Arturo Borja, Poesìas Completas

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Arturo Borja

Poesías Completas
La Flauta de Onix
Epístola

Al señor Don Ernesto de Noboa y Caamaño!


Límpido caballero de la más limpia hazaña
que en la Época de Oro fuera grande de España
y que en la inquietud loca de estos tiempos, huraño
tornóse, y en el campo cultiva su agrio esplín.
Hermano-poeta, esta vida de Quito,
estúpida y molesta, está hoy insoportable
con su militarismo idiota e inaguantable.
Figúrate que apenas da uno un paso, un “¡Alto!”
le sorprende y le llena de un torpe sobresalto
que viene a destruir un vuelo de Pegaso
que, como sabes, anda mal y de mal paso
cuando yo lo cabalgo, y que si alguna vez,
por influjo de alguna dama de blanca tez,
abre las alas líricas, le interrumpe el rumor
“municipal y espeso” de tanto guerreador.
Los militares son una sucia canalla
que vive sin honor y sin honor batalla.
Luego después las fieras de los acreedores
que andan por esas calles como estranguladores
envenenando nuestras vidas con malolientes
intrigas, jueces, leyes y miles de expedientes
y haciendo el cuotidiano horror más horroroso.
¿Qué fuera de nosotros sin la sed de lo hermoso
y lo bello y lo grande y lo noble? ¡Qué fuera
si no nos refugiáramos como en una barrera
inaccesible, en nuestras orgullosas capillas
hostiles a la sorda labor de las cuchillas!
Tú dijiste en momento de genial pesimismo:
“Vivir de lo pasado… oh sublime heroísmo!”

†3†
Vas Lacrimae

Para Alfonso Aguirre

La pena… La melancolía…
La tarde siniestra y sombría…
La lluvia implacable y sin fin…
La pena… La melancolía…
La vida tan gris y tan ruin.
¡La vida, la vida, la vida!
La negra miseria escondida
royéndonos sin compasión
y la pobre juventud perdida
que ha perdido hasta su corazón.
¿Por qué tengo, Señor, esta pena
siendo tan joven como soy?
Ya cumplí lo que tu ley ordena:
hasta lo que no tengo, lo doy…

†4†
Por el camino de las quimeras

Para Carmen Rosa

Fundiendo el oro
de tu belleza con el tesoro
de mi tristeza,
fabricaré yo un cáliz de áurea realeza
en donde, juntos, exprimiremos
el ustorio racimo de los dolores,
en donde, juntos, abrevaremos
nuestros amores...
Será una copa sacra. Labios humanos
no mojarán en ella;
decorarán sus bordes lirios gemelos como tus manos
como tus labios habrá pétalos rojos,
y en su fondo un zafiro que fue una estrella
como tus ojos. . .
El sortilegio
declinará. La magia de nuestro encanto
tendrá un veneno de sacrilegio;
la última gota
la absorberemos, locos, mezclada en llanto;
la copa rota,
se perderá, camino de las quimeras...
Tú estarás medio muerta. Mi último beso
morirá en tus ojeras,
mi último beso
se alejará, camino de las quimeras...

†5†
Rosa lírica

Prenda sobre tu seno esta rosada rosa,


ebria de brisa y ebria de caricia de sol;
para que su alma entera se deshoje amorosa
sobre la roja y virgen flor de tu corazón.

Tu hermana Primavera cante un aria gloriosa


ensalzando tus quince años en flor;
y las Hadas, en coro, celebren la armoniosa
gracia de tu mirada de luz y de fulgor.

Que el Ideal te guíe por todos tus caminos,


él, a su vez, guiado por tus ojos divinos
y que anide por siempre en tu alma el amor.

Para que sea tu vida bella como la rosa


rosada y perfumada que se muere amorosa
sobre la roja y virgen flor de tu corazón.

†6†
Mi juventud se torna grave...

Mi juventud se torna grave y serena como


un vespertino trozo de paisaje en el agua:
la ebullición sonora de aquel primer asomo
primaveral, deshízose lentamente en mi fragua…

Tu risa de oro, de cristal, de plata,


rememora un scherzo ya lejano…
en tu risa hay un eco de sonata,
de pizzicato de violín tzigano.

Jugueteando en el nido de tu boca,


tu fina carcajada es ritmo ufano
que me recuerda una fontana loca,
y el pizzicato de violín tzigano.

Límpidas, sonoras, cristalinas,


son cadencias del trío veneciano;
tienen reminiscencias argentinas
de pizzicato de violín tzigano.

†7†
Melancolía, madre mía

Melancolía, madre mía,


en tu regazo he de dormir,
y he de cantar, melancolía,
el dulce orgullo de sufrir.

Yo soy el rey abandonado


de una Thulé dorada donde nunca viví
y al verme pobre y desterrado
vuelvo los ojos hacia ti.

Melancolía, tú eres buena,


tú aliviarás este dolor;
para esta pena,
serán tus lágrimas de amor.

¿Qué me ha quedado de aquella hora


primaveral?
La melodía pasó. Ahora
sólo hay un eco funeral.

¿Y la mujer a quien quisimos?


¡Ay! se fue ya.
¿Y la mujer que en sueños vimos?
Nunca vendrá.
(...)
Y así, la vida:
las estrellas mintiendo amores con su luz,
cuando muy bien pudiera que ellas
sean los clavos de una cruz.
(...)
Melancolía, madre mía,
en tu regazo he de dormir,
y he de cantar, melancolía,
el dulce orgullo de sufrir.

†8†
A Lola Guarderas de Cabrera

Te haré una rima de encaje con sutil hilo de luna,


cantaré a tus ojos puros una canción de cristal
y soñaré con el coro de tus cabellos en una
mañana primaveral.
(...)
Te evocaré yo a la grupa de un negro corcel de ensueño.
conducido por el mago caballero Lohengrín.
Tendrán tus hondas pupilas ese místico beleño
de las vírgenes del Rhin.

Serás una dogaresa veneciana. Por la noche


te cantará barcarolas algún pobre trovador,
y se unirá a la del bardo que te dice su reproche
la canción del ruiseñor.
(...)
... y repasando tus sueños por ignoradas riberas,
en la tarde, bajo el fuego del crepúsculo estival,
recordarás a un bohemio que un día quiso que oyeras
una canción de cristal.

†9†
Visión lejana

A Ernesto Noboa

¿Qué habrá sido de aquella morenita,


trigo tostado al sol —que una mañana—
me sorprendió mirando a su ventana?
Tal vez murió, pero en mí resucita.

Tiene en mi alma un recuerdo de hermana


muerta. Su luz es de paz infinita.
Yo la llamo tenaz en mi maldita
cárcel de eterna desventura arcana.

Y es su reflejo indeciso en mi vida


una lustral ablución de jazmines
que abre una dulce y suavísima herida.

¡Cómo volverla a ver! ¿En qué jardines


emergerá su pálida figura?
¡Oh, amor eterno el que un instante dura!

†10†
Primavera mística y lunar

A Víctor M. Londoño

El viejo campanario
toca para el rosario,

Las viejecitas una a una


van desfilando hacia el santuario
y se diría un milenario
coro de brujas, a la luna.

Es el último día
del mes de María.

Mayo en el huerto y en el cielo:


el cielo, rosas como estrellas;
el huerto, estrellas como rosas...
Hay un perfume de consuelo
flotando por todas las cosas.
Virgen María, ¿son tus huellas?

Hay santa paz y santa calma...


sale a los labios la canción...
El alma
dice, sin voz, una oración.

Canción de amor,
oración mía,
pálida flor
de poesía.

Hora de luna y de misterio,


hora de santa bendición,
hora en que deja el cautiverio
para cantar, el corazón.

Hora de luna, hora de unción,


hora de luna y de canción.
La luna
es una
llaga blanca y divina
en el corazón hondo de la noche.

¡Oh luna diamantina,


cúbreme! ¡Haz un derroche

†11†
de lívida blancura
en mi doliente noche!
¡Llégate hasta mi cruz, pon un poco de albura
en mi corazón, llaga divina de locura!
(...)
El viejo campanario
que tocaba al rosario
se ha callado. El santuario
se queda solitario.

†12†
Voy a entrar al Olvido

Voici le masque pour la fête du mensonge.


HENRY DE REGNIER

A Francisco Guarderas

Hermano, si me río de la vida y sus cosas


notarás en mi risa cierto rezo de angustias,
sentirás las espinas que hay en todas las rosas,
comprenderás que casi mis flores están mustias.

Yo pongo a los cipreses de mi sendero, ahora,


una doliente gracia contradictoria y llena
de la azul ironía que aprendí de la aurora
que es hija de los rojos crepúsculos de pena.

Se apagaron aquellos ojos que me sonrieron


diabólicos y brujos detrás de una ventana,
y esta tarde yo he visto que en mi jardín murieron
pobres rosadas rosas que enterraré mañana.

Indiferentemente tiene mi herida abierta


el dorado veneno que me dio esa mujer:
Voy a entrar al olvido por la mágica puerta
que me abrirá ese loco divino: ¡BAUDELAIRE!

†13†
Memento musical

Sollozaba Chopín en el piano...


Tu mano
acariciaba melodiosamente
el teclado...
Tu frente
bajo la aúrea lluvia de tus cabellos daba
sensaciones de paz y eucaristía...
Por el ambiente anémico flotaba
un aroma nostálgico de luna que oprimía...

†14†
Bajo la tarde

¡Oh! tarde dolorosa que con tu cielo de oro


finges las alegrías de un declinar de estío.
¡Tarde! Las hojas secas en su doliente coro
van llenando mi alma de un angustioso frío.

La risa de la fuente me parece ser lloro;


el aire perfumado tiene aliento de lirios;
añoranzas me llegan de unos viejos martirios
y a mi mente se asoman unos ojos que adoro...

Negros ojos que surgen como lagos de muerte


bajo la sombra trágica de un cabello obsidiano,
¿Por qué esa obstinación en dejar mi alma inerte,

turbando mis deliquios con su mirar lejano?


... Sigue fluyendo pena de la fuente sonora...
Ha llegado la noche... Pobre alma mía, ¡llora!

†15†
Madre Locura

¡Madre Locura! Quiero ponerme tus caretas.


Quiero en tus cascabeles beber la incoherencia,
y al son de las sonajas y de las panderetas
frivolizar la vida con divina inconsciencia.

¡Madre Locura! Dame la sardónica gracia


de las peroraciones y las palabras rotas.
Tus hijos pertenecen a la alta aristocracia
de la risa que llora, danzando alegres jotas.

Sólo amargura traje del país de Citeres...


Sé que la vida es dura, y sé que los placeres
son libélulas vanas, son bostezos, son tedio...

Y por esto, Locura, yo anhelo tu remedio,


que disipa tristezas, borra melancolías,
y puebla los espíritus de olvido y alegrías...

†16†
Para mí tu recuerdo

Para mí tu recuerdo es hoy como una sombra


del fantasma que dimos el nombre de adorada…
Yo fui bueno contigo. Tu desdén no me asombra,
pues no me debes nada, ni te reprocho nada.

Yo fui bueno contigo como una flor. Un día


del jardín en que solo soñaba me arrancaste;
te di todo el perfume de mi melancolía,
y como quien no hiciera ningún mal me dejaste…

No te reprocho nada, o a lo más mi tristeza,


esta tristeza enorme que me quita la vida,
que me asemeja a un pobre moribundo que reza
a la Virgen pidiendo que le cure la herida.

†17†
En el blanco cementerio

Para Carmen Rosa

En el blanco cementerio
fue la cita. Tú viniste
toda dulzura y misterio,
delicadamente triste…

Tu voz fina y temblorosa


se deshojó en el ambiente
como si fuera una rosa
que se muere lentamente…

Íbamos por la avenida


llena de cruces y flores
como sombras de ultravida
que renuevan sus amores.

Tus labios revoloteaban


como una mariposa,
y sus llamas inquietaban
mi delectación morosa.

Yo estaba loco, tú loca,


y sangraron de pasión
mi corazón y tu boca
roja, como un corazón.

La tarde iba ya cayendo;


tuviste miedo y llorando
yo te dije: —Estoy muriendo
porque tú me estás matando.

En el blanco cementerio
fue la cita. Tú te fuiste
dejándome en el misterio
como nadie, solo y triste.

†18†
C. Chaminade

Una tela de araña temblorosa


bajo el pálido beso de la luna.
Una rosa otoñal, un lirio, una
rosa que se deshoja silenciosa.

La queja apasionada y dolorosa


de Pierrot que suplica. La importuna
serenata fatal que la Fortuna
va cantando fugaz y veleidosa.

Ronda armoniosa de mujeres. Ronda


acariciante y apacible bajo
el arábigo encaje de la fronda.
(...)

†19†
Aria galante

Para ti mi pensamiento,
para ti mi corazón;
para ti, flor de tormento,
mi pasión.

Y que dos cercos violados


que a tus ojos hechizados
aureolan de suplicios,
viertan en mí, alucinados
maleficios.

Porcelana de ilusiones
tu palidez...
Me da claustrales visiones
tu languidez...
y tu labio purpurado
que has mojado
en sangre de corazones,
es una flor de pecado
de un jardín de tentaciones.

¡Princesa de mis quimeras,


que tus moradas ojeras,
que tu inviolada blancura
y la llama de tu boca,
sean blasón de mi loca
desventura!

Y recuérdalo, Princesa,
que mi amor te canta y reza:
para ti mi pensamiento,
para ti mi corazón;
para ti, flor de tormento,
mi pasión.

†20†
Mujer de bruma

Comme le souvenir
d'un grand cygne de neige
aux longues,
longues plumes.
ALBERT SAMAIN

Fue como un cisne blanco que se aleja


y se aleja, suave, dulcemente
por el cristal azul de la corriente,
como una vaga y misteriosa queja.

Me queda su visión. Era una vieja


tarde fría de lluvia intermitente;
ella, bajo la máscara indolente
de su enigma, cruzó por la calleja.

Fue como un cisne blanco. Fue como una


aparición nostálgica y alada,
entrevista ilusión de la fortuna...

Fue como un cisne blanco y misterioso


que en la leyenda de un país brumoso,
surge como la luna inmaculada.

†21†
Poemas

(...)
Por el jardín de primavera
yerra una brisa suave...
(... Era su rubia cabellera
como el ala de un ave
que fuese una quimera...)

Se han deshojado los rosales


mustios y fatigados
(... Oh sus manos liliales
cuyos dedos cansados
deshojan los males...)

***

Y dijeros las hadas: "Tus dorados cabellos


serán aúreo manojo del celeste trigal;
en tus ojos pondremos zafirinos destellos,
en tus ojos azules tendrás todo el Ideal."

***

La brisa viene leve y nemorosa


rizando el agua muerta del pantano
y un surtidor romántico y lejano
desata una elegía dolorosa.

Se deja oír fugaz, medio borrosa


la nostalgia quimérica de un piano
que despereza en su reír profano
la silenciosa fronda luminosa.

***

Tu alma es como un gran lago de piedad


en el que ha de naufragar mi soledad.

Tu mirada de pasión y caridad,


tu mirada es mi única verdad;

es la lámpara que alumbra con amor


lo más negro de mi sótano interior.

***

Blancas noches de amarguras


y de recuerdos... Callada
noche que añoras las puras
noches con la bien amada.

Ella estará lejos. Ella


†22†
estará, tal vez, mirando
a la cristalina estrella
que mirábamos llorando.

¡Qué no diera, qué no diera


yo por saber si ella piensa,
mirándome, en la quimera
de nuestra pasión intensa!
(...)

***

Después de haber leído aquellos versos


clarísimos y puros
como el cristal sonoro de una fuente,
pensé: si yo pudiera
abandonar las complicadas sendas,
dejar la engañadora florescencia
de los invernaderos angostados,
hacer canciones buenas,
escuchar con unción la sinfonía
interior... Regresar a nuestra casa
blanca que en el sendero nos aguarda
con las puertas abiertas
y con la mesa puesta—manteles albos,
pan sin levadura—
y sentir al entrar una caricia
blanda con la mirada de la hermana
que siempre nos espera,
llenos los labios de perdón y el alma
propicia siempre a derramar ternura.

***

La tarde está de paz. Ha llovido. Yo siento


que me ahoga una dulce esperanza abrileña.
Hay en mis ojos humedad de sentimiento
de llanto, y en mi alma una música sueña...

Es una música aérea, llena de tu recuerdo


una música suave y tierna que me canta
que estás en mí y por mí, que sin tus labios pierdo
mi primavera buena, mi primavera santa.

Mi soledad y tu recuerdo, ¡oh, qué dulzura!,


¡sentir lejanamente, sentir muy vagamente
una caricia lánguida deshecha de ternura
que del alma a los ojos sube constantemente!

***

La palidez lluviosa
de la mañana gris...
†23†
La lluvia silenciosa
sobre la pena gris...
Frío... Monotonía
de la lluvia sin fin.
Frío... Melancolía
paralítica y ruin.
El tedio de la hora
bosteza en el verdín
de la fuente que llora
paralítica y ruin.
Entre su cárcel yerta
bosteza el corazón.
Le han cerrado la puerta
para toda ilusión.
La fronda que decora
verdinegra el jardín
teme, suspira y llora
la fronda del jardín.

***

Primaveral princesa,
flor fragante y gentil;
promesa
para el príncipe Abril.

Que todas las canciones


engarcen en tu loor
los sones
más dulces del amor.

Que las más blancas rosas


y que los lirios den
gloriosas
coronas a tu sien.

Y que todas las Hadas


deshojen en tu honor
rosadas
ilusiones en flor.

Celeste prometida
de un sueño virginal,
tu vida
se enflorece de Ideal.

†24†
Ciprés en la tumba de Arturo Borja
Ofrenda de rosas

A Arturo Borja

Recuerdo que te hallé por mi camino


como un Verlaine aún adolescente,
¡y daba el signo de un fatal destino
tu alma de estirpe lírica y ardiente!

Y ambos fraternizamos; que tus rosas


para todas las almas entreabrías,
¡haciéndote en las horas humildosas
dueño de todas las melancolías...!

Quién volviera a tus ojos, en ofrenda,


la vida humilde que suspira y canta,
como el Rubí de manos de leyenda
que antaño dijo a Lázaro: ¡Levanta!

Evoco el sueño juvenil de un día


que, en el Claustro del Arte bien sentido,
matamos la viril hipocresía,
y laboramos lentos el gemido.

Y ahora la luna de tu sistro agreste,


al visitar nuestro santuario frío,
da su color de lágrima celeste
en el cristal de tu crisol vacío...

¡Adiós, fuente de lánguido quebranto!,


que volvías un Fénix mi rosal,
¡encantando las rosas sin encanto
cuando el encanto huía con el mal!

¡Adiós, fuente de lágrimas cantoras


que halagaron el viaje juvenil!;
de la angustia de Abril refrescadoras
como lluvias caídas en Abril...

Duerme y reposa; que quizás es bueno


sólo el sueño sin sueño en que caíste,
¡la flor de espino y el laurel de heleno
entremezclados en tu frente triste!

Humberto Fierro

†26†
Feliz tú, hermano mío

Al espíritu fraternal de Arturo Borja

Poeta, hermano mío,


que como yo sufriste,
el frío del vacío
y la grandeza triste
de saberte una nube en prisión de rocío;

tu buen hermano en lira,


en rosa, azul y luna
que inspira la mentira
de la verde laguna,
sabe envidiar tu suerte porque tu suerte admira.

Lloro tu vida breve


por lo que dado hubieras,
pero la leve nieve
de tus quimeras
en nube se transforma y desde lo alto llueve.

Poeta, hermano mío,


ya no estarás más triste,
ni el frío del vacío
sentirás que sentiste...
Ya no eres una nube encerrada en rocío;
después de que partiste
tu lluvia se hizo un río
que da savia a tu rosa y a tu bulbul alpiste...
¡Feliz tú, hermano mío!

Alejandro Sux

†27†
Poesías inéditas
A Misteria

¡Oh, cómo te miraban las tinieblas,


cuando ciñendo el nudo de tu abrazo
a mi garganta, mientras yo espoleaba
el formidable ijar de aquel caballo,
cruzábamos la selva temblorosa
llevando nuestro horror bajo los astros!
Era una selva larga, toda negra:
la selva dolorosa cuyos gajos
echaban sangre al golpe de las hachas,
como los miembros de un molusco extraño.
Era una selva larga, toda triste,
y en sus sombras reinaba nuestro espanto.
El espumante potro galopaba
mojando de sudor su cansancio,
y ya hacía mil años que corría
por aquel bosque lúgubre. ¡Mil años!
Y aquel bosque era largo, largo y triste,
y en sus sombras reinaba nuestro espanto.
Y era tu abrazo como un nudo de horca
y eran glaciales témpanos tus labios,
y eran agrios alambres mis tendones,
y eran zarpas retráctiles mis manos,
y era el enorme potro un viento negro
furioso en su carrera de mil años.

Caímos a un abismo tan profundo


que allí no había Dios: montes lejanos
levantaban sus cúspides, casqueadas
de nieve, bajo el brillo de los astros,

A causa del suicidio del poeta, el poema ha quedado para siempre inconcluso.

†29†
Dos viajes

Mes de alegría. Brisas de aromas


y melodías tuvo al llegar;
galas variadas las mariposas,
pureza el fuego, grandeza el mar;
y esas lágrimas
que no son tristes,
¡la mocedad!

Mes de tristeza. La calavera


tuvo el misterio en su mirar;
monotonía los arenales,
fin presto el humo, pena el llegar;
y esa sonrisa
que no es alegre,
¡la ancianidad!

†30†
Era un sueño

Era un sueño muy dulce y lejano...


En la verde y floreada alameda
con la vaga tristeza de un piano
se juntaba el frúfré de tu seda.

El camino era largo; las flores,


se inclinaban, la luna dormía,
despertaban mis locos amores
de una vieja y letal atonía.

¡Oh, qué larga, qué triste avenida!


y ninguno pensaba en el viaje,
yo llevaba tu mano cogida
bajo el claro lunar del paisaje.

Entonaba un dulcísimo anhelo


en mi ser su florida cantata...

El resto de la hoja que contenía al poema fue arrancado.

†31†
Idilio estival

I
Vistió mi juventud oro y brocado.
En su copa de púrpura embozada,
la mano sobre el pomo cincelado
de su sutil y florentina espada,

la blanca pluma del chambergo al viento,


al luar de las noches estivales
bajo la esbelta ojiva de un convento
mustió sus primeros madrigales.

Y hubo una faz seráfica y radiosa


que tras la floreada vidriera
le escuchaba llorando silenciosa.

Y hubo una escala lírica tejida


con hilos de la rubia cabellera
ante las plantas de Jesús caída.

II
Sobre el jardín deshoja el mediodía
su guirnalda de púrpura y de oro,
mientras eleva el surtidor sonoro
sus penachos de viva pedrería.

Fermenta el aire la embriaguez del vino.


Entre los labios la palabra muere
de pereza, y al sol el nardo adquiere
un acre olor a sexo femenino.

Arde el jardín en la estival hoguera


y en su gran pebetero se consume
todo el aroma de la Primavera.

Y en su jardín de carne solitario


quema en él la Vida su perfume
como en las brazas de un gran incensario.

III
¡Alma, que vienes a mis reinos, llega
desnuda de cualquier mortal empeño,
y en holocausto de mi amor entrega
el virginal perfume de tu ensueño!

Vendrás a mis alcázares de oro


por los largos caminos visionarios.
Te conduce una estrella, y un tesoro
de gemas portas en tus dromedarios.

†32†
Mi lámpara encendí, pero aún no miro
fulgir el aúreo velo que te viste
en medio de las sombras nocturnales.

Mas ya en las brisas del jardín aspiro


el perfume de nardos con que ungiste
tu cuerpo para nuestros esponsales.

IV
Cuando tiendo mis brazos a tu cuello

A causa del suicidio del poeta, el poema ha quedado para siempre inconcluso.

†33†
Lola, para que cante yo todos tus tesoros...

Lola, para que cante yo todos tus tesoros


necesito el aperitivo que regenera,
las lejanías glaucas de una feraz pradera
y el geométrico ritmo de los antiguos coros...

La pedrería exótica, los esmaltes, los oros


que prestigian la gracia de tu helénica pose
serán en mis versos desusados, y no se
sentirán palpitantes desechando decoros.

Y así, pido una venia para este pordiosero


de belleza, siguiendo los cortesanos ritos:
Yo, que vivo soñando, no siento que me muero...

Quiero decir un verso pulido y diamantino


todo el prestigio helénico

A causa del suicidio del poeta, el poema ha quedado para siempre inconcluso. No fue titulado.

†34†
Soñación

Pálida, en la penumbra de un fugitivo ensueño,


igual que un lirio triste al claror de la luna,
te miré en una noche, desnudando el sedeño
ropaje coronado por tu melena bruna.
Me acerqué... Desflorando mi boca tu risueño
pudor (¡oh, primavera!), te quise y fuiste mía.
Tus esquivas caricias son sólo un loco sueño
que ahuyenta lo brumoso de mi melancolía.
Y aquel sueño de aquella fugaz noche —la sola—
noche que en mi bohemia tiene aroma de amores
en un sabio nepente que aloja mis dolores
trayéndome entre nardos la mística corona
del alma de tu carne, y brillando felina
infinita y enorme: tu mirada divina.

Enero 1904

†35†
El Poeta
Arturo Borja
Ecuador (1892-1912)

Nació en Quito en 1892. Décimo tercer hijo de una larga familia de dieciséis hermanos formada por el ilustre
jurisconsulto Dr. Luis Felipe Borja Pérez y por su cónyuge y prima hermana Carmen Amelia Pérez Chiriboga.
Niñez tranquila pero no feliz, con sus padres y numerosos hermanos, en la casa que ocupaban en la Loma,
debido al carácter obsesivo de su padre, quien vivía pendiente de trabajos y horarios fijos y usaba férrea
disciplina, que convirtió al joven Arturo en un ser muy especial, proclive a sufrir depresiones, que casi siempre
constituyen el camino más directo al suicidio.

Un día sufrió una lesión en el ojo derecho, que se hirió casualmente hincándose con la pluma con que escribía.
En 1907 viajó a curarse a París en compañía de su tío Carlos Pérez Quiñónez. Hasta 1908 anduvo con una venda
negra puesta en los ojos, lo que aumentó su autismo, pues a veces se comportaba alegre y sociable y en otras
triste y melancólica cambiando sin causa válida o aparente; pero llegó el tiempo de su mejoría y aprovechó para
seguir con avidez el curso de la literatura en Francia, que a principios de siglo era rica y abundante, y su niñez
florida pudo hacer obra de selección.

Se dice que de escasos diecisiete años, a su regreso de Francia, era con sus amigos extremadamente alegre y
de agudo ingenio y que hizo grupo con Humberto Fierro, Ernesto Noboa y Caamaño, Francisco Guarderas y
vivió épocas de intensa bohemia. De ese período es su poema "Madre Locura”.

En otra ocasión quiso sujetarse a una labor disciplinada y se comprometió a servir de director de la hoja literaria
del periódico "La Prensa", revolucionario en política pero en literatura no había pasado de Campoamor y Núñez
de Arce, era leído con avidez por los jóvenes y hacía brotar la sonrisa por los redactores serios. Sobre todo había
uno sabihondo que mantenía largas discusiones literarias y gramáticas. En cuestiones gramaticales Borja era un
adversario formidable, pero despechado de la incomprensión literaria de su contendor, abandonó el puesto.

En 1910 publicó en la revista "Letras" de Quito sus traducciones al español de "Les Chants de Maldoror" del
Conde de Lautreamont.

En Abril de 1912 falleció su padre, le dejó la suma de ocho mil sucres y ya no trabajó obligadamente sino la
crónica que publicó en el primer número de la revista "Letras" en Agosto de ese año y en alguna otra
publicación. Decía que cuando se le acabara el dinero se mataría, lo que sus amigos lo tomaban a broma en las
frecuentes reuniones que tenía con Noboa y Caamaño, Guarderas, César E. Arroyo, Hugo Moncayo y otros
jóvenes y decididos admiradores del arte moderno y de las modalidades nuevas; sin embargo, hay serias
sospechas que el joven Borja había comenzado a inyectarse morfina imitando a Noboa y Caamaño desde cuando
dispuso del dinero de la herencia, pues antes no había contado con los medios necesarios para costearla.

El 15 de Octubre de 1912 se casó con Carmen Rosa Sánchez y fueron a pasar la luna de miel a una de las
haciendas cercanas a Guápulo, donde estuvieron dos semanas completas. Poco después, a los catorce días de
llegados a Quito, el poeta se envenenó con una sobredosis de morfina. Entonces se comentó que ambos habían
hecho un pacto de autodestrucción que a última hora ella no cumplió, pero logró ocultar todas las evidencias y se
hizo aparecer su muerte como un colapso, para evitar el escándalo social y cultural, que de todas maneras se
produjo, pues la gente adivinó el drama enseguida.

En Agosto de 1920 tres jóvenes artistas, amigos que había sido suyos, los pintores Nicolás E. Delgado, Antonio
Bellolio y Carlos Andrade Moscoso, emprendieron la tarea de editar su parva producción —28 poemas
solamente— bajo el título de "La Flauta de Ónix", en la imprenta de la Universidad Central, en 60 páginas
ilustradas con dibujos de mérito de los artistas referidos.

Arturo Borja es uno de los poetas de la llamada Generación decapitada y fue el primero en despuntar como
modernista.
†37†
Índice
La Flauta de Ónix
Epístola 3
Vas Lacrimae 4
Por el camino de las quimeras 5
Rosa lírica 6
Mi juventud se torna grave... 7
Melancolía, madre mía 8
A Lola Guarderas de Cabrera 9
Visión lejana 10
Primavera mística y lunar 11
Voy a entrar al Olvido 13
Memento musical 14
Bajo la tarde 15
Madre Locura 16
Para mí tu recuerdo 17
En el blanco cementerio 18
C. Chaminade 19
Aria galante 20
Mujer de bruma 21
Poemas 22
Ciprés en la tumba de Arturo Borja
Ofrenda de rosas 26
Feliz tú, hermano mío 27
Poesías inéditas
A Misteria 29
Dos viajes 30
Era un sueño 31
Idilio estival 32
Lola, para que cante yo todos tus tesoros... 34
Soñación 35
El Poeta
Arturo Borja 37
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