacía dudar de que existieron


animales de proporciones tales que necesitaran de esas
armas pero la aparición de restos de animales tales como
los osos Parocnus, el Acrotocnus comes y el Acrotocnus
adontrigonus así como la caza del manatí, justifica la
fabricación de ellas.

Culturas Meso-Indias o Ciboney

Al período de la prehistoria de la Española que se


caracteriza por la presencia de grupos de recolectores -
cazadores - pescadores se les denomina Ciboney. Según
algunos cronistas, la voz Ciboney proviene de las palabras
arawacas Ciba= piedra y eyeri=hombre.

Los ciboneyes constituyeron la primera oleada de


inmigración proveniente de Sudamérica y hay evidencias de
que por el año 2,000 antes de Cristo ya habían arribado a
nuestras playas. Corresponde a pueblos con una cultura de
concha cuyas habitaciones estaban ubicadas a orillas de
ríos, pantanos, ensenadas y bahías. Sin alfarería y sin
agricultura, estos pueblos llegaron a ocupar algunas áreas
de la Española y de Cuba, ademas de las Antillas Menores.
Los conquistadores españoles, que los llamaban "indios
viejos", los describieron como tristes, tímidos y muy
pacíficos. Cuando tuvo lugar el Descubrimiento, sus pocos
supervivientes se habían refugiado en los cayos más
aislados y en la península más occidental de Cuba,
Guanahacabibes.

El ciboney conservó algunas técnicas paleo-indias en


cuanto a la utilización de lascas de sílex pero, a su vez,
desarrolló una industria lítica más elaborada en lo que se
refiere a la talla de las piedras: prefiere las formas simétricas
y llega a acabados apreciables. Su ajuar utilitario está
constituido por pequeños y grandes morteros, majadores
cónicos, rectangulares y cilíndricos. También fabricaron
hachas de piedra mariposoides y de cuello, algunas de ellas
decoradas.

Otros objetos líticos como los esferolitos (bolas de piedra


de diferentes tamaños) y los dagolitos (cetros o dagas) son
asociados a sus prácticas ceremoniales o funerarias, entre
las que se incluyen los entierros secundarios, aplicando en
este caso un pigmento rojizo a los huesos de los difuntos.
Su alimentación era similar a la de las poblaciones
anteriores pero agregan a su dieta raíces comestibles y
mariscos. En los "concheros" (yacimientos con gran
cantidad de conchas de moluscos) estudiados se ha
encontrado restos de cangrejos, peces de mar y de ríos,
manatíes, ostras y otros caracoles marinos. También se ha
encontrado restos de animales no marinos como las
tortugas de agua dulce, jutías, iguanas y roedores menores.
Recogían y comían uvas de playa, mamey, saona, hicacos,
guanábanas, corozos, yuca, guáyica, etc.

El «Complejo Madrigales» (2,050 antes de Cristo) es la


fase más antigua que se conoce hasta el presente para el
Meso-indio de la isla pero es en el «Complejo Porvenir»
(1030 - 90 antes de Cristo) en donde se encuentra el mayor
desarrollo. Ambos yacimientos se encuentran en la
desembocadura del río Higuamo de San Pedro de Macorís.

Las Culturas Cerámicas

Las culturas cerámicas antillanas son, probablemente,


una continuación de culturas del mismo tipo localizables en
los principios de nuestra era en la zona norte de Venezuela
y en la desembocadura del río Orinoco. La clasificación de
las culturas cerámicas antillanas responden más a un
criterio etnológico que a un criterio de orden estilístico.
Aparte del grupo caribe -cuyo asentamiento en las Antillas
Mayores no se produjo- habríamos que contar, en términos
generales, con el grupo de pobladores arawacos. Es
necesario hacer notar que existe una confusión común de
los términos arawaco y taíno. Todos los taínos eran
arawacos pero, por el contrario, no todos los arawacos
entran dentro del concepto taíno, que es un concepto
cultural, determinante de una expresión material
determinada.
Los arawacos (arahuacos), también llamados aruacos,
arbacos y arawaks, son miembros de una familia lingüística
muy numerosa que se extendió desde Cuba hasta Trinidad,
en las Antillas, y en Sudamérica desde su costa norte hasta
Perú y Paraguay, de la cual fueron miembros los igneris y
los taínos.

Los historiadores de la cultura antillana distinguen, dentro


del ámbito arawaco, las siguientes divisiones culturales:

 Igneris, también llamados iñeris y eyerís, eran indios


arawacos pobladores de Trinidad antes de la conquista
caribe, con característica cerámica pintada de blanco y
rojo cuya tradición llega hasta el este de La Española y
quizás hasta el suroeste, con posible dialecto arawaco
diferente del dialecto taíno. Eran agricultores y
ceramistas; cultivaban yuca, maíz y otros vegetales, y
recolectaban mariscos.
 Subtaíno, o indio de origen arawaco con expresiones
culturales menos complicadas que las del llamado
taíno. Posee las características principales del taíno y
su misma lengua. Su cerámica no alcanza la expresión
del modelado inciso que distingue a los taínos de
Puerto Rico y La Española. En la mayoría de los casos
es una cerámica de pobre decoración, con incisiones
rústicas, punteado violento y protuberancias o
apéndices que no destacan bien las figuras que
representan, sin que ello quiera decir que no existan
excepcionales casos de objetos bien terminados. El
subtaíno utiliza con frecuencia el montaje de tiras de
barro como elemento decorativo (appliqué). Las áreas
subtaínas no llegaron a desarrollar la talla en madera
en gran escala, su juego de pelota no presenta
construcciones o bateyes importantes en el área y su
organización religiosa no tiene el ceremonial que
alcanzó la taína.
 Taíno. Es considerado como el grupo cultural más
avanzado, dentro del ámbito arawaco. Sus expresiones
culturales están caracterizadas por un dominio visible
de su medio ambiente, conocimiento a fondo de la
agricultura y utilización del riego en ciertas zonas de La
Española. Juego de la pelota con grandes plazas
ceremoniales. Diversas expresiones líticas de primer
orden: excelentes trabajos en piedra y concha.
Cerámica incisa punteada con continuidad de motivos y
secuencias decorativas, hasta el logro de complicadas
formas de decoración en todo tipo de material.
Presencia del vaso-efigie de la forma navicular muy
característica, así como presencia de botellas o
potizas. (Vea más sobre la cultura taína
 Ciguayo-Macorix. Es un grupo cuya diferencia clara
con el taíno y los demás grupos culturales está
expuesta por los diversos cronistas. Ciguayos y
macoriges podrían unificarse en un sólo grupo, por su
continuidad geográfica desde Samaná hasta el norte
de la Cordillera Central y Septentrional. Su lengua no
era la general de las islas y, hasta el momento, los
pocos restos arqueológicos de la región ciguaya
asimilan a sus pobladores a la tradición cultural taína,
por lo que podría tratarse de un bolsón cultural, que si
en principio pudo tener cultura diferente de la taína,
aparece aculturado por el taíno final.

Tendríamos la siguiente distribución geográfica para los


grupos arawacos del área:

 Igneri: Trinidad, Islas Vírgenes, Puerto Rico y la


República Dominicana.
 Taíno: Puerto Rico, Santo Domingo, parte de Haití y el
este de Cuba.
 Ciguayo-Macorix: este - noroeste de la isla La
Española.
 Subtaíno; Puerto Rico, Jamaica, centro de Cuba, parte
de las islas Bahamas y de Haití.
 Lucayos: subtaínos en transición hacia el taíno. Con
formas cerámicas que van desde las simples
expresiones subtaínas hasta el estilo Boca Chica, de
factura taína. Habitantes de las islas Bahamas.

Los principales yacimientos arqueólogicos en relación con


la identificación de estilos podrían resumirse, en lo relativo a cada una de las
subdivisiones antes presentadas y de acuerdo a su importancia en la definición de estilos,
de la siguiente manera:

Igneris Trinidad: Early Erin Bay y Palo Seco


Islas Vírgenes: Coral Bay Longford
Puerto Rico: Cuevas y Hacienda Grande
Taínos Islas Vírgenes: Mages Bay Salt Rivers
Puerto Rico: Santa Elena, Ostiones
Tardío, Esperanza y Capá
República Dominicana: Anadel, Macao,
Corrales y Boca Chica
Haití: Carrier
Cuba: Pueblo Viejo
Subtaínos Haití: Meillac y Macady
Cuba: Baní
República Dominicana: Anadel
Puerto Rico: Ostiones Temprano
Jamaica: White Marl
La Cultura Taína

(Siglos XII-XVI d.C.)

Los taínos desarrollaron una cultura basada


fundamentalmente en la producción agrícola que les
permitió incrementar una apreciable actividad artesanal de
objetos utilitarios, tales como vasijas y otros recipientes de
barro y de madera, hachas de piedra bien pulimentadas,
objetos de cestería de fibras vegetales y tejidos de algodón
que eran decorados con tintes extraídos de la jagua (Genipa
americana) y de la bija (Bixa orellana), con los cuales,
también se pintaban sus cuerpos en ocasiones especiales.

Además, los taínos fueron excelentes escultores que


confeccionaron artefactos ceremoniales de gran expresión
artística como los duhos o asientos ceremoniales, los ídolos
o cemíes, los instrumentos para el ritual de la cohoba y los
aros monolíticos.

El cemí (también zemí o zeme), cuya figura, esculpida en


diversos materiales y tamaños, podía actuar a voluntad
influyendo de manera decisiva en el normal desarrollo de la
vida humana y del medio natural: podía cohabitar con los
hombres e incluso reproducirse a través de ellos. El cemí
era el cuerpo vivo del dios, del ente mítico, del antepasado
deificado. De la maestría con que se le tallase y de la
capacidad para lograr reflejar el carácter del ser dependía
en gran medida la efectividad emotiva que lo vincularía a los
creyentes y el adecuado desempeño de sus prerrogativas
espirituales.
La recolección de algunos frutos silvestres, la pesca y la
caza marginal complementaban la alimentación del pueblo
taíno, empleando en tales ctividades instrumentos y técnicas
que, junto al uso práctico y medicinal dado a ciertas plantas,
denotan su profundo conocimiento del medio ambiente
natural.

Al momento de la llegada de los europeos, los taínos


habitaban gran parte de las islas Española y Puerto Rico, al
igual que el Oriente de Cuba y parte de Jamaica.

Aunque algo bajos de estatura, los indios taínos eran de


cuerpos bien formados y piel color cobriza. Fueron gentes
lampiñas, de cara ancha, con pómulos muy pronunciados,
labios un poco gruesos y de muy buena dentadura.

Tenían el pelo negro, grueso y muy lacio, cortándoselo


por encima de las cejas y también atrás, a diferencia de los
macorixes y ciguayos quienes llevaban el pelo largo
atándoselo atrás con una redecilla a la que insertaban
plumas de "papagayos" (Temnotrogon roseigaster) y
cotorras (Amazona ventralis).

Los indios macorixes y ciguayos habitaron en la zona


nororiental de la isla de Santo Domingo, ocupando la
península de Samaná y tierras aledañas. Se caracterizaban
por ser muy belicosos y diferir lingüísticamente de los
taínos.

Los taínos siempre andaban desnudos, llevando


solamente en sus brazos y piernas unas ligas o fajas de
hilos de algodón, aunque algunas mujeres casadas
utilizaban unas faldillas, tejidas también en algodón,
denominadas naguas.
Existió entre ellos la costumbre de practicarles a los niños
la deformación artificial del cráneo, sujetándoles con bandas
de algodón dos tablillas de palma, una en el frontal y otra en
el occipital, con lo cual lograban que la frente luciera más
ancha. Se perforaban el lóbulo inferior de las orejas con la
finalidad de lucir en ellas pasadores decorativos u orejeras,
llamadas en su lengua taguaguas.

Su organización social, política y religiosa fue la más


evolucionada entre los grupos indígenas de las Antillas. Su
máxima unidad territorial era el "cacicazgo" que agrupaba
determinadas aldeas o "yucayeques", los cuales estaban
dirigidos por los "caciques", que ascendían a estas
posiciones por la vía matrilineal hereditaria o la realización
de un hecho extraordinario.

El cacique se distinguía por el guanín o disco de oro que


colgaba sobre su pecho, y por el uso de cinturones hechos
de algodón trenzados con cuentecillas de pedrería y
conchas, al igual que cintas para lucir en la cabeza,
insertándoles a ambos una guaiza o pequeña carátula
central.

Cuando el cacique emprendía un viaje distante de la


aldea, sus súbditos le transportaban sobre una litera de
madera y paja, mientras que sus hijos, cuando niños, les
seguían cargados en hombros cerca de él.

Los caciques eran asistidos por unos personajes de


elevada jerarquía, llamados nitaínos, siendo los naborias,
de menor grado social, sobre quienes recaían faenas
agrícolas y otros trabajos y servicios.

El behique o médico hechicero de la tribu fue otro


personaje de importancia en la sociedad taína, por tener un
vasto conocimiento de la farmacopea primitiva y velar por la
curación de los enfermos mediante prácticas mágico-
medicinales, interviniendo, también, en la confección de los
ídolos de la cohoba y otros objetos rituales.

Actividades productivas

Los taínos llamaban conuco al lugar destinado a los


sembradíos, empleando como técnicas agrícolas la siembra
en montículos y el sistema de roza o tala y quema del
bosque. En los montículos o montones, formados por
túmulos circulares de tierra suelta, se desarrollan mejor las
raíces tuberosas como la yuca (Manihot esculenta) y los
ajes y las batatas (Ipomoea batatas), mientras que el
sistema de roza fue utilizado, principalmente, para la
siembra de maíz (Zea mays), el cual plantaban en época de
luna llena al creer que así se garantizaban el crecimiento de
la planta.

Los taínos aprovecharon, igualmente, los ciclos de lluvia


para dar inicio a sus siembras y en la fase final de su
evolución ya empeaban ciertos tipos de regadíos o acequias
donde eran necesarios por la aridez de la tierra.

Sus instrumentos agrícolas fueron las hachas de piedra y


la coa o pullón, especie de bastón de madera para cavar,
cuya punta era previamente endurecida por el fuego.

Con la fricción de ciertas leñas los taínos obtenían el


fuego, con el que cocinaban muchos de sus alimentos,
cocían la cerámica y derribaban grandes árboles para
preparar sus sembradíos o conucos y confeccionar las
canoas.

Cuando caminaban o pescaban por la noche se


alumbraban con hachos o trozos de madera resinosa como
la cuaba o pino (Pinus occidentalis) y el goaconax o
guaconejo (Amiris spp.).

Las hachas de piedra, al igual que los raspadores de


concha, fueron artefactos de trabajo muy empleados por los
taínos, principalmente para hacer sus múltiples objetos de
madera.

Las hachas más típicas en la cultura taína son las


petaloides, nombre dado por semejarse a pétalos de flores,
pero hubieron otros tipos de hachas, como las hachas de
cuello y los buriles, siendo algunas de ellas de uso manual,
mientras que las de mayor tamaño se ataban al extremo de
un mazo de madera.

Para la fabricación de sus hachas los indígenas


seleccionaron rocas de gran consistencia y, por lo general,
la superficie del instrumento presenta un reluciente
pulimento.

El principal cultivo de los taínos era la yuca (Manihot


esculenta) que rallaban o "guayaban" obteniendo una masa
de la cual elaboraban el cazabí o cazabe (en la actualidad,
casabe), especie de pan seco o torta que, previamente,
tostaban sobre un burén y constituía su alimento básico.

El maíz (Zea mays) fue otro ingrediente importante en su


dienta. Lo cosechaban dos veces al año y lo comían crudo,
cuando tierno, y asado, cuando más seco o maduro.
También lo rallaban o trituraban para hacer con agua cierto
potaje.

Otros cultivos complementarios fueron la batata (Ipomoea


batatas), y el aje (posible variedad de batata) que asaban
entre las brasas, además de la yahutía (Colocasia
esculenta), la guáyiga (Zamia debilis), el lerén (Calathea
allouia), el maní (Arachis hypogea), el tabaco (Nicotiana
tabacum), algunas especies de ají (Capsicum spp.) y frutas
como la piña o ananá (Ananas comosus).

Otras muchas frutas, entre ellas el mamey (Mammea


americana), la guanábana (Annona muricata), la lechosa o
papaya (Carica papaya), el mamón o corazón (Annona
reticulata), la guayaba (Psidium guajava), el caimito
(Chrysophyllum cainito), el icaco o hicaco (Chrysobalanus
icaco) y la pitahaya (Hylocereus undatus) eran recolectadas
en estado silvestre.

La caza

Para la caza de las aves y otros animales, tales como


quemíes, curíes, hutías, iguanas, caimanes, etc. utilizaron,
al igual que para la pesa, el arco y la flecha, en cuyo uso
eran muy diestros los indios, además de las lancetas
arrojadas con propulsores y numerosas formas de trampas.

En el caso de las hutías y demás roedores,


acostumbraban incendiar las sabanas, acorralando a los
animales, para cazarlos en un lugar indicado o simplemente
recogerlos quemados trás el incendio.

En el terminal de sus lanzas o flechas insertaban, en


algunas ocasiones, una punta afilada hecha de la espina
que tiene en la cola el pez raya o una astilla de hueso de
manatí (Manatus sp.) mientras que en otras colocaban
puntas extraídas de la resistente madera del copey (Clusia
rosea).

Los taínos no tuvieron animales domésticos, a excepción


del pequeño perro "mudo" o aon, cuya carne consumían, y
las higuacas o cotorras (Amazona ventralis) a las que
enseñaban a hablar. Asimismo, se emplearon corrales de
estacas en los mares y ríos para el cautiverio de especies
acuáticas y jaulas para las aves.

La pesca

La pesca fue una práctica común de los taínos, motivo


para que sus poblados se formaran preferentemente a
orillas del mar y de los ríos y sus esteros donde abundaban
los manglares. Esa actividad, complementaria de su dieta,
era realizada con arcos y flechas, anzuelos hechos de
hueso o de concha de tortuga, y grandes redes de algodón
que sumergían con pesas de piedra.

En la pesca marina usaron el pez guaicano o rémora


(Eucheneis naucrotes), el cual sujetaban por una cuerda y
soltaban de nuevo al mar para capturar otras presas de
mayor tamaño a las cuales este pez se adhería fuertemente.

Los corrales, como sistema de pesca, hechos con hileras


formadas por estacas de madera o caña y bejucos, fueron
utilizados en algunas áreas por los taínos, principalmente en
los mares tranquilos y poco profundos.

En los ríos también emplearon ciertas raíces (baiguá)


que majaban en el agua para adormecer a los peces y,
cerca de sus desembocaduras, apresaban al manatí
(Manatus sp.) que les proporcionaba abundante carne y de
cuyos huesos, especialmente las costillas, fabricaban
amuletos, orejeras y utensilios ceremoniales, como las
espátulas vómicas y los inhaladores de la cohoba.

En las playas capturaban a las tortugas cuando éstas


venían a desovar y recolectaban algunos crustáceos y
moluscos aprovechando sus conchas como materia prima
para elaborar adornos e instrumentos utilitarios.
La vivienda

Los poblados taínos eran llamados yucayeques y sus


unidades habitacionales fueron los bohíos y caneyes,
fabricados de postes de madera que enterraban en el suelo
y de cañas sujetadas por bejucos con techos de hojas de
palma o paja, dejando en lo alto un respiradero recubierto
por un caballete, para la salida del aire y del humo de las
brasas que siempre mantenían dentro de las casas. Un solo
bohío podía albergar a varias familias, ya que era frecuente
entre los taínos que las hijas casadas vivieran en las casas
de sus padres.

Los "bohíos", llamados también eracras, eran de forma


circular y techos cónicos, mientras que el "caney", nombre
dado a la casa de los caciques, era ocasionalmente
rectangular y un tanto más espacioso, con techo de dos
aguas y una marquesina frontal de recibo, estando situado
frente al batey o plaza donde se congregaban los miembro
de la tribu para celebrar muchas de sus actividades sociales
y ceremoniales.

La casa de los caciques hacía ocasionalmente las veces


de tempo cuando se guardaban en ella los ídolos o cemíes.
En otros casos, la casa dedicada al culto de los cemíes
podía encontrarse también en las afueras de las aldeas,
celebrándose entonces dentro de ella las ceremonias
religiosas.

Los taínos dormían en hamacas o camas colgantes, las


cuales eran tejidas de algodón (Gossypium barbadense) o
maguey (Agave spp.) y sujetadas en sus extremos por
hicos o cuerdas de cabuya (Furcraea hexapetala) o de
henequén (Agave sisalana).
Cuando emprendían algún viaje, los taínos transportaban
sus hamacas y otras pertenencias en cestas, llamadas
jabas. Las hamacas eran colgadas de los árboles o de los
andamios de unas enramadas temporales, denominadas
barbacoas, bajo las cuales se guarecían de los efectos del
sol y de la lluvia.

Descubrimiento y Colonización

Primera Parte

La isla de la Hispaniola (La Española), actualmente


ocupada por las naciones de Haití y la República
Dominicana, fue el primer lugar del Nuevo Mundo donde los
españoles formaron una colonia. Como tal, sirvió de base
logística para la conquista de la mayor parte del Hemisferio
Occidental.

Cristóbal Colón descubrió la isla el 5 de diciembre de


1492, en los días finales de su primer viaje a "las indias".
Colón y sus compañeros encontraron que la isla estaba
habitada por un gran población de amistosos indios Taínos
(Arawacos), quienes le dieron la bienvenida a los
exploradores.

Colón estableció un asentamiento improvisado en la costa


norte, cerca de la ciudad actual de Cap Haïtien, el cual llamó
La Navidad (por ser el 25 de diciembre). Usó los restos de
la carabela Santa María, que había dado contra un arrecife
coralino y zozobrado.
La tierra era fértil, pero de mayor importancia para los
españoles fue el descubrimiento del oro que podía
conseguirse por trueque con los nativos, quienes se
adornaban con joyas, o extrayéndolo de los depósitos
aluviales de la isla.

Los taínos llamaban a la isla de diversas maneras pero lo


más común era Ayti o Hayti (tierra montañosa). Aunque
inicialmente fueron amigables hacia los españoles, estos
nativos respondieron violentamente contra la intolerancia y
abusos de los recién llegados. Cuando Colón regresó a la
Hispaniola en su segundo viaje en 1493, encontró que la
Navidad había sido arrasada y eliminados sus habitantes.
Pero no era fácil detener el interés del Viejo Mundo en la
expansión y su cruzada de esparcir el Catolicismo; Colón
estableció un segundo asentamiento, La Isabela, más hacia
el Este.

Luego de varios intentos de establecer colonias en la


costa norte de la Hispaniola, finalmente se estableció el
primer asentamiento permanente en el Nuevo Mundo:
Santo Domingo, establecido en la costa sur. Bajo la
soberanía española, toda la isla llevó el nombre de Santo
Domingo. Los indicios de la presencia de oro --la sangre
vital del naciente sistema mercantilista-- y una población de
nativos tratables que podían usarse como obreros se
combinaron para atraer a muchos españoles durante los
primeros años. La mayoría de ellos era simple aventureros
que, por lo menos inicialmente, estaban más interesados en
adquirir rápidamente riqueza mas que en asentarse en la
tierra. Desde los inicios, las relaciones con los indios, a
quienes maltrataban de manera inmisericorde, se
deterioraron. Movidos por las incautaciones de alimentos y
otras extorsiones, y los abusos hacia sus mujeres, los indios
se rebelaron pero fueron dominados definitivamente en
1495.

Santo Domingo se convirtió en el primer puesto de


avanzada del Imperio Español. Las expectativas iniciales de
reservas de oro abundantes y de fácil acceso demostraron
que no tenían fundamento; aún así la isla llegó a ser
importante como asiento de la administración colonial, un
punto inicial para las conquistas de otras tierras y como
laboratorio para el desarrollo de políticas de gobierno de las
nuevas posesiones. Fue en Santo Domingo que los
españoles introdujero el sistema de repartimiento por el cual
los peninsulares (personas nacidas en España y que
residían en el Nuevo Mundo) recibían grandes concesiones
de tierra y el derecho a usar los indios residentes en ellas en
las labores.

Colón, que gobernó la colonia hasta 1499, intentó poner


coto a los abusos más serios a los cuales eran sometidos
los indios prohibiendo las expediciones contra ellos y
regulando los impuestos informales impuestos por los
colonizadores, los cuales, por las limitaciones impuestas por
estas formas más suaves de explotación, empezaron a
oponerse activamente a Colón. Debido a sus demandas,
Colón ideó el sistema de repartimiento de distribución de
tierra e indios; bajo este sistema, se otorgaba a perpetuidad,
sin ninguna obligación para con las autoridades, un gran
porción de terreno junto con los servicios de los indios que
vivían allí. El sistema de repartimiento no mejoró la situación
de los indios, y la corona española lo cambió instituyendo el
sistema de encomienda en 1503.

Colón y su hermano Bartolomé cayeron en desgracia ante


la mayoría de los colonos, como resultado de celos y
avaricias, y luego también ante la corona debido a su
incapacidad de mantener el orden. Ya antes de 1500, los
terratenientes demostraron su poder conspirando
exitosamente contra Colón. Su sucesor, Francisco de
Bobadilla, fue nombrado juez principal y comisionado real
por la corona española en 1499. Bobadilla puso en prisión a
Colón y lo envió a España, pero pronto la Reina Isabel
ordenó su liberación. Bobadilla demostró ser un
administrador inepto y en 1503 fue sustituido por el más
eficiente Nicolás de Ovando, quien asumió los cargos de
gobernador y juez supremo. Ovando estableció las bases
para el desarrollo de la isla. Durante su mandato, el sistema
de repartimiento fue sustituido por el de encomienda.
Debido a sus éxitos en iniciar las reformas deseadas por la
corona --entre ellas, el sistema de encomienda-- Ovando
recibió el título de Fundador del Imperio Español en las
Indias.

Bajo el sistema de encomienda, todas las tierras


pasaban, en teoría, a ser propiedad de la corona, y así los
indios eran considerados como inquilinos en tierras reales.
El derecho de la corona a servirse de los inquilinos podía
transferirse en fideicomiso a colonos españoles (los
encomenderos) por una concesión formal y el pago regular
de tributo. Los encomenderos estaban autorizados a ciertos
días de trabajo por los indios, convirtiéndose en sus
custodios. Así los encomenderos asumían la
responsabilidad de cuidar por el bienestar físico de los
indios y de instruirlos en el Cristianismo. Una encomienda,
teóricamente, no involucraba tenencia de la tierra; en la
práctica, sin embargo, la posesión se ganaba por otros
medios.

El duro trabajo que se le demandaba a los indios y las


privaciones que sufrían demostraron la naturaleza artificial
del sistema de encomienda, que efectivamente operaba
bajo un sistema de honor debido a la ausencia de esfuerzos
por parte de las autoridades españolas.

A la población taína de Santo Domingo le fue muy mal


bajo el gobierno colonial. El tamaño exacto de la población
indígena de la isla en 1492 nunca ha sido determinada, pero
observadores de la época dieron estimados que variaban
desde varios miles hasta varios millones. El Padre
Bartolomé de Las Casas estimaba 3 millones, lo que
ciertamente es una exageración. En todo caso, hubo cientos
de miles de indígenas en la isla.

Las labores forzadas, abusos, enfermedades contra las


cuales los indios no tenían inmunidad, y el crecimiento de la
población mestiza contribuyeron, todos a la eliminación del
Taino y de su cultura. Ya para 1548 la población taína se
había reducido a aproximadamente 500 personas, y en
1550 solamente 150 indios vivían en la isla. Las
consecuencias de ello fueron profundas. La necesidad de
nueva fuerza laboral para el cultivo creciente de la caña de
azúcar obligó a la importación de esclavos africanos
empezando en 1503. Ya para 1520, solamente se usaba la
mano de obra de los esclavos africanos.

Descubrimiento y Colonización

Segunda Parte

Ya varios años antes de la desaparición de los taínos,


Santo Domingo había perdido su posición de principal
colonia española en el Nuevo Mundo. Su falta de riquezas
minerales la condenaron al abandono por la Madre Patria,
especialmente luego de la conquista de la Nueva España
(México). En 1535, el Virreinato de Nueva España, que
incluía México y el istmo de América Central, incorporó a
Santo Domingo, cuya importancia siguió disminuyendo
luego de la conquista del rico reino de los Incas en Perú. La
agricultura se convirtió en la actividad principal de la
economía isleña, pero la naturaleza desorganizada de la
producción agrícola no alcanzó los niveles de productividad
que caracterizaría a la colonia bajo el mando francés.

Las primeras concesiones de tierra sin obligaciones bajo


el sistema de repartimiento resultaron en una rápida
descentralización del poder. Cada terrateniente tenía una
autoridad virtualmente soberana. El poder era difuso debido
a la tendencia de la ciudad capital, Santo Domingo (que
también era el asiento del gobierno de todas las Indias
españolas), a orientarse hacia la América continental, que
proveía de oro a la corona, y hacia España, que proveía
administradores, abastecimientos e inmigrantes para las
colonias. El gobierno local estaba condenado a la
ineficiencia debido al poco contacto entre la capital y el
interior; para fines prácticos, el campo caía bajo el dominio
de los grandes terratenientes. Durante toda la historia
dominicana, este órden sociopolítico fue un factor
importante en el desarrollo de algunas de las características
distintivas de la cultura política de la nación tales como
paternalismo, personalismo, y la tendencia hacia un
liderazgo autoritario y fuerte.

En 1509, el hijo de Colón, Diego, fue nombrado


gobernador de la colonia de Santo Domingo. La ambición de
Diego y el esplendoroso ambiente que se dió levantaron las
sospechas de la corona, dando por resultado que, en 1511
la corona estableció la audiencia, una nueva institución
política con las intenciones de limitar el poder del
gobernador. La primera audiencia era simplemente un
tribunal compuesto por tres jueces cuya jurisdición se
extendía hacia todas las Antillas; constituía la más alta corte
de apelación. La institución de la audiencia se esparció,
eventualmente, por toda la América Española.

La influencia del tribunal creció, y en 1524 fue designado


como Audiencia Real de Santo Domingo, con jurisdicción
en el Caribe, la costa atlántica de América Central y México,
y la costa norte de América del Sur, incluyendo todo lo que
ahora es Venezuela y parte de la actual Colombia. Como
corte que representaba la corona, la audiencia recibió
poderes extensos, abarcando funciones administrativas,
legislativa y consultivas; el número de jueces aumentaba
proporcionalmente. Las decisiones de la audiencia era
definitivas en los casos criminales, pero los casos civiles
importantes podían ser apeladas ante el Real y Supremo
Consejo de las Indias en España.

El Consejo de las Indias, creado por Carlos V en 1524,


era la principal agencia de la corona española para dirigir los
asuntos coloniales. Durante la mayor parte de su existencia,
el Consejo ejerció poder casi absoluto en cuanto a dictar
leyes, administrar justicia, controlar las finanzas y el
comercio, supervisión de la iglesia, y la dirección de
ejércitos.

El brazo del Consejo de las Indias que trataba todos los


asuntos concernientes al comercio entre España y sus
colonias en América era la Casa de Contratación,
organizada en 1503. Se facilitaba el control del comercio, en
general, y la recolección de los impuestos, en particular, con
la designación de puertos monopólicos en ambos lados del
Océno Atlántico. Durante la mayor parte del período
colonial, el comercial de ultramar consistía principalmente
en convoyes anuales entre los puertos monopólicos. Estaba
prohibido el comercio entre las colonias y otros países. La
corona también restringía el comercio entre las colonias.
Estas restricciones estorbaban la actividad económica en el
Nuevo Mundo y fomentaron el tráfico por contrabando.

La Iglesia Católica Romana llegó a ser el principal agente


para diseminar la cultura española en América. La
organización eclesiástica desarrollada para Santo Domingo
y que luego fue extendida a toda la América Española
reflejaba una unión de la iglesia y el estado que era
realmente más estrecha que la prevaleciente en la misma
España. El Real Patronato de las Indias o, como luego fue
llamado, el Patronato Real, servía como el agente de
organización de esta afiliación entre la iglesia y la corona
española.

El prestigio de Santo Domingo empezó a declinar en la


primera parte del siglo XVI con la conquista de México por
Hernán Cortés en 1521, y el descubrimiento allí, y luego en
Perú, de una gran riqueza en oro y plata. Estos eventos
coincidieron con el agotamiento de los depósitos aluviales
de oro y la desaparición de la fuerza laboral indígena en
Santo Domingo. Numerosos colonos se mudaron a México y
a Perú; los nuevos inmigrantes españoles generalmente
pasaban de largo buscando mayores fortunas que se
encontrarían en las tierras más al Oeste. La población de
Santo Domingo disminuyó, la agricultura languidecía, y
pronto España empezó a preocuparse con sus colonias de
tierra firme, más ricas y más extensas.

El estancamiento que prevaleció en Santo Domingo


durante los siguientes 250 años fue interrumpido en varias
ocasiones por enfrentamientos armados, ya que los
franceses y británicos intentaron debilitar el dominio
económico y político de España en el Nuevo Mundo. En
1586, el Almirante británico, Sir Francis Drake, capturó la
ciudad de Santo Domingo y cobró un rescate para
regresarla al control español. En 1655, Oliver Cromwell
despachó una flota inglesa, comandada por Sir William
Penn, para tomar Santo Domingo. Luego de enfrentar un
fuerte resistencia, los ingleses navegaron más hacia el
Oeste y tomaron Jamaica.

La retirada del gobierno colonial de la región costera norte


abrió la puerta a los bucaneros franceses, quienes tenían
una base en la Isla Tortuga (Île de la Tortue), cerca de la
costa noroeste del actual Haití, para que se establecieran en
la Hispaniola a mediados del siglo diecisiete. Aunque los
españoles destruyeron varias veces los asentamientos de
los bucaneros, los franceses no fueron disuadidos ni
expulsados. La creación de la Compañía Francesa de las
Indias Occidentales en 1664 indicó la intención de Francia
de colonizar la Hispaniola occidental. Sucedieron batallas
intermitentes entre los colonos franceses y españoles
durante las siguiente tres décadas; sin embargo, España,
presionada por guerras en Europa, no podía mantener una
guarnición en Santo Domingo lo suficientemente grande
para asegurar toda la isla contra la intrusión. En 1697, con el
Tratado de Ryswick España cedía el tercio occidental de la
isla a Francia. El límite exacto de este territorio (Saint-
Domingue --ahora Haití) no fue establecido en el momento
de la cesión y permaneció cuestionado hasta 1929.

Durante los primeros años del siglo dieciocho, los


terratenientes en la colonia española hicieron poco con sus
inmensas posesiones, y fueron abandonadas las
plantaciones de azúcar debido al hostigamiento de los
piratas. El comercio extranjero prácticamente desapareció, y
casi todo el comercio doméstico sucedía en la ciudad
capital.
La dinastía de los Borbones reemplazó, en España a la
de los Habsburgos en 1700. El nuevo régimen introdujo
innovaciones --especialmente reformas económicas-- que
empezaron a revivir gradualmente el comercio en Santo
Domingo. La corona relajó progresivamente los controles
rígidos y las restricciones sobre el comercio entre la Madre
Patria y las colonias y entre las colonias. Los últimos
convoyes zarparon en 1737; el sistema de monopolio de los
puertos fue eliminado poco después. A mediados de siglo,
habían aumentado tanto la inmigración como la importación
de los esclavos.

En 1765, las islas caribeñas recibieron autorización para


comercializar ilimitadamente con los puertos españoles;
siguió en 1774 el permiso para que las colonias españolas
en América pudieran comerciar entre ellas. Se redujeron
grandemente, o eliminados totalmente, los derechos para
muchos productos. Ya en 1790, los comerciantes de
cualquier puerto en España podían comprar y vender en
cualquier parte de la América Española, y en 1800 España
había abierto el comercio colonial a todos las naves
neutrales.

Como resultado del estímulo dado por las reformas al


comercio, la población de la colonia de Santo Domingo
aumentó de más o menos 6,000 en 1737 a
aproximadamente 125,000 en 1790. De este número,
aproximadamente 40,000 eran terratenientes blancos, más
o menos 25,000 eran negros o mulatos libres, y algunos
60,000 esclavos. La composición de la población de Santo
Domingo contrastaba con la de la colonia francesa vecina
de Saint-Domingue, donde algunos 30,000 blancos y 27,000
hombres libres se beneficiaban del trabajo de por lo menos
500,000 esclavos negros. Para el colono español, Saint-
Domingue representaba un barril de pólvora, cuya eventual
explosión tendría repercusiones en toda la isla.

Invasiones inglesas

La invasión de Francis Drake

El ataque más devastador a la ciudad de Santo Domingo


lo realizó en el año 1586 el inglés Sir Francis Drake (c.
1540 - 1596), llamado el Draque por los españoles. Zarpó
de Plymouth, ciudad inglesa situada en el Canal de la
Mancha, el 15 de septiembre de 1585 con una flota de 23
navíos y unos 2,300 soldados y marineros.

El buque insignia era el "Elizabeth Bonaventura", y su


capitán Thomas Venner. El vicealmirante Martín Frobisher
navegaba en el "Primrose", el contralmirante Francis Knollys
en el "Leicester" y el teniente general de las fuerzas de tierra
Christopher Carleill en el "Tiger".

Luego de saquear la ciudad de Santiago, en las islas


Azores, siguió con rumbo a las Indias Occidentales, con
especial interés en la ciudad de Santo Domingo donde
esperaba encontrar la floreciente ciudad de que se hablaba
en Europa desde comienzos del siglo.

De 8 a 9 de la mañana del viernes 10 de enero de 1586,


entró en el puerto de Santo Domingo un barco de cabotaje y
avisó haber visto la víspera (el jueves 9 de enero) a varios
barcos de vela fondeados en la Isla Catalina (conocida en
esos tiempos como Isla Santa Catalina). Luego pudieron
observar algunas velas hacia la Punta Caucedo. A medida
que pasaba el día, se observaron más barcos lo que
alborotó a los habitantes de la ciudad aunque el Presidente
y los Oidores le dieron poca importancia al hecho al
principio; pero las autoridades se mantuvieron en
observación y los vecinos en alarma.

Al filo de la medianoche, estando toda la ciudad en vela, a


la claridad de la luna se las vio aproximarse mucho al
puerto: el susto creció, hubo gran repiqueteo de campanas y
alarde de armas de parte de los vecinos. Pero luego las
naves continuaron marcha, y la población se calmó,
figurándose cándidamente todos que los invasores pasaban
de largo sin atreverse a desembarcar al percibir las acciones
en tierra.

Pero al amanecer del día 11 diez y ocho embarcaciones


se acercaron a la costa, desde la Punta Torrecilla hasta el
Matadero; al principio se creyó que las naves eran
españolas. Las naves se retiraron y la gente pudo ver dos o
tres velas en la punta de Haina. Como a las cinco de la
tarde llegaron dos mensajeros de la boca de Haina con la
noticia de que allí estaban 13 velas y que habían
desembarcado 600 ó 700 hombres que ya se dirigían hacia
Santo Domingo.

La noticia del desembarco, y su magnitud, produjo pánico


entre los pobladores de la ciudad. Algunos habitantes
decidieron resistir, se proveyeron de municiones en la
Fortaleza, organizaron las milicias formadas por los vecinos
y barrenaron tres barcos y una galera a la entrada del río,
para impedir el acceso al Ozama. Para combatirlos, al
mediodía unos 30 jinetes salieron de la plaza y les atacaron,
pero tuvieron que retirarse ante el empuje del enemigo.

La mayoría de los vecinos de Santo Domingo abandonó


la ciudad, llevándose el oro, las cosas de plata y las joyas.
"Hubo un juicio en la ciudad de las pobres señoras monjas y
frailes, el mayor que se ha visto e creo se verá en las Indias,
e casi todos a pie por lodos a las rodillas vinieron huyendo,
e los mejores librados diez o doce en una carreta; e toda la
noche e aquel pedazo de tarde tuvimos bien que hacer en
salir de la ciudad". Se dirigieron hacia el norte, a la región
comprendida entre Guanuma y Peralvillo (también conocido
como Esperalvillo). El mayor contingente se instaló en el
ingenio La Jagua, propiedad de Antonio Pimentel.

El propio presidente de la Real Audiencia y capitán


general de la Isla, Don Cristóbal de Ovalle, se dio a la fuga
acompañado por el capitán Juan Melgarejo, alguacil mayor
de la ciudad. Aparentemente tomaron un bote y se dirigieron
río arriba hacia el interior, hacia Peralvillo. De allí se
despacharon las primeras noticias destinadas a informar a
las autoridades españolas de Cuba y a la Corte de España
sobre la invasión de Drake, a las cuales se agregaron
noticias enviadas desde Santiago y Bayajá.

La solitaria ciudad quedó con todo su abasto, abundante


en vinos, harinas y bizcochos, gallinas, puercos y carneros,
con lo que los invasores tuvieron luego alimento para
muchos días; y en ropa y mercancía de toda clase.

El sábado 11 de enero de 1586, las tropas inglesas,


comandadas por Carleill, tomaron posesión de la ciudad de
Santo Domingo. La Fuerza (actual Fortaleza Ozama) fue
tomada el día siguiente, domingo 12. Los que estaban en la
fortaleza salieron de ella por unos caños.

Los ingleses instalaron su cuartel general en la Catedral,


que también usaron como cárcel y almacén. Solamente el
bachiller Francisco Tostado murió durante la toma de la
ciudad, debido a un disparo hecho desde una nave.
Los invasores esperaban recibir un precioso rescate por
la ciudad. Doscientos mil ducados pidió a cambio de la
devolución de la ciudad, que antes de ocuparla creía rica.
Para dar mayor peso a su exigencia, iniciaron la demolición
y el incendio sistemático de la ciudad, llegando a destruir
una tercera parte de ella, quemando y saqueando las
iglesias de Santa Bárbara, de la Merced, Regina, San
Francisco y Santa Clara, perdiéndose además los valiosos
archivos de la más antigua ciudad de las Indias.

Ovalle entabló negociaciones para el rescate pacífico de


la ciudad, enviando a ella una comisión, la cual permaneció
allí tres días negociando. Finalmente Garci Fernández de
Torrequemada, a nombre de los vecinos, convino en que se
pagarían 25,000 ducados.

Para pagar el rescate todos los moradores que estaban


en condiciones de hacerlo contribuyeron con dinero, etc.,
despojándose las damas de sus joyas y prendas, todo lo
cual se pesaba en balanzas ex profeso instaladas, una de
las cuales funcionó en la Casa del Cordón.

Cuando se terminó de pagar el rescate, los ingleses se


retiraron, el 10 de febrero, al mes de haber desembarcado y
capturado la ciudad. Además del rescate pagado, Drake
consiguió llevarse las campanas de las iglesias, la artillería
de la Fortaleza y los cueros, azúcares y cañafístolas que
encontró en los depósitos del puerto y en otros almacenes
así como los navíos que no se habían quemado y dejaron a
Santo Domingo sumido en la destrucción y la pobreza,
convertido en un montón de ruinas, con sus templos
profanados y pillados.

Lentamente regresaron a ella autoridades y vecinos; y su


vida habitual tardó bastante en rehacerse. Aparte del
bachiller Tostado, solamente hubo que lamentar la muerte
de dos dominicos: Juan de Zaravia, sacerdote, y Juan
Illanes, lego. Ambos fueron ahorcados en la actual Plaza
Duarte "en represalia por haber sido atropellado un negrito
mensajero" del capitán invasor. En memoria de los
religiosos muertos, la actual calle Duarte se denominaba
"Calle de los Mártires".

De Santo Domingo, Drake siguió hacia Cartagena de


Indias, la cual incendió, y al puerto de San Agustín, en la
Florida, al que dejó destruido. Regresó a Plymouth el 28 de
julio de 1586, "después de una campaña de diez meses, en
la que causó a los españoles pérdidas que se evalúan en
unas 600,000 libras esterlinas".

Este asalto demostró a los ingleses y a otros enemigos de


España en Europa que el imperio español era siendo
vulnerable. A los españoles este asalto les demostró que si
no ejecutaban una política de reforzamiento militar de sus
principales puertos en el Caribe su imperio corría peligro de
ser desarticulado en el futuro.

Por ello, la Corona estableció un sistema de avisos o


paquebotes (buques de alarma) encargados de mantener
una efectiva comunicación entre la Península y las Indias.
Invirtió grandes sumas en las fortificaciones de La Habana,
San Juan (que entonces se llamaba Puerto Rico mientras
que la isla era conocida como la isla de San Juan)
Cartagena de Indias, Portobelo, Veracruz y San Agustín de
la Florida. Santo Domingo ya había perdido importancia,
pues el Continente era la gran fuente de la riqueza del
Imperio y todo el sistema de defensa se concentró en
proteger los puertos y las rutas de las flotas.

La Reconquista

Batalla de Palo Hincado


Antecedentes (Tratado de Basilea)

Al tiempo que en la colonia francesa de Saint Domingue


ocurrían cambios provocados por la rebelión de los
esclavos, en Francia sucedían cambios políticos de primera
importancia. El gobierno burgués de los girondinos fue
derrocado por los radicales jacobinos quienes
inmediatamente declararon la guerra a Inglaterra, Holanda y
España, potencias enemigas de la Revolución Francesa.

España fue a la guerra por defenderse contra el


republicanismo francés, pero la perdió y a mediados de
1795 se vio obligada a poner fin a la lucha firmando un
tratado de paz en la ciudad de Basilea, el 22 de julio de ese
año. Con este tratado España logró recuperar sus
posiciones perdidas en manos de los franceses, a cambio
de entregarles a éstos la parte oriental de la isla de Santo
Domingo.

Sin embargo, los españoles continuaron ocupando y


gobernando Santo Domingo hasta el 1801, cuando
Toussaint L'Ouverture, erigido por sí mismo en ejecutor del
Tratado de Basilea, ocupó todo el territorio oriental, hasta
que fue desalojado en 1802 por los franceses comandados
por el general Leclerc, cuñado de Napoleón Bonaparte.

Gobierno francés

Durante la era francesa en Santo Domingo, a partir de


1802 y sobre todo desde 1804, hubo sin duda convencidos
francófilos entre los dominicanos. El brillo de la Francia
napoleónica se percibió y surtió sus efectos en el país. Una
vez rechazada la invasión de los vecinos haitianos, se
advirtió que se iniciaba una administración competente y
progresista; se advirtió que el gobernador francés, general
Louis Marie Ferrand, era hombre capacitado y bien
intencionado.

Durante su gobierno, los franceses se ocuparon de las


labores de reconstrucción y consolidación de la Colonia.
Ferrand lanzó proclamas en el extranjero llamando a los
franceses a vivir en Santo Domingo; muchos acudieron al
llamado lo mismo que algunas familias españolas, y así
continuaron las cosas mejorando increíblemente después de
tantas vicisitudes. En Samaná, por ejemplo, que hasta
entonces había sido una aldea pobre y olvidada, el Gobierno
fomentó la plantación de cafetales que ya en 1808
prometían dar nueva vida a esta región, cuya población
francesa creció tanto que Ferrand llegó incluso a hacer
preparar los planos de una moderna ciudad que llevaría
como nombre “Puerto Napoleón”. Los bosques de madera,
que hasta entonces habían sido explotados muy
esporádicamente, fueron objeto de una explotación regular,
pues la caoba de la Isla por su belleza tenía gran demanda
en Estados Unidos y en Europa. Los impuestos fueron
rebajados hasta el mínimo a fin de ayudar a los habitantes
de la Colonia a recuperar sus fortunas.

Ferrand estableció un gobierno paternal, amparado en un


decreto de Napoleón del año 1803 por medio del cual
ordenaba respetar los usos y costumbres españolas,
especialmente en lo que a la organización jurídica tocaba.
Lo cierto fue que hubo colaboración entre la población y las
autoridades, aunque Ferrand, convencido de que los
sentimientos hispánicos seguían vivos entre la gran mayoría
de la población, evitaba tanto como era posible, las
ocasiones de hacerles sentir su poder.

Toda esta tranquilidad vino a quebrarse con motivo de


dos acontecimientos que tuvieron lugar, uno en la Colonia y
el otro en Europa. El primero fue la orden de Ferrand a los
habitantes de la Colonia para que suspendieran todo trato
comercial, en especial las ventas de ganado, a la parte
occidental de la Isla gobernada por los haitianos.

El otro acontecimiento que vino a turbar la existente


armonía entre franceses y dominicanos fue la invasión de
España por parte de Napoleón Bonaparte a principios de
1808. Este hecho, y otros relacionados, se conocieron en
detalle en las posesiones españolas casi inmediatamente y
ya en principios de mayo se sabía que Napoleón tenía la
intención de nombrar como Rey de España a su hermano
José Bonaparte.

En Santo Domingo, particularmente, en donde los


franceses gobernaban a una población que todavía seguía
considerándose española, la traición de Napoleón contra los
monarcas de España provocó la indignación de los
propietarios más importantes que ahora se consideraban
doblemente humillados al saber que también la Madre Patria
había caído bajo el dominio francés y al ver sus negocios
lesionados por la prohibición de vender sus ganados a los
haitianos.

Juan Sánchez Ramírez

Algunos de ellos, como fue el caso de don Juan Sánchez


Ramírez, rico propietario de hatos y cortes de caoba en los
alrededores de Cotuí e Higüey, se indignaron en grado
extremo y pensaron en obtener la colaboración del
Gobernador de Puerto Rico, y de la población dominicana
que había emigrado a esa isla, para luchar contra los
franceses de Santo Domingo de la misma manera que
lucharían los españoles para expulsar a los invasores de la
Península.
Sánchez Ramírez había nacido en 1762 en la región del
Cotuí, y en su juventud, al frente de una compañía de
lanceros formada por él con compueblanos, había
combatido en los tiempos del gobernador Joaquín García
contra la República Francesa. Emigró a Puerto Rico en
diciembre de 1803, pero se vio en la necesidad de volver a
su tierra natal en 1807, cuando comenzó su labor de ganar
adeptos para la Reconquista, al tiempo que se dedicaba a la
explotación de cortes de maderas en unas posesiones
suyas situadas en las costas del Este entre Higüey y el
Jobero (el actual Miches, también conocido como Jovero),
desde donde las comunicaciones con Puerto Rico eran más
fáciles.

Inicios de la Reconquista en el Este

En 1808, en el suroeste del país operaban ya, con apoyo


haitiano, los cabecillas Ciriaco Ramírez y Cristóbal Uber
Franco, respaldados por el gobernador de Puerto Rico,
general Toribio Montes. Sánchez Ramírez aprovechó la
ocasión de una nave española surta en Samaná para
escribir, el 17 de septiembre de ese año, al gobernador
Montes. El 28 del mismo mes llegaba a la costa de Macao,
procedente de Puerto Rico, la goleta española “Monserrate”
con la noticia de que pronto llegarían los auxilios solicitados
a Montes por Sánchez Ramírez.

Con este aliento redobló el caudillo sus diligencias al


tiempo que el gobernador francés Ferrand, al tanto de los
acontecimientos, se disponía a sofocar la inminente
rebelión. Ganadas una a una para la causa de la
Reconquista las autoridades criollas que estaban al servicio
de Francia en la región oriental, le fue fácil a Sánchez
Ramírez tomar posesión de la villa del Seibo el 26 de
octubre.
Mientras afianzaba rápidamente sus posiciones, el 29
llegaban a la cercana boca del río Yuma (Boca de Yuma) los
auxilios enviados por el gobernador Montes desde Puerto
Rico, El propio Sánchez Ramírez montó a caballo y se
dirigió a aquel puerto a recibirlos. Los elementos bélicos
habían sido embarcados en un bergantín, una goleta y dos
lanchas cañonera y consistían en cuatrocientos fusiles con
sus bayonetas, doscientos sables, las municiones
correspondientes. Además, llegaron doscientos hombres
voluntarios, la mayor parte emigrados. El bergantín y la
goleta, que respectivamente se llamaban “Federico” y
“Render”, debían regresar a Puerto Rico cargados de caoba.

En ese momento se recibió la noticia de que Ferrand se


dirigía personalmente hacia el Seibo con una fuerza
respetable, decidido a dominar la revuelta. El momento era
grave para los revolucionarios. Urgía hacer de Samaná un
bastión de la Reconquista porque sin la posesión de esta
plaza fuerte portuaria podía fracasar la empresa. Entonces
Sánchez Ramírez aprovechó la presencia de barcos de
guerra ingleses en costas dominicanas y se comunicó con el
comandante Dashwood, de la fragata La Franchise. Este
aceptó hacerse cargo de atacar la guarnición francesa de
Samaná, para lo cual le aseguró el caudillo criollo que podía
contar con la cooperación del comandante de armas de
Sabana de la Mar, Diego de Lira, ya comprometido para la
causa hispanista.

De los desembarcados en Boca de Yuma, procedentes


de Puerto Rico, el único verdadero militar que se quedó en
tierra dominicana para hacer la campaña fue el teniente de
milicias Francisco Díaz. Se incorporó al contingente de
Sánchez Ramírez en calidad de paisano voluntario. Por ser
de los pocos que entre los reconquistadores tenían
conocimiento de las tácticas guerreras, Sánchez Ramírez le
encomendó dirigir el traslado del armamento y bagaje al
Seibo. Luego lo encargó de organizar la gente reunida, del
alistamiento de las armas y de la elección de la posición que
fuera más ventajosa para esperar al enemigo que se
acercaba. Después de un estudio de toda la zona, Díaz
escogió el paraje de Magarín.

El 3 de noviembre en la madrugada estaba el caudillo


dominicano a la cabeza de sus huestes en Higüey
organizando compañías y distribuyendo armas y
municiones. Bien temprano se reunieron las tropas frente al
santuario de Nuestra Señora de la Altagracia y oyeron misa.
Al término de la ceremonia se recibió la noticia de que los
franceses estaban muy cerca del Seibo por lo que Sánchez
Ramírez dio la orden de emprender la marcha hacia el
Oeste, al encuentro del enemigo.

El día 5 le amaneció en el Seibo. Aquí continuó


organizando su improvisado ejército e incorporando al
mismo a los voluntarios que llegaban. El acondicionamiento
y distribución de armas y pertrechos estaba a cargo del
teniente Díaz. Ya en la noche llegó a manos de Sánchez
Ramírez “una terrible intimación del general francés
Ferrand”, en la que le anunciaba que entraría
arrolladoramente en el Seibo el 7.

A la intimación de Ferrand contestó Sánchez Ramírez


haciéndole saber, por la vía del parlamento, que estaba
dispuesto a medir sus fuerzas con las francesas. Al general
napoleónico le sonó aquello como una fanfarronada y no
pudo menos que sonreír. Seguro de su armamento y de la
superioridad táctica de sus hombres, ya se veía venciendo
fácilmente a los criollos, impreparados y mal armados. No
hizo caso de las advertencias que indicaban que los
guerreros encabezados por Sánchez Ramírez no eran para
menospreciarse, sobre todo por su hábil manejo del arma
blanca, y alegremente se dispuso a darles la batalla.

Batalla de Palo Hincado

El día 6 de noviembre avanzó el jefe dominicano hasta


Magarín y le pareció que el sitio no había sido bien escogido
por el teniente Francisco Díaz. Además, un recio temporal le
dañaba las pocas armas de fuego y municiones de que
disponía. Apreciando que el paraje de Palo Hincado, a
media legua al oeste de la población del Seibo, reunía
mejores condiciones, llevó allí su gente y dictó sus órdenes
para esperar a pie firme al enemigo.

No confiando momentáneamente en Díaz, resolvió tomar


él solo todas las disposiciones en la noche del 6, víspera de
la fecha anunciada por Ferrand para su entrada en el Seibo.
La lluvia no cesaba, con todas sus adversas consecuencias.
En la madrugada del 7 les escampó en el hato de la
Candelaria y Sánchez Ramírez hizo secar al fuego los
fusiles, amunicionar la tropa y proveer de lanzas a los de a
caballo, presto a combatir “el furor y la rabia de los
Napoleones que infestaban la Primada de las Indias por la
infamia de un español desnaturalizado”.

Los reconquistadores llegaron a Palo Hincado entre las


nueve y las diez de la mañana. El brigadier puso a
Francisco Díaz en una posición de confianza en lo más alto
del terreno, al frente de los casi trescientos combatientes
que portaban fusiles. En el mismo lugar se instaló Sánchez
Ramírez con su estado mayor, impartiendo órdenes para
distribuir convenientemente sus tropas.

Entre muchas otras disposiciones tomó la de ordenar al


puertorriqueño José de la Rosa emboscarse con treinta
fusileros a retaguardia del enemigo para distraerle la
atención después que rompiese el fuego en el frente. De la
Rosa había sido uno de los llegados a Boca de Yuma el 29
de octubre, procedentes de Puerto Rico.

Situado en el centro de su ejército, en la eminencia


mencionada, el brigadier colocó a su derecha a Manuel
Carvajal y a su izquierda a Pedro Vásquez. Miguel Febles le
servía de ayudante mayor.

Desde aquel lugar arengó a la tropa. Le advirtió que la


acción iba a ser decisiva, puesto que viniendo al frente de la
expedición enemiga el propio gobernador, con lo más
granado de las fuerzas de que
Pena de la vida al que
disponía, su derrota
volviere la cara atras, pena
significaría el triunfo de la
de la vida al tambor que
campaña. Recomendó asaltar
tocare retirada, y pena de la
al arma blanca después de la
vida al oficial que lo
primera descarga, para evitar
mandare aunque sea yo
el efecto de la mejor fusilería y
mismo"
táctica de los franceses.
Juan Sánchez Ramírez
Terminó la arenga anunciando
que aplicaría la pena de muerte al soldado que volviera
atrás la cara; al tambor que tocara retirada y al oficial que la
ordenara, aunque fuera él mismo. En esta forma obligó a
todos, incluso él, a pensar que era mejor morir peleando que
deshonrosamente fusilado. Su exclamación final fue un viva
a Fernando VII, el príncipe que en aquellos momentos
personificaba las mejores esperanzas españolas.

A la arenga del caudillo siguieron tensos momentos de


silencio y atención. Los franceses avanzaron y rompieron el
fuego cerca del medio día. Una caballería gala se avalanzó
para cortar la izquierda hispano-criolla. Los jinetes dirigidos
por el capitán Antonio Sosa no perdieron tiempo y corrieron
al encuentro de ella, obligando a los atacantes a tirar de las
bridas. Este primer choque cuerpo a cuerpo fue sangriento.
Sánchez Ramírez impartió a la caballería de su ala derecha,
encabezada por el capitán Vicente Mercedes, la orden de
avanzar, operación que se ejecutó con gran rapidez,
arrollando al enemigo. Diez minutos de pelea bastaron para
que el campo quedara cubierto de cadáveres franceses.

La táctica de los hispanos-criollos consistió, como lo


consigna el Diario de Sánchez Ramírez, en convertir
rápidamente el duelo a balazos a distancia en combate
cuerpo a cuerpo, en que eran duchos los aguerridos
dominicanos. La ejecutaron con tal presteza y osadía que de
la parte de ellos sólo hubo siete muertos. Entre éstos,
significativamente, los jefes de los dos cuerpos de
caballería, los capitanes Antonio Sosa y Vicente Mercedes.

Viendo deshechos sus batallones, el general Ferrando


dispuso el retorno precipitado a Santo Domingo con un
grupo de oficiales supervivientes. Los persiguió un
escuadrón capitaneado por el coronel Pedro Santana, padre
del homónimo futuro caudillo de la República. Los fugitivos
ganaron distancia al aventurarse a cruzar un torrente que no
se arriesgaron a salvar los perseguidores, lo que les
permitió detenerse a descansar en la cañada de Guaiquía.
En este paraje el infeliz Ferrand, dominado por el
abatimiento, se quitó la vida de un pistoletazo en la cabeza.

En esta forma se libró la célebre batalla de Palo Hincado


el 7 de noviembre de 1808. Fue "el tercero de los grandes
acontecimientos bélicos en que cobró fuerza triunfante la
secular voluntad dominicana de seguir hablando en español.
Los anteriores habían sido la victoria sobre los ingleses en
1655 y la batalla de la Sabana Real el 21 de enero de 1691".

La España Boba
Conspiraciones

Durante el período que siguió a la Reconquista


(España Boba), ocurrieron varias conspiraciones
orientadas a derribar el poder español,
especialmente durante los años 1810, 1811 y 1812,
años en que la situación económica se volvió
insoportable. Algunas de ellas buscaban crear un
país independiente mientras que otras buscaban la
anexión a Haití u otros países.

Algunas de estas conspiraciones fueron


estimuladas por las noticias de los levantamientos
contra España que llegaban a Santo Domingo
procedentes de Caracas y otros puntos de América,
donde los grupos criollos se lanzaban a la guerra por
su emancipación.

Este período de infructuosas conspiraciones fue


iniciado por Manuel del Monte, un pariente cercano
del Comisario Regio Francisco Javier Caro. Del Monte
fue descubierto, reducido a prisión, sumariado y
remitido a España, sin mayores consecuencias, ya
que pudo volver a vivir en Santo Domingo gracias a
la influencia ejercida por su pariente en la Corte.

Otro conspirador fue un habanero conocido por el


nombre de don Fermín quien, en 1809, tramó con
el propósito de declarar a Santo Domingo
independiente de España. Fue acusado de sedicioso
y encerrado durante siete años en La Fuerza (Torre
del Homenaje), cargado de grillos, antes de ser
embarcado hacia la Península.
Hubo en estos mismos tiempos un complot de
cuatro sargentos franceses que intentaron dar un
golpe de Estado para restituir la Colonia al Gobierno
francés, pero fracasaron en su intento y fueron
fusilados.

Pero la acción más importante encaminada a


eliminar la segunda dominación española bajo el
régimen de Sánchez Ramírez sería la indebidamente
denominada por el vulgo con el nombre de
"Revolución de los italianos", a causa de haberse
comprometido en ella un oficial de esa nacionalidad,
lo que hizo pensar al pueblo que todas las tropas y
oficiales piamonteses estaban igualmente
comprometidos. Esta conspiración fue descubierta a
mediados de 1810 y los complotadores fueron
llevados al patíbulo bajo la acusación de querer
levantar en armas la guarnición de Santo Domingo
para repetir lo que había ocurrido el 19 de abril de
ese año en Caracas donde había estallado un
movimiento independentista contra España.

Dos años después de haberse malogrado la


"revolución de los italianos" se inició otra en la que
también participaron destacadamente los negros
esclavos y libertos de las proximidades de la ciudad
de Santo Domingo, especialmente de los alrededores
de la actual villa de Guerra.

La España Boba: Conspiraciones

La revuelta de los negros de 1812


En 1812, dos años después de la malograda
"conspiración de los italianos", sucedió una revuelta
en la que participaron mayoritariamente personas de
color, tanto esclavos como libertos.

En ese entonces ya Sánchez Ramírez había muerto


y gobernaban la Colonia interinamente el Coronel
don Manuel Caballero y el Licenciado José Núñez de
Cáceres, este último con el cargo de Teniente de
Gobernador e Intendente Político.

Esta trama tuvo por causa el recrudecimiento de


las tensiones raciales y sociales en la colonia luego
de la proclamación de la primera constitución liberal
española en ese mismo año. La constitución apenas
tuvo repercusiones en la colonia de Santo Domingo,
donde, a las dificultades económicas se agregaban
otras de índole política producidas por el
descontento, particularmente entre esclavos y
libertos, ya que las autoridades de la colonia
impedían la aplicación de las disposiciones de dicha
constitución.

La intriga estuvo a punto de concretarse en un


levantamiento en la noche del 15 al 16 de agosto de
1812 pero fue evitado debido a una delación. El
pretexto esgrimido por los conjurados fue la negativa
del gobierno a conceder la libertad de los esclavos.
Morilla, testigo de los hechos aunque de corta edad
por entonces, afirma que perseguía "la libertad de su
raza y adherirse a la República de Haití".

Entre sus cabecillas figuraban José Leocadio, Pedro


de Seda, Pedro Henríquez y un tal Marcos. Debían
concentrarse en Mojarra, paraje al suroeste de la
actual villa de San Antonio de Guerra, y desde allí
trasladarse a Montegrande cuyos vecinos eran
también preponderantemente negros. Montegrande
era asiento de un partido o alcadía creado en 1786 y
cuyos habitantes tuvieron importante participación el
27 de febrero de 1844; con el tiempo, dicha
comunidad desapareció y ahora no hay seguridad de
su emplazamiento original (quizás el actual Mendoza,
en Santo Domingo Este).

Seda, Henríquez y Marcos fueron condenados a


subir al patíbulo. Sus cabezas se colocarían luego en
los caminos de Mojarra y Montegrande y en la
entrada del paraje "Enjuagador", al noroeste de
Guerra. Los también implicados José María Osorio,
Dionisio y Domingo presenciarían el suplicio para
luego recibir cien azotes en la picota y un año de
presidio en la hacienda de su amo con grilletes y
ramales al pie, perdonándoseles la vida porque, aun
cuando eran de los principales instigadores,

luego que percibieron que la ronda los buscaba


huyeron a la capital y declararon lo que sabían a su
amo, quien los entregó al brazo de la justicia.

Una de las conjuradas, María de Jesús, en cuyo


bohío habían cenado Leocadio y Osorio la noche en
que intentaron asaltar la hacienda de Mendoza,
purgó 50 azotes "en la reja de la cárcel, con la
obligación de parte de su amo de sacarla
inmediatamente de la isla". Leocadio, Fragoso y
otros rebeldes "fueron al patíbulo amortajados
dentro de unos sacos y arrastrados a la cola de un
asno y sus miembros descuartizados y fritos en
alquitrán".

La Ocupación Haitiana
(1822-1844)

La Conspiración de Los Alcarrizos

Desde los primeros días de la ocupación haitina, los


dominicanos comenzaron a manifestar su descontento,
produciéndose con frecuencia choques sangrientos con los
soldados haitianos, tal como ocurrió en el el camino de
Puerto Plata, el pueblo de Bayaguana, y en otros lugares,
alcanzando proporciones de verdadera revolución la
conspiración organizada en Los Alcarrizos, a diecisiete
kilómetros de la capital, y la cual tenía como fin el
restablecimiento del dominio español en la parte oriental de
la isla.

El historiador José Gabriel García dice: "En febrero de


1824 estuvo a punto de estallar otro movimiento formidable
que, fraguado por hombres adictos a España, tenía por
objeto vitorear al Rey don Fernando VII, y sustituir el
pabellón azul y rojo con el estandarte de Castilla, .." Y
continúa: "El número de comprometidos llegó a ser tan
grande, que de haberse declarado la revolución, habría sido
difícil sofocarla."

Este movimiento revolucionario estaba encabezado por


Baltazar de Nova y Antonino González. Otros
participantes principales eran: el Presbítero Pedro
González, cura de Los Alcarrizos, de donde tomó nombre la
conspiración; Lázaro Núñez y José María de Altagracia,
capitanes de la guardia nacional; Facundo de Medina, Lico
Andújar, Dr. Juan Vicente Moscoso, quien había tomado
parte en el movimiento emancipador del 1821 (la
Independencia Efímera), y Juan Jimenes (padre de Manuel
Jimenes, quien sería el segundo Presidente del país), quien
se comprometió a reunir personas de las cercanías del
poblado de San Carlos (en la actualidad, barrio de Santo
Domingo).

La primera reunión formal de la trama se realizó el 24 de


enero de 1824, en la casa del Padre Pedro González, en
Los Alcarrizos. La segunda reunión tuvo efecto el domingo
15 de febrero, en San Carlos, cerca de la gallera. Esta
conspiración fue denunciada al General Jerome Maxime
Borgellá, gobernador de la Parte Este, por algún individuo
de tendencia pro-haitiana.

El 25 de febrero de 1824 se reunieron, anticipadamente,


en San Carlos y en Los Caimitos (en la actualidad, el barrio
Los Prados) hombres provenientes de La Venta (ubicado
entre Manoguayabo y Los Alcarrizos). Estaban esperando a
compañeros provenientes de Los Alcarrizos y El Higüero
cuando fueron apresados por el Gobernador Borgellá quien,
al mando de 200 hombres, salió de Santo Domingo para
dirigir personalmente la operación. Todos los conspiradores
principales fueron apresados, con excepción de cinco de
ellos, entre los cuales se encontraban los cabecillas
Antonino (o Antonio) González y Baltazar de Nova. Este
último pudo embarcarse subrepticiamente hacia Venezuela.

"Los apresados fueron Lázaro Núñez, José María de


Altagracia, Facundo de Medina y Juan Jimenes," dice Max
Henríquez Ureña, "quienes habían sido sorprendidos en
actitud que no dejaba dudas respecto a su propósito de
iniciar una sublevación contra el gobierno." Además fueron
apresados, José Gertrudis Brea, capitán de la Guardia
Nacional de Santo Domingo; Manuel Gil, gendarme;
Sebastián Sánchez, José María González, que tenía a su
cargo la imprenta del Gobierno; José María Pérez,
encargado del almacén del Estado; el comerciante Juan
Cerrá, el doctor Juan Vicente Moscoso y su hermano
Esteban; el cura de Los Alcarrizos Pedro González, Ignacio
Suárez, José Ramón Cabral; José María García,
Subteniente de la Guardia Nacional de Los Alcarrizos; José
Figueredo y José María Aguirré.

. Todos los prisioneros fueron sometidos a la justicia


inmediatamente. El tribunal civil que juzgó en Santo
Domingo a los acusados estaba integrado por José Joaquín
Delmonte, Presidente, y los Magistrados Vicente del
Rosario, Raymundo Sepúlveda, Vicente Mancebo y Juan
Bta. Daniel Morette. El Comisario del Gobierno o Fiscal fue
Tomás Bobadilla Briones.

Añade Henríquez Ureña: "Terminado el análisis de las


pruebas el comisario del gobierno formuló sus acusaciones
en términos severos. Dividió en grupo a los procesados:
primero, los que estaban confabulados con Baltazar de
Nova -a quien declaró principal promotor de la rebelión-, y
que empezaron a reunir gente para poner en práctica el
proyecto; después, los que habían prestado de algún otro
modo su concurso para el fin de la sublevación proyectada;
en tercer lugar, los que estaban enterados de la
confabulación, pero no pusieron el hecho en conocimiento
de las autoridades, aunque tampoco llegaron a realizar
actos externos que hicieran efectiva su participación en la
ejecución del proyecto; y por último, aquellos contra los
cuales no había pruebas suficientes para considerarlos
como cómplices, a pesar de que sobre ellos pesaban fuertes
indicios de culpabilidad. Para los primeros pidió Bobadilla la
pena de muerte; para los demás diversas penas,
escalonadas en proporción a la magnitud de su culpa. Los
defensores, Juan de Dios Correa Cruzado y José Troncoso,
hicieron enérgicos y desesperados alegatos en favor de los
acusados, si bien estaban convencidos de la inutilidad de
ese esfuerzo."

Continúa Henríquez Ureña: "El tribunal se retiró a


deliberar en la tarde del 8 de marzo y ya entrada la noche
dio a conocer su sentencia, por medio de la cual se
condenaba a Lázaro Núñez, José María de Altagracia,
Facundo de Medina y Juan Jimenes a la pena de muerte; al
presbítero Pedro González, Ignacio Suárez, José Ramón
Cabral y José Figueredo, a la de cinco años de prisión; a
José María González, Sebastián Sánchez, José María
García, Manuel Gil, José María Pérez y Esteban Moscoso, a
la de dos años de encarcelamiento; y decretó la libertad del
doctor Juan Vicente Moscoso, Juan Cerrá, José Gertrudis
Brea y José Aguirré, por falta de pruebas suficientes
respecto a la complicidad que pudieran haber tenido en el
delito, pero, a la vez los puso a disposición y bajo la
vigilancia del gobierno, en vista de las graves sospechas
que sobre ellos recaían."

Baltazar de Nova y Antonino González fueron


condenados a muerte en contumancia, pero nunca pudieron
ser apresados.

Agrega Max Henríquez Ureña: "Los cuatro reos de muerte


entraron en capilla en la mañana del día nueve. En vano sus
defensores intentaron establecer recurso de casación contra
el fallo: les fue denegado, previo dictamen del comisario del
gobierno, pues la sentencia misma establecía que era
ineludible ejecutarla, aunque se interpusiera contra ella
cualquier recurso, para que este escarmiento y el temor de
la pena contenga dentro de los límites de su debe a los que
no basta para persuadirlos el conocimiento del pacto social
y los vínculos que de él resultan. Las gestiones que se
hicieron ante Borgellá para obtener, por lo menos, el
aplazamiento de la ejecución, a fin de dar tiempo a pedir
clemencia al Presidente Boyer, fueron también inútiles."

La sentencia se ejecutó y los cuatro condenados


principales fueron fusilados en la tarde del siguiente día, 9
de marzo, junto al Fuerte de San Gil (en la esquina Av.
George Washington con calle Palo Hincado). Según
Henríquez Ureña, mientras el pelotón de la ejecución
enfilaba los arcabuces contra su pecho, Lázaro Núñez alzó
su voz y dijo: "¡Dominicanos! ¡Nuestra muerte no debe
ser inútil!"

Estos hechos, y la dureza con que fueron reprimidos,


asustaron a una buena parte de los individuos más
connotados por sus sentimientos españolistas. Antes de que
pudieran adoptarse medidas contra ellos, un nuevo grupo de
familias, tanto del Cibao como de Santo Domingo, se
embarcaron con destino a Puerto Rico tomando el camino
del exilio, "lo que hicieron en el curso del año numerosas
familias, de las cuales citaremos a los Rojas, Espaillat,
Pichardo, Portes, Salcedo, y del Monte, del Cibao; y
Navarro, Pereira, Carbajal, Rocha, Pont y muchas más de la
capital", escribe José Gabriel García.

Para evitar futuros movimientos masivos de personas


conspiradoras, el Gobernador Borgellá ordenó la
construcción de un fuerte en un cerro en Camba (Najayo
Arriba, San Cristóbal), llamado Resolu (ahora se conoce
castellanizado como Fuerte Resolí), desde donde podía
observarse los alrededores de Santo Domingo.

Los Padres de la Patria

El hecho de que República Dominicana posea tres


Padres de la Patria: Juan Pablo Duarte, Francisco del
Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella, es fruto de una
negociación en uno de los gobiernos de Ulises Hereaux,
luego de que diferentes sectores, integrados por seguidores
y familiares de esos patriotas, se disputaran la primacía de
uno u otro durante la gesta libertaria. En relación a este
tema, presentamos el siguiente trabajo.

¿Uno o varios Padres de la Patria?

Dr. Julio Genaro Campillo Pérez

El dominicano desde su niñez comienza a familiarse entre


otras originales costumbres, con la tradicional doctrina del
número tres. Así en el hogar aprende la existencia de los
"tres Reyes Magos": Gaspar, Melchor y Baltazar; en la
iglesia, "las tres divinas personas": Padre, Hijo y Espíritu
Santo; en la escuela, "los tres Padres de la Patria": Duarte;
Sánchez y Mella. Luego seguirá conociendo: las tres
regiones naturales que componen el país: Cibao, Sur y Este;
los tres colores de la bandera nacional: azul, rojo y blanco;
las tres divisas del lema nacional: Dios, Patria y Libertad; las
tres grandes cordilleras: Septentrional, Central y Meridional;
los tres grandes dominios fluviales: Yaque del Norte, Yuna y
Yaque del Sur; la base triple de tres miembros cada uno que
constituían la sociedad patriótica "La Trinitaria" y
muchísimos otros "tres".

En tales circunstancias, resulta un poco extraño que haya


personas que aboguen por la desaparición de los tres
Padres de la Patria, como lo propugnó Jimenes Grullón, al
considerar a dicha tríada como "mito con raices espúreas".
Cierto es, que el tiempo y la investigación han venido
lentamente socavando semejante tríada, al extremo que no
resulta aventurado afirmar que la tendencia natural que hoy
se manifiesta finalizará en un no muy lejano día con una
exterminación de esa tradición. Espontáneamente, sin
deliberación previa, en círculos oficiales y privados, se va
imponiendo, pese a algunos de sus detractores, una figura
central y superior, la figura de Juan Pablo Duarte.

En nuestras múltiples conversaciones y contactos con


personas amantes de los estudios históricos, no importa su
edad o escuela, hemos podido apreciar la existencia con
fuerza de golpeante realidad, sin apasionamientos ni
prejuicios, de un sentimiento generalizado y abrumador que
proclama a Duarte como el único y verdadero Padre de la
Patria. Y no hay que dudar que esa corriente mayoritaria
sea la causa de que, a medida que pasa el tiempo, se vayan
multiplicando los homenajes y conmemoraciones
duartianas, y en cambio, se vayan reduciendo los mismos
tributos en favor de Sánchez y de Mella.

Tal consenso no es mero capricho, soberbia inútil o ciega


obstinación. Es el fruto de la investigación serena y el
estudio desapasionado. Cuando se busca el origen de
nuestra nacionalidad y el ideal que la sustentó, cuando se
busca la fé prodigiosa que necesitó esa nacionalidad para
poder subsistir en una época en la cual se dudaba tanto de
ella, se encuentra uno, quiéralo o no, frente a frente, con
Juan Pablo Duarte. ¿No es pues aquí donde debe residir la
paternidad de la Patria? Porque de ese mismo pensamiento
tenaz, de esa misma esperanza invencible, saldrían las
posteriores ejecutorias, como fueron la obra inicial del 27 de
Febrero y las gloriosas acciones reafirmadoras del 19 de
Marzo y del 30 de Marzo. Como lo serían con el correr del
tiempo, las batallas de Las Carreras, Santomé, Beller,
Sabana Larga; la Restauración Nacional, el rechazo de los
proyectos anexionistas de Báez y la resistencia a las
ocupaciones norteamericanas de 1916-1924 y de 1965,
así .como todos los demás gestos y acciones nacionalistas
que registra nuestra historia. No importa que haya presencia
física, porque la presencia física desaparece en unas
cuantas décadas de vida terrenal, mientras que la Patria
dura centurias y más centurias. Lo que importa es la
proyección a través del tiempo del ideal nacionalista, ése
que mantiene en todo momento la soberanía, la
independencia y la dignidad de la República. El fundador, el
creador de ese ideal que mantiene la vigencia y la realidad
de la Patria, es indudablemente el Padre.

Si la presencia de Sánchez y de Mella en la Puerta del


Conde es uno de los factores más importantes que se han
tomado en cuenta para proclamarlos Padres de la Patria,
entonces tendremos que ha habido notoria injusticia con
respecto a otros próceres dominicanos. Entonces Padres de
la Patria serían Santana por el 19 de Marzo, Imbert y Valerio
por el 30 de Marzo; Bobadilla, Báez y Valencia por haber
organizado políticamente el Estado Dominicano y así
sucesivamente muchos otros pioneros de los primeros días
de vida republicana. Porque sin todos esos acontecimientos
que se sumaron a su causa, el 27 de Febrero hubiera
perecido en su cuna.

En el terreno mortal la primacía de Duarte es reconocida


por sus propios contemporáneos. En la gloria y en la
adversidad.

En la gloria:

a. Presidente y fundador de la sociedad La Trinitaria,


16 de Julio de 1838;
b. Jefe del Partido liberal y nacionalista "Duartista" o
"filorio";
c. Proclamada la República es inmediatamente
solicitado mediante embajada especial para que
regrese a la Patria, 2 de Marzo de 1844;
d. Saludado como Padre de la Patria por el
Arzobispo Portes, 15 de Marzo de 1844;
e. Comandante en Jefe del Ejército propuesto por la
oficialidad castrense de Santo Domingo, 31 de
Mayo de 1844;
f. Proclamado Presidente de la República por Mella,
Julio 1844.

En la adversidad:

a. El más tenazmente perseguido por el Presidente


[haitiano] Herard, Julio 1843;
b. Sus ideales considerados como "aspiraciones
criminales de Juan Pablo Duarte y consortes", en
proclama de Santana, Julio 1844;
c. Llamado "el anarquista Duarte" y su obra juzgada
como "proyecto elaborado de antemano por el
General Duarte y sus partidarios tendiente
a.sustituir el pabellón dominicano con la bandera
de Colombia", en Proclama del General Pedro
Santana, 28 de Julio de 1844;
d. Declarado en primer lugar, seguido por Mella y
Sánchez, como "traidor e infiel a la Patria y como
tal indigno de los empleos y cargos que ejercía",
por sentencia de la Junta Central Gubernativa, del
22 de Julio de 1844;
e. Tachado de "joven inexperto, que lejos de haber
servido a su país, jamás ha hecho otra cosa que
comprometer su seguridad y libertades" por
Tornás Bobadilla en su discurso inaugural del
Soberano Congreso Constituyente de San
Cristóbal;
f. Su familia es la única del grupo trinitario que es
deportada por Santana, 3 Marzo 1845.
Algunas tradiciones señalan que en Julio de 1843,
Sánchez pudo escapar de las persecuciones del Presidente
Herard y así quedarse en el país, porque estando enfermo
se simuló su fallecimiento y su sepelio en el cementerio de
la Iglesia del Carmen de la ciudad de Santo Domingo.
¿Podría haberse podido aplicar el rnismo sistema para
esconder a Juan Pablo Duarte? ¿No hubiera la autoridad
haitiana realizado una investigación a fondo del caso, para
cerciorarse de la verdad de esa muerte? Creemos que la
importancia de Duarte lo ameritaba y que los invasores
hubieran podido comprobar la falsedad del truco.

Duarte es líder y apóstol, pero jamás caudillo, Líder del


Partido nacionalista, trinitario o duartista. Apóstol de la
Independencia y de la libertad dominicana. Lo único que no
quiso ser fue Caudillo, la postura más práctica en estos
medios en desarrollo para adquirir el mando e intervenir con
éxito en la política interna de un país. Por eso no triunfó
materialmente ni fué gobernante ni jefe de facción. Su alta
moralídad se lo prohibía. Su combatividad no estaba en la
guerra fratricida ni en la lucha de partidos, ni en golpes
militares, sino que se mostraba solamente, frente al
extranjero invasor y a los anti-dominicanos. Después de
todo, esa actitud era la que correspondía a un Padre, como
lo era él, al no intervenir en las reyertas intestinas de sus
hijos. Pero aunque no fué Caudillo tampoco quiso ser
segundón de Santana o de Báez, como lo fueron muchos
trinitarios y "comunicados". Prefirió el ostracismo antes que
servirle a la línea entreguista y colonialista de estos dos
mandones.

La crítica histórica no puede tomar como "vara de medir"


la vida y el ejemplo de Duarte para señalar la estatura de los
demás prohombres de nuestro acontecer. En Duarte hay un
renunciamiento a lo material, una línea invariable al ideal
nacionalista, una postura mística, que agregan a su figura
patricia elementos conduncentes a consagrar una santidad.
Es uno de los libertadores de América más inmaculados y
menos ambiciosos. No será un notable intelectual, ni una
espada famosa, ni un avezado político, dones que no
estarán muy a su alcance. Pero en dimensiones morales, en
tenacidad, en labor de propaganda y de conquista
proselitista, tiene méritos sobresalientes que lo hacen en
esos campos una estrella de primera magnitud.

Si tomáramos las medidas duartianas como ha hecho


Jimenes Grullón para enfocar los procederes de Sánchez y
de Mella, tenemos que convenir en que habrá fallos y caídas
en relación a la línea vertical que se ha empleado como
modelo. Aparecerán entonces las infidencias, las
inconsecuencias, las "traiciones" en el lenguaje agudo y
analítico de Jimenes Grullón. Pero si en cambio,
estudiáramos a fondo el medio y las circunstancias que
rodearon a estos hombres, tendremos que ser más
benignos y hasta más justos, para decir la última palabra
sobre ellos.

En un país donde siempre ha brillado la intolerancia de


las ideas políticas opuestas, en una época donde había
triunfado la idea protectoralista o anexionista, en unos
gobiernos en manos de los grandes terratenientes como
Santana y Báez, una clase superior a la de los pequeños
burgueses como Duarte, Pina y Pérez, sólo se podía
mantener una postura inflexible en el exilio, como lo hizo
Duarte.

Sánchez y Mella a través de sus actuaciones


demostraron no tener las dimensiones idealistas de su
maestro como tampoco cualidades de líderes o dirigentes
políticos. Ellos parece que preferían vivir en su patria,
cumpliendo con sus deberes de padres de familia y al lado
de los suyos, que permanecían en Santo Domingo no como
los de Duarte, expulsados en Venezuela. En estas
circunstancias tuvieron que plegarse a Santana y a Báez
para así poder disfrutar de una relativa tranquilidad para sus
vidas y seguridad para sus haciendas, como para las de sus
parientes, por lo menos en forma temporal, ya que también
hubo más de una ocasión en que tuvieron que tomar
forzosamente el camino del destierro. Pero no obstante tales
hechos, ambos murieron en "olor de santidad" ...

Ambos murieron ofrendando sus vidas a la causa


nacionalista, reivindicando sus viejos nombres de patriotas.
Sánchez en un cadalso, despiadadamente fusilado. Mella,
víctima de cruel enfermedad corno consecuencia de su
participación en la guerra restauradora. El balance de
ambos es positivo, muy superior a muchos otros de sus
contemporáneos. Por eso, si no pueden estar en las
elevadas alturas de Padres de la Patria, hay que reconocer
en ellos proceridad

Juan Pablo Duarte y Diez nació en la ciudad de Santo


Domingo el 26 de enero de 1813, durante el período
conocido como el de la "España Boba". Sus padres fueron
Juan José Duarte, oriundo de Vejer de la Frontera en la
provincia española de Cádiz, y Manuela Diez Jiménez,
oriunda de El Seibo, hija a su vez de padre español y madre
dominicana.

Luego de que las tropas del haitiano Toussaint


L'Ouverture llegaron al país en 1801, tomando posesión de
la ciudad de Santo Domingo, los Duarte salieron hacia
Puerto Rico, residiendo en Mayagüez, Puerto Rico, donde
ha debido nacer su hijo primogénito Vicente Celestino, pero
hasta ahora no se ha encontrado constancia de ello. La
familia regresó al país luego de terminada la guerra de la
Reconquista en 1809, cuando el país volvió a ser colonia
española.

Su padre trabajó tesonera y provechosamente en su


negocio de efectos de marina y ferretería, único en su
género en la ciudad de entonces, situado en la margen
occidental del río Ozama, en la zona conocida con el
nombre de La Atarazana. En esta época nacieron, además
de Juan Pablo, dos de los cinco hijos llegados a mayores:
Filomena y Rosa. Nacieron otros que murieron jóvenes:
Francisca, Sandalia y Manuel.

El padre de Duarte murió en la. ciudad de Santo Domingo


eI 25 de Noviembre del 1843, estando Duarte ausente del
pais y su madre en Caracas en el 1858, durante el destierro
que le impuso Santana, en unión de sus hijos.

Juan Pablo fue bautizado en la Iglesia de Santa Bárbara


el 4 de febrero de 1813. Sus primeras enseñanzas las
recibió de su madre y, más tarde, asistió a una pequeña
escuela de párvulos dirigida por una profesora de apellido
Montilla. De allí pasó a una escuela primaria para varones,
donde desde muy temprano dio muestras de una gran
inteligencia. Fue admitido más tarde en la escuela de don
Manuel Aybar, completando sus conocimientos de lectura,
escritura, gramática y aritmética elemental.

Siendo casi un niño recibió clases sobre teneduría de


libros para pasar, ya adolescente bajo la tutoría del doctor
Juan Vicente Troncoso, uno de los más sabios profesores
de entonces. Con él estudió Filosofía y Derecho Romano,
mostrando, una vez más, su gran deseo de superación y de
amor por los estudios.
En 1828 o en 1829, con apenas quince años de edad, y
acompañado del señor Pablo Pujols, comerciante ligado a
su familia, sale vía Estados Unidos, Inglaterra, y Francia
rumbo a España, radicándose en Barcelona, donde tenía
parientes. Poco se conoce de Duarte durante su
permanencia en España.

Para 1831 ó 1832 aparece de nuevo en Santo Domingo y


trabaja en el negocio de su padre. Realiza una intensa vida
social que le liga a importantes sectores de la pequeña
burguesía urbana. Es testigo de matrimonios, apadrina
bautizos y asiste a reuniones de carácter cultural. Esa
viviencia de la sociedad es la que le permite percibir que
existe un sentimiento patriótico que rechaza la presencia de
los haitianos en el país. El mérito de Duarte, como patriota y
como político organizador estriba, fundamentalmente, en
que supo interpretar el momento histórico que vivía la
sociedad dominicana de aquel entonces, renuente en sus
capas más decisivas a aceptar la dominación haitiana. Para
ese momento el gobierno de Boyer había envejecido y de un
gobierno liberal y progresista, pasó a ser una dictadura con
graves problemas económicos y resistencia interna en su
territorio original.
Juramento de los Trinitarios
En el nombre de la santísima,
Apegado a la augustísima e indivisible Trinidad de
lectura y ávido de Dios Omnipotente, en manos de
conocimientos, nuestro presidente Juan Pablo
traducía del Duarte, cooperar con mi persona,
francés al vida y bienes a la Separación
español, así definitiva del gobierno haitiano, y a
como del latín. El implantar una República libre,
16 de julio de soberana e independiente de toda
1838, después de dominación extranjera, que se
haber realizado denominará República
una discreta labor Dominicana, la cual tendrá su
de proselitismo, pabellón tricolor, en cuartos
fundó la sociedad encarnados y azules, atravesados
secreta "La con una cruz blanca. Mientras tanto,
Trinitaria". para seremos reconocidos los Trinitarios
que asumiera la con las palabras sacramentales:
responsabilidad "Dios", "Patria" y "Libertad". Así lo
de dirigir las prometo ante Dios y el mundo: si lo
actividades. Esta hago, Dios me proteja, y de no, me
sociedad, que lo tome en cuenta, y mis consocios
respondía a una me castiguen el perjurio y la traición,
estructura celular, si los vendo.
tenía por lema
"Dios, Patria y
Libertad" y sus
primeros miembros fueron Juan Pablo Duarte, Juan Isidro
Pérez, Pedro Alejandro Pina, Jacinto de la Concha, Félix
María Ruiz, José María Serra, Benito González, Felipe Alfau
y Juan Nepomuceno Ravelo. Más adelante surgió otra
sociedad "La Filantrópica" destinada a realizar una
importante labor de propaganda mediante la representación
de piezas teatrales.

Duarte tenía antes de la independencia un definido


concepto de la nación dominicana y de sus integrantes. En
su proyecto de constitución dice con claridad que la bandera
dominicana puede cobijar a todas las razas, no excluye ni
da predominio a ninguna. Su concepción de la República
era la de un patriota, republicano, anticolonialista, liberal y
progresista.

Cuando se inició en 1843 la revolución contra Boyer que


repercutió en la parte oriental de la isla, Duarte encabeza el
movimiento reformista en la ciudad de Santo Domingo.
Juega un papel decisivo que lo llevó al liderato de los
republicanos que luchaban por la independencia. Las
circunstancias lo obligaron, más tarde, junto a otros
compañeros a abandonar el país. Pero al ausentarse del
territorio nacional sus compañeros, encabezados por
Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella,
llevaron a cabo las gestiones finales del movimiento.
Redactaron el Manifiesto del 16 de enero de 1844 en el cual
quedaron plasmados los principios republicanos y liberales
que Duarte predicó durante años y ratificaron, en el cuerpo
de ese documento, la firme voluntad de crear un Estado
soberano.

Después del 27 de febrero regresó a su patria, y se


incorporó a la Junta Central Gubernativa dominada por los
sectores más conservadores que no tenían fe en la
viabilidad de la República. Se inició un proceso de luchas
internas que culminó con la expulsión del territorio nacional
de los patriotas fundadores del Estado dominicano. Ese
Estado que nace a la vida pública, llevando en su seno
oportunistas, conservadores y anexionistas en las más altas
posiciones usurpadas a los iniciadores del movimiento
separatista, que encarnaron siempre la vocación de
sacrificio y el amor a la libertad de la mayoría del pueblo.
Falleció en Caracas, Venezuela, el 15 de julio de 1876 a
los 63 años de edad.

Francisco del Rosario Sánchez es uno de los grandes


próceres republicanos de la historia dominicana. Héroe del
27 de febrero de 1844, hombre de acción y, como Duarte,
Mella, Cabral, Pimentel, Manzueta, Adón y otros, expresión
auténtica de dominicanidad y de vocación patriótica,
republicana y revolucionaria. Su vida como hombre público
fue honesta, incorruptible e inmaculada y fue marcada por
su comportamiento valiente, temerario e ingenuo.

Nació en Santo Domingo el 9 de marzo de 1817, durante


los últimos años del período colonial conocido como la
"España Boba". Fue el primer hijo de la unión de Narciso
Sánchez, tablajero de profesión, y Olaya del Rosario, ambos
personas de color. En el acta bautismal de Olaya del
Rosario aparece como "parda libre", lo que implica su
ascendencia africana. Cuando se unió a Narciso, ya era
madre de un hijo a quien su compañero le dio su apellido.
Francisco nació antes de que sus padres contrajeran
matrimonio.

Poco sabemos de su niñez y adolescencia sino que, en


los primeros años de su juventud fue "peinetero en concha"
y, a los 22 años, escribiente del Estado Civil. Fue discípulo
del padre Gaspar Hernández.

No se conoce cuando comenzó su relación con Juan


Pablo Duarte pero el hecho de que no figuró entre los
fundadores de la sociedad secreta "La Trinitaria" en 1838,
hace pensar que se conocieron después de esa fecha. De
todas formas, al ampliarse los trabajos de esa organización
patriótica Sánchez se convirtió en un Trinitario en quien
Duarte confiaba plenamente. Poco tiempo después de
iniciados los trabajos que persiguen la separación y la
independencia, pasó a ser el segundo jefe del movimiento.
Extiende sus actividades de proselitismo e información fuera
del ámbito de la ciudad de Santo Domingo.

Luego del triunfo del movimiento "reformista" que derrocó


el gobierno de Boyer, cuando Charles Herard viaja a la parte
Este, Sánchez, perseguido, sale de Los Llanos y se dirige a
Santo Domingo, cruzando a nado el río Ozama y avisa a
Duarte de la llegada de Herard. Buscado por las autoridades
se esconde y logra evadir la persecución haciendo correr el
rumor de que había muerto a consecuencia de enfermedad
repentina.

Ausente Juan Pablo del país, asume la dirección del


movimiento independentista que había entrado en su última
y más peligrosa etapa. Desde su escondite dirige con
serena actitud los preparativos del proyecto. Preside las
reuniones del grupo y amplía contactos con representantes
del sector social más importante de la ciudad. Mella le
presta efectiva y oportuna colaboración. Para los primeros
días de enero de 1844, redacta Sánchez el Manifiesto de
Independencia que será publicado con fecha del 16 de ese
mes y, a petición de Mella, es enviado a Tomás Bobadilla
para su corrección.

Culminan en febrero los preparativos, y en reunión


celebrada la noche del 24, en la que se toman las
decisiones finales, el grupo de valientes elige a Sánchez,
Comandante de Armas con el rango de coronel, lo que
constituyó un reconocimiento expreso a su jefatura política y
militar. A esa reunión asistieron además de Francisco del
Rosario, Mella, Vicente Celestino Duarte (hermano de Juan
Pablo), los hermanos Puello y los de la Concha (Jacinto y
Tomás), Juan Alejandro Acosta y otros. A proposición de
algunos de sus compañeros entre los cuales figuraron Félix
Mercenario, Manuel María Valverde, Manuel Jiménez y
Mariano Echavarría, se convino que Sánchez presidiera la
Junta de Gobierno que debía dirigir los destinos de la
naciente república. Es significativo señalar que los
proponentes y la totalidad de los que aceptaron, en términos
sociales, tenían más categoría que Francisco del Rosario,
pero eso no les impedía reconocer las condiciones de
liderato del joven conjurado.

Investido de esa autoridad, comparece la noche del 27 a


la puerta de El Conde y encabeza todas las actividades. En
la madrugada del 28 sus manos juveniles (apenas tiene 27
años), izan la bandera nacional al amparo del lema de
¡Dios, Patria y Libertad! En ese momento inmortal,
presidida por Francisco del Rosario Sánchez, quedó
fundada la República Dominicana.

Una vez que la Independencia es proclamada, se


reorganiza la Junta Central Gubernativa en la cual se
imponen los representantes del sector social más influyente;
solamente Sánchez y Mella representan la línea
independentista. Tomás Bobadilla sustituye a Sánchez en la
presidencia, borra el decreto de exilio y ordena el regreso de
Duarte al país.

El 14 de marzo arriba Duarte al puerto del Ozama.


Sánchez y Mella suben a bordo de la goleta a recibir al
compañero y líder del movimiento. Duarte se integra a la
Junta y, nombrado General de Brigada, es destinado a Azua
junto a Pedro Santana que hace días funge de general en
jefe del naciente Ejército Libertador. Comienzan las
contradicciones y los sucesos internos de Haití le dan un
respiro a los dominicanos.

Mella, actuando en el Cibao Central como jefe político y


militar, recibe a Duarte y lo proclama Presidente de la
República en una decisión precipitada y emotiva. Se rompe
el precario equilibrio que imperaba en el gobierno colegiado,
en el cual los republicanos eran minoría, y se produce un
golpe de Estado que lleva a la presidencia a Francisco del
Rosario Sánchez.

La Junta integrada por patriotas republicanos es


desconocida por Pedro Santana quien regresa de Azua y
toma la ciudad de Santo Domingo. Reducidos a prisión,
algunas voces proponen que sean fusilados. El 22 de
agosto de 1844, apenas seis meses después de haber sido
fundada la República, sus auténticos gestores, encabezados
por Duarte, Sánchez y Mella son declarados traidores a su
propia obra política y expulsados de por vida del territorio
nacional. El 26 salen hacia Inglaterra Sánchez, Mella, Pina y
otros. Duarte saldrá más tarde, el 10 de septiembre, hacia
Hamburgo. Comienza así un largo calvario para los próceres
de febrero. Duarte regresará, enfermo y solitario, veinte
años después.

La nave que lleva a Sánchez y Mella naufraga en las


costas de Irlanda y los sobrevivientes, entre ellos los dos
dominicanos, llegan a Dublín. En diciembre de ese año se
trasladan a territorio de los Estados Unidos y luego a
Curazao. Permanecen cuatro años fuera del país, hasta que
en septiembre de 1848, fuera Santana del poder, el
Presidente Manuel Jiménez decreta una amnistía general
que comprende en primer lugar a Duarte, Sánchez y Mella,
así como a Pedro Alejandrino Pina y Juan Isidro Pérez.
Sánchez regresa al país el 8 de noviembre y Jiménez lo
nombra Comandante de Armas, o sea, jefe militar de la
ciudad de Santo Domingo.

Comienza entonces la vida política partidista del prócer


de febrero. En ella participará hasta el momento de su
muerte ocupando importantes posiciones en los gobiernos
de Jiménez, Santana y Buenaventura Báez. Nombrado
Fiscal ante el Tribunal de Apelación de Santo Domingo, será
quien llevará la acusación contra Antonio Duvergé en el
primer juicio que le hizo Pedro Santana. Duvergé fue
absuelto. Se hará a partir de entonces Defensor Público y
recibirá licencia de la Suprema Corte de Justicia para
ejercer. Autodidacta, aprenderá francés y latín. Adquirió
apreciable cultura y sus defensas como abogado fueron
notables. Desterrado en abril de 1855, regresó al país en
agosto de 1856.

Los ideales independentistas de Sánchez se vieron


tirados al suelo cuando Pedro Santana buscó con la anexión
a España, la protección economico-militar. Sánchez expresa
su oposición a las gestiones de Santana. Reducido a prisión
en agosto de 1859 es desterrado de nuevo, por tercera vez,
en septiembre de ese año. Se traslada a Saint Thomas y
desde allí comienza, sin recursos económicos, su lucha
contra la traición y venta de la patria. Reclama la unidad de
todos los dominicanos y viaja hacia Haití en busca de ayuda
del presidente Geffrard.

Geffrard vacila y, bajo presión española, ordena que


Sánchez y otros dominicanos salgan de territorio haitiano,
pero después, frente a la evidencia de los hechos, autoriza
su regreso y le promete a Sánchez ayuda. El 20 de enero de
1861, éste publica su manifiesto en el cual afirma, frente a
sus enemigos: Yo soy la bandera nacional. Dos días
después, el 22, se integra en Curazao bajo su dirección la
Junta Revolucionaria organizadora de la Revolución de la
Regeneración Dominicana. .

Proclamada unilateralmente por Pedro Santana, la


anexión a España el 18 de marzo, toman los
acontecimientos un rumbo diferente. El 2 de mayo se
produce en Moca el levantamiento de José Contreras, y el
1ero. de junio, en horas de la tarde, inicia Sánchez su
invasión a territorio dominicano. Traicionado y emboscado,
fue hecho prisionero y juzgado por órdenes de Santana. Un
tribunal sin autoridad legal o militar, lo condenó a muerte
junto a otros compañeros. En el juicio asumió la
responsabilidad de todos los hechos y pidió clemencia para
sus subalternos.

Murió fusilado el 4 de julio de 1861 a las cuatro de la


tarde, en el cementerio de San Juan de la Maguana.
Fundador y prócer dos veces de la República, con la
entrega de su vida en el martirologio de San Juan, entró en
la inmortalidad como ejemplo inigualable de nuestra historia.

Matías Ramón Mella

De las tres grandes figuras próceres del siglo 19,


fundadores de la República, Matías Ramón Mella
representa la expresión militante y decidida y el más
adaptado a las actividades políticas de una sociedad
precapitalista.

Matías Ramón (que, por error, anteriormente se le llama


Ramón Matías) nació el 25 de febrero de 1816 en la ciudad
de Santo Domingo, hijo de Antonio Mella y Álvarez y
Francisca Castillo Álvarez. En Santo Domingo creció y vivió,
adquiriendo para su adolescencia y primera juventud fama
de hombre de valor. Se le reputaba como muy diestro en el
uso de la espada y el sable.

Como de otras figuras de la historia dominicana, poco


sabemos de la vida de Mella en sus primeros tiempos. En
1835, a los diecinueve años, es nombrado "Preposé", o
encargado de la común de San Cristóbal. Al parecer allí se
dedicó también al negocio del corte de madera, actividad de
la que se ocupaba Antonio Duvergé lo que supone que se
conocieron desde entonces.

Contrajo matrimonio a los veinte años con la joven María


Josefa Brea, perteneciente a una familia burguesa
importante, aunque ninguno de los dos aportó grandes
bienes al matrimonio, según hace constar en el testamento
fechado 5 de mayo de 1859. Fue ya casado, cuando al
parecer adquirió sus bienes y propiedades, parte de ellos
por vía hereditaria tras el fallecimiento de su padre en
febrero de 1837.

No se sabe tampoco cuando conoció a Juan Pablo Duarte


pero, fundada la sociedad secreta "La Trinitaria", se adhirió
a ella en calidad de "comunicado", junto a Francisco del
Rosario Sánchez y Félix María Del Monte. Duarte vio en
Mella un discípulo de condiciones excepcionales y lo
designó para substituir a Juan Nepomuceno Ravelo cuando
éste fracasó en las gestiones que le encomendara, de llegar
a un acuerdo con los dirigentes haitianos cuando se
organizara el movimiento de la Reforma (paso previo para
alcanzar la independencia).

Todavía en 1842 residía o visitaba con frecuencia a San


Cristóbal ligado al negocio del corte de madera. En enero de
1843 fue comisionado por Duarte para trasladarse a la villa
haitiana de Los Cayos de San Luis, al sur de la isla, para
hacer contactos con los revolucionarios reformistas
adversarios del presidente Boyer. La táctica correcta de
Duarte de aliarse con los enemigos de Boyer, encontró en
Mella un agente capaz de sumar a los militares y civiles que
encabezados por Charles Herard, querían el derrocamiento
del presidente de la república que tenía más de veinticinco
años gobernando, y cuyo mandato se había convertido en
una represiva dictadura, situación que facilitaba los planes
de Duarte frente al régimen.

A su regreso de Los Cayos, luego del derrocamiento de


Boyer, Mella se trasladó al Cibao Central como agente
propagador del ideal republicano. Cuando Charles Herard,
como Presidente de la República, visitó la parte oriental, a
su paso por esa región ordenó la prisión de Mella, Rafael
Servando Rodríguez y el sacerdote Juan Puigbert,
acusándolos de querer destruir el ejército y los remitió a
Puerto Príncipe donde permanecieron dos meses detenidos,
regresando en septiembre a la parte oriental.

Los sucesos se precipitaron y, en ausencia de Duarte,


junto a Sánchez, activaron los preparativos revolucionarios.
En enero de 1844 ayudó a Sánchez, jefe del Movimiento, a
redactar el Acta de Independencia y, a sugerencia suya, se
le llevó a Tomás Bobadilla para su revisión.

En la noche del 27 de febrero de 1844 es de los primeros


conjurados en llegar a la Puerta de la Misericordia. Exhorta
a unos pocos temerosos a no abandonar el lugar y, audaz e
impulsivo, Mella dispara su famoso trabucazo en la Puerta
de la Misericordia, partiendo desde allí los conjurados hacia
la Puerta del Conde, donde es proclamada la República e
izada la Bandera Dominicana.

Proclamada la República, forma parte de su primera


Junta Central Gubernativa, presidida primero por Sánchez y
luego por Tomás Bobadilla, convertido en la figura
determinante de la misma. Para los primeros días de marzo
parte para el Cibao como Gobernador del Distrito de
Santiago y Delegado de la Junta Central Gubernativa, pero
en realidad es el jefe político y militar de la región más
importante del país. Ostenta el rango de Coronel del
naciente Ejército Nacional, que será el Ejército Libertador.
Hace venir a José María Imbert, de Moca, y lo nombra su
segundo en el mando militar.

A mediados de marzo llega a territorio dominicano el


señor Teodoro S. Heneken, procedente de Cabo Haitiano, y
advierte a las autoridades las intenciones de invasión por
parte de Haití. Solamente Mella es receptivo a los informes
del viajero. Deja instrucciones a Imbert de lo que debe hacer
y recorre la región reclutando hombres y tomando
posiciones que revelan su gran capacidad militar
organizativa. Cuando comienza la batalla de Santiago, Mella
no se encuentra en el lugar del combate, aunque parte
importante de los méritos son suyos porque dispuso las
primeras instrucciones y escogió a Imbert como
lugarteniente..

Los acontecimientos tomaron un giro diferente después


de la victoria de Azua el 19 de marzo. Duarte se presentó en
el Cibao y Mella, entusiasmado e impulsivo, lo proclamó
Presidente de la República. Esa acción rompió el equilibrio
de las fuerzas que dirigían la joven república y terminó
imponiéndose el sector social más atrasado, encabezado
por Pedro Santana y Tomás Bobadilla. Los auténticos
héroes nacionales son declarados traidores a la patria y
expulsados de por vida del territorio nacional. Volvió, junto
con Sánchez, al país en 1848 amparado por la amnistía
decretada por el Presidente Manuel Jiménez.

Cuando Faustino Soulouque invade el país, Mella se


incorporó al Ejército, destacándose en la famosa Batalla de
Las Carreras y termina siendo secretario de Pedro Santana.
Luego de la renuncia del Presidente Jiménez, electo Báez
Presidente de la República, en septiembre de 1849, es
nombrado Secretario de Estado de Hacienda y Comercio.
Separados y enemigos Santana y Báez, Mella seguirá al
lado del primero. Siempre lo prefirió al segundo, hasta que
la causa de la anexión a España los enemistó para siempre.
Entre 1849 y 1861, en enero, cuando rechaza frente a
Santana el proyecto de anexión, ocupará Mella importantes
cargos civiles y militares. Comandante de Armas, Ministro
de la Guerra, Gobernador, Ministro Plenipotenciario y
Enviado Extraordinario en Misión Especial frente al
Gobierno español, para gestionar el reconocimiento de la
República o del Protectorado. En julio de 1856 se le
encomendó preparar un proyecto de ley para organizar el
Ejército. Ya se le tenía y respetaba como un entendido en
asuntos militares.

Y lo demuestra cuando se inicia la Guerra Restauradora.


Incorporado al Movimiento, en agosto de 1863, se le
confiaron importantes misiones. Viajó al sur atravesando la
Cordillera Central por Constanza, con el encargo de
organizar las tropas restauradoras dirigidas por Pedro
Florentino. Es designado Ministro de la Guerra y elabora el
Manual de Guerra de Guerrillas que dirige por medio de una
circular de fecha 26 de enero de 1864 y que recoge toda la
experiencia del pueblo dominicano en esta forma singular de
lucha.

El general Mella, mientras rendía sus útiles servicios a la


causa, fue atacado de disentería y exhaló el último aliento
en extrema pobreza el 4 de junio de 1864. Vivía entonces en
una mala casita, de las improvisadas después del incendio,
sita al pie del fuerte San Luis, en Santiago de los
Caballeros. Murió con la singular distinción de ser dos veces
prócer de la República. Pidió que lo enterraran envuelto en
la Bandera Nacional y, así se hizo.

Independencia nacional

Manifiesto de Enero de 1844


En ausencia de Juan Pablo Duarte, quien se encontraba
refugiado en Venezuela, fueron Francisco del Rosario
Sánchez, Matías Ramón Mella y Vicente Celestino Duarte
quienes se encargaron de dirigir a los Trinitarios. Con
recursos muy pobres, haciendo circular hojas manuscritas
por todo el país, bajo enorme peligro, se completaba la
campaña destinada al logro de más adeptos a la causa
independentista, así como la ultimación de detalles.

El más importante de estos documentos fue la célebre


Manifestación de los pueblos de la Parte Este de la Isla
antes Española o de Santo Domingo, sobre las causas
de su separación de la República Haitiana, del 16 de
enero de 1844, escasos días antes de ser proclamada la
República Dominicana el 27 de febrero de 1844. Es por
consiguiente, el primer documento oficial de la Nación, con
el cual se inicia nuestra colección de leyes.

Redacción

La redacción del documento fue obra de don Tomás


Bobadilla y Briones, como lo afirmó el mismo en la sesión
del Tribunado el 10 de junio de 1847: "Creo, señores, que
ninguno puede ser mejor dominicano que yo. Yo fui el
primero que dijo: Dios, Patria y Libertad; yo fui el autor del
Manifiesto del 16 de enero; yo en la noche del 27 de febrero
me encontraba a la cabeza del pueblo; yo fui el Presidente
de la Junta Gubernativa..."

No obstante la afirmación de Bobadilla, que nadie


contradijo entonces, hay versiones contrarias acerca de la
paternidad del Manifiesto. El historiador haitiano Thomas
Madiou, con informaciones suministrados por Manuel
Joaquín del Monte, dice que sus redactores fueron
Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella. En la
Necrología del prócer Manuel Dolores Galván, aparecida en
la revista Letras y Ciencias del 19 de noviembre de 1894, se
expresa que éste le sirvió de secretario a Sánchez y que "de
su puño y letra circuló el Manifiesto del 16 de enero". Y en
una breve relación histórica escrita en 1918 por Eustaquio
Puello, afirma éste que su padre, el general Gabino Puello,
hizo circular por el Sur de la Isla el Manifiesto manuscrito
que escribió su "primo Manuel Dolores Galván en la reunión
de Musié Pallén".

Circulación

Igualmente son diversas y contradictorias las versiones


acerca de la circulación del Manifiesto. Una de las versiones
más antiguas es la de Madiou, quien presenció de cerca los
sucesos de 1844.

Dice Madiou: "Se hicieron varias copias. Juan Contreras


fue encargado de llevar una a Pedro Santana al hato de El
Prado; las otras fueron confiadas a Gabino Puello, para ser
llevadas a Azua, San Juan y Las Matas; él recibió una para
Pimentel, personalmente. Este era el jefe de los conjurados
en estas dos últimas localidades... Sin embargo, había
siempre algunos traidores entre ellos, porque antes de que
Gabino Puello llegase a Azua, allí se sabía que estaba en
camino, portador del Manifiesto. Buenaventura Báez, el ex-
constituyente, que deseaba que la parte del Este se
separase de Haití para ser colonia francesa, avisó a Mariano
Mendoza, comandante de la plaza, para que hiciese
patrullar las afueras del pueblo, a fin de echar mano sobre
Gabino Puello. La gestión de Báez fue conocida
inmediatamente por los partidarios de la Separación. Ellos
decidieron que Valentín Alcántara, que era uno de los
suyos, fuese a encontrar a Puello a la entrada de Azua,
tomase el Manifiesto y lo llevase a Pimentel, lo que tuvo
efecto."
Acerca de estas misiones, refiere el historiador nacional
José Gabriel García que lo primero que hicieron los
separatistas luego de establecer relaciones con todos los
centros políticos de la parte Este fue "redactar un manifiesto
de agravios, del cual se sacaron solamente cuatro copias:
una que llevó Juan Evangelista Jiménez al Cibao, otra que
circuló Gabino Puello en los pueblos del Sur, otra que dio a
conocer Juan Contreras en los del Este, y la que circulaba
en la capital y sus inmediaciones... Gabino Puello, que con
el pretexto de ir a tocar, como músico, a las fiestas de los
pueblos, los visitaba con el manifiesto en el bolsito, corrió en
Baní y Azua inmensos riesgos... Juan Evangelista Jiménez,
que desafiando el furor de los gobernantes andaba por casi
todos los pueblos del Cibao con el documento incendiario en
la mano, se vio tan perseguido por el general Morisset, que
tuvo de esconderse en La Vega en casa de la familia Villa,
la cual se distinguió siempre por su acendrado patriotismo."

Principios y vigencia

En la noche del 27 de febrero de 1844, al ser proclamada


la República Dominicana, fue constituida la Junta
Gubernativa de la nueva nación, en cumplimiento de las
estipulaciones de la Manifestación del 16 de enero. Fue este
documento, desde entonces hasta la publicación de la
Constitución de San Cristóbal del 6 de noviembre de 1844,
la Ley Sustantiva de la República. Sus postulados
constituyeron la norma jurídica y política de la Junta Central
Gubernativa. Fue en realidad una Constitución, cuyos
cánones, sin estar formalmente articulados, eran sagrados
para el patriotismo dominicano.

En la exposición de principios se señalaban los


fundamentos esenciales de la Constitución: la creación de
un Estado libre y soberano; el sistema democrático; la
igualdad de derechos civiles y políticos; la abolición de la
esclavitud; la protección a la religión católica; la libertad de
cultos; la libertad de imprenta... Contenía, a la vez, un
programa de gobierno: la instrucción pública a expensas del
Estado; el desarrollo de la agricultura, del comercio, las
ciencias y las artes; la emisión de moneda dominicana.

La Manifestación fue adoptada por la Junta Central


Gubernativa como norma de sus actos; observada por los
constituyentes de 1844 en sus deliberaciones;
continuamente invocada por el pueblo como decálogo de la
Patria. En los documentos de la época son frecuentes esas
invocaciones, aún luego de la publicación de la Constitución
de San Cristóbal.

La misma Junta Gubernativa reconoció expresamente el


valor legal de la Manifestación>. En su Resolución del 29 de
agosto declaraba: "es el acta que amanó de los pueblos,
que ellos acogieron y sancionaron con una aprobación tácita
y expresa, y que fue el norte que siguieron con entusiasmo
en la defensa de sus derechos y en las gloriosas acciones
que harán eterna la memoria de la República Dominicana, y
cuyo Manifiesto determina la voluntad, mantienen en el
círculo que en ella ha trazado la conservación de la ley
fundamental y los derechos del pueblo, y por consiguiente
es sagrado e inviolable como el instrumento de la
conservación de la sociedad".

Con razón, pues, la Manifestación del 16 de enero de


1844 ocupa el primer lugar en nuestra Colección de Leyes.

Fase preparatoria

Para finales de 1843, se podría decir que existían tres


movimientos políticos en la parte Este de la isla:
1. Los conservadores, miembros del antiguo partido
"boyerista", cuyos líderes principales se encontraban
en desgracia al perder Jean Pierre Boyer el poder.
Tomás Bobadilla y José Joaquín Puello eran de los
principales líderes.
2. Los anexionistasque, aunque buscaban la separación
de la parte oriental, consideraban que no existían las
condiciones para una vida independiente por lo que su
objetivo era conseguir la separación a través de la
anexión a una potencia europea. Este grupo, a su vez,
podía dividirse en tres:
a. Los que deseaban a ser parte nuevamente de
España; entre sus exponentes estaban los
sacerdotes Gaspar Hernández y Pedro Pamiés,
en Santo Domingo, y el veterano General Andrés
López Villanueva, en Puerto Plata.
b. Otro movimiento anexionista buscaba la
protección de Inglaterra y lo encabezaba un
propietario de Las Matas de Farfán llamado
Pimentel.
c. El tercer grupo, y el más importante de los
anexionistas, estaba compuesto por personas que
habían ocupado puestos administrativos dentro
del gobierno haitiano y que creían poder alcanzar
la eliminación del dominio haitiano con ayuda de
Francia, por lo cual se les conocía como los
"afrancesados". Los cabecillas visibles de este
movimiento eran Buenaventura Báez, rico
propietario de Azua, y Manuel Joaquín Delmonte,
importante abogado y comerciante.
3. Los "trinitarios", conocidos también como liberales, y
que luchaban por conseguir la independencia total de
la antigua colonia española. Como su nombre lo indica,
sus líderes eran miembros de la Sociedad La Trinitaria
y su jefe era Juan Pablo Duarte (por lo que el partido
también se le conocía como duartista).

Los "afrancesados" habían acordado con el Cónsul


general de Francia en Puerto Príncipe (Haití), Levasseur, el
desarrollo de un plan que permitiera la separación de la
parte Este de la isla y su anexión a Francia (Plan Báez -
Levasseur). El Prócer Trinitario José María Serra escribió,
en 1887: "Los representantes de la parte del Este habían
recibido del Cónsul general de Francia en Puerto Príncipe,
las seguridades de que su gobierno apoyaría todo
movimiento revolucionario que declarara la voluntad del
pueblo de unirse a Francia. La época de esa combinación
sería para el 25 de abril de 1844".

Continúa Serra: "Esta noticia la transmitió uno de dichos


representantes, Manuel María Valencia, a D. José Heredia,
en Baní, en los últimos días de noviembre de 1843. Súpela
allí en diciembre e inmediatamente vine a la ciudad y
comuniqué a Sánchez, Jacinto y Tomás [de la] Concha, en
cuya casa estaba aquel ese día, y con ellos reunidos Ramón
Mella, Joaquín y Gabino Puello. Convínose allí en la
necesidad de anticipar el pronunciamiento y declarar la
parte del Este Estado Libre e Independiente". El día fijado
fue el 27 de febrero de 1844, esto es, dos meses antes de la
fecha acordada por los "afrancesados". Y así, ambos
grupos, separadamente, empezaron a moverse en el mayor
secreto, especialmente los trinitarios, quienes no querían
que los "afrancesados" descubrieran que ellos se les
adelantarían.

El día 1 de enero de 1844 los "afrancesados" de Azua


lanzaron un manifiesto dando cuenta de las razones que los
llevaban a buscar la separación de la República y a
ampararse bajo la protección de Francia. Quince días más
tarde, el 16 de enero, los trinitarios prepararon su propio
Manifiesto, fruto de la unión de liberales y conservadores, en
el cual invitaban a la rebelión contra los haitianos.

El 13 de enero llegó a Santo Domingo, el Cónsul francés


Eustache Juchereau de Saint-Denys, quien estaba en Port-
au-Prince por haber sido acreditado como Cónsul en Cabo
Haitiano, adonde no había podido trasladarse debido al
estado de destrucción en que se encontraba esa ciudad
desde el terremoto de 1842, lo que le dio ocasión de
participar de modo principal en la concertación del plan
proteccionista (Plan Báez-Levasseur) que se había
propuesto al Gobierno "Fatigados del yugo odioso que una
Francés en relación manifestación antipática y
con la antigua colonia vejaminosa hace pesar diariamente
española de la isla, y sobre ellos, los habitantes del Este
por lo que se consideró (de la Isla), y principalmente los (de
preferible que se la ciudad) de Santo Domingo,
asentara, aunque parecen decididos desde hace
informalmente, en largo tiempo a recurrir a las armas
Santo Domingo, para para libertarse de una dominación
que continuara dichas que ellos consideran tiránica y
negociaciones. deshonrosa"
Saint-Denys
A mediados de
en carta del 5 de febrero
febrero de 1844 la
población dominicana, en especial la de la ciudad de Santo
Domingo, se encontraba suficientemente sensibilizada por la
propaganda separatista de ambos grupos y se disponía a
dar el golpe.

En la noche del 24 de febrero, se reunieron en la


residencia de Francisco del Rosario Sánchez, los
independentistas Matías Ramón Mella, Vicente Celestino
Duarte, José Joaquín Puello y sus hermanos Gabino y
Eusebio, Juan Alejandro Acosta, Ángel Perdomo, Jacinto y
Tomás de la Concha, Marcos Rojas, Tomás Sánchez y
Manuel Dolores Galván, quienes, luego de escuchar el
relato de las impresiones traídas por Gabino Puello, de su
viaje para dar a conocer en los pueblos de la región Sur, la
Manifestación del 16 de enero, y luego de sopesar los
riesgos que podrían tener, para la causa independentista, el
conocimiento que demostraban poseer los "afrancesados"
sobre los planes y las deliberaciones de los trinitarios
(además de mantener una actitud de franca hostilidad, tal
como la asumida por Buenaventura Báez en Azua),
decidieron por unanimidad de votos fijar la noche del 27 de
febrero para dar el grito independentista.

Como consecuencia de esa decisión, se hicieron las


designaciones siguientes: el Coronel Francisco del Rosario
Sánchez fue nombrado Comandante de Armas; el Coronel
José Joaquín Puello, ayudante de Plaza; el Coronel Gabino
Puello fue también designado Ayudante de Plaza; el
Teniente Coronel Ángel Perdomo fue electo Jefe del
Batallón de Artillería; Eusebio Puello, Capitán Ayudante de
Plaza; Marcos Rojas, Capitán encargado del Arsenal; y Juan
Alejandro Acosta, Comandante del Puerto. También se
dispuso que Félix Mercenario, Manuel María Valverde,
Manuel Jiménez y Mariano Echavarría figuraran entre los
integrantes de la Junta de gobierno que se creara de
acuerdo con lo establecido en la Manifestación del 16 de
enero.

Al día siguiente, 25 de febrero, fueron despachados los


correspondientes emisarios hacia las diversas regiones del
país, a fin de dar a conocer estas decisiones, para que
quedaran completados los últimos preparativos para la
acción; entre estos se encontraba Victoriano Díaz con
mensajes dirigidos a los hermanos Pedro y Ramón Santana,
en El Prado (El Seybo) y para Juan Rodríguez, en Los
Llanos (a fin de que ambos enviaran refuerzos humanos
para apoyar la acción que se produciría en Santo Domingo
como consecuencia del pronunciamiento de la separación).

27 de Febrero de 1844

El 27 de febrero por la noche todo estaba preparado para


dar el golpe contra la dominación haitiana, contando los
dirigentes de la Revolución con el concurso de los
batallones 31 y 32, compuestos por dominicanos y
reintegrados a la plaza de Santo Domingo apenas el 30 de
agosto, así como con el apoyo de los hermanos Pedro y
Ramón Santana, cuyo prestigio en el Este aseguraba el
concurso de toda la región oriental.

El plan de los revolucionarios era tomar posesión de


todos los fuertes de la vieja muralla que rodeaba la ciudad,
tanto como del puerto y de la barca que enlazaba el barrio
de Pajarito (actual Villa Duarte) en la parte donde
antiguamente se fundó Santo Domingo, y la ribera
occidental del río, contando para ello con numerosos
oficiales y clases de la guarnición capitaleña que se habían
comprometido en la revuelta.

Serra relata: "… se señaló el 27 de febrero a las 11 de la


noche para proclamarse el advenimiento de la República
Dominicana…" El punto de reunión era la Plaza de la
Misericordia, al lado de la puerta que se conoce ahora como
Puerta de la Misericordia. Continúa Serra: "Creíamos que
el número de los concurrentes sería mayor, pero
desgraciadamente éramos muy pocos. Comprometida es la
situación, dijo Mella, juguemos el todo por el todo; y disparó
al aire su trabuco." Este disparo marcó el inicio de la abierta
acción separatista.
Acercándose entonces todos los patriotas al Baluarte del
Conde, el cual fue entregado a los febreristas por el Oficial
Comandante, jefe de destacamento militar del Conde,
Teniente Martín Girón, quien había sido conquistado por don
Manuel Jimenes, el mismo que en un futuro habría de ser
Presidente de la República. Desde ese momento, el
Baluarte del Conde quedó convertido en cuartel general y
centro principal de la Revolución, al dirigirse desde allí todas
las operaciones e instalarse el primer Gobierno de la
República, presidido por Sánchez, y con la denominación
transitoria de Junta Gubernativa Provisional, de la cual
formaban parte además, Ramón Mella, José Joaquín Puello,
Remigio del Castillo, Wenceslao de la Concha, Mariano
Echavarría y Pedro de Castro y Castro.

Luego que los rebeldes tomaron posesión del Baluarte,


José Llaverías abrió el portón con una bayoneta a fin de que
por ella penetraran los primeros refuerzos que recibió la
República, llegados del cercano pueblo de San Carlos [en la
actualidad, un barrio de la ciudad de Santo Domingo] al
mando de Eduardo Abreu. El Teniente Ángel Perdomo
preparó la artillería del mismo, así como la del fuerte de La
Concepción; entre los que lo ayudaron hay que agregar a la
tía de Sánchez, la heroica e infortunada María Trinidad
Sánchez, quien "en sus propias faldas conducía pólvora
para las murallas" y repartía cartuchos en las murallas.

La incursión realizada esa noche por el Coronel Deo


Hérard (hijo del Presidente Charles Hérard ainé), se replegó
al ser recibida por una nutrida descarga disparada por los
patriotas.

La República Dominicana fue proclamada, en ausencia


de Duarte, la noche del martes 27 de febrero de 1844 en la
puerta de El Conde de la ciudad de Santo Domingo por
Tomás Bobadilla, Francisco del Rosario Sánchez, Matías
Ramón Mella, Manuel Jimenes, Vicente Celestino Duarte,
José Joaquín Puello, Gabino Puello, Eusebio Puello,
Eduardo Abreu, Juan Alejandro Acosta, Remigio del Castillo,
Jacinto de la Concha, Tomás de la Concha, Cayetano
Rodríguez, Félix María del Monte y otros patriotas. En el
Seybo, el mismo 27 en la madrugada, Pedro Santana, ya se
había adelantado proclamando la Separación de Haití,
siendo aclamado General del Ejército.

El día 28 de febrero, al amanecer, grupos de dominicanos


tenían cercada La Fuerza (actualmente, Fortaleza Ozama) y
todos los puestos de guardia haitianos, y turbas
amenazadoras se arremolinaban en torno a las residencias
de las personalidades haitianas de mayor significación;
además, ya patrullas dominicanas recorrían todas las calles
de la ciudad, Evidentemente amedrentado por la actitud
agresiva de los dominicanos, el comandante General Henri
Etienne Desgrotte suscribió dos cartas: una dirigida al
Cónsul Saint-Denys, manifestándole el grave peligro que
corrían los miembros de la colonia haitiana, dejando
constancia de su disposición para iniciar negociaciones con
los insurrectos; y la otra, dirigida a los revolucionarios de la
Puerta del Conde, invitándolos a darle a conocer sus
propósitos y sus aspiraciones. Esta gestión del General
Desgrotte fue conocida por la Junta Gubernativa Provisional
que se había constituido, de facto, desde la noche anterior.

La Junta Provisional respondió por escrito diciendo que

la privación de nuestros derechos, las vejaciones y la mala


administración del gobierno haitiano, nos ha puesto en la
firme e indestructible resolución de ser libres e
independientes, a costa de nuestras vidas y nuestros
intereses, sin que ninguna amenaza sea capaz de retractar
nuestra voluntad.

Mientras se escribía esta declaración, el tambor


redoblaba incesantemente en el Baluarte, tocado por el
soldado Nicolás de Bari en señal de libertad.

Los haitianos se consideraron sin fuerzas para combatir


un alzamiento de tal magnitud, y para protegerse apelaron a
los buenos oficios del Cónsul de Francia, Saint-Denys. Las
negociaciones por intermedio del Cónsul francés avanzaron
en el curso del día 28 y al llegar la noche, Desgrotte y sus
oficiales y soldados habían capitulado mediante un
documento de diez puntos que firmaron: la comisión
designada por la Junta para negociar, la Junta misma, los
comisionados de Desgrotte el propio Desgrotte y finalmente
el Cónsul de Francia. La capitulación por parte de los
haitianos garantizaba la entrega pacífica del Poder a los
dominicanos y facilitaba la salida de los funcionarios
depuestos y sus respectivas familias dentro de un plazo
razonable y en condiciones honorables.

Aquel mismo día se confeccionaba la primera bandera


dominicana, creada con elementos de la misma haitiana,
colocándole a ésta una cruz blanca que partía en cuarteles
las dos franjas horizontales -azul y rojo- del pabellón
occidental. Posteriormente los cuadros azules y rojos de la
bandera dominicana fueron alternados. La tradición popular
le atribuye la confección de la primera bandera a
Concepción Bona, vecina del célebre Baluarte.

El primer himno dominicano fue obra del escritor Félix


María del Monte, teniente de la Guardia Nacional, quien lo
improvisó mientras prestaba servicios en la Fortaleza
Ozama el primero de marzo de 1844.
Con la entrega de la fortaleza, el arsenal y las oficinas de
Hacienda, la Revolución se adueñó totalmente del poder el
día 29 de febrero por la mañana y la Junta provisional dejó
solemnemente constituida la República Dominicana
nombrando, al mismo tiempo, varios delegados para que
visitaran los demás pueblos de la parte del Este para
comunicar las noticias de la Separación y tratar de que esos
pueblos proclamaran a su vez su separación de Haití.

Reconquistando el país

El primero de marzo se operó la primera organización del


Gobierno nacional. La Junta Provisional cesó en sus
funciones y quedó regularmente constituida la Junta Central
Gubernativa presidida por Tomás Bobadilla, un político de
gran prestigio y experiencia perteneciente al sector
conservador, que había prestado largos servicios a la
Administración Pública desde los tiempos de la Reconquista
y durante la prolongada dominación haitiana hasta la caída
de Boyer. Los demás miembros eran: Manuel Jimenes
(Vicepresidente), Carlos Moreno, Mariano Echavarría, José
María Caminero, Francisco del Rosario Sánchez, Matías
Ramón Mella, Manuel María Valverde, Francisco Xavier
Abreu, Félix Mercenario y Silvano Pujol (Secretario).

Además de su instalación, la Junta Gubernativa hizo una


formal ratificación de la abolición de la esclavitud; y dio
garantías a los haitianos residentes y de origen francés
nacidos en este territorio, de que serían respetados en su
persona y bienes, y de que serían admitidos a hacerse
dominicanos previo juramento de fidelidad.

Esta Junta distribuyó numerosos cargos militares y civiles,


y Sánchez fue nombrado Gobernador del Distrito de Santo
Domingo, con el grado de General, José Joaquín Puello fue
nombrado Coronel Comandante de Armas; Ramón Mella,
Gobernador y Delegado del Gobierno en Santiago, con el
rango de General de Brigada, y Remigio del Castillo, con
grado de Coronel pasó al ejército en formación.

Una de las primeras disposiciones de la Junta, bajo la


presión del General Sánchez, así como del General Mella y
otros trinitarios, fue la de enviar por Juan Pablo Duarte, Juan
Isidro Pérez y Pedro Alejandrino Pina, que aún estaban en
Curazao, comisionando para ello a Juan Nepomuceno
Ravelo, a quien acompañaron varios amigos y partidarios
del Fundador de la República en la goleta Leonor, alquilada
para este fin y al mando de Juan Alejandro Acosta. El
General Sánchez, aunque no pertenecía ese día a la Junta,
firmó también la carta que le fue dirigida al Padre de la
Patria. La Leonor fue la primera nave que surcara los mares
con la enseña dominicana.

Mientras tanto, los sucesos se precipitaban en tal forma


que la hegemonía mantenida por los "duartistas" en los días
de la lucha clandestina y hasta la capitulación del régimen
haitiano, dejaba de ser absoluta en razón de la participación
de los conservadores en el Gobierno, y cuya experiencia en
la Administración Pública, así como sus vinculaciones con
las clases adineradas era reconocida. Y fue precisamente
este prestigio lo que influyó para que el día 1 de marzo de
1844, cuando se organizó la Junta Central Gubernativa en
sustitución de la Junta Provisional, resultara electo
presidente de la misma Bobadilla en lugar de Sánchez,
quien hasta entonces había encabezado el movimiento y
quien vio desvanecerse así el plan acordado por los
trinitarios de mantener el control político del Gobierno a
través del ejercicio de la presidencia de la Junta. Sánchez
quedó, es cierto, como Comandante de Armas de la ciudad,
pero su partido tuvo que aceptar el hecho de ver pasar la
dirección del movimiento separatista a manos de la misma
persona que había contribuido durante veinte años a
mantener en el país la dominación haitiana.

En los días siguientes, todos los pueblos del país fueron


pronunciándose en favor de la Independencia. Los primeros
fueron Monte Plata, Bayaguana y Boyá. Luego siguieron los
pueblos del Sur, San Cristóbal, Baní, Azua, San Juan de la
Maguana y Neiba, al tiempo que también lo hicieron el día 2
de marzo los otros dos pueblos del Este, Hato Mayor e
Higüey. En el Cibao, el día 4 de marzo se pronunció La
Vega, el día 6 lo hizo Santiago y el día 7 San Francisco de
Macorís. Los habitantes de San José de las Matas
proclamaron su adhesión a la Junta el día 10 y los de Puerto
Plata lo hicieron el 14. En cuestión de quince días, todos los
pueblos de la parte oriental de la Isla habían decidido
separarse de Haití.

El 4 de marzo, el Congreso haitiano decretó la


movilización de la Guardia Nacional y autorizó al Presidente
Charles Hérard ainé, para que se pusiera al frente de las
fuerzas armadas y emprendiera la acción correspondiente
contra los dominicanos.

El día 9 de marzo, la Junta escribió al Presidente de Haití,


notificándole oficialmente la Independencia dominicana y
enviándole dos copias de la Manifestación del 16 de enero,
por cuyos principios se regía el Gobierno provisional hasta
tanto el país tuviese una constitución.

La llegada de Duarte a la patria el 15 de marzo es un


acontecimiento de enorme emotividad; tropas alineadas
frente al puerto le rinden honores, el tronar de las baterías
de la fortaleza elevan un potente e impresionante canto al
triunfo de su fe y de su esfuerzo; el Arzobispo Don Tomás
de Portes e Infante es el primero en estrechar en sus brazos
a Duarte, saludándolo a nombre del pueblo y la iglesia con
las palabras: "!Salve, Padre de la Patria!" Duarte entró a
formar parte inmediatamente de la Junta Central
Gubernativa, pero en calidad de simple miembro.

La Constitución de 1844

Luego de organizarse la Junta Central Gubernativa el día


1 de marzo de 1844, ésta adoptó como constitución el
Manifiesto trinitario del 16 de enero de ese año. En julio de
ese mismo año, el General Pedro Santana se adueñó de la
Presidencia de la Junta Central Gubernativa y los miembros
de la misma se atribuyeron la calidad de Diputados.

El 24 de julio de 1844, la Junta Central Gubernativa dictó


un decreto, a manera de Ley Electoral, convocando a los
pueblos a elegir los miembros de la Asamblea Constituyente
que debía redactar la nueva Constitución de la República.
Los días del 20 al 30 de agosto fueron señalados para
reunirse las Asambleas Electorales.

El Congreso Constituyente, además de redactar el Pacto


Fundamental de la República, tenía el encargo de elegir el
primer Ejecutivo Constitucional, y debía iniciar sus labores el
20 de septiembre.

Una vez electos, los diputados constituyentes se


reunieron solemnemente en San Cristóbal a partir del 21 de
septiembre de 1844. La elección de San Cristóbal, a unos
treinta kilómetros de la capital, se hizo, según la afirmación
del cónsul francés Eustache Juchereau de Saint-Denys, a
fin de dejar a los diputados "toda la libertad de opinión y de
acción y de sustraerlos a la influencia perniciosa del espíritu
de partido". En principio se escogió el poblado de Guerra
pero, debido a la falta de facilidades, el mismo Congreso
Constituyente decretó el traslado a San Cristóbal.
Los diputados por los pueblos de la parte antes española
de Santo Domingo ante el Congreso Constituyente de San
Cristóbal en el año 1844, firmantes de la Constitución de la
República, fueron (por pueblo):

Buenaventura Báez y Vicente


Azua
Mancebo
Baní Andrés Rosón
Bánica Antonio Gimenes
Boyá Manuel González Bernal
Cotuí José Valverde
Dajabón Manuel Díaz
El Seibo Juan Acosta y Julián Aponte
Hato Mayor A. Ruiz
Higüey José Mateo Perdomo
La Vega Casimiro Cordero y Juan Reynoso
Las Caobas Juan P. Andújar
Los Llanos Facundo Santana
Las Matas de Farfán Santiago Suero
Moca Fernando Salcedo
Monte Plata (El mismo representante de Boyá)
Montecristi Manuel Abreu
Neiba Bernardo Aybar
Antonio Gutiérrez, Vicepresidente del
Samaná
Congreso
San Cristóbal Jesús Ayala
San Francisco de
José María Medrano
Macorís
San José de las
Juan Lopes
Matas
San Juan Juan A. de los Santos
San Rafael J. N. Tejera
Santo Domingo Manuel María Valencia, Presidente del
Congreso
Domingo de la Rocha
José María Caminero, Secretario
Santiago M. R. Castellanos
Juan Luis Franco Bidó, Secretario
Domingo Antonio Solano
Puerto Plata José Tejera

Para presidente del Congreso fue elegido Manuel María


Valencia, Diputado por Santo Domingo, y el día 26 del
mismo mes una comisión de la Junta Central Gubernativa,
escoltada por una compañía de dragones, fue a felicitar a
los constituyentes por su instalación, pronunciando con tal
motivo un largo discurso Tomás de Bobadilla, quien
encabezaba la comisión.

Pero el acto formal de presentarse ante el Congreso


Constituyente un portavoz del organismo que
provisionalmente dirigía los destinos de la República, tenía
dos objetivos principales: uno, el propósito de reconocerle u
otorgarle a la Asamblea facultades especiales propias de un
Congreso Nacional ordinario, ya que el discurso de
Bobadilla en parte era un informe de las principales
actividades del Poder Ejecutivo durante el tiempo que
llevaba de vida la República; y el otro, recordarle a los
constituyentes cuáles eran el tono y el compás de la política
en aquellos momentos; en cuya virtud el orador se expresó
en forma tal que los diputados pudiesen sacar sus propias
conclusiones.

Hallándose el Congreso ocupado en las tareas


preparatorias de su reglamento interior y del proyecto de
Constitución, se produjo el primer rozamiento entre ese
cuerpo legislativo y la Junta, con motivo de haberle remitido
el organismo que ejercía las funciones del Poder Ejecutivo
un proyecto de empréstito a los constituyentes para que,
actuando como Congreso ordinario, conociesen de él y le
diesen su aprobación.

La citada operación financiera había sido convenida entre


el súbdito inglés Herman Hendrik, “vecino de la ciudad de
Londres” y tres representantes nombrados por la Junta
Central Gubernativa, por la cantidad de 1,500,000 libras
esterlinas, pagaderos en treinta años al 5% de interés anual;
operación que fue rechazada por el Congreso por
considerarla demasiado usuraria y excesivamente
perjudicial para la Nación.

La votación en contra del proyecto enviado por la Junta


fue unánime. Santana nunca consideró la posibilidad de un
rechazo y su indignación al tener conocimiento de la
decisión del Congreso se manifestó por medio de un decreto
de la Junta Central Gubernativa, de acuerdo con el cual este
organismo se atribuía la facultad de enjuiciar a los
legisladores por el crimen de traición a la Patria, y cuyos
términos les fueron comunicados a los constituyentes,
advirtiéndoles que desde aquel momento el organismo que
ejercía las funciones del Poder Ejecutivo,

... asumía en sí todos los poderes hasta que fuera


sancionada la Constitución y que, por consiguiente, la
Asamblea debía limitarse a sólo la formación del Pacto
Fundamental del Estado, haciéndola responsable de los
perjuicios que pudieran resultar a la Nación si persistía en
sus propósitos.

Esta actitud de la Junta llenó de alarma a los


constituyentes por lo que el Diputado Buenaventura Báez,
planteando la cuestión vital de inmunidad de los
legisladores, sometió una moción que, al ser aprobada por
la Asamblea, dio origen a una declaración consagrando la
inviolabilidad de los miembros del Congreso Constituyente.

De allí en adelante los constituyentes pusieron gran


cuidado en redactar una Carta que restringiera las
facultades del Poder Ejecutivo.

Una comisión integrada por Vicente Mancebo,


Buenaventura Báez, Manuel María Valencia, Julián de
Aponte y Andrés Rosón, preparó el programa de la
Constitución y presentó el proyecto de la misma el día 22 de
octubre.

El proyecto aprobado estableció el Gobierno


esencialmente civil, republicano, popular, representativo,
electivo y responsable; mantuvo como límites de la
República los de la antigua colonia española de Santo
Domingo, dejando así sentado el desconocimiento de la
ocupación mantenida por los haitianos en los pueblos de
San Miguel de la Atalaya, San Rafael, Hinca y Las Caobas,
para cuya representación el Congreso decidió elegir
diputados; concedió amplias facilidades para la inmigración,
y estableció como sistema electoral el del voto indirecto.

Estableció el principio de que el Poder Legislativo es el


representante de la soberanía nacional, y colocó al Poder
Judicial en posición independiente, mientras que al Ejecutivo
lo sujetó a normas.

Cuando Santana y sus asesores estudiaron el proyecto


se sintieron inconformes porque consideraron que el mismo
dejaba poco campo de acción al Presidente de la República
para actuar con la prontitud que las circunstancias del país
lo exigían. Santana se negó a aceptar ser elegido como
Presidente si se mantenía el texto de la Constitución como
estaba, aduciendo que el Poder político en la República
Dominicana debía ser militar y no civil, pues el estado de
guerra así lo demandaba.

Al principio, los miembros del Congreso Constituyente se


mostraron reticentes a aceptar las exigencias de Santana
produciéndose una crisis política que mantuvo una gran
tensión entre la Asamblea y la Junta Central Gubernativa,
incluyendo movimientos de tropa que llegaron hasta el
propio San Cristóbal.

Finalmente, esta crisis se resolvió cuando, a instancias de


Tomás Bobadilla (aunque el cónsul Saint-Denys se atribuyó
la autoría), se incluyó un nuevo artículo en el texto
constitucional, artículo que resultó ser el número 210 de la
Constitución y que decía:

Durante la guerra actual y mientras no esté firmada la paz,


el Presidente de la República puede libremente organizar el
ejército y la armada, movilizar las guardias nacionales y
tomar todas las medidas que crea oportunas para la defensa
y la seguridad de la Nación; pudiendo en consecuencia, dar
todas las órdenes, providencias y decretos que convengan,
sin estar sujeto a responsabilidad alguna.

Una vez aprobada la adición del artículo al texto


constitucional, el Ejecutivo no halló más objeción que hacer.
En esta forma la Constitución fue promulgada el 6 de
noviembre de 1844.

Primera República: 1844-1861

Junta Gubernativa Provisional: 27 de febrero de


1844.

28 de febrero de 1844: Francisco del Rosario


Sánchez, Joaquín Puello, Remigio del Castillo,
Tomás Bobadilla, Manuel Jimenes, Matías Ramón
Mella.

Junta Central Gubernativa

1 de marzo de 1844: Tomás Bobadilla, presidente;


Manuel Jimenes, vicepresidente; Manuel María
Valverde, Francisco Javier Abreu, Félix
Mercenario, Carlos Moreno, Ramón Echavarría,
Francisco del Rosario Sánchez, José María
Caminero, Matías Ramón Mella. Silvano Pujol,
secretario.

11 de marzo de 1844: Tomás Bobadilla,


presidente; Carlos Moreno, Ramón Echavarría,
Francisco Javier Abreu, José María Caminero,
Félix Mercenario. Silvano Pujol, secretario.

19 de abril de 1844: Tomás Bobadilla, presidente;


Manuel Jimenes, vicepresidente; José María
Caminero, Ramón Echavarría, Carlos Moreno,
José Ramón Delorve, Manuel María Valverde,
José Tomás Medrano, Juan Pablo Duarte.
Silvano Pujol, secretario.

6 de mayo de 1844: Tomás Bobadilla, presidente;


Manuel Jimenes, vicepresidente; Ramón
Echavarría, José María Ramírez, Francisco del
Rosario Sánchez, Manuel María Valverde,
Carlos Moreno, José Tomás Medrano. Silvano
Pujol, secretario.

11 de mayo de 1844; Tomás Bobadilla,


presidente; Manuel Jimenes, vicepresidente;
Ramón Echavarría, Francisco del Rosario
Sánchez, Manuel María Valverde, José Tomás
Medrano, Juan Pablo Duarte, Carlos Moreno.
Silvano Pujol, secretario.

5 de junio de 1844: José María Caminero,


presidente; Carlos Moreno, Francisco del
Rosario Sánchez, Tomás Bobadilla, José Tomás
Medrano, Juan Pablo Duarte, Félix Mercenario.
Silvano Pujol, secretario.

5 de junio de 1844: En otro decreto de la misma


fecha aparecen, además, las firmas de Manuel
Jimenes y de Ramón Echavarría.

13 de julio de 1844: Se nombra jefe a Pedro


Santana.

16 de julio de 1844: Pedro Santana, presidente y


jefe supremo; Manuel Jimenes, Francisco del
Rosario Sánchez, Félix Mercenario, José Ramón
Delorve, Carlos Moreno, Toribio Mañón, Tomás
Bobadilla. Lorenzo Santamaría, secretario ad-
hoc.

16 de julio de 1844: En esta fecha se reorganiza la


Junta y se agregan Telésforo Objío y Toribio
López Villanueva.

24 de julio de 1844: Pedro Santana, presidente y


jefe supremo; Manuel Jimenes, José Ramón
Delorve, Toribio Mañón, Félix Mercenario,
Tomás Bobadilla, Carlos Moreno. Lorenzo
Santamaría, secretario ad-hoc.
27 de julio de 1844: Pedro Santana y jefe
supremo; Félix Mercenario, José Ramón
Delorve, Manuel Jimenes, Toribio Mañón,
Tomás Bobadilla, Juan Tomás Medrano. Manuel
Cabral Bernal, secretario ad-hoc.

22 de agosto de 1844: Pedro Santana, presidente


y jefe supremo; Manuel Jimenes, Tomás
Bobadilla, Félix Mercenario, Toribio Mañón, José
Tomás Medrano, Norberto Linares, Toribio
López Villanueva. Félix M. Marcano, secretario
ad-hoc.

29 de agosto de 1844: Pedro Santana, presidente


y jefe supremo; Félix Mercenario, Tomás
Bobadilla, Rudecindo Ramírez, Telésforo Objío,
José Tomás Medrano, Toribio Mañón. Diputado
secretario: Toribio López Villanueva.

Pedro Santana, Presidente de la República

14 de noviembre de 1844 a 4 de agosto de 1848.

Consejo de Secretarios de Estado

(Domingo de la Rocha, de Justicia e Instrucción


Pública; José María Caminero, de Hacienda,
Comercio y Relaciones Exteriores; Félix
Mercenario, de lo Interior y Policía; y Manuel
Jimenes, de Guerra y Marina).

4 de agosto de 1848 a 8 de septiembre de 1848.

Manuel Jimenes
8 de septiembre de 1848 a 29 de mayo de 1849.

Pedro Santana

30 de mayo de 1849 a 23 de septiembre de 1849

Electo Santiago Espaillat, no aceptó.

Buenaventura Báez

24 de septiembre de 1849 a 15 de febrero de


1853.

Pedro Santana

15 de febrero de 1853 a 26 de mayo de 1856.

Manuel de Regla Mota (vicepresidente), presidente


interino en:
2 de enero de 1855 a 30 de mayo de 1855
2 de julio de 1855 a 5 de septiembre de 1855.

Manuel de Regla Mota

26 de mayo de 1856 a 8 de octubre de 1856.

Buenaventura Báez

8 de octubre de 1856 a 12 de junio de 1858.

José Desiderio Valverde

7 de julio de 1857 a 31 de agosto de 1858.

Pedro Santana

13 de junio de 1858 a 18 de marzo de 1861.


Antonio Abad Alfau (vicepresidente), presidente
interino en:
1 de abril de 1859 a 1 de mayo de 1859
11 de mayo de 1859 a 27 de mayo de 1859
30 de junio de 1859 a 18 de noviembre de
1859.

Arriba ^^

Anexión a España: 1861-1865

Capitán General Pedro Santana

18 de marzo de 1861 a 20 de julio de 1862.

Capitán General Felipe Ribero y Lemoine

20 de julio de 1862 a 22 de octubre de 1863.

Capitán General Carlos de Vargas y Cerveto

23 de octubre de 1863 a 30 de marzo de 1864.

Capitán General José de la Gándara y Navarro

31 de marzo de 1864 a 11 de julio de 1865.

Restauración y Segunda República: 1863-1916

José Antonio Salcedo

14 de septiembre de 1863 a 10 de octubre de


1864.

Gaspar Polanco
10 de octubre de 1864 a 24 de enero de 1865.

Benigno Filomeno de Rojas

24 de enero de 1865 a 24 de marzo de 1865.

Pedro Antonio Pimentel

25 de marzo de 1865 a 4 de agosto de 1865.

José María Cabral

4 de agosto de 1865 a 15 de noviembre de 1865.

Pedro Guillermo

15 de noviembre de 1865 a 5 de diciembre de


1865.

Buenaventura Báez

8 de diciembre de 1865 a 29 de mayo de 1866.

Triunvirato

(Gregorio Luperón, Pedro Antonio Pimentel y


Federico de Jesús García)
1 de mayo de 1866 a 22 de agosto de 1866.

José María Cabral

22 de agosto de 1866 a 31 de enero de 1868.

Manuel Cáceres

31 de enero de 1868 a 13 de febrero de 1868.


Junta de Generales Encargados del Poder
Ejecutivo

(José Hungría, Antonio Gómez y José Ramón


Luciano)
13 de febrero de 1868 a 2 de mayo de 1868.

Buenaventura Báez

2 de mayo de 1868 a 2 de enero de 1874.

Ignacio María González

25 de noviembre de 1872 a 21 de enero de 1874.

Generales Encargados del Poder Supremo de la


Nación

(Ignacio María González y Manuel Altagracia


Cáceres)
22 de enero de 1874 a 5 de febrero de 1874.

Ignacio María González

5 de febrero de 1874 a 23 de febrero de 1876.

Consejo de Secretarios de Estado

(Pedro T. Garrido, Interior y Policía; José de Js.


Castro, Relaciones Exteriores; Pedro P. Bonilla,
Justicia e Instrucción Pública; Juan B. Zafra,
Hacienda y Comercio; y Pablo López Villanueva,
Guerra y Marina)
23 de febrero de 1876 a 29 de abril de 1876.

Ulises Francisco Espaillat


29 de abril de 1876 a 5 de octubre de 1876.

Junta Gubernativa

(Pedro T. Garrido, José de Js. Castro, Juan B.


Zafra, Pablo López Villanueva, José Caminero,
Fidel Rodríguez Urdaneta y Juan Ariza)
5 de octubre de 1876 a 11 de noviembre de 1876.

Ignacio María González

11 de noviembre de 1876 a 9 de diciembre de


1876.

Marcos Antonio Cabral

10 de diciembre de 1876 a 26 de diciembre de


1876.

Buenaventura Báez

27 de diciembre de 1876 a 2 de marzo de 1878.

Consejo de Secretarios de Estado

(José María Cabral, Interior y Policía y encargado


de Guerra y Marina; Joaquín Montolío, Justicia e
Instrucción Pública y encargado de Relaciones
Exteriores y de Hacienda y Comercio)
2 de marzo de 1878 a 5 de marzo de 1878.

Ignacio María González

1 de marzo de 1878 a 3 de mayo de 1878.

Cesáreo Guillermo
5 de marzo de 1878 a 6 de julio de 1878.

Ignacio María González

6 de julio de 1878 a 2 de septiembre de 1878.

Jefes Superiores de Operaciones del


Movimiento Unánime Popular

(Ulises Heureaux y Cesáreo Guillermo)


2 de septiembre de 1878 a 6 de septiembre de
1878.

Jacinto de Castro

7 de septiembre de 1878 a 29 de septiembre de


1878.

Consejo de Secretarios de Estado

(Cesáreo Guillermo, Interior y Policía y encargado


de Guerra y Marina; Alejandro Angulo Guridi,
Justicia e Instrucción Pública y encargado de
Relaciones Exteriores; y Pedro María Aristy,
Hacienda y Comercio)
30 de septiembre de 1878 a 27 de febrero de
1879.

Cesáreo Guillermo

27 de febrero de 1879 a 6 de diciembre de 1879.

Gregorio Luperón

7 de octubre de 1879 a 1 de septiembre de 1880.


Fernando A. de Meriño

1 de septiembre de 1880 a 1 de septiembre de


1882.

Ulises Heureaux

1 de septiembre de 1882 a 1 de septiembre de


1884.

Francisco Gregorio Billini

1 de septiembre de 1884 a 16 de mayo de 1885.

Alejandro Woss y Gil

16 de mayo de 1885 a 6 de enero de 1887.

Ulises Heureaux

6 de enero de 1887 a 27 de febrero de 1889.

Ulises Heureaux

27 de febrero de 1889 a 27 de febrero de 1893.

Ulises Heureaux

27 de febrero de 1893 a 27 de febrero de 1897.

Ulises Heureaux

27 de febrero de 1897 a 26 de julio de 1899.

Wenceslao Figuereo

26 de julio de 1899 a 30 de agosto de 1899.


Consejo de Secretarios de Estado

(Tomás D. Morales, Interior y Policía; Enrique


Henríquez, Relaciones Exteriores; Jaime R. Vidal,
Hacienda y Comercio, y de Fomento y Obras
Públicas; Arístides Patiño, de Guerra; y Braulio
Álvarez, subsecretario de Interior)
31 de agosto de 1899 (un día).

Horacio Vásquez

18 de agosto de 1899 a 15 de noviembre de 1899.

Junta Popular

(Mariano A. Cestero, Álvaro Logroño, Arístides


Patiño y Pedro María Mejía)
31 de agosto de 1899 a 4 de septiembre de 1899.

Juan Isidro Jimenes

15 de noviembre de 1899 a 2 de mayo de 1902.

Horacio Vásquez

26 de abril de 1903 a 23 de abril de 1903.

Alejandro Woss y Gil

23 de marzo de 1903 a 24 de noviembre de 1903.

Carlos F. Morales Languasco

24 de octubre de 1903 a 24 de diciembre de 1905.

Consejo de Secretarios de Estado


(Manuel Lamarche García, Interior y Policía;
Emiliano Tejera, Relaciones Exteriores; Andrés
Julio Montolío, Justicia e Instrucción Pública;
Francisco Leonte Vásquez, Fomento y Obras
Públicas; Carlos Ginebra, Guerra y Marina; Eladio
Victoria, Correos y Telégrafos; y Federico
Velásquez y Hernández, Hacienda y Comercio)
24 de diciembre de 1905 a 29 de diciembre de
1905.

Ramón Cáceres

29 de diciembre de 1905 a 19 de noviembre de


1911

Consejo de Secretarios de Estado

(Miguel A. Román hijo, Interior y Policía; y José


María Cabral y Báez, Relaciones Exteriores)
19 de noviembre de 1911 a 5 de diciembre de
1911.

Eladio Victoria

5 de diciembre de 1911 a 30 de noviembre de


1912.

Adolfo Alejandro Nouel

1 de diciembre de 1912 a 13 de abril de 1913.

José Bordas Valdez

14 de abril de 1913 a 27 de agosto de 1914.

Ramón Báez
28 de agosto de 1914 a 5 de diciembre de 1914.

Juan Isidro Jimenes

6 de diciembre de 1914 a 7 de mayo de 1916

Consejo de Secretarios de Estado

(Federico Velásquez y Hernández, Fomento y


Comercio; Jaime Mota, Interior y Policía, y
Agricultura e Inmigración; y Bernardo Pichardo, de
Relaciones Exteriores)
7 de mayo de 1916 a 31 de julio de 1916.

Francisco Henríquez y Carvajal

31 de julio de 1916 a 29 de noviembre de 1916.

Ocupación Militar Norteamericana: 1916-1924

Gobernado Militar H. S. Knapp

29 de noviembre de 1916 a 23 de agosto de 1917.

Gobernado Militar Interino Adwin A. Anderson

23 de agosto de 1917 a 11 de septiembre de


1917.

Gobernado Militar H. S. Knapp

11 de septiembre de 1917 a 5 de febrero de 1918.

Gobernado Militar Interino J. H. Pendleton

5 de febrero de 1918 a 17 de marzo de 1918.


Gobernado Militar H. S. Knapp

17 de marzo de 1918 a 6 de abril de 1918.

Gobernado Militar Interino J. H. Pendleton

6 de abril de 1918 a 1 de junio de 1918.

Gobernado Militar H. S. Knapp

1 de junio de 1918 a 2 de julio de 1918.

Gobernado Militar Interino J. H. Pendleton

2 de julio de 1918 a 1 de septiembre de 1918.

Gobernado Militar H. S. Knapp

1 de septiembre de 1918 a 18 de noviembre de


1918.

Gobernado Militar B. H. Fuller

18 de noviembre de 1918 a 25 de febrero de


1919.

Gobernado Militar Thomas Snowden

25 de febrero de 1919 a 3 de junio de 1921

Gobernado Militar S. S. Robinson

3 de junio de 1921 a 3 de enero de 1922.

Gobernado Militar Interino Harry Lee

3 de enero de 1922 a 19 de febrero de 1922


Gobernado Militar S. S. Robinson

19 de febrero de 1922 a 14 de junio de 1922.

Gobernado Militar Interino Harry Lee

14 de junio de 1922 a 24 de julio de 1922.

Gobernado Militar S. S. Robinson

24 de julio de 1922 a 20 de octubre de 1922.

Presidente Provisional Juan Bautista Vicini


Burgos

21 de octubre de 1922 a 20 de julio de 1924.

Tercera República: 1924 hasta hoy

Horacio Vásquez

12 de julio de 1924 a 28 de febrero de 1930.

José Dolores Alfonseca (vicepresidente),


presidente interino en:
2 de noviembre de 1929 a 6 de enero de 1930.

Rafael Estrella Ureña

23 de febrero de 1930 a 16 de agosto de 1930.

Jacinto Bienvenido Peynado(Secretario de Interior,


Policía, Guerra y Marina), presidente interino
en:
21 de abril de 1930 a 3 de junio de 1930.

Rafael Leónidas Trujillo Molina


16 de agosto de 163 a 16 de agosto de 1934.

Rafael Leónidas Trujillo Molina

16 de agosto de 1934 a 16 de agosto de 1938<

Jacinto Bienvenido Peynado (vicepresidente),


presidente interino en:
1 de noviembre de 1935 a 1 de febrero de
1936.

Jacinto Bienvenido Peynado

16 de agosto de 1938 a 7 de marzo de 1940.

Manuel de Jesús Troncoso de la Concha

7 de marzo de 1940 a 18 de mayo de 1942.

Rafael Leónidas Trujillo Molina

18 de mayo de 1942 a 16 de agosto de 1942.

Rafael Leónidas Trujillo Molina

16 de agosto de 1942 a 16 de agosto de 1947.

Rafael Leónidas Trujillo Molina

16 de agosto de 1947 a 16 de agosto de 1952.

Héctor Bienvenido Trujillo Molina (Secretario de


Guerra, Marina y Aviación), presidente interino
en:
1 de marzo de 1951 a 1 de octubre de 1951.

Héctor Bienvenido Trujillo Molina


16 de agosto de 1952 a 3 de agosto de 1960.

Joaquín Balaguer

3 de agosto de 1960 a 31 de diciembre de 1961.

Francisco González Cruz (Secretario de Estado de


las Fuerzas Armadas), presidente interino en:
1 de octubre de 1961 a 8 de octubre de 1961.

Consejo de Estado

(Presidido por Joaquín Balaguer, Rafael F.


Bonnelly, vicepresidente y Eduardo Read Barreras
como segundo vicepresidente. Miembros: Mons.
Eliseo Pérez Sánchez, Nicolás Pichardo, Luis
Amiama Tió y Antonio Imbert Barreras)

1 de enero de 1962 a 16 de enero de 1962.

Junta Cívico-Militar

(Presidida por Huberto Bogaert. Miembros:


Armando Oscar Pacheco, Luis Amiama Tió, Antonio
Imbert Barreras, Contralmirante Enrique Valdez
Vidaurre (M. DE G.), Piloto Wilfredo Medina Natalio
(Av. M.) y el Coronel Neit R. Nivar Seijas (E.N.).

16 de enero de 1962 a 18 de enero de 1962.

Consejo de Estado

(Presidido por Rafael F. Bonnelly. Miembros:


Eduardo Read Barreras, Mons. Eliseo Pérez
Sánchez, Nicolás Pichardo, Luis Amiama Tió,
Antonio Imbert Barreras y Donald Reid Cabral)
19 de enero de 1962 a 27 de febrero de 1963.

Juan Bosch

27 de febrero de 1963 a 25 de septiembre de


1963.

Junta Provisional de Gobierno

(Formada por los Oficiales Superiores de las


Fuerzas Armadas)

25 de septiembre de 1963 a 26 de septiembre de


1963.
(Víctor Elby Viñas Román, Mayor General E.N.;
Renato Hungría Morel, General de Brigada
E.N.; Atila Luna Pérez, General de Brigada
F.A.D.; Julio Alberto Rib Santamaría, Jefe de
Estado Mayor M. de G.; Belisario Peguero
Guerrero, P.N.; Félix Hermida, hijo, General de
Brigada E.N.; Manuel García Urbáez, General
de Brigada E.N.; Antonio Imbert Barreras,
General de Brigada E.N.; Luis Amiama Tió,
General de Brigada E.N.; Salvador A. Montás
Guerrero, General de Brigada E.N.; Marcos A.
Rivera Cuesta, Coronel E.N.; Ramón Eduardo
Cruzado Piña, Coronel Piloto F.A.D.; Librado
Andújar Matos, Capitán de Navío M. de G.;
Elías Wessin y Wessin, General F.A.D.; Manuel
Ramón Pagán Montás, Coronel E.N.; Braulio
Álvarez Sánchez, Coronel E.N.; Juan N. Folch
Pérez, Coronel Piloto F.A.D.; Andrés Germán
Torres, Capitán de Navío M. de G.; José María
Sánchez Pérez, Coronel Piloto F.A.D.; Carlos
María Paulino Asiático, Teniente Coronel E.N.;
Rafael Emilio Santana J., Teniente Coronel,
F.A.D; Rubén Antonio Tapia Cesse, Coronel
E.N.; Sergio de Js. Días Toribio, Capitán M. de
G.; e Ismael Emilio Román Carbucia, Coronel
Piloto F.A.D.)

Triunvirato

(Presidido por Emilio de los Santos. Miembros:


Manuel Enrique Tavares y Ramón Tapia Espinal)

26 de septiembre de 1963 a 25 de abril de 1965.

23 de diciembre de 1963; Donald Reid Cabral,


Presidente. Miembros; Manuel Enrique Tavares
y Ramón Tapia Espinal.

8 de abril de 1954; Donald Reid Cabral,


Presidente. Miembros; Manuel Enrique Tavares
y Ramón Cáceres Troncoso.

27 de junio de 1964 a 25 de abril de 1965; Donald


Reid Cabral, Presidente. Miembro; Ramón
Cáceres Troncoso.

"Comando Militar Revolucionario"

(Encabezado por los militares; Vinicio Fernández


Pérez, Giovanni Gutiérrez Ramírez, Francisco
Caamaño Deñó, Eladio Ramírez Sánchez y Pedro
Bartolomé Benoit)
25 de abril de 1965. (De 10:30 am a 8:00 pm).

José Rafael Molina Ureña


25 al 27 de abril de 1965.

"Junta Militar"

(Presidida por Bartolomé Benoit (F.A.D.).


Miembros: Olgo Santana Carrasco (M. de G.) y
Enrique A. Casado Saladín (E.N.).
1 de mayo a 7 de mayo de 1965.

Francisco A. Caamaño Deñó

4 de mayo a 3 de septiembre de 1965.

"Gobierno de Reconstrucción Nacional"

(Presidido por Antonio Imbert Barreras. Miembros:


Carlos Grisolía Poloney, Alejandro Zeller Cocco,
Bartolomé Benoit y Julio D. Postigo)
7 de mayo de 1965 a 30 de agosto de 1965.

"Gobierno de Reconstrucción Nacional"

(Presidido por Antonio Imbert Barreras. Miembros:


Carlos Grisolía Poloney, Alejandro Zeller Cocco,
Bartolomé Benoit y Leonte Bernard Vásquez.)
10 de agosto de 1965.

Héctor García Godoy, Presidente Provisional

3 de septiembre de 1965 a 1 de julio de 1966.

Joaquín Balaguer

1 de julio de 1966 a 16 de agosto de 1970.

Ramón Ruiz Tejada, Encargado del Poder Ejecutivo


16 de abril a 22 de mayo de 1970.

Joaquín Balaguer

16 de agosto de 1970 a 16 de agosto de 1974.

Joaquín Balaguer

16 de agosto de 1974 a 16 de agosto de 1978.

Antonio Guzmán Fernández

16 de agosto de 1978 a 16 de agosto de 1982

Salvador Jorge Blanco

16 de agosto de 1982 a 16 de agosto de 1986.

Joaquín Balaguer

16 de agosto de 1986 a 19 de agosto de 1990.

Joaquín Balaguer

19 de agosto de 1990 a 16 de agosto de 1994

Joaquín Balaguer

16 de agosto de 1994 a 16 de agosto de 1996.

Leonel Fernández Reyna

16 de agosto de 1996 a 16 de agosto de 2000.

Hipólito Mejía

16 de agosto de 2000 a 16 de agosto de 2004.


Leonel Fernández Reyna

16 de agosto de 2004-(2008).

La Guerra Domínico-Haitiana
La guerra domínico-haitiana duró doce años, pues nuestros vecinos de
occidente invadieron repetidas veces el territorio dominicano, y el 9 de marzo de
1844 se rompieron las hostilidades y las invasiones continuaron hasta fines de
enero de 1856, cuando cesaron definitivamente las hostilidades.

 La Primera Campaña
 La Segunda Campaña
 La Tercera Campaña

 La Cuarta Campaña

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